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Introducción

Es un hecho tristemente conocido, que se abordó tam-


bién en la cinematografía, y sobretodo basado en las expe-
riencias individuales de las personas que eran adolescentes
a finales de los años setenta y comienzo de los ochenta, de
que la heroína es una bestia feroz, en grado de transformar
cualquier ser humano y borrar de una vez las huellas de
racionalidad que cada uno posee. Este concepto debía ser
bastante claro para las clases dominantes, pues a través la
inundación de esta basura en el mercado, que sustituía al
uso de las drogas ligeras y a los alucinógenos, ambas muy
comunes en la década precedente, la heroína logró de un
modo increíblemente eficaz, darle el golpe de gracia en par-
ticular a lo que quedaba del movimiento de la izquierda
alternativa europea hereditaria de la resistencia al fascismo
y de las batallas de clases al final de los años 50 e inicio de
los años sesenta. Es también reconocido, y documentado
en los libros recientes, como la cocaína - la droga de la clase
dominante - se encuentre en demasía en el ambiente de las
finanzas y en particular en Wall Street, ampliamente de-
scrito y documentado en una reciente película de Martin
Scorsese. Las drogas y la adicción, entonces, son elementos
que de un modo u otro son directamente relacionados con
la producción de capital, pues siendo un mecanismo social
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que interviene de forma similar a un organismo biológico,
va a sentirse atraído por aquellos químicos/elementos que
provocan dependencia ya que son capaces de brindar una
sensación de alivio, aun de corto plazo, a las crisis profun-
das.

En este caso se hace mención a otra sustancia que poco


a poco está asumiendo este papel en gran parte del capi-
tal a nivel mundial: crea dependencia y adición; violentos
cambios de depresión a euforia y viceversa, sin que exista
un modo de intervenir para combatir este bipolarismo.
Muchos pensaran que me estoy refiriendo al beneficio
económico de la explotación; otros, de modo más correcta,
imaginaran que la referencia es a la plusvalía, recordando
la natural “voracidad” del capital que Marx ha puntualiza-
do siempre. En realidad estamos hablando de algo que no
interviene de manera benéfica en el ritmo de acumulación,
más bien como la heroína puede determinar efectos aún
más devastadores inmediatamente después haber brindado
una sensación de alivio.

Encadenados a una situación crítica, por una parte más


profunda a la que nació en el 2008 con la bancarrota de
Lehman Bros. (LB), la suerte del capital ligado al dólar y al
euro (y más en general a los demás hermanos enemigos) de-
pendió de forma profunda de las dichas inyecciones (no es
una casualidad que la analogía se mantiene aun utilizando
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un termine técnico) de liquidez al sistema. En otras pala-
bras, los llamados “quantitative easing” propuesto en pri-
mer lugar de la Federal Reserve y después de muchos otros
bancos centrales de todo el mundo han mantenido en vida
al sistema que en casi diez años de crisis económica no ha
logrado resolver y salir de sus problemas, sino lo(s) ha am-
plificados.

El problema de la “inyección fatal” se presentó nueva-


mente al comienzo del año 2016, cuando, por razones que
serán debatida en los próximos párrafos, de frente a un im-
passe generalizada de la acumulación mundial, evidenciada
por la disminución en la estimación del PIB mundial hecha
del FMI y por las dificultades que la economía china em-
pieza sufrir, las reacciones de las bolsas han sido dramáticas;
la caída ha sido tan drástica que muchos han pensado que
las dinámicas de septiembre 2008 estaban para realizarse
una vez más. Uno de los más relevantes representantes del
capital, el gobernador/presidente de la BCE Mario Draghi,
ha sido obligado a prometer que nueva liquidez habría sido
inyectada en el sistema (10 de marzo), ya sabemos, porque
la historia lo comprobó, que eso no da efectos benéficos
tampoco en el corto plazo en términos de acumulación real
(es decir producción y ventas de bienes); pero, como pasa
a los toxicómanos, esta declaración fue suficiente para que
las bolsas dejaran de tener resultados negativos, volviénd-
ose positivos, que parecían eufóricas. Esta sensación ha sido
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breve, aún más breve de los que se había imaginado y en los
próximos párrafos intentaremos explicar el porqué.

El momento de la inyección
Los comienzos de los años setenta fueron el periodo en el
cual la acumulación de capital empezó a encontrar, a nivel
mundial, los primeros obstáculos debido principalmente a
la crisis Usa y del dólar y que se volvieron manifiestas con
la decisión unilateral de terminar los acuerdos de Bretton
Woods. La misma generación que en el decenio anterior
fue protagonista activas de importantísimas batallas, para-
doxalmente al igual que el capital en su fase recesiva, pa-
recía también ella, abandonar su impulso revolucionario,
inclinándose con más frecuencia a drogas y rock’n’roll en
vez de proponer la sublevación de clase. La banda Rolling
Stones, muy conocida por el público en aquel periodo por
la óptima combinación rock-blues y además por el hecho
que algunos de los miembros de la banda utilizan diferentes
tipos de drogas, en el año 1972 presentó la canción “Mi
hermana heroína, por favor, convierte esta pesadilla en un
sueño”. El éxito de esta canción, cuya letra fue escrita por
Marianne Faithful, se debió a ser capaz de interpretar un
estado físico común a toda una generación nacida bajo las
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bombas de la segunda guerra mundial y en el periodo suce-
sivo de la reconstrucción: la dependencia de las drogas con-
duce de forma rápida al inferno, y una inyección de heroína
u morfina puede brindar la sensación ficticia y de corto pla-
zo de salir de tan tremenda situación pero hacía a la vez
regresar a una triste normalidad, creando un ciclo sin salida.

No debe ser muy lejos lo que paso por la mente de los


“voraces” representantes de capitales ficticios cuando Dra-
ghi convocó una conferencia de prensa, y como ya he dicho
antes, propuso la continuación de la expansión cuantitativa,
abriendo, como manifiestan muchos comentaristas, de he-
cho una “fase 2 “ del célebre bazooka de la BCE. Es una rea-
lidad que el primer mes del 2016 ha estado particularmente
dramático en todas las plazas financieras a nivel mundial,
solo en la prima mitad del mes de enero los precios de la
bolsa se desinflaron en un volumen equivalente de 5,600
bil $. En el detalle, la bolsa de Shanghái perdió el 15%, el
Dow Jones y el Nasdaq cerca el 10%, el mercado japonés y
europeo registraron valores similares – aun ligeramente más
negativos que el europeo. En quince días la riqueza ficticia
disminuyó por una cifra equivalente a un tercio del PIB
estadounidense. Una pérdida generalizada que vuelve evi-
dentes las fallas sistemáticas del sistema y responsable de la
crisis de los operadores de la bolsa, y del capital en general,
que llevó a tener que suplicar por una medida de parte de
las autoridades monetarias (BCE y FED en particular) que
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van asumiendo una función parecida a los vendedores de
droga (pusher de liquidez) buscado sin tregua de los toxi-
cómanos cuando experimentan la terrible sensación provo-
cada por la abstinencia. La sola y gran diferencia es que
se manifiesta con tremenda violencia quedando claro, que
después de 8 años, poco se resolvió, a pesar de los cuentos
de los fieles servidores de la clase dominante y se su repre-
sentantes institucionales.

Hace casi tres años, después de la difusión de la “moda”


de los bancos centrales de imprimir dinero con el quanti-
tative easing (especialmente en los Estados Unidos), ya ad-
vertimos sobre los riesgos que una inundación de liquidez
habría podido generar (Schettino F., 2014, Diluvio di li-
quidità, La Contraddizione, 143): “siguiendo literalmente
una letanía bien conocida en Wall Street (sell in may and
go away), la primera mitad de mayo 2013, se ha visto a
los operadores del capital especulativo abandonar todos los
anteriores, participando en un volumen de asuntos que,
por un lado encuentra pocos antecedentes antes de la caída
de Lehman Brothers, por otro lado ha permitido a muchas
plazas financieras superar unos límites (llamados psicológ-
icos), obteniendo unos resultados que, innegablemente,
permanecerán en la historia: la abundante utilización del
vocablo rally, ya no es más patrimonio exclusivo de la pren-
sa especializada, representa esta serie de movimientos que,
en pocas semanas, ha desbordado la bolsa de Francfortés
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llegando a superar los 8.200 puntos [Dax] en los prime-
ros días de Mayo, los 15.000 en los Estados Unidos [Dow
Jones], a un estado eufórico las bolsas japonesas, aparte de
haber asegurado a la mayoría de las bolsas unas ganancias
particularmente extraordinarias, añadiendo nuevos logros o
hitos a la estela de performance que desde el principio del
año se ha estabilizado en un territorio netamente positivo.

La cuestión, está llena de sospechas, considerando las


inenarrables fatigas registradas en la acumulación real, de
valor, es aún más preocupante si se observa que el ataque
a los bonos de deuda publica no está limitado a los países
que, antes del 2008, habían demostrado ser suficientemente
solventes; lo que más sorprende es que esta monstruosa si-
tuación se aplicó a países con economías menos estables del
continente africano. En Ruanda, por ejemplo, la reciente
emisión de títulos ha obtenido una clamorosa over-subscrip-
tion: significa que el volumen de la demanda para adquirir
títulos de la deuda pública del Ruanda ha sido ocho veces
más alta que la oferta, a pesar del hecho que las tasas de
rendimiento no estaban particularmente altas para hacer el
riesgo razonable; si se piensa que la tasa de rendimiento es
aún más baja de los títulos italianos de hace pocos meses,
está clara la entidad de esta anomalía. Desde este punto de
vista, aparece oportuno subrayar como estos títulos, con ca-
ducidad de 10 años, han sido emitidos en divisa extranjera
(dólares EE.UU.), volviendo a proponer, aunque en una
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escalera de momento inferior, aquel mecanismo adoptado
en unos países suramericanos (Argentina in primis) entre
el final de los ochentas y la década sucesiva, que ha hecho
prácticamente imposible la restitución de esta deuda, con-
traída en una divisa “fuerte”, convirtiéndose así en una de
las primeras causa del consiguiente default.

Una fuerte colocación de los títulos en general, puede


ser justificada por dos fenómenos alternativos y totalmente
divergentes: situaciones de acumulación neta estrictamente
positiva y difusa a nivel mundial (por lo menos en un esce-
nario presumiblemente mejorado), cuestión que impulsa el
crecimiento de los valores de los títulos en la bolsa; y situa-
ciones opuestas, o sea en las fases más agudas de la crisis de
sobreproducción, cuando una sobreabundancia o excesiva
abundancia de capital monetario – que se ha acumulado en
las manos de la clase dominante – interviene en el juego de
la bolsa la única posibilidad de auto-valorización buscando
su ganancia (sin pasar por mercancía y plusvalía), convir-
tiéndose en capital ficticio estable; en ausencia, entonces, de
acumulación creciente, el resultado más obvio es que, en un
nivel más ancho, un mejoramiento por los valores de títulos
de bolsa solo vuelve a inflar las burbujas especulativas de
manera exponencial.

También los apologistas más serviles del modo de


producción de capital – los que ideológicamente siguen
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llamándolo “economía de mercado”, como si el mercado
fuera una exclusividad del capitalismo – en este momento
no serían capaces de afirmar que la acumulación de capi-
tal está marchando sobre ruedas. Esto explica la posibilidad
que los rally de bolsa sean empujados por una exaltante fase
de producción y circulación de neo valor a nivel mundial,
de una violenta hinchazón de una inmensa burbuja espe-
culativa – consecuencia y, por eso, no causa de la crisis de
acumulación – permanece la hipótesis más horrorosa y al
mismo tiempo más ajustada a la realidad.

Un ejemplo de esto, puede servir para una adecuada


comprensión de lo que está ocurriendo en los mercados
financieros internacionales. Ciertamente todo el mundo
se acuerda de la burbuja enlazada a los derivados sobre los
mutuos subprime, o sea aquellos paquetes de títulos-bas-
ura que ya en el 2006 fueron puestos en circulación, con
la aprobación culpable de las Calificadoras de riesgo (rating
agencies), y que ya estaban minados en los fundamentos por
una comprobada insolvencia de los deudores, aquellos suje-
tos estadunidenses que, desprovistos de cualquiera garantía
(trabajo estable, propiedad, etc.) habían pedido en préstamo
ingentes sumas de dinero para comprar propiedades inmo-
biliarias que, después de la explosión de la burbuja en el
2008, habrían perdido. Uno de esos bond era llamado Mabs
2006-Fre1 y era un instrumento construido sobre mutuos
subprime de casi dos mil personas (que, como previsto, por
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la mayoría no habrían devuelto las sumas contratadas) cuyo
valor ya en final de 2008 había llegado casi a cero: como
esto, un montón de instrumentos similares habían sido ven-
didos por todo el mundo – exactamente porque tenían una
buena valuación por las agencias de rating – dejando en las
manos de los adquirentes lo que se reveló ser un puñado de
moscas cuando, al final del 2008, el juego sería desvelado y
la inmensa burbuja empezó a detonar.

Pues bien, lo que más asusta es que, después de un quin-


quenio de una crisis muy pesada, de garantías por los repre-
sentantes institucionales que las conductas “desenfrenadas y
viciosas” de los años antes el derrumbe de Lehman Brothers
no habría vuelto a verificarse, al inicio del 2013 un fondo
especulativo del estado de Colorado/Usa ha tenido el coraje
de adquirir precisamente el “maldito” Mabs 2006-Fre1, au-
nque la tasa de insolvencia de quien contrata estos mutuos
había subido hasta el 57%. Además, es importante subrayar
como tal elección no ha sido una estrategia suicida, porque
muchos operadores se han interesado en este título, pue-
sto que su evaluación de mercado se ha duplicado en poco
menos de cinco meses. Es esto uno de los tantos casos en
que la realidad sobrepasa netamente cualquier tipo de ima-
ginación y nos cuenta que, como hace diez años, también la
“basura se ha convertido en oro” [véase W.Riolfi, sole24ore,
8.5.2013].

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El hecho de mayor relieve es que el caso descrito no es
esporádico: desde el principio de este año, el volumen de las
emisiones de “títulos-basura” ha sobrepasado lo del bienio
2006-2007, o sea el periodo de mayor hinchazón de la bur-
buja especulativa, que explotaría unos meses después. Por
eso, no sorprenden, pero nos hacen reflexionar, las recientes
declaraciones de importantes agentes del capital como War-
ren Buffett: “las obligaciones son ahora mismo una terrible
inversión; cuando las cosas cambien, la gente perderá mu-
chísimo dinero”; o las declaraciones de Mohamed El-Erian
(director general de Pimco, uno de los fundos de inversión
más grandes del mundo): “esta ola se romperá, tarde o tem-
prano; individualizar las modalidades y las consecuencias,
de momento, dada la importancia cualitativa que el fenóm-
eno está generando, es una ardua tarea”.

Simplificación monetaria
La sobreproducción de capital no es otra cosa, que una
sobreacumulación de capital: imposibilitando la produc-
ción de plusvalía y, por eso, liberado de la producción de
mercancía, proyectado a la especulación con la intención
de obtener cuotas de ganancias de los hermanos enemigos en
una fase de crisis, es una necesidad, más que una elección.
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Es la propia naturaleza de la crisis, y la reducción tendencial
de la tasa de ganancia, que por un lado favorece fenómenos
de concentración, y por otro lado crea una o esa masa de
capital monetario que viene liberada de la producción de
mercancía y pero que, siendo capital, tiene el deber de au-
to-valorarse accediendo a la única fuente de ganancia (no de
plusvalía) que existe; o sea aquella de los mercados de bolsa:
“la creciente concentración, apenas haya alcanzado un cier-
to nivel, provoca una nueva diminución de la tasa de ganan-
cia. La masa de los pequeños capitales triturados viene así
arrastrada en la ruta de las aventuras: especulación, enredos
crediticios y accionarios, crisis. Cuando hablamos de una
excesiva abundancia de capital, nos referíamos siempre o
casi siempre, en substancia, a la sobreabundancia de capital
por el cual la caída de la tasa de ganancia no viene compen-
sada por su masa – y esto siempre pasa en el caso de nuevos
capitales de formación derivada – o bien por la plétora que
esos capitales, incapaces de funcionar en solitario, ponen
a disposición de los dirigentes de las grandes industrias en
forma de crédito. Esta plétora de capital viene determinada
por las mismas circunstancias que generan una sobre pobla-
ción relativa y constituye entonces su manifestación com-
plementaria, aunque los dos fenómenos estén en los polos
opuestos, capital inutilizado por un lado y población obrera
inutilizada por otro lado” [Marx, C,iii, 15].

La plétora de capital (monetario) que creció de forma


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desproporcionada al compás de la última crisis capitalista –
a la par de la “liberación” de la fuerza de trabajo, muestra la
gravedad de la situación – es un producto endémico de la
crisis. Por si sola ayuda a explicar bastante el impresionan-
te volumen de operaciones del capital ficticio mundial, ya
sea antes y después del 2008. El exceso de capital empezó
a crecer ya desde comienzos de la década de 70, cuando
la acumulación mundial entró en crisis, expandiendo sus
mortíferos tentáculos en muchas áreas del mundo (Sudeste
asiático, Sudamérica, países ex soviéticos, etc.).

Sin embargo, una nueva y mastodóntica creación de li-


quidez, llevada acabó con el objetivo de contrastar un hi-
potético credit crunch (contracción del crédito) ha venido
agudizando el fenómeno y haciendo sus consecuencias más
devastadoras (al menos potencialmente). Sería prácticam-
ente imposible evaluar cuantitativamente la montaña de
liquidez sobrante presente en el mercado mundial bajo la
forma de capital ficticio. Los expertos hablan de miles de
billones de euros, aunque algunos consideran que la magni-
tud es todavía mayor. De hecho, desde finales de 2008 ha
habido quantitative easing por todas partes: este instrumen-
to de política monetaria (expansiva) consiste sustancialmen-
te en la creación de nueva moneda liquida, que por razones
obvias se presta con tipos de interés muy bajos (también ne-
gativos) a empresas que teóricamente son víctimas del credit
crunch, ya que están excluidas de los canales normales de
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financiación (sobre todo el bancario y el de obligaciones).

Como los sectores del capital ligados al dólar eran los


más perjudicados, no sorprende que haya sido la Federal
Reserve (FED) la que decidió imprimir unos 1700 miles
de millones de dólares ex novo ya a comienzos de 2009, para
intentar paliar una situación muy problemática. De esta
forma la FED crea condiciones propicias para desplazar el
epicentro de la crisis hacia los sectores del capital mundial
ligados al euro, sus principales antagonistas, algo que iba a
materializarse de forma estable en un plazo de poco más de
dos años. Mientras tanto el banco de Inglaterra, cada vez
más alineada a las orientaciones políticas y económicas de
su antigua colonia, adquiría títulos potencialmente tóxicos
por un valor de 300 mil millones de euros, también por
medio de libras esterlinas recién impresas. Sin embargo, la
situación era tan grave que solo unos pocos meses después
Bernanke tuvo que recurrir a la emisión de la segunda tran-
che de 600 billones de dólares (qe ii), a la cual correspondió
una maniobra parecida (aunque de menor magnitud) de los
británicos. Luego, cuando la FED promulgo el “qe infinity”
(el bombeo de unos 50 mil millones de dólares semanales
hasta que el paro no volviese a niveles “aceptables”), se com-
prendió que un problema inmenso se hubiera manifestado
al momento de la interrupción del programa (la llamada
esterilización del mercado), en el momento en que la FED
hubiera tenido que empezar las maniobras para quitar al
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menos una parte de la liquidez introducida en el mercado.

Como los problemas eran apremiantes, se apostó por


proporcionar una rápida bocanada de oxígeno en el in-
mediato, postergando para después las dramáticas conse-
cuencias. La Banca Central Europea (BCE), víctima de
sus propias reglas encentradas en control de precios, esta-
ba imposibilitada para replicar a maniobras tan agresivas,
y entonces se convirtió en victima expiatoria de los ataques
especulativos que siguieron, y que agudizaron de forma casi
mortal la crisis de la deuda los piigs (Portugal, Italia, Irlan-
da, Grecia y España) que todavía persiste.1

La jugada de la BCE de comienzos de 2015, cuando pro-


mulgó finalmente un verdadero qe, fue sin duda tardía y
probablemente intervino cuando ya el daño estaba hecho.
Con este programa la BCE iba a proporcionarle 1140 mil
millones de euros de nueva liquidez al sistema bancario eu-
ropeo hasta septiembre 2016, en emisiones semanales de
unos 60 mil millones cada una. Esta nueva liquidez fue
cedida a los varios bancos centrales nacionales, que reci-
bieron mandado de comprar títulos de la deuda pública
emitidos por el estado en el mercado secundario, no a la
emisión, evitando de esta forma violar el principio de “di-
vorcio” entre autoridades monetarias y gobierno que había

1 Schettino F., Metti una sera a Manhattan, La


contraddizione , no,131, 2010.
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sido establecido a nivel europeo (y también en otras partes)
desde los años 90. Sobre los límites potenciales de esta ma-
niobra podemos argumentar con confianza que el impacto
sobre la acumulación ha sido de modesta envergadura: las
tasas de crecimiento del PIB de los países de la Eurozona
en pocos casos son superiores a 1%. Además, tomando en
cuenta la espectacular caída del precio del petróleo y la de-
valuación del euro frente al dólar, se podría pensar inclu-
so a una sustancial neutralidad, al menos en relación a la
producción de mercancías y valor. A menudo, en el pasado
(véase en particular el número 135 de La Contraddizione),
subrayamos como la mayoría de esta inmensa liquidez fue
encaminada principalmente a la adquisición de nuevos in-
strumentos derivados de naturaleza especulativa: después
del hundimiento de hecho de la ley Dodd-Frank – que en
la propaganda gringa hubiera tenido que darle nuevas reglas
a los mercados financieros, supuestamente culpables de la
crisis – ya desde 2011 el capital mundial andaba por mal
camino. Ahora vemos, las consecuencias materiales, de lo
que anteriormente escribimos: después de la detonación de
2008 “la música volvió a empezar, con la misma orquesta y
los mismos directores que antes”.

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Llueve sobre mojado
Para desenredar toda esta maraña de números es impor-
tante remarcar como la crisis de sobre producción genera
una plétora de capital monetario, a raíz de la imposibilidad
del mismo para auto-valorizarse – Marx escribió eficazmen-
te “la sobreproducción especialmente tiene como condición
general la ley general de producción del capital, que lleva a
producir de forma proporcional a las fuerzas productivas
(es decir de la posibilidad de explotar, con una dada masa de
capital, una masa de trabajo lo más grande posible), sin cu-
idado por los límites de mercado o por las necesidades sol-
ventes, y de realizar eso por medio de un ensanchamiento
continuo de la reproducción y de la acumulación (Teorías
de la plusvalía, cap.14 (f.725)).

En otras palabras, como el capital no encuentra conve-


niente producir mercancías, ya que el mercado ya está satu-
rado, y por ende no puede llegar a la ganancia por medio
de la producción de valor (el célebre D-M-D´), no le queda
otra que lanzarse en buena medida al juego de la bolsa, para
arrebatarles cuotas de ganancia a los capitales competidores
(D-D’).

Entonces, muy al revés de lo que opinan muchos eco-


nomistas y operadores de mercado, no hay credit crunch
porque hay poca liquidez: el canal de préstamos desde los
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bancos hacia empresas o trabajadores individuales se corta
porque en épocas de crisis, unos no proporcionan garantías
de restitución a raíz del glut of the market, y los otros sen-
cillamente por la progresiva precarización del trabajo. En
este caso se podría decir que tal vez haya hasta demasiado
capital monetario líquido, pero las condiciones de mercado
impiden que se reparta de forma más adecuada.

Por estas razones, si los agentes del capital se considera-


ran como un unicum, o sea si se viera la clase dominante en
su unidad, la consecuencia más obvia sería la de argumen-
tar que una inundación global de liquidez podría generar
efectos nulos sobre la producción material y también sobre
las relaciones de fuerza que se dan en el marco de la compe-
tencia entre capitales. Sin embargo, con más razón en una
fase de crisis violenta y duradera como la actual, la multi-
plicidad es un aspecto evidente a raíz del evidente conflicto
entre distintos grupos de capitalistas. Entonces, la falta de
sincronización en las intervenciones de los distintos bancos
centrales, trabajando a favor de uno u otro de estos grupos,
ha tenido consecuencias importantes y desiguales. Mu-
chas fases de la crisis post-2008 fueran producto de ingen-
tes movimientos financieros, parcialmente alimentados por
las susodichas inyecciones de liquidez (La Contraddizione,
números 130, 131, 135 etc.): entre muchos, hay que men-
cionar el mortal ataque especulativo de febrero 2010, que
solo aparentemente estaba dirigido en contra de los títulos
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de la deuda griega, cuando en realidad (como luego se de-
mostró claramente) determinó la capitulación del capital
con base euro frente al americano, iniciando así el camino
hacia una unión anti-asiática (véase TTIP, Asociación Tran-
satlántica para el Comercio y la Inversión).

Por ende, no hay que asombrarse si la economía más


hundida en problemas – la americana – haya logrado (au-
nque solo aparentemente) volver a levantar la cabeza tan
pronto, anticipando las actuaciones de sus hermanos enemi-
gos. Estas últimas, aunque debidas, se revelaron ineficaces, e
inadecuadas para contrastar la ofensiva americana. En este
propósito, no es casual la utilización de parte de los agentes
de la clase dominante del termino bazooka, con referencia a
las medidas impulsadas por Draghi mencionadas en el co-
mienzo de este artículo: la evidente connotación bélica de
esta maniobra “inusual” demuestra que, como siempre, los
miembros de la clase dominante y sus agentes tienen un
nivel de consciencia de clase y de conocimiento del sistema
infinitamente mayor que el de los trabajadores.

Hemos hablado de la inutilidad sustancial en términ-


os de acumulación: sin embargo, observando la cuestión,
siempre desde la perspectiva del conflicto interno a la clase,
hay otro aspecto que, de alguna manera, consolida las con-
sideraciones ya hechas y vislumbra los que podrían ser los
escenarios futuros. Como es ampliamente sabido, lo que
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está sucediendo en los mercados asiáticos, particularmente
hace un cuarto de siglo, tiene un fuerte impacto en todo
el sistema del capital: en varios artículos hemos lanzado la
provocación que la China “Comunista” se había convertido
en la locomotora del capitalismo del siglo XXI o, desde otra
perspectiva, que el único país autoproclamado comunista
había rescatado el modo de producción capitalista de una
ruina de otro modo inevitable. Desde mediados de 2015,
sin embargo, y precisamente a partir de agosto del mismo
año, se comenzó a mirar hacia el Este con desconfianza y ter-
ror justificad, en cuanto las autoridades monetarias locales
decidieron devaluar el yuan, permitiendo automáticamente
un aumento de la competitividad de los productos chinos
(en detrimento de los de Europa, EE.UU. etc.). Muchos
recordarán que la reacción inmediata fue el derrumbe de las
bolsas mundiales junto con un sentimiento generalizado de
pánico que, sin embargo, en varias semanas, fatigosamen-
te regresó: en esa ocasión se empezó a hablar otra vez de
una supuesta “guerra de divisas” basándose en una idea de-
sarrollada en los EE.UU. y poco frecuente en Europa (The
Currency War, J.Rickards), según la cual, en una síntesis ex-
trema, el enfoque de la lucha capitalista se está realizando
en torno a las devaluaciones de las varias monedas (dólares
EE.UU. , euro, yuan y el yen in primis), para intentar obte-
ner las cuotas de mercado en exceso en detrimento de los
capitales competidores.

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Aparentemente, esta explicación parecería convincente:
el mito de la “devaluación competitiva” se aplica al mercado
mundial y, según los defensores de esta teoría, la competiti-
vidad jugaría principalmente en la tendencia a disminuir el
valor de la moneda para que la producción sea más barata
en el territorio en cuestión. La cuestión es, sin embargo,
mucho más compleja y no se puede reducir a una cuestión
de contabilidad establecida de manera tan simple: indepen-
dientemente de la especificidad del capital y su modo de
producción, se ha adoptado aquí un punto de vista burgués,
y por lo tanto muy cerca de la de los defensores de la sali-
da de la zona euro. El tema de la cuestión monetaria tiene
su relevancia. Como ya hemos escrito muchas veces en La
Contraddizione, la cuestión monetaria es la que más caracte-
riza la fase actual del imperialismo: pero, si se saca del con-
texto relativo a las leyes generales del desarrollo capitalista, y
por lo tanto de la producción de valor a nivel mundial - que
implica inevitablemente una conflictividad de clases y entre
las dos clases, - la cuestión se desvaloriza hasta ser únicam-
ente una historia contable, y por eso sin interés (para una
discusión sobre el tema de las áreas monetarias, consulta
la página web: www.contraddizione.it/temi). Sin embargo,
hay además que admitir que, a pesar de que representa sólo
un aspecto de la cuestión, la política monetaria a la baja
es también y sobre todo a causa de la crisis general, una
realidad a la que todos los grandes bancos centrales (UE,

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EE.UU., China, Japón) están apoyando, para intentar dar
un pequeño soplo de oxígeno al asfixiado capital local. To-
davía, como la prensa especializada claramente subraya [M.
Longo, Sole24Ore, 02.04.2016], cuando todos ofrecen la
misma política monetaria “no convencional”, una inunda-
ción de liquidez en relación con las tasas de interés reales e
convierten en negativas- en otras palabras significa que las
tasas de interés nominales son más bajas que la inflación, es
decir, pedir dinero prestado no sólo no cuesta nada, sino es
en sí mismo una inversión - entonces los efectos son nulos,
en términos de “devaluación competitiva”, ya que son mo-
vimientos que se neutralizan entre ellos.

Es decir, admitiendo implícitamente que un bombeo de


liquidez no hace más que generar inflación, esta competi-
ción a la baja se basa en inyecciones generosas en el sistema.
En tal caso, no es raro observar que este capital monetario
iniciará de nuevo el doble giro invertido, en proporciones
significativamente más altas que antes, agravando el siste-
ma con otro cargo. Su conversión en capital especulativo (o
ficticio) ahora se da por supuesto, y sólo este factor puede
actuar mediante la generación de nuevas fibrilaciones en
el mercado de acciones, en primera instancia y luego, por
supuesto, en el de la producción de mercancías. Por lo tan-
to, en resumen, lo que resulta con suficiente claridad, es que
a pesar de que en los siete años se han inyectado en el siste-
ma mundial de BCE, Federal reserve y el Banco de Japón
26
una cantidad de moneda acerca de $ 7.500 millones (se tra-
ta de una cifra acerca del doble del PIB anual de Alemania),
el capital mundial está en una situación de estancamiento al
considerar las perspectivas de crecimiento potencial (hacia
abajo) por el FMI (alrededor del 3% con un crecimiento
de la población del 1%); por otro lado, una extraordinaria
y pesada carga de capital ficticio está aplastando lentamente
el capital productivo de valor o utilizado en su circulación
en todo el mundo. Es evidente, entonces que, en general,
los qe no han sido tan eficaces en el tema de acumulación
de capital (confirmado por la reciente investigación sobre
la eficacia de la Commerzialbank Europea), pero, de hecho,
han sido capaces de crear una bola extraordinaria cuya pe-
ligrosidad esta ante los ojos de todos, en el primer lugar de
los agentes del capital. Esencialmente, esta loca carrera por
las inyecciones de liquidez y la caída de las tasas de interés,
ha pronunciado de manera efectiva que, el divorcio entre
los bancos centrales y los gobiernos, se ha materializado de
hecho en una política monetaria que se ha convertido en
un gran instrumento utilizado principalmente con el fin de
alimentar a las transacciones especulativas, cuyo volumen
ha alcanzado niveles extraordinarios. Por lo tanto, después
de ocho años de la violenta explosión de la crisis, estamos
asistiendo a un autodestrucción repentina por parte del
no-capital (el modo que Marx llama capital ficticio) contra
el productor de valor. En una de las contradicciones más

27
evidentes, no habiendo ninguna división en el nivel de la
propiedad del capital industrial con lo especulativo, la ne-
gación (capital ficticio) alimenta la crisis actual, comiendo
las migajas del productor de la mercancía (afirmación) que
la acumulación es cada vez más difícil, porque está comple-
tamente dominado por el otro.

La cuestión energética
Este extraordinario crecimiento del volumen de carga de
transacciones ficticias es, sin duda, uno de los elementos
en que se basan los colapsos que parecen no tener ningu-
na intención de detenerse en todo el mundo, tanto que no
ocupan más las noticias (mientras que se procesa el presente
artículo, el principal índice de la bolsa italiana llegó a desin-
flarse en un mes de 20%; el índice S&P ha perdido cerca de
$ 2 mil billones desde el comienzo del año).

Muchas personas se preguntan si el colapso simultáneo


de los precios del petróleo puede ser una causa, y, si fuera
posible determinarlo, las dos cantidades, intuitivamente co-
nexas negativamente, deben proceder, al principio de este
año, deslizándose hacia un abrazo mortal: el aparente oxím-
oron conceptual es que por años se ha dicho que el alto pre-

28
cio del petróleo aumentaba los costes de las empresas, y por
lo tanto se tuvo que despedir a los empleados para impulsar
la producción, mientras que hoy parece que a pesar de la
fuerte caída, de la producción no hay ninguna tendencia
contraria sobre dichas medidas.

Sobre la evolución de los precios del barril de petróleo


hay poco que añadir: sólo en el año pasado su evaluación se
ha reducido a la mitad, continuando la carrera espectacular
que, en seis años, lo ha llevado de un precio cercano a los $
140, hasta una cifra aproximada a alrededor de $ 30, con
evidentes distorsiones económicas y políticas a nivel mun-
dial. Sin duda, el colapso de los productos energéticos (no
sólo el petróleo, sino también gas y derivados) puso, de he-
cho, de rodillas tres economías, que según algunos análisis,
eran el verdadero objetivo de la “maniobra” que produjo
una reducción tan marcada: estamos hablando de Rusia,
Venezuela e Irán. El actor principal de este estratagema ha
sido, obviamente, Arabia Saudita - el histórico aliado de
Estados Unidos - que en los últimos meses ha empujado la
producción hasta tal punto que ha determinado una ten-
dencia a la baja, sin tener en cuenta, tal vez, como se verá
más adelante, ciertas complejidades que han surgido.

Independientemente de la voluntad expresa, los resul-


tados han ido en tal dirección: la balanza comercial de
Rusia rapidamente ha ido cayendo en números negativos,
29
imponiendo una deuda progresiva para el país que, en la
actualidad, es el antagonista más obvio del capital vinculado
al dólar, especialmente desde el punto de vista militar: los
eventos de Ucrania y Siria, que siguen estando dramátic-
amente abiertos, parecen empeorar diariamente, abriendo
escenarios de guerra difíciles de detectar y anticipar.

Argumento similar con respecto a Venezuela, que, sien-


do el segundo mayor productor de petróleo en el mundo,
tenía anclada la resistencia de lo que llaman “Socialismo del
Siglo XXI” con los surplus comerciales resultantes de la ven-
ta de petróleo: como se sabe, el Presidente Maduro, que por
eso no ganó las elecciones parlamentarias recientes, está a la
cabeza de un país profundamente dividido políticamente y
tampoco puede garantizar productos de primera necesidad
a gran parte de su población. Por lo tanto, con el precio
del crudo al mínimo histórico, todos los logros sociales del
“petrosocialismo” han sido cuestionados. Obviamente, esto
dará lugar a efectos significativos sobre el equilibrio del sub-
continente latinoamericano y sus relaciones con los Estados
Unidos, sobre todo por lo que se refiere a Cuba, que en
los últimos años tenía una relación de gran dependencia
con Venezuela: todavía no se sabe si esto tendrá un impacto
significativo sobre una probable vuelta reaccionaria en mu-
chos países de la América Latina, empezando por Brasil - el
cual será discutido más adelante - ya parcialmente iniciada
con la victoria de Macri en Argentina y con la victoria de la
30
derecha en Venezuela.

Por último, Irán, estado canalla por excelencia en la


imaginación de los gobiernos de Estados Unidos, único país
expresamente chiita que, por esta y otras razones, está en
profunda y explícita oposición al gobierno de Arabia Saudi-
ta, estado crucial no sólo por su energía. Si la voluntad, más
o menos explícita, de doblegar las economías rusa y venezo-
lana, parece relacionarse con bastante claridad a la estrategia
imperialista del capital atado al dólar en este comienzo de
siglo, algo más sobre a la hostilidad de Arabia \ Irán tiene
que ser insinuado, ya que representa un paso importante
para comprender otras dinámicas, incluidas las del califato
y la próxima invasión de Libia. La estrategia evidente de los
Saud fue, por lo tanto, la de inundar el mercado con petról-
eo, aprovechando el crecimiento de la demanda china, para
dejar permanentemente fuera de juego a Irán, que estando
en lucha por las sanciones de la energía nuclear, habría sido
severamente dañado, por no ser capaz de competir en un
mercado con un precio tan bajo. El fortalecimiento de Ara-
bia Saudita como principal potencia en el Medio Oriente
se dio por sentado y eso podría impactar en la economía de
la guerra en Siria, un país vinculado a Irán por ser gober-
nado por Bashar Assad, chiita, cómo todo su gobierno. Sin
embargo, los acuerdos sobre la energía nuclear, con los 5 +
1 de las Naciones Unidas en julio de 2015, han invertido
por completo las expectativas de Arabia Saudita, llevando
31
en pocos meses a borrar las sanciones contra Irán (enero de
2016), que adquirió reputación, demostrando una firmeza
inesperada frente a la provocación de Arabia Saudita, que
ha consistido en la decapitación de imán chiita Al Nimr.

El conflicto entre los dos países sigue siendo muy ele-


vado: muchos, de hecho, piensan que el régimen wahabita
está financiando de manera más o menos directa el califato,
cuyo enemigo principal no es, como algunos nos quieren
hacer creer, occidente, sino los propios chiitas, mientras
que Irán es, por supuesto, su fuerte oponente. En el plano
militar, los Saud están gastando anualmente más o menos
80 mil millones de $, un 12% del PIB, estando sólo detrás
de Estados Unidos, Rusia y China por cantidad total: por
lo tanto, no parece sorprendente que el aliado más impor-
tante, el gobierno de Estados Unidos, sea también el mayor
proveedor y que por ello han recibido armas por un total
de 90 mil millones de $ en sólo cuatro años. Irán tampoco
parece ahorrar, alcanzando el gasto de 30 mil millones de
$ cada año, de los cuales el 70% se destina a los llamados
Guardianes de la Revolución, los Pasdaran. Por producción
de petróleo crudo, Arabia Saudita tiene un potencial mu-
cho mayor, alcanzando casi 10 millones de barriles, frente
a los casi tres de Irán, que podrían convertirse rápidamente
en 4\5 especialmente después del levantamiento de las san-
ciones. La estrategia anti-iraní, por lo tanto, funcionó muy
poco y, en la actualidad, Rouhani está considerado como
32
un partner fiable para el capital internacional y así mismo la
economía iraní, que sin duda sufrió el colapso de los precios
del petróleo, pero no menos de lo que lo ha hecho Ara-
bia Saudita: el viaje de negocio a Europa y Italia, que es su
segundo partner comercial, probablemente es también una
victoria para Rusia y de forma parcial por China, que siem-
pre han apoyado al gobierno de Teherán, incluido cuando
estaba presidido por Ahmadinejad.

Además del objetivo iraní, el aumento de producción


- que se decidió unilateralmente, porque ya la OPEP tiene
un impacto muy marginal - en los programas de Riad se
iba a destinar al crecimiento potencial de la demanda “aspi-
radora” de China y de India; al mismo tiempo, el fracaso
de los productores estadounidenses de shale oil habría re-
ducido realmente la producción mundial total permitiendo
un aumento justo en su precio medio. Pero, desafortuna-
damente, eso no sucedió y el gobierno saudí se encuentra
navegando en aguas muy tormentosas dejando por primera
vez un déficit comercial de casi 90 mil millones de $. Las
razones son bastante claras: por un lado las agitaciones de
la economía china, que se discutirán más adelante, no han
garantizado la demanda necesaria para absorber el exceso
de producción de petróleo. Por otro lado, la teoría de que
la conveniencia de extracción de shale oil estadouniden-
se hubiese existido si el precio de cada barril fuera mayor
de 60 $ (punto de equilibrio), ha quedado invalidada,
33
puesto que, no tiene en cuenta que las recientes innova-
ciones tecnológicas permiten extraer shale oil con costos
muchos más bajos, creando sin embargo daños naturales
importantes que, por otro lado, nunca se van a añadir a
los gastos, ya que son públicos, al decir y pensar de cual-
quier persona que esté de acuerdo con los clichés liberales.
Por lo tanto, el gobierno de Arabia Saudita, y quizá en par-
te el de los Estados Unidos, han cometido básicamente un
importante error estratégico tanto desde el punto de vista
económico, y entonces político, como desde el punto de
vista militar. Además no han tenido éxito en el intento de
financiar grupos jihadistas contra Assad en Siria y tampoco
en el intento de eliminar la resistencia chiita apoyada por
Irán en Yemen.

Una crisis incontenible


El derrumbamiento de las bolsas mundiales es cada día
más espantoso: diarios y medios de comunicación se apre-
suran en exaltar rebotes momentáneos, pero en seguida
deben aceptar que es solamente el enésimo “gato muerto”.
Esta metáfora, con un sentido del humorismo bastante noir,
se usa para indicar una recuperación de la economía sola-
mente aparente, momentánea y de poca entidad, además a
34
ésta, seguirán caídas aún más evidentes: en efecto, se suele
decir que también un gato muerto si se lanza desde una
altura significativa rebota un poco, pero esto no implica que
siga vivo, más bien todo lo contrario.

Entonces hay muchas razones para que parece haber


vuelto a final de 2008 cuando todo parecía caer por un
despeñadero sin que se pudiera ver la salida. En el lejano
2013 (F. Schettino, Diluvio di liquidità, La Contraddizione
no.143) concluíamos el articulo con un presagio que parece
muy adecuado a la realidad que estamos viviendo: “la situa-
ción actual está tardando en asumir características signifi-
cativamente diferentes con respecto al bienio 2007-2008 y
el nivel de acumulación mundial sigue siendo estancado, o
incluso negativo si se restan en el cálculo los datos de China.
Esto demuestra que las conclusiones proporcionadas por
analistas mentirosos y mercenarios de las academias hayan,
una vez más, invertido la relación entre causas y efectos: en
efecto el problema no era, ni es, tampoco ahora, la falta de
crédito, sino el problema es la imposibilidad generalizada
de utilizar el capital monetario para producir valor. Causa
de esto es la crisis de superproducción de mercancías que ya
ha invadido cada esquina del mundo.

Entonces parece que estamos viendo la misma película


que ya vimos poco antes que la burbuja de la new economy
estallara (2000), todo precedido por las agresiones a los ti-
35
gres asiáticos, después a Rusia y América Latina, o justo
poco antes del derrote de Lb y similares. Sin embargo, de-
sde entonces, las cosas han cambiado mucho: la situación
contingente ha sido precedida por un quinquenio que ha
puesto en peligro, desde muchos puntos de vista, el sistema
capitalista. La condición de la clase subalterna, asimismo de
la pequeña burguesía, está tan cerca a los mínimos niveles
de subsistencia, también en aquellos países donde ésta ha
vivido en niveles similares de la aristocracia proletaria, que,
por cierto, un estallido violento de la burbuja difícilmente
podría dejar intactas las instituciones capitalistas así como
las hemos visto y conocido por lo menos desde hace medio
siglo hasta hoy.

Con respecto al periodo en lo cual escribimos el artículo,


unas cosas se han puesto de forma más fatal y esto produce
una situación con elementos aún más escalofriantes. Alre-
dedor de 2010, tras dos años de feróces trastornos, muchas
personas – a menudo tercermundistas o intelectuales/aca-
démicos, gente de izquierda siempre lista en creer en una
nueva oferta política – entrevieron en los países emergentes
y en particular los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sud África) un posible modelo de capitalismo alternativo
con respecto al “clásico” en lo que las relaciones mundiales
siguieran las reglas usuales de dominio del capital estaduni-
dense o europeo sobre todo el resto del mundo en una per-
spectiva (erróneamente) neocolonial (nunca imperialista).
36
Imaginando un antagonismo entre Norte y Sur del mun-
do que no existe en lugar de la científica dialéctica entre
las clases, ellos pensaban que el crecimiento anticíclico que
esos países estaban demostrando de poder conseguir en una
temporada para nada positiva, pudiera ser una señal signifi-
cativa sobre la justeza de este modelo alternativo en un plan
de salvar el capitalismo, desplazándolo hacia un enfoque de
mayor humanidad.

Los resultados extraordinarios en términos de crecimien-


to por parte de China minaron por un lado los modelos
econométricos tradicionales y por el otro terminaron por
enorgullecer hasta demasiados intelectuales de cierto calibre
que, cegados por la bandera roja y la mera existencia de un
carro burocrático como el PCC, vieron en la gran nación
asiática algo similar a un rescate del socialismo real contra
un capitalismo moribundo. Incluso aquellos que, entre el-
los, habían visto las cosas de buena fe, tuvieron que admi-
tir, sin embargo, que el sensible crecimiento chino hubiera
generado contradicciones en aumento gradual, sobretodo
dentro de la masa de trabajadores que estan sometidos del
proceso de valorización mundial ni más ni menos que sus
homólogos de todo el mundo. Argumento parcialmente si-
milar se produjo a Brasil que, después de cuatro mandatos
de presidencia de gobierno del PT (Partido de los Trabaja-
dores) parecía haber permitido ese extraordinario rebote
para el más grande país suramericano, generando ello una
37
transformación tan fuerte de llevarlo en las primeras posi-
ciónes mundiales en términos de PIB, superando, en 2013,
hasta Italia. Lo que principalmente deslumbró a muchos
analistas fue que junto a estos resultados en términos de
crecimiento, se acercaron aparentes reducciones de la de-
sigualdad y sensibles reducciones de la pobreza: pues, un
modelo capaz de conjugar crecimiento sensible a la reduc-
ción de pobreza y distribución de la renta parecia ser de
extraordinario interés para muchas naciones en las situacio-
nes más violentas creadas por la emergencia de la crisis. En
lo concerniente a la reducción de la pobreza es justo tener
en cuenta la eficacia de las maniobras adoptadas (reducción
de 20 mln de pobres en diez años), en lo referente al creci-
miento y la distribución de la renta, ya advertimos sobre la
característica intensamente aparente de ambos fenómenos
y sobre su unión indisoluble con los flujos financieros que
fueron atraídos por la política de tipos de interés altos so-
bre los títulos públicos brasileños en los años (regularmen-
te superiores al 10% en todo el período) que se acordaron
fácilmente con un coste del dinero prácticamente igual a
cero (o negativo) en EE.UU., Eu y Japón. En otras pala-
bras, fue bastante simple, por parte de muchos capitalistas,
tomar a préstamo sin costes del sistema monetario estadou-
nidense o europeo para adquirir enseguida títulos locales
ganando sobre un diferencial par al 10-15%, (garantizado
por el estado) que es ya significativo en un período de buena

38
acumulación; en uno de fuerte y perdurante contracción es
parecida a una bendición. En lo que respecta, en cambio, la
distribución de la renta, ya en artículos pasados denuncia-
mos el hecho que la reducción de la desigualdad fuera con-
ducida principalmente por el crecimiento del PIB, mientras
a nivel estructural la distribución de la renta se iba modi-
ficando generando un perfil de mayor polarización que, en
caso de estancamiento o crisis, habría podido generar hasta
violentas agitaciónes sociales. Luego, también sobre Rusia,
especialmente en el período de mayor roce bélico en la cue-
stión de Ucrania, muchos empezaron a seguir con interés el
modelo de desarrollo local y a considerar a Putin como un
paladín de la democracia mundial, olvidando que no es la
geografía la que hace, a la esencia del socialismo sino la pro-
piedad de los medios de producción (que en la actualidad
ni siquiera se cuestiona).

Se trata, sin dudas, de situaciones muy complejas: pode-


mos decir, en extrema síntesis, que Brasil está en crisis por
una pluralidad de razones. La principal es la rápida huida
de capitales que ha dejado el país endeudado hasta el cuello,
con una estructura productiva basada principalmente en la
industria agroalimentaria (soja, café, carne y otros productos
de los que es el primer exportador mundial) y entonces con
una capacidad limitada para competir en muchos sectores.
Al mismo tiempo no hay que olvidar la aspaventosa crisis de
la industria petrolera Petrobras – según algunos el verdadero
39
aglutinante del estado brasilero – que, por la reducción de
la cotización del crudo, padeció en pocos meses una reduc-
ción del 90% de su valor de bolsa, generando un problema
estructural muy amplio. Con respeto a Rusia, seguramente
la “conflictividad subsidiaria” con los EEUU es lo más re-
levante y lo que ha determinado sanciones internacionales
que, inevitablemente, han impactado negativamente sobre
las cuentas del país. Si a eso, como ya hemos ampliamente
documentado, se añade el efecto de la maniobra de Arabia
Saudí, o sea la caída del precio de los productos energétic-
os, el resultado es un país ceñido políticamente y con unas
cuentas cuya gestión es seguramente problemáticas.

Todavía, el gran enfermo de los últimos meses parece ser


el país que a lo largo de los últimos años ha mantenido a
flote el sistema del capital: la República Popular de China.
En realidad, más que de problemas estructurales (que como
veremos no faltan) sería más oportuno hablar de compati-
bilidad con el sistema capitalista. Para resumir brevemen-
te la historia, China es actualmente la segunda potencia
económica mundial y en pocos años debería convertirse en
la primera, aunque algunos analistas ya hoy la consideran la
primera potencia. El primer problema que se pone para el
capital mundial es que la economía más florida del planeta y
de alguna forma la más poderosa – no obstante el cerco pro-
movido por los hermanos enemigos mediante los acuerdos
TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) y
40
TTIP – por mucho que tenga una cara capitalista, todavía
no tiene las instituciones necesaria para dejar tranquilo al
capital mundial. Independientemente del hecho que la ún-
ica realidad política sea el partido comunista, lo que com-
plica la gestión de los negocios es la difícil penetrabilidad de
la sala de control por los hombres del capital internacional.
En otras palabras, su capacidad de influenciar las decisiones
de política económica y monetaria es próxima a cero; no es
el caso de la gran fibrilación que abrió la extraordinaria serie
de caídas de las bolsas mundiales que empezó cuando las
autoridades chinas decidieron unilateralmente la devalua-
ción de su propia moneda para abaratar las mercancías pro-
ducidas y cotizadas en yuan. Considerada la gran cantidad
de mercancías que salen de las fábricas chinas y que hoy en
día son prevalentemente de propiedad local, la devaluación
preocupó a los mercados causando una fragorosa caída que
afectó también la bolsa de Shanghai. Un guión muy pa-
recido se ha seguido a finales de 2015 cuando, frente a la
enésima devaluación programada de la moneda china, se ha
provocado una reacción en cadena que llega hasta los días
en los que escribimos este artículo.

Las preguntas son muchísimas, pero aquella que se di-


scute más es, porque una economía que presenta tasas de
crecimientos del PIB que en Europa y EEUU se sueñan
desde más de medio siglo, esté considerada en una fase de-
licada o directamente en crisis. Oficialmente China creció
41
del 7,3% en 2014 y del 6,9% en 2015: estos son datos que,
por muy lejos que estén del umbral psicológico del 8%,
representan algo extraordinario; todavía hay bastante gen-
te que empieza a dudar de su validez y fiabilidad. De he-
cho, un empleado de la China Energy Group calculó que,
como es intuitivo, desde 2005 hasta 2013 mediamente, por
cada punto de crecimiento del PIB, la demanda de energía
eléctrica se incrementó de un 1,09%. En el último bienio,
frente a las tasas de crecimiento oficiales, la demanda de
energía eléctrica aumentó del 3,8% mientras en 2015 (da-
tos de noviembre) solamente del 0,6%. Por muy grandes
que sean las trasformaciones de la economía china y por
mucho incremento de los servicios frente al sector indu-
strial, un desapego tan violento no parece tener justifica-
ción, de manera especial en 2015, cuando a un crecimiento
del Pib del 6,9% habría correspondido menos del 1% del
aumento del consumo de electricidad. Todo es posible pero
las dudas persisten y se amplifican sobre todo a la luz de
la doble devaluación de la moneda en un año, que en este
marco parece una inevitable consecuencia la dificultad en la
acumulación de capital. Entonces, que se trate de dudas re-
lativas a las estimaciones del PIB, a la falta de control sobre
las autoridades políticas y monetarias, al “shadow banking”
– que no es otra cosa que un sistema de crédito informal
que llega al 34% del PIB – o al endeudamiento, creciendo
vertiginosamente junto al riego sistémico (800 billones $),

42
China ya no representa el ancla de salvación que en los últ-
imos años ha permitido al sistema seguir flotando. A finales
de 2015, la inserción por parte del FMI del yuan en la cana-
sta de monedas que concurren a formar los DEG (derechos
especiales de giro) permite a la moneda china convertirse en
una divisa internacional (al igual que el dólar estadouniden-
se, el euro, el yen y la libra esterlina) utilizable como reserva
de valor y también para el intercambio de bienes y servicios.
Esta jugada, sin embargo, ha sido obstaculizada por parte
de muchos operadores, ya que China no parece haber im-
plementado las suficientes las reformas en el sentido liberal,
como lo exigen las autoridades supranacionales, aunque
podría leerse como la tentativa de estabilizar la excesiva vo-
latilidad perseguida por las autoridades monetarias en los
últimos meses. Otra explicación podría encontrarse en la
preparación a la concesión internacional del estatus de Mes
(market economy status), lo que cambiaría sustancialmente
la configuración productiva mundial.

Esto es probablemente el pivote de las turbulencias


actuales: después de 15 años de permanencia en la OMC
(Organización Mundial del Comercio), como concertado
en esa sede, China ha legítimamente pedido de manera más
o menos oficial, de lograr el Mes, o sea de ser reconocida
como economía de mercado al igual que las otras poten-
cias económicas mundiales. Dejando de lado las potencia-
les reacciones histéricas de los que todavía ven en China el
43
bastión comunista en el mundo, la cosa obviamente no se
limita a una etiqueta sino que podría tener efectos estreme-
cedores. No obstante muchos piensan que las mercancías
chinas nos hayan invadido, en realidad a causa de su especi-
fica configuración parcialmente centralizada, hay aranceles
y política fiscal que reducen sensiblemente el flujo de mer-
cancías y servicios potencialmente al llegar de la RPC, au-
mentando precios o reduciendo la cantidad. Si se concedie-
ra el Mes, habría que remover gran parte de estas medidas,
con evidente repercusiones sobre los sectores que de mo-
mento sobreviven a la sombra de aranceles y protecciones.
En cuanto a Italia, las consecuencias serían ingentes, con-
siderando que el 40% de las empresas europeas protegidas
con tales políticas son italianas. Los sectores más afectados,
según un estudio gubernamental publicados por el periód-
ico económico italiano Il Sole 24 ore (10.12.2015) serian:
productos químicos, acero, cerámica, papel y fábricas de
pernos que podrían ser barridos si se abrieran realmente a
la competición china, con evidentes repercusiones negati-
vas en términos ocupacionales para Europa. En China, por
ejemplo, la sobrecapacidad productiva de acero excede de
300 millones de toneladas, o sea el doble de la producción
anual de toda Europa; en la cerámica correrían riesgo de
perderse 200mil empleados, mientras en las fabricas del pa-
pel pocos menos de 700 mil, sin considerar los efectos sobre
las actividades derivadas. Esta realidad es bastante conocida

44
por las autoridades europeas y no hay día que pasa que no
intenten bloquear el reconocimiento del Mes a China. Por
otra parta, los EE.UU. podrían jugar tácticamente sobre la
cuestión y, utilizando el Mes como arma de chantaje, obli-
gar la UE a acelerar la conclusión de los acuerdos TTIP que
solo aparentemente abriría reales posibilidades al capital li-
gado al dólar estadounidense2.

Consideraciones finales
Los factores descritos anteriormente, aunque no son
exhaustivos, proporcionan un número suficiente de ele-
mentos para tratar de identificar una clave de lectura sobre
los temas de actualidad y sus perspectivas. Después de ocho
años la economía mundial se encuentra nuevamente en
combate contra una crisis que está resurgiendo con toda su
violencia. A finales de 2008 explicamos, en abierta polém-
ica con toda la prensa y los académicos – subidos al carro de
los expertos de crisis tras una carrera hecha de modelos que
contemplan el crecimiento indefinido y sin parar – que no
tenía sentido hablar de crisis financiera o especulativa y que,
por el contrario, lo que ocurrió tras la bancarrota pilotada

2 Se vea también: Schettino F. (2014), Accordi e


disaccordi, La Contraddizione, no.149.
45
de Lb era el epifenómeno de una crisis de sobreproducción
que se remonta a los años setenta. También ahora, en 2016,
después de ocho años y a pesar de las fantasiosas y creativas
reconstrucciones periodísticas y pseudocientíficas, segui-
mos diciendo que los problemas que se han amontonado
antes de la explosión de la crisis del 2008 son los mismos
de los que hoy afectan mortalmente el capital mundial, ya
que gran parte de las maniobras de política económica han
tenido la misma función de una dosis de metadona asumida
por el toxicómano a sus últimas boqueadas. Los EE.UU.,
así como la mayoría de los estados europeos, están efectiva-
mente en riesgo de una nueva recesión, por mucho que los
lacayos de la clase dominante se ingenien buscando nuevos
chivos expiatorios. Las mismas declaraciones hechas a fi-
nales de 2015 por la directora del FMI, Lagarde, son em-
blemáticas y demuestran justamente eso: “estamos en una
coyuntura difícil y compleja”. No obstante el desmantela-
miento del mercado laboral mundial, o sea la precarización
masiva de la clase subordinada y, más general, la promoción
de políticas que antagonizan la crisis, la asfixia del capital
se ha agravado y la vital oxigenación china está perdiendo
eficacia, poniendo en grave riesgo la estabilidad general del
sistema. La crisis de sobreproducción está probablemente
pasando su fase más difícil y las herramientas para camuflar-
lo parecen agotadas. En todo eso, la inundación de liqui-
dez de competencia casi exclusiva del capital ficticio, podría

46
asumir un rol en patente contraste con las expectativas y las
declaraciones de intención: esta inmensa masa de productos
financieros inflados en una o más burbujas en el tiempo
podrían actuar de la misma manera como un disparador) y
amplificar la crisis de acumulación, desvelando como ocur-
rió ya en 2008, después de la explosión de la crisis subprime,
la prevaleciente naturaleza ficticia del capital mundial y la
obscuridad, cada día más negra, del túnel donde el modo de
producción se ha canalizado desde hace años.

47
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