Está en la página 1de 2

César Hildebrandt

La Primera, 29 de agosto 2008

Un Perú de papel
Como habrán notado algunos, esta columna hace tiempo que no comenta las babosadas de la caverna.

¿Que la Comisión de la Verdad es una conspiración caviar? Que lo sigan diciendo. La gente no les hace
caso. El país está en otra. Los giampietris no son ni, por asomo, importantes.

¿Que Fujimori es honrado y patriota? Que Saravá siga diciéndolo y que su rostro siga siendo el logotipo
moral del fujimorismo. No hay que contestarles porque sería de pésima educación.

¿Que la ley de la selva debió de aprobarse y que su rectificación será vista como una claudicación por los
inversores? Que “El Comercio” lo siga escribiendo en esos editoriales que tose Huguito Guerra y corrige
el fantasma sin cabeza de Sánchez Cerro.

¿Que la felicidad está a la vuelta de la esquina gracias al manejo económico a cargo del hampa de Eisha
que federó Kuczynski y heredó, gustosamente, el doctor García? Que algún diario de los Agois lo diga no
significa nada. Total, los Agois son, como se sabe, la viruta tenaz de Luis Banchero Rossi.

¿Que el chavismo y el humalismo encienden la pradera y que si no fuera por ellos la paz del Perú sería
absoluta? Que lo diga algún Wolfenzonzo no debería alterar a nadie. El sur se pronuncia a su manera, la
selva deroga una ley hecha para los madereros de Chile, los de abajo no se la creen.

En el fondo, como dijo Abelardo Oquendo en su versión de Pedro Rojas el día que “La Crónica” dejó de
ser de la familia Prado, “la derecha es un tigre de papel”.

Y con papel impreso quieren aturdirnos. De papel es el país inventado donde Alva Castro es una
autoridad respetable, Vega Llona un intelectual, García un estadista, el Perú un tigre asiático camino al
primer mundo, la minería un gran contribuyente, Keiko Sofía una gran dama y así por el estilo, todo
cambalacheado y al revés, patas arriba y de contra, acangrejado y tornasol.

Este Perú pirata que la derecha ha levantado dominando la escena de los medios, no es el real. Y lo que
va a suceder, como ha pasado cada treinta años, es que va a llegar el día en que esa verdad calumniada
por la ficción de la caverna va a encontrar la manera de imponerse.

Y se impondrá.

Así se reúnan veinte mil giampietris vestidos de blanco (primero) y rojo (después de la tarea).

Así “El Comercio” tenga una rabieta y los Agois una rabietita.

Así las radios claves griten en clave de sol.

Porque a la derecha peruana le pasará siempre lo mismo que a sus ancestros guaneros: hará negocios
pero no país, plata pero no nación, fortuna pero no cimientos, bonanza pero no futuro.

Si la llamada “prosperidad falaz” del guano nos dejó corrupción y deudas, ¿qué nos dejará esta bonanza
metálica que tiene fecha de caducidad?

No sé, desde luego, qué nos dejará. Creo saber, sin embargo, qué no nos dejará.

No nos dejará un Estado arbitral tratando de reducir las peores inequidades.

No nos dejará un país amistado, longitudinal y transversalmente. El hecho de que sigamos llamando
“nativos” a quienes pueblan la selva que no miramos y que es el 70% de nuestro territorio, da una idea del
fracaso peruano como proyecto de Estado-nación. El hecho de que mucha gente siga pensando que los
asesinados de Putis no son semejantes sino miembros de una ciudadanía degradada que habita las
alturas, es otra huella de esta desgracia desintegradora.

El Perú es, potencialmente, una Yugoslavia andina. Está pegado con las babas del diablo y el terokal del
centralismo represivo y, a diferencia de la Yugoslavia de Tito, carece de un centro real. Y la derecha de
papel cree que domina la situación porque sus periódicos se lo dicen y sus televisiones se lo paporretean.
Está segura, además, de que el consuelo de la caridad –vaso de leche, juntos, sembrando, toda esa
porquería “altruista”- resultará suficiente para calmar las hambres y parar las rabias.

Si la política peruana no se renueva, si los partidos no se adecentan, si la perplejidad sigue paralizando a


los buenos y la impunidad alentando a las sabandijas, el Perú sabrá lo que es violencia. Y no sólo sabrá.
Quizá sea que la merecerá.

También podría gustarte