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La meditación y el dinamisnlo

de la conciencia
SANTIAGO GUERRA

Lo confiese o no, sea o no consciente de ello, el hombre


siente la nostalgia del «paraíso perdido» o, en lenguaje del
teólogo Tillich, de la «dimensión perdida». ¿Será esta nostalgia
un resto burgués, una ilusión idealista que impide la reconcilia-
ción con la realidad y el compromiso revolucionario? ¿No será
una superestructura capitalista que debe desaparecer y desapa-
recerá en una sociedad moderna y progresista? ¿ O será, por el
contrario, que el hombre nace con una vocación irrenunciable
de infinitud y de totalidad que ninguna experiencia fragmenta-
ria y puramente temporal puede saciar? Dice C. G. Jung: «La
pregunta decisiva para el hombre es la siguiente: ¿estás orien-
tado al infinito o no? Este es el criterio de su vida».
La vida es movimiento, y el movimiento es un impulso. ¿Ha-
cia qué? Hacia la búsqueda del tesoro escondido. Los grandes
mitos y leyendas no tratan en el fondo de otra cosa. La historia
de la Humanidad es secretamente movida por esa meta final
que nunca llega, que es difícilmente representable, que en resu-
midas cuentas no es planificable, pero que se hace presente en
el dinamismo de los símbolos, los mitos y las leyendas univer-
sales.
¿Quién no conoce la romántica leyenda de la Bella Dur-
miente? Una princesa duerme en el centro de un castillo que,
a su vez, está situado en el centro de un bosque. Día a día el
bosque se va haciendo más espeso y enmarañado, hasta el punto
de hacerse infranqueable. Con la princesa duermen su perro,
REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 45 (1986), 257-293.
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sus servidores, el jardín, el castillo entero. Al cabo de cien años,


el hijo del rey vecino se entera de la existencia de esta Bella
Durmiente. Su corazón se inflama de amor por ella y decide ir
a despertarla. Se adivinan las aventuras del joven príncipe des-
brozando la tupida selva para penetrar en ella y llegar a su
centro. Al cabo de un largo tiempo, herido con mil heridas, el
príncipe, abrasado de amor, llega a donde la princesa duerme
y, al poner sus labios en los de ella, la princesa se despierta.
Con ella se despiertan su perro, sus servidores, la casa y el jar-
dín. Todo ese pequeño universo abre sus ojos y se llena de vida.
He aquí descritas, bajo forma poética, las etapas de la vida
humana y el camino de la meditación como proceso de interiori-
zación, maduración y autol'l'ealización.

Nacimiento y renacimiento
La necesidad de «renacer», y de renacer mediante el paso
por un «punto cero», una noche oscura o una muerte, es una
afirmación no sólo del Nuevo Testamento, especialmente de la
teología de Juan 1, sino de todos los caminos espirituales que
buscan la salvación o la liberación mediante la interiorización
o, lo que es lo mismo, el conocimiento interior.
Prescindimos aquí de la interpretación específicamente neo-
testamentaria del «renacer» y nos situamos en la perspectiva de
la conciencia humana universal como dinamismo que tiende a
la maduración mediante un proceso de «renacimiento». La me-
ditación, como instmmento de ese proceso, no es, por tanto,
considerada en este capítulo bajo un prisma típicamente cristia-
no, sino como camino de interiorización o ensanchamiento de
la conciencia, y por 10 mismo bajo su aspecto psicológico que
al final del trayecto termina convirtiéndose en religioso (en cuan-
to «religión» equivale a religación con el origen, sin más espe-
cificación) .
«Renacer» sigue sonando al común de los oídos y de las
mentes como una simple metáfora para indicar un cambio ra"
dical en la forma de vivir: de una vida que espiritualmente

[ En San Pablo se juega con el binomio muerte-resurrección, que equi-


vale prácticamente al de muerte-renacimiento.
1

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hablando se define mejor como muerte, se pasa a una vida ver-


dadera en el espíritu de Dios y de Cristo. Pero al mismo tiempo
sigue pareciendo grotesca e infantil la pregunta de Nicodemo:
«¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede en-
trar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer?» (Juan
3,4). ¡Forma primitiva de entender la alegoría de Jesús!, se
dirá.
Sin embargo, más de un psicólogo de hoy respondería a Ni-
codemo: el hombre no sólo puede, sino que necesita entrar de
nuevo realmente en el seno de su madre para realizar el renaci·
miento liberador. Sin ese regreso real al seno materno existirán
siempre en el individuo facetas y campos reprimidos que impe-
dirán el pleno desarrollo del potencial dinámico inherente al es
píritu humano.

De Freud a la psicología transpersonal

La psicología occidental debe a Freud la primera gran in-


cursión científica en los laberintos de la parte inconsciente de
nuestra conciencia 2. Toda la psicología postfreudiana coincide
con él en afirmar que existen en nosotros conflictos no liquida-
dos y sentimientos reprimidos, vivencias traumáticas que ya no
son accesibles al pensamiento consciente y que desde el incons-
ciente estorban la percepción clara y el juicio justo sobre la
realidad, provocan actitudes neuróticas más o menos acentuadas,
impiden nuestro armonioso desarrollo y dificultan o imposibili-
tan el sano disfrute de la vida. Igualmente es sentencia unánime
que sólo reviviendo conscientemente los sentimientos inconscien-
tes reprimidos puede el individuo recuperar su equilibrio en el
pensar y el vivir.
Pero las coincidencias con Freud acaban ahí. Se niega su
doctrina de que es necesaria la clarificación intelectual del con-
flicto mediante el recuerdo consciente de su causa (que en más
de una ocasión no sólo no ha curado, sino que ha agravado la
enfermedad del paciente), y se insiste en que únicamente es

2 La terminología psicológica moderna que contrapone consciente e


inconsciente siembra la confusión. No hay ningún inconsciente propia-
mente dicho, sino diversas formas de conciencia que pueden estar y es-
tán normalmente reprimidas.
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necesario que los sentimientos surgidos de ese conflicto sean vi-


vidos de nuevo, lo cual puede lograrse de muy distintas mane-
ras y por muy diferentes caminos, no precisamente haciendo
presente el conflicto mismo.
Freud enseñó, por otra parte, la existencia de un incons-
ciente puramente personal o individual que abarca la historia
postnata1 de cada hombre y que tiene su origen en los traumas
no resueltos de la etapa infantil. Pero ya su discípulo Jung en-
señó que la estructura del inconsciente rebasa la historia indivi·
dual y que en cada uno de nosotros existen remansadas expe-
riencias arquetípicas de la Humanidad entera que se expresan
simbólicamente en los mitos y leyendas de los pueblos.
Jung va a inspirar la corriente más moderna de la psicolo-
gía: la transpersonal, cuyo objetivo es el ensanchamiento de la
conciencia más allá de su aspecto individual para así fomentar
el pleno desarrollo de las potencialidades humanas y conseguir
el «hombre autorrealizado» 3. Esta corriente se acerca con pre-
ferencia a las experiencias religioso-místicas para estudiar sus
benéficos efectos psíquicos y construir un modelo científico mo-
derno que ilumine el camino de realización de la existencia hu-
mana superando el impasse de la psicología materialista y de la
filosofía racionalista. La psicología transpersonal está revalori-
zando los métodos y técnicas de las antiguas psicologías y vías
esotéricas, a las que se acerca, naturalmente, con criterio cien-
tífico, pero en las que ve, como ya vio Jung, elementos muy va-
liosos para el hombre de hoy.
Aparece así claro que la psicología transpersonal, junto con
la humanista, han dado otra dirección a la psicología profunda:
mientras en Freud y sus discípulos inmediatos ésta tiene como
objetivo primordial la curación de «enfermedades» psíquicas, las
citadas corrientes hacen de ella un medio aplicable a todo hom-
bre, enfermo o sano, en orden al pleno desarrollo de unas posi-
bilidades sólo en muy pocos hombres actualizadas y apenas ger-
minadas en la generalidad, pero que constituyen el programa y
destino de todo ser humano y no sólo de santos o genios. Se

3 A. MASLOW, El hombre autorrealizado. Hacia una psicología del


ser, 5." ed., Barcelona, 1983, 308 pp.; cfr. también la obra en colabora-
ción Más allá del ego. Textos de psicología transpersonal (Maslow, Ca-
pra, Groff, etc.), Barcelona, 1982, 419 pp.
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puede hablar y hay que hablar en este sentido no ya simple-


mente de unos sentimientos repdmidos causados por una viven-
cia traumática infantil no liquidada o integrada, sino de unas
posibilidades generalmente reprimidas en el inconsciente y, por
tanto, de un general «estado crónico de enfermedad» psíquica.

La etapa intrauterina

No acaban aquí las discrepancias de la más moderna psico-


logía profunda con su iniciador Freud. Este fundamentó los
desequilibrios neuróticos del individuo únicamente en los tras-
tornos de las fases oral, anal y genital o edipal de la época in-
fantil. Otto Rank, en cambio, vio en el suceso del nacirniento
la vivencia más básica y decisiva del recién nacido; el trauma
del nacimiento determina, según él, todos los posteriores trastor-
nos psíquicos, y por ello centró su terapia en la reviviscencia
de los sentimientos unidos a dicho suceso; los resultados obte-
nidos han avalado el acierto de su teoría 4.
Más adelante aún ha ido Stanislav Groff, un psiquiatra che-
co que vive en Estados Unidos y cuyas experiencias pueden con-
tdbuir mucho al cambio radical que está dando la psicología.
Partiendo de la teoría y práctica de Otto Rank sobre el trauma
del nacimiento, Groff ha investigado la etapa prenatal, intraute··
rina, y ha descubierto en ella la vivencia fetal de cuatro senti-
mientos que van a ser las vivencias básicas existenciales del
hombre. Todas las posteriores experiencias traumáticas tendrán
como referencia el trauma inconsciente sufrido por el feto en
cada una de las cuatro fases siguientes:

Fase primera: La unidad primaria con la madre

Esta experiencia describe la existencia intrauterina tranquila,


de plena unidad con la madre, que puede ser vivida posterior-
mente de forma consciente como unidad cósmica o como éxtasis
espiritual. Esta fase está unida a todas las vivencias posteriores
en las que el organismo está distendido, relativamente libre de

4 O. RANK, Das Trauma del' Geburt und seine Bedeutung jür die
Psychoanalyse, Leipzig, 1924.
5
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necesidades y no perturbado por estímulos negativos. Todos los


trastornos que el feto pueda sufrir en esta fase, por ejemplo,
daños causados por ingestión de tóxicos, por enfermedad de la
madre o por problemas en los gemelos, se traducen más tarde
en vivencias que perturban ese estado distendido.

Fase segunda: Antagonismo con la madre

Esta fase representa los sentimientos del feto durante el pri-


mer estadio del nacimiento, cuando el niño es expuesto a las
contracciones intrauterinas en el útero cerrado. Esto puede ser
revivido posteriormente como situación sin salida en la vida,
como visión apocalíptica del mundo y la sociedad, como sufri-
miento y dolor sin límites, como absurdo y sinsetido de la vida,
etcétera.

Fase tercera: Sinergismo con la madre

Esta fase representa las vivencias del segundo estadio del


nacimiento, en el que el niño sale del canal del nacimiento.
También esto puede ser revivido posteriormente como lucha en-
tre muerte-renacimiento de forma biológica y corporal: senti-
mientos de desesperación, lucha, angustia y victoria. Sexualidad,
salvajismo, sadismo, odio y estallidos orgásticos representan en
la vida posterior esta fase.

Fase cuarta: Separación de la madre

Esta fase está unida al tercer estadio del nacimiento en el


que tiene lugar la definitiva separación del canal del nacimiento
y corte del cordón umbilical. Espiritualmente tiene esta vivencia
frecuentemente la forma de experiencia de muerte-renacimiento,
en la cual prevalecen los sentimientos de felicidad y salvación
de la muerte. El propio cuerpo es sentido como ancho y dilata-
do, embargan sentimientos de libertad y victoria después de la
de lucha y de liberación tras las experiencias del dolor; a la
vivencia posterior consciente de esta fase pertenece también la
experiencia de una luz vivÍsima y de visiones de colores mara-
villosos.
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Al llegar este momento se opera en la mayor parte de los


sujetos una profunda transformación: entran en un estado de
profunda interiorización, aún en los más cerebrales crece el in-
terés por las cuestiones religiosas, aparecen en su imaginación
representaciones y símbolos arquetípicos y tienen lugar viven-
cias transpersonales, es decir, de sucesos anteriores a su vida
personal-individual: describen costumbres de pueblos antiguos,
se sienten identificados con reptiles, peces, mamíferos, hablan
de vidas anteriores, viajan a través del tiempo y el espacio, He
nen percepciones extrasensoriales, etc. Al final se sienten sumer-
gidos en una vivencia religiosa de carácter místico-cósmico 5.

Regresión consciente y liberación

Stanislav Groff ha practicado hasta ahora la terapia con ayu-


da de la LSD 6. y ha comprobado que, bajo el efecto de ésta,
se produce siempre y de forma espontánea (es decir, no provo-
cada por el terapeuta) en el paciente una determinada sucesión
temporal hacia atrás en el recuerdo y nueva vivencia de sus ex-
periencias traumáticas: de escenas más recientes de su vida se
pasa a escenas infantiles que están en la base de aquéllas (Freud),
pero a continuación aparece el momento del nacimiento como
experiencia que origina y explica las de la infancia y las poste-
riores a ésta (Rank). Sigue después el recuerdo y nueva vivencia
de las fases intrauterinas y finalmente Ilega el paciente al in-
consciente colectivo y a las vivencias transpersonales y místico-
cósmicas. La vivencia de las diversas etapas hacia atrás va acom-
pañada de una progresiva experiencia de cm ación y liberación.
La liberación suprema se vive en la última fase: la de la expe-
riencia místico-cósmica.
Groff es ante todo un terapeuta, pero su experiencia como
tal le ha llevado a sentir la urgencia de superar el concepto ma-
terialista de la psicología y psicoterapia que ha dominado el
freudismo rígido y el conductismo, a ver la incapacidad ele éstos

5 STANISLAV GROFF, Dominios del inconsciente humano: observacio-


nes a partir de la investigación con LSD, en Más allá del ego, pp. 127-
145; Geburt, Tod und Transzendenz. Neue Dimensionen in del' Psycho-
logie, München, 1985, especialmente pp. 101-133.
6 Hoy ya cree posible realizar los mismos experimentos sin ayuda de
la LSD y así está intentando hacerlo.
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para abordar los verdaderos problemas psíquicos que siempre


van unidos a aspectos espirituales, a valorar las grandes tradi-
ciones espirituales y las experiencias místicas y a poner la psico-
logía y la psicoterapia al servicio del desarrollo espiritual del
hombre. Desde su experiencia afirma la necesidad de revivir el
nacimiento biológico (revivencia que se considera decisiva en
muchas tradiciones espirituales), porque el suceso del nacimien-
to y el proceso perinatal (es decir, los sucesos que le preceden
o le siguen) van más allá del aspecto biológico y tienen dimen-
siones espirituales muy importantes. «El encuentro con el naci-
miento y la muerte va unido regularmente a una crisis existen-
cial de dimensiones extraordinarias. La crisis puede solucionarse
solamente si se establece una conexión con las dimensiones es-
pirituales y los elementos del inconsciente colectivo que viven
muy adentro en nuestro interior» 7. Groff hace hincapié en que
muchas personas que siguen un camino espiritual permanecen
con frecuencia bloqueadas o frenadas en su marcha por culpa
de problemas psicológicos no elaborados ni solucionados, que
están en estrecha relación con el suceso conjunto del nacimiento
biológico, y que sólo se superarán si ese suceso se revive.
Dicho esto, será oportuno acercarnos al feto, asistir a su na-
cimiento, acompañar al niño en su infancia y seguir las sucesi-
vas etapas del hombre en su camino de maduración. Veremos
que ésta equivale a un radical «renacimiento» espiritual me-
diante una regresión consciente al seno materno. La terapia de
Groff nos ha descubierto el camino que recorre la conciencia
en su marcha hacia la liberación de viejos traumas y el final de
ese recorrido. Es un dato experimental que no puede olvidarse
cuando se trate no ya de curación de traumas psíquicos, sino
del desarrollo de las posibilidades espirituales del hombre. Ni
tampoco puede pasarse por alto que todo bloqueo espiritual está
acompañado y es de alguna forma verdadera un bloqueo psíqui-
co por la unidad que forman los diversos estratos del ser huma-
no. Finalmente trataremos de exponer cómo la meditación es un
instrumento apropiado y privilegiado para realizar este proceso.

7 S. GROFF en Hologramm, núm. 44, p. 10.


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El j:eto como germen

¿Puede decirse que en la espiga hay algo distinto de lo con-


tenido en el grano de trigo o se trata sólo del pleno desarrollo
de éste? Con seguridad se trata de esto último; pero, por otra
parte, para que el grano mismo de trigo termine siendo espiga
debe morir y simultáneamente renacer: nada se crea de nuevo,
pero todo está llamado a transformarse en nuevas y más altas
dimensiones. El todo es el pleno desarrollo de la potencialidad
de la nada y la nada es el otro aspecto del todo que hace que
éste sea posible. La Realidad universal, y con ella el hombre,
no es sino en cuanto se va haciendo, es continua génesis que
avanza a base de la interacción de lo positivo y negativo, de la
simultánea acción de fuerzas polares, y como tales dinamizado-
ras y transformantes, pero que al mismo tiempo son en su origen
y raíz la misma indivisa realidad.
Como no se puede decir en sentido estricto que en el feto
hay algo nuevo que no existiera de ninguna forma en el primer
momento de la creación, según vimos en el tema anterior, tam-
poco se puede decir que en la fase de pleno desarrollo espiri-
tual del hombre hay algo que no existía de forma alguna en la
vida fetal, sino que aquélla es maduración y transformación de
ésta y que, por tanto, aquélla está presente en ésta; no menos
verdad es que el feto está realmente presente en el primer mo-
mento de la realidad creada (y no sólo en la mente de Dios,
como se dice en lenguaje tradicional) y que no hay ruptura ni
solución de continuidad entre el primer momento de la creación
y el feto. Finalmente, y por las mismas razones, la creación en-
tera está en el feto. Esto no es hoy una simple frase poética o
simbólica, sino la afirmación de una ciencia que ha descubierto
que «el universo es un todo dinámico indivisible».
El feto vive, en efecto, a nivel preconsciente la infinitud de
la vida universal, la unidad con la fuente y origen mismo, eter-
no, de su ser a través de la unidad primaria con la madre. Como
nos ha dicho antes Groff, en experiencias provocadas de regre-
sión consciente a esta fase fetal, ésta ha sido vivida por el adul-
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[o como una sensaClOn indefinible de unidad en medio de un


éxtasis espiritual en el que desaparece todo límite 8.
Y, por otra parte, la más reciente teoría embriológica defien-
de que el feto tiene memoria cósmica, hay en los genes una in-
formación hereditaria que tiene millones de años y que en último
término conecta con el origen mismo de la creación. Por eso
en las citadas regresiones provocadas, el individuo vive realida-
des que están mucho más allá del comienzo de su vida indi-
vidual.
El sentido de la vida humana será ir reviviendo, haciendo
consciente esa unidad inconsciente o pre-consciente del germen
humano con su origen y fuente eternos e infinitos. En palabras
de Jung, será la unión entre nuestra consciencia y el incons-
ciente más profundo en el que viven los arquetipos.

La venida a la ex-istencia
En la vida intrauterina el 111no recibe de su madre los ele-
mentos psicosomáticos necesarios para su primera evolución so-
bre la tierra. En un momento dado el feto se siente llamado a
emprender la marcha hacia la gran empresa que le aguarda.
De las aguas intrauterinas en que se baña, y en las que encuen-
tra acabado cobijo y protección, del océano en que germina la
primera vida, se siente impelido a pasar a la tierra firme, a
salir a la luz del día: es el momento del nacimiento, la apari-
ción del niño en la tierra de los hombres.
Pero a este nacimiento se ha llegado sólo después de atra-
vesar un pasadizo difícil, una noche OSCll1'a, una muerte, según
nos enseñan también las citadas experiencias de Groff.
La sociedad humana cuenta desde este momento con un in-
dividuo y persona autónoma que trae consigo el cometido de
hacer la experiencia consciente de su ser esencial, de su unión
con la Consciencia Eterna originante del Universo. De momento,
el paso de la vida intrauterina a la vida exterior, autónoma, ha
llevado consigo el oscurecimiento y ocultamiento de su ser esen-
cial. La teoría embriológica antes citada enseña que el trauma-

8 En la simbología iniciática, la etapa fetal, en la que el feto se va


desarrollando en el líquido intrauterino, se asocia al océano y con ello al
«sentimiento oceánico».
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tismo respiratorio del momento del nacimiento impulsa la me-


.i moria cósmica, universal, del feto a las profundidades del in-
I consciente. El ser humano ignora, por ello, su verdadero origen,
! naturaleza y destino. Será necesario volverse a hacer voluntaria
y conscientemente feto, pasar por diversas muertes y nacimien-
tos, para penetrar en las tinieblas del inconsciente, destruir la
tumba de la memoria y recobrar el conocimiento original. En-
tonces se habrá llegado al corazón de uno mismo, y simultánea-
mente al corazón de todo, puesto que el todo estR en la parte
y la parte en el todo sin posible separación.
El niño nacido «ex-iste», es decir, está fuera (pues eso sig-
nifica la palabra «ex-istir»): fuera de su madre, pero también
fuera de su verdadero ser. La ley de la evolución o dinamismo
humano y espiritual, que no podrá burlar impunemente, le im-
pulsará constantemente a unificar su exterior y su interior, su
ex-istencia y su esencia.

El mundo exterior y la formación de la individualidad

Pero la etapa de la niñez deberá estar marcada predominan-


temente por la relación hacia fuera, hacia el mundo exterior,
hacia todo 10 que se refiere a su realidad terrena, a su existen-
cia en el mundo espacio-temporal 9. Sólo en relación con el mun-
•í do exterior el niño va afirmando su individualidad, sintiéndose
él mismo, distinto del mundo y de las otras personas; sólo así
se capacita para vivir y ejercer el papel que le corresponde en
el mundo; sólo así va adquiriendo su equilibrio psíquico.
Ese crecimiento en relación casi exclusiva con el mundo ex-
terior lleva consigo también la necesidad de apoyo en una auto-
ridad externa que le sirva de seguridad, protección y guía. Sin
ello no podrá desarrollarse armoniosamente, y sin un desarrollo
armonioso de la infancia muy difícilmente podrá llegar a la ma-
durez de su destino como ser humano. Le sirven de apoyo, pro-
tección y guía sobre todo sus padres y los valores justos y leyes
morales que le transmiten. El niño crece entre el padre y la
madre y camina entre ellos, como con dos muletas, en dirección
hacia la construcción de sus propias estructuras en la pubertad.

9 La etapa infantil se asocia en la simbología a la tierra y con ello


al mundo exterior.
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Pero la realidad del niño no se agota en un puro hacia fue-


ra; como ser humano posee un centro, un interior, aunque esté
oculto y haya dejado el primer papel, provisionalmente, al ser
exterior. Las conmociones psicológicas que recibe al adaptarse
al mundo exterior contribuyen a ir despertando ese centro: el
terrible primer día de la escuela, la contemplación de un cadá-
ver o la visita a un cementerio, el ataque por parte de otros
niños, etc., son algunas de esas conmociones. «Como pl'Otección
eficaz contra tales conmociones, el niño puede soñar o dibujar
un motivo nuclear, circular o cuadrangular que simboliza el im-
portantísimo centl'O de la psique» 10.
Este centl'O deberá ser cuidado y armoniosamente educado
si no se quiere frustrar el desarrollo posterior del adolescente.
El niño no es aún capaz de descubrirle conscientemente, y me-
nos a6n de vivirle. Sólo la armonía espiritual de los padres pue-
de ide preparando para ese descubrimiento.

La pubertad y la conciencia empírica

La pubertad se caracteriza por la aparición de tres sucesos


nuevos: la irrupción de las fuerzas vitales, el cosquilleo de se-
rios interrogantes existenciales y el anhelo de independencia.
Las fuerzas vitales gritan pidiendo paso: el impulso de mo-
verse, el afán de aventura, el espíritu combativo, el deseo que
lanza a la búsqueda y realización del amor, el rugido interior
de encendidas y encontradas pasiones, el ansia de participación
en el gran juego de la vida, el hormiguillo inspirador de conti-
nuos planes de dominio y crecimiento, todo ello, silencioso y so-
segado durante la etapa infantil, se revela ahora impetuosamente
y da a la pubertad su impronta característica al tiempo que su
peculiar desasosiego y ansiedad.
Pero la pubertad es a la vez el estadio evolutivo del hombre
en que aparecen interrogantes profundos que no habían asoma-
do en serio en la infancia y que podemos bautizar con el deno-
minador común de «cuestiones existenciales»: sucede que de
forma más o menos clara, a veces de manera aguda, punzante
e insoslayable, se presenta la pregunta por el sentido de la vida

10 C. G. JUNG, El hombre y sus símbolos, Madrid, 1966, pp. 164-165.


LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 269

en sí misma (aspecto metafísico) y por el significado y finalidad


de las energías vitales que anegan su ser entero: un instrumen-
tal a su disposición cuyo manejo resulta todo menos simple e
inocente. De ahí la aludida ansiedad.
Si la niñez se caracteriza por la búsqueda de seguridad, de
protección y apoyo en una autoridad externa, concretada sobre
todo en los padres, la pubertad se distingue de ella por su ten-
dencia a soltar esas muletas para aprender a caminar por sí
mismo.
Para encarar y encajar en su vida esos tres nuevos fenóme~
nos, el púber sólo cuenta con un tipo de conocimiento, expe-
riencia o conciencia: la empírica. La conciencia empírica se
forma en nosotros a base del contacto con el mundo exterior,
surge de las impresiones recibidas a través de los órganos sen-
soriales a las que aplicamos nuestras categorías mentales. La
conciencia empírica tiene, por ello, como único objeto de cono-
cimiento y de vivencia el mundo exterior en cuanto tal, que en
un mayor rigor de lenguaje debemos llamar lo exterior del
mundo. En efecto, tras la Crítica de la razón pUta, de Kant, es
ya un axioma innegable que el conocimiento y la consiguiente
conciencia que nacen del material aportado por nuestros órga-
nos sensoriales es el conocimiento y conciencia de los fenóme-
nos, de «10 que aparece», pero no de la «cosa en sí». «Lo que
aparece» a la ingenuidad sensorial y a la idea resultante es un
mundo (en el que se incluye mi propio cuerpo) que «está ahí»,
puramente exterior a mí, del cual, por tanto, me siento distinto,
y que yo conozco, mentalmente organizo y puedo llegar a do-
minar.
Tres cosas constituyen, por tanto, la conciencia empírica:
1. Mundo exterior fenoménico o aparente.
2. Conciencia del «yo» individual como un «enfrente» del
mundo tal como éste es normalmente percibido (un «yo», por
tanto, también aparente).
3. Relación yo-mundo exterior en el orden del conocimien-
to y de la vida; en esa relación se agota la realidad de este yo.

, La conciencia empírica se forma, como ya hemos dicho, en


la infancia y caracteriza esa etapa de la vida humana cumplien-
do un primer y necesario cometido: un conocimiento y conexión
270 SANTIAGO GUERRA

con una faceta -la externa- de la realidad en medio de la


cual está llamado a vivir el hombre, y la formación de la con-
ciencia de un «yo» individual, provisionalmente válido como
centro de referencia de la realidad conocida y vivida.
Con la etapa de la pubertad todo cambia: la irrupción de
las fuerzas vitales, las cuestiones existenciales y el anhelo de
independencia son tres aspectos de un solo indivisible suceso
a través del cual no se anuncia únicamente una nueva etapa de
la vida, sino también el despertar de un nivel de conciencia
hasta ahora providencial y oportunamente dormido que pugna
por ocupar el puesto directivo desempeñado en la niñez por la
conciencia empírica. Aferrarse a ésta y no dejar crecer aquélla
equivale a una nociva fijación infantil que hace imposible el
paso hacia una auténtica pubertad. Una fuerza que ha sido
buena y provechosa puede convertirse en dañina y paralizante
cuando no se deja relevar por la que está llamada a sucederla
como motor de desarrollo. Así pasó con la ley judía, cuando se
negó a ser suplantada por la gracia.
Para el púber cronológico movido únicamente por la con-
ciencia empírica, el planteamiento, el conocimiento y la vivencia
de las nuevas y peculiares facetas de su edad sólo pueden tener
lugar dentro del esquema yo-mundo exterior. El yo empírico no
tiene en sí mismo ni capta en las cosas cara interior alguna.
Por eso se asienta ineludiblemente en «lo exterior» de ellas y
de sí mismo, se proyecta y las proyecta en un «afuera», y en
ese afuera busca satisfacer sus anhelos y remediar sus carencias;
lo exterior y el afuera se convierten en su razón de confiar y
vivir.
Las fuerzas vitales así entendidas y vividas convierten en-
tonces al hombre en autómata, en robot, en títere de sus impul-
sos y en esclavo de sus hormonas; el potencial humanizador con-
tenido en aquéllas se despilfarra en el vicio compulsivo, su di-
namismo se convierte en agresividad y violencia, el ansia de
participar en el juego de la vida toma la figura de la opresión,
la rivalidad y el desquite salvaje. Y, a pesar de este aparente
fluir libre y sin trabas de las fuerzas vitales, su «cara interior»,
su verdadero ser como fuerza y dinamismo es reprimido en el
inconsciente por un yo incapaz de captarle y vivirle: no sólo
hay represión de la sexualidad en un ascetismo voluntarista que
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 271

se niega a aceptar el hecho mismo de la esfera instintiva, sino


también en una utilización caprichosa e irresponsable que no
quiere aceptar su verdadero sentido y finalidad. Ambas actitu-
des, aunque aparentemente opuestas, son el producto del mismo
yo empírico reductor de las fuerzas vitales a su externa corteza
que unos, los ascéticos, juzgan no sin razón alienante y otros,
los mundanos, conciben contra toda razón como su entera sus"
tancia.
La conciencia meramente empírica tampoco es capaz de cap-
tar siquiera las preguntas existenciales o metafísicas que ahora
surgen, y mucho menos puede dar una respuesta aquietante. El
yo empírico, que equivale a la mente racional-lógico-analítica,
sólo puede plantear esas cuestiones en «su» mundo: el de los
fenómenos, el del «afuera» de las cosas, el de los porqué y para
qué de 10 observable y comprobable, el de la percepción senso-
rial y la consiguiente lógica mental. Al pretender de esa forma
«asir» la existencia humana, explicarla, alinearla en el mundo
de las apariencias fenoménicas, ajustarla a las leyes por las que
éstas son regidas, y dominarla mediante la lógica de los concep-
tos derivados de la observación de aquéllas, en primer lugar
se la reduce penosamente a la esfera de Jos objetos y a sus cá-
nones cognoscitivos, y en segundo lugar sólo se logra que la
realidad existencial se escape de los ceñidos esqueml1S en los
que obstinadamente se la quiere encerrar; el hombre que se
mueve únicamente entre patrones empírico-lógicos se convierte
por ello en una víctima de la ansiedad, la insatisfacción y el
permanente miedo a 10 desconocido, que no es otra cosa que el
propio misterio de su existencia reprimido en el inconsciente
por una razón y una conciencia que, al no poder dominarle, le
declaran simple, pero también inútil y perniciosamente, pma
fantasmagoría.
Contradicciones fundamentales que están en la base misma
de la existencia y experiencia humana, como las de vida-muerte,
sentido-sinsentido, amor-soledad 11 y que, sin embargo, no S011
tales contradicciones, sino unión de contrarios en superiores ni-
veles de conciencia, se convierten en un callejón sin salida para
la conciencia empírico-lógica, en cuyo «claro» conocimiento y

11 Cfr. K. G. DÜRCKHEIM, Vom doppelten Ursprung des Menschen,


Freiburg im Breisgau, 1973, pp. 90-92.
272 SANTIAGO GUERRA

experiencia uno de los dos elementos del binomio es incompati-


ble con el otro; el hombre es por ello presa de la angustia de
la muerte, el absurdo y el sentimiento de soledad. El laberinto,
símbolo que encontramos en todas las culturas, refleja un in-
consciente colectivo: la experiencia universal del callejón sin
salida cuando el hombre se plantea el porqué de tantas cosas,
comenzando por el porqué del existir. No encuentra respuesta
adecuada y puede invadirle la desesperación, la sensación de
inutilidad y el sinsentido de todo. La literatura actual es un
exponente cualificado de una vetusta aflicción que hoy toma
dimensiones de histerismo.
Y, sin embargo ... , en el mito del laberinto éste tiene una
salida, difícil de encontrar, pero posible y necesaria si el que
ha sido presa de este enredado recinto no quiere ser devorado por
el monstruo que le habita. La salida no será descubierta por el
conocimiento-conciencia lógico-empíricos, ya que han sido pre-
cisamente ellos los que se han metido en el laberinto, sino que
será alumbrada mediante el despertar y desarrollo de un nivel
de conciencia en el que los continuos y torturante s porqués,
apuntados y no respondidos por la mente lógica que termina re-
fugiándose en el agnosticismo, son solucionados al ser trascen-
didos. C. G. Jung llegó, en su larga experiencia terapéutica, a
la convicción de que «los problemas más grandes y más im-
portantes de la vida son, en el fondo, todos insolubles ... Jamás
pueden llegar a ser resueltos, sino solamente sobrepasados» 12.
La misma experiencia le hizo ver con claridad que esa posibi-
lidad de sobrepasar viene dada «como un aumento del nivel de
conciencia» 13. En este nivel el problema no es solucionado «ló-
gicamente» (cosa imposible), sino que palidece ante una direc-
ción nueva de la vida; no es reprimido y convertido en incons-
ciente, sino que aparece bajo otra luz; no es privado de su rea-
lidad, sino que se está sobre él por un estado de «conciencia
trascendente» 14.
Nos queda hacer una alusión a la tercera faceta que carac-
teriza el paso de la niñez a la pubertad: el anhelo de indepen-
dencia. Una conciencia meramente empírica está incapacitada

12 C. G. JUNG, El secreto de la flor de oro, Buenos Aires, 1977, p. 33.


13 lb., p. 32.
14 lb.
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 273

para ser independiente, o, lo que es lo mismo, libre; lo que


ahora hace es cambiar simplemente los apoyos externos de la
infancia (padres, normas transmitidas, etc.) por otros apoyos
igualmente externos en los que el «yo» se proyecta plenamente
y la persona se aliena, pues el apoyo y la confianza fundamen-
tal son realidades interiores. Una civilización como la nuestra,
obsesionada con la invención de todo tipo de seguridades arti-
ficiales externas al hombre mismo, sustitutivas del hombre mis-
mo, y que le producen la falsa sensación de autosuficiencia, mano
tiene al ser humano en la inconsciencia y le hacen cada vez más
incapaz de superar la etapa infantil, es decir, la dependencia
del mundo exterior y la ubicación de la confianza existencial
en él.
Una de las proyecciones alienantes del «yo» o, lo que es lo
mismo, uno de los apoyos que mantienen al hombre en una per-
niciosa fijación infantil es la de un Dios concebido y vivido
como «externo»: es el Dios resultante de la argumentación ra-
cional-metafísica, el Dios en el que se busca la explicación de
todo, al que se atribuye una omnipotencia que puede, cuando
quiere, solucionar los problemas de todo tipo como el más in-
comparable de los magos o taumaturgos, en el que se declinan
propias responsabilidades y del que se esperan respuestas con-
vincentes, lógicas naturalmente, a los interrogantes que la razón
plantea. (Este Dios deducido por la pura razón lógica no es más
que el yo-racional divinizado que tiene todas las lacras de éste
y lleva al mismo laberinto.)
La acusación de alienante lanzada contra esta imagen de
Dios, el fallo continuo de las expectativas en él puestas y que
suscita constantes tentaciones contra la fe en su providencia y
hasta en su existencia, su inquietante e irritante silencio, la cri-
sis de la razón lógica de la que aquél es una proyección, han
producido su muerte cultural. Muchos se han quedado simple-
mente sin Dios y vagan buscando imposibles e inconsistentes
bases del vivir y el obrar; pero otros ven en esa muerte de
Dios el necesario paso hacia su resurrección como Dios verda-
dero e inmortal, es decir: saludan la muerte del Dios de su ló-
gica o razón y sienten la invitación a entrar en la noche oscura
que les devolverá, no el Dios muerto, sino el Dios verdadero
a quien se buscaba fuera y está dentro (San Agustín).
274 SANTIAGO GUERRA

La pubertad y la llamada del centro

La interpretación de las tres facetas de la pubertad desde


la mera conciencia empírico-racional y el consiguiente modo de
vivir que de ello se sigue, impiden al hombre superar verdade-
ramente el estadio de conciencia propio de la infancia, en el
que se puede morir de viejo. Esas tres facetas son una llamada
a ir más allá: las fuerzas vitales anuncian el dispositivo funda·,
mental hasta entonces soterrado del que el hombre dispone para
la construcción de su destino; las preguntas existenciales insi-
núan que esas fuerzas vitales tienen un sentido y dirección que
hay que tratar de descubrir; finalmente, el anhelo de indepen-
dencia de los apoyos exteriores de la infancia es una llamada
a buscar y encontrar el sentido y dirección de las fuerzas vitales
en un centro inte1'l1o de conciencia, en una luz más allá o más
adentro que la exte1'l1a, reseca e incapaz razón lógica.
«Al cabo de cien años el hijo del rey vecino se entera de
la existencia de la Bella Durmiente en el centro del castillo. Su
corazón se inflama de amor por ella y decide ir a despertarla».
La correcta interpretación de la oscura y ambivalente voz de la
pubertad, y el nuevo camino que el ser humano se siente im-
pulsado a recorrer, son normalmente consecuencia de dos facto-
res simultáneos: la llamada misma que proviene del centro de
conciencia que ahora comienza a rebullir y quiere sustituir al
anterior, y la insatisfacción ante la vida que también ahora se
acusa. Entre el potente tirón de la fuerza centrípeta del ya ac-
tivo ser esencial trascendente al tiempo y al espacio y las incli-
naciones y hábitos centrífugos del ser ex-istencial espacio-tempo-
ral se crea una tensión dolorosa que lleva, entre otras cosas, a
no ser capaz de satisfacerse con los antes gratos y cobijadores
criterios convencionales o comportamientos gregarios. Esto pue-
de llevar a la búsqueda de una interminable y desatinada ca-
dena de nuevos y transitorios solaces con los que acallar la
llamada interior y el presente descontento y hastío, pero puede
igualmente hacer caer en la cuenta de la existencia de la Bella
Durmiente en el centro del castillo y espolear el espíritu arries-
gado que se lanza al desbroce de la tupida selva con la ilusión
de llegar hasta la cámara inte1'l1a de la amada.
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 275

En esa joya universal que es el cuento de Pulgarcito, éste,


abandonado junto con sus hermanos por sus padres en el bos-
que, logra regresar con ellos guiándose por las piedrecitas que
había ido dejando caer por el camino. Abandonados segunda
vez, Pulgarcito fracasa en su intento de regreso: las aves se han
comido las migas orientadoras. Se ha roto el cordón umbilical
de la infancia, es preciso buscar apoyo y confianza mirando en
una nueva dirección. En medio de la oscuridad de la noche,
Pulgarcito se encarama a un árbol y divisa una luz que sale de
una casa ... El hombre acuciado, dichosamente acuciado por la
pregunta sobre el auténtico centro de su existencia, se siente
impulsado a buscar la respuesta en otro asentamiento distinto
del que ha servido hasta ahora. Aunque sin saber exactamente
qué busca, siente el aguijón de peregrinar hacia una tierra des-
conocida en la que tiene la convicción de que se va a encontrar
con 10 verdaderamente importante.

Regreso al seno materno:


Primera muerte-renacimiento

Si la ya imposible infancia impulsa a Pulgarcito a mirar


en otra dirección, será precisamente la noche oscura que, por
no haber podido regresar al hogar infantil, se mece sobre él y
sus hermanos en el bosque la que le hará posible descubrir la
guía de la nueva luz. Y va a ser esa luz la que le ponga en
camino en medio de la noche, le meta en la noche y le guíe
hacia la noche, hacia no sabe qué, aunque sí sabe adónde.
Todas las tradiciones espirituales sin excepción, todos los
símbolos, cuentos y mitos, todos los autores místicos hablan de
este viraje en el camino como de una noche oscura. No sólo en
San Juan de la Cruz el alma, acuciada por la amorosa llamada
y llama que arde misteriosamente en el corazón sin alumbrar
aún ningún rostro concreto, sale de su casa «en una noche os-
cura»; también Pulgarcito, atraído y guiado por la luz atisbada;
también Dante, que inicia la ruta de su Divina Comedia con
los conocidos versos: «en la mitad del camino de nuestra vida,
me encontré en una selva oscura». Se abandonan los habituales
asideros mentales, insatisfactorios, ciertamente, para el que ha
emprendido este camino, pero que han ocupado hasta ahora el
276 SANTIAGO GUERRA

campo entero del conocimiento y el juicio; se deja la acostum-


brada irreflexiva visión de las cosas y su uso banal; la nueva
luz columbrada, el barrunto de la Bella en el centro del castillo,
impulsan a caminar hacia adelante, pero no iluminan aún el
tanteo vacilante de las pisadas. En palabras de Jung, esa voz
misteriosa es el «anima», «la vida más allá de toda categoría ...
un impulso vital caótico, pero al que se junta además una signi-
ficación secreta, algo así como un saber secreto o una sabiduría
oculta» 15. Una sabiduría oculta que en este ángulo del camino
no revela aún nada de su faz. Sigue diciendo Jung: «Cuando
todos los estribos y todas las muletas se hacen añicos y no existe
siquiera la menor promesa de que en alguna parte habrá al fin
un abrigo, solamente entonces se presenta la posibilidad de ha-
cer la experiencia de un arquetipo hasta entonces escondido en
la pesada absurdidad del anima» 16.
El recinto en el que entra ahora el hombre es aquel que,
dentro de él mismo, está más allá de la conciencia empírico-
racional: el recinto del inconsciente en el que vive, reprimida
por la absolutización de la «ratio», la conciencia clara, el fuego
del espíritu destinado a transustanciar cuanto hay en el hombre
y a transformar su relación con el universo.
El ensanchamiento de la conciencia, la apertura del nivel
de la misma en el que las contradicciones insalvables de la
razón son trascendidas, requiere la retrotracción «a un recinto
sacro interno, que es origen y meta del alma y que contiene
esa unidad de vida y conciencia primero tenida, perdida luego
y que ha de encontrarse nuevamente» 17. Pero ¿de qué incons-
ciente se trata? ¿De qué unidad de vida y conciencia primero
tenida, perdida luego y ahora tema de búsqueda? ¿De qué in-
terno y sacro recinto?
No se trata del inconsciente infantil, de los traumas del niño
ya nacido, de los sentimientos reprimidos de la infancia que
deben ser revividos mediante una terapia para recuperar el equi-
librio. Esa fue la contribución gigante de Freud a la psicología
de la conciencia. Pero con ello no queda aclarado todo 10 que
en el hombre está reprimido, inconsciente y, por tanto, engen-

15 C. G. JUNG, Les racines de la conscience, Ed. Buchet-Castel, p. 46.


16 lb.
17 C. G. JUNG, El secreto de la flor de oro, p. 42.
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 277

drando tensión. Entrar en el inconsciente es acercarse a un pla-


no más profundo del hombre mediante un verdadero renaci
; lniento, mediante un consciente regreso al seno materno. Algo
t que no podía entender Nicodemo ni hubiera entendido tampoco
Freud.
El núcleo luminoso del ser 18 que el hombre lleva en sí mis-
mo desde el vientre de su madre, y que es vivido por el feto a
nivel pre-consciente, como ya dijimos, permanece oculto y per-
dido en el inconsciente desde el trauma del nacimiento, como
también hemos recordado, y hacia el inconsciente le ha ido im-
pulsando cada vez más una existencia volcada hacia el exterior.
Se trata ahora de recuperarle, de hacerle consciente, de vivir
desde él. Y para ello sólo hay un remedio: volver al vienlre de
la madre para nacer de nuevo 19.
Pero no se trata ahora de un nacimiento de dentro afuera,
como la primera vez, sino de fuera adentro, hacia el estado de
unidad primera con el origen y núcleo divino-cósmico propio
de la condición fetal antes del comienzo de las contracciones
uterinas. Tampoco se trata de una regresión infantil propia del
neurótico que huye de las dificultades de la vida, sino de una
regresión al vientre materno para revivir conscientemente la re-
primida unión real de nuestra esencia prenatal y nuestra exis-
tencia postnatal. Es necesario volver a recorrer el cuello del
útero, pero hacia dentro, y vivir la noche oscura, la sensación
de angustia y muerte que produce ese paso. Así la conciencia
superior o profunda, es decir, el espíritu, se irá despertando, y
el hombre irá experimentando que las realidades que antes pro-
yectaba en el exterior y como exteriores se relacionaba con ellas,
son realidades interiores, dimensiones de su conciencia, y que
10 exterior sólo es real y no ilusorio cuando es la otra cara del
interior y como la otra cara es vivido. No otra cosa dice hoy la
física 20.

18 No sólo las vías esotérico-gnósticas, el propio K. Rahner habla de


la «autoluminosidad del ser».
19 En la base de la columna, correspondiente simbólicamente a la
pubertad, los riñones presentan la misma figura que el feto en el seno
de la madre; la simbología ve en ello una nueva matriz, un nuevo huevo
generador de vida que quiere abrirse en esa edad, un nuevo nacimiento
que llevará de la inmadurez del adolescente a la madurez del adulto.
20 El peligro de la proyección de las realidades interiores hacia fuera
se ve, por ejemplo, en la proyección hacia una mujer concreta de la cara
6
278 SANTIAGO GUERRA

El centro solar
Las tradiciones esotéricas asocian la pubertad con el trián-
gulo uro-genital del cuerpo, es decir, con el paso del apoyo en
las muletas exteriores, laterales, de las piernas (etapa infantil)
al apoyo en el camino del medio (columna vertebral, en la que
se encuentran, también según esas tradiciones, los centros inte-
riOl'es de energía o conciencia). Ese mismo triángulo, que coin-
cide con la base de la columna, está asociado a la luna, astro
de la noche, del oscuro mundo instintivo y de los enamorados,
del ciego primer amor (<<yo me enamoré de noche y la luna
me engañó ... »). Se expresa así simbólicamente que el comienzo
del camino hacia el interior es un encuentro con el mundo de
las fuerzas del instinto y el sentimiento, pero a través de una
noche purificadora que prepare la salida del sol que ilumine y
madure esas fuerzas.
Tras un paciente caminar en la oscuridad guiados pOl' un
anhelo superior, comienza a aparecer el primer anuncio de luz,
un tímido sol que va iluminando y descubriendo el interior del
hombre, es decir, la cara profunda y verdadera de sus fuerzas
vitales y del mundo con el que se relaciona; va despertando la
luz de una conciencia que sustituye paulatinamente las falsas
luces del sol exterior o conocimiento lógico-racional, pues exte-
rior al hombre y a las cosas es su mente cuando no es expresión
de la conciencia intuitiva en la que conocimiento y sustancia o
interior de la realidad se hacen uno 21.
En la espiritualidad del yoga tántrico es al subir al cuarto
centro de energía, el centro solar asociado al corazón, donde se
produce el primer despertar del hombre; y es en las cuartas
moradas de Santa Teresa donde, según ésta, el alma abre ver-
daderamente los ojos. Es en ese centro de energía, el solar o
del corazón, donde en todas las tradiciones iniciáticas el arriba

femenina de la psique que no ha sido desal'rolIada dentro de uno mismo:


la relación de la pareja no podrá ser verdaderamente amorosa, sino po-
sesiva y a la corta o a la larga frustrante.
2[ La celebración de la fiesta de San Juan en el solsticio de verano,

desde el cual los días comienzan a disminuir (<<conviene que yo dismi-


nuya y él crezca»), quiere expresar simbólicamente la necesidad de ir
entrando en la noche de la razón (sol externo) para que, en 10 más os-
curo de elIa (solsticio de invierno), nazca el sol interno: Cristo.
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 279

y el abajo, el interior y el exterior, 10 masculino y lo femenino


se unen y entrelazan dando como resultado, al menos en cier-
nes, el hombre integral o realizado. Por eso el símbolo de este
centro de conciencia son dos triángulos entrelazados: el que
se orienta de abajo arriba y el que mira de arriba abajo: la base
del triángulo superior significa el anclaje en el mundo superior
del espíritu y la base del triángulo inferior en el enraizamiento
en las fuerzas instintivas. De la compenetración de los dos trián-
gulos surge la estrella de seis puntas, uno de los símbolos más
ricos, símbolo de la totalidad, de la unión de opuestos 22.
Con la llegada al centro solar o del corazón el hombre deja
de vivir como un ser simplemente psicosomático y nace como
ser espiritual; sus leyes o normas de conducta no son ya las
racionales o éticas, sino las ontológicas, es decir, las leyes mis-
mas del ser, las leyes del espíritu, ser verdadero del hombre
por ser su principio integrador, unificador y motor de todos sus
planos. El mundo instintivo, al que corresponde, como vimos,
el símbolo de la luna, se abre ahora a la luz del sol, del corazón,
del amor en sentido superior, del cerebro prefrontal, superando
tanto el amor puramente «cerebralizado» como el sentimentalis-
mo y emotividad inestable que la palabra «corazón» evoca cuan-
do el hombre funciona desde los inferiores niveles instintivos.
El «corazón» como centro supone haber integrado los senti-
mientos de la superficie en dimensiones más altas, firmes y es-
tables, propias de todo verdadero centro.
«Adiós -dijo el zorro-o He aquí mi secreto. Es muy sim-
ple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible
a los ojos» 23. Y no otra cosa significa el «bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»; el corazón que
ve es, evidentemente, un nivel interior de conciencia en el que
el hombre penetra más allá de sus exteriores arrabales. El mismo
lenguaje corriente ha consagrado este sentido de «corazón» en

22 La estrella de seis puntas es llamada en las tradiciones iniciáticas


«sello de Salomón» y es conocida popularmente como «estrella de David».
23 A. DE SAINT-ExUPERY, El Principito, Madrid, 1978, p. 87. Esta obri-
ta, deliciosa y superconocida, es ni más ni menos que la traducción lite-
raria del recorrido del hombre desde su centro exterior hacia el Sí-Mismo
interior. Un magnífico comentario de ella bajo esta perspectiva lo encono
tramos en A. HEIMLER, Selbsterfahrung und Glaube, München, 1976,
pp. 200-249.
280 SANTIAGO GUERRA

las tradiciones espirituales: llegar al corazón de algo es llegar


a su centro o núcleo, en el que todos los elementos de otra ma-
nera dispersos y fragmentados se unifican; es penetrar en ello
de tal forma que el conocedor se hace uno con lo conocido (tal
es en la Biblia el sentido del «conocer» carnal y también del
«conocen> a Dios): sol corno símbolo de la luz o claro conoci-
miento, corazón corno símbolo del amor superior en el que los
contrarios -razón y afectividad- se unen, y conocimiento in-
tuitivo-unitivo son tres juegos lingüísticos intercambiables para
expresar la realidad que se inicia en el hombre con su primer
renacimiento, con el traslado del centro de gravedad de su vida
desde la razón lógico-discursiva al corazón-intuición, desde el
nivel psico-somático al nivel espiritual, ontológico o esencial.
Llegado a este estadio el hombre supera la ignorancia en la
que ha vivido respecto al ser y sentido de su vida y comienza
a ver (y vivir) lo que es invisible al hombre que se mueve en
el plano del aparentemente «claro» conocimiento ordinario,
que le incapacita para penetrar más allá de la cáscara de las
cosas. El hombre comienza ahora a ver y vivir su propio fondo
o centro y, por lo mismo, el fondo o centro de toda la creación.
Cambia la idea de lo que es malo y lo que es bueno, de la vida
y de la muerte, de lo que vale y de lo que no vale la pena. Lo
que antes aparecía contradictorio a la luz de la lógica (y por
eso se rehuía uno de los polos del binomio) va apareciendo corno
complementario a la luz de la intuición, de la visión que surge
del centro del ser, del corazón, de la realidad unificada y por
lo mismo amorosa. La «realidad», tal corno es experimentada,
ya no puede expresarse en lenguaje y términos de lógica binaria
para la que el sí no puede ser el no, sino de paradoja; nace un
pensamiento no-causal, simbólico o analógico, a través del cual
se capta y vive la realidad corno totalidad y unidad, no frag-
mentada ni dividida, o se comienza a vivir el Todo en el frag-
mento 24.

24 La crítica moderna de la ciencia deja claro que los más grandes


inventos de la Humanidad se han hecho no mediante el pensamiento ló-
gico, sino mediante el analógico, y por eso considera como desarrollo
regresivo el dominio absoluto de la lógica en la ciencia occidental. Cfr.
J. E. BERENDT, Das dritte Ohr, Reinbek bei Hamburg, 1985, pp. 344-348.
LA MEDlTACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 281

La conciencia sin «ego»:


más allá del seno materno

El sol interior ilumina ya y dirige la vida; el hombre está


ya en su centro; el príncipe, tras despejar la tupida selva, ha
llegado al centro donde duerme la Bella. Pero aún quedan S0111-
bras que iluminar, rincones inconscientes, oscuros, que hacer
conscientes y claros para liberar la energía en ellos reprimida.
Para la liberación, realización e iluminación total del hombre,
para el despliegue total del dinamismo de la conciencia humana
hay que llegar a la propia fuente de ésta, limpiarla, desahogada
y dejarla correr; no le basta al príncipe llegar al centro del
castillo donde duerme la princesa: debe acercarse a ella y po-
ner sus labios en los de ella; entonces se despertará.
No es suficiente para la liberación de las potencialidades
escondidas en el dinamismo humano revivir los traumas infan-
tiles; pero ni siquiera le es suficiente volver a penetrar en la
vida del feto, cuya unidad con su origen divino se hizo incons-
ciente al nacer a la existencia espacio-temporal. Hasta aquí he-
mos llegado en nuestro recorrido, y ahí hemos visto que el hom-
bre renace a su verdadero ser: el espiritual. Pero es preciso
ir más allá del inconsciente individual; hay que llegar al incons-
ciente colectivo, el inconsciente supraindividual, propio de toda
la Humanidad y hasta de todo el Universo, inconsciente que pre-
cede a la generación y existencia del feto, pero que se incorpora,
naturalmente, a él.
La penetración del yo individual espacio-temporal en el in-
consciente colectivo supra-individual y supra-espacio-temporal es
la forma de derribar totalmente el centro del falso «ego» y de
despertar la propia fuente y origen de la conciencia racional,
de sacudir el sueño centenario de la princesa; en una palabra,
de activar el «Sí-Mismo», el verdadero «yo», el auténtico centro
personal. El «Sí-Mismo» no se siente auto-referido, ni tiene de
sí una vivencia egocentrada, sino supra-individual o cósmica:
«No vivo yo, me vive» 25. No es destruido el yo individual es-

25 C. G. JUNG, o. c., p. 68. «La ilusión de superioridad de la concien-


cia cree: yo vivo. Si. esa ilusión se desplomara a causa del reconoci-
miento de 10 inconsciente, 10 inconsciente aparece como algo objetivo en
el que está engastado el yo» (ibíd.). «En cierto sentido es el sentimiento
282 SANTIAGO GUERRA

p<lcio"tempol'é1J, sino su centralismo; ahora pasa a ser el vehícu"


10 de la presencia del Ser trascendente en el mundo; si antes no
sólo era opaco a ese Ser trascendente a él, pero a la vez il1ma"
nente e interno, sino que hacía imposible el acceso a él, ahora
se hace transparente a él y vive para hacerle presente.
La vivencia del inconsciente colectivo actúa poderosamente
los paquetes de energía, los centros de fuerza nuclear que resi"
den potencialmente en esa estructura psíquica, que son partici"
pación de la fuerza misma divina creadora y que son llamados
por Tung «arquetipos». De su progresiva puesta en acto depende
la fClmbién progresiva transformación del ser humano en el hamo
totus (h1l1g), en la «imagen de Dios» que es de por sí; su po"
tencialidad es la potencialidad humana; su actualización es el
desarrollo del dinamismo inmanente de la conciencia; ellos, como
presencia del propio dinamismo divino en la psique, dan al in"
consciente colectivo y al Sí-Mismo el carácter de «fondo di-
vino» 26.
Como el primer renacimiento o paso del hombre psíquico
al espiritual, también este otro salto, nueva y más profunda pe"
netración en el núcleo interior de la realidad transformadora
del hombre, va acompañado de una noche aún más negra, En
todas las místicas se habla de la iluminación como de la «salida
del sol a media noche», en su momento más oscuro 27.
El lenguaje mitológico, a través del cual se expresa igual-
mente la experiencia arquetipal, representa esta espesa noche
que parece va a devorar al hombre en la figura de temibles
monstruos matados por grandes héroes: Teseo mata al mil1O-
tauro del laberinto de Creta, San Jorge mata a otro monstruo
para liberar a una doncella (símbolo del centro interior del hom-
bre); en la mitología griega Eneas baja a los infiernos a buscar
a su padre, en la simbología cristiana Cristo baja a los infie1'11os
a liberar a los encadenados (y ya se sabe que en la mitología
los infiernos se identificaban con el centro más profundo de 18

del 'ser sustituido', pero en verdad sin la adición de 'ser sustituido'. Es


como si la conducción de los asuntos de la vida fuera pasada a un lugar
centl'nl invisible» (p. 69).
26 Así lo afirma expresamente Jung.
27 Este es también el sentido místico del nacimiento de Jesús (<<sol
que nace de lo alto») a media noche.
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 233

tierra: ese centro más profundo es, pues, al mismo tiempo cen-
tro infemal y lugar de liberación).
Llegando al centro más interior, supra-individual, divino, el
laberinto deja de serlo definitivamente, porque el laberinto es
producto del «ego» y de su empeño de encerrar la vida en es-
quemas mentales, según ya explicamos.
Resulta cIaro que el cambio de centro de conciencia desde
el yo-mental exterior al Sí-Mismo interior, en el que aquél queda
integrado y del que aquél se hace cauce y presencia, lleva con-
sigo un ensanchamiento de la conciencia. No se trata de un en-
sanchamiento cuantitativo, sino cualitativo; no de un aumento
del saber objetivo, sino del conocimiento: el centro interior del
Sí-Mismo está abierto y unido al Todo de los objetos pal'ticu"
lares, mientras el centro del yo-mental queda preso de los meros
fragmentos.

La meditación y el ensanchamiento de la conciencia

La meditación profunda es entendida y practicada como un


ejercicio o camino para el ensanchamiento y profundización de
la conciencia, es decir, para romper el estrecho molde cognos-
citivo-vivencia1 en el que la tiene encerrada la mente racional,
activar sus múltiples dimensiones y liberal' su escondido y po-
deroso dinamismo, de cuyo despertar depende la autorrealiza-
ción y liberación del hombre y la unión de éste con su origen
di vino trascenden te-inmanen te.
Ya hemos hablado en el tema anterior de las características
de esta meditación. Volveríamos a recordar que para fomentar
el pretendido cambio de centro de conciencia, que es a la veZ
su ensanchamiento en el sentido ya indicado, es preciso dejar
a un lado el modo ordinario de funcionamiento de la mente ra-
cional: su actividad discursiva y su actitud directiva.
El ya citado recinto interno sacro, origen y meta del alma,
del que nos hablaba Jung, está presidido no por el hacer, sino
por el dejar suceder. La actividad de la conciencia (racional)
impide el sobrepasamiento 28. «Los hombres serían verdadera-
mente hombres si no hicieran sino dejar correr su vida desde sí

28 C. G. JUNG, o. e., p. 34.


284 SANTIAGO GUERRA

mismos, lo mismo que florece una flor ... en la sencilla belleza


del Tao» (Tao-Te-King). No hacer, sino dejar suceder, no es
elevar la ociosidad a máxima, sino abrirse receptivamente al
sentido y movimiento de la vida que existe, oculta y sofocada,
en nosotros: sofocada precisamente por la dictadura del hacer.
Abrirse a la fuerza o centro interior sin oponer resistencia,
dejarle que tome en nosotros la iniciativa, es un no hacer tan
difícil como renunciar al «yo» que todo lo quiere dirigir y hacer
para tener así la falsa sensación de vivir. No hacer para dejar
hacer a nuestros más originarios y poderosos impulsos vitales
es el difícil arte de la actitud contemplativa que se fomenta en
fa meditación. Así se va cambiando la percepción de 11no mismo
y del mundo, que va progresivamente dejando de ser el siempre
buscado, pero igualmente siempre fallido remedio exterior de un
déficit interior.
El que adopta ante cualquier objeto, fenómeno, persona o
circunstancia una actitud de concentrada contemplación, de
abierta y plll'a receptividad, está meditando, es decir:

1. Está fomentando el silencio de su monopolizadora mente


activa empírico-racional.
2. Está, con ello, cediendo la primacía a la actividad de
la realidad misma respecto de la cual el meditante está pura-
mente receptivo (o intenta estarlo). Es necesario no olvidar que
«la realidad misma», a cuya actividad se abre contemplativa-
mente el meditante, no es, en cuanto tal, una realidad indivi-
dualizada y por lo mismo fragmentaria, sino que es, simple y
ltanamente, «la» realidad, que tampoco equivale a la suma total
de las realidades individuales o fragmentarias (la física nos en-
seña, como hemos visto ya, que la realidad del universo no es
un todo compuesto o resultante de la suma total de sus partes,
sino una totalidad que se destruye al descomponerse en partes).
3. Está, por lo mismo, acallando el «yo» (mental) como
centro de gravedad de su persona, como principio, origen y pun-
to absoluto de referencia de lo que el individuo piensa, hace,
conoce, etc. (no importa cuán bueno ello sea); ese «yo» se
retira en la meditación auténtica, entra en la «noche OSClll'a»,
se ejercita en «morir» (pues el yo mental «vive» de su activi-
dad mental, no conoce otro medio).
LA MEDITACION y EL DtNAMISMO DE LA CONCIENCIA 285

4. Está ensanchando su conciencia, pues la realidad misma


sin individualización ni fragmentación, a la que se está dejando
la iniciativa, va revelándose y revelando paulatinamente su ili-
mitada anchura y su insospechada, asombrosa fuerza, su totali-
dad o su todo-poder, que escapan al yo-conciencia mental con-
denado a no conocer y vivir sino «los fenómenos», la apariencia
de la realidad o, lo que es lo mismo, las realidades particulares
en cuanto tales 29; la gradual apertura contemplativa a la reali-
dad como totalidad es a la vez la apertura a la dimensión total
de la conciencia: «las» realidades van adquiriendo facetas in-
sospechadas; «las» realidades se van viviendo como 10 que son
(según la misma ciencia): expresiones concretas de «la» reali-
dad, que, por tanto, puede ser adivinada, desvelada y vivida en
ellas y a través de ellas, puesto que en ellas está presente como
fundamento que les da consistencia, contorno que les da pers-
pectiva y belleza -belleza metafísica-, y horizonte que les da
sentido y dirección; «las» realidades van descubriendo su carác-
ter de símbolos de «la» realidad y dejando de ser personas o
cosas cuya «entidad» se reduce a 10 que «yo» puedo conocer
racionalmente de ellas, y cuyo espacio de comunicación conmigo
se limita a 10 que «yo» puedo hacer con ellas o incluso por ellas
(su aspecto de misterio y símbolo, por el que SO/1 realmente par-
te de «la» realidad total y presencia de ella, permanece igno-
rado y por lo mismo imposible de ser vivido).
5. Está, equivalentemente, propiciando el despertar del
«Sí-Mismo», es decir, el asentamiento en la «realidad central»,
supra-individual, supra-particular, universal, sin «ego» limitador,
o en la que el «ego» mental-temporal-exterior muere como falso
centro de gravedad, de referencia, renace desde dicha realidad
(inconsciente colectivo) y se transforma en su cauce y testimo-
nio en el mundo: no vivo yo, soy vivido o ella vive a través
de mí.

Cuanto más el meditante va abandonando las categorías men-


tales con las que capta, enjuicia y vive la realidad - j dura no-

29 La mente racional activa puede únicamente llegar a un «concepto


general» aplicable a las realidades particulares y deducido del conjunto
de aprehensiones de las cosas particulares, pero está incapacitada para
conectar con la realidad en sí misma como unidad y totalidad.
286 SANTIAGO GUERRA

che de la centro-razón! - , más preparación existe para que pue-


da irrumpir «la otra vertiente» 30, en la que, desaparecidas di-
chas categorías, desaparece todo lo que es fruto de ellas: no hay
ya oposición de contrarios -viqa/muerte, nada/todo, luz/tinie-
blas, etc.-, sino unión de contrarios; no hay dualidad ni «en-
frente»: no existe la realidad y yo, Dios y yo, sino la realidad
en mí o a través de mí, Dios en mí o Dios a través de mí. La
«realidad» que se revela cuando mueren en dura noche y en
reñida batalla las categorías mentales del «ego», no tiene nada
que ver con la idea de la realidad que se forma en nuestra men-
te a base de los fenómenos que percibimos y que nos parece
lo único real.

Caminos de meditación

1. Meditación con los sentidos.


Hemos tratado de esbozar el camino de la meditación (mar-
cha hacia el centro del ser o de la realidad) y el instrumento
para caminar: la concentración contemplativa, que bajo otro as-
pecto equivale a la noche y la muerte de las categorías de la
centro-razón (valga la expresión) con todas sus secuelas.
Dado que «la» realidad central o total en la que busca asen-
tarse y de la que quiere ser cauce el meditante subyace a todas
«las» realidades sin excepción, puede hacerse y está llamada a
hacerse presente a la conciencia o experiencia a través de todas
ellas. Así, por ejemplo, a través de la cualidad de cada sentido
-el olor, el gusto, el color, el sonido, el tacto (también el tacto
erótico)- puede hacerse presente a la conciencia la Realidad
suprasensible, numinosa; a través de cada una de ellas el hom-
bre puede salir de su pequeño yo, traspasar la sensación inme-
dita, particular y ordinaria y sentirse trasladado a otro plano
en el que la percepción más o menos fuerte de esa realidad se
convierte en central; la realidad supra sensible ve, oye, gusta,
toca entonces a través del hombre, y esa presencia de lo esen-
cial a través de lo sensorial concreto puede ser captada por los
otros en determinada forma de mirar, hablar, tocar, etc. No

30 F. A. VIALLET, Zen, la otra vertiente, Bilbao, 1973.


LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 287

sólo es camino válido de meditación el de la renuncia o morti-


ficación de los sentidos, sino también el de su uso; pero para
hacer del uso del mundo sensitivo un medio de sobrepasamiento
de su función inmediata es preciso, evidentemente, un sabio
control del mismo. ¿Cómo podría practicar la concentración con-
templativa el que vive volcado hacia el mundo de las sensacio"·
nes y de los juegos desenfrenados de la fantasía?
La noche del yo mental es inseparable, pues, de una real
noche del sentido, puesto que aquél se mueve dentro del m1Jn~
do de éste; pero una mortificación de los sentidos que 110 esté
dirigida a la concentración contemplativa no servirá para la
purificación del yo mental y el ensanchamiento de la concien-
cia; se convertirá en un rígido ascetismo que frena instintos y
tendencias, pero no les abre un cauce creativo superior; el hom-
bre puede entonces ser víctima de su férrea voluntad. En cam-
bio, cuando el sabio control de los sentidos está orientado y
unido al ejercicio meditativo que tiene como objeto el mundo
sensorial, el uso de los cinco sentidos es un magnífico medio
para prepararse a la experiencia de «lo divino» y para desarro-
llar una nueva, desconocida y enriquecedora sensibilidad 31.

2. El método mántrico.
El «mantra» es uno de los caminos orientales más clásicos
de meditación. «Mantra» es un término sánscrito que significa
sílaba o palabra santa, que es musitada, cantada en alto, jubi-
losamente gritada o simplemente dicha interiormente. Un «111an-
tra» puede estar también formado por una serie de palabras, es
decir, por una frase. Y no en último lugar el mantra puede ser
un simple sonido, sin significado alguno 32.
Incluso cuando el mantra escogido es una sílaba, palabra o
serie de palabras con un significado racional, no se trata ante

31 Pueden verse las orientadoras meditaciones con los cinco sentidos


que se encuentran en K. G. DÜRCKHEIM, Meditar, por qué y cómo, Bil-
bao, 1982, pp. 225-237. Allí se encontrarán también otras formas de me-
ditación iniciática.
32 Sobre el tema del mantra pueden consultarse: J. BLOFELD, Mantras,
Sagradas palabras de poder, 1981, 141 pp.; J. WHITE, El secreto de la
TM: los mantras, en ¿Qué es TM? Meditación Trascendental, 1977,
pp. 32-39; LAMA ANAGARIKA GOVINDA, Fundamentos de la mística tibe-
tana, Madrid, 1980, pp. 143-238.
288 SANTIAGO GUERRA

todo de pensar o asimilar ese significado, sino del sonido mis-


mo, de las propiedades de su estructura sonora y de su reso-
nancia interna: se trata, ante todo, no de la palabra, sino de
la vibración. Los mantras indios son sonidos, sílabas primitivas
(la más clásica el «OM», considerado el sonido del infinito) o
series de palabras (como el famoso «OM MANI PADME HUM»)
que desencadenan una fuerza mística y están llenas de energía
cósmica; bien aplicados influyen benéficamente en el organismo
corporal, penetran en la estructura anímica y llevan a un pro-
fundo estado de meditación.
La meditación del mantra consiste, materialmente hablando,
en una repetición ininterrumpida del mismo durante un cierto
tiempo, que puede llegar a ocupar muchas horas. Esa repetición
es la que va induciendo el estado meditativo, es decir, el me-
ditante va siendo cada vez menos activo y se va volviendo cada
vez más receptivo y contemplativo, con otras palabras: progre-
sivamente va dejando de «decir» él el mantra para convertirse
más y más en puro «oyente»; la vibración del mantl'a se va
haciendo más y más «fina» y la conciencia se va sumergiendo
en círculos cada vez más internos.
Para entender de alguna manera el porqué y para qué de
la meditación de un sonido o vibración es preciso recordar que
el universo es energía y que la energía es vibración o sonido.
Los yoguis, desde su experiencia meditativa, hablan de dos
tipos de vibración o sonido:

1. La vibración o sonido del espacio interno del Universo,


que en el hombre corresponde a su centro interior: es un sonido
que no se produce en un momento dado, por un choque o causa
física, y por tanto no comienza ni termina: es eternamente pre-
sente e inmutable, no crece ni disminuye. Corresponde a lo que
Pitágoras llamó «música de las esferas». De esa vibración in-
terna, no física, «veían» los grandes rishis (sabios) estar proce-
diendo perpetuamente el cosmos manifestado, el mundo de la
multiplicidad y de los fenómenos: es el sonido creador.
2. La vibración del espacio extel'11O del Universo, que en
el hombre corresponde a su estructura física o a la de su mente,
considerada también materia por los yoguis, sometida igualmen-
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 289

te al flujo y cambio continuo 33. Esta vibración se produce siem-


pre en un momento dado, es efecto de una causa o golpe físico;
es por ello una vibración temporal, y el sonido se apaga a me-
dida que se apagan las vibraciones.

Antes de seguir adelante conviene recordar que esto que nos


parece tan raro, i1'l'eal y esotérico, es más o menos 10 que dice
hoy la física nuclear en relación con la naturaleza de la materia:
el universo está constituido en último término por energía or-
ganizada, y la energía es vibración; los sonidos audibles son la
expresión o manifestación material de un fenómeno cósmico
fundamental que está en el origen de la materia, En 10 que con-
cierne a la mente no es considerada como una entidad inmate-
rial o metafísica, sino como una forma extremadamente sutil
de energía material organizada alrededor de un centro (el Sí-
Mismo o yo-mismo) que da origen a un individuo. Cada pensa-
miento puede ser considerado como una vibración en la mat¡eria
psíquica que se expresa especialmente a través de las vibracio-
nes vocales, es decir, de las vocales y consonantes, en fin de
cuentas a través de las palabras.
En la meditación mántrica del sonido o vibración se trata
de llegar, a través de la concentración en las vibraciones o so-
nidos materiales, temporales, producidos, a la vibración o sonido
interno, a su nivel pre-verbal y pre-mental, a la vibración que
se identifica con la energía pura, el espíritu, la pura conciencia.
Este camino no es posible reco1'l'erle sino a base de conocer
la ciencia secreta de los sonidos cósmicos, a la que han llegado
por la intuición los grandes espirituales del Oriente. El alfabeto
sáncrito es un conjunto de letras, cada una de las cuales es una
vibración que c01'l'esponde a una energía creadora y a un estado
de conciencia, y que es también un medio de acción del psiquis-
mo sobre la materia.
Está comprobado el influjo físico de las vibraciones en el

31 Un sabio occidental de la categoría de Bertrand Russel ha dicho


exactamente lo mismo: «Todo 10 que podemos observar directamente
en el mundo físico penetra en nuestra mente y se convierte en actitudes
mentales. El desarrollo de este punto de vista lleva a la conclusi6n de
que la distinci6n entre mente y materia es ficticia. La sustancia del mun-
do puede recibir los nombres de física o mental, uno u otro o ninguno
de los dos, como mejor plazca».
290 SANTIAGO GUERRA

cuerpo, que es, como cualquier realidad física, una estructura


vibratoria organizada. Cada vocal abre y cie1'l'a espacios de re-
sonancia en el cuerpo, y lo mismo lógicamente las sílabas. Esta
conexión vocales-partes del cuerpo es conocida en Europa en
las escuelas de terapia respiratoria y hasta existen métodos de
curación de enfermedades mediante el ejercicio vibratorio de vo-
cales y sílabas; nuestros cuerpos están llenos de basura ac(¡stica,
pero faltos de «resonancia» cuando son precisamente eso: es-
pacios de resonancia.
Las vibraciones influyen en el equilibrio respiratorio acen-
tuando la espiración y favoreciendo con ello la correcta inspi-
ración.
El manta vibratorio influye, finalmente, en todas las capas
de la persona. Dice Lama A. Govinda: «Los mantras no poseen
ninguna fuerza propia, sino que son medios para despertar y
concentrar las fuerzas ya existentes en la psique humana. Son
símbolos arquetípicos de sonidos y palabras que tienen su ori-
gen en la estructura natural de nuestra conciencia» 34.
La meditación del mantra-vibración se practica en Oriente
bajo la guía de un maestro espiritual (gur(¡); cuando éste juzga
que el discípulo está maduro para ello, le da el «mantra», y a
su vez dirige su meditación conforme al estado psíquico-espiri-
tual del alumno en cada momento. El maestro conoce, además,
el sonido propio de cada discípulo, es decir, el que c01'l'esponde
a su personalidad, psiquismo, etc., y es ese sonido el que le da
o transmite. Cuando falta alguna de estas condiciones (maestro
que dirige, madurez conseguida a base de semanas y meses de
ejercicio y aprendizaje, sonido propio y ejercicio dirigido por el
maestro) no se puede hablar de meditación de mantra en sen·
tido estricto, sino sólo en sentido amplio y con fines de mera
relajación, disminución del stress, etc., como es, por ejemplo, el
caso normal en la Meditación Trascendental, el movimiento que
ha puesto de moda en Occidente la meditación del Mantra-so-
nido (que es dado tras escuchar simplemente dos charlas gene-
rales p(¡blicas, y que el discípulo ha de ejercitar diariamente sin
dirección, al menos habitual, del maestro).
La meditación del mantra-sonido no parece, en cuanto me-

34 LAMA A. GOVINDA, Schopferische Meditation und multidimensionales


Bewusstsein, Freiburg, 1977, p. 92.
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 291

ditación, un camino apto para el occidental, hablando de forma


general; no sólo por la falta de maestro apropiado, sino también
porque nuestro psiquismo es muy distinto del oriental: ambos
se han formado y desarrollado por caminos y medios nada alle-
gados. No se rechaza por ello la posible utilidad del ejercicio
vibratorio mántl'Íco tanto en orden a la salud física y nerviosa
como en relación al psiquismo y a un cierto fomento de la ca·,
pacidad de intel'Íol'Ízación.

3. El camino radical del Zen.


Zen es una palabra derivada del sáncrito Dhyana, que signi-
fica «meditación», Pero el zen es, a su vez, la designación de
una secta del budismo, que supo acomodarle muy acertadamente
a la idiosincrasia de la cultura chino-japonesa.
El zen ejercita un tipo característico de meditación llamada
zazen, palabra que significa literalmente «estar sentado». Tres
elementos integran el zazen: correcta postura corp01'al, conecta
respiración, correcta postura interna. Para favorecer la postura
interna el zazen cuenta con tres medios distintos:

1. Concentrarse en el vaivén respiratorio.


2. Concentrarse en un koan, frase cuyo sentido es indesci-
frable con el pensamiento lógico.
3. «Simplemente estar sentado»: concentrarse en el estar
sentado y respirar como 'está prescrito, pero sin valerse de nin-
gún medio, ni de la concentración en la respiración, ni de la
utilización de un koan. Si vienen pensamientos, ni detenerse en
ellos, ni expulsarlos positivamente.

La postura interna, a la que todo lo demás va dirigido, pue-


de ser descrita como «apertura al vacío total». En el zazen no
se medita en nada, no hay «tema» alguno de meditación, nin-
gún objeto, pensamiento, concepto en el que concentrarse: nada.
La misma concentración en el vaivén respiratorio tiene como
finalidad ayudar a los no avanzados a no pensar en nada.
Como rama del budismo, el zen parte de la experiencia-doc-
trina de Buda sobre la realidad como puro fluir. Buda se opuso
a las especulaciones metafísicas de los Vedas sobre la realidad
última como sustrato inmutable más allá del flujo continuo del
292 SANTIAGO GUERRA

mundo material (físico y mental) que hacen de él un espejismo


y una ilusión; Buda concedió validez únicamente a la pura ex-
periencia, y ésta le hizo ver, en el momento de su «Ilumina-
ción», que todo fluye, no hay ninguna realidad fija ni objeti-
vable. Ahora bien, continúa el zen, todo pensamiento, todo len-
guaje, todo dogma, toda idea destruye el fluir de la realidad,
le objetiviza, le falsea, le fija y encaja en categorías mentales
dualistas, en casilleros lógicos y, en resumidas cuentas, en es-
quemas, prejuicios, abstracciones y proyecciones mentales que
impiden experimentar la realidad tal cual es e imposibilitan ha-
cerse uno con ella.
El remedio está, para el zen, en ejercitarse en el vacío de
todo contenido mental; vacío que no es la pura nada, sino todo
10 contrario, es el fondo sin forma de toda forma, el que da a
ésta su verdadero, libre y poderoso ser y hace al hombre verda-
dero, libre y poderoso. El meditante se ejercita en ese vacío
total de la mente que es al mismo tiempo atención extrema y
pura, sin juicio mental alguno, a todo lo que sucede en él en esos
momentos; con otras palabras: es estar solo y totalmente pre-
sente. ¿A qué? La pregunta no tiene sentido, o a lo más puede
ser respondida diciendo: estar presente al presente (que no es
un «algo» que se pueda asir o convertir en objeto de pensa-
miento).
Se pretende así obtener «un nuevo punto visual» que per-
mite penetrar en el misterio de la vida y en el secreto de la
naturaleza; no se pretende, por tanto, conseguir nuevos conoci-
mientos objetivos, sino una nueva manera de conocer 10 hasta
ahora conocido mediante la aprehensión intelectual y lógica.
Cuando se consigue ese <<l1uevo punto de vista», y sólo se con·
sigue cuando se derrumban las categorías lógicas, se consigue
la libertad en la vida y la reconciliación con ella. Nace entonces
una fuerza del centro del ser que penetra la forma entera de
vivir y que hace posible el estar, también durante las ocupacio-
nes cotidianas, solo y totalmente en 10 que se hace. Esta «aten-
ción pura» al presente es, por otra parte, la continuación del
ejercicio de Zazen como «tiempo fuerte».
El Zen, pues, dice sencillamente: 110 pensar, vivir directa-
mente. Pero eso no significa un vivir irreflexivo y huidizo, sino
todo 10 contrario: una atención pura, recogida, de todo el ser
LA MEDITACION y EL DINAMISMO DE LA CONCIENCIA 293

a la realidad misma, ejercicio de pura conciencia. Así la reali-


dad se revela, la conciencia se libera de toda oscuridad e ilusión
y el hombre vive su destino, que no es otro que vivir la vida,
la realidad tal como ella es y se descubre a la mente purificada
de sus falsos esquemas que son reflejo y alimento de su falso
«yo».
El Zen no es ateo, pero no le afecta ni la afirmación ni la
negación de Dios. Dios, aun no negándose su realidad, es un
pensamiento que tiene que desaparecer en la meditación, por-
que todo pensamiento separa de la realidad directa y limita tan-
to la infinitud de ésta como la de la propia conciencia.
¿Es posible a un cristiano practicar la meditación zen sin
traicionar o debilitar su fe? El zen es probablemente la forma
de meditación oriental más extendida entre los cristianos. Mu-
chos la defienden calurosamente; otros oponen serios reparo~ y,
finalmente, otros la declaran incompatible con la experiencia
cristiana. Sobre ello volveremos más abajo.

Existen otros muchos métodos de meditación en los que no


nos vamos a detener, puesto que este trabajo no pretende ante
todo un fin práctico, sino una presentación de la meditación y
de su sentido en el marco de la nueva mentalidad.
Baste haber señalado aquí los rasgos esenciales de toda me-
ditación profunda y algunos caminos concretos de la misma.

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