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MAYO 7 DE 1937
AÑO n * 47
N

PUBLICO Y CRITICA
JgJNTRE las cartas anónimas de congratulación o de aliento que recibimos, hay
una mayoría que señala la reacción de cierto público ante la crÜca o el
comentario que se hace en estas columnas de algunos espectáculos. 'Tara CI-
NE-RADIO ACTUALIDAD no hay ninguna película buena" dice ese sector de
público, y nos lo repiten, apesadumbrados, los entusiastas de nuestro esfuerzo.
La generalización . se explica En nuestras páginas se comentan todos y cada
uno de los estrenos ofrecidos en la semana, no porque muchos de ellos lo me-
rezcan intrínsecamente, sino porque en la película más insignificante hay siem-
pre algún rasgo —ya sea éste positivo o negativo— que enseña al público a
"ver" cine. Esta atención minuciosa a todo el material que se presenta en nues-
tros programas presupone una superabundancia de películas corrientes regis-
tradas en el comentario. Aún las rotuladas como especiales —dos, o a lo su-
mo tres, por semana— lo son por razones particulares, entre ellas la presencia
de tal o cual "estrella" en el reparto cuyo nombre significa una atracción de ta-
quilla. En estas condiciones ¿cómo van a resultar las crónicas sobradas de elo-
gios? Desde un punto de vista de ambición por lo artístico, por lo significativo,
por lo sólido, comentamos una producción industrial —exclusivamente industrial
—en su mayor parte. Pero es que no podríamos tener nunca un punto de vista
de satisfacción industrial al respecto, afirmación perogrullesca que no parece,
sin embargo, suficientemente repetida. El cine es un espectáculo que, sin que-
rerlo, educa, inspira, descubre, suscita reacciones inconscientes en el eepeCta-
dor: no es ese simple elemento de distracción que éste cree que se le proporcio-
na, sin mayores ulterioridades.
En la noche del sábado cinematográfico más blanca de fuertes emociones
■—pongamos por caso que se integre el programa con una comedla musical y
una película cómica criolla— queda en el público al salir del cine y pensar que
ña olvidado completamente lo que vió, así como olvida a veces hasta los títu-
los de los "films" exhibidos, un montón de sugestiones que se ' pondrán de pie
y armarán, conjuntamente con otras, una teoría o una reacción en el momento
oportuno. Un pueblo, como el nuestro, que a pesar de la fama de culto que le
da un núcleo de brillantes universitarios y profesionales —enviados muchas ve-
ces como "muestra" a Europa— no lee nada y no siente el menor deseo de in-
formación sobre todos esos tópicos que dan color y regusto a la vida, un pueblo
apático que jamás se atreve a expresar su reacción en contra de tal o cual co-
sa que le sirven, asimila, por esa misma comodidad, definida con la clásica fra-
■leclta de "Yo voy al cine a pasar un buen rato y no a complicarme la vida"
lodo un montón de ideas falsas, de falsos principios estéticos, de falsos cami-
nos para el gusto. Ese público ligeramente irritado porque nuestra palabra per-
sistente ha venido en cierto modo a sacarlo de la modorra en que se encontra-
ba, irá llegando por sí solo, con el tiempo, a esa condición espiritual en que el
ilecutlr una cosa, el escudriñarla con curiosidad y con verdadero interés, le sig-
nifique un "buen rato" mucho más intenso y más fructuoso que ese buen rato
de apoltronamiecto y de comer caramelos que es hoy su concurrencia a los es-
pectáculos. El día que esté en esa condición, ya nos agradecerá los muchos
malos ratos" que hemos pasado y pasaremos por despertarle" exigencias que
adunden a la larga en un general mejoramiento del cine, no del cine que se
produce, que esto yo sería demasiado pedir, sino por lo menos del cine que. «e noe

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