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SON TUS PERJÚ MENES MUJER.

El vertiginoso siglo XX -entre guerras, avances tecnoló gicos y conmociones políticas- se ha llevado
consigo las tradiciones. ¿Quién recuerda el nombre de todos y cada uno de los panes y bizcochos
mexicanos? Hace mucho tiempo que todos se llaman igual: Tía Rosa. Las piñ atas, por ejemplo, ya no son
exclusivas ni de las posadas ni de México. La típica canció n de dale, dale, dale ahora termina má s o menos
así: ... ya le diste tres y tu tiempo se acabó. Ya no hay serenatas, la gente ya no habla en el camió n, las
tortillas y el pan se compran en el sú per, el cine se ve en la casa, etcétera.

Hasta la ciencia es diferente. El científico de ahora es algo así como un hombre de negocios ... pero sin
negocio ni ganancias. El científico al igual que el hombre de negocios vive angustiado por la
productividad: ¡hay que producir mucho y rá pido!. Antes no. Antes la ciencia se saboreaba, se disfrutaba,
se rumiaba.

Así la química, por arte y magia del progreso, se ha convertido en un conjunto de jeroglíficos blancos que
se prenden y se apagan sobre un enorme pizarró n verde. Pero la química de a deveras no es así. La
química se ve, se siente. Es de colores, a veces caliente, a veces fría. La química tiene mucho sabor. Y olor.
La química huele. Huele a recuerdos: la casa de los abuelos, el viaje a Acapulco, el hocico del Pickles, aquel
Chapultepec, los pliegues de la piel. ¡Ah, la piel! ¿Qué rico huele la piel!

Y es que el olfato, má s que ningú n otro sentido, tiene la capacidad de revivir el pasado. El olfato -quizá
nuestro sentido má s primitivo- funciona en forma diferente a como lo hacen los otros cuatro. La
informació n que envían estos sentidos se interpreta en el tá lamo, una regió n profunda del cerebro. En
cambio, los mensajes del olor llegan directamente al á rea del cerebro que determina las emociones, la
creastividad y la memoria. Por eso un olor puede desatar instantá neamente un sentimiento, una emoció n
o un lejano recuerdo.

La química de antes se hacía con las manos. Por eso los antiguos aprendieron a capturar los olores.
Ponían a remojar las olorosas flores en grasa fundida. Cada determinado tiempo (varias horas), las flores
se iban reemplazando por otras frescas, hasta saturar la grasa con las sustancias químicas responsables
del olor, constituyentes del llamado aceite esencial. Luego dejaban enfriar y agregaban alcohol. Después
separaban la grasa y ahí estaba ya, prisionero en el alcohol, un recuerdo o un sentimiento.

El proceso de maceración, que así se llama esta antigua técnica es ... ¡pura química! Las sustancias del
aceite esencial só lo son solubles en la grasa cuando ésta está caliente. Por eso, en la primera etapa,
abandonan la flor y se disuelven en la grasa fundida. En cambio, son muy solubles en el alcohol. Por eso,
al enfriar y agregar este disolvente, abandonan la grasa y se disuelven en él.

La solubilidad de las sustancias es consecuencia de un sutil y complicado juego de atracciones y


repusiones eléctricas. Todas las sustancias de la naturaleza está n formadas por una parte positiva (los
nú cleos ató micos) y una negativa (las nubes electró nicas). Así como la riqueza está mal repartida en este
nuestro desdichado México, del mismo modo, las nubes electró nicas rara vez se reparten equitativamente
entre los nú cleos. Por lo tanto, las moléculas de muchas sustancias presentan un polo negativo y un polo
positivo, es decir son polares. Dependiendo de có mo es esta distribució n, las moléculas pueden ser muy
polares, poco polares o, si es equitativa, no polares. La polaridad de las moléculas es la responsable de la
solubilidad de las sustancias. En general, los solutos se disuelven en disolventes de polaridad similar.

La química de ahora, la de a deveras, también se hace con las manos. Ahora se utilizan otros instrumentos
y otras técnicas pero los principios son los mismos. Los químicos de hoy han podido identificar no só lo
los principales componentes de los aceites esenciales sino, inclusive, aquéllos que se encuentran en
pequeñ as cantidades. Ademá s, al conocer la identidad de dichos comnpuestos, los químicos han logrado
sintetizarlos en el laboratorio a partir de unas cuantas materias primas. El eugenol del clavo, el
cinamaldehído de la canela, el acetato de bencilo del jazmín, el geraniol de las rosas y el linalool de la
lavanda son compuestos orgá nicos que se pueden sintetizar con relativa facilidad en los laboratorios
químicos. Ademá s de los que desprenden estos y otros productos naturales, el hombre ha creado otros
olores completamente nuevos a partir de compuestos que no existían en la naturaleza.

La gran ilusió n de Jean Baptiste, el personaje carente de olor de El Perfume de Patrick Sü skind era
fabricar su propio olor. Yo, me conformaría con un perfume que me hiciera recordar todos los nombres
de los panes, la letanía de las posadas y las plá ticas en la cola de las tortillerías.
LA CIENCIA, TECNOLOGÍA Y TU

La ciencia es un conjunto organizado de conocimientos, productos de la investigación de los fenómenos naturales y sus
causas; pero también es el estudio racional de las relaciones que guardan entre sí dichos conocimientos. Por su parte la
tecnología es la aplicación del conocimiento científico en el que hacer productivo del ser humano.

Podemos decir que la tecnología aplica los conocimientos de la ciencia para obtener productos que influyen en la vida
de las personas; por ejemplo, los tractores, las máquinas de escribir o coser, el telégrafo, las computadoras, entre otros.
Debe subrayarse que algunos desarrollos de la tecnología han permitido que la ciencia avance. La tecnología ha
aportado instrumentos como el telescopio y el microscopio que facilitan y mejoran el proceso de observación propio de
la ciencia. Es por ello que podemos decir que entre la ciencia y la tecnología existe una relación de mutuo apoyo.

Posiblemente la investigación científica nos resulte ajena a la mayoría de nosotros, pero lo cierto es que gran parte del
conocimiento que se genera en ella tiene aplicaciones muy familiares comunes, como:

- El mejoramiento, desarrollo y organización de las actividades productivas, entre ellas: las explotaciones mineras,
acuícolas, la agricultura, la pesca, la ganadería. Así como las industrias de tractores y fertilizantes, entre otras.
- La prevención y tratamiento de las enfermedades. Para lo cual son imprescindibles medicamentos, vacunas e
instrumentos que permiten el diagnóstico de muchas enfermedades
- La organización y desarrollo de los medios de comunicación. Flor ejemplo: telégrafos, líneas telefónicas y satélites,
entre otros.
Sin embargo, conviene tener presente que algunos descubrimientos científicos han sido utilizados en beneficio de toda
la humanidad, pero otros no, y para muestra tenemos el uso de la energía atómica en actividades bélicas.
La Química: ángel o demonio
La química en el siglo XI¿Á ngel o demonio? Vicente Talanquer
PARA MUCHAS PERSONAS LO "QUÍMICO" ES SINÓ NIMO DE CONTAMINANTE, DAÑ INO O PERJUDICIAL

ANTES DE COMENZAR debo hacer una confesió n: yo con la química llevo una relació n pasional, una de esas
relaciones que oscilan entre el amor y el odio. La quiero porque me ha enseñ ado a maravillarme con los secretos de
la transformació n de las sustancias, pero la detesto cuando me habla en clave, cuando me llena la memoria de
símbolos y fó rmulas. Me la comería a besos cada vez que me sorprende con la síntesis de un nuevo material y me
fascina su persistencia por develar la identidad de las cosas, pero me saca de quicio su obsesió n por los detalles y
me atormentan las catá strofes que se producen cuando alguien abusa de ella o la trata de manera poco cuidadosa.

Sentimientos contradictorios. Creo que a la mayoría de la gente también la inundan sentimientos contradictorios
cuando escucha las palabras química o producto químico. Por una parte, ya sea de manera consciente o
inconsciente, los productos de la química nos encantan. Por ejemplo, todos saltaríamos de gusto y de emoció n si
mañ ana nos anunciaran que ya se sintetizó un fá rmaco para curar el cá ncer o que se desarrolló un medicamento
que controla definitivamente el desarrollo del virus que provoca el sida. ¿Quién se atrevería a negar que la síntesis
de antibió ticos, analgésicos, tranquilizantes, y hasta del famoso Viagra, nos ha cambiado la vida? También es cierto
que millones de personas se benefician cada día con el incremento en la producció n de alimentos debido al uso de
fertilizantes y plaguicidas desarrollados por los químicos. ¿Y qué decir de los plá sticos, los colorantes, las pinturas,
los cosméticos, los aditivos alimenticios, las cerá micas? A ver, ¿quién sería la o el valiente que estaría dispuesto a
deshacerse de toda la ropa que esté fabricada con alguna fibra sintética o que ha sido sujeta a algú n proceso
químico? "Desde mañ ana, nada de poliéster, nailon, rayó n o acrilá n; nada de pantalones de mezclilla ni otras
prendas coloridas de lana, seda o algodó n". Sin embargo, también es cierto que el adjetivo "químico" o "química"
nos asusta; para muchas personas es sinó nimo de contaminante, dañ ino o perjudicial. Es también sinó nimo de
artificial, y hoy en día lo artificial está bastante desacreditado frente a lo natural. ¿Qué prefieres, una camiseta de
poliéster o una de algodó n? ¿Qué te tomas, un vaso con jugo de naranja o una CocaCola? De alguna manera lo
químico se asocia con lo artificial y lo tó xico, como si las sustancias naturales no fueran sustancias químicas y como
si todo lo natural fuera inofensivo.

Entre la realidad y la ignorancia. Los odios y terrores hacia lo que suena a química surgen principalmente de dos
fuentes, só lo una de las cuales me parece justificada. Por un lado, hay que reconocer que durante muchos añ os la
industria química mundial ha desarrollado su labor sin preocuparse demasiado por el impacto ecoló gico de sus
actividades. En algunos casos se han privilegiado las ganancias econó micas sobre la salud de la població n vecina a
una planta química; a veces se ha ocultado informació n sobre la posible toxicidad de un producto o sobre sus
efectos secundarios. También ha sucedido que la prisa por poner a la venta un nuevo producto impida que se
realicen todas las pruebas necesarias para determinar en qué condiciones es apropiado hacer uso de la sustancia.
Sea como sea, cuando se trata de sustancias químicas las consecuencias del abuso, la negligencia y la avaricia son
siempre desastrosas.

Pero tampoco puede negarse que parte del miedo nace de la ignorancia. De la falta de una "cultura química" de la
població n en general que le ayude a evaluar las ventajas y las desventajas de usar tal o cual producto químico, que
le permita distinguir razonadamente lo dañ ino de lo inofensivo y reconocer los alcances y las limitaciones del
trabajo de los químicos. También es cierto que si todos reconociéramos la importancia de tener conocimientos
bá sicos de química, estaríamos mejor preparados para impedir las acciones de aquellos que quieran abusar de los
productos de la química o defendernos de ellas.

La imagen pú blica de la química

Preocupados por esta situació n, en la que la química se nos presenta como un á ngel o como un demonio, y en la
que la visió n satá nica lleva la ventaja, los profesionales de la química en todo el mundo —investigadores, maestros,
técnicos, industriales— han desarrollado en los ú ltimos añ os un gran esfuerzo por mejorar la imagen pú blica de
esta ciencia. Así, se han realizado mú ltiples congresos, seminarios y plá ticas informales para discutir el tema; en las
escuelas se han modificado los programas de química para hacerlos má s atractivos y hacer evidente la importancia
de los productos y fenó menos químicos en la vida cotidiana; también se ha buscado comprometer a las grandes
industrias químicas en la protecció n del ambiente. Como parte importante de estas acciones, a finales de 1998 se
inició la "Celebració n Internacional de la Química": una gran fiesta mundial con un añ o de duració n (de noviembre
de 1998 a noviembre de 1999), en la que se realizaron cientos de eventos y actividades en todo el mundo con el fin
de motivar el interés de la gente por esta ciencia, así como establecer y fortalecer los vínculos y la comunicació n
entre todas las personas interesadas en la química alrededor del mundo.

En esta celebració n participaron diversas organizaciones de má s de 115 países, las cuales hicieron un esfuerzo
extraordinario por hacer patentes las contribuciones de la química a la sociedad. En nuestro país, por ejemplo, la
UNAM organizó dos eventos, la "Expo-Química 2000" y el "Tianguis de la Química", en los que los asistentes
pudieron mancharse las manos realizando experimentos, participar en seminarios y conferencias, y acercarse a
platicar con los científicos y los industriales expertos en esta disciplina. En otros lugares se publicaron libros y
revistas especiales, se emitieron estampillas postales conmemorativas, se realizaron concursos populares sobre
química y se rindió homenaje a muchos científicos cuyas contribuciones fueron fundamentales para el desarrollo
de esta ciencia.
El pasado y el futuro de la química. Un éxito importante de la Celebració n Internacional de la Química es que
motivó la reflexió n colectiva sobre el pasado, el presente y el futuro de la química. En este ya casi fin de milenio, la
química es una ciencia muy distinta de las prá cticas de los alquimistas de los siglos XV y XVI y seguramente tendrá
poco que ver con lo que hará n los químicos dentro de trescientos añ os. Sin embargo, de lo que los químicos
hacemos ahora y de la manera en la que la sociedad evalú e y se comprometa con nuestras acciones sin duda
dependerá lo que suceda con esta ciencia en el futuro.
Por alguna extrañ a razó n, hay químicos a quienes les molesta hablar del pasado; lo consideran demasiado
tormentoso y oscuro. A mí, la verdad, me fascina. Los químicos somos herederos de una tradició n milenaria
empeñ ada en develar el secreto de la transformació n de las sustancias. Nuestros antepasados, los alquimistas,
persiguieron por má s de dos mil añ os el sueñ o de convertir el plomo en oro, pero no para hacerse ricos, sino para
transformarse a si mismos, transformar al mundo y al Universo entero. Su empeñ o, aunque haya quien lo niegue,
no fue infructuoso pues dio lugar al nacimiento de la química como ciencia.

La química moderna se consolidó a lo largo del siglo XIX y se benefició enormemente con el desarrollo de la teoría
ató mica a principios del siglo XX, de manera que alrededor de 1925 alcanzó su madurez y nos transformó para
siempre el mundo. Só lo para dar una idea de có mo han cambiado las cosas en estos ú ltimos doscientos añ os, baste
decir que a principios de 1800 los químicos conocían, si acaso, unas 300 sustancias distintas y hoy se cuentan ya
cerca de ¡19 millones! Ademá s, en los ú ltimos cincuenta añ os este nú mero ha venido duplicá ndose en promedio
cada trece añ os, de manera que si continú a esta tendencia para el añ o 2050 llegaremos a 300 millones de
compuestos químicos diferentes y a 5 000 millones para el 2100. Basta con suponer que una pequeñ ísima fracció n
de estas sustancias tendrá alguna utilidad práctica para imaginar la diversidad de nuevos medicamentos y
materiales que tendremos a la mano.

La química es sin duda la mejor herramienta con la que hoy contamos para enfrentar lo que seguramente será n
algunos de los grandes problemas del siglo XXI: la escasez de alimentos, la aparició n de nuevas enfermedades, el
agotamiento de las fuentes de energía convencionales y el deterioro del ambiente. En esta labor, sus alianzas con la
biología y la física será n indispensables. El conocimiento de los fenó menos bioló gicos a nivel molecular permitirá ,
por ejemplo, realizar la síntesis de fá rmacos específicos para cada persona, de acuerdo a sus características
genéticas particulares, y generar sustancias que controlen el funcionamiento de las células del cuerpo. La
identificació n de la estructura y propiedades químicas de los componentes del có digo genético de diversos seres
vivos, incluidos los humanos, le abrirá la puerta a la reprogramació n genética como vía para corregir defectos
genéticos o para desarrollar cultivos má s resistentes a las plagas o a la escasez de agua. Por otra parte, la
comprensió n de las propiedades físicas de las sustancias con base en su estructura ató mica dará lugar al desarrollo
de nuevos materiales, que sin duda revolucionará n á reas como la microelectró nica, los sistemas de
almacenamiento y distribució n de energía, y el control ambiental.

ACTUALMENTE SE CONOCEN CASI 19 MILLONES DE SUSTANCIAS DISTINTAS, PARA EL AÑ O 2050 PODRÍAN SER
300 MILLONES

En el pró ximo milenio la química también tendrá que desarrollar las armas para conocer mejor a los monstruos de
su presente y su pasado y enfrentarlos. Entre ellos se distinguen: la destrucció n de la capa de ozono por la acció n
de agentes químicos generados por los seres humanos y el calentamiento global de la Tierra, al parecer inducido
por el incremento de la concentració n de dió xido de carbono en la atmó sfera (resultado de la quema de
combustibles como el petró leo, el gas natural y el carbó n). También la esperan con las fauces abiertas los
problemas de la alta concentració n de ozono a nivel del suelo y la devastació n generada por la lluvia ácida en las
grandes ciudades, fenó menos provocados por las reacciones químicas que ocurren en el interior de los motores de
combustió n de nuestros medios de transporte.

Una població n químicamente informada. Pero la batalla central se establecerá sin duda entre el á ngel y el demonio.
Los enormes beneficios y avances en nuestra calidad de vida debidos a los productos de la química siempre
tendrá n un costo: eso parece inevitable. El reto consiste en desarrollar procesos que maximicen los beneficios y
reduzcan al mínimo el impacto sobre la salud y el ambiente. También se trata de contar con una població n
químicamente informada y educada, que pueda juzgar y tomar decisiones sobre los materiales y sustancias que
quiere utilizar, el manejo de los desechos que genera y las consecuencias de usar tal o cual producto. Una població n
cuya voz tenga el peso y la influencia de la razó n para evitar los abusos y la negligencia de los que no entiendan o
se nieguen a entender. En fin, se trata de perseguir un milenio en el que la frase "…eso tiene química" no invoque a
los demonios.

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