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El Señor mostró dos veces a sus discípulos las marcas de sus heridas en su
cuerpo resucitado.
Cuando aparezca con poder y gloria, aquel día en que “todo ojo le verá”, las
marcas de las heridas confirmarán a todos que él es Jesús de Nazaret, quien
antiguamente fue crucificado.
Juan 20:20 dice también que él mostró sus manos y su costado a los
discípulos. Con esto quería mostrarles lo que cumplió y lo que resultó de la obra de
salvación. El Señor Jesús tenía que ser levantado en la cruz y morir en nuestro
lugar, para que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan 3:16). Las heridas en sus manos nos recordarán su obra expiatoria
durante la eternidad.
Cuando el soldado romano abrió con una lanza el costado del Salvador ya
muerto, salió sangre y agua. La sangre es el fundamento para el perdón de nuestros
pecados y el agua habla de nuestra purificación moral, para la cual su muerte es la
base imprescindible.