Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Las primeras decisiones de Menem fueron diseñadas a los efectos de mandar señales claras de sus
compromisos presentes y sus intenciones futuras a fin de conquistar la confianza del mundo de los
negocios.
A lo largo de su administración, Menem habría de excluir a los peronistas de la gestión de la política
económica que fue confiada a los principales grupos económicos. Los peronistas terminaron,
prácticamente, siendo huéspedes del gobierno que habían elegido.
La política de cambio estructural comenzó a perfilarse con la aprobación por el Congreso de 2
importantes piezas de legislación: la ley de Emergencia Económica y la ley de Reforma del Estado. La
primera de ellas, asestó un golpe frontal al corazón del capitalismo asistido que se desarrolló en
Argentina desde la posguerra al suspender por un plazo de 180 días los regímenes de promoción
industrial, regional y de exportaciones y las preferencias que beneficiaban a las manufacturas nacionales
en las compras del Estado. También se autorizaron los licenciamientos de empleados públicos y se puso
fin a esquemas salariales de privilegio en la administración.
A su vez, la ley de Reforma del Estado marcó el comienzo del fin de otro de los pilares del patrón de
desarrollo preexistente al fijar el marco normativo para la privatización de gran número de empresas
públicas, que incluían las compañías de teléfono, de aviación comercial, ferrocarriles, complejos
siderúrgicos, rutas, puertos y varias empresas petroquímicas. Mediante la aprobación de estas leyes, el
Congreso delegó en el Ejecutivo la facultad de legislar por decreto los detalles de las nuevas políticas.
Para responder a la pregunta de por qué pudo Menem llevar a cabo las políticas que había elegido es
preciso hacer referencia a otros 3 factores adicionales: los efectos de la aguda emergencia económica
sobre la tolerancia pública al ajuste, el descrédito de las instituciones económicas existentes y el capital
del propio Menem como líder político.
Consecuentemente, los gobiernos que lanzan reformas tendrán que hacer frente a la resistencia de
aquellos que se sienten perjudicados mucho antes de que estén en condiciones de movilizar el apoyo de
sus eventuales beneficiarios. Sin embargo, luego de haber sufrido los efectos devastadores del vértigo
inflacionario, aun la sola perspectiva de la estabilización trae tal sensación de alivio en la población que
neutraliza las consecuencias distributivas de las políticas de reforma. El descrédito general del orden
económico prevaleciente le concedió, así, a Menem el margen de maniobra necesario para poner en
marcha las reformas sin una fuerte oposición.
Menem logró abandonar las tradicionales banderas del peronismo y escoger nuevas políticas y alianzas
sin perder por ello el respaldo de sus seguidores. Las razones hay que buscarlas en las mismas causas
que suscitaron las reservas iniciales de los grandes grupos económicos: las credenciales políticas de
Menem. Con su victoria, por primera vez desde la muerte de Perón en 1974, el peronismo se había
unificado en torno de un liderazgo aceptado por todas las corrientes. Pr consiguiente, cuando llegó al
gobierno lo hizo llevando consigo el capital político necesario para legitimar sus opciones de política. El
exitoso viraje de Menem probó que un presidente de origen populista podría lanzar una estrategia
económica no populista y salir airoso en el intento. Hay que destacar que el nuevo rumbo económico-
político de Menem provocó tensiones dentro del movimiento peronista pero los disidentes carecieron de
alternativas políticas para canalizar su disconformismo.
2
aéreo. La elección de monopolios de servicios públicos para iniciar la política de privatizaciones
respondió a una combinación de causas políticas y económicas. Además, el fuerte deterioro de los
servicios prestados por las empresas estatales hizo de su privatización una iniciativa popular. Por fin,
ante la asfixia financiera del sector público, la privatización de los monopolios de los servicios públicos
tenía la ventaja de aumentar la recaudación de fondos líquidos o la cancelación de títulos de la deuda.
El proceso de privatización tuvo lugar en el marco de una relación de fuerzas desfavorables para el
gobierno. El gobierno debió crear un conjunto de regulaciones protectivas y garantistas que brindaron a
los nuevos propietarios de las empresas privatizadas reservas de mercado y el acceso a cuasi-rentas. A
este desenlace se llegó vendiendo las empresas estatales bajo la garantía de mantener beneficios
monopólicos.
La liberalización comercial: la reforma comercial constituyó otro ejemplo de la subordinación de la
política de reformas a las exigencias de la política de estabilización. Los responsables de la economía,
abordaban la cuestión pensando en una apertura relativamente gradual de la economía a la
competencia externa. Reducción de aranceles y eliminación de instrumentos paraarancelarios (cupos,
licencias, prohibiciones de importación).
Esa perspectiva gradualista de la reforma comercial no pudo mantenerse. A fines de 1990 las
restricciones cuantitativas a las importaciones habían sido prácticamente eliminadas.
La reforma tributaria: desde que Menem asumió, la necesidad de equilibrar las cuentas públicas y de
incrementar así la recaudación tributaria se volvió una cuestión apremiante. Para afrontarla, se
incrementaron las alícuotas del impuesto a los débitos bancarios y del gravamen a la transferencia de
divisas a la vez que se mantuvieron las retenciones a las exportaciones agropecuarias. Sirvieron durante
un corto tiempo pero ayudaron al gobierno a ganar tiempo para preparar su proyecto de reforma
tributaria.
El nuevo régimen impositivo se basó sobre 3 cambios principales: el primero fue la concentración de la
estructura impositiva en unos pocos impuestos, básicamente, el IVA y el impuesto a las ganancias;
complementados por el impuesto a los combustibles y por los aranceles de importación. El segundo fue
introducido por la ley de Emergencia Económica al eliminar parcial o totalmente los regímenes
especiales de promoción industrial y regional, mejorando la recaudación tributaria. El tercer cambio fue
a nivel institucional. Mediante la sanción de una nueva ley penal tributaria se aumentaron los riesgos de
evadir impuestos, en el esfuerzo por implantar una cultura tributaria ausente en la economía argentina.
3
Primeros y frustrados intentos de estabilización: durante los primeros 18 meses los 3 primeros Ministros
de Economía trataron sucesivamente de controlar la inflación con impuestos de emergencia, reducciones
del gasto público, ajustes y políticas de ingresos negociadas con los empresarios (mmm me resulta
conocido).
Marzo de 1990: inicia una política monetaria restrictiva que puso fin a la hiperinflación ese mismo mes.
Tenía un esquema de flotación libre del tipo de cambio. Llevó al aumento de la tasa de interés con
sobrevaluación de la moneda nacional. Nuevamente se produjo una situación de hiperinflación (menos
intenso) que condujo a la designación de Domingo Cavallo como Ministro de Economía.
Durante el primer cuarto de 1991 su popularidad experimentó un significativo descenso. Fue sólo con la
introducción del llamado “régimen de convertibilidad” diseñado por Cavallo que en el ’91 el gobierno de
Menem comenzó un viraje positivo hacia la estabilidad económica.
El Plan de Convertibilidad: su meta no era sólo reducir la inflación sino establecer un nuevo y perdurable
régimen monetario y cambiario, dicho plan no fue uno de estabilización “más”, sino que debe ser visto
como una reforma estructural, como lo son las privatizaciones, la apertura comercial y la desregulación
de la economía.
El Régimen de Convertibilidad creó una moneda convertible en una relación de 1 peso= 1 dólar y
prohibió cualquier emisión monetaria sin respaldo de divisas en las reservas del Banco Central. Limitaba
el papel del Banco Central al de una caja de conversión.
La convertibilidad descanso en la estrategia de autoatamiento. El gobierno optó por renunciar al uso de
instrumentos claves de política económica para hacer más creíble su compromiso con la disciplina fiscal y
monetaria.
La inflación comenzó a descender gradualmente pero en forma sostenida. Los primeros resultados
favorables del programa, junto a un otorgamiento de crédito por parte del FMI y el comienzo de la
renegociación de la deuda externa bajo el Plan Brady mejoraron la confianza. Revirtiendo las previsiones
pesimistas iniciales, el gobierno ganó las elecciones parlamentarias en la última parte de 1991. Menem
retoma el control del proceso económico y político.
El Plan de Convertibilidad combinaba instrumentos ortodoxos y heterodoxos de manera de empujar a la
economía por un sendero expansivo. Sin embargo, fue una reactivación moderada.
Luego de la implantación del Plan de Convertibilidad, los depósitos comenzaron a retornar a los bancos
y reapareció el crédito, el poder de compra de las masas urbanas se expandió con la virtual desaparición
del impuesto inflacionario. Así la reactivación se asoció a la estabilidad.
Ayudó el contexto internacional, por la reducción de las tasas de interés en las economías desarrolladas ,
hizo que los “mercados emergentes” fueran más atractivos (sumado a las reformas estructurales
recomendadas por FMI y Bco. Mundial).
Contrapartida: la acelerada reactivación económica fijó una estructura de precios relativos que deterioró
la competitividad externa, alentó las importaciones y desalentó las exportaciones, generando un déficit
comercial en una economía fuertemente endeudada.
Por otro lado, la ola de optimismo de los primeros resultados del plan incentivo el consumo de amplias
capas sociales y agravó la insuficiencia crónica de ahorro de la economía.
Cabe aclarar que la evolución de los precios relativos tuvo un impacto desigual sobre la población. Los
estratos de bajos ingresos se beneficiaron con los valores estables de los alimentos pero fueron los más
perjudicados en términos de empleo. Por su parte, importantes fracciones de las clases medias en cuyo
presupuesto doméstico los servicios eran más significativos, debieron hacer frente al encarecimiento de
4
los servicios privados, en especial salud y educación, y de los servicios públicos privatizados.
De cualquier manera, el balance de los efectos del proceso económico desenvuelto entre 1991 y 1994 fu
favorable a la política gubernamental. La economía comenzó a girar en torno de un proceso de
retroalimentación positivo.
El perfil de la segunda fase del programa de estabilización y ajuste estructural también estufo influído
por los cambios operados en la dinámica política del proceso decisorio. El gobierno tuvo que negociar
más con el propio partido en el Congreso y en las organizaciones corporativas. Era necesario seguir
5
manteniendo la coalición de gobierno, para ello Menem tratará de influir en las reacciones de los
sectores afectados a fin de evitar confrontaciones abiertas. El proceso de reforma del sistema de
seguridad social es el principal ejemplo en esto: sustituir el antiguo régimen de reparto por uno de
capitalización obligatoria acompañado por una prestación mínima universal. Se abandonaron los
principios de solidaridad intergeneracional y se impulsaba un sistema de cuentas individual
administradas por fondos de pensión habilitadas y regulados por el Estado y elegidos libremente por los
trabajadores activos para depositar sus aportes, como subproducto esos fondos de pensión fortalecerían
el sistema financiero de largo plazo. Finalmente en el Congreso el proyecto se transformó en un régimen
optativo con un segmento público de reparto y otro de capitalización. El gobierno se apartó de sus
objetivos iniciales, entre otras cosas porque el fracaso de la reforma hubiera sido un golpe de confianza
y un menor financiamiento externo.
A diferencia de otras privatizaciones (donde los ingresos son utilizados para financiar el gasto público),
en la privatización de YPF, el grueso de los recursos obtenidos se destinó a cancelar deudas con jubilados
para atemperar la oposición de la clase pasiva a la reforma previsional. También se distribuyeron
acciones de YPF entre algunos gobiernos provinciales que habían sido acreedores del gobierno central
logrando apoyos de diputados en el Congreso.
Con respecto a los sindicatos, a pesar del deterioro de su situación, y gracias a la distribución por parte
del gobierno de alicientes y pagos laterales a los sectores obreros estos no ofrecieron resistencia. El
gobierno encontró resistencias al momento de anunciar la reforma laboral que apuntaba a introducir
cambios en la negociación colectiva, la estructura de sindicatos y control de obras sociales de los
gremios. Menem postergó el calendario de negociaciones y otorgó concesiones como estrategia política
para no perjudicar excesivamente a miembros claves de la coalición de gobierno.
A partir de la puesta en marcha del Plan de Convertibilidad, la mejora de las cuentas fiscales y la mayor
oferta de financiamiento dieron un desahogo a los gobernadores y le permitieron el uso más amplio de
recursos clientelistas.
En este contexto, el gobierno nacional promovió varios acuerdos con administraciones provinciales
tratando de establecer una nueva distribución de los fondos coparticipados (Pacto Fiscal, firmado en
1992 y renovado en 1993).
El intento (sólo parcialmente exitoso) era que los gobiernos cooperasen con la agenda de gobierno, pero
eso supuso un intercambio: los regímenes previsionales de las provincias (piezas clientelisticas claves)
permanecerían intocados, y las empresas públicas provinciales y bancos tampoco se privatizarían.
CRISIS 1994
La estrategia económica dependía en gran medida del flujo continuado de capitales externos y de la
expansión ininterrumpida de la demanda interna, lo cual le imprimía una gran fragilidad potencial. Esta
se puso de manifiesto en 1994 cuando la economía comenzó a desacelerarse por el aumento de las tasas
de interés en EEUU y la devaluación mexicana. Se produjo una masiva fuga de activos financieros y un
abrupto aumento de las tasas de interés y una crisis recesiva, fiscal, y financiera.
Los mecanismos del régimen de convertibilidad que hasta ahora habían facilitado la expansión
económica, comenzaron a funcionar en un sentido inverso. La fuga de capitales llevó a aumentos en la
tasa de interés, a la caída del consumo e inversión, descenso del PBI y aumento del desempleo etc.
Este punto de inflexión abrió dos cuestiones de política pública que el auge precedente había desplazado
de la agenda de gobierno.
6
La administración macroeconómica en tiempos difíciles: fragilidad del sistema financiero (a crisis de
confianza y fuga de capitales)donde la autoridad monetaria tenia márgenes de maniobra muy estrechos
para evitar una quiebra generalizada de los bancos.
En 1995 con las pocas herramientas monetarias disponibles y la crucial asistencia crediticia de los
organismos internacionales, el Banco Central comenzó una reestructuración del sistema bancario.
Por otro lado, en 1995, numerosos sindicatos se vieron forzados a aceptar cambios en convenios
colectivos, que implicaron una desregulación de las relaciones de trabajo y una cierta reducción de los
costos laborales (para solucionar el problema de los precios relativos).
A partir de 1995 se recreó un clima de emergencia económica que evocó la de 1989. Como entonces, el
gobierno reclamó amplios poderes de decisión e implemento sucesivas medidas de reducción de gastos
y aumento impuestos, las privatizaciones todavía pendientes se diseñaron apurada e improvisadamente
atendiendo a las necesidades fiscales.
La reforma previsional, fue reformada en un veloz trámite parlamentario. Toda esta situación puso de
manifiesto el alto grado de precariedad de las nuevas instituciones económicas. Por un lado se
redoblaron las presiones para una desregulación laboral y los gobiernos provinciales, jaqueados por la
crisis financiera, privatizaron empresas públicas y bancos oficiales, a la vez que los sistemas previsionales
eran transferidos al gobierno central.
7
Construir coaliciones reformistas: la política de las compensaciones en el camino argentino
hacia la liberalización económica – Sebastián Etchemendy
Introducción: desde comienzos de los ’90, Argentina ha sufrido una de las transformaciones de mercado
más amplias entre los países en desarrollo. En menos de 5 años, el país fue testigo de una
reestructuración fundamental de la relación Estado-sociedad. El autor sostiene, entonces, que la reforma
de mercado en la Argentina, considerada generalmente como una transformación ortodoxa e impuesta
unilateralmente, estuvo fundada en gran medida en coaliciones cimentadas en negociaciones más o
menos formales con una variedad de intereses económicos sectoriales anclados en el viejo modelo. Su
perspectiva apunta a subrayar la manera en que el Estado pudo moldear los intereses de algunos
sectores tradicionales y obtener grupos de apoyo pro mercado entre los antiguos actores populistas e
intervencionistas. La perspectiva del autor apunta a subrayar la manera en que el Estado pudo dar
forma a los intereses de los actores sociales y crear bases de apoyo para la reforma de mercado entre los
antiguos grupos populistas e intervencionistas. Sostengo que este proceso de construcción de
coaliciones se logró mediante políticas de reforma orientadas a 1) otorgar rentas en los nuevos
mercados a sectores empresariales y sindicales, y compensar lo que estos actores pierden en algunas
áreas de reforma mediante retribuciones en áreas alternativas de política pública y 2) evitar
deliberadamente la desregulación masiva y unilateral en algunos sectores, específicamente, aquellos en
los cuales la reforma perjudicaría a actores poderosos del modelo mercadointernista.
Este trabajo analiza cinco áreas de la reforma en la Argentina: la reforma administrativa en el Estado, la
desregulación laboral y la reestructuración económica en los sectores del acero, petróleo y automotriz.
La idea de un proceso de construcción de coaliciones en el cual la asignación negociada de rentas a
ciertos actores tradicionales es un componente esencial del proceso general de transformación de
mercado constituye una explicación alternativa en relación con los 3 enfoques dominantes que explican
la viabilidad de la reforma económica en América Latina: las perspectivas institucionalista, de elección
pública y clasista. Además de diferenciarse de tales perspectivas, el punto de vista del autor toma
distancia de los enfoques coalicionales que explican el proceso de liberalización económica solamente
como el resultado de la presión ejercida por los sectores más concentrados o internacionalizados de
clase capitalista. El trabajo, entonces, pone el énfasis en la capacidad de algunos grupos locales para
proteger su participación en el mercado en su tradicional base de bienes transables, aun desplazando al
capital internacional dentro de su sector específico. Sugiero que, con el advenimiento de la
desregulación fue en su base histórica de transables –quizá más que en el proceso de privatización de
bienes no transables- donde los actores establecidos como Techint o Pérez Companc libraron su principal
batalla.
8
de acción colectiva: los perdedores de la reforma están concentrados, mientras que los beneficiarios
están dispersos. En consecuencia, los primeros despliegan sus poderosos recursos para bloquear
cualquier posibilidad de cambio. El actor principal de esta perspectiva es el rent seeker.
Tanto la perspectiva institucionalista como en la de elección pública o neoclásica se plantea una afinidad
electiva entre la economía neoliberal y la toma de decisiones unilateral. La ventaja del enfoque
institucionalista es que trata de ir más allá de la eterna falta de teorización del Estado en los autores
neoclásicos.
Este trabajo, dice el autor, busca identificar los mecanismos mediante los cuales el gobierno elaboró sus
políticas de liberalización para tranquilizar a su poderosa base de apoyo arraigada en el viejo modelo
Estado-céntrico. Sostiene, así, que en el caso argentino, la implementación de una política combinad de
asignación directa de renta y de reformas parciales dirigidas a dichos sectores es fundamental para
entender la sustentabilidad política de un proceso que, paradójicamente, es considerado como un
modelo de reforma macroeconómica ortodoxa.
La alianza con el sindicato estatal UPCN: para el gobierno de Menem , la reforma administrativa
significaba antes que nada un importante RECORTE DE EMPLEO EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLIC y la
reforma y FLEXIBILIZACIÓN de las regulaciones laborales para los trabajadores del Estado. En una
segunda fase, el gobierno implementó la descentralización de los sistemas educativos y de salud desde el
gobierno nacional a los gobiernos provinciales. El gobierno terminó por construir una alianza con UPCN,
el sindicato más antiguo y más tradicionalmente peronista del sector, cuyos afiliados se concentraban en
la administración pública nacional. Como describiré más adelante, el gobierno terminó por construir una
alianza con UPCN, el cual pudo proteger en gran medida a sus miembros del recorte del empleo e incluso
mejorar su estructura organizativa.
En 1990, el gobierno dictó una serie de decretos que redujo el número de subsecretarías, incentivó el
retiro voluntario, y suspendió todos los acuerdos de negociación colectiva en el nivel de la
administración nacional. Los representantes de UPCN tuvieron una influencia considerable en el
rediseño de la estructura de los organismos estatales, tratando de proteger a sus miembros. Negociaron
con los funcionarios una nueva ley laboral para regular la negociación colectiva en la administración
nacional. El hecho de que el gobierno otorgara a UPCN el control de “Unión Personal”, la obra social
monopólica de los trabajadores estatales, implicó un enorme aumento del poder financiero del sindicato
menemista.
9
En vistas de esto, el gobierno cambió su estrategia. En 1994, el Estado organizó una amplia concertación
(Pacto de Productividad y Equidad Social) con la CGT y la UIA para formular y diseñar conjuntamente los
proyectos ANTES de enviarlos al Congreso. Esta estrategia fue clave para los principales logros del
gobierno en el campo de la reforma laboral: el Congreso aprobó las reformas diseñadas a través de la
concertación corporativista virtualmente sin modificaciones.
La CGT aceptó la flexibilización de los contratos y la reducción de las indemnizaciones en algunas
categorías de trabajadores y una modificación estructural de compensaciones por accidentes de trabajo.
A cambio, los sindicalistas obtuvieron subsidios económicos para el sistema de obras sociales sindicales.
Los sindicatos fueron autorizados a incorporarse al negocio de las aseguradoras de privadas de accidente
de trabajo. En otras palabras, la desregulación de la salud se restringió a la competencia entre las
mismas obras sociales. Esto tendió a beneficiar a los sindicatos más poderosos.
El objetivo del autor es evaluar el grado de cambio institucional pero también el de flexibilización del
mercado laboral. El desempleo, que alcanzó el 18% luego de 4 años de reforma laboral y luego
descendió; y la expansión del trabajo en negro implicaron una gran flexibilización del mercado laboral de
hecho.
La privatización y reestucturación en el sector del acero: como en el caso de la industria petrolera, los
productores privados de acero en la Argentina desarrollaron una fuerte dependencia del Estado. Los
holdings económicos Acíndar y Techint eran las únicas empresas privadas integradas por los tres
segmentos de la cadena productiva: reducción del hierro, la producción de acero crudo y la laminación
en caliente y frío. Las políticas de desregulación de Menem implicaron importantes desafíos para los
principales actores del sector. Se revocaron casi todas las regulaciones que otorgaban privilegios
especiales al sector del acero. En suma, la industria del acero fue severamente golpeada por las
sucesivas tandas de liberalización: los precios bajaron, la producción nacional se redujo en los primeros 3
años del ajuste y, a diferencia de lo ocurrido en la década anterior, el sector mostró un déficit comercial
pronunciado.
El gobierno decidió vender Somisa en bloque a una compañía evitando la diversificación de su estructura
10
societaria. Además, resolvió que aceptaría bonos de la deuda interna como parte de pago, un
mecanismo financiero que beneficaba directamente a acreedores de la deuda interna como Techint.
Luego de la desregulación la posición de los productores privados tradicionales en el mercado se vio
notablemente fortalecida (Techint se expandió horizontal y verticalmente en la cadena de producción).
El proceso de reestucturación en el sector tuvo un enorme impacto en la mano de obra que se vio
reducida casi a la mitad. Ni siquiera las huelgas de la UOM pudieron detener el ritmo de la
reestructuración. A pesar de la internacionalización económica, los viejos lazos de la burguesía nacional
con el estado permitieron que algunas de las empresas argentinas enfrentaran con éxito el arrebato
reformista. Las principales empresas del acero compensaron la desaparición de los subsidios, los
regímenes promocionales y la baja de aranceles aumentando su control del mercado local, altamente
concentrado. Su expansión en el mercado local le permitió beneficiarse del Boom de consumo interno
generado por el cambio fijo y el dólar barato, a pesar de la disminución de las exportaciones por la
moneda sobrevaluada. Las medidas antidumping implementada por el gobierno socavaban la apertura
del sector siderúrgico, que no llegó a afectar la preeminencia de los productores nacionales, que
orientaron la producción al mercado interno. Esta estrategia de los productores privados nacionales de
apoyarse en el mercado interno fue facilitada por una política definida de privatización particular por
parte del gobierno.
Conclusiones
Los cimientos de la coalición durante el proceso de liberalización económica se encuentran en la política
de asignaciones de renta negociadas y de desregulación parcial de parte del gobierno hacia los
productores locales más grandes tradicionalmente ligados al estado. Estas compensaciones fueron
resultado de decisiones deliberadas de política gubernamental, que incluso trascendieron el área
específica de las empresas, que recibieron beneficios de la privatización de servicios en otras ramas.
Los ganadores fueron el sector industrial y la clase trabajadora que había incrementado su poder en
términos económicos y organizacionales antes de la reforma neoliberal. Los perdedores fueron quienes
no tenían tal poder. Los ganadores eran los poderosos porque significaban una amenaza mayor a la
sustentabilidad política del proceso de reformas. Las compensaciones no estaban dirigidas a los débiles.
Ciertos sectores empresarios, dice el autor, y de clase trabajadora fueron mucho más capaces de
proteger sus intereses en la nueva estructura del mercado en comparación con otros actores dentro de
ambos grupos. El gobierno supo que los principales obstáculos a las políticas neoliberales provendrían
de los sectores más concentrados de capital que resultarían perjudicados, así como de actores
tradicionales poderosos ligados al capitalismo regulado del peronismo.
La liberalización económica conlleva a una enorme redistribución de rentas y beneficios hacia los
segmentos más concentrados del capital. Aunque el texto se concentra en los sectores “ganadores”
también hubo “perdedores” en este proceso. Por ejemplo, los productores privados pequeños de aceros
11
laminados fueron golpeados gravemente por el patrón de desregulación. La UOM, por su parte, no
recibió retribuciones comparables a las que pudieron obtener UPCN o SMATA o, en menor medida, SUPE
en sus sectores correspondientes.
Este trabajo, dice el autor, ha mostrado la importancia de las compensaciones orientadas a proteger a
estos sectores de la competencia en su base económica histórica en el sector de transables. En efecto, el
hecho de que algunos de estos grupos (como Techint y Pérez Companc) estén vendiendo sus activos en
servicios públicos y concentrándose en sus actividades tradicionales puede sugerir que las
compensaciones analizadas aquí fueron las más cruciales para estos sectores. Por eso, Etchemendy
insiste en marcar la lógica multidimensional de la liberalización económica. Esta lógica, es esencialmente
la que parecen pasar por alto los modelos basados en el “actor rent seeking”. La reforma y la
liberalización pudieron ser ortodoxas y aplicables en la mayoría de la economía porque, con el objeto de
lograr una coalición, fueron renegociadas o parciales en otras áreas.
En suma, las compensaciones halladas en el caso argentino parecen estar intrínsecamente asociadas con
los patrones de desregulación parcial y las asignaciones directas de renta analizadas en este trabajo. De
hecho, estas compensaciones pueden resultar en “menos mercado”, es decir, en un proceso de
liberalización económica que presenta resultados desparejos en distintos sector y que conlleva una
amplia gama de beneficios de mercado obtenidos políticamente.
12
grados de variación y creatividad con respecto al modelo originario. Aunque la construcción de
instituciones no involucra únicamente a los grandes expertos de la ciencia y la política, sino a un
sinnúmero de personas, capacidades, datos, herramientas y procedimientos que lo hacen posible y
perdurable.
En definitiva, la pregunta es por el papel de los expertos en economía en la construcción del nuevo orden
neoliberal y la hipótesis es que “en tanto impulsores de una acción gubernamental radical, estos actores
no solo reflejan una transformación de la sociedad argentina, sino a construir una nueva sociedad”.
Contra algunos mitos originarios: La acción de los economistas en el ensamble entre reformas y
convertibilidad
De la ruptura instituyente al plan b: Es necesario subrayar el desajuste cronológico que separa las
reformas estructurales de la Convertibilidad. Las reformas y la paridad no formaban parte de un mismo
modelo ideado integralmente desde el principio. Dado una serie de políticas de estabilización adoptadas
y de sus fracasos para controlar la inflación, la Convertibilidad debe ser considerada como un drástico
plan b. Fue la persistencia de la inflación fue una situación de crisis que permitió la separación entre los
imperativos económicos y los políticos, habilitando la adopción de reformas cada vez más radicales y
alentando la delegación del juicio público en especialistas. De esta manera, se logró presentar la reforma
como la única estrategia posible para alcanzar la estabilidad (el objetivo máximo de todos los
argentinos). Es por esto que era problemático que las leyes de Reforma Económica y de Reforma del
Estado no lograran detener la espiral incontrolable de inflación. Hubo 2 picos hiperinflacionarios
(1989/1990). Esta situación critica, arrasaba con la imagen presidencial y Menem corría el riesgo de
perder las próximas elecciones. Además, a la crispación especulativa y el malestar de la opinión pública
se sumaba un clima social muy fuertemente conflictivo: los sindicatos resistían las privatizaciones y
exigían un aumento salarial que pudiera acompañar el incremento de los precios. Tal es así que la llegada
de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía (quien buscaba no sólo asegurar la estabilización y
retomar el crecimiento, sino fundar un nuevo orden) en enero del ‘91 y la promulgación del régimen de
convertibilidad, permitieron al gobierno encontrar la “poción mágica”.
El presidente Menem, señaló en numerosas oportunidades que la paridad duraría para siempre, o al
menos tanto como su mandato, aunque la opinión de los expertos involucrados parecía menos clara, ya
que análisis documentales muestran que casi todos los participantes de esta experiencia imaginaban una
flexibilización en el corto plazo.
13
reconocerse como precursores, socios o entusiastas adeptos a la medida y por el curso de acción que
fueron adoptando otros países.
Lejos de ser denunciada como una singular heterodoxia argentina, se consolidó como una “solución de
recambio”, como un producto de exportación en materia de regímenes monetarios, recomendada por
numerosos expertos y susceptible de ser adoptada por otras naciones.
La dialéctica entre aliados y dispositivos: las redes del nuevo orden social
La presentación en sociedad y el relanzamiento de las reformas
Algunos medios lo acusaban de “dolarizar la economía” y, ante esto, instauraron una campaña
publicitaria con la que Cavallo insistía en su voluntad de “darle una moneda a la Argentina”.
La convertibilidad instauró un sistema bimonetario por el cual se permitía tanto la libre circulación
interna de dólares como la dolarización de los balances, en particular de los bancarios. A partir de
entonces, tanto los activos (depósitos) como los pasivos (créditos) podrán ser establecidos legalmente en
moneda extranjera. El régimen autorizaba a los bancos comerciales a crear dólares, operando en divisas
sin contar con ningún flujo proveniente del extranjero. Es decir que tras su inscripción en las prácticas
14
financieras productivas comerciales, ya no fue un régimen de tipo de cambio, sino que se transformó en
el pilar de todos los contratos en el país.
Cavallo acordó una importancia central a la gestión impositiva y nombró en la Secretaria de Ingresos
Públicos a un economista, Carlos Tacchi, quien se volvió el protagonista de una intensa campaña para
incrementar la recaudación fiscal.
Paralelamente, las ideas principales asociadas al consenso de Washington (privatizaciones, apertura
comercial y desregulación) adquirieron nuevo impulso, sobre todo por la necesidad de adquirir reservas
para poder mantenerse y morigerar el déficit presupuestario.
En el plano de las privatizaciones, Cavallo avanzó más rápido que sus predecesores (ENTel, Aerolineas
Argentinas, SEGBA –electricidad-, Obras Sanitarias de la Nación, Somisa –siderurgia- y transportes).
En lo que respecta a la apertura, por el lado de las importaciones, aplicó el escalonamiento tripartito de
los aranceles de importación (aunque por Ej, las automotrices siguieron estando protegidas). Por el lado
de las exportaciones, respondió a la demanda de los productores agropecuarios suprimiendo los
impuestos que gravaban las ventas. Con respecto a la desregulación, suprimió las regulaciones en
materia de salario, transportes y puertos, comercio interior y exterior, mayoristas y minoristas, a la vez
que suprimió las agencias encargadas de hacer respetar esas normas.
Estas iniciativas fueron efectivas, al cumplir con dos objetivos estratégicos: debilitar la resistencia de
quienes defendían la intervención estatal y el mercado interno y consolidar la solidaridad entre los
beneficiarios de las nuevas políticas para articular un nuevo entramado institucional y social.
15
Apertura financiera y convertibilidad: la consolidación de la alianza transnacional
El modelo no logró estabilizarse por la neutralización y heterogeneización de los grupos perjudicados. Su
perdurabilidad es inseparable de las oportunidades abiertas por el contexto internacional: En primer
lugar, por el Plan Brady (1993), donde se firma una reducción de la deuda a cambio de un compromiso
de pago más estricto. Esto posibilitó el acceso al financiamiento externo por parte del Estado y los
Bancos comerciales. Y a su vez, por la recesión y la baja en la tasa de interés en los países del norte, los
flujos financieros migraron hacia los “mercados emergentes”, permitiéndoles contar con la llegada de
capitales a tasas de interés relativamente bajas.
Todo esto permitió consolidar el apoyo de un sector financiero transformado, que desde 1991 encaró
una expansión sorprendente. Estas actividades cobraron gran importancia, debido a que de la evolución
de este sector dependía el sostenimiento del tipo de cambio. Los capitales provenientes del extranjero
se tornaron indispensables para mantener la paridad, pagar la deuda y permitir la expansión interna.
Esta expansión que había permitido el acceso al crédito, agudizaba la sensibilidad de los deudores hacia
la estabilidad cambiaria, teniendo en cuenta que más de la mitad de los préstamos eran acordados en
dólares.
16
Frente a la dependencia de la moneda, las autoridades optaron por reforzar el sistema financiero
nacional a través de un sistema prudencial más estricto que propiciara indirectamente la concentración y
la internacionalización de la banca. Una profunda transformación tuvo lugar en pocos años, el número
de bancos se redujo y el sistema se privatizó y extranjerizó. Al tiempo que los bancos públicos se
replegaban, los bancos privados se fusionaban y revendian, comandados por inversores extranjeros.
Una situación similar tuvo lugar entre las grandes empresas industriales, donde gran parte de los grupos
económicos nacionales se separaron de sus principales activos y los vendieron a empresas
multinacionales.
A su vez, la evolución de las exportaciones fue esencial e influyó a favor de esta alternativa.
A partir de 1996 y con la partida de Cavallo, aquellos especialistas que temían los límites de la
convertibilidad abandonaron el gobierno, y en cambio aquellos que creían en la solidez del sistema e
imaginaban una dolarizacion, reforzaron su posición, asentándose en lo ya realizado y sin preocuparse
por introducir nuevos ajustes.
17
El proceso de privatizaciones en la Argentina de los noventa: ¿reforma estructural o
consolidación hegemónica? - Martín Abeles
1- Hiperinflación, quiebra del estado y construcción de consenso.
En 1989, se expresaba un proceso hiperinflacionario. A un mes de asumir el Dr Menem a la presidencia,
se sancionaron las leyes de Reforma del estado y de Emergencia Económica, allanando jurídica e
institucionalmente el proceso privatizador. La primera, autorizaba la privatización de la mayoría de las
empresas productoras de bienes y servicios de propiedad estatal y además habilitaba el mecanismo de
capitalización de deuda como forma de pago en la transferencia de las empresas estatales. La segunda,
otorgaba al Poder Ejecutivo Nacional (PEN) poderes extraordinarios en función de los cuales el mismo
podía legislar (por decreto) prescindiendo del Congreso Nacional.
El nuevo gobierno emprendió un vertiginoso programa de reformas estructurales donde la privatización
de empresas públicas desempeñaría un papel fundamental.
El autor se propone identificar las tensiones estructurales que dieron lugar al proceso hiperinflacionario
del ´89 - ´90.
Como resultado de la política económica del período 1976 – 1983, emergieron un reducido número de
grupos económicos y conglomerados extranjeros que tendieron a concentrar, junto a la banca acreedora
de la Argentina, el Banco Mundial y el FMI, una gran porción del ingreso nacional. Además, se produjo el
desplazamiento de la actividad industrial y su reemplazo por la valorización financiera.
Lo que se manifiesta en 1983 es la centralidad del Estado como instrumento de apropiación del
excedente por parte de las fracciones más concentradas del capital. Se trata de la emergencia de un
nuevo Estado, donde el endeudamiento externo y la estatización de la deuda externa privada, la reforma
financiera y la licuación de la deuda interna, los regímenes de promoción industrial y los grandes
sobreprecios pagados por el estado y las empresas públicas a sus proveedores, constituyeron los
principales mecanismos a través de los cuales el capital concentrado interno tendió a consolidar su
poderío económico y a condicionar el desarrollo económico y social de la Argentina en su conjunto.
En 1988, las contradicciones comenzaron a aparecer entre los oligopolios extranjeros radicados en el
país y la banca acreedora externa de la Argentina, en la medida en que los ingresos del nuevo Estado no
resultaban suficientes para garantizar las crecientes transferencias de recursos desde el fisco hacia los
grupos económicos locales y extranjeros y para cumplir con el pago de los intereses de la deuda a los
acreedores externos. El resultado fue la hiperinflación del segundo semestre de 1989.
El origen de esta crisis hiperinflacionaria se encuentra en el patrón de acumulación y la reestructuración
social que emergen como resultado de la política económica del período 1976 – 1983. Se trata de una
contraposición de intereses entre la banca extranjera y el capital concentrado interno. La clave para su
solución se vislumbraba hacia 1985 con los programas de capitalización de la deuda externa argentina.
En este sentido, los intereses de los acreedores externos y de la cúpula empresaria local comienzan a
confluir con los programas de privatizaciones de empresas estatales. Esto posibilitaría al gobierno contar
con un gran apoyo político. Plan de estabilización = Plan de Convertibilidad (1991).
El programa de privatizaciones no sólo permitiría saldar de forma “superadora” el conflicto existente
entre las fracciones predominantes del capital; además, posibilitaría al gobierno contar con un fuerte
apoyo político, sobre el cual sustentaría su persistencia en el poder tanto como para, incluso, conseguir
la reforma de la Constitución Nacional, y la consiguiente posibilidad de reelección de Menem. Las
privatizaciones darían lugar a una conciliación tanto entre actores internos y externos como entre éstos y
18
el nuevo gobierno: el PJ contaría con una nueva “columna vertebral”. Esta convergencia de intereses
constituyó el trasfondo sociopolítico del vasto proceso de reformas estructurales instrumentado por la
administración Menem.
La mayor parte de las privatizaciones se llevaron a cabo entre 1990 y 1994: se trata de la empresa
petrolífera estatal; los ferrocarriles; el gas; transporte; energía eléctrica; ENTEL; Aerolíneas Argentinas;
etc. Aproximadamente, se recaudaron 18.000 millones de dólares.
¿Cuál fue el impacto que se produjo en el patrón de funcionamiento estructural de la economía
argentina?
19
La contrapartida de esta situación se manifiesta en el costo que suponen los servicios públicos para los
usuarios. Entre 1986 y 1996 (antes y después de las privatizaciones) el porcentaje del gasto de los
hogares que destinan el 20% de la población más pobre pasó del 9,1% al 17,4%.
Ahora bien, ¿qué sectores del capital absorbieron esta disminución en los ingresos reales de los sectores
populares obteniendo, de esta manera, ganancias extraordinarias?
20
5- Algunas reflexiones finales.
La realidad demostró que haría falta una catástrofe social (la hiperinflación) para la construcción de
“consenso” necesario para llevar adelante transformaciones de semejante envergadura. En el marco de
dicha crisis, la privatización de empresas públicas desempeñó un papel fundamental al resolver de forma
superadora la confrontación de intereses existente hacia fines de los ochenta y principios de los noventa
a expensas de los sectores populares. De allí que pueda hablarse de una consolidación hegemónica. El
programa de privatizaciones ha sido determinante en la profundización y consolidación de ciertos
patrones estructurales que han venido condicionando el desenvolvimiento social, político y económico
de la Argentina desde mediados de los ´70: la concentración del poder económico (aunque diversificado
en sus actividades) de grandes conglomerados empresarios, en el marco de un sistema social cada vez
más excluyente y regresivo.
21
El trabajo busca evaluar la forma en que la aplicación de las políticas de corte ortodoxo repercutió sobre
el sector industrial argentino. Se busca demostrar cuán “falaz” resulta ser el argumento de la ortodoxia
neoliberal acerca de que la aplicación de políticas de ajuste estructural asegura per se el crecimiento
económico y las mejoras en materia distributiva.
22
un aumento en los costos empresarios y, derivado de ello, un deterioro del tipo de cambio real y, en
consecuencia, de la competitividad externa de una parte importante de actividades industriales (en
especial las desarrolladas por PyMES).
En cuarto lugar, tenemos la vigencia que sigue manteniendo la valorización financiera como una de los
ejes centrales en torno de los que se estructura el procesos de acumulación y reproducción ampliada del
capital de las grandes firmas oligopólicas que actúan en al ámbito de la producción fabril. Esto se refleja,
por un lado, en la evolución de la transferencia de capitales locales al exterior para ser colocados en
inversiones de carácter financiero. Por otro, en el peso relativo que los activos financieros de las firmas
tienen en sus respectivos activos totales. Lo que se observa entonces es que los principales actores del
sector poseen una gran cantidad de recursos que destinan a la inversión financiera y no a la formación
de capital en el ámbito fabril.
En definitiva, durante los ´90 el sector manufacturero argentino se expandió en términos absolutos pero
no relativos. Esto se explica por la profundización de los procesos de “desindustrialización”, de
achicamiento y desintegración productiva de la industria local que se había comenzado a manifestar a
partir de la interrupción del esquema de la industrialización sustitutiva de mediados de los 70.
Actualmente, la industria argentina no sólo tiene el mismo tamaño que hace un cuarto de siglo, sino que
se ha acentuado la pérdida de su carácter dinamizador sobre el resto de las actividades económicas
tanto en términos productivos como en lo que respecta a la creación de puestos de trabajo.
23
actividades vinculadas a los bloques textiles y metalmecánica, o sea, de aquellos sectores que
motorizaron el crecimiento sectorial en la etapa sustitutiva; esto se explica por la crisis sufrida en el
sector a partir de la apertura comercial.
En definitiva, en el transcurso de los ´90 se tendió a consolidar una estructura fabril crecientemente
estructurada alrededor de un conjunto sumamente acotado de actividades (apenas cinco sectores
explican casi las dos terceras partes de la producción industrial generada a nivel nacional). Estas
actividades se sustentan en la explotación de ventajas comparativas naturales, en la elaboración de
ciertos commodities industriales de uso difundido, y en el aprovechamiento de regímenes especiales de
promoción y protección, y que presentan un claro denominador común: un escaso dinamismo en cuanto
a la generación de valor agregado y puestos de trabajo, a la vez que reducidas articulaciones tecno-
productivas y comerciales con el resto de la trama fabril. En la consolidación de este tipo de estructura
manufacturera tuvo un papel decisivo la orientación de las distintas medidas de política aplicadas en los
´90. Asimismo, la evolución negativa que experimentaron numerosas manufacturas remite a la
conjunción de dos procesos: el encarecimiento de los costos empresarios derivados de la evolución de
las tarifas de los servicios públicos privatizados, y la forma bajo la cual se implementó la política de
liberalización comercial. Por todo lo mencionado durante los 90 se acentuaron dos procesos: la
“desindustrialización” y la expulsión ininterrumpida de mano de obra.
24
La evolución de las grandes firmas: concentración económica y distribución regresiva del ingreso:
La “desindustrialización” que indujo el shock neoconservador de los noventa no sólo produjo deterioro
en las condiciones laborales, redistribución regresiva del ingreso fabril, y “simplificación productiva” de
una estructura social, también provocó un aumento en la concentración de la producción en torno de un
grupo reducido de grandes firmas.
Entre 1993 y1998 el producto bruto manufacturero creció un 23% mientras que el generado por los
principales oligopolios aumentó un 35% (gráfico 2 –pág. 31-). En consecuencia se registró un incremento
considerable en el grado de concentración económica del conjunto del sector fabril: mientras que en
1993 las líderes industriales explicaban el 36% del valor agregado sectorial generado en el país, en 1998
daban cuenta del 40% (la concentración industrial se incrementó un 10%).
Las firmas que integran la elite industrial se expandieron a una tasa considerablemente más elevada que
el promedio sectorial. Esto remite a la conjunción de dos rasgos estructurales característicos desde el
quiebre del modelo ISI: un patrón de distribución del ingreso regresivo y una creciente incidencia de los
mercados externos como destino de la producción generada por las grandes firmas manufactureras. En
efecto, el proceso que se inicia a partir de la interrupción del proceso sustitutivo trajo aparejada la
conformación de un nuevo régimen de acumulación que se consolida sobre la base de la disminución de
los salarios reales y la concentración de la riqueza, procesos que operan como condición de posibilidad
del incremento de las exportaciones y de la producción de bienes demandados por los sectores de más
altos ingresos. Crecientemente vinculadas al consumo de los sectores de mayores ingresos de la
población así como a los mercados externos, las empresas que forman parte de la cúpula manufacturera
local cuentan con la posibilidad de crecer muy por encima del promedio sectorial y concentrar una
proporción cada vez mayor de la producción fabril generada en el país.
Cabe destacar que el considerable incremento registrado en el grado de concentración industrial global
se articuló con un proceso de distribución regresiva del ingreso. Entre 1993 y 1998, dentro de la elite
empresaria del sector, tuvo lugar un incremento de casi el 50% en el rendimiento productivo por
asalariado, mientras que el salario medio creció apenas un 24%. Se percibe entonces, una transferencia
de ingresos desde los trabajadores a los empresarios y, por lo tanto, una creciente apropiación por parte
de los grandes capitalistas de la actividad del excedente generado por los trabajadores.
En suma, puede decirse que durante buena parte de la década del ´90, una porción significativa de los
incrementos registrados en la productividad de la mano de obra empleada en las líderes manufactureras
fueron absorbidos casi íntegramente por los empresarios bajo la forma de una importante masa de
beneficios. Este proceso trajo aparejado un empeoramiento en la participación de los trabajadores en la
distribución del ingreso generado en el ámbito de las firmas de mayor tamaño de la actividad (gráfico 4).
En definitiva, en los ´90 se acentuaron a nivel industrial local ligadas dos tendencias entre sí: una
creciente concentración económica y una importante redistribución del ingreso desde los trabajadores
hacia los empresarios: mientras que las firmas líderes incrementaron su participación en el PBI y el valor
de la producción globales del sector se expandió un 10%, los asalariados vieron disminuir su
participación en el producto global un 15%.
25
en el cierre de numerosas firmas, o en el creciente desplazamiento de actividades industriales por tareas
de comercialización y/o distribución. Las PyMES resultaron perjudicadas por el proceso de apertura
comercial instrumentado.
A partir de 1992 el gobierno redujo los aranceles para la importación de bienes, lo que determinó un
desplazamiento de la producción local por maquinarias y equipos importados. Esta tendencia se vio
reforzada por la creciente apreciación del tipo de cambio que tuvo lugar durante la Convertibilidad. Las
PyMES no contaron con los elementos que sí tuvieron las empresas líderes para contrarrestar los efectos
de la apertura comercial, como por ejemplo, altos niveles de productividad, importantes escalas tecno-
productivas, control oligopólico de los canales de importación, posibilidades de accesos a financiamiento
externo e interno a tasa de interés baratas, etc.
El proceso de liberalización comercial instrumentado en el país afectó a las PyMES por dos vías: en
algunas producciones el impacto fue directo, lo cual se refleja en que buena parte de este tipo de
empresas no pudo hacer frente a la creciente competencia de productos provenientes del exterior; en
otros casos, los efectos de la apertura fueron indirectos y estuvieron asociados a la política de las
grandes empresas de sustituir insumos nacionales y/o bienes finales por similares importados, lo cual
conllevó una menor demanda hacia sus proveedores locales (ejemplo, autopartes). Todo esto también
explica por qué el sector industrial disminuyó su participación en el conjunto de la economía, expulsó a
un conjunto considerable de trabajadores y simplificó su perfil productivo.
En definitiva, la reestructuración económico-social que tuvo lugar en Argentina durante la década del ´90
no sólo produjo una redistribución del ingreso manufacturero del trabajo al capital, sino que también,
dentro del empresariado, las PyMES resultaron afectadas por la orientación que adoptaron las medidas
implementadas, mientras que las firmas líderes registraron una notable expansión económica que les
posibilitó incrementar su gravitación en el sector. En su aspecto neoconservador, como producto de la
aplicación de políticas inspiradas en él, se agudizó uno de los aspectos de la industria manufacturera
local: su alto grado de heterogeneidad estructural. El éxito o fracaso de determinadas firmas no depende
prioritariamente de las decisiones macroeconómicas que las mismas asumen sino del contexto
económico global en el que actúan o, en otros términos, las asimetrías de desempeño registradas han
estado más asociadas a los sesgos implícitos en la orientación de las políticas públicas aplicadas que al
despliegue de estrategias por parte de los diferentes actores manufactureros. En este sentido, los
impactos de las políticas implementadas no han sido uniformes en cuanto a los efectos que causaron
sobre los distintos tipos de empresa que conforman el entramado industrial local. Así, lo que se observa
es la funcionalidad de las políticas neoliberales en el proceso de acumulación y reproducción del capital
de la cúpula del poder económico, en detrimento de las PyMES y trabajadores.
26
Las empresas foráneas ejercen un control oligopólico sobre aquellas ramas de mayor dinamismo e
importancia relativa del entramado industrial, que demostraron una significativa incapacidad para
traccionar con su dinamismo a otras actividades fabriles. Así, lejos de promover la “modernización” y el
crecimiento sostenido de la producción manufacturera local, el predominio de esta modalidad de
inserción estructural de los capitales extranjeros en el sector tiende a profundizar la crisis de
“desindustrialización” que ha venido atravesando la actividad en las últimas décadas.
Por otra parte, si bien es cierto que durante los ´90 se han introducido nuevas tecnologías, el sector
manufacturero local se ha transformado en importador neto de paquetes tecnológicos sobre los cuales
no tiene prácticamente participación alguna en su elaboración. Las empresas foráneas conservan en sus
países de origen la fabricación de bienes de capital de alta tecnología y valor agregado y los gastos en
Investigación y Desarrollo. Así, a nivel local las firmas extranjeras no son agentes difusores del cambio
y/o la innovación tecnológica y, por otra parte, al ser fuertes importadores de bienes de capital,
contribuyen a profundizar el deterioro de la industria local de maquinarias y equipos.
Asimismo, el hecho de que una proporción mayoritaria del ingreso de capitales extranjeros a la industria
local se haya producido a partir de la adjudicación de plantas y/o empresas ya existentes (centralización
del capital) y no mediante la instalación de nuevas unidades productivas, trae aparejada una disminución
en la capacidad de crecimiento de largo plazo del sector. Ello, por cuanto dicho patrón de radicación de
las empresas extranjeras en la industria argentina determinó que no se hayan registrado incrementos
sustantivos en el stock de capital del sector ni, derivado de ello, en su capacidad de producción ni
generación de empleo.
Por otra parte, la creciente incorporación de capitales extranjeros que, si bien en el corto plazo tiene
efectos positivos, en el mediano plazo una masa importante de los ingresos obtenidos en el país no serán
reinvertidos sino que serán destinados, entre otras cosas, para la remisión de utilidades y dividendos.
Por último, esta dinámica industrial cada vez más controlada por capitales extranjeros encuentra como
principal condición de posibilidad un patrón de distribución del ingreso nacional crecientemente desigual
y regresivo.
Puede concluirse que la cada vez más marcada y decisiva presencia de factores transnacionales no
promoverá ni garantizará la modernización y/o desarrollo del sector fabril, sino que operará
profundizando aún más la desindustrialización ligada a la crisis de las PyMES y al deterioro de la situación
de los trabajadores, la brecha tecnológica que separa a la industria argentina de sus similares en los
países desarrollados, los déficits externos del sector y la regresividad existente en materia distributiva.
Cabe aclarar que la creciente participación de empresas extranjeras al interior de la elite industrial y del
conjunto del sector manufacturero local verificada a partir de 1995 no significó la disolución definitiva de
los grandes grupos económicos de origen nacional, sino su replegamiento hacia aquellas actividades del
espectro manufacturero de mayores beneficios o la conversión de sus activos fijos en activos financieros
o se volcaron a la producción agroindustrial.
27
más que haber ingresado a un sendero de modernización, la Argentina vio agudizar su grado de
subdesarrollo.
La consolidación de estos fenómenos ha estado asociada a la conjunción de distintos procesos: las
principales características estructurales de las ramas de mayor dinamismo y significación agregada de la
actividad (las dos terceras partes de la producción industrial proviene de sectores que se ubican en las
primeras etapas del procesos productivo); la inserción sectorial de los principales oligopolios de la
actividad; el sentido adoptado por la apertura comercial implementada; la conformación de una
estructura de precios y rentabilidades de la economía que tendió a desalentar la inversión en el ámbito
manufacturero; la valorización financiera; la crisis en que se vieron inmersos la mayor parte de los
sectores menos concentrados. Asimismo, la implementación de las políticas neoliberales produjo la
disminución de obreros ocupados en la industria y una creciente regresividad en materia distributiva
(deterioro de las remuneraciones-aumento de la productividad-apropiación de los recursos generados
por el empresariado).
También se percibe la concentración de la producción en torno de un conjunto reducido de empresas
oligopólicas, lo que se explica por la capacidad de las empresas líderes para desempeñarse con un
importante grado de autonomía respecto al ciclo económico interno. La mayor concentración de la
producción industrial que se registró en los noventa se dio a la par de transformaciones de significación
de los liderazgos empresariales, que se manifiestan en un importante aumento en el grado de
“extranjerización” de la producción y la declinación relativa de los grandes grupos económicos de capital
local (lo que no significa su desaparición). Esto está ligado a que estos sectores son exportadores y
poseen una significativa capacidad de respuesta contracíclica por el lado de las ventas al exterior y al
hecho de que destinan una parte de su producción al consumo de los segmentos de mayor poder
adquisitivo. Así, se consolidó una estructura manufacturera asociada a las primeras etapas del
procesamiento industrial y/o al aprovechamiento de espacios privilegiados de acumulación y
reproducción del capital.
Asimismo, esta profundización del proceso de centralización y concentración del capital, perjudicó a las
PyMES que se vieron afectadas por la orientación que adoptó la liberalización comercial.
En síntesis, de las consideraciones anteriores surgen elementos en relación con el sentido adoptado por
la reestructuración económico-social aplicada en la Argentina durante los años noventa a partir de la
instrumentación de un conjunto articulado de medidas de neto corte neoliberal. El carácter altamente
regresivo de dicho proceso emerge, sin duda, como su principal resultante, lo cual refleja, por ejemplo,
el hecho de que al tiempo que las firmas industriales líderes tuvieron un desenvolvimiento sumamente
exitoso, los obreros del sector vieron disminuir de forma considerable su participación en la distribución
del ingreso y muchas PyMEs se vieron inmersas en profundas crisis.
28