El contrato es una de las más importantes instituciones de todo
el Derecho Civil. Gracias a él las personas pueden relacionarse
jurídica y económicamente de las maneras más diversas: transmitiéndose bienes, contrayendo obligaciones, etc… Consiste en el acuerdo celebrado entre dos o más partes, personas físicas o jurídicas, en virtud del cual cada una de ellas se compromete a hacer o a entregar algo a cambio de la prestación que recibirá de las demás. El Código Civil consagra el principio de la libertad contractual, gracias al cual los contratantes pueden determinar sus relaciones incluyendo en el contrato cualesquiera disposiciones que tengan por conveniente, sin más límites que las leyes, la moral y el orden público. Celebración del contrato La misma validez tiene un contrato celebrado por escrito que otro hecho verbalmente, exceptuando algunos casos en los que la ley exige su constancia por escrito. Lo importante es que todos los contratantes estén conformes con los elementos que integran el contrato, así como del tipo de éste (lo que se conoce como naturaleza del contrato). Por lo tanto, puede decirse que existe el contrato desde que los contratantes manifiestan el consentimiento de cumplir determinadas prestaciones a cambio de recibir las de los otros. Para poder celebrar un contrato en nombre de otra persona la ley exige que previamente se le haya conferido al representante un poder de representación. Poder que podrá ser revocado por el otorgante en cualquier momento, aunque respetando siempre el cumplimiento de las obligaciones contraídas por el representante, antes de la revocación, de acuerdo con los términos del poder.
El perfeccionamiento implica el nacimiento y existencia del contrato, a partir del cual
se van a generar derechos y obligaciones para las partes que lo suscriben. Por ello resulta importante que las partes que lo firman se encuentren debidamente acreditadas y que cuenten con la representación respectiva