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FEMINISMO

El feminismo es un movimiento político y social, una teoría política y


una perspectiva filosófica que postula el «principio de igualdad de derechos de la
mujer y el hombre». El feminismo lucha por el reconocimiento de
las mujeres como sujetos humanos y de derecho y sostiene que ningún ser
humano debe ser privado de ningún bien o derecho a causa de su sexo. Busca
conseguir que las mujeres tengan iguales libertades que los hombres y eliminar la
dominación y violencia de los varones sobre las mujeres. Surgió alrededor
del siglo XVIII con la publicación de la obra Vindicación de los derechos de la
mujer, de Mary Wollstonecraft en 1792, y ha tenido un importante desarrollo
teórico, político y filosófico desde entonces. El feminismo centra su análisis en el
rol del patriarcado en estructurar las relaciones desiguales de poder entre varones
y mujeres. El feminismo realiza una crítica de la visión androcéntrica de la
sociedad, a la que busca transformar para conseguir sus objetivos de una
sociedad más justa e igualitaria.
Como movimiento social ha buscado promover los derechos de las mujeres,
incluyendo derechos civiles y políticos como votar y ocupar cargos públicos;
derechos económicos como recibir igual remuneración por igual tarea, ejercer las
potestades propias del derecho privado, tales como suscribir contratos, derechos
sociales como recibir una educación, ejercer sus derechos reproductivos y
proteger a otras mujeres de diferentes formas de violencia como el abuso,
el acoso sexual y la violencia doméstica. El feminismo además ha jugado un rol
importante en denunciar y cambiar los estereotipos de género. A medida que el
movimiento feminista adquirió relevancia en el mundo académico, fue generando
un cuerpo teórico que ha dado lugar a la aparición de disciplinas como, por
ejemplo, la geografía feminista, la historia del feminismo o los estudios de género.
La filosofía política feminista sirve como campo para desarrollar nuevos ideales,
prácticas y justificaciones sobre cómo deberían organizarse y reconstruirse las
instituciones.
Como movimiento social formado por grupos organizados, el feminismo se ha
desarrollado históricamente en una sucesión de etapas o fases, a las se ha
denominado «olas». En cada fase u «ola» se han desarrollado ideas y conceptos,
teorías, estrategias, acciones y corrientes muy diversas, por lo que se utiliza, en
algunos casos la noción de «feminismos» para denotar esa diversidad. Como
movimiento de transformación de la sociedad, tiene una vocación de influencia
sobre la forma en la que se conceptualiza la realidad y en el discurso científico.
A lo largo de los años se han desarrollado numerosos movimientos e ideologías
feministas que representan distintos puntos de vista y objetivos. Tradicionalmente,
desde el siglo XIX, el feminismo liberal de la primera ola que buscaba la igualdad
política y jurídica a través de reformas dentro del marco de la democracia
liberal se contraponía a los movimientos de mujeres proletarias del movimiento
obrero que, con el tiempo, se convirtieron en el feminismo socialista y el feminismo
marxista basados en la teoría de la lucha de clases. Desde la década de 1960,
ambas tradiciones se contraponen también al feminismo radical, que surgió del ala
radical del de la segunda ola del feminismo y que reclama una reordenación
radical de la sociedad para eliminar al supremacismo masculino. Estas tres
corrientes se denominan a veces como las "tres grandes" escuelas de
pensamiento feminista.
Desde finales del siglo XX, han surgido muchas formas nuevas de feminismo,
siendo algunas de las mismas criticadas por tener en cuenta únicamente las
perspectivas de las mujeres blancas, de clase media y/o clase alta, con estudios
universitarios, heterosexuales o cisgénero. Estas críticas han llevado a la creación
de formas de feminismo étnicamente específicos o multiculturales, como
el feminismo negro y el feminismo interseccional.
Etimología
Aunque el tema de la igualdad se trataba en publicaciones del siglo XVII, como De
l'Égalité des hommes et des femmes (1622), de Marie Le Jars de Gournay o De
l'Egalité des deux sexes (1673), de François Poullain de la Barre, el
neologismo francés féminisme se formó a finales del siglo XIX, a partir de la
palabra latina «femina» y el sufijo «isme». El primer uso del término, aunque con
un significado distinto, se produce en 1871, cuando un estudiante de medicina,
Ferdinand-Valérie Fanneau de la Cour, lo utilizó en su tesis, Du fèminisme et de
l'infantilisme chez les tuberculeux (Del feminismo y el infantilismo en los
tuberculosos), para referirse a la patología que aquejaba a los varones que sufrían
de este mal. Según su tesis, se producía una detención del desarrollo del cuerpo,
lo que derivaba en el debilitamiento del individuo enfermo, y, finalmente, se
presentaba una feminización del cuerpo masculino. Es poco probable, sin
embargo, que se diseminara este término, tanto por su contexto como por la
coyuntura en el que se produce.
Cronología
Los estudios feministas europeos, entre los que destacan los que se realizan
en idioma español, distinguen como primera fase la del feminismo e Ilustración,
también llamada la polémica feminista.
Una de las primeras mujeres filósofas con principios feministas fue Hiparquía,
esposa de Crates de Tebas. Era miembro de la escuela cínica, por lo que se
despojó de sus posesiones, familia y comportamiento acuerdo a la sociedad, dejó
el rol tradicional dado a la mujer y comenzó a vestir ropa de hombre a modo de no
seguir las tradiciones de la sociedad griega. Teodoro el Ateo, que se reía de ella,
le preguntó por qué no se dedicaba a las tareas propias de su sexo. Hiparquía,
consciente de lo que podía haber de revolucionario en su actitud, le respondió:
«¿Crees que he hecho mal en consagrar al estudio el tiempo que, por mi sexo,
debería haber perdido como tejedora?».
Si bien las polémicas sobre la mujer se remontan hasta la Edad Media y aunque
arrancan con el preciosismo, siendo de destacar la obra de Poullain de la
Barre (1673), es en el siglo XVIII cuando la polémica sobre igualdad y diferencia
entre los sexos se plantea con un discurso crítico, a través de la filosofía de
la Ilustración, que era contemporánea. El detonante fue la publicación de la
obra Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft (1792). La
segunda ola fue el feminismo liberal sufragista, centrado en el derecho al sufragio
y a la educación. Fue un interregno, después de las Guerras, con la
llamada mística de la feminidad. La tercera ola comienza en los años setenta con
lo que las feministas llamaron «el malestar que no tenía nombre», y el análisis
del patriarcado, los techos de cristal, así como la situación de las mujeres en el
resto del planeta donde no se reconocen los derechos humanos que se declararon
universales e inalienables. En esta tercera ola sigue el feminismo, que es un
internacionalismo, en la segunda década del siglo XXI.
Otra cronología distingue la primera ola, que apareció a finales del siglo XIX y
principios del XX y se centró mayormente en el logro del derecho al sufragio
femenino; la segunda ola aparece en los años 60 y 70 y se centra en la liberación
de la mujer; por último, la tercera ola comienza en los años 1990 y se extiende
hasta hoy en día, y constituye una continuación y una reacción a las lagunas que
se perciben en el feminismo de la segunda ola.

Protofeminismo, feminismo premoderno y memorial de agravios


Se denomina protofeminismo o feminismo premoderno a las protestas expresadas
por mujeres como «memorial de agravios» y a la defensa de las mujeres que se
llevó a cabo en el contexto de las polémicas sobre mujeres, durante la época que
precede a La Ilustración y que se remonta hasta la Edad Media. Este feminismo
premoderno no surge del discurso de exaltación de las virtudes femeninas que es
parte de la tradición europea del siglo XIII conocida como Amor cortés. Tampoco
es un discurso que reivindique la igualdad entre los sexos, pues se mueve en el
marco de una sociedad estamental en la que rige el prejuicio de que es por
voluntad divina que existan diferentes «estados» y diferentes formas de servir al
amo, según los sexos.
Según Simone de Beauvoir, la primera mujer que utilizó una pluma para defender
a las mujeres fue Christine de Pizan, quien en el siglo XV escribió, entre otras
obras, la que tituló como Ciudad de Damas y la que publicó bajo el título Epître au
Dieu d'Amour (Epístola al dios del amor).
Ahora bien, esta defensa no se ajusta completamente al concepto de feminismo
nacido con la Ilustración, al feminismo moderno, que trasciende de la mera
enumeración de agravios y entra en el terreno de la vindicación de la mujer y la
crítica racionalista de las estructuras sociales.
Primera fase: feminismo e Ilustración
Salvo excepciones, los principales autores varones de la Ilustración relegaron el
papel de la mujer en la modernidad. Tanto Rousseau como Kant consideraban
que las mujeres, al igual que los niños, estaban excluidas «por naturaleza» del
derecho de ciudadanía.  Celia Amorós estudió el tema, señalando que aunque el
feminismo se encontraba ínsito en «la cara romántica de la Ilustración»,
registrando importantes iniciativas aún desde sus etapas más tempranas, sería
finalmente una «senda no transitada», que llevó a que el pensamiento feminista
sea habitualmente ignorado en los estudios sobre del movimiento ilustrado.
Segunda fase (primera ola)
La segunda fase o primera ola del feminismo se refiere al movimiento feminista
que se desarrolló en Inglaterra, Estados Unidos y otras partes del mundo como
Iberoamérica a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX.
Originariamente, se concentró en la obtención de igualdad frente al varón en
términos de derecho de propiedad e igual capacidad de obrar, así como la
demanda de igualdad de derechos dentro del matrimonio. A finales del siglo XIX,
los esfuerzos se van a concentrar en la obtención de derechos políticos, en
concreto el derecho al sufragio.
En las décadas de 1830 y 1840 se destaca en el movimiento socialista francés, la
peruana Flora Tristán, con obras como La emancipación de la mujer, considerada
como precursora del movimiento feminista moderno.
Segunda ola
La Segunda Ola Feminista, del Movimiento de la mujer o de liberación de la
mujer hace referencia un período de actividad feminista que comienza a principios
de los años 1960 y dura hasta los años 1990 del siglo XX.
Así como la primera ola del feminismo se enfocaba principalmente en la
superación de los obstáculos legales (de jure) a la igualdad legal (sufragio
femenino, derechos de propiedad, etc.), la segunda ola tenía una amplia variedad
de temas: la desigualdad no-oficial (de facto), la sexualidad, la familia, el lugar de
trabajo y quizá de forma más controvertida, los derechos en la reproducción.
Tercera ola
Feminismo de tercera ola es un término identificado con diversas ramas del
feminismo cuyo activismo e investigación en Estados Unidos comienza en 1990 y
se extiende hasta el presente. El movimiento surgió como una respuesta a los
fallos percibidos en el llamado feminismo de segunda ola: la toma de
conciencia de que no existe un único modelo de mujer, por el contrario, existen
múltiples modelos de mujer, determinados por cuestiones sociales, étnicas, de
nacionalidad, clase social, orientación sexual o religión.
Esta corriente se aleja del esencialismo y las definiciones de feminidad, asumidas
en ocasiones como universales y que sobrestimaban las experiencias de la clase
media-alta de raza blanca norteamericana. Las interpretaciones dadas al género y
al sexo son esenciales dentro de la tercera ola, caracterizándose por
su posestructuralismo. La variedad de enfoques, propuestas, visiones de los
problemas de esta corriente y la carencia de un objetivo común claro refleja el
carácter posmodernista de la tercera ola del feminismo que incorpora múltiples
corrientes del feminismo teniendo componentes de la teoría queer, del
antirracismo, teoría post colonial, ecofeminismo, transexualidad, o la visión
positiva de la sexualidad, entre otros.
El replanteamiento del feminismo de tercera ola se manifiesta por ejemplo en que
algunas feministas de esta corriente tienen una percepción diferente de la
sexualidad femenina y han replanteado las posturas ante el trabajo sexual o
la pornografía de la segunda ola del feminismo. Las feministas de tercera ola se
centran en la «micropolítica» y desafían el concepto de lo que es «bueno» o
«malo» para la mujer de la segunda ola.
La tercera ola del feminismo surgió como respuesta a la segunda ola, pero
algunos acontecimientos marcaron el comienzo de esta corriente, como por
ejemplo el caso de Anita Hill, una mujer que denunció por acoso sexual a Clarence
Thomas, quien era nominado para la Corte Suprema de Estados Unidos. Thomas
negó las acusaciones y tras extensas deliberaciones, el Senado votó 52 a 48 a
favor de Thomas. Como respuesta a este caso, Rebecca Walker publicó un
artículo titulado Becoming the Third Wave (Convertirse en la tercera ola) en el cual
declaró: «I am not a post-feminism feminist. I am the third-wave» («no soy una
post-feminista, soy la tercera ola»), Otro hito en la historia de la tercera ola son los
debates llamados «Guerras feministas por el sexo», considerados a veces como el
inicio de la tercera ola, constituyeron una serie de encendidos debates en torno a
las posturas ante el sexo, la prostitución, el sadomasoquismo y
la transexualidad que enfrentaron al movimiento feminista de la tercera ola con la
comunidad feminista lésbica.
Cuarta ola
La cuarta ola del feminismo es una adaptación histórica sobre el movimiento
feminista que plantea la existencia desde la segunda década del siglo XXI de un
nuevo momento histórico en la lucha por los derechos de las mujeres.
Impacto del feminismo en la sociedad
El feminismo ha conllevado importantes cambios en parte del mundo; gracias a su
influencia, en muchas sociedades las mujeres han logrado el acceso a la
educación, el ejercicio del derecho al sufragio activo y pasivo, la protección de
sus derechos sexuales y reproductivos —incluyendo, en algunos países,
la interrupción voluntaria del embarazo— entre muchos otros que configuran la
noción de ciudadanía en la democracia. Unas de las aportaciones más
importantes del feminismo es el edificio teórico que han construido las diferentes
autoras a lo largo de siglos; la teoría feminista ha introducido en la sociedad y en
el mundo académico, multitud de nuevos conceptos y áreas de estudio que, de no
ser por la vitalidad del movimiento feminista, no habrían aparecido. Entre estos
podemos destacar ejemplos como los estudios de género, la crítica literaria
feminista, la teoría y crítica feminista de cine, la teoría legal feminista.
El feminismo ha tenido una importante repercusión en la legislación de gran parte
de países del mundo e influido amplias áreas del ordenamiento jurídico, con leyes
contra la violencia de género o leyes de paridad electoral: por poner algunos
ejemplos, cabe mencionar la Ley 581 de 2000 en Colombia que impone una cuota
mínima del 30 % de mujeres; la Ley 7142 de 1990 de Costa Rica que impone un
mínimo del 40 %; el Código Federal de Procedimientos Electorales de México que
limita al 70 % la presencia de cualquiera de los sexos; la Ley para la Igualdad
efectiva de mujeres y hombres en España (2007) que establece la obligación de
paridad, o la resolución del Consejo Electoral Venezolano de 2008, que obliga a
que las postulaciones de los partidos tengan un 50 % de mujeres, y la Ley de
Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política de 2017 en Argentina.
En Chile el presidente Gabriel González Videla, firmó la Ley N.º 9292, que otorgó
el sufragio pleno de la mujer.
Sin embargo, en ningún país del mundo se ha logrado igual salario por igual
trabajo, el aborto espontáneo sigue siendo causa de muerte de muchas mujeres
en el mundo (tercera causa de mortalidad materna en el mundo) y aún hay
muchos países donde las mujeres no tienen derecho a votar en igualdad con los
varones. Al respecto, la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-
Ngcuka, comentó que, a fecha de 2015, los avances desde finales del siglo XX se
habían producido de forma desigual y no se había alcanzado una situación de
igualdad en ningún país.
En 2017 «feminismo» fue declarada palabra del año por el diccionario
estadounidense Merriam-Webster revelando que en 2017 las búsquedas de este
término se incrementaron un 70 % respecto al ejercicio anterior. Analistas
consideran que los movimientos feministas están en expansión señalando como
ejemplos el movimiento Ni una menos en Hispanoamérica, la Marcha de las
Mujeres de enero de 2017 en Washington o el impacto del movimiento Me
Too («Yo también») iniciado con las acusaciones de abuso sexual contra el
productor de cine estadounidense Harvey Weinstein por parte de diversas mujeres
publicada el 5 de octubre de 2017 por The New York Times y que se ha extendido
en otros países.
Conceptos claves
El amplio conjunto de conceptos y tecnicismos que utiliza el feminismo tienen un
enfoque concreto que debe conocerse para interpretar la teoría feminista de forma
adecuada, algunos de los más importantes son:
Patriarcado
El concepto de patriarcado es central dentro de la crítica racionalista a la sociedad
que, como regla general, hace el feminismo. Antes de ser reformulado por la teoría
feminista, el significado de este término se correspondía exactamente con
su etimología: la palabra «patriarca» se compone de las palabras griegas «άρχω»
(mandar) y «πατήρ» (padre) y desde antiguo denominó a la organización social
que otorga la primacía a la parte masculina de la sociedad, e institucionaliza la
influencia del padre de familia.
La introducción del concepto «patriarcado» en el debate feminista se debe a Kate
Millett, en su libro Sexual Politics (1970), y hoy en día es un componente esencial
de casi todos los enfoques del feminismo, en particular, del feminismo radical.
Dentro de la teoría feminista, el patriarcado ha pasado a significar el dominio del
orden social por los varones, que se manifiesta de innumerables formas, creando
un estado de cosas que configura de forma exterior a las mujeres, todos los
aspectos de su existencia, a través de la violencia simbólica, de mitos y creencias
que convierten la situación de subordinación en «lo natural». Algunos ejemplos de
subordinación patriarcal son:
 Salarios más bajos para las mujeres, según la OCDE, en los países
miembros existe una diferencia salarial de género del 17 % y se calcula que un
30 % de esa diferencia se debe a causas discriminatorias.
 Altera en favor del género masculino la sexualidad, orientándola hacia el
placer de los varones.
 Influencia en ámbitos como el lenguaje, que trataría al género femenino
como una excepción frente a la «norma» masculina (por ejemplo, al decir «los
ciudadanos» incluiríamos a ciudadanos varones y mujeres) o en inglés, la
palabra woman (mujer), que evolucionó del vocablo de inglés
antiguo wifman que significa «humano femenino», mientras
que man (hombre/varón) en inglés antiguo significaba «humano» a secas,
cayendo en desuso la palabra werman (humano masculino) alrededor del año
1000-1200 de nuestra era y pasando a usarse man para definir a todo el
género humano y a los varones.
 El sistema de recompensas y castigos de la sociedad, que daría más
importancia a las conductas masculinas que a las femeninas, definiendo los
roles o estereotipos sexuales y que, por medio de la ideología patriarcal, se
presentan como naturales y universales. Ejemplo de este hecho es la violencia
de género, que era visto como algo natural y durante siglos las mujeres
maltratadas se culpaban a sí mismas y se avergonzaban por ser golpeadas,
hasta que los medios de comunicación y la crítica al fenómeno cuestionaron
esa lógica.
 Reserva a las mujeres peores empleos y ocupaciones, como las tareas del
hogar, que no suelen ser remuneradas y están revestidas de poco o nulo
prestigio social, además de que, en muchos casos resultan incompatibles con
una vida profesional plena.
Promedio de horas semanales dedicadas al trabajo
España México
Doméstico Extradoméstico Total Doméstico Extradoméstico Total
Varones 17:44 22:34 40:18 9:57 23:44 33:41
Mujeres 28:52 15:32 44:23 46:01 14:52 60:53
Promedio 23:27 18:57 42:24 29:01 27:04 56:05
Revista de Economía Crítica, nº 6. Enero de 2008, pp 145-170
ISSN 1696-0866

Género
El concepto de «género» es central en la teoría feminista, que define el género (lo
masculino/lo femenino), no como una realidad natural, consustancial al ser
humano, si no como una construcción cultural. El género sería el resultado de la
inmersión en un conjunto de valores socialmente construidos que dan lugar a la
concepción de «lo femenino» o de «lo masculino». Las características meramente
biológicas (el sexo), a través de una evolución social, han sido revestidas de un
conjunto de comportamientos, actitudes, percepciones y pensamientos; que la
humanidad ha impuesto a la mujer, ligando a las características biológicas
sexuales una imagen concreta de lo que «debe» ser, creando la relación entre
sexo (macho/hembra) y género. Uno de los principales objetivos de las teorías del
género es cuestionar la creencia de que la biología determina la condición
femenina (o masculina), afirmando su naturaleza social.
Androcentrismo

El «androcentrismo» es la visión del mundo y de las relaciones sociales centrada


en el punto de vista masculino.1 El androcentrismo convierte la visión del varón en
la única posible y establece una serie de paradigmas de estudio y análisis de la
realidad, que además incluyen los sesgos raciales, de clase y de edad del sector
dominante de la sociedad.
En el contexto de la investigación social, un estudio con enfoque androcéntrico
sería «un estudio, análisis o investigación desde la perspectiva masculina
únicamente, y utilización posterior de los resultados como válidos para la
generalidad de los individuos, hombres y mujeres». La práctica totalidad de la
producción intelectual ha sido, hasta bien entrado el siglo XX, de carácter
androcentrista, siendo ésta circunstancia instrumental para la creación de la
identidad femenina a la medida del varón (sector masculino de la sociedad). Dado
que a lo largo de la historia de la humanidad, la parte masculina (y propietaria, de
raza blanca y de edad adulta) de la sociedad ha sido la que ha escrito y teorizado
sobre la sociedad, el androcentrismo es una consecuencia a la vez que una
condición posibilitadora de este dominio. El androcentrismo se extiende a todos
los ámbitos de la sociedad en general y de la producción intelectual en particular,
afectando a ámbitos como la escuela y sus materiales educativos, los medios de
comunicación, la producción científica, la administración pública, la sanidad, la
justicia, entre otros. El sesgo androcéntrico de la producción intelectual de una
sociedad, además de su carácter «de género», incluye otras condiciones
ventajosas como la clase social, el color, la etnia o la edad. Los privilegios de
estas condiciones sociales convierten la visión del varón blanco, adulto y
propietario en la única posible, posibilitando el monopolio de la visión intelectual de
la sociedad.
Un claro ejemplo de androcentrismo se encuentra en el décimo mandamiento
bíblico:
Críticas
Aspectos teóricos
Una de las corrientes del feminismo de tercera ola, el ecofeminismo, ha recibido
críticas contra el por su carácter esencialista, lo que ha llevado al rechazo de tal
denominación por las feministas que se definen también como ecologistas. Tal
esencialismo se interpreta como una visión dicotómica y estricta, un dualismo que
en el fondo sigue enfocándose en diferencias de género, y no en aspectos
comunes, hasta el punto de relacionar el ser mujer con una supuesta moralidad
superior, y tender a mostrar a los varones «con una capacidad innatamente
inferior en áreas de desempeño consideradas significativas», por ejemplo, al
atribuirles fenómenos como la violencia, y a desligarles de valores como la paz,
sin haber evidencias científicas y prácticas que respalden estas relaciones. Este
punto de vista ha sido denunciado como innecesario en el feminismo y como
ideología sexista.
Según el psicólogo Sebastián Girona, las versiones más radicales del feminismo
achacan a los hombres toda la culpa de la opresión que han sufrido las mujeres a
lo largo de la historia sin reconocer la responsabilidad propia de las mujeres. Esta
perspectiva puede conducir a culpar al hombre de todos los males sociales, y en
consecuencia, cosificarlo a la figura del mal y en algunos casos puede devenir en
un odio o aversión hacia los varones, llamado técnicamente misandria, que se
puede manifestar abierta o sutilmente.
Movimiento del desacuerdo
Algunos colectivos de hombres y mujeres han mostrado su desacuerdo contra el
feminismo, como fue el caso de la campaña en Internet llamada «Mujeres contra
el feminismo» de 2014 en reacción a la campaña «#YesAllWomen»,o el «Frente
de hombres contra el feminismo» en Alemania. En 2013 el patriarca Kirill de
la Iglesia ortodoxa de Rusia cuestionó al feminismo argumentando que «es muy
peligroso y puede destruir Rusia».
En los primeros años de la década de 1990 el periodista conservador
estadounidense Rush Limbaugh comenzó a difundir el término peyorativo
«feminazi», asociando algunas corrientes feministas con el nazismo. El término ha
sido criticado por promover la creencia de que Hitler era feminista. La
feminista Gloria Steinem ha criticado también a Limbaugh, exponiendo cómo
Limbaugh apoya la mayoría de las posturas que el nazismo tenía contra el
feminismo.
También el ejecutivo de medios Steve Bannon, jefe de Asesores del expresidente
estadounidense Donald Trump y director del medio de extrema derecha Breitbart
News, y Milo Yiannopoulos, periodista británico de extrema derecha, sostuvieron
que el feminismo era una enfermedad como el cáncer.

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