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LOS MARAVILLOSOS
SECRETOS DE UNA
VIDA NUEVA
LLAMANDO LA ATENCIÓN
Una mañana, Mary le dijo a su abuela: “¿Abuelita, qué vamos a hacer hoy en la ma-
ñana? No tenemos nada para desayunar”. “Vamos a encender el fuego, poner la olla,
preparar la mesa y hablar con nuestro Padre celestial. Vamos a desayunar, aunque él
tenga que convertir las piedras en panes”, contestó la abuela.
Esa misma mañana un visitante tocó la puerta. Era un ancianito. “¿Tienen por ca-
sualidad una piedra de molino que me puedan vender?”, preguntó. La abuela tenía
una, y se la vendió por diez dólares. “Arrodillémonos para darle gracias a Dios” dijo
la abuela. “Luego, irás a comprar algo de comida para el desayuno, Mary”. De esa
forma el Señor transformó una piedra en pan.
LA NECESIDAD
¿Acaso alguna pena te afecta? ¿Parece la carga muy fuerte para tu dolido corazón?
Hay alguien que te amará y te consolará, si le entregas tu pesar. Hay un amigo dis-
puesto a ayudarte, si tan solo le abres la puerta. ¡La vida no es fácil! Para tener éxito
debemos entender el propósito de nuestra existencia.
Dios se compadece como un tierno padre (Sal. 103:13-18).
Él te ofrece el consuelo de la esperanza de la resurrección (1 Tes. 4:13-18).
Dios mismo quitará todo motivo de dolor (Apoc. 21:4).
Un morador de un barrio marginado de una gran ciudad se sintió inclinado a asistir
a la iglesia y se convirtió en un fiel cristiano. Un día alguien le preguntó: “Si Dios te
ama, ¿por qué no se preocupa más por ti? ¿Por qué no le indica a alguien que te
traiga un par de zapatos y un mejor abrigo?”. El nuevo creyente le respondió: “Yo
creo que él se lo dice a alguien, pero esa persona se olvida de hacerlo”.

ACTUANDO
Esta noche, ¡Dios se acuerda de ti! ¡Jesús conoce tu sufrimiento! Jesús sufre cuando
tú sufres. ¿Cuántos en esta noche están dispuestos a contarle a Jesús todos sus
problemas? Levanten su mano derecha.

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¿Cuántos creen que Jesús puede saciar y sanar sus almas enfermas de pecado?
Pónganse de pie.
La oración es la llave que abre los almacenes de bendiciones del cielo. Todos los que
en esta noche sientan la necesidad de orar y de ser consolados, vengan conmigo al
pie del altar para que oremos. ¡Los invito para que lo hagan ahora!
Cantemos juntos el cántico que comienza con estas palabras: “Con sin igual amor
Cristo me ama...”.

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