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OURÓBOROS.

José Gregorio Palencia Colmenares.


Escritor, poeta, articulista de medios.

“Estos son mi principios. Si no le gustan tengo otros”.


Julius Henry Marx.
Groucho Marx.
Actor, humorista y escritor norteamericano.

Solo un comediante de la altura intelectual como la de este insigne actor norteamericano,


pudo habérsele ocurrido una frase tan espectacularmente ridícula para evidenciar un
tema tan extraordinariamente serio. Si no fuera por las implicaciones de dimensiones
olímpicas en la desgracia que como sociedad esta cita conforma, a lo mejor se quedaría en
el ámbito de la comedia y hasta nos generaría un poco de hilaridad, pero no, su aplicación
impacta de manera tan letal que llega a ser agobiante. Y es que ciertamente, aunque las
creencias, los principios y los valores son una construcción única sobre la persona, esta
actitud individual impacta directamente en la sociedad cuando se tiene algún tipo de
liderazgo. La acción responsable ó irresponsable en los procesos de modelación de un
grupo de ciudadanos bien sea a través de la formación, la orientación o la conducción son
fundamentales en el proceso de creación del comportamientos colectivo y por supuesto
del resultado final. Esta situación me lleva a recordar la imagen de Ouróboros, la cual no
es más que el símbolo que se representa como una serpiente mordiendo su cola. Dentro
de sus diferentes significados quiero traer aquel que representa la naturaleza la
naturaleza cíclica de las cosas y el eterno retorno. Es que también hoy existe la tendencia
de la repetición de frases, consignas ó solo dichos populares que en su enunciado son
verdades bastantes simples y representan un modelo de convivencia deseable, pero basta
con que se interpongan nuestras necesidades individuales o grupales para que nos
comportemos como salvajes solo para mantener nuestros privilegios. Esa actitud, esa
forma de actuar daña, molesta o exacerba al vecino, al amigo o al compañero de trabajo o
en la cola. Vivir en el respeto a la norma es ético y debería ser nuestra meta como simples
ciudadanos, entonces se reflejaría de manera automática como sociedad. Debemos hacer
congruente lo que aspiramos y como actuamos permanentemente. No miremos el
comportamiento del vecino para criticarlo, estoy absolutamente convencido que con
nuestro ejemplo haríamos mucho más y de mejor manera. Admiramos otras sociedades
por el ejemplo del cumplimiento de las normas de convivencia como la japonesa, donde si
usted quiere ceder un puesto en una cola a un familiar o a un amigo, no tiene que
preguntar a quién está detrás de usted, no solo con usted ceder “SU” puesto y colocarse
como ultimo en la fila es suficiente. Decía un medico Austriaco de nombre Alfred Adler,
compañero de Freud que “Es más fácil luchar por unos principios que vivir de acuerdo
con ellos”. Cuanta verdad, y en nuestro caso que sea aceptado da tristeza.
Venezuela, nuestra Venezuela como sociedad requiere con urgencia una profunda
revisión del modelo de convivencia entre nosotros sus ciudadanos. Eso no es un acto
mágico que va a operar de un momento a otro. Tampoco va a ser una acción colectiva
como un aluvión monumental de hoy para mañana, pero si puede ser posible desde ahora
en cada uno de nosotros. Es una situación muy dura y que va a ser sometida a prueba
constantemente. Nos convencieron que somos la encarnación de los antivalores
ciudadanos porque representamos genuinamente “LA VIVEZA CRIOLLA”. Les invito a que
recordemos las visitas en casa de nuestros abuelos, eso no esta tan lejos en las hojas del
almanaque, en mi caso solo se trata de cincuenta años, pero aun puedo recordar que en
su tiempo existía una sociedad más armónica, más decente y respetuosa. Que hoy existe
otra realidad es inobjetable, que las cosas están en permanente cambio es necesario, pero
aun así me gusta pensar que existen nuevas realidades pero con viejas y muy buenas
costumbres.
Paz y bien.

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