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Resumen
Pero quizá el aspecto que más resalta del artículo de Arellano es la importancia
sustantiva que da tanto a la formación y perfeccionamiento docente como a la
evaluación de los estudiantes. Desde esa perspectiva, Arellano destaca la
necesidad de retroalimentar el sistema formativo de los estudiantes a través de los
resultados obtenidos en evaluaciones cuidadosamente pensadas para tal fin.*1
Extraído de :
1.- Arellano Marín, J. P. (2002). Competitividad internacional y educación en los países de América Latina
y el Caribe. Revista Iberoamericana De Educación, 30, 63-104. https://doi.org/10.35362/rie300942
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ANTHONY, Giddens. (2000). España: Editorial Tauros. 120 Pp. Un mundo
desbocado.
Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Es interesante constatar como la
realidad hace añicos los discursos teóricos de algunos autores, como es el caso del
director de la London School of Economics, Anthony Giddens. Este autor comienza su
obra, Un mundo desbocado…, afirmando, categóricamente que el mundo cosmopolita
abraza y acepta la diversidad cultural. Dice: «El campo de batalla del siglo XXI
enfrentará al fundamentalismo con la tolerancia cosmopolita… La tolerancia de la
diversidad cultural y la democracia están estrechamente ligadas» (pp.16-17). Ahora
resulta, que la guerra del siglo XXI es contra el fundamentalismo. Y no se trata siquiera de
una guerra fría, sino de un despliegue bélico real y mortífero en proporciones
insospechadas, pero no estamos solamente ante una reedición de la intolerancia, peor
aún, hemos entrado en un franco proceso involutivo de la propia Democracia, de la
libertad en todo su significado, en nombre de una seguridad nacional y continental que
pretende legitimar desafueros autoritarios y hasta oscuros intereses económicos y
políticos. La obra en cuestión está dividida en cinco capítulos: Globalización, Riesgo,
Tradición, Familia y Democracia. La Globalización, según la entiende Giddens, es una
especie de paraíso terrenal anticipado. Con argumentos casi escatológicos, el autor
concluye que ya no existen enemigos, ni razones para tenerlos. El fin de la Guerra Fría, la
caída del Muro de Berlín, han generado una camaradería geopolítica planetaria
inesperada. En este sentido, explica que las intervenciones que hacen las Grandes
Potencias en otras naciones son de estricto carácter ético, más no ejercicios de alguna
forma de imperialismo, ya que en definitiva, estamos en un mundo sin fronteras, donde lo
nacional adquiere un sentido muy distinto, y que de no ser así, se estaría en peligro de
perecer. «Las naciones—escribe Giddens—han de repensar sus identidades ahora que
las formas más antiguas de geopolítica se vuelven obsoletas» (p.30). La idea de
soberanía nacional, la propia concepción de nación y más aún, de sus instituciones,
deben evolucionar frente a la nueva realidad, ya que hoy, las naciones no enfrentan
enemigos o peligros tradicionales, sino riegos relacionados directamente a su bienestar y
desarrollo económico y cultural. La idea de Riesgo adquiere dimensiones loables que van
a redefinir el perfil de las naciones y, que por supuesto, determinarán la importancia de
una nación en las relaciones planetarias. El riesgo es parte intrínseca del capital, lo
legitima, lo ennoblece como creación humana, y lo condiciona como la base fundamental
del progreso social. Giddens afirma que se trata de una cualidad exclusivamente
moderna, que niega las ataduras de las culturas tradicionales. «El riesgo se refiere a
peligros que se analizan activamente en relación a posibilidades futuras. Sólo alcanza uso
extendido en una sociedad orientada hacia el futuro… La idea de riesgo supone una
sociedad que trata activamente de romper con su pasado, la característica fundamental,
en efecto, de la civilización industrial moderna» (p. 35). Es, pues, el riesgo, el “motor de la
historia”, materializado en la fuerza del Capital. El avance inexorable de la Globalización,
explica Giddens, parece enfrentarse a la idea de la Tradición, el tercero de los puntos
estudiados. Sin embargo, aclara el autor, la tradición es creación de la modernidad (¿?), y
resuelve la coyuntura abriendo dos caminos paralelos: «Los individuos pueden seguir
tradiciones y costumbres, pero las tradiciones no son una cualidad del comportamiento
individual en el sentido en el que lo son los hábitos» (p. 54). En todo caso, los efectos de
la globalización se dirigen más específicamente a los hábitos, por lo cual se posibilita la
coexistencia, al menos teóricamente. Pero la realidad es tan apabullante que el autor
termina aceptando, con disimulo y a regañadientes, que la globalización sí incide en el
mantenimiento de las tradiciones, pero afirma rápidamente que: «Estas son necesarias, y
perdurarán siempre, porque dan continuidad y forma de vida» (p. 57). Este tercer punto
es, quizás, el más confuso del texto, pero evidencia el devaneo teórico de Giddens para
justificar la realidad que vienen 134 / espacio abierto, vol. 11, no. 1 recensiones
construyendo los países dominantes, y a los cuales parece rendirse intelectualmente. El
cuarto aspecto desarrollado es la Familia. Intenta esclarecer de qué manera la
democracia, hecha cotidianidad en el proceso histórico, como algo ordinario en las
múltiples relaciones entre los hombres, termina transformando al núcleo mismo de esa
interacción: la familia, que según explica el autor, ha evolucionado de su forma tradicional
(desigualdad de sexos y sometimiento absoluto de los hijos) a una forma “estándar” que
concluye definiendo como democrática (derechos similares para ambos sexos y respeto a
las diferencias con los hijos): «La igualdad sexual no es sólo un principio nuclear de la
democracia, es también relevante para la felicidad y realización personal…» (p. 78). Este
es el escenario más importante para la globalización, ya que es el centro de la fuerza de
la sociedad misma y, al contrario de lo que se piensa, la familia es, aún, centro de
grandes debates y preocupaciones de todo tipo. El quinto y último de los puntos
esbozados por Anthony Giddens es la Democracia. Aquí el autor no se arriesga, prefiere
la superficialidad. Asume la democracia como un simple ejercicio ciudadano: elecciones,
partidos políticos, libertad de expresión, etc. No habla con claridad, no desenmascara la
práctica del poder. Y ante las críticas y la apatía que las sociedades vienen demostrando
a la convocatoria electoral, propone la romántica idea de democratizar la democracia, es
decir, la profundización de la democracia (p. 88). Frente a esta propuesta, la realidad ha
antepuesto lo contrario. Los acontecimientos del 11 de septiembre en los Estados Unidos
han provocado la legitimación y posterior legalidad de una serie de restricciones a las
libertades ciudadanas que antes eran paradigmáticas de la democracia norteamericana.
Esto es importante resaltarlo porque no se trata sólo del fortalecimiento de un estado
“autoritario” estadounidense, sino de un cambio brusco y radical en la mentalidad de esa
sociedad. Pero, en definitiva, el Giddens de esta obra difiere mucho del Giddens incisivo
de Política, Sociología y Teoría Social (1997) que afirmaba, sin remordimiento, que el
poder estaba conectado, por su naturaleza, con la explotación, y que esta realidad es
incuestionable (p. 224).*2
Extraido de
2.- Olivar, Norberto José Reseña de "Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en
nuestras vidas" de Anthony Giddens Espacio Abierto, vol. 11, núm. 1, enero-marzo, 2002
Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela
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El Político y el Científico (Max Weber)
Resumen
1º) La costumbre.
A) Funcionarios profesionales.
Puede decirse que son tres las cualidades decisivamente importantes para el
político:
1º) Pasión.
3º) Mesura.
Mesura para saber guardar la distancia con los hombres y con las cosas.
Por eso el político tiene que vencer cada día y cada hora su mayor enemigo: la
vanidad.
La vanidad es lo que más lleva al político a cometer uno de estos pecados o los
dos a la vez.
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option=com_docman&task=doc_view&gid=43&Itemid=51&lang=es