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– COVID-19 –

El 11 de febrero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó


como Covid-19 (acrónimo para: coronavirus disease 2019) a la enfermedad generada por el
nuevo coronavirus conocido como SARS-CoV-2 (las siglas SARS, en inglés, se traducen
como “síndrome respiratorio agudo severo”), causante de numerosos casos de neumonía
detectados en la localidad de Wuhan a finales de 2019 en China. La propagación acelerada
del virus facilitó que su transmisión llegara rápidamente a otros países, a tal punto que sólo
un mes después, el 11 de marzo de 2020, la OMS declaró a la Covid-19 como pandemia.

La amenaza que representa la Covid-19 para la salud pública condujo a muchos países
a implementar medidas estrictas de confinamiento, restricciones de movilidad y a suspender
temporalmente aquellas actividades consideradas no prioritarias, con el propósito de limitar
y disminuir la transmisión del virus entre la población. No obstante, las experiencias con la
pandemia a nivel internacional no se redujeron únicamente a la gestión y contención, en sí
misma complicada, de la cadena de contagios. La estructura productiva de cada país, la
magnitud de las desigualdades socioeconómicas, el grado de apertura e interconexión de las
economías con el resto del mundo, el grado relativo de pobreza dentro de cada nación, el
estado de los sistemas financieros, la penetración de la digitalización y las tecnologías de la
información en los distintos sectores económicos, la calidad de las instituciones, la relación
entre el Estado y la ciudadanía, además de la relevancia de los flujos migratorios y la
capacidad de atención de los sistemas de salud a lo interno de cada país, entre otros, son
algunos factores que determinan resultados distintos en cuanto a la gestión de la pandemia.

Además de la variedad de políticas que diferentes países han aplicado para contener
los contagios, el desarrollo en tiempo récord de vacunas contra la Covid-19 (en comparación
al tiempo que ha requerido la creación de vacunas para combatir otras enfermedades) resulta
favorable en dos sentidos: en primer lugar, a medida que avance el porcentaje de la población
vacunada disminuyen los riesgos de que surjan cuadros graves de la enfermedad, tanto en los
grupos más jóvenes como entre los segmentos más vulnerables de la población, lo cual a su
vez evita sobrecargar la capacidad de atención de los sistemas de salud; en segundo lugar, la
inmunización de la población permite relajar medidas como los confinamientos y a su vez
retomar las actividades de los sectores de la economía calificados como no esenciales en
períodos donde el registro de contagios alcanza niveles elevados, lo cual supone una
disminución del costo de oportunidad que conllevan las restricciones para el conjunto de las
economías. Cabe acotar, sin embargo, que la producción y distribución de vacunas enfrenta
otro tipo de limitaciones y sesgos que dificultan el acceso efectivo y la distribución equitativa
de la variedad de vacunas existentes. Aun cuando la iniciativa de programas como COVAX
permita garantizar la cobertura de vacunas hacia países más vulnerables, debe considerarse
que la desigualdad en la provisión relativa de las mismas aumenta la incertidumbre sobre el
control efectivo de la pandemia y su preciso final.

En medio de la complejidad añadida que ha generado la Covid-19, el efecto de los


confinamientos y la suspensión de actividades sobre los distintos sectores económicos y
sobre los hogares son elementos que, analizados a profundidad, proveen información útil con
la cual sustentar el diseño de políticas públicas y promover acciones futuras sobre aspectos
relativos a la salud y a la economía.

– Impacto del Covid-19 en el mundo, medidas – (Brookings y resumen anual 2020)

Individualmente, las diferencias observadas en cuanto a la gravedad del impacto y la


capacidad de recuperación de cada economía dependen de factores como: el espacio fiscal
(entendida como la facilidad que tiene el gobierno para flexibilizar sus niveles de gasto), la
capacidad del Estado (una medida de eficiencia en relación al logro de objetivos políticos) y
la proporción de la informalidad en el mercado de trabajo. Yeyati y Filippini (2021) señalan
evidencia significativa que respalda la importancia del espacio fiscal y la informalidad como
elementos que pueden mitigar o amplificar la intensidad del impacto causado por la Covid-
19, la capacidad del Estado, por otra parte, aunque cuenta con menos evidencia empírica
también se correlaciona con el desempeño de la economía.

Concretamente, los efectos derivados de la crisis sanitaria y económica que provocó


la pandemia alcanzan dimensiones equiparables, e incluso mayores, a la de recesiones
pasadas. En su publicación Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, siglas en inglés) de
octubre de 2021, el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicó que la economía mundial
se contrajo en -3,1% en 2020. Dentro del grupo de economías avanzadas, España (-10,8%),
Reino Unido (-9,8%) e Italia (-8,9%) registran las mayores caídas de actividad económica,
mientras Estados Unidos (-3,4%), Japón y Alemania (-4,6% en ambas) experimentaron
contracciones de magnitud inferior. Por el lado de las economías en desarrollo y los mercados
emergentes, las economías más afectadas fueron México (-8,3%), India (-7,3%) y Sudáfrica
(-6,4%), lo cual contrasta con las caídas inferiores de Rusia (-3%) y Nigeria (-1,8%), e
indudablemente, con el desempeño de la economía China, la cual finalizó 2020 con un
crecimiento de 2,3%.

El mismo reporte del FMI presenta un panorama más favorable para 2021 (5,9%) y
2022 (4,9%) sobre el crecimiento del producto global. Tanto en el caso de las economías
avanzadas como de las economías en desarrollo y mercados emergentes, después de un año
en el que casi todos los países en el mundo enfrentaron el declive de su actividad económica,
las proyecciones sugieren tasas de crecimiento positivas en general. De cualquier forma,
Yeyati y Filippini (2021) indican que la pandemia tendrá efectos a largo plazo sobre el
producto potencial de muchas economías. Las pérdidas irrecuperables de capacidad
productiva pueden empeorar otras consecuencias de la pandemia señaladas por Blake y
Wadhwa (2020): se estima que el número de personas en condiciones de pobreza extrema
aumente entre 88 y 115 millones de personas, la mayoría enfrentará dificultades para ingresar
al sector formal de la economía, entre ellas las familias que enfrentaron costos para el cuidado
de su salud, los hogares que dejaron de percibir remesas durante los confinamientos, una gran
proporción de mujeres que perdió sus empleos debido a la mayor vulnerabilidad que
caracteriza a determinadas actividades productivas y absorbe una mayor cantidad de mano
de obra femenina, los jóvenes que se vieron obligados a interrumpir su educación por el cierre
de centros educativos y la imposibilidad de continuar a través de plataformas digitales o por
la carencia de dispositivos informáticos. Por supuesto, la condición necesaria para que cada
país enfrente estos desafíos exige el control de los contagios dentro de sus propias fronteras
y avanzar con el proceso de vacunación.

- Covid-19 en Latinoamérica (CEPAL Dinámica Laboral)

Es importante enfatizar la desigualdad que se observa tanto en la adquisición de


vacunas como en la capacidad de respuesta de los gobiernos para utilizar políticas fiscales
expansivas que brinden apoyo a los hogares y a las empresas, lo cual es fundamental para
impulsar la recuperación de la economía y explica en cierta medida la variabilidad de las
proyecciones entre países. En relación a las economías avanzadas, las medidas de gasto y
diferimiento de impuestos fueron equivalentes al 12,7% del PIB, en promedio, cifra que
desciende al 4% del PIB en las economías emergentes. En lo que respecta al avance de la
vacunación: para el 22 de agosto de 2021, el porcentaje promedio de la población que había
logrado vacunarse contra la Covid-19 llegaba al 24,5% a nivel mundial, en la Unión Europea
el porcentaje era del 55,6%, en Estados Unidos y Canadá el 53%, por su parte, en América
Latina y el Caribe el porcentaje llegaba a 24,8%.

La situación a lo interno de América Latina y el Caribe refleja más heterogeneidad.


A nivel agregado, la Cepal estima que el nivel del PIB de América Latina para el primer
trimestre de 2021 sólo ha recuperado el 41% de las pérdidas económicas que se generaron en
2020. La recuperación desde el segundo trimestre de 2020, cuando la actividad económica
se redujo un -15,35% interanual, se ha caracterizado por una disminución de las tasas de
variación negativas en el tercer y el cuarto trimestre de 2020, sin que todavía en el primer
trimestre de 2021 la tasa de variación del PIB en América Latina registre variaciones
positivas. En términos interanuales, las variaciones del PIB en el primer trimestre de 2021
describen la falta de uniformidad del proceso de recuperación: por un lado, se encuentran
países con tasas de variación negativas como Panamá (inferior al -10), Ecuador, México,
Uruguay y Costa Rica (con caídas que oscilan entre -6% y -1%); en el otro extremo, con
variaciones porcentuales cercanas a 0% e inferiores al 2%, están Chile, Paraguay, Colombia,
Brasil y Honduras; en un tercer grupo, con tasas de variación igualmente positivas, se
encuentra Guatemala, Perú, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana y Argentina (con
tasas por encima del 2% y por debajo del 5%).

Las medidas de cierre y confinamiento fueron determinantes en la caída de la


actividad económica que reflejan las cifras trimestrales del PIB, a su vez, en la contracción y
en la restauración de la producción incidió la combinación simultánea de un choque de oferta
(interrupción de la cadena de comercialización y producción entre proveedores, empresas,
consumidores y el resto del mundo) y un choque de demanda (disminución del consumo final
de los hogares, del consumo público y de la inversión, aunque la inversión registró
variaciones porcentuales positivas desde el cuarto trimestre de 2020, quedando rezagado el
consumo al primer trimestre de 2021). No obstante, el comportamiento a nivel de sectores
indica que el agropecuario y los servicios básicos no experimentaron un declive pronunciado
y de hecho consiguieron tasas de crecimiento positivas al primer trimestre de 2021. Otros
sectores, si bien han conseguido una recuperación paulatina tras el tercer y el cuarto trimestre
de 2020, en el segundo trimestre de 2020 enfrentaron una caída pronunciada de su actividad
económica, con disminuciones inferiores al -20% en el caso de los sectores construcción,
comercio y la industria manufacturera, el cual fue otro de los sectores que logró una
recuperación acelerada para el primer trimestre de 2021.

El descenso agregado y sectorial de las actividades productivas tuvo consecuencias


inmediatas sobre el mercado de trabajo. Al comparar la variación interanual entre el primer
trimestre de 2021 y el primer trimestre de 2020, la tasa de participación laboral era inferior
por -2,6 puntos porcentuales y el descenso en la tasa de ocupación alcanzó -3,2 puntos
porcentuales. Ambas variaciones indican que aún faltan personas por regresar al mercado
laboral, tal y como refleja el incremento de la tasa de desocupación en 1,7 puntos
porcentuales entre el primer trimestre de 2021 y el primer trimestre de 2020.

Sobre los principales indicadores del mercado laboral, debe señalarse que la tasa de
desocupación no expresa el hecho de que una gran cantidad de personas se han retirado de la
población económicamente activa, además, la tasa de ocupación hace otra omisión con
respecto al número de personas que trabajan: en promedio, se produjo una pérdida de 8,8%
en la cantidad de horas trabajadas a nivel mundial, mientras en América Latina la reducción
se estimó en 16,2%.

En función de la velocidad a la que consigan recuperarse los sectores económicos


puede esperarse que la generación de empleos también aumente y los indicadores reflejen
una estabilización de las condiciones del mercado laboral, pero hay que tomar en cuenta que
la pandemia ha perjudicado fuertemente a las mujeres, al sector informal, a los trabajadores
domésticos y a los trabajadores con baja formación educativa. La situación del sector
informal del mercado de trabajo y los cambios de ocupación que experimentaron muchas
personas deben considerarse para establecer previsiones sobre el desempeño económico
futuro de la región.

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