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Sí, es necesario tipificarse en nuestra legislación penal el delito de lesa humanidad, lo cual me

baso en los siguientes fundamentos:

En sus artículos 319º al 324º, el Código Penal de 1991 regula, bajo el nombre “Delitos contra la
Humanidad”, los tipos penales de genocidio (art. 319), desaparición forzada (art. 320), tortura
(art. 321), discriminación (art. 323) y manipulación genética (art. 324). Estos cinco
comportamientos delictivos no son los únicos que deberían formar parte de la respuesta
estatal a la violación de derechos humanos, es decir, el tratamiento de los "Delitos contra la
humanidad" previsto en el CP de 1991 no agota el sentido de los crímenes del ECPI (Estatuto
de la Corte Penal Internacional), en otras palabras, no consigna otros actos inhumanos de
carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente
contra la integridad física o la salud mental o física.

El tratamiento dentro de nuestro CP de los crímenes internacionales previstos en el ECPI no ha


sido exhaustivo hasta la fecha, pese a que el Estado peruano ha ratificado múltiples tratados
internacionales que obligan a prevenir y sancionar estos ilícitos. Este vacío punitivo se acentuó
ante los múltiples hechos de violencia propiamente estatal, paramilitar y de grupos alzados en
armas entre 1980 y 1997 principalmente, producto de lo cual hemos sido testigos de varias
denuncias por delitos contra los Derechos Humanos, especialmente torturas, desapariciones
forzadas y ejecuciones extrajudiciales, sin que existan hasta la fecha decisiones judiciales
importantes que satisfagan la necesidad de prevención general frente a estos graves delitos.

El distanciamiento del Estado peruano de sus obligaciones internacionales alcanzó su máxima


expresión, precisamente a raíz de los hechos de la Cantuta y Barrios Altos, cuando como en
otras dictaduras latinoamericanas, se pretendió dejar impunes estos delitos mediante las Leyes
de amnistía No. 26479 de 15 de junio de 1995, y No. 26492, de 2 de julio de ese año, preceptos
"carentes de efectos jurídicos" por ser incompatibles con la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, conforme ha declarado la sentencia de 14 de marzo de 2001 de la Corte
Interamericana de San José en el caso Barrios Altos.

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