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El cuento El lamento del jazz tomado del libro Tentaciones de Ariana de Mary Ann

Ricketts reflexiona sobre las identidades de género heteronormativas y la subjetividad


de la construcción de género, creada a partir de nociones binarias antitéticas. El amor
como enlace de relación entre los protagonistas de este cuento convierte a mujeres y
hombres en desiguales.

En el cuento, el varón adopta ciertos comportamientos y aptitudes que la mujer rechaza.


Atendiendo a la construcción de la dualidad de géneros, esta representación de acciones
esboza de una forma paradójica su propio género.

Discurso de la afectividad y monogamia

El personaje varón se aferra a la afectividad y monogamia mientras que la mujer lo


rechaza. Para ello es muy importante entender sobre el Pensamiento amoroso. María
Esteban lo entiende como el conjunto articulado de símbolos, nociones y teorías en
torno al amor, que permea todos los espacios sociales, también los institucionales, e
influye directamente en las prácticas de la gente, estructurando unas relaciones
desiguales de género, clase y etnia, y un modo concreto y heterosexual de entender el
deseo, la identidad y, en definitiva, el sujeto. En el pensamiento amoroso se representa a
la mujer como sentimental, incompleta, histérica y loca. El varón independiente de ella,
completo por sí mismo, es quien mantiene controlada la situación. En el cuento estas
posiciones se revierten encontramos a un hombre que pierde el control y exige una
monogamia posesiva. “Estoy enamorado y quiero que seas mía” (pag.11). Las
expresiones “solo y único” conducen a considerar la existencia de un amor romántico
llevado por el varón. Este amor, lo puede todo, la pasión tiene como finalidad la
posesión y los celos son la medida del amor. Por otro lado, la mujer nos habla de otro
tipo de amor que aboga por desatarse del compromiso “solo y único”.

Discurso de permanecer y esfumarse,

no solo trata de la relación de género sino sobre la modernidad y el efecto de esta


libertad sin compromiso. El ambiente trata una noche de Barranco, un apartamento, nos
llega el olor de los cigarros, el mentol y podemos distinguir las luces neón recorrer el
espacio que nos envuelve en la modernidad Limeña de los 90. La mujer combativa de
esos años había transgredido la norma conservadora. El amor contingente mantiene a
cada miembro de la pareja en el término de que cada quien obtiene suficientes
beneficios de la relación como para que merezca la pena continuarla. Si bien es cierto la
libertad es la marca registrada por antonomasia de la modernidad, en las relaciones
afectivas pueden generar su propia forma de sufrimiento1. Hay un punto en el que cuesta
diferenciar una relación de pareja de la de una relación por contrato. Si solo es sostenido
por beneficios, se trata de un amor consumista de emociones como lo distinguía
Lipovetsky inmerso en la modernidad líquida de un sistema gobernado por el
capitalismo.

La máscara de feminidad.

El varón en el cuento al ver frustrado el discurso que proclama, se revela tras esa
máscara de “feminidad” (Barthes, R. (). Fragmentos de un discurso amoroso. Un
hombre no está feminizado porque sea invertido sino por estar enamorado. Las mujeres
se quejan de las parejas masculinas en relaciones estables, son egoístas e indiferentes en
contraste, describieron a los hombres que estaban enamorados de ellas como cariñosos,
dedicados y emocionales) como un hombre-bestia, ejerce la violencia para obligar a la
mujer, ella ejerce en el límite de sus posibilidades la violencia para defenderse. Se
configura una masculinidad que refuerza la relación entre el varón y el ejercicio
violento. El cuento termina con la mujer muerta víctima del sistema dominante.

1
Illouz, E. (2012).

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