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Heráclito clase 2

Heráclito: el logos
Palabras claves: fuego, medida, cambio, devenir, dike, logos, guerra, arje.
El fragmento 30 concluye diciendo que el fuego, que es el mundo, se
enciende y se apaga "según medida" ( ). Esta expresión indica que el
cambio de que se trata está sometido a un cierto ritmo alterno -como, por
ejemplo, el ritmo cíclico de las estaciones, o el del nacimiento y la muerte.
Aquí se encuentra, junto a la del fuego, la otra idea fundamental de
Heráclito -quizá-, de seguir a ciertos intérpretes, su tema capital.
En efecto, tanto como el cambio le preocupa a Heráclito la "medida" de
ese cambio, la regla o norma a que ese devenir está sujeto. El cambio no es
cambio puro, por así decirlo, sin orden ni concierto -lo cual sería por lo
demás impensable-, sino un cambio que sigue ciertas pautas. Con lo cual
aparece por primera vez -si no con entera claridad, al menos prefigurado-
el concepto de lo que luego se llamará ley científica, y que Heráclito
denomina Dike (Justicia) y logos. Esa "ley" o norma la piensa Heráclito
como ritmo u oscilación entre opuestos; y en otro de sus célebres
fragmentos se lee que "la guerra de todas las cosas es padre, de todas las
cosas es rey" (fra. 53). "Guerra", póleuros () no es sino un nuevo nombre
para el cambio. Heráclito la llama "padre" y "rey" vale decir, la considera
aquello que genera, aquello de donde las cosas se originan, y a la vez lo
que manda, gobierna o domina sobre ellas. Éstos son, precisamente, los
dos sentidos principales de la palabra, arje, que suele traducirse por
"fundamento" o "principio" (cf. supra, Cap. I, § 4), porque el fundamento
de todos los entes se lo piensa como aquel algo primordial de que todos
provienen, del que dependen y por el que están dominados, pues les
impone su ley.
El término "guerra" pone de relieve en la noción de cambio un matiz que
no es difícil comprender: la guerra supone siempre enemigos, contrarios, y
según ya sabemos (cf. § 1) el cambio implica el par de opuestos ser y noser,
como si fuesen contendientes o contrincantes. En efecto, Heráclito
concibió lo absoluto como proceso dialéctico, según observaba Hegel:
"dialéctico", porque en ese proceso se realiza la unidad de los opuestos, la
coincidentia oppositorum [coincidencia de los opuestos], según se dirá
mucho después. Porque toda cosa, en su incesante cambio, reúne en sí
determinaciones opuestas, es y no es, es hecha y deshecha, destruida y
rehecha. Es preciso saber que la guerra es común [a todas las cosas], y
Que] la justicia [es] discordia, y que todas las cosas ocurren según discordia
y necesidad. Que la guerra es "común" a todas las cosas, significa una vez
más que constituye el principio universal que todo lo domina, pues "todas
las cosas ocurren o se generan según la discordia"; y ello acontece
inexorablemente ("según necesidad").
La unidad de los contrarios la insinúa la frase de acuerdo con la cual "la
justicia es discordia", que a la vez insiste en que la "le," (la justicia) es la
lucha. De la identidad de los contrarios aduce Heráclito numerosos
ejemplos, entre ellos los siguientes, que no requieren mayor comentario:
“El mar es el agua más pura y la más sucia, para los peces potable y
saludable, para los hombres impotable y deletérea” “los cerdos gozan del
fango más que del agua pura”.
Estos pasajes, y otros similares, enseñan que los opuestos, sin dejar de
serlo, no son nada separado de modo absoluto, sino más bien momentos
alternos y complementarios de un solo dinamismo -de una unidad superior
que los engloba y domina, a saber, la guerra. En comprenderlo reside la
sabiduría:
Uno es lo sabio:” llegar al saber de qué todas las cosas están gobernadas
por todas”.
En efecto: Las cosas, consideradas juntamente, son un todo y no son un
toco,
convergentes y divergentes, acordes y discordes; de todas las cosas resulta
uno y de uno todas las cosas.
La "guerra" no significa entonces -se lo ve ahora con más claridad
desorden, sino, por el contrario, una armonía: la que de una pluralidad de
cosas y acontecimientos discordantes hace el cosmos único, bello y
ordenado, y que no es sino el mundo mismo como armonía que
incesantemente se construye a sí mismo- "es sabio convenir en que todo es
uno" (fra. 50). Dijimos más arriba que a esta especie de ley que todo lo
domina le da Heráclito, entre otros nombres, el de logos, Es éste un
término fundamental, muy rico en significados, que los diccionarios suelen
reducir a tres principales: a) palabra, dicho, discurso; b) relación,
proporción; y c) razón, inteligencia, concepto. Y de todo ello hay
resonancias en Heráclito: el logos dice (a) cuál es la relación entre las cosas
(b), su comportamiento, que expresa un cierto orden inteligible (c)
inmanente al mundo. Pero el sentido primero, primordial, de “logos”,
parece ser más bien el de "reunión".
El logos, en efecto, la unidad de los contrarios, reúne todas las cosas,
puesto que las armoniza y de la multiplicidad inagotable de ellas constituye
o forma el mundo único. Y si se quiere ir más a fondo, podrá decirse que en
definitiva aquello en que están propiamente reunidos los entes, en lo que
todos coinciden o acuerdan, es en que son: lo que reúne es el ser, y ;
nombra entonces el ser de los entes. El logos, pues, entendido como el ser
en tanto dador de unidad, es el fundamento de todo, que todo traspasa y
domina.
Actividad:

1) ¿A qué llama Heráclito “cambio”?


2) ¿A qué se refiere el autor cuando dice “la unidad de los contrarios”?
3) Siguiendo las lecturas de las clases de Heráclito. ¿En qué reside la
sabiduría para Heráclito?

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