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CONVERTIRSE EN EL NUEVO HOMBRE

“y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo


hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
(4:23-24)
Como contraste frente a la mente reprobada y depravada de la persona no
regenerada (vv. 17-18), el cristiano es renovado de manera continua en el espíritu
de su mente. Ananeoo (renovaos) solo aparece aquí en todo el Nuevo
Testamento. La mejor traducción de este infinitivo presente pasivo es considerarlo
como un modificador del verbo principal que es vestíos, de modo que se leería : "y
al ser renovados en el espíritu de vuestra mente, vestíos del nuevo hombre".
Esto deja en claro que tal renovación es la consecuencia de haberse despojado
del viejo hombre, y es el contexto en que uno puede vestirse del nuevo hombre.
La salvación se relaciona con la mente, que es el centro de los pensamientos, el
entendimiento y la creencia, así como de todos los motivos y acciones.
Cuando una persona se convierte en cristiano, Dios desde un comienzo
renueva su mente, dándole una capacidad espiritual y moral por completo
nueva, una capacidad que la mente humana más brillante y educada jamás
puede alcanzar aparte de Cristo (cp. 1 Ca. 2:9-16).
Esta renovación continúa en el transcurso de la vida del creyente a medida que es
obediente a la Palabra y la voluntad de Dios (cp. Ro. 12:1-2). El proceso no es
como un logro que se obtiene una sola vez sino que es la obra continua del
Espíritu en el hijo de Dios (Tit. 3:5).

Nuestros recursos son: la Palabra de Dios y la oración. Es a través de estos


medios que adquirimos la mente de Cristo (cp. Fil. 2:5; Col. 3:16; 2 Ti. 1:7), y es
por medio de esa mente que vivimos la vida de Cristo.
El espíritu renovado de la mente del creyente es una consecuencia directa de
vestirse con el nuevo hombre que es la nueva creación, aquel hombre creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Aquel que antes había
permanecido en tinieblas ignorante, endurecido, insensibilizado, esclavo de lo
sensual, impuro y engañado por los deseos de la carne, ahora ha sido iluminado,
ha sido enseñado en la verdad, es sensible al pecado, puro en todos los aspectos
de su vida y generoso. En Colosenses 3:12 Pablo llama a los creyentes
"escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de
benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia".
La palabra nuevo (kainos) no significa renovado sino enteramente nuevo,
aquello que es nuevo en especie o carácter. El nuevo hombre es nuevo porque
ha sido creado según Dios, hecho por completo semejante a Dios. En griego el
significado literal es: "de acuerdo a lo que Dios es". Aquellos que confiesan a
Jesucristo como Señor, ¡son hechos semejantes a Dios! Pedro dice que nos
convertimos en "participantes de la naturaleza divina" (2 P. 1:4).
En Gálatas 2:20 Pablo declara: "ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí". Si los
creyentes han recibido la naturaleza divina, es decir, la vida de Cristo y la plena
semejanza a Dios en este nuevo hombre por un acto de creación divina (cp. Col.
3: 10), es obvio que este debió haber sido creado en la justicia y santidad de la
verdad. En el griego, la palabra verdad se coloca al final para establecer un
contraste frente a los deseos engañosos del hombre viejo (v. 22), y también se
puede traducir: 'justicia y santidad verdaderas".
La justicia tiene que ver con nuestros semejantes y refleja la segunda tabla de la
ley (Éx. 20: 12-17).
La Santidad (hosiotes, observancia sagrada de todos los deberes para con Dios)
se relaciona con Dios y refleja la primera tabla (Éx. 20:3-11). Este es el yo más
verdadero del creyente. Es tan justo y santo este nuevo hombre que Pablo rehúsa
admitir que cualquier pecado provenga de esa nueva creación en la imagen de
Dios.
Por eso su lenguaje en Romanos 6-7 es explícito al ubicar la realidad del pecado
en algo por completo aparte del nuevo hombre, y dice: "No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias" (6:12), y "tampoco presentéis vuestros miembros al
pecado como instrumentos de iniquidad".

Pablo reconoce que ser un nuevo hombre creado a la imagen de Dios no elimina
el pecado. Este sigue presente en la carne, el cuerpo, la condición humana no
redimida que incluye toda la conducta y la manera de pensar de la persona
humana. Sin embargo, él no está dispuesto a permitir que se atribuya
responsabilidad al nuevo hombre interior por el pecado. El nuevo "yo" ama y
anhela la santidad y justicia para las cuales ha sido creado.
Pablo resume somos nuevos, pero todavía no somos del todo nuevos. Somos
justos y santos, pero todavía no somos perfectamente justos y santos. No
obstante, el hecho de entender la realidad genuina de nuestra salvación
transformadora es esencial si es que vamos a saber cómo vivir como cristianos en
el cuerpo de Cristo al cual pertenecemos.
Las porciones restantes de la epístola contienen exhortaciones al creyente para
que sujete su cuerpo a obediencia a la voluntad de Dios. La necesidad continua de
la vida cristiana es seguir siempre desechando y quemando los residuos de la
vieja vestimenta del pecado: "ni tampoco presentéis vuestros miembros al
pecado como instrumentos de iniquidad", ruega Pablo; "sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de justicia" (Ro. 6: 13).
Los numerosos "pues" del Nuevo Testamento por lo general presentan
requerimientos y encargos a los creyentes para que vivan como las nuevas
criaturas que ya son en Cristo.
Amados a causa de nuestra vida nueva, nuestro nuevo Señor, nuestra nueva
naturaleza y nuestro nuevo poder, somos llamados por lo tanto y pues, a
vivir de la manera correspondiente y con el est ilo de vida debido.
Señor gracias por tu palabra enseñados para que nuestra vida siga siendo
renovada en justicia y en santidad, aprendieron a renovar su forma de pensar por
medio del Espíritu, señor que anhelamos ser revestidos del nuevo ser que Dios has
creado a tú imagen para que practiquemos tú justicia y santidad porque ya
sabemos y conocemos la verdad. Amén

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