Hasta el siglo XIX se ha visto cómo los proceso miméticos
son utilizados para representar el poder. En la Edad Media
es el poder religioso, en el Renacimiento el poder del clasicismo y la erudición, y en la ilustración el poder del absolutismo. En el siglo XIX ocurren cambios evidentes en la rehabilitación de imágenes en la representación sensible de la realidad o la imaginación. Son las imágenes de la vida social que pasan a dominar los procesos miméticos, expresado más claramente en la novela social francesa (Balzac). Los autores se ven a sí mismos como participantes en el mundo que representan. La mimesis literaria se funda ahora en un individualismo metódico, con códigos nuevos –que son expresiones de las circunstancias interiores de los personajes en la forma de índices sociales precisos. La literatura trata las apariencias externas sociales como una manera de entrar en al interior, y se autoriza a sí misma a imprimir una versión de la realidad que, según los autores, es superior a otras interpretaciones posibles. Hay problemas en la competencia entre las varias maneras de descripción empírica—científica, filosófica, teológica y literaria. Pero los códigos de la mimesis literaria al ser estéticos, son “traducciones”, en la novela, de códigos que encuentran su aplicación en la práctica social. Sin embargo existen otros autores que prefieren no profundizar en la mimesis social (Girard “antirománticos”). Más bien se alejan de la sociedad para desarrollar una alternativa autoral de orientación en la cual la literatura se contempla como un juego espléndido de creatividad. Son, sin embargo, conscientes de las inescapables presiones sociales que pesan sobre su escritura y los mundos que producen. Los personajes y sus autores, son actores sociales, percibidos desde una perspectiva externa, en el trayecto de construir sus mundos en el medio de la acción social. Al mismo tiempo nos muestra la acción que ocurre en el interior, que es accesible sólo desde una perspectiva interna. Mientras los personajes experimentan su propia existencia como vacía, en el medio interior se identifican con otro Yo, cuyo fin es ser equivalente al Otro. La forma de relación con el Otro es la imitación (Girard), que puede transformarse rápidamente en competencia. En este otro tipo de novela (Dostoievski), el yo, tanto del personaje como del autor, se libera de la compulsión de seguir al Otro. Esta liberación se realiza en la novela por medio de un retiro de la vida social y la renuncia a la mimesis en tanto imitación del otro. El individuo se autoriza una y otra vez sobre y ante la sociedad por medio de una existencia no mimética que es radicalmente suya. Lo anterior significa que el juego de perspectivas, aquella que expone la cualidad de los mundos sociales como una composición mimética y aquella en que el papel de la imaginación individual juega en este proceso. La novela reflexiona entonces en su propia constitución mimética. La literatura “antiromántica” libera a la novela de la mimesis social. ¿Pero puede también liberarse de la mimesis literaria? En tanto que la novela continúe como un medio descriptivo, permanece mimética. En el siglo XX Proust desarrolla la idea de un libro interior que se ofrece a cada lector para su autocomposición. Pero este libro no es un producto interno, sino que encuentra su forma completa sólo como un procedimiento intelectual que ocurre más allá de la palabra escrita.