“Estos son mi principios. Si no le gustan tengo otros”.
Julius Henry Marx. Groucho Marx. Actor, humorista y escritor norteamericano.
Solo un comediante de la altura intelectual como la de este insigne actor norteamericano,
pudo habérsele ocurrido una frase tan espectacularmente ridícula para evidenciar un tema tan extraordinariamente serio. Si no fuera por las implicaciones de dimensiones olímpicas en la desgracia que como sociedad esta cita conforma, a lo mejor se quedaría en el ámbito de la comedia y hasta nos generaría un poco de hilaridad, pero no, su aplicación impacta de manera tan letal que llega a ser agobiante. Y es que ciertamente, aunque las creencias, los principios y los valores son una construcción única sobre la persona, esta actitud individual impacta directamente en la sociedad cuando se tiene algún tipo de liderazgo. La acción responsable ó irresponsable en los procesos de modelación de un grupo de ciudadanos bien sea a través de la formación, la orientación o la conducción son fundamentales en el proceso de creación del comportamientos colectivo y por supuesto del resultado final. Esta situación me lleva a recordar la imagen de Ouróboros, la cual no es más que el símbolo que se representa como una serpiente mordiendo su cola. Dentro de sus diferentes significados quiero traer aquel que representa la naturaleza la naturaleza cíclica de las cosas y el eterno retorno. Es que también hoy existe la tendencia de la repetición de frases, consignas ó solo dichos populares que en su enunciado son verdades bastantes simples y representan un modelo de convivencia deseable, pero basta con que se interpongan nuestras necesidades individuales o grupales para que nos comportemos como salvajes solo para mantener nuestros privilegios. Esa actitud, esa forma de actuar daña, molesta o exacerba al vecino, al amigo o al compañero de trabajo o en la cola. Vivir en el respeto a la norma es ético y debería ser nuestra meta como simples ciudadanos, entonces se reflejaría de manera automática como sociedad. Debemos hacer congruente lo que aspiramos y como actuamos permanentemente. No miremos el comportamiento del vecino para criticarlo, estoy absolutamente convencido que con nuestro ejemplo haríamos mucho más y de mejor manera. Admiramos otras sociedades por el ejemplo del cumplimiento de las normas de convivencia como la japonesa, donde si usted quiere ceder un puesto en una cola a un familiar o a un amigo, no tiene que preguntar a quién está detrás de usted, no solo con usted ceder “SU” puesto y colocarse como ultimo en la fila es suficiente. Decía un medico Austriaco de nombre Alfred Adler, compañero de Freud que “Es más fácil luchar por unos principios que vivir de acuerdo con ellos”. Cuanta verdad, y en nuestro caso que sea aceptado da tristeza. Venezuela, nuestra Venezuela como sociedad requiere con urgencia una profunda revisión del modelo de convivencia entre nosotros sus ciudadanos. Eso no es un acto mágico que va a operar de un momento a otro. Tampoco va a ser una acción colectiva como un aluvión monumental de hoy para mañana, pero si puede ser posible desde ahora en cada uno de nosotros. Es una situación muy dura y que va a ser sometida a prueba constantemente. Nos convencieron que somos la encarnación de los antivalores ciudadanos porque representamos genuinamente “LA VIVEZA CRIOLLA”. Les invito a que recordemos las visitas en casa de nuestros abuelos, eso no esta tan lejos en las hojas del almanaque, en mi caso solo se trata de cincuenta años, pero aun puedo recordar que en su tiempo existía una sociedad más armónica, más decente y respetuosa. Que hoy existe otra realidad es inobjetable, que las cosas están en permanente cambio es necesario, pero aun así me gusta pensar que existen nuevas realidades pero con viejas y muy buenas costumbres. Paz y bien.