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El País, 01/05/2011
En grupos de 3 o 4 personas, intentad relacionar las imágenes que habéis visto con
las siguientes descripciones:
2. Joaquín Sáez, de 56 años. Bombero. "Dicen que cobramos mucho, pero estamos
estancados" Joaquín es oficial de bomberos, jefe de uno de los parques con los que
cuenta Madrid. El resto de compañeros cobra unos 1.900 euros mensuales. Este año
han visto reducir sus salarios en un 5%, como todos los funcionarios. "Pienso que el
sueldo que ganan los bomberos es poco, si uno lo equipara con el resto en la función
pública. Estamos estancados porque siempre se ha dicho que cobramos mucho. Si me
comparo con la sociedad, por ejemplo, con mis hermanos de 52 y 47 años, que están
en paro... entonces te digo que soy muy afortunado", explica. Y puntualiza: "En el
momento de vacas gordas nadie quería ser funcionario. Los chavales preferían ir a la
obra". Joaquín trabaja 64 días al año en turnos de 24 horas.
3. Pilar Serrano, de 40 años. Cartera. "En 13 años, lo más que libré fue un día y medio
seguido" Su vida es la constancia. Cuando Pilar quedó huérfana, a los 12 años, el
Estado solo le dio 6.000 pesetas. Empezó a trabajar en el campo, en Jaén. A los 16
años entró en una fábrica textil, donde empezó a cotizar. A los 18 se trasladó a Madrid,
con unos ahorros de 25.000 pesetas. Empezó en la hostelería, fregando platos en un
restaurante de la cadena Vips. Con 22 años era jefa de cocina. Pasó de ganar 60.000 a
140.000 pesetas. Trabajaba en jornadas de 14 y 15 horas diarias: "En 13 años, lo más
que libré fue un día y medio seguido". Después se marchó a otros restaurantes, y hace
nueve años se hizo cartera. Desde hace cuatro es liberada sindical.
1
Texto recogido del reportaje “Trabajadores en vilo”, de Luz Sánchez-Mellado. 01/05/2011. En línea en la
siguiente dirección de internet:
http://www.elpais.com/articulo/portada/Trabajadores/vilo/elpepusoceps/20110501elpepspor_9/Tes
4. Nicolás Gaude, de 30 años. Actor. "Entiendo a los actores que tiran la toalla".
Nicolás se convirtió en actor gracias a la biología. Fue en la Universidad Autónoma de
Madrid, mientras estudiaba esa carrera que luego abandonó, cuando se apuntó, gracias
a una amiga, a teatro. A los 20 años, una oportunidad cambió su vida, al participar en
una serie de Antena 3 llamada Nada es para siempre. Allí pasó seis meses, en los que
ganó 3.000 euros mensuales. Él se tomó al pie de la letra el nombre de la serie y
ahorró. En los siguientes años ha alternado momentos álgidos (ha participado en varias
series) con otros míseros, económicamente hablando. Ahora se dedica
mayoritariamente al teatro, con la compañía Sudhum. "Entiendo a los que tiran la toalla
en esta profesión. Yo por si acaso he empezado a estudiar educación social. Es mi plan
B"
6. Sonsoles Centeno, de 33 años. Abogada del Estado en activo. "Me gusta mucho
trabajar. Me retiraré a los 70". Sonsoles lleva una meteórica carrera, que empezó a los
25 años, tras cinco estudiando derecho y dos y medio hasta que se sacó la oposición.
De su profesión le gusta "la dimensión pública y el interés general" que tiene. Y señala
como lo más complicado cuando le toca defender algo en lo que no cree. Está casada y
tiene dos hijos. Según dice, no consigue ahorrar. "La conciliación laboral llegará cuando
los horarios sean iguales para todos. Entonces, la mujer alcanzará los puestos más
altos", defiende. "No me parece mal trabajar hasta los 67. En la Administración se
puede estar hasta los 70. Yo lo haré. Me gusta mucho trabajar". De España critica la
ineficacia laboral: "¿Qué es eso de irse durante dos horas a comer al mediodía?"
10. Mario Cubo, de 35 años. Conductor del servicio de recogida de basuras. "Mi sueldo
es el único en casa, y vamos muy justos". Mario entró en FCC, empresa concesionaria
para la recogida de la basura en Madrid, en 1998. Logró lo que quería, un empleo
estable y fijo. Llevaba tiempo buscando algo así, tras opositar a policía nacional,
bombero forestal, auxiliar de justicia... Licenciado en Políticas y Sociología, antes de su
actual puesto, Mario era jefe de sección en un hipermercado: "Me encantaba, pero me
trasladaron a Benidorm durante seis meses. Allí fui, pero no me aseguraban quedarme
en la misma ciudad. Esa inestabilidad geográfica no me compensaba". Casado y con
una hija, su sueldo varía según el mes (en febrero cobró 1.200 euros), y es el único que
entra en casa: "Vamos muy justos, entre la hipoteca, la luz, el gas...".
15. Juan A. González, de 57 años. Taxista. "Con la crisis, mucha gente ha prescindido
de los taxistas". Si Juan no fuera taxista, podría ser matemático. Hace las cuentas de
carrerilla, tan deprisa como maneja mentalmente un mapa de Madrid. Descontando la
Seguridad Social, el IVA, la cuota a su asociación de taxistas, el seguro del automóvil y
la gasolina, obtiene sueldos mileuristas. Él se coge siempre un mes de vacaciones, así
que, recalca, en realidad son 11 pagas por un trabajo de 11 horas diarias. "Con la crisis,
mucha gente ha prescindido de los taxistas. Nos ven como un gasto secundario", dice.
Juan lleva 24 años conduciendo, desde que fuera despedido de una cristalera que
cerró. Con la indemnización compró su primer taxi. Tiene dos hijas -una trabaja en un
banco y la otra es médico y dos nietos.
16. Rafael Bonilla, de 43 años. Conductor de autobús."A los 67 años no debería estar
al volante" Durante ocho o nueve horas al día, Rafael conduce un autobús por el
municipio de Fuenlabrada (Madrid). "Si te pones a valorar la responsabilidad de que
transporto a personas y que además trabajo los fines de semana, considero que podría
estar mejor pagado. Pero si lo comparas con la situación general del país, creo que sí
estoy bien remunerado", analiza. En su caso, con la hipoteca solucionada y junto al
sueldo de su mujer, se arreglan bien en casa. Tiene dos hijos y conduce desde 1995.
Antes fue vigilante. "Creo que me llegará la jubilación remunerada, a no ser que se
hunda el sistema de pensiones. No creo que a los 67, ni a los 65, una persona pueda
seguir al volante de un autobús. Lo lógico sería podernos retirar a los 60 años", opina.
17. Gloria Martín, de 35 años. Militar. "He alcanzado mis expectativas. Me considero
afortunada de trabajar en el Ejército". Gloria es sargento, jefe de pelotón en el Centro
de Formación de Tropa de la Academia de Ingenieros en Hoyo de Manzanares
(Madrid). Es una de las instructoras de la especialidad fundamental de transmisiones.
"He alcanzado mis expectativas. Me considero afortunada de trabajar en el Ejército",
explica por escrito, tras aprobar todas y cada una de sus palabras el Ministerio de
Defensa. Gloria, que participó en una de las misiones del Ejército en Bosnia en 2002 y
2003, explica que se jubilará a los 65 años: "Igual que todos los trabajadores, solo que
nosotros a los 61 años pasamos a la reserva, pudiendo ocupar destinos burocráticos".
18. Sara Lasry, de 31 años. Diseñadora de joyas."A la gente le encanta quejarse. Pero
siempre hubo problemas".El sueldo de Sara se desdobla. No todo lo gana con las joyas.
Con estas ingresa una media de 900 euros, pero además trabaja en una inmobiliaria
familiar, donde obtiene otros 750 euros. Lleva dos años tomándose en serio el diseño y
espera dedicarse a tiempo completo a ello. Licenciada en psicología, Sara ha trabajado
en gabinetes de prensa, en cine, en agencias de moda y como vendedora de ropa de
marca. Ha vivido en el extranjero: "Mis abuelos son marroquíes; mi madre, española, y
mi padre, francés. Nací en Estados Unidos porque mis padres vivían ahí. En España
solo llevo cotizados dos años". No entiende tanta negatividad: "A la gente le encanta
quejarse. Pero siempre ha habido problemas, no solo ahora".
19. Javier Baeza, de 43 años. Cura. "Hay una alarmante falta de rebeldía en mucha
gente". Javier, cura de San Carlos Borromeo en Vallecas (Madrid), antes parroquia y
ahora centro pastoral tras sus conflictos con la jerarquía católica española, vive en un
piso de protección oficial con nueve "chavales" de entre 17 y 59 años. Lleva toda la vida
acogiendo a los más desfavorecidos. Por su casa habrán pasado, dice, unas 300
personas. Con su sueldo no le llega para tanta beneficencia, pero por suerte muchas
personas le ayudan a él a su vez. "La sociedad está cada vez más confusa. Hay una
falta alarmante de rebeldía en mucha gente. Deberíamos habernos comido a los
dueños de los bancos. La sociedad sigue confiando demasiado en los políticos, en los
banqueros y en la Iglesia como jerarquía", critica.
20. Ángel Custodio, de 25 años. Informático. "Para la edad que tengo, me siento muy
privilegiado". Ángel se dedica al diseño y a la maquetación web. Su empresa es
responsable de dos portales, Trickon y Arkinet, basados en el funcionamiento de redes
sociales como Facebook. La primera es sobre deportes extremos, y la segunda, sobre
arquitectura. "Somos nueve empleados, más otros siete colaboradores", explica.
Soltero, sin hijos, vive en el barrio del Born, en Barcelona, de alquiler. "Para la edad que
tengo, me siento muy privilegiado. Aunque es grave sentirse así en realidad. Mis padres
me tuvieron con 18 años. Con mis años, mis padres ya me tenían medio criado, tenían
un piso en propiedad y un coche. Yo eso no lo puedo hacer. No me veo hasta dentro de
una década comprando un piso y teniendo un hijo".
21. Silvia Guijarro, de 33 años. Preparadora física. "Me doy cuenta de que tengo
mucha suerte". "Afortunadamente, la crisis no me está afectando. Me doy cuenta de
que tengo mucha suerte. A la gente no le importa gastar el dinero en la medicina
natural", explica Silvia. Bailarina de profesión, su vida laboral ha girado en torno a la
danza, el teatro y la televisión, hasta que en 2006 se convirtió en profesora de
gyrotonic: "Es un sistema que incorpora principios de danza, taichi, yoga y natación. Se
trabaja en secuencias de movimientos muy fluidas, aplicando una resistencia muy
similar al agua". Su negocio está en un piso particular: "Me gustan las clases privadas,
me compensa no tener jefes y el trato directo con los clientes". Comparándose con sus
padres, dice: "A mi edad, ellos ya tenían tres hijos, los dos trabajaban, tenían una
casa... pero creo que mi generación ha vivido muy bien".
22. Charo Arredondo, de 52 años. Ganadera. "Si no baja el precio del pienso para
agosto, no podré seguir". La situación de Charo es reflejo de la agonía del sector de la
leche. Lleva cuatro meses en pérdidas por culpa del aumento del precio del pienso (y
también del gasóleo y la luz): "Si no baja para agosto, no podré seguir". Aunque se
puso un sueldo ficticio hace años de unos mil euros, jamás ha cobrado tanto. El año
pasado ganó 800 euros de media. Su explotación, en Cantabria, tiene 115 vacas, de las
cuales ordeñan unas 60. "Me pagan 0,30 euros el litro, el mismo precio de 1986",
señala como otro de los factores.
23. Alicia Pérez, de 47 años. Camarera. "Sobrevivo a base de hacer horas extras y del
pluriempleo" Alicia lleva 14 años trabajando en el mismo restaurante de comida italiana,
uno de la cadena Gino's en Madrid. En su vida laboral, que empezó cuando tenía 16
años, ha limpiado casas, ha trabajado de portera y ha servido muchas mesas. Desde
que entró en su actual empleo, ha visto cambiar su sector y la sociedad: "Antes éramos
todos españoles, y ahora yo soy la única. El trabajo cada vez es más precario. Se
hacen contratos de 15 horas semanales". Divorciada y con un hijo de 19 años en casa,
su salario no llega a mucho: "Por 40 horas semanales y 14 años en la misma empresa...
mi sueldo me parece ridículo. Aunque mi empresa no es lo peor que hay, sobrevivo a
base de hacer horas extras y del pluriempleo".
27. Andrea Oros, de 23 años. Dependienta encargada en una tienda Claire's. "Los
españoles son muy cómodos. Quieren trabajar poco". Andrea llegó a España con 15
años desde Rumanía. Los primeros meses, recuerda, fueron "horribles". Con el paso
del tiempo, aquella adolescente se ha convertido en una joven con una vivienda
protegida en Illescas (Toledo), coche y un trabajo como segunda encargada de Claire's,
una tienda de accesorios y complementos femeninos. Se considera una chica
independiente: "En Rumanía las chicas son muy sumisas. Se casan muy pronto y
enseguida tienen hijos. Yo no estoy dispuesta. No creo que vuelva a mi país", dice en
un perfecto español. Antes de su actual empleo trabajó de repartidora, de recepcionista,
de camarera, de comercial... Piensa que quien no trabaja es porque no quiere: "Los
españoles son muy cómodos. Quieren trabajar poco"
28. Álex Onega, de 31 años. Jugador de rugby. "Los futbolistas me dan envidia". Álex
es el ejemplo de deportista que lucha por la supervivencia. Nada que ver con Iker
Casillas o Andrés Iniesta: "Los futbolistas me dan envidia. Me gustaría que se hiciera
más caso al rugby. Pero dentro de lo malo, poder jugar al deporte que me gusta y que
me paguen... es un privilegio". Álex, campeón de Liga, Copa y Supercopa con el CRC
Canoe, vio cómo su club se quedaba sin patrocinio el año pasado. El equipo vendió su
plaza y descendió de categoría. Para compensar la pérdida de ingresos, el club le
buscó una alternativa: dedicarse a la docencia del rugby en la escuela que tiene el
propio Canoe. Además, para completar el sueldo, Álex también imparte clases de judo.
Internacional absoluto, ha jugado en equipos extranjeros en Inglaterra, Irlanda y Nueva
Zelanda.
29. Conchita Méndez, de 30 años. Profesora de primaria. "En las escuelas se decide el
futuro". Conchita pasó por unos quince colegios antes de conseguir su plaza en Tres
Cantos (Madrid). Ella sonríe, mucho, al hablar de su ocupación: "Puedes tener el peor
día de tu vida que cuando llegas al cole los niños te harán sentir muy bien". Desde su
punto de vista, falta inversión en educación: "Creo que hoy más que nunca se debería
apostar por el capital humano. Debería haber más calidad, porque en las escuelas se
decide el futuro". Según ella, su generación vive mejor que la de sus padres cuando
eran jóvenes: "Es una época más abierta. Social y económicamente estamos mejor". En
cuanto a la jubilación, opina: "¿Agacharme con 67 años a atar los zapatos a un niño?
No creo que a esa edad pueda ser tan dinámica como ahora".
30. Javier Santiago, de 36 años. Mecánico. "Tengo unos 60 clientes mensuales. Antes,
120" . Javier tiene un taller en Chozas de Canales (Toledo) desde hace seis años.
Antes era de su padre. "La empresa va como el culo. La gente se ha tomado el coche
como algo más secundario. Solo les preocupa que les lleve y les traiga. Ahora tengo
unos 60 clientes mensuales. Antes tenía 120. Hay quien viene con piezas de segunda
mano para que solo les cobremos la mano de obra", relata. ¿Jubilación? "Si consigo
pagar las naves, ese será mi retiro. Debo 250.000 euros. No tengo plan de pensiones.
Lo tuve que reutilizar para pagar deudas. Ahora tengo a la venta mi BMW X5, mi
camión, el Mercedes de mi padre... Los vendo solo para poder seguir pagando lo que
debo". Javier, que despliega buen humor, añade: "¿Voy a llorar? No. Hay que ser
positivos y currar. Es la única manera de salir adelante".