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¿Quieres ser sano?

Hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque,


llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
En éstos yacía una multitud de enfermos…
Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
Cuando Jesús lo vio… le dijo: ¿Quieres ser sano?
Juan 5:2-6.

       En las cinco galerías del estanque de Betesda los enfermos se apretujaban para
asistir, con la esperanza de ser sanados, a lo que allí ocurría de tiempo en tiempo.
Pero el hombre de quien nos habla el evangelio, enfermo desde hacía treinta y ocho
años, no había hallado a nadie que lo bajase al agua milagrosa. ¡Treinta y ocho años
de frustración y desesperación! Pero Jesús, al ver al enfermo, conoció exactamente
su estado. Entonces le preguntó: –“¿Quieres ser sano?”. ¡Qué extraña pregunta!
¿Qué enfermo no quisiera ser sanado? En realidad, Jesús lo puso a prueba para que
tomara conciencia de la intensidad de su necesidad. El hombre contestó: “No tengo
quien me” ayude. Estaba solo. Jesús le ordenó: –“Levántate, toma tu lecho, y
  anda. Y al instante aquel hombre fue sanado”.

       Nosotros también somos heridos de distintas maneras durante nuestra vida.
¿Rehusaríamos ser sanados si Jesús nos formulara la pregunta? A veces,
sorprendentemente, preferimos guardar nuestros sentimientos de amargura, de
cólera, de rebeldía contra Dios, y seguir nuestro propio camino dándole la espalda.
Sin embargo, él está dispuesto a decirnos: –Levántate para seguirme y anda para
servirme. Quiero darte la verdadera vida, la paz del corazón y de la conciencia, la
felicidad…

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