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E SC U E L A D E D E R E C H O
PROF. JORGE FANTA de la VEGA
UNIVERSIDAD BOLIVARIANA
La conciencia de la buena vida se observa de modo claro y definido entre los pueblos
originarios de América. He centrado la mirada en los pueblos andinos por ser los de mayor
cercanía geográfica y de relevancia jurídica en esta materia.
La hipótesis Gaia de James Lovelok, elaborada desde la cultura occidental, tiene su
correspondencia milenaria en las culturas de los pueblos originarios. La concepción de un sistema
autoorganizado está en la base del nuevo paradigma científico al igual que la constatación de la
necesidad de una conducta ética en correspondencia a lo constitutivo de lo humano y que, a la
vez, toma conciencia de la vulnerabilidad del medio en que se desarrolla.
Al respecto el magistrado Zaffaroni (2011, p. 84) señala:
3
“De la hipótesis Gaia se deriva una ética hacia Gaia, ensayada en alguna
medida por todos los autores que se ocupan del tema, como corolario final de sus
obras específicas. La perspectiva de una ética desde dentro de Gaia y como parte de
ella configura un nuevo paradigma –sin ánimo de abusar de la palabra-, pues importa
reconocer los derechos de todos los otros entes que comparten con nosotros la tierra y
reconocerles -al menos- su derecho a la existencia y al pacífico desarrollo de sus
vidas”.
Ante la depredación del planeta y la destrucción del entorno natural en que se desarrolla la vida
humana, unido al irrespeto a los ciclos naturales y al deterioro del relacionamiento humano
producto de un capitalismo -por naturaleza- alienante del ser humano, ha comenzado a
reconocerse desde Latinoamérica la necesidad, en términos políticos, de un socialismo
cooperador.
Vivimos en una cultura que se plantea desde el conflicto y la violencia, enfoque que comienza a
cambiar con el desarrollo de nuevas miradas. Situados desde el conflicto, la paz es simplemente
la ausencia de guerra. En una nueva mirada holística, la paz es el producto de la justicia llevada al
caso concreto, en un orden natural y humano complejo que supone la armonía del ser humano
con los ciclos de la naturaleza y en su convivir con otros.
Los ciclos de la naturaleza en el planeta son la manifestación de un sistema natural similar a un
ser vivo en la teoría Gaia y que igualmente tiene correspondencia con la concepción de la
Pachamama de los pueblos originarios americanos. El ser humano, en una perspectiva
evolucionaria en el decir de Boff, somos la tierra que llegó a sentir, a pensar, a amar, a venerar,
de modo que entre la naturaleza y el ser humano rigen interrelaciones complejas, sin que se trate
de la suma de partes sino una organicidad. (Cfr. en Zaffaroni, 2011). Un buen vivir, algo mas allá
de un bienestar, está en la base de las demandas socio-políticas de los últimos tiempos a nivel
planetario.
En el ámbito jurídico-político la concepción milenaria del buen vivir de los pueblos originarios,
se ha manifestado en un neo constitucionalismo en los países de Ecuador y Bolivia. Nótese que
las palabra armonía, madre tierra, espiritualidad, sabiduría, liberación, paz y solidaridad, todas
ellas, son expresadas en el Preámbulo de la Constitución del Ecuador del año 2008. Dice así:
“RECONOCIENDO nuestras raíces milenarias, forjadas por mujeres y hombres de
distintos pueblos,
CELEBRANDO a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte y que es vital
para nuestra existencia,
INVOCANDO el nombre de Dios y reconociendo nuestras diversas formas de
religiosidad y espiritualidad,
APELANDO a la sabiduría de todas las culturas que nos enriquecen como sociedad,
COMO HEREDEROS de las luchas sociales de liberación frente a todas las formas
de dominación y colonialismo,
Y con un profundo compromiso con el presente y el futuro,
Decidimos construir
Una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la
naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay;
3
Una sociedad que respeta, en todas sus dimensiones, la dignidad de las personas y las
colectividades;
Un país democrático, comprometido con la integración latinoamericana – sueño de
Bolívar y Alfaro-, la paz y la solidaridad con todos los pueblos de la tierra; y,
En ejercicio de nuestra soberanía, en Ciudad Alfaro, Montecristi, provincia de
Manabí, nos damos la presente: Constitución de la República del Ecuador”.
Luego en el capítulo VII se contiene la regulación de los derechos de la naturaleza. A modo de
contrapunto, señalo que en Chile, receptor y depositario de la tradición jurídica de matriz
posrevolución francesa, el Código Civil señala que las cosas corporales se dividen en muebles e
inmuebles y que los muebles son las que pueden transportarse de un lugar a otro, sea moviéndose
ellas a sí mismas como los animales o semovientes, sea que sólo se muevan por una fuerza
externa, como las cosas inanimadas.1 Puede observarse que el mundo natural se concibe como
cosas a disposición del ser humano, sin que pueda constituir un sujeto de derechos. Así, la
doctrina civilista sostiene que bienes son las cosas útiles al hombre.
Desde la concepción de mundo del buen vivir, la naturaleza es el lugar desde donde se realiza la
vida y no son objetos o “cosas animadas o inanimadas” que pueden prestar utilidad al ser
humano. Desde esta nueva mirada se formula el artículo 71 de la Constitución Política del
Ecuador que dispone:
“La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a
que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus
ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos”.
En la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, de modo similar, se reconocen los
derechos de la naturaleza. Sin embargo, en definitiva se desvirtúa esta primera intención y
producto de un apego a una concepción de progreso propio de la modernidad, se termina
abandonando la perspectiva biocentrica.
Respecto de Chile solo se encuentran fallos judiciales que hacen un acercamiento débil a esta
mirada. Contamos con un voto de minoría en la Corte Suprema a propósito de un recurso de
protección a favor de los lobos marinos de la bahía de Valparaíso producto de una resolución
administrativa que autorizaba su exterminio. Se expresó lo que sigue:
Recurso de protección rechazado (Nº 8 art. 19 de la C. Pol.). Resolución
administrativa que autoriza exterminio de lobos marinos no merece reproche de
ilegalidad. Recurso de protección sólo alcanza a las personas y no a otros seres
vivientes. Hay voto en contra.
Santiago, 25 de febrero de 1999.
... Se confirma la sentencia apelada de veintidós de diciembre pasado, escrita a fojas
89.
Acordada con el voto en contra del Ministro Sr. Jordán quien fue de opinión de
acoger el recurso y para ello tiene someramente en consideración:
Es un hecho público y notorio que constituye una realidad nacional, la destrucción o
eliminación paulatina del medio ambiente creado por la naturaleza, en cuanto a la
1
Artículos 566 y 567 del Código Civil de Chile
3
fauna y flora, de tal manera que su no recuperación para el futuro, con las perniciosas
consecuencias inherentes, es prácticamente irreversible…la medida que pretende
adoptar la Subsecretaria de Pesca, constituye, por su índole, una amenaza que implica
arbitrariedad, pues compromete un medio ambiente libre de contaminación, con
respecto a lo cual obviamente se debe tutelar la preservación de la naturaleza que
constituye un todo, una unidad que involucra la creación misma con todos los
seres, elementos y materias que la integran y que convergen al equilibrio
ecológico...”2 El subrayado es del autor.
Un segundo ejemplo que ilumina nuestro paisaje jurisprudencial lo constituye el denominado
caso malón, en el cual se considera la cosmovisión de los pueblos originarios y que es
recogida en un informe pericial y considerado para dictar sentencia en materia penal:
“SENTENCIA DE REEMPLAZO. Santiago, once de enero de dos mil doce.
Y SE TIENE, EN SU LUGAR Y ADEMÁS, PRESENTE:
QUINTO: Que este amparo de la tierra y de su identidad cultural, revela que para este
pueblo indígena las infracciones que vulneran la propiedad son de una gravedad
relevante, no tanto por el detrimento patrimonial de la víctima, sino casi
exclusivamente por atentar contra un orden colectivo y el mentado equilibrio del
cosmos. Así, por ejemplo, recúrrase a los relatos del cacique Pascual Cocha, y al
video “Wichan” (El Juicio), extraído de dicho texto. Igualmente: “…La madre tierra
debe ser defendida por sus hijos; los mapuches somos hijo de la tierra; esto lo
comprendieron los antepasados porque todo está hecho de lo mismo: las montañas,
los ríos, las estrellas, la gente, las piedras y el gran espíritu…”. “…El amor a la
madre tierra es un valor mapuche que se manifiesta a través de la ritualidad
ancestral, es por ello que los ancianos enseñan que hay que pedir permiso al Gen o
espíritu dueño del lugar donde se va a extraer algún elemento de la naturaleza ya
que todo lo que existe cumple una función, nada está por estar y la gente es parte de
un todo armónico cósmico y universal por lo que para el mapuche lo superior y lo
inferior no existe…”. “…El mapuche no separa el universo de la naturaleza, del
hombre y la sociedad, no se siente dueño y señor de la naturaleza porque se es parte
de ella; por lo tanto no existe lo superior o inferior sino lo diverso, lo diferente y esa
es la maravilla de la vida ya que el orden cósmico no es o será jamás homogéneo…”.
En síntesis, la propiedad privada “no existía en la concepción mapuche, sólo apareció
y se consideró consecuentemente la apropiación de lo que era propiedad de otros un
delito, desde la interiorización de este concepto por los mapuches”, luego del
exterminio y su colonización por parte de los españoles.
…Más allá de una respuesta talional ocasional de contornos difusos, y del malón
como expresión concreta de guerra defensiva o de venganza familiar desplegada
generalmente ante el fracaso de las instancias reparatorias previas, el esfuerzo
colectivo por restituir el estado de cosas al momento anterior al conflicto parece la
2
Rol E. Corte Suprema N° 259-99
3
solución predominante y alternativa al imperativo categórico retribucionista (también
de entera vigencia) de Kant”3.
Esta invocación a la Pachamama en las Constituciones de Ecuador y Bolivia, y en la
Jurisprudencia chilena, hablan de la exigibilidad de una conducta ética para con los semejantes y
con el entorno natural en donde se reproduce y realiza la vida.
En igual sentido se manifiesta Jonas (1995) al desarrollar el principio de responsabilidad
señalando que debemos obrar de tal modo que los efectos de nuestra acción sean compatibles con
la permanencia de una autentica vida humana sobre la tierra.
Finalmente un tema que se abre para el desarrollo de nuevos estudios es la posible relación entre
la cosmovisión de los pueblos originarios sobre la Pachamama y la concepción jungiana del
arquetipo de la Gran Madre. El inconsciente colectivo sustentado por Jung comprendería a la
concepción pachamámica, como una manifestación concreta de un vestigio de la evolución
humana marcada en forma indeleble en todos los seres humanos (Cfr. Zaffaroni, 2011).
* * *
“Creo que la iglesia Católica está muy limitada. Está cerrada frente a lo que pasa con la
humanidad y a la entrega de conocimientos. iEs la familia, son el hombre y la mujer
quienes tienen que decidir sobre su vida! Ni el Estado ni la Iglesia pueden decidir por ellos. Cada
vez que la iglesia se opone a entregar conocimientos, niega autonomía a las personas y se
transforma en una institución retrógrada y, en último término, tiránica”.
“Si uno quiere defender la vida ni siquiera debería tomar antibióticos, porque las bacterias
son seres vivos. Hablar de la defensa de la vida, en general, es una mentira, porque los seres
vivos vivimos de comernos a otros seres vivos. ¡Todos! Yo creo que lo que uno debe defender, si
se quiere defender algo, es al ser humano en su vida íntegra. Y un embrión no es un
ser humano. El ser humano surge en el momento en que se establece la relación amorosa entre la
madre y ese ser que está creciendo en ella. Si esa relación no se establece, no hay ser humano”.
3
Segunda Sala de la Corte Suprema. Causa Rol 2.683-2012. Once de Enero de 2012.
3
“Si uno piensa que lo que necesitamos no es una economía de libre mercado, lo acusan de
comunista o de esto otro … No tenemos libertad reflexiva, no tenemos libertad de configurar un
proyecto de país en el cual existan ciertas cosas que impliquen libre mercado y otras que
impliquen protección nacional”.
“Vivo en este mundo natural, que es espontáneo y es divino. En último término, no tengo para
qué tener la soberbia de pretender decir algo sobre Dios. Me basta con pensar que vivo en este
mundo natural y que es mi responsabilidad cuidarlo, sobre todo cuando está en mis manos…
destruirlo”.
“Hay poca libertad personal. La persona es libre en el momento en que puede ser responsable de
sus preferencias y de sus decisiones. Es decir,cuando es responsable de sus responsabilidades.
Pero no se entregan suficientes conocimientos como para que eso sea posible”.
“Considero que el aborto es una medida extrema, que las mujeres adoptan porque es necesario
para sus vidas. Para mí, es una acción legítima que ella o la familia decidan perder un bebé que
no desean. Es un embrión destinado a sufrir la negación, porque no se le quiere. Y se hace más
daño teniendo un hijo a la fuerza que no teniéndolo. Ahora, decir que el aborto es legítimo no me
inhabilita para señalar que, en el fondo, es un acto sagrado, porque es una vida por otra vida.
No estoy recomendando el aborto; lo que sí me parece es que las personas tienen que tener los
conocimientos y el entendimiento para decidir consciente y responsablemente. Y quien
debe decidir, por supuesto, es la mujer, porque se trata de su vida y de su cuerpo”.
Fuente: La Tercera, 1994.
* * *
1. Presentación
El tema de la pretendida exclusividad del humano como titular de derechos nos llamó
siempre la atención. Las dudas de los penalistas sobre el bien jurídico en los delitos de
maltratamiento de animales son elocuentes al respecto. Se renuevan con los llamados delitos
ecológicos, pero finalmente la cuestión es lanzada a una lid teórica mucho más amplia por el
neoconstitucionalismo latinoamericano, de forma que no deja espacio para eludirla.
Hemos seguido meditando sobre el tema y lo reformulamos parcialmente en la Lectio con
que recibimos el Doctorado h.c. de la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito en setiembre
de 2010. …
2. La ambivalente relación del humano con el animal
El neoconstitucionalismo latinoamericano depara sorpresas. Entre ellas no es menor el
reconocimiento de los derechos de la naturaleza en las Constituciones del Ecuador (2008) y de
Bolivia (2009), que citaremos textualmente más adelante.
3
Lejos de ser nuevo, el tema replantea la cuestión de los derechos de entes no humanos. …
…el humano les atribuyó virtudes y defectos propios y exclusivos de él. La torpeza del
asno, la fidelidad del perro, la nobleza del caballo, la satanidad del gato, la abyección del cerdo,
etc., son valoraciones humanas conforme a las que jerarquizó a los animales (coronando
heráldicamente al oso primero y al león más tarde, lo que permanece vigente para injuriar o
exaltar a otro humano, en tanto que los animales, por supuesto, no se han dado por enterados.
Tampoco sabemos lo que piensan acerca de nosotros, pero seguramente no tendrán un buen
concepto.
Esta jerarquización fue dotada de un supuesto carácter científico cuando, valiéndose de las
semejanzas físicas con algunos animales, los fisiognomistas clasificaron jerárquicamente a los
humanos y de su parecido con tal o cual animal quisieron deducir caracteres psíquicos y morales,
tradición que después de pasar por la frenología de Gall entró en el campo parajurídico para dar
status científico a la criminología con Lombroso y los positivistas, consagrando valores estéticos
como fundamento de jerarquizaciones racistas, asociando lo feo con lo malo o primitivo. De este
modo, los humanos clasificaron a los animales y luego se clasificaron a sí mismos en base a lo
que antes habían colocado en los animales.
En la edad media y hasta el Renacimiento –es decir, entre los siglos XIII y XVII- fueron
frecuentes los juicios a animales, especialmente a cerdos que habían matado o comido a niños, lo
que unos justificaban pretendiendo que los animales –por lo menos los superiores- tenían un poco
de alma y otros negándolo, pero insistiendo en ellos en razón de la necesidad de castigo ejemplar.
Sea como fuere se ejecutaron animales y hasta se sometió a tortura y se obtuvo la confesión de
una cerda. Los tribunales citaban y sancionaban con excomunión a sanguijuelas, ratas y otras
plagas.
Existe una amplísima bibliografía al respecto desde hace muchísimos años, donde entre
otras curiosidades se recuerda a Barthélemy de Chassanée, célebre jurista que en 1531 escribió
sus Consilia, libro en que resumía los requisitos formales para el juicio a animales4.
Suelen entenderse estos procesos como prueba de que a partir del siglo XIII y hasta el
Iluminismo se reconocía a los animales la condición de persona o por lo menos de responable,
por lo que algunos analistas de la discusión actual se preguntan qué es lo que produjo un cambio
tan marcado en el siglo XVIII.
No creemos que haya nada sorprendente en esto, porque no ha habido un reconocimiento
secular de personalidad y luego, insólitamente, un desconocimiento de esa capacidad. A nuestro
juicio, durante esos siglos persistió una relación ambivalente, que de algún modo reconocía que
en el animal había alguna dignidad, algo que si bien no era del todo humano, guardaba relación
estrecha con lo humano, …
Esto no llevó al reconocimiento de ningún derecho en la forma en que hoy entendemos
ese concepto, pues la idea actual de derecho subjetivo, si bien no niego que se pueda rastrear
desde muchos siglos antes, se formaliza frente al poder del estado en el siglo XVIII. …al mismo
tiempo que se le reconocieron derechos al humano, en el sentido moderno del término, se le
negaron rotundamente al animal
4
3
El camino venía preparándose desde el platonismo. La separación tajante entre cuerpo y
alma y el desprecio al cuerpo prepararon el capitalismo y al mismo tiempo relegaron al animal a
la condición de puro cuerpo y al humano atento al cuerpo a una condición cercana al animal . El
humano no debía preocuparse por el sufrimiento en la tierra, porque su destino estaba en su alma
que iría al Paraíso. El humano sólo preocupado por el cuerpo era el criminal, o sea, el más
próximo al animal. Si se penaba a este medio animal, el propiamente animal también podía ser un
chivo expiatorio, algo mimético podía descubrirse en él.
…si consideramos que el derecho penal no es constitutivo sino que es sancionador, o sea, que no
crea los bienes jurídicos, sino que éstos le vienen dados por todo el orden jurídico, tampoco tiene
autonomía para decidir quién es su titular. Esto se verifica apartando el código penal de la
cuestión y comprobando que casi todas las conductas que tipifica no sólo constituyen delito sino
que también son ilícitos a la luz de alguna o algunas de las otras ramas jurídicas y, sobre todo,
que ninguno de los bienes jurídicos lesionados dejan de serlo si prescindiésemos de las
tipificaciones.
7
3
Otro filósofo de gran importancia y cuya ética se halla en el centro de la discusión
ecológica profunda fue Hans Jonas (1903-1993). Judío alemán casi toda su vida exiliado, lo
cierto es que comenzó sus estudios filosóficos con Heidegger y su influencia se puede rastrear en
su obra.
Jonas parte de que el humano es el único ser vivo que tiene responsabilidad, porque
pueden elegir alternativas de acción, lo que por cierto no es ninguna novedad filosófica, pero lo
es la marcada urgencia en asumir la responsabilidad frente al poder de que actualmente dispone.
La responsabilidad moral arranca de la verificación de la vulnerabilidad de la naturaleza, que
puede hacer desaparecer la especie. De allí parte el imperativo humano de proteger a la
naturaleza, que aumenta en la medida en que somos conscientes de la facilidad con que la
podemos destruir, o sea, de la experiencia de vulnerabilidad. Su imperativo podría sintetizarse en
obra de tal manera que los efectos de tu acción no destruyan la posibilidad futura de la vida.
En verdad, el siglo XX ha sido llamado el siglo de los genocidio, pero cabe pensar si la
invención de chivos expiatorios no ha sido toda una fabricación de miedos que si bien no
respondió a una intencionalidad conspirativa, sin duda fue funcional al ocultamiento del peligro
real de extinción de la especie, que se hizo manifiesto a partir de Hiroshima y Nagasaki. Todo el
siglo XX ha sido un constante proceso de desviación del miedo a objetos no temibles para
masacrarlos, impidiendo el reconocimiento cierto del mayor objeto temible, que es la destrucción
planetaria.
8
3
–sostienen los biólogos contemporáneos- el más apto habría sido el más fecundo y no el más
fuerte en el sentido físico.
El reconocimiento de la simbiosis como fuerza evolutiva importante –se ha escrito- tiene
implicancias filosóficas profundas. Todos los organismos macroscópicos, incluidos nosotros
mismos, son prueba viviente de que las prácticas destructivas a la larga fallan. Al final, los
agresores se destruyen a sí mismos, dejando el puesto a otros individuos que saben como
cooperar y progresar. Por ende, la vida no es sólo una lucha competitiva, sino también un
triunfo de la cooperación y de la creatividad. De hecho, desde la creación de las primeras
células nucleares, la evolución procedió mediante acuerdos de cooperación y de coevolución
siempre más intrincados9.
Las observaciones de Lovelock se basan en las constantes regulaciones que impiden el
menor desequilibrio que causaría la destrucción de la biosfera, pero al que la propia biosfera
contribuye de manera imprescindible. No se trata de una regulación física o química a la que es
ajena la vida, sino que ésta forma parte de la propia regulación del planeta. La tierra regula,
mantiene y recrea las condiciones de la vida valiéndose también de los entes vivientes: es obvio
que no podríamos sobrevivir sin entes vivientes que producen oxígeno y ellos tampoco sin
nosotros que producimos sus nutrientes. En términos de Varela y Maturana, se trata de un sistema
autopoiético10.
Más recientemente Lovelock se encarga de divulgar su teoría y en un libro breve 11 expone
la situación actual del planeta, señalando que nuestra intervención depredadora, especialmente en
la atmósfera, altera los equilibrios autorreguladores de Gaia, molestándola seriamente.
Desde esta perspectiva no somos algo externo ni huéspedes de Gaia, sino parte de ella.
Lovelock rechaza airadamente la metáfora de la nave espacial tierra, según la cual ésta sería algo
muerto, una máquina, que tampoco es verdadera en el sentido de que no seríamos los tripulantes,
sino como máximo unos pasajeros o polizontes desconcertados. Somos parte de esa vida
planetaria, parte del planeta y, como todas las otras partes, nos incumbe contribuir a la
autorregulación y no perturbar sus finos equilibrios y reequilibrios.
Teniendo en cuenta que aparecimos como parte de este planeta en tiempos muy recientes,
las consecuencias que de eso extrae Lovelock son bastante estremecedoras. Para graficar nuestra
presencia en el tiempo se ha simulado la vida de la tierra, desde la formación del planeta en una
semana, como en la Biblia, pero nosotros aparecemos apenas once segundos antes de la
medianoche del domingo y la historia escrita menos de un segundo antes de la medianoche12.
La tesis de Lovelock es que si perturbamos demasiado el equilibrio planetario, Gaia
decidirá toser o estornudar y prescindir de nosotros rápidamente, para permitir a la vida
recomponerse en otros seres complejos menos incómodos o más cooperadores, lo que no deja de
tener lógica si percibimos el fenómeno en dimensión temporal geológica.
9
Fritjof Capra, La rete della vita,
vita, Milano, 1997, pág. 269.
10
Francisco Varela – Humberto Maturana, De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo, Sgo. de
Chile, 1997.
1997.
11
James Lovelock, The Revenge of Gaia.Why the Earth is Fighting Back – and How We Can Still Save Humanity,
Humanity,
Penguin Books, London, 2006 (trad. La venganza de la Tierra. Por qué la Tierra está rebelándose y cómo podemos todavía
salvar a la humanidad,
humanidad, Planeta, Barcelona, 2007).
12
Cfr. David Brower, Let the Mountains Talk, Let the Rivers Run,
Run, New York, 1995.
3
8. La ética derivada de Gaia
De la hipótesis Gaia se deriva una ética hacia Gaia, ensayada en alguna medida por todos
los autores que se ocupan del tema, como corolario final de sus obras específicas. La perspectiva
de una ética desde dentro de Gaia y como parte de ella configura un nuevo paradigma –sin ánimo
de abusar de la palabra-, pues importa reconocer los derechos de todos los otros entes que
comparten con nosotros la tierra y reconocerles –al menos- su derecho a la existencia y al
pacífico desarrollo de sus vidas.
…
La ética derivada de Gaia no excluye la satisfacción de necesidades vitales, pues la vida
es un continuo en que todos sobrevivimos, pero excluye la crueldad por simple comodidad y el
abuso superfluo e innecesario. Explica que no es lo mismo sacrificar animales para lucir costosos
abrigos que pescar con carnada, y que es preferible hacerlo con carnada que hacerlo con redes y
desperdiciar la mitad de los ejemplares recogidos para quedarse con los más valiosos en el
mercado.
No puede llamar la atención que la hipótesis Gaia, tributaria de un evolucionismo que
retorna y reinterpreta a Darwin –y descarta a Spencer- y que se rige por la regla de constante y
mayor complejidad creciente en base a cooperación y simbiosis, haya llamado la atención de
autores teístas, precedidos por una fuerte corriente evolucionista, en la que se destacan desde la
primera mitad del siglo pasado Bergson y Teilhard de Chardin.
13
No nos ocupamos aquí te todas sus posibles implicancias, desarrolladas en diferentes obras a partir del trabajo
doctrinario sobre estos textos. V. al respecto Alberto Acosta, El Buen Vivir en el camino al post-desarrollo. Una lectura desde la
Constitución de Montecristi,
Montecristi, Friedrich Ebert Stiftung, 2010, y la bibliografía allí indicada. Del mismo autor: La maldición de la
abundancia, Quito, 2009. También recomendamos la obra de Fernando Huanacuni Mamani Vivir Bien / Buen Vivir, Vivir, La Paz, 2010;
la de Eduardo Gudynas El mandato ecológico, Derechos de la Naturaleza y políticas ambientales en la nueva Constitución ,
Quito, 2009; y la obra colectiva compilada por Alberto Acosta y Esperanza Martínez (con ensayos de Eduardo Galeano, Nina
Pacari, entre otros) Derechos de la Naturaleza, el futuro es ahora,
ahora, Quito, 2009.
14
Cfr. Norman O. Brown, La vita contro la morte. Il significato psicoanalitico della storia,
storia, Bompiani, 1986.
3
a la superficie como mensaje al mundo y en especial a la especie humana en riesgo de colapso y
extinción.
La supervivencia de esta cosmovisión revela un formidable vigor que se sobrepone a
siglos de explotación y sometimiento, lo que sucede también con otras culturas en el ámbito de
nuestra región: el colonialismo y el neocolonialismo, con su fuerza y también con sus tentaciones
culturales y materiales no pudieron eliminar las cosmovisiones de nuestros pueblos originarios ni
tampoco las transportadas del África.
La fuerza de esas cosmovisiones, que sobrevivieron sincretizadas, ocultas, disimuladas,
transmitidas oralmente, son la prueba evidente de su autenticidad y enraizamiento en la
comprensión de la realidad de los grupos humanos más despreciados por la soberbia de los
sucesivos dominadores.
No caben muchas dudas acerca de la minimización –e incluso
ridiculización- que pretenderá hacerse respecto de estas incorporaciones constitucionales, a las
que seguramente se tildarán como mera expresión de folklorismo. No faltarán quienes le asignen
el mero papel de curiosidades.
Pero no será la primera vez que esto sucede. No olvidemos que el cambio de paradigma
jurídico más importante del siglo pasado se estableció en un instrumento con escaso valor
positivo en su momento y con una fórmula aparentemente simple y elemental: todo ser humano
es persona. De ese modo, la comunidad internacional archivó el paradigma racista en el artículo
primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, pero lo expresó sólo en
forma de declaración, lo que no tiene mucho valor preceptivo en el derecho internacional público,
alcanzado sólo décadas después, al considerarla parte de la Carta de la ONU y al ratificarse los
Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos y Económicos, Sociales y culturales.
Tampoco podemos olvidar que la contribución más original de América Latina al
constitucionalismo comparado fue la incorporación de los derechos sociales en la Constitución
Mexicana de 1917. Los diputados con formación jurídica de la época, provenientes de la
academia, la resistieron, porque consideraban que era cuestiones que debía resolverlas la
legislación ordinaria o infraconstitucional, pero se incorporaron por la presión de los diputados
provenientes del campesinado y de las otras clases subalternas mexicanas. También los
intelectuales de su tiempo ridiculizaron al constitucionalismo social, que dos años más tarde -en
1919- se inauguraría en Europa con la Constitución de Weimar.
Por otra parte, cabe observar al respecto que la más creativa tendencia de la doctrina del
derecho constitucional europeo contemporáneo releva muy particularmente la cultura
constitucional y defiende la idea de la formación de una cultura constitucional europea pero
también universal y las recíprocas influencias.
El más lúcido sostenedor de esta tesis –y atento comparatista- es Häberle, quien sostiene
que junto a los tres capítulos tradicionales de la teoría del estado (pueblo, poder y territorio) es
menester incorporar la cultura y con ella incorpora nada menos que la constitución. Claramente
expresa que el poder del estado debe entenderse como cultural y no como un factum brutum, que
no se trata de un fenómeno natural sino cultural15.
15
Cfr. Peter Häberle, El Estado constitucional,
constitucional, UNAM, Máxico, 2003, pág. 21. En castellano puede verse también:
Nueve ensayos constitucionales y una lección jubilar , Lima, 2004; Diego Valadés (Comp.), Conversaciones académicas con
Peter Häberle,
Häberle, UNAM, 2006. Del mismo autor: Das Grundgesetz zwischen Verfassungsrecht und Verfassungspolitikm
3
En esta circunstancia del mundo –con la superviviencia humana en emergencia- y en
trance de sancionar constituciones para pueblos cuya cultura ancestral sobrevivió en las más
negativas contingencias, verificando con su resistencia su potencial cultural, puestos a definir la
posición del ser humano en la naturaleza y a señalar el camino de convivencia y armonía, no es
concebible que se marginen del texto legal los elementos claves con que esas culturas rigen esas
relaciones.
No se trata de una incorporación antojadiza y simbólica, de una ocurrencia vernácula, sino
de una definición que emerge de la cultura tradicional del pueblo esencial a la idea moderna de
constitución.
Desde la perspectiva culturalista del más puro constitucionalismo europeo se ratificaría
que una constitución auténticamente andina –una expresión cultural- no puede menos que aportar
su cultura a los más acuciantes problemas de la humanidad. Más aún: si no lo hiciese, estaría
negando uno de los elementos que la doctrina postula como indispensables para la renovación de
la teoría del estado.
(…)
La Naturaleza en la nueva Constitución de Ecuador
La nueva Constitución ecuatoriana presenta una gran cantidad de artículos directa o
indirectamente referidos a temas ambientales.1 El marco básico incluye una sección sobre
“derechos de la naturaleza”, junto a otra referida a los derechos del “buen vivir” (incluyendo
normas sobre el “ambiente sano”), las que son entendidas como parte de las relaciones entre un
régimen de desarrollo y el buen vivir.
Se presentan en un mismo nivel tanto el término Naturaleza como el de Pachamama, y se lo
define como “donde se reproduce y realiza la vida” (art. 72). Esta es una formulación novedosa.
Por un lado, no es menor usar tanto el término Pachamama como Naturaleza, ya que el primero
está anclado en las cosmovisiones de los pueblos indígenas, y el segundo es propio del acervo
3
cultural europeo. Asimismo, conceptos como ecosistema o ambiente provienen de la cultura
occidental, y dejan de lado las visiones de los pueblos originarios.
La Constitución de Ecuador se asemeja a la boliviana en reconocer el derecho a un ambiente
sano. En efecto, se indica que la población debe vivir en un “ambiente sano y ecológicamente
equilibrado”, e incluso también se reconoce como de “interés público” la preservación y la
conservación (art. 14). En otras secciones se abordan distintos componentes de la gestión
ambiental, tales como las evaluaciones de impacto, la participación ciudadana, etc.
Pero el punto más destacado es que por primera vez se reconocen derechos propios a la
Naturaleza o Pachamama. Esta “tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el
mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos”
(art. 72). Enseguida, se indica que “toda persona, comunidad, pueblo, o nacionalidad podrá exigir
a la autoridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza”, y que el “Estado
incentivará a las personas naturales y jurídicas, y a los colectivos para que protejan la naturaleza,
y promoverá el respeto a todos los elementos que forman un ecosistema” (art. 72).
Se avanza todavía más en esta línea reconociendo que la Naturaleza o Pachamama tiene
“derecho” a una restauración integral (art. 73). Se agrega que esa “restauración será
independiente de la obligación que tienen el Estado, y las personas naturales o jurídicas de
indemnizar a los individuos y colectivos que dependan de los sistemas naturales afectados”, y se
asignan responsabilidades al Estado para lograrlo.
La “restauración ecológica” es el proceso de asistir en recuperar sistemas ecológicos que han sido
degradados, dañados o destruidos.2 Esta puede ser una reducción del deterioro ambiental, o
avanzar hasta recuperar el estado inicial silvestre o natural. El planteo de la restauración
ecológica como derecho genera fenomenales desafíos en la gestión ambiental, ya que obligaríoa a
recuperar extensas zonas deterioradas en el país, y delimitar el concepto de “area silvestre”.
El concebir a la Naturaleza como sujeto de derechos también abre las puertas a cambios
sustanciales en cuestiones de representación legal y tutelaje. Si las plantas y animales tienen
derechos que le son propios, la pregunta siguiente es quiénes los representarán. Es evidente que
las formas de vida no-humanas no podrán apelar como tales al sistema judicial ecuatoriano, y por
lo tanto seré necesario arbitrar procedimientos nuevos de representación, tutelaje y amparo de
esos derechos. Estos puntos escapan al propósito de este artículo, pero alrededor de ellos se tejen
las polémicas sobre la futura ley, o leyes, orgánicas en temas ambientales (como los borradores
en análisis sobre leyes orgánicas sobre ambiente y aguas). En ese campo también se desenvuelve
una discusión entre dos posiciones: una que permite expresar el mandato biocéntrico de la
Constitución, y otra que apunta a reducirlo a un mínimo y basarse esencialmente en los derechos
ciudadanos de tercera generación.
Derechos ciudadanos y derechos de la Naturaleza
3
Casi todas las Constituciones de América Latina incorporan las cuestiones ambientales como
“derechos de tercera generación”, también conocidos como derechos económicos, sociales y
culturales (incluyendo el “derecho a un ambiente sano”). Esta postura está articulada con las
visiones de ciudadanía contemporáneas, cuyo ejemplo más conocido son los aportes de T.H.
Marshall.3
Esas posturas reconocen sucesivos derechos: civiles (incluyendo las libertades básicas), seguidos
por los políticos, y más recientemente los derechos sociales y económicos. La dimensión
ambiental se sumó a éstos últimos. Desde el punto de vista de la ecología política, esa posición
tiene mucha importancia al ingresar las cuestiones ambientales en la esfera política, en las
obligaciones del Estado y en la construcción de ciudadanía.
La Constitución de Bolivia sigue esa perspectiva. Otro tanto se observa por ejemplo en las de
Argentina, Brasil, Colombia, Perú o Venezuela. La única excepción es Uruguay, donde la última
reforma constitucional incorporó esta cuestión como de “interés general” en contraposición a los
intereses particulares.
En Venezuela, el otro país progresista que reformó su Constitución (en 1999), repite esa posición,
y presenta una sección sobre derechos ambientales. Se indica que las personas tienen un “derecho
individual y colectivamente a disfrutar de una vida y de un ambiente seguro, sano y
ecológicamente equilibrado”, libre de contaminación, y se protejan las especies vivas (art. 127).
Se precisa que esto representa tanto un derecho como un deber, donde cada generación debe
proteger y mantener el ambiente, en “beneficio de sí misma y del mundo futuro”.
Pero esta posición también tiene diversos límites desde la perspectiva de la ecología política. Si
bien se incorpora la dimensión ambiental, ésta aparece en función de los intereses o utilidades
que la Naturaleza representa para las personas. El requisito de un “ambiente sano” implica ciertos
niveles de calidad, pero no por las especies que allí viven o por la integridad de los ecosistemas,
sino como indispensables, por ejemplo, para asegurar la salud humana. Asimismo, se reclama por
daños ambientales pero bajo una extensión de los derechos de propiedad de los humanos sobre el
ambiente; no se reacciona por la pérdida en biodiversidad sino por el daño de una propiedad.
La Constitución de Ecuador incluye un componente de este tipo, referido al ambiente como
derecho de tercera generación, pero lo hace junto al reconocimiento de los derechos propios de la
Naturaleza. Esta formulación aparece como muy acertada, en tanto permite mantener y potenciar
los aspectos positivos del reconocimiento de derechos ambientales de tercera generación en
paralelo con los derechos propios de la Naturaleza. Estos no se oponen, sino que se
complementan.
En la Constitución ecuatoriana, la Naturaleza pasa a ser sujeto de derechos, y por lo tanto se
admite que posee valores intrínsecos.4 Esto son valores que con propios del ambiente, y que no
dependen de la utilidad o apropiación del ser humano; es un valor inherente a los seres vivos y su
soporte físico. Esta postura tiene implicaciones en al menos en tres frentes: Etico, legitimando un
debate sobre los valores que encierra el ambiente no-humano; moral, en tanto se derivan
3
obligaciones tales como asegurar la preservación de la biodiversidad; y político, expresado en
aspectos que van desde la sanción de la Constitución a la elaboración de un nuevo marco legal.
En el reconocimiento de esos derechos propios se expresa una perspectiva “biocéntrica”, distinta
a una “antropocéntrica”, donde la Naturaleza es valorada por la utilidad o beneficio que encierra
(convencionalmente como valor de uso o de cambio). El biocentrismo defiende los valores
intrínsecos como independientes de la utilidad del mundo no-humano para los usos y propósitos
humanos.5
La Constitución ecuatoriana también encierra la particularidad de vincular los derechos clásicos
sobre el ambiente y los derechos de la Naturaleza al buen vivir (“sumak kawsay”). Si bien el
texto boliviano también trabaja la categoría del buen vivir, no elabora una dimensión ambiental.
En cambio, la postura ecuatoriana evita que las cuestiones ambientales queden aisladas, y
permiten una articulación con las estrategias de desarrollo (régimen del “buen vivir” en esa
Constitución). Es una postura más integral, articulando la dimensión social con la ambiental.
La situación boliviana es muy distinta, ya que prevalece en el texto constitucional una redacción
convencional al referirse a los derechos del ambiente bajo el paraguas de los derechos ciudadanos
de tercera generación. Pero la postura diverge aún más con los llamados a “industrializar” los
recursos naturales. Este mandato desarrollista es inusual, y reproduce una visión utilitarista sobre
la Naturaleza. Se convierte en una fuente de legitimación para la apropiación intensiva de los
recursos naturales, y genera amplios márgenes de maniobra para utilizar justificaciones de
flexibilizar o dejar en suspenso los requisitos ambientales en atención a esas supuestas
necesidades de progreso. Por lo tanto, seguramente tendrá efectos limitantes sobre la gestión
ambiental boliviana.
Otras de las diferencias claves es que mientras en el texto boliviano se habla de “recursos
naturales”, en el ecuatoriano el abordaje es sobre la “Naturaleza” o “Pachamama”. Estas
distinciones no son menores desde el punto de vista de la ecología política, ya que la primera es
funcional a una gestión de tipo instrumental, mientras la segunda permite aproximaciones más
diversas, tanto instrumentales como otras apropiadas y ajustadas a los contextos ecosistémicos.
En otras palabras, la primera opción se enfocaría por ejemplo en la eficiencia y optimización
tecnológica, y la segunda en las tecnologías apropiadas.
Mercantilización de la Naturaleza
El reconocimiento de valores intrínsecos es un freno muy importante a las tendencias
economicistas sobre el ambiente que prevalecen en América Latina. Se ha vuelto muy común
fragmentar la Naturaleza para convertirla en “bienes” y “servicios” que se ofrecen en el mercado.
El Capital Natural y la rentabilidad se convierten en criterios de gestión ambiental, y se protege
aquellos que puede ser útil o potencialmente beneficioso. Esta es una visión utilitarista de base
antropocéntrica.
3
La perspectiva biocéntrica rompe con esa postura, ya que se deben proteger todos los ecosistemas
y todas sus formas de vida, independientemente de su utilidad económica, goce estético o
impacto publicitario. Por lo tanto existe una igualdad valorativa, donde incluso las especies feas y
desagradables, sin valor comercial, o culturalmente repulsivas, deben ser protegidas con el mismo
ahínco. Asimismo, sitios poco llamativos o sin mucha biodiversidad (como un desierto) también
deben ser conservados.
Esto hace que el texto ecuatoriano encaje en la perspectiva de la sustentabilidad “super fuerte”,
donde se concibe a la Naturaleza con categorías más allá del simple concepto de Capital. 6 Esta
opción de sustentabilidad no implica una Naturaleza intocada, pero tampoco acepta alimentar un
consumo suntuario o la acumulación de capital generado por la explotación de los recursos
naturales. Los procesos productivos propios de la óptica biocéntrica son austeros, están más
preocupados por una buena vida, de donde se hace necesario avanzar a una economía post-
material. El texto boliviano, en cambio, se aproxima a la sustentabilidad débil, a la cual le resulta
suficiente un generencamiento ambiental basado en el mercado y soluciones tecnológicas, pero
no cuestiona la lógica de los procesos productivos.
Naturaleza y modernidad
El reconocimiento de los derechos propios de la Naturaleza representa un quiebre frente a las
posturas antropocéntricas, el dualismo (separación la sociedad de la Naturaleza) y la fe
inquebrantable en el progreso. Estos y otros aspectos son intentos de romper con el proyecto de la
Modernidad occidental. Ese propósito fue muy claro en la discusión sobre la temática ambiental
en el proceso constitucional de Ecuador (con aportes de políticos, como académicos, militantes
sociales y líderes indígenas).
En cambio, en el proceso boliviano esa opción avanzó más en el campo de la plurinacionalidad,
generando nuevas coberturas para los pueblos indígenas, pero no fructificó en la dimensión
ambiental. Es llamativo que esa postura antropocéntrica se mantuviera en una reforma política
que repetidamente invoca a las tradiciones indígenas. Si bien un examen más riguroso de esa
problemática está más allá del presente texto, es necesario tener presente que no todas las
posturas de los pueblos indígenas o comunidades campesinas son biocéntricas. En algunas de
ellas, a pesar de responder a otros procesos históricos y bases culturales, de todos modos aparece
un uso instrumental de la Naturaleza. Incluso existen diferentes construcciones para el concepto
de Pachamama.
De todos modos, el apego por el proyecto de la modernidad, que genera una apropiación
utilitarista de la Naturaleza, está fuertemente implantado en todos los países, incluso Ecuador. En
efecto, en ese aspecto la ecología política actual del gobierno Correa es muy similar a la de Evo
Morales, y a la observada en los demás países con gobiernos progresistas. En todos ellos se
mantiene la fe en el progreso, se insiste que se deben aprovechar las riquezas de la Naturaleza, y
se alientan diversos emprendimientos de apropiación de recursos naturales para volcarlos a los
mercados globales.7
3
Si bien existen diferencias importantes con las posturas de las anteriores administraciones, y en
especial las referidas a la forma en que se concibe el papel del Estado, a buscar una mayor
regulación de los mercados y avanzar hacia un cierto Estado de bienestar, lo cierto es que las
administraciones de izquierda, desde Hugo Chávez a Lula da Silva, apuestan una vez más a la
extracción de recursos naturales en forma intensiva, alientan su exportación hacia los mercados
globales, y defienden una idea del progreso basada en la explotación de la Naturaleza para
generar crecimiento económico.
Desde esa perspectiva, las normas y requisitos ambientales son entendidos como un impedimento
para el desarrollo. Los gobiernos cuestionan las medidas ambientales, se busca flexibilizar su
aplicación, y se critican a los grupos ciudadanos que defienden el ambiente. Basta como ejemplo
recordar que en 2006, Lula da Silva se quejaba de las “trabas al crecimiento impuesta por
ambientalistas, indios, comunidades negras y los fiscales” (las reacciones de las organizaciones
sociales se pueden encontrar por ejemplo, en Estado Sao Paulo, 25 noviembre 2006). En el
mismo sentido, el presidente Correa en su discurso al recibir el texto constitucional afirmó que
los “principales peligros” a su revolución ciudadana no provenían de la oposición, son del
“izquierdismo y el ecologismo infantil”, al que sumó el “indigenismo infantil” (discurso del 26
julio 2008). Por su parte, Evo Morales recientemente críticos a comunidades locales y
organizaciones ciudadanas que se oponían a la explotación petrolera en nuevas áreas del país.
Por lo tanto, las constituciones de Ecuador y Bolivia para el campo de la ecología política, son
ejemplos de las nueva formas que toma el debate sobre los usos y conceptualizaciones de la
Naturaleza. Es un campo en disputa, donde el marco constitucional boliviano brinda márgenes
más estrechos para abordar esas tensiones y en cierta manera persiste anclado en el pasado. Pero
el nuevo texto ecuatoriano ofrece muchas más oportunidades para una nueva gestión ambiental, y
por sobre todas las cosas está generando nuevas discusiones sobre alternativas de un
postdesarrollo más allá de la destrucción de la Naturaleza. Por ejemplo, en Ecuador se discute
sobre un desarrollo postpetrolero, debido a que se comprende que los impactos ambientales de la
explotación de hidrocarburos en la Amazonia superan los beneficios económicos. Una discusión
de ese tipo no es posible en Bolivia, ya que el mandato constitucional apunta a profundizar la
explotación petrolera. Queda claro que un giro biocéntrico es seguramente un ejemplo temprano
de la forma que deberán adoptar las futuras constituciones en América Latina si desean conservar
su patrimonio ecológico.
Eduardo Gudynas es senior researcher en el Centro Latino Americano de Ecología Social
(CLAES), en Montevideo, Uruguay. Contacto: egudynas@ambiental.net
1. Gudynas, E. 2009. La ecología política del giro biocéntrico en la nueva Constitución de Ecuador. Revista Estudios Sociales (Bogotá) 32: 34-47.
2. Definiciones de la Society for Ecological Restoration Ecology Internationational; ver Van Andel, J. & Grootjans, A.P. 2006. Concepts in
Restoration Ecology. In: Restorarion Ecology, eds. J. van Andel & J. Aronson, pp 16-28. Malden: Blackwell.
3. Por ejemplo, Marshall, T.H. 1950. Citizenship and social class and other essays. Cambridge University Press, Cambridge.
4. Ver por ejemplo O’Neill, J. 1993. Ecology, Policy and Politics. Human Well-being and the Natural World. London: Routledge.
5. Ver por ejemplo Devall, B. & G. Sessions, 1985. Deep Ecology: Living as if Nature mattered Salt Lake City: Smith.
6. Las delimitaciones entre las corrientes de desarrollo sostenible se analizan en Gudynas, E. 2004. Ecología, economía y ética del desarrollo
sostenible. Montevideo: Coscoroba.
7. La exportación de materias primas (recursos naturales) alcanza el 90% del total en Bolivia y Ecuador (datos para 2006 de la Comisión
Económica para América Latina).
3
C. El ser humano y su relación con la naturaleza. ¿la naturaleza y la tierra objeto de
propiedad o sujeto de derechos? Caso malón:
SENTENCIA DE REEMPLAZO. Santiago, once de enero de dos mil doce.
QUINTO: Que este amparo de la tierra y de su identidad cultural, revela que para este pueblo
indígena las infracciones que vulneran la propiedad son de una gravedad relevante, no tanto por
el detrimento patrimonial de la víctima, sino casi exclusivamente por atentar contra un orden
colectivo y el mentado equilibrio del cosmos. Así, por ejemplo, recúrrase a los relatos del cacique
Pascual Cocha, y al video “Wichan” (El Juicio), extraído de dicho texto. Igualmente: “…La
madre tierra debe ser defendida por sus hijos; los mapuches somos hijo de la tierra; esto lo
comprendieron los antepasados porque todo está hecho de lo mismo: las montañas, los ríos, las
estrellas, la gente, las piedras y el gran espíritu…”. “…El amor a la madre tierra es un valor
mapuche que se manifiesta a través de la ritualidad ancestral, es por ello que los ancianos
enseñan que hay que pedir permiso al Gen o espíritu dueño del lugar donde se va a extraer
algún elemento de la naturaleza ya que todo lo que existe cumple una función, nada está por
estar y la gente es parte de un todo armónico cósmico y universal por lo que para el mapuche lo
superior y lo inferior no existe…”. “…El mapuche no separa el universo de la naturaleza, del
hombre y la sociedad, no se siente dueño y señor de la naturaleza porque se es parte de ella; por
lo tanto no existe lo superior o inferior sino lo diverso, lo diferente y esa es la maravilla de la vida
ya que el orden cósmico no es o será jamás homogéneo…”.
En síntesis, la propiedad privada “no existía en la concepción mapuche, sólo apareció y se
consideró consecuentemente la apropiación de lo que era propiedad de otros un delito, desde la
interiorización de este concepto por los mapuches”, luego del exterminio y su colonización por
parte de los españoles.
Por otra parte, como en la mayoría de las culturas precolombinas, el sistema jurídico
mapuche es, esencialmente, un derecho de mediación, donde la infracción refleja una
potencialidad de puesta en riesgo de un equilibrio colectivo y de una paz social que resulta
preponderante. “…Una de las ideas que más fuertemente están presentes en la conciencia
jurídica de los indios es el convencimiento de que la justicia estatal no vela ni por los intereses
de la sociedad ni tampoco por los del propio reo. Al pensamiento de que los órganos
jurisdiccionales están corrompidos, son lentos e ineficaces, se equivocan constantemente y
tutelan los intereses de los poderosos, se une este otro que afirma que las sanciones estatales
despersonalizan al sujeto, lo excluyen de su entorno, provocan el contagio criminal y, en
definitiva, transforman negativamente el individuo…” . En síntesis, estas lógicas restaurativas
contradicen el paradigma hegemónico durkheimniano, para quien el castigo es, justamente, una
forma de acotar los efectos no queridos de las conductas desviadas y las normas socialmente
impuestas: “…El papel del castigo es demostrar la realidad y la fuerza de los mandamientos
morales…”. El código moral mapuche, anclado en sus creencias cosmogónicas, se define a través
de relaciones adecuadas entre los propios mapuches, luego entre mapuches y extranjeros, y entre
lo natural y lo que las culturas occidentales señalan como “sobrenatural”. Es importante rescatar
de qué manera Louis C. Faron destaca justamente que los términos dicotómicos de las
3
clasificaciones de Durkheim no siempre se reproducen en la sociedad mapuche. Es decir, esa
asociación entre castigo estatal y pretendida recuperación de los lazos de solidaridad o de los
códigos morales de las sociedades modernas, no reconocen antecedentes o identidades mecánicas
como las que se les asigna en momentos de reclamos reaccionarios de mayor rigor punitivo.
Parece, por ende, difícilmente sustentable esa suerte de evolucionismo institucional
imaginario desde sociedades pre-lógicas a sociedades “con conciencia de sí mismas” que, al
obtenerla en un estadio evolutivo superior, comienzan a reprimir las infracciones, según se
sugiere desde el positivismo criminológico y sociológico.
Las investigaciones cualitativas efectuadas respecto de otras civilizaciones que no
adoptaron el patrimonio cultural occidental reafirman la tesis inicial en la que la reparación
aparece también como el principal instrumento para dirimir las diferencias dentro de esas
comunidades.
Más allá de una respuesta talional ocasional de contornos difusos, y del malón como
expresión concreta de guerra defensiva o de venganza familiar desplegada generalmente ante el
fracaso de las instancias reparatorias previas, el esfuerzo colectivo por restituir el estado de cosas
al momento anterior al conflicto parece la solución predominante y alternativa al imperativo
categórico retribucionista (también de entera vigencia) de Kant.
Ningún Estado centralizado expropiaba esos conflictos, ni existían al parecer ámbitos
generadores de normas de tipo unificado (salvo en el caso de las guerras emprendidas en defensa
de los territorios invadidos) que profundizaran la violencia como forma de resolver,
paradójicamente, situaciones problemáticas y violentas. Esto, en tiempos de una banalización del
discurso punitivo, constituye un dato objetivo y relevante proporcionado por la realidad histórica,
cuyo olvido no nos está dispensado (El Derecho Penal de los Mapuches. Una aproximación
Comparativa en Tiempos de Retribucionismo Extremo”, Eduardo Luis Aguirre, Universidad
Nacional de la Pampa. Véase también un importante trabajo sobre la materia denominado “Los
Derechos de los Pueblos Indígenas en Chile” Informe del Programa de Derechos Indígenas,
Universidad de La Frontera, año 2003, Primera Edición, entre otras monografías de relevancia).
En consecuencia, este derecho ancestral, al no ser incompatible con la Constitución
Política de la República, justifica plenamente ser considerado como una circunstancia atenuante
específica y personal que beneficia a la totalidad de los sentenciados, de modo que se considerará
al momento de imponer las penas por los injustos que han sido asentados en esta causa.
Regístrese y devuélvase, con sus agregados.
Redactó el Ministro señor Ballesteros.
Rol 2683-2010.
Pronunciado por la Segunda Sala integrada por los Ministros Sres. Nibaldo Segura P., Jaime
Rodríguez E., Rubén Ballesteros U., Hugo Dolmestch U., y el abogado integrante Sr. Domingo
Hernández E. No firma el Ministro Sr. Segura, no obstante haber estado en la vista de la causa por
haberse procedido de conformidad al artículo 80 del Código Orgánico de Tribunales.
Autorizada por la Ministro de Fe de esta Corte Suprema.
3
En Santiago, a once de enero de dos mil doce, notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la
resolución precedente, como asimismo personalmente a la señora Fiscal Judicial de la Corte
Suprema, quien no firmó.
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