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El valor de un rostro sonriente
Desde nuestras primeras clases, expresamos que los homos sapiens sapiens,
somos seres sociales, por ello, desde que nacemos los rostros atraen nuestra
atención. A través de ellos podemos reconocer rápidamente a los conocidos,
detectar el estado emocional de las demás personas, percibir si lo que decimos o
hacemos es o no de su agrado y un largo etcétera. Todas estas son habilidades
fundamentales para una especie tan social como la nuestra.
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Tan importantes son los rostros que el cerebro humano posee áreas especializadas
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para la lectura de los mismos y además a través de las expresiones faciales nos
contagiamos nuestras emociones unos a otros.
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Entre los muchos trabajos que buscan dilucidar este tema se encuentra uno
realizado por el neurocientífico Olivier Pascalis en la Universidad de Sheffield,
Inglaterra. Pascalis, junto a su equipo, buscó observar si bebés y adultos tenían la
capacidad de identificar en fotografías a diferentes personas y monos.
Al encontrarse tres meses después pudieron observar que los del grupo C
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Esto generó que el cerebro pusiera más atención en los detalles, mientras que en
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Asociación
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El área de reconocimiento facial se sitúa en las superficies ventromediales de los
lóbulos temporal y occipital, e involucra al giro occipital inferior, al giro fusiforme
medial y al surco temporal superior. Su lesión provoca Prosopagnosia, es decir la
incapacidad de reconocer caras.
Con respecto a los nombres es común que luego de que nos presenten a alguien,
al poco tiempo olvidemos cómo se llama, pero increíblemente si nos encontramos
con esa persona meses después seremos capaces de recordar su cara, en dónde la
conocimos y, con mucha vergüenza, saludarla sin poder encontrar en nuestra
memoria su nombre.
para que los relacionemos a una cara debemos además asociarlos a otras
características y eventos que exigen de un esfuerzo cognitivo mayor y que lleva
más tiempo de activación neuronal.
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Tanto nos atraen los rostros que por la década del 80 apareció en nuestra
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Rápidamente pudimos aprender a relacionar la unión de estos signos con una cara
feliz, y un estudio realizado en el Laboratorio de Cognición y Cerebro de la Escuela
de Psicología de la Universidad Flinders en Adelaida, Australia, indicó que el
cerebro reacciona ante estas figuras de la misma manera que lo hace frente a un
rostro humano.
Los emoticones son muy usados, ya que suman a una comunicación sin rostro
diferentes niveles de expresión, contribuyendo a que la misma sea más cálida e,
incluso, permita al ser leído un mensaje, el tono emocional que desea trasmitir
quien lo envía.
Entre todos los rostros hay uno que despierta una intensa respuesta emocional de
ternura y placer: el de los bebés. Si bien al igual que otras caras son procesadas
por las áreas de la lectura de las mismas, activan fuertemente el circuito de
recompensa cerebral, tal como lo presentan los estudios del investigador Morten
Kringelbach de la Universidad de Oxford.
El resultado del trabajo arrojó que todos interpretaron más rápidamente las
sonrisas verdaderas y que además ante las mismas los músculos de las bocas de
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Giacomo Rozzollati ―el descubridor de estas neuronas― expresó que la
percepción de un rostro activa estructuras internas del sistema nervioso central
como las áreas sensitivas y motoras y por ello moldea los músculos faciales de
quien observa a otro.
Las sonrisas sociales surgen cuando las normas socioculturales nos dicen que
debemos ser corteses. Si bien no producen la misma respuesta que las genuinas,
sin lugar a dudas nos resultan agradables y por ello las usamos, y forman parte de
nuestra vida social como un mensaje de respeto y aceptación. En la sonrisa
genuina o de Duchenne, en honor al especialista francés que la identificó por
primera vez, se elevan las mejillas y se contrae un número de pequeños músculos
que se encuentran rodeando la cavidad orbital del ojo, lo que produce las
conocidas “patas de gallo”, algo que rara vez se consigue con la sonrisa social.
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En este punto del apunte, es interesante reflexionar sobre si en los espacios y con
las personas con quienes interactuamos abundan las sonrisas, y hasta
preguntarnos a nosotros mismos si vamos por la vida con una.
Pero volviendo a las sonrisas y emociones positivas, existen algunos tips (que ya
estamos poniendo en práctica) que pueden ayudarnos a llevar nuestro sistema
atencional hacia ellas.
Uno es anotar en un cuaderno durante el día cosas buenas que nos pasaron; al
principio puede ser difícil encontrarlas, pero a medida que hacemos esto, a
nuestro cerebro le resulta más sencillo descubrirlas y nos asombraremos de
cuántas cosas buenas nos suceden. Mirar estas anotaciones durante el día y
ampliarlas nos despertará siempre una verdadera sonrisa. De este modo, sin
darnos cuenta, iremos por la vida contagiándolas y descubriremos que ciertas
arruguitas alrededor de nuestros ojos son una bella muestra de que sonreímos a
menudo :).
Bibliografía:
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