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de la conciencia
SANTIAGO GUERRA
Nacimiento y renacimiento
La necesidad de «renacer», y de renacer mediante el paso
por un «punto cero», una noche oscura o una muerte, es una
afirmación no sólo del Nuevo Testamento, especialmente de la
teología de Juan 1, sino de todos los caminos espirituales que
buscan la salvación o la liberación mediante la interiorización
o, lo que es lo mismo, el conocimiento interior.
Prescindimos aquí de la interpretación específicamente neo-
testamentaria del «renacer» y nos situamos en la perspectiva de
la conciencia humana universal como dinamismo que tiende a
la maduración mediante un proceso de «renacimiento». La me-
ditación, como instmmento de ese proceso, no es, por tanto,
considerada en este capítulo bajo un prisma típicamente cristia-
no, sino como camino de interiorización o ensanchamiento de
la conciencia, y por 10 mismo bajo su aspecto psicológico que
al final del trayecto termina convirtiéndose en religioso (en cuan-
to «religión» equivale a religación con el origen, sin más espe-
cificación) .
«Renacer» sigue sonando al común de los oídos y de las
mentes como una simple metáfora para indicar un cambio ra"
dical en la forma de vivir: de una vida que espiritualmente
La etapa intrauterina
4 O. RANK, Das Trauma del' Geburt und seine Bedeutung jür die
Psychoanalyse, Leipzig, 1924.
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La venida a la ex-istencia
En la vida intrauterina el 111no recibe de su madre los ele-
mentos psicosomáticos necesarios para su primera evolución so-
bre la tierra. En un momento dado el feto se siente llamado a
emprender la marcha hacia la gran empresa que le aguarda.
De las aguas intrauterinas en que se baña, y en las que encuen-
tra acabado cobijo y protección, del océano en que germina la
primera vida, se siente impelido a pasar a la tierra firme, a
salir a la luz del día: es el momento del nacimiento, la apari-
ción del niño en la tierra de los hombres.
Pero a este nacimiento se ha llegado sólo después de atra-
vesar un pasadizo difícil, una noche OSCll1'a, una muerte, según
nos enseñan también las citadas experiencias de Groff.
La sociedad humana cuenta desde este momento con un in-
dividuo y persona autónoma que trae consigo el cometido de
hacer la experiencia consciente de su ser esencial, de su unión
con la Consciencia Eterna originante del Universo. De momento,
el paso de la vida intrauterina a la vida exterior, autónoma, ha
llevado consigo el oscurecimiento y ocultamiento de su ser esen-
cial. La teoría embriológica antes citada enseña que el trauma-
El centro solar
Las tradiciones esotéricas asocian la pubertad con el trián-
gulo uro-genital del cuerpo, es decir, con el paso del apoyo en
las muletas exteriores, laterales, de las piernas (etapa infantil)
al apoyo en el camino del medio (columna vertebral, en la que
se encuentran, también según esas tradiciones, los centros inte-
riOl'es de energía o conciencia). Ese mismo triángulo, que coin-
cide con la base de la columna, está asociado a la luna, astro
de la noche, del oscuro mundo instintivo y de los enamorados,
del ciego primer amor (<<yo me enamoré de noche y la luna
me engañó ... »). Se expresa así simbólicamente que el comienzo
del camino hacia el interior es un encuentro con el mundo de
las fuerzas del instinto y el sentimiento, pero a través de una
noche purificadora que prepare la salida del sol que ilumine y
madure esas fuerzas.
Tras un paciente caminar en la oscuridad guiados pOl' un
anhelo superior, comienza a aparecer el primer anuncio de luz,
un tímido sol que va iluminando y descubriendo el interior del
hombre, es decir, la cara profunda y verdadera de sus fuerzas
vitales y del mundo con el que se relaciona; va despertando la
luz de una conciencia que sustituye paulatinamente las falsas
luces del sol exterior o conocimiento lógico-racional, pues exte-
rior al hombre y a las cosas es su mente cuando no es expresión
de la conciencia intuitiva en la que conocimiento y sustancia o
interior de la realidad se hacen uno 21.
En la espiritualidad del yoga tántrico es al subir al cuarto
centro de energía, el centro solar asociado al corazón, donde se
produce el primer despertar del hombre; y es en las cuartas
moradas de Santa Teresa donde, según ésta, el alma abre ver-
daderamente los ojos. Es en ese centro de energía, el solar o
del corazón, donde en todas las tradiciones iniciáticas el arriba
tierra: ese centro más profundo es, pues, al mismo tiempo cen-
tro infemal y lugar de liberación).
Llegando al centro más interior, supra-individual, divino, el
laberinto deja de serlo definitivamente, porque el laberinto es
producto del «ego» y de su empeño de encerrar la vida en es-
quemas mentales, según ya explicamos.
Resulta cIaro que el cambio de centro de conciencia desde
el yo-mental exterior al Sí-Mismo interior, en el que aquél queda
integrado y del que aquél se hace cauce y presencia, lleva con-
sigo un ensanchamiento de la conciencia. No se trata de un en-
sanchamiento cuantitativo, sino cualitativo; no de un aumento
del saber objetivo, sino del conocimiento: el centro interior del
Sí-Mismo está abierto y unido al Todo de los objetos pal'ticu"
lares, mientras el centro del yo-mental queda preso de los meros
fragmentos.
Caminos de meditación
2. El método mántrico.
El «mantra» es uno de los caminos orientales más clásicos
de meditación. «Mantra» es un término sánscrito que significa
sílaba o palabra santa, que es musitada, cantada en alto, jubi-
losamente gritada o simplemente dicha interiormente. Un «111an-
tra» puede estar también formado por una serie de palabras, es
decir, por una frase. Y no en último lugar el mantra puede ser
un simple sonido, sin significado alguno 32.
Incluso cuando el mantra escogido es una sílaba, palabra o
serie de palabras con un significado racional, no se trata ante