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Abrazando a nuestro lobo desde la fe

“Porque quien se alaba será humillado y quien se humilla será alabado.”


Lectura bíblica:
El fariseo y el publicano – Jn 18, 9-14
Jesús dijo esta parábola por algunos que estaban convencidos de ser justos
y despreciaban a los demás—Dos hombres subieron al templo a orar: uno
era fariseo, el otro recaudador de impuestos. El fariseo, de pie, oraba así
en voz baja: —Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, o como ese recaudador de
impuestos. Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de cuanto
poseo. El recaudador de impuestos, de pie y a distancia, ni siquiera alzaba
los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: —Oh Dios, ten
piedad de este pecador. Les digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se alaba
será humillado y quien se humilla será alabado.
Reflexión:
En nuestra vida todos cometemos errores, algunas veces lo reconocemos y nos arrepentimos, otras
veces lo vemos como “un pecadito sencillo”, sin embargo, cuando nos permitimos un “pecadito sencillo”
lo volvemos a cometer otra vez sin un cargo de conciencia, este pasa de ser un “pecadito sencillo” a un
pecado aceptable… sin darnos cuenta nuestra vida se ha salido de control y llegamos a relativizar las
cosas para que el cargo de conciencia no sea tan fuerte, entramos en una negación diciendo que no
hemos sido nosotros los que cometimos el error o que la otra persona se lo merecía y culpabilizamos a
alguien más por nuestros errores usando frases como:

 “Fue culpa de mi papá porque no me supo cuidar”


 “Fue culpa de mi mujer porque no me atiende”,
 “Fue culpa de mi amigo porque se lo merecía”
Cuando no encontramos a quien culpar, culpamos a cosas impersonales… “No fui yo, fue el Diablo” o
“Estaba bajo consumo no fue culpa mía”, de esta manera tranquilizamos nuestra conciencia. Sin
embargo, cuando vemos que otras personas cometen las mismas equivocaciones que nosotros,
aprovechamos el momento para desahogarnos y descargar en ellos lo que quizá en el interior nos
queremos decir a nosotros mismos, como el caso del publicano que decía: “Oh Dios, te doy gracias
porque no soy como el resto de los hombres”. Con estas actitudes alejamos de nosotros a las personas
que más queremos o incluso nos alejándonos nosotros mismos de Dios. La invitación de Dios en esta
lectura es a no juzgar los errores de los demás, sino al contrario, reconocer mis errores, y cuando lo hago
recibo el perdón de Dios. Reconocer mis errores implica:
a) Aceptar que me he equivocado d) Confesar y disculparme con Dios y con
b) Asumir el dolor que esto causa en mi las personas a las que he ofendido
interior e) Esforzarme para no volver a cometer el
c) Reparar el error cometido error.
El lobo de Gubbio
Cuando no reconocemos nuestros errores vamos alimentando nuestro interior de culpabilidad, odio,
resentimiento y de más sentimientos negativos. San Francisco vivió esto mismo que nosotros vivimos
ahora y lo comparó con un lobo, en base a esto existe una historia en donde había un lobo feroz que
atacaba a las personas de un pueblo que se llamaba Gubbio, cuando San Francisco pasó por ese pueblo
habló con este lobo y llegaron a un acuerdo: que el lobo dejaría de atacar si los habitantes le daban
comida, ambos cumplieron el acuerdo y regresó la paz a Gubbio. San Francisco reconoce que así como
podemos alimentar a este lobo haciendo el mal, también lo podemos alimentar con amor, reconociendo
nuestras ofensas, perdonando a los que nos ofenden y con obras de caridad hacia los demás,
especialmente a los más necesitados. Esta historia del Lobo de Gubbio a inspirado a muchas personas
una de ellas es el poeta Rubén Darío que escribió un poema que se llama “los motivos del lobo”
Al finalizar la lectura del poema los motivos del lobo respondemos lo siguiente:
¿De qué manera he alimentado a mi lobo interior?
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¿Qué daños a causado este lobo en mi vida y en la vida de mis seres queridos?
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¿Cómo puedo abrazar yo a mi lobo para hacer la paz?
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Por último, escribo en mi cuaderno un poema sobre la vivencia que he tenido con mi lobo interior, le
pongo como título:
El lobo de “Nombre de mi pueblo, barrio o colonia”
Los motivos del lobo - Rubén Darío

El varón que tiene corazón de lis, no hallé qué comer; y busqué el ganado,
alma de querube, lengua celestial, y en veces comí ganado y pastor.
el mínimo y dulce Francisco de Asís, ¿La sangre? Yo vi más de un cazador
está con un rudo y torvo animal, sobre su caballo, llevando el azor
bestia temerosa, de sangre y de robo, al puño; o correr tras el jabalí,
las fauces de furia, los ojos de mal: el oso o el ciervo; y a más de uno vi
¡el lobo de Gubbio, el terrible lobo! mancharse de sangre, herir, torturar,
Rabioso, ha asolado los alrededores; de las roncas trompas al sordo clamor,
cruel, ha deshecho todos los rebaños; a los animales de Nuestro Señor.
devoró corderos, devoró pastores, ¡Y no era por hambre, que iban a cazar!"
y son incontables sus muertos y daños.
Francisco responde: "En el hombre existe
Fuertes cazadores armados de hierros mala levadura.
fueron destrozados. Los duros colmillos Cuando nace, viene con pecado. Es triste.
dieron cuenta de los más bravos perros, Mas el alma simple de la bestia es pura.
como de cabritos y de corderillos. Tú vas a tener desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera. rebaños y gente en este país.
Cerca de la cueva encontró a la fiera ¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz, "Esta bien, hermano Francisco de Asís."
alzando la mano, "Ante el Señor, que toda ata y desata,
al lobo furioso dijo: "¡Paz, hermano lobo!" El en fe de promesa tiéndeme la pata."
animal El lobo tendió la pata al hermano
contempló al varón de tosco sayal; de Asís, que a su vez le alargó la mano.
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas, Fueron a la aldea. La gente veía
y dijo: "!Está bien, hermano Francisco!" y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
"¡Cómo! exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas y, bajo la testa, quieto le seguía
de horror y de muerte? como un can de casa, o como un cordero.
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto Francisco llamó la gente a la plaza
que esparces, el llanto y allí predicó.
de los campesinos, el grito, el dolor Y dijo: "He aquí una amable caza.
de tanta criatura de Nuestro Señor, El hermano lobo se viene conmigo;
no han de contener tu encono infernal? me juró no ser ya vuestro enemigo,
¿Vienes del infierno? y no repetir su ataque sangriento.
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Vosotros, en cambio, daréis su alimento
Luzbel o Belial?" a la pobre bestia de Dios." "¡Así sea!",
Contestó la gente toda de la aldea.
Y el gran lobo, humilde: "¡Es duro el invierno, Y luego, en señal
y es horrible el hambre! En el bosque helado de contentamiento,
movió la testa y cola el buen animal, Contesta. Te escucho."
y entró con Francisco de Asís al convento.
Como en sorda lucha, habló el animal,
Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo la boca espumosa y el ojo fatal:
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían "Hermano Francisco, no te acerques mucho...
y los claros ojos se le humedecían. Yo estaba tranquilo allá en el convento;
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos al pueblo salía,
cuando a la cocina iba con los legos. y si algo me daban estaba contento
Y cuando Francisco su oración hacía, y manso comía.
el lobo las pobres sandalias lamía. Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
Salía a la calle, y en todos los rostros ardían las brasas
iba por el monte, descendía al valle, de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
entraba a las casas y le daban algo Hermanos a hermanos hacían la guerra,
de comer. Mirábanle como a un manso galgo. perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo y un buen día todos me dieron de palos.
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña, Me vieron humilde, lamía las manos
y recomenzaron su aullido y su saña. y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
Otra vez sintióse el temor, la alarma, los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
entre los vecinos y entre los pastores; hermanas estrellas y hermanos gusanos.
colmaba el espanto en los alrededores, Y así, me apalearon y me echaron fuera.
de nada servían el valor y el arma, Y su risa fue como un agua hirviente,
pues la bestia fiera y entre mis entrañas revivió la fiera,
no dio treguas a su furor jamás, y me sentí lobo malo de repente;
como si estuviera mas siempre mejor que esa mala gente.
fuegos de Moloch y de Satanás. Y recomencé a luchar aquí,
a defenderme y a alimentarme.
Cuando volvió al pueblo el divino santo, Como el oso hace, como el jabalí,
todos los buscaron con quejas y llanto, que para vivir tienen que matar.
y con mil querellas dieron testimonio Déjame en el monte, déjame en el risco,
de lo que sufrían y perdían tanto déjame existir en mi libertad,
por aquel infame lobo del demonio. vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad."
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña El santo de Asís no le dijo nada.
a buscar al falso lobo carnicero. Le miró con una profunda mirada,
Y junto a su cueva halló a la alimaña. y partió con lágrimas y con desconsuelos,
"En nombre del Padre del sacro universo, y habló al Dios eterno con su corazón.
conjúrote dijo, ¡oh lobo perverso!, El viento del bosque llevó su oración,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal? que era: "Padre nuestro, que estás en los cielos..."

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