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Introducción

Hace unos días hemos presenciado como unos miembros de las fuerzas policiales se levantaron
en huelga frente a la Casa rosada en un acto de indudable intimidación que amenazo a la
democracia. Este episodio se ha suscitado varias veces a lo largo de nuestra historia y tal vez la
huelga generalizada que fue realizada durante el 3 de diciembre del año 2013 sea la más
recordada debido a lo significativa que ha sido. A este respecto debemos hacernos dos tipos de
cuestionamientos: el primero tratara sobre si esta huelga se encuentra legalmente legitimada
mientras que el segundo versara sobre si deberíamos permitir que los policías se encuentren
sindicalizados como lo están en otros países del mundo.
Para comenzar deberíamos preguntarnos si la ley permite la realización de este tipo de huelgas
informales. El art 14 bis de nuestra constitución estipula que los gremios podrán realizar
huelgas, sin embargo este artículo no expresa de qué forma deberán realizar estas huelgas y lo
peor es que, partiendo de la premisa de que ningún derecho es absoluto, este derecho podría
someterse a una regulación cuyo objeto consista en limitar el ejercicio del mismo. Esto pone de
manifiesto que a veces reconocer un derecho en nuestro ordenamiento positivo puede derivar en
una limitación regulatoria del mismo; quizás esta sea la causa por la cual el constitucionalista
Arturo Sampay haya decidido no cometer la acción de plasmar el derecho a huelga en la
Constitución de 1949 ya que prefirió considerar a este derecho como un “derecho natural”.
Independientemente de este análisis, en primer lugar deberíamos analizar lo que dice nuestra
CN con respecto a la huelga y debemos afirmar que, de acuerdo con lo normado en el art 14 bis,
el derecho a huelga constituye un derecho de los gremios pero ¿Cuál es la definición de gremio
o que se entiende por tal? Se entiende por gremio, a diferencia de lo que entiende por sindicato,
al conjunto de personas que tienen el mismo oficio, profesión, categoría o estado social 1, en
cambio, un sindicato seria la organización del gremio, en otras palabras: seria el gremio
jurídicamente organizado, de manera tal que el gremio seria el género mientras que el sindicato
seria la especie. Con este criterio el art 14 bis estaría refiriéndose a las organizaciones gremiales
y no a las organizaciones sindicales, las cuales serían aquellas que han sido reconocidas por el
Estado mediante la simple inscripción de un registro especial. Si bien el art 14 bis estaría
refiriéndose a los sindicatos cuando al final del primer párrafo estipula que los trabajadores
tendrán derecho a una “organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple
inscripción en un registro especial”, esto no significa que los gremios sean equivalentes a los
sindicatos sino que significa que justamente se establece una diferenciación entre ambas
clasificaciones dado que, como vemos, este artículo primero se estipula que los trabajadores
poseen el derecho a formar parte de organizaciones sindicales y posteriormente las define como
aquellas que han sido inscriptas en un registro especial pero luego observamos que el articulo
deja de referirse a los “sindicatos”, ya que deja de emplear este término, para referirse a los
“gremios” en la parte que versa sobre el derecho a huelga, por lo que en definitiva lo más
correcto sería aseverar que el derecho a huelga es un derecho más amplio y que por ende no
solo pertenece a los gremios que están sindicalizados sino también a los gremios en general. Si
bien la corte interpreto exactamente lo contrario en el fallo Orellano coincido con la opinión de
Gilbert E. Arias cuando expresa que la interpretación que hace la corte es errónea en cuanto
determina que la huelga constituye un derecho que les es concedido a las organizaciones
sindicales en lugar de serles otorgados a las personas, en concreto: a los trabajadores. En efecto

1
Definiciones de la RAE:

Gremio: conjunto de personas que tienen un mismo ejercicio, profesión o estado, social.

Sindicato: asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de intereses


profesionales, económicos y sociales de sus miembros.
Arias sostiene que “si el derecho de huelga es el derecho de las entidades gremiales la huelga
deja de ser un derecho humano con una finalidad emancipadora para ser un instrumento de
una organización que encuentra en fin de la huelga en si mismo”.
Aunque el subinciso d) del art 8 del Pacto internacional de derechos económicos, sociales y
culturales estipula que el derecho a huelga debe ser ejercido de conformidad con las leyes del
país en donde se ejerce este derecho, también es verdad que el inc 3 de este mismo artículo
expresa que estas limitaciones prescriptas por las leyes internas de cada país no podrán violar
las garantías establecidas en el Convenio de la OIT del año 1948 relativo a la libertad sindical.
Además de que los trabajadores poseen los siguientes derechos sindicales, los cuales son
individuales puesto que no se encuentran enumerados en el art 5 de la ley 23.551 en donde se
plasmaron los derechos de las asociaciones sindicales, sino que se encuentran mencionados en
el art 4 de esta misma ley, en el cual se enumeran los derechos sindicales “del trabajador” como
por ejemplo: d) peticionar ante las autoridades y e) Reunirse y desarrollar actividades sindicales.
Es decir que los trabajadores tienen derecho a reunirse espontáneamente para desarrollar
actividades sindicales por si mismos sin que el sindicato formalmente haya iniciado una acción
de huelga, de lo contrario no estaríamos hablando sobre aquellos derechos sindicales que poseen
los trabajadores sino de los derechos que son propios de los sindicatos. Existen otros artículos
pertenecientes a diversos tratados internacionales que expresamente estipulan que el derecho a
huelga constituye un derecho inalienable del individuo en lugar de establecer que este derecho
le pertenece a los sindicatos, los cuales por lógica no son portadores de este derecho sino que
tan solo son organizaciones que ayudan al trabajador a que este derecho que les pertenece se
realice en la práctica de forma plena. Afirmar que aquel que hace cumplir los derechos
constitucionales de un individuo o u conjunto de individuos es el dueño de estos derechos sería
tan absurdo como aseverar que los derechos que se defienden y se promueven en los tribunales
de justicia no le pertenecen a los individuos que son defendidos en estos sino que les pertenecen
a los tribunales que los hacen valer y que los ejecutan mediante medidas de efectivo
cumplimiento, de manera que los tribunales siempre estarían defendiendo sus propios derechos
cuando dictan una sentencia cuyo fin es garantizar el cumplimiento de aquellos derechos que les
pertenecen a los individuos, lo cual no tendría el más mínimo sentido. Estos tratados y
declaraciones internacionales son las siguientes: la declaración sociolaboral del Mercosur en
cuyo art 11 menciona que la huelga es una garantía de todos los trabajadores y las
organizaciones sindicales; la Carta internacional americana de garantías sociales, aprobada por
la IX Conferencia internacional americana de Bogotá, del año 1948, en cuyo art 27 declara que
la huelga es un derecho de todos los trabajadores. Por otro lado, si bien algunos artículos
pertenecientes a diversos tratados internacionales con jerarquía constitucional permiten que el
Estado limite el ejercicio a huelga, lo cierto es que existe una diferencia garrafal entre
simplemente limitar este derecho a huelga (estableciendo un reglamento en el cual se prescriban
pautas para su ejercicio) y prohibirle a un trabajador, o a un conjunto de trabajadores, la
realización de una huelga porque esta no se encontraba aprobada por el mismo Estado dado que
en definitiva las asociaciones sindicales deben ser autorizadas por el Estado ya que esto último
implicaría conferirle la potestad al Estado de prohibir la realización de un derecho
constitucional como si el Estado estuviera por encima de esos derechos y tuviera la potestad casi
divina de violarlos cuando se le antoje, lo cual se contradeciría con la efectiva realización del
derecho a huelga. Por otro lado, nada impide argumentar que el derecho a huelga podría
continuar siendo un derecho natural a pesar de su positivización, tal y como afirmaba Arturo
Sampay, y que por ende el derecho individual a efectuar una huelga constituye uno de los
derechos implícitos sobre los cuales versa el art 33 de nuestra Constitución nacional.
Desarrollo
Toda la introducción anterior nos ha servido para afirmar que el derecho a realizar una huelga
informal es una acción valida, lo cual nos serviría para preguntarnos si la realización de una
huelga general por parte de los policías podría resultar valida o no.
En primer lugar podríamos considerar que el Estado ha intentado limitar el derecho a efectuar
una huelga para transformarla en una huelga política. Tal y como expresa Walter Benjamín, el
cual cita a Sorel cuando se refiere a esta categoría: “La base de sus concepciones es el
fortalecimiento de la violencia del Estado; en sus organizaciones políticas los políticos (sc. Los
moderadamente socialistas) preparan ya la instalación de una potente violencia centralista y
disciplinada que no dará el brazo a torcer ante la crítica de la oposición. La huelga general
política… demuestra que el Estado no pierde nada de su fuerza al transferir el poder de
privilegiados a privilegiados, cuando la masa productora trueca a ambos” (Walter Benjamin.
Iluminaciones pag. 36). En este sentido podríamos interpretar que todas estas regulaciones que
se le ha efectuado al derecho de huelga fueron llevadas a cabo con el objetivo de convertir a la
huelga en aquella manifestación que es descripta por el autor: en una huelga que ya no es
realizada por los trabajadores cuyos derechos resultan vulnerados sino por otros privilegiados
que en muchas ocasiones se encuentran confabulaos con el estado, es decir: las organizaciones
sindicales. Regular la huelga es un modo de impedir que esta se realice en un estado salvaje, en
otras palabras: es un modo de impedir que se torne en una huelga general proletaria cuyo
objetivo realmente sea modificar la forma de trabajo capitalista. En palabras de Benjamin: “la
primera concepción de la huelga es fundadora de derecho, la segunda es anarquista”
(Iluminaciones pag. 37). Es decir, la huelga realizada por las asociaciones sindicales y bajo los
límites impuestos por el Estado pueden servir para crear derechos sociales pero para esto es
necesario obtener una concesión por parte del estado y pactar con el mismo, lo cual también
implica someterse a las condiciones que este pretenda imponer, lo cual no ocurre en las huelgas
proletarias o anarquistas, en las cuales no se pretenden conquistar algunos derechos sino que el
objetivo estriba en modificar completamente al sistema de raíz arrancando al anterior de cuajo.
Estas diferentes concepciones sobre la huelga generaron numerosas rispideces y batallas entre el
sector anarquista y el sector socialista en Argentina durante los comienzos de la historia sindical
en nuestro país. Tal y como lo expresa Julio Godio: mientras que los socialistas sostenían que
“el proletariado no puede resignarse a esperar la caída del capitalismo sino luchar desde
ahora por el socialismo, combinando la lucha por objetivos inmediatos con los finales y
exigiendo al estado que obligue a los patronales a conceder mejoras a los trabajadores”, los
anarquistas respondían que “…exigir leyes laborales es engañar a los trabajadores porque los
ilusiona en las posibilidades de reformar el sistema y lo que hay que hacer es destruirlo” (Julio
Godio. Historia del movimiento sindical argentino. Pag 87)
En palabras de Benjamín, se podría decir que el objetivo de la Corte al dictar el fallo Orellano
consistía en impedir que se realicen huelgas formadoras del derecho que destruyan el
ordenamiento actual por uno nuevo mediante la violencia, tal y como se ha impuesto el régimen
actual durante el pasado por lo que, nuevamente en palabras del autor, el Estado estaría
cometiendo una acción contradictoria al prohibir la realización de este tipo de huelgas.
Pero más allá de las intenciones de la corte deberíamos preguntarnos si las huelgas policiales,
las cuales constituyen el tema central de este ensayo, podrían llegar a ser justificadas luego de
haber afirmado que la huelga constituye un derecho humano inalienable cuya realización no
puede ser prohibida tajantemente por el Estado. Y en efecto, esto es asi. El hecho de prohibirles
a los policías la realización del ejercicio de una huelga sería altamente discriminatorio y por
ende inconstitucional. Sin embargo, se podría argumentar que la realización de una huelga por
parte del personal policial también afectaría varios derechos de los que gozamos el resto de los
ciudadanos como lo es el derecho a la seguridad y por consiguiente todos los derechos
fundamentales que son garantizados por el Estado mediante el personal policial. Creo que nadie
estaría dispuesto a negar que al fin y al cabo la función de los efectivos policiales estriba en
proteger la vida, la libertad individual y la integridad de los ciudadanos ya que su función
estriba en hacer cumplir en tiempo real aquellas leyes penales cuya utilidad consiste en
garantizar el cumplimiento de nuestros derechos constitucionales a pesar de que es innegable
que la institución policial posea serias deficiencias y que se encuentre plagada de vicios, lo cual
constituye otro debate. Pero sin perjuicio del hecho de que muchos policías suelan incurrir en
deficiencias como asi también suelan cometer atrocidades tenemos que reconocer que al mismo
tiempo sería injusto estigmatizar a todos los miembros de la policía por igual. En fin, nos
encontramos con el dilema de que existe una colisión de derechos: el derecho de los policías a
declararse en huelga y el derecho que tenemos los ciudadanos a que el Estado garantice nuestros
derechos fundamentales mediante el personal policial ya que los jueces no son capaces de
garantizar que no violen nuestros derechos en tiempo real sino que solo pueden castigar a
aquellos que ya han cometido la mencionada violación. En esta línea cabría preguntarnos si la
sindicalización de los policías no podría permitir que las huelgas informales que son llevadas a
cabo por los policías sean domesticadas por el Estado y que estas se encuentren limitadas por
una ley y por ende por el poder judicial de manera que esta huelga deje de presentar
características mucho más propias de un golpe de estado que de un anarquismo bien entendido.
Con respecto al primer punto, si bien hemos enunciado que la huelga constituye un derecho
humano inalienable al mismo tiempo percibimos que en este caso particular los propios
convenios de la OIT que versan sobre el derecho a huelga (N. 87, 98 y 154) expresan que cada
Estado de cada país puede determinar el alcance y la extensión de este derecho con respecto a
sus fuerzas de seguridad pero determinar el alcance de un derecho no es sinónimo de obliterarlo
de una forma absoluta tal y como han venido haciendo respecto de los derechos laborales de los
policías de manera tal que la existencia de este derecho pierda todo sentido. Es por eso que creo
que la solución más oportuna debería consistir en permitirles a los policías que cometan la
acción de formar un sindicato pero con la limitación de que estos puedan ejercer su derecho a
huelga bajo ciertas limitaciones y condiciones como, por ejemplo, que la huelga este sometida a
cierta duración temporal y que solo pueda ser realizada por una cierta cantidad limitada de
efectivos policiales, es decir: que sea una huelga parcial en lugar de una huelga general. De esta
manera se podría llegar a un equilibrio entre los derechos de los que gozan los policías y los
derechos del resto de la comunidad civil.
Pero ahora cabe preguntarnos si otorgarles la posibilidad de hacer huelga a los policías en la
práctica ha causado efectos que han sido beneficiosos para la comunidad o si por el contrario las
consecuencias no fueron las deseadas. Para determinar esto deberíamos analizar la situación de
aquellos países en los que el personal policial se encuentra sindicalizado. En un primer
momento uno tendría a pensar que la sindicalización de los policías permitiría limitar su
accionar al evitar la realización de marchas informales violentas y antidemocráticas como las
que fueron efectuadas durante el pasado y en suceso que se suscitó durante el 10 de septiembre
del presente año. Pero, para mi sorpresa, este efecto no siempre fue el mismo en todos los países
en los que la policía se encuentra sindicalizada luego de que hayan permitido la sindicalización
policial. A continuación mencionare algunos ejemplos al respecto:
Desde la década de 1960, los sindicatos policiales surgieron en Estados Unidos. Los mismos
tienen el derecho de emprender negociaciones colectivas y funcionan como cualquier sindicato
con la diferencia de que carecen del derecho a efectuar huelgas. Pero, mientras la agremiación
se refleja positivamente en salarios, esto tiene una contracara peligrosa y es que, de acuerdo con
un estudio de la Universidad de Oxford 2, los convenios colectivos de los policías se encuentran
2
Enlace para ingresar el estudio: bit.ly/3lZDKpj
directamente relacionados con la violencia institucional al igual que otros abusos contra los
ciudadanos. Otro estudio, de la Universidad de Chicago, concluyó que en el caso particular del
estado de Florida, la sindicalización policial genero un aumento en un 40% de los casos de
violencia institucional3. Esto tiene una razón de ser y es que los gremios policiales no solo se
limitan a discutir los salarios y las condiciones de trabajo de sus representados sino que además
defienden agresivamente los derechos de sus miembros que se encuentran investigados por
haber incurrido en violencia institucional o en corrupción. Es parte de la negociación con la
patronal, especialmente en momentos de crisis financiera en los que las ciudades y los estados
ven limitada su capacidad de conceder aumentos significativos. Los gremios entonces resignan
mejoras salariales, que canjean por la instauración de este tipo de protección en sus convenios
colectivos de trabajo. Empero esto no necesariamente significa que vaya a suceder lo mismo en
Argentina aunque es menester tener en cuenta este hecho para impedir que la posible
instauración de un régimen sindical en nuestro país no produzca estos excesos. Esto da que
pensar. Las organizaciones policiales por lo general están atravesadas por la corrupción y por la
violencia de sus miembros y lo peor de todo es que los policías poseen el monopolio de la
fuerza pública por lo que permitir que realicen huelgas y protestas podría devenir en un golpe de
estado en el caso de que el gobierno no les otorgue una respuesta favorable… La sindicalización
de los policías podría producir una mayor organización de los mismos, lo cual podría llegar a
ser peligroso puesto que “la unión hace la fuerza” como asi también puede producir
movimientos violentos.
El problema de conferirles un sindicato a las fuerzas policiales es que otorgarles más poder de
organización y de ataque equivaldría a conferirles un poder que el propio estado no podría
controlar ya que nadie podría controlar a los policías en el caso de que efectuasen protestas
violentas dado que ellos son los encargados de controlar y de reprimir a este tipo de revueltas.
Las protestas policiales siempre serán difíciles de controlar pero serian absolutamente
imposibles de controlar en el caso de que se les otorgase la posibilidad de sindicalizarse. De
todas formas, esto siempre dependerá de la conducta desplegada por los efectivos policiales
dado que en países como Uruguay, en donde existe un sindicato de policías, no sucede lo mismo
que pasa en Estados Unidos especialmente porque la fuerza policial de Estados Unidos es
particularmente impetuosa y se encuentra enormemente militarizada por lo que tampoco
resultaría lógico comparar los efectos producidos por la sindicalización en países como Estados
Unidos con los efectos que podría producir en un país absolutamente diferente y anti-belico
como la Argentina. Este tipo de comparaciones serian bastante inexactas hasta el punto de
hacernos incurrir en una falacia de falsa analogía. Es más: el país en donde existen los índices
más elevados de brutalidad policial es Brasil y sus policías ni siquiera se encuentran
sindicalizados (excepto de la policía federal aunque no gozan de derecho a huelga) sino que por
el contrario se encuentran militarizados, lo cual nos hace preguntarnos si el hecho de tratarlos
como armas del estado en lugar de considerarlos trabajadores con derechos no termina
generando una deshumanización del personal policial cuyo devenir consiste un aumento de la
violencia salvaje… Deberíamos preguntarnos si la deshumanización de los efectivos policiales
como asi también el hecho de que los policías carezcan de elementos y de herramientas para
oponerse al Estado no termina siendo aquello que termina ocasionando que estos se subordinen
al mismo de una manera absoluta y que por ende obedezcan cualquier tipo de orden estatal en
cualquier circunstancia independientemente de si esta orden posea una intención moralmente o
legalmente inadmisible dado que la carencia de pensamiento crítico no les permite desconfiar o
cuestionar al Estado del que forman parte como si fueran las armas de este mismo, lo cual
podría ser extremadamente peligroso. No es casual que los militares hayan diezmado los

3
Enlace para ingresar al estudio: bit.ly/3k0VLBD
sindicatos puesto que lo han hecho para asi poder dominar más eficazmente a los trabajadores
mediante la censura directa y expresa como asi también a través el temor ocasionado por su
estado de vulnerabilidad frente al gobierno, una vulnerabilidad causada por la falta de
organización sindical que forjaba una unión verdaderamente poderosa entre los trabajdores y es
que: ¿Acaso todavía caben dudas de que la des-sindicalización es uno de los principales pilares
de los cuales se han alimentado los mas grandes totalitarismos?
Por otro lado cabe mencionar que los siguientes países incluidos en el ranking de brutalidad
policial, y que por cierto se encuentran por encima de Estados unidos, carecen de sindicatos
policiales, tal es el caso de Venezuela (segundo puesto), Filipinas (tercer puesto), Siria (cuarto
puesto) y Nigeria, país que apenas se encuentra un puesto por debajo de Estados Unidos.
Resulta curioso que Uruguay ni siquiera figura en esta lista como asi tampoco otros países en
donde los policías efectivamente se encuentran sindicalizados, tal es el caso de países como
Canadá, Inglaterra y básicamente todos aquellos que forman parte de la Unión europea. De esta
manera tenemos que admitir que la evidencia empírica demuestra que la correlación entre tener
sindicalización policial y tener un personal policial altamente violento resulta bastante débil.
Si bien es verdad que Estados Unidos constituye uno de los países en donde abunda una mayor
brutalidad policial, lo cual se ve reflejado en el hecho de que ocupan el puesto número cinco de
la lista de World Population Review 4, la cual está basada en los últimos datos oficiales
disponibles para 61 países, esto tampoco significaría que la sindicalización sea la causa que
ocasionó que los policías de USA se tornasen tan violentos… De hecho, todo parecería indicar
que las fuerzas policiales de USA ya eran extremadamente violentas mucho tiempo antes de
1960 y que esta conducta impetuosa fue la que permitió que la sindicalización terminase
produciendo efectos indeseados. En efecto, si se le otorga más poder a una organización que ya
de por si es desproporcionadamente violenta entonces es obvio que las consecuencias también
van a ser violentas y sanguinarias porque la única manera de proceder de estas fuerzas se
caracteriza por ser violenta independientemente de cual sea la situación en la que se encuentren.
Esto explicaría por qué la sindicalización de los policías no genero el mismo efecto en países
como Uruguay en donde las fuerzas policiales siempre se caracterizaron por ser menos violentas
de lo que eran en USA.

Conclusión
En conclusión, resulta harto simplista e insuficiente afirmar que la sindicalización de la policía
siempre y en todos los casos produce efectos violentos por el mero hecho de que estos efectos se
hayan producido en los Estados Unidos ya que al afirmar esto estaríamos generalizando a partir
de un caso particular, lo cual constituye una falacia de generalización apresurada que se riñe con
la lógica. Pero también debemos reconocer que desconocemos los efectos que produciría la
sindicalización en un país como el nuestro. Simplemente no podremos conocer los efectos que
produciría una sindicalización de los policías hasta que no la hayamos implementado.

Bibliografía
Para una crítica de la violencia y otros ensayos por Walter benjamín
Historia del movimiento obrero argentino por Julio Godio
Contra la libertad y la democracia sindical: El caso Orellano por Arias Gilbert

4
Nota del diario La nación: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/los-10-paises-mayores-indices-
brutalidad-policial-nid2372583

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