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Balance dunha
experiencia (inesperadamente) frustrada”, Tempo exterior, 39, XX (I), 89-100. Versión mimeo en
español.
DIEGO M. RAUS
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANUS
REPUBLICA ARGENTINA
RESUMEN
El año 2018 transcurre entonces con una recesión progresiva, igual que el
endeudamiento externo, y una pérdida de expectativas de mejoras económicas, tanto del
gobierno, como de la sociedad. A lo largo del año comienza a hacerse visible la crisis y
cierre de comercios y pequeñas empresas, expandiendo el desempleo. El paisaje urbano
comienza a poblarse de personas viviendo de la ayuda o de la recolección y reciclaje de
residuos.
En ese contexto, un ala del gobierno, representada por políticos que integraban la
coalición gobernante, provenientes del peronismo y del radicalismo, comienzan a sugerir
al presidente, y en él al núcleo fundante del PRO, partido pivote del gobierno, comenzar
negociaciones, conversaciones y acuerdos con distintos sectores políticos a fin de
aumentar, en la crisis, la base de sustentabilidad política. La lectura de estos sectores se
fundamentaba en la sensación que el sostenimiento del consenso hacia el gobierno ya no
se podía sostener solo con la idea, y slogan político de la “nueva política” y la “revolución
cultural” de la política argentina, estrategia que se combinaba con la confrontación
discursiva con la ex presidenta, que seguía acumulando procesos pese a su inmunidad
parlamentaria. Para aquellos, esta estrategia empezaba a peligrar en tanto la crisis
económica podía posicionar al espacio de la ex presidente (kirchnerismo) como una
alternativa política en vez de la imagen de la corrupción pasada. Sin embargo, el núcleo
central del gobierno -el presidente, su jefe de gabinete Marcos Peña, la gobernadora de
Buenos Aires Maria Eugenia Vidal y algunos funcionarios amigos personales del
presidente- consideraban que el camino político a seguir era el mismo que les había
permitido triunfar en 2015 y que entrar en acuerdos era volver a la vieja política que,
pensaban, los argentinos empezaron a rechazar.
Dicha discusión al interior del gobierno comenzó, como efecto secundario, a
minar la unidad de pensamiento y ejecución de las políticas, así como del diseño de la
estrategia electoral para 2019. Los sectores “acuerdistas” comenzaron a quedar relegados
de las decisiones más trascendentes que se iban tomando. El “ala dura” del gobierno
insistía en seguir adelante con su lógica política y continuar la confrontación con el
kirchnerismo, lo que implicaba también desconocer otros espacios políticos que se iban
conformando. Esos espacios, mayoritariamente constituidos en el peronismo no
kirchnerista y que agrupaba a gobernadores, políticos e intendentes del Gran Buenos
Aires (en la provincia de Buenos Aires reside el 36% del padrón electoral), habían estado
cómodos, sin ser aliados, con el gobierno dada una relativa animadversión con el gobierno
anterior. Conformaban una fuerza política en crecimiento, vista la proximidad electoral,
que parecía accesible a acuerdos no demasiado tácitos, pero si funcionales con el
gobierno. Algunos de esos políticos gobernaban provincias estratégicas por su caudal
electoral.
Comenzado 2019 la política en Argentina se definía por el armado electoral para
las elecciones: primarias en agosto, primera vuelta en octubre y, si fuese necesario,
ballotage en noviembre. Apenas terminado el verano todas las fuerzas políticas se
dedicaron a organizar y presentar sus ofertas electorales. Aparentemente, todo transcurría
según lo anticipado en la estrategia oficialista, es decir, el partido del gobierno
confrontaría con el kirchnerismo, mientras el tercer espacio con caudal electoral -el
“peronismo de los gobernadores”, al decir de los medios- serviría para partir el voto
peronista. La estrategia, impecable en el plan y en lo comunicacional, no contó con dos
elementos: primero, el descontento social y, por ende, la pérdida de consenso político del
gobierno, causado por la progresiva, imparable, recesión económica; segundo, por la
habilidad que demostró la ex presidenta -Cristina Fernández de Kirchner- en el armado
de su espacio electoral.
Había una frase, un sentido, que empezaba a circular dentro del peronismo
“neutral”, es decir, ni absolutamente K (kirchnerista) ni enfrentado a los K: con Cristina
no alcanza, sin Cristina no se puede. La idea central era que, tal cual pensaba el gobierno,
el kirchnerismo por sí solo no podía ganar la elección, por el porcentual de rechazo social
que conservaba, pero cualquier coalición opositora, sobre todo organizada desde el
peronismo, no podía prescindir de los apoyos que si conservaba la ex presidenta
(cualquier tipo de encuesta mostraba que el piso electoral de Cristina estaba en el 30% de
intención de voto aunque su techo electoral no pasaba del 35-38% de los votos). Esta
supuesta ecuación es lo que interpretó la ex presidenta y en mayo sorprende a la política
argentina ofreciendo la candidatura de su espacio a un ex jefe de gabinete del primer
gobierno kirchnerista -Néstor Kirchner 2003-2007)-, Alberto Fernández, guardando para
ella la vicepresidencia. Sorprendente, sobre todo por una personalidad bastante centrada
en sí misma como siempre mostró la ex presidenta.
Alberto Fernández, ahora candidato por un espacio al principio básicamente
kirchnerista, se había retirado por renuncia producto de desacuerdos del gobierno anterior,
y fue un crítico bastante duro y agudo del devenir posterior del gobierno K, al punto de
transformarse en un “enemigo” irreconciliable con ese espacio político. Si bien en los
últimos meses se había acercado a la ex presidenta, ni por gusto de uno ni del otro sino
en función de la crisis y la coyuntura política, nadie podía suponer una alianza electoral
semejante y en la que Cristina bajara a un segundo plano su candidatura. El golpe de
efecto fue fulminante. En pocas semanas muchos, sobre todo el peronismo no K,
empezaron a plantearse que en ese nuevo espacio estaba sus lugares políticos.
Gobernadores, ex funcionarios, políticos que habían confrontado con la ex presidenta o
tenían cuentas pendientes, comenzaron a acercarse a través del ahora candidato del Frente
de Todos, tal el nombre de la nueva oferta electoral. La “jugada” política no solo produjo
esas incorporaciones, sino que desato un estado de gracia en parte de la sociedad, un
despertar eufórico en el kirchnerismo y una profunda preocupación en el oficialismo.
No obstante Macri respondió con un movimiento igualmente estratégico. Designó,
inmediatamente, como su candidato a vicepresidente a Miguel Picheto, quién era el
presidente del bloque de senadores del justicialismo (peronismo). Es decir, cooptaba para
su fórmula a uno de los principales políticos del bloque opositor, en la idea de atraer con
él, y mediante su intermediación, aliados del peronismo provincial, sobre todo
gobernadores. De alguna manera, el peronismo, en todas sus representaciones y
configuraciones, volvía a ser el árbitro de la política electoral. También es cierto que este
movimiento implicaba, de alguna manera, un relativo abandono al purismo político que
el núcleo duro del gobierno había pregonado. Consistía en un giro pragmático que había
que esperar para comprobar si redituaría electoralmente pero, al igual que la jugada de
Cristina, despertó esperanzas en el oficialismo y le insufló de las energías necesarias para
comenzar la campaña electoral. Esta, entonces, se revestía de movimientos inesperados
en las dos principales coaliciones, obligando así a un giro discursivo a la vez que llevaba
a reconfigurar las candidaturas.
Mientras tanto el gobierno solo recibía malas noticias de la economía y las
consecuencias socioeconómicas de la recesión. Esta situación lo obligaba a enfocar su
discurso electoral en cuestiones como la institucionalidad propia y la corrupción del
gobierno anterior, a la vez que el Frente de Todos focalizaba su discurso en la economía,
el desempleo y la pobreza.
Los presupuestos electorales, por el lado del oficialismo, se posicionaron sobre el
papel secundario del candidato Alberto Fernández tratándolo de mostrar solo como un
emisario de Cristina, la cual obligadamente, por sus causas judiciales, tenía que correrse
del centro de la escena. Por el lado del Frente de Todos, se diagnosticaba que la crisis
social había golpeado fuertemente al denominado conurbano bonaerense, poblacional y
simbólicamente estratégico en la elección, y que un triunfo en ese lugar, gobernación
incluida, traería aparejado un efecto “bola de nieve” sobre el total de la elección.
El sistema electoral argentino prevee, como se señaló anteriormente pero vale
repetir para enfatizar las expectativas electorales, en primera instancia una Primaria
Abierta, simultánea y obligatoria, donde se vota tradicionalmente pero el objetivo es, por
un lado dirimir candidaturas internas de los partidos, por el otro lado la necesidad de
obtener al menos un 3% de los votos para luego poder presentarse a las elecciones. La
otra particularidad, ya que la elecciones preveen el ballotage o doble vuelta, es que para
pasar a esa segunda vuelta no se exige el porcentaje clásico -50% más uno de los votos-
sino el 45 % más uno de los votos, o entre 40 y 45% pero con una distancia sobre el
segundo mayor a 10% más uno de los votos. Este porcentaje menor al tradicional opera
siempre en las elecciones argentinas como un incentivo en la captura de votos de los
partidos mayoritarios.
En la realidad, las PASO operan en la Argentina como un “ejercicio preelectoral”
o una “gran encuesta”, dado que perfilan, casi dos meses antes de la elección, las
posibilidades de los partidos. Por supuesto también, el alerta y las correcciones necesarias
para aquellos que vieron diluidas sus expectativas. A las PASO de agosto se presentaban
entonces, con expectativas altas, el oficialismo de Cambiemos, el peronismo más
kirchnerismo del Frente de Todos, y una tercera coalición, Consenso Federal, compuesta
por sectores del peronismo que no habían acordado ni con uno ni con otro, a pesar de los
esfuerzos de uno y otro, dado que suponían que esa tercera oferta electoral podía
concentrar una interesante cantidad de votos. El resto eran partidos y coaliciones menores
que expresaban los márgenes -derecha e izquierda- de la política argentina. El dato
significativo surgió de la casi total ausencia de Cristina en los actos de campaña de su
coalición.
Las encuestas previas a las PASO promediaban en un porcentaje de votos para el
Frente de Todos entre 5% y 8% superior al oficialismo de Cambiemos. En una elección
con sorpresas en ambos partidos, donde no se terminaba de poder analizar el impacto
electoral de esos reacomodamientos, esas encuestas transmitían un escenario móvil, no
complicado para nadie y fácilmente modificable. El oficialismo consideraba una derrota
electoral en esos porcentajes y una confianza extrema que en la elección real (primera
vuelta) el temor de franjas sociales a un retorno del kirchnerismo, daría vuelta esas
primarias. Por su parte, la oposición del Frente de Todos confiaba en recibir los votos de
los perjudicados por el ajuste económico, dato estructural que supondría una muy difícil
reversión, luego, de esos votantes.
EL 11 de agosto se votó en las PASO. Contra todo pronóstico, encuesta,
sensaciones, el gobierno sufrió un durísimo revés electoral. El Frente de Todos lo aventajó
por un 17% de los votos a nivel nacional. Sorpresa mayúscula en la política argentina.
Desazón absoluto en el gobierno. Y reconfiguración de las campañas para la elección
general del 27 de octubre.
El Frente de Todos leyó en esos resultados que las nominaciones de la fórmula, la
abstención de Cristina en la campaña y su diagnóstico de la crisis (la diferencia fue mayor
en el Gran Buenos Aires, de alta densidad poblacional y sujeto de la crisis económica),
habían sido acertados y era el camino a mantener en la campaña hacia octubre. Esa
diferencia no solo se juzgaba irreversible sino que era una base firme para triunfar en
primera vuelta.
El gobierno, por su parte, aceptó el sacudón electoral y se propuso revertirlo con
dos estrategias: la participación activa y presencial de Mauricio Macri en la campaña (se
propuso y realizó 30 actos presenciales en las principales ciudades del país) para reafirmar
el mensaje oficialista y advertir con lo que denominaba “una vuelta al pasado”, y, a la
vez, tratar de aumentar la participación electoral (en las PASO votó aproximadamente el
75% del padrón). El diagnóstico era que a más participación electoral más porcentual de
votos al oficialismo. Comenzó así un verdadero raid de campaña del presidente tomando
a su cargo la tarea de revertir la elección, a pesar de la profundización de la recesión.
Nuevamente las encuestas preveían una diferencia electoral a favor del Frente de
Todos promediando los 18-20% de diferencia (52% a 34%). Se llegaba así a la elección
nacional del domingo 27 de octubre, donde el Frente de Todos obtenía la presidencia en
primera vuelta pero con resultados inesperados: 48,3% a 41,5%. Una diferencia muy
menor a la esperada que admite, primero, una lectura del estado del consenso político en
la Argentina y, segundo e institucionalmente importante, una configuración del Congreso
con un equilibrio delicado en ambas cámaras. Un final electoral que dejó alguna desazón
en la coalición triunfante y un levísimo alivio en el oficialismo derrotado.
CUADRO COMPARATIVO ELECCIONES PASO Y GENERALES
BELLONI, P.: La economía política de Cambiemos, Batalla de Ideas, Bs. As., 2019.
CANELO, P.: Cambiemos. La batalla cultural por el sentido común de los argentinos,
Siglo XXI, Bs. As., 2019.
CANELO, P. y CASTELLANI, A.: Perfil sociológico de los miembros del gabinete
inicial de Mauricio Macri, Informe Investigación, Bs. As, 2016.
CANTAMUTTO, F. y SCHORR, M.: El gobierno de Macri: ajuste regresivo y
endeudamiento externo, Anuario EDI, Bs. As., 2016.
CANTAMUTTO, F. y SCHORR, M.: El carácter social de Cambiemos, Taller EDI, Bs.
As., 2018.
GENE, M.: La rosca política. El oficio de los armadores delante y detrás de escena, Siglo
XXI, Bs. As., 2019.
PIVA, A.: La épica de un país ordenado. En torno a la caracterización del gobierno de
Cambiemos, Intersecciones, Bs. As., 2017.
PUCCIARELLI, A. (ED.): Los años del kirchnerismo, Siglo XXI, Bs. As., 2016.
VOMMARO, G.: La Larga marcha de Cambiemos, Siglo XXI, Bs. As., 2017.
DIARIOS CONSULTADOS
Clarín www.clarin.com
La Nación www.lanacion.com
Pagina 12 www.pagina12.com