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idioma
Conocer lo que sucede en el cerebro cuando aprendemos un segundo idioma es una tarea
fascinante en la que los neurocientíficos llevan años sumergidos. Uno de los primeros aspectos
que observaron sobre este fenómeno fue que los niños que aprenden una segunda lengua
incorporan ambos idiomas en la misma región, mientras que los adultos tenemos que
emplear otra zona adyacente para la nueva tarea. Y las pruebas apuntan a que conocer un
segundo idioma - al formar parte de la reserva cognitivia - retrasa los síntomas de
enfermedades degenerativas como el Alzhéimer.
Una parte interesante de este trabajo es que apunta a que podría haber diferencias
morfológicas entre aquellos que aprenden un idioma como esponjas y los que lo tienen que
dejar por imposible. En trabajos anteriores, como cuentan en The Guardian, se ha visto cómo
los japoneses, por ejemplo, tienen una dificultad extrema a la hora de distinguir
fonemas como la L y la R, puesto que deben reconfigurar sus conexiones neuronales.
Conociendo estas dificultades, se han podido diseñar programas que exageran mucho las
diferencias en los sonidos y ayudan a superar esta dificultad a los estudiantes.
Otros trabajos, como el de Kara Morgan-Short, han servido para comprobar que los adultos
también pueden aprender un idioma por inmersión, como sucede con los niños, y para acabar
con otros lugares comunes o equívocos sobre el aprendizaje de idiomas. Mediante
este tipo de estudios, aseguran los autores, se pueden conocer mejor los cambios cerebrales que
produce una segunda lengua y diseñar estrategias para hacerlo más fácil.