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La amenaza que representa la Covid-19 para la salud pública condujo a muchos países
a implementar medidas estrictas de confinamiento, restricciones de movilidad y a suspender
temporalmente aquellas actividades consideradas no prioritarias, con el propósito de limitar
y disminuir la transmisión del virus entre la población. No obstante, las experiencias con la
pandemia a nivel internacional no se redujeron únicamente a la gestión y contención, en sí
misma complicada, de la cadena de contagios. La estructura productiva de cada país, la
magnitud de las desigualdades socioeconómicas, el grado de apertura e interconexión de las
economías con el resto del mundo, el grado relativo de pobreza dentro de cada nación, el
estado de los sistemas financieros, la penetración de la digitalización y las tecnologías de la
información en los distintos sectores económicos, la calidad de las instituciones, la relación
entre el Estado y la ciudadanía, además de la relevancia de los flujos migratorios y la
capacidad de atención de los sistemas de salud a lo interno de cada país, entre otros, son
algunos factores que determinan resultados distintos en cuanto a la gestión de la pandemia.
Además de la variedad de políticas que diferentes países han aplicado para contener
los contagios, el desarrollo en tiempo récord de vacunas contra la Covid-19 (en comparación
al tiempo que ha requerido la creación de vacunas para combatir otras enfermedades) resulta
favorable en dos sentidos: en primer lugar, a medida que avance el porcentaje de la población
vacunada disminuyen los riesgos de que surjan cuadros graves de la enfermedad, tanto en los
grupos más jóvenes como entre los segmentos más vulnerables de la población, lo cual a su
vez evita sobrecargar la capacidad de atención de los sistemas de salud; en segundo lugar, la
inmunización de la población permite relajar medidas como los confinamientos y a su vez
retomar las actividades de los sectores de la economía calificados como no esenciales en
períodos donde el registro de contagios alcanza niveles elevados, lo cual supone una
disminución del costo de oportunidad que conllevan las restricciones para el conjunto de las
economías. Cabe acotar, sin embargo, que la producción y distribución de vacunas enfrenta
otro tipo de limitaciones y sesgos que dificultan el acceso efectivo y la distribución equitativa
de la variedad de vacunas existentes. Aun cuando la iniciativa de programas como COVAX
permita garantizar la cobertura de vacunas hacia países más vulnerables, debe considerarse
que la desigualdad en la provisión relativa de las mismas aumenta la incertidumbre sobre el
control efectivo de la pandemia y su preciso final.
El mismo reporte del FMI presenta un panorama más favorable para 2021 (5,9%) y
2022 (4,9%) sobre el crecimiento del producto global. Tanto en el caso de las economías
avanzadas como de las economías en desarrollo y mercados emergentes, después de un año
en el que casi todos los países en el mundo enfrentaron el declive de su actividad económica,
las proyecciones sugieren tasas de crecimiento positivas en general. De cualquier forma,
Yeyati y Filippini (2021) indican que la pandemia tendrá efectos a largo plazo sobre el
producto potencial de muchas economías. Las pérdidas irrecuperables de capacidad
productiva pueden empeorar otras consecuencias de la pandemia señaladas por Blake y
Wadhwa (2020): se estima que el número de personas en condiciones de pobreza extrema
aumente entre 88 y 115 millones de personas, la mayoría enfrentará dificultades para ingresar
al sector formal de la economía, entre ellas las familias que enfrentaron costos para el cuidado
de su salud, los hogares que dejaron de percibir remesas durante los confinamientos, una gran
proporción de mujeres que perdió sus empleos debido a la mayor vulnerabilidad que
caracteriza a determinadas actividades productivas y absorbe una mayor cantidad de mano
de obra femenina, los jóvenes que se vieron obligados a interrumpir su educación por el cierre
de centros educativos y la imposibilidad de continuar a través de plataformas digitales o por
la carencia de dispositivos informáticos. Por supuesto, la condición necesaria para que cada
país enfrente estos desafíos exige el control de los contagios dentro de sus propias fronteras
y avanzar con el proceso de vacunación.
Sobre los principales indicadores del mercado laboral, debe señalarse que la tasa de
desocupación no expresa el hecho de que una gran cantidad de personas se han retirado de la
población económicamente activa, además, la tasa de ocupación hace otra omisión con
respecto al número de personas que trabajan: en promedio, se produjo una pérdida de 8,8%
en la cantidad de horas trabajadas a nivel mundial, mientras en América Latina la reducción
se estimó en 16,2%.