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Esto último es lo que cree Aishah (nombre ficticio), una joven de 23 años que
trabaja en un salón de depilación de uno de los incontables centros comerciales
de Kuala Lumpur. “Es algo que hacemos las mujeres musulmanas, una
costumbre por una cuestión de higiene”. Sin embargo, no fue hasta que tenía 17
años cuando descubrió qué era y que a ella también se la habían realizado: “El
profesor explicó en clase de biología que, igual que se hace la circuncisión a los
hombres, se realiza a las mujeres. Recuerdo que me sorprendió muchísimo
porque no lo sabía y no entendía qué iban a cortar de ahí. Al volver a casa, le
pregunté a mi madre y me dijo que claro, que lo hacen todas las mujeres malayas
y que a mí me lo habían hecho de muy pequeña. No lo supe hasta entonces”.
A pesar de que Aishah no sabe en qué consiste el proceso, afirma que, en caso de
tener una hija, también se lo haría. “Es mejor por higiene, creo que para que no
roce los labios… El médico sabrá hacerlo, es algo muy pequeño”. Como ella, el
97% de las entrevistadas para el estudio de la Universidad de Ciencias Islámicas
de Malasia afirman que también se lo harían a sus hijas a pesar de no conocer
exactamente en qué consiste. En cualquier centro médico privado, las familias
pueden solicitar la “circuncisión femenina”, tal y como se denomina en el país,
para sus niñas.
El doctor Nada Sudhakaran es cirujano pediátrico en este centro y hace unos años
intentó que se eliminara esta práctica del hospital. “Hablé con el director de
entonces, mostrando los argumentos de la Organización Mundial de la Salud al
respecto, pero las opiniones médicas fueron desechadas por los dueños del
hospital de entonces: Petronas”, explica. A pesar de lo habitual de esta
costumbre, el doctor Sudhakaran no supo de su existencia hasta que volvió de
estudiar en el Reino Unido en 2012. “En una ocasión, la pediatra del centro que
lo practica estaba fuera y me pidieron atender a una niña recién nacida que
sangraba persistentemente. Es realmente enfermizo que todavía se practique, es
un procedimiento que no tiene sentido”.
Entonces, ¿por qué está tan extendida esta práctica en Malasia? El país está
experimentando en los últimos años una creciente islamización a pesar de su gran
diversidad donde la mayoría malaya de religión musulmana (68,8%) convive con
malasios chinos (23,2%) y malasios indios (7%). En 2009, la comunidad médica,
confundida por la falta de un protocolo claro y conocedora de las recomendaciones
de la Organización Mundial de la Salud para erradicar la MGF, solicitó orientación al
Ministerio de Salud. La demanda fue entonces redirigida al Departamento de
Desarrollo Islámico de Malasia por considerarlo un asunto religioso. Fue
entonces, y de manera sorpresiva, cuando en lugar de continuar el diálogo,
emitieron apresuradamente una fatua (un decreto político-religioso) cambiando la
práctica de “recomendada” a “obligatoria” para todas las mujeres musulmanas
del país.
Esta diferencia de criterios sobre qué es mutilación genital femenina y qué no, le
ha costado a Malasia varias llamadas de atención ante la ONU. El pasado mes de
febrero, durante la sesión 69º de la Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer, Suriani Ahmad, secretaria general del
Ministerio de Mujer, Familia y Desarrollo Comunitario de Malasia afirmó que en
su país se practica "la eliminación del prepucio, que es la capucha de piel que
rodea el clítoris". "No es perjudicial para su salud sexual. Por tanto, la
circuncisión femenina que se practica en Malasia no debe ser igualada a la
mutilación genital femenina”, apostilló.
En respuesta, Rosario Manalo (Filipinas), refutó: “Estoy muy perturbada por esta
respuesta. Lo que se nos ha explicado y es de hecho una práctica abusiva es
exactamente mutilación genital femenina y concluye diciendo que no lo es.
Bueno, eso no cambia el hecho de que sí lo es”. Durante aquella sesión, también
se hizo hincapié en que una fatua no tiene el poder de ley en muchos países
musulmanes, que la mutilación genital femenina no es una tradición islámica y
que el Comité lo considera una forma de violencia contra la mujer.