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FACULTAD DE PSICOLOGÍA
MAGISTER EN INTERVENCIONES PSICOJURÍDICAS Y FORENSES
1
A María Cristina,
Por creer en mí.
2
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar, a mis padres y familia que estuvieron, están y estarán en cada uno de los
nuevos desafíos en los cuales oso involucrarme, siendo mi barra y coaching personal. A mis
amigos, que con paciencia toleraron mi ausencia de encuentros y reuniones durante un par
de años y cargaron mis energías en aquellos momentos donde la fuerza era necesaria
recargarla. A mis compañeras que con su esfuerzo pericial, dedicado y delicado trabajo
permitieron que esta investigación tuviera sustento; a Aida Leiva que me apoyó y facilitó la
existencia laboral en cada uno de las instancias que esta tesis implicó y a Caro Navarro
cuya magnífica respuesta a todo evento permitieron mantener intacto mi perseverancia.
Claramente, nada de esto habría podido llevarse a cabo sin el apoyo de la jefatura del
Equipo Pericial CAVAS, del Instituto de Criminología de la PDI, don Arturo Medina P.
quien permitió mi acceso a los anales del equipo durante largas horas.
A mis amigas, Vero Salazar, Tama Allendes, y a Gonzalo Muñoz por su desinteresada
participación en la investigación y compromiso férreo con el trabajo pericial, la vulneración
de derechos y las víctimas.
A todas las personas que se atreven a vencer los miedos, resistir las revictimizaciones y la
burocracia, que luchan con sus propias historias y logran verbalizar aquello aberrante y
doloroso que todos desean callar.
3
RESUMEN
4
TABLA DE CONTENIDOS
PÁGS.
I. INTRODUCCIÓN 5
1. AGRESIONES SEXUALES 11
DISCURSIVA
Adulta
5
III. MARCO METODOLÓGICO 95
1. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN 95
2. VARIABLE A ESTUDIAR 95
3. ESCENARIO DE LA INVESTIGACIÓN 96
4. DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN 96
6. POBLACIÓN MUESTRAL 99
7. PROCEDIMIENTOS 100
a) Testimonio Nº 1 105
b) Testimonio Nº 2 109
c) Testimonio Nº 3 111
d) Testimonio Nº 4 112
e) Testimonio Nº 5 116
f) Testimonio Nº 6 118
V. CONCLUSIONES 132
ANEXOS 145
6
ÍNDICE DE TABLAS
PÁGS
7
I. INTRODUCCIÓN
8
Desde allí, la producción verbal de una persona respecto a la presencia o participación en
un hecho constitutivo de delito, se torna un elemento rico en posibilidades de análisis, más
aún cuando el testimonio de una persona es el único o principal medio de prueba para la
investigación judicial, conminando al derecho a manejarlo, estudiarlo y comprenderlo con
minuciosidad y acuciosidad, desafío ante el cual tiende a solicitar aportes de ciencias y
disciplinas auxiliares que le permitan cumplir con dicho objetivo. Esta realidad es la que
usualmente presentan los delitos sexuales, entendiendo que éstos son por definición,
intromisiones ilegales en la vida privada de las personas, por tanto, muchas veces, ajenas de
testigos o pruebas físicas y/o materiales que acrediten su ocurrencia.
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de desarrollo por continuar respecto del comportamiento y utilidad de las mismas en el
abordaje de las características particulares que encierra este delito en la población adulta.
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II. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN
a) Fundamentación
El sistema de administración de justicia tiene como misión dar cabida a la amplia gama de
población que es agredida sexualmente en Chile, contando para ello, con el apoyo de
centros especializados tanto para la realización de tratamientos reparatorios como de
peritajes psicológicos forenses. En este último ámbito, las instituciones encargadas de dicha
misión prestan servicios principalmente a la población infantil, quedando la población
adulta presuntamente agredida en lo sexual, atendida por algunos centros especializados
(Laboratorio del Departamento de Criminalística de Carabineros de Chile –LABOCAR- y
Centro de Atención a Víctimas de Atentados Sexuales –CAVAS-, Sección Pericial).
Ante la carencia de evidencia científica que avale la utilización del SVA en la población
adulta, el LABOCAR responde a las peticiones de pronunciamiento de la credibilidad
discursiva de adultos en presuntas víctimas de agresiones sexuales, a través de análisis de
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fiabilidad y de posibles factores que pudiesen afectar la validez de la denuncia, mientras
que el Equipo Pericial del CAVAS, dependiente del Instituto de Criminología de la PDI, ha
elaborado una metodología particular y propia, en base a la experiencia acumulada de más
de 20 años de trayectoria en esta materia (tanto en tratamiento como evaluaciones
forenses), junto a los conocimientos fundados en la psicología del testimonio,
fenomenología de las agresiones sexuales e investigación criminalística y criminológica,
que permite el pronunciamiento sobre la presencia/ausencia de criterios de credibilidad
discursiva o la imposibilidad de analizar el testimonio a partir de dicha metodología.
Por lo tanto, cabe preguntarse: en la actualidad ¿las técnicas diseñadas y estudiadas para
realizar evaluaciones de credibilidad discursiva, resultan de utilidad en la población adulta
presuntamente agredida sexualmente, de modo de contribuir comprensivamente a la
persecución penal de estos delitos y al conocimiento sobre las particulares características de
este fenómeno?
b) Relevancia
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en psicología forense que con esfuerzo ha logrado contribuir al mundo del derecho bajo el
alero del rigor científico y metodológico validado.
En otro nivel, permitiría centrar la mirada en una población, la adulta, que cuenta con un
menor desarrollo científico especializado en la materia, aportando a minimizar la
percepción social de impunidad en torno a ella y potenciando al sistema de administración
de justicia como organismo responsable y equitativo.
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III. MARCO TEÓRICO
1. AGRESIONES SEXUALES
Finkelhor (1980), en una de sus primeras publicaciones respecto a la temática y siendo uno
de los autores más tempranos en describir este tipo de agresión, se aproxima al fenómeno
desde una mirada crítica sobre la concepción social imperante. Afirma que se trata de un
problema con características propias y diferenciadoras de las categorías en las cuales hasta
entonces se intentaba encajar esta conflictiva social, siendo concebida como parte del
maltrato infantil general por una parte, y semejante a los delitos de violación en el mundo
adulto, por otra. Esta valiosa visión distingue el fenómeno de las agresiones sexuales como
un problema complejo y con características propias, que sienta las bases para definiciones
posteriores que irán adquiriendo una perspectiva de derecho. En este mismo sentido,
Cantón y Cortés (2000) dan cuenta como primer elemento a destacar, la dificultad de lograr
una definición unánime del fenómeno a partir de las diferencias culturales, los límites
propios de las diversas legislaciones (especialmente en torno a la edad) y la heterogeneidad
de criterios respecto a lo que se considera un acto sexual, disensos que son confirmados por
Echeburúa y Guerricaecheverría (2000).
A pesar de ello, autores como Perrone y Nannini (1997) entregan orientaciones básicas y
generales para la comprensión de esta problemática, situando la definición de las agresiones
sexuales en el ámbito de las interacciones humanas, específicamente en las de tipo
violencia-castigo, surgida entre dos personas que participan en una relación
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complementaria y desigualitaria ya que poseen estatus distintos, infligida
unidireccionalmente por parte de una de ellas que adopta una relación de superioridad y
complementariedad rígida con respecto al otro: “La relación se organiza apoyándose en la
evidencia de que ambos pertenecen a clases diferentes lo que hace que uno pueda
atribuirse perrogativas sobre el otro” (p.89).
Tanto López, Hernández y Carpintero como Wolfe, Wolfe y Best (citados en Cantón y
Cortés, 2000), agregan que el concepto de asimetría enfatiza la ausencia de libertad y
elección desde la inmadurez y relación de dependencia que posee la víctima –en el caso un
menor de edad- con respecto al adulto que le impediría la real opción de oponerse,
concepción que incorpora la Organización Panamericana de la Salud (2003) como oficina
regional de la Organización Mundial de la Salud, al momento de definir el fenómeno. En el
caso de las agresiones sexuales cometidas contra adultos, la asimetría adquiere una
dimensión más amplia, esta vez en términos relacionales asociado a los roles que ocupan la
víctima y el victimario en la dinámica interaccional, donde la sola posición de superioridad
otorgada por diversos contextos (jefatura, autoridad social o educacional, vínculo familiar
ascendente, entre otras), actúa como un elemento diferenciador de estatus. Asimismo, no es
posible descartar la asimetría por inmadurez, entendiendo que no todos los adultos poseen
igual desarrollo y experiencia psicosexual que les permita significar las acciones como
transgresoras de su capacidad de asentir libre y voluntariamente, situación que se ve
graficada, aunque no exclusivamente, en aquellos adultos que presentan handicap
intelectual.
Un nuevo aporte de Browne y Finkelhor (1986 en Barudy, 1999), señala que esta
interacción abusiva puede adquirir dos formas:
1. Coercitiva o impuesta: López, Hernández y Carpintero (citado en Cantón y Cortés,
2000) reafirman y amplían la primera forma de interacción abusiva, incorporando al
concepto de coerción, la posibilidad de que éste se presente mediante la fuerza física,
la presión o el engaño. En el caso de los adultos, sus recursos evolutivos podrían
permitirles una mayor comprensión de la connotación sexual que pudiese adquirir una
interacción abusiva, y por tanto, desplegar estrategias autoprotectoras o disuasivas, no
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obstante, pueden verse igualmente implicados en ella a través de la manipulación
psicológica, engaños o derechamente, a través de la amenaza y uso de la fuerza física
para someterlos.
Por otra parte, Wolfe, Wolfe y Best (1988 citado en Cantón y Cortés, 2000), y Salinas
(2006) hacen hincapié en la relevancia del grado de relación entre la víctima – agresor, el
que dará origen a distinciones del acto abusivo como intrafamiliar (cometido por parientes
sanguíneos, adoptivos o por quienes cumplan rol parental) o extrafamiliar, ya sea por
miembros no pertenecientes a mundo familiar, conocidos o desconocidos.
Finalmente, para Barudy (1998) el término abuso sexual no está reducido sólo al aspecto
genital a diferencia de las distinciones inicialmente expuestas por Finkelhor, sino que
recoge todos los actos o gestos por los cuales un adulto obtiene gratificación sexual ya que
correspondería a un tipo de maltrato activo (violencia sexual), en la cual el mensaje
maltratador es transmitido por los comportamientos sexuales del adulto.
De este modo, tomando los aportes de los distintos autores citados es posible proponer una
definición de agresión sexual hacia adultos que consideren todo tipo de acciones de
connotación sexual basadas en las nociones de unidireccionalidad (al menos en la
planificación inicial) y asimetría (dada por la diferencia de edad, madurez o estatus), que
transgredan la libertad de la víctima de consentir conscientemente dicho encuentro,
ejecutadas mediante la fuerza, presión, engaño o coerción.
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Una vez comprendidas las implicancias del concepto, resulta necesario detenerse en el
análisis respecto de la denominación asignada a este tipo de actos. Cortés y Alonso (2006)
diferencian los conceptos de “abuso sexual” y “agresión sexual” en cuanto la forma en que
el ilícito es cometido, definiendo por abuso sexual “cualquier forma de exposición del
menor a estímulos sexuales o utilización del mismo como estímulo sexual, sin mediar
violencia o intimidación. Esta definición abarca desde la exposición del menor a material
pornográfico o proposiciones verbales explícitas hasta el acceso carnal, que puede incluir
la penetración vaginal, oral, anal, digital o caricias”, mientras que por agresión sexual
entienden “cualquier forma de exposición del menor a estímulos sexuales o utilización del
mismo como estímulo sexual, mediando violencia o intimidación” (p. 84). No obstante,
Mena y Fernández (2005) trascienden a esta discusión llevando ambos conceptos a un nivel
de discusión epistemológico, planteando que la expresión "abuso sexual" resulta más bien
desafortunada e incorrecta en la medida en que la palabra "abuso" implicaría según la Real
Academia Española de la Lengua, la existencia de un uso normal de la sexualidad cuando
se tratase de una víctima menor de edad, o de un adulto que no preste consentimiento,
inconcebible al momento de hablar de una conducta tipificada por la ley como delito. De
este modo, los autores proponen la utilización de la terminología “agresión sexual”
siguiendo a la Real Academia Española de la Lengua, entendiendo por ella: "Todo acto de
acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño. Acto contrario al derecho de otra
persona", definición que representaría de manera más precisa y clara el fenómeno que se
desea abordar.
Por tanto, desde esta última acepción es que el presente estudio considera que las acciones
de connotación sexual que transgreden la posibilidad de consentir en el caso de los adultos
y alteran el desarrollo psicosexual de un menor de edad, significa una agresión per se,
independiente de la forma que ésta adopte, toda vez que por definición implica un acto de
asimetría y no voluntariedad. A lo anterior, se suman las distinciones realizadas por el
mundo del derecho respecto a las conductas constitutivas de delito, donde el abuso sexual
se concibe como una de las posibles formas de cometer el ilícito, existiendo otras
tipificaciones que conllevan igual naturaleza delictiva. Por ello, considerando que la
psicología forense es una disciplina auxiliar al derecho, se optará a continuación por la
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utilización del concepto agresión sexual para denominar todas aquellas acciones
constitutivas de delito cometidas contra niños, niñas y adolescentes y adultos,
independiente de la tipificación legal que adquieran (violación, estupro, abuso sexual, etc.),
sustituyendo el concepto de “abuso sexual” utilizado por la mayoría de los autores
dedicados al tema.
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clase social, del nivel cultural o de la etnia a la que pertenecen las familias de la víctima. El
mayor número de casos de condiciones socio económicas bajas se relacionan con otros
factores de orden social, más que de prevalencia pura (Echeburúa y Guerricaecheverría,
2000).
En Chile, en el año 2010 fueron denunciados 17.766 delitos sexuales de los cuales el 36.7%
correspondieron a las efectuadas en la región metropolitana, mientras que el 63.3%, a otras
regiones, cifra que en su totalidad correspondió al 1.42% de los 1.247.104 delitos totales
ingresados al Ministerio Público en el mismo año, y al 14. 22% de los juicios orales
realizados en el país (Ministerio Público, 2010). Según datos obtenidos por la División de
Seguridad Pública del Ministerio del Interior respecto del período comprendido entre los
años 2005 y 2009, es posible observar que de las 47.510 víctimas de delitos sexuales
identificadas a partir de la información aportada por Carabineros de Chile (Sistema AUPOL
- Partes de denuncias y detenciones), el 54% (25.577) de ellas corresponde a niños, niñas y
adolescentes menores de 18 años, prioritariamente en delitos de abuso sexual y otros
(producción de pornografía, estupro, etc.); el 46% (21.870) a mayores de edad cuya
presencia mayoritaria se encuentra en delito de violación, mientras que en el 0.1% de las
víctimas (63) no fue posible identificar su edad, especialmente en el delito de abuso sexual.
Del grupo de adultos, el 10% (2.269) alude a casos cometidos contra hombres y el 90%
contra mujeres (19.601) siendo estas el grupo más vulnerable en todos los delitos (ver tabla
1), cifras que coinciden con la prevalencia a nivel internacional.
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2005 2006 2007 2008 2009
Años H M Total H M Total H M Total H M Total H M Total
> de 14 456 1.576 2.032 590 1.790 2.380 596 1.879 2.475 689 2.370 3.059 719 2.379 3.098
14 - 17 90 909 999 100 992 1.092 106 1.142 1.248 108 1.343 1.451 134 1.368 1.502
18 - 29 97 1.249 1.346 76 1.192 1.268 103 1.305 1.408 138 1.528 1.666 119 1.603 1.722
30 - 44 187 1.060 1.247 109 773 882 129 870 999 159 1.070 1.229 153 1.041 1.194
45 - 64 65 258 323 60 246 306 52 290 342 88 345 433 69 374 443
65 y más 7 22 29 6 24 30 3 28 31 1 30 31 3 32 35
No identif 5 9 14 5 8 13 6 7 13 0 12 12 0 9 9
Total 907 5.083 5.990 946 5.025 5.971 995 5.521 6.516 1.183 6.698 7.881 1.197 6.806 8.003
Otros delitos sexuales Total País
2005 2006 2007 2008 2009
Años H M Total H M Total H M Total H M Total H M Total
> de 14 4 24 28 1 10 11 2 16 18 1 17 18 2 26 28
14 - 17 4 94 98 7 90 97 7 86 93 5 106 111 10 136 146
18 - 29 4 54 58 0 12 12 3 15 18 5 18 23 4 45 49
30 - 44 15 38 53 8 14 22 7 23 30 4 33 37 2 38 40
45 - 64 5 24 29 3 11 14 5 11 16 7 25 32 4 11 15
65 y más 2 1 3 1 3 4 1 0 1 1 1 2 1 3 4
No identifica 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Total 34 235 269 20 140 160 25 151 176 23 200 223 23 259 282
En relación a ello, se cree que la población adulta victimizada sexualmente denunciaría en
mayor medida que los niños por contar con habilidades evolutivas que les permite detectar
de manera autónoma y con mayor rapidez una situación de agresión sexual experimentada.
No obstante, las estadísticas chilenas aportadas por el Ministerio del Interior para el año
2009, revelan que el número de víctimas adultas de agresiones sexuales (4.948) es menor a
la de la población infantil y adolescente (6.095), lo que podría representar sólo la cara
visible de una problemática de mayor envergadura considerando aquellos casos no
denunciados o “cifra negra” que permanecen invisibles ante los sistemas formales de
administración de justicia, dado que las características de la adultez, sus recursos
cognitivos, sociales, posible experiencia sexual y prejuicios que operan en la cotidianeidad,
complejizan su denuncia y por tanto, su persecución penal. Del mismo modo, presentan
diversas variables que afectan la motivación para emitir testimonios respecto a las vivencias
transgresoras, tales como, convivencia con el agresor en contextos de violencia
intrafamiliar, temor a la estigmatización, dificultades sociolaborales para asistir a las
distintas instancias declaratorias, entre otras. Indistintamente de la mirada analítica, las
estadísticas revelan que la realidad de las agresiones sexuales hacia adultos, al menos en
términos formales, resulta igualmente alarmante en cuanto a la frecuencia de su denuncia.
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De este modo, es posible señalar que el número de casos no denunciados en ambas
poblaciones o “cifra negra”, aumentaría directamente proporcional con el vínculo existente
entre la víctima y la figura agresora, estimándose que por cada delito denunciado en
transgresiones efectuadas por un desconocido, existirían 3 casos que no se denuncian,
mientras que en las victimizaciones realizadas por conocido serían 7, y 10 en aquellos en
que el ofensor sería un miembro de su grupo familiar (CAVAS, 2004). Al respecto, cobra
especial relevancia la presencia de factores que potencian dicho fenómeno (“cifra negra”),
entre los que destacan la falta de respuesta eficiente y eficaz del sistema de justicia, toda
vez que dicha variable aumenta la impunidad de los mismos.
En primer lugar, resulta relevante destacar las características psíquicas generales que posee
esta población. Siguiendo los parámetros establecidos por Piaget, los recursos cognitivos
de los mayores de 18 años se encuentran en la etapa de las operaciones formales lo que les
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permite comprender el mundo y enfrentarlo a partir de representaciones y abstracciones de
las acciones, la utilización de un pensamiento hipotético, lógica deductiva y análisis
progresivo de las posibles respuestas en consonancia con el cúmulo de factores asociados.
Para ello, el resto de las funciones tales como memoria, atención y concentración se
encontrarían sedimentadas para adquirir su máximo desarrollo y/o madurez en el período de
adultez.
En este sentido, el desarrollo psicosexual resulta otra de las tareas del desarrollo
fundamentales en estas etapas del ciclo vital, asociado a la consolidación del proceso
biológico de maduración en torno a los caracteres sexuales secundarios y primarios. Según
datos del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) en el año 1993, un hito en la
adolescencia lo representa el inicio de la actividad sexual la que se estima a una edad
promedio de 19 años en las mujeres y de 17 años en los hombres, relevando el
consentimiento como única condición para ello (84% de los encuestados). Actualmente, los
datos del mismo organismo correspondientes al año 2009, grafica la disminución de la edad
promedio de iniciación sexual (16.7 años), el que se evidencia levemente menor en los
hombres (16.5 años) que en las mujeres (17.1 años), siendo aún más bajo si se trata de
niveles socioeconómico más desfavorecidos. Al respecto, Barrientos (2006) refiere que “los
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cambios acontecidos en las pautas sexuales deberían ser entendidos como el paso de una
sexualidad construida por controles externos a ella misma, como la iglesia católica, el
ejército y la familia en Chile, a una organizada por el sujeto y su pareja de manera
contingente, circunstancias y situacional” (p.88). Y en esta transición, las instancias de
socialización donde se tiende al consumo de alcohol y de sustancias ilícitas, se han
convertido en espacios donde se incluyen las prácticas sexuales con distintos parámetros
normativos dependiendo del nivel sociocultural del que provengan los participantes,
ejercidos ya no desde el control paterno prioritariamente, sino con progresiva fuerza a partir
del grupo de pares. A lo anterior, el autor agrega una serie de conclusiones relacionadas con
el retraso de la vida matrimonial aumentando el tiempo de convivencia preconyugal; tasas
de natalidad también retrasadas y disminuidas; experimentación de distintos tipos de
relaciones de pareja y sexualidad ya sea en relaciones estables, ocasionales, aunque con
diferencias de género; diversificación de los repertorios sexuales “dilatando con ello las
posibilidades de relación y complejizando la expresión de intimidad y sexualidad” (p.99);
vivencia de orientaciones sexuales con mayor libertad; y resaltando por último, la
seducción o la conversación como estrategias de negociación sexual. El Instituto Nacional
de Estadísticas –INE- (2009) por su parte, ratifica estas tendencias en las cifras relacionadas
con la situación de nupcialidad y de fecundidad, lo que permite construir el escenario
contextual en el que día a día se mueven los jóvenes y adultos de Chile.
A partir de ello, es posible comprender los aportes de Arros (2009) cuando refiere que el
grado de autonomía funcional e independencia psicológica de los jóvenes y adultos influiría
en la dinámica de victimización y estrategias de sometimiento que el agresor desarrollará
dependiendo de las características de vulnerabilidad de las víctimas. Así, el grado de
madurez de dicha población y el nivel de socialización aumentan la conciencia de riesgo y
daño, lo que influye directamente con la frecuencia de las agresiones sufridas y las
estrategias de auxilio desplegadas, así como también, en las predicciones sobre el
tratamiento ya que la forma en que los adultos se representan y significan las agresiones
sexuales difiere, al menos en forma, de la que realizan los niños víctimas de agresiones
sexuales.
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En cuanto a las características de las víctimas adultas, Vázquez (2005) enfatiza la ausencia
de un perfil definido, sino más bien factores de riesgo que incidirían en la mayor o menor
probabilidad de sufrir una agresión sexual, donde el género femenino resulta ser uno en
torno al cual existe mayor consenso entre los autores. No obstante, existirían otros que
cobrarían igual relevancia, tales como: “Por ejemplo, el hecho de volver de noche sola a
casa caminando, salir hasta altas horas de la madrugada, desplazarse en transporte
público en lugar de transporte particular, la mayor tasa de contactos sociales fuera del
domicilio, todos estos son factores facilitadores de la agresión sexual” (Vásquez, 2005;
pp.76). A estos factores, Arros (2009) los denomina “factibilidad situacional”, entendido
como todas aquellas conductas realizadas por jóvenes y adultos como parte esperable de la
etapa de su ciclo vital, que eventualmente podrían convertirse en factores que aumentan la
probabilidad de ser victimizados sexualmente por parte de un desconocido en un episodio
único. Además, la pertenencia a sectores marginales como trabajadoras sexuales e
inmigrantes aumentaría el riesgo de convertirse en víctima de una agresión sexual debido al
“factor criminógeno de vulnerabilidad” que el agresor percibiría (Vásquez, 2005). No
obstante, la autora no profundiza en la forma en que dicha “capacidad” es desarrollada por
el agresor, sino más bien alude a la dialéctica permanente entre víctima y agresor, donde
ambos interpretarían, desde su encuentro previo a la agresión sexual, ciertos marcadores
físicos y actitudinales que darían cuenta de vulnerabilidades más profundas en la
personalidad y condición social de la víctima.
Por su parte Mahana (2008), agrega otros factores de riesgo para sufrir un ataque sexual en
la adultez, tales como el aislamiento social, las victimizaciones previas, dificultades en
habilidades sociales para ponderar claves de riesgo, características de
inseguridad/fragilidad, baja autoestima y variables relativas a las creencias de género y
factores socioculturales. En relación a este último punto, destaca que la estructura
sociocultural patriarcal caracterizada por un sistema de creencias y valores que potencia las
diferencias de poder asociadas a lo masculino y femenino, la legitimización
institucionalizada de la violencia como un espacio simbólico válido de aprendizaje y
aceptación de comportamientos entre las personas, resultan procesos
24
interaccionales/sociológicos relevantes de estudiar al momento de comprender el fenómeno
de las agresiones sexuales hacia adultos.
Los mismos autores refieren que dicha división de variables obedece a una motivación
académica para contribuir al entendimiento de la fenomenología de las agresiones sexuales
en los adultos, agregando que en la práctica, éstas se entremezclan en un todo con
características particulares.
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tiende a desarrollar a lo largo del tiempo, distintas estrategias de victimización que se van
modificando conforme crece la víctima. En este caso, se trata de transgresiones de tipo
sistemáticas o crónicas durante la infancia, donde la presencia de la menarquia podría
resultar un factor inhibidor para continuar con las agresiones, dado el riesgo de embarazo
que ello implica. No obstante, este mismo hito evolutivo y social podría configurarse en
una motivación para el agresor, de continuar con las agresiones y modificar la naturaleza de
las mismas, pudiendo pasar desde acciones no penetrativas, como el abuso sexual, a otras
que impliquen penetración como la violación, ésta última con una mayor probabilidad de
ser revelada:
[…]en este caso la dinámica abusiva cambia dado que el agresor podría intentar el coito y
existe riesgo de embarazo; ello sumado a que la adolescente dado su mayor edad, es capaz
de tomar conciencia del alcance real de lo que le está ocurriendo; además aumenta la
probabilidad de que el agresor modifique sus métodos de coerción e intente controlar a la
víctima por medio de la violencia física dada la mayor capacidad de resistencia a los
abusos por parte de la persona agredida” (Echeburúa y Guerricaechevarria, 2000; p. 42).
26
No obstante, algunas víctimas tienden a no develar las agresiones sufridas durante esta
etapa y mantener el silencio por diversas variables, ya sea de tipo personal (baja autoestima,
introversión, internalización de la responsabilización patológica creada por el agresor, etc.),
familiares (ausencia de figuras protectoras, institucionalización, contexto de disfunción,
presencia del agresor en el hogar, etc.) y/o sociales (escasa red de apoyo, desaptación
social, etc.). Si éstas han sido sistemáticas o crónicas, es probable que la víctima haya
internalizado su entorno familiar como un contexto no protector (Barudy, 1998), motivo
por el cual la develación tiende a ser realizada en la juventud o adultez, hacia un tercero
significativo como figura de protección, ya sea intra o extrafamiliar, incluyendo pares.
Arros (2009), considera el inicio de la pubertad y desarrollo de mayores competencias
como procesos que aumentan la probabilidad de develación ya que las estrategias
orientadas a la seducción y engaño pierden efectividad. En el caso de los adultos, eventos
evolutivos (embarazos, inicio vida en pareja, etc.) o sexuales de dicha etapa, podrían
propiciar la develación definitiva de las experiencias sufridas en la infancia/adolescencia.
No obstante, los sentimientos de culpa y co-participación ampliamente desarrollada por la
literatura especializada, podrían atentar contra la motivación para realizar formalmente la
denuncia y continuar con el proceso de persecución e investigación judicial; más aún si la
madre o figura significativa cercana como la pareja, no presta credibilidad a los primeros
dichos o se presenta como débil o vulnerable.
Otro tema fundamental dice relación con los efectos que las agresiones sexuales ocurridas
en la infancia generan en el desarrollo integral de la víctima. Diversos autores (Vitriol, G.,
Gomberoff, J., Basualto, M. y Ballesteros, S., 2006) coinciden en que entre el 34% a 53%
de los pacientes con problemas de salud mental (principalmente trastornos ansiosos y
depresivos), reportarían experiencias de transgresión sexual durante dicha etapa evolutiva.
Probablemente, la mayor relevancia de estos efectos radican en la posibilidad de llegar a
convertirse en factores de riesgo para futuras agresiones en la vida adulta, revictimización
estudiada por algunos autores como Barudy, Malacrea, Schneider (Rojas, 2009).
27
entendimiento de este fenómeno en dicha población. A pesar de ello, permiten un punto de
partida para comprender que las formas en que se arremete contra un adulto, son distintas a
las utilizadas contra un niño, niña o adolescente. Por tanto, las agresiones más frecuentes en
los adultos, son aquellas cometidas como evento único en la medida en que las
circunstancias contextuales y relacionales, le permiten al agresor acceder a la víctima
(Arros, 2009; Rojas, 2009). Éste puede ser tanto un desconocido como un conocido, y en
menor porcentaje, por un miembro de la familia de manera sistemática o crónica,
usualmente la pareja en contextos de violencia de género. Estas tipologías serán abordadas
con mayor profundidad en relación a la siguiente variable.
28
La naturaleza de la agresión sexual predominante por parte de la pareja es la violación,
donde existe un factor de tipo cultural que incide en que las víctimas guarden silencio, ya
que los ataques tienden a no ser significados como tales, dada la creencia de que en la
relación de pareja, el hombre tiene el derecho a acceder carnalmente a la mujer y
satisfacerlo sexualmente, ya que forma parte de los “deberes conyugales” (Maira, Santana y
Molina, 2008). La violencia sexual sólo es distinguida como tal cuando el agresor no es la
pareja, y cuando se trata de éste, las víctimas se percibirían agredidas sexualmente sólo
cuando las dinámicas de sometimiento implican violencia física, no así cuando serían
objeto de amenazas, interpretadas por las víctimas como “ceder” ante la petición del
hombre (Maira, Santana y Molina, 2008). Lo anterior puede ser comprendido también
dentro de la amenaza implícita que conlleva un contexto de violencia permanente impuesto
por el hombre y la anticipación por parte de la mujer de las consecuencias que implica el no
permitir la solicitud sexual de la pareja. Por lo tanto, finalmente acceder a mantener
relaciones sexuales no implicaría un acto voluntario sino que formaría parte de la dinámica
abusiva impuesta por el agresor. De esta forma la develación voluntaria de la violencia
sexual como tal, resulta improbable siendo más bien tardía y sólo descubierta de manera
circunstancial a causa de la violencia física y psicológica cuando las víctimas buscan apoyo
en los centros destinados a su atención. Es también frecuente la retractación considerando
que las variables psicosociales del tipo de delito (dependencia socioeconómica, lealtad,
estereotipos culturales asociados al género, estabilidad familiar, etc.), confluyen de manera
negativa hacia la mantención de una denuncia (Servicio Nacional de la Mujer, 2009).
29
implica dificultades en la constatación de la ausencia de consentimiento, la dinámica
comisiva y la temporalidad de los hechos. Esta realidad jurídica impone un gran desafío
pericial en la dilucidación de las dinámicas implicadas, como pilar estructurante en la
comprensión del fenómeno.
30
las figuras significativas o por la posición social en la que se encuentre la víctima
(profesor, vecino, chofer del transporte habitual, etc.). De este modo, es posible
distinguir dos tipos de fenómenos tomando en cuenta además, el contexto donde
éstos se producirían: aquellos cometidos por un superior jerárquico
laboral/estudiantil o por aquellos agresores que poseen una relación de cierta
cercanía con sus víctimas.
El Acoso sexual laboral corresponde a un tipo de agresión sexual que ocurre dentro
del lugar de trabajo de la víctima, definido por la Organización Internacional del
Trabajo como "cualquier tipo de acercamiento o presión de naturaleza sexual;
tanto física como verbal, no deseada por quien la sufre, que surge de la relación de
empleo y que da por resultado un ambiente de trabajo hostil, un impedimento para
hacer las tareas y/o un condicionamiento de las oportunidades de ocupación de la
persona perseguida” (OIT, 1997, citado en Campos, Abarca y Prado, 2005). El
acoso laboral por chantaje consiste en que una persona que ocupa un puesto de
mayor poder le exige a un subordinado ceder ante una actividad sexual, que puede ir
desde abuso sexual (tocaciones, besos, etc.) hasta el acceso carnal (violación,
estupro, etc.), como medio para conseguir o conservar beneficios laborales, lo cual
implica un abuso de poder y coacción como estrategia de victimización (SERNAM,
2009). El sexo de la víctima generalmente es mujer y la develación y posterior
denuncia, se tornan complicadas producto del riesgo a perder el trabajo como
consecuencia de la manipulación del vínculo. En este sentido, las creencias de
género culturalmente afianzadas también colonizan el ámbito laboral donde se
responsabilizaría a la víctima de haber sufrido los actos abusivos. La comprobación
de este tipo de delitos se dificulta por la falta de testigos o de disposición de estos a
colaborar en la investigación por temor a represalias por parte de la persona del
agresor (Campos, Abarca y Prado, 2005), que al igual que en la victimización por la
pareja, aumenta la relevancia del peritaje psicológico como medio de prueba.
Otro tipo de agresión sexual, consiste en aquel que es perpetrado por una persona
que ostenta poder, en el caso de los adultos jóvenes, por un profesor, sacerdote o
31
vecino por ejemplo, agresor que amenaza o manipula afectivamente al joven hacia
la concreción de abusos o acceso carnal. Generalmente, la dinámica testimonial y
las creencias asociadas al rol/estatus operan de igual forma que en el caso del acoso
sexual laboral, siendo menores las probabilidades de que el entorno cercano a la
víctima sea quien detecte la situación y/o otorgue credibilidad inmediata y férrea a
lo conocido. La develación de estos hechos suele ser inmediata o próxima en el
tiempo de comisión, considerando las competencias evolutivas de los adultos para
discernir la “irregularidad” de dichas aproximaciones, la asimetría en la relación
dada la posición de poder del agresor o la misma afección provocada. Cuando esto
no ocurre, la develación suele reactiva a los interrogatorios de padres y pares
quienes perciben modificaciones conductuales y afectivas, circunscritas
primordialmente al contexto de ocurrencia de la victimización o directamente ante
la presencia o anticipación de un posible encuentro con el agresor (SENAME, 2004;
Salinas, 2009).
Finalmente, las agresiones cometidas por parte de un conocido con quien la víctima
ha establecido una relación relativamente cercana en contextos más bien sociales o
afectivos, son también distinguidas por la literatura especializada, como frecuentes
en esta población. En estas situaciones, el rango etario más vulnerable son los
adolescentes y jóvenes entendiendo por éstos últimos, los mayores de edad. El tipo
de transgresiones más frecuente es la violación en episodio único. Por su parte, el
agresor suele ser un conocido extrafamiliar con quien poseen una relación de
relativa cercanía como amigos, compañeros y novios, según la Asociación contra el
Abuso Sexual de Texas (Claramunt, 2000). Vásquez (2005) utiliza la clasificación
de Cleckey específicamente para aquellos agresores que perpetran contra adultos, a
quienes denomina sociales u oportunistas los que sin padecer un trastorno de
personalidad o alteración relacionada con una particular predisposición agresiva,
llegan a una situación de violación o abuso basado en creencias distorsionadas sobre
la mujer y la sexualidad, que suelen actuar en circunstancias de desinhibición de la
conducta, en muchas ocasiones con uso de drogas o alcohol. El delito suele no ser
premeditado, ocurrir sobre víctimas conocidas y la motivación es la hostilidad
32
latente hacia la figura femenina, así como la necesidad de imponer su poder por la
fuerza cuando la mujer se niega a mantener relaciones sexuales, realizando un
análisis equivocado de la información y los estímulos presentes en la situación. Por
ejemplo, suponen que una mujer desea sexo si va vestida “provocativamente” o se
comporta de tal manera, signos que justifican la agresión empleando la fuerza
mínima necesaria para conseguir su propósito. No se trataría en su mayoría, de un
agresor reincidente, pues en principio sólo actuará si las condiciones vuelven a
repetirse. Es capaz de sentir culpa y puede llegar a asumir su equivocación y en el
futuro corregir su conducta, aunque resulte muy difícil modificar sus creencias de
género y sociales. No suelen negar haber tenido relaciones sexuales; lo que varía es
la versión que esgrime: “deseadas y propiciadas por la víctima”.
33
Por desconocido: Este tipo de episodio único suele ser probable tanto en jóvenes
como en adultos, ocurrido generalmente en la medida en que se manipulen o
susciten variables ambientales tales como lugares desolados, escasa iluminación,
ausencia de testigos, entre otras. Al ser el agresor desconocido, las estrategias
utilizadas por éste son la fuerza, la intimidación y el uso de armas (Salinas, 2006).
Utilizando las clasificaciones de Vásquez (2005), existen dos tipos de agresores
posibles de identificar en esta dinámica de agresión sexual. Por un lado se
encontrarían los psicópatas, aquellos que suelen estar más restringidos en su
conducta antisocial, que atacan mayoritariamente a adultos pero también a
adolescentes y niños, con preferencia por mujeres y niñas de forma fría y
premeditada, tomando ciertas precauciones para no ser descubierto. Su motivación
sería secundariamente sexual, ya que normalmente lo primario es el afán de
dominio y poder, por lo que se convierte en un agresor peligroso y reincidente ya
que comienza a actuar dentro de una dinámica de búsqueda de sensaciones que le
provocan una excitación mayor que las relaciones sexuales “normales”. El tipo de
agresión sexual puede ir desde tocamientos por encima de la ropa hasta la
penetración, siendo la agresión sexual más bien severa, debido al intenso uso de la
fuerza física. Por otra parte, describe a los asociales o subculturales como aquellas
personas criadas en ambientes muy marginales con un estilo generalizado de
reacción violenta dentro de su ambiente social, que agredirán sexualmente en el
curso de otro tipo de delito, por ejemplo, en un robo con fuerza dentro de un
domicilio.
En este contexto, la víctima teme por su vida e integridad, por lo que la agresión
representa un quiebre en el continuo vital, distinguiendo en su testimonio más
claramente un antes y un después en su vida, a diferencia de aquellas
victimizaciones de tipo más sistemáticas o crónicas. Lo anterior se condice con el
surgimiento de sintomatología aguda como temores específicos, percepción del
mundo como amenazante, ansiedad, trastornos del sueño y cambios bruscos de
conducta (Salinas, 2009).
34
De este modo, existiría una diferencia entre las consecuencias evidenciadas entre los
adultos y adolescentes víctimas. Arros (2009) refiere que en el caso de los
adolescentes son comunes los sentimientos de culpa, la estigmatización en relación
al grupo de pares y el duelo ante la imposibilidad de iniciación sexual con otro
significativo con consentimiento y en condiciones de simetría. Vázquez (2005) por
su parte, postula que en las mujeres adultas surgen sintomatologías de tipo fóbicas y
sociales, tales como temor hacia el agresor, a testificar, salir sola a la calle, a
mantener relaciones sexuales; además serían frecuentes la depresión y la ideación
suicida, las disfunciones sexuales y la predisposición psicosomática.
Otro tipo de agresión sexual con connotación pública durante los últimos años, ha
sido denominado Groming, aludiendo más bien a una forma comisiva que
actualmente se encuentra en tramitación en el Congreso Nacional con carácter de
urgente, con el objetivo de constituirse en una tipificación delictual para el Código
Penal chileno, motivo por el cual resulta relevante difundir su definición y
comprensión como un tipo más de victimización sexual. Está definido como “abuso
sexual virtual” en el cual la víctima es manipulada a través del engaño y abordada
mediante programas de chat, con el fin de obtener imágenes eróticas de ella y
extorsionarla con el fin de perpetuar la relación (Car, Inostroza y Maffioletti, 2008).
A pesar de las escasas cifras respecto de este delito investigado durante los últimos
años, el Ministerio Público menciona que el sexo de la víctima es indistinto al
momento de considerar las probabilidades de ser victimizado, siendo el rango etario
más vulnerable, los niños, adolescentes y jóvenes, quienes por etapa evolutiva,
tienden a ser los usuarios más frecuentes del uso de Internet y chat como forma de
relacionarse con otros. Por su parte, el perpetrador aporta datos falsos acerca de su
identidad, a través de lo cual logra establecer una relación de confianza con la
víctima, quien cree estar relacionándose con otra persona; con posterioridad el
adulto realiza solicitudes de tipo erótico con la finalidad de satisfacerse sexualmente
o bien, obtener material pornográfico. Para ello puede emplear la intimidación por
medio de amenazas, en ocasiones se apodera de la clave del programa Messenger de
35
las víctimas como medio de coacción. En algunos casos, el objetivo del agresor es
reunirse con el menor de edad cara a cara para materializar la agresión sexual.
Existen dos tipos de agresores: los menos peligrosos son aquellos que buscan la
satisfacción inmediata de sus necesidades; no esperan ganarse la confianza de la
víctima, sino que realizan solicitudes sexuales de manera directa y sin engaño, lo
cual algunos niños y adolescentes pueden detectar y por ello, detener. El otro tipo de
agresores es aquel que seduce a la víctima y por lo mismo, es el más peligroso,
descrito como personas que conocen de los temas de interés de niños y
adolescentes, aparenta tener las mismas motivaciones que ellos, engañan a las
víctimas haciéndose pasar por personas de su misma edad, cambian su identidad,
incluso mienten con respecto al propio sexo. Con posterioridad comienzan a realizar
solicitudes directas a sus víctimas, a quienes amenazan e intimidan a través de la
misma información que éstas les han proporcionado o apoderándose de las claves de
los correos electrónicos (Car, Inostroza y Maffioletti, 2008).
36
entre otros factores, incidirían en que la agresión sexual previa resulte en un factor de
riesgo relevante.
a) Con contacto sexual: Arros (2009), Mahana (2009) y Rojas (2009) diferencian en
este grupo, aquellas agresiones que implican actos no penetrativos, de aquellas que si la
implican.
37
tardío, donde una mayor edad aumentaría la probabilidad de que se lleve a cabo la
penetración y de que se emplee la violencia física, ya que existe una mayor
capacidad de resistencia en la víctima. El autor agrega que entre el 10-15% de los
casos, corresponden a victimizaciones realizadas por abusadores desconocidos
donde la naturaleza de la agresión suele ser penetrativa ya que generalmente van
ligadas a conductas violentas o amenazas. Para este tipo de acciones, la
Organización Panamericana de la Salud (Claramunt, 2000) propone una categoría
nosológica denominada Síndrome del Trauma Post Violación, considerado como
una subcategoría del Desorden de Estrés Post Traumático que sintetiza tres
estadios por los que la mayoría de las víctimas (mujeres adultas) atravesarían:
trauma, negación y resolución.
En chile, los delitos sexuales se encuentran tipificados en el Título VII del Código Penal
referido a los Crímenes y simples delitos contra el orden de las familias y contra la
moralidad pública, acápite que junto a otros del Código Procesal Penal han sufrido
38
importantes cambios durante la última década de la mano de la ley 19.617 y 19.927 (Diario
Oficial, 2007) que en su conjunto, apuntan a la protección de tres bienes jurídicos: la
indemnindad sexual; la libertad sexual y el orden de las familias y la moralidad pública. En
este sentido, es posible distinguir aquellos delitos que implican acceso carnal tales como la
violación, estupro, sodomía e incesto; aquellos que no lo implican, como el abuso sexual,
producción, comercialización, tenencia y almacenamiento de material pornográfico infantil;
y otros relacionados con la trata de personas, obtención de servicios sexuales de menores de
edad, favorecimiento de la prostitución infantil y ultraje público a las buenas costumbres y
ofensas al pudor.
Otro factor relevante al momento de la persecución penal de estos delitos, dice relación con
aquellos que no dejan evidencias en el sitio del suceso ni lesiones físicas constatables en la
víctima, siendo entonces, el testimonio de la víctima un elemento fundamental a lo largo de
la investigación judicial y finalmente, una prueba relevante al momento del juicio oral
(Steller y Böhn, 20060). Es en este contexto donde los relatos de aquellos que han sido
agredidos sexualmente tienden a ser cuestionado por parte de sistema de justicia. A juicio
de UNICEF (2006), el conflicto surge porque se duda de la credibilidad de ellos aludiendo
que en el caso de los adolescentes y adultos, una posible motivación que los llevaría a
informar en falso, basado en sus conocimientos en materia sexual.
En este sentido, Arce y Fariña (2005) explican que un juicio es finalmente, la valoración de
diversas pruebas en torno a un caso, sustentada en diversas creencias por parte de quienes
deben resolver, los jueces. Así, para estos autores, la fiabilidad de dichas creencias viene
definida fundamentalmente por la credibilidad de los testigos, mientras que la validez,
estaría asociada a la relevancia de la prueba para el juicio, donde la credibilidad de un
testimonio viene a ser “la apreciación de la exactitud del testigo o de una parte de su
declaración le inspira la evaluador y le induce a creer que los hechos sucedieron tal y
como declara” (Mira, 1989; p.59), resultando la opinión del evaluador de suma relevancia
para el sistema de justicia.
39
Para poder llegar a este estándar, los organismos encargados de guiar y coordinarlas, es
decir Fiscalías, Fiscalías Militares y Tribunales, poseen competencias para solicitar apoyo a
los profesionales atingentes (psicólogos en este caso) al momento de valorar el testimonio
de la víctima y/o testigos. En la realidad chilena, esta labor es encomendada a los
psicólogos forenses, quienes son denominados peritos dado sus conocimientos
especializados en el ámbito psicológico, criminológico y forense, quienes poseen las
competencias necesarias para asesorar al mundo jurídico de manera no vinculante en dichas
materias “Procederá el informe de peritos en los casos determinados por la ley y siempre
que para apreciar algún hecho o circunstancia relevante para la causa fueren necesarios o
convenientes conocimientos especiales de una ciencia, arte u oficio” (Art. 314, Código
Procesal Penal), cuya idoneidad que será probada durante el juicio oral (Art.318, Código
Procesal Penal) mientras que sus conclusiones, valoradas en libertad por parte del tribunal
basados en los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos
científicamente afianzados (Art. 295 y 296 del Código Procesal Penal), en la medida en que
se constituyan en una sustitución de la labor de razonamiento y construcción de la verdad
procesal encargada a los jueces (Duce, 2007). No obstante, uno de las principales
discusiones en este ámbito, de la mano del autor antes mencionado y otros, se ha centrado
en las técnicas mediante las cuales los profesionales realizan este proceso y arriban a
conclusiones que permita a los peritajes ser considerados admisibles, pertinentes,
atingentes, necesarios y confiables; de allí que durante la última década, Chile ha
evidenciado un notable desarrollo en esta área de la psicología forense.
En este último ámbito, cuenta con una red de centros que realizan dichas pericias
psicológicas, prioritariamente a la población infantil, así como también, peritos particulares
licitados por el Ministerio Público en función de criterios técnicos establecidos.
Condemarín y Macuran (2005) enumeran las instituciones públicas y privadas que
desarrollarían peritajes psicológicos en materia de delitos sexuales, catastro que actualizado
a la fecha, estaría compuesto por los siguientes organismos:
Centros Diagnósticos Ambulatorios (DAM) colaboradores de SENAME.
Instituto de Criminología de la PDI; específicamente el Equipo Pericial del Centro
de Atención a Víctimas de Abuso Sexual (CAVAS)
40
Servicio Nacional de Menores (SENAME)
Servicio Médico Legal.
Laboratorio de Criminalística de Carabineros de Chile (LABOCAR)
A lo largo de los años, la psicología del testimonio como rama aplicada de la psicología, ha
tenido como objetivo la consolidación de un cúmulo de conocimientos basados en
investigaciones realizadas desde la Psicología Experimental y la Psicología Social, respecto
a la forma en que los testigos presenciales de delitos, accidentes o sucesos cotidianos
adquieren, organizan, guardan y recuperan información, así como también, la calidad
(exactitud y credibilidad) de los testimonios entregados por éstos (Mira y Diges, 1991).
En este escenario, durante los últimos 60 años se ha ido desarrollando un área específica de
estudio relacionada con la credibilidad de las declaraciones de testigos, donde se ha
prestado especial interés a los diversos tipos de entrevistas que permiten obtener los relatos
intentando controlar, en lo posible, las variables que pudiesen contaminarlos y sesgarlos, de
modo de asegurar que éstos resulten válidos y creíbles en la medida en que representan
únicamente la vivencia del individuo. Desde otro punto de vista, también se han creado
procedimientos que le permitan al observador externo, valorar las capacidades mnémicas de
quien emite un testimonio, la credibilidad del contenido de sus declaraciones y la libertad
de variables que pudiesen influir en que el relato no sea verídico.
41
empírico y metodológico, tales como la escala para evaluar la credibilidad de las partes en
litigio denominada Sexual Abuse Legitimacy (SAL) de Gardner (1987), el modelo
conceptual para la evaluación de la credibilidad discursiva infantil denominado Modelo
Conceptual de De Young para la Evaluación de la Credibilidad de De Young (1992) o el
Modelo de Procesamiento de Información de O‟Donohue y Fanetti, la Guía Integrada de
Mapes (1995), entre otros. No obstante, el que ha alcanzado un mayor nivel de desarrollo a
nivel internacional es el Análisis de la Validez de las Declaraciones (SVA) (Alonso-
Quecuty, 1999;Vrij, 2005), que en Chile ha sido estudiado y llevado a la práctica por los
diversos centros encargados de la realización de peritajes psicológicos.
Por su parte, la propuesta de Undeutsch surge tras la Segunda Guerra Mundial a mediados
de los años 50, cuando se implementa en Alemania una reforma al Sistema de
Administración de Justicia que crea tribunales diferenciados para menores de 21 años, ya
sean víctimas o agresores (De Paúl, 2004). En este contexto, se le solicita la opinión
profesional al Psicólogo Udo Undeustch sobre los recursos existentes para evaluar la
42
credibilidad de un testigo menor de edad. A partir de estos criterios y de su experiencia en
el campo de la evaluación de declaraciones de niños víctimas de agresiones sexuales,
sistematizó una serie de criterios de contenido, característicos de dichas declaraciones, las
que a su juicio, diferían de aquellas surgidas a partir de un hecho fantaseado y no vivido,
conocimiento al que se le denomina en la actualidad la Hipótesis de Undeustch. En 1967 se
publica el primero de los procedimientos bajo el nombre de Análisis de la Realidad de las
Declaraciones SRA (Alonso-Quecuty, 1999; Manzanero, 2001; Juárez, Vidal y Sala, 2007)
el que permitía ser aplicado en datos obtenidos de la declaración del menor entrevistado por
el evaluador y un segundo conjunto de datos obtenidos a partir de las declaraciones previas.
Posteriormente, Arntzen y Szewcyk (1970) ofrece una nueva compilación de criterios
resultado de la información obtenida de casos reales a lo largo de 30 años de investigación,
los que son recogidos a partir de la traducción realizada por Raskin (citado en Juárez,
2004).
Hacia los años 80, Undeustch publicó sus trabajos en inglés a los que se integran los
resultados de las investigaciones de Max Steller y Gunter Köhnken (1989) y Arntzen y
Szewcyk (1970). El resultado de todos estos aportes, se le denominó Análisis de Contenido
Basado en Criterios (CBCA) (Ver tabla Nº 5), sistema que contempla 19 criterios de
credibilidad agrupados en cuatro categorías:
43
13. Atribuciones al estado mental del agresor
d) Contenidos relacionados con la motivación
14. Correcciones espontáneas
15. Admisión de falta de memoria
16. Dudas sobre el propio testimonio
17. Autodesaprobación
18. Perdón al agresor
e) Elementos específicos de la ofensa
19. Detalles característicos
Otros autores que han aportado al desarrollo de esta técnica, pero desde una línea de
investigación paralela relacionada con la memoria, han sido Johnson y Raye (citado en De
Paúl, 2003) quienes a partir de los resultados de investigaciones, concluyen que los
recuerdos generados internamente, es decir, imaginados, diferirían de aquellos que se
generan a partir de la percepción de estímulos externos al sujeto, es decir, de la
experimentación de una situación, ya que éstos últimos presentarían mayores atributos
contextuales de espacio y tiempo; sensoriales (colores, ruidos, iluminación, etc); y
semánticos, mientras que los primeros contienen más información esquemática y atributos
cognitivos (referencias a procesos cognitivos, menciones idiosincráticas como “pensé”,
“sentí”, “estaba asustado”, etc.) al ser más larga su narración (mayor número de palabras).
El proceso que permite diferenciar ambos tipos de recuerdos le denominaron Modelo de
Control de Realidad (Reality Monitoring), el que con el paso del tiempo ha sido ampliado,
incorporando los resultados sobre el efecto de la información engañosa (Lindsay y Johnson,
1989 citado en Diges, 1997) y otros fenómenos de la memoria.
44
Tabla Nº 4: Listado de Criterios de Validez
a) Características psicológicas
1. Lenguaje y conocimientos adecuados
2. Adecuación del afecto
3. Susceptibilidad a la sugestión
b) Características de la entrevista
4. Preguntas sugestivas o coercitivas
5. Adecuación global de la entrevista
c) Motivación para informar en falso
6. Motivos para declarar
7. Contexto de la revelación
8. Presiones para informar en falso
d) Cuestiones de investigación
9. Consistencia con las leyes de la naturaleza
10. Consistencia con otras declaraciones
11. Consistencia con otras pruebas
De este modo, se dio origen a un sistema más general denominado Statement Validity
Assesment (SVA, Análisis de la Validez de las Declaraciones), definiendo dicho análisis
como un proceso que cumple con tres grandes etapas: i) la realización de una entrevista
exenta de preguntas inductivas y/o sugestivas que pudiesen sesgar la entrevista; ii) la
aplicación de los 19 criterios del CBCA, y iii) el posterior análisis del “Listado de Criterios
de Validez”, etapas interrelacionadas e indisolubles en su análisis, que permiten evaluar el
proceso en general y concluir finalmente. Desde entonces que Undeutsch enfatizara que
para concluir respecto del análisis, resulta fundamental la comparación del testimonio con
todas las fuentes de información obtenidas (Gumpert y Lindblad, citado en Vrij, 2005).
45
en comparación con los niños más pequeños (Akehurst y cols., 2001; Parker y Brown,
2000; (Colwell, 2002, Hofer, 1996, Porter y Yuille, 1996, citados en Ballesteros, 2007; Vrij
et al., 2004 citados en Godoy-Cervera e Higueras, 2005; Navarro, 2006; Ballesteros, 2005;
Vásquez, 2005).
Cabe destacar algunos temas comunes tanto al SVA como a otras metodologías para
analizar la credibilidad discursiva. A fines de la década de los 90, surgen a nivel jurídico un
artículo que proponía erróneamente, la exigencia de limitar los dictámenes de credibilidad a
la credibilidad general de una persona y no a la relacionada específicamente con la
declaración de un testigo (Steller y Böhn, 2006). De allí que en los últimos años se enfatice
en todos los ámbitos de la psicología jurídica y en el mundo del derecho también, que los
sistemas criteriales de análisis no pretende evaluar la credibilidad general del sujeto “ya
que las diferencias contextuales, el efecto del aprendizaje a partir de experiencias previas y
la propia evolución individual, son algunas de las variables que nos permiten señalar que
en determinadas situaciones, así como en función de los múltiples factores que interactúan,
podemos actuar como personas honestas o mentirosas” (Juárez et al., 2007), sino más bien,
la credibilidad de la narración entregada por una persona. Es decir, valorar si aquellos
sucesos descritos por una persona fueron realmente vividos (Offe, 2000), comprendiendo
que una causa judicial versa sobre una situación particular en la que se encuentran
involucrados diversos actores, entre los cuales estaría la persona peritada, “por tanto,
evaluar la honradez general de una persona no contribuye a solucionar el caso” (Steller y
Köhnken, 1994; p.189).
46
que posee para decir la “verdad” o “mentir”. Al respecto, Loftus (citado en Diges, 1997)
advierte que las personas tenderían a rellenar sus recuerdos a partir de las propias
inferencias sobre lo que debería existir en un determinado contexto, a pesar de no haber
sido expuesto a información sugestiva posterior al hecho que se indague, creyendo
finalmente en aquella realidad completada posteriormente aunque ésta sea errónea. Lo
anterior es ratificado por Alonso-Quecuty, (1999) quien refiere que pensar sobre los
aspectos cognitivos de los sucesos tiene como consecuencia disminuir las diferencias entre
sucesos percibidos e imaginados. Desde otra perspectiva, Saywitz, Goodman, Nicholas y
Moan (citado en Manzanero, 2000) advierten la posibilidad de que los niños(as) o
adolescentes omitan deliberadamente ciertos detalles, especialmente aquellos relacionados
con la mención directa de las acciones en sus genitales, siendo Manzanero (2000) quien
enfatiza la recomendación de evitar los interrogatorios múltiples y consecutivos, pues en
cada uno de ellos, aumenta la posibilidad de que el niño incorpore nuevos contenidos,
estereotipos o desarrolle sentimientos particulares que lo lleven a modificar o tergiversar su
testimonio.
En síntesis, Steller, Volbert y Wellershaus (citado en Juárez et al, 2007) grafican en la tabla
7, los diversos factores cognitivos, motivacionales y sociales que interactúan con las
variables personales, situacionales y posibles fuentes de error intervinientes al momento de
emitir una declaración, ratificando la inconveniencia de concluir en el ámbito pericial
respecto de la credibilidad general de una persona como una cualidad estática y estructural
del testimonio.
47
Además, es necesario realizar una última aclaración. Los autores plantean el concepto de
criterios de credibilidad entendido como aquellas características presentes en los
testimonios que dan cuenta de situaciones vividas, por tanto, se les designa de manera
sinónima criterios de realidad (Steller y Köhnken, 1994). No obstante, para Juárez et al.
(2007) la denominación más acertada es la de criterios vivenciales en la medida en que
representan el fruto de una experiencia real que una vez codificada, almacenada y
recuperada de la memoria, se puede expresar de manera particular e irrepetible: “Un testigo
vive la realidad objetiva de una manera determinada y sólo sobre lo que él vive puede
hacer declaraciones” (Offe, 2000). Y es en este concepto donde la psicología aporta un
mundo de significados que difieren en algunos sentidos, del aceptado para el mundo
jurídico. El ser humano es un ser único y activo en su relación dialéctica con el mundo; en
ésta, el hombre aprehende lo que sus sentidos captan, lo almacena dotándolo de significado,
información que al recordar, se transmite en un nuevo proceso ideosincrático, que a este
nivel de complejidad demás está decir, no resulta una reproducción exacta de la
información inicial. Por tanto, creer que el ser humano es capaz de reproducir una vivencia
ajena de la percepción y significados personales, sería un grosero error. Por el contrario, lo
que se obtendrá, es la forma en que una persona “vivenció” una situación:
“Es crucial reconocer que las descripciones de las experiencias personales pueden
contener inexactitudes, especialmente concernientes a detalles periféricos o menores, pero
que pueden seguir siendo declaraciones válidas. Desde un punto de vista forense es más
apropiado describir este tipo de declaraciones como válidas antes que como exactas, dado
que esta última expresión puede ser incorrecta y sometida a ataque en la corte” (Raskin y
Esplín citado en Sename, 2004).
En este sentido, Juárez et al. (2007) plantean que la suposición de que el opuesto a la
realidad sería la mentira, es un error ya que no es posible mentir sobre aquello que no se
conoce ni siquiera en algún mínimo aspecto; “[…] hemos de asumir que la mentira se
construye en base a un contexto humano delimitado por tres dimensiones que engloban
nuestra experiencia vital. Mentimos sobre una base real. Mentimos agregando, alterando,
cambiando, imaginando, introduciendo o eliminando conductas, pensamientos y/o
48
emociones reales” (p.98). Agregan que el verdadero antónimo de la realidad sería la
irrealidad, que por lo demás, sería fácilmente detectable sin requerir un sistema criterial
para ello ya que la evaluación de las capacidades psicológicas y patologías a la base de
cualquier expresión de irrealidad en un ser humano, es una área ineludible al momento del
análisis de la credibilidad de un testimonio abordada mediante la evaluación clínica del
estado psicológico basal del peritado. Por tanto, la mayor complejidad en una evaluación
pericial de credibilidad discursiva, reside en aquellos testimonios verdaderos en algún
sentido, y mentidos en otro; el desafío está en indagar y descubrir las distintas razones por
las cuales una persona podría alterar las vivencias (afectación emocional aguda, alteración
en capacidades mnémicas, sugestionabilidad, intención conciente y directa de
falseamiento), el que pretende ser respondido por el peritaje psicológico de credibilidad
discursiva.
Ahora bien, en cuanto a la alteración o mentira, las bases empíricas que sustentan las
metodologías para analizar la credibilidad discursiva no resultan válidas ni han sido creadas
para valorarla, de allí que la ausencia de criterios de realidad o vivenciales no permite
afirmar que una declaración es falsa, imaginada o inventada (Manzanero, 2001; Miotto,
2009). Los resultados a los cuales se puede arribar con estas metodologías, dicen relación
con la mayor o menor fuerza en que se evidencian en el testimonio analizado, los diferentes
criterios de realidad establecidos a priori por la literatura especializada, lo que permite
posteriormente catalogarlos como creíbles. Esta distinción resulta gravitante si se considera
que el mundo jurídico se enfrasca en arduos y extensos análisis en las acusaciones
judiciales, cuyo objetivo es dar cuenta de un hecho presentando pruebas “objetivas” que les
permita a los jueces, reconstruir con la mayor precisión posible, este hecho investigado,
para posteriormente valorarlo. Es lo que el mundo del derecho denomina la “verdad
jurídica”. Este panorama, presenta un punto de tensión permanente entre el derecho y las
ciencias sociales que le auxilian, pues difícilmente, la psicología como ciencia experta en la
conducta y procesos psíquicos humanos, podrá convertirse en una prueba “dura” respecto
de los hechos, construyéndose por el contrario, en una aporte a la comprensión de las
vivencias de una persona involucrada en una causa judicial.
49
3.1.2 Descripción de la técnica SVA
Antes de abordar con detalle esta técnica, es necesario aclarar que en sus inicios, el CBCA
fue diseñado preferentemente para la población infantil:
No obstante, no se estableció claramente el rango de edad desde el cual podría ser aplicado
tanto el CBCA como la metodología en general, lo que deja al criterio del evaluador la
operacionalización de dicha instrucción. Vásquez (2005), considera difícil su aplicación en
menores de 5 años por sus limitaciones cognitivas, mientras que por encima de los 17 años,
los conocimientos sexuales del adolescente a evaluar, le restaría validez a su relato, sin
aclarar la forma en que esto ocurriría. Asimismo, Manzanero (2001) refiere que tanto éste
como otros sistemas de análisis de las declaraciones, han sido creados en base a
conocimientos sobre declaraciones de menores de edad en relación a delitos de agresión
sexual, motivo por el cual, su uso se limitaría durante los últimos años, a los testimonios
sobre agresiones sexuales en menores de edad. No obstante, dicho planteamiento encuentra
algunas imprecisiones si se realiza el ejercicio de revisión de la población utilizada
inicialmente por Undeutsch para sus investigaciones y posteriores propuestas técnicas.
Ahora bien, en cuanto al contenido del SVA, cabe señalar que este es un sistema
semiestandarizado conformado por tres grandes etapas graficadas a continuación.
Análisis de la Validez de
las Declaraciones (SVA)
Tal vez, una de las características que mejor define a la entrevista pericial psicológica, es su
pretensión de obtener la mayor cantidad de información necesaria bajo el impositivo
permanente de neutralidad al momento de su realización, evitando de este modo, introducir
sesgos que invaliden sus conclusiones ya sea por parte del evaluador o de los mismos
procedimientos.
Al respecto, Raskin y Esplín (1991 en Juárez, 2004) consideran que la evaluación pericial
psicológica se basa en cinco hipótesis a contrastar, dos de ellas relacionadas con la validez
parcial de las declaraciones del niño; otras dos con el falseamiento de la información por
motivos distintos (presión de un tercero o motivos personales) y la última asociada a la
fantasía o invención de sus dichos por alteraciones psicológicas. Más recientemente, Offe
51
(2000) plantea cuatro grandes hipótesis que sintetizan las antes expuestas, las que guiarán el
proceso de evaluación: la Hipótesis de la verdad (sólo comprobable en la medida en que se
descarten las otras referidas a la “no verdad”); de la incapacidad; del engaño y de la
sugestión.
Continuando con las características de la entrevista pericial psicológica, la forma que ésta
adquiere es semi- estructurada, esto significa que la realización de la misma es en función
de ejes temáticos que permiten precisar la información en la medida en que transcurre la
52
entrevista, contando de esta forma con elementos necesarios para el contraste sistemático
de las hipótesis iniciales de trabajo (Contreras y Maffioletti, 2004).
De este modo, la entrevista va cursando diversas fases. En primer lugar, resulta necesario
realizar un consentimiento informado con el evaluado, dándole a conocer los objetivos de la
evaluación y los alcances de la misma, asegurándose que comprenda. Luego, la literatura
especializada, sugiere el establecimiento de un clima de confianza y distensión denominado
rapport, donde se pueda explorar las características principales del funcionamiento
psicológico del evaluado, así como también, aspectos relevantes de su contexto de
desarrollo tales como sus recursos cognitivos, comunicacionales, mnémicos, orientación
témporo-espacial, desarrollo moral, social, estructura y dinámica familiar, etc. (Alonso-
Quecuty 1999). En una segunda fase, se espera que de manera libre y espontánea surja la
narración de la experiencia de agresión sexual investigada, a través de preguntas abiertas,
no directivas ni sugestivas (Offe, 2000), considerando la posible alteración en el testimonio
que provocan las preguntas en cuyo enunciado se entregan las respuestas, y la dificultad de
diferenciar este efecto, de aquellas narraciones que dan cuenta de hechos vivenciados
(Diges, 1997). Asimismo, se advierte sobre la inconveniencia de realizar interrupciones,
comentarios o preguntas por parte del entrevistador mientras el relato libre del peritado.
Una vez concluido, el evaluador puede continuar con la fase de indagación a través de
preguntas focalizadas, la que tiene por objetivo precisar y aclarar algunas partes y
contenidos del testimonio entregado, donde pueden utilizarse preguntas aclaratorias o más
directas. Asimismo, deben evitarse las preguntas cerradas que dan por hecho la ocurrencia
de la agresión investigada, o aquellas que en su formulación contienen alternativas, las que
en caso de ser necesarias, se sugiere utilizar hacia el final de la entrevista (De Paúl, 2004).
En este mismo sentido, Miotto (2009), propone que las preguntas directas, cuyo objetivo es
el contraste de hipótesis, sólo deben ser utilizadas si no se obtienen los elementos
suficientes para apoyar la hipótesis principal, así como también, las preguntas sugerentes,
las que sólo deberían formularlese si existen indicadores de que el evaluado(a) ha sido
influenciado por terceros, a modo de indagación sobre su capacidad de sugestión.
Finalmente, resulta necesario cerrar el proceso a través de temas neutrales que permitan al
evaluado ir progresivamente alejándose de la temática investigada y con ello, de las
53
emociones o pensamientos perturbatorios que pudiesen surgir en asociación, para ir
centrando su atención en temas que le reportan mayor agrado.
Para algunos autores (Lamers y Buffing, 1996; Lamb, Stemberg, Esplin, Hershkowitz et
al.,1997; Parker y Brown, 2000 citados en Juárez 2004; Cantón y Cortés, 2003; Juárez,
2004), el Análisis del Contenido Basado en Criterios (CBCA) es la parte central de la
metodología SVA, mientras que las instituciones periciales nacionales la consideran
igualmente relevante que las otras dos que componen la metodología global, donde
solamente la valoración general permitirá la conclusión final del peritaje (Maffioletti,
2005). Independiente de lo anterior, lo que no encuentra discusión dice relación con que
éste procedimiento es el que se han centrado la mayor cantidad de investigaciones, de allí
que sea considerado la parte estandarizada de la técnica SVA.
54
y Köhnken, (1994) respecto a que ni los relatos de detalles inusuales (criterio8) ni la
aparición de complicaciones inesperadas en los acontecimientos (criterio7)
necesariamente interfieren con la consistencia lógica.
55
b) Contenidos específicos: los criterios a continuación mencionados, deben ser
analizados en función de su presencia en partes concretas del testimonio y no de
manera global en el mismo.
4. Adecuación contextual: alude a la presencia de la agresión en función de un tiempo
y un espacio, es decir, la ocurrencia de la situación descrita engarzada en ciertas
coordenadas temporales y espaciales, ya sean, hábitos, rutinas, momentos del día,
actividades con familiares, conocidos, etc.
56
la imposibilidad de sacar una prenda de vestir, etc.). Tal como lo plantea Vásquez
(2005), la limitación de este contenido radica en aquellos relatos veraces donde no
ha ocurrido ningún evento que haya interrumpido la situación de agresión
investigada, dada la efectividad de las estrategias utilizadas por el agresor, la
ausencia de contexto protector o terceros presentes, entre otros factores.
57
gemidos de connotación referidos como quejidos de dolor, eyaculación como
acción urinaria o semen como orina.
13. Atribuciones al estado mental del agresor: este criterio resulta similar al anterior,
pero en este caso, alusivo a las emociones, pensamientos y reacciones fisiológicas
del autor sindicado por el evaluado, durante la agresión investigada, tales como
“tenía cara de enojado”, “estaba como apurado”, “respiraba fuerte y rápido”.
58
referencias contenidas en los siguientes criterios en un intento del evaluado por ser
creído por su entorno.
16. Dudas sobre el propio testimonio: tal y como lo dice su nombre, este criterio
apunta a las verbalizaciones que cuestionan y ponen en duda algunos alusiones del
discurso, entendiendo esto como un criterio de credibilidad, toda vez que quien
miente, difícilmente se arriesgaría a parecer poco seguro sobre sus afirmaciones. O
dicho de otro modo, aquellos relatos basados en experiencias percibidas
externamente (vividas) posee la flexibilidad, coherencia y consistencia suficiente
para no ser afectada por el planteamiento de dudas sobre lo forma en que evoca o
expresa sus vivencias. No obstante, resulta importante mantener el resguardo
mencionado al inicio de esta categoría, al momento de sacar conclusiones respecto a
la ausencia de este criterio.
59
es intrafamiliar o al menos un conocido al cual la víctima y su entorno le profesaron
afecto en algún momento de la relación.
18. Perdón al agresor: dice relación con las referencias a perdón, disculpas o
justificaciones del actuar del presunto agresor. Al igual que el anterior, este criterio
resulta frecuente en casos de agresiones intrafamiliares donde la develación pone en
jaque una serie de lealtades familiares.
La forma que adquiere la valoración de cada uno de los criterios ha sido un tema de
discusión y desarrollo, siendo en sus inicios de tipo cuantitativo. Así, existen dos
propuestas, la primera de Steller (citado en Alonso Quecuty, 1999; Manzanero, 2001;
Cantón y Cortés, 2003; Blanca Vásquez, 2005; Contreras y Maffioletti, 2004; Salgado, R.;
Chía E.; Fernández H.; Navarro J. y Valdés, A., 2005) donde se puntúa como 0 la ausencia
del criterio, 1 si éste se encuentra presente y 2 si aparece claramente o “fuertemente”
señalado. Los puntajes de corte por tanto, serían los siguientes: (0-10) Increíble, (11-16)
Probablemente Creíble, (17-24), Creíble y (> de 24) Creíble. La segunda propuesta,
siguiendo a algunos autores como Lamb, Sternberg, Esplin, Hershkowitz, Orbach y Hovav
(citado en Godoy e Higueras, 2005) es de tipo binaria (0 si no está presente y 1 si está
presente) en un intento por evitar las interpretaciones personales del evaluador ante el
puntaje que indica que un criterio se encuentra “clara o fuertemente” presente,
proponiendo iguales categorías conclusivas y diferentes puntajes dado el menor número
total: No creíble (0-5), Probablemente creíble (6-8); Creíble (9-12) y Altamente creíble
(>13) (Salgado et al., 2005). Bajo estas miradas, el testimonio resultaba más creíble cuanto
mayor era el número de criterios presentes, teniendo en cuenta que la técnica ha sido
60
diseñada para evaluar la credibilidad y no la mentira, motivo por el cual no es posible
realizar conclusiones lineales inversas (a menor número de criterios, mayor es la
posibilidad de que el entrevistado mienta).
A lo largo de los años, diversas investigaciones han concluido que la metodología CBCA
posee un comportamiento diferenciado en función de diversas variables que influirían en
una mayor precisión de la misma, entre las cuales destaca el desarrollo cognitivo y la edad
del evaluado, considerando que las habilidades lingüísticas y de memoria se encuentran
mayormente desarrolladas en los adultos, y por tanto, influirían en el desempeño de la
técnica (Akehurst y cols., 2001; Parker y Brown, 2000; Colwell, 2002; Hofer, 1996; Porter
y Yuille, 1996, citados en Ballesteros, 2007; Vrij et al., 2004 citados en Godoy-Cervera e
Higueras, 2005; Navarro, 2006; Ballesteros, 2005; Vásquez, 2005). A esto, se suman los
resultados relacionados con la disparidad del valor discriminador de cada uno de los
criterios, todo lo cual dificulta la posibilidad de emitir conclusiones de tipo cuantitativas a
través de las propuestas mencionadas anteriormente. Por su parte, Steller y Böhn (2006)
critican la difusión anglosajona del sistema como un “procedimiento de recuento
psicométrico”, ejemplificando una sentencia del año 2002 del IV Consejo Judicial Penal del
Tribunal federal Supremo Aleman, donde los jueces habrían “Encontrado preocupante el
hecho que el análisis de la constancia no se efectuase de manera cualitativa, sino que se
interpretase como una „Mera relación cuantitativa‟ de concordancias y contradiciones en
relación al número total de los detalles de la declaración” (p.56.)
Así es que Offe (2000) y Miotto (2009), entre otros autores, proponen desde hace ya varios
años la valoración cualitativa de los criterios tomando en consideración la comparación con
la capacidad mental y comunicativa del niño(a) o adolescente evaluado, de las presiones o
influencias que pidiesen haber interferido en el testimonio entregado, el correlato
emocional manifestado y signos psíquicos de daño evidenciados en la evaluación.
Manzanero (2001) por su parte, refiere que:
“Ni en la época en que Steller y colaboradores (Steller, 1989; Steller y Boychuk, 1992;
Steller y Koehnken, 1989) publicaron sus trabajos ni en la actualidad, es posible realizar
una evaluación cuantitativa del grado de validez de una declaración. El nivel actual de
desarrollo del CBCA no permite sopesar los criterios o producir puntuaciones de corte. La
61
evaluación sólo puede ser cualitativa. Además, la evaluación de cualquier declaración
debe estar en relación con las capacidades verbales y cognitivas del niño y en relación con
la complejidad del suceso o sucesos que se describen”. (p.64).
Es por ello que Maffioletti (2008) sintetiza el consenso nacional respecto a la valoración
cualitativa de los criterios del CBCA en relación a los conocimientos específicos sobre las
fenomenologías de las agresiones sexuales y el cúmulo de pruebas en vista (pruebas
psicométricas, análisis de la carpeta investigativa, entrevista pericial psicológica), para
finalmente proceder a analizar la validez del procedimiento a través del listado de criterios
que a continuación se describen.
62
1. Lenguaje y conocimientos adecuados: habilidades comunicacionales, expresivas,
desarrollo cognitivo y conocimiento en materias sexuales que posee el niño,
esperables o no para el rango evolutivo por el que atraviesa.
2. Afecto apropiado: considerando de su particular estilo de funcionamiento psíquico a
través del establecimiento de su forma de funcionar básica, es necesario contrastar
si las emociones demostradas durante la evaluación, asociadas a la agresión que se
investiga, son esperables para dicho contexto o no.
3. Susceptibilidad a la sugestión: evaluación de la tendencia del evaluado a la
sugestión tanto previa como posterior a la evaluación de credibilidad, que permita
descartar la incorporación de elementos externos en su narración, que no
correspondan a una experiencia vivida.
63
(familiar, conocido o desconocido), el contexto y la forma en que ésta se da (directa,
indirecta, accidental, circunstancial), y cualquier otra información relevante de
analizar. Para ello, es necesario complementar este criterio con el siguiente.
8. Presiones para informar en falso: existencia de influencias directas o indirectas
ejercidas por personas cercanas o lejanas al evaluado.
Las categorías conclusivas a las que el SVA permite llegar, han sufrido modificaciones en
la medida en que se han enriquecido los conocimientos sobre la metodología y la psicología
forense, proponiéndose la eliminación de aquellas que utilizaban la probabilidad
(“probablemente creíble”, “probablemente increíble”) como elemento definitorio, dadas las
imprecisiones de tipo forense y procesales que acarrearon, tales como la suposición por
parte de los jueces sobre la existencia de algún grado de probabilidad de lo contrario a lo
propuesto en las conclusiones finales, y por tanto, un espacio para la duda razonable al
momento de sentenciar. De este modo, el consenso nacional (Maffioletti, 2008) propone las
64
categorías creíble en aquellos casos en que la evaluación del testimonio cumple con los tres
ejes del SVA; no creíble en la medida en que no cumple o lo hace de modo parcial con
algunos de los ejes. En esta categoría, se incorporan las críticas respecto al desempeño
diferenciado de los menores de edad dependiendo de su edad y desarrollo cognitivo,
estableciendo que la carencia de criterios en el CBCA por sí sola, no implica
necesariamente la no credibilidad del relato, obligando al evaluador a contemplar el peso
del resto de la información obtenida y tenida en vista. Finalmente, se opta por la categoría
indeterminado para referirse a aquellos casos donde la metodología no permite una
valoración clara y segura de alguno de los dos polos antes mencionados, ya sea porque el
relato no cuenta con la extensión ni contenidos mínimos para ser analizados, porque no fue
posible obtener un testimonio o porque la validez del procedimiento se ve cuestionada.
A pesar de haber sido mencionado en los apartados anteriores, resulta relevante insistir en
la idoneidad del profesional que utilice la metodología, tal como lo plantean las normas
expuestas por los tribunales alemanes (Steller y Böhn, 2006) para optar entre psicólogo o
psiquiatra al momento de solicitar un peritaje de credibilidad de testimonio:
65
psicología evolutiva, psicometría, neurociencias, etc., así como también, conocimientos
básicos en otras materias que le permitan comprender las distintas informaciones
contenidas en la carpeta investigativa: medicina forense, criminología, criminalística,
derecho procesal y penal, entre otros (Alonso-Quecuty, 1999). En este sentido, no resulta
un impositivo el manejo acabado de ciencias específicas que colaboran con la investigación
criminal y/o judicial, pero sí al menos, uno tipo ético el consultar a los facultativos idóneos
en las materias al momento de pronunciarse sobre ellas para no exceder los límites de la
propia disciplina psicológica.
66
Raskin (citado en Steller y Köhnken, 1994), Boychuk (citado en De Paúl, 2004) y Lamb,
Sternberg, Esplín, Hershkowitz y Hovav (citado en Cantón y Cortés, 2003), donde se
utilizaron como criterios externos de contraste para el análisis de la validez de los criterios
del CBCA, la confesión del autor, evidencia médica de la víctima, condena como resultado
del proceso judicial o declaración incriminatoria de otros testigos para aquellos casos
confirmados, mientras que para aquellos no confirmados, se utilizó la ausencia de evidencia
médica y confesión del autor, resultados de inocencia del polígrafo, evaluación de expertos
que indicaba que la agresión probablemente no había ocurrido y desestimación judicial del
caso. Cabe destacar que en aquellas investigaciones tendientes a evaluar la validez de la
metodología donde no se utilizaron estas pruebas externas, la diferenciación de los casos se
realizó a partir de los mismos resultados de la aplicación del CBCA, lo que genera
conclusiones tautológicas sesgados con relevantes deficiencias metodológicas (Littman y
Szewezyk, 1983; Lamers-Winkelman y Buffing, 1996; Casado Romera, Básquez, Vecina,
citados en De Paúl, 2003).
Boychuk (1991) concluye que 13 de los 19 criterios del CBCA permitían diferenciar las
declaraciones de casos “confirmados” y “dudosos”, de aquellos “probables”; a saber:
características generales, contenidos específicos, detalles inusuales y superfluos,
asociaciones externas relacionadas, alusiones al estado mental subjetivo del menor,
atribuciones al estado mental del agresor, correcciones espontáneas y perdón al agresor),
mientras que para Boychuk et al. (1988.) sus resultados resultan más mesurados,
coincidiendo en los criterios detalles inusuales, detalles superfluos, correcciones
espontáneas, elaboración no estructurada, para luego seguir con descripción de
interacciones, reproducción de conversaciones y complicaciones inesperadas durante el
incidente. Lo mismo ocurre con Lamb et al. (1997) quienes realizan un estudio utilizando
sólo 14 criterios del CBCA cuyos resultados encontraron menos diferencias significativas
67
que Boychuk, siendo aquellos criterios con mayor poder discriminatorio entre las
declaraciones “plausibles” (muy probables y probables) y de las “no plausibles” (bastantes
improbables y muy probables), los de elaboración no estructurada, cantidad de detalles,
incardinación en el contexto, descripción de interacciones y reproducción de
conversaciones. Esto se repite en el estudio de Craig et al. (1999) quienes luego de
examinar 48 declaraciones de niños presuntamente agredidos sexualmente (entre 3 y 16
años) utilizando como prueba de conformación la confesión del autor y/o una prueba de
polígrafo en la misma línea y para el descarte del caso, la retractación detallada y creíble
del niño y/o resultados de la prueba del polígrafo sugiriendo que el acusado decía la verdad,
analizaron las declaraciones con sólo 14 criterios del CBCA, donde el promedio de
puntuación de los casos confirmados (7,2) fue ligeramente superior a la puntuación media
de los casos dudosos (5,7).
Por su parte, Juárez (2004) realizó una investigación donde analiza exhaustivamente los
criterios del CBCA, delimitando a 11 los criterios válidos y discriminativos. De este modo,
sustituye y complementa los criterios de realidad del SVA con 8 criterios derivados de
diversos estudios psicosociales sobre el tema de las agresiones sexuales y la evaluación de
credibilidad: presencia del secreto impuesto; existencia de reglas comportamentales;
obtención de favores y de beneficio; progresión en el abuso; relación envolvente con el
agresor; disminución relacional del menor; aparición de síntomas psicológicos; y modelo
de vinculación dependiente. De este modo, la prueba complementada con los criterios
psicosociales PC-CBCA conformada finalmente por 19 criterios, posee una mayor
fiabilidad que la prueba CBCA original, agregando en su propuesta, una Guía para la
Exploración del Abuso Sexual Infantil en base a 5 hipótesis de confirmación (GEA-5)
denominando al sistema en su totalidad, Evaluación de la Credibilidad Narrativa.
De las investigaciones anteriormente expuestas, es posible concluir que los criterios que
presentarían mayor consenso respecto a su poder discriminatorio estarían la elaboración no
estructurada, cantidad de detalles, descripción de interacciones. En este mismo sentido,
Ballesteros (2008) cita un metanalisis de diversos estudios realizados desde 1982 a 1999
sobre los tres componentes del SVA, realizado por Garrido y Masip (2001) quienes
plantean que los criterios con un mayor poder discriminativo son: cantidad de detalles,
68
engranaje contextual, reproducción de conversaciones y elaboración inestructurada;
coincidente con el realizado por Vrij (2005).
Ballesteros (2008) agrega que los criterios reproducción de conversaciones y dudar del
propio testimonio se presentan en las investigaciones como buenos discriminadores de las
dos condiciones, falsedad-credibilidad, coincidentes con lo mencionado por Littman y
Szewczyk (1983). Garrido y Masip (2001) encontraron que cuatro criterios del CBCA a
pesar de discriminar positivamente en la gran mayoría de los estudios, en algunos aparecen
discriminando en sentido contrario al hipotetizado, es decir, se encuentran con más
frecuencia en declaraciones falsas.
Por el contrario, según los estudios revisados, los criterios que menos poder discriminatorio
tendrían, serían incomprensión de detalles narrados con precisión, asociaciones externas
relacionadas, dudas sobre el propio testimonio y autodesaprobación (Boychuk, et al.,
1998) y atribuciones al estado mental del agresor (Litman y Szewczyk, 1983). Ballesteros
(2008.) agrega los encontrados por Garrido y Masip en cuanto a los criterios admisión de
falta de memoria, correcciones espontáneas y detalles superfluos combinan su poco poder
discriminativo con una baja fiabilidad interjueces y/o fiabilidad temporal, por lo que según
estos autores sería adecuado eliminarlos, mientras que (Vrij, 2005) aludiría a los de
autodesaprobación, incomprensión de detalles narrados con precisión y dudar del propio
testimonio.
Anson, Holding y Gully (citado en Cantón y Cortés, 2004) por su parte, establecieron como
objetivo de estudio, evaluar la fiabilidad interjueces mediante una investigación de campo
consistente en que un número de entre 2 y 4 evaluadores analizaran declaraciones
videograbadas de 23 casos reales de agresiones sexuales en los que se consideraba
confirmada la culpabilidad del acusado, sin encontrarse información sobre la forma en que
ello se realizó. Sus resultados revelaron aquellos criterios que presentaban una fiabilidad
adecuada (RE<0.50): perdón al agresor, dudas sobre el propio testimonio, atribuciones al
estado mental del agresor, incomprensión de detalles relatados con precisión,
autodesaprobación, reproducción de conversaciones, cantidad de detalles, estructura
lógica y complicaciones inesperadas durante el incidente. El segundo grupo quedó
69
conformado por los criterios que evidenciaban una fiabilidad marginal (0.30>RE <0.50),
como detalles superfluos, incardinación en contexto, detalles inusuales y correcciones
espontáneas; mientras que el tercer grupo quedó conformado por aquellos criterios que
presentaban una fiabilidad inadecuada (RE< 0.30), como la admisión de faltas de memoria,
asociaciones externas relacionadas, descripción de interacciones, alusiones al estado
mental subjetivo del menor, producción no estructurada y detalles característicos. De Paúl
(2004) refiere que una de las desventajas del estudio radicó en el uso de video grabaciones
y no en transcripciones de los relatos como sugiere efectuar el análisis en la práctica. En
esta misma línea, Vrij, Akehurst, Soukara, y Bull (citado en Vrij, 2005) obtienen un
acuerdo entre evaluadores respecto de la puntuación total del CBCA calificado con la
categoría excelente. Horowitz, Lamb, Esplín, Boychuk, Krispin y Reiter-Lavery (citado en
Vrij, 2005) por su parte, realizaron un estudio enfocado a calcular la fiabilidad interjueces y
la fiabilidad test-retest, donde 3 observadores entrenados en el CBCA analizaron 100
transcripciones de casos reales de agresiones en dos momentos diferentes, donde la segunda
se realizaba 7 meses después. Los criterios que presentaron una mayor fiabilidad
interjueces fueron estructura lógica, incomprensión de detalles narrados con precisión,
dudas sobre el propio testimonio, autodesaprobación y perdón al agresor. Los que
presentaron menor fiabilidad fueron: admisión de falta de memoria, detalles superfluos y
correcciones espontáneas. En cuanto a la fiabilidad test-retest, resultó ser alta en general,
aunque los criterios más bajos correspondieron a correcciones espontáneas, admisión de
falta de memoria y detalles característicos, proponiendo los autores por tanto, que los
criterios que presentaban una baja fiabilidad interjueces deberían ser eliminados o descritos
en forma más precisa: detalles superfluos, admisión de falta de memoria, correcciones
espontáneas, detalles inusuales y asociaciones externas relacionadas. De este modo, los
estudios en torno a la fiabilidad interjueces de la técnica, permiten sugerir que las
puntuaciones totales CBCA son más confiables que las calificaciones de los criterios
individuales.
En relación a otra variable de análisis, diversos autores (Alonso-Quecuty, 1999; Vrij, 2005;
Navarro 2006) han hecho hincapié en la edad de las presuntas víctimas como uno de los
factores que influirían en una mayor precisión del CBCA ya que las habilidades lingüísticas
y de memoria, más desarrolladas en los adultos, influirían en el desempeño de la técnica
70
como lo refleja el estudio realizado por Anson et al. (1993) donde la edad de los declarantes
al momento de la entrevista, correlacionaría positivamente con seis de los criterios:
estructura lógica, adecuación contextual, descripción de interacciones, reproducción de
conversaciones, perdonar al agresor y detalles característicos. Lamers-Winkelman y
Buffing (citados en De Paúl, 2004) agregan que en los casos de niños cuyas edades se
encuentran entre los 2-3 años, se presentaban con menor frecuencia los criterios
incardinación en contexto, descripción de interacciones, reproducción de conversaciones,
detalles superfluos, admisión de falta de memoria y detalles característicos, resultados que
De Paúl (2004) considera pudieran verse alterados por no haber diferenciado las
declaraciones verdaderas de las falsas. No obstante, dichos resultados se encuentran
ratificados por Boychuk (1991), quien comparó las puntuaciones CBCA de las
declaraciones de los niños de diferentes grupos de edad (edad que iba de 4 a 16 años de
edad) encontrando que las descripciones de interacciones, las alusiones al estado mental
del perpetrador, admisión de la falta de memoria y autodesaprobacióin se encontraban
presente más a menudo en las declaraciones de los niños mayores (entre 8 y 16 años) que
en las declaraciones de los niños más pequeños (entre 4 y 7 años). En este mismo sentido,
tanto los estudios realizados por Lamb, et al. (1997) como por Santtila, Roppola, Runtti y
Niem (citados en Olea y Rivera, 2005) encontraron una relación significativa entre la edad
de los niños y la puntuación del CBCA donde los testimonios de los niños mayores
contendrían un mayor número de criterios que la de los niños más pequeños. Estos últimos
autores junto a otros (Davies y Fivush, Haden, y Adam citados en Vrij, 2005), también
comprobaron que la edad, habilidades cognitivas y verbales del niño(a), así como la
conducta del entrevistador influían en el número de criterios del CBCA que se presentaban
en las declaraciones, independiente de que éstas fueran verdaderas o falsas por lo que
resulta menos esperable que niños pequeños entreguen detalles de lo vivido, de allí que se
encuentren con menor frecuencia los criterios 3 (presencia de detalles), 5 (descripción de
interacciones), 6 (reproducción de conversaciones); 8 (detalles inusuales) y 9 (detalles
superfluos). Vrij agrega que los niños menores de 8 años poseen dificultades para ver el
mundo desde la perspectiva de otra persona (Flavell, Botkin, Fry, Wright, y Jarvis, 1968),
por lo que el criterio 13 relacionado con alusiones al estado mental del agresor es poco
probable que se presente en los testimonios niños pequeños quienes no poseen
71
desarrolladas o se encuentran en un proceso progresivo de maduración de las capacidades
metacognitivas, por lo que tienen menos probabilidades de ser conscientes de las lagunas en
su memoria (criterio 15 Admisión de falta de memoria). En síntesis, es posible concluir
que la adecuación contextual, la descripción de interacciones, la reproducción de
conversaciones, la admisión de falta de memoria y los detalles característicos del
incidente, serían criterios del CBCA que guardan relación con la edad del niño evaluado,
por lo que se encontrarían en desventaja.
Por otra parte, algunos estudios han puesto en duda la validez del instrumento en términos
generales y específicos. Este es el caso del realizado por Esplín et al. (1988) quienes
analizaron la validez del CBCA en casos reales diferenciados en “confirmados” y “no
confirmados”, donde este sistema de criterios no se habría mostrado como una herramienta
significativamente útil para diferenciarlos correctamente. Para Wells y Loftus (1991), estos
resultados debería considerarse con prudencia debido a ciertos factores metodológicos que
podrían haber afectados los resultados. Así, refieren que las edades de los casos
“confirmados” y no confirmados fluctuaban excesivamente, quedando en el grupo de los no
confirmados aquellas declaraciones de menores de 5 años; además, habría participado un
solo psicólogo como evaluado, lo que no habría permitido calcular la fiabilidad interjueces.
De allí, que Lamb, et al. (1997) llegaran a la conclusión de que el bajo nivel de precisión
del sistema, hace que no tenga la suficiente fiabilidad y validez como para utilizarlo con
fines judiciales.
72
“Tiene la indudable ventaja de ser un método formulado para y por el ámbito forense y la
limitación de que su validez disminuye en función de factores como la edad del niño, el
tiempo transcurrido desde el suceso, la información postevento, el número de
interrogatorios y la complicación del suceso. Otras fuentes de distorsión pueden ser los
tratamientos en curso si estos se inician antes del análisis del testimonio” (Vásquez, 2005;
págs.123-124).
De allí la necesidad de recordar que los criterios deben considerarse como parte de un
conjunto global denominado SVA y no de modo aislado.
Finalmente, tal y como lo plantea Juárez et al (2007; p. 31) retomando las palabras de
Steller, “es el carácter heurístico del SVA el que le otorga la posibilidad y necesidad de ser
estudiado, analizado y comprobado en permanentes investigaciones que permitan
incrementar la precisión y la sensibilidad del propio instrumento”.
73
de evaluación pericial, lo que sumado a la experiencia clínica e investigaciones realizadas
por el CAVAS, dan origen a una metodología propia basada en los aportes teóricos y
experimentales internacionales y principalmente, en la experiencia nacional en la temática,
la que permite evaluar la credibilidad discursiva de aquellas personas que han sido
presumiblemente víctimas de agresión sexual (Navarro, 2006). A ésta, se le denomina
Metodología de Evaluación Clínico Pericial CAVAS-INSCRIM, en un intento por dar
cuenta de la relevancia que poseen los elementos clínicos que la sustentan, así como
también, de la relación diferenciadora que une al Equipo Pericial con el Instituto de
Criminología dependiente de la PDI, desde donde surge uno de los ejes fundamentales de la
metodología, el enfoque criminológico asociado al carácter policial de la institución.
En este sentido, la autora señala: “En esta metodología convergen distintos conocimientos
interdisciplinarios, siendo un elemento central, el desarrollo de criterios propios para la
evaluación de la credibilidad discursiva” (Navarro, 2006; p.35). Así, las bases teóricas que
sustentan la metodología, se pueden dividir en tres grandes ejes:
74
resultados obtenidos a través de los múltiples estudios de los que ha sido objeto
durante los últimos 30 años. En definitiva, los múltiples avances de las distintas áreas
de la psicología jurídica son integrados de manera permanente en un ejercicio de
perfeccionamiento tanto de la metodología misma como de los profesionales.
b) Conocimientos teóricos y clínicos sobre las agresiones sexuales y temáticas
asociadas: Dice relación con las características y diferencias que se encuentran en las
diversas formas que pueden adquirir las agresiones sexuales y las consecuencias que
acarrean para quienes las experimentan (Barudy 1998, 1999; Perrone & Nannini;
1997; Glaser & Frosh, 1997; Finkelhor,1980; Finkelhor y Browne, 1985; Huerta y
Navarro, 2001; Huerta, Maric y Navarro, 2002; Aliste, Carrasco y Navarro, 2003 en
Navarro, 2006). A ellos se suman, los aportes teóricos y prácticos de la
psicopatología, psicología experimental, evolutiva, cognitiva y neurociencias en
general. Estos saberes resultan fundamentales al momento de comprender y analizar
los temas que se pretenden evaluar, resultando un imperativo tanto para los
profesionales como para el equipo en su totalidad, encargado de retroalimentarlos y
actualizarlos.
c) Conocimientos criminológicos y criminalísticos: Estos elementos resultan el elemento
diferenciador de la metodología según CAVAS (2004) al ser incorporados desde su
creación. Así, la criminología y el derecho, entrega una mirada integral del fenómeno
criminal y sus implicancias jurídicas, mientras que la criminalística aporta el análisis
de las evidencias. Éstas, se establecen como elementos “objetivos” y respaldados
respecto de las condiciones y circunstancias en que ocurrieron los hechos que se
investigan, y de las consecuencias materiales de los mismos (informes sobre el
espacio físico, evidencia médico-legal de la víctima y/o el imputado, declaraciones
previas de la víctima, imputado y testigos, contexto en que se habría producido la
develación y denuncia de los hechos, etc), establecidos en forma previa durante la
investigación llevada a cabo por el Tribunal o la Fiscalía correspondiente, que
permiten contrastar la realidad psíquica (relato) con la realidad material. Cabe
destacar, que la incorporación de estos elementos dice relación con el nutritivo
vínculo establecido con el Instituto de Criminología desde donde se han podido
incorporar los conocimientos interdisciplinarios que convergen en la PDI
75
(profesionales de áreas sociales, criminólogos, investigadores policiales), aportando
un método investigativo que tiene por objetivo la formulación de hipótesis iniciales de
trabajo y la búsqueda de evidencias (Al-Konr, 2003 en Navarro et al., 2004). Estos
conocimientos resultan también ejes orientadores del proceso de formación del
evaluador del Equipo Pericial del CAVAS Pericial, en la medida en que se
constituyen en un imperativo técnico para la comprensión y aplicación de la
metodología, aprendizaje que retroalimenta con el devenir cotidiano de la labor en el
Centro.
76
la historia vital del imputado (historia delictual, condenas previas, informes médicos,
psicológicos, otros). (CAVAS, 2004).
Por otra parte, la metodología incorpora las preocupaciones sobre la neutralidad del
proceso planteadas por diversos autores (Underwager, Wakefield, Legrand, Bartz y
Ericsson, 1986; White, Strom, Santilli y Halpin, 1986 citados en Alonso-Quecuty,
1999; Mioto, 2009), a través de requisitos metodológicos indispensable para su
realización. Uno de ellos, implementado en esta etapa, es la supervisión presencial de
par que implica la presentación de las hipótesis y antecedentes relevantes del caso por
77
parte del perito a cargo del caso, a otro profesional psicólogo que oficiará de dupla
con el objetivo de enriquecer el rigor metodológico y análisis a realizar.
78
Para cumplir con estos objetivos, se realiza una entrevista semiestructurada a partir de
las hipótesis esbozadas inicialmente, la que va enriqueciéndose de acuerdo a los
contenidos que surjan durante de desarrollo de la misma. Esta entrevista es idealmente
videograbada o en su defecto, grabada en audio con lo que se pretende por un lado,
transparentar la obtención de la información, los procedimientos realizados y en lo
posible, evitar la victimización originada por las intervenciones múltiples (De Licitra,
2001). Por otra parte, esta entrevista se realiza en una sala de espejo unidireccional
con el objetivo de controlar metodológicamente la misma, a través de la presencia de
la dupla profesional quien apoya el proceso tras espejo, retroalimentando al perito,
guiando su indagación y evidenciando aquellos posibles sesgos que pudiesen afectar
la validez del proceso (Olea y Rivero, 2007). Una vez finalizada, este segundo
profesional es el encargado de entregar una crítica constructiva sobre todos los
aspectos de la tarea pericial, así como también, de participar en el análisis final de los
resultados obtenidos.
Las etapas por las que atraviesa la entrevista son:
a) Inicio y Rapport: Para dar inicio a esta etapa, se realiza un consentimiento
informado respecto del proceso que se realizará, donde se le explica al evaluado
y/o adulto responsable (en el caso de menores de edad y adultos con
discapacidad cognitiva) las características del proceso de evaluación y sus
alcances, solicitándole su aprobación y participación. Asimismo, se indaga sobre
los conocimientos que el evaluado posee de la evaluación para tener en cuenta el
nivel de información que éste maneja y la forma en que denomina y explica la
experiencia investigada, con el objetivo de utilizar sus propios términos para
evitar la introducción de contenidos por parte del evaluador.
79
personales de funcionamiento, daño psicosocial asociado a otros factores e
iniciar el permanente contraste de las hipótesis iniciales de trabajo. El abordaje
de estos contenidos obedece a una rigurosidad de la metodología y no son
establecidos indistintamente, sino que planificados previamente, en la lógica de
menor a mayor relación con los hechos que se investigan, potenciando que el
relato específico sobre éstos surja de manera realmente espontánea y no frente a
una consigna.
b) Desarrollo: Si el relato de los hechos no surge de manera espontánea, se
realizan preguntas que representen una invitación a la narración libre (De Paúl,
2004) reencuandrando al evaluado e invitándolo a recordar lo referido
inicialmente respecto al motivo de evaluación. Cuando ninguna de las acciones
descritas permite el surgimiento espontáneo del testimonio, se estimula la
producción comunicativa a partir de la pregunta psicolegal emanada por la
entidad judicial solicitante. Al igual que lo planteado por el SVA, se favorece el
uso de preguntas abiertas que faciliten el recuerdo libre, donde se limita al
máximo las intervenciones del entrevistador luego de lo cual se procede a la fase
de indagación donde se realizan preguntas focalizadas tendientes a estimular la
memoria episódica del examinado y observaciones directas respecto a los dichos
textuales del emisor con el objetivo de aclarar y/o ampliar la información
entregada evitando preguntas sugestivas, cerradas o con alternativas. Estás
últimas se utilizarán en la medida de lo estrictamente necesario en torno a la
contrastación de la hipótesis central aún no despejada. A continuación, se evalúa
la necesidad de aplicar alguna prueba psicológica entendiendo que éstas son
solo una faceta del proceso de evaluación psicológica (Saborío, 2005); en caso
de serlo, se seleccionan las pruebas psicológicas pertinentes al caso, en función
de diversos criterios (edad, utilidad, características psicológicas del evaluado,
entre otras).
80
con el objetivo de conocer mayores antecedentes anamnésicos, del desarrollo,
escolares, sociales y familiares, así como también, respecto a la denuncia.
c) Cierre: se procura en esta etapa cerrar la entrevista a través de temas neutrales
de interés que se asocien afectivamente a emociones agradables con el objetivo
de que el evaluado vuelva a un estado psicológico basal que le permita continuar
con su cotidianeidad.
81
A. FORMA DEL RELATO: En esta categoría se analizan las características del
relato en su globalidad, siendo los dos primeros (coherencia y consistencia),
referidos a la estructura del relato en su orden y distribución, los que no
deberían estar ausentes en un relato creíble. Los dos siguientes (tipo narrativo y
modo discursiva) aluden al modo en que este testimonio aparece en la situación
comunicativa dada por la entrevista, mientras que los dos restantes (ubicación
temporal y espacial) dan cuenta de la ubicación en tiempo y espacio de las
acciones descritas por el evaluado.
1. Coherencia: presencia de una conexión, relación o unión lógica entre los
elementos narrados otorgándole comprensibilidad al testimonio entregado.
2. Consistencia: globalidad o elementos fundamentales del relato que se mantienen
estable durante la entrevista.
Estos dos criterios resultan sustanciales en toda producción narrativa referida a
hechos vívidos en la medida en que articulan la lógica y comprensibilidad de los
dichos.
3. Tipo Narrativo: este criterio pretende caracterizar el tipo de construcción
discursiva, es decir, la forma en que el evaluado refiere los hechos, la que puede
ser de dos tipos:
- Global-Genérico: referencias generales, no específicas que engloban la
vivencia de agresión en su conjunto, la que es más frecuentemente
esperable en aquellas experiencias de agresiones crónicas o sistemáticas,
señalando elementos comunes a los diversos episodios que pudieron
ocurrir, sin especificarlos.
- Episódico: relato en el cual es posible identificar uno o más incidentes
denominados episodios, lo que pueden o no estar entrelazados como un
todo.
4. Modo discursivo: alude al modo en que el entrevistado construye su testimonio a
lo largo de la entrevista, pudiendo tomas las siguientes formas:
- Fluido: aquel testimonio que aparece en forma espontánea y con facilidad.
- Coartado: relato caracterizado por la entrega limitada y dificultosa de
información.
82
- Abierto: dice relación con aquel testimonio que se va ampliando en el
curso de la entrevista y a partir de la indagación, manteniendo consistencia
y logicidad.
- Cerrado: en este caso, el testimonio no amplía su capacidad referencial
durante la entrevista, ni siquiera a través de la indagación.
5. Ubicación temporal: capacidad del examinado de ubicar temporalmente los
hechos que narra, de manera aproximada o precisa. Cuando se trata de agresiones
de tipo sistemáticas o crónicas, la referencia temporal de los hechos suele hacerse
de modo más genérico, considerando la tendencia natural de la psiquis a organizar
la información en función de elementos comunes en torno a los cuales se agrupan
los diferentes episodios, identificando por ejemplo, épocas, edades relativas o
cantidad estimativa de años de duración de las agresiones.
6. Ubicación espacial: al igual que el criterio anterior, permite determinar si el
evaluado ubica espacialmente los hechos descritos tanto de manera global y/o
específica, del lugar donde habrían ocurrido, situándolos en un contexto material
determinado.
Estos últimos criterios, deberían resultar fenomenológicamente coherentes con el
tipo y características del delito referido, las que se abordan en los criterios a
continuación.
B. CONTENIDO DEL RELATO: esta categoría implica el análisis de los elementos
específicos que conforman el testimonio, donde los cuatro primeros criterios
corresponden a características que no debieran faltar en un relato verídico,
mientras que los seis siguientes, si bien no resultan condiciones necesarias para
un relato verídico, su presencia refuerza la credibilidad del relato. De este modo,
se analiza la presencia exacta, inexacta, ambigua o su ausencia en el relato de
estos contenidos alusivos a la agresión narrada.
7. Descripción del espacio físico: descripción de el/los sitios del suceso y entrega de
las descripciones físicas y materiales específicas donde el evaluado refiere que
habrían ocurrido las agresiones. Aquellas de tipo inespecíficas, resultan valoradas
como la mayor posibilidad de descripción cuando las estrategias de sometimiento
por parte del agresor o las condiciones ambientales durante la agresión
83
investigada, no posibiliten una mayor precisión por parte del testigo, como por
ejemplo, cuando el agresor le vendó los ojos, bajo la oscuridad, etc. Este criterio
se diferencia del último referido a la forma del relato (Ubicación Espacial), en la
medida en que ofrece una descripción detallada de lo identificado en el anterior.
8. Identificación del agresor: alusión a las características específicas y diferenciadas
(nominales, físicas, de rol y/o función) de él o los autores. En el caso de agresor
desconocido, se acepta la descripción inespecífica de características generales
(edades, sexo, otros), así como también, cuando el agresor procura modificar o
esconder su identidad (ubicación física que imposibilite a la víctima visualizarlo)
donde es posible encontrar algunas deducciones personales realizadas por el
examinado en torno a los elementos que sus sentidos habrían captado.
9. Circunstancias previas relacionales y situacionales: entendido como todas
aquellas referencias a elementos contextuales (en términos macro) y situacionales
(referidos a las circunstancias que rodearon la situación misma de agresión
investigada), permitiendo de este modo, situar los hechos como parte de una
cadena de hechos previos (circunstancias situacionales) y/o de una
relación/vinculación previa. En definitiva, la presencia de este criterio permite
identificar una factibilidad situacional para la ocurrencia de la agresión
investigada, lo que exige la puesta en práctica del continuo de conocimientos del
evaluador, ya sea, aquellos referidos al sentido común/lógico y a los
criminológicos y criminalísticos.
10. Contenidos sexuales explícitos: este criterio se cumple cuando el evaluado hace
mención a interacciones de tipo sexual, mientras que cuando lo hace de modo
genérico o inespecífico (“me tocó”, “abusó de mí”), no es posible valorar este
criterio.
11. Elementos idiosincráticos: dice relación con la inclusión de contenidos altamente
específicos y característicos de esa agresión sexual en particular, que enriquecen
la descripción de la experiencia y/o le otorgan mayor viveza descriptiva al relato
entregado. Estas alusiones escapan al conocimiento trivial y genérico que una
persona pudiese tener sobre la temática. Cuando el elemento considerado
idiosincrático corresponde a descripciones valoradas en otros criterios tales como
84
descripciones de memoria sensorial, referencias a elementos subjetivos propios o
relativos al agresor, etc., se considera presente en todos aquellos criterios en el
que aparezcan.
12. Referencias a estados subjetivos internos de la víctima: referencias a
pensamientos, percepciones, deseos y/o emociones de la víctima durante la
comisión del delito investigado.
13. Referencias a estados subjetivos del agresor: en el mismo sentido que el criterio
anterior, alude a las percepciones y/o atribuciones del evaluado sobre el/los
estados subjetivos del agresor durante la ocurrencia de los hechos en cuestión
(estado anímico, pensamientos, deseos, entre otros).
14. Reproducción de verbalizaciones: criterio que valora la reproducción de
referencias verbales del evaluado, presunto agresor o diálogos entre ellos, que
aluden palabra a palabra a la interacción establecida durante la situación de
agresión narrada.
15. Elementos analógicos o gestuales: incorporación espontánea de elementos
gestuales y/o representacionales (dibujos, ejemplificación física) por parte del
evaluador respecto a posiciones o interacciones físicas ocurridas durante el/los
incidentes descritos, los que pueden reemplazar o complementar el reporte verbal,
ampliando su capacidad referencial para dar cuenta de la experiencia
supuestamente vivida. En este sentido, es necesario tener en cuenta las
características basales del funcionamiento psicológico con las cuales comparar la
forma y frecuencia de estos elementos incorporados, es decir, una persona más
extrovertida podría utilizar este mecanismo de expresión de manera más frecuente
y exagerada que otras, mientras que por el contrario, una más introspectiva, podría
incorporarlos tan sólo en aquellos momentos de intensidad emocional de su relato,
o cualquiera sea la combinación que permita la singularidad del evaluado.
16. Reporte de registro mnémico sensorial: descripción de elementos preceptúales y/o
sensoriales (visuales, olfativos, gustativos, cinestésicos, kinestésicos,
interoceptivos) por parte del examinado referidas específicamente al contacto
físico con el agresor.
85
17. Ausencia de influencias externas en contenido y significado: este criterio dice
relación con la ausencia de referencias por parte del evaluado que no resultan
esperables para su etapa evolutiva o socialización, tanto en el tipo de lenguaje
empleado como en el significado del término empleado, de lo cual podría
desprenderse una posible inoculación de terceros, constituyéndose en un indicador
de baja fiabilidad de un relato.
Cabe destacar que la valoración de los criterios antes mencionados, se realiza desde un
enfoque comprensivo interpretativo, es decir, el evaluador evalúa la presencia o ausencia de
los criterios, pero además, el significado de ellos, excluyéndose la constatación en términos
cuantitativos (Leiva, 2009). Esta forma de valoración fue lo que por algunos años la
diferenció del SVA cuya valoración durante los primeros años iniciada la Reforma Procesal
Penal, se realizó de manera cuantitativa (Olea y Rivera, 2007). No obstante, considerando
el estado de desarrollo de la metodología SVA, esta diferencia no resulta sustancial ya que
ambas metodologías proponen una valoración similar. La diferencia entre ambas entonces,
radicaría en los contenidos que cada una contempla al momento de valorar la credibilidad
de un testimonio.
86
Tabla Nº6: Análisis Comparativo de Criterios de Ambas Técnicas
CBCA CAVAS-INSCRIM
I. Características generales I. Formas del relato
1. Estructura lógica 1. Coherencia
2. Elaboración no estructurada 2. Consistencia
3. Cantidad de detalles 3. Tipo Narrativo
4. Modo Discursivo
5. Ubicación Temporal
6. Ubicación Espacial
II. Contenidos específicos II. Contenido del relato
4. Adecuación contextual 7. Descripción del espacio físico
5. Descripción de interacciones 8. Identificación del agresor
6. Reproducción de conversaciones 9. Circunstancias previas relacionales y
7. Complicaciones inesperadas durante el situacionales
incidente 10. Contenidos sexuales explícitos
11. Elementos ideosincráticos
III. Peculiaridades del contenido 12. Referencias a estados subjetivos internos
8.Detalles inusuales de la víctima
9. Detalles superfluos 13. Referencias a estados subjetivo del
10. Incomprensión de detalles sexuales agresor
relatados con precisión 14. Reproducción de verbalizaciones
11. Asociaciones externas relacionadas 15. Elementos analógicos o gestuales
12. Alusiones al estado mental subjetivo del 16. Reporte de registro mnémico sensorial
menor 17. Influencias externas en contenido y
13. Atribuciones al estado mental del significado
agresor
IV: Contenidos relacionados con la
motivación
14. Correcciones espontáneas
15. Admisión de falta de memoria
16. Plantear dudas sobre el propio
testimonio
17. Autodesaprobación
18. Perdonar al autor del delito
V. Elementos específicos de la ofensa
19. Detalles característicos
* En negrita se señalan los criterios que NO se encuentran contenidos en la otra metodología
* Modificado de Navarro (2008)
87
etapas antes mencionadas (antecedentes criminológicos y criminalísticos,
características psicológicas del evaluado mediante la entrevista clínico pericial y
pruebas psicológicas aplicadas y credibilidad discursiva del testimonio esgrimido),
para finalmente incorporar de manera integrativa todas las fuentes de información
en términos de consistencia y congruencia entre ellas, que dará por resultado el
carácter de fiabilidad de las conclusiones a las que se arriban. Al respecto, se
enumeran algunos de los contrastes posibles denominados “criterios de fiabilidad”,
modificado a partir de la propuesta original realizada por Navarro (2006):
1. Mantención de los dichos en el tiempo y frente a distintas instancias
formales e informales.
2. Características formales del relato en concordancia con características de
funcionamiento psíquico (cognitivo y afectivo).
3. Elementos de ubicación témporo-espacial entregados acordes a las
características del funcionamiento psicológico.
4. Presencia de detalles situacionales y contextuales específicos en
concordancia con informes planimétricos y fotográficos sobre el lugar, o que
en sí mismos, permitan una mayor comprensibilidad del espacio físico en
concreto en torno a las leyes de la lógica y sentido común.
5. Factibilidad situacional otorgada por la información emitida por terceros o
antecedentes que la avalen.
6. Referencias específicas, en forma verbal y/o analógica a actos sexuales, que
muestran un conocimiento no esperado evolutivamente.
7. Concordancia ideoafectiva.
8. Concordancia de sus dichos con los hallazgos físicos encontrados.
9. Constatación de daño emocional (mediante criterios clínicos y resultados de
pruebas aplicadas) compatible clínica y fenomenológica con la experiencia
que describe.
10. Ausencia de tendencias a la fabulación o confabulación.
11. Ausencia de contradicciones y/o pobreza de detalles.
12. Ausencia de posibles motivaciones para falsos testimonios.
13. Ausencia de elementos gananciales plausibles.
88
De este modo, es posible arribar a conclusiones globales integrativas que incluyen el nivel
de competencia del examinado como testigo, sus posibles motivaciones para hacer una
declaración falsa y el análisis de la forma y el contenido del relato, las que pueden aludir a
que el testimonio: cuenta con criterios de credibilidad, no cuenta con criterios de
credibilidad o no es posible analizarlo en base a la metodología antes expuesta en aquellos
casos en los que no fue posible obtener testimonio, éste no cuenta con los mínimos
necesarios para ser evaluado o el sujeto no posee las características necesarias para ser
considerado un testigo fiable (Leiva, 2009). En cuanto a su alcance, estas conclusiones
corresponden a la mayor certeza posible obtenida por el evaluador basado en el rigor
metodológico de su práctica, en el marco de las posibilidad que la disciplina le permite, lo
que no implica una certeza taxativa o personal de sus aseveraciones (Navarro, 2006). En
este sentido, “[…] la credibilidad discursiva se concibe como un aspecto que permite
analizar la fiabilidad del/la examinado/a como testigo, pero que no determina, por sí sólo,
el grado de probabilidad de ocurrencia del hecho investigado”. (p.38).
Finalmente, cabe destacar que para resguardar los posibles sesgos en esta etapa, se
implementó como estrategia la supervisión de los procedimientos y confección del informe
pericial psicológico por parte de un psicólogo experto quien participa desde una mirada
externa a ella toda vez que no lo hace directamente en la evaluación pericial. Finalmente,
las reuniones técnicas por sub equipos (Infanto-preadolescente y Adolescente-adulto)
permiten enriquecer el análisis y controlar las variables de sesgo a través de la metodología
de análisis de caso (Leiva, 2009).
Respecto a los estudios realizados en torno a la metodología, existen dos estudios que han
tenido como finalidad, reunir evidencia empírica que respalde su utilidad como herramienta
para la evaluación de credibilidad discursiva. El primero de ellos fue realizado por Alambra
y Miranda (2003) para describir los resultados de la aplicación sistemática del método en
todos los casos evaluados para la Fiscalía desde la implementación de la Reforma Procesal
89
Penal, cuyos resultado mostraron un 86% de los casos evaluados como veraces, cifra
similar a la señalada por Echeburúa y Guerricaecheverría (2000) quienes encontraron que
menos del 20% de los casos correspondían a alegaciones falsas. No obstante, las cifras
señaladas en el estudio nacional resultan mayores que los rangos estipulados en
investigaciones internacionales como el de Steller (1989) que indica alrededor del 70%, o el
80% referido por De Paúl (2003). Del 14% de los casos que fueron evaluados como no
veraces, un 3.8% correspondían a casos no veraz propiamente tal, mientras que el 9.6%
aludía a casos de retractación (sólo en mujeres menores de 18 años), con alto grado de
probabilidades de que el hecho denunciado haya ocurrido de acuerdo a antecedentes de la
carpeta investigativa e indicadores de daño.
En base a las cifras correspondientes a la realidad nacional atendida por el Equipo Pericial
del CAVAS, el estudio concluye que no existiría sustento estadístico válido que compruebe
la hipótesis de que los niños y niñas presentan un mayor nivel de sugestionabilidad que los
adolescentes o adultos, premisa que durante los primeros años de participación de la
psicología forense en el nuevo sistema procesal penal, se mantuvo con fuerza en los
intervinientes, persistiendo aún como un tema relevante.
Por su parte, Navarro (2006) realiza una investigación tendiente a establecer la validez
concurrente entre un método diseñado, aplicado e investigado en una cultura distinta
(CBCA) y otro desarrollado y aplicado a la cultura nacional chilena (CAVAS-INSCRIM)
para discriminar entre relatos verídicos y no verídicos sobre agresiones sexuales,
entregados por niños/as y adolescentes, cuyo principal resultado mostró que ambos poseen
capacidad discriminadora. Esto posee dos grandes implicancias, la primera relacionada
sobre la aplicación del CBCA en nuestro país toda vez que su comportamiento estadístico
es similar al de investigaciones internacionales; mientras que la segunda versa sobre la
validez de la metodología CAVAS-INSCRIM en la medida en que es posible extrapolarle
la del CBCA. Además, se demostró la concordancia interjueces de ambas metodologías,
siendo la de la metodología CAVAS-INSCRIM mayor que la del CBCA. Según la autora,
estos resultados coinciden con los estudios internacionales sobre una alta fiabilidad
interjueces del CBCA, pero disímil en cuanto a sus criterios en particular.
90
Asimismo, se demostró que la edad (en asociación al desarrollo cognitivo) es una variable
que afecta significativamente la presencia de criterios en los relatos para los dos métodos,
lo que avalaría la inconveniencia de la valoración cuantitativa de las dos metodologías ya
que perjudicaría los resultados de niños pre escolares que entreguen relatos sobre
experiencias vividas a ser valorados con un bajo puntaje y por tanto, sin criterios de
credibilidad que respalden su testimonio “Estos hallazgos son coincidentes con los
resultados de diversos estudios que señalan que a mayor edad es probable encontrar más
cantidad de criterios presentes (Anson, Holding y Gully, 1993; Horowitz et al., 1997;
Orbach y Lamb, 1999; Boychuck, 1991)” (p.77). Tal como lo plantea la autora, estos
resultados avalarían la propuesta internacional y nacional sobre la valoración cualitativa de
los criterios del CBCA, ratificando la de la metodología CAVAS-INSCRIM, sentando las
bases para futuras investigaciones sobre la estimación diferenciada de los criterios de
acuerdo a la etapa evolutiva de los evaluados. La variable frecuencia de abuso, no resultó
significativa, por lo que ambas metodologías permitirían evaluar credibilidad discursiva en
testimonios sobre agresiones sexuales de cualquier tipo de frecuencia.
91
3.3 Evaluación de Credibilidad Discursiva en Población Adulta
“Y además, los conocimientos de los niños sobre la conducta sexual normal suele ser
bastante incompleta y distorsionada, y por lo tanto un amplio conocimiento sólo puede
deberse a la experiencia. En este caso, el relato de un menor sobre una relación sexual
vivida tendrá esas mismas distorsiones, mientras que el uso de terminología e
interpretaciones propias de adultos sólo podría provenir de la sugerencia de mayores. Por
estas razones, hasta el momento estos procedimientos sólo pueden ser aplicados a la
valoración de testimonios de menores víctimas de agresiones sexuales.” (p. 53).
Similar opinión, comparten Raskin y Eplin (1991 citado en Juárez, 2004) y Steller y Böhn
(2006) quienes refieren que las declaraciones de adultos resultan más difíciles de juzgar
porque “a menudo la relación entre calidad y competencia, relevante para la evaluación
psicológica, resulta menos clara” (p.56).
92
edad. Progresiva e implícitamente, algunas investigaciones realizadas por Arntzen (1982,
1983) y Undeutsch (1982, 1994) empiezan a evidenciar la incorporación de esta población
en sus estudios donde se incluyó un número significativo de casos tanto infantiles como
jóvenes mayores de edad, sin especificar exactamente la edad referida de éste último sub
grupo. De este modo, hacia fines del siglo se comienza a relevar la importancia del aspecto
evolutivo al momento de realizar la evaluación de credibilidad discursiva, mencionando los
autores que:
“[…]en la sentencia de 1999 sólo se menciona, de forma muy breve, que en el dictamen
pericial de credibilidad „hay que tener en cuenta las peculiaridades del desarrollo de la
personalidad de la persona que puedan ser relevantes, como por ejemplo problemas de
autoestima o un exagerado afán de notoriedad‟. En cambio, en las sentencias posteriores a
1999 se puede constatar un predominio del interés por testigos de mayor edad” (Steller y
Böhn, 2006: 59).
93
Por otra parte, en años recientes se ha intentado validar y generalizar la aplicación del SVA
en adultos (Vrij et al., 2001 y Vrij et al., 2000 citados en Godoy-Cervera e Higueras),
resultados que según Vásquez (2005) resultan orientadores sobre los signos de credibilidad
en la dicha población. A continuación se revisaran algunos de ellos.
Parker y Brown (citados en Juárez et al., 2007) por su parte, realizaron una investigación
que analizaba las declaraciones de 43 mujeres entre 13 y 80 años, víctimas de violación, a
través del SVA-CBCA y de las habilidades de los detectives policiales, la que arrojó como
resultado, que el CBCA permite arribar a conclusiones más exactas que las obtenidas por
parte de los policías, siendo el SVA en su conjunto, el método que permitió discriminar en
su totalidad los relatos falsos de los verdaderos. No obstante, Vrij (2005) relativiza sus
resultados por adolecer de lo que califica como graves problemas metodológicos. A similar
conclusión arribaron Landry y Beigham (citados en Juárez et al., 2007) en su estudio
experimental donde demostraron que los evaluadores entrenados en CBCA (en este caso 57
estudiantes), obtienen una mayor precisión en sus evaluadores que los no entrenados.
94
Además, diez criterios de la metodología evidenciaron diferencias significativas entre los
relatos reales y los inventados.
La investigación llevada a cabo por Arce y Fariña (2002) en torno a la simulación en casos
de agresiones sexuales, parte de la base que el CBCA es fiable en testimonios de menores
de edad en casos de agresiones sexuales, así como también, en declaraciones dadas por
adultos a partir de los resultados expuestos Landry y Brigham (1992) y Sporer (1996) sobre
la adecuación de dichas categorías en esta población. Además, proponen el Trastorno por
Estrés Postraumático como un diagnóstico que se espera, sirva de control de la simulación
y por otra parte, no se vea mediatizado por el tipo de hecho traumático que lo propicia. De
este modo, los autores plantearon como objetivo general, discriminar cuándo una “víctima”
está simulando basándose en los testimonios que aporta y en las consecuencias psicológicas
que manifiesta, para un delito etiquetado como agresión sexual. Para ello, utilizaron una
muestra de 54 estudiantes universitarios en su mayoría, cuyas edades se situaban en un
promedio de 24 años. De sus resultados, destaca la existencia de diferencias entre varones y
mujeres en la cantidad de lagunas de memoria y reproducción de conversaciones, ya que las
mujeres incluyen en los eventos narrativos falsos más reproducción de conversaciones,
95
mientras que los varones admiten más lagunas de memoria. En síntesis, los contenidos
imaginados de hombres y mujeres parecen diferir en los criterios propios del CBCA con lo
que los autores advierten, la existencia de dos tipos de memorias episódicas distintas en
criterios. Finalmente, los autores concluyen que el CBCA resulta un procedimiento válido
para la población adulta también en otros contextos, siendo necesario más estudios que
esclarezcan estos resultados preliminares. Asimismo, refieren que el trastorno de estrés
postraumático puede ser válido para conceder credibilidad a un testimonio si se
salvaguardan ciertas rigurosidades metodológicas.
Juárez, Mateu y Sala (2007), realizan una investigación utilizando de base específicamente
el CBCA pero en función de otro delito, la violencia de género. De este modo, crearon un
nuevo sistema criterial eliminando aquellos que hacen referencia directa al fenómeno de la
agresión sexual, complementándolo con aquellos obtenidos partir de la revisión de la
literatura especializada en agresiones de género. El estudio se realizó en base a una muestra
de 26 mujeres adultas cuyas edades se situaban entre los 30 y 40 años, 12 de ellas con
antecedentes de violencia de género y 14 de ellas sin antecedentes de violencia de género
quienes conformaron el grupo control mintiendo deliberadamente en sus testimonios.
Luego de los análisis estadísticos correspondientes, el listado criterial quedó conformado
por una complementariedad de 19 criterios denominadas CRITERIOS-VIG, que permiten
evaluar los testimonios entregados por las personas que poseen antecedentes de haber sido
agredidas. Los resultados apuntan a que las víctimas de violencia de género, entregan
relatos cualitativamente diferentes, más ricos y detallados que las mujeres que han
inventado o construido relatos de este tipo, ya que estos últimos han estado vacíos de los
criterios vivenciales elaborados por los autores, caracterizados por generalizaciones,
información descriptiva, escasos detalles y concreción, creando una interacción difusa y
simétrica con una estructura declarativa lineal y dirigida.
Como es posible observar, los estudios en la población adulta suelen ser en su mayoría
experimentales en comparación con aquellos de campo, no obstante, ambos diseños han
permitido demostrar que el CBCA es una metodología útil para la evaluación de la
credibilidad discursiva en adultos. Asimismo, sus resultados coinciden con los realizados
en la población infantil, desde los cuales es posible realizar dos consideraciones. La
96
primera de ellas, dice relación con que las investigaciones antes mencionadas parecieran no
distinguir el tipo de victimización sexual estudiada u otras de las variables fenomenológicas
de las agresiones sexuales (temporalidad de la agresión sexual, frecuencia de la misma,
relación víctima-victimario, entre otras), mencionadas en el primer apartado, desde lo cual
podría entenderse que éstas resultan secundarias para la metodología en función de los
criterios del CBCA que apuntan a las características de la memoria y del funcionamiento de
la narrativa de cualquier persona que desee comunicar intencionalmente un hecho, por
tanto, la metodología sería sensible a las características vivenciales o reales de un
testimonio, independiente de la edad del sujeto quien lo emita o de las características
mismas de la agresión sexual.
En segundo lugar, los resultados ratificarían la incidencia de la variable cognitiva en el
desempeño de la metodología demostrada en las investigaciones con la población infantil,
donde el desarrollo de las competencias psicológicas de los adultos (cognitivas,
comunicativas, psíquicas, entre otras) les permitiría emitir un testimonio analizable por
medio del SVA o de cualquier otro sistema criterial. No obstante, cabe entonces cuestionar
la incidencia de otras variables que en esta etapa evolutiva pudiesen intervenir en las
capacidades testimoniales de los adultos, como por ejemplo, la edad, nivel educacional,
urbanidad/ruralidad, psicopatología asociada, etc.
Por ende, ante las evidencias con las que se cuenta, resulta interesante mencionar a Vásquez
(2005) quien recuerda las precauciones que se deben tomar al momento de realizar la
evaluación de credibilidad discursiva en adultos, al resaltar la carencia de procedimientos
estandarizados y debidamente estudiados que sustenten su aplicación: “no existe forma de
asesorar la credibilidad del testimonio de manera sistemática como ocurre en el caso de
los menores de edad en casos de abuso sexual” (Pág.146).
97
resultan escasas y ambiguas, quedando una serie de aspectos metodológicos en
cuestionamiento. A pesar de ello, conocer cuáles son las formas en que se realizan estos
pronunciamientos, permite contribuir a su mayor y mejor desarrollo.
Probablemente sea Vásquez (2005) una de las más frecuentes expositoras de la metodología
SVA en el mundo hispano, apoyando su difusión y desarrollo metodológico. En este
sentido, la utilización del sistema criterial en otras poblaciones, ha sido también un tema
abordado, exponiendo la metodología utilizada en España con fuertes bases clínicas que le
permite a la autora y su equipo de trabajo, responder a la petición de valoración de la
credibilidad discursiva del adulto, a través de la evaluación de sus capacidades
testimoniales y funcionamiento psicológico característico, lo que permitiría asegurar que la
persona no padece algún trastorno mental que esté invalidando su capacidad para reconocer
la realidad y actuar de acuerdo a esta capacidad. La metodología utilizada contempla:
a) Entrevistas video grabadas al adulto donde:
Así, el análisis combinado entre tipo de suceso relatado, la edad mental del sujeto, criterios
de credibilidad presentes en la alegación, criterios de validez, más el resto de los datos
obtenidos en la exploración, permiten la valoración del testimonio en términos de
credibilidad.
98
En Chile, la realidad no es muy distinta, siendo dos las instituciones que realizan
evaluaciones de este tipo en la población adulta; uno de ellos es el CAVAS Metropolitano.
Respecto a la metodología utilizada para la evaluación de credibilidad discursiva en adultos
presuntas víctimas de agresión sexual, el Equipo Pericial de Adolescentes-Adultos utiliza la
metodología CAVAS-INSCRIM antes expuesta y validada para la población infantil a
través de la investigación de Navarro (2006), quedando pendiente la realización de su
contraparte en esta población, de allí la necesidad de realizar el presente estudio.
99
III. MARCO METODOLÓGICO
1. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
General
Específicos
1. Conocer las características de la valoración realizada por jueces expertos de los
testimonios emitidos por los adultos respecto de experiencias de agresiones sexuales,
mediante el conjunto de criterios de contenido (CBCA) establecidos por la técnica
SVA.
2. Conocer las características de la valoración realizada por jueces expertos de los
testimonios emitidos por adultos respecto de experiencias de agresiones sexuales,
mediante el conjunto de criterios de contenido establecidos por la técnica CAVAS-
INSCRIM.
3. Comparar la valoración realizada por los jueces respecto de los testimonios emitidos
por adultos respecto de experiencias de agresiones sexuales mediante ambas técnicas,
con las pruebas de contraste en cada uno de los casos.
4. Analizar la utilidad y conveniencia de la utilización de ambas técnicas en la evaluación
de credibilidad discursiva en los testimonios de agresiones sexuales emitidos por
adultos analizados.
2. VARIABLE A ESTUDIAR
100
Operacionalmente, se define en términos discretos y dicotómicos, es decir, la presencia o
ausencia de los criterios establecidos a priori por las técnicas SVA (denominados CBCA) y
CAVAS-INSCRIM para valorar como creíble los testimonios referidos a experiencias de
agresión sexual emitidos por adultos.
3. ESCENARIO DE LA INVESTIGACIÓN
La determinación del lugar desde donde se obtendrían las unidades de análisis, es decir, los
testimonios emitidos por personas mayores de 18 años en contexto de evaluación pericial,
fue escogido en torno a criterios estratégicos tales como la factibilidad de acceso a los
centros periciales, tiempo estimado para la realización de la investigación y riqueza de la
información, procurando contar con aquellos que garanticen de mejor forma la calidad de la
misma.
Es por ello que se decide como escenario de la investigación el Equipo Pericial del Centro
de Asistencia a Víctimas de Atentados Sexuales (CAVAS) del Instituto de Criminología de
la Policía de Investigaciones de Chile, ya que resultaba un centro desde el cual obtener las
autorizaciones correspondientes y de expedita inserción.
En cuanto a las fuentes de información con las que se contaron, estas fueron:
- Grabaciones de audio o video de las entrevistas periciales psicológicas tendientes a
la evaluación de credibilidad discursiva de adultos desde donde se extrajeron los
testimonios a analizar.
- Carpetas investigativas del caso archivadas que proporcionaron la información
necesaria para la rigurosidad metodológica del diseño de investigación.
4. DISEÑO DE INVESTIGACIÓN
101
por dos técnicas confeccionada para la evaluación de credibilidad discursiva, con el
objetivo de comprender a cabalidad la complejidad del significado que le subyacen como
materia de investigación, la que difícilmente podría aprehenderse por otros medios (Strauss
y Corbin, 2002).
Los instrumentos de medición utilizados dicen relación con los criterios de contenido de
dos técnicas de análisis de credibilidad discursiva cuya utilidad para estudiar y analizar la
comunicación verbal de manera objetiva y sistemática ha sido sustentada por la literatura
102
especializada. Una de ellas cuenta con sustentos empíricos y teóricos internacionales
(CBCA) mientras que la otra, con bases internacionales y nacionales (CAVAS-INSCRIM).
Específicamente, tres jueces seleccionados bajo determinados estándares, utilizaron dichos
criterios de contenido para valorar la presencia o ausencia de los mismos en cada uno de los
testimonios analizados. Para realizarla, los jueces contaron con la transcripción de los
testimonios emitidos por los adultos e información contextual fenomenológica respecto del
delito que da origen a la investigación judicial, de modo de contar con los antecedentes
necesarios exigidos por ambas técnicas para llevarse a cabo.
Para controlar los sesgos que podrían atentar contra la credibilidad (validez interna
cualitativa) de la presente investigación, se contempló el uso de la triangulación interjueces
quienes actuaron de manera independiente y ciega, es decir, valoraron los testimonios de
adultos sin conocer las pruebas de confirmación/no confirmación ni ninguna otra
información contenida en la carpeta investigativa de los casos. Además, se utilizó la
triangulación de técnicas (SVA y CAVAS-INSCRIM) que permita comparar los resultados
a los que se arriba con cada una de ellas.
103
contribuir a un mayor conocimiento de la temática para futuros estudios que permitan
conclusiones generalizables.
6. POBLACIÓN MUESTRAL
Para obtener la muestra del estudio, se utilizó un muestreo de elección razonada, es decir,
las unidades de análisis que conformaron la muestra no fueron elegidos al azar sino de
forma intencionada, siguiendo los siguientes criterios de inclusión:
104
4. Desarrollo cognitivo normal, descartándose sujetos que presenten hándicap
cognitivo.
5. Ausencia de patología psiquiátrica que comprometa juicio de realidad.
6. Cumplimiento de características específicas en cuanto a edad y extensión del
testimonio.
De este modo, considerando las cifras nacionales de delitos sexuales respecto a esta
población y la escasa información respecto a la realización de evaluaciones de credibilidad
105
a la misma, el universo de evaluaciones periciales al cual se tuvo acceso fue de 37, de las
cuales solo 30 cumplieron los criterios de inclusión. El segundo paso para la conformación
de la muestra consistió en la constatación de aquellos casos que contaban con pruebas
externas de confirmación y no confirmación, proceso que redujo el número de casos a 6.
De este modo, la muestra quedó constituida por 6 casos, de los cuales 4 de ellos contaron
con pruebas externas de confirmación, mientras que los otros 2, con pruebas externas de no
confirmación, todos de sexo femenino. Al respecto, cabe señalar que si bien este número no
constituye una muestra estadísticamente significativa, las características de la misma
resultan similares a las referidas por los autores precitados respecto del fenómeno y la
prevalencia en género y rango etario entregada por los organismos gubernamentales
también referidos previamente.
Así, 5 de los casos corresponden a la tipificación del delito de violación y 1 al de abuso
sexual de mayor de 14 años. El rango de edad de los adultos de quienes se obtuvo sus
testimonios, oscila entre los 18 y 27 años. En cuanto a la relación establecida con el
presunto agresor, 2 de ellos correspondieron a sujetos conocidos en la medida que
pertenece al grupo familiar (padrastro y tío político); otros 2 a sujetos conocidos con
vinculación extrafamiliar (amigos de la familia) y los 2 restantes a desconocidos quienes
habrían abordado a las evaluadas en la vía pública a altas horas de la madrugada y con
escasa luminosidad y transeúntes, contextos físicos que la literatura especializada denomina
”factibilidad situacional” o “factores de riesgo”. Estas características coinciden y
representan los posibles contextos relacionales en los que las agresiones sexuales a adultos
suceden abordados en el marco teórico, al igual que la frecuencia de victimización, variable
íntimamente ligada a la anterior en la medida en que la habitualidad del contacto entre la
presunta víctima y presunto agresor, permitiría el número de veces en que la agresión
ocurra. Así, en los 4 casos donde existe una vinculación extrafamiliar con el presunto
agresor, los episodios narrados son sólo uno, los que habrían sido develados de manera
inmediata y circunstancial al desarrollarse en lugares públicos y con impacto evidente en
las condiciones físicas y emocionales de las presuntas víctimas, frente a terceros con
quienes toman contacto posterior al hecho investigado. En los 2 de tipo intrafamiliar, 1 de
ellos describe transgresiones crónicas develadas por consecuencia de manera tardía y
106
circunstancial asociado a variables psicológicas y familiares que propician la mantención
del secreto y escasa intencionalidad acusatoria por parte de la presunta víctima, mientras
que en el último caso, el evento narrado es único en la medida en que el delito investigado
se suma al de homicidio cometido en la misma instancia, lo que genera un contexto
particular no favorecedor de la repitencia sistemática o crónica de los hechos.
Descripción de la muestra
Tabla 7: Caracterización de la Muestra
CASO 1 CASO 2 CASO 3 CASO 4 CASO 5 CASO 6
SEXO Femenino Femenino Femenino Femenino Femenino Femenino
EDAD 18 años 18 años 19 años 24 años 26 años 27 años
ESCOLARIDAD Media Media en curso Básica Universitaria en Media Media
incompleta incompleta curso completa incompleta
DELITO Abuso Sexual Homicidio con Violación Violación violación (En Violación (En
(mediante el horas de la horas de la
mayor de 14 violación
uso de madrugada, en madrugada en
sustancias la vía pública, compañía de
ilícitas que trasladada a par, en la vía
habrían alterado sitio eriazo y pública con
el estado de agredida por la escasa
conciencia de la espalda en todo iluminación y
evaluada) momento) afluencia de
terceros,
trasladada a
sitio
despoblado)
FRECUENCIA Episodio único Episodio único Crónico Episodio único Episodio único Episodio único
VÍNCULO Extrafamiliar Intrafamiliar Intrafamiliar Extrafamiliar Extrafamiliar Extrafamiliar
Conocido
CON AGRESOR (Hijo de la mujer (Pareja de la Conocido Desconocido Desconocido
(Adulto amigo
que la crió) madre)
del padre) (Adulto (En compañía
miembro de la de otro sujeto
familia que le que hurta
arrendaba una dinero a par
habitación para acompañante de
vivir) la evaluada)
TIPO Inmediata- Inmediata- Tardía- Inmediata- Inmediata- Inmediata-
DEVELACIÓN Directa Circunstancial Circunstancial Circunstancial Circunstancial Circunstancial
APOYO Existente Ausente Existente Existente Existente Existente.
FAMILIAR
PRUEBAS DE Desestimación Incompatibilidad Embarazo de Informe pericial Evidencia Evidencia
jueces y con algunas la víctima con bioquímico y médico legal y médico legal,
CONFIRMACIÓN
retractación pruebas forenses ADN que declaraciones bioquímica biológica y
parcial y diferencias, confirma la incriminatorias química
omisiones y paternidad de testigos
restricciones con
declaraciones
previas
107
7. PROCEDIMIENTO
108
Posteriormente, se seleccionaron 3 jueces expertos en la materia con un promedio de 4 años
de experiencia en evaluaciones periciales psicológicas, entrenadas en la técnica SVA y para
efectos de la presente investigación, también en la metodología CAVAS-INSCRIM,
específicamente en el significado e implicancia de cada uno de sus criterios, mediante un
entrenamiento individualizado, con iguales contenidos y tiempo promedio de horas (04).
Estos profesionales psicólogos cumplieron con la misión de analizar de manera
independiente los testimonios transcritos en función de los criterios de ambas técnicas en
términos de presencia/ausencia de los mismos, y de manera ciega, es decir, no contaron con
las pruebas de confirmación/no confirmación ni con ningún tipo de información contenida
por la carpeta investigativa. Los resultados de cada uno de ellos fueron plasmados en una
planilla confeccionada especialmente para estos fines (Anexo 2).
Para ello, se entendió por consenso el acuerdo en las valoraciones arribado por parte de los
3 jueces en los 6 casos, independiente si se refiere a presencia o ausencia (consenso de
presencia y consenso de disenso), mientras que consenso relativo, tanto de presencia como
de ausencia, se aludirá cuando las valoraciones presenten una frecuencia de 4 y 5, es decir,
se evidencien ausente sólo en uno o dos casos. Por el contrario, el disenso se considerara
frente a la discrepancia de valoraciones por parte de los 3 jueces aunque uno solo de ellos
difiera en los 6 casos analizados.
109
IV. RESULTADOS
a) Testimonio N° 1
En cuanto al análisis del mismo mediante los criterios CBCA (Anexo 4), los jueces
manifestaron los siguientes resultados graficados en la tabla N° 8
110
Por otra parte, la ausencia del criterio 9 comienza a enunciar las dificultades de este
testimonio para ser valorado como creíble, mientras que la ausencia de todos los criterios
de la categoría contenidos relacionados con la motivación (14, 15, 16, 17 y 18) informa
respecto de la carencia de un grupo de criterios relevante al momento de considerar creíble
un testimonio, consistente con el nudo crítico del caso relativo a la inconsistencia de los
dichos de la evaluada, ya sea externamente en comparación con sus declaraciones previas, e
interna entorno a los temas de vinculación con el presunto agresor y su participación en las
circunstancias contextuales en las que se inserta la agresión investigada. Esto permite
focalizar el análisis de credibilidad en aquellas variables personales o de terceros que
podrían atentar contra la motivación de la evaluada por develar, presionándola hacia una
denuncia falsa o sugestionada, para lo cual resulta fundamental el complemento de otra de
las partes que constituyen la técnica SVA, el “Análisis de los Criterios de Validez”. No
obstante, bajo una segunda lectura, es posible analizar la ausencia de los criterios de la
categoría relacionada con la motivación en función de las características de la población en
cuestión (adulta) y de la fenomenología de las agresiones sexuales a adultos. En otras
palabras, los criterios ya mencionados podrían no representar realmente o en su totalidad
las características de la motivación adulta al narrar una agresión sexual, ya que producto de
sus recursos cognitivos consolidados de abstracción y conocimientos/experiencia en
materia sexual, pueden suponer de manera previa a la evaluación pericial e incluso
denuncia, la posibilidad de no ser creídos asumiendo una actitud defensiva frente a dichas
instancias reflejada en una ausencia de referencias a dudas sobre su propio testimonio,
capacidades mnémicas o autovalía, en un intento por reafirmar sus dichos e imagen
proyectada ante el evaluador. Por su parte, el criterio 18, resulta poco esperable dado el
vínculo extrafamiliar con el presunto agresor, y por tanto, escasa o ausencia de afectos
ambivalentes para con éste que le permitan perdonar la agresión que se denuncia.
111
Las discrepancias respecto a las valoraciones del criterio 6 podrían relacionarse con las
circunstancias comisivas en las que se habría desarrollado el delito (mientras la peritada
dormía) pudiendo existir confusiones por parte de los jueces respecto del momento de la
dinámica abusiva en la cual identificar dicho criterio. En relación al disenso del resto de los
contenidos pecualiares (8, 12 y 13), los jueces evidenciarían dificultades para identificarlos
claramente en el testimonio analizado, lo que podría asociarse a la complejidad misma del
caso o de construcción del criterio al complejizar su aplicabilidad en los testimonios
adultos, descartándose la influencia de variables del evaluador (juez) en tanto los criterios
símiles de la técnica CAVAS-INSCRIM presenta igual valoración discrepante por parte de
los jueces.
Todo lo anteriormente expuesto, permite concluir que las valoraciones realizadas por los
jueces mediante la técnica CBCA resultan consistentes con la prueba de contraste en este
primer caso, en la medida en que logra distinguir aquellas características vivenciales del
testimonio y evidenciar la ausencia de otras que ponen en jaque la credibilidad de su
discurso. No obstante, ello no resulta suficiente para su conclusión requiriéndose un
proceso posterior de contraste de información fundamental en las metodologías cualitativas.
112
con 4 de las 6 criterios necesarios en todo relato que da cuenta de experiencias vividas (1,
8, 9, 10). Lo anterior, se refuerza por el criterio 17 que le otorga fiabilidad a sus dichos en
la medida en que representan contenidos y lenguaje acorde a las características etarias de su
funcionamiento psíquico.
Por otra parte, las discordancias en torno al criterio 7 y 16 podrían entenderse desde el
cuestionamiento de la credibilidad discursiva del testimonio, así como también, por la
intervención de la variable del evaluador (juez), específicamente con el entrenamiento en la
técnica (4 hrs.) el que podría no resultar suficiente para que los jueces comprendan
acabadamente la distinción de las diferencias existentes entre este criterio y el 6
(Descripción del espacio físico v/s Ubicación espacial). El disenso respecto de los criterios
12 y 13 resultan concordantes con las discrepancias entre los jueces para valorar las mismas
características contenidas también en los criterios 12 y 13 del CBCA, por lo tanto, éstas
representarían el nudo crítico de la credibilidad discursiva de este caso, siendo necesario
mayores antecedentes para revisar la construcción de dichos criterios respecto a su
aplicabilidad en los testimonios adultos. Lo mismo sucede con el criterio 14 que encuentra
113
su referente en el criterio 6 del CBCA que también presenta disenso en las valoraciones de
los jueces.
b) Testimonio N° 2
Las pruebas de contraste para este caso considerado como no confirmado, dicen relación
con la incompatibilidad de sus dichos con algunas de las evidencias médico legal y con la
existencia de diferencias, omisiones y adiciones respecto de sus anteriores declaraciones.
Asimismo, presenta discrepancias y baja comprensibilidad en aspectos centrales de éste,
referidas a la secuencia abusiva y la naturaleza de los hechos (donde además se cuenta con
una narración restringida), así como en cuanto a algunas estrategias de victimización que
habría utilizado el imputado, afectando todo ello su coherencia y consistencia interna.
Finalmente, presenta escasa conexión ideo-afectiva relativa a los hechos abusivos,
evidenciando un funcionamiento distinto al que demuestra en relación al otro delito que se
investiga.
Respecto al análisis realizado por los jueces utilizando de los criterios del CBCA como
parte de la técnica SVA (Anexo 4), los resultados se grafican en la tabla N° 10 a
continuación:
114
Nuevamente, se encuentran presentes los criterios estructurantes básicos de un testimonio
que alude a experiencias vividas, incluyendo casi todos los contenidos específicos, faltando
sólo el criterio 7 que no sería esperable encontrar en el discurso de la evaluada en la medida
en que la ausencia de dichas complicaciones fortuitas durante la presunta comisión de los
hechos, es precisamente lo que permite que los delitos se cometan con el resultado narrado
por la peritada. Del mismo modo, la presencia del criterio 8, 12 y 19 resultan coherentes
con lo esperable dentro de las características de los relatos vividos; misma situación ocurre
con el criterio 15 en la medida en que la evaluada limita la entrega de información
específica respecto de tópicos relevantes del caso aludiendo a la falta de memoria.
Esto permite la valoración inicial y general del testimonio como creíble en la medida en
que daría cuenta de una situación vivida. No obstante, vuelve a evidenciarse la ausencia de
criterios referidos a las peculiaridades del contenido, uno de ellos evidente por la edad y
conocimientos/experiencia sexual de la evaluada (10) y los otros (11, 13) asociados a la
evasión de su parte por referirse al agresor. Esta variable podría encontrase a la base de la
ausencia del criterio 18 perteneciente a la categoría contenidos relacionados con la
motivación, mientras que la ausencia del criterio 17 podría comprenderse a partir de las
consecuencias del delito investigado.
Por tanto, los criterios del CBCA discriminan en este testimonio, aquellas características
verídicas con las que contaría, identificando carencias relevantes en torno a contenidos
peculiares y de motivación que atentarían contra su valoración de credibilidad, lo que
resulta consistente con el nudo crítico del caso donde las dudas sobre su credibilidad, se
centran principalmente en torno a la relación establecida con el presunto agresor, la
dinámica de interacción entre ambos, y por tanto, de la voluntariedad del acto denunciado.
115
Tabla N° 11: Resultados CAVAS-INSCRIM Testimonio N° 2
CONSENSO DE PRESENCIA CONSENSO DE AUSENCIA DISENSO
1. Coherencia 2. Consistencia 11. Elementos idiosincráticos
4. Modo discursivo 10. Contenidos sexuales 15. Elementos analógicos
6. Ubicación espacial explícitos 16. Reporte de registro mnémico
7. Descripción del espacio físico 13. Referencias a estados sensorial
8. Identificación del agresor subjetivos del agresor 3. Tipo narrativo
9. Circunstancias previas 5. Ubicación temporal.
relacionales y situacionales
12. Referencias a estados
subjetivos internos de la víctima
14. Reproducción de
verbalizaciones
17. Ausencia de influencias
externas
116
c) Testimonio N° 3
El presente caso cuenta con pruebas externas de confirmación relacionadas con embarazo
de la evaluada como resultado de la agresión y paternidad del presunto agresor confirmada
por medio de pruebas biológicas forenses, el primero de ellos antes de los 14 años de edad.
El análisis del testimonio realizado por los jueces mediante los criterios CBCA (Anexo 5)
entrega como resultados:
Los criterios identificados como presentes por los jueces resultan congruentes con las
pruebas de confirmación externa en la medida en que aluden a aquellas características
estructurales necesarias para ser considerado un testimonio válido y creíble (1, 2, 3), a
contenidos específicos (4, 5, 6), aspectos peculiares subjetivos de la interacción abusiva
(11, 12, 13), reconocimiento de fallas mnémicas (15) asociadas a la frecuencia y cronicidad
de los hechos, tiempo transcurrido entre la presunta comisión de los mismos y la
develación, así como también, detalles propios del tipo de agresión investigada (19).
La ausencia del criterio 7 en este caso resulta esperable en la medida en que las estrategias
de victimización utilizadas (ausencia de terceros) permiten la comisión de los hechos
investigados, mientras que los conocimientos/experiencia sexual de la evaluada no hacen
previsible la mención del criterio 10. En tanto, la ausencia de autodesaprobación (17) y
117
perdón al autor del delito (18) podrían asociarse a la magnitud del daño asociado a los
hechos investigados que limitarían sentimientos o emociones complacientes para con el
presunto agresor sino más bien, negativos y aversivos directos.
Finalmente, las discrepancias en las valoraciones por parte de los jueces, vuelve a radicar
en los criterios alusivos a las peculiaridades del contenido y a los relacionados con la
motivación, lo que permite nuevamente someter a una discusión más amplia ambas
categorías.
En cuanto a los resultados obtenidos mediante la técnica CAVAS-INSCRIM (Anexo 7), los
jueces arriban a los resultados graficados en la tabla N° 13, sin llegar a acuerdos respecto
de los criterios que se encontrarían ausentes:
118
d) Testimonio 4
El testimonio entregado en este caso cuenta con pruebas de confirmación externas tales
como: Informe Pericial Bioquímico consistente con los dichos de la evaluada y
declaraciones incriminatorias de diversos testigos.
Los resultados arrojados por los jueces respecto del análisis del testimonio utilizando la los
criterios del CBCA (Anexo 5), arrojó como resultado consenso relativo a la presencia de los
siguientes criterios:
La presencia de los 3 primeros criterios, dan cuenta de las características básicas del
testimonio para ser considerado creíble, así como también, la del criterio 4 en la medida en
que le otorga una ubicación témporo-espacial que complete su coherencia interna.
Asimismo, los jueces valoraron como presentes los criterios alusivos a las peculiaridades
del contenido (8, 9, 11, 12) esperable si se considera que el testimonio corresponde a uno
confirmado, mientras que los conocimientos/experiencia sexual resultan determinantes en
la ausencia del criterio 10. Del mismo modo, la ausencia del criterio 13 resulta no
sorprendería dadas las estrategias de victimización utilizadas (alteración de conciencia por
medio de sustancias ilícitas y engaño) que impedirían que ésta hubiese percibido el estado
mental del agresor durante la comisión del delito investigado. Del mismo modo, el vínculo
establecido previamente por parte de la evaluada y el presunto agresor y las características
de la personalidad de la primera, hacen poco esperable la alusión a los criterios 17 y 18
concordante con el consenso de los jueces respecto de su ausencia. Lo anterior, evidencia
que la técnica antes mencionada permite visualizar la presencia de criterios que resultan
concordantes con las pruebas de confirmación externas.
119
Ahora bien, las discrepancias en las valoraciones de los criterios 5, 6, 7 pudiese tener
relación con dificultades por parte de los jueces para determinar el momento de la dinámica
abusiva en la cual identificar los criterios, considerando que durante la presunta comisión
de los hechos, la evaluada se encontraba alterada de conciencia, esgrimiendo descripciones
de interacciones, reproducción de conversaciones y complicaciones inesperadas de
instancias previas y posteriores. Lo mismo ocurre respecto de los criterios 14, 15 y 16
contenidos en la categoría contenidos relacionados con la motivación, donde las diferencias
de significados de cada uno de los criterios en relación a las peculiaridades del caso
incidentes en el desempeño de las capacidades anémicas de la evaluada, podrían influir en
lo que cada uno de los jueces comprende respecto de los mismos, a juzgar por las
frecuencias de las valoraciones. Finalmente en relación a este apartado, las circunstancias
comisivas en las que se habría producido esta agresión, generan un contexto tan particular
que pidiese ser compleja la valoración de las mismas como parte del criterio 19.
En cuanto a los resultados entregados por los jueces en la utilización de la técnica CAVAS-
INSCRIM para el análisis del testimonio (Anexo 7), éstos consisten en:
Al igual que la anterior, la técnica CAVAS-INSCRIM logra consistencia con las pruebas de
confirmación del presente caso en la medida en que evidencia todos los criterios de forma y
algunos de contenidos característicos de los testimonios creíbles. En este sentido, la
ausencia del criterio 13 resulta comprensible a partir de las estrategias de victimización
120
características del caso ya mencionadas, al igual que bajo la utilización de los criterios
CBCA donde se produce igual valoración. Esta variable podría también podrían influir en
las discrepancias por parte de los jueces respecto de las valoraciones de los criterios 10, 11
y 14, en la medida en que representa la complejidad y nudo crítico del caso, si se considera
la similitud de los resultados arrojados por el análisis basado en los criterios CBCA
(disenso respecto de criterios 5, 6). En cuanto a las discordancias respecto del criterio 15,
éstas podrían relacionarse con variables del evaluador (juez) o metodológica en la medida
en que la descripción del criterio no haya sido comprendida adecuadamente, no resulte lo
suficientemente claro en su definición o la transcripción de los aspectos analógicos de la
evaluada no hayan sido suficientes en cantidad o calidad para ser valorado el criterio como
presente de manera unánime.
e) Testimonio N° 5
El testimonio relacionado con el presente caso, resulta consistente con la evidencia médico
legal y bioquímica obtenida, constituyéndose en una prueba de confirmación para el
mismo.
En relación a su análisis, los jueces reportan como resultado de la aplicación de los criterios
CBCA (Anexo 5) los siguientes:
121
Las valoraciones mencionadas resultan concordantes con la prueba de confirmación en la
medida en que la técnica evidencia la presencia de los criterios esenciales para considerar
un testimonio como creíble y válido de modo general (1, 2, 3), aquellos detalles específicos
que le brindan coherencia (4 y 5 y 6), otros respecto de peculiaridades del contenido (8, 12)
y relacionados con la motivación (16, 17, 19).
Respecto a los criterios alusivos a las peculiaridades del contenido, la ausencia del criterio
10 una vez más resulta esperable en consideración de los conocimientos/experiencia sexual
de la evaluada, así como también, la de los criterios 7 y 11 en la medida en que el evento en
cuestión es único, con la utilización del abordaje sorpresivo de la evaluada entre otras
estrategias de victimización. Asimismo, la ausencia de algunos de los criterios alusivos a
los contenidos relacionados con la motivación (14, 15) resulta consistente con las
características personales de la presunta víctima y del delito que hacen que las referencias
de la misma no apunten hacia la deslegitimación de sus capacidades mnémicas en general
sino sólo a un tema puntual que permite la presencia del criterio 16, así como tampoco, el
perdonar al autor del delito (18) considerando el nulo vínculo con el desconocido agresor y
de la magnitud del daño asociado al delito investigado.
Por otra parte, los resultados del análisis del testimonio mediante la técnica CAVAS-
INSCRIM (Anexo 7) dicen relación con el consenso respecto de la presencia de los
criterios, sin identificarse concordancia respecto a los criterios que se encontrarían
ausentes:
Tabla N° 17: Resultados CAVAS-INSCRIM Testimonio N° 5
CONSENSO DE PRESENCIA DISENSO
1. Coherencia 5. Ubicación temporal
2. Consistencia 13. Referencias a estados subjetivos del agresor
3. Tipo narrativo
4. Modo discursivo
6. Ubicación espacial
7. Descripción del espacio físico
8. Identificación del agresor
9. Circunstancias previas relacionadas
10. Contenidos sexuales explícitos
11. Elementos ideosincráticos
12. Referencias a estados subjetivos internos de la víctima
14. Reproducción de verbalizaciónes
15. Elementos analógicos
16. Rporte de registro mnémico sensorial
17. Ausencia de influencias externas
122
Estos hallazgos resultan consistentes con la prueba de confirmación del caso ya que el
testimonio presenta casi la totalidad de los criterios establecidos por la técnica CAVAS-
INSCRIM para ser considerado como un testimonio verídico. Respecto a los dos criterios
frente a los cuales existen discrepancias respecto a su valoración, tan sólo uno de ellos
corresponde a un disenso respecto de su presencia/ausencia (criterio 13), el que también se
observa ausente a través de los criterios CBCA (atribuciones al estado mental del agresor)
representando parte de la complejidad narrativa de la evaluada y del caso. Así, en cuanto al
criterio 5, existe acuerdo entre los jueces respecto de la presencia de dicho criterio, mas
disenso respecto de la valoración cualitativa de la misma. En otras palabras y al igual que lo
referido en casos anteriores, esta discrepancia podría relacionarse con otras variables a
analizar.
f) Testimonio N° 6
Así, mediante el análisis realizado por los jueces utilizando los criterios CBCA(Anexo 5),
se arribó a los siguientes resultados:
123
Éstos muestran la concordancia con la prueba de contraste dada la presencia de la mayoría
de todos los criterios alusivos a las características generales, contenidos específicos,
contenido y elementos específicos de la ofensa, así como también, algunos
correspondientes a las categorías peculiaridades del contenido y contenidos relacionados
con la motivación. La ausencia de los criterios 10 y 11 refuerzan lo anterior ya que, como
se ha planteado respecto de esta población, sus conocimientos/experiencia en el ámbito
sexual no hacen probable la aparición en el testimonio de alusiones a detalles de este tipo
sin comprensión de la connotación de los mismos, mientras que la frecuencia única del
evento, incidiría en la ausencia de referencias a instancias previas de connotación sexual
por parte del agresor.
Ahora bien, en cuanto a los restantes criterios identificados como ausentes o frente a los
cuales existen discrepancias, nuevamente se evidencian en la categoría de contenidos
relacionados con la motivación, entendiendo que las circunstancias en las que ocurre el
delito (sin alteración de conciencia ni bajo el efecto de sustancias ilícita, con actitud alerta
frente a la percepción del acercamiento del autor, el corto período de tiempo entre la
presunta ocurrencia de los hechos y la evaluación pericial psicológica) sumado a las
características del funcionamiento psicológico de la evaluada, permiten comprender que
ésta manifiesta una actitud segura y certera sobre sus dichos, requiriéndose un análisis
transversal de esta categoría en torno a la representatividad de éstos en la población adulta.
Además, en cuanto al disenso en torno al criterio 15, no se descartan variables del
evaluador (jueces) que pudiesen influir en la diferenciación práctica de los criterios 14, 15 y
16 que aluden en su conjunto a las dificultades personales mnémicas reconocidas por el
peritado, así como también, en la determinación de lo que sería “inusual” para este caso
(criterio 8).
En relación a los resultados arrojados por los análisis del testimonio bajo la técnica CAVAS
(Anexo 7), los jueces advierten lo siguiente, sin evidenciar consenso respecto de la ausencia
de criterios:
124
Tabla N° 19: Resultados CAVAS-INSCRIM Testimonio N° 6
CONSENSO DE PRESENCIA DISENSO
1. Coherencia 3) tipo narrativo, (5) ubicación temporal, (10) contenidos
2. Consistencia sexuales explícitos
4. Modo discursivo
6. Ubicación espacial
7. Descripción del espacio físico
8. Identificación del agresor
9. Circunstancias previas relacionales
11. Elementos idiosincráticos
12. Referencias a estados subjetivos internos de la víctima
13. Referencias a estados subjetivos del agresor
14. Reproducción verbalizaciones
15. Elementos analógicos
16. Reporte de registro mnémico sensorial
17. Ausencia de influencias externas
Los criterios que de manera transversal en todos los testimonio analizados (comprobados y
no comprobados) presentaron una alta frecuencia (presentes en los 6 casos) fueron los
cuatro primeros (estructura lógica, elaboración no estructurada, cantidad de detalles y
adecuación contextual), es decir, en torno a ellos existiría un consenso respecto de su
presencia (Anexo 8). Los hallazgos en torno a los cuatro iniciales resultan consistente con
los de investigaciones anteriores de otro corte metodológico en la población adulta (Vrij,
Akehurst, Soukara y Bull citados en Godoy-Cervera e Higueras, 2005); de modo parcial
con aquellas que no consideran el criterio estructura lógica dentro de aquellos con mayor
frecuencia de aparición, pero sí los otros tres criterios mencionados (Lamb et al.,1997;
Garrido y Masip citado en Ballesteros, 2008) y con los arrojados por una investigación
nacional de la prueba en menores de edad (Navarro, 2006), todo lo cual permite decir que
125
los testimonios de los adultos analizados cuentan con criterios de credibilidad similares a
los identificados en relatos vivenciales de menores de edad y adultos, incluyendo los
testimonios no confirmados.
126
En síntesis, la mencionada técnica logra identificar las características vivenciales de cada
uno de los testimonios analizados (confirmados y no confirmados): todos ellos poseen una
estructura lógica y discursiva general, con detalles suficientes para entregarle a sus dichos
una coherencia en tiempo y espacio plausible donde se describen las interacciones con el
presunto agresor, que le provocarían al evaluado ciertos estados internos que reproduce, lo
que en términos generales resulta consistente con planteamientos entregados por la
literatura especializada respecto de la fenomenología de las agresiones sexuales.
Por lo tanto, los criterios CBCA presentan una diferencia respecto de su capacidad
diferenciadora de ambos tipos de testimonios analizados a nivel particular (caso a caso) y a
nivel transversal. En otras palabras, los resultados arrojados por las valoraciones de los
jueces expertos en cada uno de los casos analizados, resultan consistentes con las pruebas
de contraste pudiendo identificar los nudos críticos de la credibilidad de aquellos
testimonios no confirmados y las características vivenciales de aquellos testimonios
confirmados. No obstante, esta posibilidad se desdibuja cuando se analiza la técnica en su
globalidad, ya que no presenta criterios diferenciadores u otros elementos que permitan
127
esbozar una distinción entre ambos tipos de testimonios, resultando necesario el
complemento de un análisis criminalístico de contraste con otras pruebas (declaraciones
previas, pruebas médicas forenses, etc.) y criminológico específico y detallado de las
características de la agresión sexual referida, aportado por otro de los componentes de la
técnica, el “Análisis de los Criterios de Validez”.
Ahora bien en cuanto a los casos confirmados analizados, las valoraciones realizadas por
los jueces utilizando los criterios establecidos por el CBCA serían consistentes con las
pruebas de contraste utilizadas, ratificando su poder discriminador de las características
creíbles de los testimonios adultos analizados.
128
frente al agresor. En tanto que en los 2 casos donde la vinculación es de tipo intrafamiliar,
la dimensión del daño asociado a los hechos y las características etarias influiría en este
mismo sentido.
Del mismo modo, se identifica 1 criterio con consenso relativo de ausencia (Anexo 8), uno
de ellos, el criterio 17 Autodesaprobación ausente en 4 de los 6 testimonios (N° 1, 2, 3 y 4)
donde el vínculo conocido con el presunto agresor, sumado a las competencias cognitivas
etarias de las víctimas cuyos testimonios se analizaron, podrían incidir en la realización de
un análisis macro del delito que deposita las responsabilidades en quien corresponda -el
agresor- y no en sí misma, sumado a sus características de personalidad idiosincráticas no
proclives al autoreproche. Lo anterior, considerando que en los 2 casos donde este criterio
se encuentra presente, según las valoraciones realizadas por todos los jueces (testimonios 5
y 6), el agresor sería un desconocido quien las sometería en circunstancias ambientales de
riesgo que favorece un autoreproche respecto de la dificultad para haber evaluado
adecuadamente las claves de riesgo contextuales, sumado a que ambas peritadas poseen
como características personales, la tendencia a la autocrítica negativa, disminuida
autoimagen y autovalía. Finalmente, no se descarta la posible influencia de elementos de
tipo culturales en torno a los prejuicios y creencias erróneas existentes en torno a las
agresiones sexuales a los adultos, que sustentan como base la duda respecto de la
credibilidad de sus dichos asociada a las supuestas competencias etarias y físicas que les
permitirían discernir previa y anticipadamente el peligro o derechamente, repeler el ataque,
escenario que las evaluadas durante las evaluaciones vislumbran e identifican, pudiendo
estar a la base en la tendencia a evitar emitir frases autodesconfirmatorias, en un ánimo de
reforzar la credibilidad de sus dichos y evitar entregar elementos que confirme las creencias
falsas respecto del fenómeno.
Por lo tanto, los criterios 10, 17 y 18 de la técnica CBCA no resultan característicos de los
testimonios de adultos analizados al no evidenciarse de manera conclusiva en los casos
confirmados ni sin confirmar, ya sea porque no representan las características
fenomenológicas de las agresiones sexuales en adultos o porque no representan las
psicológicas de la población analizada.
129
Del mismo modo, existen 8 criterios con un comportamiento disímil (Anexo 8) en cuanto a
su frecuencia en relación al consenso arribado por los jueces, lo que no permite llegar a
conclusiones respecto al uso y consideración de los mismos. Así, el criterio 7.
complicaciones inesperadas evidenció consenso de ausencia en 3 de los testimonios
analizados (N° 2, 3 y 5), consenso de presencia en 2 (N° 1 y 6) y discrepancias en uno solo
de ellos (N° 4). Lo mismo ocurre con aquellos correspondientes a la categoría
Peculiaridades del contenido, tales como el criterio criterio 8 Detalles inusuales que
evidencia consenso de presencia en 3 de los casos analizados (N°2, 4, 5) y discordancia
respecto de su valoración en los otros 3 restantes (N°1, 3, 6), resultados consistentes con los
evidenciados en las valoraciones otorgadas a su semejante en la técnica CAVAS-INSCRIM
(11. Elementos idiosincráticos) que permite descartar la intervención de la variable
personal del juez en sus resultados. Del mismo modo, el criterio 9 Detalles superfluos por
su parte, evidencia consenso de presencia en 2 casos (N° 4 y 6), consenso de ausencia en 1
(N° 1) y disenso en los 3 restantes (N°2, 3, 5); el 11 asociaciones externas relacionadas
presenta consenso de presencia en 2 testimonios (N° 1, 4), disenso en 1 (N° 3) y consenso
de ausencia en los otros 3 testimonios (N° 2, 5, 6); y el criterio 13 Atribuciones al estado
mental del agresor se concluye presente en 2 casos (N° 3 y 6), ausente en 2 (N° 2 y 4) y
discrepante en los restante 2 casos (N°1 y 5) en lo cual también se descarta la influencia de
la variable personal del juez considerando que en torno al criterio símil de la técnica
CAVAS-INSCRIM (13. Referencias a estados subjetivos del agresor), se observaron
iguales discrepancias. Por su parte, los criterios correspondientes a la categoría contenidos
relacionados con la motivación también presentan un comportamiento disímil,
específicamente los criterios 14 Correcciones espontáneas (consenso de ausencia en 3
casos N°1, 5 y 6, y disenso en los otros 3, N°2, 3, 4); 15 Admisión de falta de memoria
(consenso de presencia en testimonios N° 2 y 3, consenso de ausencia en testimonio N°1 y
5 y disenso en testimonio N°4 y 6) y 16 Plantear dudas sobre el propio testimonio
(consenso de presencia en testimonio N°5, consenso de ausencia en testimonios N°1 y 6 y
disenso en testimonios 2, 3 y 4).
130
emitidos por la población infantil agredida sexualmente, así como también, en conjunto con
el criterio 13 Atribuciones al estado mental del agresor, respecto de su adecuada
definición, y por tanto, posibilidad de ser valorados de manera similar por distintas
personas. Por ende, resulta un hallazgo particular de la presente investigación, necesario de
ser contrastado con otros relativos a una muestra de mayor magnitud que permita discernir
el real comportamiento y poder discriminador de dichos criterios en la población adulta.
b) De la técnica CAVAS-INSCRIM:
131
en contenido y significado. Otros 4 criterios evidenciaron consenso relativo de presencia
(Anexo 9). El criterio 12 Referencias a estados subjetivos internos de la víctima presenta
consenso en 5 testimonios (N°2, 3, 4, 5, 6) y disenso en tan sólo 1 (N°1); el 7 Descripción
del espacio físico cuya presencia se encuentra consensuada en 4 testimonios (N°2, 4, 5, 6) y
discutida en los restantes 2 (N° 1 y 3); y el 14 Reproducción de verbalizaciones presente de
manera consensuada en 4 casos (N° 2, 3, 5, 6) y discutido en 2 de ellos (N°1 y 4). Mención
especial corresponde el criterio 4 Modo discursivo (consenso de presencia en testimonios
N° 1, 2, 4, 5, 6 y disenso en el N° 3), el que en estricto rigor presenta un consenso de
presencia ya que todos los jueces coinciden en que se encontraría presente en los 6
testimonios analizados, otorgándole la relatividad a los resultados la discrepancia respecto a
su valoración cualitativa (Fluido/Coartado-Abierto/Cerrado) en un solo testimonio (Nº 3).
Estos resultados, resultan consistentes con siete de los resultados arrojados por la
investigación nacional de la técnica en población menor de edad (Navarro, 2006), así como
también, con las valoraciones realizadas en los criterios semejantes en la técnica CBCA
(SVA), lo que disminuye las probabilidades de que estos resultados correspondan al azar.
En otras palabras, todos los testimonios analizados cuentan con una lógica descrita por un
modo discursivo característico que le permite ubicar los hechos denunciados en un espacio
determinado, entregando referencias claras respecto del agresor, su relación previa con este,
la forma en que se lleva a cabo la transgresión, los diálogos relacionados y estados
subjetivos experimentados por la evaluada, todo ello, referido en consonancia con lo
esperable psíquica y narrativamente para su rango etario y estado al momento de la
evaluación. Si bien, estas características resultan esperables de encontrar en los casos
confirmados, resultan interesantes de analizar en relación a los casos no confirmados ya que
permiten decir, tal como se analizó en cuanto a la técnica CBCA, que éstos no resultan
falsos en su totalidad, sino por el contrario, darían cuenta en su globalidad de experiencias
vividas con aspectos que no cuentan con credibilidad relacionados con contenidos
específicos y/o en la relación entre ellos.
132
los sin confirmar (Nº 1 y 2). Por tanto, es el único criterio capaz de diferenciar entre ambos
tipos de relatos al contemplar por definición, una revisión del hilo conductor general del
testimonio, pero también, de la concordancia entre los aspectos específicos que lo
componen pudiendo evidenciar entonces, los nudos críticos de los testimonios no
confirmados que se diferenciaban en términos analíticos de los confirmados. Lo anterior
resulta relevante si se considera que el criterio 1 del CBCA Estructura lógica contempla
también en su definición original la revisión de la consistencia interna del testimonio,
siendo valorado por los jueces en la presente investigación como presente en todos los
testimonios. Esta discrepancia en los resultados podría relacionarse con una tendencia
práctica de valoración del criterio, asociada al componente principal de su definición que le
aporta el nombre al criterio: la revisión de la ilación transversal coherente del relato,
dejando en un lugar secundario el análisis de su consistencia interna, siendo necesario para
su confirmación, un estudio que contemple una muestra mayor y/o más jueces evaluadores.
Además, la técnica CAVAS-INSCRIM refleja un mayor número de criterios característicos
en los testimonios confirmados (13.5 en promedio) versus los testimonios no confirmados
(9 en promedio) y menores discrepancias respecto de las valoraciones realizadas por los
jueces en los testimonios confirmados (3.2 promedio) en comparación con los testimonios
no confirmados (5 promedio).
133
ausencia en el Nº 1 y disenso en los Nº 2, 4 y 6); y 16 Reporte de registro mnémico
sensorial (consenso de presencia en testimonios Nº 4, 5 y 6 y disenso en los restante Nº 1, 2
y 3). Lo mismo ocurre con los criterios 11 Elementos idiosincráticos (consenso de
presencia en testimonio Nº 3, 5, 6, consenso de ausencia en testimonio Nº 1 y discrepancias
en torno a los dos restantes Nº 4 y 2); y 13 Referencias a estados subjetivos del agresor
(consenso de presencia en testimonio Nº 2 y 4, consenso de ausencia en los Nº 2 y 4 y
disenso en los Nº 1 y 5) que fueron igualmente valorados como disímiles en los criterios
símiles CBCA (8. Detalles inusuales y 13 Atribuciones al estado mental del agresor),
descartando de este modo la influencia de la variable personal del juez en dichos resultados,
sin ser posible realizar el mismo contraste con el resto de los criterios ya que no poseen
correspondencia con la mencionada técnica.
Si bien, las características del presente estudio no permiten el análisis estadístico de los
criterios en torno a los cuales existe discrepancia, es posible evidenciar la disimilitud de
estos resultados con los arrojados por Navarro (2006) relativos a la concordancia entre los
jueces para la técnica CAVAS-INSCRIM, la que en el caso de dos de ellos fue casi perfecta
134
(0,92), destacando la salvedad que éstos eran conocedores a cabalidad de la técnica. Esto
lleva a centrar el análisis en dos posibles explicaciones.
Una de ellas dice relación con las valoraciones realizadas a los criterios 3, 5, 10, 15 y 16, en
donde pudiese haber intervenido la variable personal del juez, todos seleccionados con
formación y experiencia en el análisis de credibilidad discursiva mediante la técnica SVA,
por lo tanto, el entrenamiento de 4 hrs. en los significados de los criterios propios de la
técnica CAVAS-INSCRIM pudiera no haber sido suficiente para identificarlos en la
práctica del análisis de los testimonios, más aún si se considera que dos de ellos (3 y 5)
obligan al evaluador a realizar una valoración cualitativa con varias alternativas posibles,
asertividad que sólo puede lograrse en la medida en que éste mantenga una fluido y
permanente conocimiento y uso de la técnica. Esta razón refuerza el interés por la propuesta
de reproducir este estudio y/o desarrollar otro con similares características contando con la
participación de jueces con un vasto entrenamiento y formación en la técnica CAVAS-
INSCRIM que permita comparar estos resultados y concluir al respecto. La otra
argumentación propuesta para comprender los resultados de los criterios 11 y 13 en los que
se descarta la variable entrenamiento antes mencionada dada la coincidencia de las
valoraciones con sus criterios semejantes CBCA, dice relación con que dichas
características discursivas en la población adulta estudiada se presentan de manera menos
clara o evidente que en la población infanto-juvenil, lo que conduciría a valoraciones
desiguales por parte de distintos evaluadores.
Finalmente respecto de los resultados de esta técnica, cabe señalar que los jueces no arriban
a consenso total ni relativo respecto de criterios que se encuentren ausente, en lo que podría
estar influyendo el número de criterios en torno a los cuales se evidenció un
comportamiento disímil. Es decir, si ante la disparidad de los resultados por parte de los
jueces respecto de los criterios recientemente analizados, se controlasen las variables
propuestas como posibles fuente de interferencia, es posible hipotetizar que en dicho grupo
se encontrarían tal vez, consenso sobre la ausencia de algunos de ellos. Además, otra
explicación plausible no excluyente, dice relación con que los criterios CAVAS-INSCRIM
evalúan aspectos globales de las agresiones sexuales mientras que CBCA lo hace de modo
135
más específico, por lo tanto las características vivenciales de los testimonios, podrían ser
consideradas por más de un solo criterio CAVAS-INSCRIM.
136
V. CONCLUSIONES
1. Los resultados dan cuenta de que los testimonios emitidos por adultos respecto de
agresiones sexuales de los cuales existen pruebas de confirmación y de los que no se
confirma la denuncia, presentan en su globalidad características similares de
credibilidad las que son identificadas por ambos métodos. En otras palabras, ambos
tipos de testimonios analizados presentan características vivenciales que son
visualizadas por ambas técnicas a nivel general. Si a ello, se le suman las
conclusiones aportadas por Navarro (2006) respecto de la validez estudiada de ambas
técnicas en la realidad nacional, que les permite identificar las características de
credibilidad discursiva de los testimonios emitidos por presuntas víctimas de
agresiones sexuales menores de edad, es posible suponer que en ambas poblaciones,
las técnicas podrían evidenciar un adecuado desempeño para lo cual fueron creadas.
Para ello, resulta indispensable un estudio de otro corte metodológico sobre una
muestra mayor que permita una generalización de sus resultados, complementando la
limitación que un estudio de casos presenta respecto de su transferencia.
137
De esta primera conclusión, se desprende también que las capacidades psíquicas de
los adultos les permiten entregar testimonios analizables en la medida en que cuentan
con las características generales discursivas de cualquier relato sobre experiencias,
confirmado los resultados respecto de la incidencia de la variable etaria en los
sistemas criteriales (Alonso-Quecuty, 1999; Vrij, 2005; Navarro 2006) los que
tendrían un mayor y mejor desempeño en la medida en que el evaluado cuente con
mayores recursos cognitivos para dar cuenta de gran parte y mejor forma de lo vivido.
2. Los resultados alusivos a la capacidad de ambas técnicas para detectar y evaluar las
características verídicas de los testimonios analizados son esperables en torno a los
relatos confirmados, no obstante, resultan llamativos en relación a los testimonios no
confirmados. A partir de ello, se concluye que éstos no tratan sobre experiencias
falseadas por completo, sino más bien, de experiencias vividas donde algunos
aspectos específicos de los hechos investigados no contarían con características de
credibilidad, corroborando los supuestos de Juárez et al. (2007) quienes señalan que la
mayor dificultad del análisis de credibilidad radica en aquellos casos falseados en
algún aspecto y no en su totalidad.
138
retractación, que aunque resultan menos frecuentes de encontrar en la población
adulta de acuerdo a los datos aportados por la literatura especializada, pudiesen
permitir el análisis del comportamiento de ambas técnicas de manera más clara, de
modo de poder complementar los resultados de la presente investigación.
Resulta entonces pertinente retomar las opiniones experta de los autores sobre la
materia quienes aluden a que los conocimientos sexuales previos de los adultos y sus
capacidades cognitivas para falsear información, complejizarían el análisis de
credibilidad discursiva. No obstante, estos resultados permitirían de manera incipiente
y exploratoria arribar a una lectura complementaria: dichas variables no serían una
excepción de la población, sino una constante parte de las características de la etapa
del ciclo vital por la que atraviesan los evaluados, necesarias de ser consideradas
dentro de la valoración del funcionamiento psíquico del mismo, tal como el resto de
las áreas que se utilizaran posteriormente como elementos de contraste para el
testimonio obtenido respecto del delito investigado. Relevar lo anterior, permite
139
contribuir a la desmitificación de creencias erróneas respecto de esta población y
posibles prejuicios respecto de la forma en que el fenómeno de las agresiones
sexuales se ejercen contra esta población, así como también, ponderar de manera
equilibrada los desafíos que encierra toda evaluación de credibilidad discursiva en
torno a las agresiones sexuales.
140
agredida sexualmente, en la medida que ambas técnicas permiten el análisis de
aquellos nudos críticos del fenómeno mediante los procedimientos catalogados por
ambas como indispensables para el pronunciamiento profesional y responsable de la
credibilidad discursiva, es decir, aquellos que permiten la contrastación con el resto
de información obtenida, ya sea física (otras pruebas forenses), discursiva
(declaraciones previas), psicológica (evaluación clínica del funcionamiento
psicológico, pruebas psicológicas aplicadas) y/o criminológica (conocimientos
expertos respecto del fenómeno de agresiones sexuales, psicología forense, derecho,
etc.), denominado por la técnica SVA “Análisis de los Criterios de Validez” y
“Análisis Transversal de la Información” por la técnica CAVAS-INSCRIM .
Autores clásicos de los sistemas criteriales han insistido a lo largo de los años, pero
principalmente durante la última década, sobre la rigurosidad con la que se debe
desarrollar la evaluación de credibilidad mediante procedimientos metodológicos
establecidos, la que solamente se lograría en la medida en que se apliquen cada una de
las partes constitutivas de las técnicas, logrando de esta forma, la triangulación de
información necesaria para validar los resultados en las ciencias sociales. Reforzar
esta premisa resulta indispensable considerando que a pesar de las décadas
transcurridas y la validación que la psicología forense ha logrado en Chile, aún es
posible observar en los litigios orales la preponderancia que profesionales del derecho
y de la misma psicología continúan otorgándole de manera indiscriminada al análisis
de contenido basado en criterios por sobre la validez de los resultados globales
posibles de arribar con las técnicas.
141
grado conforme a sus espacios laborales conquistados, así como también, la propuesta
internacional de una práctica forense exclusiva de post grado que contemple
especializaciones en estos ámbitos.
En este sentido, pretende sentar las bases para continuar con el desafío de equiparar
las condiciones probatorias con las que hoy cuentan la población infantil agredida
sexualmente, en torno a la cual existe consenso respecto de la utilidad de las pericias
de credibilidad discursiva. Para ello, es necesario insistir en la difusión de la
caracterización psicosocial de esta etapa evolutiva, incorporando la definición de los
hitos que la marcan, las tareas exigidas a quienes la atraviesan, las posibilidades y
recursos con los que cuentan y la influencia de variables micro y macro sociales en
este andar. El equilibrio en el entendimiento de estos elementos, permitirá elevar el
nivel de discusión técnica respecto a prejuicios y creencias erróneas en torno a los
adultos, así como también, mantener bajo control la variable
conocimientos/experiencia sexual, centrando el análisis psicológico en aquellos
aspectos que no representen una constante característica de la etapa, sino en aquellos
significativos en función del parámetro evolutivo y de las características del
funcionamiento psicológico del evaluado.
142
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149
ANEXO 1
CARACTERIZACIÓN DE CASOS
Identificación : ________________________________________________
Edad : ________________________________________________
Escolaridad : ________________________________________________
Sexo : ________________________________________________
Antecedentes Relevantes : ________________________________________________
Violación Único
Abuso sexual Sistemático
Estupro Crónico
Develación:
Inmediata – directa
Inmediata – circunstancial
Tardía –directa
Tardía - indirecta
Tardía – circunstancial
Apoyo familia:
o SI
o NO
Conclusión informe:
Cuenta con criterios de credibilidad
No cuenta con criterios de credibilidad
No es posible referirse a su credibilidad
Pruebas confirmación:
CASOS CONFIRMADOS CASOS NO CONFIRMADOS
Evidencia médico legal.
Embarazo.
Confesión del autor.
Declaración incriminatoria de testigos y/o sentencia judicial.
Incompatibilidad con evidencia médico legal.
Retractación y/o desestimación legal del caso.
150
ANEXO 2
RESULTADOS ANÁLISIS CBCA
Nombre peritada:________________________________________________________
CRITERIOS CATEGORÍAS
151
RESULTADOS ANÁLISIS CAVAS-INSCRIM
Nombre peritada:________________________________________________________
CRITERIOS CATEGORÍAS
1. Coherencia Presente Ausente
Precisa Aproximada
152
ANEXO 3
CASOS NO COMPROBADOS
SVA (CBCA) CAVAS - INSCRIM
JUEZ JUEZ JUEZ PROMEDIO JUEZ 1 JUEZ JUEZ PROMEDIO
1 2 3 2 3
TESTIMONIO 1 10 9 10 9.6 13 10 11 11.3
TESTIMONIO 2 12 12 11 11.6 13 14 11 12.6
CASOS COMPROBADOS
SVA (CBCA) CAVAS - INSCRIM
JUEZ JUEZ JUEZ PROMEDIO JUEZ 1 JUEZ JUEZ PROMEDIO
1 2 3 2 3
TESTIMONIO 3 13 12 12 12.3 16 16 17 16.3
TESTIMONIO 4 13 11 10 11.3 16 14 12 14
TESTIMONIO 5 13 11 13 12.3 17 16 17 16.6
TESTIMONIO 6 12 13 13 12.6 17 16 17 16.6
153
ANEXO 4
JUECES
1 1 1 1 1 1 1 1 0 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0 1 10
2 1 1 1 1 1 0 1 0 0 0 1 0 1 0 0 0 0 0 1 9
3 1 1 1 1 1 1 1 1 0 0 1 0 0 0 0 0 0 0 1 10
TESTIMONIO 2
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 TOTAL
JUECES
1 1 1 1 1 1 1 0 1 0 0 0 1 0 1 1 1 0 0 1 12
2 1 1 1 1 1 1 0 1 0 0 0 1 0 1 1 1 0 0 1 12
3 1 1 1 1 1 1 0 1 1 0 0 1 0 0 1 0 0 0 1 11
154
ANEXO 5
TABLA DE FRECUENCIA DE CRITERIOS CBCA EN CASOS CONFIRMADOS
TESTIMONIO 3
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 TOTAL
JUECES
1 1 1 1 1 1 1 0 0 0 0 1 1 1 1 1 1 0 0 1 13
2 1 1 1 1 1 1 0 0 0 0 1 1 1 1 1 0 0 0 1 12
3 1 1 1 1 1 1 0 1 1 0 0 1 1 0 1 0 0 0 1 12
TESTIMONIO 4
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 TOTAL
JUECES
1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 0 1 1 0 1 1 1 0 0 0 13
2 1 1 1 1 0 0 1 1 1 0 1 1 0 0 1 0 0 0 1 11
3 1 1 1 1 1 0 0 1 1 0 1 1 0 0 0 0 0 0 1 10
TESTIMONIO 5
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 TOTAL
JUECES
1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 0 0 1 1 0 0 1 1 0 1 13
2 1 1 1 1 1 1 0 1 0 0 0 1 0 0 0 1 1 0 1 11
3 1 1 1 1 1 1 0 1 1 0 0 1 1 0 0 1 1 0 1 13
TESTIMONIO 6
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 TOTAL
JUECES
1 1 1 1 1 1 1 1 0 1 0 0 1 1 0 0 0 1 0 1 12
2 1 1 1 1 1 1 1 0 1 0 0 1 1 0 1 0 1 0 1 13
3 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0 0 1 1 0 0 0 1 0 1 13
155
ANEXO 6
JUECES
1 1 0 1E 1F-A 1P 1 1 1 1 1 0 1 0 1 0 1 1 13
2 1 0 1E 1F-A 1P 1 0 1 1 1 0 0 1 0 0 0 1 10
3 1 0 1E 1F-A 1P 1 0 1 1 1 0 0 0 1 0 1 1 11
TESTIMONIO 2
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 TOTAL
JUECES
1 1 0 1E 1C-C 1A 1 1 1 1 0 1 1 0 1 1 0 1 13
2 1 0 1G 1C-C 1P 1 1 1 1 0 1 1 0 1 1 1 1 14
3 1 0 1E 1C-C 1P 1 1 1 1 0 0 1 0 1 0 0 1 11
156
ANEXO 7
TABLA DE FRECUENCIA DE CRITERIOS CAVAS-ISNCRIM EN CASOS CONFIRMADOS
TESTIMONIO 3
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 TOTAL
JUECES
1 1 1 1G 1F-A 1A 1 0 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 16
2 1 1 1G 1C-A 1P 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0 1 16
3 1 1 1E 1F-A 1A 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 17
TESTIMONIO 4
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 TOTAL
JUECES
1 1 1 1E 1F-A 1P-P 1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 1 1 16
2 1 1 1E 1F-A 1P-P 1 1 1 1 1 1 1 0 0 0 1 1 14
3 1 1 1E 1F-A 1P-P 1 1 1 1 0 0 1 0 0 0 1 1 12
TESTIMONIO 5
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 TOTAL
JUECES
1 1 1 1E 1F-A 1A 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 17
2 1 1 1E 1F-A 1A 1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 1 1 16
3 1 1 1E 1F-A 1P 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 17
TESTIMONIO 6
CRITERIOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 TOTAL
JUECES
1 1 1 1E 1F-A 1A 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 17
2 1 1 1E 1F-A 1A 1 1 1 1 0 1 1 1 1 1 1 1 16
3 1 1 1G 1F-A 1P 1 1 1 1 1 1 1 1 1 0 1 1 17
157
ANEXO 8
TABLA DE FRECUENCIAS CRITERIOS CBCA EN EL TOTAL DE CASOS
ANALIZADOS
1. Estructura Lógica
Consenso de Presencia 6
4. Adecuación Contextual
Consenso de Presencia 6
158
Consenso de Presencia 2
15. Admisión de Falta de Memoria
Disenso 2
Total 6
Consenso de Ausencia 2
Consenso de Presencia 1
16. Dudas sobre el propio Testimonio
Disenso 3
Total 6
Consenso de Ausencia 4
17. Autodesaprobación Consenso de Presencia 2
Total 6
18. Perdón al Agresor Consenso de Ausencia 6
Consenso de Presencia 5
19. Detalles Característicos Disenso 1
Total 6
159
ANEXO 9
TABLA DE FRECUENCIAS CRITERIOS CAVAS-INSCRIM EN EL TOTAL DE
CASOS ANALIZADOS
Consenso de Presencia 3
3. TIPO NARRATIVO
Disenso 3
Total 6
4. MODO DISCURSIVO Consenso de Presencia 5
Disenso 1
Total 6
5. UBICACIÓN TEMPORAL Consenso de Presencia 2
Disenso 4
Total 6
6. UBICACIÓN ESPACIAL Consenso de Presencia 6
7. DESCRIPCIÓN DE ESPACIO FÍSICO Consenso de Presencia 4
Disenso 2
Total 6
8. IDENTIFICACIÓN DEL AGRESOR Consenso de Presencia 6
9. CIRCUNSTANCIAS PREVIAS RELACIONES Y Consenso de Presencia
6
SITUACIONALES
Consenso de Ausencia 1
10. CONTENIDOS SEXUALES EXPLÍCITOS
Consenso de Presencia 3
Disenso 2
Total 6
Consenso de Ausencia 1
11. ELEMENTOS IDIOSINCRÁTICOS
Consenso de Presencia 3
Disenso 2
Total 6
12. REFERENCIAS A ESTADOS SUBJETIVOS Consenso de Presencia 5
INTERNOS DE LA VÍCTIMA
Disenso 1
Total 6
13. REFERENCIAS A ESTADOS SUBJETIVOS DEL Consenso de Ausencia 2
AGRESOR
Consenso de Presencia 2
Disenso 2
Total 6
14. REPRODUCCIÓN DE VERBALIZACIONES Consenso de Presencia 4
Disenso 2
Total 6
15. ELEMENTOS ANALÓGICOS O GESTUALES Consenso de Ausencia 1
160
Consenso de Presencia 2
Disenso 3
Total 6
Consenso de Presencia 3
Disenso 3
16. REPORTE DE REGISTRO MNÉMICO SENSORIAL
Total 6
17. AUSENCIA DE INFLUENCIAS EXTERNAS EN Consenso de Presencia
6
CONTENIDO Y SIGNIFICADO
161