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CATEQUESIS 7:

LA ACTITUD PARA EL DIÁLOGO

¿Qué entendemos por diálogo?

Una de las palabras que más se usa hoy es la palabra diálogo. Diálogo en la familia, en la
sociedad, diálogo en la política, diálogo en la Iglesia, en la comunidad o en el trabajo. Pero,
¿qué es el diálogo, qué supone dialogar? Su etimología nos remite a una palabra griega que
significa a través o por medio de la palabra. Esto es hacer uso de la palabra para entrar en
contacto con otro, es comunicar un mensaje a alguien más.

Por medio de la palabra se puede bendecir, decir y hacer el bien, o se puede obrar la maldad,
la traición, insultar, herir, humillar e incluso matar moralmente. El papa San Pablo VI, escribió
una encíclica llamada “Ecclesiam Suam”1, dirigida a todos los fieles y a todos los hombres de
buena voluntad sobre los caminos que la Iglesia Católica debe seguir para cumplir su misión.
Estaba celebrándose el Concilio Vaticano II, y el Papa, sin querer entrometerse en los debates
conciliares, expresó tres pensamientos que hicieron tomar conciencia del diálogo en la Iglesia:
la conciencia de sí misma, la renovación de la misma, y la actitud que la Iglesia debe establecer
con el mundo que la rodea, y en el cual vive y trabaja.

El cristianismo es la religión del diálogo, una relación de Dios y el hombre que culmina en
Cristo, el Verbo, la Palabra hecha carne. Pero, ¿qué supone el diálogo desde la fe? El diálogo,
desde Jesucristo, nos debe llevar a tomar la iniciativa, sin esperar a que otros nos llamen. Debe
partir del amor desinteresado, como el de Dios. No se ajusta a los resultados posibles que se
conseguirían o dejarían de lograrse, debe hacerse sin límites y sin cálculos. Debe ser
responsable, libre y respetar la libertad personal y civil, sin coacción, y discurrir por las vías
legítimas de la educación humana, de la persuasión interior. Si el diálogo de Dios ha sido y es
universal, el nuestro debe ser potencialmente universal y capaz de entablarse con cada uno, a
no ser que el hombre lo rechace o insinceramente finja aceptarlo. Debe tener el ansia de la
hora oportuna y el sentido del valor del tiempo.

Esta forma de relación denota un propósito de corrección, de estima, de empatía y simpatía,


de bondad por parte del que lo entabla. Excluye la condenación prejuiciosa, la polémica
ofensiva y habitual, la banalidad de la conversación inútil. Mira al provecho del interlocutor y
quisiera disponerlo para la comunión de sentimientos y de convicciones. Supone un estado de
ánimo en nosotros los que pretendemos introducirlo y alimentarlo con cuantos nos rodea; el
estado de ánimo de quien se afana por colocar el mensaje cristiano del que es depositario en
la corriente del pensamiento humano. El por tanto, un coloquio y un arte de la buena
comunicación.

Las características del diálogo en la vida cristiana son esencialmente:


1) Claridad ante todo. El diálogo supone y exige capacidad de comprensión, que es una
facultad superior del ser humano. Hay que atender al lenguaje: si es comprensible, si
es empático, oportuno y sincero.
2) Dirigirse con mansedumbre. Una virtud que Cristo nos propuso aprender de Él mismo:
“aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” 2. El diálogo no es orgulloso, no
es hiriente, no es ofensivo. Un mensaje de bondad expresado por la verdad, por la
1
PABLO VI, Encíclica “Ecclesiam suam” sobre el mandato de la Iglesia en el mundo contemporáneo (06-
08-1964): AAS 56 (1964), 609-659
2
Mt 11, 29
caridad que difunde, por el ejemplo que da. No es orden, no es imposición. Es pacífico;
evita los modos violentos; es paciente, es generoso.
3) Expuesto en un clima de confianza. Promueve la confianza y la amistad. Entrelaza el
buen ánimo excluyendo todo fin egoísta.
4) Ejercitando la prudencia pedagógica. Debe tener en cuenta las condiciones
psicológicas y morales del que escucha: si es un niño, si no tiene los debidos estudios,
si aún no tiene las heramientas para comprender la materia que se dialoga o si hay
rechazo u hostilidad. Hay que tentar el camino y conocer la sensibilidad del
interlocutor y las formas de la propia presentación para no resultarle molesto e
incomprensible.

El diálogo verdadero se sitúa a favor de una paz libre y honesta; excluye fingimientos,
rivalidades engaños y traiciones; no puede dejar de denunciar, como delito y ruina, la guerra,
la agresión, la violencia, las injusticias y todo mal. Busca difundir, en cada institución y en cada
espíritu, la paz. El diálogo no está enfrentado a la obediencia hacia la autoridad legítimamente
constituida tanto en la Iglesia como en la sociedad, al contrario, el diálogo promueve el
encuentro a través de la razón. San Pablo nos dice: “Que no haya entre vosotros cismas” 3. Dios
es unidad, y en él no pede haber división. Por eso en medio de su pueblo no puede reinar la
división, sino el diálogo que permite la unidad. Por eso el Sínodo Diocesano, al convocar al
diálogo desea hacerlo con este espíritu de unidad, para poder discernir el camino.

El Papa Francisco está convencido de que este diálogo es hoy más necesario que nunca. Lo es
porque vivimos en un mundo muy plural, con gran diversidad cultural e incluso religiosa: “para
participar en la edificación de una sociedad abierta, plural y solidaria, es esencial desarrollar y
asumir constantemente y sin flaquear la cultura del diálogo como el camino a seguir” 4. La
Iglesia es servidora de este diálogo. Frente a la concepción de la Iglesia como una institución
monolítica, que vive cerrada en sí misma, es preciso subrayar que es deber de la Iglesia abrirse
al diálogo con todos los hombres para comprender las esperanzas y búsquedas que alberga su
corazón, y para favorecer el diálogo entre los hombres, entre los pueblos y las religiones, en la
búsqueda conjunta del bien común.

El Papa Francisco encuentra el fundamento último del diálogo en la paternidad de Dios, que
nos hace hermanos unos de otros. “Si queremos llegar al fundamento teológico de esto,
vayamos al Padre: Él nos ha creado a todos. Somos hijos del mismo Padre” 5. En el proemio de
la Declaración “Nostra aetate”, documento conciliar sobre las relaciones de la Iglesia con las
religiones no cristianas, se subrayaba también que “todos los pueblos forman una comunidad,
tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de
la tierra”6. Dice Francisco: “Esta es la base del encuentro: todos somos hermanos, hijos de un
mismo Padre celestial, y cada uno con su cultura, su lengua, sus tradiciones, tiene mucho que
aportar a la comunidad”7.

Asimismo, el Papa Francisco señala que “la evangelización también implica un camino de
diálogo”8. No sólo no hay oposición entre diálogo y anuncio del Evangelio, sino que no es
posible evangelizar sin abrirse al diálogo. Cuando dialogamos, imitamos a Dios, que se ha
3
1 Co 1, 10
4
FRANCISCO, Encuentro con la sociedad civil en Marruecos (30-3-2019)
5
FRANCISCO, Encuentro con los obispos de Asia en Corea (17-8-14)
6
CONCILIO VATICANO II, Declaración “Nostra aetate” las relaciones de la iglesia con las religiones no
cristianas (28-10-1965) n. 1: AAS 58 (1966) 740
7
FRANCISCO, Encuentro con los representantes de la sociedad civil en Paraguay (11-7-15)
8
FRANCISCO, Exhortación apostólica “Evangelii gaudium” sobre el anuncio del Evangelio en el mundo
actual (24-11-2013) n. 238: AAS 105 (2013), 1116
acercado a los hombres dialogando con ellos. Dios “habla a los hombres como amigos”9 y los
invita a la comunicación con Él. Este Sínodo Diocesano, por tanto, debe promover el diálogo
entre todos los fieles, al interno y al exterior de la Iglesia, entre la jerarquía y los laicos, entre
los miembros sinodales y el Pueblo de Dios. “Todas las formas de diálogo son expresiones de la
gran exigencia del amor de Dios, que sale al encuentro de todos y en cada uno pone una
semilla de su bondad, para que pueda colaborar en su obra creadora” 10.

Disposiciones para el diálogo Hablar claro al interactuar

El diálogo sólo se puede producir si los interlocutores tienen unas actitudes básicas. En
diversas ocasiones, el Papa Francisco ha especificado cuáles son las condiciones que favorecen
el diálogo11. Las condiciones fundamentales son:

1) El deber de identidad. La primera condición es tener clara la propia identidad, porque


no se puede establecer un diálogo sobre la ambigüedad o sacrificando un bien para
complacer al otro. Hemos de dialogar a partir de lo que somos, sin ocultarlo 12. “Desde
la nada, desde una autoconciencia nebulosa, no se puede dialogar, no se puede
empezar a dialogar”13. El relativismo no favorece el diálogo, sino que lo dinamita.

2) Escuchar al otro. El Papa Francisco insiste mucho en la importancia de escuchar. Para


ello es necesaria una gran capacidad de apertura al otro, de acogida y de empatía. “Si
nuestra comunicación no quiere ser un monólogo, hemos de tener apertura de mente y
de corazón para aceptar a las personas y a las culturas. Sin miedo: el miedo es
enemigo de estas aperturas”14. No se trata de escuchar sólo sus palabras, sino también
sus experiencias, sus esperanzas, sus aspiraciones, sus dificultades. El diálogo requiere
el silencio, para saber escuchar a los otros. “El verdadero diálogo necesita momentos
de silencio, en los cuales acoger el don extraordinario de la presencia de Dios en el
hermano”15.

3) La valentía de la alteridad. La tercera condición es tener la valentía de la alteridad,


que consiste en no tratar al que es diferente, cultural o religiosamente hablando,
como a un enemigo, sino como a un compañero de ruta, con la convicción de que el
bien de cada uno se encuentra en el bien de todos. Hemos de convencernos de que
cada hombre y mujer tienen algo que darnos. Para que haya armonía es necesario que
existan diferencias. La uniformidad no es buena, porque significaría que todos
hacemos y pensamos lo mismo. Las diferencias nos enriquecen. “La uniformidad nos
anula, nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad, por lo que el
punto de partida no puede ser 'voy a dialogar' pero aquel está equivocado” 16. Las
diferencias pueden complementarse y enriquecerse mutuamente. Hay que tener por
tanto la mentalidad de que de todos podemos aprender algo. Acoger la experiencia y
perspectiva del otro no me conduce a perder mi identidad, sino a perfeccionarla.

9
CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática “Dei Verbum” sobre la Divina revelación (18-11-1965) n. 2:
AAS 58 (1966) 818
10
FRANCISCO, Audiencia general (22-10-16)
11
Cf. FRANCISCO, Discurso a los participantes en la conferencia internacional para la paz (28-4-19)
12
Cf. FRANCISCO, Encuentro con los representantes de la sociedad civil en Paraguay (11-7-15)
13
FRANCISCO, Encuentro con los obispos de Asia en Corea (17-8-14)
14
Ídem
15
FRANCISCO, Audiencia general (22-10-16)
16
FRANCISCO, Encuentro con los representantes de la sociedad civil en Paraguay (11-7-15)
4) La sinceridad de las intenciones. El diálogo es un camino para la verdad y debe ser
recorrido de un modo paciente. El Papa Francisco insiste en diversas ocasiones en que
el diálogo no es fácil; es preciso superar muchas dificultades. El diálogo no surge
espontáneamente. El diálogo requiere paciencia, ascesis y generosidad 17. En el diálogo
hay que evitar querer ver inmediatamente los resultados. Por otra parte, no hay que
temer el conflicto. En el diálogo es lógico que se dé el conflicto, puesto que las
personas pensamos de manera diferente. Por el contrario, “somos invitados a asumir
el conflicto”18. Hay que “aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en un
eslabón de un nuevo proceso”19.Hay que asumir el conflicto para procurar resolverlo.
Esto conecta con otro principio básico en el pensamiento del Papa Francisco: se puede
desarrollar una comunión en las diferencias porque “la unidad es superior al
conflicto”20.

5) Caminar con el otro. El diálogo es un camino que hacemos junto con otras personas.
Es muy importante caminar juntos e ir creciendo en conocimiento mutuo, en amistad y
en una solidaridad más profunda. Somos peregrinos que caminamos junto a otros. Hay
que confiar sin recelos en el compañero de camino 21. Hacemos el camino juntos, cada
uno desde su propia identidad. Más importante que obtener resultados, es la
experiencia de caminar junto al otro. El diálogo “es un bien que no consiste en cosas,
sino en las personas mismas que mutuamente se dan en el diálogo” 22.

Evitar toda ofensa y maledicencia

Las conversaciones públicas sobre diversos temas proliferan, no sólo en los medios de
comunicación tradicional sino sobre todo en las redes sociales hoy día. Hay un intercambio no
sólo de información sino de opiniones que, aunque en un principio parezcan diálogos
inofensivos, terminan en batallas campales que hieren, ofenden, humillan, llegando a las
consecuencias del odio mediático, el bullying o la persecución. Esto en nada se parece al
auténtico diálogo humano del que mencionaban los Papas y el Magisterio de la Iglesia. En este
cambio de época se cuestionan todas las verdades y opiniones, y por tanto todos parecen
tener la razón de lo que defienden, polarizando las opiniones y evitando llegar a puntos de
encuentro en común, y por tanto, es cada día más complicado el diálogo y la unidad.

Estos debates se ven atravesados por ideologías diversas, corrientes de pensamiento, nuevos
proyectos legislativos, políticas públicas, movimientos sociales, deportes, marchas,
manifestaciones, gustos y aficiones, noticias sensacionalistas y campañas, que van
determinando los consensos y disensos sobre temas que dan pie al interés público
frecuentemente generando contextos de polarización. El diálogo se convierte en un desafío
arduo, y por tanto, es improbable que se llegue a un diálogo fraterno, honesto, maduro y
responsable. El respeto a toda persona, con sus creencias y formas de pensar, especialmente
si van en contra de la ideología imperante y la moda del pensamiento contemporáneo es poco
tolerable, y existe una carencia no sólo de valores sino de la más elemental caridad y
deferencia hacia la dignidad del interlocutor, dejando a un lado al diálogo. En este contexto,
surgen algunas preguntas fundamentales: ¿cómo participar en este intercambio de ideas y
17
Cf. FRANCISCO, Carta Encíclica “Laudato si´”sobre el cuidado de la casa común (24-05-2015) n. 201: AAS
107 (2015) 927
18
FRANCISCO, Encuentro con los representantes de la sociedad civil en Paraguay (11-7-15)
19
FRANCISCO, Exhortación apostólica “Evangelii gaudium” sobre el anuncio del Evangelio en el mundo
actual (24-11-2013) n. 227: AAS 105 (2013), 1112
20
Íbid. n. 228: AAS 105 (2013), 1112
21
Cf. Íbid. n. 244: AAS 105 (2013), 1118
22
Íbid. n. 142: AAS 105 (2013), 1079
opiniones o en los debates públicos logrando aportar la visión cristiana en toda su riqueza?;
¿cómo expresar más integralmente la identidad y los valores propios de aquello en lo que
creemos?; ¿cómo gestionar las situaciones de controversia en la familia, los amigos, en el aula,
en el mundo laboral, en el apostolado, en la comunidad parroquial sin romper la armonía y
respeto al prójimo?

No hay una solución o receta mágica para ello. Es más bien, en el tomar conciencia del respeto
al prójimo, recordando ante todo el valor de su humanidad, de que es precioso a los ojos de
Dios, no importando si no cree en la misma fe, o si tiene una ideología o prejuicios o
diferencias con mi forma de ver la vida. Es ante todo un ser humano, un hijo de Dios, y
debemos como cristianos a vernos unos a otros como Dios nos respeta y nos mira. El diálogo
sin ofensas, sin prejuicios, sin maledicencia solo podrá ser posible en la medida de que
valoremos al prójimo en toda su esencia y dignidad.

Estas aguas turbulentas, que algunos han denominado “populismo posmoderno”, dificultan el
diálogo público de una manera notable, especialmente cuando se polarizan las opiniones que
dividen familias, comunidades e incluso naciones. Como resultado, se desconfía del diálogo de
diversas maneras: el contexto se convierte en una amenaza y, por lo tanto, la posibilidad de
una conversación mutuamente enriquecedora se vuelve una quimera y quienes la intentan
parecen ser locos o ingenuos. Nosotros como creyentes en Cristo debemos ser sujetos de
cambio y constructores de paz por medio del diálogo que es posible si ponemos el máximo
respeto al prójimo.

Para evitar caer en el desánimo o la indiferencia ante el rechazo a dialogar, debemos tener en
cuenta no caer en las trampas del enemigo que nos desalientan y dividen. Estas trampas se
manifiestan principalmente en:

a) El aislamiento, que rechaza el diálogo por temor. “Podemos caer en la tentación de


recluirnos y aislarnos para defender nuestros planteos que terminan siendo no más
que buenos monólogos. Podemos tener la tentación de pensar que todo está mal, y en
lugar de profesar una buena nueva, lo único que profesamos es apatía y desilusión” 23.
El aislamiento toma formas de “arcas de Noé” morales o ambientales: un colegio, un
barrio, un grupo de whatsapp o una reunión de amigos que se ponen al resguardo de
las influencias perniciosas del entorno, de ideologías corrompidas donde todo parece
reforzar los esquemas y actitudes de los participantes que son manipulados. Esta
actitud se vuelve más comprensible como resguardo de las personas que están en
etapas iniciales de formación crítica.

b) La disolución o mimetismo, donde se rechaza el diálogo porque uno se asimila en el


monólogo del otro. Producto de una escasa confianza en el propio pensamiento o la
razón. Terminan por desconfiar de la propia identidad y del valor de lo que se tiene
para aportar, y así terminan asimilando los esquemas, conceptos y actitudes del otro.
Suele comenzar como adaptación y terminar en la desaparición de la propia identidad
y capacidad de decidir y opinar.

c) El enfrentamiento, que rechaza el diálogo porque quiere imponer el propio monólogo


a los demás, habitualmente como reacción a la percepción de que otros grupos
considerados poderosos presionan para imponer el suyo. Las incompatibilidades de

23
FRANCISCO, Discurso durante el encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas en la
Catedral de Santiago de Chile (16-1-18)
fondo y de forma se consideran tan peligrosas que reclaman la lucha total: la cultura
de vida contra la cultura de la muerte, la moralidad contra la perversión, que transmite
sensación de superioridad. Esta actitud gana legitimidad cuando los ataques son
concretos y el daño es palpable. Por eso, suele presentarse como una “resistencia”,
con disposición al martirio social. A veces, se llega hasta justificar el maltrato o la
violencia simbólica como medio de defensa propia y toma a sus agresores como
enemigos. Esto se da mucho en las marchas de grupos ideologizantes.

Dialogar sin renunciar al anuncio evangelizador

La práctica del diálogo suscita algunos problemas en la mentalidad de muchas personas. Hay
quienes piensan, erróneamente, que en la misión actual de la Iglesia el diálogo debería
sustituir al anuncio. En el extremo opuesto, algunos no logran ver el valor del diálogo. El
anuncio y el diálogo, cada uno en su propio ámbito, son considerados como elementos
esenciales y formas auténticas de la única misión evangelizadora de la Iglesia. Ambos se
orientan hacia la comunicación de la verdad salvífica. El Sínodo Diocesano tiene que estar
orientado al diálogo, pero sin renunciar nunca al anuncio continuo de la buena nueva.
Queremos incluir propositivamente a todas las voces pero también reafirmar la verdad de
Jesucristo y su mensaje de salvación.

El diálogo puede entenderse de diversos modos. En primer lugar, a nivel puramente humano,
significa comunicación recíproca para alcanzar un fin común; a nivel más profundo, una
comunión inter-personal. En segundo lugar, el diálogo puede considerarse como una actitud
de respeto y amistad, que penetra o debería penetrar en todas las actividades que constituyen
la misión evangelizadora de la iglesia. Esto puede llamarse justamente “espíritu del diálogo”.
En la Sagrada Escritura vemos diversos ejemplos de diálogo, en especial los diversos diálogos
de Jesús por ejemplo con Nicodemo o la mujer Samaritana 24. Siempre en este diálogo él tenía
no sólo un respeto exquisito por el pensmaiento de cada uno sino que mediante una dinámica
de la caridad y la reflexión, los fue atrayendo hacia la verdad. Esto es dialogar anunciando la
Buena Nueva.

El anuncio es la comunicación del mensaje evangélico, el misterio de salvación realizado por


Dios para todos en Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo. Es la invitación a un compromiso
de fe en Jesucristo, invitación a entrar mediante el bautismo en la comunidad de los creyentes
que es la Iglesia. Este anuncio puede hacerse de manera solemne y pública, como sucedió el
día de Pentecostés25, o por medio de la sencilla conversación privada 26. Lleva naturalmente a
una catequesis que tiende a profundizar esta fe. El anuncio es la base, el centro y el culmen de
la evangelización. Esa es la labor del diálogo en este Sínodo, llevar a todos a un encuentro vivo
con Cristo mendiante un caminar juntos, discernido por todos, en el que todos estan llamados
a participar.

La palabra de Dios nos ilumina

Tener una actitud de escucha como María de Betania (Lc 10, 38-42)
“Entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una
hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra.
Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo:

24
Cf. Jn 3 y 4
25
Cf. Hch 2, 5-41
26
Cf. Hch 8, 30-38
"Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer?
Dile que me ayude". El Señor le respondió: "Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te
inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la
quitará".”.

Para meditar:
“La «mejor parte» es posible gracias a la disponibilidad y la actitud de escucha: solo adoptando
la disciplina de escuchar se puede llegar a ser un discípulo del Señor, no de otra manera. Solo
escuchando su palabra puedes crecer como hombres nuevos. Solo al darnos espacios de
silencio y contemplación podemos tener acceso al corazón de Dios, en general, un Dios al que
le gusta hablar con nuestros corazones. Ciertamente, porque las disposiciones del corazón son
centrales para todo tipo de discernimiento, y en particular para el vocacional, en ese abrirse a
escuchar la voz del Espíritu requiere disposiciones internas precisas: la primera es la atención
del corazón, favorecida por un silencio y un vaciado que requiere un ascetismo. Igualmente
fundamentales son la conciencia, la autoaceptación y el arrepentimiento, combinados con la
voluntad de poner la vida en orden, abandonando lo que debería ser un obstáculo y
recuperando la libertad interior necesaria para tomar decisiones guiadas solo por el Espíritu
Santo. El buen discernimiento también requiere atención a los movimientos del corazón,
creciendo en la capacidad de reconocerlos y darles un nombre. Finalmente, el discernimiento
requiere el coraje de comprometerse con la lucha espiritual, ya que no faltarán las tentaciones
y los obstáculos que el Maligno ponga en nuestro camino” 27

Preguntas para el estudio y la reflexión:

1. ¿He comprendido que la escucha debe ser el primer paso en este Sínodo Diocesano?,
¿Estoy dispuesto a tener una mente y un corazón abiertos, sin prejuicios?
2. ¿Hacia quiénes se encuentra “en deuda de escucha” nuestra Iglesia particular? ¿Qué
espacio tiene la voz de las minorías, de los descartados y de los excluidos? ¿Cómo
son escuchados los laicos, en particular los jóvenes y las mujeres?
3. ¿Logro identificar los prejuicios y estereotipos que obstaculizan mi escucha? ¿Cómo
escuchamos el contexto social y cultural en que vivimos?

Canto:

Cesáreo Gabaráin
“Sois la semilla”
https://youtu.be/DU9lvD8qr78

27
ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Documento Final del Sínodo de los Obispos sobre
“Los jóvenes: la fe y el discernimiento vocacional” n. 111 (27-10-2018)

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