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CÓDIGO PENAL
JOSÉ ÁNGEL FERNÁNDEZ CRUZ
Publicado en Doctrina procesal penal 2004 Santiago, Defensoría Penal pública,
2004. (Serie Informes en Derecho: v.2)
A. Antecedentes
Como manifiesta el Informe de la ley 19.927, el Art. 365 bis CP “aún cuando está
tratado en el párrafo 6º, por tanto debería entenderse que se trata de un abuso sexual
especialmente agravado, algunos supuestos tienen la misma pena que la violación”.
Nuestra opinión da un paso más en esta dirección, y considera que nos encontramos
ante un ejemplo de una deficiente técnica legislativa. Con independencia de la
ubicación sistemática de este delito, que en ningún caso debe constituir un criterio
determinante a la hora de establecer su naturaleza jurídica y bien jurídico protegido,
consideramos que nos encontramos ante una figura delictiva que tipifica una violación
y un estupro especiales (véase que el caso del estupro no existiría una contradicción
con su ubicación sistemática). Así, denominamos esta figura como violación o estupro
impropios. Desde la penalidad impuesta, valoración de la conducta, modalidades
típicas y remisión expresa a los Art. 361 y 363 CP, debemos concluir que la naturaleza
jurídica de esta figura delictiva se asemeja más a la violación o al estupro que al abuso
sexual.
Por lo tanto, a pesar de la referencia expresa del Art. 366 ter CP, ni la conducta típica
ni la naturaleza jurídica del Art. 365 bis CP pueden determinarse a través de este
precepto. El Art. 365 bis CP describe una acción de especial «significación sexual y
relevancia» que valorativamente se asemejan a las violaciones y estupros clásicos. No
obstante, el Art. 366 ter CP puede cumplir una función de límite respecto de ciertas
introducciones de objetos que no posean una «significación sexual y relevancia»1.
Los delitos de estupro y violación tipificados en el Art. 365 bis cumplen, sin duda, con
los requisitos derivados del concepto material de delito. Es decir, el Art. 365 bis tipifica
agresiones contra la libertad e indemnidad sexual, que podemos considerar graves
para un bien jurídico fundamental para la convivencia social. De esta manera, el bien
jurídico coincide con los protegidos en los Arts. 361, 362 y 363 CP. Ahora bien, el
estudio del ámbito de aplicación del tipo penal puede arrogar la protección de otros
bienes jurídicos protegidos, por que lo que remitimos su estudio a un apartado
posterior.
El principio de legalidad constituye uno de los principales límites al Ius puniendi como
garantía política del ciudadano frente a los posibles abusos por parte del Estado, o en
palabras del Zaffaroni (2002: 7-17), del poder punitivo. Si bien, estamos ante el límite
con una mayor protección jurídica, la posibilidad de una extralimitación o quiebra
continúa siendo uno de los principales peligros del ciudadano frente al Estado. Pero
como manifiesta Jakobs (1997: 94) el principio de sujeción a la ley forma parte de
aquellos preceptos constitucionales cuya aplicación o interpretación puede llegarse a
complicarse hasta el punto de que fracasan en la práctica o la práctica fracasa en
ellos. Por esta razón, una interpretación orientada no a la pureza de las ideas, sino a la
eficacia práctica de la norma, no puede exigir ni una completa taxatividad o
1
Véase supra: Ámbito de aplicación de las modalidades típicas del art. 365 bis CP.
determinación de las normas penales, ni el mismo rigor de certeza en todas las
normas penales.
El principal escollo típico que este precepto puede presentar en la práctica reside en
delimitar su ámbito de aplicación, en especial, respecto a sus distintas modalidades
típicas. Así, una de las primeras causas bajo la vigencia de la ley 19.927, que además
ha originado el presente informe, plantea la cuestión de si resulta subsumible en el Art.
365 bis CP, la introducción de un miembro o parte del cuerpo distinto al pene en la
vagina, ano o boca de la víctima. Además, la relevancia práctica de esta cuestión
aumenta si consideramos que estamos, desde una perspectiva criminológica, ante una
de las modalidades de agresión sexual más habituales.
Para resolver esta cuestión debemos tener presente las siguientes consideraciones:
2
Las consideraciones que a continuación se expresan sobre el contenido del mandato de lex
certa y sus relaciones con el mandato de lex stricta han tomado como referencia el siguiente
El mandato de lex certa suele estudiarse por la doctrina desde dos perspectivas; la
primera agota su misión requiriendo al legislador claridad y precisión en la formulación
de los preceptos; la segunda, además, incluye la protección del ciudadano frente a la
arbitrariedad del poder judicial.
1. En primer lugar, la diferenciación entre lex certa y lex stricta pone de manifiesto los
estadios temporales en el desarrollo del principio de legalidad; la primera implica la
exigencia al legislador de definir de forma clara y comprensible los elementos integrantes
en el tipo penal; la segunda implica la sumisión, o mejor dicho, el punto de partida
imprescindible, a la hora de interpretar y aplicar el juez estos tipos ya configurados.
artículo doctrinal: FERNÁNDEZ CRUZ, 1998: p. 141-151. Véase también la bibliografía citada en el
citado artículo.
Esta separación no supone ningún obstáculo para establecer las repercusiones del
mandato de certeza sobre el mandato de lex stricta, puesto que, aunque operan en
ámbitos diferentes, el cumplimiento del mandato de certeza constituye el presupuesto
básico para lleva a buen fin las exigencias derivadas del mandato de aplicación estricta
de la ley.
d) Lex stricta: como la prohibición de analogía por parte de los Jueces y Tribunales, y, en
general, la exigencia en el cumplimiento escrupuloso del principio de legalidad a la hora
de aplicar la Ley penal.
Esta posición supedita la propia seguridad jurídica a una supuesta eficacia de las
normas jurídicas. La política preventiva correcta sería, en concordancia con su
protección Constitucional, determinar de forma exhaustiva los diferentes tipos que
conllevaría una clara diferenciación de los intereses protegidos por el ordenamiento
Penal, condición imprescindible para que el ciudadano, tengan una certeza a priori, a
través de unos bienes jurídicos determinados, de cuáles son las conductas penadas por
el ordenamiento penal.
Así, el intérprete, y en especial los jueces, a la hora de aplicar un tipo penal a un caso
concreto deben descender de la generalización de la ley a lo específico del caso
concreto, pero lo que tiene prohibido aumentar el nivel de generalización de los
elementos positivos del tipo penal.
Analizado someramente el contenido de los mandatos de lex certa y lex stricta, pasamos
a abordar el ámbito de aplicación de esta figura delictiva que, a nuestro parecer, se
centra en dos problemas fundamentales: el primero, reside en delimitar qué
introducciones de objetos pueden considerarse típicas; y el segundo problema, afronta la
cuestión de si la introducción de partes o extremidades del cuerpo distintas del pene en
la vagina, ano o boca de la víctima se puede subsumir en algunas de las modalidades
típicas del Art. 365 bis CP.
a’) Introducción de objetos de cualquier índole, por vía vaginal, anal o bucal.
b’) Utilización de animales o partes de ellos en una acción sexual. En este caso
debemos establecer si resulta típica cualquier acción sexual donde se utilicen animales.
Entendemos que, tanto de la dicción literal del precepto, como del desvalor del hecho de
esta modalidad, sólo será típica la introducción de animales o parte de ellos en la vagina,
ano o boca de la víctima.
Sin duda, el legislador podría haber delimitado con mayor certeza la lesión o puesta en
peligro del bien jurídico protegido, pero creemos que a través de la interpretación del Art.
365 bis CP resulta posible limitar su ámbito de aplicación.
Una segunda posibilidad de restringir el extremado ámbito de aplicación del Art. 365 bis
CP, es acudir a la concreción de la lesión o puesta en peligro de los bienes jurídicos
protegidos en el Art. 365 bis CP3.
3
Véase infra, reformulación del bien jurídico protegido.
Por último, a la hora de delimitar la tipicidad subjetiva abordaremos cómo la concurrencia
un elemento subjetivo del injusto puede también limitar el ámbito de aplicación del Art.
365 bis CP.
b) La introducción de otras partes distintas al pene como modalidad típica del Art. 365
bis CP
Cuando nos enfrentamos ante un supuesto real que no está tipificado expresamente,
debemos determinar si puede subsumirse a través de la interpretación. En estos casos,
dos son los principios interpretativos que, en cierta manera, entran en conflicto. Por una
parte, el denominado principio de autonomía en la interpretación del Derecho penal, que
concurre cuando ciertos términos son definidos de una manera diferente – conforme al
sentido del tipo y el bien jurídico protegido- a la interpretación realizada en el lenguaje
común, o incluso, a la realizada por aquella rama del ordenamiento jurídico que los
regula directamente; el concepto de “cosa mueble” en los delitos de hurto y robo
constituye el ejemplo paradigmático en este último caso. Y por otra parte, la
interpretación restrictiva o mandato de lex stricta.
Pues bien, el caso que nos ocupa constituye unos de estos supuestos. Así, el concepto
de objeto que ofrece la Real Academia Española no comprende partes del cuerpo
humano, por lo que deberemos establecer, de acuerdo con los límites a la interpretación
de los tipos penales, si resulta posible aplicar el principio de autonomía en la
interpretación del Derecho penal, y, de esta manera, subsumir las partes del cuerpo
distintas del pene en el concepto “objeto de cualquier índole”.
Pero antes de abordarlas, debemos recalcar que ambas posiciones otorgan un valor
segundario a la teoría subjetiva (voluntad del legislador) en el marco de un Estado
democrático de Derecho. Este valor secundario que la mayoría de la doctrina otorga a la
teoría subjetiva resulta de especial importancia en el caso que no ocupa, ya que en la
discusión parlamentaria del Art. 365 bis CP se hizo expresamente referencia que la
introducción de dedos u otras partes del cuerpo deben asimilarse a la introducción de
“objetos de cualquier índole”.
Esta posición trata de conciliar el sometimiento del juez al imperio de la ley y el hecho de
que el contenido de un precepto penal es determinado, en el sentido de una claridad
excluyente de dudas, mediante la interpretación judicial a través del sentido literal posible
en lenguaje corriente del texto de la ley. Para llevar a cabo este cometido el intérprete
puede acudir al significado literal más próximo, a la concepción del legislador, al contexto
sistemático legal, o al propio fin de la ley (interpretación teleológica) (Roxin, 1997: 147-
158).
La vinculación del mandato de lex stricta con el límite del «sentido literal posible del
lenguaje corriente», como manifiesta Roxin, no es “en absoluto arbitraria, sino que se
deriva de los fundamentos jurídico-políticos del principio de legalidad”. El principio de
legalidad como garantía del ciudadano sólo puede cumplirse si el intérprete usa el
mismo método de interpretación que acudiría el ciudadano, y de manera, se asegura un
mayor grado de cumplimiento del fin preventivo general del Derecho penal.
Una importante consecuencia que podemos extrapolar esta teoría radica en que será
contrario al mandato de lex stricta aquellas interpretaciones derivadas del principio de
autonomía de interpretación del Derecho penal divergentes con aquéllas derivadas del
“sentido literal posible en el lenguaje común”. Por el contrario, serán validas las
interpretaciones que establezcan un contenido diferente de otras ramas del
ordenamiento jurídico, pero conformes con el “sentido literal posible en el lenguaje
común”, como es el caso del concepto de “bien mueble” en los delitos de hurto y robo.
Una interpretación extensiva o analógica que vaya más allá del sentido literal posible de
un término en el lenguaje, sólo sería admisible si se tratara de una interpretación
auténtica de la propia ley, donde se utiliza un concepto con un significado ampliatorio,
que desborda su sentido literal posible en el lenguaje usual. Así sucede, por ejemplo,
con la definición legal de “fuerza en la cosas” en el robo que incluye supuestos, como el
escalamiento, que no encajan en el sentido de fuerza en el lenguaje normal (Luzón
Peña, 1999: 163-171).
Ahora bien, la interpretación de los tipos penales no debe confundirse con las
valoraciones de lege ferenda sobre la posible tipificación de un conflicto social. Así, es
posible que la mayoría de los operadores jurídicos y de la ciudadanía consideren que
estos casos deban tener una semejante respuesta penal respecto de aquéllos tipificados
en el Art. 365 bis CP.
Pasamos a tratar una posición que postula una mayor margen de interpretación en los
tipos penales. Jakobs, uno de sus principales defensores, mantiene que el “límite a la
interpretación no es el sentido que tienen los conceptos del Derecho, sino aquel que se
les pueda atribuir”. Esta afirmación, continua el autor, no significa una plena arbitrariedad
por parte de los intérpretes del Derecho penal, ya que la interpretación de un elemento o
término jurídico penal no debe perturbar el sistema de interpretación que el usus jurídico
penal ha establecido en una determinada cultura jurídico penal; en palabras del conocido
penalista alemán: “la interpretación debe ser generalizable sin perturbar el sistema en
relación con problemas interpretativos análogos”. Así, el autor ejemplifica esta afirmación
con la autoría en los delitos contra la Administración Pública, al afirmar que a pesar de la
designación masculina –el funcionario público- pueden ser también autores las mujeres.
Esta regla de interpretación no rompería el sistema de interpretación ya que resulta
aplicable a otros supuestos análogos (delitos contra la Administración de Justicia). En
cambio, otros delitos, como lo relativos a proteger la libertad sexual la autoría sólo puede
ser masculina, porque precisamente estos casos no son análogos a los referidos delitos
especiales propios (Jakobs, 1997: 103-104).
Los requisitos que deben concurrir para que una subsunción de un caso concreto, que
no se encuentra tipificado expresamente, no vulnere el sistema de interpretación son los
siguientes: (1) continuidad de la evolución conceptual, (2) arbitrariedad en la valoración
que de lo contrario existiría, (3) igual necesidad de regulación, y (4) aptitud para
solucionar el problema (Jakobs, 1997: 85-128).
Vista someramente esta posición, debemos abordar el caso que nos ocupa, y debemos
concluir que no tampoco se cumpliría con sus requisitos, y en especial, con el primero de
ellos. Las evoluciones conceptuales de “objeto de cualquier índole” y de “animal” en
ningún caso pueden considerarse que admitan las partes vivas de un ser humano, claro
está, siempre que no nos movamos en el campo de la ciencia ficción. Si se admitiera,
rompería el sistema de interpretación si se aplicara a otros supuestos análogos. Veamos
el Art. 374 bis CP. Este precepto establece como objeto típico, el «material pornográfico
cualquiera que sea su soporte», es decir, en principio objetos inanimados como en el
caso del Art. 365 bis CP, pero si los extendiéramos al cuerpo humano, tendríamos que
considerar dentro del ámbito típico del Art. 374 bis CP, la exhibición pornográfica de
menores de dieciocho años de «carne y hueso», y por tanto, resultaría superfluo la
segunda modalidad típica del inciso primero del Art. 366 quarter CP. Es decir, si
consideramos los dedos o la lengua como “objetos de cualquier índole” perturbaríamos
el sistema de interpretación de los delitos contra la libertad o indemnidad sexual.
La cuestión que se suscita en este apartado, fue tratada con anterioridad en el Derecho
penal español. El CP español de 1995 aglutinó en una misma figura delictiva (Art. 179
CP) el acceso carnal y la introducción de objetos, pero omitió la introducción de
miembros del cuerpo distintos al pene. Como era de esperar se planteo si la introducción
de dedos podría considerarse típica, a lo que respondió negativamente la Sentencia del
Tribunal Supremo de 23 de marzo de 1999. Ante esta situación el legislador reformó el
citado precepto penal e incluyó expresamente la introducción de “miembros corporales”4.
4
El Art. 179 CP español dispone: “Cuando la agresión sexual consista en acceso carnal por vía
vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos
primeras vías, el responsable será castigado como reo de violación con la pena de prisión de
seis a 12 años”. Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, por la que se modifica la Ley
Orgánica 10/95, de 23 de noviembre del Código Penal. La nueva redacción del ara 179 CP
español entrará en vigor el día 1 de octubre de 2004.
una apoyo adicional para excluir del ámbito de aplicación del Art. 365 bis CP la
introducción de partes del cuerpo distintos al pene.
Por el contrario, la posición monista parte del presupuesto político criminal de que la
descripción típica de una conducta, supone una desvaloración, la más grave, que
realizan los ciudadanos a través de sus representantes legítimos. Esto supone que la
lesión o puesta en peligro del bien jurídico protegido constituye un elemento más de la
tipicidad. A lo anterior debemos añadir, que ciertos bienes jurídicos como la libertad
sexual, el consentimiento constituye un elemento esencial, es decir, las relaciones
sexuales y el poder disposición constituyen los elementos inseparables del bien
jurídico libertad sexual. Así, el consentimiento, como causa de exclusión de la
responsabilidad criminal, debe ser tratado en sede de tipicidad, y no de antijuricidad,
porque en este último caso, el tipo penal ha concurrido, y por lo tanto, se ha producido
la lesión o puesta en peligro del bien jurídico protegido. La antijuricidad descansa,
precisamente, en la ponderación sobre qué bienes jurídicos la sociedad prefiere, en
casos excepcionales, lesionar o poner en peligro.
Como conclusión, apreciamos que la citada polémica doctrinal no afecta al objeto del
presenten informe, ya que tanto las posiciones monistas como dualistas sobre la
naturaleza jurídica y sistematización del consentimiento, concuerdan que en el caso
del delito sexuales el consentimiento constituye un elemento del tipo penal, y en
especial en los delitos de violación y estupro. Así, en el caso de nuestra doctrina
nacional, Politoff/Matus/Ramírez, (2003: 241), afirman que “en ocasiones el
consentimiento es inherente al concepto mismo del delito y por ende debe estimarse
una característica negativa del tipo así: en figuras tales como la… violación”.
La anterior afirmación deriva sus efectos respecto de la figura del estupro impropio del
Art. 365 bis CP, en el sentido de presumir, salvo prueba en contrario, que no concurre
esta figura delictiva, en especial, en relación con las circunstancias 2º, 3º y 4º del Art.
363 CP. Otra interpretación llevaría a admitir dos presunciones, a nuestro entender,
inadmisibles. La primera, sería entender que se exige una mayor capacidad de
consentimiento para mantener relaciones sexuales de personas mayores de dieciséis
años que no tengan un vínculo matrimonial; y la segunda, residiría en presumir con
carácter general, de acuerdo con una determinada concepción moral de la sexualidad,
que la introducción de objetos en la vagina, ano o boca de una persona se exige una
mayor capacidad de consentimiento.
Como hemos manifestado el Art. 365 bis CP regula dos tipos penales, que podemos
considerar excluyentes, por tanto, debemos diferenciar sus efectos respecto de cada
uno de ellos.
a) Violación impropia
b) Estupro impropio
El estupro, desde una perspectiva concursal, puede considerarse como tipo residual
respecto de la violación, ya que regula relaciones sexuales con menores de edad
donde ha existido un vicio en el consentimiento que no resulta de la suficiente
gravedad para constituir una violación. Así, este delito combina la minoría de edad con
una serie de vicios en el consentimiento.
Como hemos manifestado, a partir de los dieciséis años existe la presunción de plena
capacidad para consentir una relación sexual, por lo que la concurrencia de algunas
de las causales del estupro del Art. 363 CP a partir de esta edad deberá considerarse
excepcional. En cambio, en el intervalo de los catorce a los dieciséis, aumenta la
posibilidad de que concurra este delito.
También, hemos manifestado que el intérprete a la hora de valorar el consentimiento
no debe exigir con carácter general, de acuerdo con una determinada concepción
moral de la sexualidad, una mayor capacidad a la hora de consentir una introducción
de objetos en la vagina, ano o boca de una persona. Sino que la forma de
concretizarse una relación sexual, a lo sumo, puede servir de indicio sobre la
capacidad de consentir. Y, ciertamente, esta situación puede concurrir con cierta
frecuencia en esta figura delictiva. Así por ejemplo, la introducción de animales o parte
de ellos en la vagina de una mujer de 15 años puede constituir un indicio de un
engaño de la víctima debido a su ignorancia sexual.
Además, esta concepción material del Art. 365 bis CP, nos sirve para fundamentar una
segunda restricción típica. La pena equiparada a la violación o al estupro nos obliga a
realizar, como afirma el Informe de la ley 19.927 una interpretación teleológica del Art.
365 bis CP que equipare la introducción de objetos y partes de un animal a la
introducción del pene.
Como hemos manifestado el Art. 365 bis CP protege la salud de las personas, en el
sentido de que sólo serán típicas aquellas introducciones de objetos que puedan poner
en peligro la salud de la víctima. Así, el caso de la introducción de un lapicero en la
vagina de una mujer, en principio no pone en peligro la salud de la persona, y deberá
castigarse como un abuso simple. En cambio la introducción de un objeto que pueda
5
Véase in extenso, RODRÍGUEZ COLLADO, Luis, Delitos sexuales. De conformidad con las
modificaciones introducidas por la Ley Nº 19.846, Santiago de Chile, 2000, pp. 20-56.
producir una lesión o una infección a la víctima deberá considerarse dentro del ámbito
de aplicación del Art. 365 bis CP. Así, establecida esta figura como un delito
pluriofensivo, podemos adecuarlo al concepto material del delito y al principio de
proporcionalidad de las penas. No obstante, esta propuesta se contradice con la
expresión «objeto de cualquier índole», pero creemos que resulta posible compaginar
esta expresión con la lesión o puesta en peligro los bienes jurídicos protegidos, en el
sentido de que sólo será típica la introducción de “objetos de cualquier índole” que
ponga en peligro la salud o integridad física de la persona.
G. Tipo subjetivo
6
Véase respecto del delito de violación MATUS ACUÑA, Jean Pierre y RAMÍREZ GUZMÁN, María Cecilia,
Lecciones de Derecho penal chileno. Parte especial, Santiago, 2002, p. 79.
Además, resulta necesaria la concurrencia de un elemento subjetivo del tipo penal
caracterizado por la finalidad lúbrica que persigue el autor que, si bien no está descrito
expresamente, debe presumirse en todo caso (Serrano Gómez, Alfonso, 2002: 205).
Este elemento subjetivo se manifiesta con mayor claridad en el art. 365 bis CP, ya que
la introducción de objetos, como por ejemplo la introducción de lapicero en la boca, no
posee la misma fuerza indiciaria sobre el ánimo libidinoso que la introducción de un
pene en el ano, vagina o boca de la víctima, y por tanto, puede resultar determinante a
la hora de resolver cuestiones de tipicidad y problemas concursales. Así, en primer
lugar, la introducción de objetos sin que concurra este ánimo, por ejemplo, en el
ámbito de ginecología, es atípica; y en segundo lugar, su concurrencia determinará un
concurso aparente de leyes respecto de las lesiones o ataques contra el honor o la
dignidad de la persona que sean inherentes a la actividad sexual.
La consideración del error sobre el consentimiento como error de tipo conlleva tres
importantes consecuencias dogmáticas:
b) El error vencible sobre el consentimiento supone que estamos ante una conducta
imprudente, y típica si, conforme con el sistema de numerus clausus de tipificación de
la imprudencia de nuestro CP, está descrita expresamente, o atípica en el caso
contrario, como ocurre en los delitos sexuales7.
c) Las posibilidad de que el sujeto esté en una situación de error de tipo resulta mayor
que en el caso de error de prohibición, pues en este último, existen muchas más
posibilidades de que salga de esta falsa representación de la realidad, ya que concurre
una conducta previa dolosa. Desde otra perspectiva los jueces y tribunales a la hora
de valorar la concurrencia de un error deberán ser más exigente en los casos de error
de prohibición que los casos de error de tipo (Gómez Benítez, 1992: 358).
Pues bien, respecto del Art. 365 bis CP la conducta deberá considerarse atípica, tanto
en el caso del error invencible, como vencible. Por esta razón, los jueces y tribunales
para determinar en la práctica la concurrencia de esta causa de atipicidad deberán
establecer sus parámetros interpretativos entre el error grosso y el error vencible, es
decir, entre un error que cualquier ciudadano podría haber apreciado (típico) y entre un
error que resulta posible que un ciudadano incurra pero que objetivamente podría
haber salido de su error (atípico). Desde otra perspectiva los tribunales no deben caer
en la tentación de utilizar los parámetros del error de tipo invencible en el caso del
consentimiento en la figura del Art. 356 bis CP, debido a que si lo consideran como
vencible la conducta será atípica. Si en el caso que no ocupa se demuestra que el
sujeto creía que tenía el consentimiento para introducir un objeto debido a hechos
anteriores, aunque haya podido salir de su estado de error, deberá considerarse su
conducta como atípica. Supondría una quiebra de todos los límites al ius puniendi – en
especial el principio de legalidad- que se castigue como dolosa porque se considera
injusto dejar sin pena una conducta imprudente.
H. Otras consideraciones
7
Véase sobre el sistema de incriminación de la imprudencia en el Derecho penal chileno:
FERNÁNDEZ CRUZ, José Ángel, “El delito imprudente: la determinación de la diligencia debida en
el seno de las organizaciones”, en Revista de Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Sociales de la Universidad Austral de Chile, Vol. XIII, 2002, pp. 103-105.
a) Introducción de objetos en la vagina. Basta la coniunctio del objeto, no siendo
necesaria la immisisio del objeto. De esta forma, el delito se consuma cuando existe
un principio de introducción, de modo que se superen los labium maius.
B) Problemas concursales
a) Lesiones. La modalidad de violación impropia realizada por violencia (Art. 365. 1 bis
en relación con el Art. 361. 1º CP) pueden acarrear unas lesiones a la víctima. En
principio, y conforme con la doctrina mayoritaria (Matus/Ramírez, 2002; 81), las
lesiones leves y menos graves se absorben en la violación consumada. Ahora bien, si
nos remitimos a la propuesta de bien jurídico –relativa al peligro a la salud y a la
integridad física como fundamento de una mayor severidad penal- debemos
plantearnos si, conforme con el principio non bis in ídem, el Art. 365 bis CP absorbería
lesiones más graves, que quedarían, por tanto, en el ámbito de aplicación de Art. 69
CP.
b) Violación propia del Art. 361 CP. Especialmente problemáticas resultan las
relaciones concursales entre ambas figuras, ya que, a nadie escapa, que la
introducción de objetos puede ir a acompaña de una acceso carnal. Esta situación ha
sido resuelta de manera correcta por el legislador español al incluir en un mismo
precepto penal ambas modalidades de agresión sexual. No obstante, si tenemos
presente que el núm. 1 del Art. 365 bis CP regula una modalidad de violación,
debemos concluir que la introducción de objetos antes o después del acceso carnal
debe entenderse consumida, y a lo sumo, tendrá su reflejo penal de acuerdo con el
Art. 69 CP. Una interpretación favorable a un concurso de delitos, nos llevaría a la
siguiente situación: una introducción de un objeto por la boca y un acceso carnal
tendrá en abstracto una pena mayor que la introducción de un pene en el ano y la
vagina de un mujer. Además véase, que si aplicáramos ambas figuras nos
enfrentaríamos a una perplejidad concursal difícil de justificar: ¡ se castigaría con
penas superiores al homicidio la violación que hayan consistido en la introducción, por
ejemplo, de un consolador y un pene en la vagina de la víctima¡. La misma
interpretación ha realizado la doctrina (Matus/Ramírez, 2002; 81) respecto de los Arts.
361 y 362 CP, donde se aprecia siempre un único delito, con independencia del
número de circunstancias que concurran o si éstas son tanto del Art. 361 como del Art.
362 CP.
c) Abusos sexuales. De acuerdo con la doctrina respecto del delito de violación propia,
cuando concurre junto a un abuso sexual, éste se encuentra consumido en aquél. No
obstante, parte de la doctrina (Matus/Ramírez, 2002; 80) aboga por el resurgimiento
del precepto desplazado en los casos de tentativa de violación respecto de los abusos
consumados, donde éstos últimos se aplican si tienen una mayor penalidad. Sin que
podamos profundizar en esta cuestión, creemos que estos supuestos son una
manifestación de una mala técnica legislativa, ya que a la hora de establecer las penas
en los tipos, consciente o inconscientemente, el legislador no ha comparado la
penalidad de un figura respecto del resto de los delitos, y por ende, ha hecho caso
omiso del principio de proporcionalidad de las penas. A mayor abundamiento,
entendemos que si se demuestra que el sujeto tenía la intención de introducir un
objeto, y como paso previo realiza unos abusos, el precepto penal que recoge con
mayor exactitud tanto el desvalor del hecho como del resultado es la tentativa de
violación. Nuestra posición parte de la premisa que sólo debemos acudir a la regla de
alternatividad cuando la problemática concursal no pueda resolverse a través de las
reglas concursales destinadas al supuesto de hecho (especialidad, consunción y
subsidiariedad), es decir, una regla de consunción no se puede excepcionar por una
regla de alternatividad. El denominado resurgimiento del precepto desplazado supone
una quiebra del mandato de lex stricta. La solución, por lo tanto, debe solucionarse en
sede legislativa que, a modo de propuesta, residiría en el establecimiento de una regla
concursal específica en el delito de violación donde se establezca una remisión a las
penas de abusos sexuales cuando la tentativa de violación se haya materializado con
un abuso sexual.
I. Bibliografía citada
Cuello Contreras, Joaquín, El Derecho penal español. Parte general, (2ª ed.), Madrid:
Civitas, (1996).
Fernández Cruz, 1998: p. 141-151. José Ángel, «La naturaleza y contenido del
mandato de lex certa en la doctrina del Tribunal Constitucional español» (en) Revista
de Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UACH, (vol. IX),
(1998) p. 141-151
Fernández Cruz, José Ángel, «El delito imprudente: la determinación de la diligencia
debida en el seno de las organizaciones», (en) Revista de Derecho de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la UACH, (Vol. XIII), (2002).
Gómez Benítez, José Manuel, Teoría jurídica del delito. Derecho penal. Parte general,
Madrid: Civitas, (1992).
Jakobs, Günther, Derecho penal. Parte general, (2ª ed.), Madrid: Marcial Pons, (1997).
Luzón Peña, Diego-Manuel, Curso de Derecho penal. Parte general, Madrid, (1996).
Matus Acuña, Jean Pierre y Ramírez Guzmán, María Cecilia, Lecciones de Derecho
penal chileno. Parte especial, (2ª ed.), 2002.
Mir Puig, Santiago, Derecho penal. Parte general, (6ª ed.), Barcelona: Reppertor,
(2002).
Politoff, Sergio (et alii), Lecciones de Derecho penal chileno, Santiago de Chile:
Editorial Jurídica de Chile, (2004).
Rodríguez Collado, Luis, Delitos sexuales. De conformidad con las modificaciones
introducidas por la Ley Nº 19.846, Santiago de Chile, (1999).
Roxin, Claus, Derecho penal. Parte general, Luzón Peña, Diego Manuel (et alii),
(trads.), Madrid: Civitas, (1997).
Serrano Gómez, Alfonso, Derecho penal. Parte especial, (7ª ed.), Madrid: Dykinson,
(2002).
Zaffaroni, Raúl (et alii), Derecho penal. Parte general, Buenos Aires: Ediar, (2002).