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Suecia
ISBN 9972-696-08-1
c 2002 Save the Children Suecia - Oficina Regional para América del Sur
Coordinadoras responsables
Julia Ekstedt y Blanca Nomura
Save the Children Suecia
Apoyo Técnico
Lena Karlsson
Coordinadora del Programa de Género y Percepciones de la Infancia, Save the
Children Suecia – Estocolmo
Investigadora principal
Patricia Horna Castro
Equipo de campo
CEDISA (San Martín), IRESIMA (Piura), José María Arguedianos (Junín), CODENI
(Cuzco), Wawakunamantaq (Ayacucho), Acción por los Niños (Lima)
Coordinadora de edición
Giuliana Frugone
Save the Children Suecia
Corrección de estilo
Mariella Checa
Diseño y Diagramación
Imagen, Publicidad y Marketing
Impresión
Imagen, Publicidad y Marketing
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Save the Children Suecia es una organización sin fines de lucro y sin ninguna
filiación religiosa ni política, constituida por aproximadamente 90.000 miembros. Fue
fundada en noviembre de 1919 y desde entonces ha centrado su trabajo en la
promoción y defensa de los derechos del niño, en el apoyo a la niñez en situación de
riesgo y en la sensibilización de la opinión pública respecto a este tema.
Save the Children Suecia basa su trabajo en la Convención sobre los Derechos del
Niño de las Naciones Unidas. Es miembro de la Alianza Internacional Save the
Children, el movimiento independiente comprometido con la lucha por los derechos
de niños, niñas y adolescentes más grande del mundo.
La Oficina Regional para América del Sur está ubicada en Lima, Perú, y realiza su
trabajo a través de las contrapartes –principalmente organizaciones no
gubernamentales- con las que cuenta en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador,
Paraguay, Uruguay, Venezuela y en el mismo Perú. El programa regional está
orientado a hacer posible que los derechos de los niños, niñas y adolescentes sean una
realidad, mediante el desarrollo de las condiciones que para ello se necesitan en la
sociedad y el Estado. Dicha labor se lleva a cabo respetando el contexto sociocultural
de cada país, promoviendo siempre la perspectiva de género, la no discriminación y
la tolerancia de los distintos valores locales y nacionales. Save the Children Suecia
busca incrementar el conocimiento y el ejercicio de los derechos de los niños en la
sociedad favoreciendo la participación cualitativa de niños, niñas y adolescentes.
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INTRODUCCIÓN
En tal sentido, combatir la discriminación constituye una de las tareas fundamentales para
Save the Children Suecia, pues sólo en la medida en que todos los niños sin excepción
puedan ejercer y gozar de sus derechos, se podrá reconocer a este sector de la población
como sujetos de tales derechos.
Sin embargo, la realidad dista aún mucho del ideal: los niños suelen ser excluidos solamente
por ser chicos, y como si eso no bastara, los menores de edad pueden sufrir, además, todas las
formas de discriminación que se dan entre los adultos. Los niños pueden ser, entonces,
doblemente segregados.
En tal sentido, este estudio constituye apenas un primer paso en el trabajo integral por la no-
discriminación que se ha propuesto realizar el Programa Regional para América del Sur de
Save the Children Suecia. Para su realización, se decidió acudir a los propios chicos, quienes
al asumir el rol de fuentes de información, se convirtieron en la brújula ideal para orientar
nuestros esfuerzos en este tema.
Por eso, queremos agradecer a los niños, niñas y adolescentes peruanos que participaron en la
elaboración de este estudio.
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CARACTERÍSTICAS DEL ESTUDIO
En el Perú, así como en otros países del mundo, los niños, niñas y adolescentes enfrentan la
discriminación en su vida cotidiana. Sufren la intolerancia, el rechazo, la exclusión y la
violencia que se expresa a través de miradas, gestos, actitudes y omisiones.
Curiosamente, esta realidad convive con la normativa jurídica peruana que protege a las
personas contra la discriminación. La Constitución Política del Perú, por ejemplo, establece
en su artículo segundo que: “toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley. Nadie
debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición
económica o de cualquier otra índole” y “El estado reconoce y protege la pluralidad étnica
y cultural de la nación”.
La Ley contra Actos de Discriminación de la Republica de Perú, que fuera aprobada en el año
2000, aunque se limita al ámbito laboral, considera la discriminación un delito digno de
sanción: “El que discrimina a otra persona o grupo de personas por su diferencia racial,
étnica, religiosa o sexual, será reprimido con prestación de servicios a la comunidad...”
El Código de los Niños y Adolescentes del Perú enuncia lo siguiente en el artículo tercero del
Título Preliminar, que trata sobre la igualdad de oportunidades: “Para la interpretación y
aplicación de este código se deberá considerar la igualdad de oportunidades y la no-
discriminación a las que tiene derecho todo niño y adolescente, sin distinción de sexo”. Y
luego, en el artículo quinto, refiriéndose al ámbito de aplicación, dice “El presente código se
aplicará a todos los niños y adolescentes del territorio peruano, sin ninguna distinción por
motivo de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, nacionalidad, origen social,
posición económica, etnia, impedimento físico o mental, o cualquier otra condición, sea
propia de sus padres o responsables.”
En este contexto se enmarca el presente estudio, el mismo que pretende explorar y analizar
las experiencias, percepciones y actitudes que frente a la discriminación tienen un grupo de
niños, niñas y adolescentes peruanos. A efectos de este trabajo, entendemos discriminación
como: toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que, de manera intencional o no
intencional, resulte en la anulación o restricción de los derechos humanos y/o de las
libertades fundamentales de las personas.
El estudio se desarrolló en seis departamentos del Perú: San Martín, Piura, Junín, Cuzco,
Ayacucho y Lima. La selección de estas localidades se hizo buscando reflejar la diversidad
sociocultural que caracteriza a la población peruana. Se trata de una investigación focalizada
cuyos resultados no pretenden representatividad estadística. Más bien ofrece un nivel de
análisis cualitativo que pone al descubierto las diferentes situaciones de discriminación que
se viven en el país. Además, muestra de qué manera los niños aprenden a reproducir actitudes
discriminatorias al interior de la familia, la escuela y de la sociedad en general.
La técnica central para recoger la información fue la discusión grupal. Se incluyeron también
técnicas de tipo indirecto y proyectivo: relatos de situaciones hipotéticas y juegos que
alentaron la discusión y el intercambio. Participaron en el estudio niños, niñas y adolescentes
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de 8 a 15 años de edad, de zonas urbanas y rurales, de sectores socioeconómicos bajos. En
cada departamento se realizaron ocho grupos focales, cuatro en zonas rurales y cuatro en
zonas urbanas. De estos cuatro grupos dos estuvieron conformados por mujeres y dos por
varones, diferenciados por edad, de 8 a 11 años, y de 12 a 15 años.
Los resultados pueden servir de referencia para el diseño de estrategias de intervención desde
los niños, con acciones específicas de acuerdo al contexto sociocultural, así como para la
elaboración de propuestas de alcance general. En este sentido, la opinión de los chicos sobre
los aspectos que les afectan directamente es fundamental. Los más de trescientos niños, niñas
y adolescentes que participaron en el estudio dieron ejemplos claros y concretos de
situaciones de discriminación que les ha tocado y toca vivir, observar y experimentar en el
hogar, en la escuela y en la comunidad.
La discriminación constituye uno de los obstáculos más grandes para el pleno respeto de los
Derechos Humanos y es, a la vez, uno de los factores que genera mayor violencia social.
Superarla se convierte en una condición indispensable si queremos construir una sociedad
más justa, basada en el respeto a la vida y a la dignidad de las personas. En este sentido, un
punto de partida importante es el reconocimiento de que la discriminación es una práctica
cotidiana en nuestra sociedad, a pesar de los discursos adultos que niegan tan dolorosa y
vergonzosa realidad.
Las propuestas recogidas entre los niños, niñas y adolescentes son viables y podrían
contribuir a construir una sociedad en la que todos pudieran ejercer sus derechos.
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1.- FACTORES Y FORMAS DE DISCRIMINACIÓN SEGÚN LAS PERCEPCIONES
DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES.
“Discriminar es separar”
Adolescente urbano de Ayacucho
“La discriminación tiene que ver con lo que consideramos defectos en los otros.”
Niña urbana del Cuzco
Aunque la palabra discriminación resulta extraña para muchos niños, niñas y adolescentes,
ellos la asocian a significados como separar, distinguir, maltratar. La vinculan a defectos en
otras personas, que no son normales o que no son como la mayor parte de los integrantes del
grupo de referencia. En general, la connotación del término es predominantemente negativa y
lo asocian a experiencias desagradables vividas por ellos. Quienes conocen la palabra,
generalmente la asocian con racismo, a tal punto que muchos creen que ambos conceptos se
refieren a lo mismo.
Los niños, niñas y adolescentes perciben claramente la incoherencia entre el mensaje verbal y
los actos de la vida cotidiana. Perciben una doble moral en cuanto al concepto o al valor de la
igualdad, la misma que resulta siendo apenas una expresión más sin significado concreto.
Este reconocimiento de que sí existe discriminación en el Perú va acompañado de una
reflexión trascendental: este tema no es abordado como se debe. Hay un descontento frente a
esta indiferencia, que no quiere ver ni reconocer las actitudes discriminatorias que se
practican día a día.
“Cuando voy por Larcomar y paso cerca de una señora bien vestida, ella agarra fuerte su
cartera como si yo le fuera a robar”.
Adolescente urbano de Lima
La lista de actitudes discriminatorias es interminable y diversa. Los niños conocen toda una
gama de formas a través de las cuales se puede discriminar o ser discriminado: Gestos,
expresiones, palabras, miradas, insultos, golpes y hasta la indiferencia son maneras que ellos
identifican como expresiones de intolerancia.
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En todos los casos, las actitudes discriminatorias son asumidas como expresión de una
subestimación del otro, que suelen llegar acompañadas de palabras, gestos, acciones u
omisiones que en sí mismas constituyen actos discriminatorios. Así pues, estas conductas
terminan afectando gravemente las actitudes potencialmente positivas de los niños, niñas y
adolescentes con respecto a los demás, ya que para que éstas tengan lugar, primero es
necesario que los menores estructuren su identidad a partir de una sana autoestima, producto
de experiencias de amor, aceptación, valor y pertenencia.
Esta expresión ilustra el sentimiento de muchos que refirieron haber sufrido experiencias
discriminatorias. Además de este “dolor de corazón”, mencionaron sentimientos de rabia,
odio, frustración y resentimiento que luego los acompañan durante mucho tiempo.
De acuerdo a las vivencias que relataron los menores que participaron en el estudio, son
diversos los factores, formas o motivos aparentes por las que se discrimina o se es
discriminado. Los criterios son abundantes, pero a efectos de una mejor organización los
hemos agrupado en étnicos, regionales, socioeconómicos, discapacidad, edad y género.
Asimismo, es importante precisar que al interior de cada uno de estos factores se combinan
otras categorías, configurando un panorama aún más complejo.
La discriminación que se expresa más claramente es la que establece diferencias entre las
personas de piel blanca y las de piel oscura. Con mucha frecuencia, la misma palabra
discriminación es asociada automáticamente a la segregación racial. En pocos casos, los
participantes en los grupos focales se refirieron a las diferencias étnicas de los grupos. Decían
“blanco” y “negro”, o “más blanco” o “más negro”. En algunos casos, “trigueño” o
“moreno”, pero casi siempre tenían temor de decir “tiene piel negra”. Si querían aludir a
alguien de su entorno cercano, como un compañero de estudios o un familiar, decían
“morenito”, “medio trigueñito”, “bien oscurito”.
La asociación entre color de piel y valoración social fue clara. La percepción general es que
los blancos o gringos son aceptados y gozan de éxito, mientras que los negros son
rechazados. Esta asociación establece una relación estrecha entre raza “inferior” y oficios
menores, raza “superior” y oficios mayores.
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En las zonas altoandinas, la raza “inferior” está representada por el poblador de las alturas,
cuya piel es más oscura debido al clima que caracteriza a estas zonas. Ellos son “los negros”,
mientras que sus vecinos, habitantes de zonas más bajas, son “los blancos”. Aunque en
ambos casos estamos haciendo referencia a niños y adolescentes de raza indígena. Estos
términos no son utilizados para definir las respectivas identidades étnicas porque
generalmente son utilizados de manera despectiva.
En todos los lugares que fueron visitados se pudo recoger dichos con una fuerte carga racista,
en donde lo negro está relacionado con un valor inferior o es asociado a la mala suerte.
“Cuando pasa un negro por la calle, pellizcamos al que está cerca y decimos:
‘Negro para ti, suerte para m’“.
Niña urbana del Cuzco
La belleza física, el ser feo o bonito, como factor para ser aceptado o discriminado por la
sociedad y principalmente por el grupo, fue mencionado en la mayoría de los grupos focales
en las que participaron adolescentes. Si bien verbalmente reconocen la igualdad entre todos,
manifiestan que los bonitos gozan de mayor éxito y aceptación. Esta apreciación surgió
especialmente en los grupos de adolescentes varones, quienes expresaron abiertamente su
malestar y descontento frente a esta realidad.
Los rasgos propios de quien es bonito difieren de acuerdo al lugar. En el caso del grupo de
adolescentes de Tarapoto son buen porte, estatura alta, cabello crespo, prendas de vestir a la
moda y de marca original. Las mujeres deben ser alegres, delgadas y tener cabello lacio, y la
esbeltez es asociada a éxito y aceptación.
“A las de Sullana les gustan los blancos, los ojos claros, los que visten bien, altos, los
limeños, les ven la forma de hablar”
Adolescente urbano de Piura
En cambio, en Piura es bonito quien se parece a una persona de la capital, Lima. Es decir, un
chico blanco, de ojos claros, vestido totalmente a la moda y con una forma de hablar distinta
a la del nativo. En este mismo grupo, una mujer bonita es la que tiene buen cuerpo, senos
abundantes y caderas pronunciadas. Además, debe ser sumisa, buena y obediente “tal como
lo manda Dios”.
En Huancayo, un chico bonito tiene que vestirse como los muchachos de Lima. Y para las
adolescentes de esta ciudad, ser bonita implica tener “buen cuerpo”, así como ser buena y
fiel.
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En todos los casos, la noción de belleza corresponde a modelos estereotipados que incluyen
entre sus rasgos capacidad adquisitiva y un modo de ser limeño, requisitos indispensables
para ser socialmente aceptado.
“Cuando yo bajé a Ayacucho todavía usaba palabras en quechua, y cuando un día salí a
exponer se me escapó un “mote”. Todos se rieron, yo ya no pude seguir”.
Adolescente urbana de Ayacucho
Hablar de determinada manera, tener “motes”, decir mal las palabras y usar cotidianamente
frases o palabras quechuas son rasgos que provocan reacciones discriminatorias. Quienes
sólo hablan quechua son aún más relegados, pues se convierten en objeto de burla y rechazo
por aquellos que hablan el “buen español”. Esta triste realidad habla de un profundo
desconocimiento y de una arraigada minusvaloración no sólo de los otros idiomas, como
quechua o aymara, sino también de los modismos y palabras de uso local.
“Yo hablo quechua sólo con mi abuelita, en la calle no… porque sino se burlan”.
Niña urbana de Junín
No es común que los chicos sientan orgullo por hablar quechua. Al contrario, es usual que
oculten el conocimiento que tienen y el uso que hacen de este idioma, pues en el entorno se
traduce en un vehículo de desprestigio social. Sólo saben quechua los “serranos” y nadie
quiere ser incluido en esta categoría.
Para los niños de Canta, zona rural de Lima, visitar la capital o permanecer en ella por un
tiempo prolongado implica “blanquearse”. Probablemente esta percepción tenga que ver con
el hecho que en la ciudad dejan de estar en contacto con los ardientes rayos solares típicos de
la sierra, o quizás se refiera más bien a la posibilidad de adquirir formas y comportamientos
que los acerquen más a la apariencia de limeño. Esta afirmación puede esconder un deseo
secreto de ser como el blanco limeño, a la vez tan rechazado y tan idealizado por los
pobladores de provincias. Es interesante observar lo generalizada que está la imagen del
limeño blanco, y cómo se pasa por alto que la capital alberga también a personas de otras
razas y etnias.
“Sabemos que son de Lima porque usan jeans, polo blanco y zapatillas Nike”.
Adolescente varón rural de Junín
Según sus fantasías, permanecer un tiempo en Lima los despojará de todas aquellas
características étnicas que constituyen motivos de descalificación y burla social. Hay que ir a
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la capital a blanquearse, a dejar de ser uno mismo, porque en la propia identidad no se es
aceptado ni valorado.
Cuando se aborda el tema desde esta perspectiva, se observa que la discriminación es dirigida
a todo aquel que no haya nacido o por lo menos viva en Lima, como si el no ser provinciano
confiriera automáticamente un mayor status social. Es notoria la forma en que los propios
chicos se descalifican a sí mismos por el simple hecho de no ser limeños y, por ende, no
gozar de un status alto. Ser provinciano genera sentimientos contradictorios: de
autocompasión, de automarginación, pero también de rabia y frustración. Incluso el hecho de
vivir en Lima siendo provinciano resulta todavía difícil.
Mientras tanto, los chicos de Lima que formaron parte de los grupos focales confirmaron la
versión de sus pares de provincias. Los grupos de adolescentes, niños y niñas capitalinos
identificaron diversas situaciones de discriminación dirigidas hacia los migrantes o hacia sus
hijos de 2ª y 3ª generación. Aunque afirmaban que “todos somos iguales”, sus expresiones,
risas y burlas ilustraron claramente el rechazo que sienten hacia el provinciano que viene a
invadir a su cuidad.
Entre los limeños, son objeto de mayor discriminación quienes llegan a la capital desde la
sierra que aquellos que migran desde la selva. Se reconoce en el poblador serrano a un buen
trabajador, pero inmediatamente se le identifica como perteneciente a la raza indígena, y este
factor impide que sea totalmente aceptado.
“En Lima se discrimina más a los de la sierra que a los de la selva, más que todo por los
rasgos físicos. El de la sierra es trabajador pero mantiene la raza indígena”.
Adolescente urbano de Lima
Por su parte, los limeños, cuando salen de viaje, también generan rechazo entre los
provincianos, aunque éstos no expresan abiertamente su descontento frente a las actitudes que
muchas veces tienen – ellos sí- que enfrentar. La imagen que tienen de los visitantes es la que
proyectan los grupos que llegan en los días festivos de los calendarios nacionales, a bordo de
camionetas cuatro por cuatro, vistiendo polos, jeans, zapatillas y lentes oscuros. Los ven
invadir plazas, pueblos, comunidades y chacras, y dejar tras de sí latas y botellas de cerveza.
A decir de los propios niños y adolescentes, los invaden en su propio territorio y no saludan
ni responden los saludos.
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“Es como decir, ‘yo soy superior que tú’, poner a otra persona como inferior. Es como decir
‘yo he nacido en Lima, soy de Lima, en cambio tú eres del Cuzco’”.
Adolescente urbano del Cuzco
Urbano y rural
“Para ir a Tarapoto nos cambiamos de ropa. Nos ponemos pantalón Bronco y zapatos. Si
bajamos con ropa tradicional, nos toman fotos y se ríen, no nos dicen nada, solo se ríen”.
Niño rural de Tarapoto
Siguiendo esta lógica, los pobladores citadinos marginan a los rurales por el simple hecho de
no vivir en la capital. Sin embargo, esta discriminación territorial está relacionada también al
factor étnico. Muchos de los campesinos conservan sus tradiciones y costumbres. “Invaden la
ciudad cada vez que llegan” con sus vestimentas típicas.
Los padres de muchos niños, niñas y adolescentes de las zonas rurales envían a sus hijos a la
cuidad más cercana con la esperanza de que allí podrán labrarse un futuro mejor. De hecho,
en las ciudades pueden gozar de mayores posibilidades de acceder a servicios como escuelas,
universidades, institutos superiores, hospitales, juzgados y otros de los que carecen las
provincias, distritos o comunidades.
Si bien es cierto que el cambio de residencia de un área rural hacia una zona urbana trae
consigo cierto ascenso social, muchas veces se desconoce o ignora las condiciones de vida
que tiene que enfrentar quien emprende este camino. Los niños afrontan mayores
discriminaciones y el riesgo de una permanente exclusión social. De hecho, transitar por el
ámbito urbano y vivir la descalificación social que les significa haber nacido en una zona
rural, les otorga una experiencia que les impide volver a ser la misma persona. Lo triste es
que muchas veces terminan replican estos patrones de discriminación social en sus lugares de
origen.
Esta confrontación entre lo urbano y lo rural afecta en la misma medida las relaciones entre
los habitantes de las capitales de provincias y de los distritos y pueblos aledaños. Y en todos
los casos, los niños y adolescentes, al pasar por la experiencia de ser considerados inferiores,
desarrollan actitudes de negación y desarraigo de su procedencia.
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Niño rural de Junín
“Sabemos que son de la Puna porque bajan a Zurite con sus sombreros y sus polleras”.
Mujer adolescente rural de Cuzco
También el poblador de las áreas rurales encuentra en su vecino de las zonas altoandinas un
buen candidato contra quien ejercer las mismas prácticas discriminatorias que él mismo sufre
cuando se relaciona con los habitantes de las ciudades. Se apoya en las características étnicas
de esta gente: rostro cobrizo, quemado por el frío y por el sol, ojos negros, cabello lacio y
ropa autóctona.
“Cuando vienen a las ferias en Jauja les dicen:‘regresa a tu puna a pastar tus llamas’”
Niña rural de Junín
La pobreza como causa de discriminación apareció en todos los grupos focales. Si se es pobre
se es maltratado en la escuela, en la calle y hasta entre los amigos. Para todos los grupos tener
dinero es sinónimo de aceptación social, goce de privilegios y acceso a beneficios que son
restringidos para los otros. También implica la posibilidad de tener control social, o de
comprar alianzas. Por ende, se traduce en la oportunidad de decidir a quién se acepta o se
rechaza en el grupo social. Se reconoce que quien tiene dinero será quien decida las reglas y
normas sociales del grupo, mientras que quien no lo tiene no alcanzará más opción que
aceptar las condiciones que el grupo de poder económico imponga.
“Aquí en Anta hay algo parecido al racismo, el que tiene dinero y el que no lo tiene”.
Niña rural del Cuzco
En las zonas rurales la mayor o menor fortuna se expresa en cantidad de tierras, ganado y
peones. Contar con servicio doméstico es también un signo de riqueza. La pobreza, en
cambio, es asociada a algunos oficios considerados inferiores. Es una razón de exclusión
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social y, por lo tanto, muchos niños prefieren esconder la real ocupación o desocupación de
sus padres ante sus amigos. De esta manera, intentan protegerse de eventuales situaciones de
burla o desprecio.
“Si tu padre es pobre y tiene que vivir con su trabajo de albañil ó cobrador te discriminan”.
Niño urbano de Lima
“En Lima hay diferencias entre distritos, más que todo hay distritos que se denominan como
pitucos, ellos son los que particularmente tratan de discriminar a las personas que vienen de
asentamientos humanos, de pueblos jóvenes”.
Adolescente urbano de Lima
Los chicos que participaron en la elaboración de este estudio expresaron cómo la convención
social urbana que separa a los distritos en “pitucos y populares” afecta su identidad, su
autoestima y su dignidad personal, provocándoles muchas veces sentimientos de inferioridad.
“Si estás en San Isidro o San Borja y quieres entrar a sus discotecas, no te dejan. Tienes que
ser blanco, con dinero, buena ropa”.
Adolescente urbano de Lima
En los departamentos del interior del país la “pituquería” es asociada, además, al apellido y a
la familiar de origen. Existen apellidos que precisan el origen social de quienes los llevan,
diferenciándolos y ubicándolos en condiciones ventajosas respecto a las que tienen los
demás. Otros tienen apellidos populares, comunes, que los excluyen de cargos y privilegios
sociales, económicos y políticos. En este contexto se enmarca el deseo de la perpetuación del
apellido a través del nacimiento de los hijos varones.
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“La gente de apellido con plata desprecia a la gente pobre. Dice:’tú no vales nada’, rebaja a
la gente pobre”
Adolescente urbana de Piura
Las actitudes referidas están relacionadas con el temor, el rechazo e inclusive con el asco.
Expresan la idea que sufrir de una discapacidad es una condición que convierte a la persona
en objeto de lastima y compasión. La alusión más frecuente fue “pobrecitos”. En algunos
casos surgió en medio de la discusión la asociación que se hace de discapacidad con
mendicidad, pues muchos de los pequeños informantes sólo habían reparado en una persona
con discapacidad cuando la vieron en la calle pidiendo limosna.
“Así como contra las mujeres existe una discriminación fuerte, también la hay contra los
niños”.
Niña urbana de Lima
El hecho de ser niño, niña o adolescente fue también mencionado entre las razones que
convierten a las personas en objeto de discriminación. Los chicos expresaron que suelen
recibir un trato desigual y que suelen ser considerados personas con menos derechos, a pesar
de las disposiciones legales que muchos conocen pero que finalmente acatan poco.
La discriminación que los niños dicen enfrentar los afecta, se vincula, según dijeron, a su
capacidad productiva, a sus derechos a opinar y participar en la vida comunal, y a su
oportunidad para tomar de decisiones autónomas, pues no se les considera capaces de evaluar
situaciones y proponer alternativas e innovaciones.
“Algunos adultos no creen a los niños capaces de hacer algo.Yo hice unas carteritas de
cuero y la señora a la que le vendía me dijo: ‘¿Quién te las ha hecho?’”
Niño urbano de Lima
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El argumento “tú eres niño, y por eso debes callarte”, fue señalado como una de las
limitaciones que tiene un niño o adolescente en su trato con los adultos. Generalmente son
reprimidos en su derecho a opinar y expresarse respecto a los criterios de los mayores. Esta
realidad afecta más aún a las niñas y a las adolescentes.
La discriminación ocasionada por el hecho de ser mujer fue una de las más mencionadas por
todos los grupos participantes. Niños y niñas coincidieron en señalar que son las mujeres
quienes viven con mayor frecuencia experiencias de marginación. Incluso consideran que el
simple hecho de nacer mujer ya es una desventaja. Según dijeron, muchas familias lamentan
el nacimiento de una niña y, en cambio, reciben con gran alegría a un hijo varón.
Muchas de las niñas y las adolescentes confesaron que alguna vez habían deseado ser
hombres. La idea es que así tendrían más oportunidades y espacios de participación, así como
menos tareas y obligaciones domésticas. Tanto en las zonas rurales como urbanas resulta
notoria la percepción que tienen las menores del trato distinto que reciben en comparación
con el que se les da a los varones. Todas perciben que no gozan del mismo nivel de respeto y
que no son igualmente valoradas.
En cambio los varones, tanto niños como adolescentes, negaron rotundamente la posibilidad,
de haber deseado alguna vez ser mujeres. La sola pregunta les resultó inaceptable. La
interpretación de la pregunta es diferente entre los hombres y las mujeres. Ellas no sienten
amenazada su identidad sexual por responderla, sólo se interpelan y descubren muchas
razones para desear haber nacido hombres. Los varones, en cambio, ven tocada su virilidad,
su hombría, su masculinidad socialmente heredada.
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posibilidad de ser visto como homosexual es uno de los peores insultos que pueden hacerse
los varones. Sin embargo, la homosexualidad masculina es más aceptada que la femenina.
“Las sacaron del colegio porque eran lesbianas, era ya muy escandaloso”.
Adolescente urbana de Lima
En nuestro medio, la diversidad es asumida como una serie de diferencias que ameritan
respuestas discriminatorias. En todas y cada una de las experiencias descritas, quien es
diferente a la mayoría es el posible candidato a ser objeto de marginación. No se entiende la
diversidad como un rasgo de nuestra riqueza cultural, como una característica valiosa del
grupo humano del que formamos parte. Por eso, las características étnicas, socioeconómicas,
regionales y de genero se combinan entre sí para hacer más compleja la situación
discriminatoria.
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2. DISCRIMINACIÓN EN LA ESCUELA, LA FAMILIA Y LA SOCIEDAD
Los niños, niñas y adolescentes establecen una serie de relaciones con su medio. La manera
en que estos vínculos se expresan permite ver claramente cómo el intercambio está cargado
de una serie de mensajes y contenidos formativos, explícitos e implícitos, que influyen en la
paulatina formación de individuos que más adelante reproducirán las prácticas
discriminatorias aprendidas. A efectos del presente análisis, consideraremos espacios de
socialización el entorno familiar, la escuela y la sociedad.
“Depende del hogar de cada uno, eso viene de casa. Esto pasa de padres a hijos, lo que
hacen los padres, hacen los hijos”.
Adolescente varón rural de San Martín
Las padres se encargan de orientar a sus hijos sobre quiénes deben ser sus amigos y amigas.
Las madres incluyen en su repertorio de normas y disposiciones familiares el perfil de un
amigo “adecuado y conveniente” para sus pequeños, siguiendo, por supuesto, sus propios
parámetros. Así establecen normas de aceptación o exclusión, asociándolas a características
específicas, raciales y/o socioeconómicas. Incluso valiéndose de la disciplina, presionan
especialmente a sus hijas mujeres y a los más pequeños, quienes deben acatar sin discusión
las órdenes e imposiciones de sus progenitores.
“Algunas madres separan a sus hijos de sus amigos y los juntan con otros chicos de más
clase, que son de diferente color. Cuando los amigos vienen a buscar a sus hijos, los botan
con su escoba”.
Niña urbana de Lima
También resulta una situación desventajosa el ser hijo de uno solo de los cónyuges que
comparten el hogar. Al respecto, los chicos expresaron que generalmente estos menores
gozan de menos derechos y menor consideración, y que sea cual sea su edad, deben realizar
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tareas y labores extras para conservar el lugar que ocupan en dicho contexto familiar, es
decir, para asegurarse por lo menos un espacio dónde dormir y la alimentación básica.
Así, mientras los varones cuentan con tiempo libre para sí mismos, las mujeres deben
compartir sus labores escolares con las tareas del hogar y las del campo. Esto implica una
sobrecarga de trabajo que contrasta con las pocas obligaciones que tienen los varones.
Las madres son quienes dirigen, enseñan y reparten las actividades entre todos los hijos. Sin
embargo, cuando el niño varón bordea los doce años, empieza a verse influido por las
decisiones paternas, así como por las acciones y opiniones de los hermanos y amigos
mayores. Es entonces cuando deja de hacer los quehaceres que se consideran propios de las
mujeres.
“Porque ella es mujer y tú eres hombre, debes aprender a hacer cosas de hombre y no de
mujer. No quiero que te vuelvas maricón”.
Adolescente urbano de Junín
Existen, además, otros factores que gobiernan las relaciones al interior de la familia, las
cuales legitiman social y culturalmente el maltrato contra la esposa y los hijos. Las mujeres
son consideradas propiedad de los esposos, los hijos patrimonio de los padres y los hermanos
menores posesión de los mayores y la única forma de mantener esta inequidad es a través de
la violencia en todas sus expresiones, principalmente el castigo físico. A esto se suma la
convención de que lo que sucede dentro del hogar es un asunto privado, en el que nadie debe
intervenir.
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Todos estos rasgos que caracterizan las relaciones familiares son socialmente aprobados y
corresponden a un modelo autoritario de familia, donde el respeto no es entendido como
reciprocidad entre los miembros, sino que es definido a partir de una estructura vertical de
poder. La dependencia de los más débiles respecto a los más fuertes se consolida, y se piensa
que no todos los integrantes del sistema tienen los derechos.
Uno de los derechos que es otorgado en forma discriminatoria desde el grupo familiar es el
acceso a la educación. Si bien es cierto que la pobreza de muchas familias de zonas rurales
determina y limita la posibilidad de que todos los niños y niñas asistan a la escuela, también
es cierto que esta priorización suele basarse en prejuicios de género: siempre ganan los hijos
varones.
“En la sierra, las mujeres se quedan en sus casas o van al campo a trabajar y los varones
salen a estudiar. Esto influye en el progreso de la mujer. Eso es discriminación”.
Mujer adolescente rural de Junín
En la opinión de niñas y adolescentes rurales esta realidad sigue dándose con mucho énfasis
en distritos y comunidades alejados de las capitales de provincias o departamentos, y se hace
muy poco al respecto. Una visita a las escuelas primarias de estos lugares permite ver niñas
en los patios, pero las vacantes de los centros educativos de secundaria están casi
exclusivamente cubiertas por estudiantes varones.
“Los profesores separan a los que tienen plata en un salón de más prestigio.
Yo estudio en el antiguo pabellón, donde casi todo es sucio, y a los que pagan o a los que
saben más los ponen en un nuevo pabellón. Esto lo decide el nuevo director. A él le interesa
la plata”.
Niño urbano de Lima
Ser un alumno con mayores recursos que los demás, otorga una serie de privilegios de los que
no todos disfrutan por igual. Con respecto a esta desigualdad la escuela tiene mucho que
decir. A pesar de que se habla de calidad educativa, lamentablemente ésta aún se relaciona
con la infraestructura, el número de docentes, la cantidad de libros o con cuántos niños debe
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haber en cada aula. Y aunque está bien que lo material sea tomado en cuenta, este criterio no
es suficiente. La calidad educativa también tiene que ver con el tipo de relaciones que vienen
dándose al interior de la escuela, con un clima de consideración y respeto a la individualidad
cultural, social y humana de cada niño.
“Algunos niños tienen dinero para comprar los libros que los maestros piden, pero otros no,
entonces no pasan de año”.
Niño rural del Cuzco
“Mandan hacer mesas a los carpinteros y sientan ante ellas a los que han pagado. Los que
no han pagado van a las mesas viejas y apolilladas, y se sientan en sillas que tienen las
tablas rotas”.
Niña urbana de Lima
Algunos docentes tienen actitudes abiertamente discriminatorias, las cuales adquieren mayor
relevancia en tanto se originan en quienes ostentan la autoridad y el poder en el aula. Los
maestros, al permitir y en muchos casos alentar que los diferentes, los “otros”, sean
convertidos en objetos de burla, fortalecen patrones discriminatorios y excluyentes, porque,
de uno u otro modo, los profesores son un modelo a imitar.
“También creo que los profesores tienen que ver con esto de la discriminación”.
Adolescente varón rural de Tarapoto
“El año pasado la hizo alcaldesa, mejor amiga y también la ha nombrado policía
escolar…Yo pregunto:¿acaso no habemos otros niños en el aula?”
Niña urbana de Lima
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maestros deciden quiénes son más inteligentes”.
Adolescente urbano varón de Junín
“Mi profesora da todas las preferencias a una compañera porque es su niña ejemplo.
Para ella las demás no valen nada”.
Niña urbana de Lima
Estas conductas son reforzadas por los maestros, ya que en su interacción con los alumnos
retroalimentan los estereotipos de los buenos y los malos alumnos, de los mejores y los
peores. Quienes son considerados mejores tienen privilegios de los que no gozan los demás.
Sobre todo, disfrutan del reconocimiento público y del permanente refuerzo positivo que les
brindan sus maestros y demás autoridades educativas. Los demás, los condenados a ser los
peores, desarrollarán un sentimiento de descontento y frustración que los acompañará hasta
finalizar sus estudios escolares o desertar del sistema.
La relación entre la escuela y los niños que trabajan también ostenta visos discriminatorios.
En Ayacucho, los integrantes de un grupo de niños trabajadores señalaron que estudiaban por
las noches porque les habían negado el acceso al turno regular, pues, según la opinión de las
docentes, no podrían rendir en otro horario que no fuera el nocturno. Estos chicos trabajaban
todo el día y por la noche asistían a la escuela. La pregunta que surgió es hasta qué punto es
acertado el criterio, en base al cual, se niega a niños y niñas trabajadores su derecho de asistir
al colegio en el horario que ellos mismos elijan y gozar de las mismas oportunidades que
tienen los estudiantes que pueden dedicarse exclusivamente a sus estudios.
“Por la noche estudio, después de las 5pm…Yo quería estudiar por la tarde pero la
profesora no quiere, dice que no voy a rendir”.
Niño urbano de Ayacucho
Por otro lado, los chicos trabajadores que asisten a la escuela en horarios regulares deben
cumplir los requisitos y condiciones que la educación formal exige a todos sin distinción. En
muchos casos, esto les exige hacer un esfuerzo extra. Muchos de ellos salen muy temprano de
casa a trabajar y luego deben asistir a su centro educativo y enfrentar los mismos niveles de
exigencia que se les hace a los demás estudiantes, que no son trabajadores.
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Adolescente mujer rural de Junín
No se considera las consecuencias futuras de este hecho, pues muchas de ellas probablemente
no podrán retomar su vida escolar y se convertirán en madres desescolarizadas, a pesar de
que las leyes establecen claramente el derecho que tienen las niñas y adolescentes
embarazadas de continuar asistiendo a la escuela. Y es que muchos directores hacen caso
omiso a esta disposición y deciden separarlas.
Esta causa de discriminación fue expuesta por los grupos de adolescentes mujeres, y no
surgieron muchas diferencia entre los diversos departamentos en donde se levantó la
información. Sólo en Lima se hizo referencia a una demanda que había interpuesto una
adolescente a través de la Defensoría Municipal de Niños y Adolescentes para reclamar su
derecho de continuar con sus estudios. Sin embargo, las hostilizaciones que recibió de parte
de la comunidad educativa, la obligaron a abandonarlos en aras de su tranquilidad emocional.
“A los chicos, en cambio, los dejan seguir. Sin problemas. Siguen estudiando nomás”.
Adolescente urbana de Lima
A los adolescentes varones sí se les permite seguir asistiendo al colegio y no ven afectado su
derecho a la educación. Más bien se sienten reforzados en su virilidad y hombría, y el ser
autores del embarazo representa para ellos una hazaña. Esta es una percepción dada por las
adolescentes, la misma que en algunos casos se vio reforzada por los comentarios de sus
pares varones.
Sin embargo, en algunos grupos de adolescentes varones, tanto de zonas rurales como
urbanas, surgieron expresiones de angustia y preocupación frente a la presión que significa el
deber de cumplir el rol proveedor de una familia que no se planificó tener. Mencionaron
también lo difícil que resulta conseguir un trabajo que pueda armonizar con sus
responsabilidades escolares. De todas formas, y aún en el hipotético caso de que el varón
adolescente fuera expulsado de su colegio, siempre cuenta con la posibilidad de asistir sin
problemas a otro centro educativo.
“Mi salón queda en el segundo piso y todos los días subo y bajo con mi silla de ruedas”.
Adolescente mujer rural de Lima
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Para los niños, niñas y adolescentes con algún tipo de discapacidad y que asisten a una
escuela regular, su condición les exige desarrollar una serie de estrategias para adaptarse a un
sistema que no toma en cuenta su limitación. De hecho, los centros educativos realizan pocos
esfuerzos para acabar con barreras arquitectónicas contra las cuales los chicos sí encuentran
fórmulas sencillas y aplicables en el plazo inmediato -como trasladar el aula al primer piso de
tal forma que su compañero pueda acceder a las clases con más facilidad cada día, por
ejemplo-.
“Ya no viene a la escuela pues. Sus bracitos, pues, son así...(gesto), no los puede doblar, no
puede escribir y los profesores lo jalan de año”.
Niña rural de Junín
Los niños y adolescentes reconocen que existen limitaciones para incluir de manera efectiva a
los niños con discapacidad en centros educativos regulares. Sobre todo en zonas rurales,
donde las escuelas especiales son escasas o casi inexistentes. Nuevamente, los métodos
tradicionales de dictado de clases o de hacer evaluaciones reducen la posibilidad que tienen
estos menores de asistir a la escuela, y no precisamente por la discapacidad, sino por las
limitaciones de un sistema escolar que no hace esfuerzos por incluir a todos los niños. Los
propios chicos, en cambio, sí encuentran prácticas sencillas y alternativas que facilitarían la
inclusión.
“La maestra que le hable, que le tome los exámenes orales; su mamá lo puede ayudar,
leyéndole las lecciones. No debería faltar a la escuela”.
Niña rural de Junín
“¿Acaso somos perritos con caracha? Porque cuando un perrito tiene caracha, otro perrito
quiere ser su amigo, pero su dueño lo separa y no quiere que se junte con él porque puede
contagiarlo”.
Niño urbano de Lima
Es en la comunidad donde pueden observarse con mayor claridad y menos restricciones las
modalidades de discriminación. La analogía con los perros callejeros es bastante significativa
e ilustrativa del sentimiento de segregación que tienen muchos niños que son discriminados.
“Negrito, te buscan”.
Niño urbano de Piura
Las expresiones peyorativas abundan en el lenguaje que la gente usa comúnmente. Así, los
sobrenombres o apodos resultan naturales aun si encubren, tras supuestas expresiones de
afecto, una carga agresiva de rechazo social y discriminación sentida.
“Por el barrio todos somos morenitos, ella es la única blancona. Su hija tiene amigas en el
barrio y su mamá le dice: ‘no te juntes con negras’”
Adolescente urbano de Tarapoto.
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Los niños y adolescentes perciben cotidianamente, en el barrio y en la comunidad, evidentes
situaciones de discriminación que se basan en prejuicios raciales y socioeconómicos, y que
condicionan las relaciones entre los vecinos y miembros de dicha comunidad. Esta realidad
afecta también las relaciones de amistad que podrían desarrollarse al interior del grupo. Los
adultos siguen dictando las pautas de acuerdo a las cuales se separan los blancos de los
negros, los que más tienen de los que menos tienen, los provincianos de los capitalinos.
Hasta en los sectores menos favorecidos se buscan las diferencias que permitan separar a
unas familias de otras: los que terminaron de construir la casa, los que todavía no techaron,
los que tienen mas hectáreas de terreno para sembrar, los que tiene menos ganado.
Qué puede hacer un hombre y qué puede hacer una mujer en el campo
“Sí, en Piura algunas mujeres lampean. Mi vecina se quedó viuda, pobrecita, tenía que
trabajar como un hombre, mi prima también. Parecían marimacha1pero ahora, gracias a
Dios, ya tiene esposo, él ahora trabaja la chacra”.
Adolescente mujer rural de Piura
Para los varones, la mujer debe ser quien cocine, limpie, lleve el fiambre a los varones, dé de
comer a los animales y realice labores menores en el campo. Tienen la idea de que las
mujeres tienen menos fuerza física, y aunque muchos comentaron que en sus comunidades
hay mujeres que también “lampean”, esta eventualidad es vista con lástima.
“Cuando hay cosechas y se piden peones, a los varones les pagan doce soles el día y a las
mujeres siete soles. Hacemos lo mismo, pero nos pagan menos.”
Adolescente mujer rural del Cuzco
Llama la atención que sólo las niñas y las adolescentes se quejen de que la jornada laboral
femenina no sea reconocida de modo equitativo con la del varón, puesto que esta situación se
da tanto en las zonas urbanas como en las rurales.
Cuando se trata del trabajo que se realiza en las tierras familiares, los varones son
remunerados por sus padres por la contribución que hacen a la economía familiar. La labor
que desempeñan las niñas y adolescentes, en cambio, no es reconocido como tal, sino apenas
como una ayuda por la cual no merecen retribución económica. A los niños y adolescentes se
les da una propina con el argumento de que los hombres necesitan tener siempre dinero en el
bolsillo.
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Los propios hombres también son víctimas de las nociones estereotipadas acerca de los
comportamientos que son aceptables en los varones. Aunque de manera distinta, ellos
también se ven limitados por normas sociales que les proscriben y/o imponen determinadas
conductas.
“El hombre se lo guarda por dentro, por el mismo hecho de ser hombre. Cuando lo ven así
tiene que aguantar”.
Adolescente varón de Lima
Los hombres se presionan mutuamente para reunirse a tomar alcohol juntos, para crear un
espacio social donde los comportamientos normalmente proscritos para ellos (llorar, expresar
dolor y ansiedad) sean aceptados, de modo que ellos puedan sentirse aliviados y sin culpa por
expresar dichos sentimientos.
“Las mujeres lloran y vienen sus amigas y las consuelan, con palabras de mujeres”.
Adolescente urbano de San Martín
En cambio, sí se acepta que las niñas y adolescentes cuenten con relaciones más cercanas y
afectivas.
“Entre hombres, cuando estás llorando puede venir una chica y consolarte. Difícil que venga
un amigo. Y si viene te dice: ‘Oye, eres hombre o no eres hombre, no debes llorar’. Te
hablan fuerte y firme, no te consuelan.”
Adolescente urbano de Lima
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“Los hombres no lloran” sigue siendo la convención social predominante. Y los chicos del
grupo siempre estarán ahí para recordárselo mutuamente.
Tanto las como los adolescentes tienen interiorizada la norma social que establece cuándo,
dónde y con quién pueden expresar sus emociones y sentimientos. Como resultado de la
construcción social de género, toda expresión emocional es considerada un síntoma de
debilidad.
En “Cristo nos Valga”, comunidad rural de Piura, los niños aseguraban con aparente orgullo
que en el pueblo no había ningún homosexual y que no aceptarían la presencia de ninguno
que quisiera llegar a instalarse ahí.
En Anta, Cuzco, aceptaron que vivía una pareja de homosexuales varones y que antes se
había instalado allí una pareja de lesbianas, quienes fueron expulsadas de la comunidad
porque “eso sí que no lo iban a aceptar”. Los chicos de Tarapoto señalaron a sus vecinos de
Tabalosos como una comunidad de gays, y contaron que, según las creencias que habían sido
difundidas en la zona, el agua de los ríos que pasaban por dicha localidad convertía a los
hombres en homosexuales. En Tarapoto, entonces, no era bien visto que un adolescente dijera
que tenía amigos de Tabalosos.
En Lima se mencionó a las discotecas de la zona rosa del distrito de Comas como punto de
encuentro de homosexuales, heterosexuales y travestis. Estos espacios son frecuentados por
los chicos que llegan hasta allá empujados por una gran curiosidad.
“En las discotecas del Boulevard (Comas) se están besando los hombres…van puros
homosexuales, son de ambiente, son las más peligrosas”.
Adolescente urbano de Lima
En las ciudades de todos los departamentos donde se levantó información para el presente
estudio se mencionó la condición de homosexual como una razón de segregación social, se
dijo que era un estigma difícil de llevar, pues casi nadie aceptaba a los homosexuales, e
incluso quien sí lo hacía era señalado y censurado socialmente.
Medios de Comunicación
Los medios de comunicación, al ser agentes de socialización, cumplen un rol muy importante
en relación a la discriminación social, especialmente la televisión, que captura la atención de
niños, niñas y adolescentes. Aunque los chicos pueden reconocer las situaciones explícitas de
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discriminación que se mostradas en la pantalla, los mensajes subliminales que difunden
prejuicios y estereotipos discriminatorios van incorporándose a su inconsciente, instalándose
en ellos y conformando la base de sus relaciones interpersonales.
“En mi salón hay un niño de color negro, le decimos choca, choca (risas), por el comercial
de la tele pues… el de galletas de chocolate”.
Niño rural del Cuzco
“En el verano, cuando vas a la playa por la Panamericana Sur, sólo se ven senos y nalgas de
mujeres anunciando cervezas y autos. Nunca las ponen detrás de un escritorio como jefas de
alguien. Eso es discriminación”.
Adolescente urbano de Lima
Para los chicos de la zona urbana de Lima una clara muestra de discriminación hacia la mujer
es el uso que los medios de comunicación y la publicidad en general hacen de la imagen
femenina. Mencionaron como ejemplo los carteles que “adornan” la Panamericana Sur, que
al usar senos y nalgas como estrategia de venta, difunden una concepción utilitaria de la
mujer, totalmente opuesta a su verdadera imagen y realidad.
“Siempre ponen a la mujer en bikini, no la ponen en una oficina haciendo algo, no las ponen
como ejemplo”.
Adolescente mujer urbana de Piura
La idea de que la mujer es vista como un objeto sexual y no como una persona con diversas
capacidades y posibilidades también surgió como tema de reflexión al interior de los grupos
focales. Los medios enseñan y difunden formas de discriminación, los medios refuerzan los
estereotipos desvalorizantes.
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3. PROTESTA CON PROPUESTA: RECOMENDACIONES DE LOS NIÑOS, NIÑAS
Y ADOLESCENTES
Una de las propuestas iniciales de los niños, niñas y adolescentes que participaron en los
grupos focales que se llevaron a cabo a efectos del presente estudio es que su opinión sea
considerada, que sea tomada en cuenta para el diseño de las acciones que sería posible
implementar para favorecer el respecto al derecho de no ser discriminado. En principio los
chicos se preguntan por qué este derecho no es tan conocido, y proponen, por consiguiente,
una mayor difusión del mismo.
Por otro lado, consideran importante que se trabaje con ellos, pues opinan que los adultos ya
están formados y, por lo tanto, es más difícil que cambien sus actitudes discriminatorias.
Otros, menos escépticos, piensan que, aunque difícil, también es necesario trabajar con los
adultos: padres, maestros y autoridades políticas. La escuela es señalada como el principal
espacio en el cual habría que intervenir. Consideran que es ahí donde se refuerzan y
fortalecen paradigmas discriminatorios, incluso contradiciendo el cotidiano discurso
promotor de la igualdad entre todos.
Los niños y niñas de entre 8 y 11 años tienen mayor flexibilidad y capacidad para proponer
cambios concretos respecto a situaciones y conductas discriminatorias. En los adolescentes,
en cambio, se observa ya cierta resistencia e incredulidad frente a la idea que las cosas
pueden cambiar. Lo mismo sucede respecto al concepto de igualdad: los niños,
aparentemente, están menos influenciados por los estereotipos y los prejuicios
discriminatorios. La escuela puede, por ejemplo, excluir a un niño con discapacidad de sus
aulas, pero los chicos salen a jugar con él fuera de la escuela.
Lo interesante de las propuestas hechas por los niños es que están orientadas hacia aspectos
cotidianos, pero no por ello menos importantes. Además, se relacionan estrechamente con la
falta de consideración de los mismos en las políticas sociales, económicas y educativas.
Mencionan, por ejemplo, la posibilidad de que las escuelas rurales den facilidades para que
los niños de las alturas accedan a una educación de calidad. Reclaman también una mayor
difusión del artículo referido al derecho que tienen las niñas y adolescentes embarazadas a no
ser excluidas del sistema formal de educación. Proponen, así mismo, que dentro de la familia
se evite el trato discriminatorio entre los hijos y las hijas. Las siguientes recomendaciones
fueron mencionadas explícitamente durante los grupos focales:
A todos
• Respetar el derecho de los niños, niñas y adolescentes a no ser discriminados.
• Dar especial atención a los niños de diferentes grupos étnicos, con discapacidad y a
los de zonas rurales.
A los padres
• No discriminar entre hijos varones e hijas mujeres. Ambos tienen los mismos
derechos y deben tener las mismas oportunidades.
• Distribuir las tareas del hogar por igual entre hijas e hijos.
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• No negar a las hijas la posibilidad de realizar tareas tradicionalmente permitidas sólo
a los hijos varones.
• Enseñar a los hijos varones a expresar sus sentimientos y emociones.
A los maestros
• Considerar y respetar las habilidades y diferencias que existen entre los niños, niñas
y adolescentes.
• No negar a ningún niño su derecho a ser educado. Por ejemplo, a las niñas
embarazadas, los niños con discapacidad, los pequeños trabajadores y los chicos de
la calle.
• Tomar en cuenta las características étnicas y culturales de los grupos nativos a la
hora de preparar las clases.
• No otorgar privilegios a algunos niños que tienen mejor nota, son varones, están
mejor vestidos o que no tienen ninguna discapacidad física.
• Llamar a los niños y niñas por sus nombres, no por apelativos tales como “negrito”,
“cojito”, “chatito”.
Al Estado
• Que los niños de todo el país sepan que les asiste el derecho a no ser discriminados.
• Hacer cumplir todas las leyes que protegen a los niños, niñas y adolescentes sin
excluir a ningún niño.
• Capacitar a los profesores sobre cómo hacer respetar el derecho que tiene cada
alumno a no ser discriminado.
• Dar especial atención a los grupos de niños y niñas que son más discriminados.
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4. CONCLUSIONES GENERALES
El trabajo por la eliminación de todas las formas de discriminación y exclusión contra los
niños no se relaciona únicamente con las minorías o con las culturas diferentes a la
dominante. Es importante reconocer y explicitar en nuestro trabajo las formas sutiles de
discriminación que se practican en la vida cotidiana.
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