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El highlander prohibido

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El highlander prohibido

Sinopsis
Traduccion y corrección

Gabi Mora

La historia de Cree y Dawn continúa en Forbidden Highlander.

Dawn se esfuerza por aceptar su futuro como la amante de Cree, mientras su


futura esposa, Lucerne Gerwan, llega a la aldea. Pero hay más por lo que
preocuparse. Los intentos de asesinarla continúan, y ella teme la reacción de
Cree cuando se entere de que está embarazada.

La situación empeora cuando los guerreros del clan McClusky llegan a la aldea,
y el Laird Kirk McClusky afirma que Dawn es su hija. Dawn se pregunta si será
cierto y, aunque su padre insiste en que regrese a casa con él, sabe que su amor
por Cree nunca le permitirá abandonarlo. Ella no puede imaginar la vida sin él.

Cree se enfrenta a muchos obstáculos para asegurarse de que Dawn sea suya, y
lo más difícil es no poder decirle a Dawn lo que realmente siente por ella. Pero
cuando ella le desobedece, su genio explota, y nada le impide llevarla a su
cabaña. Él no puede pensar en una vida sin ella.

Cree y Dawn combaten viejos secretos que finalmente emergen y amenazan con
destrozarlos. Y es con fuerza y coraje, que luchan por su amor y por un futuro
juntos.
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El highlander prohibido

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histórica, grupo del cual formamos parte.
La traducción del libro original al español muchas veces no es exacta,
y puede que contenga errores.
Realizamos con placer la traducción, para poder leer libros que
normalmente no venden en español. Esperamos que lo disfruten.
Es importante destacar que este es un trabajo sin fines de lucro,
realizado por lectoras como tú, es decir, no cobramos nada por ello,
más que la satisfacción de leerlo y disfrutarlo.
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que se podrían tomar medidas legales contra el vendedor y el
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libros de tu barrio.
Espero que disfruten de este trabajo que con mucho cariño compartimos
con ustedes.

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Dawn escuchó la campana de avisó de la entrada de la aldea con el


corazón hundido. La futura esposa de Cree pronto estaría llegando. Hubo una
serie de actividades en preparación para su llegada la semana anterior. Creían
que se retrasaría en llegar, debido a una ligera tormenta de nieve que había caído
días atrás.
Probablemente los aldeanos se estaban reuniendo ahora, alineados a lo largo de
la entrada de la aldea Dowell, tal como habían hecho hace un par de meses
cuando Cree había sido capturado y se pavoneaba ante ellos, aunque no lo
habían recibido con alegría, sino con miedo y ansiedad.
Dawn había estado tan ansiosa como los otros aldeanos de ver al “infame
guerrero Cree”, pero ella no estaba tan ansiosa por ver su pretendiente. Si
escuchaba un susurro más de compasión por su situación, ella gritaría… si tan
solo pudiese.
Hubo tantas veces que deseó tener voz. Le encantaría reírse como los demás,
incluso llorar, aunque sobre todo le encantaría poder gritar de puro placer cuando
Cree la hacía suya, una y otra vez.
Ella evadió sus tristes pensamientos. Ella nunca tendría voz, entonces ¿por qué
detenerse en lo imposible? Lo que importaba ahora era que ella llevaba al bebé
de Cree, y él no sabía nada sobre esto. Ella había logrado evitarlo la semana
pasada simulando una enfermedad después de saber que se iba a casar, aunque
ella no había podido evitar a Elsa. Cree había insistido en que Elsa la cuidara, y
se sintió aliviada cuando la mujer afirmó que solo sufría una descompostura, y le
sugirió una comida ligera y descanso por unos días.
Cuánto tiempo podría mantener a Cree a distancia cuando sus apetitos el uno por
el otro eran voraces, ella no lo sabía. Lo extrañaba, pero se había enamorado
tontamente del poderoso guerrero... un error. Uno sobre el cual ella no tenía el
control. Ella no podía dejar de amarlo por mucho que lo intentara. Él le había
dicho que nunca la dejaría ir, que ella le pertenecía y que siempre lo haría.
Se preguntó si él sentiría lo mismo cuando descubriera que ella llevaba a su hijo
en su vientre.

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El highlander prohibido

Un golpe sonó en la puerta justo antes de que se abriera, y rogó que no fuera
Cree. No quería verlo, a pesar de que lo extrañaba terriblemente.
La vieja Mary sacudía frente a la cabaña, una ligera capa de nieve que cubría su
capa.
—La nieve será densa al caer la noche. Es bueno que la novia llegue pronto.
Dawn asintió, aunque no sonrió, e hizo un gesto a la vieja Mary para que se
uniera a ella en la mesa, llenándole una jarra de cerveza caliente.
La anciana se sentó, con las manos nudosas buscando ansiosamente el calor de la
jarra.
—Los rumores no cesan, y están tan pendientes de la llegada de Lucerna
Gerwan, que hacen que me duela la cabeza. Oigo decir que su padre y su madre
llegarán pronto también. También he oído que Lucerna es hermosa y pensé que
querrías echar un vistazo por ti misma.
Dawn levantó una ceja.
— ¿No me digas que no estás ansiosa por ver cómo se ve? —susurró la vieja
Mary de manera conspirativa. — ¿Cómo es posible que no quieras ver a la mujer
que se casará con el hombre que amas?
Los ojos de Dawn se agrandaron. Ella no se había atrevido a decirle a nadie lo
que sentía por Cree. Había sido su secreto, o eso pensaba ella. ¿Era tan obvio
que lo amaba?
La vieja Mary asintió, como si respondiera a su silenciosa pregunta. —
Cualquiera tendría que ser tonto para no ver cuánto lo amas—. Ella extendió la
mano y palmeó la mano de Dawn. —Pero será que veo más que la mayoría.
Dawn negó con la cabeza y pasó un dedo por su sien una y otra vez.
—Seguramente no estás loca por enamorarte de él. El amor es una locura. A
veces pienso que el amor es un bromista que disfruta de hacer trucos con las
personas, hasta que finalmente se detiene y las reúne para siempre.
No habría feliz para siempre para Dawn, aunque tenía que estar de acuerdo con
Mary... el amor era demasiado bromista.
—Deberías ir a echar un vistazo a la mujer que piensa robarte Cree.
¿Cómo podía esa mujer robarle lo que no le pertenecía? Habían hecho un

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arreglo, y Cree lo honraría. Era irracional pensar que sería más para Cree de lo
que era... su amante.
—Ve a ver por ti misma que tienes más para ofrecerle que ella—alentó la vieja
Mary.
Incluso si ella quería, y había una parte de ella que lo hacía, todos pensaban que
estaba enferma y descansando. Lila la había visitado para ver cómo estaba, y le
había dicho que muchos aldeanos preguntaban por su salud. Dorrie incluso había
entregado su comida una noche, y se había preocupado por ella, también Flanna.
Luego estaba el guerrero que hacía guardia frente a la puerta de la cabaña con el
que tenía que lidiar. Si se atrevía a pisar el exterior, se informaría a Cree de ello
inmediatamente.
La vieja Mary levantó su brazo huesudo de la silla y se quitó la capa para dársela
a Dawn.
—Levanta la capucha y encórvate, nadie se dará cuenta. Ve a observar bajo la
sombra del gran pino junto a tu vieja cabaña. Nadie me presta atención, verás
que pasarás desapercibida. Echa un vistazo y satisface tu curiosidad.
Un brillo resplandeció en los ojos de Dawn. Ella se sintió tentada. Había estado
encerrada en la cabaña varios días y, si bien había disfrutado de la soledad, le
hacía falta salir y sentir un poco de aire fresco y escuchar el crujido de la nieve
bajo sus pies.
—Ve a ver, date prisa, luego me iré, y nadie lo sabrá nunca.
¿Por qué Dawn lo dudaba? Cree parecía saber todo lo que pasaba en la aldea,
aunque con la llegada de su prometida, Dawn dudaba que él estuviera pensando
en ella hoy. Ese pensamiento la molestó. Deseó que su mente estuviera tan
cargada con pensamientos sobre ella, como su mente estaba cargada con
pensamientos sobre él.
Se paró, repentinamente ansiosa por escabullirse, y se puso la capa de la vieja
Mary a su alrededor, poniéndose la capucha para ocultar su rostro. Se encorvó y
se dirigió a la puerta. Se dio la vuelta y le sonrió a la anciana y luego salió.
Dawn inclinó su cabeza haciendo un asentimiento hacia Neil, parándose
estoicamente al lado de la puerta, y no se sorprendió de que él no la reconociera.
La vieja Mary tenía razón. La gente simplemente la ignoraba como si no
estuviera allí.

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Las ráfagas llegaron con considerable entusiasmo y los niños las persiguieron,
sus pequeñas manos se estiraban para atraparlas mientras se apresuraban con sus
padres hacia la entrada de la aldea.
Los aldeanos estaban alineados en dos filas de profundidad, se sentía alegría en
el aire, y también se notaba en la cara de las personas, alegría que había estado
ausente en la aldea durante demasiado tiempo.
Flanna comentó lo ocupada que había estado, preparando la habitación de la
novia, y de cómo Turbett tenía las manos puestas en la fiesta de celebración.
Habría comida y bebida en abundancia, música y alegría, y toda la aldea
esperaba las festividades.
Todos excepto Dawn, ella no había sido invitada. No le había sorprendido y,
además, no quería participar de la celebración.
Caminó lentamente hacia la pequeña cabaña que una vez había llamado hogar, y
se ocultó bajo las ramas cubiertas de nieve del gran pino que se abrazaba a un
lado de la misma. Le dio una buena vista de la procesión, pero la mantuvo lo
suficientemente oculta como para no ser vista.
Se escuchó un grito y Dawn se puso tensa. La procesión se acercó a la aldea,
aunque desde donde estaba no podía verla. Cree, sin duda, había cabalgado para
cumplir con su prometida, entrando juntos a la aldea juntos. No pasaría mucho
tiempo antes de que pasaran frente a ella y su estómago se revolviera ante la idea
de ver a Cree con otra mujer.
Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras esperaba ansiosamente. Una
parte de ella tenía curiosidad por echarle un vistazo, y otra parte de ella seguía
instándola a correr, a correr tan lejos como pudiera y no mirar hacia atrás. La
curiosidad ganó. Mantuvo sus pies firmemente plantados en el suelo, aunque sus
piernas se debilitaron cuando vio a la pareja que pronto se casaría.
Cree estaba sorprendentemente atractivo como siempre, e intimidante vestido
todo de negro. Se erigía en su semental, alto y orgulloso, aunque tenía el ceño
fruncido, algo usual en él. Como era de esperar, la visión de él encendió su
pasión. Nunca fallaba. Todo lo que tenía que hacer era poner los ojos en él y se
estremecía. Era pecaminoso lo mucho que lo deseaba. Nunca, en sus sueños más
locos, habría imaginado que disfrutaría tanto con el acoplamiento, aunque jamás
podría imaginarse haciendo el amor con otro que no fuera Cree.

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El highlander prohibido

Finalmente, dirigió su atención a la mujer que cabalgaba a su lado, y Dawn


sintió que su corazón se paralizaba y que perdía el aliento. La mujer era
hermosa. Tenía un largo y brillante cabello oscuro que caía en generosas ondas
alrededor de su impecable rostro y sus amplios pechos, y tenía los ojos azules
más sorprendentes, incluso a larga distancia. Jamás Dawn había visto tanta
belleza.
Dawn echó una última mirada a Cree antes de darse prisa para regresar a la
cabaña, con el corazón compungido por la idea de que ya no la encontraría
atractiva. Su ceño se había profundizado y sus ojos buscaron a la multitud con
ansiedad, y ella se preguntó por qué.
Sus ojos se ensancharon. ¿Podía sentir que ella lo miraba? Su cabeza se volvió
hacia ella, y ella se movió apresuradamente para esconderse detrás de las ramas
más gruesas del pino. No le impidió centrar su atención allí y cuando sus ojos
oscuros se estrecharon y permanecieron firmes en su escondite, sintió que la
habían atrapado.
Dawn no esperó. Ella se apresuró a pesar de que sus movimientos causaron que
las ramas se agitaran. Él sabía. Él sabía que ella se había escondido allí, y ella lo
conocía lo suficientemente bien como para saber que él confirmaría por sí
mismo lo que sospechaba. Eso significaba que iría a su cabaña.
Volvió sobre sus pasos detrás de las cabañas, y deseó poder continuar de esa
manera, pero tendría que acercarse a su cabaña desde el frente como la vieja
Mary, o la atraparían. No tenía mucho tiempo antes de que la procesión llegara al
lugar en el camino que tendría que cruzar para llegar a su cabaña. Se acercó a la
zona con precaución. Estaba claro, aunque los aldeanos ya habían comenzado a
reunirse allí mientras acompañaban a Cree y su prometida. Dawn echó un
vistazo rápido y vio que Cree se había vuelto para hablar con Lucerna. Ella
meneó la cabeza cuando él tomó sus riendas para alejar a su semental. ¿Iría a ver
si ella estaba en su cabaña? Ella no esperó. Se encorvó y caminó un poco más
rápido de lo que la vieja Mary acostumbraba. Cuando llegó a la cabaña, mantuvo
los hombros y la cabeza inclinados y entró sin llamar.
La vieja Mary la miró y palideció.
— ¿Él sabe?
Dawn asintió, deslizó la capa sobre Mary y la arrojó a la puerta.

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El highlander prohibido

La vieja Mary negó con la cabeza, mantuvo su capa puesta, y señaló sus botas
cubiertas de nieve.
—Coloca tus botas junto al fuego para que la nieve se derrita, luego siéntate y
calienta tus manos frías con la jarra. Estaré junto al hogar para que parezca que
acabo de entrar.
Dawn se apresuró a hacer lo que la vieja Mary dijo, asombrada por su ingenio
rápido y agudo para juzgar la situación.
Justo cuando tomaron sus posiciones, la puerta de la casa se abrió de golpe.

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Cree estaba de pie en la puerta abierta, mirando a las dos mujeres. No


podía explicarlo, pero sabía que Dawn había estado observando mientras
recorría la aldea con Lucerna. Sin embargo, aquí estaba sentada, con los pies
descalzos, y la vieja Mary, su capa con rastros de nieve, calentándose junto al
fuego.
Cerró la puerta y miró de una mujer a la otra.
—Mi Señor—la vieja Mary lo saludó respetuosamente y meneó la cabeza.
—Déjanos.
La vieja Mary volvió a mover la cabeza e hizo lo que se le ordenó, y se fue sin
más comentarios.
— ¿Te sientes bien? —preguntó, acercándose a la mesa y se molestó cuando vio
que Dawn lentamente alejaba su cuerpo de él.
Tan bien como se podría esperar después de descubrir que él se casará y acostará
con otra mujer. Fue bueno que ella no pudiera hablar, porque no habría podido
dejar escapar lo que realmente sentía. En cambio, ella giró su mano de lado a
lado.
— ¿Si y no?
Ella asintió y se mostró cautelosa cuando él rodeó lentamente la mesa.
—Elsa dice que con unos días más de descanso ya estarás bien.
Dawn se congeló cuando él se detuvo para pararse directamente detrás de ella,
luego colocó su pecho contra su espalda y puso las palmas de las manos sobre la
mesa a cada lado de ella, en cierto modo, aprisionándola.
— ¿Estás de acuerdo? —. Se inclinó, y con un susurro ronco en su oído dijo—
Quiero que me respondas.
Una ráfaga de pasión la recorrió fuerte, tan fuerte que pensó que llegaría al
clímax. Había pasado una semana desde la última vez que habían hecho el amor,
y con su cuerpo casi envuelto alrededor del de ella, sumado al calor de su aliento
contra su mejilla, su cuerpo respondía involuntariamente.

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Ella tragó saliva y se sintió aliviada de que él no pudiera ver su reacción y le


respondió con un ligero toque en el brazo.
—Me alegra saber que estás de acuerdo—presionó sus labios contra su sien
durante un momento y luego dijo—No tienes fiebre y, sin embargo, te siento
tibia.
Maldita sea, ¿por qué siempre tenía que arder por él?
— ¿Sientes el calor, Dawn?
Quería negarlo, pero ¿cómo negaba lo que él podía saborear, tocar y ver por sí
mismo? Le dio un golpecito en el brazo con más fuerza de lo que pretendía.
— ¿Estás enojada conmigo? —preguntó él, presionando su mejilla contra la de
ella.
Estaba enojada, aunque no sabía con seguridad con quién. ¿Fue su posición en la
vida lo que lo puso fuera de su alcance? ¿O fue ella misma soñardo lo
imposible? ¿Era él por no importarle y no amarla incluso más de lo que ella lo
amaba? Ella no tenía respuesta, por lo que fue fácil para ella golpear su brazo
dos veces por no.
— ¿Me has extrañado?
Con todo mi corazón, pensó, pero mantuvo su respuesta en un solo toque.
Él agarró su barbilla y giró su cara mientras bajaba la suya.
— ¿Quieres que te bese?
Ella volvió su pregunta sobre él, empujándolo en el pecho y luego empujándose
a sí misma.
Frunció el ceño —He ansiado besarte toda la semana.
Él había extrañado besarla, lo que significaba que la había extrañado. Todo se
perdió en ese momento. Simplemente estaban ellos dos y una necesidad que
ardía profundamente en ambos.
Ella presionó los dedos en sus labios y luego en los de ella.
—Me alegra que quieras que te bese, porque lo deseo desesperadamente.
Sus labios se posaron sobre los de ella, con un hambre voraz, que Dawn
compartió, ya que también la roía. Ninguno pudo saciarse del otro. Estaban

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hambrientos por el sabor del otro, y se alimentaron con ese beso.


Cree lo terminó bruscamente, colocando su frente contra la de ella, y dándose la
oportunidad de recuperar el aliento antes de hablar.
—Tengo que irme... pero regresaré más tarde esta noche.
Él estaba regresando a ella. El pensamiento era como una bofetada en la cara.
Así sería a partir de ahora, él regresaría con la mujer que sería su esposa
mientras ella se quedaba sola. Su estómago se revolvió con el pensamiento o tal
vez era su bebé. Ese recordatorio la hizo palidecer, porque llegaría el momento
en que tendría que decirle a Cree que estaba embarazada.
—No te sientes bien—dijo con ansiedad.
Ella se llevó la mano a la mejilla y cerró los ojos. No era mentira que ella
necesitaba descansar. Ella había notado que el embarazo agotaba sus fuerzas de
vez en cuando, pero un buen descanso siempre la restauraba.
—Sí, deberías descansar—él estuvo de acuerdo y besó sus labios ligeramente,
persistiendo como si no estuviera dispuesto a detenerse.
El extraño dolor que se apoderaba constantemente de ella cada vez que se
despedían, la aplastaba ahora, aunque con más fuerza que nunca. ¿Le
preocupaba que él no volviera con ella ahora que su futura esposa estaba aquí?
Pensó en la criatura que llevaba, en el momento de su revelación, y se preocupó
por su futuro.
Él pasó un tierno dedo por su mejilla.
—Te pones más pálida. Descansarás, eso es una orden.
Antes de que ella pudiera confirmar con una inclinación de cabeza, él la levantó
en brazos de la silla, y la llevó a la otra habitación para colocarla suavemente
sobre la cama. Agarró la manta al pie de la cama, aunque antes de cubrirla con
ella, tomó un pie descalzo, lo levantó y la miró. —Llevarás medias. El clima se
vuelve cada vez más frío.
Ella bostezó y él rápidamente la cubrió, metiendo la manta con fuerza alrededor
de ella. Él le dio un beso rápido, luego fue al hogar y agregó más troncos. Se
detuvo antes de salir de la habitación y la miró con el ceño fruncido.
—No puedo probarlo, pero sé sin duda que dejaste esta cabaña hoy sin
protección. Si no estuviera de buen humor, no solo te castigaría, sino que
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también castigaría a la vieja Mary. Haz nuevamente una estupidez, y probarás mi


ira.
Dawn no respiró hasta que oyó que la puerta se cerraba. Él estaba muy
consciente de todas las cosas que estaban sucediendo en la aldea, y ella temía
que no pasara mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que ella llevaba un
bebé suyo. ¿Entonces qué? La pregunta la perseguía y con demasiada frecuencia
le daba miedo su futuro.
Bostezó de nuevo, se puso de lado y se durmió en cuanto cerró los ojos.

Cree habría preferido meterse en la cama con Dawn en lugar de tomar


parte en esta farsa de una celebración, pero entonces ella no descansaría si él lo
hacía. Además, tenía el deber de mantener a sus hombres y ahora a los aldeanos.
Entró al Gran Salón a regañadientes, pero ansioso por que terminara el día para
poder regresar con Dawn, y reunirse con ella en la cama. Deseaba hacer el amor
con ella, aunque la forma en que ella había palidecido le preocupaba, y él no le
haría perder la fuerza. En cambio, se envolvería alrededor de ella y buscaría el
sueño que le había faltado durante la última semana.
No había dormido lo suficientemente bien, tal como lo hacía antes de que Dawn
entrara en su vida. Ahora, acurrucado a su alrededor, dormía profundamente.
Echaba de menos despertarse a su lado por la mañana, y hacer el amor. Era una
buena manera de empezar el día.
Su ceño fruncido cruzó su rostro tan pronto como vio a Lucerna calentándose
junto al gran hogar. Tenía la altura justa y una silueta esbelta, el vestido azul
medianoche que llevaba abrazaba su estrecha cintura y se sostenía con un
cojinete real que solo alguien nacido de la nobleza podía usar. Nunca había visto
a una mujer tan bella como ella. Tenía rasgos delicados que dejaban sin aliento,
y ojos tan azules que el cielo de verano estaría celoso. Sin embargo,
sorprendentemente, no se sentía atraído por ella. Su miembro no se tensó al
verla, y su falta de reacción lo desconcertó.
—Mi Señor—dijo ella con un gracioso movimiento de su cabeza cuando él se
detuvo a pocos pies de ella.
—Hablaremos en mi solar—ordenó Cree, el Gran Salón estaba ocupado con una
avalancha de sirvientes asegurándose de que todo estuviera listo para la

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El highlander prohibido

celebración de la noche.
—Como desees, mi Señor—. Hermosa y obediente, no podría ser mejor. Al
menos no sería difícil de manejar. Se volvió hacia Sloan con un breve
asentimiento, luego extendió su brazo hacia Lucerna. Puso su mano ligeramente
sobre ella y caminaron hacia el solar en silencio.
Apenas entraron, la sentó en una silla junto al hogar. En ese momento Sloan
entró con Flanna y dos muchachas del servicio y, en unos minutos, la comida y
bebida cubrieron la mesa entre las sillas. Flanna llenó dos copas de vino, espantó
a los dos sirvientes y dio una sacudida respetuosa antes de irse. Sloan
permaneció junto a la puerta, sus brazos detrás de su espalda parecían como si
estuviera de guardia.
Cree le entregó una copa de vino a Lucerna.
—Estoy impresionada con la ineficiencia de sus sirvientes. La jefa de servicio,
creo que se llama Flanna, tomó a mis dos sirvientes de la mano inmediatamente,
y los dirigió a mis aposentos. Ella no me dijo ni una palabra como debería hacer
un buen sirviente.
—Flanna hace bien su tarea—dijo Cree—, pretendo que todos en Dowell hagan
bien sus tareas.
—Como debe ser, ya que la pereza es el camino del Diablo y no debe ser
tolerada. Con su permiso, me haré cargo de Flanna y, por supuesto, de la
cocinera, y me encargaré de que las cosas sigan funcionando correctamente.
Cree escuchó a Sloan toser y supo exactamente lo que estaba pensando. —
Puedes hablar con Flanna, pero Flanna tratará con Turbett, el cocinero.
—Como desee, mi Señor, estoy aquí para servirle como una buena esposa
debería.
—Es bueno escuchar eso, porque espero la obediencia de mi esposa. Presta
atención a mi palabra y no mientas, y estaremos bien.
—Estoy segura de que lo haremos bien, mi Señor. Espero con interés nuestra
unión.
Compartieron la comida y la bebida mientras hablaban.
—Su fortuita adquisición de las tierras y propiedades de mi padre ha sido
beneficiosa para él—dijo Lucerna.
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— ¿Está tu padre de acuerdo con tu opinión? —preguntó Cree, curioso de que


ella eligiera llevar el asunto a discusión.
—No al principio, pero después de una cuidadosa consideración, se dio cuenta
de que con su avanzada edad era lo mejor. No solo protegerás sus tierras mucho
mejor de lo que él podría, sin duda expandirás sus posesiones.
—Mi tierra, mis posesiones—aclaró Cree.
—Por supuesto—dijo Lucerna con una sonrisa. —Debes perdonarme. Mi familia
ha tenido el título de Conde de Carrick y la tierra que lo acompaña durante
muchos años, por lo que estoy muy agradecida de haberme prometido a ti, y de
que mi familia siga siendo parte de estas tierras. Si Dios quiere, te daré un hijo
que llevará el título en los próximos años.
—También me gustaría tener muchos hijos e hijas—. Cree captó cómo su sonrisa
vacilaba. ¿Era el tipo de mujer que una vez que tenía un hijo, sentía que su deber
estaba cumplido y no querría más hijos? Esperaba que no, porque quería muchos
hijos. Recordó cómo su hermana menor había llenado la casa con tanta alegría
cuando era pequeña, y él quería sentir esa alegría una vez más.
— ¿Escuché que hay una celebración esta noche? —preguntó ella. —Vi cómo
los sirvientes estaban ocupados preparando el Gran Salón.
—Es para ti. Los aldeanos han estado esperando su llegada.
— ¿Los aldeanos participarán en las festividades en el Gran Salón? —preguntó.
¿Era molestia lo que veía en su cara? Cree asintió. —Sí, los aldeanos serán
recibidos en el salón para la celebración y para reunirse contigo... la futura
Señora de la fortaleza.
Lucerna se puso de pie. —En ese caso, mi Señor, me gustaría ir a descansar
antes de las festividades de la noche. El viaje me ha cansado.
Cree agitó una mano a Sloan y en segundos apareció un sirviente que llevó a
Lucerna a su dormitorio. Después de que ella se fue, Sloan y Cree se sentaron
ante el hogar, cada uno con una jarra de cerveza en la mano.
— ¿Qué piensas? —preguntó Cree.
—Ella es hermosa.
—Eso es obvio. ¿Qué otra cosa es lo que ves?

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—Obediencia.
— ¿Algo más? —preguntó Cree.
—Ella tiene hambre de poder, lo que podría ser bueno o malo. Yo diría que ella
necesita adaptarse, sin embargo...
—Escúpelo.
—Ella no me parece el tipo de mujer que toleraría que su esposo tenga una
amante.
Cree lo fulminó con la mirada. —No es asunto de ella.
—Ella podría pensar de manera diferente. Ninguna esposa quiere que la otra
mujer se ría en su cara. Es posible que desee considerar mover a Dawn a un
lugar más aislado...
—No—espetó Cree. —Ella se queda dónde está. ¿Está todo listo para la
celebración?
—Cambiar de tema no cambiará la situación. Recuerda, mantener contenida a
una mujer ya es bastante difícil... ahora tienes dos—. Sloan reprimió su risa.
Cree lo fulminó con la mirada de nuevo. —¿No tienes deberes que atender?
—Han sido atendidos—dijo Sloan y se puso de pie. —Lo único que queda por
hacer es ir a disfrutar de la celebración—. Levantó su jarra y tomó lo que
quedaba. —Vamos, ve a divertirte antes de que debas tratar con tu futura esposa
de nuevo.
—Esa es la primer idea coherente que has tenido hoy—dijo Cree y bebió lo que
quedaba de su cerveza antes de que ambos se despidieran.

Dawn se despertó con el sonido de la puerta abriéndose. Se preguntó


cuánto tiempo había dormido. Entonces oyó que Lila gritaba:
—Dawn.
Ella sonrió, se colocó sus botas, y usó sus dedos como un peine para pasarlo por
su suave cabello mientras se apresuraba hacia la otra habitación.
Lila sonrió y saludó a Dawn con un fuerte abrazo, que la hizo sospechar. No era
que su amiga rara vez la abrazara, era el grado del abrazo. Lila siempre la había

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abrazado con fuerza cuando estaba preocupada por Dawn, y el abrazo había sido
extremadamente fuerte.
Lila se quitó la capa y la colocó sobre el respaldo de la silla más cercana al calor
del hogar.
—Está nevando fuertemente. Habrá una gran acumulación por la mañana y
posiblemente más si no se detiene.
Había comida fresca y una jarra de sidra fresca en la mesa, lo que significaba
que Dawn había dormido durante la cena. Ella puso su mano contra la jarra y
estaba fría. Eso significaba que ya había pasado la cena. Ella la movió al hogar
para calentarla.
Lila se sentó.
—La celebración continúa—ella negó con la cabeza—, tanta comida. Nadie
puede creer la generosidad de Cree, y aunque su futura esposa es hermosa, no
parece tolerar a los aldeanos.
Dawn arrugó la nariz y levantó la barbilla.
Lila se rio. —Tienes razón. Ella es de la nobleza y nosotros somos campesinos
humildes que ella debe tolerar—ella bajó la voz. —Las mujeres ya se preocupan
de que va a cambiar las cosas por aquí y no para mejor.
Dawn negó con la cabeza, luego frunció el ceño e hinchó el pecho.
Lila se rio de nuevo. —Te ves tan graciosa cuando imitas a Cree. ¿Entonces
crees que Cree no lo permitirá?
Dawn negó con la cabeza lentamente.
—Él gobierna con exigencia, aunque justamente—. Lila extendió su mano hacia
Dawn.
Dawn sonrió y apretó la mano de su amiga, luego señaló a Lila, luego a ella
misma y luego a la boca.
—Debería darme cuenta de que no puedo ocultarte nada. Tengo algo que decir.
Esa mujer tiene una sonrisa forzada. No confío en ella y mi preocupación por ti
crece. Cree todavía tiene un guardia en tu puerta, por lo tanto, debe significar
que todavía estás en peligro, y ahora esto, y…—Lila señaló a Dawn— ¿Qué te
ha pasado últimamente? Pareces—hizo una pausa como si no estuviera segura de

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su siguiente palabra…—Audaz. Debería decir más intrépida de lo que nunca has


sido. Me preocupa que un día Cree te castigue por tu actitud.
Dawn no se consideraba a sí misma como intrépida o desafiante, sino todo lo
contrario, aunque suponía que al salir por la ventana, que ahora estaba tapiada,
dos veces podría definirse como desafiante.
—Perderá su paciencia uno de estos días y sufrirás por ello. Cree estaba furioso
cuando desapareciste. Me quitaron a Thomas mientras hablamos, y temí que no
nos lo regresara.
Dawn sintió que se le encogía el corazón, y apretó la mano de Lila. Ella le
palmeó el pecho profusamente y sacudió la cabeza.
—Sé que lo lamentas, yo también. No puedo imaginarme cómo es para ti ser la
amante de Cree. Amo a mi esposo y él me ama, y compartiremos nuestras vidas
juntos. Siempre quise lo mismo para ti, encontrar un buen hombre y compartir tu
vida junto a él. Ahora... —. Ella bajó la cabeza con una breve sacudida. —Debes
tener cuidado, especialmente con su prometida—. Ella levantó la cabeza. —
Temo que la llegada de Lucerna no sea un buen augurio para la aldea, y temo
que ella no tolerará que su esposo tenga una amante a pocos pasos de la
fortaleza.
Dawn hizo todo lo posible para asegurarle que todo estaría bien, y pronto la
conversación se centró en otras cosas hasta que Lila se fue, necesitando llegar a
su cabaña para alimentar a Thomas.
La comida en la mesa había perdido su atractivo, y Dawn ni siquiera estaba a
favor de una jarra de cerveza ahora caliente. No se debía a la criatura que se
encontraba en su vientre. Era la preocupación que llevaba en sus entrañas. Ella
había deseado un amor como el de Lila y Paul, y un esposo con quien compartir
su vida. Ahora no era más que una amante que podía ser descartada por el
capricho de Cree. Sin embargo, se sentía completamente tonta, ya que aun así lo
amaba. ¿Cómo era posible?
Ella no sabía cuánto tiempo estuvo sentada en la mesa, pero fue rápidamente
sacada de sus reflexiones cuando la puerta se abrió y la nieve se precipitó junto
con Cree.
Sacudió la nieve de su largo y oscuro cabello y se quitó la capa para dejarla caer
en la silla, pero se detuvo a media zancada cuando sus ojos se encontraron con

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El highlander prohibido

los de Dawn.
— ¿Qué está mal? ¿Te sientes enferma? Buscaré a Elsa—. Dejó caer la capa y
corrió a su lado, levantándola y llevándola a la otra habitación.
Ella apoyó la cabeza en su pecho. Ella sabía por qué amaba a este hombre. Su
corazón silencioso había aprendido a hablar a través de gestos y acciones en
lugar de palabras. Ella le importaba más de lo que admitiría. ¿Podría ser que la
amara en silencio, tan silenciosamente como latía su corazón? Aunque llevara
tiempo, era una pregunta que pretendía averiguar.
Cree la colocó en la cama y se agachó delante de ella.
—Haré que el guardia busque a Elsa mientras te ayudo con tu camisón.
Él le estaba quitando la blusa mientras hablaba y ella no lo detuvo, pero ella no
necesitaba a Elsa, ella lo necesitaba él.
Después de desvestirla, se dio la vuelta para ir a por su camisón cuando su mano
lo detuvo, agarrando los lazos de su túnica de cuero. Se la quitó, le quitó la
camisa, y presionó sus pechos desnudos contra su pecho, apoyó la cabeza en su
hombro y envolvió sus brazos alrededor de su cintura.
—No estás bien, necesitas descansar—dijo, tratando de convencerse para dejar
de endurecerse.
Dawn no tenía intenciones de hacer el amor con él esta noche. Sin embargo,
cuando Cree entró en la cabaña, inmediatamente se dio cuenta de su angustia y
no dudó en cuidarla, su corazón estalló por él. Parecía que habían estado
separados durante años en lugar de una semana, y ya la separación había sido
demasiado larga. Ella lo extrañaba así lo quisiera o no. ¿Cuándo aceptaría ella
que él le había robado el corazón? ¿Cuándo aceptaría que ella le pertenecía a él,
y él a ella, aunque aún no se había dado cuenta?
Audaz. Así era como la había llamado Lila y tendría que seguir siendo intrépida
si no quería perderlo. Ella no sabía qué les depararía el futuro y por el momento
no importaba. Lo que importaba era que él había regresado con ella, se había
preocupado por ella y...
Ella deslizó su mano sobre su creciente excitación y apretó.
—Dawn—dijo con una aguda inhalación—, juegas con fuego.
Ella lo miró, sonrió y lo apretó más fuerte.
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El highlander prohibido

39

Cree se quitó el pantalón, agarró a Dawn por la cintura y se acostó con


ella, aterrizando encima de ella.
—Ha pasado demasiado tiempo desde que estuve dentro de ti—dijo con un
gruñido y mordió sus pezones. —Levantó la cabeza y la fulminó con la mirada.
— ¿Estás segura de que estás lo suficientemente bien?
Ella agarró la longitud de él y lo frotó contra su zona sensible.
Su ceja se alzó y sonrió. —Creo que esto será rápido... hemos estado separados
demasiado tiempo.
Se había referido a su tiempo lejos el uno del otro, dos veces. ¿Le había
preocupado tanto a él como a ella?
Su boca encontró su cuello y, besó y mordió su suave piel mientras se abría
camino suavemente hacia ella. El hecho de que él fuera considerado con ella
aceleró su corazón y encendió su pasión, y cuando estuvo completamente dentro
de ella, Dawn suspiró interiormente de placer. Ella lo había extrañado. Oh Señor,
cómo lo había extrañado.
Ella le dio la bienvenida, sus piernas lo rodearon, atrayéndolo más profundo,
queriéndolo y necesitándolo lo más cerca posible de ella. Se tomó su tiempo,
yendo despacio, volviéndola loca por la falta de él. Dawn disfrutó de la tortura,
cada zambullida y la abstinencia alimentaron su placer, su necesidad se había
convertido en un clímax que seguramente la haría gritar... si tan solo pudiera.
Cree vio que el deseo se acumulaba en sus ojos, lo sintió en la forma en que su
cuerpo se movía frenéticamente contra el suyo, y alimentó más aun su pasión ya
creciente. Señor, cómo la había extrañado y aunque quería estallar de placer,
también egoístamente quería que la pasión perdurara. Quería sentirla chocar
contra él, sentir su dedo tocar, tocar, y tocar contra su brazo, ver sus ojos arder
de deseo por él, deleitarse con la forma en que se apretaba alrededor de él, y que
con cada empuje lo llevaba al borde de un clímax, el cual estaba ansioso por
sentir, pero al que todavía no quería doblegarse.
Había pasado demasiado tiempo, su cuerpo la necesitaba demasiado.

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El highlander prohibido

—Ven conmigo—insistió y se sumergió en ella como un hombre sediento que


necesita saciarse... una vez, dos veces... y explotó con pasión como nunca antes,
y si fuera un hombre de oración, se habría creído bendecido, no solo por este
clímax poderoso e interminable, sino por el hecho de que Dawn había estallado
junto a él.
La envolvió en sus brazos poco tiempo después, cuando su respiración y corazón
se habían calmado, sus cuerpos se habían enfriado y los había cubierto con las
suaves mantas de lana. Se acurrucaron más contentos que nunca.
— ¿Te sientes bien?
Ella tocó su brazo una vez.
Él le besó la sien de nuevo. —Me alegro porque te he echado mucho de menos.
Su corazón se agitó al escuchar su admisión, aunque una suave voz le advirtió:
“ten cuidado, no puede darte más”. Pero otra voz contrarrestó con: “deja que su
corazón hable por sí mismo”.
Cree se acurrucó más firmemente a su alrededor, manteniéndola apretada contra
él y ambos se quedaron felizmente dormidos.

Cree despertó a Dawn a la mañana siguiente con besos suaves y le hizo el


amor tiernamente, luego, a regañadientes, la dejó a durmiendo y regresó a la
fortaleza.
Lucerna estaba sentada en el estrado con Sloan cuando entró en el Gran Salón.
—Buenos días, mi Señor—dijo ella con una inclinación de cabeza. —Espero que
hayas dormido bien.
—Excepcionalmente—dijo, uniéndose a ella en la mesa larga, aunque
normalmente sólo Sloan y él comían en la mesa cerca al hogar. Las tarimas
siempre parecían demasiado alejadas para los guerreros.
— ¿Todavía cae nieve? —preguntó.
—Sí, aunque ligeramente—. Se sentó a su lado hambriento y ansioso por
disfrutar de la comida de la mañana.
Un gran guerrero entró en el Gran Salón, cayendo nieve de su capa y botas. Se
detuvo ante el estrado con una reverencia.

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El highlander prohibido

—Lamento molestarlo, mi Señor, pero se han visto huellas en el bosque.


—Alerta a la guardia de la cabaña, toma más hombres y vean qué pueden
encontrar—ordenó Cree.
El hombre inclinó la cabeza y se despidió.
— ¿Alguien está en peligro y necesita vigilancia? —preguntó Lucerna.
—No es nada que deba preocuparte—dijo Cree.
—Todo lo que te concierne, me concierne. Debo ser tu esposa y estaré a tu lado
y te defenderé sin importar las circunstancias.
—No esperaría menos de ti. Es tu deber.
Si ella había esperado impresionarlo con esa declaración, había fracasado. Como
su esposa, ese era su deber, sencillo y simple, y él no quería tener que
recordárselo.
Dawn no era su esposa, pero ella había sufrido una paliza a causa de él, y todavía
había conservado su coraje y también su insensatez. Miró a Sloan. — ¿La
ventana ha sido tapiada?
—Es lo más seguro—dijo Sloan con una inclinación de cabeza.
—Tal vez debería dejarlos a los dos solos para discutir sus asuntos—dijo
Lucerna con una pisca de sarcasmo.
—Una sabia elección—dijo Cree.
Lucerna se puso de pie con una mueca que podría rivalizar con la de Cree y
abandonó el Gran Salón.
Sloan se volvió hacia Cree. —Ella es una mujer formidable.
—Quién aprenderá su lugar—dijo Cree como si lo decretara. —Tan pronto como
termine de prepararme, iremos a ver lo que los rastreadores han averiguado. No
me importa el hecho de que alguien haya sido visto. ¿Quién se atrevería a viajar
en este clima?
—Los que no son buenos para nada—respondió Sloan.
—La advertencia de Rem me preocupa—dijo Cree. —Pensar que los hombres
seguirán persiguiendo a Dawn hasta que uno de ellos logre quitarle la vida no
tiene sentido. La única forma de detenerlos es descubrir quién los contrató.

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El highlander prohibido

—No será fácil.


—Tampoco imposible—dijo Cree. —Además, es hora de traer a mi hermana a
casa. Tan pronto como la nieve se detenga, envía a una tropa de hombres por
ella.
— ¿Tener dos mujeres con las que tratar no es suficiente para ti? ¿Vas a agregar
a tu hermana al lote? —Sloan rio entre dientes.
—Una vez estuvimos cerca—Cree frunció el ceño como si recordara momentos
difíciles—, las circunstancias nos obligaron a separarnos y es hora de que
volvamos a ser una familia. Es hora de que ella tenga un hogar. Envía una tropa
considerable a la Abadía para traerla aquí.
—Voy a…
Un grito desgarrador hizo que ambos hombres salieran de sus asientos mientras
Lucerna se precipitaba hacia el Gran Salón. Su cara estaba enrojecida, sus
mejillas rojo cereza, y su pecho se hinchó cuando se detuvo frente a la tarima.
—Un hombre insolente me insultó. Castígalo, él merece un azote—ella casi le
gritó a Cree.
Sloan se volvió y le lanzó a Cree una mirada suplicante. Ambos sabían que se
trataba y Sloan, como de costumbre, estaba preocupado por perder a Turbett.
Cree se inclinó sobre la mesa, golpeando sus manos sobre ella.
—Vienes gritando aquí como una arpía y exiges que atienda tu orden. ¿Es esta la
mala educación tuya que debo esperar de ti cuando nos casemos?
—Puede que aún no sea su esposa, pero no veo ninguna razón por la que ese
hombre insoportable me maltrate cuando todo lo que estoy tratando de hacer es
aprender el funcionamiento de tu fortaleza para que, cuando lo sea, tenga mis
obligaciones claras.
— ¿No te dije que Flanna se ocuparía de Turbett?
—Mira—dijo Lucerna con un movimiento de su dedo. —Sabes de quién hablo
sin que tenga que mencionar su nombre. Por lo tanto, debe ser un sirviente difícil
de tratar. Sé bien cómo manejar a un sirviente insubordinado. Le haré obedecer
en poco tiempo y, además, es mi deber.
—Todavía tenemos que intercambiar votos. Hasta que no lo hagamos, no debes

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El highlander prohibido

dar órdenes a ninguno de los sirvientes. Si tienes un problema con alguno de


ellos, se lo informarás a Flanna, y ella lo tratará como le parezca. No vuelvas a
molestar a Turbett...
Lucerna fue a interrumpir, y Cree la calló.
—Nunca me interrumpas cuando estoy hablando, y nunca me hagas repetir lo
mismo. Mi palabra es ley, entiende eso y obedéceme, o sufre por tu insolencia.
Los ojos azules de Lucerna se llenaron de ira, levantó la barbilla y colocó sus
hombros hacia atrás.
—Lo entiendo perfectamente, mi Señor—. Su barbilla subió más alto. —Aunque
debo preguntar qué esperas que haga todo el día si no voy a ocuparme del
mantenimiento.
—Estarás ocupada atendiendo a nuestros hijos.
Sus ojos se agrandaron. —Esa es la tarea de un sirviente.
Cree permaneció erguido, con los hombros anchos, el pecho impresionante en su
circunferencia musculosa.
—Es el amor cariñoso de una madre lo que quiero que mis hijos tengan.
Lucerna parecía dispuesta a discutir, luego pareció pensarlo mejor y se calmó. —
Por supuesto, una madre ama a sus hijos, pero su cuidado se deja a los sirvientes.
Ese es el rumbo a seguir.
—No el rumbo que yo quiero seguir.
Lucerna no dijo nada más al respecto, aunque era obvio que el asunto aún no
estaba resuelto. — ¿Al menos puedes reprender a tu cocinero por hablarme y
tratarme como un sirviente?
—Le diré que no volverás a molestarlo.
—Suenas como si te disculpas por mí.
—Me desobedeciste, por lo tanto no me dejas otra opción—dijo Cree.
Lucerna parecía estar perdida y no podía hacer nada más que mirarlo. Cree tuvo
la sensación de que estaba acostumbrada a seguir sus propias reglas. Como su
breve diatriba no tenía los resultados a los que estaba acostumbrada, parecía no
saber qué hacer.

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El highlander prohibido

No le sorprendió cuando ella presionó sus dedos contra su sien y dijo: —Me
duele la cabeza, creo que descansaré.
— ¿Quieres que envíe a la sanadora a verte?—preguntó Cree, aunque dudaba
que necesitara a la mujer, el dolor de cabeza era una excusa para irse y que no la
molestaran.
—No es necesario, mi Señor—dijo y se inclinó antes de darse la vuelta para
alejarse, aunque después de unos pocos pasos se detuvo y dio la vuelta. — ¿Es la
sanadora hábil?
—Ella está muy bien preparada—le aseguró Cree.
—Entonces tal vez ella podría ayudarme. La esperaré en mis aposentos—. Salió
de la habitación, y su sirviente salió corriendo de las sombras para seguirla.
—Tráeme a Flanna—dijo Cree a Sloan.
—Estoy aquí, mi Señor—dijo Flanna, saliendo de las sombras y moviendo la
cabeza.
Cree frunció el ceño. —Esta habitación necesita más luz. Parece que las sombras
albergan ojos y oídos de los que no soy consciente.
—Puedo oír y ver cosas, mi Señor, pero no hablo de ellas.
—Entonces, ¿por qué estabas al acecho en el rincón oscuro? —preguntó Cree.
—Esperé para poder defender a Turbett si fuera necesario.
— ¿Fuiste testigo del intercambio entre mi futura esposa y Turbett?
—Sí, lo fui.
—Cuéntame—ordenó Cree.
—Turbett y yo estábamos discutiendo las comidas para los próximos días
cuando Lady Lucerna entró a la cocina exigiendo hablar con el cocinero. Turbett,
por supuesto, dio un paso adelante con orgullo. mi Señora luego procedió a
decirle que sus comidas eran muy sabrosas y que le daría instrucciones sobre
cómo debía prepararse la comida.
— ¿Demasiado sabrosa? —dijo Sloan aturdido. — ¿Ella la prefiere sosa?
—Mi Señora dice que las especias son caras y que Turbett no debería ser
generoso con ellas.

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El highlander prohibido

La frente de Cree se frunció cuando sus ojos se oscurecieron. — ¿La respuesta


de Turbett?
—Le dijo a mi Señora que solo había un maestro al que respondía y que era...
Cree. Luego le dijo a ella que dejara su cocina y que nunca regresara.
Lucerna no había estado en la aldea ni un día completo, y Cree deseaba poder
decirle que se fuera y que nunca regresara.
—Turbett tiene razón. Lucerna nunca regresará a la cocina, ni siquiera después
de casarnos. Usted me notificará si intenta molestar a Turbett nuevamente.
También tiene mi permiso, si es necesario, para recordarle a Lucerna que no está
permitida en la cocina.
Flanna sonrió—Como desee, mi Señor.
—Envía a uno de los sirvientes a buscar a Elsa, e infórmale que Lucerna le ha
pedido ayuda para curar un dolor de cabeza.
Flanna meneó la cabeza y esperó a que la despidieran.
—Otra cosa—dijo Cree, bajando la voz. —Manténgame al tanto de cualquier
incidente relacionado con mi futura esposa. Eso es todo.
Una vez que Flanna salió de la sala, Sloan preguntó: —Supongo que eso
significa que también debería vigilar a Lucerna.
Cree asintió. —Ella llegó como un tornado que aún no se ha disipado.
—Los tornados levantan las cosas a su paso y las depositan, Dios sabe dónde.
—Este tornado se resolverá como sea—advirtió Cree.
—No es que crea que no puedas hacerlo porque te he visto hacer muchas cosas
que pensé imposible, pero, ¿cómo puede ser posible controlar un tornado?

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El highlander prohibido

40

Cree acababa de hablar con el molinero Taggart sobre las reparaciones que
requería el molino, cuando uno de sus guerreros se acercó y le informó que la
nieve había hecho imposible seguir las huellas. Sin embargo, pudieron
determinar que había dos pistas separadas y, por lo tanto, dos hombres. La
búsqueda continuaría, aunque no parecía prometedora.
Cuando Cree terminó de dar órdenes de que se le informara a cualquier extraño
que buscara refugio para el invierno, vio a Dawn salir de su cabaña. Se preguntó
qué estaría haciendo ella en el frío, debería estar descansando, recuperando
fuerzas, especialmente después de que él se las había robado la noche anterior, y
esta mañana. Él casi sonrió al recordarla desnuda en sus brazos, aunque se
contuvo y frunció el ceño. No servía de nada que el infame Cree sonriera sin
ninguna razón y, sin embargo, había una razón... Dawn. Había estado sonriendo
más a menudo desde que la conoció. Ella desenterró de él una alegría la cual
desde hacía mucho tiempo ya, él había enterrado. Le recordó el momento en que
fue amado tan incondicionalmente, y ese tipo de amor lo valía todo.
Terminó de tomar nota de otros arreglos que debían hacerse, luego dejó a Sloan
para que se encargara de ello, y alcanzó a Dawn y su guardia a unos pasos de su
cabaña.
Saludando con la cabeza a su guerrero Neil, el hombre se relajó, aunque los
observó mientras caminaban lado a lado.
— ¿Te sientes lo suficientemente bien como para estar fuera? —Cree preguntó
preocupado de que ella empeorara, aunque con la esperanza de que se hubiera
recuperado por completo. La extrañaba mucho y se enojaba consigo mismo por
pensar permanentemente en ella.
Ella asintió y respiró profundamente.
—Es el aire fresco lo que estás saboreando.
Ella sonrió feliz de que él la entendiera, y también por verlo. A pesar de haber
estado separados por culpa suya, la noche anterior se había dado cuenta de lo
mucho que lo había extrañado junto a ella en su cama. No es que ella estuviese
perdida sin él, sólo que ella encontraba paz cuando él descansaba a su lado toda

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El highlander prohibido

la noche, y la despertaba con sus cariñosas atenciones por la mañana. Se sentía


plena, tanto que estalló con una sonrisa tonta al recordar lo tierno que había sido
Cree al hacerle el amor. Era casi como si ella pudiera sentir lo mucho que le
importaba... posiblemente la amara.
Ahuyentó ese pensamiento tormentoso. Solo le causaba dolor en su corazón, y
ya había sufrido bastante cuando supo que él se casaría. El recordatorio borró la
sonrisa de pronto.
— ¿Te sientes enferma? —preguntó preocupado, su sonrisa se desvaneció
demasiado rápido y su rostro palideció un poco.
Ella asintió y sonrió de nuevo, aunque le faltaba entusiasmo.
—Tal vez una visita a Elsa sería prudente—dijo Cree y le ofreció su brazo.
Dawn sabía que no era una sugerencia y no tenía más remedio que tomar su
brazo y hacer lo que le ordenaba. Al menos, ella no se vería privada de la
caminata que había estado ansiosa por tomar.
— ¿Dormiste bien?
La sonrisa de Dawn creció cuando captó el indicio de que en los labios de Cree,
asomó lo que ella sospechaba que sería una amplia sonrisa, tan solo si él lo
permitiera. Ella hizo un gesto con su mano, apuntando a su izquierda, y
lentamente dibujándola frente a ella y apuntando hacia abajo.
Él asintió y no pudo evitar sonreír, aunque solo por un momento. —Mejor de lo
que has dormido en un tiempo.
Ella asintió, sus ojos se iluminaron brillantemente junto con su sonrisa.
Dios mío, esa sonrisa podría robarle el corazón. Se inclinó y susurró: —Yo
también.
— ¡Mi Señor!
El chillido los sobresaltó a ambos y los hizo girar. Dawn no se dio cuenta de que
su mano sujetaba con más fuerza el brazo de Cree, mientras observaba a Lucerna
correr hacia ellos. Se detuvo frente a Cree, ignorando a Dawn como si no
estuviera allí o fuera demasiado insignificante para reconocerla. —Tienes un
curandero milagroso. Mi dolor de cabeza se ha ido y pensé que quizás ahora
tendrías tiempo libre para mostrarme la aldea.

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El highlander prohibido

Era difícil no darse cuenta de que los aldeanos se detenían a su alrededor, y


Dawn estaba segura de que tenían curiosidad por saber cómo el notable Cree
manejaría la delicada situación. Dawn se preguntó lo mismo, y así esperó,
manteniendo sus ojos en Cree.
Lucerna levantó la barbilla de manera altiva y habló antes de permitir que Cree
respondiera. — ¿Esta pobre campesina necesita ayuda para atreverse a sostener
tu brazo?
El miedo al castigo habría hecho que Dawn quitara la mano de inmediato, pero
ella no temía que Cree lo hiciera y, por alguna razón, encontró sorprendente que
Lucerna no la intimidara. Lo que le había sorprendido era la reacción de Cree. Él
había puesto su mano sobre la de ella. ¿Le estaba advirtiendo que se quedara
como estaba, o le había hecho saber a Lucerna que Dawn le pertenecía?
Cree finalmente habló. —Tengo asuntos que atender—. Le dio a Neil un gesto
de asentimiento y el guerrero se acercó a ellos. —Neil te escoltará de regreso a la
fortaleza.
Los ojos azules de Lucerna se oscurecieron, parecía lista para protestar cuando
de repente regaló una brillante sonrisa a Cree. —Otra vez será mi Señor, aunque
seré atrevida, y le pediré que me presente a la mujer que obviamente lo aleja de
mí.
Dawn esperó. Sería grosero de Cree ignorar su solicitud tan dulcemente
expresada, aunque con claras notas de sarcasmo, y con tantos aldeanos
observando con curiosidad alrededor. Si había algo que ella había aprendido
sobre Cree, era que no le importaba lo que la gente pensara de él.
—Lo sabrás a su debido tiempo—dijo Cree.
Lucerna se puso rígida y miró a Dawn. —Estoy segura de que a la campesina no
le importará decirme su nombre.
—Otra vez—ordenó Cree tan severamente que Lucerna dio un paso atrás. Él
asintió con la cabeza a Neil, luego se giró, obligando a Dawn a acompañarlo ya
que su mano descansaba aún más firmemente sobre su mano.
Un escalofrío recorrió a Dawn y su estómago se revolvió, porque se dio cuenta
en ese momento que Cree había empeorado una situación ya de por sí difícil.
Una vez que Lucerna descubriera que ella era la amante de Cree, no habría
forma de saber qué haría. La ira de Cree era una cosa, estaba allí para que todos

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El highlander prohibido

la vieran y temieran. Mientras que la ira de una mujer podía ser disimulada hasta
que ella decidiera dejarla salir, notándola cuando ya fuera demasiado tarde.
Dawn quería mirar atrás y ver si Lucerna los observaba, pero no se atrevía a
darle a la mujer la satisfacción de pensar que la conversación le había molestado.
Ella tenía la intención de averiguar lo que pudiera sobre Lucerna, y la única
persona que podría ayudarla a hacerlo era Flanna.
Deseaba poder hablar con Cree acerca de su inminente matrimonio, pero cuando
él le dijo que se iba a casar, y que los arreglos habían finalizado, implícitamente
había decretado que no volverían a hablar de eso. Se había resuelto. Él se casaría
y ella seguiría siendo su amante.
Su estómago revuelto empeoró, posiblemente debido a su creciente desasosiego,
o tal vez fue la manera de protestar por la poca comida que había probado antes
de salir de la cabaña. Parecía que no le gustaba cierta comida. Ella pensó en tirar
del brazo de Cree y hacer que se detuviera un momento, pero no estaban tan
lejos de la cabaña de Elsa, donde ella podía sentarse y, con suerte, calmar su
descompostura.
Estaban a pocos pasos de la cabaña cuando Dawn se dio cuenta de que no podía
evitar que su estómago se contrajera. Soltó el brazo de Cree, y corrió hacia el
costado de la cabaña, llegando al borde del bosque para vaciar lo poco que había
comido.
Ella no había esperado que él la siguiera, o que le pasara el brazo por la cintura,
o la mano para quitarle el cabello de la cara cuando ella vomitaba. Cuando
terminó, Cree recogió un poco de nieve limpia, y limpió suavemente su boca.
Después de tirarlo a un lado, la levantó en sus brazos, empujó la puerta de Elsa
con su hombro, y la llevó adentro.
Elsa señaló la cama en el rincón. — ¿Qué está haciendo ella expuesta al frío?
Cree frunció el ceño a Dawn después de ponerla en la cama. —No debería haber
escuchado tonterías de tomar aire fresco.
La puerta se abrió de golpe, y Sloan se apresuró a entrar. —Un problema que
necesita su atención inmediata, mi Señor.
Elsa espantó a Cree a la puerta, mientras calmaba sus preocupaciones.
—Ve y cumple tu deber. Voy a revisar a Dawn y no la dejaré ir hasta que
considere que está lo suficientemente bien para hacerlo, y me aseguraré de que
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El highlander prohibido

un guerrero la lleve y proteja hasta su cabaña.


El alivio lo inundó y, sabiendo que Elsa cumpliría su palabra, dejó a Dawn al
cuidado de la sanadora.
Tan pronto como la puerta se cerró, Elsa estaba al lado de Dawn. —Sé que llevas
un bebé de Cree en tu vientre, él no es un hombre ignorante y se dará cuenta por
sí mismo muy pronto. Elsa tiró de la manta doblada en la parte inferior de la
cama sobre Dawn, para abrigarla. —No esperes demasiado para decírselo. Ahora
descansa, la criatura te agota.
Dawn no necesitaba recordar que Cree no era tonto. Ella sabía que él se daría
cuenta pronto de que estaba embarazada, pero aún no estaba lista para decírselo,
y no estaba cansada. Quería volver afuera y dejar que el aire frío rozara sus
mejillas, ver a los niños jugar, y a los aldeanos ocupados en sus tareas. Quería
hablar con su amiga, visitar a la vieja Mary, y ya no estar encerrada
Se puso de lado, deseando que hubiera alguna forma de escapar y vagar
libremente por la aldea antes de regresar a casa. Los cielos deben haberla oído.
Un joven guerrero se apresuró a entrar en la cabaña, y exigió que Elsa lo
siguiera. Su esposa estaba a punto de dar a luz y no se sorprendería si el niño ya
hubiera llegado.
Elsa se apresuró a calmar al hombre frenético que, sin duda, había entrado en
batalla con menos miedo del que estaba experimentando ahora, y rápidamente
recogió sus cosas para irse. Dawn esperó un momento después de que se fueran,
y se alegró de hacerlo, ya que Elsa regresó unos momentos después, para
comprobar que Dawn aún dormía. Después de escuchar que la puerta se cerraba
nuevamente, esperó para asegurarse de que Elsa no regresaría otra vez y, tras
varios minutos de silencio, salió de la cama, tomó su capa de la estaca y echó un
vistazo afuera. Neil estaba afuera sonriendo, y saludando con un gesto de cabeza
al guerrero que ya debía haber dejado apresuradamente a Lucerna en la fortaleza,
para haber regresado tan rápido. ¿O Elsa le habría avisado? ¿Tan fiel era a Cree
que no dejaría a Dawn sola en la cabaña? Pensar en esa fidelidad, hizo que se
detuviera a suponer que Elsa podría no guardar su secreto sobre el bebé de Cree
por mucho más tiempo.
Caminó por la aldea con Neil, repentinamente ansiosa por regresar a su cabaña,
ansiosa por encerrarse en soledad una vez más. Cuando estaban a solo unos
metros de la cabaña, Neil de repente saltó delante de ella, dejando escapar un

32 | P á g i n a
El highlander prohibido

rugido similar al que ella alguna vez escuchó salir de Cree, aunque Neil no era
tan feroz, luego la empujó al suelo protegiéndola con su cuerpo.
Estaban rodeados de guerreros en cuestión de segundos. Neil emitió órdenes
para que algunos de los guerreros buscaran en el bosque, en la parte trasera de la
cabaña. Luego la levantó del suelo y la empujó rápidamente hacia la seguridad
de su cabaña. Solo entonces se dio cuenta de que tenía una flecha clavada en su
brazo. Él había recibido la flecha que apuntaba a ella.
— ¿Estás herida? —preguntó Neil.
Sus ojos se abrieron de par en par, y señaló frenéticamente la flecha que se
clavaba en el músculo de la parte superior de su brazo.
—Eso es un poquito molesto, nada más—le aseguró después de mirarla. —
¿Estás herida?
El hombre estaba parado con una flecha en su brazo más preocupado por ella
que por su propia lesión. Ella sacudió la cabeza y lo empujó hacia la puerta con
una mano mientras señalaba la flecha con la otra.
—Haré que Elsa lo cure tan pronto como llegue Cree y termine de contarle sobre
el incidente.
Ella sacudió la cabeza con furia, apoyó el pie y señaló la puerta.
—No sirve de nada discutir conmigo, lass, sólo obedezco a Cree.
Dawn nunca se sintió más aliviada al ver la puerta abierta, Cree entró junto con
Sloan y Elsa. Cree se acercó a ella mientras Elsa iba directamente a Neil.
Le habían preguntado demasiadas veces si había sido herida, si estaba enferma, o
lastimada, por lo que detuvo a Cree antes de que él pudiera repetirlo, le dio una
palmadita en el pecho y levantó la mano, asegurándole que estaba bien. Luego
señaló a Neil, le mostró cómo se tiró delante de ella, tirándola al suelo, y
protegiéndola.
Cree pasó la mano por su rostro como si comprobara por sí mismo que ella decía
la verdad, que no había sufrido ningún daño. El gentil gesto fue su perdición.
Ella se balanceó y presionó su frente contra su pecho. Sus brazos la rodearon
protectoramente y la atrajo con fuerza contra él.
—Estás a salvo—susurró Cree, luego miró a Neil. —Dime lo que pasó.

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El highlander prohibido

Mientras Elsa examinaba la herida, Neil explicó.


—Vi movimiento en el bosque al lado de la cabaña y no esperé, me paré frente a
Dawn y la llevé al suelo. Me gustaría poder informar que vi al culpable, pero fue
el movimiento rápido lo que me impulsó a actuar inmediatamente.
Elsa interrumpió. —Necesito sacar esta flecha, limpiar la herida y atarla.
Necesita quedarse en mi cabaña durante la noche, para asegurarme de que la
herida no muestra signos de infección, o tenga fiebre.
—Lo has conseguido—bromeó Neil. —Solo quieres mi enorme cuerpo en tu
cama.
—Los sueños se hacen realidad, Neil, como puedes ver—bromeó Elsa.
—Cuídalo bien, Elsa—dijo Cree. —Debe ser recompensado por lo que ha hecho
hoy día.
—Tengo mi recompensa, mi Señor... un hogar después de años de constante
batalla.
Dawn sintió que su pecho se hinchaba, al ver la lágrima que se demoraba en la
esquina de uno de los ojos de Neil. El hombre haría cualquier cosa por Cree, y
todo porque Cree se había asegurado de que a sus hombres se les proporcionara
un hogar. A un costo profundo para todos ellos.
—Te recompensarán, Neil, y no volveré a escuchar nada sobre eso—ordenó
Cree. —Ahora ve con Elsa y no regresarás a tus deberes hasta que Elsa diga que
estás lo suficientemente bien.
Neil parecía dispuesto a protestar, una mirada de Cree detuvo su objeción.
Elsa lo empujó por la puerta, los dos discutiendo como un viejo matrimonio.
Cree se volvió hacia Sloan. —Sabes qué hacer. Me reuniré contigo en un
momento.
Dawn no pudo ocultar su decepción de que él la dejara. Ella no quería que él se
fuera, quería que él se quedara allí con ella, la abrazara con fuerza y dejara que
todo el mundo desapareciera por el resto del día. Pero eso no sucedería, por
mucho que lo quisiera.
Le levantó la barbilla, Dawn no se dio cuenta de que había caído. Él rozó sus
labios con los suyos, y luego la besó muy gentilmente, como si temiera que ella

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El highlander prohibido

se rompiera. Le provocó un escalofrío de pasión y ella deseó de nuevo que él se


quedara.
—Debo encargarme de esto—dijo, y esta vez la besó, no con una pasión ardiente
sino con un sabor de tentación, casi como si se burlara de ella a propósito. —
Volveré más tarde, después de la cena.
Ella puso su mano sobre su corazón.
Él sonrió y le robó un rápido beso. —Lo prometo. Nada me alejará de ti esta
noche.
Ella asintió y forzó una sonrisa, rogando que fuera verdad que volvería a ella esa
noche.
—No dejarás esta casa por hoy—ordenó Cree.
Ella cruzó su corazón.
— ¿Me lo prometes? —preguntó fingiendo conmoción. —Sabes que te obligaré
a ello.
Ella asintió y volvió a cruzar su corazón, luego entrecerró los ojos y lo señaló
con el dedo.
— ¿Es un “pero” lo que oigo?
Ella sonrió y asintió. Nunca sabría lo mucho que la complacía cuando hablaba
con ella, como si realmente pudiera escucharla.
—Estoy escuchando—dijo, empujando un mechón de su cabello detrás de su
oreja y dándole un beso juguetón.
Él no la tomaba en serio y esto era importante para ella. Ella frunció el ceño y lo
regañó con un movimiento de su dedo.
—Es importante.
Ella presionó su dedo una vez contra su brazo, confirmando que lo era.
—Tienes mi atención—dijo, sus ojos oscuros fijos en los de ella.
Ella lo señaló, luego a sí misma y luego se tocó la boca.
—Necesitamos hablar. ¿Acerca de?
Dawn señaló alrededor de la habitación y luego sostuvo sus muñecas juntas

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El highlander prohibido

como si estuvieran encadenadas.


—No eres una prisionera—le aseguró.
Ella lo señaló, luego a ella, volvió a tocarse la boca y agitó la mano.
—Quieres discutir esto más tarde, pero te digo ahora que no eres una prisionera.
Levantó su cabeza y puso sus manos en sus caderas.
—Vas a ponerte terca con este asunto, ¿verdad?
Ella asintió, su expresión se suavizó y su mano se estiró contra su pecho.
—Si es tan importante para ti, hablaremos.
Dawn asintió y golpeó su pecho, agradeciéndole.
—Te veré más tarde—dijo y le dio un breve beso antes de salir por la puerta.
Dawn se quitó la capa y, después de colgarla de la clavija, fue a buscar el peine
que había escondido detrás de los canastos el primer día que entró en la cabaña.
Desenvolvió el paño en el que lo guardaba, y admiró el intrincado diseño, tallado
en la parte superior del peine de hueso. Había sido de su madre y ella lo había
mantenido oculto durante muchos años. Su madre le había advertido que si se lo
mostraba a alguien, quizás la acusarían de robarlo, ya que un campesino no
podía poseer un artículo tan costoso. Su madre le había asegurado que no lo
había robado, que le había sido entregado por una persona generosa, que sentía
que una madre debía tener algo que heredarle a su hija.
Dawn lo sacaba para observarlo cada vez que tenía la necesidad de sentir a su
madre cerca. Su madre le había enseñado a ser fuerte y valiente, incluso contra
grandes obstáculos. Supuso que por eso se había aferrado a la posibilidad de que
Cree algún día la amara lo suficiente como para casarse con ella.
Sin embargo, ella había pasado suficiente tiempo distraída. Su vida estaba en
peligro y no entendía por qué. Era una campesina, una muchacha insignificante.
¿Por qué alguien la querría muerta?
Necesitaba descubrir por sí misma lo que estaba sucediendo y sabía por dónde
empezar y quién podría ayudarla.
Un golpe sonó en la puerta y se abrió. Dawn sonrió cuando la persona en la que
estaba pensando entró.

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El highlander prohibido

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Flanna colocó una jarra de sidra nueva y una cesta cubierta con un paño
sobre la mesa, luego extendió la mano para tomar la mano de Dawn.
—Me sentí aliviada al escuchar que resultaste ilesa.
Dawn sonrió, asintió, y le dio un apretón tranquilizador a la mano de Flanna. No
solo este incidente de hoy fue lo que hizo que la gente se preguntara sobre cómo
se sentía. Se había escondido, sintiendo pena por sus circunstancias en lugar de
mantenerse fuerte como su madre le había enseñado. No sabía a qué destino se
enfrentaría una vez que se supiera que llevaba un bebé de Cree, pero tenía la
intención de mantenerse valiente, sin importar el resultado.
Estaba repentinamente hambrienta y arrebató la tela con avidez.
—Yo lo hago—dijo Flanna, alejando sus manos. —Siéntate y descansa.
No más descanso, pensó Dawn. Ya había tenido suficiente.
Flanna colocó pan y queso en la mesa frente a Dawn y llenó una jarra de sidra
mientras hablaba. —Cree está furioso de que hayan enviado más hombres para
hacerte daño. Se preocupa mucho por tu bienestar y bien debería. Se dice... —
Flanna se detuvo y sacudió la cabeza como si se reprendiera a sí misma en
silencio.
Dawn se alegró de que Flanna hablara libremente delante de ella y sintió
curiosidad por que de repente se detuviera. Ella palmeó el brazo de Flanna, se
encogió de hombros y arrugó la frente en cuestión.
—No quiero añadirte problemas. Tienes suficiente para preocuparte.
Flanna se preocupaba por ella al igual que los demás, y a Dawn le gustaba saber
que la gente la cuidaba, aunque no quería que nadie sintiera pena por ella. Dawn
golpeó su pecho y sonrió mientras abría los brazos.
Flanna se rió—Te sientes mejor.
Dawn levantó las manos como si formara una gran bola.
—Mucho mejor—corrigió Flanna y Dawn confirmó con un asentimiento.
Dawn señaló la silla frente a ella, se tocó la boca, luego hizo un gesto con la
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El highlander prohibido

mano, y Flanna comprendió que quería que ella se sentara y le contara más, y
ella obedeció.
—Se habla de que Rem, el prisionero que salvó tu vida, le dijo a Cree que
intentarían matarte hasta conseguirlo. Cree está desconcertado, como muchos, de
que alguien te quiera muerta.
Dawn golpeó su pecho.
—Por supuesto que también te desconcierta, ya que no tiene ningún sentido.
Nadie te desea mal, excepto... —Flanna frunció el ceño y negó con la cabeza. —
La futura dama de la fortaleza es una de las que hay que tener cuidado, es
desagradable, lleva apenas un día aquí, y ya ha levantado la mano a su única
sirviente varias veces. Es una muchacha encantadora, Bree, con el pelo rojo
brillante y rizado. Siempre tiene una sonrisa agradable para todos. Lo siento por
su otra criada Magda. Las manos de la pobre mujer están retorcidas por años de
costura, y ciertamente deben dolerle, pero Lucerna la tiene ocupada día y noche.
La mujer tiene prendas suficientes para usar eternamente. Los sirvientes se
preocupan de que ella les haga lo mismo, trabajar hasta que estén atormentados
por el dolor, una vez que se case con Cree, y se haga cargo de la fortaleza—Ella
sonrió. —Aunque hubo un incidente entre Turbett y Lucerna, y Cree le ha
prohibido a Lucerna entrar a la cocina, y él me ha dado órdenes para
recordárselo si es necesario. También me dijo que le informara de cualquier
problema relacionado con Lucerna—. Ella sacudió su cabeza otra vez. —Estoy
divagando. Estábamos discutiendo los ataques, que comenzaron antes de que
llegara Lucerna, y ella aún debería enterarse—Flanna hizo una pausa —de lo
que sucede en la aldea. Ella no lo escuchará de ninguno de mis sirvientes, te lo
aseguro. Les advertí a cada uno de ellos que me responderían si sus abrían sus
bocas.
Dawn se llevó una mano al pecho y le dio las gracias con la cabeza, luego se
tocó la sien con el dedo.
—Tienes una idea—confirmó Flanna.
Hizo un gesto con las manos como si dos bocas hablaran, luego se tocó la frente.
—Podemos sacar ventaja de los chismes.
Dawn asintió, le dio unas palmaditas en el pecho y se tocó la frente. Flanna se
inclinó más cerca. —Quieres descubrir lo que está pasando.

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El highlander prohibido

Dawn asintió, señaló a Flanna y luego a sí misma.


—Por supuesto, te ayudaré. Si no fuera por ti, todavía estaría aguantando ese oso
de hombre, Turbett—ella sonrió. —Una vez que me convertí en su igual y él ya
no podía ordenarme nada en la cocina, cambió—ella suspiró. —O tal vez fui yo
quien cambió, y me di cuenta de que su acoso constante había sido su
incapacidad para demostrar que le importaba.
Dawn palmeó su pecho rápidamente y sonrió.
—Estás feliz por mí—. Flanna resopló una lágrima. —Te estoy tan agradecida.
Has sido una buena amiga, y te ayudaré todo lo que pueda.
Dawn señaló su oreja.
—Quieres que escuche—asintió Flanna. —Es una buena táctica, ya que la
mayoría de los nobles piensan que los sirvientes no oyen nada, aunque Cree es
más cauteloso y baja la voz cuando un sirviente se acerca. Me he dado cuenta de
que ultimamente, Cree y Sloan buscan la privacidad del solar, y me pregunto si
se estarán haciendo planes.
Un gesto de pregunta de Dawn hizo que Flanna respondiera.
—No sabría decirte, aunque haré mi mejor esfuerzo para averiguarlo.
Dawn la señaló, luego de vuelta a sí misma, y se apretó las manos.
—No le diré a nadie lo que hemos discutido. Será nuestro secreto.
Por un momento, Dawn se preguntó si estaba siendo justa con Flanna. Si Cree
descubriera que la mujer la ayudaba, ciertamente sufriría por ello.
—Veo la preocupación en tus ojos, pero ¿qué es lo que realmente hago? — dijo
Flanna encogiéndose de hombros. —Escucho y chismeo. Es lo que todos hacen.
Dawn sonrió y asintió. Flanna sería un buen aliado, y no solo para este asunto.
Ya que Flanna se había enterado, sin preguntar, de que Lucerna tenía el hábito de
golpear a su sirviente, lo que le decía a Dawn que la mujer no se preocupaba
mucho por sus subordinados.
—Tengo que ir y atender mis deberes—dijo Flanna, de pie. —Veré lo que puedo
averiguar, regresaré con tu cena y con suerte, con algo de información útil.
Dawn presionó su mano contra su pecho.

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El highlander prohibido

—No hay necesidad de agradecerme, espero con ansias el desafío—. Flanna


sonrió y se apresuró hacia la puerta.
Dawn decidió ocuparse de ajustar uno de los vestidos en el baúl. Solo se
necesitaban unos pocos pliegues aquí y allá, y ella lo dejaría suelto para que
eventualmente ocultara su estómago redondeado. Con sus manos ocupadas, su
mente estaría relajada. Ella tendría tiempo para pensar sobre todo lo que venía
sucediendo los últimos tiempos.
Recolectó lo que necesitaba y se sentó en una silla junto al fuego, para pasar la
tarde cosiendo y esperando la noche, cuando Cree regresara, hablaría con él.

Anocheció, y Dawn se preguntó que estaría mal, ya que no le llevaron ningún


alimento. Flanna había dicho que volvería y que si por alguna razón no pudiera,
se aseguraría de que alguien le llevara comida. Podía cocinar ella misma muy
bien, pero después de probar la deliciosa comida de Turbett, la prefería mucho
más que la suya.
Dawn le había dado a Cree su palabra de que no se iría de la cabaña, sino habría
ido ella misma caminando hacia la cocina para ver qué había ocurrido, y buscar
su comida. A ella también le hubiera gustado ver cómo estaba Neil. Ella
entendió que Cree estaba preocupado por su seguridad, pero no podía
permanecer confinada. Ella necesitaba ser libre.
Hubo agitación fuera de la cabaña, luego un golpe, antes de que se abriera para
ver a Dorrie con una cesta en su brazo.
—Lamento que tu comida haya llegado tarde, pero ha habido un terrible
contratiempo en la fortaleza—dijo Dorrie, apresurándose a extender la comida
sobre la mesa. —Cree se enfermó durante la comida y tuvieron que llevarlo a su
dormitorio. Elsa está con él ahora. Lucerna gritó sin cesar que era culpa del
cocinero, y que el tonto había envenenado a Cree.
El corazón de Dawn martilleaba en su pecho. Agarró el brazo de Dorrie,
necesitaba saber cómo estaba Cree, aunque le temblaban tanto las manos que
temía que Dorrie no entendiera sus gestos.
Dorrie le dio una palmadita en la mano. —Cree está bien. Por lo que he oído,
Elsa purgó su estómago y ahora está descansando, aunque no antes de hablar con

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El highlander prohibido

Turbett. No sé de qué se habló, aunque sí sé que cuando Turbett regresó a la


cocina se puso a preparar una comida especial para ti. No dejaría que nadie
tocara tu comida y me eligió para traértela aquí, ya que Flanna estaba ocupada.
Dawn quería desesperadamente correr al lado de Cree, y ver por sí misma que él
estaba bien, pero eso no era posible y la enfurecía. Ella debería estar allí para él,
como él había estado con ella esta mañana cuando ella había vomitado.
—Tengo que darme prisa—dijo Dorrie. —Turbett nos tiene ocupados
descartando la vieja comida y preparando una nueva—. Se dio la vuelta para
irse, luego se detuvo y bajó la voz. —Pensé que deberías saber que atraparon al
guerrero que te hizo daño. No lograron que hablara, murió antes de decirles
nada. Muy valiente, para sufrir tal tortura y no confesarse.
Dawn caminó por la habitación después de que Dorrie se fue. La preocupación y
la ira se agitaban en ella. Ella no sabía cómo podría vivir de esta manera, siendo
parte de la vida de Cree, y sin embargo no siendo parte de ella. Ella deseaba
estar a su lado, estar allí para él, siempre que él necesitara atención o cuidado.
Sabía que no descansaría esta noche. Estaría preocupada hasta que él se acercara
a ella, y pudiera ver por sí misma que él estaba ileso. Esto no sucedería, no
sucedería en absoluto. Si Dorrie no hubiera traído su comida, no habría sabido
que Cree había enfermado. Luego estaba Neil. Ella aún no había oído si él estaba
bien.
La ira explotó dentro de ella, quería gritar con frustración, pero eso también era
imposible. Este día le había enseñado una lección y sintió más determinación
que nunca... ya no sería una prisionera. A ella no le importaba si alguien salía a
hacerle daño. Ella no se escondería. Mañana visitaría a Elsa y vería qué podía
saber sobre Cree. Ella visitaría a Lila y Flanna, y se detendría en la cocina y
agradecería a Turbett por las comidas que él le enviaba. Ella daría a conocer su
presencia en la aldea y al diablo con las consecuencias.
Se dejó caer en la silla, su ira repentinamente se disipó, y la preocupación la
consumió. Su ojo derramó una solitaria lágrima, y ella la secó. Elsa cuidaría bien
a Cree y él estaría bien. Él volvería pronto a ella, y podría verlo por sí misma.
Dawn se levantó y caminó de nuevo, y así fue como pasó las siguientes horas
caminando, sentada, pensando, y caminando otra vez. Su preocupación
aumentaba, era reemplazada por la ira, luego ella derramaba una lágrima o dos
completamente frustrada.

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El highlander prohibido

Nadie vino a llevarse la comida, lo que la preocupaba aún más. ¿Podría haber
empeorado Cree? O tal vez los sirvientes de la cocina estaban siendo castigados.
¿Pero por qué? ¿Qué había causado que Cree enfermara? ¿Por qué otros no se
enfermaron también si fue la comida? ¿Por qué había preparado Turbett una
comida fresca para ella después de hablar con Cree? ¿Temía que alguien
intentara envenenarla? Tantas preguntas y ni una sola respuesta.
Finalmente, después de horas interminables, Dawn se desplomó en la silla para
no caminar más. La ansiedad y la ira la habían agotado, a pesar de que sentirse
impotente era lo que más le preocupaba. Ella no podía hacer nada para ayudar a
Cree, y eso era algo que encontraba difícil de aceptar.
Cuando la puerta se abrió lentamente, se levantó de un salto, esperando que
Flanna hubiera logrado escapar para hacerle saber lo que estaba pasando. Sus
ojos se redondearon cuando Cree entró en la cabaña. Parecía pálido y cansado,
aunque su postura era tan imponente como siempre. Ella voló a su lado y lo
abrazó. La abrazó con fuerza y apoyó su mejilla en la de ella. Ella sintió su
agotamiento y se apresuró a reaccionar. Mantuvo un brazo alrededor de su
cintura y lo acompañó a la otra habitación donde rápidamente comenzó a
desvestirlo.
—No me siento muy bien—dijo.
Ella asintió y le indicó que necesitaba descansar.
Extendió la mano para pasar su mano suavemente por un lado de su cara.
—No voy a descansar a menos que estés en mis brazos.
Él había acudido a ella en necesidad, queriéndola en sus brazos para poder
descansar, porque parecía que no podía hacerlo sin ella. Su corazón se agitó,
porque seguramente era una señal de que él la amaba.
—No te irás de mi lado.
Fue expresado como una orden y, sin embargo, sonaba más a una súplica hacia
Dawn, y ella le tocó el brazo una vez. Terminó de desvestirlo y retiró las mantas
para que él se subiera a la cama.
Él evitó que ella lo cubriera. —Te quiero al lado mío.
Ella asintió y señaló sus ropas para hacerle saber que tan pronto como se
desnudara se uniría a él.

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El highlander prohibido

Aun así no la dejaba taparlo. —Apúrate, porque no buscaré ningún calor hasta
que estés presionada contra mí.
Terco, pensó, aunque le agradaba saber cuánto la quería en la cama con él. Salió
corriendo de su ropa y se metió en la cama, acurrucándose alrededor de él. Sólo
entonces él tiró de las mantas sobre ellos.
Sus brazos la rodearon, apretándola fuertemente contra él, y colocando su pierna
sobre la de ella. —Esto es lo que he necesitado. Ahora me curaré.
“Mi amor te sanará. Siempre te sanará”, pensó Dawn y deseó con todo su
corazón que ella pudiera decirle esas palabras. Ella le hizo saber de la única
forma en que podía que lo amara. Ella apretó su mano entre sus pechos, la apretó
contra su corazón y luego contra la de él.
Cree ya estaba medio dormido cuando susurró: —Tú me perteneces.
Dawn apoyó la cabeza contra su pecho desnudo, preguntándose si esa sería la
única manera de hacerle saber que la amaba.

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El highlander prohibido

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Dawn se despertó temprano a la mañana siguiente con Cree todavía


envuelto alrededor suyo. Su respiración era constante y su cuerpo cálido, y
afortunadamente sin fiebre. Era bueno que aún durmiera, el descanso le ayudaría
a curarse. Ella tenía la intención de que nadie lo molestara. Ahuyentaría a
cualquiera que viniera a buscarlo, sin importar quién fuera.
Cree no se movió cuando ella se soltó de sus brazos y salió de la cama. Se vistió
con una falda de lana, y una blusa de lino, y usó el sencillo peine de huesos que
Paul había hecho para ella hacía años, para quitarse los enredos del cabello. Una
vez desenredado, deslizó una delgada tira de cuero debajo de su largo cabello
rojo oscuro y lo ató con un nudo. Su cabello era lacio, no tenía nada de rizos u
ondulaciones, aunque era muy suave y tenía el brillo más hermoso.
Salió silenciosamente de la habitación y, como era muy temprano, y no sabía si
le enviarían comida esta mañana, decidió asegurarse de tener comida para ella y
para Cree cuando despertara. Agarró un cubo y se dirigió a la puerta.
Elwin, el guerrero que la vigiló la primera vez, se colocó frente a la puerta en
cuanto la abrió. —No debes ir a ninguna parte—dijo. —Cree ordenó que nadie
entrara hasta que él lo permitiera.
Eso le hizo sonreír y levantó el cubo vacío.
Elwin sonrió y asintió, llenó el cubo del barril de la lluvia y se lo devolvió a
Dawn. Le agradó saber que Cree pensaba lo mismo que ella y había ordenado
que nadie los molestara. Le tenía todo para ella, aunque solo fuera por un
tiempo.
Buscó unas hojas para preparar una sabrosa bebida, que ella y su madre solían
disfrutar en los días fríos. También tenía suficiente avena y cebada para hacer
papillas y pan, aunque seguro no sería tan sabroso como el de Turbett. Sin
embargo, los llenaría.
Se sintió a gusto preparando su propia comida, y esta vez no fue solo para ella,
lo que hizo la tarea mucho más placentera.
Ella acababa de tomar la última pieza de pan que había hecho, de la piedra del
hogar cuando escuchó...

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El highlander prohibido

— ¿Dawn?
Ella corrió a la otra habitación para encontrar a Cree, con la manta empujada
hacia sus pies, listo para abrazarla, y listo para mucho más también, ya que
estaba tan duro como una piedra. Ella corrió hacia él y lo empujó sobre la cama,
tapándolo con las mantas hasta su cintura, con sus ojos enfocados sobre su duro
pecho... duro... sí que estaba duro para ella.
—Me dejaste—dijo molesto.
Ella sacudió la cabeza y se sentó en la cama junto a él. Ella abrió mucho los
ojos, luego hizo un gesto sosteniendo un cuenco y moviéndose, y señaló a él y
luego a sí misma.
Él sonrió. —Estás preparando comida para nosotros.
Ella asintió, luego palmeó su estómago y lo señaló.
—Me siento mejor, aunque me sentiría mucho mejor si te acostaras a mi lado y
me mantuvieras caliente.
Dawn estuvo tentada, pero él necesitaba descansar y ella tenía curiosidad por lo
que había sucedido, que había provocado que se enfermara. Ella lo señaló, se
encogió de hombros y entrecerró los ojos.
—Un poco de mala comida, supongo—dijo y extendió su mano hacia ella.
Ella sacudió la cabeza sin creer eso.
—No te preocupes por eso. Estoy bien. Ahora ponte en esta cama.
Ella sacudió la cabeza con firmeza y se puso las manos en las caderas.
— ¿Vas a insistir con eso?
Ella asintió bruscamente.
—Mi estómago enfermó, no hay nada más que eso—insistió. —Ahora ven aquí.
Dawn cruzó los brazos sobre el pecho y entrecerró los ojos.
— ¿Vas a hacerme ir a buscarte? —preguntó con una sonrisa que advirtió y
tentó.
Ella lo señaló, a su estómago, a la cama, y luego dio un paso atrás.
—Estoy demasiado bien. No necesito más que descanso y ¿simplemente te alejas

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El highlander prohibido

de mí?
Ella no quería nada más que meterse en la cama con él y hacer el amor. La vista
de su pecho desnudo, lleno de músculos y el tamaño de su miembro, grueso y
duro, la había excitado y le había dejado las piernas flácidas, por no mencionar
lo que le había hecho a ella verlo descansar.
Ella tuvo que permanecer fuerte y lograr que él se curara, y con la barbilla firme,
ella dio otro paso atrás.
—Oh, mi amor, vas a pagar por eso—. Él sonrió y saltó de la cama.
Quedó tan sorprendida luego de que él la llamara mi amor, que ella no reaccionó,
y se sorprendió aún más de que le hubiera aflojado la falda con tal rapidez y la
tirara al suelo. Su boca quedó abierta.
Cree le apretó la boca con un dedo. —Ni una palabra.
La sobresaltó de nuevo hablándole como si tuviera voz, aunque ya debería estar
acostumbrada, lo hacía a menudo. Una vez más se distrajo, y le quitó la blusa
con profesional rapidez.
Su sonrisa se volvió perversa cuando la agarró por los hombros y la llevó hacia
la cama, dándole un empujón cuando la parte posterior de sus piernas tocó el
borde. Cuando ella cayó hacia atrás, él tomó sus piernas y le quitó las botas.
Luego, cayó sobre ella, anidando su dureza entre sus piernas.
—Aquí es exactamente donde quiero estar—él la besó suavemente. — ¿Me
quieres aquí, amor?
Amor. La palabra la atontó, pero a ella no le importó. Ella lo quería dentro, tanto,
tal vez más de lo que él quería enterrarse en ella.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y lo besó con un fervor que la
había alborotado desde que entró en la habitación y lo vio desnudo… y duro.
Cree respondió con amabilidad, con un beso profundo y voraz. Su brazo rodeó
su cintura, levantándola para moverla más a lo largo de la cama, para que sus
piernas no colgaran en el borde. Él se acurrucó sobre ella, lloviendo besos a lo
largo de su cuello hasta que llegó a sus pechos, donde juguetonamente mordió
sus pezones que brotaban con fuerza como una flor antes de florecer.
Ella pasó los dedos por su glorioso y suave cabello, cavando en su cuero
cabelludo, sosteniéndolo contra ella, deseando que nunca se detuviera. Pero lo
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El highlander prohibido

hizo, y no es que ella se quejara, ya que él se movía lentamente por su cuerpo,


adorándolo con suaves caricias y besos tiernos.
Levantó la cabeza por un momento y dijo: —Maldita sea, me encanta tu sabor.
Se abrió camino lentamente a lo largo de su piel desnuda y antes de que pudiera
acomodar su rostro entre sus piernas, ella tiró de su brazo. Él levantó la vista, y
ella negó con la cabeza e hizo un gesto para que entrara en ella y aliviara su
tormento.
Con una sonrisa maliciosa, sacudió la cabeza. —Voy a hacer que goces una y
otra vez, hasta que estés tan agotada que no puedas hacer nada más que caer en
mis brazos... donde perteneces.
Pertenecer a. Sí. Ella pertenecía en sus brazos, pertenecía aquí en la cama con él,
y pertenecía a su corazón. Su amor estaba en silencio como su voz, pero ella lo
escuchaba tan claramente como él a ella. Su corazón se hinchó junto con su
pasión, mientras su lengua la complacía de una manera que nunca pensó posible.
La hizo gozar una y otra vez hasta que, él ya no pudo contenerse. Entró en ella
rápido y profundo, aunque no llegó a su clímax de esa manera. Se tomó su
tiempo, complaciéndola a ella y a sí mismo con profundas penetraciones. Ella
cerró fuertemente sus piernas alrededor de él, tomándolo más y más
profundamente, hasta que ninguno de ellos pudo contenerse por más tiempo.
Juntos, explotaron en un clímax que les envió grandes descargas de placer, una y
otra vez, hasta que Cree se derrumbó agotado encima de ella.
Después de unos instantes, cuando calmaron su respiración, Cree sintió que el
cuerpo de Dawn temblaba de risa. Él la miró y vio que ella tenía una amplia
sonrisa y que su cuerpo aún retumbaba contra él con risa.
— ¿Encuentras nuestro amor gracioso? —preguntó burlonamente, conociéndola
demasiado bien como para pensar, que hacer el amor no le causaba gracia.
Ella sacudió la cabeza y continuó sonriendo mientras le daba un golpecito en el
pecho, suspiró silenciosamente aunque con pesadez, con los hombros caídos y
luego envolvió sus brazos lo más lejos que le rodeaban la espalda.
Él rio. —Estoy agotado y en tus brazos—.
Ella asintió, le dio una palmadita en el pecho y lo abrazó.
—Amas tenerme en tus brazos.

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El highlander prohibido

Otra vez esa palabra. Amor. Él estaba en lo correcto. Ella lo amaba en sus brazos
y en todas las formas posibles, aunque por ahora ella solo asintió, sonrió y lo
abrazó con más fuerza.
—Me encanta estar en tus brazos—susurró y rozó sus labios con los de él. —Y
me encanta estar dentro de ti.
Ella se movió contra él.
—A ti también te gusta.
Ella asintió, le puso un dedo en la boca, luego a la de ella y le dio unas
palmaditas en el pecho.
Él frunció el ceño por un momento. — ¿Te gusta la forma en que hablamos?
Ella presionó una vez contra su brazo.
Él rozó sus labios sobre los de ella, y se deslizó fuera de ella, colocándola en sus
brazos para descansar contra él y colocó la manta sobre ellos. —Me ha resultado
fácil y placentero hablar contigo desde la primera vez que nos conocimos.
Dawn levantó una ceja.
—Te comunicas mucho mejor de lo que crees, aunque cuando te enojas es un
poco más difícil entenderte. Con el tiempo, estoy seguro de que no importará. Te
entenderé perfectamente.
Tiempo. Tenían tiempo y le parecería mucho, eso le agradaba, aunque sentirse
prisionera no tanto. De todos modos, no era momento de entablar semejante
discusión. Él todavía estaba sanando, aunque ella podía dar fe de su
recuperación.
—Tengo hambre—anunció con un abrazo.
Ella se subió sobre él, y él juguetonamente envolvió su brazo alrededor de su
cintura y su mano fue a sus nalgas para darle un apretón firme.
—Pasaremos el día en la cama, tú y yo. He dejado claras instrucciones de que no
se permitiera que nadie me molestara hasta que yo ordenara lo contrario. Así que
tenemos el día y la noche, porque necesito tiempo para sanar y te necesito a ti.
Ella se señaló a sí misma y luego a él.
—Sé que tú también me necesitas. Somos uno, tú y yo, y siempre lo seremos.

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El highlander prohibido

Su mano fue a la parte posterior de su cuello obligándola a bajar la cabeza para


que su boca se encontrara con la suya, y la besó con una ferocidad que le hizo
saber en términos inequívocos que lo decía en serio.
Ella apoyó una ceja en la suya por un momento para recuperar el aliento. Sus
manos ahuecaron su rostro y rozó sus labios sobre los de ella.
—Nunca he conocido besos tan sabrosos hasta que te besé.
Su corazón se agitó, sonrió, palmeó el pecho, sacudió la cabeza y le dio un
golpecito en el pecho.
Él rio. —No tienes a nadie con quien comparar mis besos.
Su sonrisa se desvaneció, y ella lo besó ligeramente, sacudió su dedo, golpeó sus
labios, golpeó sus labios y negó con la cabeza.
— ¿Quieres solo mis besos?
Ella asintió.
—Eso es bueno, porque mis besos son los únicos que probarás, los únicos que
necesitarás.
Ella sonrió de nuevo y asintió con entusiasmo.
Él sonrió y se rio, y la besó profundamente. —Me haces reír y sonreír, cosas que
no he hecho en mucho tiempo—. Le dio una palmada en el trasero
juguetonamente. —Ahora es el momento de alimentarme, mujer, porque tengo
una amante insaciable y debo mantener mi resistencia para complacerla.
Ella se rio sin hacer ruido, y le dio un golpecito en el pecho.
— ¿Soy insaciable? —Cree resopló.
Dawn sonrió y cruzó los brazos sobre su pecho, abrazándose a sí misma.
—Amas que lo sea.
Sus ojos se agrandaron, su frente se alzó, y ella asintió lentamente.
Cree volvió a reír y la abrazó con fuerza, meciéndola de un lado a otro. —
Maldita seas, mujer, pero me alegro de que seas mía.
Ella le dio una palmadita en el pecho para hacerle saber que sentía lo mismo por
él mientras se alejaba de él. Cree la soltó a regañadientes.

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El highlander prohibido

Dawn se inclinó para recoger su ropa.


—No te atrevas a vestirte. Te quiero desnuda. Nos quedaremos desnudos todo el
día, y nos quedaremos en la cama todo el día. Comeremos, hablaremos,
dormiremos y haremos el amor durante todo el día.
Eso sonaba perfecto para Dawn, y ella esperaba que así fuera. Se apresuró a
recoger la comida que había preparado y pronto se estaban desayunando papilla
y pan.
—He enviado a buscar a mi hermana para que venga a vivir aquí—dijo Cree,
arrancando un pedazo de pan de la hogaza.
Los ojos de Dawn se agrandaron y ella no necesitaba hacer un gesto para que
Cree lo entendiera.
—Sí, tengo una hermana. No dejé que nadie supiera de ella por temor a que mis
enemigos la lastimaran—dijo. —No la he visto en unos años. Ella es una mujer
adulta ahora, diez y nueve años. Espero conseguir un buen partido para ella, un
hombre de sustancia, uno que la cuidará y la tratará bien.
Dawn se preguntó cómo se sentiría su hermana por tener un marido elegido para
ella, aunque si Cree lo designaba, su hermana no tendría otra opción. Debería
obedecer el edicto de su hermano, le agradara o no.
—Wintra es como tú—dijo con un pellizco en la punta de su nariz—, metiéndose
en todo tipo de problemas que no debería. Ustedes dos se llevarán bien.
Dawn estaba ansiosa por conocerla, aunque se preguntó qué tan amigable podría
ser. Ella era, después de todo, una campesina humilde. También estaría la esposa
de Cree, suponía que su hermana se haría cercana a ella.
Apoyó una mano en su estómago y Dawn se apresuró a poner su mano sobre la
suya, sus ojos habían tomado una expresión de dolor.
—Estoy bien, mi estómago sigue revuelto. Elsa me dijo que era de esperar y que
debía descansar un día o dos, y limitar mi ingesta de alimentos. Pero mi cuerpo
pide sustento y nunca me he acostado durante todo un día—él sonrió. —Nunca
tuve razón para hacerlo. Ahora te tengo a ti—. Su sonrisa se desvaneció cuando
un bostezo lo golpeó y él dejó caer su cabeza hacia atrás.
Dawn se apresuró a limpiar la mesa. Cuando ella fue a poner la manta alrededor
de él, él la detuvo.

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El highlander prohibido

—No hasta que estés en esta cama conmigo.


Ella asintió y rápidamente agregó más troncos al fuego antes de deslizarse en la
cama junto a él, y colocar la manta alrededor de ambos. Ella se acurrucó contra
él y sus brazos la rodearon.
—No me dejarás—dijo. —Quiero despertarte contigo en mis brazos.
Ella asintió y apoyó la cabeza en su pecho. Ella no sabía si iba a dormir, pero no
importaba. Estaba contenta de tenerlo aquí a su lado y disfrutaría este momento
que tenía con él incluso si eso significaba estar allí en sus brazos mientras él
dormía, ya que no sabía cuándo tendría un momento tan íntimo con él de nuevo.
Se despertó sobresaltada, sin saber si había dormido unos momentos o varias
horas, cuando se dio cuenta de que la habitación se había enfriado. Echó un
vistazo al hogar y vio que las llamas habían desaparecido. Bajó y supo que
habían dormido horas. Cree aún dormía y ella no quería que él se despertara en
una habitación fría, así que se soltó de sus brazos, aunque no llegó muy lejos.
—Todavía no estoy despierto y debes estar en mis brazos cuando me despierte.
Ella lo empujó juguetonamente, luego fingió temblar.
—La habitación se ha enfriado. Quédate, caldearé el fuego—dijo, abriendo los
ojos.
Ella sacudió la cabeza y se quitó de sus brazos.
—Dawn—advirtió, pero ella estaba fuera de la cama y en el hogar antes de que
él se despertara.
Agregó tres troncos, algo de fuego, y avivó las brasas hasta que la madera
reaccionó, y el hogar se encendió antes de agregar otro tronco. Extendió las
manos frente al fuego por un momento antes de volver corriendo a la cama.
Cree le quitó la manta y ella se acostó a su lado. Se estremeció cuando ella
apretó su cuerpo frío y desnudo contra el suyo.
—Voy a tener que calentarte—dijo, abrazándola con fuerza.
Ella estuvo de acuerdo con un ansioso asentimiento.
—Hacer fiaca todo el día no es malo en absoluto—dijo y mordisqueó su cuello.
Ella se encogió de hombros, contra las sensaciones de cosquilleo que corrían por

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El highlander prohibido

todo su cuerpo.
—Creo que esta vez lo vamos a tomar con más calma.
Ella se excitó de solo pensarlo, recordando que no se habían apresurado la última
vez. Queriendo darle tanto placer como él le dio, ella deslizó su mano hacia
abajo para agarrar su órgano duro y saborear su sedosa sensación.
—Hmmm que bien se siente—susurró Cree en su oído mientras mordisqueaba
su oído.
No estaba segura de qué hacer, Dawn dejó que el instinto se apoderara de ella y
se encontró acariciándolo, arriba y abajo, más duro, más suave, más duro de
nuevo. Entonces, de repente, sintió la necesidad de probarlo como él le había
hecho a ella. Ella se movió hacia abajo y cuando le dio un sabor tentativo,
descubrió que le gustaba el sabor.
No pensó en nada más que en divertirse, lamió y probó, encantada y alimentada
por su pasión. Cuando él gimió en voz alta, se dio cuenta de que también estaba
excitado, y le gustaba tener tanto poder sobre él. Así que se puso a trabajar,
aunque no era un trabajo, sino puro placer, volverlo loco.
Después de varios minutos, Cree gimió: —Dios santo, mujer.
Ella sonrió antes de llevarlo más profundamente a su boca y fue entonces cuando
los golpes en la puerta los interrumpieron.
— ¡Cree! ¡Cree! Insisto en que abras esta puerta ahora.
Dawn saltó de la cama al escuchar la demanda de Lucerna.
Cree soltó varios juramentos, salió de la cama y, completamente desnudo, entró
en la otra habitación y abrió la puerta.

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El highlander prohibido

43

— ¡Te empeñas en desobedecerme! —. La ira de Cree hacia Lucerna era


palpable.
Por un momento, Lucerna se quedó sin habla mirándolo fijamente, sus ojos se
volvieron más redondos cuando lo observó completamente.
Dawn se había puesto la camisa de Cree, y se había colocado en la puerta de la
habitación para mirar más allá de la cortina que separaba las dos habitaciones, y
echar un vistazo a lo que estaba sucediendo. Una ventisca se arremolinó desde la
puerta abierta por el suelo para alcanzar sus pies descalzos, y le preocupó que
Cree en todo su esplendor desnudo pudiera resfriarse. Ella tampoco podía creer
que Lucerna cuestionara a Cree. Apenas había llegado, y aún no era su esposa,
ya actuaba como si lo fuera.
Lucerna finalmente se movió para entrar en la casa, pero Cree bloqueó su
entrada con su brazo.
— ¿Por qué estás aquí y no en su aposento? —cuestionó más que preguntar. —
¿Y por qué estás desnudo?
—Tampoco te compete. Vuelve a la fortaleza ahora.
Lucerna fue a responder.
Cree se inclinó hacia delante, su cara a una pulgada de la de ella. —
Desobedéceme y te aislaré en tu habitación hasta que lleguen tus padres. Elwin
—rugió y el guardia dio un paso adelante—, mira que la Señora regrese a salvo a
la fortaleza.
—Sí, mi Señor—dijo Elwin con una sacudida de su cabeza, y cuando Cree dio
un paso atrás, Elwin dio un paso entre ellos y alejó a Lucerna.
Tan pronto como Cree cerró de golpe la puerta, y pasó el pestillo, Dawn salió de
la camisola y saltó a la cama.
Cree entró en la habitación temblando y esta vez Dawn retiró la manta para darle
la bienvenida en la cama. Él se deslizó, y ella se estremeció cuando la abrazó
con fuerza, con el cuerpo frío. Ella se preocupó y comenzó a frotarlo para darle
calor.

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El highlander prohibido

—Me calentarás mucho más rápido si terminas lo que empezaste.


Ella sonrió y se movió hacia abajo a lo largo de su cuerpo, calentándolo con
besos mientras descendía. Luego, una vez más colocó su boca sobre él y
procedió a hacer lo que él sugería. Ella estaba contenta consigo misma cuando lo
calentó a un tono febril, que lo hizo gemir de agonizante placer. Su propio
cuerpo se retorció con la necesidad, sufriendo hasta el clímax y justo cuando ella
pensó que él terminaría, él se agachó y la agarró de la cintura. Con un
movimiento rápido, él la tenía debajo de él, y con otro movimiento rápido se
enterró profundamente dentro de ella con un solo empuje.
Presionó su mejilla contra la de ella y le susurró al oído:
—Llegaremos al clímax juntos.
Ella presionó su dedo contra su brazo una y otra vez, y otra vez, mientras él la
penetraba una y otra vez, y otra vez.
—Ven conmigo ahora—exigió, aunque no era necesario. Estaba lista y los dos
estallaron en una pasión cegadora.
Permanecieron en silencio abrazados. Unos instantes más tarde, se cubrió con la
manta y abrazó a Dawn. Ella descansó contra él. El silencio se mantuvo entre
ellos. Era un silencio pacífico, porque estaban contentos y no necesitaban
palabras entre ellos.
Escucharon al fuego del hogar crujir y estallar, Cree acarició su brazo hasta que
finalmente dijo:
—Estoy hambriento. ¿Y tú?
Tenía más hambre de lo que había sentido últimamente, y asintió con rigor.
—Voy a remediar nuestra situación. Quédate en la cama—ordenó y salió, se
puso la camisola y entró en la otra habitación.
Oyó que la puerta se abría y, como esta vez no hubo gritos, no pudo oír lo que él
estaba diciendo. Regresó lo suficientemente rápido, se quitó la camisola, y una
vez más se unió a ella en la cama.
—Vamos a tener un festín en cualquier momento—dijo con una sonrisa.
Ella le dio unas palmaditas en el estómago, duro como una roca contra su mano.
—Mi estómago está bien. El sueño me hizo bien, al igual que hacerte el amor.

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El highlander prohibido

Dawn le sonrió, y puso su pierna sobre la suya para encerrarse más cerca suyo.
Ella disfrutó este raro momento con él, y deseó que fuera más frecuente.
Hablaron, comieron, y durmieron bien hasta el día siguiente, y Dawn se alegró
de que no tuviera prisa por irse. Ella creía que él habría permanecido todo el día
con ella si no fuera porque la campana de la aldea había sonado, alertando a
todos sobre una tropa de guerreros que se acercaba.
Cree se vistió rápidamente. —Quédate aquí…
Ella sacudió la cabeza antes de que él pudiera terminar y se apresuró a ponerse la
ropa.
—No tengo tiempo para discutir contigo—. Él agarró su barbilla. —Harás lo que
yo diga.
Se dio unos golpecitos en el pecho, sacudió el dedo y se golpeó el pie para
demostrar su disgusto.
—Una rabieta no funcionará—dijo con una risa.
Ella negó con la cabeza, haciéndole saber que no era un berrinche sino una
molestia por ser mantenida prisionera. Levantó los brazos y cruzó las muñecas
como encadenados.
—Maldita sea, mujer, no eres una prisionera—dijo con un gruñido enojado y le
apartó las muñecas, luego le dio un suave empujón hacia la otra habitación.
Agarró su capa forrada de piel de la clavija y se la arrojó. —Te asegurarás de
estar cerca de Elwin, o él te arrastrará de regreso aquí y te encerrará.
Ella palmeó su pecho en promesa. Cree abrió la puerta, y Elwin dio un paso
adelante.
—Una pequeña tropa de guerreros se acerca lentamente. Sloan ha sacado una
tropa para reunirse con ellos.
Cree asintió y tiró de Dawn delante de él. —No puede alejarse de ti, ni puedes
perderla de vista. Si te da algún problema, devuélvela aquí y no la dejes ir.
Elwin meneó la cabeza. —Sí, mi Señor.
Cree le dio un beso rápido a Dawn. —No te arriesgues, compórtate y mantente
fuera de problemas. Te veré más tarde—. Se apresuró a irse, aunque se detuvo
después de unos pocos pasos, se volvió y con una sonrisa dijo: —Elwin, si ella

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El highlander prohibido

no obedece, tienes mi permiso para hacer lo que sea necesario para llevarla de
vuelta a la cabaña. Lanzarla sobre tu hombro sería el mejor método.
Elwin sonrió al ver la sonrisa de Cree. Era algo raro, él asintió y dijo una vez
más: —Sí, mi Señor.
Dawn inclinó la cabeza, produjo una dulce sonrisa y enganchó su brazo
alrededor de Elwin, para sorpresa del gran hombre.
La sonrisa de Cree se desvaneció en un instante, y él pisoteó los pocos
centímetros de una alfombra de nieve que cubría el suelo, para detenerse a
apenas un centímetro de ella. Elwin se había apartado sabiamente, dando
privacidad a la pareja.
Cree bajó la cara y le susurró con dureza al oído:
—Te advertí una vez que no tocarás a nadie más que a mí. No me hagas
advertirlo de nuevo.
Él se sobresaltó cuando ella respondió apoyando una mano suave en su mejilla,
luego le dio una palmadita en el pecho, y después en el suyo.
—Correcto. Tú me perteneces a mí y solo a mí. Él la besó posesivamente, se
volvió y se alejó.
Dawn lo miró fijamente y sus labios se curvaron en una sonrisa. Ella se volvió
hacia Elwin y él dio un paso adelante.
—Es bueno verlo sonreír. Merece ser feliz por todo lo que ha hecho por
nosotros.
A propósito, marcó un paso lento, esperando que Elwin siguiera hablando de
Cree.
—Él salvó a muchos de nosotros de sufrir terribles destinos y nos dio la
oportunidad de una buena vida. No le pidió nada a ninguno de sus hombres que
no se pediría a sí mismo. Luchó y sufrió junto con cada uno de nosotros,
recordándonos en el camino que trabajamos por una causa común... un hogar
permanente y una vida mejor, y él nos la dio.
Elwin se detuvo un minuto y miró hacia el cielo gris. —Más nieve hoy.
Probablemente esa es la razón por la que esa tropa de guerreros está aquí.
Buscan refugio—él sonrió. —Tengo una cabaña, y ahora una buena mujer para
compartirla gracias a ti.
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El highlander prohibido

Dawn le dirigió una amplia sonrisa.


Elwin se sonrojó. —Si no hubieras rescatado a Dorrie del cepo, y no me
hubieran enviado a vigilarla, ella nunca me habría mirado dos veces. Tus
acciones desinteresadas ciertamente hicieron mucho para cambiar sus accionar
egoísta.
Los ojos de Dawn se ensancharon.
Elwin se rio. —No soy tonto. Dorrie era egoísta y no se preocupaba por nadie
más que por sí misma, aunque ya no. Ella está diferente, o tal vez solo necesitaba
que le enseñaran otras formas, de igual forma que Cree hizo con los hombres
que reunió.
Dawn no tuvo tiempo de considerar las palabras de Elwin. Se detuvo y asintió.
—Se acercan.
Ella y Elwin se pararon a un lado, no lejos de su cabaña, para observar cómo la
tropa que seguía a Sloan y sus hombres se detenían en la fortaleza. Cree esperó
en lo alto de los escalones, la amplitud y el ancho de él, todo de negro, enviando
un escalofrío a través de ella, y sin duda intimidando a la pequeña tropa de diez
hombres que lo miraban.
Cree no bajó los pocos escalones para saludarlos. Esperó a que acudieran a él, y
Dawn se preguntó cómo un hombre podía transmitir tanto poder y confianza.
Recordó la primera vez que lo había visto entrar en la aldea, cautivo, con las
muñecas encadenadas. Aunque era un prisionero, exudaba el mismo poder y
confianza.
El guerrero a la cabeza desmontó, mientras los otros guerreros se quedaron
esperando en la montura de sus caballos. Era bastante alto, de pecho ancho y
tenía el pelo largo, tan blanco como la nieve recién caída. Subió los escalones
rápidamente y, después de lo que Dawn pensó que podía interpretarse como un
intercambio tenso, ambos hombres sonrieron y el desconocido llamó a sus
hombres para que desmontaran. Todos entraron en la fortaleza y Dawn deseó
poder estar al tanto de lo que estaba sucediendo. Para no hundirse en su
desgracia, decidió comenzar su propia rutina, y ser parte de la vida de la aldea
nuevamente. Ya se había encargado de averiguar quién podría hacerle daño, pero
igualmente lo haría. Quería encontrar algo que mantuviera sus manos ocupadas y
que ayudara a tener su mente en blanco.

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El highlander prohibido

Ella decidió visitar a Lila. Ella estaría feliz, aliviada al ver que Dawn se sentía
mejor, y que finalmente había salido de la cabaña. Ella recordó que Lila le había
dicho que Cree la había puesto a cargo de tejer plaids para los aldeanos, y le
había asignado no solo mujeres para ayudar, sino también una cabaña separada
donde se podía hacer el trabajo.
Dawn hizo un movimiento de usar un huso y una rueca, y se encogió de hombros
en cuestión.
Elwin asintió. —Quieres saber dónde trabaja diariamente tu amiga Lila—él
sonrió. —Ella teje una fina tela.
Dawn estuvo de acuerdo con un rápido asentimiento y siguió a Elwin. Se
encontraron con una cabaña de buen tamaño, no lejos de la cabaña de la
sanadora.
Elwin miró hacia el cielo y se estremeció. —Una gran tormenta se avecina.
Dawn se estremeció. Ella no sabía si era de la tormenta inminente, o de algo más
que se estaba gestando, pero algo estaba por venir. Lo sintió en sus huesos, como
diría la vieja Mary.
Entró en la cabaña y Lila sonrió encantada, entregándole rápidamente a un
Thomas sonriente. Dawn tomó ansiosamente al niño en sus brazos, abrazándolo
fuerte, él gorgoteó y frotó su cara contra su pecho.
—Ese pequeño te quiere mucho—dijo una de las cuatro mujeres que trabajaban
la lana.
Dawn sintió un cosquilleo en su corazón. Ella amaba a Thomas intensamente, y
la idea de tener su propio hijo para acurrucarse y darle amor la emocionó. Lila
fue rápida en mostrarle el tejido de rojo, negro y un toque de amarillo que se
convertiría en el nuevo plaid para el Clan Carrick. Las mujeres hablaban, y
Dawn se unió a ellas, una y otra vez, Lila interpretando para ella, aunque un par
de veces no fue necesario, las mujeres la entendieron y eso agradó a Dawn.
Thomas se quedó dormido en los brazos de Dawn y Lila hizo que lo colocara en
la cuna junto a otra cuna con un bebé dormido. Lila les dijo a las mujeres que
solo sería un momento mientras agarraba la capa de la estaca y caminaba con
Dawn hacia la puerta. Le dijeron que no se apresurara y le deseara un buen día a
Dawn, y ella sonrió, asintió, extendió la mano y les deseó lo mismo.
Elwin se alejó varios pasos cuando las dos mujeres salieron de la cabaña,
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El highlander prohibido

dándoles privacidad.
—Estoy tan aliviada de ver que te sientes bien otra vez. Te he echado de menos
—dijo Lila, con los ojos un poco llorosos.
Dawn le dio una palmadita en el pecho, y sonrió para confirmar que se sentía
perfectamente.
Lila bajó la voz. —Escuché que Neil te salvó de ser herida. Se rumorea que Cree
estaba furioso porque el hombre capturado sucumbió a interminables horas de
tortura. Me alegra que tengas Cree para protegerte, así que no hagas nada
estúpido.
Dawn hizo un gesto hacia su única ventana siendo abordada.
Lila se rio. —Has creado un gran revuelo en la aldea con tu coraje y los
chismosos hablan de cómo un ángel doma al Diablo.
Los ojos de Dawn se redondearon sorprendidos de que la gente pensara eso,
aunque estaba más sorprendida por lo grandes que se volvían los ojos de Lila.
Siguió la mirada sorprendida de Lila y se detuvo para mostrarse tan alarmada
como su amiga, mirando al guerrero sentado sobre su caballo, que desaceleró
cuando se acercó a ellos. Ella no le haría a otro lo que a menudo le habían
hecho... mirar con pena e incomodidad.
Elwin se acercó protectoramente a Dawn y mantuvo sus ojos en el guerrero,
especialmente porque el hombre parecía concentrarse intensamente en Dawn.
Ella no pudo evitar sostener su mirada, porque nunca había visto una herida
facial tan cruel. Corría desde arriba de su ojo izquierdo a lo largo de su mejilla
para terminar en su barbilla. Todavía estaba sanando, rojo y crudo, y parecía
muy doloroso.
Los aldeanos miraron, susurrando entre ellos, ya que sin la cicatriz, el extraño
sería un hombre atractivo, con cabello oscuro y ojos azules penetrantes. Montaba
su yegua con la confianza que reflejaba a Cree, y aunque no poseía el tamaño de
Cree, su cuerpo era esbelto y duro, y sus amplios hombros le advirtieron que era
un hombre fuerte y que no debía confiar.
Dawn se preguntó por qué la miraba como si estuviera desconcertado, y la forma
en que Elwin lo miraba observándola, era obvio que informaría del incidente a
Cree. Llevaba el mismo color de cuadros que la tropa que Acababa de ingresar a
la aldea, por lo que parecía razonable suponer que él era parte de ellos. Para

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El highlander prohibido

evitar que surja un problema innecesario, decidió manejar la situación


inmediatamente.
Agarró el brazo de Lila y la arrastró con ella, mientras corría alrededor de Elwin,
que estaba tan sorprendido por su acción que le tomó un momento correr tras
ella. Cuando el guerrero ya había desmontado, ella y Lila ya estaban junto a su
caballo.
Dawn gesticuló y Lila interpretó instintivamente.
—Dawn no puede hablar. Ella no tiene voz, pero desea saber si te es familiar de
alguna manera, ya que la miras fijamente.
—Perdone mi rudeza, no quise faltarle el respeto—dijo el guerrero con una
inclinación de cabeza a Dawn. —Se ves cómo alguien que conocí.
Dawn sintió que su respuesta era curiosa y quería saber más, pero Elwin pensaba
de manera diferente. Él se paró frente a ella.
—Debe seguir su camino, únase a su tropa en la fortaleza.
El guerrero asintió brevemente a Elwin, y sin decir otra palabra siguió adelante.
Elwin se volvió hacia Dawn. — ¿Eres insensata, lass? No debes hablar con
extraños, especialmente cuando tu vida está en peligro. Además, parece ser
malo. No tienes una cicatriz como esa en cualquier pelea. Ahora, cuídate y
compórtate.
Fue el turno de Lila de reprenderla. —Elwin tiene razón. Ese hombre no parece
tenerle miedo a nada—. Ella se estremeció. —No puedo imaginar cómo será de
brusco Cree cuando se entere de la rudeza que tuvo ese extraño contigo.
Dawn quiso sacudir la cabeza y rogarles que no le dijeran a Cree. ¿Qué bien
haría? Nada había sucedido. Simplemente se parecía a alguien que el guerrero
había conocido, nada más. Maldición si no se sentía como una prisionera otra
vez.
—Es hora de volver a tu cabaña—ordenó Elwin.
Dawn negó con la cabeza y gesticuló rápidamente.
Explicó Lila. —Ella quiere ir a la cocina y recoger algunos artículos que
necesita.
—Eso es bueno—dijo Elwin con una inclinación de cabeza más para sí mismo

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El highlander prohibido

que para las dos mujeres. —Puedes mantenerte ocupada cocinando.


Dawn levantó la mano y volvió a hacer un gesto.
Elwin miró a Lila. —Ella quiere detenerse primero en la casa de la sanadora y
ver cómo está Neil.
—Lo está pasando muy bien con Elsa preocupada por él—dijo Elwin con una
sonrisa.
Dawn golpeó su pecho varias veces y entrecerró los ojos. Su gesto no necesitaba
interpretación.
—Está bien, puedes verlo por ti misma—dijo Elwin.
Con un rápido abrazo a Lila, Dawn se fue con Elwin, su ritmo se volvió enérgico
cuando la nieve comenzó a caer.
Su parada en la cabaña de Elsa fue breve. Neil estaba durmiendo, aunque Elsa le
aseguró a Dawn que estaba bien. Descansar y una mano sanadora era todo lo que
necesitaba. Se preguntó si tal vez Elsa podría ayudar al guerrero de la cicatriz.
Aunque era un extraño, le había hablado amablemente y no le había horrorizado
ni perturbado su falta de voz. Se acercaría a Elsa en otro momento y con una
sonrisa y un gesto de asentimiento, Dawn se despidió de Elsa.
La ventisca se estaba convirtiendo rápidamente en una gran nevada, que hacía
que los aldeanos se refugiaran dentro de sus cálidas cabañas. Dawn tenía la
intención de hacer lo mismo tan pronto como recogiera algunos artículos de la
cocina.
Una gran ráfaga de viento con nieve la llevó a la cocina, cuando Elwin abrió la
puerta y él se apresuró a cerrarla detrás de ellos. Turbett gritaba órdenes como de
costumbre, y los trabajadores saltaban a sus órdenes.
Él puso los ojos en blanco cuando vio a Dawn.
—Dorrie, dale a Dawn lo que necesite.
Dorrie sonrió ampliamente y se apresuró a pararse cerca de Elwin y asintió a
Dawn.
— ¿Qué puedo ofrecerte?
Dawn se dio la vuelta y agarró una cesta vacía de la puerta. Dio unos golpecitos
en el pecho y señaló a Dorrie para que supiera lo que ella necesitaba. Apenas

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El highlander prohibido

había dado un paso cuando Flanna entró en la habitación, sus ojos se agrandaron
cuando vio a Dawn.
Se acercó corriendo a Dawn, la agarró del brazo y susurró:
—Debemos hablar.

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El highlander prohibido

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Flanna hizo pasar a Dawn a la pequeña despensa de la cocina, y mantuvo


su voz baja, no es que importara. Había tanta conmoción en la cocina que nadie
oiría a Flanna.
—Lady Lucerna se enfureció como un demonio ayer después de ser escoltada de
regreso a la fortaleza desde tu cabaña. Sloan estaba en el Gran Salón, regresado
de una de sus citas nocturnas justo a tiempo para evitar que le diera un duro
golpe en la cara a la dulce de su sirviente. Aunque la pobre tenía una
magulladura en la muñeca esta mañana, por lo que supongo que ella se desquitó
con Bree de todos modos. Ella sabe muy bien que Cree se acuesta contigo, y no
le gusta. Ten cuidado, es una mujer malvada e indigna de confianza.
Dawn asintió, habiendo deducido lo mismo por lo que había visto de Lucerna
hasta ahora. No había duda de que ella sería un problema, y a Dawn le
preocupaba que, en su posición, realmente pudiera estar indefensa contra la
mujer. Lucerna sería la dama de la fortaleza y, por lo tanto, Dawn estaría
obligada a obedecer si alguna vez se presentara tal ocasión. El pensamiento la
inquietó y su mano se dirigió protectoramente a su estómago, presionando contra
ella, repentinamente preocupada por su bebé. —Los sirvientes están atentos y
escuchan, pronto sabré más—dijo Flanna. —Ve a buscar comida para mantenerte
por unos días. La tormenta que sopla nos mantendrá cerca de nuestros hogares.
Es la razón por la cual la tropa se detuvo en la aldea y pidió refugio. —Estaban
regresando a casa cuando la tormenta los obligó a dar media vuelta y acercarse
hasta aquí.
Dawn se encogió de hombros, preguntándose por la tropa.
—Laird Kirk McClusky y su hijo Torr—dijo Flanna. —La tierra de McClusky
limita con la tierra de Carrick, y es vecina de Gerwan, aunque Lucerna apenas
los reconoce. Uno de los sirvientes la escuchó referirse a ellos como una camada
de pobres. Cuando le informaron que serían invitados, se arregló y entró en el
Gran Salón como si fuera una reina real. Cuando vio a los hombres bulliciosos,
se llevó la mano a la cabeza y fingió uno de sus frecuentes dolores de cabeza.
Entonces vio a Torr y arrugó la nariz con disgusto, y huyó de la habitación.
Tiene una mala cicatriz facial y es una pena, ya que sería tan guapo como Cree
sin ella.
63 | P á g i n a
El highlander prohibido

Dawn negó con la cabeza y sonrió.


Flanna sonrió.
—Tienes razón. Nadie es tan guapo como el Diablo.
Dawn la regañó juguetonamente con un movimiento de su dedo, y aunque en
broma significaba que había algo de verdad en su amonestación. Cree no era un
demonio. Él era un buen hombre.
—Él es un hombre tranquilo, sin embargo, se sienta allí y mira fijamente con
esos ojos azules suyos. Nunca he visto ojos de un azul tan vibrante. Pueden
hacer que uno se estremezca, o producir un hormigueo sobre la piel. Tengo que
volver. Estamos ocupados con la llegada inesperada de la tropa y necesitas llegar
a la cabaña y quedarte quieta.
Dawn asintió y tomó la mano de Flanna, apretándola para hacerle saber lo
agradecida que estaba por las noticias.
—Tengo mis ojos y oídos abiertos. Habrá más para contar con seguridad. Ahora
llena tu canasta con manzanas secas para preparar sidra, así parece que es por
eso que te arrastré aquí. No queremos alimentar más los chismes.
Flanna se unió a Dorrie en la recolección de alimentos básicos para Dawn.
Cuando Turbett vio lo que estaban haciendo, elogió a Flanna por ser sensata al
proporcionarle a Dawn suficiente comida para que tuviera durante la tormenta,
de modo que los sirvientes no tuvieran que enfrentar el horrible clima.
Dawn tuvo que sonreír. Turbett solo tenía ojos para Flanna cuando hablaba, y
Flanna en realidad parecía suavizarse al hablar mientras lo tenía cerca. Hacían
una extraña pareja, Turbett tan grande y Flanna tan pequeña de estatura, aunque
no en la naturaleza. A Dawn le agradó ver que Flanna finalmente había
encontrado alguien que la cuidara, en lugar de a alguien que simplemente la
usaba para su propio placer.
Turbett se dio la vuelta, gritando órdenes una vez más.
—No habrá descanso hoy. Tenemos hambrientos guerreros que alimentar.
La cocina bullía como nunca antes, aunque los trabajadores parecían muy
felices. Flanna había mencionado una vez que Turbett los alimentaba bien y les
permitía llevar alimentos básicos a sus familias. Muchos se habían dado cuenta
de que, mientras Turbett gritaba y blandía una cuchara de madera, nunca había

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El highlander prohibido

hecho daño a nadie. Era obvio que el hombre disfrutaba cocinando y cuidaba
mucho la preparación de comidas sabrosas.
Dawn y Elwin pronto estaban en camino, aunque la nieve había empeorado y
disminuido su ritmo. La visibilidad era pobre y el viento los golpeaba como
látigos helados. Dawn nunca estuvo tan feliz de entrar en la cabaña. Tiró de
Elwin con ella y cuando él intentó protestar, ella se paró frente a la puerta
cerrada, con las manos en las caderas, y sacudiendo la cabeza.
Intentó discutir con ella pero no le sirvió de mucho. Cuando finalmente logró
que él entendiera lo que estaba tratando de decirle, que posiblemente nadie
podría estar fuera en un clima tan horrible, así que no había necesidad de
preocuparse, él asintió.
—Solo un tonto se arriesgaría a aventurarse en esto—dijo Elwin finalmente
dándose cuenta de ello.
La puerta se abrió de golpe y Sloan corrió dentro de la cabaña.
— ¿Está la vieja Mary aquí?
—No—dijo Elwin. —No la hemos visto.
Dawn agarró el brazo de Sloan y lo miró con ansiedad.
—Alguien la vio entrar al bosque antes y ahora no se la puede encontrar—
explicó Sloan y se volvió hacia Elwin. —Cree ordena tu regreso a la fortaleza
para ayudar a buscar en la aldea y en su antigua cabaña. Pero debemos
apresurarnos ya que la tormenta empeora a cada instante.
Dawn se había acercado al hogar, su preocupación por la vieja Mary crecía
vertiginosamente. La anciana había sido buena con ella desde que la conosola,
enfrió a Dawn hasta los huesos y la enojó. Ambos sabían tan bien como ella que,
si la Vieja Mary no tenía refugio, no sobreviviría a la tormenta. Pero con una
visibilidad tan mala, cualquier intento de buscarla podría ser inútil y peligroso
para aquellos que buscaran, porque ellos también podrían perderse y sucumbir a
la cegadora tormenta.
—Dawn.
Ella se volvió hacia Sloan.
—Debes permanecer aquí. Cierra la puerta cuando nos vayamos y no debes
abrirle a nadie, excepto a mí, Elwin o Cree. ¿Lo entiendes?
65 | P á g i n a
El highlander prohibido

Dawn asintió y se quitó la capa. Ella hizo lo que Sloan le ordenó. Ella cerró la
puerta una vez que se fueron. Miró las canastas de comida y se dijo que debía
ocuparse de preparar una comida para más tarde, pero no tenía ganas de hacerlo.
No podía pensar en nada más que en la vieja Mary.
¿Por qué la anciana iría al bosque cuando sabía que se acercaba una tormenta de
nieve? Desde luego, no podía fingir ignorancia de la tormenta que se avecinaba,
ya que la vieja Mary, más que nadie en la aldea, era la más precisa para predecir
el clima. ¿Qué podría ser tan importante para desafiar una tormenta e ir al
bosque?
Dawn paseaba, pensando en ello. La vieja Mary conocía bien los bosques, sobre
todo porque su vieja cabaña se había construido un poco lejos de la aldea. Un
repentino recuerdo la detuvo. Había otro lugar que la vieja Mary frecuentaba, no
lejos de su cabaña. Eran los restos de un viejo cobertizo. Dawn nunca entendió
por qué paseaba por el lugar, aunque unas hermosas flores silvestres crecían allí
en primavera y verano. No tenía sentido, sin embargo, que ella fuera allí ahora
cuando se avecinaba una tormenta de nieve. ¿Y si ella fue hasta allá? Los
guerreros no conocían bien esa zona y, en la tormenta, ciertamente no podrían
encontrarla. Su mente siguió divagando y ella siguió caminando. El golpe en la
puerta la sobresaltó y no estaba segura de sí habían pasado minutos u horas
desde que los hombres se habían ido.
—Soy Elwin, abre.
Dawn levantó ansiosamente el pestillo, ansiosa por saber si habían encontrado a
la vieja Mary.
Elwin entró, con su capa cubierta de nieve y sus mejillas picadas de rojo. —No
hemos tenido la suerte de encontrarla y es imposible enfrentar las barreras de la
nieve, no se puede ver el camino a través de ella. No necesitarás un guardia esta
noche. Nadie puede enfrentarse a ese clima y sobrevivir—. Elwin se encogió al
darse cuenta de lo que significaban sus palabras. La vieja Mary moriría si
estuviera atrapada sin refugio de esta tormenta. —Cierra la puerta y agradece a
los cielos que estás a salvo.
¿Debería estar agradecida por su buena fortuna mientras que su amiga podría
estar muriendo? Cerró la puerta con traba después de que Elwin se fue, ya que su
decisión se tomó tan pronto como Elwin le informó que no volverían a buscar
más hoy.

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El highlander prohibido

No le tomó mucho tiempo ponerse las medias y envolver sus manos con tiras de
tela. Luego envolvió su chal alrededor de su cabeza para que cubriera su nariz y
boca, se deslizó sobre su capa de lana y colocó su capa forrada de piel sobre eso.
Ella tomó una manta de lana y la envolvió a su alrededor. Ella no solo estaba
preparada para enfrentar la tormenta, sino también para mantener a la vieja Mary
abrigada una vez que la encontrara. Esperaba estar en lo cierto en cuanto a dónde
había ido la vieja Mary. Si Dawn tuviera suerte, la encontraría allí y los dos
podrían pasar la tormenta en la cabaña de la anciana. Si no, entonces esperaba
que al menos encontrara a Mary en algún lugar del camino. Lo que sea En el
caso, tenía la intención de encontrar a su amiga y verla a salvo.
Tan pronto como entró en la áspera tormenta de nieve, supo que su tarea sería
mucho más difícil de lo que había imaginado, pero eso solo la estimuló. El
tiempo era esencial para encontrar a la vieja Mary. Con la cabeza baja y su
determinación fuerte, siguió adelante luchando contra la nieve y el viento
aullando.

Cree no se sintió cómodo con la decisión de suspender la búsqueda de la


vieja Mary, pero no tenía otra opción. La visibilidad era tan pobre que sus
hombres podían ir en círculos durante horas y no darse cuenta. Lo que fuera que
tenía la anciana para irse solo cuando el clima obviamente mostraba señales de
una tormenta de nieve lo desconcertaba. Su decisión descuidada no podría haber
llegado en peor momento.
Con la llegada de la tropa de McClusky, fue necesitado en la fortaleza y también
lo fueron varios de sus guerreros. Los McCluskys eran conocidos como
luchadores feroces, tenían opiniones fuertes y peleaban por pocas razones, o tal
vez tenían que ver con sus opiniones firmes. También eran guerreros honorables
y fieles a aquellos a quienes llamaban amigos y al ser su tierra bordeada por
Cree, tenía la intención de que fueran amigos.
Había escuchado historias sobre el hijo de Kirk McClusky, Torr y sus
habilidades de combate. Los chismes decían que diez hombres no podían
derribarlo, y su destreza con una espada era legendaria. Así que Cree no pudo
evitar preguntarse quién había marcado al poderoso guerrero y si el culpable aún
vivía. Sería descortés preguntarle y, se veía que el hombre no hablaba de sus
hazañas, y silenció a otros, que se atrevieron a preguntarle, con una mirada

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El highlander prohibido

amenazadora. Cree no sabría la historia.


El guerrero cicatrizado se sentó en el estrado con ellos, aunque no estaba
presente en absoluto. No hizo mucho más que gruñir cuando le dirigieron una
pregunta, hasta que finalmente nadie lo molestó y se quedó solo, con lo demás
charlando y riendo a su alrededor como si no existiera.
Cree se disculpó cortésmente por un momento cuando Elwin entró en el Gran
Salón y fue a hablar con él.
—Mi Señor—dijo Elwin con un breve asentimiento. —La tormenta de nieve se
ha vuelto brutal y no tuvimos suerte en encontrar a la vieja Mary. Sloan está
viendo a un guerrero que resultó herido en una caída durante la búsqueda. Él
estará aquí en breve. Le dije a Dawn que debía permanecer en la cabaña con la
puerta cerrada y no responderle a nadie más que a mí, a Sloan, o a Usted. Ella
concedió sin protestar y cerró la puerta detrás de mí.
—Debes vigilarla de vez en cuando hasta que me una a ella más tarde—ordenó
Cree. —Ahora ve a calentarte y come.
Con una sacudida de su cabeza, Elwin fue a reunirse con algunos de sus
compañeros guerreros en una mesa más cercana al hogar, mientras que Cree
regresó al estrado. Habría preferido ir y ver por sí mismo que Dawn estaba a
salvo, pero no podía perder el tiempo en ese momento.
Tan pronto como Cree se involucró en una conversación interesante con Kirk
McClusky, sobre su tierra contigua, cuando vio a la sirviente de Lucerna, Bree,
acercarse dócilmente al estrado.
Era una muchacha pequeña con el pelo rojo brillante y rizado y una cara bonita.
La mayoría de las veces, parecía asustada como un animal que había sido
azotado demasiadas veces, y Cree estaba bastante seguro de que Lucerna se
pasaba de mano pesada con la muchacha. Era un tema que tendría que abordar
pronto.
Se quedó en silencio ante el estrado, esperando que la reconociera, pero Sloan
captó la atención de Cree cuando entró en la habitación y se apresuró hacia la
mesa.
—La tormenta ruge como una mujer furiosa—dijo Sloan y todos en la mesa,
excepto Torr, se echaron a reír. Estaba a punto de hacer otro comentario cuando
vio a la sirvienta, con la cabeza inclinada, esperando. —Interrumpí a la

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El highlander prohibido

encantadora lass. Por favor, perdona mis modales.


Las mejillas de Bree se pusieron rojas y ella negó con la cabeza.
—Perdone la intrusión, pero Lady Lucerna ha pedido la sanadora.
— ¿Es otro dolor de cabeza? —preguntó Cree sin preocuparse.
—Sí, mi Señor—dijo Bree.
—No haré que la sanadora vague a través de una furiosa tormenta de nieve para
atender un dolor de cabeza—. Bree fue a decir. Algo y cree levantó la mano. —
No hay nada más que decir. Vete.
Bree se dio la vuelta y huyó.
—Ella es bonita—dijo Sloan, llenando su jarra de cerveza con cerveza.
—Demasiado tímida.
—Nunca sabes. Las tranquilas pueden resultar nada dóciles.
— ¿Eso es todo lo que piensas acerca de las mujeres con las que te acuestas? —
espetó Cree.
— ¿Qué más hay? —Sloan dijo con una risa.
—Amor—dijo Kirk McClusky, levantando su jarra.
Sloan negó con la cabeza. —No gracias. He visto las consecuencias de
enamorarse y prefiero no sufrirlas.
Kirk soltó una carcajada ruidosa.
— ¿Qué te hace pensar que tendrás una opción? Una vez que el amor ataca, estás
acabado, terminado. Tu corazón ya no es tuyo, le pertenece a ella, y no hay nada
que no hagas por ella.
—Nunca—protestó Sloan.
—Acabas de sellar tu destino, muchacho—dijo Kirk, levantando su jarra una vez
más. Ahora el amor te pondrá a prueba.
Las burlas continuaron, Cree riéndose junto con los demás mientras Kirk y Sloan
expresaban sus fuertes opiniones sobre el tema del amor. Sus pensamientos, sin
embargo, vagaron a Dawn y cómo se sentía por ella. No había nada que él no
hiciera por ella, pero también había cosas que no podía hacer. Tenía un deber que

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El highlander prohibido

el amor ni siquiera podía enmendar. ¿Por qué estaba perdiendo el tiempo


pensando en el amor? ¿Fue porque detestaba estar separado de Dawn? La echaba
mucho de menos, incluso cuando estaban separados por unas pocas horas. Le
encantó la sensación de ella en sus brazos, la forma en que se amoldaba a su
alrededor cuando dormían y cómo ella siempre respondía con tanto entusiasmo a
cada beso y toque.
—La tímida regresa—susurró Sloan.
Cree casi podía oírlo sonreír, aunque cuando miró a Sloan, su sonrisa se estaba
desvaneciendo y su mandíbula se tensó de ira.
A Cree no le iba a gustar lo que estaba a punto de ver. Volvió la vista hacia Bree,
una vez más de pie tímidamente frente a la tarima y tuvo que evitar golpear la
mesa con ira, porque sus acciones sin duda asustarían a la ya temerosa
muchacha. Su ojo derecho estaba magullado e hinchado y había una nueva
marca en su mejilla por un golpe que debía haber sido lanzado con fuerza brutal.
— ¿Quién te hizo esto? —exigió Cree.
—Hablé fuera de turno, mi Señor. Fue mi culpa—dijo Bree.
Cree era consciente de que ella no estaba defendiendo a Lucerna, sino que se
estaba protegiendo a sí misma. Si hablaba en contra de la dama, sufriría por eso
y eso lo enojó aún más.
—Lady Lucerna insiste en que le traigan a la sanadora, y que no debo regresar
sin la mujer—dijo Bree con una valentía estimulada por el miedo.
Cree se levantó y se volvió hacia Sloan. Había ayudado a tratar a muchos
guerreros heridos en el campo de batalla, por lo que Cree se sintió confiado en
dejar a Bree al cuidado de Sloan.
—Cuídala mientras hablo con Lucerna.
Los ojos de Bree se agrandaron.
—No, mi Señor, por favor, se lo ruego. Mi dama se pondrá furiosa si llega sin
avisar a la puerta de su dormitorio.
—La Señora no establece las reglas aquí, yo sí—. Dicho eso, Cree salió del Gran
Salón y se dirigió hacia la escalera de piedra, su temperamento se incrementó
con cada paso que subía.

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El highlander prohibido

Lucerna se merecía una buena paliza, pero él no levantaría jamás la mano a una
mujer. Sus recuerdos eran demasiado vívidos de lo que le habían hecho a su
madre, y él no causaría que una mujer sufriera tal abuso.
Cree no se molestó en llamar a su puerta. Esta era su fortaleza y ya era hora de
que ella se diera cuenta. Entró directamente, cerrando la puerta detrás de él.
Lucerna estaba tan sorprendida que no pudo hacer nada más que mirarlo por un
momento, y luego dio rienda suelta a su temperamento.
— ¿Cómo te atreves a entrar a mi habitación sin anunciarte? Se disculpará, mi
Señor, por su comportamiento grosero y bárbaro.
Caminó hasta la cama, donde ella estaba sentada como una reina, apoyada por
numerosas almohadas y con una túnica de terciopelo verde oscuro, un camisón
de suave lana verde debajo. Él se agachó, la agarró de la muñeca y la tiró de la
cama.

Ella tropezó, jadeó, y parecía dispuesta a matarlo.


— ¡Cómo te atreves!
Cree agarró ambas muñecas y tiró de ella con fuerza contra él.
—Me atrevo a hacer lo que quiera en mi fortaleza. Parece que olvidas que
todavía no eres mi esposa y cuando lo seas, no emitirás órdenes como un tirano y
nunca, nunca levantarás la mano a ningún sirviente o campesino otra vez.
Sus ojos se agrandaron y las lágrimas se apresuraron a llenarlos. Cree no se
sorprendió al verlos. En realidad los había esperado. Era el tipo de mujer que
usaría las lágrimas para sacar ventaja y manipular la situación.
—Perdóname, mi Señor, pero me duele tanto la cabeza—ella suspiró
dramáticamente y dejó que su cuerpo se aflojara contra el de él.
Cree odiaba el hecho de tener que casarse con esta mujer mentirosa y
manipuladora. Él nunca sería capaz de confiar en ella y el pensamiento de que
ella le daría hijos lo desconcertaba. La empujó sobre la cama.
—Ya que te duele la cabeza, debes permanecer en cama durante el resto del día
sin que nadie te moleste. Haré que uno de los sirvientes traiga tu cena.
—Bree lo hará...

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El highlander prohibido

—Se encuentra en el Gran Salón y le están atendendo sus heridas—él le señaló


con un dedo—, y si veo otro moretón o herida en la muchacha, estarás confinado
a tus aposentos durante una semana.
No esperó respuesta. No quería escuchar una. Salió de la habitación sin mirarla y
regresó al Gran Salón agradecido de estar lejos de ella. Apenas se sentó a la
mesa y se unió a los otros hombres, entonces sintió la abrumadora necesidad de
ver cómo estaba Dawn. Miró a Elwin, que ya se estaba poniendo la capa, y Cree
se preguntó si el hombre tenía la misma sensación incómoda, ya que asintió con
la cabeza a Cree para hacerle saber que iba a ver cómo estaba Dawn.
Cree se puso más incómodo mientras esperaba que Elwin regresara y cuando el
hombre entró corriendo en el Gran Salón, Cree saltó de su silla.
—Ella no está en su cabaña, mi Señor.

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El highlander prohibido

45

El corazón de Cree se estrelló contra su pecho y su estómago se revolvió.


¿Qué demonios había hecho ella ahora?
Se sorprendió cuando Torr se levantó de un salto y dijo:
— ¿Estás hablando de la muchacha que no tiene voz?
Kirk McClusky también se puso de pie. — ¿Qué muchacha?
—Más tarde, padre—dijo Torr.
— ¿Qué sabes de Dawn? —exigió Cree.
—La conocí brevemente al entrar a la aldea.
Cree se volvió hacia Elwin y el guerrero asintió con la cabeza hacia Torr.
—Él la miró como si la conociera. Naturalmente, Dawn tuvo que averiguar por
qué, se acercó a él y hablaron brevemente, interpretó Lila, antes de que lo
enviara de camino a la fortaleza.
Cree se volvió hacia Torr con una furia en sus ojos que hizo que Torr echara los
hombros hacia atrás y apretara los puños.
—Dawn es mi mujer y mantendrás tu distancia.
—Podemos pararnos aquí y discutir, o podemos ir a buscarla—dijo Torr.
—A menos que desees morir, aléjate de ella—dijo Cree, y luego se volvió hacia
Sloan. —Reúne a los hombres.
—Te ayudaremos—ofreció Kirk.
—No es necesario—dijo Cree.
—Tal vez, pero es lo que los amigos hacen unos por otros.
Kirk extendió su mano en amistad, y Cree sería un tonto si no lo aceptara.
—Tu ayuda será apreciada.
—Movimiento sabio—susurró Sloan cuando Cree se volvió hacia él.
—Espero no lamentarlo—. Cree no sabía qué le hizo pensar eso, tal vez porque

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El highlander prohibido

quería derrotar a Torr por tomar tal confianza. Se preguntó si eventualmente se


reduciría a eso, ya que Torr no había reconocido su advertencia acerca de
mantenerse alejado de Dawn.
No pasó mucho tiempo antes de que los hombres se reunieran y Cree emitiera
órdenes para que se registraran toda la aldea. Si no la encontraban, se moverían
más allá hacia el bosque, aunque tan pronto como él saliera de la fortaleza y
entrase en la tormenta de nieve, sabía que no sería una tarea fácil.

Dawn conocía bien los bosques, especialmente el camino a la cabaña de la vieja


Mary. Su madre y ella habían visitado a la anciana a menudo, por lo que el
camino era instintivo para ella. Luego estaban los marcadores que su madre le
había enseñado a colocar, por si ella se alejaba jugando, de manera que pudiera
encontrar el camino de regreso a casa fácilmente. Ella reconoció uno de ellos, un
gran árbol nudoso que parecía mucho más amenazador a través de la nieve que
caía. No estaba lejos de la cabaña.
De lo que no se había dado cuenta, ni se había preparado era del hecho de que la
cabaña no había sido atendida desde que la vieja Mary se había mudado de ella a
la aldea. Se quedó de pie, parpadeando para sacudirse la nieve que le hacía
cosquillas en los ojos y contemplar el enorme agujero donde debería haber
estado la puerta. Las persianas habían desaparecido de la ventana solitaria y
había un gran agujero en el techo de paja.

Esto significaba que ella no tenía otra opción. Tenía que regresar a la aldea, y
con la noche no muy lejos tendría que darse prisa. Caminó alrededor de la
cabaña y estaba apenas a unos pocos pies por el sendero cuando notó un
movimiento en la nieve. Estaba cerca del suelo, podría ser un animal excavado
en un agujero contra el frío o...
No tuvo tiempo de sopesar una decisión, corrió hacia donde había visto el
movimiento y se dejó caer al lado del montículo, sacudiendo la nieve para
revelar que Mary estaba acurrucada en una bola. Sacudió a la mujer para
despertarla, abrió los ojos y la ayudó a incorporarse, apurando la manta a su
alrededor.
La anciana tembló y abrazó la manta a su alrededor.

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El highlander prohibido

—Sabía que vendrías por mí. Tienes el corazón más amable y desinteresado,
igual que tu madre.
A Dawn le complacía saber que era como su madre, pero no había tiempo que
perder, tenían que ponerse en movimiento. Dawn ayudó a la vieja Mary a
ponerse de pie y, después de ajustar la manta alrededor de la mujer, se quitó la
capa forrada de piel y la colocó sobre la manta. La vieja Mary trató de protestar,
pero Dawn le mostró que llevaba otra capa y, aunque no estaba forrada de piel, la
protegería.
Dawn envolvió a la mujer con un brazo y la abrazó mientras las guiaba por el
camino de regreso a la aldea. Dawn no tardó mucho en darse cuenta de que la
vieja Mary ya estaba agotada por su terrible experiencia, y temía no poder llegar
muy lejos. Si pudiera acercarse al borde del bosque que bordeaba la aldea,
entonces podría pedir ayuda.
Después de unos pocos pies más, Dawn deslizó su hombro bajo el brazo de la
vieja Mary y prácticamente llevó a la mujer cargada. Mantuvo un ritmo
constante y, a medida que la anciana se debilitaba, Dawn aguantaba más peso.
Dawn sintió frío y calor al mismo tiempo, le dolían los brazos y las piernas,
apenas sentía sus pies y eso no era bueno. Tenía que seguir adelante, no podía
parar, si lo hacía no podría volver a moverse.
El cuerpo de la vieja Mary repentinamente cedió, perdiendo toda la fuerza.
Dawn rápidamente envolvió su brazo con más fuerza alrededor de la cintura de
la mujer mientras continuaba apoyándola con su hombro. La levantó un poco
para que sus pies se arrastraran ligeramente por la nieve. Sus propios miembros
gritaban por la carga añadida y el frío. Luchó con todas sus fuerzas contra el
furioso viento y la nieve. Estaba decidida a llegar a la aldea y, a la seguridad y
calidez de la cabaña de la vieja Mary.

—Dawn no está en la aldea—dijo Sloan.


En ese momento Cree se sintió completamente indefenso y eso lo enfureció. Se
quedó fuera de la cabaña de Lila, recién terminaba de hablar con ella, y tratando
de calmarla una vez que descubrió que Dawn estaba desaparecida. Paul
inmediatamente se puso una capa y salió a unirse a la búsqueda, al igual que

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El highlander prohibido

muchos otros hombres de la aldea cuando se enteraron de las noticias.


— ¿Crees que alguien podría haberla secuestrado? —preguntó Sloan.
— ¿Por qué alguien haría eso? —preguntó Torr, uniéndose a ellos, con su padre
a su lado.
—No tengo tiempo para explicarlo—dijo Cree—, pero han habido intentos de
asesinar Dawn.
— ¿Por qué?—Kirk preguntó con ansiedad.
—No hemos podido determinar eso todavía—dijo Cree. —Pero no creo que sea
eso lo que sucedió aquí. La vieja Mary es buena amiga de Dawn y se
preocuparía por la anciana. Desafiaría una tormenta de nieve para ayudar a un
amigo necesitado…
—Incluso si eso significara arriesgar tu ira—dijo Torr como si entendiera la
naturaleza amable de Dawn. —Entonces, ¿dónde más podría buscar a su amiga?
Cree no tuvo la oportunidad de responder, los gritos del viento salieron de detrás
de la cabaña, llamando su atención. Ninguno de ellos dudó, todos corrieron. Cree
divisó a Dawn a través de la nieve arremolinada, la vieja Mary cargada sobre
ella, y a Paul a punto de apoderarse de la anciana. Cree corrió al lado de Dawn y
la levantó en brazos después de que Paul la liberara de la vieja Mary.
—Fíjate en controlar el cuidado de los hombres y la anciana—Cree le gritó a
Sloan y acurrucó a Dawn contra él. Podía sentir su cuerpo temblar y se apresuró
a su cabaña.
Cree cerró la puerta detrás de él, y fue directamente a la otra habitación. La sentó
en la cama por un momento con órdenes estrictas para que no se moviera.
Añadió troncos adicionales al fuego menguante para que la pequeña habitación
ardiera con calor.
Regresó con Dawn, la tomó por los hombros, la puso de pie y se quitó la capa,
lanzándola sobre el cofre a los pies de la cama. Él pasó sus manos arriba y abajo
por sus brazos, alarmado por lo fría que se sentía. Cuando vio sus manos
envueltas en harapos, casi rugió de rabia.
Él la miró a los ojos, dispuesto a reprenderla por ser tan tonta, pero las palabras
murieron en sus labios. Su rostro estaba mortalmente pálido y sus ojos cargados
de agotamiento. Parecía como si estuviera lista para colapsar. Se reprendió

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El highlander prohibido

incluso por haber pensado en regañarla, y la sentó suavemente en la cama. Se


puso a retirarle las tiras de tela que estaban destinadas a mantener sus manos
calientes, pero fracasó. Tomó una mano suavemente en la suya y cuando
comenzó a desenrollar la tela, ella temblaba.
Blasfemando, una vez más la levantó y la llevó al hogar. Se agachó frente al
calor, abrazándola. La acomodó para que ella pudiera descansar contra su pecho
y procedió a desenrollar suavemente la tela en su mano. Mientras lo hacía, notó
que sus botas estaban mojadas y le preocupaba que sus pies hubieran sufrido
mucho durante la tormenta de nieve.
Presionó su mejilla junto a la de ella mientras le daba un masaje en la mano.
— ¿Puedes sentir tus pies?
Su dedo presionó la mano que la masajeaba dos veces.
Él maldijo varias veces, esperando que ella no perdiera ninguno de los dedos de
sus pies por el frío. Se concentró en frotar sus cálidas manos y dejó que el fuego
persiguiera sus escalofríos. Después de que estuvieron calientes, la giró en sus
brazos para poder deshacerse de sus botas mojadas. Se sintió aliviado al
descubrir que sus pies estaban fríos, pero no parecían estar negros.
Cree quería preguntarle por qué había hecho una cosa tan tonta, pero él no creía
que ella tuviera la fuerza para gesticular. Además, él ya sabía la respuesta. La
vida de la vieja Mary estaba en peligro y Dawn no podía sentarse y ver morir a
su amiga. Ella tenía un corazón generoso y un alma cariñosa, y él deseó a los
cielos que la hiciera su esposa.
Ella se estremeció contra él, y él rápidamente la tomó en sus brazos y la llevó a
la cama para pararse junto a ella. Quería calentarla lo más rápido posible y la
única forma de hacerlo era...
Él la puso de pie, manteniendo un brazo alrededor de ella mientras se quitaba
rápidamente la ropa con una mano. Al darse cuenta de sus intenciones, ella le
rodeó el cuello con los brazos y apoyó la cabeza en su pecho desnudo mientras
él le quitaba la ropa. Pasó su mano por su cuerpo, saboreando cada línea y curva
familiar que lo excitaba cada vez que la tocaba. Su piel todavía estaba fría, pero
había comenzado a ganar algo de calor. Cuando terminó con ella, esperaba que
su cuerpo se calentara bien.
Ella se apretó contra él, aunque no con su entusiasmo habitual, y él deslizó la

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El highlander prohibido

mano entre sus piernas, sin sorprenderse de encontrarla húmeda de deseo. Ella lo
deseaba pero le faltaba la fuerza para hacer cualquier cosa. La idea de que
incluso cuando estaba agotada, ella aún lo deseaba, tenía su sangre a fuego lento
aún más, y su miembro ya con un engorroso engrosamiento.
Con un movimiento rápido, la levantó y la depositó en la cama, y luego se sentó
a horcajadas.
—No debes hacer nada—ordenó y se dejó caer sobre ella, con las manos a
ambos lados de su cabeza mientras acercaba su boca a la de ella—, pero disfruta
y entra en calor.
Dawn logró sonreír y su cuerpo se estremeció, aunque no estaba segura de sí era
por sentirse relajada, o por la anticipación de lo que Cree tenía intención de
hacerle.
La besó con tanta suavidad casi como si temiera que ella se rompiera. No pasó
mucho tiempo antes de que sus manos se extendieran y comenzaran a
acariciarla, comenzando a lo largo de su cuello, y avanzando hacia abajo sobre
sus hombros. Sus manos eran cálidas, su toque lleno de fuerza. Se tomó su
tiempo, moviéndose hacia abajo a lo largo de un brazo, hundiendo sus dedos en
su carne, acariciándola hasta que ella sintió que el frío se desvanecía y el calor se
extendía por sus extremidades. Él le dio la misma atención a su otro brazo y
cuando terminó se centró en su pecho.
Tan pronto como sus grandes manos se apoderaron de sus pechos y comenzaron
a amasarlos, no pudo evitar levantar su cuerpo para que la gruesa y dura longitud
de él descansara perfectamente entre sus piernas, tentándola sin sentido.
Se inclinó sobre ella, su boca capturando un pezón a la vez y succionando como
un hombre que no podía obtener suficiente.
Levantó la cabeza por un momento.
—Maldición, sabes tan bien.
Él se apartó de ella, y ella frunció el ceño con decepción, pero sus manos fueron
a trabajar en sus piernas y ella suspiró interiormente de placer. Sus extremidades
se habían quemado dolorosamente, al caminar con dificultad por la nieve, más
aún con la carga adicional. Cerró los ojos y disfrutó la forma en que sus fuertes
dedos se clavaron en su piel, forzando el dolor. Cuando él tomó su pie, ella se
sobresaltó. Él le prestó atención a su reacción. Él sostuvo su pie firmemente, sus

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El highlander prohibido

pulgares presionaban con fuerza las plantas de los pies, y ella pensó que moriría
por el placer.
Ella se sorprendió cuando él le dio la vuelta, se sentó a horcajadas sobre ella y
fue a trabajar sobre su espalda.
Se inclinó y susurró:
—Voy a poseerte más de una vez esta noche, y voy a hacer que goces una y otra
vez, y más también. Tú, mi amor, serás incapaz de detenerme—. Él le mordió
juguetonamente la oreja y se rio.
Él estaba en lo correcto. Estaba indefensa en este momento, demasiado cansada
para defenderse, y no quería hacerlo. Él podría hacer lo que quisiera con ella, y
ella disfrutaría cada momento, ya que estar incapacitada junto a Cree sin duda
tenía sus beneficios.
Él amasó sus nalgas y luego siguió con besos y mordidas ligeras, que erizaron la
piel de ella. Cuando él deslizó un dedo íntimamente dentro de ella, ella pensó
que terminaría en un instante y, algo que sucedió instantes después.
Cree sintió que se movía en medio del clímax, su cuerpo se sacudía y se tensaba.
Cuando él pensó que casi había terminado, la giró, le extendió las piernas y
deslizó las manos debajo de cada una de sus piernas, la levantó contra él para
que pudiera deslizarse fácilmente hacia ella.
Quería alcanzar su climax también, pero no había terminado de calentarla aún, y
quería que gozara todavía más.
Dawn sintió el calor hasta la punta de los dedos de sus pies, él ciertamente había
cumplido su palabra de hacerla disfrutar, pero si pensaba que estaba indefensa...
estaba equivocado.
Ella se agachó cuando él la condujo, y pasó sus dedos ligeramente por su gran
bolsa, y luego la tomó en su mano y apretó ligeramente, enviándolo hacia el
precipicio.
—Maldita sea, mujer—él gimió y ella se apretó alrededor de él mientras
explotaba en un clímax cegador que parecía durar para siempre.
Cuando los sentidos de Cree finalmente regresaron, él se apartó de ella y ella fue
la que puso las mantas sobre ellos y se acurrucó contra él. Su brazo la envolvió y
abrazó, demostrando lo que su respiración dificultosa le impedía decir, pero lo

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El highlander prohibido

que ella merecía escuchar... cuánto la amaba.

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Cree tenía invitados a los que atender, pero no quería dejar a Dawn. Ella
dormía cómodamente contra él como siempre lo hacía, y él se sentía en paz con
ella allí a su lado. La idea de amarla lo llenaba de alegría y miedo. No tenía idea
de cómo esta mujer sencilla y sin voz se había abierto camino en su corazón,
pero ella lo había hecho, y ahora su corazón le pertenecía y siempre lo haría.
Estaba enojado porque ella se había ido sola para encontrar a la vieja Mary, y él
le haría saber que nunca volvería a hacer algo tan estúpido, aunque dudaba que
eso la detuviera. Dawn tenía tanto coraje que no podía ser contenido. Ella era, en
cierto modo, como una guerrera lista para tomar las armas y defenderse, solo que
su arma era su valor y él la admiraba por eso.
Ella se movió y se acurrucó más cerca, como si no pudiera acercarse lo
suficiente y él la abrazó con más fuerza, deslizando su pierna sobre la de ella y
metiéndola entre sus dos. Su ingle se agitó contra su cálida piel, aunque no podía
hacer mucho más ya que él había terminado intensamente hace poco.
Nunca había llegado al clímax tan fuerte y prolongado en su vida y tenía muchas
ganas de volver a hacerlo con Dawn. Fácilmente podría pasar el resto de la
noche aquí con ella en la cama, pero eso no era posible. Sus invitados
probablemente ya se estaban preguntando dónde estaba, aunque sin duda sabían
lo que estaba haciendo y eso le molestaba. No quería que nadie pensara mal de
Dawn. ¿Pero cómo detenía esa situación, cuando él mismo la había convertido
en su amante?
Maldición si las cosas no se hubieran complicado.
Él se levantó de la cama a regañadientes, metiendo la manta alrededor de Dawn,
complacido de que su cuerpo ahora era agradable y cálido, y que estaba acostada
y segura en la cama. Esperaba que ella permaneciera dormida hasta que él
regresara. Entonces ella estaría bien descansada y podrían hacer el amor una y
otra vez.
Él sonrió ante el pensamiento, se inclinó, y besó ligeramente su mejilla y
susurró:
—Hasta más tarde, mi amor.

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Le tomó poco tiempo vestirse, aunque se demoró caminando la corta distancia a


la torre, la nieve seguía cayendo con furia. Entró en la fortaleza, pisando fuerte
para quitar la nieve de sus botas y quitándose la capa. Entró en el Gran Salón
para encontrar a Kirk y su hijo Torr en una conversación profunda. Sus guerreros
estaban congregados en una mesa, comiendo, bebiendo y hablando. Algunos de
los guerreros de Cree estaban dispersos en varias mesas y, aunque parecían
ocupados de la misma forma que los guerreros McClusky, sabía que vigilaban
atentamente a sus invitados.
Cree no esperaba problemas de los McCluskys, pero había enseñado a sus
hombres a prepararse para lo inesperado para que nunca los sorprendieran, y ese
consejo los había salvado muchas veces.
Cuando Cree se acercó al estrado, Kirk se apartó de su hijo y le preguntó: — ¿La
muchacha sin voz está bien?
—Dawn está bien—dijo Cree. Tomó asiento y llenó una jarra de cerveza.
—Qué extraño que la mujer no tenga voz en absoluto—dijo Kirk, rellenando su
propia jarra. — ¿Ella no hace ni el más mínimo sonido?
Cree se preguntó por la curiosidad del hombre. ¿Qué debería importarle a él?
¿Por qué estaba interesado en Dawn?
—No puede emitir ningún sonido—confirmó Cree.
—Aunque, ella se comunica lo suficientemente bien para no poder hablar—dijo
Torr.
Sonaba como si Torr elogiara a Dawn y Cree se enfadó. ¿Acaso el tonto no
recordaba que le había advertido que Dawn era su mujer? ¿Necesitaba darle un
golpe en la cara para hacerle entender que debía mantenerse alejado de ella?
—Torr me dijo que, aunque una mujer interpretaba para Dawn, no había tenido
problemas para entender sus gestos—dijo Kirk.
—Dawn se comunica mejor de lo que la mayoría podría esperar—dijo Cree con
orgullo que no se perdió en los dos hombres.
Sus atencion se desvió cuando Sloan entró en el salón con Bree a su lado. La vio
acercarse a una mesa vacía y le envió a Cree un gesto de asentimiento mientras
llenaba una jarra de sidra caliente.
Cree estaba a punto de pedir una bebida fresca y comida para los McCluskys
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cuando Flanna apareció con varios sirvientes. Se pusieron a trabajar llenando la


mesa con platos frescos y reemplazando jarras llenas de cerveza por las vacías.
Se levantó. —Volveré en un momento. Disfruten de la comida y la bebida.
—Estamos agradecidos por su generosidad—dijo Kirk y Cree se dio cuenta de
que, tan pronto como abandonó la tarima, una vez más, el padre y el hijo
volvieron a conversar en voz baja.
— ¿Cómo está la vieja Mary? —preguntó Cree mientras se acercaba a la mesa.
—Lo ha conseguido—le aseguró Sloan. —Elsa dice que debería estar peor por
su terrible experiencia, simplemente necesita descansar.
Cree se volvió hacia Bree, quién tenía la cabeza baja por respeto o miedo, no
estaba seguro.
— ¿Qué estabas haciendo fuera de la fortaleza, Bree?
La cabeza de Bree se elevó, y la ira ardió en las entrañas de Cree. El moretón
que había sufrido había empeorado y, ahora se estaba oscureciendo.
—Por favor, mi Señor, no tengo más remedio que obedecer a mi ama o sufrir las
consecuencias.
Sloan se deslizó en el banco a su lado y tomó su mano.
—Te he dicho que Cree es un hombre justo y no el monstruo que crees que es,
no importa lo que te haya dicho tu ama.
Cree se sorprendió por la gentileza con la que Sloan le hablaba a la joven y
cómo mantenía su mano entrelazada, como si le ofreciera protección contra el
infame Cree. Sloan parecía realmente preocupado por ella y Cree tuvo que
contener una sonrisa. ¿Podría el despreocupado Sloan sentirse realmente atraído
por la muchacha dócil?
— ¿Lucerna te envió a buscar a Elsa? —preguntó Cree.
Bree negó con la cabeza.
—No para buscarla, para traer un poco de poción para su dolor de cabeza.
—Dile a tu Señor el resto—dijo Sloan, sin soltarle la mano.
Bree palideció tanto que Cree pensó que moriría.

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—No dejaré que nadie te lastime. Tienes mi palabra.


Cree se quedó sorprendido por la forma en que Sloan estaba protegiendo a la
muchacha, y que todavía no le había soltado la mano. Él nuevamente rio de
manera discreta, pero luego cuando estuvieran solos...
Las mejillas de Bree de repente se pusieron tan rojas que Cree pensó que
estallaría en llamas. Primero palidece y luego se vuelve escarlata. ¿Por qué?
—Uno de ustedes me dice ahora que sucede antes de que pierda los estribos—
ordenó Cree con severidad. Sloan bajó la voz y se inclinó sobre la mesa como si
estuviera a punto de compartir un secreto.
—Cuando fui a buscar a Elsa, Bree estaba allí esperando que terminara la poción
—. Su mano se apretó alrededor de Bree. —Cuando Bree me vio, se sonrojó,
Elsa sonrió y dijo que haríamos una pareja perfecta, ya que ambos preferíamos
no tener exclusividad con nadie. Bree se echó a llorar, y me sorprendió el
comentario descuidado de Elsa hasta que ella explicó lo que lo había precipitado.
Parece que Lucerna solicitó a su sirviente, que le buscara una poción que evitara
un embarazo, ya que afirma que a la joven le gusta acostarse con varios
hombres. Temía que las maneras absurdas de la muchacha la dejaran embarazada
y Lucerna no quería eso.
Cree levantó la mano antes de que Sloan pudiera continuar.
—Bree, terminarás de explicarme tu.
Bree suspiró y sacudió la cabeza. —Mi ama me hará sufrir cuando se entere de
esto y ella lo sabrá, porque tiene maneras de descubrir las cosas.
Sloan fue a hablar, pero la orden de Cree lo hizo contener la lengua.
—Dime.
—Mi ama quiere la poción para ella misma. Ella no quiere tener un hijo tan
pronto, y una vez que tenga un hijo, no quiere más—. Sus mejillas se pusieron
rosas, soltó la mano de Sloan y dejó caer su cabeza en sus manos. —Mi ama me
matará cuando descubra lo que he dicho.
—Eso no sucederá—Sloan sonaba como si lo hubiera decretado.
—Bree no necesita preocuparse por su ama, pero sí tiene que preocuparse por mí
—dijo Cree con una voz de autoridad que Bree lo miró con lágrimas en los ojos
—. Fuiste donde la sanadora en una tormenta de nieve cegadora cuando lo
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El highlander prohibido

prohibí. Por desobedecerme, me servirás hasta que ordene lo contrario.


Sloan sonrió, Bree no lo hizo.
—Mi ama se saldrá con la suya, siempre lo hace—dijo Bree, como si estuviera
resignada a su destino.
—Ya lo veremos—dijo Cree. —Tu tarea será atender a la vieja Mary. Sloan,
llévala a la cabaña de la anciana y verás que esté asentada allí, y dile a la vieja
Mary que Bree se quedará con ella hasta que yo diga lo contrario.
—Sí, mi Señor—dijo Sloan con una sonrisa y un asentimiento.
Cree ansiaba un poco de soledad para pensar en lo que Bree le acababa de decir,
pero nuevamente sus invitados lo hacían imposible. Para él, esas noticias serían
motivo suficiente para romper el acuerdo de matrimonio que se había hecho,
pero el Rey había dejado claro que a cambio de la tierra de Gerwan tenía que
casarse con la hija. Habría sido difícil, pero él habría tolerado a Lucerna si no
hubiera sido por la noticia que ella tenía la intención de darle un solo hijo. Él no
dudaba de que si ella volvía a quedar embarazada, abortaría a su hijo. El
pensamiento de que ella le haría eso a uno de sus hijos le disparó la ira, y lo
determinó a encontrar una manera de romper el acuerdo de matrimonio.
Tan pronto como cuando Cree se sentó, entró en el Gran Salón la otra sirviente
de Lucerna, una mujer mayor que él creía que se llamaba Magda, preguntando si
se había visto a Bree.
—Bree está castigada por desobedecerme y se le han asignado deberes en otros
lugares. Tu ama tendrá que prescindir de ella hasta que yo decida lo contrario—
dijo Cree con una lengua afilada.
—Sí, mi Señor—dijo Magda, sacudió la cabeza y salió corriendo del pasillo.
Cree esperaba que Lucerna viniera a la sala a requerir su sirviente, pero tal vez
su arrebato en el dormitorio le había enseñado a contener la lengua. Dudaba que
eso durara mucho, por la mañana se enteraría.

Un par de horas más tarde encontraron a muchos de los guerreros


McClusky acostados, y Kirk y su hijo pronto se unieron a ellos.
Cree, feliz de ver que el día llegaba a su fin, regresó a la cabaña de Dawn para

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encontrarla aún dormida. Él la miró fijamente, acostada de costado, envuelta


cómodamente en las mantas, unos mechones de su pelo rojo oscuro se
derramaban sobre su mejilla. Extendió la mano para apartarlos y se dio cuenta de
que sus manos estaban frías. Fue al hogar y extendió las manos hacia el fuego
para calentarlas.
Fue difícil verla durmiendo allí, sabiendo que estaba desnuda bajo las mantas,
todo lo que deseaba hacer era...
Sacudió la cabeza y se frotó las manos con más fuerza. Él no podía molestarla,
aunque quisiera, no estaría bien. Ella había pasado por una terrible experiencia, y
él probablemente la había fatigado aún más cuando le había hecho el amor.
Maldición si no quería hacerle el amor otra vez. Apoyó la mano sobre la repisa
rudimentaria tratando de forzar sus pensamientos en una dirección diferente. No
funcionó, su mente se llenó de imágenes de su último acto sexual de hacía solo
unas horas y se hizo cada vez más difícil.
Sería mejor irse, o la despertaría cuando ella solo necesitaba descansar. Su mano
fue a su ingle. Maldita sea, estaba tan duro como una roca. Si no se iba ahora,
iba a saltar a la cama sobre ella, o podía quedarse aquí y aliviarse del dolor
infinito y palpitante.
Se advirtió a sí mismo que debía irse, no volverse y mirarla, solo salir y dejarla
dormir tranquilamente. Escuchó un sonido, se volvió.
Dawn estaba sentada en la cama, la manta abultada en su cintura, su largo
cabello haciéndole cosquillas en sus pechos desnudos, y sus pezones duros. Su
mano se extendió hacia él. Él no vaciló, se despojó de sus ropas y se acercó a
ella.
Una hora más tarde, se quedaron dormidos en los brazos del otro, y se
despertaron al amanecer solo para hacer el amor nuevamente, y fue con
renuencia que Cree la dejó. La nieve había dejado de caer y en su camino de
regreso a la fortaleza, pensó en todas las batallas que había luchado, las
dificultades que había soportado y el acuerdo de matrimonio que había hecho
para asegurarse de que sus hombres tuvieran un hogar. A pesar de todo, se había
creado un renombre, al que la gente temía y a quienes se debía, porque juró que
no cumpliría con ninguna norma que contradijera lo que él creía correcto para el
bien de su pueblo.
El matrimonio con Lucerna sería un error y no sería bueno para su pueblo. Así

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que mientras caminaba por la nieve profunda, estaba más decidido que nunca a
encontrar una manera de hacer de Dawn a su esposa, ya que casarse con ella
sería por el bien de todos.

Dawn saltó de la cama, sintiéndose muy bien. La criatura ya no la


molestaba por la mañana, y su apetito se había normalizado. Se alegró de ver que
Flanna había traído su comida de la mañana y la instó a sentarse y visitar por un
momento.
—No puedo quedarme mucho tiempo—dijo Flanna, tomando asiento en la silla
y sirviendo a ambas sidras calientes. —Hay mucho que hacer con los McClusky
aquí—. Ella puso los ojos en blanco. —Luego está Lucerna, quien está dando a
saber cuán disgustada está con la decisión de Cree de castigar a su sirviente
Bree.
Dawn frunció el ceño y se encogió de hombros.
—Los sirvientes están chusmeando, y están de acuerdo en que Cree castigó a
Bree para mantenerla a salvo de su ama—. Flanna negó con la cabeza. —No
pasó un día sin que la joven muchacha tuviera un moretón nuevo. Cree ha
ordenado a Bree que cuide a la vieja Mary hasta que él diga lo contrario. Te digo
que Lucerna es mala.
Dawn sonrió. Cree haría algo bueno como eso y ahora estaba aún más ansiosa
por visitar a la vieja Mary y ver qué más podía saber.
—Los cuchicheos de las mujeres van dirigidos a Torr. Incluso con esa cicatriz, es
guapo, aunque se guarda para sí mismo. Pudo haber tenido la oportunidad de
elegir algunas buenas mujeres anoche, pero no le prestó atención a ninguna de
ellas. Estaba preocupado por tu seguridad, y se alegró cuando te encontraron.
Parece tranquilo—. Flanna se levantó de su asiento. —Tengo que volver al
trabajo. Yo u otro te traeremos la comida del mediodía.
Dawn señaló la comida que había tomado de la cocina ayer y negó con la
cabeza, haciéndole saber a su amiga que tenía suficiente comida y que ya no
necesitaba más.
—Puede que tengas suficiente comida, pero la orden viene directamente de Cree.
Tu comida será traída hoy, ya que estarás descansando.

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Dawn sonrió y Flanna sonrió.


—Tenía la sensación de que podrías tener diferentes planes, especialmente
porque no hay guardia en tu puerta.
Los ojos de Dawn se agrandaron junto con su sonrisa.
Flanna se rio y las dos mujeres se abrazaron.
—Ten cuidado, no confío en Lucerna, y aunque los McCluskys parecen ser lo
suficientemente amables, han hecho muchas preguntas sobre la chica muda.
Dawn no pensó mucho en los McCluskys, tal vez simplemente eran curiosos.
Se apresuró a desayunar, ansiosa por ver cómo estaba la vieja Mary, y
encontrarse con Bree.
La tormenta de nieve había arrojado una buena cantidad de nieve, aunque se
habían hecho caminos para poder realizar las tareas diarias. Hizo una breve
parada en la cabaña de Lila, sabiendo que su amiga estaría preocupada por ella.
—No deberías arriesgarte tan estúpidamente—le regañó Lila, después de
abrazarla con fuerza. —Uno de estos días te encontrarás en una situación de la
que no puedas salir.
Ella ya estaba en uno, ahora que llevaba un bebé de Cree.
Conversaron mientras Lila intentaba que Thomas estuviera listo para llevarlo
con ella a su trabajo. Dawn lo sacó del brazo de Lila e instantáneamente se
acomodó cuando ella lo abrazó.
—Te juro que Thomas te quiere más que a nadie—se quejó Lila, aunque con una
sonrisa.
Dawn hizo un gesto con una mano y Lila entendió fácilmente.
—Sí, tómalo por un tiempo, me dará algo de tiempo, lo cual es inusual para mí,
antes de ir a ocuparme de mis tareas.
Dawn envolvió al niño en un cálido paño de lana, y salió con una sonrisa y un
saludo a Lila. Thomas estaba fascinado por la nieve y chilló de alegría cuando
Dawn tomó un poco en sus manos para sentir, luego ella lanzó un poco en el
aire.
Ella sonrió ampliamente y él se echó a reír.

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Pronto estuvieron en la puerta de la vieja Mary, y fue una muchacha joven con el
pelo rojo rizado quien abrió la puerta y, por supuesto, no pudo evitar sonreírle a
un Thomas de mejillas rojas y pedirles que entraran.
—Dawn—la vieja Mary gritó de alegría desde la cama. —Bree, debes conocer a
esta generosa mujer, que valientemente salvó mi vida. Ella es valiente más allá
de las palabras porque no tiene voz y nunca podría pedir ayuda, y aun así no
dudó en ayudar a una mujer vieja y tonta.
Dawn agitó sus elogios como si fueran innecesarios y desenvolvió a Thomas,
quitándose algunas de sus prendas ya que la pequeña cabaña estaba muy
caliente. También se quitó su propia capa y se sentó en una silla que Bree había
movido junto a la cama.
—Dame ese pequeño amor—dijo la vieja Mary, alcanzando a Thomas, quien
fue dispuesto a los brazos de la anciana.
—Me alegro de conocerte—dijo Bree con un movimiento de la cabeza. —La
vieja Mary me ha hablado mucho de ti, y envidio tu coraje.
Dawn gesticuló y Mary interpretó, no muchos sabían lo bien que entendía a
Dawn.
—Ella dice que debes tener un gran valor para sufrir las contusiones en tu cara.
—No es más que la suerte de la sirvienta estar al capricho de su ama—dijo Bree
con resignación, que Dawn y todos los campesinos entendieron.
Dawn aprendió mucho sobre la joven muchacha mientras hablaban y mientras
Thomas disfrutaba de la atención de las tres. Llegó a gustarle la joven muchacha,
dándose cuenta de que Bree estaba tratando de sobrevivir una situación difícil.
Lo que preocupaba a Dawn era que Bree parecía no tener salida. Ella pertenecía
a un ama malintencionada y sería su suerte hasta que la despidiera o muriera.
La puerta se abrió con fuerza y Bree saltó de su silla cuando vio que Lucerna
estaba en la puerta.
—Volverás a la fortaleza conmigo ahora—ordenó Lucerna. — ¿Cree ha
rescindido mi castigo? —preguntó Bree.
Lucerna entró más en la cabaña. —Te atreves a preguntarme. Cortaré tu lengua
por eso.
Eso y un gemido de Thomas, la voz enojada de Lucerna que lo había asustado,

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era todo lo que Dawn necesitaba escuchar para que ella reaccionara. Se acercó a
Lucerna, con un gesto claro. Extendió el brazo y señaló con el dedo hacia la
puerta.
— ¡Cómo te atreves a ordenarme que me vaya, ramera tonta! —gritó Lucerna.
Bree se movió, como si estuviera preparada para hacer lo que Lucerna exigía,
resolviendo así el asunto, pero Dawn le bloqueó el paso con el brazo y negó con
la cabeza.
— ¿Quién...? —Lucerna nunca pudo terminar, Dawn avanzó hacia ella tan
rápido que Lucerna tropezó hacia atrás, cerca de la puerta y Cree entró.

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El highlander prohibido

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Lucerna se volvió con furia, dispuesta a reprender a la persona que se


había atrevido a interponerse en su camino. Cuando vio que era Cree, se
derrumbó contra él, aunque sus brazos no trataron de consolarla.
—Esta campesina se atrevió a amenazarme—gritó—, castígala por su insolencia.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Cree a Lucerna.
Ella se apartó de él, su mano volando hacia su pecho.
— ¿Que importa eso? Esta mujer—señaló a Dawn—, amenazó a tu prometida.
Ella debe ser castigada.
Cree dio un paso hacia ella y se veía tan intimidante vestido todo de negro, su
capa forrada de piel negra hacía que sus ya anchos hombros parecieran más
anchos.
—Respóndeme.
Lucerna se puso rígida y cruzó los brazos protectoramente sobre su pecho.
—Vine a recoger a mi criada.
— ¿No te dejé perfectamente claro que tu sirviente estaba siendo castigada, y
que no debías interferir con su castigo o sufrirías las consecuencias?
—Es bárbaro obligarme a prescindir de mi sirviente. Su castigo corresponde a
mí, no a ti. Puedo prometerte que nunca más te desobedecerá—. Lucerna se
volvió. —Bree ven aquí ahora mismo.
Bree se apresuró hacia la puerta, sin molestarse en buscar su capa.
—Quédate donde estás, lass—ordenó Cree y Bree se detuvo bruscamente.
Lucerna se volvió hacia él. —Bree es mi sirviente. Hasta que no estemos
casados no puedes ordenarle nada a ella. Además, esta tierra no te pertenece
oficialmente hasta que nos casemos, así que soy yo quien gobierna aquí, no tú.
El ceño de Cree se volvió tan amenazador que Lucerna se alejó de él, y Bree se
apresuró a acercarse a la vieja Mary. Dawn fue la única que no se vio afectada

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por su expresión ominosa y se quedó en su lugar.


—Veamos de quién es esta tierra y quién gobierna aquí—dijo Cree con calma y
con un simple levantamiento de su mano, Sloan parecía aparecer de la nada. —
Sloan escolta a Lucerna a la fortaleza, a su dormitorio. Fije un guardia en su
puerta con instrucciones de que no se le permite salir.
— ¿Hablas en serio? —dijo Lucerna, palideciendo.
—Te advertí que habría consecuencias si me desobedecias, la culpa es tuya.
Lucerna le envió a Cree una mirada asesina.
—Te arrepentirás de esto.
—Lo estoy haciendo—. Lucerna dio un paso atrás como si hubiera sido
abofeteada.
—Debería haber sabido, un campesino siempre será un campesino.
Cree agitó la mano y Sloan dio un paso adelante, tomó el brazo de Lucerna.
Lucerna le sacudió sus manos. —Mi padre escuchará sobre esto y no estará
contento—. Con eso, ella se volvió y con el mentón en alto, se alejó con Sloan
pisándole los talones.
Cree se acercó a la puerta abierta justo cuando Thomas soltó un gemido. Dawn
se dio la vuelta y se apresuró a tomarlo de los brazos de la vieja Mary, y el niño
dejó de llorar al instante. Tenía que estar hambriento ya que Dawn no había
esperado haberse ido tanto tiempo.
Cuando Dawn terminó de envolver a Thomas contra el frío, la vieja Mary gritó:
—No olvides tu manto forrado de piel. Lo necesitarás también.
Bree se apresuró a arrancarlo del estante, pero fue Cree quien entró en la cabaña
y lo tomó para colocarlo sobre la capa que Dawn ya llevaba puesta. Luego se
volvió hacia Bree.
—Veré cómo conseguirte una cabaña y las tareas que te convienen. Ya no eres el
sirviente de Lucerna. Ahora eres parte de mi clan.
Bree se mostró sorprendida y un poco escéptica, pero meneó la cabeza y dijo: —
Gracias, mi Señor.
Dawn siguió a Cree fuera de la cabaña. Él la observó mientras recogía nieve y la

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dejaba caer frente al niño que se reía como si fuera la cosa más divertida. Ella le
indicó que necesitaba devolver a Thomas a Lila y, mientras
caminaban, con una mano entretuvo al niño como si le estuviera cantando una
melodía y sus pequeños labios se curvaron en una sonrisa, mientras se
acurrucaba contra ella. Ella no tenía voz y, sin embargo, ya estaba hablando con
el niño.
Ella sería una buena madre. El pensamiento lo complació e irritó, y lo hizo aún
más decidido a encontrar una forma de casarse con ella. No podía soportar el
pensamiento de Lucerna como su esposa, y dudaba que ella pudiera soportarlo
como marido. Ellos querrían matarse entre sí una vez que se casaran.
Cree esperó fuera de la cabaña mientras Dawn entregaba Thomas a Lila. Cuando
salió y caminaron unos pocos pasos, se detuvo, frunció el ceño, lo señaló y luego
a sí misma.
— ¿Por qué debería estar enojado contigo? —preguntó con una sonrisa.
Ella juguetonamente contó con los dedos.
—Tienes razón. Podría haber una serie de razones para estarlo.
Ella se rio en silencio, y él pensó que se veía más hermosa que nunca. Sus
mejillas cremosas estaban teñidas de rojo por el frío y sus ojos oscuros brillaban
de alegría. Le sobresaltó que pareciera tan feliz. Él no la había hecho fácil y, sin
embargo, aquí ella estaba de pie sonriendo y riéndose con él. Ella se convirtió en
un ademán y él pensó que tenía la intención de escapar y estaba a punto de correr
tras ella cuando ella se dio la vuelta y una bola de nieve lo golpeó en el pecho.
Quedó aturdido y cometió el error de no buscar retribución inmediatamente, ya
que una segunda bola de nieve lo golpeó en el hombro.
Vio que ella se estaba riendo mientras hacía otra bola de nieve, y eso lo impulsó
a actuar, aunque no antes de que otra lo atrapara de nuevo en el hombro cuando
él se giró para recoger la nieve.
Para su sorpresa, ella lo golpeaba tres veces en el intervalo que él lograba
golpearla dos veces. Ella se agachó, se retorció y se movió tan rápido, parecía
reír más con cada una de sus faltas.
Un par de muchachos jóvenes se les acercaron y se quedaron mirando, con los
ojos y la boca bien abiertos, sorprendidos de ver a Cree involucrado en
travesuras.
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Se volvió medio con su ceño arrugado, les regaló media sonrisa, y se congelaron.
— ¿Que están esperando? Ayúdenme a derrotarla.
Los muchachos no lo dudaron, y se unieron a la lucha. Las bolas de nieve
volaron y ninguna de ellas golpeó a Dawn, pero ella aterrizó cada una de las
suyas en cada uno de ellos.
— ¡Suficiente! —gritó Cree y los muchachos rápidamente retrocedieron
asustados. —Voy por ella, protéjanme, muchachos.
Los dos muchachos sonrieron, asintieron vigorosamente y se apresuraron a hacer
varias bolas de nieve. Cree se volvió listo para cargar y recibió una bola de nieve
en la barbilla. Los dos muchachos jadearon y se congelaron. No Dawn, se estaba
riendo tan fuerte que se agarró el estómago.
—Eso es todo, hemos terminado—advirtió Cree, apuntándola y caminando hacia
ella. Cree recibió dos bolas de nieve en la cabeza, una en la pierna, otra en el
brazo, y tres a la espalda, cortesía de sus jóvenes guerreros detrás de él antes de
que la alcanzara, la levantara y la arrojara sobre su hombro.
Se volvió hacia los muchachos. —En la batalla siempre te aseguras de golpear al
enemigo y no a tu líder.
Los dos muchachos tragaron al mismo tiempo, el miedo llenaba sus ojos
redondos.
—Ella fue un oponente digno, y los dos hicieron un trabajo digno, así que vayan
a buscar un dulce en la cocina. Díganle a Turbett que me ayudaron a ganar una
pelea de bolas de nieve, y que les dije que debían ser recompensados.
Los dos muchachos menearon la cabeza y agradecieron profusamente a su Señor
antes de salir corriendo sonriendo.
Cree golpeó el trasero de Dawn. —Ahora tendrás tu castigo.
Solo dio unos pocos pasos, cuando Sloan se acercó y Cree pudo decir por su
expresión que había un problema. De mala gana, Dawn se puso de pie.
—Tengo que ir. Regresa a la cabaña y mantente abrigada—. Él se inclinó, la
besó y le susurró al oído: —Espero poder darte el castigo que mereces.
Dawn sonrió dulcemente y cruzó su corazón.
Cree gruñó bajo y se excitó por su respuesta.

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—Realmente es una promesa—. Ya no susurró cuando dijo: —Ahora ve a la casa


y mantente abrigada como te lo ordené.
—Me encantaría escoltar a la jovencita a su cabaña.
Cree se giró para ver a Kirk McClusky de pie cerca. Parecía haber salido a
caminar. Sus mejillas estaban rojas, su sonrisa amplia, sus ojos alerta y su espada
atada a un costado.
No esperó a que Cree diera permiso. Dio un paso adelante y extendió el brazo.
—Kirk McClusky a su servicio, lass—. Se volvió hacia Cree. —Me aseguraré de
que ella llegue a casa a salvo.
Hubiera sido grosero de Cree rechazar la oferta educada del hombre, y no tenía
dudas de que Kirk cuidaría de su seguridad. Sin embargo, le agradó que Dawn
esperara a que diera su permiso, y fue por esa razón que lo dio.
—Tu oferta es apreciada, gracias, Kirk—. Cree se volvió hacia Dawn y con una
sonrisa dijo: —Compórtate.
Dawn meneó la cabeza con respeto, aunque él no confiaba en su sonrisa. Era
demasiado dulce.
Ella aceptó el brazo de Kirk cuando Cree se marchó, Sloan se inclinó para
susurrarle. Algo estaba mal y ella se preguntaba qué. Kirk parecía un tipo
agradable, con rasgos finos y una voz fuerte.
—Ciertamente fuiste valiente yendo en busca de tu amiga en una tormenta de
nieve—dijo mientras se abrían camino a través de los caminos que habían sido
excavados en la nieve.
Ella sacudió la cabeza y le dio una palmadita en el pecho.
—Sí, sí, eres valiente—insistió. —No seas tímida acerca de tu coraje. La vieja
Mary debe ser una querida y vieja amiga para que corras ese riesgo.
Dawn asintió y colocó su mano frente a ella.
—Desde que eras joven, pero todavía eres joven—dijo Kirk con una sonrisa.
Su sonrisa creció y extendió sus diez dedos, luego se llevó uno.
—Diez y nueve—confirmó Kirk con una inclinación de cabeza. —¿Has vivido
aquí todos esos años?

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Dawn extendió diez dedos otra vez.


—Diez años has estado aquí—Kirk asintió. — ¿Tus padres te trajeron aquí?
Su conversación continuó todo el camino hacia la cabaña, con Kirk haciendo
muchas preguntas, y cuando finalmente llegaron a la puerta, Dawn soltó su brazo
y se giró para pararse frente a él, su sonrisa desapareció. Ella hizo un gesto
rápido, como si estuviera molesta, al darse cuenta poco tiempo después de que él
había entendido fácilmente sus movimientos. Eso fue extraño ya que a la
mayoría de las personas les tomaba tiempo descifrarlo. Para confirmar lo que
había sospechado, ella hizo un gesto como si estuviera hablando con Lila.
—Quieres saber cómo puedo entenderte tan fácilmente—dijo.
Ella asintió.
—Conocí a alguien sin voz como tú. Ella no podía hacer un sonido, pero hablaba
claramente con sus manos y expresiones. Era una joven hermosa y valiente
también, muy parecida a ti.
Dawn estaba demasiado aturdida para responder. Le encantaría conocer a la
mujer de la que hablaba, pero él habló de ella como si hubiera fallecido y dudó
en preguntarle porque la tristeza había llenado sus ojos cuando él había hablado
de ella.
—Ambas se habrían llevado bien. Estoy seguro de eso. Habrías pasado horas
charlando—. Una lágrima se juntó en el rabillo del ojo de Kirk. —Ella se ha ido
y se echa de menos mucho.
Dawn extendió su simpatía hacia el hombre, y se preguntó si la mujer había
estado relacionada desde que él parecía tan triste por su muerte. Antes de que
Dawn pudiera preguntarle más sobre ella, Flanna apareció con la comida del
mediodía. Dawn quería preguntarle más, pero también quería saber si Flanna
sabía si algo estaba mal en la fortaleza, además de que Lucerna estaba confinada
en sus aposentos.
El dilema terminó cuando Kirk le deseó buen apetito, alegando que tenía que
volver a la fortaleza. Ella lo invitó a visitarla pronto, esperando hablar más con
él antes de que se fuera. Prometió que lo haría y se fue.
Flanna cerró la puerta detrás de ella.
—Tengo poco tiempo para hablar, pero algo pasa en la fortaleza. Parece que la

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El highlander prohibido

entrada secreta a la fortaleza que Cree había obstruido, fue destruida y se teme
que alguien haya entrado por ahí. Se está buscando por todo el lugar, así como
en los alrededores. Cree está furioso de que su hogar haya sido invadido, y
quiere que el hombre sea encontrado o no. Luego está Lucerna—dijo Flanna,
poniendo los ojos en blanco, algo que se había convertido en un hábito cada vez
que mencionaba el nombre de la mujer. —Ella continúa como un demonio, y
nadie quiere acercarse a ella. Incluso la vieja sirviente de ella, todo lo que hace
es pasar más tiempo en la dependencia de los sirvientes.
Dawn hizo gestos de pequeños agujeros y cubículos, luego negó con la cabeza.
—Te sorprenderías de en cuántos lugares uno podría esconderse en ese lugar.
Incluso me pregunto si hay más entradas y salidas secretas que nadie conoce,
aunque sin duda se encontrarán ahora. Los guerreros de Cree están buscando el
lugar de arriba a abajo. Si hay alguien allí, lo encontrarán. No puedo quedarme,
los sirvientes están ocupados limpiando detrás de los guerreros, ya que su
búsqueda está dejando un desastre, además de encontrar rincones y recovecos
que estaban descuidados. Sé que ayer preparaste tu comida, pero di la excusa de
que debías estar tan débil luego de desafiar la tormenta para encontrar a la vieja
Mary, que tus horas de descanso no te habrían dejado mucho tiempo para
cocinar.
Dawn sonrió con aprecio.
—Fuiste muy valiente lo que hiciste para encontrar a la vieja Mary. Realmente
eres una buena amiga—. Flanna agarró a Dawn y la abrazó. —Te debo tanto—.
Dicho eso, la mujer salió corriendo de la casa limpiándose las lágrimas de sus
ojos.
Pasaron unos instantes cuando sonó un golpe en la puerta y Dawn sonrió,
preguntándose qué habría olvidado Flanna. Pero cuando abrió la puerta, no era
Flanna quién estaba parada allí.

Fue una tormenta de nieve cegadora, entonces explícame cómo alguien


pudo haber encontrado el rastro hacia esa puerta tapiada, y más aun con el
condenado viento que no dejó de precipitar nieve delante de ella—dijo Cree,
aunque sonaba más como un gruñido furioso.
—Sabes la respuesta a eso—dijo Sloan, llenando una jarra con cerveza y
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El highlander prohibido

empujándola a Cree, para obligarlo a dejar de pasear frente al hogar en el solar.


Cree agarró la jarra. —Lo hago, y no me gusta. Significa que la persona sabía
dónde se encontraba esa entrada secreta. La vieja Mary me dijo que solo
Goddard y Colum sabían de su existencia, y ambos están muertos, lo que
significara que uno de ellos se lo contó a alguien.
— ¿Qué más sabrá esa persona que podría preocuparnos? Algo está mal en este
lugar, puedo sentirlo. Se enfría hasta el hueso y genera escalofríos. Ha
empeorado desde la llegada de los McCluskys. Padre e hijo susurran demasiado
a menudo el uno con el otro.
— ¿Crees que planean algo? —Cree negó con la cabeza tan pronto como hizo la
pregunta. —No siento ninguna mala actitud por parte de ellos y tendrían más que
perder que ganar si nos tomaran como enemigos.
—No buscan ser nuestros enemigos. Es otra cosa, aunque no sé qué, y eso me
irrita. Ahora estarán aquí hasta que los caminos con nieve se despejen lo
suficiente para poder continuar. Esperaba un invierno tranquilo con diferentes
mujeres calentando mi lecho, y tenemos un montón de problemas.
—Problemas que deben resolverse urgentemente—dijo Cree. —Vamos a ver
cómo están los hombres, y tengo otra tarea para ti. Necesito que encuentres a
Bree una tarea y una cabaña propia. Ella es una de las nuestras ahora.
Sloan estalló en una gran carcajada. —Finalmente una tarea que promete algo.
Los dos hombres levantaron sus copas en un brindis, y bebieron la cerveza
restante en sus jarros antes de abandonar el solar.

Dawn miró fijamente a Torr, su marco delgado llenando la puerta.


—Quisiera hablar contigo. No tienes nada de qué preocuparte, no será nada
impropio. Solo quiero hablar.
Dawn no sintió miedo. En realidad, ella sentía lo contrario, se sentía segura con
él. Cree, sin embargo, probablemente no estaría contento con que él estuviera
aquí, pero ella quería aprender más sobre esta mujer que no tenía voz, y si Kirk
la conocía, entonces su hijo también debía haberla conocido. Su curiosidad ganó,
y ella le pidió que entrara con un gesto de asentimiento y cerró la puerta detrás

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El highlander prohibido

de él. Señaló la mesa y gesticuló comiendo.


Torr sonrió.
—Me encantaría unirme a ti para la comida.
Era un hombre guapo, aunque como en Cree, había una sensación de peligro a su
alrededor. Él era un hombre con el que no te cruzarías porque las consecuencias
podrían ser fatales y, sin embargo, ella sentía que tenía un corazón afable.
Dawn señaló una de las sillas y luego se quitó las dos capas. Algo se cayó de
una, y Torr se inclinó, vio el objeto caer, y lo levantó. Se quedó mirándolo en su
mano hasta que finalmente se volvió lentamente y extendió la mano.
— ¿De dónde has sacado esto?
Su tono era tenso y seco, y el miedo le hormigueaba en la piel, como cuando
había conocido a Cree, y él le había hablado de la misma manera. Ella dudaba si
acercarse a él, y cuando ella no se movió, él se acercó para que ella pudiera ver
fácilmente lo que sostenía.
Allí en su mano estaba el peine de su madre. El mismo que ella mantuvo
escondido tanto tiempo.

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El highlander prohibido

48

Dawn no podía creer que Torr sostuviera el peine de su madre en su mano.


Lo había escondido el día que se había instalado en esta cabaña y no lo había
tocado desde entonces. Entonces, ¿cómo había llegado hasta allí?
Había salido volando de su capa, ella negó con la cabeza, pero eso no era
posible. Se acercó hacia el escondite detrás de la pila de canastas, debajo de la
mesa estrecha contra la pared, y se sorprendió cuando su mano encontró la tela
que tenía el peine envuelto. Podía sentir que el peine todavía estaba allí.
Se puso de pie y, con cuidado, desenrolló la tela y, al verlo en su palma, vio que
eran idénticos. Le hizo preguntarse si el peine alguna vez había pertenecido a su
madre. Ella lo mostró a regañadientes, para que Torr lo viera.
Dio un paso adelante y se lo arrebató de su mano, emparejándolo con su
compañero. Lo tocó con suavidad, casi con reverencia cuando dijo:
—Estos pertenecían a mi madre.
Oh, Dios mío, ¿su madre le había robado el peine? Eso no podía ser, su madre
había sido una buena mujer. Ella nunca hubiera hecho tal cosa.
— ¿Dónde lo obtuviste?
Una vez más, Torr usó ese tono de mando, y su piel se erizó. No sabía si estaba
en problemas, y lo único que podía hacer era decir la verdad, y lo hizo. Ella hizo
un gesto, asumiendo que Torr la entendería igual que su padre.
—Tu madre te dio este peine—dijo, confirmando su explicación.
Ella asintió.
—Mi padre le dio a mi madre estos peines hace muchos años. Recuerdo a mi
madre llevándolos. ¿Cómo pudo tu madre obtener uno y de dónde vino el otro
peine?
Dawn señaló su capa forrada de piel.
— ¿Cómo se metió este otro peine en tu capa?
Solo había una persona que podría haberlo puesto allí... la vieja Mary. Dawn no
quería implicarla, ella no tenía que hacerlo.
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El highlander prohibido

—Le prestaste tu capa a la vieja Mary, ¿no? —Dawn asintió de mala gana. —Mi
padre necesita saber esto de inmediato—dijo Torr, envolviendo los peines en su
mano, y tomando a Dawn del brazo. —Hay mucho que necesitas saber también.
La puerta se abrió de golpe, y una gran figura la llenó. Observó la escena delante
de él, y un ceño asesino apareció en su rostro.
— ¿Qué te dije sobre dejar a mi mujer en paz?
—No tengo ninguna intensión con tu mujer, pero necesito saber por qué están en
su posesión los peines que pertenecían a mi madre. Creo que es hora de que
Dawn nos acompañe a la fortaleza y hablemos.
A Cree no le gustó lo que estaba oyendo. ¿Se había equivocado con Torr? ¿No
era tan digno de confianza como creía? ¿Era esto verdadero, o un plan? ¿Podría
ser el responsable de los artículos que encontró en posesión de Dawn? ¿Pero por
qué? Demasiadas preguntas y acertijos que pretendía aclarar inmediatamente,
pero primero...
—Quita tu mano de ella—ordenó con lo que sonó como un gruñido salvaje.
Torr quitó su mano y se alejó de Dawn.
Cree le tenddió a la mano, y ella se acercó. La atrajo hacia sí, abrazándola con
fuerza.
— ¿Tu tenías estos artículos?
Dawn asintió, levantando un dedo.
— ¿Un peine era tuyo? —dijo Cree.
Ella confirmó con un asentimiento.
—Ella dice que su madre se lo dio—explicó Torr y le dijo a Cree cómo los había
encontrado. —Mi padre podría ayudar a resolver este asunto, quizás le había
regalado los peines a alguien, o quizás a dos personas diferentes y nunca me
informaron de ello.
Dawn pudo deducir por su tono, que estaba mintiendo, pero fue una buena
excusa para reunirse todos en la fortaleza. ¿Por qué, sin embargo, estaba tan
decidido a llevarla allí? Su padre podría venir a su cabaña para discutir el asunto.
Eso fue exactamente lo que propuso Cree.

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El highlander prohibido

—Trae a tu padre aquí, será discutido en privado.


Torr parecía molesto con la decisión pero no discutió. Salió de la cabaña para
buscar a su padre.
Tan pronto como la puerta se cerró, Cree giró, y le dio un beso que le debilitó las
rodillas. Terminó con pequeños pellizcos en el labio inferior, lo que le provocó
un estremecimiento y la volvió encendió
—Pensé que te había dicho que te comportaras—le susurró y mordisqueó su
oreja.
Sus extremidades parecieron derretirse y su cuerpo se desplomó contra el suyo.
La sostuvo como si nunca la soltara, y la besó de nuevo casi como si fuera la
última vez, y quisiera recordarlo. El pensamiento la asustó y la estremeció.
Él agarró su barbilla y forzó a sus ojos a encontrarse con los de él.
—No tienes nada que temer. Tú eres mía y nadie te alejará de mí.
Un golpe en la puerta la hizo alejarse de él, pero él se negó a dejarla ir. La
mantuvo cerca de él mientras gritaba: — ¡Adelante!
Kirk entró con una sonrisa, y Torr con una mueca que rivalizaba con la de Cree.
Los cuatro se sentaron en la mesa frente al hogar. Dawn llenó jarras con Sidra, y
ahuecó sus manos alrededor de las de ella para evitar que temblaran.
Kirk colocó los dos peines en la mesa frente a él y se quedó con los ojos
llorosos.
—Se los di a mi esposa hace muchos años y, un par de años después de que ella
murió, se los regalé a una mujer de la que me enamoré. Ella era amable y
cariñosa, y me habría casado con ella, pero las circunstancias no lo permitieron.
Quería que ella tuviera algo que siempre le recordara lo mucho que la amaba.
—Hay algo más que debes saber—dijo Torr. —Diles, Da. Podría explicar por
qué Dawn tenía un peine.
Kirk miró a Dawn. —Hubo una razón por la que te hice tantas preguntas durante
nuestra breve charla de hoy, y porque te conté de una mujer que conocía, que no
tenía voz como tú. Verás que la mujer valiente y amorosa era mi hija. Parece que
varias de las mujeres de mi familia han sufrido esta extraña aflicción, de no tener
voz durante muchas generaciones.

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El highlander prohibido

Cree extendió la mano y tomó la mano de Dawn, y no se sorprendió al sentir sus


dedos cerca de los suyos. Kirk la había asustado y eso no le sentó bien.
— ¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —preguntó Cree.
Kirk asintió. —Existe la posibilidad de que Dawn pueda ser mi hija y que su
madre, la mujer que amé, le haya dado el peine.
Dawn apretó su agarre sobre Cree y sus dedos hicieron lo mismo con los de ella,
haciéndole saber que no debía preocuparse.
—Es la razón por la que me quedé mirando tan groseramente cuando te vi por
primera vez—dijo Torr. —Pensé que estaba viendo a mi hermana fallecida. Te
pareces mucho a Teressa.
—Mi hijo tiene razón. Tienes un gran parecido con ella y, como te dije antes,
ustedes son muy parecidas.
—No hay pruebas de esto—dijo Cree, preocupado, porque si Dawn resultara ser
la hija de Kirk, podría exigirle que regrese a casa con él. Por supuesto, Cree
nunca la dejaría ir, lo que podría iniciar una guerra entre los clanes, y si Kirk
decidiera llamar la atención del Rey, no hay duda de que el Rey se pondría del
lado de Kirk, ya que Cree se casaría con Lucerna.
—Todavía no—dijo Torr—, pero quizás la vieja Mary podría arrojar algo de luz
sobre la situación, ya que ella era la que estaba en posesión del otro peine. No
tengo ninguna duda de que ella era partera, por esa razón tendría sus dedos
nudosos. Muchas parteras tienen esta condición después de años de ayudar a las
madres con partos difíciles.
“Lo necesitarás pronto”. Un escalofrío recorrió a Dawn al recordar las palabras
de Mary, cuando la anciana le recordó que se llevara la capa. A ella no le gustaba
lo que todo este asunto implicaba, y ella necesitaba aclarar la identidad de su
madre.
Dawn hizo un gesto claro para que todos comprendieran que su madre era una
simple campesina que la quería mucho.
—No tengo ninguna duda de que era una buena madre, y sin duda te amaba
mucho, querida. Veo el maravilloso trabajo que hizo al criarte—dijo Kirk con
una sonrisa tierna.
—Pero puede que ella no haya sido la madre que te dio a luz.

103 | P á g i n a
El highlander prohibido

Dawn no podía creer lo que estaba sugiriendo. Ella tenía una sola madre y
siempre lo haría. Nadie podría tomar su lugar. Pensó en su propio bebé que
crecía seguro en su estómago. La idea de regalarlo desgarró su corazón. Ella
nunca podría hacer eso... nunca.
—Sé que no se ve bien—dijo Kirk. —Teressa lo usó cuando sus pensamientos la
desafiaron, y me atrevería a decir que probablemente te preguntes por qué tu
verdadera madre te mentiría. Imagino que fue para protegerte.
Dawn parecía aún más confundido y se notaba.
—La mujer que amabas estaba casada, ¿no es así? —preguntó Cree. —Si ella
diera a luz a una hija sin voz, su marido tendría preguntas que hacer, e incluso
podría haber asesinado al niño.
Dawn palideció ante el pensamiento. Si fue así, entonces su verdadera madre
debía haber sido terriblemente valiente haciendo algo así para salvar a su hijo.
Ella dudaba que pudiera ser tan valiente.
Kirk asintió. —La rareza de la condición de Dawn es común en mi familia, y se
acepta sin pena ni decepción. Es raro que una mujer de mi familia nazca con
voz.
Dawn sintió que su estómago se revolvía. Había esperado ahorrarle a cualquiera
de sus hijos el horror de nacer sin voz y, sin embargo, se estaba enterado de que
si tenía una hija, sin duda soportaría la carga de no tener voz. Si ella era la hija
de Kirk, y eso claramente parecía probable, el destino de su propia hija estaba
sellado.
—Deberíamos hablar con la vieja Mary inmediatamente resolver este asunto—
dijo Torr ansiosamente. —Si Dawn es familia, entonces podemos prepararnos
para llevarla a casa con nosotros.
Eso hizo que Dawn saltara de su silla, moviendo vigorosamente su mano de un
lado a otro, y sacudiendo su cabeza con vehemencia.
Cree se puso de pie y fue a pararse frente a Dawn. —Ella no va a ninguna parte.
Ella me pertenece y no volveré a advertirte sobre esto... y si es una guerra lo que
quieres, una guerra obtendrás.
Dawn no podía creer su amenaza. ¿Desataría una guerra por ella?
Torr se levantó de un salto. —No es tu o su elección. Es decisión de mi padre y,

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El highlander prohibido

si es necesario, siempre podemos presentar una petición al Rey.


Dawn no toleraba ser simplemente una posesión, y no tener libertad de elección,
pero desde que estaba con Cree, había crecido, hasta cierto punto, independiente
en pensamiento, palabra y últimamente también en acción. Así que no dudó en
dar un paso alrededor de Cree y pedirle que dijera.
Tocó su pecho y sus manos volaron, haciéndoles saber que no le gustaba que la
trataran como ganado, y que al menos sus deseos deberían ser considerados, pero
en su mayoría la decisión debería ser suya y de nadie más.
—Disminuye la velocidad, no podemos entenderte—dijo Torr disculpándose un
poco.
—Tú la has molestado—dijo Cree con una sonrisa. —No hay que frenarla
cuando está furiosa.
Kirk parecía molesto. —Nunca supe qué hacer cuando Teressa se ponía así.
¿Cómo tratas con ella cuando no puedes entenderle?
—Hago que su mejor amiga Lila interprete para mí—dijo Cree.
— ¿Podríamos hacer eso ahora? —preguntó Kirk. —Realmente me gustaría
escuchar todo lo que ella tiene que decir.
—Hable con Dawn directamente, no conmigo—dijo Cree.
Dawn se volvió y le sonrió por ser considerado con ella, él mismo había
cometido ese error.
—Mis disculpas—dijo Kirk y Dawn lo miró fijamente, dándose cuenta por
primera vez de lo verdaderamente difícil que debía ser para él. Aquí estaba
pensando cómo se sentía cuando él también había descubierto que ella podría ser
su hija, y Torr su hermano. Estaban haciendo lo que creían mejor...
protegiéndola. Esto era todo un desastre.
Dawn había tenido suficiente. Ya no quería hablar con nadie sobre nada. Quería
que la dejaran sola. Se hizo a un lado y señaló a la puerta, mirando a cada uno de
ellos.
—No quería molestarte—dijo Kirk y se puso de pie. —Debes tener un tiempo
para ti misma, para considerar lo que has descubierto, y lo que podría ser.
Hablaremos más tarde—. Hizo un gesto a Torr para que se pusiera de pie y lo
hizo vacilante.
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El highlander prohibido

Dawn mantuvo su brazo recto, su dedo apuntando a la puerta y su expresión


severa. Torr le disparó a Cree una mirada. —Ella quiere decir que tú también.
—No recibo órdenes de mi mujer.
Torr se lanzó hacia él, pero el brazo de Kirk se disparó y lo detuvo.
—Dado que Dawn puede ser mi hija, te pido que respetes la posibilidad.
—Puede ser tu hija—dijo Cree. —Hasta que se pueda probar, sigue siendo mi
mujer, y aun así no cambia el hecho de que es mi mujer y seguirá siéndolo.
—Tienes que casarte con otra...
Cree cortó la frase de Torr fuera. —Eso no te concierne. Ahora toma tu...
Dawn se interpuso entre los dos hombres que se peleaban y sacudía su dedo
hacia la puerta, su cara roja de ira.
Kirk le dio un empujón a su puerta.
—Esto se resolverá pronto—miró a Cree. —, y si es necesario, presentaré una
petición al Rey—. Se volvió hacia Dawn. —No deseo hacerte daño. Hago lo que
puedo para proteger a mi hija.
Dawn mantuvo su dedo apuntando a la puerta después de que los dos hombres se
fueran y su cabeza se apartó de Cree. Ella quería que él se fuera. Ella no quería
que él viera las lágrimas llenando sus ojos. Quería estar sola, no pensar en esto,
sino ir a ver a la vieja Mary, y ver si podía descubrir la verdad.
Ella jadeó silenciosamente cuando sus brazos rodearon su cintura y él la giró
para que lo mirara, aunque ella mantuvo la cabeza gacha. Él agarró su barbilla,
forzándola hacia arriba.
— ¿Sinceramente, crees que te dejaría sola después de lo que acabas de
descubrir?
Sus lágrimas comenzaron a caer entonces, porque él se había quedado para
consolarla, y ella no podía dejar de pensar que solo haría eso si realmente la
amara.
Sus manos fueron a cubrir su rostro y sus pulgares limpiaron cada lágrima que
caía. Me perteneces y siempre lo serás. No permitiré que nadie te aleje de mí.
Cada vez que lo escuchaba decir esas palabras, se imaginaba que era su manera

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El highlander prohibido

de decirle que la amaba, y que no quería vivir sin ella. Ella sentía lo mismo. No
quería dejarlo. Su corazón se rompería si lo hiciera.
Ella presionó su mano contra su pecho, luego la de él y negó con la cabeza.
Él sonrió y enjugó más lágrimas. —Nunca pensé ni por un momento que
quisieras dejarme. Lo solucionaremos juntos.
Ella sonrió y asintió, y él la besó de nuevo, un beso persistente que tentó y
sedujo.
Su mano se deslizó hacia abajo para ahuecar sus nalgas mientras la acercaba a él.
Quería que ella sintiera lo duro que estaba, y lo mucho que la deseaba. Él ya
pensaba levantarla, tirarla sobre la cama, levantar su falda y penetrarla con
empujes rápidos y duros, hasta que...
El golpe en la puerta lo hizo maldecir mientras él, de mala gana, apartó su boca
de la de ella.
—Voy a matar a quienquiera que sea.
Dawn estuvo de acuerdo con un asentimiento y un silencioso suspiro.
Cree se acercó a la puerta, con la esperanza de que Torr estuviera al otro lado
para poder hacer lo que estaba deseando hacer... golpearlo en la cara. Estaba
decepcionado al encontrar a Elwin parado allí.
—Se te necesita en la fortaleza, mi Señor.
— ¿No puede esperar? —Cree casi gruñendo.
Elwin dio un paso atrás y dejó que Cree juzgara por sí mismo.
—Un mensajero llegó medio congelado. Parece que Roland Gerwan decidió
viajar aquí antes de lo esperad,o y quedó atrapado en la tormenta de nieve. El
mensajero fue enviado a buscar ayuda. Parece que él y su séquito están atrapados
en una granja vacía y exigen que los recupere de inmediato.
Cree negó con la cabeza. ¿No tenía suficiente con qué lidiar? ¿Ahora tenía que
tratar con los padres de Lucerna? Se volvió hacia Dawn.
—Regresare más tarde. Quédate tranquila y no te metas en problemas.
Ella sonrió y Cree volvió a negar con la cabeza mientras salía por la puerta.
Dawn se dejó caer en una de las sillas de la mesa, y volvió a llenar su jarra con

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El highlander prohibido

sidra caliente, luego arrancó un pedazo de pan de la hogaza plana para masticar.
Ella apenas se tragó la pieza cuando hubo otro golpe en la puerta.
Ella dudó en responder, prefiriendo estar sola. Varios golpes más rápidos la
hicieron darse cuenta de que no tenía otra opción, el golpe persistente no cesaría.
Ella abrió la puerta y se sorprendió al ver a Bree, y más sorprendida ante su
mensaje.
—La vieja Mary necesita hablar contigo de inmediato.

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El highlander prohibido

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Dawn no vaciló. Se puso la capa forrada de piel sobre los hombros y salió
corriendo de la casa saludando a Elwin. Su guardia estaba de vuelta, pero
entonces no podía culpar a Cree. Con lo que acababan de descubrir, no tenía
forma de saber qué podrían hacer los McCluskys. Así que se sintió aliviada en
lugar de perturbarse al ver a Elwin, y lo saludó con una sonrisa.
Bree fue tan cortés en su explicación que Elwin no pudo decir que no.
—Nos gustaría ir a la cabaña de la vieja Mary, si eso está permitido
—Estaré justo detrás de ti, lass—dijo Elwin y lo siguió.
Una vez dentro de la cabaña, la vieja Mary solicitó que Bree llevara dos jarras de
sidra caliente, y una barra de pan a Elwin y le hiciera compañía mientras ella
hablaba con Dawn. Bree cumplió su orden y pronto salió por la puerta.
Dawn estaba agradecida por la privacidad. Había cosas que necesitaba preguntar
a Mary que era mejor dejarlas entre las dos. Ella necesitaba escuchar lo que
Mary tenía la intención de decirle. Dawn movió una silla de la mesa al lado de la
cama donde descansaba la vieja Mary. Parecía cansada, con los ojos pesados y
los hombros hundidos. Dawn gesticuló de inmediato, preguntando si se sentía
bien.
—Cansada, edad, el frío, elige—respondió ella con un gesto de la mano como si
no importara. —Has encontrado el peine.
Dawn asintió, confirmando lo que la anciana ya sabía.
—Otros, también, saben.
Esta vez Dawn no se molestó en confirmar. Se sorprendió y, a veces, también
asustaba a Dawn cómo la vieja Mary sabía las cosas. Hubo quienes murmuraban
que ella era una bruja, otros pensaron que estaba loca, pero Dawn sabía que ella
no era ninguna de las dos, aunque sí escondía secretos.
La vieja Mary suspiró, tomó la mano de Dawn, y Dawn se dejó.
Sabía que era hora de que tuvieras el peine gemelo del que ya tenías—ella
sonrió. —Desafortunadamente, no conté con la tormenta de nieve y no pude

109 | P á g i n a
El highlander prohibido

esperar más para entregarte el peine. Debería haberlo traído conmigo cuando
Cree me mudó de mi cabaña, pero no quise arriesgarme a que alguien lo viera,
así que lo dejé para regresar y recoger otro día. Como de costumbre, los días
pasan más rápido de lo que esperábamos y de repente el tiempo estaba sobre mí
—. La vieja Mary apretó la mano de Dawn con más fuerza. —Lo más
importante que debes recordar es que tu madre te dio esos peines. Ellos te
pertenecen. Ella quería que tuvieras algo de ella. Quería que supieras cuánto te
amaba.
Dawn sintió un nudo en el estómago y no pensó que fuera su bebé. Finalmente
se estaba descifrando lo que quizás podría ser verdad, y de ser así, ¿quién era
ella? Tenía miedo de preguntar, pero tenía que saberlo. Ella gesticuló, meciendo
un bebé en sus brazos y se señaló a sí misma.
— ¿Quién es tu madre?
Dawn asintió vigorosamente, ansiosa pero temerosa de escuchar la respuesta.
Los ojos de la vieja Mary se dirigieron a la puerta, y Dawn miró para ver qué le
había preocupado, pero no sintió ningún golpe, luego, de repente, se escucharon
voces al otro lado de la puerta antes de que se abriera.
Torr entró y cerró la puerta con firmeza, aunque no antes de que Dawn pudiera
ver a Elwin en el suelo sosteniendo su mandíbula. Ella se puso de pie de un salto
y señaló la puerta, haciéndole saber que no era bienvenido aquí.
—No voy a ninguna parte sin las respuestas de la anciana—. Dio un paso
adelante y Dawn hizo lo mismo, sus hombros hacia atrás, sus manos abrazando
sus caderas, y su barbilla se inclinó hacia arriba, desafiándolo a pasarla.
—Está bien—dijo Mary y Dawn se volvió hacia ella. Ella le sonrió a Dawn, y
agitó su mano para que se moviera a un lado, aunque solo se había movido unos
pasos. No tenía intenciones de permitir que Torr se acercara demasiado a la vieja
Mary.
Torr avanzó solo un paso. —No quiero faltarle el respeto, pero quiero respuestas.
Si Dawn es mi hermana, la protegeré con mi vida.
Dawn lo miró perpleja. Ella siempre había deseado tener hermanos, aunque Lila
y Paul eran como una hermana y un hermano para ella. Aquí, sin embargo,
estaba parado un hombre que podría ser su verdadero hermano. Tuvo que admitir
que cuando lo conoció, pensó que era un buen hombre y todavía lo hacía.

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El highlander prohibido

—Por favor, dime lo que sabes de los peines—dijo Torr.


—Los peines pertenecían a la madre de Dawn.
— ¿Sabes quién es esa mujer? —preguntó Torr ansiosamente y Dawn esperó con
la misma ansiedad.
La vieja Mary suspiró y las lágrimas brotaron de sus ojos. — ¿Eres un hombre
de tu palabra, Torr?
—Lo soy—dijo Torr con orgullo.
—Entonces entenderás y respetarás lo que tengo que decir—. Una lágrima corrió
por su arrugada mejilla. —Hice una promesa hace muchos años. Di mi palabra y
no la romperé.
Torr apareció tan exasperado como sintió Dawn. La vieja Mary tenía la
respuesta, podía resolver todo este calvario con unas pocas palabras y, sin
embargo... una promesa era una promesa, y Dawn comprendió por qué la mujer
se negaba a hablar de ello.
—Lo que puedo decirles—dijo la vieja Mary, Dawn y Torr la escucharon
atentamente—, es que pronto tendrán respuestas, pero el asunto en sí, no se
resolverá tan fácilmente.
— ¿Eso es todo?
—No hay nada que puedas hacer para convencerme de que no cumpla con mi
palabra—dijo la vieja Mary antes de que Torr pudiera terminar. —Estoy cansada
y necesito descansar, aunque primero hablaré con Dawn a solas.
Torr miró a Dawn. —Esperaré por ti afuera.
Dawn asintió, sabiendo que no importaba si ella quería que él esperara, tenía la
intención de hacerlo.
Tan pronto como la puerta se cerró, Mary se estiró y agarró la mano de Dawn,
tirando de ella más cerca.
Dawn se inclinó para escuchar.
—Aún no debes decirle a Cree que llevas a su hijo en tu vientre.
Los ojos de Dawn se abrieron de par en par, la anciana la sorprendió de nuevo
con su conocimiento. Ella asintió, aunque su consejo no era necesario. Ella no

111 | P á g i n a
El highlander prohibido

había planeado contarle a Cree sobre la criatura todavía. Ella realmente no sabía
cuándo le diría, aunque sin duda lo sabría en cualquier momento.
Fue un acto valiente y amoroso el que hizo tu madre la noche en que naciste.
Recuérdalo—. La vieja Mary soltó la mano y cerró los ojos, y Dawn supo que no
diría nada más.
Cuando llegó a la puerta, su mano se detuvo antes de agarrar el pestillo y se
volvió para mirar a la anciana que parecía estar durmiendo tranquilamente. “La
noche que naciste”.
La vieja Mary había estado allí en su nacimiento. ¿Su verdadera madre la habría
entregado a la vieja Mary para asegurarse de que estuviera a salvo? La anciana
sabía mucho, y Dawn tenía la intención de averiguar cuánto.
Elwin la esperó afuera, frotándose la magullada mandíbula, y alejándose de Torr.
Dawn no vio a Bree por ningún lado y asumió que Elwin la envió a contarle a
Cree lo que había sucedido, lo que significaba que pronto estaría aquí. No se
sabía qué pasaría entonces.
Torr le ofreció su brazo, pero Dawn negó con la cabeza. No sería prudente que
Cree los viera caminar del brazo.
—Al menos déjame acompañarte de regreso a tu cabaña—dijo Torr.
Como Dawn sabía que él lo haría de todas formas, asintió.
—Mi padre está encantado con la posibilidad de que puedas ser su hija, y estoy
encantado con la idea de que puedas ser mi hermana. Sé que puede que no
sientas lo mismo, después de que toda tu vida haya estado aquí en Dowell. Sin
embargo, puedo asegurarte...
Dawn agitó sus manos de un lado a otro frente a ella y negó con la cabeza,
forzando a Torr a guardar silencio. Ella mantuvo sus gestos moderados para que
él pudiera entenderla, aunque su corazón latía con fuerza y su estómago se
revolvía ante la idea de dejar su hogar y las personas que amaba. No podía
imaginar no estar sentada y charlando interminablemente con Lila o ver cómo
crecía el Thomas, y ver cómo Flanna se enfrentaba con Turbett, o cómo seguían
Dorrie y Elwin. Pero sobre todo ella nunca podría dejar a Cree. Eso justamente,
no le gustó a Torr.
—Entiendo que tienes amigos aquí, pero con nosotros, tendrías algo mucho más
precioso… serías libre.
112 | P á g i n a
El highlander prohibido

El pensamiento la aturdió y Torr lo vio, así que continuó.


—Ya no serías una campesina y serías capaz de tomar tus propias decisiones.
—Ella ya ha hecho su elección.
Dawn y Torr se detuvieron y se volvieron para ver a Cree solo unos pocos pasos
detrás de ellos, con un ceño asesino. Luego, sin pensarlo ni provocarlo, Cree se
lanzó hacia adelante y lanzó un golpe a la mandíbula de Torr que lo envió
volando hacia atrás para aterrizar en un montón de nieve.
Se paró sobre el hombre caído y sacudió su puño.
—La próxima que veas a Dawn sin mi permiso, atravesaré una espada en tu
corazón. Ahora levántate para que pueda terminar de sacarte la mierda.
—Eso no será necesario—dijo Kirk, uniéndose a ellos y yendo directamente a su
hijo para extenderle una mano. —Torr cumplirá tus deseos, pero una vez más,
déjame advertirte que si se demuestra que Dawn es mi hija, serás tú quien se
mantenga alejado de ella.
Torr se puso de pie sin decir una palabra. Él y su padre se alejaron, dejando su
amenaza colgando pesadamente en el aire.
Cree tomó el brazo de Dawn, y casi la empujó a su casa. Sintió que saltaba por el
suelo, él la hizo moverse muy rápido. Cerró la puerta detrás de ellos después de
que entraron en la cabaña, luego la hizo girar frente a él, su agarre todavía firme
en su brazo.
Antes de que él pudiera decir una palabra, sus manos comenzaron a moverse,
explicando cómo la Vieja Mary pidió verla, y cómo Torr simplemente apareció
allí. Terminó con lo que ella esperaba que disminuyera su ira, de que la vieja
Mary presenció su nacimiento.
Cree liberó su brazo.
—No puedo culparla por tener una naturaleza honorable y permanecer fiel a su
palabra, aunque no nos ayuda. Esta noticia puede muy bien aclarar por qué
alguien está tratando de matarte. La razón más plausible sería que alguien no
quiera que se conozca tu verdadera herencia.
Dawn nunca había pensado en esa posibilidad. Ella había estado demasiado
atrapada en las consecuencias de lo que significaba ser la hija de Kirk para
pensar en otra cosa. Pero lo que Cree dijo tenía sentido.
113 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Esta información ayudará a rastrear al culpable—. Sus manos se movieron


para abrazar su cintura. —Hay mucho que hacer y ahora con Roland Gerwan y
su esposa apareciendo…— Dejó que sus palabras se desvanecieran, sus ojos se
posaron en sus labios que estaban rojos por el frío y decidió calentarlos. Su beso
envió una sacudida a través de ella, no es que fuera inesperado. Ella había visto
la forma en que él los había mirado con avidez. La sacudida fue brutal,
sorprendiéndola tan repentinamente, que onduló repetidamente a través de su
cuerpo como si se estuviera construyendo hacia un clímax y todo lo que había
hecho era besarla.
Se había cansado de reprenderse por ser impúdica por desearlo tanto. Ella lo
amaba, y hacer el amor con él era una forma de expresarlo, deseaba tanto
expresarse en este momento y lo hizo. Su mano se deslizó entre sus piernas y no
le sorprendió descubrir que él estaba duro. Dawn lo acarició hasta que se
endureció aún más, y luego lo empujó a sentarse en una silla. Ella se sentó a
horcajadas sobre él, dándole espacio suficiente para hurgar con los lazos de sus
mallas.
Ella no era lo suficientemente rápida para él. Él palpitaba sin piedad y necesitaba
estar dentro de ella lo más rápido posible. Él apartó sus manos, se liberó y la
agarró por la cintura para colocarla encima de él con un rápido empuje.
No podía escuchar su jadeo, pero lo vio en su expresión de sorpresa, y en su
boca que estaba ligeramente boquiabierta, la que instantáneamente reclamó, su
lengua ahondando profundamente. Maldición si ella no se sentía y sabía bien, él
se demoraba gustoso en alcanzar el placer. Después de unos minutos, él de mala
gana arrancó su boca de la de ella, y con las manos apoyadas firmemente en su
cintura, la hizo subir y bajar sobre él cada vez más fuerte.
Ella dejó caer la cabeza hacia atrás y, aunque sus gritos de placer eran
silenciosos, sintió a todos y cada uno de ellos mientras su dedo tocaba su brazo
una y otra vez.
Ralentizó su ritmo por un momento, y ella frunció el ceño para apoyarse contra
él, luego le quitó las manos de la cintura, levantó la cabeza y agarró los postes de
la silla a cada lado de la cabeza de Cree, y volvió a moverse sobre él con ritmo
propio. Maldición si no estaba listo para derramarse dentro de ella con cada
rebote fuerte. Cuando ella se detuvo y se movió contra él con movimientos
circulares lentos, él pensó que iba a estallar, y maldición si eso no ocurría tan
pronto como ella volviera a saltar sobre él.

114 | P á g i n a
El highlander prohibido

Dejó caer la cabeza hacia atrás y dejó escapar un gemido que probablemente
resonó a través de las paredes de la cabaña y el área circundante. Lo que lo hizo
aún más placentero fue que Dawn llegó a su clímax junto con él.
Cuando ella se derrumbó contra él, sus brazos la rodearon y la abrazó. Él no
quería que ella se saliera de él todavía. Con un poco de movimiento, podría
terminar otra vez, ya que siempre tuvo múltiples clímax. Él sonrió cuando ella se
movió una vez, dos veces, y lo agarró del brazo cuando terminó nuevamente.
Maldición, él amaba a esta mujer y la idea de que se la podían quitar lo llenaba
de miedo e impotencia, que no había experimentado en mucho tiempo. Él no
podía perderla. La vida no tendría valor sin ella.
Un golpe hizo que Cree maldijera, aunque no tan mal como lo habría hecho si
hubieran sido interrumpidos un poco antes.
—Se te necesita, mi Señor—gritó Elwin.
—Un momento—gritó Cree.
Dawn fue a levantarse de él, pero él la detuvo con las manos en la cintura. Él
rozó sus labios sobre los de ella y susurró: —Eres mía.
La última vez que le dijo a Cree que lo amaba, no le fue bien, y él le advirtió que
no lo amara, pero eso no era posible. Quería que él supiera una vez más cómo se
sentía.
Ella presionó su mano contra su corazón, luego presionó su corazón y dejándolo
allí, lo besó suavemente.
Suspiró y sacudió la cabeza. —No deberías amarme.
Ella presionó su mano a su corazón otra vez y luego a la de él.
La levantó rápidamente, y fue hacia la puerta. Antes de que él levantara el
pestillo, se volvió hacia ella.
—No deberías amarme, pero estoy muy contento de que lo hagas.
La puerta se cerró con un clic detrás de él y Dawn sonrió. Al menos esta vez no
se había enfadado con ella, y eso le dio esperanzas. Ella le diría que lo amaba
más a menudo, y quizás, solo quizás, algún día él le diría lo mismo.

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El highlander prohibido

50

Los hombres han sido enviados con suministros adicionales y una de las
mujeres que Elsa ha estado entrenando como curandera ha ido en caso de que
alguien necesite ayuda—dijo Sloan, que se unió a Cree en el estrado la mañana
siguiente. —Deberían faltar dos días o más antes de que regresen.
—Bien, nos da tiempo para prepararnos. He hablado con los hombres que
continúan buscando al intruso. Han buscado en toda la fortaleza tres veces y no
han encontrado a nadie.
Sloan se rascó la cabeza. — ¿Por qué esa persona rompería deliberadamente la
puerta entablada? Alertaría a todos a su presencia. No tiene sentido.
—Tal vez esa fue su intención, hacernos saber que está entre nosotros y, sin
embargo es intocable—. La idea no le sentó bien a Cree. Le preocupaba que
pudiera tener algo que ver con aquellos que acechaban a Dawn.
Sloan bajó la voz. —Aquí viene tu prometida, con cara de pertinente, ¿puedes
creerlo?
Cree miró a Lucerna acercándose al estrado, con la cabeza gacha y las manos
juntas y apretadas firmemente contra su estómago. Era una mujer
sorprendentemente hermosa, y el vestido de terciopelo rojo oscuro que vestía
hacía un homenaje a su piel cremosa. Era una pena que su naturaleza insensible
no coincidiera con sus rasgos finos.
Se detuvo cerca de la mesa y agachó la cabeza. —mi Señor, deseo agradecerle
por liberarme de mi castigo para que pueda ver los preparativos para la llegada
de mis padres.
—No me hagas lamentarlo—dijo Cree—, ni restituirlo.
—Me doy cuenta de que Usted es el Señor y el maestro, y que debo obedecerle
como lo debe hacer una esposa dócil. Espero que llegue a reconocer mis
fortalezas y me permita aliviar algunas de sus cargas.
—El tiempo lo dirá—. Cree esperaba que el tiempo le diera la oportunidad de
encontrar una salida a este matrimonio arreglado. Odiaba la idea de tener a
Lucerna como esposa, aunque tal vez lo que más odiaba era la idea de casarse

116 | P á g i n a
El highlander prohibido

con alguien que no fuera Dawn.


—Ahora, si me disculpan, mi Señor, me ocuparé de que los cuartos estén
preparados para mis padres.
—Flanna ya tiene a los sirvientes trabajando en la tarea—dijo Cree y vio a
Lucerna erguirse. —Dile que más necesitas y ella lo resolverá.
—A mi padre también le gusta su comida preparada de cierta forma. Me gustaría
hablar sobre sus preferencias con el cocinero si usted lo permite.
—Discútelo con Flanna y ella transmitirá sus sugerencias a Turbett.
Cree pudo notar que no estaba contenta, aunque tenía no tenía otra opción.
—Como desees, mi Señor—dijo ella. — ¿Supongo que los McClusky se habrán
ido antes de que lleguen mis padres?
—Se van a quedar por un tiempo aun.
Los ojos de Lucerna se ensancharon. — ¿Por qué?
—Eso no te concierne.
Ella se irguió de nuevo y entrecerró los ojos. —Es imperativo que Bree me sea
devuelta de inmediato. Necesito su ayuda para preparar el alojamiento de mi
madre.
—Tienes suficientes sirvientes a tu disposición, no necesitas a Bree, y además,
Bree ahora es parte de mi clan y me obedece.
A lo largo del cuello de Lucerna brotaban manchas rojas que se elevaban sobre
sus mejillas.
—Bree me pertenece. No puede hacer esto.
—Ya lo hice. Ahora ve y haz tus deberes.
Cree la había despedido y Lucerna no podía hacer nada más que despedirse. Se
dio la vuelta y se marchó, no con brusquedad sino con pasos firmes y decididos.
—Esa mujer será un problema—dijo Sloan.
Cree se volvió hacia él.
— ¿Olvidas la frecuencia con la que me advertiste que es mi deber casarme con
ella?

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El highlander prohibido

—Eso fue antes de que supiera que es una perra manipuladora, mentirosa y
maliciosa. Cuanto más aprendo sobre ella, más me hace preguntarme si ella puso
algo en tu comida esa noche que te enfermaste.
La frente de Cree se hundió en el pensamiento.
— ¿Recuerdas que tu comida fue diferente a la del resto? Te hice una broma y te
pregunté si había algo especial en ese día, ya que siempre comías lo que todos
comíamos.
—No lo había pensado.
—Yo sí, especialmente después de que Bree nos contó que Lucerna deseaba que
la sanadora le diera algo para evitar el embarazo. Evidentemente, ella sabe sobre
pociones y cosas así, aunque me he preguntado por qué razón. ¿Qué había
esperado ganar ella al enfermarte?
Cree tuvo un pensamiento perturbador y expresó su preocupación.
— ¿Y si la comida no era para mí? Habla con Bree y ve si sabe si Lucerna está
familiarizada con los venenos. ¿Has encontrado a Bree una tarea diaria adecuada
y una cabaña para ella? —dijo Cree.
—No estoy seguro de que ella quiera estar sola ahora mismo. Todavía le
preocupa que la devuelvan a Lucerna, y está cuidando muy bien a la vieja Mary.
Deja que se quede con la vieja Mary y cuide de ella por ahora. Preferiría que la
vieja no esté sola.
— ¿Sabes que hay reunión?
—No esperaba menos. Sin duda, los McCluskys lo iniciaron, con la esperanza de
obtener apoyo si eso demuestra que Dawn es su hija—dijo Cree, listo para echar
a los McCluskys de su tierra.
—Una maniobra sabia, aunque McClusky no se da cuenta de lo fieles que son
tus guerreros, y de cómo irían a la batalla sin cuestionarlo por ti.
—Es la gente la aldea la que Kirk está tratando de agitar, pensando que quizás de
alguna manera ayudarían a su causa si fuera necesario—. Cree se puso de pie. —
La vieja Mary dice que esto se resolverá pronto, y pronto no es suficientemente
rápido para mí. Y ahora mismo tenemos que preocuparnos de Roland Gerwan y
su gente, y me pregunto a quién favorece Lucerna, a su madre o a su padre.

118 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Cualquiera que sea, planeo evitarlo—dijo Sloan con una sonrisa.


—Averigua si Bree sabe algo y avísame de inmediato.
Sloan salió de la fortaleza mientras Cree caminaba por el pasillo de piedra que
conectaba con la cocina. Cuando entró, toda la conversación y la acción se
detuvo.
—Una momento, Turbett—le dijo Cree al cocinero y se apartó de las miradas
indiscretas.
— ¿Todo está bien con sus comidas, mi Señor? —Turbett preguntó con
ansiedad. Mientras que muchos temían la naturaleza brusca de Turbett y el
tamaño de él, había una persona a la que Turbett temía, y esa era Cree. Había
presenciado a Cree en acción, y no había guerrero más feroz, más decidido, o
más temeroso que él.
—Como siempre, tu comida satisface como ninguna otra que haya probado—.
Eso era otra cosa acerca de Cree, elogiaba cuando era debido. —Tengo
curiosidad por la noche en que me enfermé. ¿Recuerdas por qué me sirvieron
una comida diferente a las demás?
Turbett palideció. —Nunca te serviría comida mala, mi Señor.
—No, nunca lo has hecho, pero ¿por qué tuve comida diferente esa noche?
Turbett se tocó la barbilla mientras pensaba, aliviado de no haber sido acusado
de nada. Sus ojos se iluminan de repente.
—Sí, lo recuerdo. La zanjadora era para Dawn. Entonces descubrí que Flanna le
había preparado una comida más liviana ya que no se había sentido bien. No
quería ver la comida desperdiciada y, como era una de tus comidas favoritas, te
la serví.
— ¿Todos en la cocina sabían que la comida era para Dawn?
Turbett asintió. —Si mi Señor.
— ¿Había alguien en la cocina ese día, además de su personal? —preguntó Cree,
consciente de que Turbett gobernaba su cocina con mano de hierro y no
apreciaba a los visitantes.
—Sí, la joven muchacha que sirve a la Señora Lucerna. Vino a buscar una
cerveza para su ama.

119 | P á g i n a
El highlander prohibido

La noticia preocupó a Cree.


—Asegúrate de que nadie se encargue de la comida de Dawn, solo tú, y que no
se permita a nadie en la cocina excepto a tus trabajadores y a Flanna.
Turbett meneó la cabeza. —Sí, mi Señor, me encargaré de ello.
Cree regresó al Gran Salón, tomó su capa y salió de la fortaleza. Su mente estaba
llena de diferentes posibilidades. No tenía dudas de que Lucerna le había
ordenado a Bree que plante el veneno, pero ahora se preguntaba si Lucerna
también había arreglado que Bree se colocara en una situación en la que pudiera
reunir información para ella. ¿Era Bree una participante dispuesta en el plan?
¿Qué pasó con el veneno? ¿La cantidad habría causado que Dawn se enfermara
como lo había hecho con él o la habría matado? Si estaba destinado a matar,
¿podría estar relacionado de alguna manera con los otros intentos de matar a
Dawn?
Tenía la fuerte sensación de que todo tenía que ver con la verdadera herencia de
Dawn, y debía resolver todo este dilema cuanto antes.
Sus hombres estaban ocupados arando un camino, con la ayuda de un par de
caballos y dos troncos importantes, a través de la aldea para cuando Gerwan y su
tropa llegaran. Se apresuró a seguir, con una feroz expresión de determinación en
su rostro que hizo que los aldeanos se escabulleran de su camino y unas pocas
almas valientes que le dieron los buenos días.
Había considerado brevemente detenerse para ver a Dawn, pero eso sería un
error. Se habían divertido la noche anterior, y se habían quedado dormidos
agotados, no solo por el hecho de haber hecho el amor, sino también por el duro
día que habían tenido. Él había ansiado tenerla de nuevo esta mañana, pero ella
estaba profundamente dormida, y él no había tenido el corazón para despertarla.
Ahora, sin embargo, ella estaría despierta, su cuerpo cálido y el olor de su cuerpo
todavía en ella. Maldición, se estaba excitando solo de pensarlo. Apartó el
pensamiento. Esperaría hasta más tarde cuando terminara con todas las cosas que
necesitaban su atención. Entonces no habría nada que interfiera con su tiempo
juntos. Una vez más dejaría su olor en ella.
Pasó por delante de una gran pila de nieve y se detuvo cuando vio a Sloan
hablando con Bree. Él le estaba sonriendo como a un tonto enamorado, y sus
mejillas estaban sonrojadas mientras le sonreía dulcemente.

120 | P á g i n a
El highlander prohibido

Maldición, Sloan iba a ser inútil para él en lo que se refería a esto. A menos que
supiera que todo era un engaño, entonces Sloan estaría furioso. Odiaba el engaño
en las mujeres, por eso siempre dejaba en claro que solo le interesaba una cosa
de ellas... el acoplamiento.
Parecía ser diferente con Bree, y Cree se preguntó una vez más si el amor había
atrapado a su amigo. Solo esperaba que Bree fuera quien parecía ser, o que Dios
la ayudara si Sloan se enteraba de lo contrario.
Se acercó a ellos y miró a Sloan.
—Trae a Bree a mi solar.
Sloan fue a decir algo, pero la mirada que Cree le disparó le advirtió que no lo
hiciera. Sloan asintió con la cabeza y tomó el brazo de Bree y comenzó a
caminar hacia la fortaleza.
— ¿He hecho algo malo?
Cree escuchó a Bree decir nerviosamente y eso era exactamente lo que pretendía
averiguar.

Dawn se sintió decepcionada cuando se despertó y vio que Cree se había


ido esta mañana. Si ella fuera su esposa, ella podría ir a buscarlo y nadie
pensaría mal al respecto. Se advirtió a sí misma evitar pensamientos
destructivos, aunque no podía evitarlo. La vida sería buena con Cree como su
esposo, pero entonces ella necesitaría un milagro para que eso suceda.
Decidiendo dejar de sentir pena por ella misma y sus circunstancias, nuevas y
viejas, optó por mantenerse ocupada y libre de preocupaciones, aunque solo
fuera por unos instantes. Se puso la capa forrada de piel y sacó los guantes de
cuero negro de la mesa para ponerlos. Olió el cuero antes de ponérselo y sus
sentidos se llenaron de imágenes de Cree. Él había insistido en dejar sus guantes
para que ella los usara. Él había dejado en claro que no podía soportar que
tuviera sus manos envueltas con tiras de tela para mantenerlas calientes.
Los guantes eran suaves y flexibles, todo lo contrario de Cree, y ella sonrió
abrazándolos contra su pecho. Abrió la puerta y saludó a Elwin con una sonrisa.
Él se la devolvió y preguntó: — ¿A dónde hoy?

121 | P á g i n a
El highlander prohibido

Señaló cómo quería recolectar algunas ramas de pino para poder colocar algunas
a lo largo de la repisa, y permitir que el aroma del pino impregnara su cabaña.
Elwin asintió. —Dorrie hizo lo mismo con la mía. He mencionado tu buena
acción antes, pero no te he agradecido por haber rescatado a Dorrie del cepo esa
noche. Dorrie y yo nos conocimos gracias a ti—él se rió. —Una belleza como
ella no me habría mirado dos veces. Pude descubrir que Dorrie es buena persona.
Estuvo equivocada hasta que le ayudaste con ese acto de bondad. Eso cambió su
perspectiva.
Dawn estaba feliz de que se hubieran encontrado, de una manera que le dio la
esperanza de que los milagros ocurrian.
Los pinos eran los mejores detrás de su vieja cabaña. Las ramas siempre se caían
en una tormenta de nieve, y ella recogía algunas para disfrutar de su rico aroma.
Se detuvo primero para ver cómo se sentía la vieja Mary.
Dawn se alegró de verla sentada junto al hogar, bebiendo una bebida humeante.
Señaló que estaba feliz de verla lucir bien.
—Me siento como siempre—la vieja Mary se echó a reír. — ¿Qué tal si
recolectas algunas ramas de pino extra para compartir conmigo?
Dawn sonrió y asintió con la cabeza, aunque su sonrisa se desvaneció como lo
hizo la de Mary, y la anciana la acercó más con un dedo. —Recuerda lo que te
dije, no confíes en nadie, abundan los secretos.
Un escalofrío recorrió a Dawn y ella asintió de nuevo, luego la vieja Mary la
echó por la puerta.
Dawn no quería pensar en los secretos y en lo que podían significar en este
momento. Ella simplemente quería unas pocas horas sin conflictos o
preocupaciones.
Elwin se mantuvo cerca, sus ojos alerta a sus alrededores tan pronto como
pasaron más allá del borde del bosque. Estaba tranquilo y la nieve un poco difícil
de maniobrar. A Dawn no le importaba, amaba los bosques después de una
tormenta de nieve. Era un mundo de blanco prístino con carámbanos, brillando
aquí y allá. También estaba tranquilo, no se oía ningún sonido, los animales
estaban anidados en sus guaridas y los pájaros metidos en sus nidos. El bosque
estaba en paz y era encantador ser parte de la tranquilidad.
Elwin se puso en guardia mientras Dawn disfrutaba de buscar ramas de pino. Él
122 | P á g i n a
El highlander prohibido

la ayudó una o dos veces a romper un par de ramas grandes en trozos más
pequeños mientras vigilaba todo lo que los rodeaba. Dawn no se preocupó. Con
la gran cantidad de nieve, sería difícil para alguien acercarse sin escucharlos.
Terminaron demasiado rápido para el gusto de Dawn, aunque estaba contenta de
pasar un tiempo con la vieja Mary antes de regresar a su cabaña. Sin embargo,
no estaba preparada para ver que la vieja Mary tenía otro visitante cuando entró.
Torr se sentó junto al hogar, tomando un trago caliente.
Dawn no tenía intenciones de quedarse, aunque la vieja Mary puso fin a eso.
—Tengo una cerveza caliente lista para ti—dijo la anciana y asintió con la
cabeza a Torr, quien recogió la jarra que el hogar mantenía caliente.
Dawn quería rechazar la oferta, ya que no deseaba escuchar más de lo que Torr
tenía que decir acerca de que ella era su media hermana. Pero sería grosero de su
parte y por eso decidió quedarse al menos unos minutos y luego despedirse. Sin
embargo, ella le pidió a Elwin que se uniera a ellos, insistiendo en que hacía
demasiado frío para que él esperara afuera y, aunque el hombre solía negarse,
cuando vio que Torr estaba allí, aceptó la oferta.
Momentos después, Dawn se despidió, sorprendentemente después de haber
disfrutado de la visita. Torr no había comentado una sola vez la posibilidad de
que ella fuera su media hermana, simplemente hablaba de su hogar y su clan. Por
sus descripciones, su hogar sonaba atractivo y ella estaba segura de que habían
sido sus intenciones, para que ella viera que su hogar era cálido y acogedor. Pero
ella ya tenía un hogar, un hogar que no dejaría. Él y Elwin también los habían
entretenido con algunas historias divertidas, y ella se alegró de haberse
demorado más de lo que pretendía.
Una vez que llegó a su cabaña, Elwin la ayudó a limpiar las ramas de nieve lo
mejor posible y ayudó a romperlas en tamaños más adecuados. Luego las llevó
adentro para ella, y le deseó un buen día ya que un guardia había venido a
reemplazarlo por la tarde.
Dawn decidió trabajar en el dormitorio primero para que el pino fresco tuviera
tiempo de llenar la habitación antes de que Cree regresara por la noche. No pasó
mucho tiempo en abanicar algunas ramas a través de la repisa y ella retrocedió
para admirar su trabajo cuando escuchó voces. Eran apenas distinguibles y ella
frunció el ceño, preguntándose de dónde venían. Cerró los ojos, escuchó con

123 | P á g i n a
El highlander prohibido

más atención y se dio cuenta de que las voces provenían de un poco más allá de
la ventana tapiada. Se quitó las botas y se apresuró a subir a la cama y presionar
su oreja contra las tablas cortadas.
—Es peligroso reunirse aquí. Alguien puede vernos—dijo la mujer con un
temblor en su voz.
—Nadie está aquí ahora—dijo el hombre. —La vi irse con el guardia y nadie
más está de guardia. Además, esta ventana con tablas puede ser un activo para
nosotros si es necesario. Es algo a tener en cuenta en caso de que otros esfuerzos
fracasen.
—Pero la persona que entre aquí nunca saldrá con vida.
—Mientras termine su vida, ¿qué diferencia hay? —dijo el hombre y Dawn se
estremeció ante la indiferencia en su voz.
— ¿Cuántos hay para ayudar?
—Hay suficientes. Por supuesto, habría sido una tarea más fácil si ella no
hubiera tratado con el Diablo—él se rio. —Piensa que es invencible, pero llegará
su momento.
Eso era todo lo que Dawn necesitaba escuchar. Que su vida estauviera en peligro
era una cosa, pero la idea de que Cree estaba en peligro también la impulsó a
actuar. Se puso rápidamente en sus botas y salió por la puerta sin molestarse en
recoger su capa. La guardia le pisó los talones rápidamente mientras rodeaba su
cabaña.
No había nadie allí y ella se apresuró a ir más lejos en la cabaña, solo para estar
decepcionada de encontrar lo mismo. Regresó al lugar junto a la ventana para
ver si tal vez había huellas distinguibles, pero una gran muestra de área había
sido borrada y no había pistas que seguir. ¿La habían oído moverse dentro para
ponerse las botas y salir corriendo? Ella se enojó consigo misma por perder la
oportunidad de descubrir la identidad de los culpables. Sin embargo, no tuvo la
intención de perder un minuto más para hacerle saber a Cree sobre esto.
Con pasos decididos y un guardia pisándole los talones, se dirigió a la torre.

124 | P á g i n a
El highlander prohibido

51

Cree y Sloan se sentaron a charlar en el solar.


— ¿Crees en Bree? —preguntó Cree.
—Evidentemente, no estás seguro, o no me habría preguntado eso.
—Las mujeres pueden ser traicioneras.
—Voy a beber de eso—dijo Sloan y levantó su jarra y tomó un trago. —Bree
parecía aterrorizada cuando hablaba de Lucerna y de cómo manipula, amenaza y
lastima a las personas para obtener lo que quiere. Ella amenazó con que Bree
fuera robada y descuartizada por un falso cargo de robo si no ponía el veneno en
la comida de Dawn esa noche. La pobre muchacha estaba llorando, temiendo no
solo a Lucerna, sino a ti.
—O podría ser igual de culpable y estar actuando para convencernos.
— ¿Qué? ¿Estar en connivencia con Lucerna? ¿Para qué? ¿Qué conseguiría de
ella?
—Esa sería la pregunta a considerar—admitió Cree. —Prefiero no confiar en
ninguna de las mujeres hasta que podamos determinar quién está diciendo la
verdad. Escuchaste a Bree a tu mismo. Lucerna sabe de pociones y venenos, y ha
visto con sus propios ojos que los ha usado en personas antes. La muchacha
tiene derecho a preocuparse. La maldita mujer podría envenenarla en cualquier
momento.
—Es obvio que Lucerna ha sido mimada toda su vida. Ella está acostumbrada a
hacer lo que desea, y a que los sirvientes salten a cada una de sus órdenes. Ella
posee suficiente poder para acabar con cualquiera que la disguste. ¿Por qué
recurrir al veneno? —Sloan se encogió de hombros. —Nadie puede entender lo
que hacen estos nobles. Lo sabes bien, por eso siempre has defendido a los
oprimidos.
—He defendido la verdad, ya sea oprimida o noble.
—Cierto, porque te he visto hacerlo muchas veces. Bree dijo que Lucerna está
furiosa con tu amante. Que ella no puede entender cómo puedes acostarte con
una mujer sin voz.

125 | P á g i n a
El highlander prohibido

Cree frunció el ceño y entrecerró los ojos.


Sloan levantó las manos. —Las palabras de Lucerna no son las mías. Yo digo
que la mujer está loca. Usted mismo escuchó lo que Bree tenía que decir sobre el
extraño comportamiento de Lucerna. Hemos tenido la desgracia de ver por
nosotros mismos la forma en que ella continúa, pierde su genio y exige cosas.
Luego están los moretones en Bree. Claramente ella no los puso en su cuerpo.
—No, a algunos de esos moretones sería imposible auto infligírselos —Cree
estuvo de acuerdo.
— ¿Pero todavía dudas incluso cuando parece lógico?
—He aprendido que la lógica no siempre equivale a la verdad.
Sloan sonrió y levantó su jarra. —Es por eso que lideras y te sigo. Eres mucho
más sabio.
Cree se rio—Tú, mi amigo, estás permitiendo que una jovencita gire tu cabeza.
Algo que nunca te he visto hacer.
—Tengo que admitir que la deseo, y creo que ella necesita protección.
—Eso debe determinarse y hasta que lo haga, debes tener cuidado de no perder
tu corazón.
Sloan agarró su pecho, sintiendo como si hubiera perdido algo. —Espera, ¿cómo
puedo perder lo que no tengo? Evito el amor. No es para mí.
Cree negó con la cabeza y se puso de pie. —Necesito hablar con la vieja Mary y
ver que la anciana tenga cuidado con Bree—. Se detuvo. —Aunque quizás pueda
decirme lo que piensa de Bree ya que tiene un conocimiento especial.
Sloan se puso de pie después de beber el resto de su cerveza. —Eso es una buena
idea. Me gustaría escuchar lo que tiene para decir.
Entraron en el Gran Salón para ver a Lucerna quitarse la capa y Dawn corriendo
sin su capa.
— ¡Cómo te atreves a entrar en esta fortaleza, ramera! —Lucerna chilló y
avanzó hacia Dawn.
Cree estaba entre las dos mujeres en un instante, su mano atrapando a Lucerna
por la muñeca mientras ella giraba hacia Dawn. La tiró con fuerza contra él y le
susurró ásperamente solo por sus oídos.

126 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Hazle daño y morirás.


Lucerna se quedó sin aliento y palideció, la advertencia de Cree se hizo aún más
potente por su ceño asesino.
Dawn dio un paso alrededor de Cree para que tanto él como Lucerna se vieran
obligados a mirarla. Ella señaló sus labios y los de él, una y otra vez,
informándole que debían hablar ahora.
Cree asintió, lanzó una dura mirada a Lucerna y la apartó de él.
—Si no puedes ser civilizada, vete a tu habitación y quédate allí hasta que
aprendas.
Lucerna levantó la barbilla. — ¿Ser civilizada? Eres un bárbaro que no sabe
nada de ser civilizado.
—Harías bien en recordar eso.
Lucerna se sonrojó de ira, su piel se enrojeció. —Daría cualquier cosa por evitar
este matrimonio.
—Pienso exactamente lo mismo—dijo Cree.
—Entonces serías libre para hacer tus rutinas infinitas con tu...
—Insulta a Dawn de nuevo y te pondré en una celda. Haré un sitio acogedor
para ti hasta la llegada de tus padres.
Lucerna miró con horror al Cree. —No te atreverías.
— ¿Quieres descubrirlo?
Lucerna cerró la boca y salió corriendo del salón.
Cree se volvió hacia Dawn. — ¿Qué estás haciendo aquí y por qué no estás
usando una capa?
Dawn agitó su mano como si rechazara sus preguntas, luego tomó su mano y lo
arrastró hacia su solar.
Cuando pasaron junto a Sloan, dijo: —Esto me parece interesante, ¿puedo
unirme?
Si las miradas pudieran dañar, Sloan estaría muerto por la mirada letal que Cree
le disparó.

127 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Voy a esperar aquí—dijo Sloan, retrocediendo.


Una vez que entraron en el solar, las manos de Dawn comenzaron a volar y Cree
supo que nunca la entendería. Ella estaba demasiado agitada y él se preocupó.
—Espera—ordenó y abrió la puerta para gritar — ¡Sloan!
Sloan apareció en un instante. —Busca a Lila.
Dawn negó con la cabeza y se adelantó a los dos hombres. Sus acciones tomaron
a Cree por sorpresa, y le tomó un momento a él y Sloan ponerse al día con ella.
A estas alturas, Torr y Kirk habían entrado en el Gran Salón y al ver a Dawn
marchando por el ancho piso de la plancha con pasos decididos, sus ojos se
abrieron como platos.
Torr dio un paso adelante listo para proteger a Dawn, pero ella lo apartó con un
gesto de la mano.
— ¿Qué está mal? —exigió Torr cuando Cree casi la alcanzó.
—Nada que te importe—dijo Cree y siguió caminando.
Kirk se acercó a él. —Estoy en desacuerdo. Todo lo que tenga que ver con Dawn
nos concierne.
Cree ignoró al hombre y a su hijo, y tomó su manto de la estaca mientras se
apresuraba a salir por la amplia puerta de madera. Atrapó a Dawn cuando ella
llegó al último escalón y le cubrió los hombros con la capa, luego la tomó de la
mano para caminar a su lado.
—Esto debe ser importante—dijo.
Ella asintió vigorosamente.
Los aldeanos se apresuraron a alejarse mientras algunos se detenían a susurrar,
pero Dawn los ignoró a todos y mantuvo un ritmo rápido. Cuando llegaron a la
cabaña donde Lila trabajaba en la lana con las otras mujeres, Cree rápidamente
ordenó a las otras mujeres que salieran. Corrieron a sus capas y se acurrucaron
un poco lejos de la casa para esperar. Le ordenó a Sloan que montara guardia
frente a la puerta y prohibió que Torr y Kirk se unieran ellos. Los dos hombres
no pudieron hacer más que protestar, lo que Cree ignoró.
Cuando Cree cerró la puerta, las manos de Dawn comenzaron a volar. Lila habló
mientras Dawn hacía un gesto.

128 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Escuchó voces afuera de la ventana tapiada, y se subió a la cama para


escuchar—. Lila se quedó sin habla por un momento mientras Dawn relataba la
conversación que había escuchado.
—Dime—Cree ordenó con poca gentileza.
Lila le contó sobre el intercambio entre el hombre y la mujer fuera de la ventana,
y Cree se enfureció con cada palabra que escuchaba.
Dawn se detuvo abruptamente y negó con la cabeza, su mano yendo a su pecho.
Cree estaba a su lado inmediatamente. — ¿Estás bien?
Ella sacudió su cabeza.
—Voy a buscar a Elsa—dijo con preocupación.
Dawn volvió a negar con la cabeza, le puso la mano en el pecho y gesticuló
lentamente. Ella le explicó que el hombre y la mujer también tenían la intención
de matarlo, y ella le dijo que no quería pensar en la vida sin él.
Sus lentos gestos, y su expresión le permitieron entenderla fácilmente. Él apoyó
su frente en la de ella.
—Eso no va a pasar. Siempre estaré en tu vida. Somos uno, tú y yo, y nada
puede separarnos.
Sus cariñosas palabras le provocaron un alegre cosquilleo y ella sonrió.
Él la besó, le dio un ligero beso escurridizo y susurró: —Te quiero.
No fue un alegre escalofrío lo que corrió a través de ella esta vez. Fue un disparo
de pura pasión, y se estremeció por la fuerza de la misma.
El bebé Thomas se echó a llorar, y ambos se giraron para ver a Lila, con su cara
colorada, que lo recogía.
—No dirás nada de lo que discutimos o viste aquí—ordenó Cree.
Dawn respondió antes de que Lila pudiera, sus gestos lo suficientemente lentos
para que Cree los entendiera.
Él sonrió. —Estoy de acuerdo. Lila es una querida amiga en la que confías por
completo y que nunca te traicionaría.
—Estoy de acuerdo, mi Señor—dijo Lila con una sonrisa a Dawn.

129 | P á g i n a
El highlander prohibido

Cree tomó la mano de Dawn y se volvió hacia Lila. —No te molestaremos más.
Una vez fuera de la cabaña, Cree le dio permiso a las mujeres para regresar
adentro. Se apresuraron a pasar junto a él, moviendo sus cabezas.
Kirk dio un paso adelante. — ¿Algo en lo que podamos ayudar?
—No por el momento, pero te agradecería que estuvieras preparado para ayudar
si es necesario.
—Estamos a tu disposición—dijo Kirk asintiendo. Luego se volvió hacia Dawn.
—Espero que podamos volver a hablar pronto.
Ella sonrió y asintió, y Kirk y Torr sabiamente se despidieron.
—Bien hecho—dijo Sloan, — ¿Voy a ser despedido con tonterías tan
fácilmente?
—Como si alguna vez pudiera—dijo Cree con una leve sonrisa. —Tenemos un
asunto importante que discutir.
Sloan asintió y caminó con ellos hasta la cabaña de Dawn. No se habló una sola
palabra hasta que estuvieron dentro, luego Cree le reiteró lo que Dawn le había
dicho.
—Puedo hacer que uno de nuestros rastreadores vea si pueden seguir algún
rastro—dijo Sloan.
—Además, coloca más guardias, pero donde no puedan ser vistos y diga a los
hombres que no hablen de ello con nadie.
—Estás dejando que los McCluskys crean que confías en ellos y contarías con
ellos para que te ayuden, pero no tienes esas intenciones de hacerlo, ¿verdad? —
preguntó Sloan.
Cree negó con la cabeza.
—No sé si es una coincidencia que alguien irrumpa en la fortaleza casi al mismo
momento que llegan los McCluskys o si sus intenciones son muy diferentes de lo
que me han hecho creer. Debes recordar que Lucerna acababa de regresar de
afuera cuando entramos en el Gran Salón. Ella todavía estaba usando su capa.
Ella ciertamente hizo saber su disgusto de ver a Dawn allí. Tal vez ella tenga
intenciones de acabar contigo después de que te hayas casado y la poción para
evitar que la tengas con un hijo, ella quería, se aseguraría de que tus tierras no

130 | P á g i n a
El highlander prohibido

tuvieran herederos, dejándola casarse nuevamente. Incluso puede tener a alguien


más de su agrado en mente. Tal vez fue su amante quien irrumpió en la fortaleza
y se escondió en su habitación.
— ¿Su habitación fue revisada?
—Creo que sí, pero no puedo decir con certeza ya que no estaba allí. Tal vez
rechazó la entrada de los hombres, alegando que nunca haría algo tan impropio
como permitir que un hombre entrara en su habitación y ellos, como tontos, la
creyeron.
— ¿Qué hay de Bree? —preguntó Cree. — ¿No podría ser ella también?
Después de todo, hizo comida envenenada para Dawn.
—Sólo porque Lucerna la amenazó.
Dawn escuchó el intercambio entre los dos hombres con interés y preocupación.
Mucho de esto confirmó lo que Flanna o Dorrie le habían dicho, aunque esta
noticia sobre Bree era nueva. La vieja Mary le había advertido que no confiara
en nadie y ahora veía por qué. Bree podría estar involucrado en esto, aunque
Lucerna parecía la persona más probable. Ambos estaban olvidando una cosa
importante y ella tenía la intención de recordarles.
Ella hizo un gesto como si estuviera disparando un arco y señaló a Cree, y
demostró cómo la había tirado al suelo, protegiéndola con su cuerpo.
Cree asintió. —Sí, lo hice... —. Él negó con la cabeza. —Me estás recordando
que las amenazas a tu vida comenzaron antes de que alguien hubiera llegado
aquí. Lucerna y Bree solo se habían enterado de tu existencia cuando llegaron
aquí.
— ¿Crees que una mujer de la aldea pueda estar involucrada en esto? —
preguntó Sloan, moviendo su cabeza. — ¿Pero quién?
—Lo único que resolverá este misterio es descubrir por qué alguien quiere a
Dawn muerta. Una vez que lo consigamos, creo que las demás preguntas tendrán
respuesta—dijo Cree.
Dawn recordó, con un gesto, que ella no era importante.
—Evidentemente, eres importante para alguien, aunque parece que más
que importante, eres una amenaza para alguien—dijo Sloan.

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El highlander prohibido

—Sloan tiene razón—estuvo de acuerdo Cree—, y dado que la persona te quiere


muerta, parecería que la amenaza es de gran importancia—. Se volvió hacia
Sloan. —Encárgate de que se coloquen guardias adicionales inmediatamente y
pon rastreadores en ese camino. Estaré contigo en breve.
Sloan asintió y miró a Dawn antes de volverse para irse. —No te preocupes.
Estás bien protegida.
Dawn sonrió, asintió y le dio unas palmaditas en el pecho en agradecimiento.
—Cada día eres más fácil de entender—Sloan sonrió. —Cuando vas lento, claro.
La sonrisa de Dawn se ensanchó, aunque se desvaneció cuando la puerta se cerró
detrás de Sloan y se giró para mirar a Cree. Su rostro mostraba un ceño fruncido
que advirtió que estaba a punto de castigarla. Pensando en sus acciones, pudo
ver que había sido una tonta por entrar a la fortaleza. Ella podría haber tenido al
guardia en busca de Cree para ella, pero el temor por su vida había prevalecido
sobre el comportamiento. No tenía intenciones de ser reprendida por tratar de
proteger al hombre que amaba.
Sus manos se dirigieron a sus caderas, enarcó una ceja y levantó la barbilla para
desafiarlo.
Una breve sonrisa tocó lo labios de Cree, aunque desapareció lo suficientemente
rápido, y dio un paso hacia ella, tan rápido que la sobresaltó y ella tropezó. Él
extendió la mano y la agarró por la cintura para tirar de ella cómodamente contra
él. Maldición si ella no sentía que él estaba duro para ella.
—Tu coraje y desafío ponen mi pasión a hervir—. Ella sonrió dulcemente.
Él rio. —No creas que voy a dejarte escapar con tus payasadas. Irrumpir en la
fortaleza como lo hiciste no fue sabio. Tomar el mando como si estuvieras a
cargo, y llevarme a mi solar fue una tontería, y empujarme para que no tuviera
más remedio que seguirte—. Cree negó con la cabeza. —Extremadamente
imprudente—. Él seguía sacudiendo la cabeza. —Sin embargo, admiro tu
valentía, aunque estúpida, por lo que no me gustaría más que lanzarte sobre mi
hombro, llevarte a nuestra cama y pasar las próximas horas haciéndote el amor.
Dawn asintió con la cabeza, ya sintiéndose preparada para él.
Él rozó sus labios con los de ella y gimió.
—No podemos. Debo atender este asunto primero. Volveré más tarde y

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El highlander prohibido

nosotros...
Que callara momentaneamente causó que innumerables imágenes pasaron por su
mente, y ella tembló ante las infinitas posibilidades.
La besó rápido y se rio. —Me encanta que siempre estés dispuesta y lista para
hacer el amor—. Él la tiró más cerca. —Eres mía, siempre recuerda eso.
Ella asintió, golpeó su pecho, y luego el de Cree.
— ¿Me estás diciendo que soy tuyo y que siempre debería recordar eso?
Ella le dio un firme asentimiento antes de besarlo.
Se quedaron, disfrutando el uno del otro por un momento antes de que Cree se
alejara de mala gana con un gruñido, y murmuró un juramento mientras se
dirigía a la puerta. Se detuvo, con la mano en el pestillo, y volvió la cabeza hacia
Dawn.
— ¿Lila conoce todos tus secretos?
Ella frunció el ceño, preguntándose por qué él le preguntaría algo así.
—Quiero que te sientas tan segura confiando en mí como lo haces con Lila.
Ella le dio unas palmaditas en el pecho y asintió, haciéndole saber que así era.
—Eso no responde a mi pregunta. ¿Lila conoce todos tus secretos?
Dawn se aferró a los costados de su falda para evitar que sus manos se movieran
protectoramente hacia su vientre, donde su bebé se encontraba. Ella respondió
sinceramente y negó con la cabeza.
—Pero guardas un secreto o ¿por qué si no, te aprietas la falda tan fuerte?
Ella no confirmó ni negó su pregunta, se quedó mirándolo fijamente, con las
manos todavía aferrándose a los lados de su falda.
—Más tarde—dijo Cree con una inclinación de cabeza—, me dirás este secreto
que te hace apretar las manos con preocupación.
Dawn se derrumbó en una silla tan pronto como la puerta se cerró y se preguntó
cómo iba a mantener su secreto.

133 | P á g i n a
El highlander prohibido

52

Cree caminó por el pueblo con Sloan de camino a la cabaña de la vieja


Mary. También quería asegurarse de que los guardias habían sido colocados
estratégicamente. Se alegró al ver que así era, y que también eran
imperceptibles. Nadie sabría que había más centinelas de lo habitual.
—Hasta ahora, Henry no ha tenido suerte en descubrir ninguna pista—dijo
Sloan. —Quienquiera que haya sido, ha cubierto bien sus huellas, pero Henry es
un rastreador excepcional y determinado. Él no se rendirá.
—Nunca lo hace—. Cree frunció el ceño cuando Torr se dirigió hacia él.
—Él también es decidido—dijo Sloan con un gesto de la cabeza en dirección a
Torr.
—Un observador también. Su mirada se desvía mientras camina y su ritmo se
ralentiza cuando se da cuenta de algo fuera de lo común. Sus ojos y sus sentidos
son agudos. Es un guerrero hábil, experimentado y astuto.
—Lo admiras—dijo Sloan.
—Puede que sea una molestia y quiera deshacerme de él, pero también es el tipo
de guerrero que preferirías tener a tu lado en una batalla, y no en tu contra.
Cree se detuvo a pocos pies de Torr, lo que le hizo acercarse la distancia entre
ellos.
—Colocas guardias adicionales discretamente, dejándonos a papá y a mi, del
lado oscuro. No es un lugar donde un guerrero quiera estar—dijo Torr y cruzó
los brazos sobre su amplio pecho.
—Dime, Torr, ¿cómo reaccionarían tú y tu padre si llegaran a casa y de repente
las cosas salen mal? ¿Serías tan acogedor y confiado?
Torr sonrió. —Veo tu punto de vista, aunque le doy mi solemne palabra de que
no queremos hacer daño a nadie aquí.
—Si bien creo eso, también debo proteger lo que es mío, y hasta que la situación
se aclare, tomaré precauciones.
—Como lo haría yo—admitió Torr—, quiero que sepas que defendería a Dawn

134 | P á g i n a
El highlander prohibido

con mi vida.
—No tengo ninguna duda al respecto y lo aprecio mucho.
— ¿Entonces me concederás permiso para visitarla ahora? —preguntó Torr,
manteniendo una sonrisa.
—No—dijo Cree sin rodeos. —Ella ha tenido un día difícil y ahora mismo
descansa, quizás mañana.
—Mañana entonces—dijo Torr, confirmando con un gesto de asentimiento y se
marchó antes de que Cree pudiera responder.
—Es similar a ti de muchas maneras—dijo Sloan, observando los pasos seguros
de Torr.
—No necesito más molestias—. Cree continuó caminando.
Sloan se rio siguiendo a su lado. — ¿Ahora soy una molestia? Bueno, al menos
eso es mejor que algunas cosas que me has llamado.
Subieron por el camino de la puerta de la vieja Mary y llamaron antes de entrar.
La anciana estaba llenando de cerveza tres jarrones mientras entraban.
—Te he estado esperando, siéntate y únete a mí—dijo, señalando una silla
cercana a la mesa. —Dorrie me trajo pan fresco y un poco de queso fino.
Sloan no dudó, sabiendo que Turbett lo había preparado.
Cree miró a su alrededor.
—Bree dijo que necesitaba dar un paseo. Estaba molesta después de regresar de
la fortaleza—La vieja Mary dijo, como si supiera sus pensamientos.
Cree se sentó. — ¿Qué piensa Usted de eso?
—Creo que muchos de los que han llegado aquí en Dowell recientemente no son
lo que parecen ser. Sería prudente no confiar en los recién llegados.
—No pueden ser del todo malos—dijo Sloan.
—Pero todos ellos, a su manera, juegan un papel en ello—dijo la vieja Mary con
una inclinación de cabeza.
— ¿Una parte en qué? —preguntó Sloan.
La vieja Mary apretó los labios y puso un dedo nudoso contra ellos, miró a su

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El highlander prohibido

alrededor, luego apartó la mano y susurró:


—Un secreto.
Sloan se estremeció y alcanzó su jarra.
La vieja Mary sonrió—Sabes que la mujer de la que te enamorarás, tu futura
esposa, ya está aquí.
Sloan se atragantó y la cerveza salió de su boca.
Cree se rio— ¿Sabes quién es?
La sonrisa de la vieja Mary desapareció en un instante y fue con una voz distinta
que ninguno de los dos reconoció que dijo:
—Ella es la que concederá tu deseo.
Un escalofrío recorrió a Cree, aunque no se estremeció. Se mantuvo estoico.
Sloan, sin embargo, se estremeció abiertamente otra vez.
Cree conocía a la vieja Mary lo suficiente como para saber qué diría solo lo
estrictamente necesario, aunque Sloan lo intentó.
—Al menos dime algo sobre esta futura esposa mía.
—Ella es dulce y amorosa.
Sloan sonrió a Cree. —Eso lo dice todo.
—Ella te dará hijos e hijas.
Las cejas de Sloan se alzaron.
—Y uno de tus hijos se casará con la única hija de Cree.
Cree miró a la anciana.
—Serás bendecido con muchos hijos.
Él tenía que preguntar. — ¿Qué hay de Dawn?
La vieja Mary se encogió de hombros. —Ella no está aquí, así que no puedo
decir.
— ¿Si te lo ordeno? —dijo Cree irritado.
—No puedo decir lo que no está delante de mí—Ella bostezó. —Debes
perdonarme, me canso y debo descansar.
136 | P á g i n a
El highlander prohibido

Cree se estaba dando cuenta de que cuando la anciana ya no quería decir nada,
usaba la fatiga como excusa para deshacerse de sus visitantes. Pero no había
mucho que él pudiera hacer, ya que ella no pronunciaría otra palabra.
Él y Sloan le desearon un buen día y se fueron, ambos hombres permanecieron
en silencio mientras caminaban. Sloan se detuvo abruptamente.
—No puede ser tan simple. Nunca lo es ¿Qué nos estamos perdiendo?
—No lo sé, pero vigila atentamente a todos los que han llegado recientemente.

Dawn no tenía apetito, y aunque la comida que había dejado Flanna


parecía atractiva, no tenía ganas de comer. Ella había esperado que Flanna
tuviera más noticias, pero lo único que tenía que decirle era que la guardia estaba
alborotada de cómo Dawn había entrado y había tomado el mando del Diablo.
Eso no era bueno. Agregar a eso que Cree quiere saber sus secretos, su
descomponía su estómago aún más. Ella suspiró en silencio, entonces tuvo una
idea. Si la encontraba dormida, seguramente no la molestaría, aunque podría
despertarla para que hicieran el amor, pero al menos no la despertaría para
hablar.
Era demasiado temprano para dormir aun. En el Gran Salón estarían cenando
aún, y con los invitados presentes, Cree no se iría hasta que la comida terminara.
Se lavaría rápidamente, luego se enterraría bajo las cálidas mantas y se iría a
dormir.
Estaba satisfecha con su plan, y el guardia en su puerta le dio varios cubos de
nieve, con los que llenó la olla que colgaba sobre las llamas. Se lavó
rápidamente con el agua caliente, manteniéndose cerca del hogar para
mantenerse el calor.
Cuando se pasó la tela por el estómago, se detuvo y pensó en la criatura que se
encontraba dentro de ella. Ella haría cualquier cosa para proteger a su hijo. Su
madre había sentido lo mismo por lo que la vieja Mary le había dicho, y su
madre había hecho el máximo sacrificio para hacer precisamente eso... ella
regaló a su hija para protegerla.
A Dawn le resultaba difícil pensar en otra persona que no fuera la mujer que la
crio, como su madre. Su madre había sido tan buena, cariñosa y paciente con ella

137 | P á g i n a
El highlander prohibido

y le había enseñado mucho. Sin embargo, sentía curiosidad por la mujer que la
había dado a luz y la amaba lo suficiente como para haberla despedido.
Un escalofrío la recorrió y se apresuró a terminar, y deslizarse en el suave manto
de lana que había colocado sobre la silla cerca de la chimenea. Su calor ahuyentó
el frío y, como no quería perder el placer reconfortante, corrió a la otra
habitación y se cobijó bajo las sábanas. Esta vez ella suspiró con alegría y
acurrucó su cara en la almohada de Cree, inhalando su aroma seductor.
Maldita sea, pero ella lo extrañaba. Deseó que él estuviera allí con ella, con los
brazos envueltos alrededor de ella, abrazándola, sus dedos explorando su piel
desnuda, sus labios haciéndole cosquillas en la oreja con susurros pecaminosos
de lo que él intentaba hacerle. Cómo la haría llegar al clímax una y otra vez.
Cómo amaba la forma en que ella se movía contra él, como si no pudiera
cansarse de él, siempre deseando más y más.
Se dio la vuelta fastidiada, dejándose caer sobre su espalda. Si él estuviera aquí
en este momento, ella se subiría sobre él y se aliviaría sobre él, ya que cuando se
agrandaba tenía un tamaño perfecto, un tamaño que le traía un placer infinito.
Entonces ella lo montaría hasta que...
¿En qué estaba pensando? De repente, dejó de tocarse íntimamente y se dio
cuenta de lo que estaba a punto de hacer. No necesitaba sentirse a sí misma para
saber que estaba mojada y palpitaba para que Cree la llenara. ¿Qué fue lo que le
pasó mientras tenía pensamientos tan pecaminosos? Debería avergonzarse de sí
misma, pero no lo estaba.
Le encantaba cómo Cree la hacía sentir, amaba la forma en que su cuerpo se
rendía a cada uno de sus toques, amaba cuando él se deslizaba dentro de ella y la
tomaba con fuerza, rápido o lento. Luego, hubo momentos en que la tuvo
pidiendo clemencia, dándole golpecitos en el brazo cada vez más hasta que
finalmente la penetró con golpes tan fuertes que ella estalló en dos clímax
rápidos.
Señor perdóname, amo hacer el amor con el Diablo.
Se retorció en la cama sintiéndose repentinamente acalorada, de su piel brotaba
un sudor ligero, y fue entonces cuando se dio cuenta de que su mano la había
traicionado y se había deslizado entre sus piernas... se estaba tocando a sí misma
y se sentía bien.

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El highlander prohibido

Pateó las mantas, descartó dormir por el momento, y deslizó su mano una vez
más entre sus piernas, aunque se detuvo cuando su palma rozó su pequeña y
apretada protuberancia y le envió un escalofrío. Querido Señor, se sentía bien,
aunque no se comparaba con cómo se sentía cuando Cree la tocaba allí, y el
pensamiento hizo que la protuberancia palpitara sin piedad. Deseaba sentir más,
pero ¿debería atreverse? ¿Estaba permitido?
Pero entonces, ¿quién la detendría? ¿Quién lo sabría? Ella aliviaría su dolor y se
quedaría dormida tranquilamente y olvidaría su pesado día.
Ella extendió las piernas y comenzó a explorar.

Cree tuvo suficiente de todos. Solo había una persona con la que quería
estar en ese momento y esa era Dawn. Les deseó a todos buenas noches y dejó la
fortaleza, sus pasos rápidos y decididos. Él había estado pensando en ella
durante la mayor parte de la noche, quería habla con ella, y él quería hacer el
amor más aún.
Él quería que ellos hicieran precisamente eso... hacer el amor. Hablar esperaría
hasta mañana. La deseaba, la necesitaba y estaba muy adolorido por ella. Se
había puesto duro pensando en ella, tanto que no podía soportar un momento
más. No duraría mucho. Al principio sería una unión rápida, tal vez ni siquiera
llegarían a la habitación. Él la doblaría sobre la mesa y...
Maldición, él estaba listo para estallar solo de pensar en hacerle el amor, aunque
tomarla tan rápido era más bien como aparear. Maldita sea, si el pensamiento no
lo ponía aún más duro.
Cuando Cree llegó a la cabaña, despidió a la guardia. No había necesidad de uno
por la noche meintras él estaba allí. Mantuvo la puerta cerrada y su espada cerca.
Los guardias agregados por toda la aldea vigilarían desde lejos.
Entró y, al ver la habitación vacía, temió que se hubiera dormido. Se acercó a la
mesa y vio que la comida no había sido tocada. ¿No se sentía bien? Vio el cubo y
los paños y sonrió. Ella se había lavado Ella estaba lista y esperándolo. Se quitó
las prendas mientras caminaba hacia la otra habitación y entró completamente
desnudo.

139 | P á g i n a
El highlander prohibido

53

Cree se detuvo, sorprendido por lo que vio. Sacudió la cabeza brevemente,


preguntándose si sus ojos le jugaban una mala pasada y lo que estaba viendo no
era real. Cuando se dio cuenta de que la vista ante él era real, sus ojos se
agrandaron cada vez más y se hizo aún más difícil.
El cuerpo desnudo de Dawn se movía a un ritmo sensual mientras se daba placer.
Su cuerpo se inclinaba de vez en cuando mientras respondía a su propio toque
preciso. Sus ojos estaban cerrados, su boca abierta, y maldita sea si él no estaba
imaginando escuchar sus silenciosos y sensuales gemidos. Nunca había visto
nada más hermoso ni más excitante.
Sus ojos repentinamente se abrieron y se volvieron grandes cuando lo vio. Sus
mejillas sonrojadas se profundizaron en color. Estaba avergonzada de que la
encontrara de esta manera y, sin embargo, estaba fascinado por cómo la había
encontrado y quería que ella lo supiera.
Antes de que él pudiera dar un paso, ella lo sorprendió aún más... ella sonrió y le
tendió la mano.
Ella lo estaba invitando a unirse a ella y maldición si él no sentía que se
derramaría allí mismo. Se apresuró a la cama, se estiró a su lado y ella tomó su
mano y la deslizó entre sus piernas para que pudiera unirse a ella en el placer.
Deslizó su dedo, junto con el de ella, dentro de ella y gimió, luego se volvió para
mordisquear su oreja y susurró:
—Eres la mujer más bella, hermosa, atractiva, amorosa y generosa que he
conocido, y mataré a cualquiera que se atreva a separarte de mí.
La sonrisa de Dawn creció, sus palabras tocaron su corazón y excitaron sus
sentidos ya intensificados. Luego estaba la forma en que la había mirado desde
la puerta, hambriento de deseo, y toda su vergüenza se había desvanecido y todo
lo que ella quería era tenerlo dentro de ella.
Ambos estaban tan hambrientos de pasión que no le tomó mucho tiempo a Cree
gruñir en su oído: —No puedo esperar.
Ella accedió con repetidos golpecitos en su brazo y él se apresuró a acercarse a

140 | P á g i n a
El highlander prohibido

ella con un fuerte empuje que hizo que ella echara la cabeza hacia atrás y
levantara las caderas para encontrarse con su ritmo acogedor y potente.
Ambos se precipitaron hacia un clímax explosivo. Los silenciosos gritos de
Dawn hicieron eco en su cabeza como nunca antes y ella le dio un golpecito en
el brazo con tanta fuerza que temió que lo dejara magullado. Cree soltó un
rugido que la hizo sonreír, ya que estaba segura de que resonaría en toda la
aldea. Le complacía saber que ella había sido la causa de su placer.
Cuando las últimas ondas de liberación finalmente se desvanecieron, Cree cayó
sobre ella y se tendió a su lado, incapaz de hacer nada más que esperar a que su
respiración trabajosa se calmara. Aunque sus manos se encontraron mutuamente
y se cerraron fuertemente, como si al sostenerlas nunca pudieran separarse.
Había tanto que quería decirle a Dawn, tanto para que lo discutieran, pero por el
momento simplemente quería recostarse a su lado y detenerse después de hacer
el amor.
La sonrisa de Dawn brillaba tan intensamente que pensó que iluminaría la
habitación. Se sentía diferente, aunque no sabía por qué. Tal vez fue porque no
había esperado a que alguien le dijera qué hacer, o si lo que había elegido hacer
era correcto. Ella había tomado su propia decisión, se había hecho cargo y, en un
sentido, la había hecho sentir libre por primera vez en su vida, y le gustaba
mucho la sensación.
También le dio el valor de saber que cuando llegara el momento de decirle a
Cree sobre la criatura, no importaría lo que pasara, ella lo haría bien. Ella se
aseguraría de eso. No es que ella quisiera perder a Cree. Ella lo quería en su vida
para siempre y, además, gracias a él pudo ganar un poco de independencia. Sin
darse cuenta, le había dado dos preciosos regalos... un bebé y libertad.
Se giró lista para hablar y encontró a Cree dormido. Ella yacía allí, mirándolo
fijamente. Era casi irreal lo guapo que era. ¿Cómo un hombre podía ser tan
perfecto? Sin duda tenía que ser un milagro
“Eres la más bella...”
Cree pensaba que era hermosa, y él se lo había dicho en serio, ella había
escuchado la sinceridad en su voz. Curiosamente en ese momento, ella se sentía
hermosa, y nunca, nunca en su vida se había creído bella. Cree le había dado el
coraje de sentirse así consigo misma, otro regalo por el que estaba agradecida.

141 | P á g i n a
El highlander prohibido

Ella no sabía qué pasaría entre ellos, pero sí sabía que nunca dejaría de amar a
este hombre. Tiró de la suave manta de lana sobre ellos y se acurrucó contra él.
Incluso en su sueño la buscó, su brazo musculoso se envolvió suavemente
alrededor de ella y la acercó.
Dawn se quedó dormida y durmió más contenta de lo que había estado en mucho
tiempo.
Un golpe en la puerta principal los despertó a los dos la mañana siguiente, e hizo
que Cree murmurara varios juramentos mientras se ponía sus pantalones antes de
abrir la puerta.
Sloan sonrió.
—Lamento molestar, pero llegó un mensajero, y parece que hay un problema
con la llegada de Gerwan y su grupo, y creo que es aconsejable que te encargues
de esto tú mismo.
Cree aceptó a regañadientes. —Estaré allí en unos instantes.
Regresó a Dawn, que estaba agregando leña al fuego menguante. Cree la apartó
a un lado y atendió el fuego hasta que se encendió, calentando la pequeña
habitación. Luego la levantó y la llevó de vuelta a la cama, metiéndola bajo las
cálidas mantas.
—Debo irme, aunque a regañadientes. Preferiría meterme en la cama junto a ti y
pasar la mañana haciendo el amor, pero el deber me llama.
Señaló que lo vería más tarde.
Se inclinó y la besó brevemente antes de susurrar
—Tienes mi palabra.
Se volvió para irse, luego se detuvo, su mano salió y corrió por un lado de su
cara, a lo largo de su cuello, continuando sobre su pecho, su estómago, y
deslizándose debajo de su turno para detenerse entre sus piernas.
—Me encantó la forma en que me recibiste ayer, y escúchame bien cuando te
digo que eres la mujer más hermosa del mundo, porque te digo la verdad.
Se inclinó y la besó de nuevo, mientras sus dedos se deslizaban dentro de ella.
Agarró sus enormes hombros y se arqueó contra sus toques juguetones, aunque
cuando él se apartó de ella y se puso de pie, ella frunció el ceño y le sacudió la

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El highlander prohibido

cabeza.
—Te quiero lista y esperándome cuando vuelva más tarde.
Ella sacudió su dedo, advirtiéndole y él se echó a reír.
—Te veré más tarde.
La almohada lo golpeó en la parte posterior de la cabeza cuando llegó a la
cortina que separaba las dos habitaciones. Se volvió con una expresión
juguetona.
— ¿Te atreves a golpear a tu Señor y maestro?
Otra almohada lo golpeó justo en la cara.
Él corrió hacia ella y ella se apresuró a cruzar la cama para alejarse de él, pero
no fue lo suficientemente rápida. La tenía atrapada debajo de él en poco tiempo,
y ella sonrió para sus adentros, porque era exactamente donde quería estar.
No hace falta decir que Cree no se fue tan pronto como lo había planeado,
aunque dejó la cabaña como un hombre muy satisfecho.

Dawn no sabía qué hacer consigo misma. Deseaba tener pergamino y


carbón para poder pasar su tiempo dibujando. Esperaba que cuando William
regresara en la primavera, trajera los materiales de dibujo como se lo había
prometido. Ella podía pasar muchas horas dibujando y nunca cansarse de eso.
Después de mirar hacia afuera y ver los cielos grises que posiblemente
prometían más nieve, decidió pasar el día cosiendo las pocas prendas que tenía
en el baúl, las cuales requerían modificaciones para que le quedaran bien.
Flanna llegó con el desayuno, y Dawn se alegró de que su amiga se sentara a
charlar un rato.
—Cuidado—advirtió Flanna. —Esa Lucerna es una perra malvada y tiene la
intención de hacer daño y como Cree se ha ido, no se sabe lo que hará.
Un escalofrío recorrió a Dawn y ella hizo un gesto, preguntando si Sloan iba con
Cree.
Flanna negó con la cabeza.

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El highlander prohibido

—No, él permanece aquí, aunque Bree parece haber llamado su atención,


demasiado si me preguntas.
Dawn frunció el ceño.
—No hay nada como un tonto enamorado, y Sloan no sabe nada sobre el amor.
Dawn sonrió y asintió, de acuerdo con Flanna. El hombre había tenido su parte
de mujeres, pero cuando se trataba de amar era un neófito.
—Los aldeanos hablan—dijo Flanna. —Se preguntan qué pasará si se demuestra
que eres la hija de Kirk McClusky. Ya no serías una campesina y tendrías un
padre y un hermano para protegerte del demonio.
Dawn sonrió, se abrazó a sí misma, palmeó su corazón y sacó dos dedos de su
cabeza.
Flanna se rio. —Amas al Diablo.
Dawn asintió y se abrazó con fuerza.
—Mucho—confirmó Flanna. —Es fácil ver que el Diablo te ama, y eso tiene a
los aldeanos hablando entretenidamente. No cren que el Diablo te entregue a tu
nueva familia, y les preocupa que sea la causa de una guerra entre los clanes.
Con la vida mejorada ahora en Dowell, muchos no desean que eso suceda.
Dawn negó con la cabeza, tratando de tranquilizar a Flanna, aunque en verdad
no podía decir lo que pensaría Cree. A menudo le decía que no dejaría que nadie
se la llevara. ¿Pero iría él realmente a la guerra por ella? Le había llevado años y
muchas batallas lograr finalmente un hogar y algo de paz para sus guerreros.
¿Arriesgaría todo eso por ella? ¿Y ella le dejaría?
—Lucerna ya no está encerrada en su habitación, así que ten cuidado, no hay
forma de saber qué hará esa loca—advirtió Flanna antes de despedirse.
Dawn le dio las gracias y disfrutó la comida, ya que su apetito había regresado.
Despejó la mesa, dejando los restos de la comida en una canasta junto a la puerta
y frotó la mesa con un poco de nieve fresca y limpia. Recogió el vestido de
terciopelo rojo oscuro que le gustaba y estaba listo para coser cuando sonó un
golpe en la puerta.
Lila entró antes de abrirla. Su mejor amiga la abrazó con fuerza.
—Quería asegurarme de que te va bien y descubrir si es verdad que no eres una

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El highlander prohibido

campesina sino la hija de un noble.


Dawn desestimó su reclamo con una breve ola, como si fuera una tontería.

—No deberías despreciarlo—dijo Lila mientras ambas mujeres se sentaban en la


mesa. —Tal vez podría permitirte un buen matrimonio.
Dawn negó con la cabeza, señalando que Cree ya había sido prometido a
Lucerna y eso probablemente no cambiaría.
Lila extendió la mano y tomó la mano de Dawn.
—No me refiero a un matrimonio con Cree.
Dawn negó con la cabeza firmemente. ¿Estaba Lila loca? Ella no se casaría con
otro.
—Sabía que rechazarías esta posibilidad sin pensarlo, y sin darme cuenta de que
es posible que no tenga otra opción.
Dawn negó con la cabeza aún con más vehemencia.
— ¿Realmente crees que tendrías una opción si se demuestra que Kirk
McClusky es tu padre? ¿Crees que el hombre permitiría que tu enlace con Cree
continúe?
Dawn agitó su comentario como si no quisiera escucharlo. Luego hizo un gesto
bastante firme de que amaba a Cree y siempre lo haría.
—Lo sé—dijo Lila con lágrimas en los ojos. —Sorprendentemente, es obvio
cuánto Cree te ama, pero se ha prometido a otra. Me preocupa lo que ocurrirá
contigo. Quiero verte felizmente casada como Paul y yo. Thomas te quiere
mucho. Serías una madre maravillosa y deberías tener la oportunidad de tener
tus propios hijos.
Dawn se puso rígida por un momento y fue suficiente para que Lila tomara nota.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—Oh, querido Señor, ya estás embarazada. Tú llevas un niño de Cree.
Dawn se llevó los dedos a la boca, advirtiéndole a Lila que no debía decírselo a
nadie.
— ¿Él no sabe?

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El highlander prohibido

Dawn negó con la cabeza.


— ¿Cuando?
Dawn hizo un gesto hacia el sol en lo alto del cielo y se abanicó para demostrar
el calor.
—Para el verano—confirmó Lila y sonrió. —Rezaré por un milagro, porque no
podría soportar que te alejaran. Si bien quiero lo mejor para ti, lo que te hará
feliz, soy egoísta y quiero que te quedes aquí para que Thomas y tu hijo puedan
crecer juntos y convertirse en los mejores amigos tal como nosotras.
Dawn sonrió, asintió, luego le dio una palmadita en el pecho e hizo un gesto para
que quedarse en Dowell era lo que ella quería.
Lila se levantó y corrió alrededor de la mesa para abrazar a Dawn, luego las dos
mujeres hablaron sobre cómo es el nacimiento y cómo comienzan a coser mejor
la ropa para la criatura. Hasta que finalmente, Lila se dio cuenta de que tenía que
irse, y con un rápido abrazo y beso, y una promesa de que no diría una palabra,
se fue.
Dawn se alegró de que Lila supiera sobre su bebé. Ella había querido compartir
las noticias con ella, pero temía hacerlo, no queriendo poner a su amiga en una
situación difícil con Cree. Pero se acercaba el momento de decírselo, y no tenía
miedo de compartir las noticias con su amiga, como alguna vez lo había hecho.
Además, Lila tenía razón, debía coser ropa para el bebé, había algunos artículos
en el baúl que no usaría para ella, pero que servirían bien para convertirse en
varias prendas para bebés.
Volvió a trabajar en el vestido de terciopelo rojo cuando escuchó una conmoción
afuera de la puerta de su casa. La abrió para encontrar a Elwin bloqueando la
entrada y a Bree, que estaba a unos pies de distancia llorando.
—Solo quería que supieras que no quiero hacerte daño Dawn—dijo Bree.
—Ahora que se lo has dicho, vete—ordenó Elwin. Bree se secó las lágrimas que
caían. —Lo siento por todos los problemas que he causado.
—Tonterías—dijo Sloan, acercándose y deslizando su brazo alrededor de la
cintura de Bree cuando se acercó a ella. —No has causado ningún problema.
Elwin cruzó los brazos sobre el pecho. —Cree ordenó que Bree se mantuviera a
una distancia de Dawn y así será. Además, ella ha dicho lo que ha venido a decir

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El highlander prohibido

y ahora puede seguir su camino.


Sloan miró más allá de Elwin a Dawn. — ¿Tienes algo que decir sobre esto?
Dawn escudriñaba a la muchacha, pero estaba preocupada por el bebé de Cree
que se encontraba dentro de ella. Lucerna pudo haber obligado a Bree a poner
veneno en la comida de Dawn, pero ¿y si Bree lo hubiera hecho por su propia
voluntad? ¿Y si lo intentara de nuevo? Habría una posibilidad de que Dawn
pudiera perder a la criatura, y esa era una oportunidad que ella no aprovecharía.
Dawn negó con la cabeza, se volvió y entró, cerrando la puerta detrás de ella. Se
sentía muy mal por lastimar a la muchacha, pero estaba más preocupada por la
seguridad de su bebé y, por lo tanto, había hecho lo que mejor creía.
Trabajó en el vestido, con las manos tan ocupadas que mantuvo a raya sus
pensamientos. Dorrie pronto llegó con la comida del mediodía. El aroma de la
deliciosa comida hizo que Dawn se diera cuenta de que había pasado más tiempo
del que ella se había dado cuenta, y que tenía hambre. Con todos sus visitantes
inesperados esta mañana, ella había perdido la noción del tiempo.
Dorrie sonrió mientras descargaba la cesta llena de comida.
—Te has vuelto muy admirada por los aldeanos. Creen que les traes buena
suerte, aunque también temen que la guerra se libre en tu honor. Les digo que
nunca llegará a eso, que nunca lo permitirías y harías lo que se debe hacer para
mantener la paz y la aldea protegida tal como lo hiciste cuando Cree llegó aquí
—. Cogió la cesta del desayuno cuando se levantó para irse. —Una cosa en la
que todos están de acuerdo es que tú eres una persona valiente. Tienes más
coraje que el guerrero más feroz, porque has mandado al Diablo.
Dorrie desapareció por la puerta y en los brazos de Elwin.
La opinión sobre Dawn en la aldea ciertamente había cambiado y continuaba
cambiando, no era que a ella le importara. Pasar de ser ignorada a ser
reconocida, y ahora alabándola era agradable, aunque podría haberlo hecho sin
los elogios. Ella había hecho lo que tenía que hacer. Ella no tenía otra opción,
aunque suponía que se necesitaba coraje para hacer cosas que temías, o no
querías hacer. Pero no era hasta que todo terminaba que te dabas cuenta de que
tenías coraje, después de todo.
El día pasó tranquilamente y, a medida que avanzaba la noche, Dawn comenzó a
extrañar a Cree más y más. Era raro que no pasara una noche a su lado.

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El highlander prohibido

Extrañándolo, ella se arrastró a la cama antes, sin molestarse en esperar a que la


cena fuera entregada. Si se despertaba más tarde podría comer. Encontró la cama
demasiado vacía. Intentó tranquilizarse a sí misma de que él volvería pronto.
Pero todo lo tranquilizador en el mundo no ayudó a oprimir la soledad ni a llenar
el espacio vacío a su lado, ni a aliviar el dolor en su corazón.
Pasó mucho tiempo girando de lado a lado, tanto que se enredó en las mantas.
Finalmente, el agotamiento la venció, y sus ojos se cerraron.
Horas, aunque tal vez habían pasado unos minutos, Dawn estaba demasiado
desorientada para estar segura cuando despertó. Se concentró, intentando
descubrir lo que la había despertado. Ella se levantó cuando escuchó los golpes
en su puerta y una voz que gritaba su nombre.
Se apresuró a ponerse una falda, una blusa y unas botas, y agarró su manto
forrado de piel de la estaca cuando se apresuró a abrir la puerta principal.
Elwin estaba allí, con cara de seriedad.
—Un mensajero acaba de llegar. Ha habido un ataque contra Cree y la tropa de
Gerwan.
Dawn sintió como si su corazón se estrellara contra su pecho.
—Las noticias suenan mal, aunque no podemos estar seguros de si alguien ha
muerto o ha resultado herido. Sloan reúne a los hombres ahora para montar.
—Ve con ellos, cuidaré que Dawn esté a salvo—dijo Torr, saliendo de las
sombras nocturnas. —Te doy mi palabra. No le haré ningún daño.
Dawn pudo ver lo mal que estaba Elwin, quería unirse a los guerreros que irían a
ayudar a Cree. Salió de la cabaña para ahuyentarlo con las manos, instándole a
que se fuera, luego señaló a Torr y asintió con la cabeza que estaría bien. Con
solo un poco más de persuasión, Elwin se fue, aunque no antes de decirle a Torr
que le cortaría el corazón si algo le pasaba a Dawn.
—Podemos verlos irse si lo deseas—ofreció Torr.
Dawn asintió y Torr cerró la puerta de la casa antes de girarse y caminar hacia la
fortaleza. Las antorchas parpadeaban en la noche oscura mientras los guerreros
montaban sus caballos. Sloan bajó los escalones y se apresuró a su caballo,
esperando en la delantera.

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Se detuvo antes de montar cuando vio a Dawn y Torr, y caminó hacia ellos. —Si
dejas que le pase algo, Cree te matará y será una muerte dolorosamente lenta.
—Entiendo—dijo Torr—, y ya he dado mi palabra de que cuidaré que no le
hagan daño. Ahora ve y ayuda a tu intrépido Señor.
Dawn agarró el brazo de Sloan antes de que pudiera irse, y con la esperanza de
que lo entendiera, le hizo un gesto lentamente para que trajera a Cree a su hogar,
a salvo e ileso.
Sloan le dio una palmadita en el brazo.
—Cree es un alma sin corazón. La muerte no lo quiere.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Dawn cuando vio que Sloan se apresuraba y
montaba su caballo. Su observación estaba destinada a aliviar sus
preocupaciones, pero solo la hacía preocuparse más. Cree no era un alma sin
corazón. Tenía un corazón generoso y amoroso que era tan silencioso como su
voz.
Pronto la tropa desapareció en la noche y cuando ella se volvió para regresar a su
cabaña, Kirk estaba allí de pie.
—Lo siento mucho, tenemos que hacer esto Dawn, no tengo otra opción. Sé que
eres mi hija y debo protegerte.
Dawn no tuvo oportunidad de reaccionar. Torr la levantó, la arrojó sobre su
hombro y se movió hacia la oscuridad.

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El highlander prohibido

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Dawn estaba enojada. No fue hasta varias horas después, cuando el sol
estaba apenas en el horizonte, que finalmente se detuvieron en una cresta
desierta, y ella fue capaz de soltar su ira. Sus manos volaron salvajemente a su
alrededor en gestos, y aunque Kirk y Torr probablemente no entendieron ni una
palabra de eso, ciertamente pudieron ver cuán molesta estaba.
Repitió sus últimos gestos varias veces, dándose palmaditas en el pecho y
señalando la puerta. Kirk negó con la cabeza.
—Lo siento. No puedo devolverte a Dowell.
Sus manos comenzaron a volar de nuevo, luego se desaceleró cuando se dio
cuenta de que la cabaña tenía un fuego ardiente en el hogar, comida en la mesa y
tres camas estrechas en una pared. No habían elegido al azar este lugar para
detenerse. Habían planeado detenerse aquí. Habían planeado secuestrarla.
Dawn cesó todos los gestos y miró de Kirk a Torr, se encogió de hombros y
frunció el ceño preguntando por qué.
Kirk sacó una silla de la mesa. —Por favor, siéntate y hablaremos.
Dawn se sentó, con ganas de escuchar lo que tenía que decir, pero también
preguntándose sobre sus opciones. Quería ir a casa, pero habían viajado una
buena distancia y con la nieve sería una tontería intentar escapar y llegar a casa a
pie. Además, Cree le había dicho a menudo que ella le pertenecía y que él no
dejaría que nadie se la llevara. Una vez que se enterara del secuestro, iría detrás
de ella, aunque eso podría llevar tiempo considerando la propia situación de
Cree. Eso le dio un pensamiento y comenzó a gesticular de nuevo, aunque
lentamente.
—Te dije que ella lo descifraría rápidamente—le dijo Torr a su padre, sonriendo
con orgullo.
Kirk asintió, su propio orgullo obvio.
—Estás en lo correcto. No ha habido ningún ataque contra Cree. Necesitábamos
que sus guerreros lo creyeran para darnos tiempo de alejarte de forma segura.
Nuestro rastreador rara vez es visible, por lo que fue fácil para él hacerse pasar

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El highlander prohibido

por uno de los hombres de Gerwan, y entregar el mensaje falso. Jugó bien su
parte. Pareciendo agotado de su prisa por obtener ayuda, Sloan insistió en que se
quedara atrás. Nuestro rastreador le dio a Sloan una dirección precisa, lo que nos
dio suficiente tiempo para llevar a cabo nuestro plan.
La noticia de que Cree estaba bien llenó a Dawn de tal alivio que suspiró en
silencio. Cree estaba a salvo y cuando lo descubriera, iría por ella. Por ahora, ella
escucharía lo que Kirk tenía que decir. Con ese pensamiento en mente, ella hizo
un gesto para que hablaran.
—Te pido que escuches todo lo que tengo que decir—dijo Kirk. —Las vidas
dependen de la decisión que tomes, incluida la tuya.
Dawn lo señaló, luego a su sien, luego hizo un gesto como si estuviera
disparando una flecha y luego se señaló a sí misma.
Kirk asintió. —Creo que sé quién ha estado tratando de matarte, aunque no
tengo pruebas, pero tiene más sentido.
Dawn esperó ansiosa por escuchar más.

Apenas había pasado el amanecer cuando Sloan se dio cuenta de que había
sido un truco y temía lo peor, aunque en verdad lo peor no sería que Dawn fuera
secuestrada, sería lo que sucedería cuando Cree se enterara de ello.
Alertó a los hombres que ya habían sospechado lo mismo y vieron miedo en sus
ojos. Ellos tampoco querían enfrentar a Cree. Lo habían visto enojado y no era
un espectáculo que uno quisiera volver a ver.
Sloan hizo que mantuvieran un ritmo acelerado, necesitaban regresar a casa y
ver si sus temores eran infundados, aunque no tenía dudas de que no lo eran,
pero tenía esperanzas. Desafortunadamente, toda esperanza se desvaneció
cuando una hora más tarde convergieron con las tropas de Cree y Gerwan.
Una mirada a Sloan hizo que Cree detuviera la caravana y montara para
encontrarse con él y sus hombres.
—Díme que Dawn está a salvo—exigió Cree cuando los dos hombres se
alcanzaron. Su semental saltó y resopló, pareciendo sentir la agitación de su
maestro.

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Sloan vaciló y una ira ardiente brilló en los ojos de Cree. Sloan se echó hacia
atrás, como chamuscado por su calor y habló rápidamente.
—Un mensajero llegó varias horas antes del amanecer para informarnos que
habían sido atacados y necesitaban ayuda. Reuní a los hombres y dejé a Dawn
en... Sloan negó con la cabeza. —Estaba preocupado por ti, y no vi el engaño.
Torr juró que no le haría daño a Dawn.
—Por supuesto, él no te engañaó—escupió Cree. —Él cree que ella es su
hermana. Él no la lastimaría, pero la secuestraría si tuviera la oportunidad, y tú
se la diste.
Sloan fue lo suficientemente sabio como para permanecer en silencio.
Cree miró más allá de Sloan a Elwin. —Confié en ti para poner la seguridad de
Dawn por encima de todo lo demás.
Elwin agachó la cabeza. —Lo siento, mi Señor, fui un idiota.
—Tú y Sloan, ambos—espetó Cree. —Esperen aquí y cuando regrese prepárense
para andar rápido y duro.
Ambos hombres asintieron cuando Cree se volvió y se dirigió a la caravana.

Roland Gerwan había salido del carro en el que viajaba solo, su esposa
viajaba una distancia detrás de él en un carro mucho más pequeño que el suyo. A
Cree no le había gustado el hombre a primera vista. Era un tonto pomposo y
despreocupado. Era bajito, pero actuaba como si fuera un gigante entre los
hombres. Era delgado con rasgos finos, cabello blanco puro, y ojos azules
similares a los de su hija, aunque en ellos denotaba frialdad, cosa que carecían
los ojos de Lucerna.
Cree detuvo a su semental frente a Roland, aunque la bestia saltaba incómoda,
tan ansiosa como Cree por despedirse.
—Mis hombres te llevarán a salvo el resto de la camino.
—No puedes dejarnos a tus guerreros. Eso es un insulto—advirtió Roland,
reprendiendo a Cree como a un niño.
Cree dirigió una mirada tan dura al hombre que dio varios pasos apresurados

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El highlander prohibido

hacia atrás casi tropezando con sus propios pies.


—Lo que es un insulto es que sus hombres estén tan mal provistos que no les
importe ni un ápice de lo que le sucede.
— ¿Cómo te atreves?
—Cuida tu lengua—advirtió Cree. —Te estás dirigiendo al conde de Carrick.
Roland se echó hacia atrás como si le hubieran abofeteado en la cara.
Rápidamente se recuperó y dijo: —El título se convierte en tuyo cuando te cases
con mi hija, hasta ese momento, es mío.
—Una simple formalidad, dado que el Rey ya me ha decretado Conde de
Carrick.
Cree se dio la vuelta y se marchó, negándose a intercambiar otra palabra con el
hombre. Su preocupación era por Dawn, aunque no le preocupaba que ella se
hiciera daño. Kirk o Torr nunca la harían daño. Lo que más le preocupaba era
recuperarla. Otra preocupación era por qué Kirk había elegido secuestrarla justo
ahora. ¿Qué lo habría apurado?
Sloan se colocó detrás de Cree mientras pasaba y varios de sus guerreros lo
siguieron. Su ritmo fue rápido, aunque las áreas más cubiertas de nieve las
frenaron. No llegaron a Dowell hasta media tarde. Con el tiempo que les había
llevado, Cree juzgó que la caravana de Gerwan no llegaría hasta mañana.
Lucerna se paró en los escalones que miraban ansiosamente más allá de él, sin
duda ansiosa por ver a sus padres. La sonrisa que llevaba se desvaneció al darse
cuenta de que no lo seguían.
— ¿Dónde están mis padres? —preguntó cuándo Cree desmontó su caballo y le
entregó las riendas a un joven que de inmediato se ocupó del cuidado del animal.
—Deberían llegar mañana—le informó Cree y se dio la vuelta ansiosa por llegar
a la casa de Dawn.
—Dejas la seguridad de mis padres a otros para poder regresar con tu campesina
cuando...
Cree se dio la vuelta en un instante.
—Cuidado con lo que dices, Lucerna, porque no te gustarán las consecuencias.
Lucerna se mordió el labio, luchando por no hablar, y él supuso que temía perder

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El highlander prohibido

la batalla porque se puso furiosa y se apresuró a entrar en la fortaleza. Sloan se


acercó a Cree con cautela mientras continuaba hacia la cabaña de Dawn.
—Ve a ver si alguno de los centinelas vio algo—ordenó Cree. —Ve que los
hombres estén listos y ve si Henry puede encontrar alguna pista.
Sloan asintió y se escabulló para cumplir con lo solicitado.
Cree entró en la cabaña y se puso de pie, observando la habitación con una
mirada de barrido. El fuego se había apagado y rápidamente agregó más troncos.
No quería que Dawn volviera a una cabaña helada. Corrió a la otra habitación e
hizo lo mismo con el fuego menguante. Se dirigió a la cama y se quedó mirando
la cama arrugada.
Se agachó y le dio un golpecito en la almohada, acercándola a su cara e
inhalando su aroma familiar, brezo y pino. Maldición, la echaba de menos y la
quería en su cabaña, aquí en esta cama donde hacían el amor, reían, hablaban y
dormían desnudos en los brazos del otro.
Arrojó la almohada sobre la cama y examinó el resto de la habitación. Maldijo
cuando vio sus medias en la cama, aunque se sintió aliviado cuando vio que su
capa forrada de piel se había ido. Sus guantes, sin embargo, habían sido dejados
atrás y más juramentos salieron de su boca.
La quietud le molestó de repente y lanzó una rápida mirada por la habitación. No
había remanentes de una comida. ¿No habían traído comida a Dawn? ¿Nadie se
había dado cuenta de que ella estaba desaparecida? Juró de nuevo, salió de la
casa y se dirigió directamente a la cocina. Las comidas debían haber sido
entregadas a ella. ¿Nadie había preguntado por qué no había estado en su casa?
Todos los aldeanos que vieron a Cree se apresuraron a bendecirse y apartarse de
su camino. Si sus sospechas de que él era el Diablo, se estaban confirmando en
este momento. Su expresión era pura maldad, como si acabara de salir de las
profundidades del infierno y tuviera la intención de reclamar almas.
Él irrumpió en la cocina y todo movimiento cesó, incluso Turbett palideció al
verlo. — ¿No le llevaron la comida a Dawn hoy? —exigió Cree.
Flanna dio un paso cauteloso hacia adelante. —Todas menos la cena. Nos
informaron que ella misma se ocuparía de eso hoy.
— ¿Quién dijo eso? —Cree exigió tan severamente que Flanna saltó de miedo.
Flanna se apresuró a decirle. —La vieja Mary.
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El highlander prohibido

Cree salió por la puerta tan rápido que a todos les llevó un momento darse
cuenta de que se había ido y murmurando entre ellos, volvieron a su trabajo.
Con fuertes pisadas, Cree se dirigió a la casa de la vieja Mary. ¿Podría la anciana
haber ayudado a Kirk y Torr? Se detuvo bruscamente cuando vio a Lucerna
discutiendo con Elsa fuera de su cabaña. No quería perder el tiempo en el asunto
y estaba seguro de que Elsa podía manejarlo, pero no podía ignorar la escena
caótica, especialmente con los aldeanos que permanecían en la curiosidad.
— ¿Qué sucede aquí? —exigió Cree cuando se acercó a las dos mujeres.
Lucerna se volvió hacia él, sus ojos enmarcados con lágrimas listas para caer.
—Mi cabeza palpita sin piedad. Necesito una poción para el dolor—. Lucerna
agarró el brazo de Cree con fuerza. —Por favor.
Su súplica lo sorprendió. No era común en ella suplicar, sin embargo lo hizo,
nunca le había suplicado. Ella siempre había exigido. La desesperación en su voz
también era algo desconocido para él. Se dirigió a Elsa para ordenarle que le
diera a Lucerna lo que necesitaba, pero la sanadora negó con la cabeza.
—Algo no está bien, no es normal que ella sufra tanto con estos dolores de
cabeza. La poción debería haberlos eliminado, o al menos aliviarlos, pero el
dolor no debería haber aumentado. Hay preguntas que debo hacer para poder
ayudarla mejor, pero ella se niega a hablar conmigo.
Sloan se acercó entonces, y Cree tomó la mano de Lucerna y la colocó en el
brazo del hombre sobresaltado.
—Te quedarás con Lucerna mientras Elsa habla con ella, luego la verás a salvo
en su habitación para que pueda descansar.
—Necesito la poción—le rogó Lucerna.
Elsa tomó la otra mano de Lucerna. —Te lo daré y luego hablaremos.
Sloan miró a Cree con ojos suplicantes. Sentarse con la molesta y exigente mujer
mientras hablaba con Elsa era un duro castigo, aunque supuso que podría haber
sido peor. Casi sacude la cabeza, porque nada podría ser peor que lo que estaba a
punto de sufrir.
Cree le lanzó una mirada ardiente y Sloan sintió su punción. Él asintió,
cumpliendo con la orden y acompañó a las dos mujeres a la cabaña, con los
dedos de Lucerna mordiéndole el brazo.
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El highlander prohibido

Cree ya se había dado la vuelta y casi había llegado a la casa de la vieja Mary
cuando la anciana salió de la nada y lo sobresaltó.
—Un buen momento para pasear, mi Señor—dijo la Vieja Mary con una sonrisa
arrugada.
Cree extendió el brazo, se inclinó y susurró: —Y conversar.
La apartó de los rostros curiosos hacia un lugar más apartado donde sacó la
nieve de un banco para que ella se sentara. Estaba de pie sobre ella, su amplia
espalda le impedía a nadie verla.
No tardó en preguntar: — ¿Por qué le dijiste a Flanna que Dawn estaba
preparando sus propias comidas hoy?
—Dawn está donde necesita estar en este momento.
—No me importan los enigmas. Quiero respuestas.
—Entonces ve a buscar a Dawn, porque a estas alturas ella las tiene.

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El highlander prohibido

55

—Hace diecinueve años me enamoré por segunda vez en mi vida—dijo


Kirk. —Algunos hombres pensaban que era sencilla—Kirk sonrió—, pero para
mí ella era hermosa y tenía el corazón más generoso. Desafortunadamente para
los dos, ella ya estaba casada. Sin embargo, eso no nos impidió amarnos. Hasta
que un día, ella me dijo que temía que su marido hubiera sospechado, y que
temía no solo por su propia vida sino también por la mía. Yo mismo habría
luchado contra el demonio para hacerla mía, pero se sintió obligada a cumplir su
acuerdo de matrimonio. Así que de mala gana la dejé ir.
Dawn sintió un golpe en su corazón. Ella estaba familiarizada con el dolor que él
sufría, porque nunca podría estar realmente con Cree, nunca sería su esposa. Al
menos, sin embargo, ella podría quedarse con él. Ella no sabía si podría soportar
el dolor de estar separada de él para siempre. Solo el pensamiento envió una
sensación de pérdida tan fuerte a través de ella que se estremeció.
—Me enteré meses después de que ella había dado a luz a una hija, y me
pregunté si la niña sería mía. Cuando supe que la muchacha podía hablar y tenía
los ojos azules de su padre, supe que la criatura no era mía—. Kirk contuvo las
lágrimas que se acumulaban en sus ojos oscuros.
Torr habló mientras su padre se componía.
—Tenía diez años en ese momento y no me preocupaba el sufrimiento de mi
padre, aunque mi hermana Teressa, que apenas tenía seis años, parecía entender
que algo estaba mal.
—Ella trató de aliviar mi dolor—dijo Kirk. —Ella era una niña tan amorosa. No
conocía el verdadero dolor hasta que perdí a mi Teressa. Ella murió hace dos
años de una enfermedad repentina. No hay nada más doloroso que ser incapaz de
salvar a tu hijo—. Esta vez Kirk no pudo evitar que sus lágrimas cayeran.
—No hace mucho—dijo Torr—, un viejo amigo de mi padre, a quien no
habíamos visto en años, atravesó nuestras tierras y se detuvo a visitar. Él había
conocido a mi hermana y estaba desconsolado al escuchar que ella había muerto.
Luego nos contó de una mujer joven que había conocido, que había sufrido la
misma aflicción que Teressa. Ni mi padre ni yo, pensamos mucho al respecto ya
que había otras personas que no podían hablar, aunque podían hacer un mínimo
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El highlander prohibido

de sonido. Este hombre había insistido en que la muchacha que había visto era
exactamente igual a Teressa.
—Fue cuando supe que la muchacha vivía en la tierra del Conde de Carrick, me
puse más curioso—dijo Kirk. —Verás que la mujer de la que me enamoré era
Ann Gerwan, la esposa del conde de Carrick.
Dawn miró a Kirk con los ojos muy abiertos.
—Decidí que era hora de ver a esta muchacha por mí mismo, así que Torr y yo
viajamos aquí con el único propósito de encontrarte. La tormenta de nieve fue
enviada por Dios, aterrizando justo donde necesitábamos estar. Tú te pareces
mucho a mi hija Teressa, mi esposa y Ann tenían características similares.
Dawn siguió mirando al hombre que bien podría ser su padre, también en shock
para hacer algún gesto.
—Me sorprendió la primera vez que vi las similitudes, y me molestó que te
hubieses visto forzada a convertirte en amante de Cree.
La mano de Dawn se alzó, impidiendo que Kirk siguiera avanzando y sacudió la
cabeza con firmeza, queriendo que entendiera que Cree no la había forzado. Ella
se había unido voluntariamente con él. La mirada dudosa en sus ojos la inquietó
y así dejó en claro lo que sentía por Cree.
Con gestos lentos y precisos, hizo saber a los dos hombres que amaba a Cree.
Ninguno de los dos sonrió. Fue Torr quien finalmente dijo:
— ¿Pero él te ama lo suficiente como para dejarte ir?
La frente de Dawn se arrugó en confusión y ella negó con la cabeza.
—La razón por la que alguien te quiere muerta es porque han descubierto tu
verdadera identidad—dijo Kirk. —Una de las dos personas que podrían ser
responsables son Gerwan o Lucerna. Si Lucerna lo sabe, podría ser la culpable,
pues ella perdería todo si se revelara la verdad. Y si Gerwan lo sabe, entonces
teme que no tenga poder de negociación para retener sus tierras, ninguna hija
con la que casar a Cree.
Dawn sintió que comenzaba una semilla de emoción y sonrió cuando ella hizo
un gesto... Kirk levantó la mano para detenerla.
—Sé lo que estás pensando de que si eres mi hija, ya no eres una campesina,

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El highlander prohibido

entonces existe la posibilidad de que tú y Cree puedan casarse.


Ella asintió lentamente, con la esperanza desesperada de que fuera posible,
aunque un pensamiento la asaltó... ¿querría Cree casarse con ella?
Kirk vaciló. —No eres mi hija legítima, por lo tanto, el Rey podría negarse a
reconocerte, y con Cree obteniendo un título y poder, tener una esposa bastarda
podría no ser de su agrado.
Una punzada en el corazón de Dawn hizo que luchara contra el rechazo
sugerido. Aunque el amor de Cree era silencioso, no dudaba que él la amara.
¿Pero era ese amor era lo suficientemente fuerte como para que él aceptara a una
bastarda como su esposa?
—Hay algo más que debemos considerar... tu verdadera madre—dijo Kirk. —Su
vida podría estar en peligro. Ella es la única persona que podría verificar que
eres la hija de Gerwan, y temo por su vida.
Dawn sintió una sensación de protección hacia la mujer que dio a luz. Tal vez
fue porque ella llevaba al bebé de Cree, y entendió el instinto maternal de
proteger. Había una parte de ella a la que le gustaría conocer a la valiente mujer
que había salvado su vida tan desinteresadamente.
—Pensé que al eliminarte como una amenaza, podría salvar tu vida y la de Ann
—dijo Kirk sonando incierto. —Pero para eliminar completamente la amenaza—
hizo una pausa y respiró—, necesitarías casarte de inmediato. Tu matrimonio te
eliminaría como amenaza y protegería a Ann. Tengo un buen hombre en mente
para ti. Él te tratará bien y tendrás una buena vida con él.
Dawn se levantó tan rápido que su silla voló hacia atrás y cayó al suelo. Ella
agito sus manos De ida y vuelta con firmeza y negó con la cabeza con la misma
furia.
—Es la única manera—dijo Kirk como si quisiera algo diferente.
Ella le hizo un gesto repetidamente para que la llevara a casa.
—Estás en casa, Dawn—dijo Kirk. —Debes ser fuerte como Ann. Así es como
deben ser las cosas.
Dawn sacudió la cabeza e hizo un gesto lento y lo suficientemente claro para que
Kirk entendiera, que para ella no era su padre, porque un padre no le causaría
tanto dolor a su hija. Él obviamente la entendía desde que retrocedió, como si

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El highlander prohibido

ella lo hubiera abofeteado.


—Soy tu padre y como padre que ama a su hija, hago lo que es mejor para ti, lo
creas o no. Te estoy ofreciendo una oportunidad para una buena vida, por favor,
piénsalo.
Dawn se negó a resignarse al plan de Kirk y ella se lo hizo saber. Ella le hizo
saber que Cree vendría por ella y la llevaría a casa.
Kirk se puso de pie. —Para entonces estarás casada y no habrá nada que él
pueda hacer al respecto. Descansa un poco, nos vamos en unas horas.
Dawn deseó tener una voz, ya que nunca había querido gritar tanto en su vida.
¿Cómo se atreve Kirk McClusky a entrar en su vida para afirmar que él es su
padre y obligarla a casarse con un extraño por su propio bien? Estaba agotada y
furiosa por tener que seguir órdenes, ella debería tomar sus propias decisiones.
Les dio la espalda a los dos hombres, no pudiendo mirarlos sin enojarse más.
Ella no quería tener nada que ver con ninguno de ellos. Quería ir a casa con Cree
y decirle todo lo que había aprendido, y ver si podían encontrar una solución a
este dilema cada vez mayor juntos.
Con el engaño que Kirk había jugado a Cree, ella temía que no la alcanzara hasta
que fuera demasiado tarde. ¿Podría ella de alguna manera retrasar su partida? Se
sintió aliviada cuando se volvió para ver que los dos hombres se habían ido.
Había estado tan absorta en sus pensamientos que no los había oído irse.
La cama la sedujo, pero ella se sacudió la fatiga. No podía perder el tiempo en
dormir, tenía que permanecer alerta y lista en caso de que tuviera la oportunidad
de escapar. Su estómago protestó repentinamente y se dio cuenta de que, aunque
no tenía hambre, la criatura pensaba de manera diferente y necesitaba alimento,
así que tomó un trozo de pan y queso.
Ella acababa de regarlo con sidra caliente cuando la puerta se abrió y Torr entró.
—Nos vamos ahora—ordenó, agarró su capa y se la arrojó. La repentina partida
solo podía significar una cosa. Cree estaba en camino. Se puso la capa y ocultó
su sonrisa mientras precedía a Torr por la puerta.
Una vez más, fue plantada frente a Torr en su caballo, eliminando cualquier
posibilidad de escapar. Mantuvieron un ritmo relativamente rápido considerando
la nieve en el suelo y le preocupaba que Cree no pudiera encontrarlos. Pensó en
posibles formas de frenarlos, fingiendo sentirse mal, pero rápidamente lo
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El highlander prohibido

descartó. Ella dudaba que alguien la creyera.


Los pensamientos de su bebé de repente llenaron su cabeza. Sería un bastardo
como ella. ¿Tendría que preocuparse por su vida como Kirk por ella? ¿Habría
quienes lo quisieran muerto? Lucerna sin duda lo sentiría una amenaza.
Más importante aún, ¿qué hay de Cree? Le había dicho que tomara la poción que
Elsa le había dado para evitar que se quedara embarazada. ¿Fue porque no quería
un hijo bastardo? Si eso fuera cierto, ¿estaría mejor si aceptara la oferta de Kirk
y se casara con su amigo? Su hijo estaría entonces seguro y bien protegido.
La idea de no volver a ver a Cree de nuevo era como un cuchillo en su corazón y
no pudo evitar pensar que su madre debió haber sentido lo mismo cuando se
despidió de Kirk. ¿Pero podía ser tan fuerte como su madre?
Las lágrimas picaron sus ojos. Amaba a Cree con todo su corazón, pero también
amaba al hijo que crecía dentro de ella. Ella nunca tuvo una opción antes. Nunca
había habido ningún lugar donde ella pudiera ir. Ahora tenía otra opción, una en
la que ella y la criatura estarían a salvo. Ella no quería tener que elegir, pero tal
vez no tuviera otra opción.
El caballo se detuvo repentinamente y ella levantó la vista y no pudo evitar
sonreír. Allí, a unos pocos metros de distancia, había un claro, donde estaba
Cree, sentado sobre su semental, y detrás de él, había una considerable tropa de
guerreros. Se dio cuenta de que algunos de los guerreros McClusky se
bendijeron y ella podía entender por qué. Cree estaba todo de negro y tenía la
mirada más malvada, como si estuviera listo para matar a todos y cada uno de
ellos con una sola mano. Su mandíbula estaba apretada, sus fosas nasales
ensanchadas y sus ojos oscuros parecían llenos de veneno. Estaba más que
enojado.
Kirk montó junto a Torr y miró a Dawn. —Piensa como sería tu futuro con él, en
contra de lo que te ofrezco.
—No importará—Torr, sorprendiendo a su padre, aunque no a Dawn. Ella
entendió a lo que se refería. —Cree no la dejará ir y no tenemos suficientes
guerreros para luchar contra él.
Cree guió a su caballo hacia adelante mientras sus hombres esperaban donde
estaban. Cuando se puso a unos metros frente a Torr, se detuvo y miró al
hombre.

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El highlander prohibido

—Tienes algo que me pertenece. Déjame advertirte que si decides comenzar una
guerra por esto, voy a masacrar a cada uno de ustedes, y luego reclamaré tu
tierra como mía.
—No quiero una guerra contigo, Cree—dijo Kirk, —aunque sí quiero lo mejor
para mi hija.
—Dawn tiene lo mejor para ella... yo.
— ¿Amas a Dawn? —preguntó Kirk.
Dawn sintió que se quedaba sin aliento. Cree nunca le había dicho que la amaba,
aunque ella nunca dudó que lo hiciera. Mostró su amor de muchas maneras
diferentes y cada vez que le decía que ella le pertenecía, parecía como si
estuviera diciendo que te amo. Pero sería maravilloso escucharlo decirlo. Ella
casi se rio ante el pensamiento irónico, después de todo, él nunca lo oiría decir
esas palabras.
—Eso es entre Dawn y yo—espetó Cree.
—Cuando un hombre ama a una mujer, no tiene problemas para admitirlo—dijo
Kirk.
—No voy a discutir esto aquí y ahora—dijo Cree con severidad. —Devuelve lo
que es mío y te dejaré vivir.
— ¿Y si ella no quiere ir contigo? —preguntó Kirk.
Cree le lanzó a Kirk una mirada tan letal que Dawn casi esperaba verlo caer del
caballo.
—Ella no tiene opción—dijo Cree, como si se tratara de un decreto.
—Pero ella la tiene—insistió Kirk. —Le he proporcionado uno. La aceptaré
abiertamente como mi hija y la cuidaremos bien. Conozco a alguien que la
tomaría por esposa. Sería un matrimonio lucrativo para ella.
Cree pareció listo para lanzarse al hombre. Sus ojos oscuros se clavaron en él
como dagas afiladas cuando dijo:
—Escucha bien, McClusky, Dawn es mía y siempre será mía. No permitiré que
nadie, y quiero decir que nadie, ni siquiera el Rey mismo, la aleje de mí. Así que
harías bien en soltarla, porque deseo pasar una espada a través de ti y mi
paciencia se agota.

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El highlander prohibido

Dawn sintió que el brazo de Torr se apretaba alrededor de su cintura, aunque


solo fue por un momento. No le gustó que Cree amenazara a su padre, lo cual era
comprensible. Si algo no se hacía rápido, temía que hubiera un gran
derramamiento de sangre.
Ella se encargó de resolver el problema y comenzó a gesticular una y otra vez
diciendo que quería ir con Cree. No era una elección definitiva, ya que ella
todavía tenía que pensar en su bebé, pero era una opción para terminar este
enfrentamiento sin derramar sangre. Y no era mentira, en este momento ella
quería irse con Cree.
—Tu hija ha hablado—dijo Cree y acercó su caballo al de Torr.

Dawn apartó el brazo de Torr y se acercó a Cree. Se inclinó, deslizó su brazo


alrededor de su cintura y en un poderoso levantamiento la apartó de Torr y la
sentó frente a él en su semental.

Ella podría haber jurado que sintió un suspiro de alivio en su pecho mientras
descansaba contra él.
— ¿Estás bien? —susurró.
Ella asintió y su mano se aferró a su brazo, haciéndole saber que ella estaba
aliviada de finalmente ser devuelta a él.
Cree se volvió hacia Kirk y Torr.
—Ya no eres bienvenido en mi tierra.
Dawn le apretó el brazo. Ella ciertamente no estaba de acuerdo con el plan de
Kirk, pero le había hecho darse cuenta de que lo había hecho por amor. Además,
Cree tenía que ser consciente de lo que Kirk le había dicho.
Cree levantó una ceja interrogativa cuando la miró.
Señaló a Kirk, a ella, y luego le dio varias palmaditas en los labios.
Cree miró a Kirk. — ¿Le has dicho cosas que debería escuchar?
—Lo he hecho y sería beneficioso para ti saberlo también.
—Síganme de regreso a la aldea—instruyó Cree.

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El highlander prohibido

—No creo que sea una buena idea—dijo Kirk. —Cuando escuches lo que tengo
que decir, entenderás mi preocupación. Hay una cabaña donde podemos
detenernos y hablar, si estás de acuerdo.
Cree asintió y antes de alejar su caballo, miró a los dos hombres.
—Deben saber, que si se atreven a intentar quitarme a Dawn otra vez, los mataré
en el acto.
Dawn se estremeció mientras se alejaban, porque ella sabía que él lo decía en
serio.
Él la envolvió con más fuerza y la abrazó con fuerza. Ella se acurrucó contra él,
bebiendo y saboreando su aroma familiar. Ella se sorprendió de que él
permaneciera callado. Ella pensó que él podría preguntarle sobre lo que había
sucedido, pero él no dijo nada, aunque su mano le apretaba la cintura de vez en
cuando como asegurándose de que ella realmente estuviera allí con él.
Después de recorrer una corta distancia, Dawn se adormeció. El relajante y firme
andar del caballo, y el calor de Cree, que era como estar envuelta en una manta
de lana suave. No importaba cuánto lo intentara, no podía mantener los ojos
abiertos. Entonces recordó que no había dormido mucho. Cree sintió el momento
en que Dawn se durmió, su cuerpo se aflojó contra el de él. Se alegró de que ella
durmiera. Se había preocupado al verla, pensando que se veía cansada y pálida.
Quería llevarla a casa, meterla en la cama y rodear la casa con guardias, para que
nadie pudiera acercarse a ella nunca más.
Todavía estaba tratando de contener su ira al escuchar que Kirk tenía la intención
de arreglar un matrimonio para ella. Tenía ganas de saltar de su caballo hacia el
hombre y estrangularlo. Le tomó toda su fuerza de voluntad mantener el control
y no sucumbir al abrumador deseo de herir al hombre que le había causado tanta
angustia.
Pero Kirk tenía respuestas y estaba agradecido de que Dawn lo hubiera hecho
consciente de eso. Quería saberlo todo, porque en algún lugar de todo eso tenía
la intención de encontrar una manera de hacer a Dawn su esposa.

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El highlander prohibido

56

— ¿Lucerna no es hija de Gerwan? —preguntó Cree, queriendo asegurarse


de haber escuchado a Kirk correctamente, ya que podría ser lo mismo que
necesitaba para negar el acuerdo de matrimonio.
Apenas entraron en la cabaña cuando Kirk comenzó a explicárselo todo. Cree
había escuchado atentamente mientras se desarrollaba la historia y con ella el
conocimiento de que podría haber una salida a este dilema. Había mantenido un
brazo firme alrededor de Dawn todo el tiempo, acurrucándola contra su costado.
Cuanto más escuchaba, más le gustaba lo que escuchaba.
—Eso es correcto. Gerwan no tiene herederos—confirmó Kirk.
— ¿De quién es la hija de Lucerna?
Kirk se encogió de hombros. —No lo sé.
—Ann Gerwan lo debe saber.
Kirk fulminó con la mirada a Cree. —No pondré a Ann en peligro.
—Es por eso que no quieres volver a la fortaleza. No quieres estar allí cuando
llegue Gerwan.
Kirk asintió. —Podría ser un problema no solo para Ann, viéndome después de
todos estos años, también sería un problema ver a la hija que ella ha regalado.
Supongo que ella no sabe que Dawn está aquí.
—En cualquier caso, ella es la única persona que podría arrojar más luz sobre la
situación—dijo Cree.
—Y en el proceso condenarse a sí misma—dijo Kirk, sacudiendo la cabeza. —
No se sabes lo que ese bastardo de marido le haría si descubriera que no tiene
herederos legítimos, y que podría ser despojado de su título y sus tierras.
—No soy un idiota, Kirk. Todo esto puede manejarse en silencio hasta que
sepamos exactamente con qué estamos tratando. Ann Gerwan puede ser más
propensa a confiar en ti, si te acercas a ella de manera confidencial y pides la
verdad. Y no me digas que no quieres volver a verla. Es obvio que todavía la
amas.

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El highlander prohibido

—Él tiene un punto, Da—dijo Torr. —Podría ser sabio hacer lo que él sugiere.
Los aldeanos creen que la secuestré. Eso podría presentar un problema—
preguntó Kirk. — ¿Cómo explicamos eso?
—Eso se explica fácilmente—dijo Cree. —Estabas preocupado por la seguridad
de Dawn, y decidiste alejarla de la aldea hasta mi regreso. Me encontré con tu
mensajero en el camino, luego nos encontramos, Dawn y yo te agradecimos por
haberla protegido. Y regresamos juntos a la aldea.
— ¿Qué hay de todos en el pueblo sabiendo que reclamé a Dawn como mi hija?
—Hija perdida hace mucho tiempo—corrigió Cree—, que podría ser útil para
nosotros. —Con tanta atención sobre ella, podría ser más difícil acercarse a ella
para aquellos que desean lastimarla.
—Hay otro problema que debe abordarse—dijo Kirk con seriedad. —Como el
padre de Dawn, no puedo permitir que tu enlace con ella continúe
descaradamente.
Dawn se apretó más contra Cree, y su brazo se apretó alrededor de ella. Ella
había escuchado el intercambio con interés, pero una vez más se sentía excluida,
como si estos hombres solos determinaran su destino. El pensamiento no le sentó
bien, ni tampoco la idea de que Cree y ella se mantendrían separados.
—Esa no es tu elección—dijo Cree.
—Sí, es mi elección y eres plenamente consciente de ello—dijo Kirk con calma.
—¿Qué tipo de padre sería si me quedara sin hacer nada? Tú, tú mismo, no me
tendrías respeto.
—Dawn y yo no nos separaremos—dijo Cree con vehemencia.
Dawn había escuchado bastante. Hablaron de su destino justo en frente de ella y,
sin embargo, nunca se molestaron en preguntarle qué quería. Para empezar,
Colum la había obligado a ir a Cree, y ahora el hombre que decía ser su padre
insistía en alejarla de Cree. Pero nadie pensó nunca en ella.
Ella salió de los brazos de Cree y se alejó de él. Él fue a buscarla y ella le apartó
la mano. Un ceño fruncido advirtió que él no estaba contento con su acción, y
ella le devolvió el ceño fruncido con uno de los suyos, haciéndole saber que ella
tampoco estaba contenta. Su ceja se alzó, incrédulo ante su reacción. Dawn
señaló a cada uno de ellos, luego golpeó su pecho con fuerza, luego su oreja, y

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El highlander prohibido

una vez más los señaló, aconsejándoles que mejor la escucharan. Los tres
hombres la miraron sorprendidos u obedientes, no importaba. Ella tenía la
intención de expresarse.
Con gestos templados para que pudieran entenderla, ella comenzó, aunque no
tardó mucho en volverse inflexible, y volverse obvio para todos, por qué estaba
enojada. Les hizo saber que estaba cansada de ser dictada y que tomaría sus
propias decisiones a partir de este momento. Si a alguno de ellos no le gustaba, a
ella no le importaba. Haría lo que tuviera que hacer para cuidarse. Lo había
hecho antes de que llegaran y lo haría de nuevo.
Kirk fue el primero en hablar cuando sus manos se volvieron silenciosas.
—Estoy orgulloso de que seas tan valiente y seas autosuficiente, pero estás en
peligro y necesitas protección.
—Padre tiene razón—se unió a Torr. —Si alguien no estuviera dispuesto a
lastimarte, estaría de acuerdo contigo. Así pensaría Teressa. Su naturaleza era
muy parecida a la tuya. Pero estás en peligro y debes tener eso en cuenta.
Dawn sintió una punzada de dolor por no haber conocido a su hermana. Hubiera
sido bueno haber pasado tiempo con alguien como ella. Sin duda, se habrían
comprendido mejor que nadie.
—No podemos perder más tiempo aquí discutiendo esto—dijo Cree. Quiero que
Dawn vuelva a casa a salvo antes de que llegue Gerwan. Podemos resolver esto
allí.
Kirk y Torr estuvieron de acuerdo y, antes de que Dawn supiera lo que estaba
pasando, montaron sus caballos y se dirigían a casa.
Dawn conocía bien a Cree y ella podía sentir que estaba molesto. Mientras que
su ceño fruncido no era tan profundo, un leve roce entre sus ojos había
permanecido. Cuando ella apoyó la mano en su brazo envuelto cómodamente
alrededor de su cintura, sintió que los músculos se apretaban con fuerza. Ella
esperó, sabiendo en cualquier momento que él tendría algo que decirle.
Efectivamente, se inclinó y susurró:
—Buen discurso, pero no cambia nada. Tú eres mía y seguirás siendo mía.
No era que a ella no le gustara ser suya, después de todo lo amaba, sino que le
molestaba ser ignorada permanentemente. ¿Ni siquiera pensó en lo que ella

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El highlander prohibido

había dicho? ¿No le importaba lo que ella quería? ¿Era lo que él quería su única
preocupación?
Agitada, sintió la necesidad de alejarse un poco de él, se separó su pecho y, sin
darse cuenta, le quitó la mano del brazo. Cree tiró de ella contra él, y apoyó la
cara junto a la de ella mientras susurraba:
—No te alejes de mí. Hago lo que hago para mantenerte a salvo. Si estás enojada
conmigo por eso, que así sea, pero eso no cambiará... ni ahora, ni nunca.
¿Cómo podía estar enojada con él por querer mantenerla a salvo? Sus acciones
continuaron demostrando cuánto la cuidaba, aunque ella deseaba que él le
prestara más atención a sus deseos. Tal vez ella no se había hecho oír lo
suficiente.
Ella le dio un golpecito en el pecho y se volvió para mirarlo.
—No te molestes en discutir conmigo, no ganarás.
Sus palabras la enojaron. Sonaba como si hubiera entregado un último decreto.
Ella arqueó una ceja y lo golpeó en el pecho.
—No aquí, no ahora—dijo con un gruñido.
Ella gesticuló con firmeza, golpeando el espacio entre ellos y encogiéndose de
hombros, queriendo saber si no era aquí y ahora, ¿cuándo?
—Más tarde, cuando estemos solos, aunque hay poco que puedas decir que
marque una diferencia.
Quizás él tenía razón. Su palabra era ley, aunque eso no significaba que ella no
pudiera expresarse, hacerse oír, y hablar por sí misma. No es que importara
mucho, ya que poco de lo que ella dijera probablemente se consideraría, pero
sentía la necesidad de hacerlo. Puede que no tenga voz, pero eso no significa que
no pueda hacerse escuchar.
Llegaron a casa tarde en la noche. Cree la llevó a su cabaña y le dijo que
volvería más tarde. Ella no discutió con él, y no le importó que los hombres
pudieran hablar sin ella. Al final, él tendría que contarle.
Ella no le hizo ni una seña a Cree, simplemente se giró y se alejó de él, y entró
en su casa sin mirar atrás. Ella se derrumbó contra la puerta tan pronto como la
cerró. Estaba agotada. Había dormido y comido poco desde que comenzó esta
terrible experiencia. No había duda de que el dilema se volvería más difícil.
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El highlander prohibido

Todo lo que quería hacer era caer en su cama y dormir, y olvidarse de todos sus
problemas por un tiempo. Apenas se había alejado de la puerta y había dejado
caer la capa sobre una silla cuando alguien llamó a la puerta. No podía ser que
Cree regresara tan rápido. Además, nunca anunció su entrada.
Dawn abrió la puerta a regañadientes, no queriendo molestarse con nadie en este
momento. La vieja Mary estaba allí.
—Lila te necesita, el bebé Thomas se ha enfermado.
Dawn no se molestó en agarrar su capa. Ella estaba fuera de la casa en un
instante solo para ser detenida por un guardia con el que no estaba familiarizada.
—Cree ha dejado órdenes estrictas de que no vayas a ningún lado.
La vieja Mary explicó la situación, pero el guardia se negó a dejarla pasar.
—Tengo órdenes—dijo. —Debes regresar a la cabaña.
Eso fue todo. Dawn no soportaría ni un instante más que le dijeran que hacer, y
su ira finalmente explotó, tal como esperaba. Ella hizo un puño y se volvió hacia
el guardia con toda su fuerza y lo envió tropezando para caer en una nevada. Le
dio tiempo suficiente para correr.
Era tarde y no había nadie cerca. Sus pies botados volaron por el camino
cubierto de nieve. Ella temía por Lila y el bebé Thomas. Muy a menudo ella
había visto morir a sus hijos antes de llegar al primer año y rezó para que no
fuera el destino de Thomas.
Estaba a pocos metros de la cabaña de Lila cuando, de repente, recibió un
violento golpe desde un costado. El shock inicial la aturdió y la tiró al suelo,
pero cuando vio la daga preparada en el aire lista para atacar, todo en lo que
podía pensar era en proteger al niño dentro de ella. Su creciente ira se convirtió
en pura rabia y luchó como solo una madre podía proteger a su hijo.
Su reacción tomó a su atacante con la guardia baja, y agarró la muñeca del
hombre para mantener controlada la daga. Lucharon y Dawn pronto se dio
cuenta de que su fuerza superaba con creces la de ella, y no estaba segura de
cuánto tiempo podría evitar que él le hiciera su daño. Siendo tan tarde, no había
nadie, así que solo tenía que confiar en ella. Con ese pensamiento, se convirtió
en una gata salvaje, saltando y pateando mientras luchaba para evitar que él la
golpeara con la daga. Se las arregló para empujarlo, se puso de pie y corrió,
cuando de repente sintió un golpe en su costado. Su mano presionó contra el
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El highlander prohibido

dolor, sintió un calor pegajoso y supo que había sido herida.


Sabía que otro golpe podría resultar fatal, por lo que se dio la vuelta y dio un
brusco paso hacia un lado. El culpable se sobresaltó y se detuvo demasiado
repentinamente, y al tratar de evitar caer fue imprudente. Se retorció en un
intento de salvarse y cayó sobre su propia daga, aunque se puso de pie y salió
corriendo más rápido de lo que ella creía que su herida permitía.
El dolor en su costado era menor, pero cuando miró hacia abajo se sorprendió al
ver sangre cubriendo su mano, su blusa y la parte superior de su falda también
estaban empapadas. Su primer pensamiento fue su bebé. Ella no podía perder al
hijo de Cree... su hijo.
Ella no podía.
Un rugido salvaje hizo temblar el suelo a sus pies, y cuando levantó la vista, vio
a Cree corriendo hacia ella. Apareció casi como una bestia salvaje en el alboroto
y por un momento ella pensó en alejarse de él.
Entonces su mente se aclaró y ella silenciosamente lloró de alivio. Él la ayudaría
a ella y a su hijo. Él salvaría a su hijos él tenía que hacerlo. Extendió su mano
ensangrentada hacia él y dio solo un par de pasos cuando sus piernas se
volvieron demasiado débiles para sostenerla. Ella bajó, preparándose para el
golpe en el suelo duro, pero nunca llegó. Cree la atrapó, sus brazos la rodearon,
abrazándola con firmeza mientras él fácilmente la levantaba en sus brazos y la
abrazaba.
Él no le dijo ni una palabra. Corrió a su cabaña, sus gritos llenaban el aire frío.
La gente corrió a sus órdenes mientras se fue. Ella lo escuchó gritar por Elsa y
por sus guerreros para encontrar al bastardo que le hizo esto.
Ella sintió que su ira reverberaba en su pecho con cada orden que él gritaba y,
curiosamente, se sentía calmada. Ella estaba en segura en sus brazos, y eso era lo
que importaba. Ella creyó escuchar la voz ansiosa de Sloan, y la de Elwin
también. ¿Era esa Lila? No, Thomas estaba enfermo y ella no lo dejaría. Ese
pensamiento la hizo preguntarse cómo estaría Thomas. Él era tan pequeño y
vulnerable. Seguramente, Elsa lo estaría ayudado como lo haría con la criatura
que crecía dentro de su vientre.
Dawn oyó a Cree patear la puerta de su cabaña, y ella esperó que él no la hubiera
roto. Ella estaba empezando a querer su cabaña. Después de todo, fue donde se

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concibieron a su hijo.
Su hijo.
Ella tenía que decirle a Cree que llevaba a su hijo.
La depositaron suavemente en su cama y su único pensamiento fue decirle a
Cree que él sería un padre el verano que viene. Aunque la mirada preocupada en
sus ojos cuando miró la herida le hizo pensar que quizás era demasiado tarde
para salvarla a ella y al bebé.
Dawn negó con la cabeza. Ella no podía morir. Ella lucharía por ella y su hijo.
Además, Cree nunca la dejaría ir. Ella le pertenecía y él nunca lo permitiría.
Ella extendió su mano hacia él, necesitando dejarle saber.
Cree lo agarró. —Elsa estará aquí en cualquier momento y todo estará...
Ella sacudió la cabeza y presionó su mano contra su estómago, mientras
levantaba la otra mano y se señalaba a sí misma, luego a él, y luego presionaba
su mano contra su estómago.
Cree ya tenía un ceño fruncido y se hizo más profundo, y a ella le preocupaba
que él no la entendiera, luego sus ojos se agrandaron, como si finalmente hubiera
caído en la cuenta de él.
— ¿Estás embarazada?
Ella asintió y luchó por mantenerse consciente, pero la oscuridad se estaba
cerrando rápidamente a su alrededor. Ella lo escuchó gritar su nombre, pero fue
como si ella estuviera cayendo por un profundo y oscuro agujero, alejándose
cada vez más de sus súplicas para que ella permaneciera con él, hasta que la
oscuridad la envolvió por completo.

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El highlander prohibido

57

—Haz algo, ella lleva un hijo mio—gritó Cree cuando Elsa entró en la
habitación. Se agachó junto a la cama, su mano aún descansaba sobre su
estómago y su otra mano acariciando su frente. —No puedo perderla—. Él
sacudió la cabeza y repitió. —No puedo perderla—. Él dirigió una mirada
amenazadora a Elsa. —Te haré pagar en el infierno si ella muere.
—Amenazarme no la ayudará a ella, ni a tu hijo—dijo Elsa con calma. —Ahora,
por favor, hazte a un lado y déjame ver su herida.
Cree a regañadientes hizo lo que le pedía, ya que Elsa era la única capaz de
salvarla, y sabía que haría todo lo posible para asegurarse de que Dawn viviera.
Después de solo un par de segundos de examinar la herida, Elsa dijo: —Necesito
que me ayudes a quitarle esas prendas empapadas de sangre.
Cree no lo dudó. Se puso a trabajar con Elsa quitándole las prendas a Dawn,
aunque no fue fácil, las áreas sangrientas se negaban a salir. Una vez que
terminaron, Elsa le hizo deslizar un paño limpio por debajo del lado herido, y
luego se puso a limpiarlo.
Cree permaneció cerca observando a Elsa, y esperando la noticia de que la mujer
que amaba viviría. No sabía qué haría sin Dawn. Ella se había convertido en su
vida, y él no quería pensar en un futuro sin ella. Ella le devolvió la sonrisa a su
rostro, le devolvió la risa, y él no había tenido de ambas durante mucho tiempo.
Además, él ya no podía dormir sin ella a su lado.
Él presionó su mano contra su pecho, de la forma en que ella lo hacía para
decirle que lo amaba. Maldita sea, maldita sea, maldita sea si su corazón no le
pertenecía, cada latido y su alma, los había perdido por ella también, porque no
había nada que él no hiciera por ella. Esta hermosa mujer sin voz era toda su
vida, y jamás sería de otra forma.
Elsa limpió bien el área lesionada, y cuando dejó caer el paño en el segundo
cubo de agua limpia, miró a Cree y sonrió.
—Ni siquiera necesita una puntada. El arma no tocó algún área vital. Era un
pequeño corte, aunque la preponderancia de la sangre hacía que pareciera mucho
peor. Algunas heridas sangran más que otras, no puedo saber por qué.

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El highlander prohibido

—Entonces, ¿por qué se desmayó? —preguntó Cree aliviado, aunque todavía


preocupado.
Elsa negó con la cabeza.
—No puedo decir bien por qué, aunque llevar a un bebé puede cansar demasiado
a una mujer, y con todo lo que Dawn ha pasado, este último incidente pudo
haber sido demasiado para ella, por lo que instintivamente se desvaneció en un
descanso necesario.
— ¿La criatura está bien? —una vez más, preguntó con preocupación, no
queriendo que Dawn se despertara y descubriera que había perdido a su hijo.
Ella lo conocía bien y sabía que tan pronto como se enterara de su hijo, él los
protegería a ambos y no la decepcionaría.
—Dawn es fuerte y mantuvo a tu hijo a salvo. Tanto la madre como el niño lo
hacen bien hasta el momento—le aseguró Elsa.
—La atenderás a diario—ordenó Cree.
Elsa sonrió. —Si ese es tu deseo, mi Señor, lo haré, aunque no creo que Dawn
esté de acuerdo contigo. Lo ha hecho bien desde que se dio cuenta que estaba
embarazada, y no tengo dudas de que continuará haciéndolo.
— ¿Sabías que ella estaba embarazada y nunca me lo dijiste? —dijo Cree con un
toque de ira.
—No tenía derecho, mi Señor. Era el deseo y obligación de Dawn contárselo, no
mío.
Cree estaba listo para rebatir, aunque calló. Elsa tenía razón. Dawn hubiera
querido decírselo y, aunque le preocupaba esa posibilidad, también se había
preguntado cómo sería un hijo suyo. Con la vieja Mary diciéndole que tendría
muchos hijos y solo una hija, él sabía que esos hijos nacerían de Dawn y él,
porque hacían el amor tan a menudo que Dawn siempre estaría embarazada.
—Eres una buena sanadora, Elsa—dijo Cree.
—Y tú, mi Señor, serás un excelente padre. Ahora sugeriría que Dawn no se
quede sola hasta que finalmente se despierte, luego debería descansar, aunque
me atrevería a decir que se levantará rápidamente. Nada parece retenerla.
— ¿Necesitará descansar? —preguntó Cree, listo para ordenarlo si debía hacerlo.

173 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Dawn no se arriesgará a dañar a la criatura. Hará lo que debe sin que se lo


ordenen.
—Dawn encuentra la manera de hacer las cosas, y hace más lo que quiere, que lo
que debe—dijo Cree con orgullo.
—Entonces déjala ser, porque ella sabe que es lo mejor. Volveré mañana por la
mañana y la controlaré, pero no anticipo ningún problema. La herida estará
sensible, aunque se curará lo suficientemente rápido y dejará una pequeña
cicatriz, nada más.
—Bendigo el día en que te encontré, Elsa—dijo Cree con aprecio.
—Tal como yo, mi Señor—dijo Elsa con un movimiento de la cabeza y se
despidió.
Sloan llegó poco después para hacerle saber a Cree que aún no habían
encontrado al culpable, pero lo seguirían buscando. No se sorprendió cuando
Cree le informó que no se iría del lado de Dawn hasta que estuviera seguro de
que ella estaba bien.
Cuando la noche se asentó, Cree se sentó en la cama junto a Dawn y la observó
dormir. Deseaba que ella se despertara. Había tanto que quería decirle. Pero
necesitaba descansar, e incluso si se despertara, la conversación tendría que
esperar.
Cuidó el fuego y comió un poco de la comida que Flanna había traído, y le
aseguró a la mujer preocupada que Dawn estaría bien. Flanna insistió en dejar
algo de sopa junto al hogar para mantenerla caliente, por si Dawn despertaba.
Después de un último informe de Sloan, Cree finalmente decidió que era hora de
irse a la cama. Se metió en la cama junto a Dawn, y tuvo cuidado de no tocarle la
herida, pero no había forma de que pudiera dormir separado de ella.
Se estaba quitando la última prenda cuando giró y vio que sus ojos estaban
abiertos. Él no fue directamente a ella. Continuó desnudandose.
Era una criatura magnífica y no importaba cuántas veces Dawn mirara su cuerpo
desnudo, ella no podía quitarle los ojos de encima. Le encantaba mirarlo, aunque
tocarlo y saborearlo era definitivamente lo que más le gustaba. Fue esculpido a
la perfección y ella se preguntó si el niño, un niño, si ella creyera la predicción
de la vieja Mary, sería tan guapo como su padre.
Una vez que Cree terminó, se acomodó en la cama para descansar acostado cerca
174 | P á g i n a
El highlander prohibido

de ella.
— ¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre? Flanna dejó sopa. ¿Estás adolorida?
Puedo hacer que Elsa te traiga algo para eso.
Ella presionó su dedo en su boca para evitar que él hablara. Entonces ella tomó
su mano y la apretó contra su estómago, ansiosa por saber qué sentía por el bebé,
ya que recordó su expresión de sorpresa cuando se dio cuenta de lo que ella
había estado tratando de decirle.
—Has sido herida. Necesitas descansar. Hablaremos en otra ocasión.
Sacudió la cabeza obstinadamente, y señaló con el dedo hacia arriba y hacia
abajo, enfatizando que hablarían aquí y ahora. Tenía que saberlo y no podía
esperar. Ella tenía que saber si él quería a su hijo tanto como ella.
—Puede esperar—dijo, queriendo que ella descansara.
Ella sacudió su cabeza.
—Has pasado suficiente. Hablaremos mañana.
Ella sacudió la cabeza con más vigor. Ella no podía esperar tanto tiempo.
—Sacude la cabeza todo lo que quieras, nada cambiará.
La ira estaba a punto de explotar en Dawn y, para sorpresa de Cree, ella salió
corriendo de la cama, con un doloroso tirón a su lado que la hizo estremecer.
Disminuyó el paso, lo que irritó a Cree, y se acercó a la cortina que separaba las
dos habitaciones. La señaló mientras miraba a Cree.
— ¿Me estás diciendo que me vaya?
Dawn golpeó sus labios, luego señaló la cortina.
— ¿Me estás dando opciones? ¿Hablar contigo o irme?—preguntó incrédulo.
Dawn asintió, levantó la barbilla y cruzó los brazos sobre el pecho.
Cree se tendió en la cama, cruzando los brazos debajo de la cabeza.
—No voy a ninguna parte y no voy a hablar, así que mejor regresa a la cama.
La enfureció que no le diera otra opción, pero ella no tenía por qué acostarse con
él en la cama. Fue al hogar y se sentó frente a él, juntando las piernas delante de
ella. Su mente había estado tan alterada que se había olvidado de su herida, e

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El highlander prohibido

hizo una mueca por el dolor que sentía en su costado. Lo único que demostró su
dolor, fue el reflejo de sus hombros, y la mueca llena de dolor que hizo al estirar
los brazos para envolverse a sí misma alrededor de sus piernas.
Cree salió volando desde la cama a su lado cuando captó su reacción.
—Maldita sea, mujer, eres obstinada—. Él fue a buscarla y ella apartó sus manos
para golpear sus labios.
—Está bien—cedió. —Vamos a hablar, aunque brevemente.
Ella dudaba que su conversación fuera breve, pero si él quería creer lo contrario,
eso estaba bien con ella.
La levantó suavemente y la depositó en la cama con el mismo tierno cuidado,
luego se metió debajo de las mantas para sentarse a su lado. Él extendió la mano
para tomarla en sus brazos, y ella apartó sus manos y tocó sus labios.
Se inclinó hasta que la punta de su nariz tocó la de ella.
—No apartes mis manos cuando te toque.
Ella levantó la mano para responder, pero él la agarró.
—Bajo cualquier circunstancia.
Luego hizo algo completamente inesperado. Él extendió su mano sobre su
estómago.
— ¿Tu y el niño están bien?
Ella asintió.
— ¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?
Sus dedos contaron un mes.
— ¿Lo has sabido durante un mes?
Ella asintió, frunció el ceño y lo señaló, queriendo saber si él estaba enojado,
necesitaba saberlo. Cuando él no respondió de inmediato, ella pensó que no la
entendía, y ella volvió a hacer un gesto, pero él la detuvo. Apoyó la mano en su
estómago.
—Te oí. No estoy enojado. Estoy abrumado de alegría por que lleves a nuestro
hijo en tu vientre.

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El highlander prohibido

Nuestro hijo. Dawn sintió que se quedaba sin aliento. Estaba feliz de que ella
tuviera su hijo. Se quedó sin aliento otra vez, solo que esta vez con
preocupación, y le dio una palmadita en la mano que continuaba apoyada en su
estómago y buscó su rostro con ojos preocupados. Si él estaba feliz, ¿por qué
ella no lo veía en sus ojos?
Se inclinó y la besó suavemente, luego ahuecó su rostro en sus manos.
—Ojalá me hubieras dicho antes.
Dawn arqueó una ceja, confundida por su mezcla de alegría y enojo. ¿Estaba
realmente feliz o...?
Él sonrió y la besó de nuevo.
—Créeme. Estoy más contento de lo que nunca sabrás. Sin embargo,
rápidamente me di cuenta de que había fallado, y que rara vez fallaba, para
protegerte, no solo de que te lastimen, sino también de que te quedaras
embarazada mientras eres mi amante, y ahora no puedo proteger a mi hijo por
nacer también. Eso no es aceptable para mí—. Se detuvo un momento para
acariciar suavemente su mejilla con su dedo. —Dime. Sabías que ya estabas
embarazada cuando te dije que tomaras la poción para evitar esta situación, ¿no
es así?
Ya no tenía sentido esconderle la verdad, y entonces ella asintió.
—Podrías haber abortado a la criatura tomando la poción, pero elegiste no
hacerlo. Escogiste desobedecerme y proteger a nuestro hijo.
Ella asintió de nuevo. Él ahuecó su barbilla.
—Esta vez estoy agradecido de que me hayas desobedecido.
Ella le dio una palmadita en el pecho para hacerle saber que sentía lo mismo.
—Si bien deseo gritar las noticias para que todos lo sepan, primero hay mucho
que resolver—dijo, soltándose la barbilla.
Ella le hizo saber que estaba de acuerdo.
—Ahora hay posibilidades que no existían antes—. Tomó su mano de nuevo y se
la llevó a la boca para besarla. —Debo preguntarte algo muy importante.
Ella presionó su mano contra su oreja para hacerle saber que estaba escuchando.

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El highlander prohibido

—Necesito que me prometas que no importa lo que pase, no importa lo que


escuches, no importa lo que suceda en los próximos días o semanas, que confíes
en mí, nunca dudes de mí y que permanecerás a mi lado y no pensarás en
dejarme.
Se encogió interiormente, sintiéndose culpable por haber pensado ya en eso,
aunque fue rápida en cruzar su corazón y prometer. Para sellarlo, ella le dijo que
lo amaba, y que su mano iba de su corazón al suyo.
Él presionó su mano sobre la de ella.
—Tengo suerte de que me ames.
Ella sonrió, aunque parecía más una risa suave mientras asentía, como si le
dijera que era muy afortunado de que ella lo amara.
— ¿Crees que es gracioso que me sienta afortunado? —preguntó, haciéndole
cosquillas
Levantó las manos para evitar su ataque juguetón y se encogió por el dolor que
la atravesó.
—Maldición—murmuró Cree. —Olvidé tu herida.
Un bostezo la asaltó justo en ese momento, ya que por fin se sentía relajada.
Cree negó con la cabeza. —Estás cansada y necesitas dormir. Suficiente. Ya no
se habla, es hora de dormir.
Dawn no tenía intenciones de discutir con él. Él la ayudó a ponerse cómoda, y
luego la apoyó contra él cuando se estiró a su lado, asegurándose de que su
herida quedara intacta.
Otro bostezo golpeó a Dawn, ella estaba preparada para dormirse
instantáneamente. El problema comenzó cuando sintió a Cree endurecerse contra
su trasero. La fatiga no pudo evitar que su cuerpo respondiera al toque, y ahora
no había forma de ignorarlo.
Ella se movió contra él como si estuviera acomodándose, aunque era para
encajar bien contra su creciente dureza. Después de todo, una unión rápida
seguramente la ayudaría a dormir profundamente.
La mano de Cree presionó contra su estómago, como si quisiera evitar que ella
se moviera, y luego creyendo que de esa forma podría molestar a la pequeña

178 | P á g i n a
El highlander prohibido

criatura dentro de ella, movió su mano más abajo.


Un error definitivo.
Ella no esperó. Ella colocó su mano sobre la de él y la guio entre sus piernas.
—Estás demasiado cansada y ¿olvidas que estás herida? —susurró él, aunque
ella podía escuchar el deseo en su voz.
Ella sacudió la cabeza, y le posicionó la mano para profundizar y explorar.
Su gruñido en su oreja encendió su pasión aún más, y ella presionó su parte
trasera con fuerza contra su abultada ingle.
—Maldita sea—murmuró y tomó represalias deslizando su dedo dentro de ella.
Ella presionó su dedo contra su brazo, una vez, dos veces, tres veces.
—Te gusta eso, ¿verdad? —Le susurró al oído.
Ella se estremeció, su cálido aliento le hizo cosquillas en la oreja y asintió
vigorosamente.
—No levantarás un dedo o complicarás tu herida. Esta noche hago todo el
trabajo—él se rio y le acarició el cuello. —Aunque debo decir que este trabajo
me gusta mucho.
Hubo momentos en que Cree fue amable con ella, pero esta noche él le mostró
una dulzura que ella no sabía que existía. Él prodigó su cuerpo con besos,
caricias, suaves toques, y cuando estuvo listo para entrar, deslizó un brazo
debajo de su espalda para levantarla fácilmente mientras colocaba una almohada
detrás de su cabeza, luego la acostó con cuidado.
Ella silenciosamente suspiró con su tierna preocupación. Él se movió hacia abajo
entre sus piernas para separarlas con sus manos, tomándose su tiempo para
acariciar sus muslos y decirle...
—Eres tan hermosa y tan suave.
Se inclinó sobre ella y la penetró lentamente mientras sujetaba ambos brazos a
los lados de sus hombros y bajaba la cabeza para capturar sus labios con los de
él. Él se movió entonces, adquiriendo velocidad y ritmo, y ella lo agarró de los
brazos sin pensar en su herida y se encogió, sus ojos se cerraron contra el dolor.
Él se detuvo abruptamente y sus ojos se abrieron de golpe y ella negó con la

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El highlander prohibido

cabeza firmemente.
—No te muevas—ordenó bruscamente.
Ella asintió, temerosa de que él no terminara lo que comenzó, y de que ella no
pudiera soportarlo.
—Te dije que haré todo el trabajo.
Y él lo hizo.
Dawn llegó a su clímax, no una, sino dos veces, Cree se unió a ella en la
segunda. Apenas terminaron, la envolvió en sus brazos. Cerró los ojos y se
durmió.

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El highlander prohibido

58

Cree se despertó cuando salió el sol, contento de haberse quedado dormido


con Dawn en sus brazos. Se había quedado dormida al instante después de que él
le hubiera hecho el amor, y había dormido tranquilamente. Se había preocupado
de que su herida la despertara, pero la fatiga había sido más fuerte que su dolor,
y se alegraba de que ella hubiera descansado.
Todavía estaba un poco sorprendido por la noticia de que iba a ser padre.
También se sorprendió por la alegría que le había arrebatado cuando se enteró
del bebé. Nunca había conocido una sensación tan maravillosa, aunque quizás
era que jamás había conocido la felicidad. Desde que Dawn había entrado en su
vida, había conocido una felicidad infinita, junto con una gran cantidad de
preocupación y miedo.
Esa preocupación y temor lo habían atrapado poco después de enterarse del
embarazo, y el pensamiento de que podía perderlos a ambos, si no lograba
protegerla, lo había llenado con una inmensa ira. Estaba más decidido que nunca
de asegurarse que Dawn fuera su esposa. No dejaría que su hijo naciera bastardo.
También sabía que una vez que Kirk se enterara de la noticia, insistiría en que
Dawn se casara con su amigo, y eso nunca sucedería. Además de lo que Kirk le
había dicho, le había permitido solicitarle al rey que anulase el acuerdo de
matrimonio actual entre él y Lucerna, y arreglara uno entre él y Dawn. Pero
primero había secretos por descubrir e identidades por confirmar, y cuando
tuviera todas las pruebas que necesitaba, se pondría en contacto con el rey. Lo
único que temía era que el rey quisiera concesiones para que todos estuvieran
satisfechos. Se preguntó cuáles serían ellas.
Dawn se agitó, se acurrucó más contra él, y él le puso la manta sobre los
hombros. Había tanto que quería y necesitaba decirle, pero el momento no era el
correcto, lo más importante es que la situación no era la correcta. Él se culpó
mucho por eso.
Después de la muerte de su madre, no tuvo más remedio que poner a su hermana
en un convento, y había jurado que no dejaría que nadie dictara su vida. Había
trabajado, aunque mayormente había luchado duro, para llegar a este punto.
Ahora solo respondía al rey, y eso lo consideraba demasiado restrictivo.

181 | P á g i n a
El highlander prohibido

Sin embargo, lo que había aprendido era manipular a aquellos en el poder para
obtener lo que quería, y quería a Dawn, y nada lo detendría de tenerla como su
esposa.
El suave golpecito en su pecho lo hizo mirar hacia abajo a Dawn, sus ojos aún
no estaban completamente abiertos. Parecía como si mirara entre sus pestañas,
parecía verlo claramente, ya que ella levantó la mano para acariciar suavemente
el ceño fruncido entre sus ojos. Sacudió la cabeza. Ella no necesita saber sobre
los pensamientos que lo preocupaban.
Dawn pensó lo contrario.
Ella golpeó su pecho, luego el suyo y luego cruzó su corazón, recordándole que
él le había pedido a ella que le prometiera confiar en él. Ella golpeó su pecho de
nuevo y cruzó su corazón y se encogió de hombros, preguntándole si él prometía
confiar en ella. Entonces ella tomó su mano y entrelazó sus dedos con los suyos
y apretó con fuerza, como si reafirmara su compromiso mutuo.
—Me estás pidiendo lo que te pedí... que confíe en ti. Apretó su mano unida. —
Que somos uno y nada nos puede separar—. Le encantaba la forma en que ella
hablaba con sus manos, ya que la mayoría de las veces para hacerlo, ella lo
tocaba. Y él amaba cuando ella lo tocaba, ya sea inocente o apasionadamente, le
encantaba sentir sus manos sobre él.
Dawn asintió con una sonrisa.
—Nunca pensarías en dejarme, ¿verdad? —preguntó él, necesitando que ella
reafirmara que eran inseparables. No le gustaba el ceño fruncido que desaparecía
tan rápido como había aparecido en su cara. Se enojó, aunque en verdad era más
preocupante. — ¿Has pensado en dejarme?
Ella no era buena ocultándole sus pensamientos. Podía leer y escuchar a través
de su silencio demasiado bien. Ella le soltó la mano, le palmeó el estómago y
sacudió la cabeza.
— ¿Pensaste que no querría a la criatura? —preguntó, aunque ¿por qué no
pensar eso? Había exigido que ella tomara algo para evitar la concepción. ¿Qué
había esperado él que ella pensara? Entonces la verdad lo golpeó... ella lo habría
dejado para proteger a su hijo, y él se maldijo en silencio por ser tan tonto. —Tú
me habrías dejado para proteger a nuestro hijo. Su ceño se hizo más profundo.
—Eso significa que habrías aceptado la oferta de Kirk de casarte con su amigo.

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El highlander prohibido

Él le dirigió una mirada tan feroz que sintió una punzada de miedo.
—Nunca hubiera dejado que eso sucediera—sonrió y admitió con orgullo: —Lo
hubiera matado antes de que tuvieras la oportunidad de casarte con él.
Su punzada se disipó con su sonrisa y ella sacudió la cabeza y le dio un codazo
en las costillas.
Tomó su dedo y lo besó, luego llevó rápidamente sus labios a los de ella y antes
de besarla, dijo:
—Nunca dudes que quiero a nuestro hijo y nunca dudes de que somos uno.
Ella no tuvo oportunidad de responder, sus labios se posaron en los de ella.
Recordó la envidia que había sentido cuando Lila le había contado sobre su
primer beso y lo maravilloso que había sido, y que no le importaría besar a Paul
una y otra vez. Dawn había esperado que algún día ella sintiera lo mismo por
alguien. A medida que pasaba el tiempo, ella había dudado de que ese día
llegaría alguna vez, y entonces sucedió un milagro... Cree la besó.
Finalmente pudo experimentar su propia alegría al ser besada y nunca habría
pensado que podría ser tan mágico, o que nunca querría que sus besos se
detuvieran. Ella amaba todas las diferentes formas en que Cree la besaba, como
ahora, con una feroz posesividad que confirmaba lo que habían dicho... eran uno.
Su cuerpo comenzó a responder a su beso cada vez más profundo, que era algo
que siempre ocurría, ya sea que su beso estuviera lleno de pasión o de tierno
cuidado. No importaba, su cuerpo siempre se aceleraba. En ese momento,
además de sentirse apasionada, ella se sentía juguetona, por lo que deslizó su
mano hacia abajo para agarrarlo.
A ella no le sorprendió encontrarlo duro. Parecía ser un estado perpetuo con él
cuando estaban en la cama juntos. Aunque ella se sorprendió por su reacción, él
dejó de besarla.
— ¿Tu herida?
Ni siquiera lo había pensado y no tenía la intención de hacerlo, al menos no
ahora. Ella negó con la cabeza y para demostrar su punto de vista, lo empujó
sobre su espalda y lentamente se subió a él. Su pasión aumentó con sus acciones
y se encontró más que ansiosa por tenerlo dentro de ella.
Él sonrió. — ¿Apurada?

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El highlander prohibido

Ella detuvo su torpeza, no por la punzada de dolor que atrapó su herida, sino por
su sonrisa. Con gestos agudos, ella le hizo saber que necesitaba que él estuviera
dentro de ella en este mismo momento.
Su sonrisa se desvaneció y tomó el control, sus manos agarrando sus caderas y
bajándola sobre su espalda. Fue una unión rápida para ambos, que los llevó hacia
un clímax poderoso. Y cuando se acercaron... un fuerte golpe sonó en la puerta.
—Ignóralo—ordenó Cree mientras aceleraba sus embates.
Dawn agarró sus brazos duros de acero con más fuerza e hizo lo que dijo,
tratando desesperadamente de concentrarse en nada más que en sus duros y
continuos empujes.
Los golpes continuaron y se agregó una voz al llamado.
— ¡Cree! —gritó Sloan mientras su puño golpeaba la puerta. — ¡Cree! Es
importante.
Dawn sacudió la cabeza y empujó el hombro de Cree para ir a ver qué quería
Sloan.
Gruñó como un oso enojado. —No te atrevas a moverte. Ya vuelvo.
Cree salió de la habitación, abrió la puerta, agarró a Sloan por su camisa, lo
empujó dentro y cerró la puerta de un golpe.
—Mejor que esto sea importante o voy a matarte—advirtió Cree.
—No solo la caravana de Gerwan está a punto de entrar a la aldea, sino que el
clérigo del Rey está aquí para casarte con Lucerna.
Ambos hombres se giraron ante el ruido. Dawn estaba de pie en su camisón, con
la mano en la boca mientras corría a un cubo cercano para vomitar.
Cree voló a su lado y gritó a Sloan: —Coge algo de nieve.
Sloan salió volando por la puerta y Cree se sintió impotente mientras mantenía
un brazo alrededor de Dawn y la observaba sufrir a través de los secos espasmos.
Cuando ella terminó, él la recogió y la llevó a la otra habitación, y la acostó
suavemente en la cama. Tiró de la manta sobre ella, se la puso a su alrededor y
se sentó a su lado.
Sloan entró con un cubo lleno de nieve y se detuvo de repente para decir:

184 | P á g i n a
El highlander prohibido

— ¿Dawn está embarazada?


Cree extendió su mano para el cubo.
—Si emites una palabra sobre esto, te cortaré... —se detuvo de decirle a Sloan
que se cortaría la lengua, no es que alguna vez lo haría, pero era una forma de
hacerle saber a Sloan que había ido demasiado lejos. Ya no podía decírselo,
porque esas palabras lastimaban a Dawn.
Sloan entendió sin que Cree tuviera que decir nada más.
—Te doy mi palabra de que no le diré una palabra a nadie.
Eso era todo lo que Cree tenía que escuchar, porque Sloan era un hombre de
palabra.
Sloan le entregó el cubo a Cree y dio un paso atrás.
Cree tomó algo de nieve y colocó una pequeña cantidad en la boca de Dawn.
—Al menos no te vaciarás si la criatura vuelve a protestar—. Se volvió hacia
Sloan. — ¿Cuánto falta para que todos lleguen?
—El clérigo está a una hora de distancia, y Gerwan unos treinta minutos o más.
Turbett y Flanna tienen todo a mano para su llegada.
—Ve—ordenó Cree. —Estaré allí en breve.
Sloan asintió y se fue.
Cree colocó más nieve por los labios de Dawn.
— ¿Es esta la primera vez que el bebé te ha descompuesto por la mañana?
Ella negó con la cabeza, aunque mantuvo las manos separadas para hacer un
gesto.
—Ha sido ¿Hace tiempo que te has sentido así?
Ella asintió.
Él metió un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—Te pido que descanses hoy, ya que ordenarte hacer algo no parece funcionar.
Sería cruel de mi parte castigarte por no obedecer cuando ya sufres... de muchas
maneras. Sin embargo, te recuerdo que confíes en mí y créeme cuando te digo
que todo estará bien.

185 | P á g i n a
El highlander prohibido

No tenía problemas para confiar en él y, al sentirse mal, no tenía intenciones de


ir a ningún lado... por ahora. Así que fue fácil para ella asentir y hacerle saber
que descansaría.
Se puso de pie y se vistió, luego se inclinó sobre ella y la besó.
—Más tarde me aseguraré de que terminemos lo que nunca tuvimos la
oportunidad.
Ella sonrió y cruzó su corazón, y se encogió de hombros.
Él le pellizcó la nariz y sonrió.
—Lo prometo, aunque no es necesario. Nada me impedirá hacerte el amor—. Él
le dio otro beso rápido y se fue.
A Dawn no la asustó el escalofrío que la recorrió. Temía que con la llegada de
Gerwan, las visitas de Cree serían menos frecuentes. Pero ella confiaba en él, no
es que ella no viera todavía lo que podría descubrir por sí misma. Ella bostezó,
sintiéndose cansada y decidió hacer lo que él le había pedido, y descansar. Se
acurrucó bajo la cálida manta y antes de que lo supiera, estaba profundamente
dormida.

Cree se había lavado y vestido con ropa fresca, luego consultó con Sloan
en su solar. A Cree no le complació en absoluto descubrir que las pistas dejadas
por el atacante de Dawn se habían ido con la nieve, y que el culpable aún no se
había encontrado.
—Alguien ayuda a esta persona—dijo Cree, después de escuchar a Sloan
explicar.
—Pienso lo mismo—estuvo de acuerdo Sloan.
—Pasaste un tiempo con Lucerna el otro día. ¿Crees que ella es capaz de
semejante traición?
Sloan se frotó la barbilla.
—Ella es extraña. En un momento ella estaba arremetiendo por casi todo, y al
instante se derrumbó contra mí, como si todo fuera una experiencia muy dura
para ella. Maldita sea, nunca deja de quejarse de cómo le duele la cabeza, y justo

186 | P á g i n a
El highlander prohibido

cuando ya no podía soportarlo más, se calmó y se volvió agradable. Lleva


demasiadas caras para mi gusto, lo que me hace pensar que no se puede confiar
en ella.
— ¿Qué hay de Bree? ¿Se puede confiar en ella, o la quieres demasiado para
verlo con claridad?
Sloan enarcó una ceja.
—No creas que permitiré que alguna mujer me ciegue. Parece lo suficientemente
sincera y preocupada de que se le hará regresar a Lucerna y servirla. La vieja
Mary no parece tener una mala opinión sobre ella y, como la anciana tiene un ojo
para ver más allá, pensé que sabría si no se podía confiar en la muchacha.
—Un punto que consideré—admitió Cree. — ¿Qué hay del otro sirviente de
Lucerna? Magda, ¿verdad?
Sloan asintió. —Ella pasa todo su tiempo cosiendo las prendas de Lucerna y en
su mayoría se mantiene en compañía de los sirvientes que hacen las costuras
para la fortaleza.
—Vigilen a todos—ordenó Cree.
—Hay algo más—Sloan asintió, luego se aclaró la garganta.
—Di lo que quieras—dijo Cree, sabiendo que Sloan se estaba preparando para
decir algo que Cree que tal vez no quisiera escuchar.
—No vas a dejar que tu hijo nazca como un bastardo, ¿verdad?
—No, nunca permitiría eso.
— ¿Y el acuerdo que hiciste con el rey? Él te quitará estas tierras si no te casas
con la hija de Gerwan.
—Lucerna no es la hija de Gerwan—dijo Cree y pasó a explicar lo que Kirk le
había contado sobre su aventura con la esposa de Gerwan hace años. —Con la
tierra de McClusky bordeando la tierra de Gerwan, le daría al Rey un mayor
control sobre esta área si se uniera a los dos. Además, quiere que se construya
ese puerto, y sabe que yo soy el único capaz de realizarlo. Puedo hacer que esto
funcione si puedo demostrar sin lugar a dudas que Lucerna no es la hija de
Gerwan, y que Dawn es la hija de Kirk. Me preocupa que el Rey exija
concesiones. Querrá apaciguar a todos para que nadie se levante contra él.

187 | P á g i n a
El highlander prohibido

Sloan se rascó la cabeza. —Maldición, esto podría funcionar.


—Sí, podría y mientras odié el día en que Kirk McClusky llegó aquí, ahora estoy
agradecido de que lo haya hecho. Hasta que podamos resolver todo esto, Dawn,
y ahora mi hijo, no están seguros.
—Se agregaron los guardias extra. Ella no podrá ir a ninguna parte sin ellos. Los
guerreros de Kirk también custodian su cabaña. No veo cómo alguien pudiera
llegar a ella.
— ¿Cuántas veces le ordené que se quede y ella ha hecho lo contrario? Dawn
sabe que puede hacer lo que quiere, cuando quiere.
Sloan sonrió. —Maldición, no conozco a nadie que se atreva a desobedecerte.
Deberías haberme cortado la lengua...
Cree se detuvo bruscamente y negó con la cabeza.
La sonrisa de Sloan creció. —No puedes decirlo más, ¿verdad? Supongo que mi
lengua finalmente está libre de preocupaciones... gracias a Dawn.
—No me tientes—espetó Cree.
—Oh diablos, ambos sabemos que nunca me habrías cortado la lengua. Era solo
una advertencia de que había ido demasiado lejos —Sloan se rió. —Ahora puedo
ir tan lejos como quiera.
Cree le dirigió una mirada asesina.
—Vas a tener que hacerlo mejor que eso—dijo Sloan, sin dejar de reír.
—Sigue así, encontraré la manera de hacerte pagar.
—No sé cómo lo lograrás—bromeó Sloan.
Cree sonrió de repente. —Creo que deberías permanecer al lado de Lucerna a lo
largo de todo este calvario.
La sonrisa de Sloan se desvaneció rápidamente. —No puedes pedirme eso.
—Lo digo en serio—dijo y se puso de pie.
—Sólo te estaba molestando—dijo Sloan buscando una disculpa.
—Lo sé—dijo Cree y caminó hacia la puerta. —Quédate a su lado en todo
momento y ve qué puede descubrir.

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El highlander prohibido

— ¿Qué hay de Bree? ¿No sería mejor si me convirtiera en su sombra?


—Le asignaré a alguien más a ella.
— ¿Quien?
—No es tu preocupación.
Sloan negó con la cabeza mientras caminaba para reunirse con él en la puerta.
—Tener mi lengua cortada hubiera sido menos doloroso.
—Pero no es tan divertido para mí—dijo Cree y le dio una palmada en la
espalda.

189 | P á g i n a
El highlander prohibido

59

Dawn se despertó con un sobresalto. No estaba segura de que la había


despertado. Era como si alguien la sacara de su sueño. A ella no le importaba. Se
sentía descansada y quería salir de la cama. Se apresuró y se vistió, mientras
escuchaba a su estómago retumbar de hambre.
Se peinó los enredos de su cabello con un peine de huesos desgastado, lo trenzó,
y dejó que la trenza cayera por su espalda. Ella se sintió decepcionada cuando
descubrió que no le habían dejado comida en la mesa y se rio en silencio. Se
había acostumbrado a que le trajeran comida. Ella era capaz de cocinar para sí
misma. Era solo que ella estaba tan hambrienta que deseaba no tener que esperar
para comer.
Con un rápido vistazo a su capa, pensó en caminar a la cocina y conseguir algo
que ya estuviera preparado. Fue a agarrar su capa y se detuvo de repente,
recordando que Gerwan tenía previsto llegar, y que no sabía cuánto tiempo había
dormido significaba que su tropa podría llegar en ese mismo instante. Ella no
deseaba ver su entrada a una aldea que ya no le pertenecía.
Sonó un golpe y la puerta se abrió, y Dorrie entró con una cesta de comida.
Dawn sonrió alegremente y la recibió con un saludo ansioso.
—Nos ordenaron que te dejáramos dormir, pero como es casi mediodía, Flanna
insistió en que te trajeran la comida—. Dorrie apoyó la canasta sobre la mesa y
comenzó a sacar las cosas.
Dawn no esperó. Alcanzó un pedazo de pan y comenzó a masticarlo, sus ojos se
agrandaron con cada delicioso manjar que Dorrie colocó sobre la mesa. Cuando
terminó, Dawn le entregó una jarra de sidra caliente.
Dorrie lo tomó con una sonrisa y se sentó.
—No puedo quedarme mucho tiempo. La cocina está ocupada. —La comitiva de
Gerwan estará aquí en cualquier momento, y aunque ninguno desea saludarlo,
todos han estado de acuerdo en que sería una mala idea hacerle un desaire, pero
no queremos que piense que no nos sentimos orgulloso de tener a Cree como
nuestro jefe.
Dawn sonrió y asintió, de acuerdo con los aldeanos y feliz de saber que

190 | P á g i n a
El highlander prohibido

pensaban muy bien de Cree, y optaron por mostrarle respeto.


Dorrie se inclinó más cerca y bajó la voz.
— ¿De verdad eres la hija bastarda de Kirk McClusky?
Dawn se encogió de hombros. ¿Qué prueba había? Los aldeanos siguen
pensando que habrá una batalla por esto.
Dawn negó con la cabeza y dio unos golpecitos en el pecho, luego agitó la mano
de un lado a otro.
Dorrie sonrió.
—No dejarías que eso pasara.
Dawn asintió.
—Les dije a todos eso. Les dije que harías lo que fuera mejor para la aldea tal
como lo hacías cuando Colum te enviaba a atender a Cree. Eres un alma
desinteresada y tu elección sería por el bien de todos, o incluso de una sola
persona—ella sonrió. —Así como me protegiste, protegerías a los demás—. Ella
se levantó de un salto. —Debo irme o Turbett se enojará. Él es mucho más gentil
de lo que parece. Él da comida extra a sus trabajadores y les enseña. Aprendí
tanto sobre su cocina, que cuando llegó el momento de que terminara mi castigo,
le pedí quedarme y Turbett se alegró de tenerme. Otra cosa que tengo que
agradecerte—. Dorrie le dio un rápido abrazo a Dawn y se fue de la casa.
Dawn comió, su mente estaba llena de pensamientos. Ella ciertamente no se
consideraba a sí misma como un alma desinteresada. Ella había hecho lo que
tenía que hacer para sobrevivir al igual que muchos de los aldeanos. La captura
de la aldea por parte de Cree había anunciado un tiempo próspero para todos, y
nadie quería que eso cambiara. La vida era buena y todos querían que siguiera
siendo así.
Sonó otro golpe y Kirk entró.
—Vine a ver cómo te sentías.
El pánico abrumó a Dawn. ¿Cómo supo que ella había estado enferma esta
mañana?
—Tu herida no te causa mucho dolor, espero—dijo mientras se acercaba a la
mesa.

191 | P á g i n a
El highlander prohibido

Dawn sonrió, habiendo olvidado de nuevo su herida, y le hizo un gesto para que
se uniera a ella. Se apresuró a hacerlo. Ella negó con la cabeza, señalando a su
lado, que realmente no le causó tanta incomodidad como todos asumían.
—Me alegra que te sientas bien.
Dawn señaló la comida y su boca.
—Tienes hambre.
Ella asintió y le entregó un pedazo de pan.
Sacudió la cabeza. —He comido, aunque mi apetito no es lo que debería ser. Me
preocupo por ti y tu madre. No quiero verla sufrir después de todos estos años y
no quiero que te ocurra ningún daño.
Dawn se preguntó qué haría Ann Gerwan cuando mirara a Kirk después de todo
este tiempo. ¿Y qué haría ella cuando supiera de Dawn? ¿Querría encontrarse
con ella, o no tendría nada que ver con ella? Pero, lo que es más importante,
¿qué quería ella de su verdadera madre?

— ¿El rey ha enviado a un clérigo? —Lucerna casi gritó a Cree cuando


supo la noticia. —Pero no nos casaremos por lo hasta dentro de un mes todavía.
¿Espera que nos casemos antes?
Cree no había pensado en eso. ¿Sería por eso que el clérigo se habría
adelantado? ¿Tendría un mensaje del rey para que la boda procediera de
inmediato? Tenía que resolver el enigma del nacimiento de Dawn pronto, o todo
podría perderse. Si solo se preocupara por sí mismo, tomaría a Dawn, y se iría
con ella, y al infierno con todo. Podrían ser felices juntos, solo ellos dos. Pero no
se trataba solo de él. Se trataba de todos los hombres que habían luchado a su
lado, de las mujeres que habían sufrido dificultades, todos a quienes les prometió
que algún día tendrían un hogar.
Él no podía decepcionarlos y no lo haría.
—Hay preparativos para considerar, y mi vestido de novia aún no está terminado
—. Lucerna se retorció las manos. —Esto es una pesadilla. No puede ser. No lo
soportaré.
Por una vez, Cree estuvo de acuerdo con la mujer angustiada, no supo que
decirle, y se sintió aliviado cuando uno de sus guerreros entró en el Gran Salón

192 | P á g i n a
El highlander prohibido

para informar a Cree que la caravana de Gerwan estaba cerca.


Lucerna se levantó de un salto y se apresuró a buscar su manto blanco forrado de
piel.
—Debemos esperar en los escalones para saludarlos, o mi padre pensará que le
faltas el respeto.
Frunció el ceño, el que parecía eterno, desapareció de repente y sonrió, haciendo
que Cree recobrara el aliento ante lo increíblemente hermosa que era.
—Madre, por otro lado, se preocuparía si yo no estuviera allí para saludarla. Ella
siempre se ha preocupado por mí.
Entonces, Cree se dio cuenta de cuánto amaba Lucerna a su madre, y le
preocupaba lo que sería de ella cuando se revelara la verdad. Pero si ella fuera la
que estaba detrás del complot para matar a Dawn, no importaría, obtendría lo
que se merecía. Pero si ella no era responsable, entonces sería una víctima
inocente de todo este engaño al igual que Dawn.
—Apúrate—gritó Lucerna cuando Cree no se movió, luego se dio cuenta de su
error y trató de corregirlo. —Lo siento, mi Señor, estoy emocionada de ver mi
ma...—Se mordió el labio inferior por un momento, cerró los ojos con fuerza, se
frotó la cabeza, luego los abrió lentamente y con calma dijo: —Tengo ganas de
ver a mis padres.
Cree se puso de pie. —Entonces no debemos hacerlos esperar.
Lucerna sonrió y asintió, y esperó a que él viniera a ofrecerle su brazo. A
regañadientes, lo hizo y salieron de la fortaleza para esperar en los escalones,
aunque no antes de que echara un vistazo a Sloan para que lo siguiera.
Sloan, que se había sentado en silencio en el estrado escuchando su intercambio,
se encogió y los siguió.
La caravana se acercó poco después de que abandonaron la fortaleza, y se
detuvieron frente a los escalones de la misma. Cree no pudo evitar notar que
mientras los aldeanos se habían reunido para observar la llegada de Gerwan,
ninguno de ellos aclamó su entrada.
El hecho de que Gerwan estuviera perturbado era obvio, ya que permanecía
montado en su caballo con una inclinación arrogante de su cabeza y esperó a que
Cree se le acercara.

193 | P á g i n a
El highlander prohibido

Lucerna se adelantó y Cree la detuvo. Ella le lanzó una mirada de


desaprobación.
—Soy el Señor de esta tierra y tu padre me pagará con el respeto que merezco.
Lucerna no discutió con él. Ella permaneció a su lado.
Cree se mantuvo firme en lo alto de los escalones y Roland Gerwan permaneció
enraizado en su caballo. Luego, Cree vio a Ann Gerwan bajarse del carro con la
ayuda de un joven guerrero que seguía el paso detrás de ella. Era una mujer alta
y esbelta, muy parecida a Dawn y también con rasgos sencillos, aunque había
una elegancia en ella que atrajo su atención, e hizo que se inclinarse ante ella. Se
acercó a su esposo y le puso una mano en la pierna mientras hablaba con él.
Gerwan resopló, resopló y discutió con su esposa, pero al final él desmontó su
caballo, y extendió el brazo para que ella lo tomara y, con pasos reales, subieron
las escaleras de lado a lado. Lucerna hizo un movimiento para dar un paso
adelante y Cree la mantuvo en su lugar una vez más. Cuando Gerwan llegó al
escalón debajo de ellos, esperó a que el hombre se inclinara y presentara sus
respetos. Cree no se sorprendió cuando Ann dio un paso adelante para moderar
la situación, sabiendo que su esposo era demasiado arrogante para hacerlo.
Ann inclinó la cabeza con gracia.
—Nos complace haber llegado finalmente a su casa, Lord Carrick.
—La aldea parece haber prosperado—dijo Gerwan con una inclinación de
cabeza. —Es bueno que hayas hecho trabajar duro a los campesinos. Pueden
llegar a ser perezosos si no eres severo con ellos.
Lucerna intervino antes de que Cree pudiera responder, lo cual fue bueno, ya que
Gerwan lo irritaba muchísimo, y tenía ganas de aplastarlo como lo haría con un
bicho molesto.
—Padre—dijo con una inclinación de cabeza y se volvió hacia su madre, con
una sonrisa cada vez mayor. —Madre, estoy tan contenta de que estés aquí. Por
favor, no pases frío. Dentro te espera comida y bebida.
—Espero que hayas preparado las habitaciones, Lucerna—dijo Gerwan como si
la regañara. —Ha sido un viaje arduo y tendré que descansar después de comer.
—Todo está listo para usted, padre—confirmó Lucerna con un gesto de
confianza. —Estoy segura de que disfrutará de la visita.

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El highlander prohibido

No del todo, pensó, y se preguntó qué haría el hombre cuando su mundo se


derrumbara a su alrededor.

Cuanto más hablaba Dawn con Kirk McClusky, más le gustaba. Era un
hombre cariñoso y amaba profundamente a sus hijos. Era obvio por la forma en
que hablaba con tanto orgullo sobre la hija que había perdido o la forma en que
orgullosamente se jactaba de su hijo. A menudo se preguntaba por su padre,
porque era demasiado joven cuando murió para recordarlo, aunque ahora se
preguntaba si tal vez el hombre del que su madre le había hablado alguna vez
había existido. ¿Habría existido? ¿Su mamá le había descrito a su verdadero
padre? ¿Había sabido desde siempre quién había sido su verdadero padre?
—Escuché que un clérigo, enviado por el Rey, llegará pronto para casar a Cree y
Lucerna—dijo Kirk y Dawn asintió. Él extendió la mano y tomó su mano. —No
me iré de aquí hasta que todo esto esté resuelto. Sé que estás contenta con tu
decisión, pero si cambias de opinión y decides ir a casa conmigo, podemos irnos
cuando quieras. La decisión es tuya.
Dawn sonrió, asintió y le dio un golpecito en el pecho para mostrar su
agradecimiento.
Kirk le apretó la mano. —Soy tu padre y siempre estaré allí para ti cuando me
necesites.
El calor reconfortante recorrió a Dawn y su sonrisa creció. Era bueno tener un
padre después de todos estos años, y tan amoroso. De repente recordó la
advertencia de la vieja Mary... no confíes en nadie. ¿Estaba equivocada al creer
que Kirk era un buen hombre? El pensamiento la sacudió y de repente se sintió
nerviosa.
—Algo te molesta, puedo verlo en tu cara—dijo preocupado.
Ella negó con la cabeza, pero él no se rendiría.
—Por favor, Dawn, confía en mí, no quiero hacerte daño. Solo quiero lo mejor
para ti.
Parecía lo suficientemente sincero, y probablemente era la advertencia de la
vieja Mary, la que le generaba dudas y temores que de repente la molestaron. Por
alguna razón, la empujaron con fuerza, hasta el punto de que ella se levantó

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El highlander prohibido

bruscamente e hizo un gesto para que salieran a caminar.


—Espléndida idea, una caminata enérgica puede ayudar a despejar una mente
agobiada.
Dawn asintió, esperando que él tuviera razón, ya que en ese momento su mente
estaba sobrecargada de preocupación.
Kirk recuperó la capa de la clavija, se la puso sobre los hombros y le levantó la
capucha sobre la cabeza.
—El clima se ha vuelto más frío. ¿Tienes guantes?
Dawn tomó los guantes de Cree de la mesa y se los puso, su aroma familiar se
elevó hasta hacer cosquillas no solo en su nariz sino en sus sentidos. Ni siquiera
estaba aquí y podía excitarla. Ella evadió el pensamiento, aunque siguió presente
para recordarle lo mucho que lo extrañaba cuando estaban separados. Eso la hizo
pensar en cuánto lo amaba, y en cómo deseaba poder ir a buscarlo y...
Ella sacudió su cabeza. ¿Cómo podía ser que ella lo deseara permanentemente?
Se sentía sucia. Ella era impúdica y lo que era aún más perverso era que no le
importaba.
Kirk le explicó a Elwin que iban a dar un paseo muy necesario. Elwin señaló a
dos guerreros cercanos y les ordenó que siguieran a la pareja. Se preguntó por
qué él y el otro guardia que había sido agregado a su cabaña no lo habían
seguido, pero ella lo despidió muy pronto.
Dawn agradeció que caminaran en silencio. Ella no tenía ningún deseo de
conversar. Ella prefería simplemente sentir el aire frío picándole las mejillas y
recuperar el aliento. Deambularon por los caminos arados y Dawn sintió que su
mente se relajaba. Caminaron hasta la entrada de la aldea, y se detuvieron
cuando vieron una pequeña caravana custodiada por varios guerreros que se
acercaba. Ninguno de los dos tenía que decir nada. Ambos habían escuchado
fragmentos de la charla sobre la llegada sin complicaciones de Roland Gerwan
mientras caminaban. Eso quería decir que quién llegaba en este momento era el
Clérigo.
La inquietud de Dawn volvió, y un músculo se tensó en el brazo de Kirk. Parecía
que ambos se habían puesto ansiosos con su llegada. Kirk la condujo fuera del
camino y ambos se quedaron mirando el carro cerrado rodando hacia ellos.
Los aldeanos comenzaron a reunirse, pues se corrió la noticia de que el Clérigo
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El highlander prohibido

del Rey debía llegar y, mientras que algunos estaban ansiosos por echar un
vistazo, otros se escabulleron. Muchos creían que los Clérigos traían consigo la
ira de Dios, y no querían tener nada que ver con ningún supuesto hombre santo.
El carro se acercó bajo la atenta vista de todos, hasta que de repente las cabezas
comenzaron a girar en sentido contrario. Dawn y Kirk lo siguieron para ver qué
había llamado la atención de todos, y los ojos de Dawn se agrandaron.
Cree se acercaba en su corcel galopando por el camino. No llevaba capa, aunque
sí tenía el ceño fruncido y la mirada en sus ojos estaba cargada de ira, se
protegieron a sí mismos cuando pasó volando.
Dawn se preguntó por qué la llegada del clérigo había provocado tanta ira en él
hasta, que se detuvo abruptamente delante de ella, su semental golpeando el
suelo, pareciendo tan molesto como su maestro.
Cree no dijo una palabra. Se inclinó y la tomó por la cintura, lo que hizo que ella
se estremeciera, él maldijo y la tomó con sus brazos, luego la dejó caer delante
de él sobre el caballo. Dio vuelta a su corcel y con el mismo andar rápido
desapareció. Dawn se dio cuenta de que sus acciones habían impactado a todos
en silencio. Aunque lo que le preocupaba era que había visto al Clérigo, su
cuello se estiró por la ventana, viendo cómo se desarrollaba toda la escena con
ojos de desaprobación.

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El highlander prohibido

60

Tan pronto como Cree cerró la puerta de la cabaña de Dawn, dijo:


—Te dije que descansaras.
Ella se dio una palmada en el pecho, se juntó las muñecas como si estuviese
encadenada y se encogió de hombros.
—No, no eres una prisionera pero...
Ella le impidió continuar levantando las manos y luego pasando los dedos por la
mano para demostrar que se había ido a dar un paseo.
— ¿Acaban de atacarte ayer, y aprovechas para salir ante la primer oportunidad
que se te presenta?
Sus ojos se entrecerraron con furia y señaló su herida, golpeó su pecho con su
puño y sacudió la cabeza con firmeza.
— ¿No vas a dejar que eso te detenga? —preguntó para asegurarse de que
entendía su insensatez.
Ella asintió definitivamente. Cree se pasó la mano por el pelo, gruñó como un
oso enojado, y luego la agarró por los hombros.
— ¿Te detuviste a pensar durante un instante lo preocupado que estuve cuando
me enteré que saliste a caminar?
Así que ahí era donde había ido Elwin... a decirle a Cree. No había pensado en
dejar a los recién llegados. Había ido en busca de ella. Su corazón palpitó y no
pudo evitar sonreír.
Cree no sonrió, aunque sus cejas se alzaron como si estuvieran confundidas.
Ella golpeó su pecho con un dedo, luego golpeó el suyo, su sonrisa creció.
Él no pareció entenderla al principio, luego de repente se dio cuenta de él.
—Sí, vine por ti. Me preocupaba a muerte que algo te pasara a ti y a nuestro hijo.
Pareces olvidar, o simplemente ignorar el hecho, que alguien quiere verte muerta
y que su tiempo se está acabando.
Con toda honestidad, ella no lo había pensado. Su único pensamiento había sido
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El highlander prohibido

salir de la cabaña, respirar un poco de aire fresco y despejar su mente


preocupada. Sin embargo, tenía razón, ella debería haber sido más diligente, pero
luego estaba su padre, en quien se había preguntado momentáneamente si podía
confiar.
Ella suspiró silenciosamente sobre su propia estupidez, le dio un golpecito en el
pecho y asintió.
— ¿Estás de acuerdo conmigo?
Ella asintió y se golpeó la sien.
— ¿Estás diciendo que deberías haberlo pensado mejor?
Ella asintió de nuevo.
Cree se quedó allí sin habla, mirándola.
Ella esperó unos momentos, y cuando él todavía no había hablado, ella sonrió, le
tocó los labios y se encogió de hombros.
—Sí, me has dejado sin palabras.
Se liberó del agarre que él tenía sobre sus hombros y avanzó para descansar
contra él. Sus brazos la rodearon al instante. En lo único en lo que podía pensar
no era en cómo había causado que él se preocupara, sino en cómo había ido tras
ella. Sin tener en cuenta lo que nadie pensaba, él la había recogido y se la había
llevado. Justo enfrente del clérigo, aunque pensándolo bien, puede que no haya
sido lo mejor que haya visto el Clérigo.
En este momento a ella no le importaba. Él había sido su héroe y merecía un
regalo.
Ella acercó sus labios a los de él y lo besó ligeramente al principio, y sintió que
su cuerpo se relajaba. Ella volvió el beso un poco más exigente y su cuerpo se
relajó un poco más. Ella tomó su rostro y lo besó con un hambre feroz que tensó
su cuerpo, y lo endureció contra ella.
—Maldición, no tengo tiempo para esto—dijo con pesar después de que apartó
su boca de la de ella, una tarea difícil ya que ella se había negado a dejarlo ir y
maldición si no había disfrutado de la lucha.
Ella sacudió la cabeza, levantando 1 dedo.
—No, no tengo ni siquiera un instante. En primer lugar, nunca debí haber dejado

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El highlander prohibido

a mis invitados y ahora ha llegado el clérigo.


Ella lo había agarrado de la muñeca y lo estaba arrastrando hacia la otra
habitación y él no la estaba deteniendo.
—Tenía que asegurarme de que estuvieras bien. En realidad, quería asegurarme
de que estuvieras resguardada en tu casa, o no habría tenido un momento de paz.
Tan pronto como Cree se dio cuenta de que estaba en la otra habitación, él negó
con la cabeza y la miró.
— ¿Tanto me deseas?
Ella dejó escapar un largo y silencioso suspiro mientras movía su mano
lentamente hacia abajo entre sus piernas.
Su mano nunca llegó a llegar allí. Cree la levantó con un brazo alrededor de su
cintura, con los pies colgando a unos centímetros del suelo mientras la acercaba
a la cama y la acostaba sobre ella. Le levantó las faldas, le bajó las mallas, y él
entró en ella, sabiendo que ella estaba mojada y lista para él siempre.
Fue una unión rápida, aunque no menos explosiva. Estallaron juntos en un
repentino e impresionante clímax que los dejó sin aliento. Un golpe sonó en la
puerta y ambos se rieron.
Él la besó rápido. —Al menos esta vez, pudimos terminar—. Él se alejó de ella
en un instante y ajustó sus prendas al igual que ella la suya, luego ambos se
apresuraron a la otra habitación.
Elwin estaba en la puerta cuando Cree la abrió.
—Sloan dice que hay que darse prisa, mi Señor, el Clérigo ha llegado y está
preguntando por qué subiste a la muchacha en tu caballo.
— ¿Ahora él también? —Cree frunció el ceño y Elwin dio un paso atrás. —
¿Cómo sabe que fui yo quien hizo eso, y no simplemente un guerrero?
La frente de Elwin se levantó, y Dawn dio un paso alrededor de Cree, se pasó la
mano por delante y por delante y enarcó una ceja.
— ¿Estás diciendo que es obvio quién soy? —exigió Cree.
—Eso es precisamente lo que está diciendo—dijo Elwin, asintiendo con la
cabeza en acuerdo.

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El highlander prohibido

Dawn asintió también.


—No es nada de...
Dawn presionó sus dedos contra la boca de Cree para silenciarlo, se volvió hacia
Elwin, levantó un dedo y asintió para que se alejara.
—Les daré un instante—dijo un asustado Elwin, sin poder creer con la facilidad
con que Dawn había silenciado al poderoso Cree. Se alejó y cerró la puerta,
dejándolos solos.
Cree retiró los dedos de sus labios, aunque se aferró a ellos.
— ¿Te atreves a impedirme que hable?
Dawn sonrió porque se lo dijo con un toque de humor, y le frotó el ahora apenas
perceptible ceño.
Soltó su mano y su brazo se enroscó alrededor de su cintura para tirarla contra él.
—Avísame todo lo que quieras hacer para no preocuparme, cuando se trata de ti,
quiero saberlo todo. Tiró juguetonamente de su oreja con los dientes. —Ahora,
escucha bien. Tengo suficiente para preocuparme. Prométeme que te quedarás en
la cabaña para que no tenga que preocuparme por ti.
Era su turno de fruncir el ceño.
—Solo por el resto de hoy mientras todos se acomodan. Además, se vuelve más
frío, sin duda nevará, y quiero saber que estarás segura y cálida en tu cabaña.
Incluso enviaré a Flanna a visitarte.
Dawn se alegró con eso y asintió mientras cruzaba su corazón prometiéndole.
—Bien—. Él le dio un rápido beso. —Puede que tarde en volver contigo esta
noche, así que si te cansas, ve a la cama.
Ella se encogió de hombros y fingió sacudirlo.
Se inclinó, frotó su nariz con la suya y le mordió el cuello antes de susurrar:
—Te doy mi palabra de que te despertaré.
Un último beso y se separaron.
La felicidad envolvió a Dawn como una cálida y reconfortante manta y se abrazó
a sí misma. Ella debería, en este momento, estar preocupada. Después de todo, el

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El highlander prohibido

Clérigo estaba aquí para unir a Cree y Lucerna. Cuando Cree enviara a Flanna a
visitarla, ella sabría lo que estaba sucediendo. Kirk volvería a visitarla de nuevo
al igual que Dorrie, y Lila sin duda... Apenas hubo un golpe en la puerta cuando
se abrió de golpe y Lila se apresuró a entrar. Ni siquiera cerró la puerta antes de
comenzar a hablar.
—Los rumores están ardiendo en la aldea. Parece que el Clérigo pensó que las
acciones de Cree contigo eran inapropiadas, y él ha preguntado quién eres.
La frente de Dawn se alzó.
—Nadie se atrevió a decirle al Clérigo que eres la amante de Cree, pero tu
nombre fue mencionado, así como el hecho de que no podías hablar. No creo que
a Cree le vaya a gustar lo que el Clérigo tenga que decir al respecto.
Dawn le hizo un gesto para que continuara, impaciente por escucharla.
—Dijo que la falta de una voz era obra del Diablo.
Dawn retrocedió temblando, como si le hubieran abofeteado. No era bueno que
un Clérigo afirmara que el Diablo tocaba a alguien.
Lila la rodeó con el brazo y la abrazó.
—El clérigo lamentará el día en que se enfrente a Cree.
Dawn sonrió y asintió. Había mucha verdad en sus palabras. El hombre no tenía
oportunidad contra Cree, sin importar cuánto lo protegiera Dios. Dawn le hizo
un gesto a Lila para que pasara y ella lo hizo, el bebé Thomas estaba al cuidado
de Paul, lo que significaba que tenía algo de tiempo. En unos instantes ambas
charlaban como era habitual, y finalmente las preocupaciones de Dawn se
calmaron.

Cree entró al gran salón molesto. Hubiera preferido quedarse con Dawn.
Estaba cada vez más cansado de estar separado de ella.
—Fue grosero que no estuvieras aquí para saludar al clérigo Mathias—dijo
Gerwan, de pie frente a su silla en el estrado.
Cree se detuvo bruscamente cuando llegó al estrado. El Clérigo se sentó junto a
Gerwan. Era un hombre de estatura media y forma esbelta, y vestía prendas

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El highlander prohibido

costosas.
Gerwan continuó imprudentemente.
—Haber insultado descaradamente a mi hija, tu futura esposa, al dejarnos para ir
con tu amante es inexcusable. Tuvo que disculparse y retirarse a su habitación,
sufriendo un dolor de cabeza que sin duda le causó. Le debes una disculpa a ella
y a todos los demás. Pero entonces no sé por qué pierdo el tiempo explicándote
esto. ¿Cómo podría un bárbaro saber algo sobre la civilidad?
Cree llegó a la mesa tan rápido que Gerwan no tuvo oportunidad de reaccionar.
La mano de Cree lo agarró por el cuello y golpeó su cabeza contra la mesa
directamente al lado de la mano del Clérigo.
—Sería prudente recordar que soy un bárbaro, y que no me importaría cortarte la
lengua por atreverme a reprenderme.
Gerwan intentó hablar, pero Cree apretó su agarre y el hombre se atragantó por
respirar.
—Si te atreves a hablarme de manera tan insultante otra vez, te pondré en el
cepo para que todos lo vean, y luego les mostraré lo que hacen los verdaderos
bárbaros con sus cautivos.
Soltó a Gerwan, quien se desesperó por respirar, y cuando finalmente lo
consiguió, siguió ansioso por obtener más. Ann se puso de pie para tratar de
ayudar a su esposo, pero él la empujó con tal fuerza que ella tropezó, aunque
afortunadamente se sentó en su silla.
—Hijo—dijo el clérigo Mathias.
—No soy su hijo—dijo Cree secamente. — ¿Tienes un mensaje del rey para mí?
—Lo tengo y…
—Ni una palabra más—ordenó Cree. —A mi solar ahora—. Se volvió hacia
Flanna, que estaba de pie a un lado. —Ve y dile a Sloan que lo quiero en mi
solar, y asigna un sirviente para que cuide de Lucerna.
—Sí, mi Señor—dijo Flanna y se apresuró a cumplir sus órdenes.
Cree no esperó a que el Clérigo se pusiera de pie y lo siguiera, se dirigió a su
solar. El Clérigo entró varios instantes después de Cree, y se sentó junto al hogar.
Sloan entró unos momentos después, cerrando la puerta detrás de él y

203 | P á g i n a
El highlander prohibido

trabándola.
Cree se sentó junto al Clérigo mientras Sloan estaba a un lado del hogar.
—Dime—ordenó Cree.
El Clérigo no dilató más el asunto.
—El rey desea que su boda proceda con prisa. Él quiere asegurarse de que usted
asegure esta tierra.
Cree pensó en contarle sobre la posibilidad de que Lucerna no fuera la hija de
Gerwan, pero eso pondría en marcha cosas que podrían resultar más dañinas que
útiles. Era mejor que el clérigo no supiera nada hasta que tuviera alguna prueba
para mostrarle. De lo contrario, el hombre podría pensar que estaba inventando
una historia para retrasar la boda. Entonces, ¿cómo retrasar realmente la boda?
—Te uniré a ti ya Lucerna el domingo, dentro de cinco días—anunció el Clérigo.
Sloan habló. —Lucerna no estará contenta. Su vestido de novia aún no está
hecho.
—Ponga a más mujeres en la tarea, o se casará con un vestido diferente—dijo el
clérigo molesto por una excusa tan mezquina. —El rey lo ha decretado y así se
hará—. Se volvió hacia Cree. —Ahora, hijo mío, debes purificarte de esa mujer
malvada. Cuéntame las cosas pecaminosas que te ha hecho hacer para que pueda
limpiarte de tal maldad.
Cree estaba a punto de saltar de la silla cuando sintió que la mano de Sloan se
apoyaba en su hombro. Controló su ira lo mejor que pudo, y dijo con una
frialdad que incluso hizo temblar a Sloan:
—Lo que le he hecho a esta mujer no es nada comparado con el mal que he
cometido. No tienes suficiente tiempo o el estómago para escuchar todas las
cosas malas que he hecho. Mantén tu distancia de mí, Clérigo Mathias, o tú
también serás tocado por un mal indescriptible.
Aunque el Clérigo se alejó de Cree, dijo: —Puedo ayudar a salvar tu alma, hijo
mío.
—El Diablo tomó mi alma hace mucho tiempo, y no puede recuperarla. Aunque
Cree no pudo evitar preguntarse si, por algún milagro, Dawn se había aferrado a
su alma y estaba empezando a sacarla del abismo. El Clérigo Mathias se puso de
pie y se alejó de Cree. —El rey también me pidió que me detuviera en la abadía
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El highlander prohibido

para ver cómo estaba tu hermana.


A Cree le importó esta noticia. ¿Por qué el rey se preocuparía por Wintra?
—La abadesa se alegró de que finalmente hubieras enviado a buscar a tu
hermana. Parece que Wintra es una muchacha alegre y es como su hermano
cuando se trata de seguir reglas. Aunque tomó tiempo, la abadesa insistió en que
Wintra ha aprendido el comportamiento adecuado para una mujer joven.
Wintra tuvo una naturaleza independiente desde el día en que nació, y siempre
fue inquisitiva queriendo saber todo. Cree esperaba que no hubieran cambiado
tanto a su hermana. Ella también era una niña dulce y cariñosa. Odiaba el día en
que la había dejado en la abadía, y trató de explicarle que no tenía otra opción,
de que al menos allí la mantendrían a salvo. Ella no había querido nada de eso.
Ella quería ir con Cree, le había rogado que la llevara. Su corazón se había roto
completamente ese día cuando se marchó, y la dejó llorando y gritando su
nombre.
—Las monjas estaban ocupadas empacando sus cosas y preparando a Wintra
para su regreso a casa—dijo el clérigo. —La abadesa se emocionó cuando le
conté los planes que tenía el rey para Wintra.
El corazón de Cree se sacudió en su pecho y sintió que cada músculo de su
cuerpo se tensaba. — ¿Qué planes?
—El Rey siente que lo has servido bien y está satisfecho con tu arreglo de
matrimonio beneficioso. Para que no tengas que preocuparte por el futuro de tu
hermana, él está preparando un matrimonio similar para ella.
Cree se levantó de la silla. El rey buscaba beneficiarse a sí mismo ya nadie más.
— ¿Con quién?
El rey no compartió esa información conmigo. Estoy seguro de que te lo hará
saber a su debido tiempo. Pero descuida, la abadesa insistió en que Wintra ha
adquirido todas las habilidades necesarias para servir como una esposa
obediente.
Cree había esperado arreglar un matrimonio para su hermana. Uno que ella
aprobaba y que nadie forzara. Él también había querido pasar algún tiempo con
ella antes de que ella se casara y se fuera con su esposo. Supuso que quería hacer
las paces por haber sido obligado a dejarla en la abadía.
— ¿Le dijo a mi hermana las noticias?
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El highlander prohibido

El clérigo negó con la cabeza.


—Por supuesto que no, no era mi lugar, aunque no puedo decir si la abadesa le
habló de eso o no. En cualquier caso, esta sería una noticia emocionante para
ella. No todos los días el rey arregla un matrimonio para una muchacha
campesina. Wintra es una joven afortunada.
Había algo de verdad en sus palabras, pero Cree no pudo evitar pensar que
Wintra podría no estaría de acuerdo.

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El highlander prohibido

61

Tan pronto como Lila abandonó a Dawn, sonó un golpe y entró Elsa.
He venido a ver cómo está tu herida—dijo Elsa, colocando su cesta de curación
sobre la mesa.
Dawn sonrió y asintió para hacerle saber que la herida estaba bien.
— ¿No te duele?
Dawn levantó dos dedos apenas separados.
Elsa asintió. —Un poco, eso es bueno, pero voy a echar un vistazo de todos
modos.
Dawn se quitó la blusa y se bajó la falda para que a Elsa le resultara más fácil
examinar la herida. Elsa, pensativa, la cubrió con un chal para que no se enfriara.
Ella habló mientras desenrollaba el vendaje.
¿Todo está bien contigo y Cree ahora que él sabe de tu embarazo?
Dawn sonrió y asintió vigorosamente.
Elsa pareció respirar un suspiro de alivio. —Estoy tan feliz y aliviada de
escuchar eso, y no dudaría que él tiene un plan para que ustedes dos se casen.
Los ojos de Dawn se abrieron de par en par.
Elsa palmeó el hombro de Dawn. —Nunca dejaría que un hijo suyo naciera
como bastardo, aunque había expresado su preocupación por el hecho de que tu
aflicción sea transmitido a un niño.
Dawn se encogió de hombros, sus ojos cuestionaron, y su dedo contando los
dedos de su otra mano queriendo saber cuándo Cree le preguntó esto a ella.
—No recientemente. Fue cuando me habló sobre la prevención de la concepción.
Dawn, ella misma, temía transmitir su aflicción a su hijo y también le
preocupaba que Cree no quisiera tener un hijo con ella por esa misma razón.
Pero desde que supo del niño, no mencionó la posibilidad, y ella se preguntó si
le preocupaba.
Ella ciertamente no quería que su hijo sufriera como ella lo había hecho, aunque,
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El highlander prohibido

con Cree como su padre, tendría una vida mucho mejor que la que Dawn había
tenido de niña. Y si lo que dijo Kirk McClusky fuera cierto, significaría que si
Dawn diera a luz a una hija, seguramente no tendría voz, al igual que todas las
mujeres McClusky antes que ella. Sin embargo, la vieja Mary había predicho
que tendría un hijo, pero ¿qué pasaría cuando tuviera una hija?
—No te preocupes—dijo Elsa con otra palmadita en el hombro. —Tu hijo será
quien, él o ella, deba ser, y no tengo dudas de que Cree lo amará con todo su
corazón.
Amor. Sí, Cree la amaba fuertemente, aunque nunca dijo las palabras. Se
preguntó qué le impedía decirle.
—La herida se ve bien. Sin hinchazón y solo un mínimo de enrojecimiento.
Tuviste suerte. Pudo haber sido mucho peor.
El tema cambió pronto y, después de ayudar a Dawn a volver a ponerse la blusa,
Elsa se sentó para hablar con ella sobre el parto. A ella no le sorprendió saber
que la mayoría de las mujeres no habían querido que Dawn les ayudara en sus
nacimientos. La superstición corría desenfrenadamente en las Tierras Altas y,
naturalmente, a las mujeres les preocupaba que de alguna manera la aflicción de
Dawn afectara a sus hijos.
Elsa le contó sobre algunos nacimientos a los que asistió, algunas historias que la
hicieron reír, y otras que le hicieron llorar. Si las intenciones de Elsa eran
facilitar su mente acerca de dar a luz, ella había tenido éxito. Se separaron con
un abrazo y Dawn se puso a trabajar, colocando lo que quedaba de la comida en
la canasta para recoger más tarde.
Dawn acercó una silla al fuego y se sentó, un poco cansada, aunque contenta, al
menos por el momento. Eso era todo lo que podía hacer, tomar un momento a la
vez y disfrutar de cada uno lo mejor posible. Ella se preguntaba qué estaba
pasando en la fortaleza, y estaba ansiosa de que Flanna la visitara y le hiciera
saber. Ella también esperaba que Cree compartiera cualquier noticia con ella. Él
había prometido confiar en ella igual que ella confiaba en él. Así que no había
ninguna razón para que él le ocultara algo.
Un gran bostezo le hizo saber lo cansada que se sentía realmente, y decidió que
una siesta le haría bien a ella y al niño. Entró en la otra habitación, se metió
debajo de las mantas cálidas y se quedó dormida tan pronto como su cabeza tocó
la almohada.

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El highlander prohibido

Cree se alegró de ver que cuando regresó al Gran Salón, todos se habían
ido y no volverían hasta que se sirviera la cena. Envió a uno de sus hombres para
que Kirk McClusky y su hijo supieran que era seguro que se encontraran y que
debían acudir a su solar.
Sloan esperó junto con Cree, ambos disfrutando de una jarra de cerveza.
— ¿Algo que contarme sobre Lucerna? —preguntó Cree.
Sloan negó con la cabeza lentamente. Esa mujer está loca. En un minuto ella está
despotricando, al siguiente está llorando, y de repente se vuelve agradable, no es
que dure mucho, pero la parte buena de ella, minúscula como es, no es mala. Su
madre está con ella ahora, y parece que su presencia la ha calmado.
Suenas como si sintieras lástima por ella y tal vez así es exactamente como ella
quiere que te sientas.
Sloan se frotó la nuca.
—Pensé en eso y me aseguré de mantenerme consciente, pero hasta ahora no he
visto nada que me haga creer que de alguna manera está involucrada en querer a
Dawn muerta.
—Sigue buscando.
—Maldita sea, ¿cuánto tiempo me vas a castigar?
Cree no respondió, un golpe sonó en la puerta y, Kirk y Torr entraron. Los dos
hombres se unieron a Cree y Sloan, las jarras se llenaron y comenzaron a
conversar.
—Creo que lo mejor que podemos hacer es que me acerque a Ann en privado, y
confirme con certeza que Dawn es mi hija—dijo Kirk.
Cree estuvo de acuerdo. —Sí, definitivamente necesitamos confirmar eso.
Necesitamos movernos rápido ya que el clérigo tiene la intención de realizar la
ceremonia de boda el domingo. Antes me gustaría tener pruebas de que Lucerna
no es la hija de Gerwan.
—Me preocupa que Lady Gerwan lo niegue—dijo Torr. —Se condenaría a sí
misma y a Lucerna si lo hiciera. Ella ha vivido con la mentira todos estos años.

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El highlander prohibido

¿Por qué decir la verdad ahora y arriesgar tanto? Si ella decide negarlo, ¿qué nos
queda por hacer? —Se volvió hacia su padre. — ¿La llamarías mentirosa delante
de todos?
Kirk negó con la cabeza. —Nunca podría hacer eso.
— ¿Qué hacemos entonces? —preguntó Torr. —Hacemos lo que se debe hacer
—dijo Cree, como si emitiera un edicto.
Torr miró a Cree. — ¿Eso significa dejar que Dawn vaya con nosotros, su
familia, donde estará a salvo?
Cree lo miró por unos momentos en silencio, y Torr sostuvo su mirada, sin darle
la satisfacción de mirar hacia otro lado.
Cree se lanzó hacia adelante y apuntó un dedo en dirección a Torr. —Debes estar
sordo o con ganas de que te de otro golpe. Te he dicho repetidamente que Dawn
es mía. Ella pertenece aquí conmigo y aquí es donde se quedará. Encontraremos
la manera de hecho.
Nadie dijo una palabra, pero todos se preguntaron quién sería el que sufriría al
final.

Dawn se desperezó. Su estómago gruñó, haciéndole saber que había


dormido más de lo que había planeado. Se levantó de la cama con otro
estiramiento y luego se frotó la espalda. Todavía estaba sintiendo los restos del
sueño cuando entró en la otra habitación al mismo tiempo que se abría la puerta
y entraba Cree.
Ella sonrió y se preguntó si era más tarde de lo que creía. Sin embargo, no
habían dejado sobre su mesa la cena, así que, ¿qué estaba haciendo Cree aquí?
No es que importara. Ella se alegró de verlo y se fue directo a sus brazos. Sus
brazos se movieron alrededor de su cuello, y ella lo besó con tal pasión que él
instantáneamente se endureció contra ella.
—Me encanta la forma en que me saludas—dijo, acariciando su rostro en su
cuello y juguetonamente pellizcando su piel caliente. —Te extrañaba y quería
verte, ya que pasarán varias horas antes de que pueda volver contigo.
Ella lo empujó, haciéndole saber que sentía lo mismo... ella lo extrañaba y estaba

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El highlander prohibido

feliz de que estuviera allí con ella.


—No hay un momento en que no te extrañe—le susurró al oído. —Aunque en
este momento debo contentarme con simplemente abrazarte y eso no me importa
en absoluto. Fuiste diseñada para mis brazos, encajas perfecto.
Ella tocó sus labios para hacerle saber que sus labios encajaban perfectamente
también, y luego lo demostró con un lento beso, que lo llenó de tanta pasión
como el anterior, y lo hizo crecer aún más.
Cree gimió, y de mala gana la alejó de él, aunque fue una lucha. Su mente ya
estaba despojándola de sus prendas, y sintiéndose dentro de ella. Dio un paso
atrás rápidamente y la sostuvo con el brazo extendido con más determinación de
la que creía haber tenido, aunque deseaba lo contrario.
—Prometo que más tarde esta noche satisfaré tu necesidad por mí, y la mía por
ti. Hasta entonces, sé buena y compórtate. Él se apartó de ella, y ella hizo un
puchero y, maldición si él no quería pellizcar y chupar su labio inferior, estaba
seguro de que ella lo hacía a propósito.
—Flanna traerá tu comida pronto—dijo molesto porque su tiempo juntos
siempre era limitado.
Cree abrió la puerta antes de que pudiera cambiar de opinión, y Elwin se quedó
allí como si hubiera estado a punto de llamar. La vieja Mary ha pedido ver a
Dawn en su casa.
— ¿Has revisado el área? —preguntó Cree.
—Cada parte de la corta distancia desde aquí hasta allá y el área circundante—le
aseguró Elwin.
Cree se volvió hacia Dawn para descubrir que ya se había puesto la capa y
estaba lista para irse. Él apuntó su dedo hacia ella. Los hombres te escoltarán
hasta allí y luego regresarás. No irás a ninguna otra parte. ¿Entendido?
Dawn asintió mientras lo saludaba con la mano, ansiosamente hacia la puerta.
— ¿Ahora quieres que me vaya? —preguntó, sonando decepcionado.
Ella sonrió y, a propósito, dejó que su mano se deslizara lentamente hacia su
endurecida ingle, mientras ella pasaba por la puerta. Ella fue jalada contra él
después de solo dar dos pasos.

211 | P á g i n a
El highlander prohibido

Su brazo descansó alrededor de su cintura y él colocó su boca junto a su oreja y


le susurró: —Sufrirás las consecuencias de esa desdichada broma más tarde.
Él le dio un empujón juguetón lejos de él, y cuando estuvo fuera del alcance del
brazo ella sonrió dulcemente, se encogió de hombros y cruzó su corazón,
preguntando si eso era una promesa. Él frunció el ceño, luego sonrió, y antes de
que pudiera caminar hacia ella, ella se giró y tiró del brazo de Elwin para
apurarlo. Dawn se sintió dichosa y alegre, aunque Dios sabía que no debería
sentirse así con todo lo que estaba sucediendo. Pero estaba enamorada, y se
sentía tan maravillosamente feliz que no podía evitarlo. ¿Quién sabía lo que
traería el mañana? Ella mantendría su felicidad cada instante que pudiera.
Cuando llegaron a la casa de la vieja Mary, Elwin la hizo esperar afuera con dos
guerreros que los habían acompañado mientras él entraba y miraba a su
alrededor. Cuando estuvo satisfecho de que estaba a salvo, le pidió que entrara.
—Esperaré justo afuera de la puerta—dijo y la cerró.
Dawn se quitó la capa cuando se volvió para sonreír y saludar a Mary sentada a
la mesa. Se detuvo a mitad de camino para colocar su capa sobre la silla cuando
notó la expresión sombría en el rostro de la anciana. Su estómago se contrajo,
sintiendo que algo estaba mal y con un gesto rápido expresó su preocupación.
El intento de la vieja Mary de sonreír solo incrementó la preocupación de Dawn,
y cuando señaló una silla y le dijo que se sentara, lo hizo sin dudarlo, ya que sus
miembros se habían debilitado de miedo.
—Eres una muchacha valiente—comenzó la vieja Mary y el temor se extendió,
aferrándose a su corazón. —Se necesitará aún más valentía para ver esto, pero al
final el amor gana... el amor siempre gana.
—No, el amor no gana—la suave voz vino de las sombras.
Sorprendida, Dawn se dio la vuelta, y las sombras, en la esquina de la cama, se
movieron, aunque en realidad era la capa que colgaba de la estaca lo que se
movía y, fuera de la oscuridad, salió Lady Ann.
Puso los ojos en Dawn, la observó por unos momentos antes de hablar.
—Debo hablar contigo.
Dawn se había preguntado cómo sería la reunión entre ella y su verdadera
madre, si alguna vez se presentara la posibilidad. Y aquí estaba. Dawn vaciló al

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El highlander prohibido

ver la majestuosa vestimenta de Lady Ann y sus preciosas prendas. Era alta y
delgada, como Dawn, y llevaba el vestido de terciopelo verde oscuro más
hermoso debajo de una capa de lana forrada de piel verde aún más profunda. Su
largo cabello castaño que no contenía ni rastro de gris, estaba enrollado en un
ingenioso diseño en la corona de su cabeza y aunque sus rasgos eran claros, de
alguna manera llamaban la atención.
Dawn finalmente asintió, preocupada de que no le gustara lo que tenía que decir
la mujer que la había dado a luz.
La vieja Mary se levantó y se apartó de la mesa, y Ann Gerwan se sentó.
—Mi hija, Lucerna, me contó cómo una mujer sencilla y sin voz había atrapado
el corazón del poderoso guerrero Cree, que los McCluskys estaban aquí, y Kirk
McClusky afirmó que la mujer sin voz era su hija perdida. Lucerna está rezando
para que se vaya con los McCluskys, y que Cree entienda que su partida es lo
mejor.
Dawn se preguntó si Ann sentía lo mismo y continuaba mirando a la mujer
mientras esperaba que ella continuara.
Ann se retorció nerviosamente las manos frente a ella sobre la mesa.
—Ahora estoy segura de que Kirk te ha contado sobre nosotros.
Dawn lo confirmó con un asentimiento.
—Siento que te debo una explicación por la decisión que tomé hace muchos
años. No fue una elección fácil la que hice, pero fue necesaria. Sabía que Roland
nunca aceptaría un hijo “dañado”. Él se encargaría de que murieras antes de que
terminara el día, y no quería que te hicieran daño—. Ann asintió a la vieja Mary.
—Ella fue la sanadora que me atendió en tu nacimiento y le supliqué que te
llevara y te mantuviera a salvo. El problema era que necesitaba una niña para
reemplazarte. La vieja Mary encontró una y me la trajo ........ Una lágrima resbaló
por la mejilla de Ann. —La pequeña niña se acomodó cómodamente en mis
brazos, como si supiera que era donde pertenecía. Ambas vidas se salvaron
milagrosamente esa noche, y creo que fue así como debía ser. Al menos, es lo
que me he dicho a mí misma durante tantos años, lo que hizo que mi difícil
elección fuera algo soportable.
Dawn apoyó una mano en su estómago, el miedo de tener que enfrentarse a una
elección tan horrible que le revolvía el estómago. Ella no pudo evitar sentir

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El highlander prohibido

simpatía por esta mujer que era su madre y, sin embargo, una extraña para ella.
—No tenía idea de lo que Mary haría contigo y no quería saberlo. Me alegré de
que ella desapareciera esa noche y nunca regresara. Pensé que te había llevado
lejos y hubiera sido mejor si lo hubiera hecho.
Sus palabras lastimaron, aunque Dawn no mostró el dolor que causaron. Se
mantuvo estoica y escuchó.
—Lucerna ha sido mi hija durante muchos años, y la amo como te habría amado
a ti, al igual que estoy segura de que la mujer que te crio te amó. Tomé una
decisión difícil entonces y tomo otra ahora—respiró hondo, como si necesitara
fortalecerse por lo que estaba a punto de decir. —No puedo y no te reconoceré
como mi hija. Significaría la muerte no solo para ti, sino para Lucerna y para mí.
Roland nunca perdonaría mi infidelidad, o mi traición por pasear a la hija de
unos campesinos como si fuera suya. Ella apretó las manos. —Te ruego que no
solo salves tu vida, sino la de Lucerna y la mía, y te vayas con tu padre y nunca
mires atrás, y nunca regreses a Cree.

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El highlander prohibido

62

Dawn miró a su madre. Ella había enviado a Dawn lejos hace años para
salvarla, y ahora le estaba pidiendo a Dawn que se fuera voluntariamente esta
vez. No parecía haberle interesado a su madre en lo más mínimo. Ni siquiera se
había molestado en preguntar qué sentía Dawn por Cree. Su único pensamiento
era que Dawn se sacrificara como una vez lo hizo y debería seguir haciéndolo.
Dawn se puso de pie y golpeó su pecho, luego su cabeza.
Ann se puso nerviosa. —No entiendo.
Dawn negó con la cabeza. Ella tenía razón en eso. Ann Gerwan no entendía a su
hija en absoluto.
La vieja Mary dio un paso adelante. —Dawn dice que pensará en ello.
— ¿Qué quieres decir con que pensarás en ello? —Ann exigió. —No tienes
elección. Debes irte.
Dawn se erizó ante su orden y echó los hombros hacia atrás y la cabeza hacia
arriba. Pasó dos dedos por la palma de su mano, golpeó a Ann, luego golpeó su
pecho y negó con la cabeza.
La vieja Mary volvió a interpretar. —Tú debes irte. No yo.
—Eso es una tontería—dijo Ann, con la cara apretada en un ceño fruncido. —
Hago lo que se debe hacer. Tu egoísmo nos hará sufrir a todos.
Dawn miró a la mujer, se dio la vuelta y salió de la cabaña, pasando junto a
Elwin, sacudiendo la cabeza. Él la siguió de cerca y los otros guerreros le
flanquearon los costados, siguiendo el ritmo de ella. Su ira aumentaba con cada
paso que daba. Cuando llegó a su casa, entró directamente y cerró la puerta
detrás de ella. Se paseó frente a la mesa, con el pecho agitado, y su ira no
mostraba signos de disminuir.
Esa mujer ciertamente no era una madre para ella. Ann Gerwan no se preocupó
por ella. Ella había aceptado a Lucerna como su hija y ¿por qué no? La joven era
hermosa en todos los sentidos y tenía una voz. ¿Qué mujer no querría una hija
como ella en comparación con Dawn?

215 | P á g i n a
El highlander prohibido

Dawn se hundió en una silla, su mano agarró la mesa. Ann había hablado de
sostener a Lucerna en sus brazos y de lo feliz que había sido. Dawn se preguntó
si Ann se había molestado en abrazarla, o una hija dañada habría sido
demasiado, ¿no solo para el padre, sino también para la madre?
También estaba cada vez más frustrada con todos los que decían que estaban
tratando de protegerla, mantenerla a salvo, cuando en realidad lo que estaban
haciendo era decidir su destino sin pensar en sus propios deseos. Su madre le
había enseñado que sobrevivir a veces significaba encontrar la fuerza y el coraje
para hacer las cosas que creías no poder hacer. Ella había recurrido a ese coraje
el día que Colum le había informado que atendería al prisionero Cree de la forma
que quisiera. Necesitaba volver a adquirir ese coraje, pero ¿para qué? ¿Haría lo
que Ann Gerwan le pedía, lo que su padre también quería? ¿O haría lo que el
hombre que amaba le pedía y confiaba en que todo saldría bien?
Ella sabía la respuesta, lo había sabido todo el tiempo. Nunca había tenido dudas
al respecto. Ella confiaría en Cree. Ella siempre confiaría en Cree, porque desde
el momento en que se conocieron nunca le había fallado. Él puede ser dictatorial
y exigente, pero ella estaba empezando a ver que él la aceptaba más de lo que
creía. Esa reflexión no solo la hizo sentir amada, sino que la hizo sentir
poderosa, algo que nunca antes había sentido.
Ella se levantó de un salto y comenzó a caminar de nuevo. Estaba enojada con
Ann Gerwan. La mujer no había mostrado ni un poco de cariño hacia ella, o le
importaría lo que le pedía. A Dawn le pareció que su vida no le importaba a Ann.
Todo lo que importaba era que Dawn obedeciera su orden y se fuera, sin hablar
de ninguna otra solución posible.
Dawn oyó un golpe en la puerta y se detuvo.
Flanna entró y se detuvo bruscamente cuando vio a Dawn. Se apresuró a cerrar
la puerta, dejó el cesto y fue directamente hacia ella, extendiéndose para quitarse
la capa antes de acomodarla en una silla.
— ¿Qué está mal? Te ves molesta.
Flanna se había convertido en una buena y confiable amiga, pero Dawn pensó
que no sería prudente hablar de lo que acaba de suceder por varias razones. Una
de ellas era que temía que alguien se diera cuenta de que Flanna sabía algo, y
que ella sufriera por ello. Ella, sin embargo, tenía la intención de ser honesta,
hasta cierto punto. Ella golpeó su pecho, presionó un dedo sobre sus labios

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El highlander prohibido

cerrados, y negó con la cabeza.


— ¿No puedes decirme?
Dawn asintió.
—No tienes que decirlo. Creo que lo sé. Tiene algo que ver con Ann Gerwan.
Dawn parecía desconcertada. ¿Cómo podría ella saber eso?
Flanna agarró la cesta de la puerta y la colocó sobre la mesa. Ella se apresuró a
tomar una jarra y llenar una jarra.
—Un vino especial que Cree está sirviendo esta noche en honor a la llegada de
Gerwan, aunque Ann Gerwan llegó hace solo unos momentos y parecía bastante
agitada y enrojecida para sorpresa de su esposo e hija, que estaba bastante
pálida. Te digo que hay algo malo con esa joven... loca si me preguntas.
Dawn sonrió y se preguntó si quizás Flanna tenía razón.
—Entonces, Lady Gerwan finalmente se sienta, y luego toma una copa de vino
como si estuviera muerta más allá de la razón. Luego toma otro rápido sorbo, y
después de eso comienza a hablar sobre lo contenta que está de que su hermosa
hija y Cree se casen pronto.
La sonrisa de Dawn vaciló un poco al pensar en su boda, pero luego recordó las
palabras de Cree para confiar en él y así su sonrisa una vez más se iluminó.
—Pobre Sloan—dijo Flanna con una risita. —Cree le ha asignado, en realidad es
un castigo por no protegerte lo suficiente, proteger a Lucerna. Al menos así lo ve
él. Cree, por otro lado, quiere saber en todo momento lo que hace—. Flanna
negó con la cabeza. —Sloan no está contento, y no lo culpo. ¿Quién querría estar
alrededor de esa arpía todo el día?
Dawn no sabía que Cree había castigado a Sloan y realmente era un terrible
castigo quedarse con esa mujer.
—También descubrí que un guerrero ha sido asignado para reportar todos los
movimientos y el paradero de Bree a Cree, aunque me dicen que no está
consiguiendo mucho. Cuando no está cuidando a la vieja Mary, ayuda a Elsa.
Ella no es ociosa, es una persona dulce y muy agradecida de que Cree le haya
ofrecido un hogar aquí.
Dawn sintió una punzada de culpa por haber rechazado a Bree ese día que había

217 | P á g i n a
El highlander prohibido

ido a su cabaña y había pedido hablar con ella. Parecía que Bree era sincera, y
ella esperaba que su inocencia fuera probada pronto.
—Los rumores hablan sobre el hombre que te atacó. Parece que las pistas
simplemente desaparecieron. Estuvieron allí un minuto, luego se fueron
repentinamente, como si la persona desapareciera en el aire. Los aldeanos dicen
que es un fantasma o un demonio, depende de con quién hables y quién haya
bebido más. Pero hay que admitir que es extraño. Quiero decir, ¿cómo
desaparecen las huellas de repente?
Esa era una buena pregunta, especialmente con el hombre que sufrió una herida.
¿Dónde estaba el rastro de sangre? Se preguntó dónde estaban las huellas y si
ella podría echar un vistazo por sí misma. Tal vez Cree la llevaría por la mañana.
Flanna se unió a Dawn en una copa de buen vino y continuó charlando. Cogió a
Dawn sin darse cuenta cuando preguntó:
— ¿Ann Gerwan te visitó y te aconsejó que te fueras y no oscurecieras el
brillante futuro de su hija?
En cierto sentido, Dawn supuso que eso era exactamente lo que Ann había
sugerido y asintió.
—No le hagas caso. Ella solo está tratando de proteger a esa loca hija que tiene
—. Ella se puso de pie. —Será mejor que regrese y vea que las cosas están
funcionando correctamente, pero me alegra que Cree me haya dado permiso para
pasar un tiempo contigo. Estaba ansiosa por compartir contigo lo que había
averiguado hasta ahora.
Dawn golpeó su pecho.
—No es necesario que me des las gracias, disfruto husmeando y descubriendo
secretos—dijo Flanna con un susurro e inclinó la cabeza para mirar a Dawn con
una ceja levantada. —Te ves molesto de nuevo. ¿Fue algo que dije?
Dawn negó con la cabeza, no muy segura de qué la estaba molestando, aunque
ciertamente tenía suficientes problemas para elegir.
—No te preocupes. Todo irá bien, ya verás. Cree se niega a que sea de otra
manera—. Le dio un apretón tranquilizador a la mano de Dawn, luego salió por
la puerta.
Dawn se encontró caminando de nuevo poco después de que Flanna se fuera y se

218 | P á g i n a
El highlander prohibido

enojó. Misterios. Había demasiados secretos, y Dawn parecía estar en el centro


de ellos. Todos. Señor, no permitas que un secreto sea sacado a la luz. Sería la
ruina de vidas, la muerte de algunos y, sin embargo, la libertad para ella.
Dawn continuó caminando, pensando, y cada vez más frustrada.

Cree se sentó en su silla junto a la tarima, ignorando la conversación que


se desarrollaba a su alrededor, pensando sobre cuánto había luchado para llegar
hasta aquí. Quería una vida mejor no solo para él, sino también para su hermana,
para los hombres y mujeres que habían luchado con él. Sabía que las cosas no
serían fáciles, pero tenía la determinación de que aun así, obtendría lo que
quería.
Nunca había esperado enamorarse en el camino. Escuchar la charla inoportuna
que se desarrollaba a su alrededor le hizo darse cuenta de cuánto más quería a
Dawn como su esposa. La idea de tener que cargar con Lucerna durante el resto
de su vida le hizo pensar que la muerte sería preferible.
Sus ojos se clavaron en Flanna, entrando en el Gran Salón. Tenía que regresar de
visitar a Dawn, y él casi se levantó de la silla para preguntarle cómo estaba
Dawn. Maldición, pero la extrañaba terriblemente y no sabía si tenía la paciencia
de esperar hasta más tarde para volver a verla.
Sus músculos se tensaron y avanzó lentamente para sentarse más derecho en su
silla cuando notó que las líneas en la cara de Flanna estaban tensas, como si
estuviera preocupada e inmediatamente se preguntó si tenía algo que ver con
Dawn. Se puso de pie cuando Roland Gerwan le dirigió un comentario que
silenciaba a todos en la mesa.
—Escuché que los McCluskys fueron atrapados aquí por una tormenta de nieve.
Es prudente no tenerlos en la fortaleza, todos son paganos, especialmente su
hijo, Torr. He oído cuentos de él que no son adecuados para ser repetidos.
Cree miró con el ceño fruncido al hombre. —Tal vez debería invitarlos a unirse a
nosotros y podemos preguntarles si las historias son ciertas.
Ann Gerwan se quedó sin aliento. —Si ese es tu deseo, mi Señor, entonces
Lucerna y yo nos despediremos.
Así que la dama no desea ver a su antiguo amante. ¿Temía ella que él revelara su

219 | P á g i n a
El highlander prohibido

antigua relación? Cree también se preguntó si Ann Gerwan buscaría a Kirk y


hablaría con él en privado ahora que sabía que él estaba allí. Tal vez podría
lograr apresurar esa reunión.
—Los McCluskys son buenos guerreros y están lejos de ser paganos. Haré que
se unan a nosotros para una comida y usted mismo lo verá—. No le dio a nadie
la oportunidad de debatir el tema con él. Se levantó. —Ahora, si me disculpan,
hay un asunto que debo atender.
— ¿Es tan importante para que debas prestarle atención ahora? —preguntó
Lucerna, sintiéndose insultada de que incluso se disculpara.
—Sí, lo es—dijo Cree y le hizo un gesto de asentimiento a Sloan, recordándole
que permaneciera cerca de Lucerna, y puso los ojos en blanco como si estuviera
sufriendo los tormentos del infierno. Cree ignorado a Sloan y las miradas de
desaprobación fue a buscar a Flanna.
Los sirvientes se detuvieron para apartarse y bajar sus cabezas cuando Cree los
pasó por el estrecho pasaje de piedra que conectaba la cocina con el Gran Salón,
que la mantenía a una distancia suficientemente segura en caso de incendio.
Sabía que encontraría a Flanna en la cocina. Turbett y ella pasaban bastante
tiempo juntos. Parecía que la pareja se atraía el uno al otro, aunque nadie los
considerara una buena pareja. Él era alto y macizo, y Flanna era bajita y delgada,
y tenía rasgos simples. Sin embargo, los dos eran gentiles con los demás cuando
estaban juntos.
Cree se detuvo abruptamente justo antes de entrar en la cocina. ¿Es así como
otros vieron a Dawn y él? ¿La mayoría les creía extraños? Sacudió la cabeza. No
le importaba lo que pensaran los demás. Cómo se sentía él y Dawn era lo único
que importaba.
El trabajo se detuvo tan pronto como Cree entró a la cocina.
—Mi Señor, ¿hay algún problema con la comida? —preguntó Turbett, como si
no pudiera creer su propia pregunta.
—Tranquilo Turbett, jamás hay nada de malo con las comidas que preparas, solo
quiero hablar con Flanna.
Turbett asintió, aunque frunció el ceño, y Cree tuvo la sensación de que Flanna
podría haber compartido su preocupación por él.

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El highlander prohibido

Flanna dio un paso adelante y asintió hacia el depósito. Cree siguió su


sugerencia silenciosa, y ella lo siguió hasta el pequeño espacio.
Cree rápidamente preguntó: — ¿Dawn está bien?
—Ella está molesta.
— ¿Por qué?
—Parece que la razón por la que Ann Gerwan llegó tarde, fue porque fue a ver a
Dawn y le aconsejó que se fuera de aquí y que no oscureciera el brillante futuro
de su hija. Por supuesto, esas son mis palabras, pero el asentimiento de Dawn
confirmó que fue algo así.
Cree no perdió un minuto. Se giró y dejó que Flanna lo mirara fijamente, aunque
ella tenía una sonrisa. El Diablo protegería a los suyos.
No pasó mucho tiempo antes de que Cree entrara a la cabaña de Dawn, sin
molestarse en llamar, aunque nunca antes lo hizo. Al entrar la vio pasearse
delante del hogar, y cuando lo vio frenó bruscamente. Pero lo que más le
preocupaba era la tristeza en sus ojos.
Él estuvo a su lado en un instante, y ella se dejó abrazar con la misma rapidez.
Sintió que su cuerpo se estremecía y comenzó a temblar, y supo que estaba
llorando. Su corazón se rompió al sentirla así.
La abrazó con fuerza y la dejó llorar. Él asumió que Ann Gerwan era la causa de
sus lágrimas. Lo averiguaría con seguridad tan pronto como las lágrimas de
Dawn se agotaran y ella pudiera explicarlo. Entonces vería que la mujer sufriera
por hacer llorar a Dawn. Ella no quería dejar de lado a Cree. Ella nunca había
estado más aliviada de verlo. De alguna manera, su ira se había convertido en
una tristeza abrumadora, y todo lo que quería, todo lo que le dolía, mejoraba con
su abrazo. Ahora que él estaba aquí, ella nunca quería que la soltara.
Le rodeó el cuello con los brazos, cuando la levantó y la llevó a la otra
habitación, y cuando él se sentó en la cama y la apoyó en su regazo, ella apoyó
la cabeza en su hombro. Se sentaron de esa manera hasta que las lágrimas de
Dawn se desvanecieron y su jaleo se detuvo.
Cree levantó su barbilla, y limpió la última lágrima de sus mejillas con su dedo.
—Ahora me dirás quién te hizo llorar tanto, para que pueda destruir a esa
persona en pedazos.

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El highlander prohibido

Él no estaba bromeando. Lo decía en serio y Dawn nunca podría ser la causa del
sufrimiento de alguien. Entonces ella decidió que en lugar de responder, ella lo
besaría. Además, ella quería besarlo. Sus besos eran mágicos y en el momento
ella necesitaba su magia.
Ella rozó sus labios sobre los de él, aunque sorprendentemente él no respondió.
Así que ella presionó sus labios contra los de él en un beso más asertivo y aun
así él no respondió. Él siempre respondía y que no lo hiciera... molestaba.
—No me distraerás con besos. Tendré mi respuesta.
Estaba decidido a saberlo. Ella lo escuchó en la fuerza de su tono, además de que
Cree siempre se salía con la suya. A menos que ella pudiera distraerlo con...
Lentamente, su mano se deslizó hacia abajo a lo largo de su pecho, sobre los
músculos tensos, y las imágenes de él desnudo saltaron en su mente, y las dejó
quedarse allí mientras ella continuaba explorándolo. A ella le encantaba trazar
sus dedos sobre cada centímetro de él, los juegos no solo lo harían crecer, sino
que también la hacían excitarse. Y lo hizo.
Un cosquilleo se instaló entre sus piernas y se convirtió rápidamente en un pulso
suave. Estaba lista para llevarlo dentro de ella y eso era lo que quería hacer...
hacer el amor y olvidar el dolor que su verdadera madre le había causado.
Ella deslizó su mano debajo de su túnica, luego bajó la cintura de sus mallas, las
puntas de sus dedos solo rozaban su cabello. Una corta distancia más y sus dedos
se envolverían con entusiasmo alrededor de su...
Ella se sobresaltó cuando él agarró con fuerza su mano errante y se la sacó del
pantalón.
—No me distraerás. Quiero mi respuesta.
Ella no tenía ningún deseo de hablar de eso ahora. Quería hacer el amor y
olvidar. Ella cerró sus labios firmemente, mostrándole que ella no tenía
intenciones de decirle nada, al menos hasta que hubieran hecho el amor.
— ¿Te mantendrás en esa postura? —preguntó, aunque no le dio la oportunidad
de responder. Susurró cerca de su oído: —Creo que no—. Con eso su mano
desapareció debajo de su falda.

222 | P á g i n a
El highlander prohibido

63

Dawn no tenía ninguna duda de que él tenía la intención de provocarla sin


piedad hasta que ella le diera lo que quería, y mientras esperaba que su
obstinación estallara y desalentara su plan, se sorprendió por su respuesta. Ella
estalló en lágrimas silenciosas de nuevo.
—Maldición—murmuró Cree y con prisa la ayudó a recostarse en la cama
mientras la mantenía acunada en sus brazos.
Ella apoyó la cara hacia su pecho y lloró. No sabía por qué lloraba de nuevo.
Ella había pensado que todas sus lágrimas se habían gastado y su tristeza se
había lavado, pero se había equivocado.
—Lo siento, Dawn, lo siento mucho. No llores. Te prohíbo que llores—Cree le
susurró al oído.
Lloró aún más fuerte al escuchar al poderoso e infame Cree disculpándose con
ella. Ella nunca lo habría esperado de él y, sin embargo, él había dicho que lo
sentía y que, por su angustia, lo decía en serio. Y ella lloró un poco más.
Él no sabía qué hacer o cómo detener sus lágrimas. Solo sabía que odiaba verla
llorar. Fue desgarrador sentir su cuerpo desgarrado con sollozos mientras no se
escupía un sonido por sus labios. Su ira creció mientras ella seguía llorando.
—Voy a matar a esa perra—murmuró, sintiéndose más indefenso de lo que había
estado en mucho tiempo. Cuando finalmente sintió que su llanto de lágrimas
disminuía, la apartó de él para limpiar sus mejillas húmedas y le preguntó: —Te
quitaría el dolor para sentirlo yo si pudiera. Odio ver lágrimas en tus hermosos
ojos. Háblame, dime qué te ha causado tanto dolor.
Dawn lo miró fijamente, con los ojos llenos de asombro. Ella sintió como si
acabara de decirle que la amaba. ¿Por qué otra razón ofrecería sufrir en su lugar
si no la amaba? ¿Y él pensaba que ella tenía unos ojos hermosos? Hermosa no
era una palabra que se usaría con ella. Solo alguien que la amara profundamente
la consideraría hermosa, y la única persona que alguna vez la había considerado
hermosa era su madre.
Ella sollozó más lágrimas, aunque algunas escaparon y sus dedos rápidamente
las barrieron.

223 | P á g i n a
El highlander prohibido

—No más lágrimas, insisto—ordenó secamente.


Ella tuvo que sonreír, al escuchar el mandato de Cree al que estaba
acostumbrada.
—Una sonrisa, mucho mejor, ahora háblame. Estoy aquí para ti.
Él había estado allí para ella desde que se conocieron en extrañas circunstancias.
Este hombre que una vez le había hecho temblar de miedo ahora la hacía temblar
de pasión. Donde antes no confiaba en él, ahora confiaba en él con su vida. Ella
se soltó de sus brazos y se incorporó. Hizo lo mismo, empujando almohadas
detrás de la espalda para apoyarse, acomodándose y preparándose para escuchar.
Dawn no estaba segura de por dónde empezar. Ni siquiera estaba segura de qué
le estaba causando su dolor.
Decidió comenzar con su visita a la vieja Mary, y encontrar a Ann Gerwan allí.
Sus gestos eran como palabras para Cree. Podía escucharlos en su mente y
amaba el sonido de su suave y fuerte voz.
— ¿Lady Ann estaba en la cabaña de la vieja Mary esperando por ti?
Dawn asintió y continuó, aunque las punzadas en su corazón le hicieron darse
cuenta de que la reunión con Lady Ann la había dejado con más dolor del que se
había dado cuenta. Cuanto más relacionaba el incidente con Cree, más profundos
eran los dolores en su corazón. Pero la parte que la hizo detenerse, le hizo difícil
decirle a Cree, se aferró a su corazón con tanta fuerza que la obligó a guardar
silencio.
Cree se inclinó hacia delante, tomó su mano y le dio un apretón tranquilizador.
—Dime, Dawn.
Ella entrelazó sus dedos con los de él, e intentó formar una sonrisa valiente,
aunque no pudo mantener la farsa cuando le hizo un gesto a Cree que su madre
la había acusado de ser egoísta.
Él frunció el ceño y la miró un momento antes de decir:
— ¿Me estás diciendo que Lady Ann te llamó egoísta?
Ella se encogió y asintió, la palabra la golpeó tan duramente como lo había
hecho entonces.

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El highlander prohibido

—Lady Ann ha sellado su destino—anunció Cree, condenándola, y un escalofrío


recorrió a Dawn. Eres la persona más desinteresada que he conocido. Con
demasiada frecuencia has colocado la seguridad de otra persona por encima de la
suya, y sin pensar en las consecuencias. Si alguien es egoísta, es Lady Ann.
Cree fue sin duda su héroe. No dejaba que nadie hablara mal de ella y, aunque
sus acciones pueden haberlo trastornado en alguna ocasión, nunca la había
castigado de verdad. La mantuvo a salvo, la protegió y la amó. Fue bendecida el
día que él entró en su vida, aunque ciertamente no se había dado cuenta. El
destino funcionaba de maneras extrañas.
— ¿Cómo terminó esta reunión? —preguntó.
Dawn levantó la cabeza y le pasó los dedos por la palma.
— ¿Dejaste a una mujer de la nobleza hablando sola? —se rio y le dio a su mano
otro apretón. —Me hubiera encantado haber visto su cara cuando hiciste eso.
Estoy orgulloso de ti. Eres una mujer valiente—. Él extendió la mano, la agarró
por la cintura y la acomodó en su regazo. —Y tú eres mi mujer—. Él la besó
entonces, y el dolor que sentía desapareció poco a poco por la amorosa magia de
su beso.
Ella pensó que sus intenciones eran hacer el amor, ya que su cuerpo sin duda
había reaccionado, así que se sorprendió cuando él continuó su conversación.
—Ahora te diré lo que ocurrió en el Gran Salón esta noche.
Dawn estaba encantada de que él intentara compartir noticias con ella, habían
acordaron confiar el uno en el otro, y a ella le complació saber que él tenía la
intención de cumplir su palabra.
Él la abrazó contra él, queriéndola tan cerca como fuera posible.
—Lady Ann ha dejado claro que no está interesada en estar en la misma
habitación que los paganos McCluskys.
Dawn se preguntó sobre el razonamiento de su verdadera madre. ¿Había querido
proteger a su hija? ¿Habría querido mantener a salvo su secreto? ¿Había amado
alguna vez al padre de Dawn? Tantas preguntas aún por responder.
Cree expresó una preocupación similar.
—Podría ser el miedo al descubrimiento, a la traición, incluso después de todos
estos años, lo que la hace no querer ver a Kirk McClusky de nuevo. O ella podría
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El highlander prohibido

ser la egoísta que quiere proteger su posición. Se necesitará algo de


investigación para descubrir la verdad.
Sí, tomaría un poco de investigación, pero había una verdad que Dawn sabía y
tenía la intención de mantener firme en su corazón. Con gestos lentos y sinceros,
Dawn le dijo a Cree que había tenido suerte de haber sido entregada a una mujer
que había sido una madre maravillosa, y la había amado profundamente.
—Desearía haber conocido a tu madre. Suena como una mujer extraordinaria y
valiente. Tu eres así, y serás buena madre—dijo Cree con convicción y deslizó
su mano para apoyarla sobre su estómago.
Ella colocó su mano sobre la de él y acurrucó su cabeza en el hueco de su cuello.
—Los mantendré a salvo a ambos—dijo, sonando a promesa.
Ella asintió y le dio unas palmaditas en la mano, haciéndole saber que era algo
que ella ya sabía.
Permanecieron acurrucados en silencio durante un rato, contentos por el
momento de estar como estaban... juntos. La vida sería buena para los dos una
vez que se casaran, y él anhelaba que ese momento fuera pronto.
Dawn sintió que se adormecía, el día intenso la había agotado. Ella bostezó y se
acurrucó más cerca de Cree. La idea de hacer el amor se disipó en lo más
recóndito de su mente, por una vez la necesidad de dormir la dominó.
Cree sintió que su cuerpo se aflojaba contra él, y estuvo tentado a deslizar su
mano debajo de su falda y despertar su pasión. Pero ella descansaba contenta en
sus brazos, sabiendo que él la cuidaría, incluso de él.
Él casi se echó a reír, aunque temía que el sonido la despertara, por lo que se
mantuvo en silencio, tal como ella había sido obligada toda su vida. Apoyó la
mejilla en la parte superior de su cabeza y extendió la mano sobre su vientre. Era
dificil de comprender que su hijo estaba acurrucado, seguro, y cómodo allí,
cuando ella se redondeara, se haría evidente y él se volvería aún más protector.
Para entonces ella sería su esposa y viviría en la fortaleza, y él podría verla en
cualquier momento que quisiera. Tenía que ser así. Él no permitiría que fuera de
otra manera. Él continuó abrazándola hasta que sus propios ojos se llenaron de
sueño, luego la deslizó de su regazo a la cama.
Fue y añadió más troncos al fuego antes de deshacerse de sus prendas. Luego le

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El highlander prohibido

quitó suavemente las botas y despacio le quitó sus prendas. Ella apenas se
movió, aunque él no pudo contenerse. ¿Cómo podría hacerlo? Cada vez que sus
dedos rozaban su suave piel, su miembro estallaba en busca de atención. Se
advirtió a sí mismo para comportarse. Estaba cansada y él también. Se acostó a
su lado, y agradeció su sueño pesado. La ayudó a ponerse de costado para poder
acomodarse a su alrededor, luego se cubrió con la manta.
Cerró los ojos esperando que el sueño llegara, con la esperanza de que lo hiciera,
pero su cuerpo tenía una idea diferente, especialmente porque su parte trasera
estaba acurrucada contra su ingle. Sin mencionar que su mano se había posado
sobre su pecho y le daba ganas de jugar con su pezón.
—Maldición—murmuró, y sabiamente, aunque de mala gana se alejó de ella. El
día y sus lágrimas la habían agotado y necesitaba dormir. No podía ser tan
insensible y pensar solo en sí mismo. Podía esperar hasta la mañana para hacerle
el amor.
Se dio la vuelta y se envolvió alrededor de él, su pierna enganchada sobre la
suya, su cabeza apoyada en su pecho y su mano...
— ¡Maldición! —murmuró él cuando su mano se posó tan cerca de su ingle que
sintió que se endurecía. Se reprendió por no haber dejado su ropa y la suya. Pero
ya era demasiado tarde, estaba hecho y él sufriría por su necedad.
Ella se frotó contra él, como si lo necesitara, y pensó por un momento que se
había despertado, pero se sintió decepcionado cuando se acomodó pacíficamente
contra él después de unos momentos.
Esta iba a ser una noche larga si no podía dormir y pronto. Permaneció tan
quieto como pudo, no queriendo perder la batalla, en la que deseaba intentar
despertarla y sumergirse en ella ya que su necesidad se estaba haciendo cada vez
más fuerte.
Él se forzó a cerrar sus ojos, intentando dormir cuando de repente su mano se
movió sobre su dureza y la tomó. Sus ojos se abrieron y esperó, pero nada
sucedió. Su mano permaneció inmóvil, su agarre firme, y él yacía en agonía.
Despiértala, tonto, discutió consigo mismo, pero no pudo hacerlo. Sería egoísta
de su parte, y esta fue una de esas veces que él ciertamente disfrutaría siendo
egoísta.
Se quedó sin aliento cuando su mano comenzó a moverse y él se quedó quieto,

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El highlander prohibido

sin querer molestarla, sin querer que se detuviera. Y ella no se detuvo. Cerró los
ojos y lo disfrutó, pensando que en cualquier momento ella se detendría y él se
quedaría con el dolor. Ella redujo la velocidad y él pensó que era el final, pero un
momento después ella reanudó un ritmo constante y él sonrió ante su buena
fortuna.
Él se quedó allí disfrutando de repente cuando ella se detuvo. Maldijo en silencio
el final de su buena fortuna, aunque lo que sucedió después casi lo hizo saltar de
la cama. Dawn se inclinó sobre él y lo tomó en su boca. Sus ojos se abrieron de
golpe y se apoyó en los codos. Ella levantó la cabeza y le dio una perversa
lamida.
Él sonrió y negó con la cabeza. Ella nunca había estado durmiendo, ella lo había
estado molestando y maldición si él no lo había disfrutado. Él se echó hacia atrás
y dejó que ella se saliera con la suya.
Ella lamió, mordió y chupó hasta que él pensó que se volvería loco. Entonces el
pensamiento golpeó como un puñetazo en el estómago... ella tenía el poder
completo sobre él en este momento. Él se incorporó, tomó su cintura con sus
manos, y la levantó para dejarla caer sobre la cama, y luego cayó sobre ella.
Con un rápido empujón de su rodilla para separar sus piernas, se hundió en ella y
supo que no duraría mucho. Ella lo había excitado hasta un punto culminante y
no había forma de controlarse. Tenía que terminar, él no podía detenerse, y
quería que ella se uniera a él.
Dawn se sobresaltó cuando él rápidamente, en un movimiento fluido la apartó de
él, la ubicó debajo de él y la penetró como un guerrero vengador. Tomó sus
rígidos antebrazos a cada lado de ella, y lo sostuvo mientras él se movía sobre
ella entrando y saliendo repetidamente.
—Llegarás al clímax conmigo—ordenó. —No es una petición.
Ella no tuvo problemas para obedecer su orden, ella deseaba lo mismo.
Su respiración se volvió tan frenética tal como sus movimientos, y no pasó
mucho tiempo antes de que Cree echara su cabeza hacia atrás y rugiera, en un
clímax tan poderoso que sacudió todo su cuerpo con una ola tras otra de placer.
Dawn, una vez más, se encontraba nuevamente después de un clímax del cual
siempre se sorprendía, de que fuera más intenso que el anterior. Hacer el amor
con Cree era como encontrar la felicidad una y otra, y otra vez. Era pura magia.

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El highlander prohibido

Cree se dejó caer de espaldas al lado de Dawn para recuperar el aliento. Alcanzó
su mano y entrelazó sus dedos con los de ella, luego la trajo a su boca, para besar
un par de sus dedos antes de apoyar sus manos unidas en su pecho.
En un momento, cuando recobró el aliento, tuvo la intención de finalmente
decirle cuánto la amaba, que nada le impediría amarla y que siempre la amaría.
Era hora de que ella lo escuchara de él. Ella tenía que saber cómo se sentía
realmente por ella. Tenía que decírselo, se sentía obligado a decírselo y
comprometerse con su amor.
El sueño tuvo una idea diferente y, antes de que su respiración se calmara por
completo, ambos cerraron sus ojos, y el sueño los reclamó a ambos.
La mañana y un frenético golpeteo en la puerta provocaron una interrupción de
su sueño tranquilo, que hizo a ambos vestirse rápidamente. Una ligera nevada
seguía a Elwin a la cabaña cuando Cree abrió la puerta.
Sacudió la cabeza mientras hablaba.
—El caos reina en la fortaleza. Lord Gerwan está exigiendo el regreso de la
sirviente de su hija. Lady Ann está volviendo loca a Flanna con sus demandas,
insistiendo en que los sirvientes adicionales ayuden a terminar el atuendo de
boda de Lucerna, incluso si eso significa trabajar día y noche. Lucerna insiste en
que hable con Turbett directamente sobre la comida para la celebración de la
boda—. Elwin dejó de sacudir la cabeza. —Y Kirk McClusky quiere hablar
contigo.
—Quiero hablar con él. Haz que lo envíen a mi solar—dijo Cree y se volvió
hacia Dawn. La noche anterior vino rápidamente a su mente, y despidió a Elwin
con la mano, deseando estar a solas con Dawn.
Elwin apenas había cerrado la puerta cuando Cree tenía a Dawn en sus brazos.
—Había esperado una mañana tranquila antes de tener que despedirme—. Le
acarició la mejilla con el dorso de la mano. —Me encanta sentirte—. Parecía que
sus palabras no podían salir y decirle que la amaba. La noche anterior había sido
el momento perfecto, esta mañana y su necesidad de correr no era un buen
momento. —La noche anterior fue... mágica—. Dawn sonrió y asintió sintiendo
lo mismo.
—Hay mucho que debo resolver hoy. Volveré en cuanto pueda.
Ella asintió comprendiendo, y también recordando que había esperado
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El highlander prohibido

convencerlo de que la llevara al lugar donde las huellas de su atacante se habían


desvanecido de repente. Se preguntó si él le permitiría ir con sus guardias y
entonces ella le preguntó.
—Absolutamente no—dijo con empatía. —Te quedarás en la seguridad de esta
casa hasta que atrapemos al culpable.
Dawn se alejó de él, se puso las manos en las caderas y le lanzó una mirada
maliciosa. No podía seguir confinada en la cabaña y se lo hizo saber con rápidos
gestos.
Cree recordó cómo ella le había dicho que se sentía como una prisionera y,
aunque no lo era, él podía entender por qué se sentía como tal. Así que cedió...
algo.
—Puedes salir mientras estés en los confines de la aldea. No debes, repito, no
debes ir al bosque—. Alcanzó el pestillo de la puerta. —Lo digo en serio, Dawn.
No me pongas a prueba con esto porque sufrirás las consecuencias.
Ella sacó su barbilla y mantuvo sus manos firmemente plantadas en sus caderas.
—No tendrás otra opción. Me aseguraré de eso—. Con eso salió corriendo por la
puerta.
Sus manos cayeron de sus caderas y sus hombros cayeron. A ella no le gustó que
se fuera enojado con ella y sin besarla. Habían tenido una noche maravillosa
juntos, y le molestaba que la mañana siguiente pudiera ser tan opuesta.
La puerta se abrió de repente y Cree se puso a patearla para cerrarla detrás de él.
Se quedó allí un momento, luego caminó hacia ella y, mientras lo hacía, se llevó
la mano al pecho y lo golpeó, luego apoyó la mano sobre su corazón y, cuando
se detuvo frente a ella, presionó la mano sobre el corazón.
Él acababa de decirle que la amaba con gestos, como ella a su manera le decía.
Las lágrimas se juntaron en sus ojos y antes de que ella pudiera responder, su
brazo la agarró por la cintura y la tiró contra él. Eres mi mujer y te quiero. Te
amo más de lo que alguna vez pensé que posiblemente podría amar a alguien.
Eres mi aliento, mi corazón, mi mismo ser y si algo te pasara, no podría
soportarlo. Haré tiempo más tarde esta mañana, y te llevaré a los bosques a
dónde quieres ir, pero por ahora te pido que te quedes para que no me vuelva
loco de preocupación.
La besó entonces con una pasión que le hizo cosquillas sin sentido. Cuando
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El highlander prohibido

terminó, ella golpeó su pecho, colocó su mano en su corazón y dio unas


palmaditas allí varias veces, luego lo presionó sobre la suya y también las
palmeó varias veces.
— ¿Tanto me amas? —preguntó burlonamente.
Ella sonrió, negó con la cabeza y extendió las manos a ambos lados de ella,
moviendo los dedos una y otra vez.
Él la miró por un momento, y pensó que tal vez no la entendiera, luego sacudió
la cabeza como si no creyera lo que estaba a punto de decir.
— ¿Tu amor por mí es interminable?
Ella asintió, le llevó las manos a la cara, lo tomó y lo besó.
Se detuvieron en el beso, se separaron de mala gana, y cuando la puerta se cerró,
Dawn se pellizcó para asegurarse de que no estaba soñando. Fue real, no fue un
sueño, Cree la amaba.

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El highlander prohibido

64

Cree caminó hacia la fortaleza, ansioso por deshacerse de las personas que
habían traído tal miseria a su vida. Era hora de hacer lo que mejor hacía... ir a la
batalla con solo un pensamiento en mente: la victoria. En el momento en que le
había dicho a Dawn que la amaba, había cambiado todo. Esta farsa de
matrimonio no podía permitirse. Nada bueno saldría de ello, ni para él, ni para su
clan... o para el Rey, y Cree tenía la intención de hacerle entender eso.
Al llegar al Gran Salón, se detuvo un momento para hablar con Flanna. Ella
asintió y se apresuró a hacer lo que él le pedía, luego se dirigió a su solar.
Desafortunadamente, Lucerna lo arrinconó antes de que pudiera escapar de ella,
o antes de que Sloan pudiera detenerla.
Cree notó los oscuros semicírculos debajo de sus ojos generalmente vibrantes y
la palidez de su piel. Parecía que no había dormido nada o que no había dormido
bien durante días. Parecía frenética, como si lo que tenía que decir fuera una
cuestión de vida o muerte.
Sloan estaba justo detrás de ella. Sacudió la cabeza, puso los ojos en blanco y
levantó las manos como si estuviera rezando, sacudiéndolas hacia Cree y
suplicando que lo liberaran de su castigo.
—Mi Señor—dijo Lucerna, corriendo alrededor de él para bloquear su camino.
—Es imperativo que hable con Turbett sobre el banquete de bodas.
—Turbett tiene bien organizados los preparativos para el banquete—dijo Cree,
aunque no lo sabía con certeza. Sin embargo, Turbett había manejado desafíos
mucho mayores, por lo que un banquete de bodas no debería ser una dificultad.
—Pero tengo ciertas peticiones y preocupaciones...
Habla con Flanna. Ella verá que Turbett está al tanto de ellos. Él fue a rodearla y
ella lo agarró del brazo. Él le dio una rápida mirada a su mano y se volvió como
un rápido gesto de advertencia en ella.
—No recuerdo haberte dado permiso para tocarme.
Ella se alejó de él. —Jamás te daré permiso para tocarme.
—No necesito tu permiso, ya que a mi esposa, puedo tocarla cuando lo desee.

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El highlander prohibido

—No soy tu esposa todavía. Dios quiera que nunca lo sea. Créeme, mi Señor,
rezo todos los días para que él me libere del Diablo.
Cree se inclinó hacia delante, su cara no muy lejos de la de ella.
—Tal vez sería mejor que preguntaras al demonio en persona.
—Usted es un hombre cruel, cruel—dijo Lucerna.
—Harás bien en recordar eso.
—Rezo para que el Diablo y su puta se salgan con la suya—gritó Lucerna, con
su cuerpo temblando de ira.
La mano de Cree se disparó y la agarró por el cuello. La empujó contra la pared
de piedra, con los ojos desorbitados y las manos golpeando su brazo duro como
una piedra.
—Ten cuidado con tus palabras, porque sellarán tu destino.
La soltó y se volvió hacia Sloan.
—Manténla fuera de mi vista, o podría hacer algo de lo que me arrepentiré— y
él negó con la cabeza—, y encárgate de que Elsa la atienda—. Se alejó, dejando
a Sloan con Lucerna.
Kirk McClusky estaba esperando en el solar de Cree, el guerrero que lo había
acompañado se despidió tan pronto como entró.
—Quiero que esto termine antes de que termine la semana—dijo Cree,
caminando hacia Kirk. No me casaré con esa musaraña. Me casaré con tu hija y
el rey lo aprobará.
— ¿Estás seguro de esto? —Kirk preguntó esperanzado.
—Una vez que tengamos lo que necesitamos para demostrar que Dawn es su hija
y que Lucerna no es más que la hija de campesinos, estoy seguro de que aceptará
el cambio en los arreglos. Sin embargo, tenemos un problema. Parece que Lady
Ann no pretende admitir que Dawn es su hija—. Cree explicó la reunión de
Dawn con Ann Gerwan.
Kirk estaba de pie, aunque se hundió lentamente en una silla a medida que se
desarrollaba la historia.
—No puedo culparla por querer salvar a ambas hijas. Era mejor que ella no

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El highlander prohibido

supiera dónde estaba Dawn todos estos años. Cualquier madre estaría tentada de
ver cómo le va a su hijo. Todos esto debe haber sido un tremendo shock para
ella. Ella está haciendo lo que se cree mejor para las dos muchachas.
— ¿Aún sientes algo por Ann Gerwan? —preguntó Cree, preguntándose por
qué.
—Nunca dejé de amarla, y siento que tengo la culpa de lo que ella ha sufrido.
Ahora está a punto de sufrir nuevamente y no quisiera que eso sucediera.
— ¿Qué hay de Dawn? Ella es una inocente en todo esto, y ha soportado más
que nadie. Tú y Ann han vivido tus vidas sin interrupción, mientras que a Dawn
la dejaron trabajar como campesina. Tuvo suerte de haber tenido una madre
generosa, amable y amorosa. ¿No es hora de que Ann y tú penséis en ella en
lugar de en vosotros mismos?
—Estoy de acuerdo contigo, pero hay más de una persona a considerar en este
dilema.
Cree negó con la cabeza. —No para mí. Solo hay una... la mujer que amo.
La cara de Kirk se iluminó con una sonrisa.
—Sabía que amabas a mi hija, aunque me preguntaba si alguna vez lo admitirías.
—Estaba buscando un buen momento para decirle cuando me di cuenta...
—El corazón decide cuándo es el momento—terminó Kirk.
Cree asintió. —Mi corazón ha estado lleno de amor por tu hija, creo, desde la
primera vez que nos conocimos. Ella es la mujer más valiente que he conocido.
Es asombroso cómo ella ha sobrevivido y prosperado con su aflicción, y ahora
que la he conocido tan íntimamente, me doy cuenta de que ella nunca lo piensa
de esa manera. Ella es quién es, y nunca deja que eso la detenga. Eso requiere
más audacia que un guerrero entrando en batalla, porque las batallas llegan a su
fin para los guerreros, pero no así para Dawn.
—Ella es una muchacha notable—dijo Kirk con orgullo.
—No, gracias a usted o Ann—dijo Cree—, aunque ahora puede cambiar eso.
Ambos pueden finalmente ver que Dawn tiene un buen futuro con un marido que
la amará y protegerá.
—Estoy de acuerdo, pero no puedo hacerlo a costa de otros—dijo Kirk

234 | P á g i n a
El highlander prohibido

obstinadamente. —Ann tenía razón cuando le dijo a Dawn que reconocerla como
su hija podría significar la muerte para las tres. Olvidas que Lucerna también es
inocente en esto también.
—Olvidas que solo me preocupo por Dawn, y por lo que ella ha sido hecha para
soportar todos estos años, mientras que tú, Ann y Lucerna han vivido bien.
—Debe haber una manera—dijo Kirk, como si estuviera rogando a Cree.
—Si hubo tiempo para trazar y planear, pero de acuerdo con el mandato del Rey,
me casaré con Lucerna al final de la semana. Lo único que puede impedir que
nuestro matrimonio, es la noticia de que Lucerna no es la hija de Gerland de
Roland.
—Entonces no solo será la vida de Dawn la que nos tiene que preocupar, sino
también la de Ann y Lucerna.
—No para Dawn. Una vez que se revele el secreto, ya no existe una amenaza.
— ¿Y si se convierte en venganza?
—Existe esa posibilidad, por lo que este secreto debe ser revelado y el culpable
detrás de él debe ser descubierto.
—Me temo que habrá mucho sufrimiento para todos.
— ¿Cuál sería la alternativa? ¿Qué Dawn sea obligada a huir de nuevo y
obligada a vivir una vida que ella no quiere, mientras todos los demás continúan
felices? —Cree se rio. —Eso no va a pasar. Esta vez, Dawn tendrá la vida que
elija, ninguna que se le imponga.
Un golpe sonó en la puerta.
—Es hora de que Ann Gerwan se dé cuenta de que el Diablo quiere lo que le
corresponde.

Dawn usó el tiempo privado que tenía para darse un lavado a fondo. Elwin
se encargó de conseguir unos cuantos cubos de nieve, que fundió en el caldero
del hogar. Ella se fregó a sí misma de pies a cabeza, y se sintió más descansada
de lo que había estado en días. Se puso el vestido de terciopelo rojo oscuro que
había estado cosiendo para ajustarlo a ella, y aunque le parecía demasiado, era

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El highlander prohibido

cálido y tan cómodo que no pudo resistirse. Cuando lo dejó caer sobre su cabeza,
no pudo creer lo bien que se sentía el suave terciopelo a lo largo de sus curvas.
Si bien nunca se atrevería a usar una prenda tan grande para que cualquiera la
viera, estaba ansiosa por ver lo que Cree pensaba de eso. Estaba peinando el
último de los enredos de su cabello mojado cuando escuchó voces elevadas
afuera de su puerta.
Su estómago se apretó antes de recordarse que estaba bien protegida. Sin
embargo, no estaba protegida de su curiosidad y se acercó a la puerta para
escuchar. Una mujer gritaba, su voz era tan frenética que molestó a Dawn y
reaccionó sin pensar... ella abrió la puerta.
Todo el sonido cesó y todos los ojos se posaron en ella.
Lucerna fue la primera en hablar y, aunque su voz temblaba de preocupación, o
tal vez era miedo, se mantuvo tranquila.
—Por favor, quiero hablar contigo.
Sloan la rodeó, bloqueando el camino entre ella y Dawn.
—Necesitas ver a Elsa como dijo Cree. Después tienes que volver a la fortaleza
y descansar.
—No—gritó Lucerna. —Elsa puede esperar. En cuanto a descansar, no he hecho
más que descansar, y estoy cansada de ello. Deseo hablar con esta mujer y si es
tan valiente como todos dicen que es... no me negará.
Dawn se hizo a un lado para poder ver más allá de Sloan a Lucerna, y le tendió
la mano, curiosa por lo que la mujer tenía que decir.
—Cree no lo permitirá—dijo Sloan. Dawn golpeó su brazo para llamar su
atención, luego señaló su cabaña, le dio un golpecito en el pecho y señaló a
Lucerna, y luego a su cabaña.
—Todo en esta aldea pertenece a Cree, por lo tanto, realmente no es tu cabaña, y
no importa si la invitas a entrar o no. Cree no lo permitiría. Ahora seguiremos
nuestro camino y no volveremos a molestarte.
Tan pronto como Sloan se dio la vuelta, Dawn extendió la mano, agarró a
Lucerna por la muñeca y la empujó a la cabaña, cerrando rápidamente la puerta
detrás de ella y asegurándola. Por qué había reaccionado sin pensar en las
consecuencias, no podía decirlo, aunque culpaba a su curiosidad. Estaba cansada

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El highlander prohibido

de la información de segunda mano. Quería aprender por sí misma sobre la


mujer, que de alguna manera, había asumido su identidad sin siquiera darse
cuenta. Tenía que pasar mucho tiempo antes de que llegara Cree, ya que sin duda
irían por él, y él golpearía la puerta... no es que Sloan no estuviera intentándolo
—Dawn, abre esta puerta ahora mismo—exigió, golpeándola hasta que sonó
como si se astillara. Después de varios momentos se detuvo y emitió una grave
advertencia. —Lucerna, si lastimas a Dawn, Cree te matará en el acto.
Todos se callaron y Dawn estaba segura de que esperaban la llegada de Cree. No
le preocupaba que Lucerna tuviera intenciones de hacerle daño. Ella había
sentido algo en Lucerna que no había visto las otras veces que había estado en su
compañía... miedo. Y ella se preguntaba qué había cambiado.
—No tengo intención de lastimarte—dijo Lucerna. —Simplemente quiero hablar
contigo.
Dawn señaló una silla, y Lucerna se sentó, quitándose la capa de los hombros.
Dawn se sentó frente a ella, más cerca del hogar, y esperó a que Lucerna hablara.
Pasaron varios minutos de silencio y Dawn se preguntó si alguna vez la mujer
angustiada hablaría. Se quedó mirando fijamente, aunque no a Dawn, y se
retorció las manos hasta que Dawn temió que lastimara su piel. Finalmente, se
inclinó hacia adelante y apoyó los brazos sobre la mesa y dijo:
—Mi madre me dijo que te dijera que te fueras y buscaras una buena vida con tu
padre, Kirk McClusky. Pero no puedo hacer eso. Ya ves que no quiero casarme
con Cree, nunca lo he hecho. Me obligan a hacerlo por deber a mi familia.
Cuando llegué aquí, me propuse ser una persona valiente como mi madre me
había aconsejado. Ella me había dicho que demostrara mi fuerza y me hiciera
cargo para que Cree supiera que podía contar conmigo—. Una lágrima corrió por
el rabillo del ojo. —Pero a primera vista temí a Cree, aunque no me atreví a
dejar que lo viera—. Ella secó la lágrima. —No puedo mantener esta mentira.
Mis dolores de cabeza empeoran, no puedo comer, y mi propia mente me
confunde. Rezo todos los días para que no me obliguen a casarme con Cree, pero
si lo hago—ella se estremeció—, al menos contigo aquí no tendré que llevarlo en
mi cama después de cumplir con mi deber y quedar embarazada.
Lucerna se secó otras lágrimas que corrían por su mejilla.
— ¿Amas a Cree?

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El highlander prohibido

Dawn asintió y sonrió.


—Estuve enamorada una vez.
La frente de Dawn se frunció.
— ¿Es tan difícil creer que alguien me amaría?
Dawn negó con la cabeza, aunque seguía preguntándose cómo Lucerna podía
parecer tan diferente de todas las otras veces que se habían visto. Era casi como
si ella fuera dos personas en una y Dawn se preguntaba si podía creer algo de lo
que decía. ¿Fue todo un acto, incluso el miedo?
— ¿Te preguntaste si alguien te amaría alguna vez?
Su comentario sobresaltó a Dawn. ¿Realmente tenían algo en común?
—Nada es lo que parece, ¿verdad?
Dawn tenía que estar de acuerdo con ella allí. Ella no estaba segura de nada ni de
nadie... excepto de Cree. Eso le recordó que debería estar allí en cualquier
momento y que ella quería aprovechar al máximo el tiempo que Lucerna y ella
tenían juntas.
Dawn señaló a Lucerna, luego a sí misma y se encogió de hombros, esperando
que la mujer la entendiera.
— ¿Qué quiero de ti?
Dawn asintió.
Lucerna se inclinó hacia delante y comenzó a susurrar.

Cree se hizo a un lado cuando Ann Gerwan entró en la habitación con un


gesto elegante, con los ojos puestos en él.
—Me alegra que me hayas convocado, mi Señor, hay mucho que discutir—dijo
ella con un asentimiento respetuoso.
—Tienes razón en eso. Tenemos mucho que discutir. Extendió la mano.
—Y le he pedido a Kirk McClusky que se una a nosotros.
Lady Ann se volvió, sus ojos se agrandaron, y parecía que estaba lista para

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El highlander prohibido

correr, y lo hizo... justo a los brazos de Kirk. Las lágrimas siguieron mientras los
dos se abrazaban.
—Suficiente—bramó Cree mientras caminaba hacia ellos.
Se separaron, sus manos permanecieron juntas.
—Su reunión es sincera, pero me preocupa más el producto de la misma...
Dawn.
—Fui a verla, mi Señor—confesó Lady Ann entre lágrimas. —Quizás no debí
haberlo hecho pero no pude detenerme. Tenía curiosidad por la hija que regalé
para que pudiera vivir, y me preocupaba su seguridad.
— ¿Por qué? —Cree le preguntó en tono sarcástico.
Lady Ann se sonrojó profusamente. —Ella es tu amante y nada bueno puede
salir de eso. Le fallé una vez y no quería volver a fallarle a ella ni a la muchacha
que tomó su lugar. Ambas son inocentes y no quiero verlas sufrir por la
indiscreción de Kirk y mía.
—Amor—la corrigió Kirk. —Este dilema es todo porque nos enamoramos.
Deberías haber venido a mí, Ann.
Ella presionó una mano gentil en su mejilla. — ¿Qué habrías hecho? ¿Ir a una
guerra por mí? —. Ella negó con la cabeza. —Hice lo que debía hacer. Protegí a
nuestra hija.
—Deberías haberme dicho—dijo Kirk. —Deberías habermela enviado.
Lady Ann le puso la mano en el pecho y él la acercó más a él. —Lo siento. Hice
lo que pensé mejor.
—Soy yo quien debería pedirte perdón por no haberte alejado de ese tonto.
—Basta—bramó de nuevo Cree. —Recueden más tarde. Ahora nos
concentramos en Dawn—. Miró a Ann. —No me casaré con una campesina.
Lady Ann se quedó sin aliento y Kirk dijo enojado: —Eso no era necesario,
Cree.
Te lo dije antes y lo diré de nuevo para que Lady Ann lo sepa. Dawn es mi
primera y única preocupación. Lo que le suceda a cualquiera que no sea Dawn
no me importa. Ambos harán bien en recordar eso.

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El highlander prohibido

— ¿Qué pasa con Lucerna? —preguntó Lady Ann. —Ella ha sido una buena hija
y nada de esto es culpa suya.
—Le ofreceré un hogar aquí en Dowell—dijo Cree.
— ¿Cómo una campesina? —Lady Ann preguntó con incredulidad.
—Dawn es una campesina. No te veo preocupándote por su estado.
—Ella puede ir con Kirk y tener una buena vida—dijo Lady Ann, como si
resolviera el problema. —Dawn no va a ninguna parte—dijo Cree con firmeza.
—Ella se quedará aquí conmigo, y me casaré con ella.
Lady Ann jadeó de nuevo. —Usted no puede hablar enserio.
—Hablo muy enserio, y lo haré—advirtió Cree. —O cooperas o sufrirás las
consecuencias.
— ¿Es eso una amenaza? —demandó Lady Ann.
—No eres ingenua, Lady Ann, sabes muy bien que es una amenaza.
—Calmémonos y discutamos esto—dijo Kirk, intentando ser la voz de la razón.
—Si hubiera tiempo, podríamos discutirlo—dijo Cree—, pero gracias al Rey no
hay tiempo. Así será y nada va a cambiar eso. Ahora podemos trabajar juntos
para hacer esto más fácil para todos, o lo manejaré yo mismo y dejaré que sufran
los que deban.
Lady Ann se aferró a Kirk, y él a su vez miró a Cree.
—En verdad, Cree, ¿no puedes ser un poco más comprensivo de esta delicada
situación?
—Antes de que Cree pudiera responder, hubo un golpe en la puerta y se abrió, y
Sloan entró corriendo. Cree le lanzó un ceño fruncido.
—Lo siento, mi Señor—se disculpó Sloan—, pero hay una emergencia con
Dawn.

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El highlander prohibido

65

Dawn miró con los ojos abiertos a Lucerna.


—No me crees—dijo Lucerna decepcionada. —Necesito que alguien me crea,
alguien que me ayude, alguien que no piense que estoy loca cuando les digo que
estoy siendo envenenada.
Dawn no sabía qué pensar. La mujer había sido tan irracional a veces que era
difícil creer lo que decía. Pensar que alguien la estaba envenenando era un poco
exagerado, pero tenía que estar de acuerdo con Lucerna cuando dijo que “las
cosas nunca son lo que parecen”.
Dawn se encogió de hombros, aunque mantuvo los hombros en alto y ladeó la
cabeza.
— ¿Por qué?
Dawn asintió.
—Ojalá supiera. Creo que por eso nadie me cree. ¿Por qué alguien querría
envenenarme? Le había confiado mi miedo a mi madre, pero ella siempre ha
pensado que estaba sobrecargada y no me prestó atención. Roy me creyó. Era
uno de los guerreros de mi padre, uno de los mejores y más hábiles—. Lucerna
se secó otra lágrima. —Nos enamoramos y cuando le dije a Roy que creía que
me estaban envenenando, comenzó a hacer planes para que nos fuéramos. Luego
llegó la noticia de que iba a casarme con Cree—se estremeció—, apuramos
nuestros planes, y el día antes de escapar, Roy murió en un accidente, o al menos
eso dice mi padre. Creo que descubrió nuestros planes y lo mató. Estaba
adormecida por el dolor y no tenía tiempo para llorar. Fui empacada y comencé
mi viaje al día siguiente con mi madre advirtiéndome que no fuera una mujer
tonta. Ella me dijo que un hombre como Cree no toleraría una mujer ociosa. Que
debía asumir el cargo al conocerlo, y hacerle saber que sería una esposa fuerte y
capaz—. Lucerna se echó a reír y negó con la cabeza. —Temí a Cree al
conocerlo, pero obedecí a mi madre y empeoró mi situación. También pensé que
el envenenamiento se detendría, pero no fue así, me siguió hasta aquí.
Dawn la miró con escepticismo. ¿Estaba la mujer angustiada imaginando cosas o
su sería verdadera? Dawn quería ser comprensiva, especialmente si su historia

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El highlander prohibido

era cierta. Perder al hombre que amaba era horrible, pero pensar que su padre
pudo haberlo matado a propósito era abominable. Hacía a Lucerna tan prisionera
como a Dawn, sin dejar ninguna de las dos opciones, sino más bien una suerte
para regalar o vender a su antojo. Aunque, ella también tenía que ser cautelosa.
Había tantos secretos que hizo que Dawn se preguntara cuáles serían verdad.
—Esperaba que me entendieras y me ayudaras, pero veo en tus ojos que no me
crees—dijo Lucerna, con los hombros hundidos, como si el peso de su carga
hubiera terminado aumentando.
Dawn se estiró y tomó su mano, su decisión de dejar de lado la precaución fue
instintiva. ¿Por qué debería creerle a esta mujer? Tal vez fue la forma en que las
lágrimas llenaron sus ojos, cómo se quebró su voz y cómo la tristeza se apoderó
de su rostro cuando habló de perder al hombre que amaba.
Dawn apretó su mano, asintió con la cabeza, luego palmeó su pecho y señaló a la
mujer.
— ¿Me crees y me ayudarás? —preguntó Lucerna esperanzada.
Dawn sonrió y asintió vigorosamente.
Lucerna agarró la mano de Dawn con fuerza. —Pensé que las historias sobre ti
eran chismes ociosos, pero cuanto más aprendía, más me daba cuenta de la
verdad detrás de ellos. Eres una mujer valiente, no solo para desafiar a Cree, sino
también para ayudar y proteger a los demás. También tienes la fuerza para amar
y domesticar al Diablo.
El terrorífico rugido sacudió la puerta y las dos mujeres saltaron de sus asientos
y se aferraron la una a la otra.
—Dios mío, si ese es el grito de batalla de Cree, no es de extrañar que sea tan
temido—dijo Lucerna, temblando junto a Dawn.
— ¡DAWN! —El grito golpeó las paredes de la casa como un ariete. — ¡ABRE
LA PUERTA O YO MISMO LO HARÉ!
Un repentino estremecimiento recorrió a Dawn, preocupándose de que tal vez
esta vez lo había empujado demasiado lejos. Dejó a Lucerna, quien soltó a
regañadientes el agarre que tenía sobre Dawn, y fue a abrir la puerta, aunque
saltó hacia atrás cuando lo hizo para tomar una postura protectora frente a
Lucerna.

242 | P á g i n a
El highlander prohibido

Cree irrumpió en la cabaña, empujando la puerta para que se abriera tan fuerte
que Dawn creyó escuchar crujir la madera. Sloan entró detrás de él, y se
apresuró a cerrar la puerta a los curiosos que se habían reunido afuera.
Cree fue a decir algo cuando de repente se detuvo, sus ojos oscuros vagaban
sobre Dawn, y ella podría haber jurado que vio una chispa de placer y aprecio en
ellos. Ella se dio cuenta de que era el vestido de terciopelo rojo que había
causado su reacción inesperada. Ella casi sonrió, aunque se detuvo. Ahora no era
el momento para las sonrisas.
—Explícate—exigió Cree, aunque no con tanta fuerza como Dawn había
esperado. El vestido había funcionado mágicamente y ella tendría que recordar
eso.
Ella estaba más que feliz de tener la oportunidad de hacer precisamente eso.
Señaló por encima del hombro a Lucerna, luego dio unos golpecitos en el pecho,
luego los labios y giró el dedo una y otra vez frente a su boca.
—Lucerna quería hablar contigo? —preguntó.
Ella asintió.
— ¿Acerca de?
Ella frunció los labios y les tocó el dedo. —¿Un secreto?
Lucerna se quedó sin aliento.
Dawn se volvió hacia Lucerna, le tomó la mano y le dio un apretón
tranquilizador antes de soltarla y acercarse a Cree. Su brazo instintivamente
rodeó su cintura y su corazón, como de costumbre, se derritió a su toque. Cómo
podría haber pensado que lo que compartían era pecaminoso, ella no lo sabía, y
eso ya no le importaba. Cree la amaba y ellos confiaban el uno en el otro y eso
era lo único que importaba.
Miró a Lucerna, se llevó la mano al pecho, luego a la de Cree y luego a su
pecho.
—Dawn te está diciendo que confiamos mutuamente de forma explícita, y que
compartimos todas las cosas entre nosotros. Lo que compartiste con ella, puedes
compartirlo conmigo de manera segura.
Lucerna estalló en lágrimas y bajó la cara a sus manos ahuecadas.

243 | P á g i n a
El highlander prohibido

Cree le lanzó a Sloan un gesto brusco con la cabeza, y Sloan puso los ojos en
blanco, pero antes de que pudiera ir a Lucerna, Dawn se escabulló de Cree, para
su molestia, se dirigió a Lucerna y la envolvió con sus brazos. La mujer se
derritió contra Dawn y lloró. Cuando parecía que nunca se detendría, Dawn la
ayudó a sentarse en una silla junto a la mesa. Luego se agachó frente a ella y le
dio un toque a los labios de Lucerna y señaló a Cree.
—Él no me creerá.
— ¿Le crees, Dawn? —preguntó Cree.
—Dawn asintió sin dudar.
—Confío en el juicio de Dawn. Si ella te cree, yo también.
—Pero he sido tan malvada—dijo Lucerna.
—Ahí tienes—dijo Cree. —Finalmente has dicho la verdad, así que ahora tengo
razones para creerte.
Dawn le lanzó una mirada de reproche y la ignoró.
—Ahora cuéntame este secreto que obviamente ha causado un problema para
que pueda ver cómo resolverlo.
Con la herida que le causaba un poco de dolor, Dawn tomó la silla más cercana a
Lucerna, la joven se negó a soltar su mano.
Cree se apresuró a preguntar: — ¿Te duele?
Dawn negó con la cabeza y despidió su preocupación.
—No descartarás mi preocupación tan fácilmente—dijo bruscamente.
Dawn sintió que Lucerna temblaba, y como no quería dificultar más la situación,
dio unos golpecitos en el pecho, y agachó la cabeza como si se disculpara. Luego
golpeó su pecho de nuevo aunque lentamente esta vez y le dio una sonrisa suave
para hacerle saber que estaba bien.
—Eso está mejor—dijo con una sonrisa maliciosa, y Dawn entrecerró los ojos
hacia él. —Eso es aún mejor, ahora estoy seguro de que estás bien. Cree se
volvió hacia Lucerna y le ordenó: —Dime.
Con una voz que temblaba de vez en cuando, Lucerna relató la misma historia a
Cree que ella había relatado a Dawn. Cuando terminó, y Cree se quedó en

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El highlander prohibido

silencio, Dawn se preguntó si tal vez él no la creería, después de todo. Ella


despidió el pensamiento tan pronto como entró en su mente. Cree había dicho
que confiaba en su juicio y que él era un hombre de palabra.
Cree finalmente habló. — ¿No fuiste tú quien envenenó mi comida esa noche?
Lucerna negó con la cabeza.
— ¿Por qué le golpeaste a Bree? —preguntó Cree.
Los ojos de Lucerna se agrandaron. —Nunca la toqué, pensé que tal vez te
disgustó de alguna manera y la golpeaste, o le ordenaste a otro que lo hiciera.
— ¿Siempre has sido tan mezquina?
Lucerna no mostró ninguna sorpresa ante su pregunta, aunque sus hombros se
desplomaron, su carga pesaba sobre ella una vez más. Ella se frotó la sien. —No
creo que lo sea, pero últimamente es como si no me conociera, mis dolores de
cabeza han empeorado desde mi llegada aquí.
Cree miró a Sloan. —Encuentra a Bree.
Sloan asintió y salió de la casa. Cree se volvió hacia Lucerna. —Vienes conmigo
a ver a Elsa—. Luego le dirigió una mirada fulminante a Dawn. —Tú te quedas
aquí.
Dawn se paró demasiado rápido, enviando una fuerte punzada a su lado y
provocando que ella se encogiera involuntariamente.
Cree murmuró un juramento y estuvo a su lado en un instante, su brazo
curvándose suavemente alrededor de su cintura.
—Descansarás y no escucharé ni una palabra más sobre eso.
Dawn golpeó su pecho y luego el suyo.
—No vas a ir conmigo.
Dawn no quería discutir con él, pero tampoco quería que la dejaran en la cabaña
para pasearse y preguntarse qué estaba pasando. Apoyó la cabeza en su pecho y
le dio unas palmaditas, luego la suya, repitiendo el gesto varias veces.
—Suplicarme no te hará ningún bien—dijo Cree gentilmente.
Pensó en algo que podría hacerle bien. Ella sostuvo sus muñecas juntas como si
estuvieran encadenadas.

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El highlander prohibido

—Te he dicho una y otra vez que no eres una prisionera.


—Pero ella es... como yo—dijo Lucerna.
Dawn no se sorprendió al saber que Lucerna sentía lo mismo que ella, aunque se
sorprendió al escuchar su voz, su opinión sin sonar maliciosa.
Cree miró de una mujer a otra, aunque la única que realmente le importaba era
Dawn, y de repente comprendió mejor a Lucerna. Le sorprendió darse cuenta de
que su situación era paralela a la de Dawn. Cada una de ellos se había visto
obligada a aceptar circunstancias que no les habían permitido elegir. Estaba cada
vez más molesto de que toda esta situación estuviera dando vueltas, y los
cambios lo habían superado muchas veces. Ahora sentía más que un sentido de
responsabilidad hacia Lucerna. Ambas mujeres eran peones en un juego mortal...
un juego que Cree tenía la intención de ganar. Hasta entonces, necesitaba
mantenerlas a ambas a salvo.
Cree encontró una solución fácil para su problema actual, deseando que todo lo
demás se resolviera tan fácilmente. Agarró la barbilla de Dawn. —Puedes venir
con nosotros para que Elsa pueda echar un vistazo a tu herida y asegurarme que
todo está bien.
Dawn sonrió y asintió felizmente.
Él le dio un rápido beso antes de soltar su barbilla y girarse hacia Lucerna. —No
le dirás a nadie lo que se discutió aquí. Dejarás que todos piensen que has venido
aquí para enfrentarte a Dawn, tal como te lo había aconsejado tu madre.
— ¿Qué debo decir que fue la respuesta de Dawn? —preguntó Lucerna.
—Dile que intervení antes de que tuvieras tiempo de hablar con ella.
Lucerna pareció aliviada y asintió.
—Lucerna, espera afuera unos instantes—ordenó Cree.
Lucerna asintió, aunque una vez en la puerta se dio la vuelta y miró a Dawn. —
Gracias.
Tan pronto como la puerta se cerró, Cree acercó a Dawn contra él, enterrando su
rostro en su húmedo cabello e inhalando suavemente, luego acercó sus labios a
su oreja y le susurró: —Hueles... me atrae... y ese vestido... seduce.
Dawn se estremeció, su cálido aliento le hizo cosquillas en la oreja, y ella

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El highlander prohibido

instintivamente giró la cabeza para capturar sus labios en un beso muy necesario.
Estaba dulce, ella estaba hambrienta y no tardó mucho en sentir lo mismo. Antes
de que ninguno de los dos perdiera el control, Cree se alejó, su respiración era
pesada y su ingle le palpitaba.
—Tenemos que irnos ahora—exigió él y ella asintió con la cabeza, de acuerdo.
Agarró la capa de la clavija y la colocó sobre sus hombros, aunque evitó tocarla,
y antes de abrir la puerta, se volvió hacia ella y le dijo: —Esta noche tengo la
intención de deleitarme contigo.
Dawn casi tropezó por la puerta, sus palabras crearon una imagen en su cabeza
que envió un hormigueo a través de todo su cuerpo. Lo había hecho a propósito,
porque sabía muy bien lo que sus palabras le harían. Todo en lo que podía pensar
era en él lamiendo y mordiendo cada centímetro de su piel desnuda.
Dawn volvió a tropezar mientras caminaban por el sendero cubierto de nieve.
Fue rápida para atrapar su brazo y enderezar sus pasos, y la mirada maliciosa en
sus ojos le dijo que sabía exactamente lo que le había hecho. Ella trató de
quitarle el brazo, pero él no lo quiso.
—Te sostendré. No quiero que te caigas.
Dawn no tenía más remedio que obedecer, aunque ella apartó la mirada. Fue
entonces cuando se dio cuenta de que estaba nevando ligeramente y que habían
más aldeanos de los habitual, mirándolos a los tres.
Los rumores probablemente ya se estaban propagando y ¿cómo no? Cree
caminaba por la aldea con dos mujeres a cuestas, su prometida y su amante. Sin
duda, creían que solo el demonio de un hombre tendría la audacia de hacer tal
cosa. O tal vez, él estaba haciendo más de lo que creía, tal vez les estaba
diciendo a todos que él tenía el asunto controlado.
Lucerna siguió a la pareja, y Elwin y dos guardias los siguieron y se dirigieron a
los lados, asumiendo el servicio de centinela cuando llegaron a la cabaña de
Elsa.
Cree abrió la puerta y la sostuvo para que las dos mujeres entraran, siguiéndola.
Elsa meneó la cabeza. —Mi Señor.
—Elsa, necesitamos tu ayuda. Lucerna está siendo envenenada.
Los ojos de Lucerna se llenaron de lágrimas nuevamente, solo que esta vez una
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El highlander prohibido

sonrisa llenó su rostro. —Gracias, mi Señor, por creerme.


—Dawn confía en ti, así que confío en ti. No hagas que me arrepienta.
—Tienes mi palabra—dijo Lucerna.
—En cuanto a Dawn—dijo Cree, girándose para verla sonriéndole. —Su herida
le duele.
—Voy a echar un vistazo a Dawn primero. El problema de Lucerna no tendrá
una solución fácil ni precipitada.
Dawn estaba bien. No había nada malo en ella. Estaba más interesada en lo que
le estaba sucediendo a Lucerna, y en lo que debía hacerse para ayudarla que una
punzada en su pequeña herida que estaba sanando bien. Pero la preocupación de
Cree tuvo que ser aliviada o nunca atenderían a Lucerna.
— ¿Esperarás afuera mientras veo a Dawn? —preguntó Elsa a Cree.
Parecía listo para protestar, luego vio a Dawn colocarse una mano en el pecho y
le dio un suave asentimiento y supo que ella estaba pidiendole que por favor
saliera.
—No tardes mucho—ordenó, se dio la vuelta y salió.
Elsa no necesitaba mucho tiempo para asegurarse de que todo estaba bien con
Dawn, y ella misma fue a la puerta para dejarle saber a Cree que habían
terminado. Ella sonrió y le palmeó el pecho.
—Voy a dejar que Elsa sea el juez de cómo estás—dijo Cree, aunque parecía
aliviado.
Después de que Elsa reafirmó lo que Dawn le había dicho, la sanadora les pidió
a todos que se sentaran en la mesa. Ella se unió a ellos después de llenar jarras
con sidra caliente.
—Las plantas curativas son maravillosas, pero también pueden ser mortales si no
se usan adecuadamente—explicó Elsa. —Se necesita un curandero experto para
saber la diferencia. Con las pocas preguntas que te hice una vez antes, empecé a
sospechar que estabas ingiriendo algo que estaba perturbando tu naturaleza y
causando un comportamiento confuso y errático. Los dolores de cabeza podrían
ser un efecto de tal ingestión.
— ¿Estás diciendo que alguien quiere que Lucerna esté confundida e inestable?

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—preguntó Cree.
—Es una posibilidad—confirmó Elsa. —Dependiendo del veneno usado y la
cantidad, puede ser mortal bastante rápido, o enfermar a una persona hasta que
finalmente muere. No ha sido así con Lucerna.
— ¿Cuándo comenzó tu problema, Lucerna? —preguntó Cree.
Lucerna se frotó la sien. —Creo que hace unos tres o cuatro meses, aunque los
dolores de cabeza son más constantes desde mi llegada aquí.
— ¿Hubo algún cambio en tus sirvientes, o quién preparó tu comida o bebida en
ese momento? —preguntó Elsa.
Lucerna lo pensó y negó con la cabeza. —Ninguno que yo recuerde.
—Mi sugerencia para ti es asegurarse de saber quién maneja tu comida y bebida,
y ver cómo te sientes los próximos días. Preferiría no darte nada, ni siquiera por
los dolores de cabeza, ya que no sé lo que ya te han dado. Mi poción podría
empeorar en lugar de ayudar, así que es mejor que no tomes nada hasta que
veamos lo que sucede.
—Comerás solo los alimentos que Flanna te trae—ordenó Cree.
—Lucerna negó con la cabeza. —Olvidé de algo. Tengo una pequeña bolsa que
contiene una mezcla que utilizo para hacer un brebaje nocturno.
—Que me lo traigan—dijo Elsa.
— ¿De dónde sacaste la mezcla? —preguntó Cree.
Dawn escuchó el intercambio deseando poder unirse. Casi lo hizo una o dos
veces, cuando Cree hizo las preguntas que estaba a punto de hacer.
—Es una mezcla que la familia de mi madre ha elaborado durante años. Los
criados lo tienen a nuestra disposición.
—Eso significa que muchos lo sabían y cualquiera podría haberlo contaminado
—dijo Cree.
Sonó un golpe en la puerta y Cree autorizó a Elwin a que la persona entrara,
sabiendo que era alguien que Cree querría ver.
Sloan entró. —Encontré a Bree.
Cree miró más allá de él hacia la puerta abierta. — ¿Donde esta ella?

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El highlander prohibido

—Ella está muerta, parece que alguien la ha asesinado.

250 | P á g i n a
El highlander prohibido

66

Cree hizo que Lucerna fuera escoltada hasta la fortaleza, con un guardia
asignado a ella hasta que Sloan pudiera continuar con su deber y cuidarla. Elwin
iba a llevar a Dawn de vuelta a su cabaña, pero hubo un problema: ella se negó a
ir. Quería ir con Cree y averiguar qué le había pasado a Bree.
—No vas a venir conmigo—dijo Cree con firmeza, cubriendo la capa de Dawn
sobre sus hombros. —Volverás a la cabaña y me esperarás allí.
Dawn negó con la cabeza con vehemencia.
— ¿Realmente crees que ganarás esta discusión?
—Ella podría—dijo Sloan y Cree volvió una mirada asesina hacia él. —El
cuerpo de Bree fue encontrado en el bosque detrás de la casa de Dawn.
Cree se cerró sus manos en puños, furioso porque la joven había sido asesinada
tan cerca de la casa de Dawn.
—Tampoco está lejos de donde las pistas llegaron a un punto muerto—dijo
Sloan. —Sin embargo, nadie ha sido visto por allí.
—Vamos a echar un vistazo—Cree cedió y tomó la mano de Dawn. —No te
alejarás de mi lado.
Ella asintió y agarró su mano.
Cree miró a Elsa, que había permanecido en silencio junto al hogar durante el
intercambio. —Busca la bolsa de hierbas de Lucerna y fíjate qué puedes
averiguar. Enviaré a Neil para que te acompañe.
Ella asintió. —Sí, mi Señor.
Salieron de la casa y Dawn tuvo que acelerar su paso para seguir el ritmo de los
pasos enojados de Cree. Con un ceño mortal, los aldeanos se alejaron
rápidamente de él, aun así, ella escuchó los susurros preocupados y asustados, y
él también.
Una vez que rodearon su cabaña, Cree se detuvo bruscamente y se volvió hacia
Sloan.
—La gente ya está cuestionando mi capacidad para mantenerlos a salvo. Primero
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El highlander prohibido

con los intentos de acabar con vida de Dawn que aún no se han resuelto, y ahora
con el asesinato de una joven de la que se habían hecho amigos. No haré que se
cuestione mi liderazgo, y ciertamente no pondré a mi clan en riesgo. Nadie
descansa hasta que se encuentre al asesino.
—Ya tengo a Henry buscando rastros y tengo hombres recorriendo el área
circundante para ver si pueden encontrar algo—dijo Sloan.
—Bien—dijo Cree y miró a Dawn. — ¿Estás segura de que deseas ver esto?
Ella asintió sin dudar.
—Si cambias de opinión...
Ella negó con la cabeza, esto la involucraba, y Cree necesitaba ayuda. No había
forma de que la dejaran fuera.
—Eres terca—dijo Cree, aunque con un toque de admiración.
Dawn sonrió y negó lentamente con la cabeza, le dio unas palmaditas en el
pecho, luego al suyo, y levantó dos dedos apretados uno contra el otro.
Cree se inclinó, rozó sus labios sobre los de ella y susurró: —Tienes razón al
respecto, siempre nos mantenemos unidos.
Sloan los llevó donde encontraron el cuerpo de Bree y, aunque Dawn pensó que
estaba preparada para lo que iba a ver, no lo estaba. La joven y bella muchacha
había sido golpeada en la cara tan mal que apenas era reconocible, y la sangre se
acumulaba, formando una almohada debajo de su cabeza mientras las ráfagas de
nieve habían depositado una manta ligera sobre ella. Los dedos en su mano
parecían haber sido rotos y su tobillo parecía haber sido pisoteado.
Dawn tuvo que apartar la mirada por un momento, su estómago se revolvió por
la espantosa visión.
— ¿Te has descompuesto? —Cree fue rápido en preguntar.
Sacudió la cabeza y respiró hondo antes de volverse a echar un vistazo una vez
más a la horrible escena.
—Ambos hemos visto palizas como esta antes—dijo Sloan. —Un ataque de ira.
Cree estuvo de acuerdo con un asentimiento. —Pero, ¿qué provocó esa ira?
Dawn sintió que su estómago se revolvía una vez más y sintió la necesidad de

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El highlander prohibido

mirar hacia otro lado.


— ¿Dawn? —Cuestionó Cree, con voz grave y preocupada.
Ella no tenía la intención de irse hasta que él terminara, por lo que hizo un gesto
de que se estaba preguntando sobre el área donde su atacante había desaparecido
repentinamente.
Cree levantó una ceja escéptica, pero cedió y la acompañó al lugar. Sloan lo
siguió.
No quedaron huellas, la nieve que había caído desde entonces había cubierto el
área. Dawn miró a su alrededor y notó un grupo de rocas, la última y la más
grande no lejos de un pino, la rama más baja se inclinaba por el peso de la nieve.
Ella fue a alejarse de Cree y fue detenida bruscamente.
—A mi lado, ¿recuerdas? —dijo Cree con una inclinación de cabeza.
Ella asintió y señaló al grupo de rocas a dos pasos de distancia, luego a la rama
baja del árbol. Cree miró a Sloan, quien había seguido el gesto de Dawn y miró
al árbol.
Sloan asintió ante la orden silenciosa, y con pasos cuidadosos saltó de roca en
roca, casi cayéndose una vez, luego saltó hacia la rama baja y se subió a ella.
—Así es como las huellas se desvanecieron tan repentinamente—dijo Sloan,
bajándose de la rama.
—Me sorprende que Henry no se haya dado cuenta de eso—dijo Cree.
Sloan se rascó la cabeza. —Creo que recuerdo haber visto a un guerrero sentado
en una de las rocas cuando llegué a la escena.
— ¿Estaba sentado? —preguntó Cree molesto. —Vamos a discutir su castigo
más tarde. En este momento, Henry es consciente de lo que hemos descubierto
—. Señaló el cuerpo de Bree. —Quiero saber por qué los centinelas asignados a
esta área no vieron o escucharon nada. ¿Y el guardia que fue asignado a Bree?
Consígueme las respuestas, Sloan, y ve que su cuerpo sea almacenado hasta que
el suelo esté lo suficientemente tierno para enterrarla. Además, Dawn se muda a
la fortaleza.
Sloan estaba demasiado conmocionado para hablar, no así Dawn. Rápidamente
se lanzó frente a él, y negó con la cabeza vigorosamente, junto con un dedo que

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El highlander prohibido

sostenía delante de él.


—Pondrás ese dedo hacia abajo y lo discutiremos en privado—ordenó Cree.
Dawn dejó caer su mano a su lado, dándose cuenta de que no era del todo
correcto que sus guerreros la vieran discutir con él. Ella tiró de su mano, ansiosa
por resolver esto, porque no había forma posible de que ella se mudara a la
fortaleza.
—Nos marcharemos después de discutir algunas cosas más con Sloan.
Dawn levantó las manos unidas y asintió.
—Te liberaré mientras prometas permanecer a la vista.
Dawn cruzó su corazón y él le soltó la mano. —No tardaré.
Ella le hizo una breve inclinación de cabeza y se dirigió hacia el cuerpo. Se
preguntó por la rabia que había causado una golpiza tan horrible. Luego recordó
la paliza que le había dado Colum, a Timmins, el herrero, para interrogarlo. Lo
que más recordaba de esto era que Colum parecía disfrutar de cada golpe que
infligía al indefenso Timmins. Sirvió como advertencia para que otros supieran
que Colum no debía ser cuestionado. A Timmins le había llevado semanas
recuperarse. Bree no había tenido tanta suerte, y Dawn no pudo evitar
preguntarse si el hombre que le había hecho esto tenía la intención de matarla, o
no había podido detenerse.
Se acercó más al cuerpo y miró el tobillo roto. ¿Habría pisado el delgado tobillo
después de darse cuenta de que ella estaba muerta? ¿Estaba enojado consigo
mismo, o con ella? ¿Había sido Bree su cómplice o un inocente en todo? Si él
pudiera hacerle esto a Bree, ¿qué le haría a ella si la atrapaba? El pensamiento
hizo que su estómago se revolviera una vez más y eso le hizo pensar en su bebé.
Incluso si ella sobreviviera una mala paliza como Timmins, ¿lo haría su bebé?
Saber que estaba embarazada cambió todo. Tenía que ser más cautelosa y sensata
en las elecciones que tomaba. Tenía que tener cuidado de en quién confiaba. El
asesino podría estar merodeando entre ellos, con una sonrisa en su rostro y una
personalidad agradable, esperando el momento adecuado para atacar.
Su mirada se dirigió a la cara de Bree, y fue como si de repente sintiera los
golpes que la joven había sufrido y el miedo que tenía que haber agitado dentro
de ella. Esta vez ella el contenido de su estómago hizo más que agitarse, se
precipitó hacia su boca, y Dawn se apresuró detrás de un grupo de arbustos para

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El highlander prohibido

vomitar.
Cree estuvo allí en un instante, su mano apartó su cabello de la cara y la otra
mano rodeó su cintura para sostenerla. Ella se sintió mejor con él
acompañándola, aunque sus arcadas no se detuvieron y cuando lo hizo, se
recostó contra él.
La sostuvo con firmeza mientras se inclinaba para recoger un puñado de nieve
limpia y lo sostuvo delante de ella. Dawn tomó un poco y se lo pasó por la boca,
pero simplemente estaba demasiado cansada para hacer algo más que eso.
Arrojó el resto de la nieve a un lado y la levantó en sus brazos. Ella no tuvo que
mirarlo para saber que él estaba frunciendo el ceño. Era su forma de expresarse
después de todo. Así que cuando lo miró, su ceño fruncido o la preocupación que
vio en sus ojos, no fue una sorpresa, si bien no quería preocuparlo, a ella le
complacía saber cuánto le importaba. Fue la primera vez que su ceño fruncido la
hizo feliz.
El alivio la inundó cuando la llevó a su cabaña. Ella temía que la llevara a la
fortaleza, y ella no quería ir allí. Sin duda, causaría un desacuerdo entre ellos,
pero estaba decidida a quedarse en su cabaña. Era gracioso que ahora se sintiera
así por ese lugar. Al principio le había parecido extraño, y ahora era donde más
disfrutaba estar, pero tal vez Cree tuvo algo que ver con eso. Dudaba que se
sintiera tan cómoda en la cabaña si Cree no la compartiera con ella.
Uno de los guardias de servicio abrió la puerta de la cabaña cuando los vio
acercarse, y la cerró tan pronto como entraron. Cree entró en la otra habitación,
manteniéndola cerca suyo. Ella estaba feliz con eso, le encantaba estar en sus
brazos. Sabía que estaba a salvo allí y amaba... amaba muchas más cosas de Cree
de lo que creía posible.
La colocó junto a la cama y le quitó la capa, arrojándola para que aterrizara en el
fondo de la cama. Luego la ayudó a sentarse y, con rápidos tirones, le quitó las
botas y las arrojó por la habitación como si advirtiera que no se atrevería a
volver a ponerlas.
—Ustedes deben descansar—ordenó.
Ella palmeó el lugar al lado de la cama.
—No pienses en tratar de obligarme a conseguir lo que quieres. No funcionará.
Ella acarició sus labios, y señaló entre ellos, haciéndole saber que deseaba hablar
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El highlander prohibido

y una vez más dio una palmada a su lado.


Cree se sentó, aunque no cerca de ella, una decepción, pero una la cual ella
podía remediar mientras hablaban.
—Por la noche dormirás en la fortaleza, y no cambiaré de opinión.
Él fue rotundo al respecto, y ella también... ella no dormiría en la fortaleza. Ella
levantó sus manos y él rápidamente las capturó en una mano.
—Escúchame bien, Dawn. De alguna manera encontraste un camino en mi
corazón. No sé cómo lo conseguiste, pero lo hiciste. No creo que entiendas
completamente la profundidad de mi amor por ti, y lo que significaría perderte a
ti y a nuestro hijo. He sobrevivido un gran dolor en mi vida, pero no puedo
sobrevivir perdiéndote. Te quiero mucho más de lo que jamás pensé que podría
amar a alguien.
Tenía razón, ella supo que la amaba, pero nunca se había dado cuenta de lo
profundo de su amor por ella, y su corazón se elevó con el nuevo
descubrimiento, al igual que su sonrisa.
—La persona que te desea muerta está aquí entre nosotros. Supongo que
esperaba encontrarte muerta a su llegada y, cuando no lo hizo, se enfureció
porque sus planes habían fallado. El ensañamiento que sufrió Bree demuestra
que no se detendrá ante nada hasta verte muerta. Creía que estabas bien
protegida, pero de alguna manera esta persona ha evitado todos los intentos de
captura. Mi único recurso ahora es mantenerte a mi lado en todo momento,
donde sé que sin duda estarás a salvo. Y cuando vuelva a atacar, estaré allí para
acabar con él.
Dawn arrugó la frente. Estaba poniendo su propia vida en peligro al mantenerla
constantemente cerca. Él podría recibir una flecha o una herida de daga
destinada a ella. Entonces, ¿qué haría ella sin él? Ella sentía lo mismo que él…
no podría sobrevivir perdiéndolo. Ella tiró de sus manos libres y comenzó a
gesticular.
La dejó seguir, y seguir, y seguir hasta que sus manos comenzaron a disminuir y
finalmente se detuvo. Luego volvió a tomar sus dos manos en las suyas, y la
besó suavemente, aunque hubiera preferido besarla con un el mismo hambre que
le roía la ingle. Lamentablemente, ahora no era el momento de satisfacer “ese”
hambre.

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El highlander prohibido

—Queremos lo mismo. ¿Qué mejor manera de lograrlo que permaneciendo


juntos? Entonces podremos protegernos el uno al otro.
Dawn sacudió la cabeza, perpleja. ¿Sentía realmente que ella podía protegerlo?
Ella le preguntó directamente, sus manos se movían mucho más despacio que
antes.
—Me has demostrado varias veces lo valiente que eres como guerrera. No tengo
ninguna duda de que eres capaz de protegerme.
La seriedad de su tono la hizo darse cuenta de que él decía la verdad. Nunca se
había considerado valiente, pero se había visto obligada a ser valiente al
encontrarse con Cree. Ella se había vuelto más audaz gracias a él, ganando una
fuerza de la que nunca se había creído capaz.
—Continúas haciéndome sentir orgulloso—dijo Cree y la besó de nuevo
brevemente, aunque no tan suavemente.
Dawn lo miró fijamente, aturdida por sus palabras. La única otra persona de la
que había oído hablar de esa forma, más de una vez, había sido su madre. Dawn
nunca había pensado en volver a escuchar esas palabras. Su amor por Cree se
triplicó en ese instante. Sin embargo, la idea de dormir en la fortaleza no le
gustaba. Le gustaba pasar el tiempo con él aquí y, además, sentía que se estaba
rindiendo ante el asesino al dejar su cabaña. Luego estaba el asunto de lo que
crearía su presencia en la fortaleza.
Ella no sabía cómo convencerlo de que llevarla a vivir en la fortaleza, solo
empeoraría la situación.
—Sé que te estás preguntando cómo puedes hacerme cambiar de opinión—dijo
Cree, haciendo que su frente se curvara. —Pero parece que no importa cuántos
guardias coloque…
Su mano se levantó y comenzó a gesticular, sin darle la oportunidad de terminar.
Le complació a Cree que entendiera sus rápidos gestos más fácilmente, por lo
que la escuchó decirle que todos los guardias que había enviado la habían
mantenido a salvo. Que tendría que ser diligente para asegurarse de no ir a
ninguna parte sin ellos. Que sus guerreros continuaran informándole de cada
movimiento y, por supuesto, también podría pasar más tiempo con ella. Su
sonrisa maliciosa y su mano moviéndose a lo largo de su pierna no dejaron
ninguna duda de lo que quería decir. Mientras que él no quería nada más que su

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El highlander prohibido

mano cálida envuelta alrededor de su miembro rígido, ahora no era el momento,


o eso se decía a sí mismo.
Él agarró su mano y sonrió. —Más tarde satisfaceré esa insaciable lujuria tuya.
Su sonrisa se desvaneció y negó con la cabeza. Sus manos se movían lentamente
entre ellas, tocándole una y otra vez, diciéndole que el más ligero toque de su
mano la hacía perder el sentido, y que al principio pensó que era una mujer
pecadora por tener sentimientos tan absurdos, hasta que finalmente se dio cuenta
de que era amor lo que hacía. La hacía sentir así.
Quería amarlo tanto y tan a menudo como pudiera, porque nada se sentía más
maravilloso y satisfactorio que tenerlo dentro de ella, amándola.
Entonces lo hizo, se perdió. Apenas le costó tiempo conseguir que ambos
estuvieran desnudos, y él dentro de ella, donde procedió a tomarse su tiempo
amándola.

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El highlander prohibido

67

A la mañana siguiente, el estómago revuelto despertó a Dawn, y ella salió


de la cama, dejando a Cree a dormir. Trabajó tan silenciosamente como pudo,
preparando un brebaje para sí misma que esperaba que le aliviase la náusea. Se
sintió aliviada cuando Cree se arrepintió y aceptó permitirle permanecer en su
cabaña, aunque se habían enviado más guardias.
Se sentó a la mesa, con su mente llena de pensamientos sobre la pobre Bree. La
noche anterior, cuando Cree regresó a la cabaña, estaba molesto porque ninguno
de los guerreros había visto nada inusual en el área donde se había encontrado a
Bree, aunque los guerreros le habían recordado que sus deberes eran patrullar
secciones, por lo que había ocasiones en que algunas áreas no estaban siendo
vigiladas.
Dawn estaba tan atrapada en sus pensamientos que se sobresaltó cuando el brazo
de Cree se deslizó alrededor de su cintura, su mano se posó sobre la de ella,
donde descansaba sobre su estómago.
Se inclinó y presionó su mejilla contra la de ella.
— ¿Tus pensamientos son tan profundos que olvidas que estoy aquí?
Se giró lo suficiente para que sus labios lo rozaran, luego negó con la cabeza y
rozó sus labios sobre los de él otra vez, recordándole que eso no era posible.
—Me alegra saber que no te olvidas, o de lo contrario tendría que regresarte a la
cama y refrescarte la memoria.
Dawn frunció el ceño y se dio un golpecito con el dedo en un lado de la boca.
Cree sonrió.
— ¿Así que no estás segura después de todo?
Dawn estaba a punto de sacudir la cabeza cuando un brote de náuseas la golpeó
tan rápido que sus ojos se cerraron y su mano presionó con más fuerza contra su
estómago.
Cree se apresuró a levantarla y colocarla en su regazo, su mano grande apartó la
de ella para acariciarle suavemente el estómago.

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El highlander prohibido

—Aprenderás a escucharme, y a no molestar a tu madre—dijo Cree, como si


emitiera una orden, y como si el niño escuchara a su padre, la náusea disminuyó.
Dawn se acurrucó contra Cree bastante cómoda para sentarse en su regazo hasta
que ella se dio cuenta de que estaba desnudo y podía sentirlo hinchándose contra
ella. Por supuesto, la hizo excitarse en un instante, y no tenía dudas de que
volverían a la cama tan pronto como se sintiera lo suficientemente bien, lo cual
no le importó en absoluto.
—Si sigues moviéndote contra mí de esa manera, sabes qué pasará.
No se había dado cuenta de que había estado haciendo eso, pero ahora que lo
sabía... siguió haciéndolo.
Un gemido bajo retumbó en la garganta de Cree.
—No te sientes bien.
Dawn se retorció aún más.
—Te lo advierto.
Ella lo silenció, frotando su trasero lentamente a través de su creciente erección.
—Suficiente—dijo con tal determinación que emocionó a Dawn.
Antes de que Cree pudiera ponerse de pie, sonó un golpe en la puerta.
—Maldición, estoy cansado de estas interrupciones.
— ¡Cree! —gritó Sloan y golpeó la puerta al mismo tiempo.
—Entra—gritó Cree, y cuando Sloan entró, Cree le lanzó una mirada asesina. —
Será mejor que esto sea importante.
—El tipo que atacó a Dawn está en la casa de Elsa. Él estaba buscando ayuda
para curar la herida que sufrió. Elsa dice que no cree que le quede mucho
tiempo, no sabe cuánto tiempo más viva.
—Estaré vestido en un minuto—dijo Cree y se puso de pie, colocando a Dawn
en la silla.
Ella salió corriendo hacia la otra habitación para quitarse su camisón. Ella le
lanzó una mirada que advirtió que no se quedaría allí. Cree no quería perder el
tiempo discutiendo con ella, y además podría ver si Elsa tenía algo que ayudara a
aliviar el estómago de Dawn. Odiaba verla sufrir aunque fuera lo habitual en un

260 | P á g i n a
El highlander prohibido

embarazo.
Dawn se puso la capa y esperó en la puerta junto a Sloan hasta que Cree entró en
la habitación. Extendió su mano hacia ella mientras se acercaba, recordándole
tácitamente con la mirada que ella debía permanecer cerca de él. Ella lo tomó,
asintió y salieron por la puerta.
Elsa no recibió a Cree como lo hacía normalmente cuando entraba a una
habitación, y fue fácil ver por qué. Un hombre joven yacía en la cama
balbuceando incoherentemente. Elsa estaba ocupada refrescándole la cara con un
paño fresco y hablándole suavemente.
Cree soltó la mano de Dawn y asintió con la cabeza a Sloan, quien se acercó a
ella, y se acercó al joven.
Elsa miró a Cree y negó con la cabeza.
— ¿Puede escucharme y entenderme? —preguntó Cree.
—La fiebre lo tiene confundido, así que no puedo asegurarlo.
—Ayuda—gritó el joven. —Por favor, ayúdame.
Las últimas palabras de su súplica apenas pudieron ser escuchadas.
Su mano salió disparada y Elsa la tomó.
—Está bien, muchacho. Está bien.
—Noooo—gritó. —Ayuda... tengo que ayudar.
Cree había visto a muchos jóvenes guerreros pidiendo ayuda mientras se
enfrentaban a la muerte. Nunca había nada que pudiera hacer por ellos, sino
sentarse con ellos para que no murieran solos. Algo que nadie quería hacer. Pero
este joven tenía respuestas que podrían ayudar a salvar la vida de Dawn, y quería
esas respuestas antes de que el muchacho muriera.
Le hizo un gesto con la cabeza a Elsa para que se moviera y, una vez que lo hizo,
se sentó.
— ¿Quién te contrató para matar a la mujer sin voz?
Los ojos del joven se agrandaron y él sacudió la cabeza y apenas pudo escupir—
Ayuda.
—Te ayudaré, pero debes contestarme. ¿Quién te contrató?

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El highlander prohibido

—Yo bien—murmuró el joven con los ojos cerrados. —Me hace bien. Ayuda.
—Contéstame—gritó Cree.
Dawn corrió hacia Cree y se dejó caer en su regazo. Antes de que él pudiera
alejarla, ella extendió la mano y tomó la mano del joven.
Sus ojos se abrieron de nuevo y apenas salió “amor” cuando comenzó a
ahogarse. Su mano se mantuvo alrededor de la de Dawn y cuando finalmente
pudo respirar, suplicó una vez más: —Ayúdame.
Con una última tos, tuvo dificultad para respirar y se fue.
Dawn sostuvo su mano inerte por un momento antes de apoyarla en su pecho.
Luego se puso de pie y se alejó de Cree, solo escuchando a medias las muchas
preguntas con las que bombardeó a Elsa. Había algo en las súplicas apenas
audibles del joven que molestaba a Dawn. Algo les faltaba y ella no podía
entender qué era.
—No era un guerrero, suplicando ayuda hasta el final—dijo Sloan, uniéndose a
Cree y Elsa.
—No, fue contratado para un trabajo que no pudo completar y al final no quería
más que ser salvado de la muerte—dijo Cree.
Dawn apoyó la mano sobre la repisa y miró las llamas, concentrándose en las
súplicas de ayuda del joven. ¿Qué era lo que le generaba tanta incertidumbre?
Cerró los ojos y los escuchó una y otra vez en su cabeza.
—La pregunta es quién lo contrató, ¿y fue esa persona quien golpeó a muerte a
Bree?—dijo Sloan.
— ¿Los intentos de asesinato a Dawn terminarán con él? —preguntó Elsa.
Cree negó con la cabeza. —Alguien con mucho que perder está detrás de esto.
La pregunta es quién.
Las palabras del joven resonaron en la cabeza de Dawn, bloqueando todo lo
demás. Una y otra y otra vez escuchó: “Ayúdame. Ayúdame. Ayúdame.” Hasta
que de repente se convirtió en, “Ayuda a Bree. Ayuda a Bree. Ayuda a Bree.”
¿Podría haber sido eso lo que quería decir el joven? “Ayuda a Bree”. ¿Había
estado tratando de protegerla? ¿Se había referido a “Bree”? ¿Bree había sido un
peón en esta treta sin fin? ¿Su última palabra fue una súplica para ayudar a
salvar a la mujer inocente que amaba? Si es así, ¿entonces quién la había estado
262 | P á g i n a
El highlander prohibido

usando?
Su estómago gorgoteaba, recordándole que aún no había desayunado. Su mano
se posó en su estómago y, tan pronto como lo hizo, Cree se puso a su lado y le
pasó el brazo por la cintura.
— ¿La criatura todavía te está molestando? —preguntó.
Se dio la vuelta en sus brazos sacudiendo la cabeza, más preocupada por lo que
sus pensamientos habían deducido que por sus dolores de hambre. Comenzó a
gesticular, queriendo compartir lo que pensaba que el joven moribundo podría
haber querido decir y, Sloan y Elsa se acercaron para escuchar.
— ¿Bree? —Sloan preguntó perplejo mientras hablaba con sus manos. — ¿Crees
que se refería a Bree, no a sí mismo?
—Él mencionó el amor, ¿no es así? —preguntó Elsa. — ¿Podría haber estado
enamorado de Bree y estaba tratando de protegerla?
— ¿De quién? —preguntó Sloan.
—De quien quiera que Dawn muera—dijo Cree. —Bree podría haber sido
atrapada en este lío por puro accidente.
—O a propósito—dijo Sloan. —Ella podría haber usado al pobre para cumplir
sus órdenes.
—De cualquier manera—dijo Cree—, estaban involucrados y alguien les estaba
dando órdenes.
Dawn habló, su mano tocó su pecho antes de levantar ambas manos, junto con
sus hombros, en un encogimiento de hombros.
Cree asintió. —Tienes razón. Con Bree y este joven muerto, ¿quién queda para
hacerte daño?
Sloan respondió que uno. —La persona que la quiere muerta.
Dawn se mareó, y por un momento pensó que se desmayaría. Ya debería haber
comido. En los últimos tiempos, se dio cuenta de que tenía más hambre que de
costumbre en la mañana y siempre se sentía bien después de comer. Necesitaba
conseguir comida y rápidamente o temía las consecuencias.
Ella fue a dar un paso cuando una ola de mareo atacó y se acercó frenéticamente
tratando de agarrar algo que la estabilizaría. Se sintió aliviada cuando Cree la

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El highlander prohibido

levantó en brazos.
—¿Qué te sucede? —exigió con más preocupación que enojo.
Elsa respondió por ella. —No has comido todavía esta mañana, ¿verdad?
Cree se volvió hacia Sloan. —Ve que uno de los hombres verifique la cabaña, si
no se ha traído comida, pídele que vaya a la cocina y vea que la comida de la
mañana se lleve de inmediato. Luego, verifica que el cuerpo
del joven se almacena con el de Bree. Cuando hayas terminado, reúnete conmigo
en mi solar. Hay cosas que necesitamos ser discutir.
Cree no dejaría a Dawn para que ella pudiera caminar. Por mucho que ella
insistiera en que estaba bien, él no lo escucharía. Él continuó llevándola a través
de la aldea, una vez más llamando la atención sobre ellos, pero eso parecía ser
un hecho. Recibieron atención dondequiera que iban en la aldea. Ya debería estar
acostumbrada, pero no lo estaba.
Flanna y Dorrie llegaron con dos canastas unos minutos después de que Cree y
Dawn llegaron a la casa. Él había bajado sus pies al suelo, aunque mantuvo sus
brazos alrededor de ella. Las dos mujeres colocaron apresuradamente la comida
en la mesa y Flanna llenó dos jarras con sidra caliente antes de que Cree las
despidiera.
—Debo irme—dijo, girando a Dawn en sus brazos.
Ella hizo un gesto para que comiera.
—No tengo tiempo. Debo resolver algunas cosas.
Ella frunció el ceño, habiendo esperado que él se uniera a ella y que pudieran
llegar a una idea de quién la quería muerta.
Él pasó su dedo sobre su puchero. —Volveré más tarde y te avisaré si descubro
algo.
Eso la hizo sentir un poco mejor y asintió, aunque no sonrió.
Se inclinó y le dio un prolongado beso que ninguno de los dos hizo ningún
intento para terminar, y podría haber ido más lejos si no hubieran llamado a la
puerta.
Cree maldijo y luego gritó enojado: —Entre.

264 | P á g i n a
El highlander prohibido

Nadie entró.
Cree gritó de nuevo. —Si debo ir a la puerta, te arrepentirás.
La puerta se abrió lentamente y Lila asomó la cabeza, con el rostro pálido y los
ojos muy abiertos.
Dawn se alegró de verla y la instó a hacer un gesto con la mano.
Lila vaciló, con la cabeza baja, pasando los ojos de Dawn a Cree.
—Siento interrumpir, mi Señor. Pensé visitar a Dawn unos instantes si me lo
permite.
Dawn asintió vigorosamente, ansiosa por hablar con su amiga y ver si alguien en
la aldea había oído algo sobre el asesinato. Pero Lila se quedó dónde estaba,
justo dentro de la puerta, esperando el consentimiento de Cree para entrar.
Dawn golpeó a Cree con el codo, ya que el ceño fruncido en su rostro asustaba a
Lila hasta la muerte.
Levantó una ceja a Dawn y luego miró a Lila.
—Parece que Dawn prefiere recibirte que a estar conmigo.
Los ojos de Lila se agrandaron y su boca se movió, aunque no salieron palabras.
Dawn sacudió su dedo hacia Cree, quien sonrió, y se apresuró hacia su amiga,
sus manos gesticulando rápidamente.
Lila se acercó a Dawn cuando llegó a su lado y dijo:
—Pero no parece que esté bromeando.
Cree se echó a reír y Lila apareció aún más sorprendida. Era raro escuchar reír a
Cree.
Dawn sacudió su dedo a Cree de nuevo y Lila finalmente sonrió, reconociendo la
broma, eran bromas juguetonas, como ella y Paul se hacían el uno al otro.
Cree se acercó para darle un rápido beso a Dawn, antes de dirigirse a Lila. —Me
alegra que estés aquí. Dawn necesita comer, tiene pequeñas protestas.
—Me encargaré de que ella lo haga, mi Señor—dijo Lila con una sacudida de
cabeza y una sonrisa.
—Me complace que seas una buena amiga para Dawn—dijo Cree.

265 | P á g i n a
El highlander prohibido

Más a gusto, Lila dijo: —Como ella lo es para mí, mi Señor, y tengo historias
que contar cuando éramos jóvenes e imprudentes, si quisieras escucharlas alguna
vez.
Dawn negó con la cabeza, aunque parecía reírse.
La sonrisa de Cree creció. —Tengo muchas ganas de escucharlas—. Le dio a
Dawn otro beso rápido y salió por la puerta.
Lila de inmediato lanzó sus brazos alrededor de Dawn y la abrazó.
—Estoy tan feliz por ti. Es tan fácil ver cuánto se aman los dos—. Se alejó y
empujó suavemente a Dawn hacia la mesa. —Siéntate y come y hablaremos.
Dawn estaba demasiado ansiosa por hablar con su amiga. Ella había extrañado
sus conversaciones diarias, y había mucho que contarle.
Como de costumbre, Lila comenzó a hablar y Dawn sonrió, contenta de que su
amiga estuviera allí.
— ¿Te ha dicho que te ama? —preguntó Lila.
Dawn sonrió y asintió.
—Se está diciendo—dijo Lila, bajando la voz, —que él te convertirá en su
esposa. Una vez que se demuestre que eres la hija de Kirk McClusky, el rey
Alexander le concederá permiso o, al menos, la gente espera que el rey lo haga
—. De repente, sus ojos se abrieron de par en par. —Hablar de amor me ha
hecho olvidar por qué vine aquí en primer lugar—. Se estremeció. —Todos están
hablando del asesinato de esa pobre muchacha Bree. Cuando me enteré de que la
encontraron en el bosque detrás de tu casa ......... Ella se estremeció de nuevo.
Dawn le palmeó el brazo para consolarla.
— ¿Realmente viste el cuerpo?
Dawn asintió y le explicó lo que había visto.
Lila palideció. —Que horrible.
Dawn luego explicó sobre el joven que acababa de morir en la casa de Elsa y sus
pensamientos sobre cómo pudo haber estado conectado con Bree.
—Sabes que Bree pasó mucho tiempo en el bosque. Ella le dijo a la gente que
quería aprender todo sobre las plantas y ser una sanadora como Elsa. Pero como
el invierno y la nieve cubren el suelo, no se encuentran muchas plantas.

266 | P á g i n a
El highlander prohibido

Entonces, ¿qué estaba haciendo ella realmente en el bosque?


Dawn preguntó si Lila sabía algo más sobre Bree.
—A los aldeanos parecía gustarles. Era una muchacha agradable y nadie tenía
nada malo que decir sobre ella. Ella debe haber sido una buena persona o la vieja
Mary nunca habría permitido que se quedara en su cabaña.
Dawn no había pensado en eso. La vieja Mary, ciertamente no hubiera querido
que Bree estuviera cerca si ella pensara que la joven muchacha podría resultar
dañina.
—Hubo algo que vi extraño, pero lo descarté. Ahora, con todo lo que está
pasando quizás no fuera tan extraño.
Dawn estaba ansiosa por escucharlo y le hizo saber a Lila con un gesto rápido.
—Una noche había olvidado algo en la cabaña de trabajo, y volvía de allí cuando
vi a la otra criada de Lucerna, la que pasa sus días cosiendo las prendas de
Lucerna, dejando la casa de la vieja Mary. Lo extraño era que las dos mujeres se
abrazaron en la puerta antes de que la sirvienta de Lucerna se marchara. ¿Qué
estaría haciendo ella visitando a la vieja Mary? ¿Y por qué parecía que se
conocieran?

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El highlander prohibido

68

Después de que Lila se fue, Dawn se paseaba delante del hogar. La vieja
Mary sabía más de lo que estaba diciendo. ¿Qué secreto guardaba ella y por qué?
Deseaba poder hablar con la anciana, aunque se preguntaba si la Vieja Mary
sería tan evasiva como solía ser.
Dawn finalmente se sentó, girando una silla para mirar hacia el hogar. Un frío se
deslizó dentro de ella a pesar de que estaba caliente por el calor del fuego. ¿Fue
un presentimiento de lo que iba a venir? Se estremeció al pensarlo y luego otra
vez, la imagen de Bree tendida en el bosque invadió su mente de repente. ¿Había
sido una inocente o una cómplice? Si fuera este último, ¿entonces quién fue su
cómplice?
Lucerna pintó un cuadro de una mujer confundida y con problemas o ¿fue un
engaño? ¿Y qué hay de Lady Ann, su verdadera madre? ¿Estaba realmente
tratando de proteger a la hija que había dado a luz y a la que ella crio, ¿o estaba
más preocupada por sus propios intereses? Luego estaba Roland Gerwan. ¿Era
ajeno a todo, o era el maestro tirando de las cuerdas? Hubo tanto engaño en el
asunto que la vieja Mary tuvo razón al advertirle que “no confíe en nadie”. Pero
ahora, con los dos asesinatos de personas posiblemente inocentes, había que
hacer algo. Las mentiras tenían que parar finalmente y la decir la verdad.
Un repentino pensamiento la hizo ponerse de pie. La vieja Mary sabía más de lo
que estaba diciendo. ¿Alguien más lo sabía y eso significaba que la vida de la
vieja Mary corría tanto peligro como la suya?
Dawn no se tomó el tiempo para pensar. Agarró su capa y abrió la puerta.

Roland Gerwan entró en el Gran Salón a pasos agigantados, deteniéndose


a pocos metros de donde Cree se encontraba hablando con Sloan.
—Dios mío, Cree, ¿la criada de mi hija fue asesinada? —dijo sorprendido, como
si no creyera lo que estaba diciendo. —Pensé que eras un líder más competente.
Me atrevo a decir que el rey Alexander necesita saber de este giro de los
acontecimientos. Quizás no eres tan capaz y digno de un título cómo crees.

268 | P á g i n a
El highlander prohibido

Cree se apartó de Sloan, que estaba sacudiendo la cabeza ante la estupidez del
hombre, y dirigió una mirada asesina a Gerwan.
—Hay muchas cosas de las que el rey se enterará, y una de ellas es la duplicidad
de los involucrados—. Agarró la escoba cerca del hogar y se acercó a Gerwan.
—Con la misma facilidad que rompo esta escoba—Y de un tirón rápido la partió
en dos—, romperé el cuello de los culpables de éste crimen atroz.
Gerwan palideció y retrocedió varios pasos de Cree. Cree arrojó las escobas al
suelo.
—La justicia será rápida, aunque no indolora.
Gerwan intentó parecer valiente, alzando un poco su mentón.
—Los hombres titulados dejan esas tareas terribles a los hombres inferiores.
—Inferior es el hombre que deja una tarea necesaria, aunque muchas veces
repugnante para los demás.
Gerwan levantó la barbilla de nuevo.
—Quiero asegurarme de que mi hija no está en peligro.
— ¿Hay alguna razón por la que debería estarlo?
Gerwan miró a Cree, como si no supiera qué decir hasta que finalmente dijo:
—Tienes un asesino suelto.
—El necio sin espinas corre pensando que me evitará. Pronto lo encontraré. Pero
dime, ¿por qué crees que este cobarde estaría interesado en tu hija?
Gerwan estaba una vez más sin palabras y buscó una respuesta.
—Bree... era sirviente de Lucerna.
— ¿Cómo consiguió Bree esa posición?
—No tengo idea—dijo Gerwan con un gesto de su mano. —Eso no importa.
—Veremos si así es.—advirtió Cree.
— ¿Qué quieres decir?
Cree se movió hacia el hombre tan rápido que Gerwan tropezó, tratando de
alejarse de él.

269 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Significa que voy a hacerte preguntas interminables a ti, a tu esposa ya


Lucerna.
— ¿Por qué?
—Tú mismo lo dijiste... Bree era el sirviente de Lucerna—. Cree pasó por
delante del hombre y se dirigió directamente a su solar.
Sloan lo siguió, sacudiendo la cabeza hacia Gerwan mientras pasaba junto a él.
Kirk McClusky dobló la esquina justo cuando Cree estaba a punto de entrar a su
solar.
— ¿Puedo hablar contigo? —preguntó y Cree le indicó que entrara.
Kirk McClusky no esperó a hablar.
—Ann está terriblemente molesta. Ella siente que la decisión que tomó hace
tantos años ahora ha regresado para perseguir a los inocentes. Ella creía que
estaba haciendo lo correcto para todos los involucrados. Ahora solo quiere
enmendarse por una acción que lamenta.
— ¿Y cómo piensa ella hacer eso? —preguntó Cree.
Kirk sonrió—Ella dice que te dejará eso a ti, aunque sí solicita permiso para
hablar con Dawn. Ella lamenta la forma en que dialogaron recientemente.
—Hasta que esté seguro de que Lady Ann no representa ninguna amenaza para
Dawn, no otorgaré ese permiso.
Kirk pareció aturdido. —Ann nunca lastimaría a nuestra hija.
—No estoy seguro.
—Ann está arrepentida.
— ¿Estás seguro de eso?
—Ann es una buena mujer, y me culpo por la terrible decisión que tuvo que
hacer hace años. Pero fue necesario para proteger a nuestra hija—dijo Kirk.
—La opción más inteligente habría sido enviarte a Dawn, pero en lugar de eso,
Ann dio a Dawn y no le importó ni una pizca lo que le sucedió.
—Ella sufrió todos los días debido a esa decisión desinteresada—dijo Kirk en
defensa de la mujer que amaba.

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El highlander prohibido

— ¿Sufrido? —rugió Cree. —Ella ordena que su hija recién nacida, indefensa,
que no puede emitir un sonido, sea entregada a la voluntad de Dios, ¿tiene idea
de lo que ella sufrió? Tuvo suerte de que una buena mujer se llevara a Dawn y la
amara tal como una madre...—Cree se apartó un momento y luego se volvió. —
No tengo más tiempo para discutir esto. Hablaremos más tarde y Lady Ann no
visitará a Dawn hasta que yo le dé permiso. ¿Está claro, McClusky?
La aguda advertencia en la voz de Cree hizo que Kirk echara la cabeza hacia
atrás, como si lo hubieran tomado en serio.
—Perfectamente claro—. Dio un respetuoso asentimiento y se fue sin decir una
palabra más.
Sloan dio un paso adelante. — ¿Qué sucede?
—La mujer que crio a Dawn era una madre amorosa. Dawn no tiene nada más
que elogios para ella, y la ama más de lo que creo que ella podría amar a Lady
Ann. Para que un extraño brinde tanto amor y tenga tanta paciencia con un niño
que no es suyo, tiene que haber una muy buena razón.
—Era una mujer buena, desinteresada.
—Abandonó desinteresadamente a la hija que acababa de tener para que tuviera
una vida mejor, y se llevó al bebé que no tenía voz, y la amó como habría amado
a su propia hija.
Sloan frunció el ceño y él negó con la cabeza. — ¿Estás diciendo que la mujer
que crio a Dawn podría ser la madre de Lucerna?
—Apostaría cualquier cosa, y conozco a alguien que podría confirmar esto.
—La vieja Mary—dijo Sloan con una sonrisa, aunque se desvaneció
rápidamente.
—Estás pensando que debería haberme dado cuenta mucho antes—dijo Cree,
dirigiéndose a la puerta. —La vida de la vieja Mary podría correr tanto peligro
como la de Dawn.

Dawn casi cae al chocar con Torr si no hubiese sido por el agarre de su
mano por su brazo, y su estabilidad.

271 | P á g i n a
El highlander prohibido

— ¿A dónde vas con tanta prisa? —preguntó él, soltando su brazo una vez que
recuperó el equilibrio.
—Ella no irá a ninguna parte sin el permiso de Cree—dijo Elwin, dando un paso
adelante.
Dawn puso los ojos en blanco y levantó las manos en oración, pidiéndole ayuda.
Él sonrió y le guiñó un ojo, luego se volvió hacia Elwin.
—Estoy seguro de que a Cree no le importaría que acompañara a Dawn a su
destino.
Dawn le lanzó a Elwin una mirada esperanzada.
—Envía a uno de los guardias para que Cree sepa dónde estaremos—dijo Torr y
se volvió hacia Dawn.
Dawn se encorvó y retorció los dedos para hacerles saber que quería ir a ver a la
vieja Mary.
—A la cabaña de la vieja Mary—Torr confirmó con un asentimiento. —Eso no
está lejos, y estoy seguro de que Cree no se opondría.
Elwin envió a uno de los guardias a la fortaleza para notificar a Cree, antes de
que le ordenara a dos guardias que siguieran a Dawn mientras iba a casa de
Mary. Torr caminó junto a Dawn.
Torr bajó la voz. —Mi padre había esperado hablar contigo lejos de tu cabaña y
lejos de miradas indiscretas, pero veo que eso no puede ser posible.
Ella asintió. Ella ya no se escabulliría, y le daba la razón a Cree por preocuparse,
y se preguntaba si él estaría enfadado con ella por no esperar a que él la llevara a
la cabaña de la vieja Mary. Cree quería que ella se mantuviera cerca de él, pero
esto era muy importante. ¿Qué pasaría si la vieja Mary estuviera en peligro en
este momento y Dawn hubiera esperado? Ella nunca se perdonaría a sí misma.
Además, tenía la intención de prestar atención a las palabras de la anciana y, “no
confiar en nadie”, hasta que todos los secretos fueran sacados a la luz y pudiera
determinar por sí misma quién era su amigo o enemigo. Por lo tanto, ella se
aseguraría de no ir a ningún lado con guardias con los que no estaba
familiarizada.
La vieja Mary estaba en la puerta, como si los esperara, seguramente sabía que
venían. Su intuición asustaba a algunos en la aldea, pero aquellos que eran
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El highlander prohibido

amigos aceptaban su extraño comportamiento.


Dawn se sintió aliviada al verla parada allí, a salvo y segura.
—Entra, entra—dijo la vieja Mary con una sonrisa. —Los demás estarán aquí en
breve.
— ¿Otros? —Torr preguntó a qué se refería.
Cree y Sloan están en camino—dijo. Siéntate y disfruta de la sidra caliente que
acaba de traer Flanna. Ayudará a quitarte el frío.
Dawn había estado tan concentrada en llegar a la cabaña de Mary que no se
había dado cuenta de lo frío que se había vuelto el aire, y ahora lo sentía en sus
manos heladas.
—Otra tormenta me atrevo a decir—dijo la vieja Mary. —Es un invierno gélido
el que tendremos este año. Es bueno que Cree se provea bien para el invierno.
Ninguno de nosotros morirá de hambre.
La vieja Mary siguió hablando del clima, y recordó algunas duras tormentas
invernales que había sobrevivido, algunas apenas, cuando finalmente, se detuvo
y miró hacia la puerta.
Se abrió un momento más tarde y, entró Cree, Sloan detrás de él.
Dawn sonrió, preguntándose mientras la vieja Mary conversaba, si Cree habría
llegado a la misma conclusión que ella... que la vieja Mary podría estar en
peligro. Después de todo, ellos pensaban similar frecuentemente, y ella se sintió
satisfecha cuando él confirmó sus sospechas, aunque él le dedicó un ceño
fruncido mientras caminaba hacia ella. Una advertencia de que no estaba
contento de que ella hubiera salido de la casa.
—Te diste cuenta de lo mismo que yo—dijo Cree y se inclinó para susurrar en su
oído mientras le apretaba el hombro. —Y, por supuesto, tenías que venir y
asegurarte de que la anciana estaba bien, aunque la próxima vez me lo
notificarás y esperarás hasta que yo venga por ti.
Dawn mantuvo su sonrisa y asintió.
— ¿De qué se dio cuenta? —Preguntó Torr.
—De que mi vida está en peligro—respondió la vieja Mary, y los tuvo a todos
mirándola. Ella sonrió y negó con la cabeza. —Usted no tiene que preocuparse.

273 | P á g i n a
El highlander prohibido

Yo he sido lo suficientemente sabia como para mantener los secretos guardados.


—Es hora de compartirlos—dijo Cree y no fue una solicitud. —Déjame que te
ayude, la mujer que crio a Dawn es la madre biológica de Lucerna, ¿no es así?
La vieja Mary asintió lentamente y curvó sus nudosos dedos alrededor de su
jarra lo mejor que pudo.
—Sí, Lizbeth es la madre biológica de Lucerna.
Dawn se sorprendió con la noticia y miró a Cree, preguntándose hace cuánto
tiempo lo sabría.
Él pareció entender su pregunta sin respuesta. —Simplemente me di cuenta hace
unos instantes y, vine aquí para confirmarlo y asegurarme de que la vieja Mary
estuviera a salvo—. Miró a la vieja Mary y le ordenó: —Díganos lo que pasó.
La vieja Mary miró a Dawn y le habló como si fuera la única en la habitación.
— ¿Recuerdas cuando te dije que se necesitaba un corazón fuerte y mucho amor
para hacer lo que hizo tu madre la noche en que naciste?
Dawn asintió.
Estaba hablando de tu madre Lizbeth, porque esa noche fue la única madre.
Apenas había dado a luz a Lucerna cuando llegué contigo en mis brazos. Lizbeth
había perdido a su marido dos meses antes. Él se había ido a la batalla y nunca
regresó, y ella apenas sobrevivía por su cuenta. Se había preocupado de cómo se
las arreglaría una vez que naciera la niña.
—Lady Ann había ordenado comida y artículos que podían ser canjeados, esos
peines que ella te dio, se ofrecieron a una mujer que te llevaría y entregaría a su
recién nacido. Lizbeth vio esto como una manera para que su hija tuviera una
buena vida y, a cambio, ella juró dar a la preciosa niña sin voz, a su nueva hija,
una buena vida también. No tenía dudas de entregarte a Lizbeth. Sabía que ella
te amaría como si fueras suya, y hizo.
Dawn sonrió y asintió, una lágrima se deslizaba por su mejilla.
— ¿Qué nos estás ocultando? —exigió Cree.
—Usted debería saberlo, Lord Cree—dijo la vieja Mary con una sonrisa.
—No, conozco a la gente y es obvio que hay más en tu historia, así que
cuéntanos... ¿qué te hizo elegir a Lizbeth?

274 | P á g i n a
El highlander prohibido

La vieja Mary asintió con la cabeza como si confirmara por sí misma que la
astucia de Cree bordeaba lo intuitivo.
—Una vez que un campesino sabe un secreto, su vida nunca es segura. Me
despedí, reuniéndome con Lizbeth, solo después de asegurarme de que Lucerna
estuviera segura con Lady Ann, que estaba encantada con la pequeña cría de
pelo rubio. No fue fácil para ella encontrar una aldea, o un clan donde ella y
Dawn fueran aceptadas, razón por la cual se mudaron tanto. Hubo momentos en
que me preguntaba cómo se las arreglaba. Mantuve una estrecha vigilancia sobre
ellas, pero nunca me involucré hasta que me instalé aquí en Dowell, para
asegurarme de que fuera seguro, solo entonces me puse en contacto con Lizbeth
y la hice acompañarme aquí.
— ¿Por qué arriesgarse a instalarse en una aldea que pertenecía a Gerwan? —
preguntó Cree. —Se arriesgó a que Dawn fuera descubierta.
—Sabía que era inevitable que la identidad de Dawn fuera descubierta.
— ¿Por qué?
—Un secreto no es un secreto cuando más de una persona lo sabe—dijo la vieja
Mary y Cree asintió. —Sabía que el destino tenía grandes planes para Dawn y
que nada de lo que hiciera podría detenerlo, pero podría ayudar.
—Así que te acomodaste aquí y esperaste a que el destino te mostrara el camino,
dijo Cree.
—La vieja Mary asintió.
— ¿Cómo está involucrada Magda en esto? —preguntó Cree.
La vieja Mary miró a Dawn. — ¿Alguien nos vio?
Dawn asintió y esperó, curiosa por saber la respuesta.
—Como dije, Lizbeth era la verdadera madre, y quería asegurarse de que su hija
estuviera protegida contra cualquier daño. Ella tenía una amiga muy querida, al
igual que Lila y Dawn son amigas, cuyo esposo estaba cerca de la muerte, y
cuando murió, no podría trabajar sola y pronto quedaría sin hogar.
—Magda—dijo Cree. La vieja Mary asintió. —Magda aprovechó la oportunidad
no solo para ayudar a su amiga, sino también a ella misma. La llevé con Lady
Ann y convencí a lady Ann de que sería una excelente sirvienta para atender a la
niña. Ella estuvo de acuerdo sin dudarlo. Hace unos años, Lady Ann decidió
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El highlander prohibido

reemplazar a Magda con una sirvienta más joven. Lucerna se había vuelto
extremadamente apegada a Magda, e hizo un alboroto, insistiendo en que podría
cuidar y coser sus prendas. Magda es brillante cosiendo prendas. Lady Ann
estuvo de acuerdo.
— ¿Así que su visita a ti no había sido más que la visita a una vieja amiga?
—No había sido la primer visita que me hizo—admitió la vieja Mary, y Cree
enarcó una ceja. —Parece que Lucerna estaba fuera de sí, y Bree también.
Cuando supo que Bree había acusado a Lucerna de tomarle una mano pesada, se
sorprendió. Lucerna nunca había tocado a Bree y me pidió que vigilara a la
joven y viera qué estaba haciendo.
—Esa fue la razón por la que le pediste a Bree que permaneciera contigo—dijo
Cree.
—Sentí que la muchacha estaba preocupada y teniéndola cerca, podría averiguar
su problema. Pero Bree era astuta y se iba a menudo, especialmente durante la
noche, cuando pensaba que yo ya estaba durmiendo. Ella se escabullía y no
regresaba hasta la mañana.
— ¿Nunca pensaste compartir esto conmigo? —exigió Cree.
—Magda me pidió que diera mi palabra de que no diría nada. Temía que se la
llevaran lejos de Lucerna, y quedara desprotegida. Ella vio que no tenías
paciencia con Lucerna y que no creías que ella sufriera realmente dolores de
cabeza. Sintió que no tenía más remedio que permanecer en silencio. Es de la
única forma que un sirviente puede correr con suerte. El castigo a menudo puede
ser rápido e injusto, por lo que el silencio es normalmente el mejor recurso y...
—la vieja Mary quedó sin aliento y se quedó de pie cuando la puerta se abrió de
golpe y Elwin entró corriendo.
—Kirk McClusky se enfrentó a Gerwan. Kirk está herido, y Gerwan está
muerto.

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El highlander prohibido

69

Torr saltó hacia arriba. — ¿Qué tan grave esta mi padre?


—Una herida en la cabeza con mucho sangrado, yace inconsciente—explicó
Elwin. —Elsa está en camino hacia él ahora. Ella ordenó que no se moviera
hasta que pudiera verlo.
Torr voló por la puerta.
— ¿Qué hay de Gerwan? —preguntó Cree mientras Dawn se ponía de pie. Tomó
su mano y le dio un tirón, haciéndole saber que ella no iría a ninguna parte sin él.
—Apuñalado en el pecho—dijo Elwin. —Lady Ann está ahí. Ella es quien los
descubrió. Ella debía encontrarse con McClusky allí. Ella está histérica,
culpándose a sí misma. Un sirviente corrió a buscar a Lucerna para que ayudara
a su madre.
Cree le dio a Sloan un rápido asentimiento, y él replicó, saliendo corriendo por la
puerta. Luego se volvió hacia Dawn.
—Permanecerás a mi lado y si no lo haces, tendré que encadenarnos juntos. Te
advierto que lo haré si no me obedeces en esto. ¿Lo entiendes?
Dawn asintió, viendo una incertidumbre en sus ojos que la asustó.
—Ya sabes—dijo la vieja Mary mientras los dos caminaban hacia la puerta.
Cree se volvió. — ¿Que se derramará más sangre antes de que termine este día?
Ella asintió.
— ¿De quién será la sangre?
—Eso no lo sé. Solo sé que el destino finalmente ha mostrado sus cartas.
Dawn se dio cuenta de que a Cree le preocupaba que fuera a derramarse su
sangre, y a ella le preocupaba que fuera la suya. Ella apretó su mano y se acercó
a él mientras corrían por la aldea.
Él la miró y asintió. —Me alegra que comprendas la importancia de estar a mi
lado.
Ella asintió, viendo en sus ojos la preocupación que ella misma tenía. Le dio un
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El highlander prohibido

golpecito en el brazo y levantó la mano, manteniendo dos dedos juntos.


— ¿Me estás diciendo que debo hacer lo mismo, estar cerca de ti?
Ella asintió, su miedo a perderlo crecía. La criatura debe haber sentido lo mismo
ya que su estómago se revolvió con el terrible pensamiento. Su mano fue a su
estómago, causando que Cree se detuviera abruptamente.
— ¿Te sientes mal?
Ella sacudió la cabeza y la apoyó en su pecho, apoyando también ahí mismo su
mano, en su corazon.
Él deslizó su dedo debajo de su barbilla, y levantó su cara para mirarlo.
—No te preocupes por mí. Confía en que te mantendremos a ti, a nuestro bebé, y
a mí a salvo.
Ella asintió, contenta de que “El infame Cree” estuviera a su lado. Una vez más
se apresuraron. Podían escuchar los desgarradores gritos de Lady Ann cuando se
acercaban a los establos, donde había ocurrido el incidente. Al mismo tiempo,
Lucerna corrió junto a ellos con Sloan justo detrás de ella.
Cree negó con la cabeza a Sloan cuando pasó junto a ellos, y Sloan aceleró el
paso, alcanzando a Lucerna y deteniéndola antes de que ella pudiera entrar en el
establo.
—Déjame ir—le gritó a Sloan, sosteniéndola firmemente en sus brazos.
—Es mejor que esperes aquí—dijo Sloan.
Cree y Dawn llegaron a ellos. —Tu madre se unirá a ti en breve.
—Quiero ver a mi padre—exigió Lucerna a través de las lágrimas.
—No—dijo Cree, como si emitiera un decreto final y se dio la vuelta para entrar
al establo.
— ¿Cómo te atreves a dejar que tu puta vea a mi padre y no yo? —Lucerna
gritó.
Cree giró la cabeza. —Tu pena te da un poco de licencia, y acabas de usarla
toda. Otro comentario despectivo sobre la mujer que amo y lo lamentarás.
Cree se giró, aunque Dawn observó la mano de Sloan moviéndose rápidamente
para sujetar con fuerza la boca de Lucerna.

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El highlander prohibido

Tan pronto como Lady Ann vio a Cree, se apresuró a alejarse del guerrero, al que
había estado aferrándose, y se dejó caer delante de él.
—Perdóname, mi Señor, no pude detenerlo. Kirk insistió en que nadie estaba a
salvo y que la verdad debía darse a conocer. Era la única manera de acabar con
toda la locura. Le supliqué que no se enfrentara a Roland, que te permitiera
manejarlo como mejor te pareciera, pero él se negó.
Cree asintió con la cabeza al guerrero que había seguido detrás de Lady Ann.
—Tu hija espera afuera. Hablaremos más tarde—. Luego hizo un gesto a otros
dos guerreros para que se unieran y les dio órdenes. —Escolten a Lady Ann y a
su hija al Gran Salón, y quéddense con ellas. —Digan a Sloan que se una a mí.
—Dawn no debería ver a su padre así. Ella debería unirse a Lucerna ya mí, para
que finalmente pueda decirle la verdad a Lucerna—dijo Lady Ann. —Ahora no
es el momento—dijo Cree y asintió con la cabeza a sus guerreros. Uno tomó el
brazo de Lady Ann, y la sacó del establo. Los otros dos siguieron.
Cree se reprendió en silencio. No había pensado en cómo se sentiría Dawn
acerca de la herida de su padre. Cree miró a Dawn.
— ¿Estás segura de poder hacer esto? Kirk es tu padre y podría causarte un gran
malestar.
Kirk solo había entrado en su vida por poco tiempo, y aunque parecía un buen
hombre, a Dawn todavía le resultaba difícil pensar en él como su padre. Habían
sido ella y su madre durante tanto tiempo, que un padre no era fácil de aceptar.
Dawn le dio unas palmaditas en el pecho y asintió, y aunque su estómago estaba
un poco revuelto, no tenía intención de hacerle saber a Cree. Ella sí, sin
embargo, tenía la intención de ver la escena por sí misma. Su silencio le permitió
mirar y ver mientras otros hablaban y observaban cosas.
—Si te sientes bien, y ante la menor molestia...
Dawn terminó por él, tocando sus labios y señalándolo, haciéndole saber que ella
le diría.
No parecía convencido, pero no había mucho que pudiera hacer, porque sabía
que ella se saldría con la suya. Se giró y fueron a pararse frente a Torr,
arrodillado junto a su padre, mientras Elsa trabajaba en el hombre inconsciente.
— ¿Cómo está él? —preguntó Cree.

279 | P á g i n a
El highlander prohibido

Elsa respondió sin levantar la vista. Una herida sustancial en la cabeza. Necesita
ser limpiada y posiblemente cosida, y como con cualquier herida en la cabeza,
no sé cuándo o si se despertará—. Miró a Torr. —Aunque haré todo lo que pueda
para ver que él se recupere.
— ¿Sabías la intención de tu padre? —preguntó Cree.
Torr sacudió la cabeza, aunque permaneció arrodillado junto a su padre.
—No, aunque pude ver que se había vuelto impaciente con toda este asunto.
Cuando supo de la muerte de Bree hoy, se mostró aún más firme en que todo
saliera a la luz. Sintió que Dawn estaría más segura de esa manera.
— ¿No estabas de acuerdo? —preguntó Cree.
—No, haber escuchado que Bree había sido golpeada hasta morir me hizo pensar
que quien sea responsable de todo esto ha llegado al punto de la desesperación, y
ese es un lugar peligroso dónde estar.
— ¿Crees que Gerwan es responsable y que tu padre de alguna manera se
enteró?
Torr se puso de pie cuando dos guerreros se acercaron con una paleta para
colocar a su padre y llevarlo a la cabaña de Elsa. Se apartó de su camino, aunque
los vigiló.
—Llegaré pronto—le dijo a Elsa y ella asintió. Se volvió hacia Cree y
finalmente le respondió. —No puedo decir con seguridad. Sé que mi padre no
solo quería mantener a Dawn a salvo y verla feliz, aunque tampoco quería
fallarle a Ann de nuevo. Él nunca dejó de amarla, y estoy seguro de que esperaba
que de alguna manera pudieran hacer que las cosas funcionaran para ellos. Tal
vez decidió enfrentarse a Gerwan sobre su amor por Ann. Sé que me enojaría si
otro hombre se atreviera a decirme que ama a mi esposa. Querría matarlo.
Gerwan pudo haber golpeado a mi padre y tal vez tuvo suficiente tiempo para
darle un golpe letal a Gerwan antes de que cayera inconsciente. Este incidente
puede no tener nada que ver con Dawn o, de nuevo, puede. No lo sé. Solo espero
que mi padre se despierte y sea capaz de resolver el misterio por nosotros. Ahora
debo ir a verlo.
Cree asintió y Dawn tiró de su mano. Él se volvió hacia ella y ella señaló el
cuerpo de Gerwan. Él frunció el ceño, pareciendo como si estuviera a punto de
negar su solicitud de echar un vistazo al cuerpo, por lo que no esperó a que él

280 | P á g i n a
El highlander prohibido

respondiera. Se acercó a ella, tirando de él detrás de ella.


Una vez allí, Cree se interesó tanto como ella. Él le soltó la mano, aunque no le
advirtió que permaneciera cerca. No necesitaba hacerlo, confiaba en ella para
cumplir su palabra.
—Supongo que Torr podría tener razón. Kirk pudo haber expresado su amor por
la esposa de Gerwan, eso lo enfureció y atacó a Kirk. El instinto podría haberse
afianzado antes de que Kirk perdiera el conocimiento, sacó su daga y apuñaló a
Gerwan—. Cree se frotó la barbilla, pensando en el escenario. —Torr tiene razón
en una cosa—. Miró a Dawn. —No me lo pensaría dos veces antes de matar a un
hombre que afirma amarte. Luego tiraría su cadáver en el bosque para que los
animales se alimentaran.
El espantoso pensamiento le revolvió el estómago y ella negó con la cabeza.
—No conoces a los hombres, Dawn, pueden ser muy humildes y, aquél que no
respete y valore a la mujer que ama… No es un hombre.
Su corazón dio un golpeteo y su estómago se calmó. Cree era más honorable de
lo que cualquiera creía, y era suyo. Volvió su atención al cuerpo e ignoró la
necesidad de correr y besar a Cree. No sería una acción adecuada tomarla con un
hombre muerto cerca de sus pies. Ella estudió el cuerpo propenso y, como con el
cuerpo de Bree, algo la inquietó.
Después de unos minutos de silencio, Cree preguntó: — ¿Qué es lo que ves que
no veo?
Dawn señaló la daga que parecía haber pinchado directamente el corazón. Luego
hizo un gesto como si Gerwan y Kirk estuvieran discutiendo, repentinamente
echando la cabeza hacia atrás como si fuera golpeado y tropezando mientras
alcanzaba una daga imaginaria en su cintura y se abalanzaba con tropiezos hacia
su enemigo. Luego se enderezó y volvió a apuntar a la daga y a su propio pecho,
donde habría golpeado y fruncido el ceño y encogerse de hombros.
—Nunca pensé en eso—admitió Cree. —Tu observación es sabia. ¿Cómo pudo
Kirk dar un golpe tan preciso después de haber sufrido una grave herida en la
cabeza?
Dawn levantó dos dedos, añadió uno y luego otro.
—Uno o dos más podrían haber participado, entregando el golpe mortal a
Gerwan, y el casi mortal a Kirk, o podrían haber pensado que el golpe a Kirk fue
281 | P á g i n a
El highlander prohibido

certero.
Dawn alzó la barbilla como altiva y se levantó la falda y fingió caminar como si
tuviera prisa.
— ¿Crees que tal vez oyeron acercarse a Lady Ann y corrieron los culpables?
Ella se encogió de hombros, sugiriéndolo una posibilidad.
—Torr tiene razón. La persona o personas detrás de esto se han vuelto
desesperadas, y ahora son más peligrosas que nunca. Parece que ahora no se
detendrán ante nada para que su plan tenga éxito. ¿Pero qué plan? —preguntó
Cree, sacudiendo la cabeza y frotándose la nuca. —Con Gerwan muerto, ¿cuál
sería el problema? Lady Ann puede admitir abiertamente que tú eres su hija, y
que Lucerna es la hija de una campesina, lo que me libera para casarme contigo.
Dawn lo miró fijamente, con los ojos bien abiertos y la boca abierta. ¿Realmente
deseaba casarse con ella?
Cree pensó que algo andaba mal cuando la miró, luego se dio cuenta de lo que
había dicho. Él fue inmediatamente a su lado y la tomó en sus brazos. —No
quise escupirlo de esa manera. Mi plan desde el principio es casarme contigo.
Sus ojos se agrandaron y su boca se abrió otra muesca.
—Estoy haciendo todo de manera desordenada—se dijo más a sí mismo que a
Dawn. —Tenía la intención de casarme contigo desde siempre. No había manera
de que pasara mi vida sin ti—. Se dio la vuelta por un momento para ordenar sus
pensamientos y sus ojos se fijaron en el cadáver. —Este no es el lugar para esto.
Salió apresuradamente con Dawn del establo, y se dirigió a su cabaña, con los
guardias siguiéndolos de cerca. Cerró la puerta una vez dentro, y no perdió
tiempo en quitarle la capa de Dawn y tomarla en sus brazos.
—A veces pienso en el momento en que supe que te amaba, y disfruto mucho de
los momentos a solas que compartimos en la cabaña. Tuviste miedo, pero
siempre fuiste valiente, y tu coraje creció a medida que te conocía—. Él sonrió.
—Me intrigabas más y más cada día. Encontré a mis manos ansiosas por
explorarte—. Él negó con la cabeza. —Si fuera honesto conmigo mismo,
admitiría que me enamoré de ti al verte, lo que me ha resultado difícil de aceptar
porque nunca pensé que eso sería posible y, sin embargo... —él negó con la
cabeza. —Robaste mi corazón mucho antes de que me diera cuenta de que ya te
lo había dado.
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El highlander prohibido

Una lágrima resbaló por la mejilla de Dawn cuando lanzó sus brazos alrededor
del cuello de Cree y lo besó, con alegría que nunca había experimentado en su
vida. Él le devolvió el entusiasmo, profundizando el beso y lo siguiente que
supieron fue que se estaban desnudando y cayendo juntos en la cama. Su pasión
no podía ser contenida, tenían hambre el uno del otro, y nada podía evitar que se
alimentaran. Sus manos la exploraron con un entusiasmo sorprendente, que hizo
que su cuerpo respondiera con arrebato a cada uno de sus toques. Cuando su
boca siguió su ejemplo, ella pensó que saltaría de la cama, se sintió tan
deliciosamente satisfecha.
—Quiero detenerme y disfrutar—le susurró ásperamente al oído, pero mi
necesidad es demasiado grande.
Ella presionó un dedo sobre su brazo, aceptando, y él rápidamente agarró sus
piernas y las arrojó sobre sus hombros, mientras se colocaba entre ellas y se
dirigía hacia ella con un fuerte empuje, que la hizo arquearse para satisfacer su
demanda.
Él continuó conduciéndola con fuerza, y ella disfrutó cada minuto bendito de
ello. No pasó mucho tiempo hasta que su pasión se convirtiera en un clímax
explosivo, y Cree se aseguró de que nunca lo olvidara. Extendió la mano y se
entretuvo con su pequeña y palpitante protuberancia, y ella casi se levanta de la
cama, pero su cuerpo y fuertes empujes la mantuvieron firme.
Alcanzó el climax tan fuerte que no dejó de tocar su brazo una y otra vez y,
finalmente, cuando llegó al clímax por segunda vez, él se unió a ella y explotó
con una furia cegadora, que lo dejó tan agotado que se derrumbó encima de ella.
Dawn pronto se dio cuenta de que su peso no le permitía respirar y ella empujó
sin éxito sus sólidos músculos. Sus intentos se volvieron un poco más frenéticos
cuando él no respondía, hasta que finalmente se levantó de ella. Ella tomó una
respiración rápida seguida de varias más.
— ¿Estás bien? —preguntó con ansiedad.
Respiró hondo varias veces y asintió.
—Maldición, vine tan duro que gasté toda mi fuerza.
Dawn sonrió ampliamente.
— ¿Eres feliz? —preguntó él, pellizcando su nariz mientras se movía de ella,
aunque la agarró por la cintura y la colocó a su lado mientras él yacía de
283 | P á g i n a
El highlander prohibido

espaldas.
Ella asintió vigorosamente.
—Yo también—admitió en un susurro, como si no quisiera que nadie lo
escuchara. —A partir de este momento me niego a prescindir de ti en mi cama.
Serás trasladado a mi habitación en la fortaleza. Tan pronto como todos los
documentos necesarios estén firmados, nos casaremos—. Él le pellizcó la nariz
otra vez. —Claro, si me aceptas.
Ella lo observó detenidamente. ¿Realmente le estaba dando una opción? Se lo
preguntó con un gesto.
—Sí, te estoy preguntando si deseas casarte conmigo. Te quiero como mi esposa,
dispuesta, no como una prisionera o una amante obligada a someterse, sino como
una mujer que me ama y quiere casarse conmigo, tener mis hijos y envejecer
juntos.
Ella asintió vigorosamente antes de que él siquiera terminara.
— ¿Estás segura?
Ella sonrió suavemente, asintió con la cabeza, y presionó su mano contra su
corazón, luego la presionó contra su corazón manteniéndola allí.
Apoyó su mano sobre la de ella. ¿Tanto me amas?
Ella deslizó su mano de debajo de él y estiró sus manos para demostrar que su
amor por él era infinito.
La agarró por la cintura, la levantó y la llevó a descansar sobre su cuerpo. Sus
manos fueron a apretar sus nalgas juguetonamente, y su beso se extendió.
—Maldita sea, mujer, te quiero más de lo que creí posible—él gruñó bajo luego
de acariciarle el cuello. —Eres mía, me perteneces y nunca te dejaré ir.
Sus palabras le enviaron un cosquilleo, porque sus palabras hablaban de su amor
tan profundamente como si él hubiera dicho “Te amo” y ella le hizo un gesto de
la misma manera. Ella le dio un puñetazo en el pecho, y le tomó la mano para
trabar sus dedos con él, haciéndole saber que él le pertenecía y que nunca lo
dejaría ir.
Él se rio suavemente. —Parece que estamos atrapados el uno con el otro.
Ella asintió y lo besó suavemente, aunque él respondió con más fervor.

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El highlander prohibido

Después de unos minutos de un beso que los emocionó a los dos sin sentido, se
apartó y dijo entre dientes:
—Maldición, ya estoy duro para ti y recién hemos terminado de hacer el amor.
Ella se agachó descubriendo lo duro que estaba él, con una sonrisa se elevó
encima suyo, y con un silencioso suspiro de placer se dejó caer sobre él. Él
gimió con anticipación, y finalmente se perdieron en la pasión que ninguno de
ellos se apresuró a aplacar.

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El highlander prohibido

70

Dawn no quería mudarse a la fortaleza, pero Cree se mostró inflexible y


ella finalmente se rindió, sabiendo que él no cambiaría de opinión. Todas sus
cosas fueron colocadas en el dormitorio de Cree, una habitación considerable.
Flanna se ocupó, asegurándose de que todo fuera del agrado de Dawn.
Dawn le permitió a Flanna hacer lo que ella deseaba. Estaba más preocupada por
descubrir cómo estaba su padre, y prepararse para la reacción de Lucerna cuando
la mujer descubriera la verdad sobre su origen. En cierto modo, ella sentía pena
por ella. Dawn era ahora de la nobleza, mientras que Lucerna era ahora una
campesina. No creía que Lucerna pudiera sobrevivir a la vida de una campesina,
y Dawn se preocupó por cómo sobreviviría siendo una noble.
Una cosa de la que estaba feliz era que podía moverse libremente en la fortaleza.
Cree había apostado guardias a lo largo de la misma y, aunque insistió en que
Dawn permaneciera a su lado, pronto le resultó difícil mantener la orden, por lo
que los guardias estaban apostados por toda la fortaleza, y Elwin la seguía a
dondequiera que fuera. Ella había estado allí solo un par de horas, y ya estaba
extrañando la soledad de su cabaña. Dondequiera que ella se aventurara, alguien
estaba allí. No estaba acostumbrada a tanta gente alrededor, y eso la enojaba.
Ella prefería mucho su soledad o una conversación agradable con su mejor
amiga Lila. Así era como ella había pasado la mayor parte de su vida. Cómo se
adaptaría, no lo sabía.
Dawn se alegró cuando Flanna finalmente terminó de arreglar sus cosas y,
después de darle un abrazo de agradecimiento a su amiga y verla salir por la
puerta, descubrió que estaba cansada. Había sido un día lleno de acontecimientos
y solo un par de horas después del mediodía. Aunque estaba un poco fatigada,
quería ver cómo estaba su padre. Agarró su capa y se dirigió a la puerta,
esperando que no se encontrara resistencia a su plan.
Elwin, como de costumbre, estaba afuera de la puerta y cuando vio que ella
llevaba su capa, él negó con la cabeza.
—Cree dice que debes permanecer en la fortaleza.
Dawn hizo un gesto de que deseaba ver cómo estaba Kirk.

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El highlander prohibido

Elwin sonrió. —En ese caso, no tenemos un problema. Kirk fue trasladado aquí
a la fortaleza. Cree y Torr pensaron que era mejor así.
Estaba contenta de que no enfrentaría ninguna resistencia, aunque se preguntaba
sobre la verdadera razón por la que Kirk se había mudado aquí. ¿Creían Cree y
Torr que su vida estaba en peligro? Arrojó su capa sobre la cama y siguió a
Elwin por un piso. Con cada paso, su mente se agitaba y se preguntaba sobre las
diferentes posibilidades de por qué con la muerte de Gerwan, su vida aún debería
estar en peligro. ¿Qué era lo que esta persona o personas buscaban? ¿Qué valor
tenía ahora su identidad con la muerte de Gerwan?
Elwin abrió la puerta de la habitación y entró. Se sorprendió al verlo reconocer a
alguien con una inclinación de cabeza y se sorprendió más al ver que era el
clérigo al que el rey había enviado para casar a Lucerna y Cree.
—Vine a orar por el Señor, Kirk, en su hora de necesidad—dijo el clérigo, con
los ojos entrecerrados mientras hablaba hasta que su expresión se convirtió en
una mueca. —Tú eres la ramera de Cree.
Dawn le lanzó una mirada tan mordaz que el clérigo dio un paso atrás.
—No es demasiado tarde para redimir tu alma—insistió. —Podemos orar juntos
y limpiarte del Diablo.
Dawn lo dejó seguir, con su atención fija en el pequeño frasco en su mano. Ella
lo señaló.
—Lo estaba ungiendo—dijo el clérigo enojado—, y deberías esperar afuera
hasta que termine, entonces oiré tu confesión.
Ella no se movió, continuó mirando fijamente sus manos que parecían
desgastadas por trabajar en el campo. Pero si él era uno de los clérigos del rey,
¿qué estaría haciendo trabajando duro en el campo?
Se acercó a ella y, antes de que ella pudiera moverse, la agarró del brazo, con la
otra mano sosteniendo una daga, la punta presionada contra su estómago. El
frasco que había guardado había caído al suelo junto a la cama.
—A menos que quieras que te corte la garganta, es mejor que estés de acuerdo
cuando le diga que vamos a ir a la habitación de Cree, donde escucharé tu
confesión.

287 | P á g i n a
El highlander prohibido

Ella asintió, deseando que nada malo le pasara a Elwin.


La manga larga de su túnica cubría la daga cuando salieron de la habitación.
—Ella desea confesar sus pecados y limpiar su alma—anunció el clérigo, y
Elwin lo miró de manera extraña.
Dawn asintió y colocó su mano sobre Elwin tocando su brazo dos veces, aunque
el clérigo no podía verlo.
Elwin regresó con ellos a la habitación de Cree, y pasó junto a Lady Ann en el
camino. Parecía tener prisa, alegando que Lucerna estaba molesta y la
necesitaba. Cuando Elwin abrió la puerta de la habitación, el clérigo le impidió
entrar a la habitación.
—La confesión es privada, hijo mío—dijo.
Elwin parecía en conflicto y Dawn esperaba que él permaneciera afuera de la
puerta e intentara averiguar lo que ella había estado tratando de decirle. Se había
encariñado con Elwin y no quería verlo herido, y Dorrie se sentiría devastada si
lo perdía, la pareja había crecido para amarse.
Tan pronto como la puerta se cerró, empujó a Dawn hacia una sección de la
pared y la empujó, revelando una abertura tapiada. Él no podría quebrar las
tablas sin llamar la atención debido al ruido, entonces gritó fuertemente. Tan
pronto como lo hizo, el clérigo dio una patada a las tablas y empujó a Dawn a
través de la abertura.
Dawn resbaló mientras descendía por las estrechas escaleras de piedra unas
cuantas veces, sufriendo algunos golpes en los codos y las rodillas. No tardó
mucho en llegar al fondo y, una vez allí, el clérigo, aunque Dawn ya se había
dado cuenta de que no era clérigo, dio una patada a las tablas hasta que se hizo
una apertura suficiente y la obligó a atravesarla, siguiéndola por detrás y sin
soltarla. Su agarre era tan fuerte que le ardía la piel.
La empujó hacia el bosque, Dawn se estremeció por el frío y le rogó a Cree que
estuviera cerca de su camino.

Cree se apresuró a lo largo del pasillo con Torr y Sloan siguiéndolos,


después de haber sido informado de que Lucerna continuaba incontrolable. Se

288 | P á g i n a
El highlander prohibido

detuvo abruptamente frente a Elwin para asegurarse de que Dawn estaba bien.
— ¿Ella descansa? —preguntó él.
El clérigo está oyendo su confesión. Dawn parecía conforme, asintiendo con la
cabeza—dijo Elwin. — ¿Qué significan dos golpecitos en el brazo?
Cree dio una patada a la puerta para abrirla y corrió a su dormitorio, Torr, Sloan
y Elwin lo siguieron. Su corazón latía violentamente en su pecho cuando se giró
hacia Elwin. — ¿Cuándo te tocó el brazo?
—Cuando el clérigo dijo que iban a tus aposentos para que él pudiera escuchar
su confesión, ella extendió la mano y me tocó el brazo dos veces.
—Ella te estaba diciendo que no era así—dijo Cree, y su miedo aumentó como
nunca antes. Alerta a los hombres. Haz que busquen en el bosque, cerca de
donde termina este pasadizo secreto.
Elwin asintió y se apresuró a realizarlo.
Cree no perdió un minuto, entró en el pasadizo secreto, Torr y Sloan siguiéndolo.
—Él no es un clérigo, ¿verdad? —preguntó Torr mientras maniobraban la
estrecha escalera.
—No, no debe serlo—dijo Cree más decidido que nunca a encontrar al clérigo
bastardo y matarlo.
—Pero él habló de ver a tu hermana—dijo Sloan.
—No tengo ninguna duda de que torturó al verdadero clérigo para obtener la
información que pudiese obtener de él, para poder desempeñar bien el papel.
Debería haberme dado cuenta de que algo andaba mal cuando no se refería a la
abadía ni a la abadesa por su nombre.
— ¿Pero quién es él? —preguntó Torr.
—Eso es lo que intento averiguar antes de matarlo—dijo Cree cuando salieron al
frío.

El hombre empujó y arrastró a Dawn cuando no sintió que ella caminaba


lo suficientemente rápido, y sus amenazas detalladas de lo que pretendía hacerle
la hicieron temblar más de miedo que de frío.
289 | P á g i n a
El highlander prohibido

—Creo que atarte a un árbol y cortarte bien para que tu sangre atraiga animales
hambrientos es un final apropiado para alguien que me ha causado un sinfín de
problemas—él negó con la cabeza. —Olvido que no puedes pronunciar un
sonido. Eso es bueno, porque entonces no puedes gritar cuando los animales se
alimenten de ti.
No importaba lo que pasara, ella no podía dejar que la atara a un árbol. Ella tenía
que alejarse de él y volver a la fortaleza. Cree vendría por ella. Probablemente ya
estaba en camino.
—Me alegraré cuando esta tarea esté terminada y pueda seguir mi camino. Has
sido más problemática de lo que vales. No importa cuántos hombres haya
contratado para matarte, ninguno pudo realizar la tarea.
Dawn no intentó comunicarse con él, ella lo dejó hablar con ganas de averiguar
todo lo que pudiera.
—Tengo que admitir que si no hubiera sido por mi preciosa y querida esposa
quien asumió la tarea de criar a la hija muda de una mujer noble, no habría
tenido la oportunidad de hacerme algo de riqueza.
Eso detuvo a Dawn, y ella se volvió hacia el hombre que afirmaba ser el padre
de Lucerna.
—La perra estúpida pensó que estaba muerto. Ella nunca se dio cuenta de que no
quería volver a casa con ella, con sus lloriqueos. Cuando finalmente no tenía
lugar para irme, volví a casa pensando que mi confiable esposa estaría allí, y fue
una sorpresa descubrir que ella se había ido con quien creía que era mi hija hasta
que vi a Lucerna. Ella es la imagen de mi esposa cuando la conocí por primera
vez—. Él le dio un empujón y ella cayó de rodillas e hizo una mueca de dolor,
una roca cubierta de nieve que se clavaba en una rodilla. Él la levantó con una
aspereza que la sacudió. —Muévete. Estoy cansado de actuar el hombre piadoso.
Quiero que esto termine para poder irme.
El dolor en su rodilla hizo que Dawn tropezara antes de que ella enderezara sus
pasos. Podía sentir la sangre correr por su pierna y rezó para que dejara un rastro
para que la siguiera Cree, aunque debía disminuir el ritmo.
Ella tropezó unas cuantas veces más, esperando que eso ayudara, pero no
importaba. De repente le gritó que se detuviera.
—Sin duda, el infame Cree ya está en nuestro camino y no dejaré que me atrape.

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El highlander prohibido

Así que finalmente ha llegado tu hora de morir—. Tomó un trago de un frasco


que sacó debajo de su túnica de clérigo, tomó varios tragos más limpiándose la
boca con la manga. Te voy a apuñalar lo suficiente después de atarte a un árbol
para que el poderoso Cree llegue aquí justo a tiempo para ver con impotencia
como mueres desangrada.
Dawn levantó las manos en silencio rogándole que no lo hiciera, las lágrimas
brotaron de sus ojos, él la miró y se echó a reír.
—Maldición, es un espectáculo verte rogando y llorando sin emitir ningún
sonido. Dawn se desplomó en el suelo, su barbilla casi tocaba su pecho y sus
hombros se movían.
Se acercó a ella riendo.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, ella apretó su mano y la dobló con
fuerza, para golpearlo justo entre sus piernas.
Jadeó por el dolor punzante, incapaz de pronunciar una palabra, y cayó como un
peso muerto.
Ella no lo dudó, corrió.
— ¡Voy a matarte, perra muda! —Su grito hizo eco a través del bosque cuando
su voz finalmente volvió a él.
Dawn oró para que Cree lo escuchara.
Vio gotitas de sangre en la nieve, su sangre, y las siguió. La llevarían de vuelta a
casa, de vuelta a Cree. No tenía dudas de que tan pronto como el clérigo se
recuperara lo suficiente, él estaría en su camino, por lo que ella corrió tan rápido
como pudo.
No pasó mucho tiempo antes de que ella escuchara pasos detrás de ella.
Golpeaban la tierra con tanta fuerza que ella creyó sentir que el suelo temblaba.
Estaba furioso y si la atrapaba, la haría sufrir. El miedo se mezclaba con
determinación. Ella no dejaría que la atrapara, no lo haría.
Le dolía la rodilla con cada paso que daba, pero ella se negó a rendirse. Pensaba
en Cree y en el futuro que la esperaba, uno que nunca había creído posible. Ella
no dejaría que un hombre egoísta y perverso le robara eso.
—Te veo, perra, te veo y te voy a hacer sufrir.

291 | P á g i n a
El highlander prohibido

Dawn siguió avanzando y cuando dobló ligeramente, un brazo la enganchó con


fuerza alrededor de la cintura, y se vio apretada contra el cuerpo duro de Cree.
Lo encontró rápidamente detrás de una agrupación de árboles y arbustos. Ella
dejó caer la frente hacia su hombro, y apoyó la mano en su pecho, amando la
sensación del cuero estirado sobre sus duros músculos. Él había venido por ella,
ella nunca dudó que lo haría. Ella lo miró y sonrió.
Él presionó un dedo en sus labios advirtiéndole que se callara. Él la trató como si
tuviera voz, y ella lo amaba aún más por hacerla sentir que no era diferente.
Escuchó mientras el clérigo impostor se acercaba, sus amenazas cada vez más
viciosas.
—Ahora realmente te voy a cortar y hacerte sufrir, perra.
Dawn sintió que Cree se tensaba y su ceño no solo se profundizó, sino que se
volvió peligroso. Dejó a Dawn a un lado, una vez más advirtiendo silencio,
luego se giró y esperó. Cuando el clérigo estuvo cerca de ellos, Cree salió en su
camino y golpeó su puño en la cara del hombre. El crujido del hueso hizo eco a
través del bosque, y antes de que el hombre cayera al suelo por segunda vez,
Cree lo golpeó de nuevo.
Los guerreros de Cree tenían al culpable atado con una cuerda y estaban en
alerta en todo momento.
— ¿Te lastimó? —preguntó Cree, preocupado por su tono cuando se acercó a
ella.
Ella negó con la cabeza y se acercó a él.
Él frunció el ceño, y ella sonrió feliz de ver su habitual ceño fruncido, y no el
asesino. Él no perdió tiempo en levantar su falda para echar un vistazo a la
pierna. Tan pronto como la vio Rodilla herida, la levantó en brazos.
—Te llevo de vuelta a la fortaleza y no desperdicies tu aliento protestando. Se
hará lo que yo diga.
Ella no protestó. Disfrutó de la comodidad y la seguridad de sus brazos, del
latido firme de su corazón, y escuchó con alegría su diatriba de cómo iba a
mantenerla encadenada para siempre.
Él no tenía que preocuparse por eso. Su amor ya los tenía encadenados.
No les tomó mucho tiempo regresar a la fortaleza, y fue algo bueno ya que había

292 | P á g i n a
El highlander prohibido

comenzado a nevar. Estaban a punto de entrar cuando el clérigo comenzó a


convulsionarse y se desplomó en el suelo, con el cuerpo retorciéndose. Murió
antes de que Elsa pudiera examinarlo.
Los gritos de Cree hicieron que sus guerreros se revolvieran mientras él se
apresuraba hacia la fortaleza, abrazándola fuertemente contra él. Una vez en el
Gran Salón, la puso de pie.
— ¿Te dijo algo?
Dawn hizo un gesto lento, con la esperanza de que Cree la entendiera y, como si
estuviera interpretando, repitió sus palabras mientras le contaba lo que el clérigo,
supuestamente el padre de Lucerna, le había dicho.
Cree negó con la cabeza.
Sloan y Torr se unieron a ellos a la mitad y Sloan se apresuró a decir cuando
terminó:
—Así que el otro culpable es...
—Una de las dos mujeres, o ambas y creo que tu padre tiene la respuesta—dijo
Cree, dirigiéndose a Torr.
Eso hizo que Dawn recordara el frasco en la mano del clérigo y sin tiempo para
explicarlo, e ignorando el dolor punzante en su rodilla, corrió hacia las escaleras.

293 | P á g i n a
El highlander prohibido

71

Un brazo rodeó su cintura antes de que su pie diera el primer paso. Cree la
levantó y la giró, plantándola sobre sus pies delante de él.
—Nada es más importante que curar tu herida.
Ella sacudió la cabeza, señaló a Torr, que se acercó a ellos junto con Sloan, y
luego señaló las escaleras y tiró de su brazo.
Torr se precipitó hacia adelante.
— ¿Está ella diciendo que mi padre está en peligro?
Dawn asintió.
Torr voló por las escaleras, Sloan detrás de él y Cree una vez más la levantó,
aunque esta vez la arrojó sobre su hombro, la escalera demasiado estrecha para
cargarla en sus brazos.
Una vez en el pasillo, la bajó y, tan pronto como lo hizo, ella corrió para alcanzar
a Torr y Sloan. Cree negó con la cabeza mientras la perseguía.
Dawn entró en la habitación para encontrar a Torr mirando a su padre todavía
inconsciente y Sloan mirando a su alrededor, aunque no había nadie más allí.
Dawn apartó a Torr del camino y se arrodilló, aunque se estremeció cuando su
rodilla herida golpeó el suelo.
Cree maldijo y la alcanzó, pero ella apartó sus manos y dejó caer su cabeza para
buscar debajo de la cama, habiendo visto por última vez el frasco en el suelo
junto a la cama. Ella no lo encontró y temía que el culpable ya le hubiera dado el
veneno a Kirk.
Ella miró a Cree con ojos preocupados y él deslizó sus manos bajo sus brazos y
la ayudó a levantarse.
— ¿Qué buscas? —preguntó.
Sostuvo dos dedos, no muy lejos uno del otro y con dos dedos más de su otra
mano, demostró el ancho.
— ¿Un frasco? —preguntó Torr.

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El highlander prohibido

Ella asintió e hizo un gesto de cómo lo vio en la mano del clérigo, y cómo lo
dejó caer cuando él le puso una daga en el estómago.
La cara de Cree se puso roja de furia. — ¿Puso una daga en tu estómago?
Dawn asintió y también señaló cómo el clérigo amenazaba con cortar la garganta
de Elwin.
Varios juramentos se deslizaron de la boca de Cree antes de que dijera: —El
bastardo tiene suerte de estar muerto, o hubiera estado pidiendo misericordia que
nunca le habría concedido.
Torr se inclinó sobre su padre y sintió sus labios. —Están secos, pero ha pasado
un tiempo desde que Dawn estuvo aquí.
—Mira a tu alrededor—ordenó Cree. —Un sirviente pudo haber venido desde
entonces, y tal vez no lo vio y lo golpeó accidentalmente con su pie o lo colocó
en algún lugar. Tú no—ordenó Cree bruscamente cuando Dawn se volvió para
ayudar. —Ya has pasado bastante y has sufrido una lesión que necesita ser
atendida.
Dawn intentó protestar, queriendo ayudar.
—No te molestes en discutir. Siéntate y descansa hasta que Elsa llegue para
atender tu herida.
Dawn levantó la mano, pero la mirada de advertencia que Cree le disparó la hizo
pensar dos veces, y se sentó en la silla cerca del hogar mientras los hombres
buscaban. Se volvió hacia un lado para tener intimidad, para levantarse la falda y
mirar su herida, ya que una punzada de dolor se había quedado con ella, cuando
algo brillaba desde donde la piedra se encontraba con el piso de tablones de
madera. Miró hacia abajo y allí, dentro de la ranura, estaba el frasco. Lo recogió
y lo sostuvo alto mientras se daba la vuelta.
Cree lo tomó de ella. —Vamos a usar esto como cebo—. Todos escucharon
mientras Cree expuso su plan.

Lady Ann le dio una palmadita en la mano a Lucerna, ofreciéndole


consuelo mientras se sentaban uno al lado del otro en el estrado, en el Gran
Salón, mientras llegaban todos para cenar. —No te preocupes, querida, todo

295 | P á g i n a
El highlander prohibido

estará bien.
Lucerna no respondió, se frotó las sienes doloridas.
Cree y Sloan se unieron a ellas al igual que Torr.
— ¿Kirk ha mejorado? —Lady Ann le preguntó a Torr.
Torr sonrió. —Se ha movido y sus ojos han revoloteado, como si luchara por
abrirlos. Elsa cree que se despertará pronto.
Cree extendió la mano y colocó el frasco junto a su jarra. Kirk tuvo suerte.
Encontramos este veneno que el implacable clérigo había destinado para él.
Lady Ann se quedó sin aliento. —Que horrible. Gracias a Dios, Kirk está a
salvo.
Lucerna miró con los ojos abiertos al frasco, negó con la cabeza y se dio la
vuelta.
—Sí—Torr mantuvo su sonrisa firme. —Padre debería despertarse pronto y nos
dirá exactamente lo que sucedió en el establo.
El color desapareció de la cara de Lady Ann y sus hombros se desplomaron. —
Si tan solo hubiera llegado a los establos un poco antes. Es posible que haya
podido evitar que ocurriera el incidente fatal.
—No puedes culparte a ti misma, al menos el culpable ha sido atrapado—dijo
Torr.
—Nada tiene sentido—dijo Lucerna. —Padre está muerto y ¿por qué? ¿Qué hizo
que él y Kirk McClusky pelearan? ¿Un clérigo que no es clérigo? ¿Y por qué
hubo intentos de quitarle la vida de Dawn?—Ella negó con la cabeza. —Todo es
una locura—. Se frotó las sienes. —Debo disculparme, me duele la cabeza de
manera insoportable—. Lucerna se puso de pie, sin esperar el permiso de Cree,
aunque se tambaleó un momento, como si estuviera a punto de desmayarse y
extendió la mano hacia la mesa cerca de Cree para calmarse. Cree la agarró y le
hizo un gesto de asentimiento a Sloan. Llegó a su lado y con un suave brazo
alrededor de su cintura la ayudó a salir de la habitación.
—Es bueno que esta terrible experiencia finalmente haya terminado. Ahora la
hija de Kirk obtendrá lo que le corresponde.
—Sí, Dawn finalmente obtendrá lo que ella tanto merece: un marido titulado.

296 | P á g i n a
El highlander prohibido

Ella y yo nos casaremos tan pronto como me ponga en contacto con el rey y
resuelva los detalles.
— ¿Y Lucerna?
—Estoy seguro de que se puede hacer algún tipo de arreglo para ella, dejándote
a ti y a Kirk libres para finalmente estar juntos.
Lady Ann bajó la cabeza. —Luego del luto adecuado, no puedo manchar el buen
nombre de Roland, aunque la espera será difícil. Pensé que había logrado sacar a
Kirk de mi mente con éxito, pero cuando lo vi de nuevo después de todo este
tiempo, supe que mi amor por él nunca había muerto.
—Por supuesto, cuando sea el momento adecuado—estuvo de acuerdo Cree.
Lady Ann se frotó los ojos llenos de lágrimas. —Este día ha sido demasiado para
mí. Te ruego que me disculpes.
—Por supuesto, lady Ann—dijo Cree—, usted debe descansar y liberar su pena.
Se puso de pie y se detuvo junto a Cree. —Gracias, mi Señor, ha sido muy
amable.
Cree la vio salir lentamente de la habitación y cuando volvió a mirar la mesa, vio
que el frasco había desaparecido.
—Maldición—. Se volvió hacia Torr. —¿Viste cuál de las dos tomó el frasco?
Torr negó con la cabeza.
—Bueno, no debería pasar mucho tiempo antes de que descubramos cuál de las
dos está detrás de todo esto.

Dawn estaba a salvo en el solar de Cree sin guardias afuera de la puerta.


Cree no había querido que nadie supiera dónde estaba y un guardia esperando
afuera de la puerta, sin duda revelaría que estaba allí. No podía esperar en sus
aposentos ya que los hombres estaban ocupados reparando el pasadizo secreto,
abordándolo hasta que se pudiera hacer un arreglo más permanente. Se
preguntaba quién sería la culpable, Lady Ann, su verdadera madre, o Lucerna, o
quizás las dos mujeres habían trabajado juntas y se habían complotado con el
padre de Lucerna para ver a Dawn muerta. Ella no podía esperar a descubrir la

297 | P á g i n a
El highlander prohibido

verdad, y que finalmente todo terminara.


Con un suspiro silencioso, se sentó frente al hogar para esperar. El día había sido
largo y cargado de dolor y pena para muchos. Se había asegurado de que se
hubiera enviado una nota a Lila para hacerle saber que estaba bien, tan pronto
como Lila hubiera oído hablar de su secuestro, habría estado golpeando las
puertas de la fortaleza.
Era muy agradable tener una buena amiga, y más aún, haber agregado amigos en
el camino. A pesar de que desde que había conocido a Cree, había sido todo una
dura experiencia se sentía bendecida y agradecida de que él hubiera entrado en
su vida, y estaba pletórica de que el amor los hubiera reunido.
Sus ojos se cerraron y su cabeza cayó hacia un lado. Con calor del fuego, una
bebida suave, y la rodilla extendida, el día agitado quedaba atrás, sintiéndose
repentinamente relajada, lo suficiente para que el sueño la reclamara.
El golpe en la puerta la sobresaltó y no estaba segura de cuánto tiempo había
dormido. Se apresuró a levantarse de la silla, estirando su cuello adolorido, lo
que la llevó a creer que había dormido un largo rato en una posición incómoda.
La culpable seguramente ya se había mostrado. Se apresuró hacia la puerta
ansiosa por averiguarlo y levantó el pestillo. Estaba más que sorprendida de ver
a Lady Ann parada allí.
—Lo siento mucho por todo—dijo y entró a la habitación, cerrando la puerta
detrás de ella.
Dawn negó con la cabeza, sacudiendo lo último del sueño que confundía su
mente.
Extendió la mano para tomar el brazo de Dawn, pero el instinto hizo que Dawn
se apartara de ella.
—Dios mío, ha sido un día terrible, pero ya ha terminado—. Lady Ann sonrió.
—La vida finalmente puede continuar como debería... después de que hayas
muerto—. Levantó la mano que había estado escondida en los pliegues de su
vestido y la agarró con fuerza. Era una daga.
Dawn miró a su madre. No la había deseado cuando ella nació, había contratado
a hombres para que la vieran muerta y ahora, sin nadie más que la ayudara,
planeaba matarla ella misma.
—Si tan solo hubieras nacido muchacho—Lady Ann casi escupe las palabras
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El highlander prohibido

como una serpiente escupiendo veneno.


Dawn dio un paso más lejos de ella, su mente calculando rápidamente diferentes
maneras de protegerse contra la loca, y con suerte esperando el momento. Cree
la buscaría para asegurarse de que estaba bien, o al menos él haría que alguien la
revisara. De cualquier manera ella necesitaba tiempo.
Levantó las manos, levantó las palmas y se encogió de hombros con ganas de
saber por qué.
—Supongo que al menos debería darte una explicación. Ese tonto esposo mío no
podía tener un hijo, así que no tuve más remedio que encontrar a alguien que lo
hiciera por él. No podía creer mi mala suerte al elegir a un hombre que padecía
una aflicción que afectaba a su familia. Oré para que fueras un niño, pero la
suerte no estaba conmigo ese día. Te creía muerta, pero esa tonta de la vieja
Mary es un alma amorosa y te protegió tan pronto como saliste de mí. Así que,
como una madre desinteresada, te envié lejos, sin esperar volver a saber de ti.
Imagina mi sorpresa cuando Colum me informó sobre una muchacha tonta que
reside en Dowell, en la tierra de Gerwan. No pienses que pierdo el tiempo
explicándote, porque no serás rescatada. Cree y sus compañeros se esconden a la
espera de que alguien envenene a Kirk. El tonto no se da cuenta de que eres tú a
quien quiero muerta. No podría preocuparme menos por Kirk, aunque me
ocuparé de su desaparición a tiempo.
Dawn tuvo que mantenerla hablando mientras intentaba ver si había algo en la
habitación que pudiera usar como arma para defenderse. Pero ella no tenía que
preocuparse por mantenerla hablando. Parecía que lady Ann tenía mucho que
decir.
—No me casé, trabajé y sacrifiqué todos estos años para que me despojaran de
mis riquezas y tierras. Roland no pudo perdonar al rey por entregar sus tierras a
Cree. El discurso constante de reunir clanes y reclamar la tierra que Cree tomó,
nos habría dejado sin nada. El tonto no pudo ver que el matrimonio de Lucerna
con Cree sería un gran beneficio para nosotros. El rey Alexander favorece a
Cree, y los clanes respetan su fuerza. Cree fácilmente habría aplastado cualquier
intento de robarle las tierras recién adquiridas. Roland debía irse.
Desafortunadamente, Kirk entró en los establos en el momento equivocado y,
como un idiota, trató de ayudar a Roland. Cuando llegué a la escena, me sentí
bastante satisfecha con Philip, el padre de Lucerna. No solo había llevado a cabo
nuestro plan de matar a mi esposo, sino que también me ahorró la molestia de

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El highlander prohibido

tener que lidiar con Kirk—. Ella sacudió su cabeza. —Qué tonto de nuestra parte
asumirlo muerto. Un buen golpe en la cabeza y solo habríamos tenido que
terminar contigo. Ya había hecho planes para acabar con Philip. Sabiamente
aprendí sobre las plantas. El veneno es una forma fácil de librarse de las
personas difíciles. Una vez que diseñamos el plan para secuestrarte de la
fortaleza, fue fácil asegurarnos de que su frasco estuviera lleno de un veneno
letal. Supe cuando Philip se dio a conocer por primera vez, exigiéndome cosas a
cambio de su silencio, que podía. No lo dejaría vivir, aunque podría usarlo a mi
favor. Le expliqué que toda la riqueza se perdería si vivías. Así que lo envié a
contratar hombres para encargarse de la tarea, lo que resultó ser un completo
fracaso.
Dawn no podía creer que esta mujer que podía matar y engañar tan fácilmente la
había dado a luz. Agradeció a los cielos que Lady Ann la hubiese enviado lejos,
y que una mujer amorosa y cariñosa la hubiese criado. Y si pensaba que sería
fácil matarla, Lady Ann estaba aún más loca de lo que Dawn había pensado.
—Puedo ver en tus ojos que piensas derrotarme—dijo Lady Ann con una sonrisa
de suficiencia. —Otros han pensado lo mismo, Bree fue una, y ese tonto hombre
de ella. Todo lo que tenía que hacer la chica era seguir dándole a Lucerna la
poción que la mantenía confundida hasta que llegara, y por supuesto, tratar de
envenenarte, ¿y qué hace ella? Casi mata a Cree con el veneno que te
correspondía. Philip le enseñó una buena lección por ese error, y fue fácil de
culpar a Lucerna por esa golpiza. Pero luego descubrí que ese estúpido hombre
de Bree había aparecido para ayudarla y había entrado por el pasadizo secreto
para que Bree pudiera protegerlo de la tormenta. Philip me dijo claramente qué
les sucedería a los dos si no hacían lo que se les pidió—. Lady Ann negó con la
cabeza con disgusto. —Pero, ¿qué hace el estúpido muchacho? Se hiere a sí
mismo mientras intenta matarte, con la esperanza de salvar a la mujer que ama.
Desafortunadamente, Philip perdió la calma por completo con la muchacha
cuando se enteró y la mató a golpes—. Lady Ann volvió a negar con la cabeza.
—Sabía que en ese momento tenía que acabar con él, o viviría para lamentarlo.
A Dawn le dolía el corazón por Bree, que no tenía más remedio que obedecer o
sufrir las consecuencias. Qué difícil debía haber sido para el hombre que amaba
quedarse al margen y no poder salvarla. ¿Qué fue lo que Cree le había dicho?
“Un hombre que no defiende la mujer que ama, no es un hombre”. El joven de
Bree la había apoyado incluso mientras se estaba muriendo y una lágrima se
deslizó de los ojos de Dawn por la joven pareja que nunca llegó a vivir y amar.

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El highlander prohibido

—He perdido demasiado tiempo, aunque ahora entiendes hasta donde llegaría
por mantener lo que es mío. Sin ti, no hay nada que impida que Cree se case con
Lucerna. El rey lo ordenará. Entonces se asegurará la tierra, retendré mi título y
mi hogar, y finalmente estaré libre de las órdenes de un marido. Ya he dicho
suficiente. Es hora de que mueras.
Dawn levantó su mano gesticulando, aunque Lady Ann negó con la cabeza.
—No te entiendo—dijo bruscamente Lady Ann.
Dawn la señaló, la daga, luego a sí misma y se encogió de hombros.
Lady Ann frunció el ceño. — ¿Te preguntas quién será culpado por tu muerte?
Dawn asintió
—Eso es fácil. Otro culpable que aún no ha sido capturado y, por supuesto, lo
veré escapar y daré una buena descripción.
Dawn negó con la cabeza.
—Todos me creerán. Jugaré bien el papel de madre afligida.
Dawn se rio en silencio y Lady Ann se puso furiosa.
—Suficiente—dijo ella con los dientes apretados. —Es hora de que finalmente
mueras. Algo que deberías haber hecho al nacer.

Cree esperó con Torr justo dentro de la habitación al lado de donde


descansaba Kirk. Sloan y Elwin estaban colocados al otro lado del pasillo en otra
habitación. Las puertas estaban ligeramente entreabiertas mientras esperaban a
que aparecieran Lucerna o Lady Ann.
Hubo un completo silencio. Nadie emitió sonido, ni hizo un movimiento y Cree
se tomó el tiempo para pensar en todo lo que había sucedido. Aún no había
sabido de Elsa si Lucerna estaba siendo envenenada. Sería fácil deslizar algo en
la cerveza que le habían dado una y otra vez.
Cree sobresaltado, sacudiendo a Torr.
— ¿Qué pasa? —Torr preguntó ansiosamente.
—El brebaje—dijo Cree, aunque Torr no lo entendió. —Fue algo que usaba

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El highlander prohibido

antes del que nacimiento de Lucerna. Eso significa…


Cree salió corriendo de la habitación.

Lo haré rápido—dijo Lady Ann. —Después de todo, ya has sufrido


bastante por no tener voz.
La ira era un buen elemento disuasorio para temer e impulsó a Dawn a entrar en
acción cuando Lady Ann corrió hacia ella, agarró una jarra que había quedado en
el brazo de una de las sillas y la lanzó hacia la daga que estaba a punto de
perforarle el estómago. Salió volando de la mano de Lady Ann al suelo.
Dawn no se sorprendió de que su madre no gritara de dolor, o de que su rostro se
enrojeciera de ira. La mujer estaba demente y no estaba dispuesta a dejar que
nada le impidiera matar a Dawn.
Dawn pensó lo contrario y se abalanzó hacia la daga.
Lady Ann hizo lo mismo.
Ambas cayeron al suelo, sus manos extendiéndose al mismo tiempo por la daga.
Se deslizó fuera de su alcance cuando intentaron evitar que la otra la atrapara.
Lady Ann se abalanzó sobre Dawn y le golpeó la cara con las manos.
Dawn le bloqueó las manos con sus brazos y rodó hacia un lado, obligando a
Lady Ann a alejarse de ella. Saltó, con un tropiezo a sus pies, y sus ojos se
agrandaron cuando vio que Lady Ann había recuperado la daga.
— ¡Maldita seas, muere! —Siseó ella y corrió hacia Dawn.
El instinto se hizo presente, y Dawn hizo a un lado a la frenética mujer, la agarró
de la muñeca, y mantuvo la daga a raya. Lady Ann se giró con tal fuerza que las
tiró a ambas al suelo, con la daga apuntando al estómago de Dawn. Dawn no
dudó, le dio un fuerte giro a la muñeca de su madre y le envió la daga a la
garganta. La sangre brotó en la cara de Dawn, y ella observó que los ojos de la
mujer se abrían de par en par en shock, y luego se derrumbaba sobre ella.
Se quedó sin aliento y cerró los ojos... acababa de matar a su madre.
La puerta se abrió, pero Dawn no volvió la cabeza. Estaba demasiado
adormecida para moverse.

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El highlander prohibido

Cree rugió el nombre de Dawn, y estaba segura de que esta vez él había astillado
algunas de las vigas.
Todo lo que los cree podía ver era sangre, y Dawn no se movía. Él voló a su
lado, cayendo de rodillas. —Te prohíbo que mueras. Lo prohíbo—gritó,
agarrando su mano.
Abrió los ojos y sonrió. Ese era su Cree, exigiendo que lo obedeciera incluso
cuando él la creía muerta.
El alivio lo inundó, y rápidamente le quitó el cuerpo de Lady Ann antes de
preguntar:
— ¿Estás herida? —Ella negó con la cabeza y él la levantó en sus brazos.
Sloan se apresuró a entrar en la habitación, y después de una rápida mirada
preguntó:
— ¿Dawn está bien?
—Ella es una valiente guerrera que luchó una buena batalla, y ganó. Mirá esto—
dijo Cree con un gesto de asentimiento al cuerpo de Lady Ann.
Sloan asintió y salió del solar.
Cree caminó hacia la puerta y se detuvo.
—Es bueno que me obedecieras y no murieras, porque habría tenido que librar la
guerra con la muerte para recuperarte. Eres mía, me perteneces y nunca te dejaré
ir.

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El highlander prohibido

72

Dos semanas después.

— ¿Por qué no estás desnuda en nuestra cama? —preguntó Cree,


caminando hacia donde Dawn estaba junto al hogar en su dormitorio.
Ella no esperó a que él la alcanzara. Ella se apresuró hacia él y lo abrazó.
— ¿Qué ha pasado? —exigió, abrazándola con fuerza.
Ella sacudió la cabeza contra su pecho.

Cree la levantó en brazos y caminó hacia la cama para sentarse con ella en su
regazo.
—Sé que te preocupa ver cómo sufre Lucerna cuando es inocente en este asunto,
pero solo el tiempo la curará. Elsa dijo que la poción que Lady Ann había estado
dando a Lucerna para mantenerla confundida y dudosa, había sido tan potente,
que debía tomar otra poción para ayudar con los problemas que la otra causó.
Por eso tenía tan fuertes dolores de cabeza, y sus emociones eran tan erráticas.
Bree había cambiado la poción con la esperanza de ayudar a Lucerna a recuperar
su antigua personalidad, aunque me pregunto si ella volverá a ser ella misma
después de descubrir su verdadera identidad, y las circunstancias que la rodean.
Dawn asintió, aunque no pudo evitar recordar cómo Lucerna se había aferrado a
Sloan cuando le informaron de la muerte de Lady Ann, y de las circunstancias
que la rodeaban. Ella no había llorado, no había dicho una palabra, simplemente
se había aferrado fuertemente a Sloan.
—Por lo que Sloan me dice, tú y Lila han sido de gran ayuda para Lucerna. Me
dijo que ella espera pasar tiempo con ustedes dos, y escuchar todo sobre su
verdadera madre. Magda también ha sido de gran ayuda para ella—dijo y se
frotó juguetonamente el cuello.
Dawn encogió sus hombros contra el excitante cosquilleo que corría a través de
ella, e hizo un gesto para que él también ayudara.

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El highlander prohibido

—Por tu insistencia—dijo, besándola en el cuello—, le permití que viviera en la


fortaleza, aunque la hubiera preferido en una cabaña hasta que veamos qué se
puede hacer con ella. Una respuesta al mensaje que le envié al rey informándole
de todo debería estar aquí pronto y estoy seguro de que tendrá algunas
sugerencias sobre el futuro de Lucerna.
Dawn se aferró a su rostro, evitando que él se diera un banquete en el cuello,
aunque ella hubiera preferido dejarlo continuar. Ella lo señaló, luego a ella y
luego hizo un gesto con una corona en la cabeza y se encogió de hombros, con el
ceño fruncido ya en cuestión.
—No tengo ninguna duda de que el rey nos concederá permiso para casarnos.
Kirk ha enviado un mensaje junto con el mío reclamando que eres su hija por lo
que sería una unión beneficiosa para el rey. Además, le informé al rey que no me
casaría con nadie más que tú.
Sus ojos se abrieron de miedo.
Cree se rio —No tengas miedo, he exigido algunas cosas del rey Alexander antes
y las he recibido. Él sabe que le sirvo bien, y por eso me tolera o quizás tenga
miedo del infame Cree, como muchos otros.
Dawn se rio, aunque estaba en silencio, obviamente era resistente.
Cree frunció el ceño. — ¿Acaso tu no me tienes miedo?
No fue el ceño fruncido lo que la hizo estremecerse, sino la pasión ardiente que
repentinamente se encendió en sus ojos oscuros, la cual encendió su propio
deseo en ciernes.
Él rozó sus labios sobre los de ella.
—Témeme, deberías amor, porque tengo la intención de desnudarte y hacerte un
amor infinitamente esta noche.
Ella sonrió y cruzó su corazón con un dedo.
—Sí, te prometo que esta noche nos amaremos como nunca antes.
Dawn se estremeció de nuevo y puso su mano sobre su corazón, luego la colocó
sobre su corazón, sosteniéndola allí para que supiera cuán profundamente Ella lo
amaba. No le sorprendió que él hiciera lo mismo, sus gestos hablaban más alto
que las palabras.

305 | P á g i n a
El highlander prohibido

Se puso de pie, y la ayudó a hacer lo mismo, sus manos se fueron a los lazos de
su blusa y, mientras los desataba, la siguió con un beso a lo largo de su pecho
hasta que con el último beso expuso sus pechos y le rozó la cara entre ambos
montículos suaves, luego besó la parte superior de cada uno antes de acercar su
boca a la de ella para besarla y susurró:
—Voy a deleitarme con cada rincón de ti esta noche.
Dawn se lamió los labios con anticipación, y para hacerle saber que tenía la
intención de hacer lo mismo con él.
—Maldita sea, me haces excitarme tan rápido que duele—dijo, y sus manos se
movieron para sacarla de sus prendas, de manera quepudieran comenzar con su
celebración.
Un golpe sonó en la puerta.
—Maldición, pensé que una vez fuera de esa cabaña, nunca volveríamos a sufrir
otra interrupción.
Sonó otro golpe rápido.
— ¡Será mejor que esto sea importante o quien esté afuera de mi puerta sufrirá
mi ira interminablemente! —gritó Cree.
La puerta se abrió y Sloan entró. Se quedó mirando a Cree sin palabras, con los
ojos muy abiertos.
Dawn agarró la mano de Cree con preocupación y la apretó.
—Díme—ordenó Cree agradecido de que la mujer que amaba estaba de pie junto
a él.
Sloan vaciló, obviamente reacio.
—Dime Sloan—Cree se habló bruscamente.
—Tu hermana ha sido secuestrada.

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La historia continúa en... El cautivo de los montañeses

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