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Además de eso, el propósito de Dios era establecer una comunidad de ciudadanos, no de miembros de una religión.

Tener entendimiento sobre esto es esencial para poder captar el mensaje de Jesús concerniente al Reino de los cielos.
Como un reino es un gobierno y una nación, no tiene miembros así como tienen las organizaciones religiosas. De hecho
nunca fue la intención del Señor que aquellos que creían en Jesús como Mesías y Rey sean llamados cristianos. Ahora
bien, yo sé que probablemente usted se esté cayendo de espaldas y preguntándose cómo me atrevo a decir tal cosa.
Aquí radica el problema: la palabra cristiano tiene mucha carga adjunta. Se relaciona con todo un ejército de gente, y
muchos de ellos ni tienen conexión con el Reino de Dios. La palabra se ha convertido en un término “religioso” vacío de
un significado valioso o relacionado con el Reino de Dios. Los reinos se construyen sobre el concepto de legalidad, la cual
se extiende a sus ciudadanos, ofreciéndoles los derechos y privilegios garantizados por el Rey.

La gente que adhiere a algún grupo religioso, incluidos los cristianos, se consideran miembros del grupo, el cual ellos
perciben como una relación espiritual y religiosa con la organización o fraternidad. Por ejemplo, el término cristiano se
refiere a un individuo que adhiere o simpatiza con la fe cristiana, y es identificado tanto dentro como fuera de esa fe
como una entidad religiosa.

Sin embargo, el concepto de reino es completamente contrario al concepto de religión. Un reino consiste en un rey con
ciudadanos. La ciudadanía es esencialmente una entidad legal con derechos y privilegios, protegida por un compromiso
constitucional de parte del rey y su gobierno. Demasiados cristianos son simplemente personas religiosas, pero los
ciudadanos del Reino son gente legítima; legítima en el sentido legal, que por virtud de un nacimiento espiritual, cada
individuo del Reino tiene los derechos y las bendiciones de los ciudadanos del Reino celestial. Debemos ser liberados de
nuestra mentalidad religiosa y readaptar nuestro pensamiento para poder adoptar un pensamiento real. Los religiosos
no tienen derechos, pero los legales sí. Dios siempre ha deseado hijos que sean ciudadanos de su Reino, que posean el
derecho legal de ser parte de su familia. La ciudadanía siempre es considerada un privilegio en todos los reinos y
naciones y, generalmente, está reservada para aquellos que hayan nacido dentro de esa nación o reino. Hay situaciones
especiales en donde uno puede hacerse ciudadano mediante privilegios extendidos por la autoridad de gobierno, pero
el derecho de nacimiento es la forma garantizada de la condición de hijos y los derechos resultantes de la ciudadanía. En
Jesús, estos preciosos derechos se le confieren a todos los que confían en Él: «Más a cuantos lo recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por
voluntad humana, sino que nacen de Dios» (Juan 1:12-13)

En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él
transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con el que somete a sí
mismo todas las cosas» (Filipenses 3:20-21).

El nombre cristiano era originalmente un título derogatorio dado por los paganos a los seguidores de Cristo, aunque los
creyentes a través de los siglos han aceptado el término (que literalmente significa «pequeño Cristo») y lo han portado
con honor. Pero la palabra cristiano aparece solo dos veces en La Biblia (Hechos 26:28-29 y 1 Pedro 4:16-17).

Por favor, permítame destacar que no estoy negando el valor o el rol que esta identificación ha jugado en la vida o la
historia de la religión cristiana durante los pasados dos mil años, sino mi preocupación es por la connotación religiosa
que ha desviado a mucha gente del propósito, el mensaje y la misión original del Reino de Dios. El término cristiano
tiende a encerrar mentalmente a una persona en un molde religioso y limita su realidad de la verdad acerca del Reino.

La Biblia se refiere a la relación del hombre con Dios usando estas frases: siervos (que es otra palabra para «ministros
representantes», como ministro de gobierno), santos, embajadores, hijos de Dios, ciudadanos del cielo, reyes, creación
de Dios y otros términos cariñosos, pero no se refiere oficialmente a ellos como cristianos. Cristianismo nunca fue un
nombre dado por Jesús ni por los apóstoles.
El término cristiano nunca tuvo la intención de ser un título ni un rótulo para usar, sino un estilo de vida para seguir,
demostrando la naturaleza de la «semejanza con Cristo». En esencia, cristiano suponía ser una descripción de la cultura
del Reino, exhibida a través de nuestras vidas. Por ese motivo, los primeros creyentes fueron llamados cristianos por
parte de quienes observaban su estilo de vida, su poder, su valentía y su autoridad como la de Cristo.

Bien o mal, la mayoría de los incrédulos tienen una idea definida de lo que para ellos debiera ser un cristiano. Si no
somos cuidadosos, podemos identificarnos demasiado fuerte con su título y caer en la trampa de tratar de cumplir con
sus expectativas. Deberíamos dejar de intentar tan intensamente vivir como cristianos y todas las falsas suposiciones
asociadas con el término, y en cambio, trabajar enérgicamente para vivir como hijos e hijas de Dios, hermanos y
hermanas de Cristo, y ciudadanos del Reino de los Cielos.

Finalmente, el propósito de Dios era establecer una relación, no una religión. Como dije anteriormente, la religión es la
búsqueda del hombre por hallar a Dios y el Reino perdido. El plan y propósito original del Creador era tener una familia
de hijos que pudieran relacionarse como un padre con sus hijos. Este plan se hizo evidente desde el principio y se
expresa más plenamente en la introducción terrenal del Padre por el mismo Jesucristo. Un cuidadoso repaso del
principio establecido en Las Escrituras, el cual es la constitución del Reino, revelará este deseo constante por una
relación y comunión personal e íntima que Dios deseaba tener con toda la humanidad. Todas sus acciones a lo largo de
la historia fueron extensiones de sí mismo a nosotros, ya que Él deseaba habitar con el hombre. Su objetivo final
siempre fue restaurar su lugar original con la humanidad. ¿Cuánto más personal alguien puede ser?

Esta es la verdad detrás de la parábola de Jesús del hijo pródigo, en donde un joven toma su herencia antes de tiempo,
abandona su hogar y derrocha su fortuna en una vida licenciosa. Más tarde, destituido y hambriento, reducido a
alimentar los cerdos en un establo, decide regresar a su casa, esperando ser recibido por su padre como un simple
sirviente asalariado. A su regreso, no obstante, el padre lo saluda con gran gozo, le abre sus brazos y lo restaura a su
posición legal en la familia (vea Lucas 15:11-24). El padre quería nuevamente a su hijo, no a un sirviente. Esa es también
la manera de ser de Dios. Él quiere hijos, no sirvientes o súbditos; Él quiere ciudadanos, no cristianos; y Él quiere
relaciones, no religiones.

GOBERNAR EN EL MUNDO VISIBLE DESDE EL PLANO INVISIBLE

La estrategia simple de Dios para establecer y extender su Reino en la Tierra era gobernar el mundo visible desde el
mundo invisible del espíritu. El plan determinaba que el hombre sería su representante visible, creado específicamente
para vivir en la dimensión visible para representarlo. Permítame decirlo de otro modo: el propósito y la intención
original de Dios era gobernar lo que se ve (el mundo visible) a través de lo que no se ve (el mundo invisible). Él lo haría a
través de lo invisible (Espíritu de Dios en el hombre), viviendo en lo invisible (el espíritu del hombre) y viviendo en lo
visible (el cuerpo físico) en un escenario (la Tierra).

«Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina,
se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa» (Romanos 1:20).

«Porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos,
poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él» (Colosenses 1:16).

«Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que
se ve» (Hebreos 11:3).

¿Y cómo lo llevaría a cabo? Dios, que es invisible, pondría su Espíritu dentro del espíritu invisible del hombre; un espíritu
habitando en un cuerpo visible que vive en una Tierra visible. A través del espíritu del hombre, se abre una ventana del
alma para que el hombre pueda comunicarse con el mundo invisible de Dios, y también a través de otra ventana el
hombre es capaz de comunicarse mediante su cuerpo con el mundo visible de la humanidad. El hombre es creado en
una manera tan poderosa y exclusiva, que es exaltado sobre toda la creación de Dios.

Por este medio, Dios podría comunicarse desde la dimensión invisible a través del espíritu invisible del hombre al plano
de lo visible, de modo que el mundo visible del hombre pudiera entender su voluntad. Cualquier cosa que Dios deseara
que fuera transmitida a lo invisible, entonces se manifestaría en lo visible en el escenario, de modo que la Tierra pudiera
mostrar lo que el cielo estaba pensando.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

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