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Deleuze y el cine: antecedentes teóricos

Saussure y el estructuralismo

Con todo, es Saussure la figura fundacional del estructuralismo europeo,


y con ello en buena medida de la semiótica del cine. El Curso de
lingüística general de Saussure fue el preludio de una especie de
“revolución copernicana” en el pensamiento lingüístico; el lenguaje ya no
era un mero apéndice de nuestra comprensión de la realidad, sino el
elemento formativo de ésta. La lingüística saussureana forma parte de
un desplazamiento general de la preocupación decimonónica por lo
temporal y lo histórico – ejemplificada por la dialéctica histórica de Hegel,
el materialismo dialéctico de Marx y la “evolución de las especies” de
Darwin – hacia el interés contemporáneo por lo espacial, lo sistemático y
la estructural. Saussure sostenía que la lingüística debía alejarse de la
orientación histórica (diacrónica) de la lingüística tradicional en dirección
a un enfoque sincrónico que estudiase el lenguaje como totalidad
funcional en un determinado punto en el tiempo (Stam, 2001, p. 127).

En su libro, “Breve historia de la lingüística”, Robbins (1992) considera no


menos importantes los estudios lingüísticos de los siglos anteriores al XIX,
aunque no sistematizados y no contribuyentes entre si para el desarrollo de la
lingüística. Sobre esto afirma:

Con razón se puede decir que los trabajos históricos anteriores al siglo
XIX son esporádicos, no por falta de profundidad o valoración de lo
apreciado, sino porque toda la investigación y las sugerencias de los
eruditos permanecieron aisladas en su mayor parte, y como éstos no se
asentaron sobre lo conseguido por los pensadores que les precedieron,
puede decirse que carecieron de base para construir nuevos desarrollos
o para reaccionar frente a aquellas (p.185).
El siglo XIX se caracterizó por dar a “luz” las principales ciencias duras y
formales que descollarían en el siglo XX (la física, la química y la biología, la
lógica y sobre todo las matemáticas) y cuyos fundamentos epistémicos se
encuentran en el positivismo (conocimiento a través de los sentidos, la
experimentación y la cuantificación de los fenómenos de la realidad) y en una
concepción del tiempo lineal y evolutivo como un vector (pasado- presente-
futuro; una humanidad que se proyectaba hacia un futuro de avances y
progresos en todos sus ámbitos). No siendo indiferente a todo este contexto, y
a diferencia de los siglos anteriores, en los cuales el conocimiento lingüístico se
sistematizó poco, en un buen trecho del siglo XIX, sobre todo desde la escuela
alemana, las investigaciones lingüísticas se llevaron a cabo desde una
perspectiva diacrónica1. Al respecto, Robbins (1992) afirma:

(…) la verdad es que este siglo fue testigo del desarrollo de nuevos
conceptos, teóricos y metodológicos, en el terreno de la lingüística
histórica y comparada, y también que todos los empeños lingüísticos de
pensadores y estudiosos de esta ciencia se centraron en este aspecto
de la disciplina más que en otros (p.185).

Fue Ferdinand de Saussure, quien hacia el último cuarto del siglo XIX,
apartándose de la lingüística histórica y comparada (la escuela neogramàtica
alemana, en especial) y sus correspondientes pilares cognoscitivos e
investigativos, estructura y funda una nueva forma de analizar los diversos
procesos y fenómenos lingüísticos y, muy en especial, una forma sui generis,

1
G.W.F. Hegel, idealista absoluto, en palabras de Fabio Vélez Uribe (1984, p.162),fue el primer filósofo
que sistematizó, organizò y divulgó desde una perspectiva histórica gran parte de los aportes de la
filosofía hasta la segunda década del siglo XIX. Su influencia fue determinante no sólo en la filosofía,
sino también en áreas o campos como la lingüística, donde la dimensión causal y temporaljugaron un
papel decisivo en su consolidación epistemológica y metodológica. En la siguiente cita, no obstante
algunas palabras y frases “oscuras”, el filósofo alemán para intentar “esclarecer” el concepto de la historia
de la filosofía recurre a la noción de “evolución”: “Para llegar a este conocimiento, no tenemos más
remedio que entrar en algunos conceptos abstractos que son, como tales,conceptos perfectamente
generales y secos. Nos referimos especialmentea los dos criterios de la evolución y lo concreto. Másaún,
podríamos, incluso, resumir lo que aquí interesa en el solocriterio de la evolución, pues si acertamos a ver
claro en él,todo lo demás se desprenderá y deducirá por sí mismo. Elproducto del pensamiento es lo
pensado en general; pero el pensamientoes todavía algo formal, el concepto es ya el pensamientomás
determinado y la idea, finalmente, el pensamientoen su totalidad y determinado como el ser en y para sí.
Porconsiguiente, la idea es lo verdadero y solamente lo verdadero;la naturaleza de la idea
consiste,esencialmente, en desenvolverley en llegar a comprenderse solamente por obra de laevolución,
en llegar a ser lo que es. El que la idea tiene queempezar por hacerse lo que es, podría afirmarse”
hasta el momento no llevada a cabo, de indagar los diversos aspectos de la
lengua. La perspectiva de Saussure tuvo como fundamento epistemológico
para abordar los fenómenos lingüísticos la dimensión sincrónica de los
mismos; es decir, el lingüista ginebrino, consideró, saliéndose de la razón
histórica, los fenómenos lingüísticos y la lengua en un momento dado, en una
perspectiva màs espacial y estructural, a diferencia de lingüistas como Rask,
Grimm y Bopp, según Robbins (1992) los iniciadores de la lingüística histórica y
científica, quienes asumían la lengua como el resultado de trasformaciones de
de sus elementos a lo largo del tiempo (diacronia) Sobre esto, Robert Stam
(1999, p.23) afirma:

Saussure defendió que la lingüística debía alejarse de la orientación


histórica (diacrónica) de la lingüística tradicional, una aproximación
profundamente enraizada en el historicismo del siglo XIX, en dirección a
una aproximación “sincrónica” que estudia la lengua como una totalidad
funcional en un momento dado del tiempo.

Según la interpretación de Stam (1999, p.23) sobre la ruptura que hace


Saussure con el análisis diacrónico, “Lo que importa es el giro en el énfasis
desde la aproximación histórica al lenguaje (preocupada por los orígenes y la
evolución de los lenguajes, por la etimología de las palabras, por los “cambios
de sonidos” a través del tiempo y de la evolución comparativa de los idiomas),
en dirección a un énfasis en el lenguaje como un sistema funcional. ¿Cómo
funciona la lengua inglesa en este preciso momento? “Para Saussure sería un
error poner demasiado énfasis en las cuestiones del origen y la evolución”
(Stam, p 23). Ahora bien, esta escisión propuesta por el lingüista ginebrino
impulsa un “cisma” de orden epistemológico mucho más amplio en la década
de los cincuenta y sesenta del siglo XX, dando de esta forma origen al
estructuralismo, cuando algunos académicos e investigadores de las ciencias
sociales y humanas retoman tal “quiebre” con la perspectiva histórica y
temporal para abordar diversos aspectos de la realidad social y cultural. Al
respecto, partiendo de la distinción que hace Saussure entre diacronía y
sincronía (lingüística estática y evolutiva), Jean Marie Auzias (1970, p. 20)
afirma:
Con el estructuralismo desaparece, en efecto, el privilegio, durante
mucho tiempo exorbitante, de la historicidad. So pretexto de tomar de las
ciencias de la naturaleza la noción de causalidad, se había llegado a
pensar que en la vida del hombre la causa era el “antecedente
constante”.Es decir, que para encontrar la explicación de un fenómeno
era forzoso remontarse hasta el que le precedía; todo se convertía en
histórico: la vida explicaba la obra, las obras precedentes explicaban las
que venían a continuación; los estados observables de una sociedad se
explicaban a partir de los estados anteriores; la filosofía se transformaba
en historia de la filosofía en espera de devenir con toda naturalidad
historia de la historia de la filosofía”.

Los estudios e investigaciones soportadas en el paradigma diacrónico ponían


un marcado énfasis en el origen y la evolución de los lenguajes, en la
etimología de las palabras, en las transformaciones de los fonemas, en el
transcurso del tiempo, y en la evolución de los idiomas así como la
comparación, en sus diversas etapas, de los idiomas. Respecto al análisis
diacrónico imperante en las investigaciones y estudios lingüísticos realizados
durante buena parte del siglo XIX, Robins (1992,p.192 – 193), refiriéndose a los
análisis de uno de los fundadores de la lingüística histórica científica, dice lo
siguiente:
(…) y aunque Turgot, en un artículo publicado en la Enciclopedia
francesa en 1756, sobre la etimología, ya había indicado la existencia de
diferentes grupos de cambios fonéticos en las historias de las distintas
lenguas individuales, fue Rask el que ordenó por vez primera las
comparaciones sistemáticas de las formas de las palabras, emparejando
determinados sonidos de una lengua con los de otra y ejemplificándolos
con numerosas palabras diferentes.

En la misma línea de pensamiento, Respecto a la gramática comparada


(lingüística histórica científica), Ducrot (1975, p. 50 – 51) afirma:
“Esta se había dedicado, ante todo, a establecer correspondencias entre
los elementos (morfemas) de las lenguas cuyo parentesco se presumía.
Simultáneamente el ordenamiento de esos elementos en cada lengua
aparecía como una especie de epifenómeno. En el mejor de los casos,
se lo consideraba – es la opinión de Bopp – como una supervivencia
fragmentaria y contingente de una organización primitiva paulatinamente
dislocada”

El giro de Saussure excluye esta perspectiva; y su decisión de desdeñarla


puede ser explicada, según Ducrot (1975, p. 50-51), por la manera como
aborda la noción de elemento lingüístico. Los neogramáticos y comparativistas
analizaban el elemento lingüístico desde una perspectiva atomística y sin
relación, o muy escasa, con el sistema en el cual estaba inmerso. Tal como lo
afirma Auzias, los lingüistas comparativistas también asumían no
sistemáticamente a la lengua sino a partir del principio de causalidad en los
elementos que la componen (relación de necesidad que se da entre la causa y
el efecto, siendo este un principio universal) así como considerar a tales
elementos desde una perspectiva substancial

Saussure redireccionó los fundamentos de la lingüística al considerar los


elementos de aquella no como unidades aisladas y substanciales sino
enmarcados en una inteligibilidad en la cual los componentes reales del
lenguaje se identificarían “(…) con el de sus relaciones mutuas y finalmente
con el reconocimiento de una organización lingüística” (Ducrot, p. 51).

Màs adelante Ducrot (1975, p. 51) afirma:

Hay un tema que vuelve constantemente a través del Curso de


lingüística general: la idea de que los elementos lingüísticos no son
datos, que el lingüista no encuentra de entrada, en el texto que estudia,
la indicación evidente de las unidades con las que ese texto está
construido.
Para los neográmaticos los elementos lingüísticos se definen substancialmente,
a partir de si mismos. En ese sentido, se puede soportar esta perspectiva
desde varias posturas, a saber, por ejemplo desde los mismos inicios de la
filosofía. Segùn el diccionario en línea Filosofia.org, “En la filosofía premarxista,
sustancia significaba el fundamento inmutable de todo lo existente, por
oposición a las propiedades mudables de las cosas individuales; el sostén
inmutable de estas propiedades” La referencia a Platòn aquí es directa.
Cuando se habla de “fundamento inmnudable de todo lo existente” se hace
alusión al mundo de las ideas, cuya perfección permitiría el conocimiento
verdadero, pues este es universal. Por su parte, en los objetos particulares no
encontramos un conocimiento fiable, verdadero y universal, ya que las cosas
son imperfectas, corruptas. Estos dos mundos se contrapondrían, y el mundo
de la ideas seria un mundo “substancial”, perfecto y donde se podría encontrar
el verdadero conocimiento, que es el universal. Aparte de este, se pueden
considerar dos acercamientos filosóficos que contribuirán de manera
significativa a desarrollos posteriores de la filosofía, la linguistica y la ciencia en
general. Por un lado, Aristóteles identifica el verdadero ser de una cosa con la
substancia de la cosa, es decir, aquello sin lo cual la cosa deja de ser ella
misma y se transforma en otra (Atlas Universal de Filosofía, 2004, p. 641).
Ferrater Mora, en su célebre Diccionario de Filosofía (p.735), considera que

“(…) la substancia (primera) posee las características a que se ha


referido Wolfgang Cramer (DasAbsoluteund das Kontingente.
UntersuchungenzuraSubstanzbegriff, 1958
[PhilosophischeAbhandlungen, 1): es algo individual, irreductible, único,
que no está en otra cosa; es algo que se determina a sí mismo y se
basta (ontológicamente) a sí mismo; es algo que podría existir aunque
no existiera otra cosa (…)”.

Estas características se articulan muy bien con la perspectiva histórica de los


comparativistas, pues en ellos el concepto de elemento lingüístico (una
palabra, por ejemplo), es independiente con relación al sistema. Por otro lado,
Fabio Vélez Uribe (1984, p. 49), siguiendo a Spinoza, define substancia como
“Aquello que existe en si y no en otro”. Tanto en el filósofo griego como en el
filósofo holandés, el “objeto”, “cosa” o “aquello” no requiere de elementos
exteriores a él para definirse; mucho menos de interacciones complejas con
otros elementos. Justamente es a esto a lo que se opone Saussure.

Ducrot, siguiendo la argumentación de Saussure en contra de los lingüistas


históricos, concluye:

Entonces ya no se puede comprender el desprecio que los historiadores


tienen por el sistema con el pretexto de que han hallado en el elemento
un objeto inteligible; de hecho, la simple localización del elemento
presupone que se haya admitido un esquema de conjunto de la lengua.
La aportación propia de Saussure al estructuralismo lingüístico consiste,
según nosotros, en el hecho de presuponer el sistema en el elemento.
(p. 51)

Sazbón complementa y amplia la conclusión dada por Ducrot en torno al aporte


del lingüista ginebrino al problematizar la noción de sustancia, concepto
presente en los análisis lingüísticos de los comparativistas. Al tiempo que pone
de relieve el problema de la “sustancialidad” del elemento lingüístico, Saussure
plantea una salida epistemológica diferente para el estudio de la lengua que
cimentaría las bases del estructuralismo del siglo XX. Con relación a esta
salida, Sazbón (1969, p. 9), después de citar a Benveniste (1960, p.9) y señalar
como éste se refiere a la red de relaciones que determina a cada elemento del
sistema, afirma (justamente sobre esta red de relaciones puesta en el terreno
lingüístico por Saussure):

Esta es una evidencia primera y el hilo conductor que llevará a anunciar


sus tesis revolucionarias en los recordados cursos que editarían Bally y
Sechehaye. Aquí está esbozado lo que sería una constante básica en la
historia del estructuralismo: comprender el objeto, no en su apariencia
sustancial sino en sus aspectos relacionales: abandonar las sustancias
para atenerse a las formas, pero sin hipostasiar a estas últimas,
relegando los contenidos (formalismo): más bien acentuando el carácter
inescindible de la entidad forma-contenido en el seno de la trama de
relaciones que la constituye (Sazbón, 1969,pags. 9 y 10).

Con el aporte epistemológico ya mencionado, y que no solo implica a la


disciplina lingüística sino a todo el conjunto de las ciencias humanas de buena
parte del siglo XX, Saussure, citado por Sazbón (1969, p. 10)2, afirma lo
siguiente:

He aquí nuestra profesión de fe en materia lingüística: en otros campos


se puede hablar de las cosas desde uno y otro punto de vista, seguros
de volver a encontrar un terreno firme en el objeto mismo. Pero en
lingüística no aceptamos, en principio, que haya objetos dados, que
haya cosas que sigan existiendo cuando pasamos de un orden de ideas
a otro, y que, por consiguiente, podamos permitirnos considerar “cosas”
en varios órdenes, como si ellas estuviesen dadas por ellas mismas.

No obstante, si hay una escisión con la forma de abordar la lingüística histórica


de los comparativistas, aparte de la generalidad expuesta en la “red de
relaciones”, ¿dónde reside el nuevo paradigma lingüístico ostentado por
Ferdinand de Saussure? De nuevo José Sazbón ofrece una respuesta a este
interrogante a partir de un principio inherente a la mirada sistémica, y que sirve
de pivote al planteamiento estructuralista de Saussure; para tal efecto, Sazbón,
junto a un desarrollo conceptual propio, recurre de nuevo a Benveniste:

No se puede estudiar el lenguaje como una cosa o un organismo, ni


tampoco como una libre creación de la imaginación humana. La
lingüística debe delimitar de otro modo su objeto y, para ello, quebrar
radicalmente el marco en que se había movido hasta entonces. El
principio central de la teoría saussureana es que “el lenguaje… es
siempre un objeto doble, formado por dos partes, cada una de las cuales
sólo vale por la otra.

2
F. de Saussure: “Notes inédites”, en Cahiers Ferdinand de Saussure, Ginebre, No 12, 1954, p. 58.
Y es justamente desde este principio que Saussure desarrolla buena parte de
su andamiaje teórico y metodológico y que será el aporte fundamental para la
lingüística estructural. Según Sazbón (1969, p.10), siguiendo a Saussure y a
Benveniste, “En el lenguaje todo debe ser definido mediante términos
enfrentados, mediante dualidades opositivas3 (…). Este enfrentamiento y
oposición de elementos, procesos y fenómenos del lenguaje conlleva a un
nuevo concepto que entra a jugar un papel importante en la propuesta de
Saussure. Se trata de la noción de “valor”4:

No existe una realidad sustancial a la que se refieran los términos


opuestos, el valor de cada uno está determinado por su oposición al
otro. En el lenguaje no hay nada que pueda residir en un solo término,
porque son las relaciones opositivas la que le asignan su posición: en
otras palabras, las diferencias (Sazbón, 1969, p. 10-11).

He aquí, en palabras de Saussure, comentadas por Benveniste y Sazbón, la


ruptura y el aporte. El lingüista ginebrino rompe con la concepción substancial,
no sólo lingüística sino también filosófica, minando tal postura que en mucho se
acerca al positivismo del siglo XX, cuya racionalidad implica la fragmentación,
la visión causal y atomista de los procesos y los fenómenos, así como con la
visión histórica del comportamiento humano y cultural que, como ya se ha
expresado en otro apartado, es de origen hegeliano, marxista y darwiniano.
Pero, al tiempo, la escisión trae consigo una propuesta explicativa de los
fenómenos y los procesos de la realidad, sobre todo los concernientes al
comportamiento, a la sociedad y a la cultura humana, que sobrepasa en
mucho la parcelación y la perspectiva causalista y atomista propia del
positivismo. El estructuralismo implícito en la “red de relaciones”, en la

3
Sazbón menciona entre las dualidades opositivas más importantes lo articulatorio y lo acústico, el
sonido y el sentido, el individuo y la sociedad, la lengua y el habla, lo inmaterial y la insustancial, lo
paradigmático y lo sintagmático, la identidad y la oposición, lo sincrónico y lo diacrónico (1969, p.10).
4
La noción de “valor” juega un rol determinante no sólo para la lingüística (oposiciones de fonemas, de
lexemas o palabras; el significado del concepto “lengua”, como código potencial, adquiere sentido al
oponerse al concepto “habla”, como posibilidades casi ilimitadas de mensajes en acto), sino también en
otros “lenguajes” con otros tipos de signos (los colores de un semáforo pueden ser pensados como un
código en cuyo interior operan los contrastes a partir de la diferencia entre rojo, para detenerse, y verde,
para seguir).
categoría de “valor”, en el principio de los “opuestos”5, todas estas nociones
planteadas por Saussure, serían definitivas, por lo menos parcialmente, no sólo
para el marco teórico y conceptual de la filosofía del siglo XX, también sería
determinante en lo “práctico”, en la medida en que esta nueva forma de
abordar los problemas, en especial los sociales y culturales, trascendería los
límites de la especulación general para entrar en objetos de estudio mucho
más concretos y precisos como los mitos (Levi- Strauss6), los relatos
(RolandBarthes), y el cine (Metz).

2. Deleuze como pensador disruptivo

3. Deleuze: Hegel, estructuralismo y psiconálisis

La época en la que desarrollò su obra Deleuze, està enmarcada en un fuerte


debatede este contra, por un lado, la influencia del Hegel y su introducción por
Jean Hyippolite y Ferdinand Alquiè en Francia; y por el otro, junto con Félix
Guatari, contra el estructuralismo de cuño Lacaniano y Saussureano propio de
autores como Claude Levi – Strauss, RolandBarthes, AlguirdasJulienGreimas,
y el mismo Foucault. Con relación al filòsofo alemán y su influencia en el
pensamiento francófono en la primera mitad del siglo XX, Deleuzelanza contra
dos de sus principales estudiosos y difusores en Francia - no obstante
admirarlos en su etapa de formación y dedicarle su libro Empirismo y
subjetividad a Jean Hippolite – una mordaz crítica: Alquiè se pone al servicio de
los dualismos cartesianos e Hippolite sigue insistiendo en las malditas triadas
de Hegel…Nos van a hacer entrar como cachorros en una escolástica peor que
la de la Edad Media. Aquí se observa la postura del filósofo francés con

5
“En realidad como conjunto y estilo mental , las antinomias de Saussure proceden de Hegel a través del
lingüista hegeliano VICTOR HENRY, Antinomieslinguistiques” , nota pie de página (p.10) del Curso de
lingüística genera, PROLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA, AMADO ALONSO.
6
Según Robert Stam, Levi Strauss, al comprender que las relaciones de parentesco operaban como un
lenguaje al cual podía aplicársele un análisisantes solo aplicado a aspectos fonológicos, posibilitó el
traslado de la lógica estructural- lingüística a estructuras mentales, sociales y artísticas. Stam continua:
“Levi – Strauss tomo la idea del binarismo como principio organizador de los sistemas fonémicos y la
amplio a la cultura humana en general. Los elementos constituyentes del mito, como los del lenguaje, solo
adquieren significado en relación con otros elementos como los mitos, las prácticas sociales y los códigos
culturales, que únicamente pueden entenderse mediante una serie de oposiciones estructurantes (Stam,
2002, p.129).
relación a una buena parte de la filosofía occidental en especial su postura
contra, por un lado,el principio dualista, cuya manifestación màs clara y
contundente es el cartesianismo y su apuesta por la dicotomía res cogita
(pensamiento) – res extensa (espacio); por el otro, contra la postura idealista y
dialéctica de Hegel, tan totalizante como la propuesta por Descartes, no deja
de asumir aparente el principio dicotomíco (en realidad triadico):la relación
entre tesis y antítesis, de cuya dinámica y contradicción emerge como
resultado la síntesis, y que en muy cercana relación con la causalidad,
serviráde base conceptual a todo el sistema idealista, evolucionista, historicista
y teleológico hegeliano. G.W.F. Hegel, en palabras de Fabio Vélez Uribe (1984,
p.162), idealista absoluto, fue el primer filósofo que sistematizó, organizò y
divulgó desde una perspectiva histórica (sucesión temporal y causalidad) gran
parte de los aportes de la filosofía hasta la segunda década del siglo XIX. Su
influencia fue determinante no sólo en la filosofía del siglo XIX y parte del XX,
sino también en áreas o campos tan dispares como la historia y la biología. En
Las Lecciones sobre la historia de la filosofíaI, no obstante algunas palabras y
frases “oscuras”, el filósofo alemán para intentar “esclarecer” el concepto de la
historia de la filosofía recurre a la noción de “evolución” y, concomitante con
este, a la relación pensamiento- concepto- idea (otra triada):

Para llegar a este conocimiento, no tenemos más remedio que entrar en


algunos conceptos abstractos que son, como tales, conceptos
perfectamente generales y secos. Nos referimos especialmente a los
dos criterios de la evolución y lo concreto. Más aún, podríamos, incluso,
resumir lo que aquí interesa en el solo criterio de la evolución, pues si
acertamos a ver claro en él, todo lo demás se desprenderá y deducirá
por sí mismo. El producto del pensamiento es lo pensado en general;
pero el pensamiento es todavía algo formal, el concepto es ya el
pensamiento más determinado y la idea, finalmente, el pensamiento en
su totalidad y determinado como el ser en y para sí. Por consiguiente, la
idea es lo verdadero y solamente lo verdadero; la naturaleza de la idea
consiste, esencialmente, en desenvolverle y en llegar a comprenderse
solamente por obra de la evolución, en llegar a ser lo que es. El que la
idea tiene que empezar por hacerse lo que es, podría afirmarse”
(Hegel.G.W.F, 1995, p.26).

Deleuze se enfrenta a la razón histórica hegeliana desde varias perspectivas,


entre las cuales cabe destacar dos. En primer lugar, Nietszche.

Respecto al estructuralismo, son obras representativas, escritas en


colaboración con FèlixGuatari, las que ponen de manifiesto su oposición a tal
perspectiva filosofìca como El antiedipo: Capitalismo y esquizofrenia -1972-,
Kafka. Por una literatura menor -1975-, Rizoma –introduccion, 1975-, Mil
mesetas-1980- y Que es la filosofía -1981- Sobre tal enfoque filosofico,Deleuze
dice: El concepto de estructura me resultaba demasiado opresivo7.

De acuerdo aStam (2001, p.296) Deleuze y Guattariatacaron a Ferdinand de


Saussure con la finalidad de corroer las bases epistemológicas del
estructuralismo que reposaban en la utilización de la lengua como paradigma y
metáfora para explicar o tratar diversos procesos culturales. Según Robert
Stam, Levi Strauss, al pretender que las relaciones de parentesco operaban
como un lenguaje al cual podía implementarse un análisis antes solo aplicado a
aspectos fonológicos y morfológicos de la lengua, posibilitó el traslado de la
lógica estructural- lingüística a estructuras mentales, sociales y artísticas.
Stamcontinua:

Levi – Strauss tomo la idea del binarismo como principio organizador de


los sistemas fonémicos y la amplio a la cultura humana en general. Los
elementos constituyentes del mito, como los del lenguaje, solo adquieren
significado en relación con otros elementos como los mitos, las prácticas
sociales y los códigos culturales, que únicamente pueden entenderse
mediante una serie de oposiciones estructurantes (Stam, 2002, p.129).

Deleuze y Guatari se desentienden de la metáfora lingüística de Saussure que


algunos pretendían extrapolar a sus respectivos campos de interés (Levi-
Strauus en Antropologia, Althusser y Foucault en epistemología y Metz en la
semiótica del cine), para pasar a una episteme en donde los fenómenos
culturales no son meras estructuras cerradas, que funcionan como códigos

7
hermèticos, a ver tales procesos desde una perspectiva menos “monolítica”,
mas abierta, desde una epistemologìa del devenir, una línea de pensamiento
de flujos, energías y de máquinas deseantes, esta último desde una órbita
completamente diferente a la psicoanalítica, freudiana o lacaniana, en la que la
psicosis y una de sus vertientes, la esquizofrenia, son asumidas sino en su
totalidad negativas, por lo menos si ambiguas. Para Deleuze y Guattari, no es
así. Sobre la ambivalencia de la esquizofrenia en Freud, en una entrevista que
ofrecen GillesDeleuze y Félix Guattari en 1972, a Catherine Backès-Clément
para L’Arc. n.º 49, Guattari (1972, p.14) reconoce que Freud era plenamente
conciente que su soporte clìnico tenía sus orígenes en la psicosis, aunque
como dice el mismo entrevistado, al padre del psicoanálisis no parecía gustarle
los esquizofrénicos, “(…)dice sobre ellos cosas horribles, extremadamente
desagradables (1972, p.14). Y seguido hace un balance por cierto bastante
“benigno” del psicoanálisis freudiano en cuanto al deseo (y de manera implícita
a lo que llamarìanDeleuze y Guatarri máquinas deseantes), no sin hacer
visibles sus puntos “flacos:

Ahora bien, es cierto, como usted dice, que Freud no ignoraba la


maquinaria del deseo. El deseo, las maquinarias del deseo son incluso
el descubrimiento propio del psicoanálisis. Nunca en el psicoanálisis
dejan de zumbar, de chirriar, de producir. Y los psicoanalistas no dejan
nunca de alimentar o de realimentar las máquinas, sobre un fondo
esquizofrénico. Pero quizá hacen o desencadenan cosas de las que no
tienen clara conciencia. Quizás su práctica implica operaciones
incipientes que no aparecen con claridad en la teoría. No hay duda de
que el psicoanálisis ha perturbado toda la medicina mental, como una
especie de máquina infernal. Aunque ya desde el principio estuviese
sometido a compromisos, causaba perturbaciones, imponía nuevas
articulaciones, revelaba el deseo (1972, p.14).

No obstante esta aparente defensa, un poco más adelante Guattari influido


claramente por la terminología y la postura marxista (aparatos psíquicos,
maquinaria de producción de deseo, unidades de producción, entre otros),
ataca tres nociones básicas de todo el andamiaje Freudiano, el ello (pulsiones,
instintos y deseos, principio de placer), el yo (se rige por el principio de la
realidad, “reprime” los instintos y pulsiones) y el super-yo (la norma aceptada
socialmente); y el modelo en el cual el niño entra desde sus primeros años en
relaciones de deseo y conflicto con su madre y su padre, el denominado
“complejo de Edipo”. Y en el cual no dejan de tener un papel importante los tres
procesos representados por el ello, el yo y el super yo. ¿Desdedonde parte la
crìtica de Guattari? En la misma entrevista ya mencionada (1972, p.15),
argumenta lo siguiente, enfrentando claramente desde una posición que le
debe mucho al marxismo, aunque no sólo a él, una postura, la de Freud, que
es legataria de una concepción burguesa antihistórica donde el individuo y la
familia juegan un papel determinante en la configuración de la psiquis del
individuo:

Usted acaba de invocar los aparatos psíquicos tal y como son


analizados por Freud: aparece ahí todo un aspecto de maquinaria, de
producción de deseo y de unidades de producción. Pero hay otro
aspecto: la personificación de estos aparatos (el súper-yo, el yo, el ello),
una escenografía teatral que sustituye las verdaderas fuerzas
productivas del inconsciente por simples valores representativos. Así es
como las máquinas del deseo se convierten progresivamente en
maquinarias teatrales: el súper-yo, la pulsión de muerte como deus ex
machina. Tienden progresivamente a funcionar fuera de la escena, entre
bastidores. O bien como máquinas de ilusión, de producción de efectos.
Toda la producción deseante queda anonadada. Nosotros decimos estas
dos cosas al mismo tiempo: Freud descubre el deseo como libido, como
deseo que produce; pero no cesa de enajenar la libido en la
representación familiar (Edipo). Sucede con el psicoanálisis igual que
con la economía política tal y como la veía Marx: Adam Smith y Ricardo
descubren la esencia de la riqueza como trabajo que produce, pero no
cesan de enajenarla en la representación de la propiedad. El deseo se
proyecta sobre una escena de familia que obliga al psicoanálisis a
ignorar la psicosis, a no reconocerse sino en la neurosis, y a dar una
interpretación de la propia neurosis que desfigura las fuerzas del
inconsciente.
Los autores de Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia,además arremetieron
contra Lacan al considerar que el complejo de Edipo ha actuado, en la reflexión
y en la práctica clínica de occidente, como mecanismo represivocuya
enajenación familiar desvía la explicación en el deseo, la lìbido y la psicosis
hacia “ (…) la ausencia de la madre y su imposibilidad de acceso sexual: “(…)
útil para el capitalismo patriarcal porque reprime todos esos deseos
indisciplinados y polimorfos (y no sòlo los deseos sexuales) excesivos a los
ojos de la racionalidad capitalista” (Stam, 2001, p.296).Stam, al respecto,
concluye:

A diferencia de la distòpica versión lacaniana del sujeto edipico


sojuzgado por una ilusión, Deleuze y Guattari, propusieron una política
decididamente utópica del deseo polivalente, donde la esquizofrenia no
se considera una patología sino un desorden subversivo de los procesos
burgueses de pensamiento (2001, p.96).

La perspectiva saussureana y lacaniana cierran el lenguaje, en el caso del


primero (lengua/habla); y el aparato psíquico (conciente/inconsciente) en el
segundo, a partir de una lógica dualista que no permitiría observar y abordar
los fenómenos a partir de otros paradigmas, como el propuesto por Deleuze y
Guattari.

En el caso especìfico de Metz, quien desarrollò su propuesta teórica acerca del


cine con bases en la escuela filmològica francesa y en la lingüística
saussureana, y aunque este hacia aclaraciones sobre considerar el cine,
especialmente el de ficción, como un lenguaje y no una lengua en términos de
Saussure (lo que lo aleja pero al mismo tiempo lo acerca a este autor)
SegùnStam (p. 96, 2001) Deleuze decide apartarse de esta línea para
centrarse más en la perspectiva del semiótico norteamericano Pierce.

Para Deleuze, el cine no es ni lengua ni lenguaje a lo Metz, sino una


semiótica, a lo Pierce: Metz afirmaba que el cine es un lenguaje pero no
un sistema lingüístico: Deleuze, por su parte, sostiene que “el sistema
lingüístico sòlo existe como reacción frente a una materia no lingüística
enoncable “enunciable”, una “materia signalèctica” que incluye
elementos verbales pero que es tambièn kinésica , intensiva, afectiva,
rítmica, una “masa plàstica previa al lenguaje, una materia asignificante
y asintactica, una materia que no està lingüísticamente formada, aunque
no sea amorfa y esté formada, semiótica, estética y pragmáticamente”

No obstante, vale la pena hacer una aclaraciòn sin la cual, es muy probable
que la crìtica de Deleuze a Metz quede incompleta. La filmolinguìstica de Metz
es un proyecto que se desarrolla en la década de los sesenta y que se soporta
teórica y epistemológicamente en un movimiento que busca interpretar los
fenómenos culturales, sociales, y comunicacionales desde una perspectiva
diferente a la existencialista y fenomenológica, y cuyas raíces se encuentran en
el siglo XIX, esencialmente con la obra de los denominados maestros de la
“sospecha”, Marx, Freud y Nietzsche, y por supuesto en Ferdinand de
Sausurre. A esta perspectiva se le denominò “estructuralismo”.

El estructuralismo no surge como una simple descomposición de las partes de


un todo, sin soportes teóricos o epistemológicos que den cuenta de la
complejidad de una estructura. El materialismo histórico y el materialismo
dialèctico de Marx, el psicoanálisis de Freud y la filosofía de Nietzche sirven de
cimientos, ya que aquello que se denomina “sospecha” alude a una
aproxmaciòn al fenómeno o proceso estudiado que desborda lo que a primera
vista se ve, para hallar el conjunto de interacciones y la coherencia interna que
se encuentran subsumidas entre el aparente caos de los diferentes elementos
que componen el todo del fenómeno en cuestión.

Al respecto, desde esta perspectiva, que se fue desarrollando poco a poco a


partir de la dècada de los cincuenta con los primeros trabajos de Levi-Strauss
desde la antropología, luego con los estudios de RolandBarthes con su intento
de construir una semiología desde Saussure, y con los análisis filmolinguìsticos
de Metz tomando como base las nociones de lengua y lenguaje, en el prologo
que le hace al libro El estructuralismo: De Levi- Strauss a Derrida, cuyo autor
es Antonio BolivarBotia, Pedro Cerezo Galàn (pgs. 10 y 11, 2001) afirma lo
siguiente:

La motivación originaria del estructuralismo surgió de la necesidad de


hallar un nuevo modelo de inteligibilidad más diamantino, es decir, más
duro y transparente, a la vez, que el craso positivismo y el
autoinspeccionismo de las vivencias, que se habían hecho dominantes
en las ciencias humanas. El nuevo orden de inteligibilidad descansa en
la idea de estructura, opuesta tanto a la razón analítica como a la razón
histórica. Una y otra, aunque por diversos motivos, constituyen dos tipos
de racionalidad sintética que construye lo complejo a partir de elementos
simples, ya se trate de hechos últimos o de significaciones
antecedentes. La razón estructural, en cambio, no es el paso de lo
complejo a lo simple o viceversa, sino «la sustitución de una complejidad
menos inteligible por otra más inteligible-», es decir, la integración y
absorción de la diversidad fenoménica caótica y dispersa, tal como la
ofrece la experiencia inmediata, en un sistema dinámico de
correlaciones y transformaciones. La estructura es, pues, un modelo
teórico capaz de dar cuenta del carácter sistemático y hermético —
totalidad, autorreglaje y cierre o clausura— de un grupo de operaciones.
No es, por tanto, ni hecho ni concepto, sino código combinatorio de
funciones simbólicas.

Parafraseando a Stam, aunque para Deleuze la relación entre cine y lenguaje


sigue siendo “el problema mas acuciante”, crítica fuertemente a una semiología
del cine con un gran peso de Saussure en ella. En la cita anterior la referencia
que hace Cerezo a la estructura (sistemática, clausurada, hermética con
relación a un grupo de operaciones), impide pensar el cine desde otra
dimensión menos reduccionista, no tan codificada. De acuerdo a Stam,
siguiendo a Deleuze, esta perspectiva vacìa “(…) el cine de su sustancia vital,
del fluido sanguíneo que circula por sus venas: el movimiento en si” (p. 296,
2001).
En ese sentido, se acerca a la tesis de Bajtin y Volosinov (1928) en su
rechazo de los emparejamientos saussurianos (sincronía-diacronia;
significante-significado) en favor de una parole siempre cambiante
.Deleuze pone en primer tèrmino de esta manera, precisamente lo que
siempre quedaba excluido del enfoque lingüístico del cine – ese
encuentro ente la percepción y la materia que denominamos
“movimiento”- precisamente el aspecto del texto que lo hace
“inalcanzable” (Stam, pgs. 296-297, 2001).

La influencia de Bergson

Deleuze es un filósofo, que se enmarca en la tradición de los filósofos


presocráticos que intentaban una ontología del ser, especialmente en Heráclito,
pero que en su concepción estètica, especialmente la de la imagen y el cine,
recoge los análisis y estudios de un filósofo contemporáneo como Bergson,
considerado como un pensador del “(…) devenir, para quien el ser y la materia
nunca son estables” (Stam, p. 297, 2001). En esta perspectiva, el filòsofo
francés contemporáneo hace una equivalencia entre “la serie infinita de todas
las imágenes” con los movimientos continuos de la materia en “un mundo de
variación universal, de ondulación universal, de vibración universal” (Deleuze,
1989, p. 58). Deleuze, coherente con su interés y lectura por autores y
pensadores irrupcionistas, se apoya en Bergson para estructurar sino toda
una buena parte de su estètica, especialmente la del cine.

Bergson hace parte de una serie de filósofos de principios del siglo XX que
reaccionan ante la avalancha casi inevitable y omniabarcadora propia del
positivismo que comienza en el el siglo XIX con autores como Comte y
Durkheim, entre otros. Filósofos como Boutroux y Blondel hacen parte de esta
corriente “reaccionaria”, en el sentido de “reacciòn” contra, denominada
“intuicionismo” y que asumeque los procesos de la conciencia, el espíritu y la
psiquis no podían ser reducidos a meros datos numéricos, tal como lo
planteaba la perspectiva empirista- positivista.
En una reseña que hace Natalie Despot Belmonte en el año 2006 del libro de
Bergson Materia y memoria, considera novedoso el enfoque del filósofo vitalista
en esta obra, ya que resignifica, sin dejar de dialogar con la biología, la
psicología y la medicina, conceptos de suma importancia como materia,
percepción , experiencia, memoria, cuerpo, cerebro, mente.SegùnDespot
(2006, p. 148), son ocho años de ardua investigación, por distintos países de
Europa que dan como resultado “(…) el replanateamiento de una novedosa
teoría sobre las relaciones entre la mente y el cuerpo”. Al respecto, Despot
(2006, p. 149) mas adelante dice:

La realidad material es dinámica, opera siguiendo los patrones que dicta


la naturaleza y está en continúa interacción y cambio, pero no implica
que sea para nosotros una entidad incognoscible, o que de ella puedan
emerger propiedades ajenas a lo material (como la autoconciencia)

Por otra parte, Natalie Despot aborda en la obra de Bergson tres conceptos
claves: percepción, memoria y duración. En el caso del primero, la percepción
real y concreta, según Despot, siempre está acompañada de recuerdos. Para
explicar el proceso, recurre al mismo Bergson: “estos recuerdos desplazan
nuestras percepciones reales , de las que no tenemos mas que algunas
indicaciones, simples “signos” destinados a evocarnos antiguas imágenes”
(p..48).

Siguiendo la interpretación que hace Despot, asume la teoría de la percepción


de Bergson como muy cercana a la escuela psicológica de la Gestalt. Desde la
perspectiva de esta ùltima, el acto de observar (un objeto, un paisaje, un rostro)
no registra de manera pasiva todos los elementos visuales el objeto observado,
tal como lo haría un cámara fotográfica, sino que el ojo (que funciona como un
objetivo fotográfico), al ser parte de un sistema complejo que implica a un
individuo consciente, “valora, elige, interpreta según sus intereses”.

Sobre la duración, Despot dice lo siguiente:

Bergson, en su teoría de la memoria, continúa con la temática principal


de todas sus obras: la duración. La memoria para Bergson, es duración,
ya que contiene en sí misma la persistencia del pasado en el presente,
volcado, a su vez, hacia el futuro.

El concepto de duración està relacionada necesariamente con la nociòn de


tiempo. Para abordar este ùltimoDelueze recurre a la idea cinematográfica de
montaje. Segùn Juan Diego Parra, Deleuze acude, para explicar esta idea, a
“un retorcimiento absoluto de ciertos autores y ciertos conceptos para ponerlos
a dialogar”. En primer lugar Deleuze se contrapone al concepto de tiempo
cronológico, medido, funcional, una línea desplegada como un vector que se
puede medir y que nos sirve para enfrentar las experiencias cotidianas.Para el
filòsofo en cuestión se tratarìa de un tiempo diferente. Según Parra, el tiempo
presente siempre se manifiesta por los mismos puntos, es consistente permite
que resolvamos las cosas prácticas de forma recurrente, define nuestra
capacidad de actuar. Como base, filosófica para esta explicación Deleuze
acude a Hume.En cuanto al pasado, Deleuze, para poder explicarlo, va a
acudir al concepto de memoria de Bergson. Segùn Parra para Deleuze el
pasado nunca pasa, y a pesar de ser una región distinta del presente, al mismo
tiempo es la actualización del pasado, es un pasado contemporáneo del
presente, es un pasado que no pasa. El presente actualiza el pasado, pero este
no pasa, convive como en una suerte de simultaneidad con el presente.
Siguiendo a Bergson, Parra afirma que cuando recordamos no traemos los
recuerdos al presente, sino que viajamos al recuerdro.

Por su parte, Stam hace una interpretación acerca de Bergson sobre la relación
entre materia, movimiento y conciencia; como materia y movimiento son
inseparables de esta última, se encuentran “impregnados” de tal conciencia. De
nuevo Materia y memoria (1896) de Bergson, libro publicado justo un año
después de que se haga pública la novedad del cine, contiene elementos
teóricos que contribuirán a la nociòndeleziana de tiempo, y a su articulación
con el cine. Bergson predice, cuando lo que posteriormente Burch llamaría
M.R.I (Modo de representación institucional) y Metz el lenguaje cinematogràfico
en el cine de ficción aun ni siquiera se vislumbraba ni en embrión, “(..)las
temporalidades múltiples y las duraciones superpuestas del propio cine”. Y es
el montaje - luego de que poco a poco, en la medida en que la cámara se
independizara de la estética teatral (fijada en el centro, como un espectador
ideal), adquiere movimiento y comienzan los planos que contiene a establecer
correspondencias con el plano siguiente en una correspondencia biunívoca
estableciendo entre uno y otro correlaciones espacio-temporales que con el
tiempo se codificarían y serían correctamente leídas por el espectador - el que
lograría esto.Ahora bien, es importante mencionar lo siguiente: es cierto que el
montaje como técnica es importante, ya que logra hacer entender la historia, la
anécdota que intenta relatar el director. Sin embargo no esto lo que interesa a
Deleuze, según Stam, no es la articulación, si se quiere estructural, de las
imágenes con la finalidad de construir un significado global del filme, es decir,
de constituir un universo ficcional que los filmolinguìstasdenomirnaron
“Diègesis”. Lo que realmente interesa a Deleuze es

“(…) las imágenes captadas en un heraclitiano flujo de tiempo: el cine


como acontecimiento y no como representación. Se interesa por las
formas en que el cine puede transmitir “capas de tempo”, múltiples y
contradictorias´” En Ciudadano Kane, por ejemplo, “somos arrastrados
por las ondulaciones de una gran ola, el tiempo se sale de sus cauces y
entramos en la temporalidad como estado de crisis permanente.

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