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Profesorado Educación tecnológica 27/09/2021

4to año

MEDIDAS PARA SALIR DE LA CRISIS ECONÓMICA ACTUAL DE


ARGENTINA, DESDE EL SECTOR EXTERNO.

El Gobierno anunció que está preparando un conjunto de 60 medidas para la pospandemia


con el objetivo de reactivar la economía. Muchas especulaciones se hacen al respecto
aunque poco seguro se sabe todavía. La pregunta atinente entonces es: ¿qué medidas hay
que tomar en la economía argentina para salir del pozo depresivo en el cual la pandemia
hunde al país? Para responder a esta pregunta es necesario retrotraernos a la situación
anterior. Lo primero que surge claro cuando se examinan los críticos años recientes de la
economía argentina es que la misma sufrió los desbalances caóticos que hemos padecido
entre 2018 y 2019, sobre todo porque se desatendió el equilibrio externo. Se subestimó la
importancia de las cifras de balanza comercial y de cuenta corriente del sector externo,
intentando focalizarse por entero en las cifras fiscales como si las mismas fueran un arma
todopoderosa para alcanzar el crecimiento con estabilidad.
El superávit fiscal no se alcanzó, pero las cifras fiscales por sí solas jamás podrían explicar
la magnitud de las convulsiones sufridas. Lo que sí explica la magnitud de la crisis fue el
desbalanceado sector externo, con abultados déficit superando el 5% del PBI sin que
ninguna autoridad exhibiera la más mínima preocupación y -lo que es peor- ni el más
mínimo interés. Cuesta entender esta subestimación en la que se suele caer y el
sobredimensionamiento relativo de la cuestión fiscal como única variable explicativa de lo
que puede pasar en la Argentina con el dólar y los precios.
Padecemos desde hace ya décadas ese gran defecto en el análisis económico y nada indica
que estemos cerca de dejar de sufrirlo. Por suerte, en los últimos trimestres el sector externo
argentino mostró mejores guarismos, con evidentes señales de normalización a raíz de la
cruenta devaluación del peso y de la disminución en el nivel de actividad que produjeron
una caída muy apreciable en las importaciones. Ahora, ya en la segunda mitad de 2020 es
muy probable que el sector externo acentúe su tendencia superavitaria reciente como
consecuencia del efecto contractivo adicional sobre las importaciones que la pandemia
produce. Pero sería erróneo suponer que la mejora de sector externo vendrá solo por ese
punto. Ocurre que hasta hace unos meses la Argentina aún pagaba una buena parte de los
vencimientos de capital e intereses de su deuda externa. Ahora, con el acuerdo, pasará un
buen tiempo hasta que haya desembolsos de alguna relevancia por esta cuestión. En lo que
resta de 2020 no habrá que pagar nada y en 2021 una meramente simbólica cifra de entre
u$s75 y u$s115 millones. O sea, casi nada. Y si bien los vencimientos en 2022 ya son
mayores, los mismos no pasarían de los u$s1.200 millones en todo el año. Así dadas las
cosas, con el equilibrio externo prácticamente garantizado, el país cuenta con una de esas
pocas oportunidades que muy de vez en vez se le dan de poder subsidiar la oferta de
algunos sectores que se consideren clave o incentivar la demanda agregada de la economía
que se encuentra “planchada” a raíz de la recesión de los últimos años y de la pandemia. Es
cierto que el crecimiento sostenible de mediano y largo plazo no viene -en el caso de la
economía argentina- por ese lado. O sea, no es con subsidios estatales a la oferta local o a la
demanda interna como se logrará una salida definitiva de la triste realidad económica que
se vive desde hace mucho, sino a través de vigorosas exportaciones de manufacturas
-agropecuarias o industriales- y de la venta de servicios al exterior. Pero lo cierto es que
tras la pandemia ningún país va a resultar terreno fértil para aumentar de manera vigorosa
la colocación de nuestros productos, por lo que no cabe más remedio, en el corto plazo, que
mirar fronteras adentro, factor que se encuentra facilitado, por el superávit externo que hoy
se posee. Hay una cuestión adicional por la cual hoy resulta necesario basar el inicio de un
ciclo de recuperación económica en el consumo. Y es que el consumo es de todas las
variables que componen el PBI, lo que más rápido y en forma más potente ayuda en un
inicio a crecer y salir de una crisis contractiva.
Es cierto que es un arma peligrosa, dado que si se incentiva incesantemente el consumo
ocurre lo que siempre le ocurrió a la economía argentina: se pierde el equilibrio externo, se
depende de manera gravitante del ingreso de capitales, y como en países inestables como la
Argentina el ingreso de capitales es mayoritariamente “golondrina”, siempre se termina
sufriendo crisis devaluatorias una tras otra. Es por eso que normalmente es desaconsejable
estimular en exceso y por tiempos prolongados el consumo: porque solo sirve como
estación intermedia para ir de una crisis a otra. Pero lo cierto es que tras la caída abismal
que la economía sufre como resultado de la pandemia, y con los mercados externos
debilitados como demandantes de productos (y mucho más de nuevos mercados como el
nuestro puede resultar para gran cantidad de productos) lo más aconsejable es incentivar el
consumo interno como motor expansivo. Para eso es -entre muchas otras cosas- que sirve el
contar con superávit cuantioso de sector externo.
Ahora bien, en este punto alguien podría decirnos que resulta irrelevante contar con
superávit de sector externo a los fines de poder reactivar dado que el Banco Central cuenta
con un muy bajo nivel de reservas de libre disponibilidad por lo que cualquier ligero déficit
en las cuentas públicas implicaría fuga de reservas. Sin embargo, ello solo es cierto en
regímenes sin control de cambio, con tipo de cambio fijo o en el contexto de una flotación
sucia. Con control de cambios no es así. Cuando exportadores e importadores están
obligados a operar con el Banco Central y a los precios para las divisas que el Banco
Central indica el superávit comercial siempre termina siendo comprado por el Banco
Central por más déficit fiscal que haya. Con control de cambios el resultado de la balanza
comercial -y en determinadas condiciones el de toda la cuenta corriente de sector externo-
se nacionaliza. Es por eso que los controles de cambio solo tienen sentido en contextos de
superávit externo. De otra manera lo que se estaría nacionalizando sería un déficit externo
con la consiguiente pérdida acumulativa e imparable de reservas.

Sin embargo, es cierto que hoy el nivel de reservas de libre disponibilidad es bajo. Asombra
el hecho de observar como excelentes meses exportadores como lo suelen ser los del
cuatrimestre abril-junio terminaron por ser desperdiciados sin haber acumulado un solo
dólar en estos meses. Pero eso parece deberse más a un manejo de las reservas poco
prudente del Banco Central, manteniendo el cupo de venta a particulares de 200 dólares por
mes y abasteciendo de divisas a muchas empresas para fines ajenos a la importación futura
e inmediata de bienes que a que hoy estén las puertas cerradas para poder incentivar el
consumo aunque ello implique un ligero y transitorio deterioro en la hoy cómoda situación
de superávit externo.
Eso sí, a medida que el nivel de actividad se recupere y el nivel de importaciones aumente
será necesario rever la estrategia y comenzar a focalizar la inversión en bienes y servicios
exportables como el sector donde vale la pena incidir favorablemente en los precios
relativos. Es cierto que fomentar el consumo es una estrategia riesgosa -como para nosotros
lo fue siempre- dado que si no se hace el “switch” a tiempo se va derecho a la devaluación
incontrolada y a tasas muy altas de inflación. Pero la situación actual es lo suficientemente
grave y preocupante para correr algunos riesgos. Para lo demás ya habrá tiempo.

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