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Neonach

“Parálisis”

El pasillo se extendía frente a mí con una oscuridad tenebrosa. Vestía una simple bata que
acariciaba mis pies. Sostenía una lámpara antigua, intentando iluminar con fracaso el
camino que me deparaba. Suspiré. Por alguna razón le tenía profundo terror a los espacios
oscuros, ¿Pero qué más podía hacer?, estaba sola, en un corredor escalofriante e
interminable, con una lámpara inservible en la mano.

Avancé. No tenía más opción. No sabría decir cuánto estuve caminando, ¿Minutos?
¿Horas? No lo sé. Lo único que me mantenía alerta era un constante siseo, que aumentaba
cada vez que me acercaba a lo que fuera que estuviera al otro lado del endiablado corredor.
Mis pies suplicaban un descanso, y los sentía entumecerse a cada segundo que pasaba por
el frío que se calaba en mis huesos. Exhalé y una nube de Vaho se esparció frente a mí. El
cuerpo me temblaba y mis dientes castañeaban. Observé las estrechas paredes, y susurros se
empezaron a notar en el extraño silencio en el que había estado envuelta en todo momento.
Las voces se empezaron a hacer más fuertes, venían de todas partes, así que decidí correr,
aún cuando mis extremidades protestaban. Al final de mi recorrido vi una luz roja que
pareció espabilar cada uno de mis sentidos. Reí con histeria e impotencia. Me apresuré
hasta la luz, casi queriendo tocarla con mis dedos, deseando desaparecer de ese lugar.
Cuando me detuve a observar a mi alrededor, ya no estaba aprisionada por unas estrechas
paredes, ahora el cuarto en el que me encontraba era espacioso, tanto que me causó
escalofríos. No lograba ver nada. Mis ojos picaban con anticipación, quería llorar. Traté de
levantar la lámpara, por encima de mi cabeza, pero al hacerlo, el objeto golpeó algo.
Levanté la cabeza lentamente, preparándome para lo que sea que estuviera a punto de ver.

La lámpara se hizo añicos mientras yo gritaba tan fuerte que sentía que mi garganta se iba a
desgarrar, me acuclillé y sujeté mis piernas contra mi pecho llorando, deseando que esto no
estuviera pasando. Me empecé a balancear hacia adelante y hacia atrás, presionando mis
palmas contra mis orejas para acallar las voces que amenazaban con hacer explotar cada
parte de mi. Miré de nuevo hacia arriba y justo en ese momento, una gota de sangre me
cayó en la punta de la nariz. Me reí, histérica, deseando la muerte. Mis padres y amigos
estaban colgados del techo, sus pies estaban mortalmente pálidos, su cuello morado y sus
Neonach

ojos blancos. Su sangre caía sobre mí. Grité siendo presa del terror y el miedo, mientras las
voces seguían martillando en mis oídos. Quería desaparecer.

Abrí los ojos. Reconociendo mi habitación, mi cama, y mis cosas en el armario abierto. La
ventana estaba abierta, eso explicaba por qué en el sueño tenía tanto frío. Quise suspirar e ir
a cerrarla. Pero mi cuerpo no respondió. Le ordené a mis extremidades que se movieran.
Nada. Quería hablar, pedir ayuda a mis padres para que vinieran a ayudarme, pero mi boca
no se abrió. Gemí, y moví frenéticamente los ojos, aterrada por no poder controlar mi
cuerpo. De repente me detuve en un punto, una sombra me observaba desde la oscuridad, se
fue acercando cada vez más, emitiendo una aura oscura y potente. La criatura era gigante,
se acercó cada vez más lento, permitiéndome ver cada característica de su repugnante
cuerpo. Su piel era negra, carecía de globos oculares, su boca era grande, abierta sin ningún
miramiento, y de ella salía una larga lengua. Asqueroso, pensé. Lágrimas calientes se
deslizaban por mis mejillas. Cuando el monstruo estuvo al alcance de mi cuerpo, una
especie de manos me acariciaron las piernas desnudas, quise gritar, sacudirme, golpearlo,
defenderme. No pude. La criatura avanzó hasta quedar cerca de mi y decidió pasar su
asquerosa lengua por mi lóbulo. Sus extremidades recorrieron mi cuerpo y más lágrimas me
nublaron la vista. De repente, pude abrir la boca, y saliendo un graznido gutural.
Rápidamente mi cuerpo respondió a mis órdenes y me volteé hasta caer de la cama. Al
hacerlo de esa manera, mi cabeza golpeó la mesa de noche, logrando escuchar, antes de ver
un túnel oscuro, un crujido.

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