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Prevalece en México.

 
 
De origen cubano, la santería en México es una práctica religiosa que ha sido estigmatizada por la mala
imagen que ha prevalecido en el imaginario público, vinculada con el satanismo y la delincuencia. Pero a nivel
antropológico, representa un elemento que da explicaciones subjetivas a las enfermedades ligadas con el
mundo sobrenatural, y cuyo ejercicio representa un factor de identidad cultural basada en una estructura
jerárquica definida.

Su incorporación a México se remonta hacia los años sesenta, tras la Revolución Cubana, con las olas
migratorias de cubanos hacia los Estados Unidos, se propició la incursión de los primeros mexicanos que se
iniciaron en la santería.

No obstante que en los años ochenta sus adeptos iban en aumento, —aunque de manera oculta—, en los años
noventa el escándalo de los llamados narcosatánicos de Matamoros, Tamaulipas, propició que los medios de
comunicación de la época distorsionaran el sentido de la santería, al asociarla de manera ambigua con el
satanismo, la delincuencia y el narcotráfico.

“Desafortunadamente comienza con una mala imagen evidentemente distorsionada por todas estas
representaciones cinematográficas, particularmente enmarcadas en el sacrifico de animales que involucran
ciertos rituales”, y ahí salió a colación el acercamiento de personajes políticos, señala la antropóloga social
Nahayeilli Juárez Huet.

Pese a esta estigmatización, en la actualidad México y en particular su capital, figura como un país receptor y
difusor importante de la santería, donde predomina la tendencia a considerar a Cuba como la fuente de origen
de esta práctica religiosa.

Al participar en el Congreso Internacional Poblaciones de origen africano en México y Centroamérica, organizado por
el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y que se tiene lugar en el Puerto de Veracruz, la
investigadora señaló que contrario a lo que se suele pensar, donde esta religión se vincula más con las
comunidades de las costas, hoy sus mayores adeptos se registran en la Ciudad de México.

“El Distrito Federal se ha convertido en un punto nodal para el desarrollo de la santería, cada vez es mas
visible de lo que uno de imagina, sin que pierda esa familiaridad con Cuba. Además no sólo se ha concentrado
en un solo estrato social, porque puedes encontrar desde gente de la alta élite política hasta la de menor estrato
económico”.

Debido a que la santería no esta reconocida como religión ni puede acceder a un estatus de asociación religiosa
por los candados que tiene la ley en la materia, no hay un registro del número de santeros en la Ciudad de
México.

“Desde Las Lomas hasta Tepito, la presencia de los santeros esta ahí. Lo interesente es que no se trata de una
práctica que se asocie a un estrato social o a una zona exclusivamente. Porque lo que en realidad comenzó con
la clase media alta, de elites artísticas y políticas, fue diversificándose hasta llegar a las más bajas.

La incorporación social de ésta práctica, fue de arriba hacia abajo, acota la investigadora al precisar que su
práctica sigue dándose en un sentido discrecional, porque en la imaginería sigue esa idea errónea, donde se
dice que los santeros son brujos, pero ello no impide que el público los consulten.
En su exposición titulada Redes trasnacionales y la reafricanización de la santería en la Ciudad de México, Suárez
Huet, puntualizó que si bien esta práctica no esta legalmente reconocida como una religión, desde el punto de
vista de la antropología está relacionada con un sentido orientado a dar una explicación subjetiva a los
padecimientos físicos, al vincularlos con el mundo sobrenatural y sistemas milenarios de curación.

Asimismo, en el caso de los santeros, su ejercicio representa un factor de identidad cultural, basada en un
sistema de familias rituales, donde tras el rito de iniciación cada individuo se incorpora dentro de una
estructura jerárquica, dándole pertenencia a un linaje vinculado con los ancestros.

“Esa identidad cultural esta basada en la figura de familia de religión, a la que se accede después del rito de
paso, donde quien te inicia se vuelve tu madre o padre simbólico, es decir tu padrino o madrina, y quien a
partir de ese momento se encargará de enseñarte toda la practica ritual, asociada a tu nivel jerárquico”.

“Se trata de una religión iniciativa, donde a cada nivel jerárquico corresponde un determinado conocimiento y
el derecho de tener ciertas capacidades rituales. Una ceremonia de iniciación dura en términos generales siete
días y ello implica el trabajo de mucha gente para hacer la ceremonia y eso le da a quien ingresa una
pertenencia a un linaje ritual genealógico vinculado con Cuba, donde se rinde el culto a los ancestros”, abunda
la especialista del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social del Oriente.

Juárez Huet refiere que una de las particularidades de analizar a la santería como un proceso trasnacional, es
resaltar las particularidades que esta cobra en sus diferentes contextos de implantación. “No se puede pensar
que la santería se mantiene intacta y va desplazándose inmaculada. Cuando llegó a México empezó a
incorporar elementos de nuestro contexto cultural, al grado de convertirse en una práctica complementaria a
otros sistemas de creencias como el catolicismo, del cual ha adoptado algunos elementos”, menciona.

En lo referente a la presencia de la parte africana de la santería en México, la antropóloga manifiesta que a


diferencia a lo que sucede en otros contextos la santería aquí,  no está vinculada de manera directa con
narrativas identitarias que reivindiquen un origen africano, por lo menos entre sus practicantes.

“La santería trascendió más allá de su filiación étnica desde principios del XX, ahora es abierta, los santeros
mexicanos reproducen en sus discursos esta noción del mestizaje, de lo español y lo indígena, pero la parte
africana no esta presente directamente, sólo a través de la reminiscencia cubana”, indica al comentar que todos
los santeros mexicanos trazan su linaje genealógico ritual se remite a Cuba.

No obstante, actualmente se observa un proceso de internacional de “reafricanización” de la santería,


entendido como un esfuerzo por intelectualizar su práctica, a través del aprendizaje de la cultura yoruba y
depurarla de elementos cristianos o católicos que se han incorporado con el tiempo.
 
“No se refiere a querer ser africano o reivindicar un origen étnico, sino al  aprendizaje de aspectos de esa
cultura, por lo menos de la lengua yoruba el uso ritual. De esta manera más santeros mexicanos comienzan a
interesarse en contactar e iniciarse con sacerdotes nigerianos”; concluyó.
ATENCIÓN A MEDIOS DE COMUNICACIÓN

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