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TURISMO FRANCES

FRANCIA
EL PA IS DE LAS DELICIOSAS VACACIONES, EE OFRECE:

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MVNDO HISPÁNICO
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EL TREN AL LECTOR: M y N D 0 HISPANICO le ofrece el mejor vehículo d
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mico (reducciones de 30 y 40 °/0 para grupos) hispánicos. Los mejores escritores de cada país colaboran en esta revist
sobre temas de interés general. La presentación material de MVNDl
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LOS AUTOCARES TURISTICOS de la S. N. C. F.
le conducirán por las carreteras más pintores­
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HISPANICO y su calidad aseguran la necesaria difusión del a n u r u ¡1
en un selecto medio de lectores de buen gusto y de elevado p01
adquisitivo.

UN SU ir a MU23 MUI
“MVNDO HISPANICO11
RESUMEN
ADQUIERA USTED TODOS LOS MESES


CORRESPONSALES DE VENTA

INFORMACIONES ECONOMICAS Y FINANCIERAS PAISES D ISTRIBU ID O R ES


DE ESPAÑA Y AMERICA
, .,. QUEROMON EDITORES, S. R. L.
Con esta revista, «Ediciones M vndo H ispánico» crea un órgano regular y espe­ ARGENTINA Oro, 2 455. BUENOS AIRES
cializado en estos asuntos, que pretende inform ar a los lectores de ambos C onti­
nentes, en form a objetiva, de cuanto acontece en el campo de la econom ía en los AGENCIA ESPAÑOLA DE PRENSA
O ficinas: Av. Santa Cruz, leléfo no 4729
dos m undos. B 0 L IV iA Casilla de Correos 1547
Por ello es de interés especial, no sólo para los econom istas teóricos y prác­ LA PAZ
ticos, sino tam bién para los políticos y, en general, pura todo el lector culto que
LIBRERIA NACIONAL, Ltda.
se interesa en estos problem as, que cada día toman una m ayor im portancia en Calle 20 de Julio. A partado 701
la vida general. BARRANQUILLA
A través de sus secciones fijas— «Población», «A gricultura», «Industria», «C o­ COLOMBIA ----------
C A R L O S C L I M E N T
m ercio» y «Finanzas»— , abarca toda la realidad económ ica, y en sus crónicas, instituto del Libro
elaboradas por los m ejores especialistas, se encuentra, no sólo la inform ación POPAYAN (Colombia)
precisa, sino tam bién una orientación adecuada sobre estas cuestiones.
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C U b lA RICA Ay CentraL s a n JOSE DE COSTA RICA

OSCAR A. MADIEDO
CUBA Agencia de Publicaciones

ARBOR
REVISTA GENERAL DE IN V E S T IG A C IO N Y C U L T U R A Presidente Zayas, 407. LA H ABAN A
Redacción y A d m in is tra c ió n : Serrano, 1 2 1 . - M A D R ID
- UI1C EDMUNDO PIZARRO
C M IL t Huérfanos, 1372. SANTIAGO
Sumario del número 54, correspondiente al mes de junio de 1950
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La novela y sus técnicas, por Mariano Baquero Goyanes.—Medio siglo de his­
toria española. II. Primo de Rivera, por José MA García Escudero. Nueve de Octubre, 703. GUAYAQUIL
NOTAS
El hombre y la máquina, por Theodor Svedberg.—El latín en los estudios es­ EMILIO SIMAN
pañoles de enseñanza media, por Antonio F ontán.—Organización científi­ EL SALVADOR Librería Hispanoamericana
Calle Poniente, 2. SAN SALVADOR
ca del trabajo, por Víctor Rubio de Arriba.
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Christopher Dawson, filósofo de la cultura, por E steban Pujáis.— Sobre Holz- ESPAnA Pizarra, 17. MADRID
wege, de Martín Heidegger, por José Luis Aranguren.—Personalidad y
doctrina de Mao-Tse-Tung, por Juan Roger.—Noticias breves. FILIPIN AS LIBRERIAS Y QUIOSCOS DE M A N ILA
DEL MUNDO INTELECTUAL
INFORMACION CULTURAL DE ESPAÑA LIBRERIA INTERNACIONAL ORTODOXA
Crónica cultural española, por Alfonso Candan.—Carta de las regiones: Va­ GUATEMALA 7 .. Avenida Sur, núm. 12. D. GUATEMALA
lencia, por Santiago ¡Ramírez.—Noticiario español de las ciencias y las
H A IT I LIBRERIAS Y QUIOSCOS DE PUERTO PRINCIPE
letras.
BIBLIOGRAFIA
Comentario: Sobre una posición central de la ciencia jurídica española, por AGUSTIN TIJERINO ROJAS
HONDURAS Agencia Selecta
Francisco Fernández de Villavicencio.—Dominico Greco, por José MA Az- A partado 44. TEGUCIGALPA, D. C.
cárate.— Reseñas.
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ci i , , , THOMAS VERLAC
cón d el m u n d o , y que es, a la vez, un envidia periodística, es decir : absoluta­ En íntim a conversación que he sostenido
rin có n d el n o rte de C hile. P o r lo que me m ente n eu tra l, en la crítica de M undial con varios poetas, tanto hondureños como
respecta, ocasionalm ente, apenas h e tenido existe, p o r, partes iguales, la razón y la centroam ericanos, que radican en esta ca­
la o p o rtu n id ad de conocer unos cuatro o sinrazón. p ital, es evidente el sincero y leal deseo
cinco núm eros de ella, p o r interm edio de T ienen razón, si MVNDO H ISPA N IC O de que se lleve a cabo un concurso, pa-
algún am igo que la haya adq u irid o d urante lia sido creado y e6 editado para ser «in­ trocinado p o r el Estado español, y en el

LECTORES una estadía en la capital de este país. troducido o divulgado» en la A m érica h is­ cual puedan p articip ar lodos los poetas de
N ada d iré a usted en elogio de la revista pana, pues, entonces, debería ser una revis­ habla castellana en el m undo, sin restric-
de su d irección, p o r aquello que se dice ta para d a r a conocer a España en A m érica. ciones n i lim itaciones de ningún género,
acá, e indudablem ente heredado d el acervo P ero no tienen razón, en el caso de que para hacer efectivos los ideales que an¡.
de los proverbios españoles, de que «por MVNDO H ISPA N IC O haya sido creado con m an al señor C arranza.
b ien sabido, se calla». P o r dem ás estaría el objeto de hacer conocer a los países de H em os discutido fraternalm ente con estos
d ecir a usted que MVNDO H ISPA N IC O es, H ispanoam érica en España m ism a, d iv u l­ literato s, y ellos m e recom iendan sugerir
en su género, in su p erab le , cuando a la gando en tre los españoles «de España» lo que ustedes, siendo firmes baluartes de la
vista está, y, p o r tan to , es sab id o ... P ero que son estos países hispánicos, de m adre cultura española de actualidad, puedan lan.

ESCRIBEN
e l caso es o tro, y lo voy a com entar. hispánica y de lengua esp añ o la; y que n ú ­ zar a la consideración del M inisterio de
No m e caben dudas de que ustedes re c i­ m eros de la revista lleguen a A m érica, no E ducación de esa noble M adre com ún de
b irá n la revista M u n d ia l, que se edita en significa que la revista e6té dedicada a todos nosotros, los indio-hispanos, esta ex­
M ontevideo (U ruguay). circu lar, p o r dedicación preferente, a nues­ celente idea, cuyos grandes rasgos m e tomo
Esta revista no deja de ser in teresan te, tra A m érica. la lib ertad de d elinear en seguida :
como circulación de habla española, en los M enos razón tienen los señores de M u n ­ 1) Que los poetas de halda castellana en
países hispanoam ericanos, aunque el 95 dial cuando dicen que en A m érica «so­ todo el m undo concurran al concurso lite­
Sr. D irector de la R esi-la MVNDO H IS ­ bran» las revistas que pueden divulgar a
p or 100 de sus páginas se n u tre p o r m edio rario qu e auspicie el Estado español, a fin
P A N IC O .—M adrid. A m érica en A m érica, cuando ellos m ism os
de «la tijera» ... y con u n m ínim o de «cosa de som eter sus trabajos sobre tem as que
Señor d ire c to r: H e tenido la o p o rtu n i­ p ro p ia» ; p o r eso mism o sus editores la han poco o nada hacen p o r la divulgación p a ­ canten las epopeyas m agníficas y esplen­
dad de ver y leer el interesante núm ero bautizado con el n om bre de M undial. tria y continental. dorosas de España a selección de ellos. Que
d el MVNDO H ISPA N IC O dedicado al Año P ero lo triste del caso es que leo en la Esto es todo, señor d irector. cada trab ajo conste de no m enos de 22 es­
Santo (núm ero 24, de m arzo 1950). prim era página del núm ero 191, d el 3 de P ero estim o que el subtítulo de : «La re ­ trofas, en form a lírica lib re , rim ada, o al
P ero , ilustrando el artículo titulado «Es­ a b ril de 1949, un suelto titu lad o : «España. vista de los v eintitrés países» debiera m o­ parecer del autor.
paña M isionera», existe un m apa de m isio ­ Un M V N D O H ISP A N IC O que n o tiene dificarse p o r una leyenda que diga, más 2) Que el prem io que se conceda sea de
nes de España en A m érica, en el cual m i nada de «M undo» y m enos de «H ispánico», o m enos, así : «MVNDO H ISPA N IC O . E s­ pesetas 25.000 al triu n fad o r, pasaje de ida
país, el Paraguay, aparece m utilado de una para A m érica .» D ice, en sus partes perti- paña en A m érica y A m érica en España.» y vuelta a España y perm anencia allá, por
Quedo de usted atento y s. s., cuenta del E stado, en el m ejo r hotel de
H um berto Sotom ayor y O. M adrid, durante tres meses.
3) Q ue solam ente exista un prem io, y
M V N D O H IS P A N IC O no es una re- que, al m argen del m etálico, se consagre al
té f v vista de España pura A m érica. Es triu n fad o r, p o r m edio del «lauro de oro»,
una revista d el m u ndo hispánico que se colocará sobre sus sienes, en pre­
para el m undo hispánico. A la hora de los sencia de las más altas autoridades del país
ejem plos, quizá los señores de "M u n d ia l” , y del C uerpo diplom ático acreditado en
de M o ntevideo, que d eb en de ser m u y in ­ E spaña, adjudicándole tam bién u n diploma
teligentes, conozcan los A n des ”al d e d i­ de ho n o r que le consagre como poeta lau­
llo ” . N o les negarem os nuestra admiración reado de la raza.
por esta sabiduría geográfica. N osotros te ­ P o r los conceptos anteriores ustedes po­
níam os Ja sospecha de que. para conocer drán apreciar la cálida acogida que las in­
los A n d es ”al d ed illo ” hacían falta, sobre sinuaciones hidalgas del escritor Carranza
poco más o m enos, cien años de vida m o n ­ han tenido en los espíritus de nuestros apo-
taraz. Tam bién es posible que los habitan­ lonidas, quienes, adem ás, ven tam bién que
tes de M ontevideo que no hacen la revista un gesto tan herm oso como el que aquí
” M u n d ia l” conozcan los A n d es bastante deslindam os nos acercaría aún m ás a la
bien, y no decim os al d edillo porque no M adre P atria y prom overía un lazo de
todos los vecinos de M ontevideo van a ser vinculaciones.
tan turistas y tan trashum antes com o los O jalá, H on. Sr. D irector, que esta car­
señores de "M u n d ia l” . Pero pudiera ocu­ ta inicie estrechas vinculaciones entre los
Esbozo del m ana del P araguay, tal como Esbozo del auténtico m apa de la R epú­ rrir que en Cuba, por e jem p lo , o en P u er­ elem entos de pensam iento de nuestros paí­
apareció e» el núm ero 24. blica del P araguay.
to R ico, verbigracia, no conocieran tan fa ­ ses, y que al llevar a cabo esta hermosa
m iliarm ente los A n d es, y esto bastaría para gesta literaria sean ustedes los que se lleven
form a espantosa, y toda la región oriental nentes : a lia llegado a nuestras m anos un justificar aquellas páginas en M V N D O H IS ­ el galardón de haberle propiciado, en bene­
ha desaparecido. Como paraguayo, le hago ejem plar de M V N D O H IS P A N IC O ... Se P A N IC O . ficio de la cultura superior de nuestra
lleg ar m is protestas p o r este hecho y m i trata de una revista española para A m é r i­ raza, nobilísim a p o r m iles títulos.
desagrado más profundo. ca, pero sin cosas de España y con cosas de Q uien esta carta dirige a usted tiene la
Q uiero creer que éste ha sido u n erro r A m érica. La verdad, es desconcertante e in ­ Tegucigalpa (H onduras), honra de ser diputado electo al Soberano
com pletam ente involuntario p or p arte de la explicable. P orque la verdad es q u e, gas­ 19 diciem bre 1949. Congreso N acional; m iem bro de la Socie­
D irección de esta revista, pero que no debe tarse una buena sum a de pesetas, estén al Sr. D irector de MVNDO H ISPA N IC O . dad de A utores de H onduras ; poeta, ensa­
suceder, m áxim e cuando se trata de una precio que estén, para darnos a conocer co­ yista, com positor de obras m usicales y autor
revista española : ¡ de la M adre P a tria ! sas q u e, com o los A n d es, por e jem p lo , co ­ Muy señor m ío : Una feliz casualidad ha de varios m elodram as.
Con este m otivo le saludo atentam ente. nocem os tan al d e d illo ..., nos resulta su ­ traíd o a m is m anos su revista correspon­ Sin m érito para m ás, quedan en liber­
D r. L u is M . R am írez B oettner. Encargado perfin o , redundante e in ú til. Para lo que d iente al n úm ero 8, de septiem bre del año tad de o rd en ar a éste su afectísim o seguro
de N egocios del Paraguay en L ondres. hace M V N D O H IS P A N IC O , tenem os m u ­ próxim o pasado, 1948, la cual he leído con servidor, que les b rin d a su am istad,
chas revistas en A m érica, sin necesidad de sumo agrado.
que España se exprim a para com ponerla. E ntre los diferentes artículos, tan in te re ­ Fernando Ferrari.
N uestro ilustre com unicante hace
bien en creer que se lia tratado de Lo interesante sería que M V N D O H ISP A - santes como instructivos, ha llam ado p ode­
un error com pletam ente in vo lu n ta ­ N IC O , hecho en España, trajera algo de rosam ente m i atención la llam ada genial M V N D O H ISP A N IC O agradece al
rio. E l mapa a que se refiere no pretendía España. P orque, para A m érica, segura­ que hace en la p rim era página el escritor señor Ferrari su idea, que queda ahí.
tener ninguna precisión geográfica: sola­ m ente nos bastamos nosotros.» don E duardo C arranza, y su sugerencia, no para conocim iento general. ( La car­
m ente trataba de recoger sucinta y sin ó p ­ B ien, p ara un lecto r desapasionado, como m enos im p o rtan te, en lo que él conceptúa ta nos ha llegado con algún retraso injusti­
ticam ente la labor de las m isiones en A m é ­ yo, sin ser guiado p o r im pulsos de celo o «P reludios para u n H im no». fica d o .)
rica. y , p o r ello,
nuestros dibujantes ________ _____
ESTAFETA
u tilizaron com o ba­ Solicitan correspondencia
se otro mapa im ­

Correo Literario
p r e s o , de sim ple D on Gustavo Nieto
propaganda, en el Cevallos, de Arn-
que figuraba aquel hato (E cuador),
gran e r r o r . Fué, Casilla n.° 2, con
p u es, la reproduc­ jóvenes de países
ción de un error. h i s p a n o america­
Pero la historia de nos, E s p a ñ a y
este error no a m en­
LEOPOLDO PANERO M arruecos, p a ra
gua, desde luego, el i n t e r c a m bio de
disparate, por el que i d e a s , fotografía!
pedim os perdón. y sellos de Co
rreos.
* * * E l doctor Max Ola
A ntofagasta (C hile), ya R estrepo, me
5 enero 1950.
a vida literaria y artística de los pueblos Hispánicos queda recogida en las páginas dico - cirujano, de
B ucaram anga (Co
Sr. D i r e c t o r de de esta revísta quincenal, que también informa del movimiento literario de Europa lom bia), c o n al
MVNDO H ISPA ­ gún m édico espa
N ICO.
y Norteamérica.
ñol, p a r a inter
D istinguido señor: cam bio de idea
Q uisiera poder d e ­ Dos páginas estan habitualmente dedicadas a creación: una en prosa y otra en verso. sobre l o s proble
clarar que soy un mas de la medi
asiduo l e c t o r de ciña hispanoame
MVNDO H IS P A N I­ Memorias, crítica, ensayos, anécdotas, numerosas secciones fijas, aparecen en cada ricana y canje de
CO, pero, desgracia­ p r o d u c c i ó n bi
número de C O R R E O LITERARIO. bliográfica e sp a -
d am ente, su valiosa
,".^1.. d o TVTr»rl¡P.Ín3
revista poco alcanza
a llegar p o r este rin-
A
Galicia, la G alicia
actual— G a l i c i a en
1950—, v a a se r a m ­
estos d ía s esp e cial
y directam ente p a ra
n u e stra revista. L a
ESCUDOS HISPANICOS
pliam ente ref le j a d a G alicia d e hoy, con
en las p r i n c i p a l e s su vivir a la vez
páginas d e l núm ero -am pesino, pescad o r,
próximo d e MVNDO industrial y c iu d a d a ­
HISPANICO. C onsideram os a G alicia m uy no, con sus colores v e rd ad e ro s y su s perfi­
estudiada y conocida en su aspecto históri­ les m ás esenciales, p o d rá se r conocida y
co, m onum ental y arqueológico. Tam bién h a n a d m ira d a de nuevo.
sido m uy d ivulgados los asp ecto s pintorescos Tam bién a b a rc a nuestro extenso tem ario
de sus costum bres y la s p a rtic u la rid a d e s de sobre la G alicia d e hoy el im portante a s ­
su rico folklore n arrativ o y m usical. Por ello, pecto de la expansión de lo g a la ico e n el
al trazar la s directrices d el tem ario, en el que mundo, especialm ente en los p a ís e s de
colaborarán los m ejores escritores g alle g o s H ispanoam érica.
de la h o ra p re sen te y tam bién sus m ejores Con este núm ero, q u e a p a re c e rá e n el
artistas, se h a p rocurado que los tra b a jo s m es d el Apóstol Santiago, MVNDO HISPA­
se orienten siem pre h a c ia la s fa ce ta s del NICO rinde un hom enaje a todos los g a ­
vivir m ás reciente y la últim a inquietud de llegos del mundo.
esas cuatro provincias d el N oroeste de Es­
* * *
paña, q u e re p re se n ta n hoy u n a g ra n fuerza
creadora, dentro d e l conjunto peninsular. La portada del número de Galicia re­
Serán, pues, la s p á g in a s q u e MVNDO producirá en «o ffset», a todo color, un
HISPANICO d ed iq u e a G alicia, un resum en popular cuadro del ilustre pintor coru­
de toda su p u jan z a y su s m anifestaciones ñés, actual director del Museo del Pra­
actuales, recogidas y tra s la d a d a s a la re v is­ do, de Madrid, D. Fernando Alvarez de
ta por sus escritores y d ib u jan tes m ás efica­ Sotomayor, que representa el Berbés,
ces: Otero Pedrayo, V icente Risco, José Fil- barrio típico de pescadores de la ciu­
dad de Vigo.
gueira, W enceslao F ernández FIórez, A ugus­
to A ssía, Torrente Ballester, G am allo Fierros,
* * *
Camilo José C ela, E ugenio M ontes, etc., etc.;
Castro Gil, Cristino Mallo, L ago R ivera, Pór­ Recordamos a los escritores y perio­
tela, Laxeiro, Minguillón, C astro A rines, To­
distas hispanoamericanos y filipinos que
el plazo de admisión de trabajos para
rres, M aside, etc., etc. el II Concurso de Reportajes de MVN­
Asimismo, la m ayor p a rte de la g ra n DO HISPANICO (cuyas bases apare­
cantidad de fotografías que ilu stra rá n los cieron en nuestro número anterior) se
diversos trab a jo s h a n sido to m a d a s d u ran te cerrará el 30 de noviembre de este año.

TERCER FALLO DEL "CO N CU RSO DE


IDEAS", DE "M VNDO HISPANICO"
Damos una selección de las ideas fechadas en el mes de febrero. La corres­
pondencia, ha sido numerosa, y esta selección reducida no señala un olvido de
cuantas indicaciones se nos hacen a través de este concurso. Ocurre que muchas
de las ideas que se exponen a M VNDO H ISP A N IC O no son reproducidas por
alguno de estos tres m otivos: a), porque no son periodísticamente aceptables, a
juicio de la Revista—tales las que andan a vueltas con la, Historia— ; b), porque
muchas ya fueron realizadas en estas páginas, de modo periódico o no— como las
que se refieren a reproducciones de cuadros de pintura antiguos y modernos— ;
c) , porque ya fueron expuestas por otros concursantes en meses anteriores, y
d) , porque no aluden al contenido de la Revista, sitio a detalles técnicos. Como
ejemplo de este último caso podemos citar una de las ideas— la octava— que nos
expone un eutrapélico y amable lector de Buenos Aires, a la, sombra de dos pseudó­
nimos: «Aristarco de Sam otracia», en la carta, y «Juan Pérez», en el sobre. Dice
así: «Dejar un m argen más ancho en las páginas, pues al encuadernar los números
se corre el riesgo de cortar el texto o decapitar los grabados.» La advertencia nos
parece bien, sin puntos suspensivos. Y demos ya la selección:

Don José M a ría Koehler, un holandés avecindado en Vaíongo (Portuga!), propone la


frecuente publicación de artículos sobre el estado actual y realizaciones de los países
iberoamericanos, así como la inserción en cada número de una página de humor hispa­
noamericano o español.
Don Carlos E. M eléndez Ch., de Heredia (Costa Rica), dice: «Se me ocurre que sería
de suma importancia el que se hiciera una sección de consulta sobre asuntos españoles o
hispanoamericanos, a los que responderían de seguro tam bién los lectores de la revista o
ios colaboradores de la misma. Y ya que le insinúo esto, podría empezar esa sección in­
quiriendo detalles acerca del lugar en que se encuentra hoy día la biblioteca y papeles de
la baronesa de W ilson, Emilia Serrano, o a quién podría dirigirme en solicitud de detalles.»
Don Jorge O. Moreno M uygueytio, de Quito (Ecuador), calle de Cuenca, número 7 0 9 ,
dice: «Nos gustaría a mí y a todos mis amigos que, mes tras mes, se reúnen para leer
y curiosear nuestra revista, ya que ustedes disponen de medios tan magníficos para hacer
de cada número una novedad y una verdadera delicia, que hiciera reportajes sobre las
flores y aves nacionales de cada una de las naciones que formamos este Gran M undo
Hispánico. Además, nos gustaría que fuera M V N D O H IS P A N IC O la primera publicación
de nuestra lengua que diera la idea de empezar las Qlimpícdas Hispanoamericanas, pues
así como en la antigüedad los pueblos helenos mantuvieron por largos decenios su unidad
por medio de las olimpíadas, a las que concurrían no sólo atletas, sino tam bién poetas,
oradores, filósofos, así nosotros tam bién podríamos resucitar esas viejas ideas, que si
fueron paganas, tom arían un tin te netam ente cristiano si concurrieren no sólo atletas,
sino también teólogos, artistas religiosos, oradores sagrados. Siendo la justa más completa
del saber y de la potencia muscular de los hombres de nuestra raza, no estarían ex­
cluidos los médicos ni los abogados ni todo lo que signifique fuerza viva y creadora de
nuestra vieja estirpe.»
He aquí una serie de escudos de ciudades y naciones hispanoamericanas,
El prem io m ensual de fe b re ro corresponde España. De acuerdo con la p e tic ió n del se­
filipinas o españolas. En la relación que exponemos a continuación, al lado de
a don Jorge O. M ore n o M u y g u e y tio , de ñor M ore n o , tendrem os en cu e n ta asim ism o cada número puede el lector colocar el nombre de la ciudad o nación que consi­
Quito (Cuenca, 7 0 9 ), más por lo de las f lo ­ a los pájaros. Dam os la enhorabuena al se­
tes y los pájaros que por lo de la o lim p ía d a , dere pertinente. Las respuestas aparecen en la página 58.
ñor M o re n o y le recordam os que el pre m io
aunque esta ¡dea ya queda la n za d a en las que acaba de g a n a r consiste en un lo te de
líneas a n terio re s. Por lo que se re fie re a las libros por im p o rte de 5 0 0 pesetas, que p u e ­
1 ........................................ 8 ........................................ 15 ........................................
flores nacionales, p recisam ente desde hace 2 ........................................ 9 ........................................ 16 ........................................
den ser seleccionados de los ca tá lo go s de
unas semanas « M . H.» se e n cu en tra p re ­ 3 ........................................ 10 ........................................ 17 ........................................
parando unas páginas en o ffs e t a to d o co­ las lib re ría s españolas. « M . H .» a d q u irirá 4 ........................................ 11 ....................................... 18 ........................................
lor, en las que irá n reproducidas las flo re s los lib io s que el ga n ad o r le in d iq u e , si no 5 ........................................ 12 ........................................ 19 ........................................
nacionales o las más típ ica s de cada uno de estuviesen agotados, y se los re m itirá a su 6 ........................................ 13 ........................................ 20 ........................................
las países hispanoam ericanos, F ilip in a s y d o m ic ilio en Q u ito . 7 ........................................ 14 ........................................ 21 ........................................
LA REVÍSTA DE VEINTITRES PAISES
MEXICO — BUENOS AIRES

CONSEJO DE REDACCION
P R E S I D E N T E : ALFREDO S A N C H E Z B E L L A
VOCALES:
CARBALLO
MARQUES DE
JULIO

LAS
GUILLEN
ERNESTO LA
MARISMAS
— ANTONIO
ORDEN
— LUIS
MIRACLE
LAGO

MARTINEZ
— C U Z C O
DE FEDUCHI — MARIANO RODRIGUEZ DE RIVAS
«La ru in a de la ciudad dos veces consagra­
da por la H istoria como urbe im perial, por
D I R E C T O R : M A N U E L J I M E N E Z QU I LEZ el Incario con sus adoratorios y p o r el genio
de España con sus sím bolos de fe, es el acon­
R E D A C T O R - J E F E : M A N U E L S U A R E Z - C A S O tecim iento máximo de estos dias agitados», ha
dicho tristem ente y con profunda verdad el
escritor peruano C. E. Paz Soldán. C iertam en­
te, si algo puede servir de consuelo al dolor
NÚM. 27 * JUNIO, 1950 * AÑO III * 12 Pías. del P erú , es la presencia cálida y fraternal
de los pueblos de su m ism a estirpe, unidos
ahora ante el dolor. Y tiene especial signifi­
cación que, entre las voces amigas que prim e­
PORTADA: Riña de gallos/ por Lasa
Maffei.. ro se alzaron con propio dolor ante el dolor
herm ano, figure la de España, cuya sensibi­
LOS LECTORES TAMBIEN ESCRIBEN...
lidad se siente herida del mismo dolor que
TABLONCILLO DE «MVNDO H ISPA N I­
CO». FALLO DEL TERCER CONCUR­ hiere a cualquiera de los países hispanoam e­
SO DE IDEAS Y ESCUDOS HISPA­ ricanos.
NICOS .........................................................
E ntre todas las naciones europeas que en dis­
SUMARIO y CUANDO EL NOMBRE
SUENA: Cuzco .................... tintos m om entos de la H istoria han levantado
ASI ERA CUZCO, por Anïonio Ortiz
ocasional bandera de com unidad cultural con
Muñoz ....................................................... A m érica, sólo España se siente conm ovida in­
PELEAS DE GALLOS EN M A N IL A , por teriorm ente por la tragedia de Cuzco, porque
J. Bouring ................................................ 12 sólo ella sufre como propios los dolores de los pueblos hispánicos y goza sus
ESPAÑA DESDE EL AIRE, por Manuel alegrías colectivas. Con el mism o vigor que España respondiera a la hora de
G. Aledo ................................................ 15 restañar recientes heridas de la fatalidad, sufridas en su propio suelo—casos
LEYENDAS PERUANAS, por José A lfre­ de Santander y Cádiz—, surgen ahora las iniciativas eficaces para acudir a la
do Hernández ....................................... reedificación de esa ciudad única—«capital arqueológica de América»—, que
ANTOLOGIA DE FRESNO .......................... ahora ha sido visitada por la fatalidad. Ya cuenta el Instituto de C ultura His­
CINCO ETAPAS DEL CORREO HISPA­ pánica con la colaboración de los más famosos toreros españoles de la hora
NOAMERICANO ...................................... 26 presente, los representantes de este m ilenario culto a la destreza y el valor
EL SELLO DE CORREOS COMO ENTI­ hum anos, que tanto apasiona a los públicos de España y el P erú , para cele­
DAD ROMANTICA, por M. Rodrí­ b rar las corridas de toros que tendrán lugar en distintas plazas españolas, a
guez de Rivas ....................................... 28
beneficio de la reconstrucción de Cuzco.
CIEN AÑOS DE SELLOS DE CORREOS
EN ESPAÑA, por José M." Francés... 29 T am bién los Coros y Danzas de E spaña, de cuya reciente visita a H ispano­
UN IN D IO TIENE MIEDO DE V IV IR . am érica no se han extinguido los aplausos entusiastas, m uy especialm ente en
Cuento, por Elias Ugarte Figueroa. 33 el P e rú , ofrecerán la gracia de su arte y su fem inidad como aportación a la
RIZAL Y EL AMOR DE ESPAÑA, por gran obra que Cuzco dem anda de todos los que sientan con verdadero dolor
Antonio M. Molina .............................. 37 fraternal su tragedia. U n periodista español que relató para la Prensa espa­
PRESENCIA Y SENTIDO DE LA V IR ­ ñola los éxitos de aquella expedición folklórica por tierras de la América
GEN DEL TEPEYAC, por Alfonso
Junco ......................................................... 38 hispana, invoca con estas palabras la colaboración de Coros y D anzas : «Que
CORONACION DE LA VIRGEN DEL TE­ la gaita y el «chistu», la guitarra y la copla, el coro y la danza, pidan a los
PEYAC EN ESPAÑA. (Reportaje grá­ españoles en el santo nom bre de Cuzco.»
fico.) ......................................................... 41
LA CAZA MAYOR EN ESPAÑA: DE
Y tam bién se pide que nuestros futbolistas, los representantes de esta
LA «CAPRA HISPANICA» A LA GA­ m oderna «furia española», jueguen en A m érica para la reconstrucción de la
CELA SAHARIANA .............................. ciudad m ilenaria, «porque, al fin y al cabo—según frase del citado periodista,
CAJAL Y SU PERIPECIA HUM ANA, R afael G arcía Serrano—, atletas españoles eran quienes edificaron la nueva
por J. A. Cabezas .............................. m aravilla de Cuzco sobre la resistente herm osura de los incas». T am bién se
ELCHE (España) ......................................... espera que la U niversidad, la tradicional U niversidad española, que engendró
BELLEZA DE LA MUJER BRASILEÑA. allá saberes am ericanos al ritm o de Salamanca y A lcalá, encontrará el medio
LA ELECTRIFICACION DE LOS FE­ de colaborar a que de nuevo vuelvan a oírse las voces de la cultura hispánica
RROCARRILES ESPAÑOLES, por J. L. en la vieja U niversidad de San A ntonio de Cuzco, sellándose así una vez más
BAJORRELIEVES DE LA RABIDA ........ L a portada de este núm ero rep ro ­
duce un cuadro— R iña de gallos— a través de la H istoria el pacto de am or entre lo hispánico y lo aborigen,
CONVOCATORIA DE LOS PREMIOS del p in to r filipino Luis L asa M af­ en cuya síntesis descansa la nacionalidad peruana de hoy.
«CULTURA HISPANICA», 1950 ........ fei, quien ofrece u n a visión origi­
ESTOS LIBROS HEMOS LEIDO ............ nal de las peleas de gallos en su T odo ello m uestra que, como en la anterior trágica ocasión de Ambato,
patria. como en tantos m om entos de sufrim iento hispanoam ericano, España ha hecho
LA IMPRENTA MAS ANTIGUA DEL
MUNDO, por Soriano Frade ............ 57 verdad la continua presencia en su vida contem poránea del continente que
ella civilizó. Y tal vez en esta ocasión, con más vigor y más entusiasm o que
Colaboración artística: Luis Lasa M affei, F. Sáez, Lorenzo Goñi, Mampasso, Fresno, Gabriel, nunca, p orque Cuzco es tam bién uno de los lugares en donde el impulso
Pena, Luis y Daniel del Solar. edificador y p oblador de nuestro Siglo de Oro se volcó, dejando buenas mues­
Colaboración gráfica: Müller, Archivo Ministerio del Aire, Zubillaga, Kindel y Archivo RENFE, tras de los estilos renacentista, el plateresco y el barroco, con m ayor deseo
de Madrid. de d eja r una obra perdurable y que adm itiese com paración con la ciclópea
y maciza arq u itectura incaica. El em peño fué plenam ente logrado, y sobre
D IR E C C IO N . R ED A C C IO N Y A D M IN IS T R A C IO N : la fuerza indestructible y horizontal de lo indio, España alzó la gracia vigoro­
sa y vertical de lo católico, con la piedra votiva de la C atedral, que ha re­
MADRID — ALCALA GAL IAN O, 4 — TELEFONO 2 3 -0 5 -2 6 — APARTADO 245
sistido casi totalm ente el fu ro r de la tierra, lo mismo que la iglesia de la
DIRECCION TELEGRAFICA: MUNISCO
Com pañía, aunque Santo D om ingo, San Francisco, E l B elén y otros templos
EMPRESA ED ITO R A : cristianos hayan sido muy gravem ente dañados p o r la rebeldía ciega de las
EDICIONES «MVNDO HISPANICO» — ALCALA GALIANO, 4 — MADRID fuerzas telúricas.
España q uiere ahora que su ofrenda sea em pleada en la reconstrucción
EMPRESA D IS T R IB U ID O R A :
del perfil incaico. P ara ello tam bién, la Iglesia española está dispuesta a
EDICIONES IBEROAMERICANAS (E. I. S. A.) — PIZARRO, 17 — MADRID realizar una colecta extraordinaria en todos los tem plos de la nación que llevo
el catolicism o. Es difícil que en otro país del m undo se conjugue como en
Prohibida la reproducción de textos e ilustraciones siempre que no se señale que proceden España el conocim iento técnico con el sentido de exacta fidelidad al espíritu,
de MVNDO HISPANICO. que supo arm onizar m aravillosam ente en Cuzco la erección de una ciudad
católica y m oderna con el respeto a un glorioso pasado aborigen. P orque no
se puede m ira r la reconstrucción de Cuzco como la obra fría y racional de
TIPOGRAFIA Y ENCUADERNACION, EDITORIAL MAGISTERIO ESPAÑOL, S. A. (MADRID) u n compás y u n cartabón cuidadosam ente adiestrado. Más que un problema
HUECOGRABADO, H IJO S DE HERACLIO FOURNIER, S. L . (VITORIA) — OFFSET, INDUS­ de cálculo es problem a de «pálpito», y España está, como siem pre, atenta
TRIA GRAFICA VALVERDE, S. A. (SAN SEBASTIAN) — FOTOGRABADO, LANGE Y FUGUET al am or y al do lo r de los pueblos herm anos de A m érica, y ante la tragedia
que hoy azota el corazón de los peruanos, ella pone una orla de luto en el
ám bito universal de nuestra estirpe.
ti la desgracia, sagrada ciudad de Príamo!» presente y acordándose del pasado, donde en aquella ciudad por tantos años tuvieron

A Déjame, oh Cuzco, que yo cante también tu desdicha con virgiliana lira y


que temple mi prosario, asomado ahora al balcón de tus cuitas, como antaño
ensalcé anonadado tu magnificencia. Porque tu nombre, ¡ oh Cuzco !, era estrofa en
señores de sus naturales...» Desventuras que también presenció el inca Garcilaso
de la Vega, hijo de un capitán español y de una princesa incaica, cuando, mocito
de dieciséis años, veía llorar a sus parientes de la sangre real del Perú, sentados
mis recuerdos, y estrofa es lo que vuelve, y yo vuelvo a ti en la hora de tus a las puertas de sus casas, en el Cuzco, las pesadumbres de su linaje.
lágrimas. Mi saludo en horas de dicha vuelve hoy con el acíbar del dolor y del sufrimiento.
«¡Oh gran ciudad, yo te saludo!» Así te dije yo un día, no muy próximo, «¡A ti la desgracia, sagrada ciudad de Cuzco!» Y déjame también hoy entre los
cuando, otro español en América, peregrinaba por el altiplano huraño admirando tuyos cantar con el poeta:
Proezas de los míos. Como te saludaron tus antiguos, te saludé yo entonces. Llegué
\Cuna de mis mayores, amada cuna mía !
muy cerca del árbol de los adioses, y allí, junto a tus puertas, me hinqué de rodillas,
y de mis labios salieron palabras de siglos. «¡Oh gran ciudad, yo te saludo!» La
misma frase que yo oí de los indios, la misma también que oyó Cieza, el historiador,
quien nos dejó dicho: «...yo me acuerdo haber visto por mis ojos a indios viejos, ¡ Cuzco mío ! ¿Qué te han hecho ahora con tantos temblores ? ¿ Por qué esos
estando a la vista del Cuzco, mirar contra la ciudad y lanzar un alarido grande, espasmos, que han afeado la tersura de tus bellos edificios? ¿Acaso Madre Tierra
el cual se les convertía en lágrimas salidas de tristeza, contemplando el tiempo no quiere soportar ya la momia petrificada de una civilización que los tuyos embal-
A la izq u ierd a: Iglesia de la Compañía,
A rriba: Abside de Santo D om ingo, a n ­
A rriba : P intura de la escuela cuzque-
tiguo tem plo inca dedicado al Sol. A la
ña. A b ajo : La C a t e d r a l , principal
derecha: Dos indios de E l Cuzco, con
joya arquitectónica del arte virreinal.
poncho y m ontera, tocando el «pututou.

samaron con siglos a 3.500 metros de altura? ¿O son los espíritus de tus vírgenes, la humanidad que había formado para que habitara el mundo oscuro y la convirtió de oro y plata. Láminas de oro cubrían las paredes y las cornisas del templo del Balcones de m adera piulada dan alegre nota popular a la austera Plaza de las Armas.
doncellas del Sol y del Inca, que vuelven por los fueros de su antigua grandeza? en piedra; luego creó el sol, la luna y los astros, y formó otra humanidad que Sol, y sentadas en tianas de oro, las momias de tus incas formaban dos filas frente
Quizá tus antiguos señores, temidos y temibles, hayan abandonado sus tianas de poblara la tierra iluminada. Era alto de cuerpo y tenía una vestidura blanca, que a la imagen del dios, representado por una plancha lúcida y maciza de oro. En­
oro en el templo del Sol y anden danzando por aquel recinto, acotado sólo para el le daba hasta los pies, y esta vestidura traía ceñida; el cabello corto y una corona frente, la residencia de las vírgenes escogidas de la nobleza imperial, que servían
Inca y los sacerdotes. ¿No era la persona del Inca visible sólo en determinadas hecha en la cabeza, a manera de sacerdote. Y fué caminando por las altas cimas al Sol y al inca. Palacios, templos y plazas. Eso fuiste tú, Cuzco, en la época de tu
ocasiones? ¿No lo contemplaban tus súbditos únicamente en esta plaza de nombre de la cordillera, desde el lago hacia el norte. Iba llamando a voces y levantando imperio. Morada de incas y, por privilegio, sede de la nobleza. Sin barrios ni casas
poético, «andén del llanto» ? Que uno historió : «Y de esta manera eran tan temidos los brazos, y los hombres aparecían de las cuevas y precipicios, hasta que llegó al para la gentecilla. Así te hizo «el renovador del mundo», «el de la piedra gigante»,
los reyes, que si salían por el reino y permitían alzar algún paño de los que iban Cuzco, donde, llegado, dicen que hizo un señor, al cual puso por nombre Alcavisa, «1 que puso orden y concierto en aquella desordenada cadena de pueblos de adobes
en las andas, para dejarse ver de sus vasallos, alzaban tan gran alarido, que y puso nombre asimismo a ese sitio, donde ese Señor hizo Cuzco; y dejando orden p y de paja. Así te contempló aquel inca, mocito de dieciséis años, hijo de un capitán
hacían caer de lo alto a las aves que iban volando, a ser tomadas a mano...» cómo después que él pasase produjese los orejones, se partió adelante haciendo español y de una princesa incaica, que te llamaba «Cuzco, centro, ombligo del
¿Qué te han hecho, Cuzco mío? ¿Acaso Manco Capac ha lanzado de nuevo sobre su obra...» Y allí te quedaste tú, Cuzco mío, en el altiplano. Meseta sin límites, mundo». Así también los viajeros, que, de rodillas ante tus puertas, te decían:
ti su barra de oro? No, que yo sé—me lo contaron una noche entre relámpagos y monótona y sola. Ocre el terreno, ocre los pueblos de barro, ocre la piel de tus «¡Oh gran ciudad, yo te saludo!»
truenos sobre las aguas azules del Titicaca—que Manco Capac surgió de ese lago, hijos. El altiplano, huraño y esquivo, donde la tristeza se hizo piedra y la piedra
el más alto, porque allí terminaba el mundo, pero con misión de paz. Su arma era, se tornó en tristeza. «Leguas y leguas de extensión árida, en la que no crecen otras Un día también, Cuzco mío, viste a mis mayores. Eran sólo ciento ochenta; unos
en efecto, una barra de oro, para la labranza, que no para el combate. Rey e hijo plantas que la paja brava y el silencio. Sopla sobre ella un viento de hielo, que a caballo y los otros a pie. Venían los españoles de Cajamarca, pasaron por la cor­
de dioses, moralizador y renovador de hombres, iba acompañado de su mujer, baja de las altas cumbres, cuyas moles, arrebujadas en la distancia, se yerguen al dillera, bajaron a la costa y volvieron a subir a los caminos de la altura. Los tuyos
Mama Ollco, tejedora y maestra en artes domésticas. La barra se hundió en el borde de la meseta lunar, inaccesibles, eternas, visitadas en su altura sólo por el los miraron atónitos. Nada detenía a los míos. Ni la intemperie temible y desespe­
Huanaeaure, tierra negra, con horizonte y con luz. A los pies de la montaña estaba tiempo.» J rante de los llanos helados, ni el cauce de los ríos profundos, ni la altura de las
una ciudad. ¡ Porque tú ya existías, Cuzco mío ! Con arquitectura de cumbres hicie­ En aquel mundo exánime y maldito, tú, Cuzco mío, fuiste un oasis. Cerca estaba t montañas, ni las flechas de tus nativos. Con fe y tenacidad implacables'repitieron
ron tus moradas. El Séneca, el Pachatusán, el Huanaeaure, el Picol. Y más arriba, Machu-Picchu, donde los incas se detenían para adorar a la Luna, encerrada en el una vez más la aventura. «A golpes derribaron el ídolo de Pachacamac, animador
el Ausangate y el Salccantay. Montañas con nombres de leyenda y de historia. imponente santuario, servido sólo por mujeres. Enfrente, sobre las cumbres del del mundo según la creencia de los millones de hombres que poblaban el Tahuantin-
Y así fuiste, Cuzco mío, por razón de la geografía, de la historia y de la super­ Huainapicchu, la fortaza que protegía el santuario, defendida sólo por hombres. suyo ; contemplaron desde una abra, sin aparente sorpresa, la capital del Imperio, su
vivencia del mito, el centro vivo del paisaje. Tú ya existías hacía mucho tiempo. Más abajo, Arequipa, la ciudad blanca, con el humo amenazador de sus volcanes, que Sris e imponente estructura de ciudad labrada en siglos por manos reverentes, y
Que te hizo Wiraccocha, el creador del orbe andino, el que, para los aymarás, aun no se apagaron. Luego estabas tú, Cuzco mío, con tus templos del Sol, de la entraron en ella al trote, como quien toma posesión de lo que es suyo.» «Era tanta
creó la tierra, el sol y la luna, cuando no había lumbre ni día, «el que destruyó Luna, de las Estrellas y del Rayo, con terrazas adornadas de jardines artificiales U gente que venía a vernos en el Cuzco—cuenta Pedro Pizarro—, que los campos
A la derecha : F ro n ­
A la izquierda : F a­ tispicio de la U ni­
chada y cúpula de versidad de Cuzco,
la iglesia del T riu n ­ al lado de la Igle­
fo. A bajo : Sillería sia d e la C o m p a ­
d el coro de la ig le­ ñ í a , en la P l a z a
sia de la M erced. A de A rm as. A bajo :
la derecha : Púlpito U n detalle de las
y retablo de la ig le­ colum nas del tem ­
sia del S e m i n a r i o . plo de San Sebas­
V e rd a d e ra s m aravi­ tián, en que se p u e­
llas cuzqueñas que den apreciar arabes­
han sufrido los efec­ cos y arquitectura.
t o s d e l terrem o to .

asentada sobre los templos y los palacios incaicos en


estaban cubiertos. Pues entrado que fuimos a la ciudai acertadísima conjugación de arquitecturas tan dispares,
con el marqués, hizo aposentar toda la gente alrededoj <iue hicieron de ti un conjunto urbano único en el mundo.
de la plaza, aposentándose él en Casana, el palacio i Yasí surgió la catedral, que recabó cien años de trabajo,
Huayna Capac.» y las iglesias del Triunfo y de Jesús María. Y el templo
Y cuatro meses después, el 23 de marzo de 153) de la Compañía, el más bello de toda la América del Sur,
llevábase a cabo la fundación española de la ciudac en Piedia dorada y fina para recibir una talla prolija. Y
En la capital del Imperio se asentó el señorío hispanc los conventos de Santo Domingo y Santa Clara, y los
frente a la estepa fértil en pastos y ganados, grand' bellos palacios barrocos, y la Plaza de Armas, con sus
como un mar y orillada en el lejanísimo confín por 1°T soportales, sus abiertos balcones y sus tiendecillas de
eternos heleros de silencioso resplandor'. Por tercera ve abarrotes y dulcerías.
nacías a la historia, Cuzco mío. Te hicieron los
en un afán supremo de superación. Porque fuiste 1*
obra maestra de la colonización peruana. Acaso porque Estas piedras, Cuzco mío, que ahora se han resque­
en ningún otro lugar pudieron sentir los míos incitad»11 brajado son también nuestras. Entre sus muros nacie-
tan poderosa para su capacidad creadora y su afo1 10n muchos que llevaban mi sangre, hablaban mi lengua
misionero. La ciudad sagrada de los Incas era para elfe ’’ lezaban a mi Dios. Ah, y oyeron, como yo, sobre las
un reto y una invitación. Había materiales y gente conj esnudas montañas de la cordillera andina, volar al
destreza para infundir en la piedra o en el lienzo, e( d'le il'i° de la tarde invernal las voces broncas de la
el ladrillo o en la madera, el soplo artístico del queefe1 - aria Angola», la legendaria campana de la catedral
cristianizado. Luego aquel horizonte, con cielo de il®11' na- 1><n' eso, Cuzco,' déjame que yo esté hoy contigo
tada hondura y tránsitos de claridades y de sombras en tu dolor, que es también mío, y cante entre los tuyos
camino abierto a la meditación y a la proeza, montan® con el poeta :
cargadas de religioso misterio. Así fuiste tú, Cuzco nü» * i Cuna de mis mayores, amada cuna mía!»
el más importante centro artístico de toda la Amérf
del Sur. No como Lima, una ciudad improvisada, sí
Colocación de las afiladas cuchillas en los espolones del gallo. Un cuidador prueba sobre su carne el filo de las cuchillas.

Colocadas las cuchillas en las patas del gallo, sobre los espolones, son afianzadas para que no se desprendan durante la pelea.

En el m om ento de iniciarse la pe lea, los gallos son en fren tad o s y azu zad o s por sus cuidadores, para provocar su bravura

P£L£aSck, GâLLOS jmvIPáDiLa


N lo que más resa lta la pasión e x tra o rd in a ria del filipino
E por el juego, es en su desm edida a fic ió n a las riñas
de gallos, ta n c a ra cte rística s, que no puedo por menos
de e n tra r en algunos detalles. \
Un e s c rito r, después de d e m o stra r la antigüedad de
estas peleas y de tra z a r su h is to ria , dice: «En España haj
una a fic ió n n o ta b le por las riñas de gallos, poniéndose
sumo cuid a d o en a m a e stra rlo s y pre p a ra rlo s para el com-j
b a te * . En A m é ric a , esta diversión es una pasión domi­
n a n te , pero en F ilip in a s esta pasión es un verdadero deli­
rio , y n in g u n a ley puede hacer v a ria r el n úm ero y duración,
d e ” las riñas. Estas producen ta l ca rn ice ría en los comba
tie n te s , que bien puede dársele el c a lific a tiv o de inhumana,
En algunos pu n to s suelen a fila r los espolones de los gallos,
pero en F ilip in a s se los arm a de navajas y la casualidad,
más bien que la destreza, -decide la cuestión. M ueren todos
los días una in fin id a d de gallos, pero no por eso se dismi­
nuye su núm ero, pues d ifíc ilm e n te se e n co ntra rá un pue-|
b lo que no cuente con más gallos que h a b itan te s.
En el Puente G rande de M a n ila , y e n tre c u a tro «y ciña
de la m añana, se oyen por todas partes, a todas distanciasj
y en todas direcciones, m iles de gallos, como «penetrantes
tro m p e ta s » , pareciéndose a un cordón de señales que Pos°|
de boca en boca desde el pueblo de Bangui, en Hoco-
N o rte , hasta el de M a n o g , situ a d o en la p u n ta sur
A lb a y . H a y gallos en cada casa, en cada rin cón , al pie dfl
cada á rb o l, a lo largo de los m uelles y playas, en la Pr'
de c u a lq u ie r barco de c a b o ta je , y, como si todo esto
fu e ra b a sta n te , se e n cu en tra n , además, esculpidos y Pin"
tados con carbón en las paredes, para que el público I» ||
a d m ire . ■■1
He aquí un a n u ncio de g a lle ra tom ado de un Per' '
dico de M a n ila (año 1 8 7 6 ): «G allera p rin c ip a l de on
El que suscribe hace saber al p ú b lic o que en todos los i
señalados para g a lle ra , a cu d irá a ésta gran concurrence
una buena p a rte de la cual se com pondrá d& chinos, P
diendo te n e r e fe c to en un solo día de 9 0 a 100 vistos, |
siendo esto debido, no sólo a la seguridad de la 9al
que es de te ja , sino ta m b ié n a que la m oneda que en e
c irc u la es buena.— D a lm a cio O le g a rio .»
Es considerada por el filip in o como una fa lta de cor
sía el to ca r a un g a llo de pelea, y siem pre se solicita P
m iso del dueño para e xa m in a rlo . El g a llo es o b je to de
chísim os cuidados y ca ricia s: come, ca n ta y duerme en

* Suponemos im portada de Am érica la afición a las riñas


gallos en algunos pueblos de Andalucía, porque no se cono |
otras provincias peninsulares. (N. del E.)

Otra fase de la provocación inicial, en la que los gallos^


dan los primeros picotazos.
brazos de su a m o ; no se a p a rta de su pensam ien­
to , y hasta lo he v is to celebrado en verso en los jj
té rm in o s más afectuosos. C uando ha sa lid o v ic - |
to rio so rep e tid a s veces en la pelea, es s u je to a i
un m inucioso exam en con el fin de d e scu brir por j.
sus señales exte rio re s lo que puede se rvir para f
c a ra c te riz a r su m é rito : se le c u e n ta n las escamas |
de los pies, se observa su fig u ra y d is trib u c ió n ,
la te n de n cia e in c lin a c ió n de los círculos de los
espolones y si éstos se asem ejan uno a o tro ; la
fo rm a de los dedos y uñas y el n ú m ero y colores
de las p lum as de las alas (siendo once el número
fa v o rito ). Los ojos blancos son p re fe rid o s en el
g a llo a los castaños, y son buscados los de cresta ;
c o rta . A cada g a llo se le n o m bra con relación al |
co lo r de su p lu m a : al b la n co le lla m a n « p u tí» ; j
al ro jo , « p u la » ; « ta lis a in » , al b la n co con pintas j
negras; al de cuerpo ro jo , cola y alas negras, \
« b u lic » o « ta g u ig u in » ; al negro, «casílien» o
« m a itín » ; bla n co y negro, « b in a b a y » ; al ceni-
c ie n to , « a b ue n » ; al b la n co y negro con patas de
este ú ltim o co lo r, « ta g a g u ln » , y así otro s muchos.
A l g a llo silve stre le lla m a n «la b u yo» .
Sobre el espectáculo de las riñas de g a llos, va­
mos a recoger la s ig u ie n te y acabada descripción
de B u ze ta :
«El filip in o tiene una pasión in ve te ra d a por
este juego, que ocupa el p rim e r lu g a r e n tre sus d i­
versiones. El g a llo es el p rin c ip a l o b je to de su cu i­
dado, su com pañero asiduo, y lo lleva hasta la
p u e rta de la Iglesia, en donde lo d e ja a ta d o a
un p a lo de caña cla va d o en tie rra , hasta que
te rm in a la m isa. Por n in g ú n d in e ro se desprende ;
de su g a llo fa v o rito , y algunos poseen hasta me­
d ia docena de estos in a p re cia b le s tesoros, a cuyo j
servicio se les ve e xclu siva m e n te dedicados.
Para estas riñ as, cada pue blo tie n e su galle­
ra, que produce al G obierno una re n ta bastante
considerable. Las g a lle ra s son grandes edificios ,
co n stru id o s de troncos de p a lm a , caña y ñipa, y :
se reducen a un g ra n salón a que dan lu z varias
ve n tan a s a b ie rta s en el techo. En el c e n tro se
h a lla un ta b la d o de unos cin co pies de eleva- ?.
ción y rodeado de g a le ría s de caña, a las que
llegan los espectadores y pagan con a rre g lo a la i
Los galios en plena pelea. Uno ha perdido una cuchilla. El cuidador atiende a un gallo que ha sido derrotado y herido. p ro x im id a d y co nveniencia de los asientos. Las
ga lle ra s, por lo ge n era l, se e n cu e n tra n llenas de
co ncurrentes. El filip in o e n tra con su g a llo bajo
Desde las graderías, colmados siempre, el público entusiasta interviene en las apuestas valiéndose de simples señales de las manos. el b razo, le a c a ric ia y le coloca en el suelo; le
vuelve a coger, le a c a ric ia con la m ano, le dirige
la p a la b ra , le echa el h u m o de su cig a rro , le
estrecha c o n tra su pecho y, por fin , le dice que
pelee con b ra vu ra . El g a llo , g e n e ra lm e n te , canta
entonces con o rg u llo y de sa fian d o al enem igo.. Se
presenta el riv a l; se les a ta a am bos un cuchillo
o n a va ja de dos filo s al espolón n a tu ra l, y des­
pués de hacer que por a lg ú n tie m p o se m iren uno
a o tro , se da la señal de p rin c ip ia r el combate,
notándose entonces e x tra o rd in a ria a g ita c ió n en la
co n cu rre n cia , hasta que un a lg u a c il a n u ncia que
está te rm in a d a o cerrada la a puesta, a cuyo
a n u n c io se sigue un sile n cio im p re sio n a n te. Los
dueños de los gallos se re tira n a o tra señal y los
co m b a tie n te s se co n te m p la n con las p lum as eri­
zadas, m ueven la cabeza y se a rro ja n uno sobre
o tro , c o n tin u a n d o la riñ a hasta que uno de ellos
cae m o rta ím e n te herido. El vencedor se echa sobre
él y ca n ta en señal de v ic to ria , no siendo extraño
que el h e rid o se le va n te y se vuelva c o n tra su ene­
m igo. Si uno de los g allos huye, com o sucede
alg u n as veces, p ierde y es condenado a ignom i­
niosa m ue rte , ' de sp ern á n d ose le y co lgándolo de
esta suerte fu e ra de la g a lle ra . Las heridas del
que sobrevive son lavadas con una in fu sió n de
hojas de tabaco en vin o de coco, teniéndosele des­
de este m om e n to en gran e s tim a , para apostar a
su fa v o r; pero si queda in ú til para nueva refriega,
es cuid a d o c a riño sa m e n te por su dueño, habiendo
m édicos y casas a p ro p ó sito donde se dedican a
c u ra r sus heridas.»
En los alrededores de la g a lle ra se ven nu­
merosos puestos, en que, preparados p o r filipinos
y chinos, se ponen a la v e n ta vinos dulces y se­
cos, ch ocolates y otros refrescos. Las riñas duran
to d o el día, haciendo o lv id a r hasta los encantos ,
de la siesta, y el filip in o vuelve a su casa después
de puesto el sol, m iserable y a rru in a d o , por lo re­
g u la r.
Los filip in o s nos m ostra ro n varias veces deseos
de que fuésemos te stig os de estas diversiones, en­
señándonos sus gallos fa v o rito s para que los ad­
m irá ra m o s; pero tu ve poca cu rio sid a d de presen­
c ia r las luchas, aun cuando no cabe d uda que son
m uy pintorescas, o, al m enos, a lg o más que las
de hom bres.

(E l anterior trabajo, del escritor y viajero


anglosajón J . Rouring, está fechado en Mam-
la, en 1876. Hemos reproducido esta vieja cró­
nica porque, tres cuartos de siglo después de
haber sido escrita, refleja perfectamente el
ambiente filipino en torno a los gallos de
pelea.)
L paisaje desde el aire, casi inédito aún, es
E un paisaje vertical. Hasta el momento, na­
die nos había ofrecido una visión vertical
de España. Desde el aire, la Península Ibérica es
tan bella y tan apasionante como desde los otros
I puntos de proyección.
Si nos viésemos forzados a resumir en un solo
calificativo la cualidad más acusada de España,
' diríamos sin dudar: diversa. España es dife­
rente, distinta, lo mismo geográficamente que
¡ climatológicamente; por igual desde un punto de
vista histórico que costumbrista. Así vemos que
en este suelo se dan las cumbres de nieves per­
petuas y el clima bonancible; y las llanuras in­
terminables junto al. macizo escarpado o la me­
seta de gran altitud. Es esta de la variedad una
virtud inapreciable para nuestra perspectiva ver­
tical. Todo aquel que haya volado sabe que aquello
que puede quitar aliciente o belleza a un viaje
por el aire es la monotonía. Las grandes exten­
siones, bien de tierra, bien de agua, cuando se

Z am o ra . viaja en avión, no pueden conducir a otra cosa


que no sea el tedio y aburrimiento. No existe ese
peligro en la Península. España está dividida
por una serie de espinas transversales que deli­
mitan concretamente unas zonas peculiarmente
distintas y hasta, en ocasiones, abiertamente
opuestas a las colindantes.
Pero no es ésta, con ser muy importante, la
única virtud del suelo español bajo la visión ver­
tical, puesto que habrá, además, que sumarle
sus tradicionales bellezas, que no han de sufrir
menoscabo, antes bien, ganarán realce, desde la
nueva visión. Desde luego, se ganará siempre en
conjunto. Lo que desde la superficie hemos de
contemplar fragmentariamente, cuyos fragmentos
hemos de acoplar en nuestra imaginación, para
hacernos una idea general, se nos ofrece desde el
aire de una vez.
Sea el punto de partida de nuestro reportaje
vertical las Islas Canarias. Estas son un florido
vergel, con la faz blanca de su Teide, que es­
conde—cual las nativas—fuego en el corazón bajo
la nieve de su semblante. La grandeza objetiva
del Teide es, en verdad, considerable; pero ape­
nas nada si la comparamos con lo que subjetiva­
mente representa. En las islas, el Teide es, por
fuerza había de serlo, el pináculo de la grandeza,
la meta tangible para toda mensuración. La mág-
nificencia de esta montaña cobra todavía mayor
realce cuando en el día que sobre ella se vuela
el techo de las nubes se desliza a sus plantas.
Entonces se comprende y se justifica la vieja
veneración guanche por su Teide, disculpando que
unos hombres primitivos e ingenuos se humilla­
sen ante aquel coloso, que vomitaba fuego, así lo
creían ellos, cuando era desobedecido.
Grao de Valencia,
Santa Cruz de Tenerife.

En °rácil salto de horas pasamos a Cádiz, secunda escala de nuestro itinerario


vertical. Lo que primeramente destaca en la estructura gaditana es la permanencia
de sus contornos, de sus límites. Es una ciudad en la que no cabe expansión, segu­
ramente porque ni la busca ni la desea. En Cádiz lodo es cual fué, tal y como
será siempre. Son las mismas esas calles afiladas, estrechos regueros de sombra,
que pasean de un lado a otro la gracia y el donaire de su parsimonia
andaluza.
Y de Cádiz, a Sevi /illa. Andalucía es toda ella una inmensa brújula. El Guadal­
quivir es su aguja magnética, que apunta sensiblemente a Sevilla. \ a Sevilla acude,
imantada por su influjo, el alma toda de Andalucía. Y se ha coñdensado en un
olor, una música y un paisaje. Y todo ello rima a la perfección con la algarabía
de las callejuelas y el hormigueo de las barriadas.
Sobre Sevilla parece existir como un remolino, que todo lo absorbe, que todo
lo atrae y hace suvo. Volando sobre ella se siente esta atracción, 't se embebe uno
en las maravillas arquitectónicas de la Catedral y de San Telmo, y en las frondas
<U sus alamedas y palmares y en el hechizo inconfundible de sus callejuelas,
Lo más representativo de Sevilla desde el aire son sus plazas. Todas ellas se
presentan con un denominador común: su frondosidad, que es su vida y su orna­
mento. En todas ellas existe un paralelismo de edificios y de árboles, como si la
vegetación se hubiese empeñado en remedar la geométrica configuración de la
arquitectura.
Desde Sevilla aproamos a Ronda, la ciudad poseída por el vértigo de su
Tajo. Toda ella está asomándose al mismo con una perpetua antinomia de deseo P a l m a d e M a llo r c a .
de apartarse e imposibilidad de hacerlo. La belleza, la negra insondable belleza A rrabal de Santa Catalina-
del Tajo, le atrae con poder irresistible. \ allí está, al borde, la ciudad toda, con
sus blancos cortijos, que parecen escapados de la campiña.andaluza, con las severas
casas de esplendor magnifícente, con el ruedo empapado de vítores y sol...
De Ronda, a Córdoba, en nuestra dirección y nuestro rumbo. Y a Córdoba
llegamos tras saltar la cadena costera, y tras volar por esos olivares interminables,
plantas y surcos, de la campiña de Jaén y de la propia Córdoba. Córdoba se
adormece segura al borde del río; las ermitas de su serranía, blancos puntitos
qUe en la lejanía se columbran, le dan atalaya vigilante. El río es un ancho y
tranquilo espejo donde Córdoba puede contemplar coquetamente su belleza morena,
un poco a lo Romero de Torres. Callejas estrechas, plazuelas recogidas, arrabales
pintureros acogotan alguna que otra sombra de urbanismo y dominan tiránicamente
el conjunto de la ciudad.
Desde la moruna ciudad del Califato volamos a la no menos moruna ciudad de
Valencia del Cid, y la cámara fotográfica recoge el Grao valenciano, el puerto
redondo y mediterráneo donde atracan barcos de todo el mundo en busca de oro
levantino: la naranja.
Las Islas Baleares se hallan al alcance de nuestra mano y no se resiste a la
tentación de volar hasta ellas, cubriendo unas millas de mar latino, tranquilo y
azul. No se acaba de llegar a una isla cuando ya se avizora la siguiente, emer­
giendo de las aguas como un puñado de rocas. A medida que se aproxima uno, los
contornos se van definiendo, y entonces ya se destaca la silueta característica de
Ibiza, Palma, Pollensa y otros muchos pueblos y villas. Y perdiendo altura se
ganan detalles: la fortaleza de Mahón; la amplia y tranquila bahía de Alcudia
y Pollensa; los alcores, cubiertos de pinos, de Sóller y Valldemosa; el amplio
empaque ciudadano de Palma de Mallorca.
En busca de nuevos horizontes y contrastes, emprendemos vuelo de noche p o l­
las cordilleras norteñas, dejando a un lado las rutilantes múltiples lunecillas de Tajo de Ronda (M á la g a ).
la gran Barcelona, las sombras ingentes de la cordillera pirenaica, el largo culebreo
del Ebro, que se parsimonia al pasar por la Seo y el Pilar zaragozanos. 1 de
propósito, la amanecida en los Picos de Europa. Allá donde la Naturaleza es más

León. Vista parcial.


Naturaleza, allá donde más imponentemente se manifiestan su grandeza y majestad,
es sin duda en el mar y en la montaña. Y ello se realza al amanecer o en el ocaso. Palma de M allo r­
Volando sobre los Picos de Europa se comprende la dificultad extraordinaria de ca. Vista parcial.
señalar cada punto y expresar seguidamente el casticismo sabroso de su toponimia.
León. La medula de León está constituida por un triángulo histórico-monumen-
tal, cuyos vértices maravillosos se llaman Catedral, San Isidoro y San Marcos.
Así, al menos, se asemeja desde el aire, y la ciudad toda parece atónita ante seme­
jantes maravillas, por lo que parece flotar sobre ella un hálito respetuoso y an­
tiguo.
En ese triángulo histórico-monumental, para el cual vive León, no choca nada
en la ciudad, armonizada perfectamente con él, salvo esas reminiscencias gálicas
del edificio del Monte de Piedad, con una arquitectura insolente, entre tanto pasmo
y respeto, de chateau merovingio.
En el amplio cauce secular del Duero, unos islotes aleves juegan a barcos.
Las aguas han modelado lenta y amorosamente sus quillas, y para hacer aún más
real el parecido, la corriente va dibujando, en un esbozo, un tibio -remedo de
singladura. Acaso sea éste el simbolismo de Zamora, que el aire nos devela; acaso
Zamora sueña en el Duero bellos nostálgicos sueños de mar, de empresas salinas
aventureras que no puede vivir, enclavada en la arriscada meseta de la Vieja
Castilla. Pero sueña.
Las ciudades y los ríos van unidos siempre, indefectiblemente, en el recuerdo.
Zamora y el Duero no se apartan de la regla. Zamora divide sus ansias contem­
plando aí Duero que llega y mirando al Duero que se aleja. Con alborozo y con
pena. El Duero mira siempre hacia adelante; es un viejo río multisecular, y no

Toledo. Vista parcial.


Sevilla. Vista parcial.

m W

La Coruña. Vista parcial.


ignora que en su cauce el murmullo de las aguas va pronunciando la vieja, sabida
y olvidada filosófica lección de la vida: vivir es pasar, vivir es pasar... Y Zamora Simancas.
no quiere escucharle, y pretende asirle, y se le va, como forzosamente huye el agua
de la cuenca de las manos. Las orillas, únicamente, no participan de la congoja de
la ciudad. Un largo puente juega, a brincos, con el anchuroso río; un viejo molino
moja, precavidamente, sus pies en el agua; y las piedras de los bordes se lanzan
al líquido en audaz aventura de peces improvisados.
La vía férrea describe un círculo brillante en torno a la contextura clásica del
castillo que cerrara los ojos a la más grande reina de los siglos todos. A no ser
por eso, tal vez pudiésemos creer que nos encontrábamos en aquella ya lejana
época en que eran famosas en la piel de toro ibérica las ferias de la muy noble
Medina del Campo.
Y por fin se llega a Madrid, que es un poco síntesis y compendio de España
toda. Si se llega por el norte, los bosques y cerros de El Pardo adoptan un poco
la fisonomía de aquellas comarcas; si por el sur, los llanos y áridos terrenos
simulan las vides y sabanas manchegas; por el este, las huertas jarameñas imitan
a sus hermanas ias levantinas. Y al igual que el paisaje, la manera de ser.
Cuantos vienen de la provincia a la capital, fácilmente se aclimatan, porque fácil­
mente tropiezan con caracteres idénticos al suyo. Y Madrid está aquí, a nuestros
pies, como obligado fin de viaje. Viéndole a él sentimos que estamos viendo a
España. Bello como bella es la nación que capitaliza; con sus avenidas rectas
y espaciosas; con sus callejas angostas y retorcidas, herencia de la Corte de los
Austrias; con sus pulmones de verde y rosas del Parque del Retiro y del Oeste;
con su afán de ensanche y progreso, que es el común afán de la nación toda.

Castillo de la M ota
{hAed'tna del Campo).
Plo*o WoYOt

'S fiíá K to ttvi

VwuwV
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i \" " \u .

palacio Nació.
IMMIMi i m m ,

g u id a deJ río M a n z an a res y d e/ Pa/a-


A la vista aérea superior, que recoge
cio Nacional, para terminar en el Par’
u n a cuarta parte de Madrid, aproxi­
que del Retiro. En la d e abajo se ve,
madamente, corresponde la perspec­
en primer, término, el Palacio Nacio­
tiva de la •foto » inferior. La de arriba
nal y, al fondo, la arboleda del Retiro.
comienza en la Casa de Campo, se-
Por JOSE ALFREDO HERNANDEZ

OMO un trasunto de v iejas épocas, en las que los dioses se m ovían cio , m irándose unos a otros para ver quién se daba por padre d el m enor.

C entre los hom bres y los an im ales hablaban, se puede ofrecer la an­
tiquísim a leyen d a recogida en H u aroch irí, D epartam ento de L im a,
por don Francisco D ávila, cronista, que fuera párroco de la dicha d octri­
N adie lo hizo ; m as al final de todos los convocados dicen que estaba, com o
postergado, en su hábito de pobre, e l dios Corinaya, q uien n i siquiera fué
m irado por la altiva C ahuillaca.
na de H uaroch irí : E l dios Corinaya gustaba de andar tan andrajoso y m i­ En vista d el silen cio , C ahuillaca d ijo : «Pues si todos calláis y no q u e­
serable, que aq u ellos que no sabían q u ién era le zaherían e insultaban. réis responder, yo soltaré al n iñ o para que él vaya y por instinto reconozca
Existía por ese m ism o tiem p o una herm osísim a doncella que se llam aba a su padre, que, sin duda, ha de ser aq u el adonde e l niño prim ero llegue
Cahuillaca, m uy solicitad a por m uchos prín cip es y d o n celes; mas ella y se enderece.» E l niñ o fué soltad o, y arrastrándose, y sin detenerse ante
era tan esquiva, que nunca accedió a las am orosas súplicas. U n buen día, alguno, lleg ó directam ente hasta donde estaba C orinaya, pobre y m al ves­
estando C ahuillaca tejien d o ju n to a un joven árbol de lúcum o, e l dios Co­ tid o , y ante é l sonrió alegrem en te y , asiéndose de su p ierna, trató de en d e­
rinaya se con virtió en un precioso y finísim o pájaro y , cogiendo un lú cu m o, rezarse. La herm osa C ahuillaca enfureció de m ala m anera ; avergonzada,
puso en él su sim ien te generativa, d eján d olo caer a los pies de la bella Ca­ tom ó al niñ o y, volvien d o las espaldas, se fué huyen d o hacia el m a r . .
huillaca, q u ien , tom án d olo del su elo, lo com ió con gran deseo y gusto, q u e­ E l C orinaya, presto, cam bió sus harapos por vestidura de oro y siguió
dando inm ediatam ente preñada, sin m ás obra de varón. A su tiem p o alu m ­ a la princesa clam ando su am istad, ante la adm iración de los dem ás jó v e ­
bró un n iñ o , perm an ecien d o m ilagrosam ente virgen. C ahuillaca lactó al nes dioses, que estaban absortos d el resplandeciente cam bio del Corinaya
niño, sin saber quién era su padre, n i sabiendo cóm o lo había concebido. V iracocha. E n su persecución iba declam ando a gritos a la herm osa sus en ­
Al cabo de un año, cuando e l n iñ o com enzaba a cam inar, C ahuillaca co n ­ dechas de am or. T odo él resplandecía en lum inosos d estellos, que llenaban
vocó una junta de los íd olos y gente p rin cip al de la tierra para que dijesen de claridad e l cam ino ; pero C ahuillaca no volvía el rostro n i respondía a
quién era el padre d el n iñ o . La n oticia produjo gran revuelo y alegría de sus querellas ; sólo lam entaba haber sido poseída por hom bre tan sucio y
todos, y cada m ancebo y huaca trató de adornarse y vestirse lo m ejor p o si­ descuidado. C ahuillaca no se detuvo hasta llegar frente a las playas de Pa-
ble, a fin de parecer perfectos ante los ojos de la linda C ahuillaca. cliacam ac ; a llí, ella y su h ijo se lanzaron al m ar, convirtiéndose en dos
La junta se realizó en A n ch icoch a, un p u eb lo distante entre C horrillos grandes piedras, que, a m odo de islotes, se pueden aún h oy ver desde dicho
y H uarochirí. A llí tom aron asiento todos los jóvenes convocados, lu cien d o santuario.
sus más codiciadas galas y preseas. C ahuillaca les dirigió la palabra, d icien ­ Corinaya deliraba a lo largo del cam in o, su p lica n te; mas ella no le
do : «Os he convocado, varones y gente p rin cip a l, para que sepáis que es­ escuchaba ya. E ntonces apareció un cóndor, a q uien preguntó Corinaya
toy muy cuidadosa y apenada de haber parido este n iñ o, que llevo en m is por la dicha princesa, a lo que e l cóndor contestó que si se daba un poco de
brazos hace ya más de un año, y aun no sé, n i h e pod id o saber, quién fué prisa, la alcanzaría, pues no m uy lejos estaba. E l dios le agradeció y lo b en ­
su padre; b ien sabéis vosotros que yo nunca con ocí varón n i he perdido d ijo , facultándole para que pudiera volar a su albedrío por todas partes,
mi virginidad; así, pues que aquí estáis todos los m ozos y varones de esta atravesar punas y valles y vivir en lugares altos e inaccesibles, com er las
tierra, y de n ad ie, sino de uno d e vosotros, p u ed e ser. P id o al que hizo el llam as y vicuñas, los corderos y anim ales que sus dueños descuidaran. P ro­
daño lo diga y reconozca a este n iñ o por su h ijo .» T odos guardaron sile n ­ siguiendo su cam ino, h alló a una zorrilla, a la cual le preguntó tam bién
por C aliuillaca. Esta le d ijo que en vano se apuraba, pues ya la princesa
se había distanciado m ucho y sería m uy d ifícil de alcanzarla. E l dios, en ­
furecido, le ordenó que jam ás apareciera de día entre las gentes, que
fuera posesa d el m al olor y de la h ed ion d ez y perseguida por las gentes de
todas partes. Más allá encontró a un le ó n ; éste le m anifestó que la ena­
morada fugitiva iba m uy cerca aún, que era casi seguro que m om entos des­
pués la obtendría ; prem ió el dios al leó n , donándole e l respeto de todos
los dem ás an im ales; lo in stitu yó verdugo y castigador de la gente m ala y
lo autorizó a com er llam as de los in d ios pecadores. Y para después de la
m uerte d el leó n ordenó que todos disecaran su cabeza, y su p ie l la adere­
zaran y curtiesen para llevarla con orgullo en los b ailes y cerem onias.
U nos m om entos después h a lló un zorro, q uien le dió m alas n oticias sobre
el avance de la indignada C ahuillaca, por lo cual lo denostó y m ald ijo :
«Yo m ando se te persiga, y que las gentes te apuren y te corran a palos, y
que a tu m uerte se bote tu p ellejo y te pudras para siem pre.»
Como un gavilán le diera m ejores nuevas, le consignó las siguientes m er­
cedes : com er las aves pequeñas y , sobre tod o, e l dulce p ajarillo q u e n ti,
que es una avecilla que se sustenta d el rocío de las flores, y ordenó que el
hom bre lo honrare a su m uerte, llevan d o en los b ailes y cerem onias su ca­
beza disecada. U nos papagayos que le dieron noticias negativas sobre la
persecución fueron m ald ecid os, y se les m andó que jam ás podrían comer
tranquilos, n i ocu ltos, n i seguros, pues sus propios gritos y estridencias los
denunciarían, siendo odiados por todos los h om b res; y de esta m anera,
preguntando a uno y otro por la fugitiva C ahuillaca, lleg ó hasta el mar.
N o hallán d ola, retornó para siem pre a la sierra...

:¡: * *

«E l m ito — dice e l doctor H onorio D elgado— es la sim ien te de la H istoria»;


oyendo la leyen d a de los herm anos A yar, se com prueba la profundidad y
justeza de este aserto. Según B ernabé Cobo, «después d el D ilu v io univer­
sal, en que p erecieron todos, los hom bres salieron de una cueva que está
en el asiento de T am pu o T am bo, llam ado P acaric-T am pu, en el que existe
una ventana de p ied ra, que es la boca o respiradero de la referida cueva.
Salieron de a llí los cuatro herm anos A yar, que iban a ser los fundadores
d el im p erio. U no de ellos se llam aba M anco Capac, y los otros, A yar Uchú,
A yar C achi, A yar Cuca y A yar R ahua, con sus cuatro m ujeres. R especto
al origen de ello s, no concuerdan los cronistas, pues algunos dicen que se
decían venidos d el T iticaca, donde se habían cobijado para librarse del
D ilu v io , y de a llí los trajo e l H acedor por las profundidades de la tierra
hasta salir por aquella cueva de P acaric-T am pu. Con ellos venían las sem i­
llas y alim entos que les había dado el H acedor ; todos tom aron el camino
del Cuzco. E l acuerdo m utuo y con el H acedor, era que a llí donde se de­
tuviesen por el cansancio h iciesen su asiento y h ab itación . L legando al cerro
H uanacaure, el herm ano m ayor arrojó con su honda cuatro piedras hacia
las cuatro partes del m undo y tom ó posesión de la tierra».
José de la R iva A gü ero ,'m a estro ilustre y d ilecto historiador, estima
que en la leyenda de los herm anos A yar, ellos representan em igraciones de
tribus. Que el núm ero cuatro es un núm ero m ítico ; para e llo recuerda^ que
cuatro fueron los barrios d el Cuzco, cuatro las regiones en que los incas
creyeron d ivid id o e l m undo y cuatro tam bién las partes en que se dividió
e l im p erio. «En realidad— dice R iva A güero— , las em igraciones de las tri­
bus fueron más de cu atro; es m uy seguro que llegaran a diez.»
N uestro cronista m estizo G arcilaso de la V ega dice haber oíd o de boca
de sus m ayores la m ism a fábula, mas apareciendo tan sólo m uy sugestivas
variantes : «E l S ol, que era padre de todos los hom bres, vién d olos en tal
m iseria y desgobierno, se apiadó de ello s, enviando d el cielo un h ijo y una
h ija suyos para que los adoctrinaran y les enseñasen a vivir en casas y pue­
b los, labrasen la tierra, cultivasen las plantas, dom esticaran los animales
salvajes y se aprovecharan de ello s, así com o de los frutos silvestres de l ®
tierra, ya com o hom bres racionales y no com o bestias. Esta pareja salió de
lago T iticaca, con la orden que dondequiera que aposentasen para el des­
canso o la com ida hincaran una barreta de oro que el Sol les había dado,
que m edía m edia vara de largo, y de ancho, dos dedos, y allí donde se
les hu n d iese de un solo g olp e, a llí querría el Sol que h iciesen su sede
y c o r to .
Dadas estas instrucciones, el Sol desp id ió a sus dos h ijo s. Salieron ellos
d el Titicaca y cam inaron al S eptentrión, y por todas partes que paraban
tentaban de h u n d ir la barra de oro, y nunca lograron este p rop ósito; asi
hasta que llegaron a una tienda o paraje pequeño, que está siete u ocho
leguas del Cuzco, y que se conoce con el nom bre de P acaric-T am pu.»
Esta m ism a leyen d a la trae e l cronista C abello de B alb oa. Y es intere­
sante, porque sugiere que e l solar de los fundadores d el im perio incaico
no fué el Cuzco, sino la m eseta d el C ollao, tesis que com ienza a tener vali­
m ien to entre nuestros estudiosos.
E l m ism o C abello de B alboa trae una preciosa leyen d a que relata la lle­
gada de em igrantes a la costa peruana. A punto cierto n ad ie sabe la na­
cion alid ad de estos viajeros. La leyen d a, que es b rillan te com o una joya,
d ice, m ás o m enos, así : «Los in d ios de Jayanca, M otupe y Lambayeque
cuentan que, en época m uy leja n a , llegó una gran flota de balsas^ Lleva a
la jefatura un hom bre de gran talento y de valentía llam ado N aylanip;
venía acom pañado de un séquito riq u ísim o ; su esposa se llam aba C eterni,
traía consigo un gran núm ero de concubinas, un cuerpo de oficiales prin­
cipales de su casa, entre lo s que se encontraba P itasofi, su tocador de trom­
petas o de concham arina, instrum ento m uy estim ado por los in d io s; 1Nl‘
nacoya, que estaba encargado de su litera y de su trono ; N inagentue, su
cop ero ; F ongasigde, que estaba encargado de repartir polvos de conchas
por los lugares que é l p asab a; O cliocalo, su co cin ero ; Sam , que cuidaba
con esm ero de las grasas y los colores que su señor usaba en el rostro; en
fin, O U opcoppoc, que le preparaba sus b añ os; L la p ch ilu lly , que bacía tú ­
nicas y vestidos de p lu m as, m u y estim ados de esa época.
N aylam p desem barcó con su deslum brante cortejo en la desem bocadura
de un pequeño río llam ad o F aq u isllan ga. A bandonaron los inm igrante sus
balsas y se estab lecieron en el país, y construyeron, a una m ed ia legua de
allí, un tem p lo , que nom braron C bot, colocan d o en él un íd olo que h a ­
bían lleva d o con ello s y que representaba la im agen de su je fe . Lo habían
confeccionado de una piedra de color verde, y se llam aba L lam p allec, que
quiere decir figura o estatua de N aylam p .
E l p rín cip e N aylam p m urió después de un fructífero y largo reinado,
dejando m uchos h ijo s por doq u ier. P ero com o querían dem ostrar que era
inm ortal, se d ifu n d ió la voz de que por su poder le habían crecido alas y
había volad o a l cielo .
A un b o y b rilla n de labios in d io s estas leyen das. Su relación y paren­
tesco con los m itos y leyen d as que antaño recogieron los cronistas son
' m anifiestos. H asta h o y la te e l v ie jo clim a ; los cerros hab lan entre sí, tie ­
nen sangrientas refriegas, hacen apuestas. V iven . E l arroyo, el trueno y
el arco iris son personajes eternos en este m aravilloso escenario m ítico.
Sirvan de ejem p lo dos leyen d as recogidas por A rturo Jim énez B orja. Para
m ayor d iafan id ad de la ex p o sició n , ofreceré, a m odo de com paración, otras
dos leyen d as ob ten id as por los antiguos cronistas esp añ oles, y entre unas
y otras se podrá advertir e l parentesco evid en te y qu e h u elgan los com en ­
tarios.
D ávila B riceñ o , prim er corregidor de H u aroch irí, tom ó una leyenda
que relata la lu ch a entre los dioses Pariacaca y H u a lla llo . E l prim ero es
un nevado que ex iste en Y au yos, D epartam ento de Lim a ; d ice así :
«... tres días con sus noches p eleó e l Pariacaca con el H u allallo y lo ven ­
ció, echán d olo a los A n d es, q u e son unas m ontañas de la provincia de Xau-
xa, hacién d ose el Pariacaca la sierra y alto p ico de n ieve que es h o y ; el
H uallallo, otra sierra de fu eg o , y así p elearon ; y el Pariacaca echaba tanta
agua y granizo, que no lo pudo sufrir el H u a lla llo , y así lo ven ció y lo echó
adonde e s ; y de la m ucha agua que le echó en cim a, que quedó aq u el lago
que h oy es, que llam an de Pariacaca, que es e l cam ino real que va al
Cuzco desde los R eyes.»
La leyen d a de «Los dos U rcos», recogida en Laraos, provincia de l Aau-
yos (L im a), por A rturo Jim énez B orja, d ice así :
«A tachuco y T unsho-hu anca son dos cerros. A tachuco es alto y h erm o­
so. T unsho-huanca es m enor, y está colocado un poco atrás, com o enojado.
Hace años los dos urcos eran igu ales, sólo que T unsho-hu anca era m uy
atolondrado y h a b la d o r; siem p re estaba p r esu m ien d o : «Y o soy fuerte.
Yo soy gra n d e...»
A tachuco se cansó de oír siem pre lo m ism o y d ijo a T unsho-huanca :
«Mejor será correr día y n och e sin descanso hasta saber q uién es más p o ­
deroso.»
A penas salió e l S o l salieron los dos urcos. T unsho-huanca corría sin m i­
rar e l ca m in o ; por a llí se le cayó un b razo; m ás allá p erd ió e l otro. Ata-
chuco avanzaba d esp acio. T unsho-huanca volab a. P or a llí se le cayó una
pierna ; m ás allá, la o tr a ... E ntonces se detuvo : su corazón golpeaba com o
tambor gran d e; com o p u d o, lleg ó hasta A tachuco y ya no quiso co ­
rrer m ás...» *
Si el parecido no h u b iese sido ad vertid o, relataré una leyenda recogida
por el P . M artín M orúa, que dice :
«D el valeroso in fan te y capitán T u p ac A m ara y de sus grandes h ech o s.—
Cuando este cap itán — se refiere a T u p ac A m ara— estaba en la fortaleza
de T iahuan aco, d icen que pasó un esp añ ol en figura de p ob re, pred ican ­
do a los in d ios e l E v a n g elio , v in ien d o a verse con e l inca p or e l cam ino
del T iahuan aco. L legó a un p u eb lo que se llam a Cacha, donde se celebraba
gran fiesta y había borrachera. E l bienaventurado viajero em p ezó a repren­
der a las gentes por sus vicios y jo lgorios y éstos se tornaron contra él com o
bárbaros y gen tiles e h iciero n burlas de lo que decía y burlándose de su
propia persona. S alid o que fué d el p u eb lo este santo varón, cayó fuego del
cielo y abrasó a todas las gentes. Ya lu ego quedaron abrasados y con su m i­
dos y sus ed ificio s destruidos.»
Arturo Jim én ez B orja nos relata la fábula «La laguna de Paca», reco­
gida en Paca (Ju n ín ). A dm ira, p u es, cóm o la sem ejanza de estas leyendas
sigue resonando a través de siglos con voz de in m arcesib le frescura. La le ­
yenda dice así :
«Hace siglos había un p u eb lo grande, ed ificad o en la quebrada que hoy
ocupa la laguna de P aca. Cierta vez, estando de fiesta uno de los p rin cip a­
les del p u eb lo , se presentó a su puerta un an cian o m uy andrajoso. E l viejo
era D ios. N a d ie le d ió de b eb er n i de com er. E ntonces, D ios v isitó a una
pobre viuda que vivía con dos h ijas pequeñas en las afueras d el p ueblo.
Esta m ujer le d ió de com er «la pobreza que ten ía » , y D ios lo tom ó en cu en ­
ta. Cuando e l anciano se d esp id ió de la viuda le m andó que tom ase e l ca­
mino que sube hacia A co lla , pero que no v o lv iese la cara atrás.
E ntretanto, en la casa d el h om bre rico un con vidado descolgó d el techo
un tam borcito p in tad o de verde y se puso a tocarlo basta que reventó. Salió
tanta agua de la reventazón, que tapó a todo e l p u eb lo.
La viuda y sus dos h ijas subían e l cerro S h u jú , cuando sin tieron un gran
ruido, entonces v o lvieron la cara y quedaron convertidas en p iedra. Tres
®on, una grande y dos pequeñas. Están en la cum bre d el S h u jú com o quien
va de Paca hacia e l distrito de A colla.»
A sí, a través de los sig lo s, sigu e corriendo con cristalina voz la leyen d a,
que hace con ocer en tre la patinada atm ósfera en que se desarrolla cóm o y
de qué m anera pensaban y soñaban los v iejos d el p u eb lo d el P erú.
ACIDO en M adrid, en 1881, el popular ca ric a tu ris ta y actor don Fernando Gómez-Pamo del Hizo el Ignacio de Loyola de «El D ivino Impaciente», de Pemán; el fra ile fiscal en el «Juicio de Dibujar, es decir, sa tiriz a r con su lápiz todo cuanto descubrían sus ojos, era la gran vocación

N
que le parecía haber nacido con el lápiz en la mano. Aquel lápiz del que decía don A ntonio Maura
Fresno (Fernando Fresno), estudió el B achillerato en el Colegio de San José de Calasanz, y más Santa Juana», de Bernard Shaw; el «Rubio» de «La Malquerida» y el «Crispin» de «Los intereses de su vida. Era incansable para el tra bajo, ya que, según propia confesión, era fe liz cuando dibujaba,
que «caricaturiza hasta el espíritu».
creados». D urante los años que se dedicó con asiduidad al tea tro, hacia el que tam bién sintió siempre hasta el punto de que en ese m omento olvidaba cualquier otra preocupación. También poseía
tarde cursó la carrera de Farmacia, que term inó a los diecinueve años. Hizo seguidamente el Un niño todavía, ya publicaba sus caricaturas en el «M adrid Cómico» y otros periódicos humo­
Doctorado, y durante catorce años ejerció como profesor a u x ilia r de cátedra. una irresistible vocación, estuvo incorporado a las principales compañías dram áticas españolas. En m agnífico oído para la música y era capaz de c a n ta r de memoria numerosos trozos de óperas y
rísticos y satíricos de fin de siglo; pero cuando de verdad empieza a popularizarse su nombre como
los últimos tiempos actuó tam bién en numerosas películas españolas, ta n to en la época del cine zarzuelas. D urante más de cuarenta años csistió a cuantos estrenos se hicieron en M adrid, pues
A la m uerte de su padre, que, además de farm acéutico establecido y acreditado en M adrid, era carica turista es con el nacim iento de «ABC* y demás publicaciones de Prensa Española, a cuya
cate drá tico de la Facultad de Farmacia, consejero de Sanidad, presidente del Colegio de Farm acéuti­ mudo como del sonoro. cuando no tom aba parte como acto r asistía como carica turista , para realizar aquellas páginas, que
Redacción estará adscrito Fresno por espacio de más de tre in ta años, con una labor asidua y desta­
cos y otras muchas dignidades, don Fernando Gómez-Pamo heredó la farm acia, cuya dirección Viajó Fresno mucho por España, a la que conocía muy bien; pero tam bién hizo durante su vida llegó a popularizar, en que recogía escenas com pletas en caricatura, con los propios diálogos de
cada. Su tra b a jo a p a rtir de esta época es extraordinario. Su lápiz no descansa. Puede decirse que
ejerció durante tre in ta cños. desde principios de siglo hasta la guerra civil, todas cuantas figuras de algún relieve ha producido frecuentes recorridos por diversos países de Europa y América. En 1912 había contraído m atrim onio la obra.
con doña M aría de la Gloria López A lvarez, de cuyo m atrim onio viven tres hijos: Juan Ramón, que La ú ltim a carica tura que pudo hacer Fresno, poco antes de que la enfermedad que le llevó al
Pero esta personalidad de catedrático, farm acéutico y especialista en estudios de Botánica, fué España, en cualquiera de sus actividades, dejaron su rasgo característico— de su cuerpo y de su
desbordada por la otra, la de su popularidad como carica turista . Desde niño se m anifiesta en Fresno actualmente tra b a ja como técnico en la Compañía A rge ntina de Electricidad; M aría Lourdes sepulcro le inm ovilizase tota lm e n te , como estuvo bastante tiem po, fué la del sabio descubridor de
espíritu— en los inagotables álbumes de Fresno.
una desmedida afición al dibujo, y dentro de las muchas variedades de este arte presenta excep­ (Maruchi Fresno), doctora en Ciencias Químicas y conocida a ctriz cinem atográfica, y Fernando, la penicilina, sir Alexander Fleming. Parecía rendir así trib u to a la ciencia, a la aue él había
Además de en las publicaciones de Prensa Española, colaboró asiduamente Fresno en numerosos
cionales aptitudes para la carica tura . Sin estudio especial ninguno, de manera espontánea y casi alférez de navio. dedicado los mejores años de su juventud. Y así recogía, ya casi moribundo, el ú ltim o latido del
periódicos españoles, argentinos y de otros países. Fué tam bién Fresno actor destacado, llegando
innata, empieza su lápiz satírico aquella tarea, que había de term inar sólo con su invalidez y De las diversas exposiciones de caricaturas en que ha tom ado parte, ta n to en España como en sensacional descubrim iento de nuestra época. Pues esto había sido el inmenso arsenal de sus ca ri­
a inte rpre tar papeles de responsabilidad en numerosas obras de repertorio, principalm ente de actor
m uerte. Se ensaya prim ero con sus maestros y condiscípulos. América, una de las más im portantes fué la que tuvo lugar en Rosario de Santa Fe (A rgentina), caturas: la historia de más de medio siglo, recogida simbólicamente en sus figuras más célebres
cómico. Consiguió éxitos resonantes en muchas obras de Benavente y los hermanos Quintero, y
No podría decir Fresno cuándo ni cómo empezó a hacer caricaturas, pues él mismo solía decir con unas doscientas caricaturas personales, que tuvo un éxito verdaderam ente impresionante. y destacadas. Fernando Fresno falleció, en M adrid, el 2S de abril de 1949.
tam bién en obras dram áticas, como «Flor de Harina» y «La Erm ita, la Fuente y el Río», de Marquina.

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ADA como el tem a del sello de correos para ser tratado desde el punto de
+%■! vista rom ántico. Ya Max B uttner rindió justicia a esta relación com unica­
tiva y tituló su precioso libro R om anticism o de los sellos de correos.
Pero es que incluso el coleccionismo ha adoptado un poderoso aliento espi­
ritu al, en el que recrece una fuerza mágica de am or. Se ha llegado a la am is­
tad más fervorosa, y se trata a un sello de correos como otros am an a su pájaro.
Es una lab o r cuidadosa la que el coleccionista m antiene sobre ellos, atendiendo
a su salud y devolviendo al conjunto fam iliar (las series...) los hijos perdidos.
E l hallazgo de alguno de estos hijos, tanto más, cuanto su búsqueda lia sido
dificultosa, entraña para el coleccionista m om entos de emoción sincera.
En M adrid, bajo los arcos de la vieja plaza M ayor; en Barcelona, en el m er­
cado de San A ntonio, los coleccionistas se agrupan pacíficam ente, pero con el
corazón in tran q u ilo ... Son grupos silenciosos que buscan y buscan; algunas ve­
ces un raro azar les coloca delante de si un hallazgo... que no esperaban, del
qu e sólo acaso su m em oria tuviese dudosa noticia.

S éste u n tem a intrincado en la vieja política rom ántica, cuando el m undo se


i '■ em peña noblem ente en una aproxim ación física. El sello de correos es
J ] ;<f a la hora de esta fraternidad com unicativa lo que el camino de hierro, lo
que los Servicios de Correos en su pleno desarrollo, lo que los docum entos de
pase de frontera de una expedición fácil. No es el camino in terio r de un país
e l que trata sólo de co rre r; su viaje es mucho m ás largo. El hom bre rom ántico
adquiere por estos vehículos—tren y sello de correos—una proxim idad que en
los viejos años hubo de estar asegurada sólo en m otivos m orales, de com u­
nión religiosa y de defensa o ataque de esta com unión.
Este fino papel, rem edo de la oblea, que pasa de cerrar una carta aabrirla
a un itinerario am plio, es la significación del m undo que se visita y se conoce.
P o d rá proseguir las luchas, pero el hom bre, como entidad individual con sus
derechos, habrá ganado ya para siem pre este lazo, bien concebido, en el que

L
A circunstancia d e cum plirse este a ñ o el prim er centenario d el sello de Correos espa­
ñol h a puesto d e a c tu a lid a d el tem a, no sólo d e sd e el punto d e v ista filatélico, sino diez leg u a s por d ía c o b rab a dos re a le s y medio, y el que ib a a doce, tres y medio. e l sello de correos es la honesta contraseña de participación.
d e sd e el mucho m ás im portante d e l nacim iento y evolución d e un servicio público, na­ Se e stab lec ía el m onopolio del Correo, de modo q u e no p u d ie ra n llevarlo arrieros
cional e internacional, q u e tanto h a contribuido a m antener la s relacio n es esp iritu ales y ni carreteros y d em ás traficantes, tratán d o se d e pliegos cerrados. Tam bién se especifi­ L día 1 de enero de 1850 se im planta en España el servicio de franquicia
m ate ria le s entre los pueblos. c a b a el tipo de m ale ta s e sp eciales d e v a q u e ta d e stin a d a s a l correo, c a d a u n a con el postal. E l sello de correos recoge el perfil de nuestra Isabel II, en sus
U na sim ple o je a d a retrospectiva b a s ta p a r a d a rse c u en ta d e lo q u e e s ta sencilla nombre del p ueblo a q u e ib a d e stin ad a. Asimismo q u e d a b a e stab lec id a la inviolabilidad diecinueve años de edad, casada hace tres, y en su belleza castiza. Va bien
invención d e la fran q u icia postal, a la q u e hoy dam os e s c a s a im portancia, h a contribuido de la correspondencia, y a que «los p o rtad o res de c a rta s o pliegos c erra d o s no ten d rán ese perfil a nuestro prim er sello de correos. Hay en ello como un sentido en-
a l progreso hum ano. En lo q u e a l m undo hispánico se refiere, el correo h a tenido cinco obligación de m anifestarlo a n te ningún go b ern ad o r o justicia». Y se prohibe que la s c a rta s tero de la soberanía, de perfil acuñado en plata, que salta con confianza al papel
e ta p a s o períodos históricos—cinco e d a d e s decisivas— , a cuyo som ero estudio tiende el se a b ran , le a n ni reten g an , «bajo p e n a de perdim iento de todos su s bienes». de tono anaranjado (es necesario—han dicho los prudentes que la tinta del
p re sen te trab ajo . E stas e ta p a s evolutivas, se ñ a la d a s c a d a u n a por su fech a y un aconteci­ Es el rey Felipe V q u ien incorporó a la C orona el Servicio de C orreos e n el a ñ o 1707. m atasellos se observe bien sobre un color propicio) del nuevo im puesto.
m iento m em orable, son la s siguientes: sistem as d e correo en los p u eblos a b o ríg en es an te s del P a ra ello m a n d a construir seis fra g a ta s, que sa ld ría n c a d a cuatro m eses, tres p a r a c a d a Esta Isabel II, m uchacha, que en nuestros sellos aparece ya «señora» (lo_ fué
Descubrim iento; creación d e l «Correo M ayor de Indias», en 1514; incorporación d el Servicio reino, pudiendo d e te n erse h a s ta dos m eses en c a d a puerto d e la s Indias. Las fra g a ta s en su aspecto incluso cuando contrajo m atrim onio, y sólo contaba dieciséis anos),
d e C orreos a la C orona por Felipe V, en 1707; a parición d e l prim er sello d e C orreos es­ d ebían salir d e los puertos de A ndalucía, y los portes de la correspondencia se ­ juega un contraste con el capricho de la reina V ictoria de Inglaterra, quien se
pañol, e n 1850, y la iniciación d e l Correo aéreo, en 1920. rían p a g a d o s a razón d e m edio peso— escudo d e p la ta — la onza y dos re a le s por c a d a negó al cam bio de su efigie de solterita, y, pese al transcurso de los años, su
carta sencilla. El mismo precio re g la p a r a la s c a rta s que viniesen d e Am érica. sello recogió su juvenil faz, sin dar testim onio del verdadero transcurso de los
C uando los conquistadores españoles En 1764, o s e a n cincuenta y siete añ o s d espués, C arlos III c re a b a los «Correos Marí­ años. Cuando en 1901 m urió, a los ochenta y dos años, m uchos sellos de la
LOS SISTEMAS DE CORREO INCAS Y AZTECAS lleg aro n a d e te rm in a d as regiones del timos», con centro en La Coruña. Estos p a q u eb o tes sa ld ría n el prim ero de c a d a m es G ran B retaña seguían divulgando un perfil de solterita.
continente am ericano, los p ueblos abo­ con c a rg a y co rrespondencia p a ra la s Indias, q u e d e ja b a n en La H a b a n a , de donde e ra Con respecto a Inglaterra, tardam os diez años en adoptar la novedad. T am ­
ríg en e s q u e h a b ía n alc an z a d o un m ayor g ra d o d e civilización, como los in ca s y los azte­ distribuida por diferentes m edios. Los m ismos b a rco s re g re sa b a n tam bién m ensualm ente. bién el camino de hierro tardó un par de lustros en apoyarse en el camino es­
cas, y a ten ía n estab lec id as ru d im e n tarias form as de correo. Los re y e s a ztec a s d e la ciudad Un servicio sem ejante quedó tam bién establecido con N ueva E sp a ñ a, Buenos A ires y el pañol, aun cuando, en este caso, el prim er tren español no tiene su aparición
d e Méjico ten ía n su s «paynam í» o m en sajero s p a r a enviar, principalm ente, la s noticias Perú. Al recibir la em barcación la correspondencia d is p a ra b a u n cañonazo y a rb o la b a su en la Península, sino en La H abana.
d e c a rá c te r m ilitar. Estos m en sajero s v a ria b a n d e insignias exteriores y h a s ta d e indu­ g a llard ete con el escudo d e E sp a ñ a sobre dos ra m a s d e p a lm a y oliva, distintivo d el correo. En las disposiciones que se ponen en conocim iento del público se habla de
m entaria, según la c la se de noticia d e q u e e ra n portadores. Si lle g a b a n con los cabellos El gallard ete no se a rria b a h a s ta que d e sc a rg a se la correspondencia en el puerto d e destino. que los sellos se ofrecen con papel engomado y de la m anera que hay que
desm elen ad o s y, sin h a b la r con nadie, se d irigían a l p a la cio d el rey, la s noticias q u e por­ aplicar su contribución a los envíos. Prim eras protestas : alguien, equivocándo­
ta b a n e ra n d e u n a derrota. Si, p o r el contrario, lle v a b a n los cab ello s a ta d o s con una El próximo g ra n acontecim iento en la historia se de parte a parte, com enta que con esto se va a acabar con los correos. Los
EL PRIMER SELLO DE CORREOS ESPAÑOL d el Servicio d e C orreos entre E sp a ñ a y el com erciantes catalanes se quejan en los periódicos de B arcelona.
cinta roja, y el cuerpo ceñido con u n p a ñ o d e algodón, y p o rtab a n en la m ano derecha
u n a rm a , la3 noticias a n u n c ia b a n u n a victoria azteca. Estos m ensajeros, q u e se relev ab an nuevo continente es, sin d uda, la aparición
ajo el reinado de Isa b el II, e n l.° d e ene- ODA una suerte de cultura hállase reflejada en los sellos. La fam iliaridad

T
c a d a determ inado trayecto, p a s a b a n seg u ro s por to d as p a rte s, y a q u e el h a c e rle s daño
se c o n sid era b a como un g ra v e delito. í con el g ra n increm ento de la nav eg ació n con los rostros m ás preclaros (y los circunstanciales ta m b ié n ...; ¿por qué
Tam bién los in cas ten ían su sistem a d e transm isión de m ensajes. El correo o m ensa­ duración d e la s trav e sías. Esto determ ina, no decirlo?), las efem érides, los descubrim ientos, los hechos de guerra, los
jero se denom inaba «chasqui» (el q u e lle v a el m ensaje), y no lle v a b a distintivo exterior ex trao rd in aria intensificación d e la em igración es- m ilagros, las proezas... El sello de correos es como un repaso de este alie
ninguno. El m en saje lo re cib ía gen eralm en te d e v iv a voz, se lo a p re n d ía d e m em oria y de la Civilización, y m uchas veces este repaso ha compensado de_largos e in
lo re p e tía con exactitud a l q u e h a b ía d e recibirlo e n la «posta» inm ediata. Los incas justos olvidos. E l sello de correos es, a este respecto, en la entraña de la cul­
tenían, a d em ás, un sistem a de c la v es oficiales secretas. El «chasqui» recib ía e l m ensaje tura popular m ucho más eficaz que el rótulo callejero, que tantas veces es re ­
e n unos hilos d e d iferentes colores y con de te rm in a d a c an tid ad d e nudos, c u y a signifi­ petido sin la m enor significación, y m enos em barazoso y más bello que m uchos
cación sólo e n ten d ía el in ca y los m iem bros d e su Gobierno. (Por este sistem a d e «chas­ m onum entos horribles.
quis», un m ensaje recorría en tres d ía s la distancia d e Quito a El Cuzco, u n a s quin ien tas leguas. T iene un no sé qué de im agen que se pega a la vista, como una m elodía
sencilla y em otiva se prende al oído. .
C uando el constante aum ento d e la s tie rras que se En su retrato, la conm em oración halla alas de conocim iento. Y en greguería,
EL CORREO MAYOR DE INDIAS conqu istab an creó la n e ce sid ad d e un g ra n número podría afirmarse que es la nueva m ariposa que se ha posado en las cartas para
d e m ensajeros y correos entre la s d istintas regiones traer el m ensaje que dicte su dibujo.
am erican as, en p le n a efervescencia d e colonización, y con la m etrópoli, q u e necesitaba
e sta r en estrecho contacto con A m érica, p o r u n a re a l c éd u la d e 14 d e m ayo de 1514 S divertido, adem ás, que el erro r, la equivocación trivial, concedan a los
se creó el «Correo M ayor d e Indias» p a r a o rd e n ar y dirigir estos servicios. Prim er Correo
M ayor, especie d e director g e n e ra l d e l servicio, fué nom brado don Lorenzo Galíndez y
C a rv ajal, cuyo nom bram iento fue confirm ado, en 1525, p o r C arlos V. Dicho em pleo fue
transm itido por su titu lar a sus sucesores como h e ren c ia patrim onial. Y llegam os a l año 1920, fecha en q u e la s p re n sa s d e la C a sa de
E sellos valores incom parables. Es ésta una rúbrica de la iantasía que pre­
mia la gracia arbitraria en una llora dem asiado vulgar. Parece esta orden dicta­
da por poeta. Desde el «San M auricio» con su «Post Office», en vez de su «P
Paid», basta esos otros en los que por una particularidad de im presión exhiben un
De lo q u e en re a lid a d e ra a q u e l prim er Servicio O ficial d e C orreos nos q u ed aro n noti­ EL CORREO AEREO la M oneda, d e M adrid, g ra b a n los prim eros seilos con u n a sobre­ descuido, el m urm ullo lia prem iado el divertim iento de estos errores, que en
c ia s e n la s C apitulaciones a c o rd a d a s entre el virrey d el P erú don Luis d e V elasco y el c a rg a que dice: «Correo Aéreo». otros aspectos de la vida tienen la secuela de las aburridas censuras, las sal-
citado C orreo M ayor don Diego d e C a rv ajal, sucesor d e don Lorenzo. D ichas Capitulacio­ i p a so v erd ad e ram en te revolucionario en la s com unicaciones inter­ m odias de las advertencias. En este m undo del sello de correos, el prem io con­
n e s dicen, entre o tras cosas: «A cuérdase q u e d e l oficio d e «chasquis» s e a n rele v ad o s los continentales. En estos trein ta años, un continuo progreso en el perfeccionam iento de los cede estos indultos, llenos de privilegios.
in d íg e n a s y s e a n sustituidos por e sp añ o les, m estizos, m ulatos o negros libres. A fin de ali­ vuelos aére o s h a puesto a l servicio d el público de todo el m undo el correo «por avión», Algunas veces se prestan al enigm a, como aquel nuestro, conm em orativo de
v ia r la situación y tra b a jo d e los indígenas, se e stab lec e u n servicio con puntualidad con sobres, p a p e l y sellos e sp eciales, lo que h a reducido h a s ta lo inverosím il el tiempo ( Lope de Vega, en 1935, con su leyenda «Odore enecat suo» («Su perfum e mata»),
y se g u rid ad q u e com unique la c ap ital con la V illa im perial d e Potosí, A req u ip a, Puerto- d e las com unicaciones entre los m ás a le ja d o s p a íses del globo. que estableció una serie de hipótesis sobre el significado de esta leyenda, ex­
d e S an M arcos, A rica y Puerto P a y ta. Como porte d e la s c a rta s se c o b ra rá a tre s reales Por lo q u e se refiere a la com unidad de pueblos d e l mundo hispánico, son d e los traída de un viejo grabado de una edición del tiem po del dram aturgo m adrileño.
la onza la s que fuesen de El Cuzco h a c ia la s p rovincias d e a rrib a , y a dos re a le s la más beneficiados por el correo aéreo, d a d a s la s g ra n d e s distan cias q u e p a r a su comu­ Es el perfum e de las rosas el que ha de m atar al escarabajo que intente pene­
onza la s d e la c ap ita l d e El Cuzco. Los correos extraordinarios se p a g a rá n a razón de nicación interior h a b ía que sa lv ar. De la s cuatrim estrales com unicaciones de F elipe V, tra r en el ja rd ín del poeta. ...
tres re a le s por leg u a. Como indem nización por el tran sp o rte d e la co rrespondencia oficial las m ensuales de C arlos III y la s quincenales de Isa b el II, p a sa m o s a estos m agníficos Escogiendo este lem a, «Su perfum e mata», y dándole la vuelta : «Su afición
se a b o n a rá la c an tid ad d e m il p e so s d e p la ta por año, c obraderos la m itad por San Juan aviones de la «Iberia», q u e conducen u n a c a rta a Buenos A ires en treinta y cinco horas; revive», el am or al coleccionismo de los sellos de correos ha dado alientos a
y la o tra m itad por N avidad.» El v iaje d e id a y v u e lta entre la c ap ital y Potosí estaba una a La H a b a n a , C a ra c a s o ciu d ad de Méjico, e n u n a s treinta. Lo q u e determ ina que los seres más decaídos. En un viejo cuento de finales del pasado siglo se estudia
fijado en veintiséis días. con sólo tres fechas, y a v eces con dos, se p u e d a recibir u n a c a rta de A m érica en un tipo hum ano, desfallecido en todas apatías, a quien un m édico resuelve m e­
E spaña y v iceversa. Y alg o sem ejante ocurre con la s com unicaciones p o stales dentro del diante la entronización del gusto por los sellos de correos. _
En todo tiem po la p reocupación d el correo propio continente, cruzado en to d as direcciones por incontables servicios aéreos, lo que El sello, por la destreza ingeniosa, por su fácil y amena configuración, hace
VELOCIDADES TERRESTRES Y MARITIMAS e s la velocidad. En la A m érica d e los vi­ hace posible que u n a c a rta b a je de Méjico a Buenos A ires e n u n a s treinta y cinco horas; olvidar lo que en otras circunstancias es antipática contribución. Tiene del R o­
rreinatos, los correos se d e sp a c h a b a n «a las que v a y a de Buenos A ires a Lima e n catorce, y de Lima a ciu d ad de Méjico, en veinticinco. m anticism o el viejo juego de la am abilidad, y no ha olvidado m ostrar siem pre su
veinte», e s decir, q u e c a d a d ía h a b ía n de a n d a r veinte leg u a s, p a g á n d o se 16 pesos por Este correo por avión, que h a ce veinte años to d av ía e ra u n servicio lim itado y restringido, cortesía ante el ciudadano. Sus mism os cam bios significan un atento m uestrario
c a d a jo m a d a . Por la m ism a época, e n E sp añ a, los correos q u e se d e s p a c h a b a n no solían d a d a la c a p a c id a d y potencia d e la s a ero n a v es m odernas, se h a convertido y a en u n ser­ de su renovada complacencia.
p a s a r d e la s quince leg u a s, y la m ay o ría e ra n a doce o a diez. El correo q u e iba a vicio norm al, por el q u e se p u e d en e n v iar y recibir de A m érica c a rta s y p aq u etes, con
:s°lo unas h o ras entre el envío y la recepción.
M A R I A N O R O D R I G U E Z D E R I V A S
CIEN AÑOS DE SELLOS EN ESPAÑA
71L 1 de enero de 1950 se han cumplido los cien anos de la fecha en p JQCI u a ipiUflC había una disposición del Ministerio de Hacienda que prohibía confec-
1 que comenzaron a usarse los sellos en España. Adoptados como
signo de franqueo por iniciativa del entonces ministro de la Gober­
ffl. rKOnlt) cionar sellos de menos de un céntimo.
Entonces la Dirección de Correos encargó la confección de sellos de
un céntimo, formado cada uno por cuatro sellos de 1/4 de céntimo. Es decir, que le­
nación, conde de San Luis, se recuerda casi exclusivamente por aquella reforma.
Establecidos en Inglaterra diez años antes, gracias a los estudios y luchas de galmente el sello era de un céntimo, y, por lo tanto, el verdadero sello lo consti­
Rowland Hill, luego con largueza recompensado por su iniciativa. tuían 4 de 1/4 de céntimo. Pero en la práctica se franqueaba sólo con un trozo
Los sellos de España fueron grabados de cinco valores distintos por el gra­ de dicho sello, que era exactamente el sello de 1/4.
bador de la Fábrica de la Moneda don Bartolomé Corominas. Este sello aparece al año siguiente, ya con la República, con alguna modifi­
El temor a que los sellos pudieran ser falsificados motivó el que en los pri­ cación: la corona mural, en vez de la real, como primitivamente se emitió. En
meros tiempos las emisiones sólo tuvieran un año de validez. Con lo que el 1 de este mismo año aparecen sellos diversos de la emisión compuesta de 10 valores
enero de cada año aparecían nuevos sellos y dejaban de tener valor de franqueo con la alegoría de la República.
los del año anterior. Pero España, ya en guerra civil, conoce emisiones carlistas, que aparecen en
Al sello de dos reales de la segunda emisión española es preciso dedicarle Vascongadas y Navarra, y luego, al año siguiente, en Cataluña y Valencia, y con
una atención especial, ya que en su tipo normal es el más valioso de todos los nuevos dibujos, también en Navarra y Vascongadas, los años 74 y 75. Estas emisio­
españoles, y el mismo en error de color es una de las más raras e interesantes nes carlistas, y en especial la de Navarra de 1873, dieron lugar a las más diverti­
piezas del mundo. das discusiones en España y en el extranjero acerca de si realmente existían o
no tales sellos.
CUATRO EJEMPLARES UNICOS Del sello de dos x-eales, que se emitió en color La emisión de éstos, a cuya aparición no fué ajeno el famoso cura Santa Cruz,
naranja, sólo fueron vendidos 1.432 ejem­ obedecía realmente a una necesidad, y por el Norte, y muy especialmente en Na­
plares. De esta cifra sólo se ha conservado una cantidad pequeñísima, lo que ex­ varra, se estableció un servicio de Correos que, inspirado en normas un tanto dis­
plica la rareza y el que este sello valga unas 20.000 pesetas, cifra máxima de un tintas de las corrientes, consideraba al correo como un servicio, y no, como venía
sello español. El mismo, en color azul, es de una rareza extraordinaria. La exis­ ocurriendo en la España liberal, como una renta.
tencia de este error se debe a lo siguiente: En 1874, la efigie de la República aparece nuevamente en una emisión de sellos.
Al confeccionarse las planchas para la tirada del valor de seis reales, impreso
en color azul, por error se incluyó un taco del de dos reales entre los del valor de LOS S E L L O S DEL Y al año siguiente (1875) se emiten los primeros sellos con
seis reales ya citado. Como quiera que del valor de seis reales se emitieron muy la efigie de Don Alfonso XII, que llevan una numeración
pocos pliegos y en cada uno de éstos sólo existía un sello de dos reales, el número « R E Y NIÑO» Y DEL azul al reverso y formando una serie de 10 valores.
de sellos de este valor con error de color, es decir, en color azul, fué tan limitado, « R E Y C A D E T E » En 1876, y con duración hasta 1917, aparecen de nue­
que hoy sólo se conocen cuatro ejemplares en todo el mundo. Uno está en poder vo los sellos de 1/4 con corona real. En las sucesivas edi­
del Museo Británico; otro, de un coleccionista norteamericano; otro es propiedad ciones que de ellos se fueron haciendo aparecieron algunos ejemplares de los de­
de un coleccionista español y el cuarto estaba en Alemania. nominados «téte-beche».
No se conoce más que un ejemplar de este error en pareja con uno normal de Este año de 1876 apareció la segunda emisión con la efigie de Don Alfonso XII,
seis reales. Esta pareja, que figuró en las famosas colecciones de Ferrari y de Hind, que se confeccionó por la casa Bradbury-Wilkinsons y Cía., de Londres; estos
cuando fué subastada en Londres el 25 de marzo de 1935, fué adquirida por un colec­ sellos estaban grabados en papel filigrana, que representaba un castillo.
cionista norteamericano por la suma de 2.200 dólares, equivalente entonces a unas En los años 1878 y 1879 aparecieron las emisiones de 10 sellos, cada una con
80.000 pesetas, cantidad que en el año 1935 representaba una suma de importancia. efigie de Don Alfonso XII. Estas emisiones fueron complementadas en 1882 con
Hay que tener en cuenta que los sellos de las primeras emisiones españolas la aparición de tres valores en un nuevo tipo.
no abundan, salvo los seis cuartos, que era el valor de uso corriente, puesto que el En 1889 aparece la primera emisión con la efigie de Don Alfonso XIII. Esta
coleccionismo de sellos no comenzó en nuestro país hasta 1863. emisión se denomina del «Rey niño» y se compone de 13 valores, que fueron au­
Pero dejemos la emisión de 1851, la que contiene los más valiosos sellos espa­ mentados con unos cambios de color aparecidos en el año 1899.
ñoles, como hemos dicho, para continuar esta breve revista de los aparecidos en En 1901 se emite la serie llamada del «Rey cadete». Los sellos de esta emisión
cien años. llevan la numeración de la hoja al reverso, conservándose dichas numeraciones
En 1 de enero de 1852 y de 1853 aparecieron las nuevas y reglamentarias series hasta el tiempo de la República, en 1932.
de sellos de cada año. La de 1853 fué grabada por don José Pérez Varela, quien
grabó también las del Oso, 1853, 54, 55, 60 y 64, en tanto que las tres primeras LA CORRESPONDENCIA URGENTE En 1905 se P°ne en circulación el pri­
lo habían sido por don Bartolomé Corominas. mer sello español para corresponden­
cia urgente. Este sello era de 20 céntimos, lo que pone de manifiesto que la tarifa
CREACION DEL CORREO En este año de 1853 se creó en Madrid el correo in­ de esta correspondencia no se ha encarecido demasiado, ya que en cuarenta y
terior, a cuyo sostenimiento tenía que contribuir el cuatro años aquélla sólo ha subido de 20 céntimos que valía antes a 25 céntimos
INTERIOR DE M A D R ID Ayuntamiento de la Villa, y para cuyo franqueo se que vale ahora.
emitió en 10 de abril de dicho año un sello de tres En el año 1905 aparece en España también la primera serie conmemorativa,
cuartos. Posteriormente, y modificada la tarifa correspondiente, el 15 de octubre que lo fué en recuerdo del centenario de la edición del Quijote. Los sellos son
del mismo año apareció con el mismo diseño el valor de un cuarto. Estos sellos, apaisados y de tamaño aproximado al de los actuales de La Cierva, y tienen una
denominados del Oso, por reproducirse en ellos el escudo de la Villa, son muy in­ orla, en la que figura el retrato de Cervantes, variando el dibujo del centro, que
teresantes, y especialmente el de tres cuartos, muy raro, y pudiendo calcularse su en cada sello representa una escena diferente del Quijote. Fueron dibujados por
valor en unas 12.000 pesetas. don Bartolomé Maura.
También en 1 de enero del año siguiente, 1854, aparecen nuevos valores, en los En 1909 se emitió una nueva serie de tipo corriente: la del Toisón, que, muy
que la efigie de Doña Isabel II había sido sustituida por el escudo de España. finamente grabada, estuvo en circulación hasta 1922, ya que, si bien en 1917 apa­
Esta emisión apareció en dos modelos diferentes, siendo la mayor diferencia la recieron sellos en nuevos colores, el dibujo era idéntico, y la diferencia del colo­
del fondo, que en uno es blanco y en el otro de color. rido, a veces, muy pequeña. En 1920 apareció un sello de un céntimo para impre­
sos. Este sello era sin dentar. Este mismo año, y con motivo de celebrarse en
LOS PRIMEROS SELLOS El número de falsificaciones de sellos obligó a estu- Madrid el VII Congreso de la U. P. U., se emitió una serie de 13 sellos, en los
diar la posibilidad de emitirlos en papel con marca que aparecía la efigie de Don Alfonso en un óvalo, y en la parte inferior, la vista
DENTADOS ESPAÑOLES (je agua, denominada filigrana, y con este papel se de la Cibeles.
1 emitieron las de 1855 y 56.
Estas dos emisiones, así como la del 57, aparecían con el mismo dibujo, aunque LOS PRIMEROS SELLOS También se emitieron en España este año los prime­
con diversos tonos de color. ros sellos para correo aéreo, utilizando para ello cin-
En este último año comenzaron a aparecer dentados los sellos españoles, ya PARA CORREO AEREO eo valores de la serie entonces en curso, y a los que
que, previos algunos ensayos, la Fábrica de la Moneda se decidió a adquirir una se estampó en sobrecarga la indicación «correo aéreo».
máquina trepadora. Otra serie con la efigie de Don Alfonso— ésta, en dos tipos—apareció el año 1922
Al emitirse algunos valores de la emisión de 1855 con el centro en color se pro­ y estuvo en circulación hasta el año 30, en que se emitió la última en que apareció
dujo el error de llevar el marco invertido en algunos ejemplares del valor de doce Don Alfonso.
cuartos. Errores de valor y muy buscados. Entre estas dos series aparecieron varias conmemorativas, no del todo necesarias.
Ya dentados y siempre con la efigie de doña Isabel, aparecieron las emisiones La primera de aquéllas lo fué en 1926, a beneficio de la Cruz Roja, y en ella
de 1866-1867, nuevos valores en 1867, los de 10 milésimas en cifras y los restantes se reproducían efigies de la Real Familia, en los sellos de correo ordinario; y los
con la efigie de la Reina. aviones con que se efectuaron los vuelos a Buenos Aires y Filipinas, en los del
aéreo. Por cierto que el dibujo de los sellos en que aparecía el itinerario del vuelo
LA PRIMERA OBRA SOBRE FILATELIA En 1870 se emitió una serie de a Manila presenta una escala en Africa que nuestros aviadores nunca realizaron.
15 sellos con la efigie de la Repúbli­ Estos sellos, al año siguiente, fueron sobrecargados con motivo del jubileo de
ca y corona mural. Y aunque no se trata de un sello, señalaremos que en este año Don Alfonso XIII. El número total de sellos sobrecargados que entonces aparecie­
aparece en España la primera obra sobre Filatelia. Era autor de ella el pintoresco ron fué de 39, ya que valores de 4 y 10 pesetas de las Colonias fueron habilitados
e inteligentísimo escritor don Mariano Pardo de Figueroa, cuyo seudónimo pronto para nuevo valor.
se hizo extraordinariamente popular. Firmaba sus escritos con un nombre de apa­ Al año siguiente se emitió la serie Catacumbas, y en 1929, la conmemorativa
riencia extranjera: «Doctor Thebussem.» Pero este nombre tan rimbombante y serio de las Exposiciones Sevilla-Barcelona.
no era más que una broma de Pardo Figueroa, ya que se trataba de la palabra Este mismo año, y con motivo de reunirse en Madrid la Sociedad de las Nacio­
«embuste», alterada en su escritura y con la inclusión de una h y una s. nes, fueron sobrecargados los sellos entonces en curso.
Pero si curioso era el seudónimo, no lo fué menos el título que puso a su primer En 1930 apareció la última serie con la efigie de Don Alfonso XIII y varias
folleto sobre Filatelia. series conmemorativas: la denominada Quinta de Goya, la del descubrimiento de
Lo tituló Kpankla, que, a vuelta de preguntas, el doctor Thebussem explicó América y la llamada Pro Unión Iberoamericana.
en un posterior libro suyo. «Kpankla» era el rótulo que el doctor había visto En el año 1931 apareció un sello denominado de entrega, en color negro y de
pintado en una pared, y cuyo significado era, según le aseguró una viejecita, a la valor de 5 céntimos.
que rogó se lo descifrara: Cal para encalar. Este mismo año fueron sobrecargados los sellos en curso con la leyenda conti­
Este folleto, Kpankla, estudiaba diversos temas filatélicos con la inteligencia nuada «República Española».
y competencia que tanta fama dieron a Thebussem. Y en el curso del año aparecieron los conmemorativos del III Congreso de
la Unión Postal Panamericana y de los novecientos años de la fundación del Mo­
EL SELLO DE MENOR Dos años después, en 1872, reinando ya Don Amadeo, nasterio de Montserrat. Esta serie, magníficamente realizada por la Fábrica Na­
aparecen nuevos sellos en tres modelos diferentes, y cional de la Moneda, es tal vez la de más bella factura de todas las españolas.
VALOR DEL MUNDO de ellos dos con la efigie de aquel Rey. Este mismo año
se emite el sello de menos valor del mundo. El desti­ SELLOS CON NUMERACION AL DORSO También comenzó a expenderse la
nado a franquear impresos y cuyo valor era de 1/4 de céntimo. Para la emisión serie de figuras republicanas. Estos
de este sello existió una dificultad, que, si legalmente y en teoría era insalvable, sellos llevaban numeración al reverso, que posteriormente fué suprimida, incluso
la Dirección de Correos superó en la práctica. en dichos modelos. Los valores altos de esta serie, aparecidos en 1932—es decir,
El franqueo de impresos en aquella época era de 1/4 de céntimo por cada
50 gramos. Esto era lo legal. Pero la Fábrica de la Moneda se encontró con que (Pasa a la página 58.)
fflCfWESB

PRO TUBERCULOSOS
pobres/ _
JU~HO • U~7
CUENTO por Elías Ugarte Figueroa

/ " i ON unos ojillos tristes, alargados, que m irab an m iedosam ente hacia todos los puntos, —N ada, patrona m aestra... Es sólo que se avergüenzan de mí. ¿S abe...? P orque soy
y ese rostro m oreno, cobrizo, p álido, que sem ejaba las hojas secas d e l tabaco ; un indio p o b re... P o rq u e no voy vestío coinu ellos... P o rque...
cubierto apenas con un roído cham anto, u n som brero h u n d id o hasta las orejas y Su voz se q u eb ró . Se secó una lágrim a, y agregó :
aquellos pantaloncitos largos, abom billados, tan graciosos, que las lluvias y el sol se —P o rq u e tengo m is creencias..
habían encargado de encoger una cuarta m ás arrib a d el to b illo , y hasta de b o rra r el Y m ostraba su co llar destrozado, lleno de figuras de plata y palitos de palqui,
prim itivo color que tuvieron, llegaba el ind io M allalahue a la escuela de aquel lu g ar, —Cree en los «dunguves», señorita—dijo una voz.
arrastrando apresuradam ente sus h um ildes ojotas. H abía sonado la cam pana. Los m uchachos, a la izquierda, y las niñas, al fondo,
—Allá viene el m apuche M allalahue h ediendo a sahum erio de «dunguve»—decían los form aron filas en silencio y, m archando al com pás de las palm as de la m aestra, que
m uchachos, haciéndole visajes burlescos desde la ventana. repetía en voz alta «un, d o s; u n , dos», entraro n a clase. Iban cavilosos. E n el rostro de
Las m uchachitas de aquella escuela m ixta clavaban tam bién sus ojos en él y sonreían : doña C lotilde h abían visto u n tácito reproche, un relám pago de reconcentrada in d ig ­
—Siem pre pensativo y astroso—m u rm u rab a n —. Si n i siquiera piensa en las lecciones... nación.
¿Q ué verá m ás allá de las nubes? En efecto, sobre la tarim a de m adera, donde yacía su pu p itre, se em pinaba la enteca
—Buenos días, patrona m aestra—decía el in d io . figura de la m aestra, q uien, m anteniéndose de pie, em pezó a decirles :
—B uenos días, M allalahue—respondía bondadosa doña C lotilde, y se quedaba v ién ­ —U stedes han com etido, hace un m om ento, un a acción vituperable, im propia de niños
dole cam inar hacia su banco, atrasado, como de costum bre. b ien nacidos, de alum nos de este establecim iento... U na acción indigna, cobarde, en
— ¿Q ué te ha ocurrido esta vez, M allalahue?... ¿ P o r qué vuelves a lleg ar después contra de u n com pañero de u sted es: de nuestro herm ano M allalahue...
que se ha pasado lista?... —-¿H erm ano . ? Si él es in d io , señorita.
— ¡A h, m i patrona lin d a ...! Si vieras vos too lo que tengo qui hacer desde la ma- — ¿Q uién se ha p erm itido in terru m p irm e?—exclam ó, roja de ira, doña C lotilde.
drugáa... Agora que estam os solitos yo y la «ñañita»... A g o ra... N adie respondió. E l silencio en la sala se hizo profundo.
—Basta... B asta... E lla, entonces, esbozó una m ueca de desprecio.
Y se quedaba satisfecha con aquella explicación, que hacía estallar de risa a los m u ­ —P ues b ien . Ya que el osado no tiene la valentía de dar u n paso al frente y d ecla­
chachos. rarse cu lpable, toda la clase va a q u ed ar castigada, estudiando en nuestro texto de
Le tenía cierta sim patía al in d iecillo , no obstante sus atrasos, ausencias y d istrac­ H istoria aquel capítulo relacionado con nuestros aborígenes... P o rq u e sólo ignorantes
ciones continuas. o m alvados pueden p roceder así en contra de u n m uchachito inofensivo y hum ilde como
— ¡P obre m u ch ach o !—solía decirles a los dem ás, m ientras se paseaba p o r los ru in o ­ M allalahue, que lleva en sus venas la sangre altiva de hom bres tan valientes y aguerridos
sos corredores de aquella escuela de cam po— . T rab aja duro desde muy tem prano en la como L autaro, C aupolicán, G alvarino, que es tam bién la nuestra...
chacra. Sobre todo, desde que m urió su p ad re ... A dem ás, es un auténtico araucano.. Los m uchachos se h u n d iero n en un respetuoso m utism o, m ientras M allalahue m iraba
De los pocos que escaparon al cruzam iento. a la m aestra con una sonrisa m ezclada de gratitud y de orgullo. Sí, aquello era verdad.
U n día que charlaba, como de costum bre, en el co rred or, sintió en e l patio una Se lo había contado su m ad re. E l no era un infeliz. Su abuelo tam bién había guerreado
gran zalagarda. U n grupo de m uchachos tenía cercado al in d io , que se debatía b rava­ en A rauco, defendiendo su tierra y sus costum bres. Sus antepasados habían tenido el
m ente entre aquellos truhanes, quienes, tirán d o le de su hu m ild e cham anto, le gritaban : coraje de detener las victoriosas tropas de Y upanqui en las m árgenes d el Bio-B io, cuando
:«M apuche sucio, m apuche rotoso, indio bru jo .» la resistencia de los indios d el norte y centro de C hile había sido quebrada p o r las
Sólo cuando vieron los severos ojos de doña C lotilde más arrib a de sus cabezas, se arro llad o ras huestes de los h ijos del Sol. Sí ; se lo había contado su m adre, m ientras
¡calmaron. tejía vistosos clioapinos con esa lana teñida en indelebles zum os vegetales, y el p adre,
— ¿Q ué pasa aq u í, niños? silencioso, m irando hacia los cielos, h ilab a la m adeja del pasado, ju n to al fulgor de la
M allalahue balbuceó : lu m b re, que enso rtijab a su despoblada barba y sus m ejillas agrietadas de caprichosos
arabescos; o bien observaba los pájaros, viendo, acaso, en su vuelo u n augurio feliz ; A dónde lo llevan, «ñañita»?—inquirió el pequeño M allalahue . ¿ P o r qué en
o desgraciado, un anuncio que venía de sus herm anos m uertos o de los espíritus errantes, esa caja?
que parecían llam arlo entre las nubes para lib rarle de esta vida. Soñaba, tal vez, con —A las m oradas de P illá n , m ’hijo...
sus tierras usurpadas. Sí ; le hab ían despojado de ellas otros hom bres am biciosos y — ¿D ónde quea eso, «ñañita»?
m alvados, recurriendo a artim añas legales y a la fuerza de las carabinas. E ra u n indio Ella alzó sus brazos al cielo y m ostró el sol languidecente :
vencido p o r la civilización, como todos los indios. Entonces había tenido que salir de —E n lo alto, m ’h ijo ... T al vez allá donde el sol se pierde por las tardes... Más allá
allí a m endigar a otros pagos. A arrastrarse como gusano en torno de la tierra donde del m a r...—exclamó en el arm onioso lenguaje de su raza, para que sólo su hijo la
había nacido, y a ser pisoteado p or los m ism os que le habían robado lo suyo. Así había entendiera.
llegado a aquella casa de fundo, con su m u je r y su h ijo , para luego convertirse en «Más allá del m ar», rep itió m entalm ente.
m ísero peón por un pan ácido, u n poco de maíz y unas cuantas m onedas desvalorizadas, — ¿Y qué hay más allá d el m ar?—insistió.
que se llevaba la pulpería. N i siquiera los piñones del campo le pertenecían. Esos piñones —U na tierra de paz, donde están nuestros antepasados, nuestros guerreros, m ’hijo...
que, en otra época, constituían bosques vírgenes y lib res, y cuyos frutos eran el alim ento A donde irem os a ju n tarn o s toos pa ser más felices...
p rincipal del araucano, tenían ahora otros dueños, hom bres venidos de la ciudad o del E l se quedó pensando.
otro lado del m ar con elem entos m ecánicos de trab ajo , con una hum osa pipa en tre los — ¿Y allí naid en te hará levántate al alba y traajar como bestia too er día?... ¿Naiden
dientes, y hablando, a veces, una lengua extraña. nos llam ará «indios perros», «ñañita»? ...
M allalahue había alcanzado a sufrir las m iserias de aquel éxodo, llenando su alm a de —N o, m ’h ijo ... A llí los hom bres son más hum anos... Son toos iguales y se miran
una especie de m iedo por la vida. «Esta es nuestra vida», escuchaba p o r las noches lam en­ con cariño...
tarse a la m adre cuando, en el cam astro, echaba sus rendidos huesos jun to al hom bre, E l m uchachito sonrió y, como un m astín, siguió a su m adre, que se encam inaba hacia
después de las faenas del campo. «Pero tú vais a ir a la escuela, m ’h ijo , pa que siais otra los surcos.
cosa... Pa que naiden te esclavice.» El indieeito se quedaba pensando en esas palabras.
Sí, iría a la escuela, si su m adre lo deseaba. P ero más le h u b iera gustado d eam bular por
U na larde de estío, al regresar, como de costum bre, hacia su choza, traía un hermoso
el corazón de la sierra. Ser como los pájaros. ¡A h! T enía el corazón errante como una
caracol m arino entre sus m anos, que había encontrado entre hierbas y peñascos, al dar
golondrina. Y se ponía a soplar la «trutruea» de su p adre, que despedía no u n canto, ni
su p rim era palada. A l verlo, el hijo del patrón le espetó alborozado :
siquiera una m elodía, sino un gemido lastim ero, como si todo el alm a de la raza araucana
__¡A h , en esa caracola vacía está encerrado el m a r!... E scúchalo... A hí dentro está
llorara su perdida grandeza a lo largo de esa prolongada caña y ese cuerno.
su lam ento... ¡A h , su canto desesperado, M allalahue!...
U n día el indio viejo había llegado con una fuerte punzada en la espalda, como si una
_E l m ar—balbuceó el indio y pensó en las m oradas de P illán , donde estaba su padre.
flecha enorm e allí clavada le estuviese desgarrando las carnes. E ran los días terrib les del
A quella m añana llevó su caracol hacia la escuela.
invierno, en que los ríos aum entan su caudal con las lluvias y los derrum bes de los cerros
—A quí lo traigo encadenao.
siguen a las nevadas im placables. H abía perm anecido hasta el alba luchando con las
— ¿Q ué?
aguas, que, en su crecida, am enazaban con in u n d a r las siem bras del patrón y las chozas
—E l m ar.
de los inquilinos. P o r la noche, u n ronquido extraño mosconeaba en tre sus labios resecos
T odos lo m iraron asustados, m ientras la m aestra p en sab a: «Este m uchacho... Si vive
y enfebrecidos.
nada m ás que de sueños... N i siquiera estudia»...
La m u jer quem ó hojas de canelo y preparó una tisana con h uélvil, p alq u i, b o rraja y
Se agruparon. Cogieron aquel caracol curiosam ente. Se lo acercaron al oido y sintieron
cachanlagua, y rezó, rezó, rem endando los viejos m achitunes de su infancia. P ero el indio
el lam ento infinito de las olas.
no volvió a a b rir los ojos. Cesó el ro n q u id o , como si el m oscardón de su garganta—ese
—Y a—d ijero n —. Es cierto.
e sp íritu del m al—hubiese escapado en su últim o suspiro, después de cu m p lir su maleficio.
P ero nadie conocía el m ar sino en los m apas adorm ilados en los m uros de la escuela.
E lla, doblada sobre el pecho de su com pañero, se obstinaba en no abandonarle, m ientras
No obstante, doña C lotilde les había explicado : «¿V en ustedes, niños, esa franja
el pequeño parecía in q u irir con sus aterrorizados ojos qué era todo aquello, qué significaba
azul al oeste de la costa chilena?» «Sí, señorita», respondían. «Pues b ie n ; es el Océano
aquel silencio y aquel continuo en trar de gentes en pun tilla que m iraban el lecho con
Pacífico. R ep itan ahora conm igo: el Océano Pacífico es una gran extensión de agua
expresión de callada am argura, como si no quisieran despertar al extinto de su sueno.
salada que baña las costas de A m érica, Asia y A ustralia.»
A l día siguiente, en una caja hecha con rústicas tablas de álam o, colocaron al indio y
R epetían, rep etían , pero nadie sabía precisam ente lo que era e l m ar.
p artieron con él bajo la lluvia p o r en tre riscos y m aizales. Los cuervos graznaban a su
«El m ar», decían enfáticam ente en sus casas. «El m ar», fijando sus ojos en los atlas
paso y el puelche les entum ecía los desnudos brazos.
y repitiendo la definición de la m aestra. Pero sólo veían en su pensam iento una mancha
celeste, inm óvil, prisionera de los paralelos y los m eridianos, bordeando la piel rojiza y
blanca de la p atria.
En cam bio, no sucedía así con la C ordillera. Estaba frente a ellos, alba, orgullosa,
enhiesta, decorando el paisaje cam pesino. Sí, podían verla desde allí, desde los mismos
bancos de la escuela. V erla cómo se em pinaba a veces sobre los sauces y los álamos para
dem ostrar su prepotencia y su grandeza, o b ien, para m eterles m iedo con ese largo ca­
puchón de sábanas que solía colocarle el invierno poro después de las prim eras lluvias.
Sólo su m adre sabía todo eso que los libros callaban y que no lograba explicar la
m aestra, enm arañada en sus razones científicas. P ara aquélla el sol no sólo era un astro
incandescente, centro de nuestro sistem a planetario, que da vida y luz a cuanto ser o
cosa alcanza, sino más que todo eso todavía : estaba dotado de un poder divino. Asimismo,
en las nubes no veía u n sim ple vapor acuoso suspendido en el aire, sino un m undo, otro
n d o más bello y m ejo r que el nuestro, donde m oraban las divinidades, y los guc-
rtogos y los hom bres de su raza, a quienes les había correspondido partir, adelan­
tarse. P o r eso la m uerte no era para ella sino un viaje, un cam bio, un traslado
¡fea ese cosmos lejano y deseado.
Este sentim iento se había hecho más hondo en su tragedia. Así se lo había
S ' M icho o su hijo.
Cuando A q u e lla m añana llegó en puntillas y lleno de tem or a clase, la
m aestra explicaba :
Los ríos—repito—nacen generalm ente en la cordillera y desetnbo-
an en los lagos o en el m ar.
se quedó turbado. ¿Q ué había dicho la m aestra?
Dió un paso hacia los bancos para lom ar asiento y anotar
aquellas p alab ras; pero doña C lotilde le contuvo:
- -Usted ya me está cansando, M allalahue... Falla cuando
se le ocurre.. gk.No hace las tareas... Se lo pasa en la
luna m ientras explico... Y todavía llega continuamente
atrasado. ¿Q ue no sabe que la entrada es a las ocho
de la m añana?
El m apuche agachó la cabeza sin m usitar palabra.
Bien—agregó doña C lotilde, volviendo a su pupitre y
a sus m apas y m ostrando con jpf puntero un rincón d<
la sala— . P ara que lo recuerde, M allalahue, va a que
darse parado allí toda la m añana.
Luego, d irig ié n d o se a los dénias, alum nos, prosiguió .
—Las nieves form an los río s... Los ríos vivifican la tierra ... un ser hum ano, bondadoso y pródigo, feliz de su destino. Era el enam orado de la
— ¿Q ué cosa es vivifican, señorita? tierra , el viejo A hasvérus, que, en su carrera, iba entregándole ese beso de lim o de la
—V ivificar... De vivir... D ar vida... ¡Q ué n iñ o s !... Una palabra tan fácil... vida y luego seguía sin detenerse nunca, como la sangre en las arterias.
—Lo contrario de m orifican—exclamó u n gracioso. Así tal vez lo vió el m uchacho. Y debe haberse quedado largo rato contem plándolo
Todos riero n desordenándose. con una expresión de am or en las pupilas.
— ¡S ilen cio !—gritó doña C lotilde— . ¡S ile n c io !... Esa palabra no existe en el d ic­ Esa tarde com entaban en la escuela :
cionario... —No se ha hallado la balsa de don Cele. ..
— ¿Q ué cosa es u n diccionario, señorita? — ¿Se iría en ella aprovechando la crecida?...
— ¡V am os, qué ignorancia m ás su p in a !... Es ese lib ro grande que ustedes han visto —Im posible.
sobre la mesa de la directora... A llí están todas las palabras de nuestro idiom a cuyo —Es tan feble.
significado ustedes desean conocer... —U nos cuantos m aderos de eucalipto. A dem ás, sería una locura. No hay lu n a. Se
—¿Y las palabras m apuches? estrellaría contra los acantilados de la o rilla. La arrem olinada y vertiginosa corriente
El indio se sobresaltó. Sabía que trataban de m ofarse de él. allá en el cruce. Las barras m ism as—insistía la m aestra, lucieúdo sus conocim ientos de
—He dicho de nuestro idiom a—recalcó la m aestra—, aunque m iles de palabras m a­ G eografía. Y buscaba e l m apa de la región para explicarlo.
puches han sido incorporadas a nuestra lengua... Cuando doña C lotilde y algunos vecinos llegaron hasta donde la in d ia, ésta se puso
—¿C uáles, p o r ejem plo, señorita? a sollozar sobre la alm ohada de su h ijo . Luego, secándose las lágrim as, exclamó con .
—U lpo, hum ita, chercán, chancho, luche, etc. ¿N o es así, M allalahue? cierto ren co r y abatim iento :
El m uchacho no supo qué resp o n d er. Lleno de ru b o r, la m iró con h u m ild ad . —Ha huío e la v id a... D ’esta v ida... Sólo usté me lo quería, señorita C lotilde...
—Es una lengua m uy bella—agregó doña C lotilde—. P ro p ia de oradores y poetas... Volvió a lim piarse las lágrim as con la punta del cham al y agregó :
¿Han entendido ahora, niños? —Yo sé a dónde ha id o ...
—Sí, señorita. Cogió u n puñado de m aíz y un vaso de agua y lo lanzó haeiaríos cuatro..vientos.
-Pues bien, prosigam os y dejém onos de interru p cio n es... Los río s, como estaba Y se quedó m irando las nubes.
diciendo, vivifican la tie rra ... G racias a ellos tenem os árboles, plantas, legum bres, frutas...
(VOCABULARIO.— Pillán: espíritu de los antepasados, como ser superior.
Es su viaje fertilizante y generoso... P o r eso las grandes civilizaciones de la antigüedad Dunguve: hechicero. Machi: curandero. N a n it a : m am ita.)
florecieron a la o rilla de los grandes ríos, como el N ilo, el G anges, el T ig ris, el E ufrates...
Se detuvo de golpe :
—No. De esto últim o no tom en apuntes... Ya lo estudiarán en la ciu d ad ... E n algún
liceo... P o r ahora nos interesa conocer los río s de nuestra P atria... E l M aulé, p or ejem plo,
nace en la laguna de su nom b re... ¿V en ustedes ese punto azul m arcado en el m apa?...
—Sí, señorita.
—Es la laguna de M aulé, que está rodeada de cerros 'muy elevados, como el Caín-
»
panario. B ien. Nace ahí y desagua en el Pacífico, después de re c o rre r 196 kilóm etros,
más o m enos. Ese otro río , que form a en su curso una h erra d u ra , es el C laro, donde
Mallalahue se baña y va a hacer la cim arra, y se une al M aulé cerca de P erales... No
olviden, pues, que las aguas dulces del M aulé se confunden, al térm ino de sh carrera,
con las aguas salobres del Pacífico... Si ustedes echasen u n m adero 6obre sus aguas,
¿a dónde llegaría?...
—Al m ar, señorita... A l m ar Pacífico...
Ella sonrió.
—Sí—respondió— . Posiblem ente. Siem pre que no encontrara algún obstáculo en su
carrera... A lguna b arra...
—¿Q ué cosa es una b arra, señorita?
—Es un banco de arena... ¿N o han visto alguna vez pegada la balsa de don Cele
cuando el río está b ajo?... Pues b ie n ; eso es una b arra... E ntonces term inam os p o r hoy
esta lección para seguir estudiando los otros ríos que confluyen con e l M aulé... Siquiera
esta vez hem os aprendido que los ríos nacen, nacen... A usted le estoy indican d o , lunático...
—Nacen en la cordillera y m ueren en el m ar—respondió triunfalm ente M allalahue,
revolviendo su som brero entre sus m anos.
Todos le m iraron asustados. ¿Cóm o había estado tan atento el silencioso, el ausente,
el perdido entre nim bos con sus m achis, dunguves y caciques?
Volvieron a m irarle y vieron que tenía las pupilas encendidas y ahora cam inaba hacia
el patio como u n alucinado, rien d o , rien d o , con una risa extraña.
—¿Q ué le pasa a usted, M allalahue?—gritó la m aestra— . ¿Se ha vuelto loco?...
El m uchacho la m iró esta vez con sus ojos llenos de am or y gratitu d . La m iró ilu ­
minado p o r una llam a de alegría que, desde hacía tiem po, perm anecía apagada en su
semblante.
—Patroncita m aestra, perdone... El tren blanco llevará a M allalahue...
No dijo más. M iró hacia los cerros d el oeste y se echó a correr p o r la vega.

El Claro venía cantando desde lejo s, ebrio de la belleza d el p aisaje, perseguido p o r


livianos pedruscos, que él mism o iba puliendo en su trayecto. Era su voz tan cristalina
y pura como su nom bre y como su cuerpo de vidrio. ¿Sem ejaba un tren , una serpiente
o un caballo blanco en su m archa veloz, incontenible? N o. Algo más perfecto, sin duda :
a
J i este país adoptara alguna vez una ban­
dera propia, distinta del tricolor bolivariano que
proclama su hermandad con Venezuela y Co­
lombia, el nuevo símbolo de la nación ecuatorial
debería ser verde, blanco y verde.
Prim eram ente verde, junto a un mástil azul.
La costa ecuatoriana es toda verde, caliente y
hondo verde tropical, con el ribete fresco del
Pacífico. Verde de hojas de plátano y arbustos
de café, de palmeras de coco y espaldas de cai­
manes, surcado por mil venas de agua verde
y morosa.
Pero en seguida blanco, de nieves y de nubes.
La sierra es también verde, señoreando el tró­
pico; pero sobre ella imperan las blancuras de
lo alto. Nieve de los volcanes puestos en doble
hilera, con el barco de hielo del Antisana, el ara
fantasm agórica del A ltar y la cabeza cana del
Chimborazo. Cándidos copos de algodón de las
nubes, los cúmulos más barrocos y redondos del
mundo, errantes por un cielo de siete mil me­
tros de altitud.
Y luego otra vez verde, de humedad y mis­
terio, con cataratas roncas sobre un silencio
verde, con salvajes desnudos y loros. Es la selva,
montañas y ríos verdes hasta el Padre Ama­
zonas...
El Ecuador es verde, blanco y verde.
E. L. M.
RIZAL
Y EL AMOR DE ESPAÑA
a F ilip in a s a olvidar a la M adre Patria y a dejar de am arla por todo cuan

Í
A U E an tiesp añ ol el doctor José R izal? A sí, triste es confesar, lo pregonan
i todavía m uchos en F ilip in a s, quienes no aciertan a honrar la m em o­ to hiciera en favor de las islas.
ria d el ex im io héroe sin que tengan que hacer destilar de su vida y D e aq u í que R izal declarara, en una poesía laudatoria dedicada al co
escritos el m ás acibarado od io a E spaña y a cuanto ella representara en m i m andante Carnicero, esp añ ol, del D istrito M ilitar de D apitán (Isla de
país, en sus siglos de d om in io. M indanao) :
A l cum plirse, una vez m ás, el aniversario d el fu silam ien to del procer M ás q u e je fe y c o m a n d a n te S e d u n p a d re para la h ija
tagalo, que tuvo lugar en el Cam po de B agum bayan en 30 de diciem bre Q ue im p e r e co n d u ra m a n o , Q u e sólo e n su m a d re espera.
S e g u id sien d o e l b u e n h isp a n o
de 1896, dediquem os unas lín eas al estu d io de la presunta h isp an ofob ia del Q ue n u e stro m ás g ra n d e a n h elo
D el d is tr ito , p a d re a m a n te;
héroe, seguros de que, con la d ilu cid ación de la verdad que en ella hu b iere, Y p u e sto q u e e n este in sta n te E s q u e e n esta tierra extra ñ a
habríamos de aportar nuestro tributo de hom en aje al padre de las lib e r ­ Sois la a u to rid a d p rim e ra E n co n tréis la m ism a E spaña
tades nacion ales filip in a s. D el p u e b lo q u e a la b a n d era Cotí el m ism o so l y cielo.
d e E sp a ñ a fie l se co b ija , (O b. c it., tom o IV , pág. 27.)
En refutación de ese alegado antiespañolism o d el doctor R izal, fuerza
nos es acudir a los actos de su vida y a los escritos que d ejó, en que, a bu en Como quiera que esta poesía lleva fecha de 26 de agosto de 1892, no
seguro, habrían de haberse m anifestado. Y si, al m om ento, se nos agolpa faltará q uien nos recuerde q u e, a la sazón, el doctor José R izal se hallaba
en la m em oria e l ep iso d io d el ju icio sum arísim o y consiguiente fu silam ien to desterrado en D apitán y que el com andante Carnicero era precisam ente su
del doctor José R izal, no olvid am os, em p ero, que fué precisam ente en los guardián. F ácil será suponer, por tanto, que las condiciones im perantes
trances d ifíciles de la ejecu ció n en los que el gran kalam beño hiciera p ro­ restarían sinceridad a los conceptos vertidos en el m ensaje de felicitación .
fesión de españolism o al declarar : «No he sido nunca traidor a España». Aparte la velada ofensa que se infiere al h éroe, en quien se presum e
¿A qué este descargo, harto sincero en gracia de las circunstancias, si, com o d u p licid ad , rechazam os la in sin u ación ya que obran textos contem poráneos
se pretende, R izal odiaba a España? M ejor le hubiera sido rubricar su en los que e l doctor R iza l, com o si adivinara e l reparo avieso, insiste en la
muerte heroica con una solem n e cond en ación y rep u d io d el régim en esp a­ sinceridad con que siem pre ha escrito. E n carta dirigida al R vdo. P . Pas-
ñol y sus in stitu cion es en F ilip in a s. tells, S. J ., prefiriendo soslayar la cuestión p olítica que había m otivado
Adentrém onos todavía m ejor en la in tim id ad de la vida d el héroe. Para su destierro, R izal escribe :
este m enester, nada m ás p rop icio que repasar su volum inoso ep istolario, S in lib e rta d , u n a id ea algo in d e p e n d ie n te sería p ro vo ca tiva , y otra
ya que las cartas son el m ejor esp ejo en que se reflejan los verdaderos sen ­ afectuosa sería co n sid era d a co m o b a jeza o a d u la ció n , y no p u e d o ser n i p r o ­
timientos del hom bre. Y si en las cartas d el doctor R izal abundan las acri­ vocador, n i b a jo , n i a d u la d o r. (O b. c it., tom o IV , pág. 62; carta que lleva
tudes para con los graves desaciertos de la A dm inistración pública de fin fecha de 11 de noviem bre de 1892.)
de siglo, en cam b io, no faltan textos q u e, con clara evid en cia, patentizan Leído esto, ¿quién se atrevería aún a insistir en la falta de sinceridad
el hondo am or que R izal profesara a la M adre P atria, así com o la acertada d el héroe filip in o ? Más tarde, se expresaría con m ayor vigor, así :
distinción que sabía hacer entre España y algunos de sus h ijos. A n te s m e corto la m a n o q u e e scrib ir un a cosa falsa. (O b. c it., tom o IV ,
Así, se le e en una instancia elevada por el doctor R izal, desde H ong- página 111 ; carta dirigida a don F ernando B lu m en tritt, en 15 de febrero
Kong, a la prim era autoridad de F ilip in a s : de 1893.)
C om o e l p e n s a m ie n to d e to d a m i v id a h a sid o s ie m p re el a m o r a m i país N o es de extrañar que se lean tales insistencias. Lo que m ayorm ente d is­
y su desarro llo m o ra l y m a te ria l, y co m o a h o ra m e p a rece q u e este d esa rro - tinguió al héroe filip in o fué siem pre su ciega lealtad a la verdad y su c u l­
lio se in icia m u y b ie n b a jo e l g o b ie rn o d e V . E ., co n sid ero d e m i d e b e r no to a la sinceridad. Es in n egab le que h u b o, en su vid a, m om entos de des­
sólo resp eta r su g o b ie rn o , sin o ta m b ié n p ro c u ra r, si necesario ju e ra , la varío, que le h icieron abrazar errores lam en tab ilísim os, pero si así se con ­
adhesión a E sp a ñ a d e to d o s los filip in o s . (E p isto la rio R iz a lin o , tom o III, d u jo, fué en la firm e creencia de que estaba en la verdad, y su m ism a le a l­
página 92 ; instancia fechada en 21 de m arzo de 1892.) tad a ésta le hacía in cólu m e en el error, en tanto no le fuera dem ostrado
Es el constante afán por deslindar el am or y la lealtad a España de la su carácter de ta l; en cuyo caso, retornaba sin dem ora al cam ino recto, y ,
debida a sus fu n cion arios, que m erecían lo m ism o en cuanto se m ostraban con la m ism a gallardía, repudiaba e l error profesado. Lo prueban estos
fieles al d eber jurado y solventaban los altos propósitos de la M adre P a ­ pensam ientos cum bres que estam para en la carta de despedida que, en
tria. Afán ya expresado con an terioridad en un artículo publicado en B ar­ H ong-K ong, envió a sus padres y dem ás fam iliares, el día 20 de junio
celona, con fecha de 15 de ju n io de 1889, y en e l que escribía : E l h o m b r e d e b e m o rir p o r su d e b e r y sus co n viccio n es. So sten g o todas
...nosotro s c o n tin u a re m o s n u e stro c a m in o , seg u irem o s sie n d o fie le s a las ideas q u e h e v e rtid o resp ecto al esta d o y p o rv e n ir d e m i p a tria , y m o riré
España, m ie n tra s los q u e d irig e n sus d e stin o s te n g a n un a c e n te lla d e a m o r gustoso p o r e lla ... (O b. c it., tom o III, pág. 346.)
para nu estro p a ís, m ie n tra s h a ya m in istro s q u e p la n te e n lib era les re fo r­ Fuera superfluo, en m i o p in ió n , aducir más textos. M as, llevad o de m i
mas, m ien tra s e l c la m o reo d e in v e c tiv a s n o b o rre d e n u e stra m e m o ria los convicción d el am or que R izal profesó a E spaña, perm ítasem e, a m odo
nom bres d e L e g a zp i, S a lced o , C a rried o , y so b re to d o , los n o m b re s d e los de cim a y rem ate de estos renglones, citar un postrer texto categórico del
antiguos reyes católicos, q u e p ro te g ía n d e sd e le jo s a los desgraciados m a ­ héroe, en que rechaza el cargo que se le hacía y , de paso, indica el con cep ­
layos d e F ilip in a s . (O b. c it., tom o III, páginas 270-271.) to que tien e de los que le tildaran de antiespañol :
Conviene hacer notar que este sincero hispanism o d el doctor R izal en E l señ o r Sitg es, C o m a n d a n te M ilita r d e D a p itá n , q u e s u stitu y ó al a n te ­
nada am enguaba su am or a la patria n ativa, y , por tanto, sin caer en el rio r, señ o r C arnicero, sabe y a q u e ” no so y el a n tie sp a ñ o l q u e m is e n e m i­
error indigno y estulto de suponer que e l am or a F ilip in as debía descan­ gos h a n q u e rid o p in ta r ” . .. (O b. cit., tom o IV , pág. 249; carta, con fecha
sar en el od io a E spaña, no por eso el doctor R izal incurría en un con fu sio­ de 8 de m ayo de 1895, dirigida al G obernador G eneral, E xcm o. Sr. D . R a­
nismo, que hubiera sido de lam entar. Com o ya lo in d icó e l escritor español m ón B lanco. E l subrayado es nuestro.)
don W enceslao E . R etana, para R izal una era España y otra F ilip in a s, sin ¿Osaría todavía alguno contradecir más al héroe?
confundirse en am plexo de a n iq u ilam ien to o absorción total por parte de
aquélla para con ésta, pero sin distanciación h o stil, tam poco, que obligara P O R A N T O N I O M . M O L I N A
PKESENCIAY SENTIDO DE IA VIRGEN DEL TEPEYAC
Y esta infancia espiritual,—encarecida por Jesús y acariciada por su M adre—, alienta para nos­
ENGO de la tierra de M aría Santísim a : cruzo p or los a i­ otros, m ejicanos, con singularísim a fragancia, en el candor enam orado de Juan Diego y en la tilm a ce­
res la inm ensidad d el A tlántico... y llego a la tierra de leste del m ilagro. M aría, M adre en C risto del hum ano lin aje, quiso ser, con particu lar ternura y con
M aría Santísim a. Lo que parece una brom a de la geogra­ histórica plenitud, M adre de M éjico. Y, en M éjico, M adre de toda aquella nueva estirpe y aquella in ­
fía es una verdad del am or. P o rq u e en el apasionado am or
gente fam ilia de pueblos que surgiría de las nupcias de España con A m erica.
a María se estrechan y unifican—como en tantas cosas
esenciales—M éjico y España. M éjico y España, que, p or ser
visceralm ente católicos, son visceralm ente m arianos. al llegar a este punto de las advocaciones de M aría, preséntase, espontáneo, un singular p ro ­
El catolicism o está hecho—divinam ente hecho—para el
hom bre. Y porque conoce a «este desconocido», que es
el h om bre, el catolicism o abraza y magnifica el culto a
la celeste m aternidad de M aría. La frialdad desolada
del protestantism o construye u n orbe religioso en que
no existe el culto a la M adre. P ero el hum ano corazón
Y blem a • el de la identidad del nom bre de la V irgen de G uadalupe de M éjico y de la Virgen de
G uadalupe de E xtrem adura. A cuenta de ello, y p o r m anera sum am ente explicable y natural,
m uchos españoles y aun escritores distinguidísim os, han sufrido larga confusión, entendiendo que
se trata si no de la mism a cosa, al m enos de una especie de prolongación o trasplante a A m erica de la
V irgen extrem eña. Y al encontrar la proliferación del nom bre de G uadalupe en docum entos y lugares y
tem plos del Nuevo M undo, han supuesto que todo tom a su origen en la devoción peninsular, cuando
en la enorm e mayoría de los casos lo tom a en la devoción m ejicana.
se niega. N uestro corazón de carne necesita este centro
de tern u ra, esta exquisita suavidad de m u jer, esta in te r­ Y huelga decir, señores, que el esclarecer y precisar una distinción de orden rigurosam ente h istó­
cesión m aternal. rico, no im plica ni por el más rem oto y furtivo de los asom os, la tontería pueblerina y anticatólica
de poner como en pugna o em ulación dos advocaciones de la m ism ísim a Señora del cielo. Se trata
M aría intercede ante Jesú s; sigue in tercediendo, como sólo de que los hechos se conozcan y difundan como son. Y de que no haya equívocos y nieblas
aquella prim era vez en que, agotado el vino de las bodas, una palabra suya, discretam ente deslizada
donde todo debe ser, como la V irgen, claridad.
apenas para evitar el bochorno que preveía, suscitó y casi violentó el p rim er m ilagro de C risto.
M aría vive hoy, como vive hoy su H ijo . No acabó su tarea, ni su m isericordia está agotada. No P o r dem ás, y acá de tejas abajo, tan gloriosa puede sentirse la M adre española como la H ija m e­
pertenece sim plem ente al pasado, como u n personaje de hace veinte siglos. Con presencia de gloria jicana de aquel portento del Tepeyac, que nos dejó la única im agen en el orbe no pintada por h u ­
está presente en los cielos, con presencia de am or está presente en la tierra. mano pincel. Lo cual arrancó al P ontífice B enedicto XIV aquella m em orable aplicación de la palabra
de la E scritura : «Non fecit taliter om ni nationi.»
La Iglesia, que es Cristo perpetuado entre los hom bres, tiene esta estupenda m isión y este m aravi­
lloso privilegio de actualizar a C risto. Hoy nace C risto en B elén, hoy habla en la colina, hoy se da P erm itidm e, pues, que en esta ocasión tan alta y tan propicia, exponga sintéticam ente el fruto de
en el m ilagro de la C ena, hoy m uere en el C alvario, hoy resucita victorioso. No es una vieja historia una dilatada reflexión.
inoperante ; es una eterna actualidad, que sacude, y transform a, y extasía las alm as.
¿H abéis pensado alguna vez lo que fuera de Cristo 6Ín su Iglesia? ¿H abéis m edido toda la e n o r­ , venerable antigüedad, la im agen extrem eña, escondida para salvarla cuando la invasion sarracena,
m idad y la pujanza que entre los hom bres tiene el olvido?... P ero la Iglesia es esta gran enam orada
y esta gran recordadora que no nos deja o lv id a r; y C risto se nos m ete p o r los ojos en cuadros, y
esculturas, y cerem onias; se nos m ete p or los oídos en la cátedra del Evangelio y en el trib u n al de
la confidencia; palpita en nuestras m anos p or la señal de su santa c ru z ; se nos entra p o r la boca en
el m isterio dulce y pavoroso de la E ucaristía. Cristo vivo, Cristo presente, C risto actualizado, Cristo
I): fué encontrada a fines del siglo x m por el pastor G il C ordero. Ello dió origen a la fundación
de la iglesia y más tarde del estupendo m onasterio de G uadalupe. U na intensa devoción hallo cen-
___ tro en aquella casa espléndida, donde el arte y la ciencia y la caridad resplandecieron. Alia, en
vísperas de su aventura oceánica, fué C ristóbal Colón, y por la V irgen extrem eña puso nom bre a la isla de
G uadalupe, en las A ntillas. H ernán Cortés, cuando volvió a España (antes de 1531) llevo como exvoto al
visible y, como si dijéram os, corpóreo, saliendo al paso de nuestro em botam iento y nuestro olv id o ; m onasterio un alacrán de oro. Y como el propio don H ernando y otros conquistadores traían en el alm a
eso es la Iglesia. B ien lo sabía el que la fundó, y p o r eso la fundó. y en la costum bre aquella devoción, lógico y fácil era que la hubiesen trasplantado a nuestras tierras
de A m érica. Y de hecho la trasplantaron.
Y así como la Iglesia actualiza a C risto, de m anera sem ejante actualiza a su M adre. H oy, como
ayer, M aría pide por nosotros. H oy, como ayer, nosotros, m ínim os herm anos del P rim ogénito C ris­ Explícase así sobradam ente que, desde lejos y sin particularísim o estudio del caso del Tepeyac, se
to, la sabemos nuestra M adre y buscam os refugio, y suavidad, y caricia en su regazo. P orque to ­ haya form ado y difundido en España la im presión de que la Virgen de G uadalupe m ejicana es la
dos, todos somos niños-—¡Y ay de aquel que no tenga algo de niño, porque no en trará al R eino! — ; m ism a V irgen de G uadalupe extrem eña, o siquiera su proyección más o monos m odificada.
todos somos niños, y cuando la vida nos golpea, y e l desencanto nos ahoga, y la tem pestad se desen­
frena contra nosotros, correm os instintivam ente al regazo de la M adre. Pero no es asi.

ONDA en la entraña del corazón hum ano, la reverente devoción a M aría nace y finca en la roca N Méjico todos sabemos cómo en diciem bre de 1531—diez años después de consum ada la conquista
del Evangelio. A quella que el ángel saludó p or llena de gracia y p or bendita en tre todas las
m u jeres; A quella en q uien el V erbo tom ó c a rn e ; A quella ante la cual Santa Isabel, m ovida del Í en la m etrópoli azteca—la V irgen se m ostró varias veces, por los senderos del le p e y a c , al m dito
Juan Diego, le dió m ensaje para el obispo—español—Zum árraga, a quien luego envío, en prueba de

Í E spíritu, exclam ó: «¿D e dónde a m í tanto bien que la M adre de m i Señor venga a m í?»;

quella que recibió el llanto prim ero y la p rim er sonrisa de Je sú s; A quella que siguió todos los pasos
del H ijo y suscitó el prim ero de sus m ilagros; A quella que Cristo en su agonía dejó p or M adre al p re d i­
jila autenticidad de la em bajada, unas rosas de prodigio, y cómo, al distender el indio su tilm a para
m ostrarlas al prelado, apareció m ilagrosam ente im presa en el ayate la dulce im agen de la benora que
había hablado a Juan D iego.
Esas apariciones y esa tilm a prodigiosam ente p intada, no tienen la m ás leve relación con la preexis­
lecto ; A quella que perseveraba con los apóstoles, am edrentados cuando en viento y en llam as vino el
P aráclito, no constituye un personaje de antojo n i encam a una fantasía sensiblera. Clavada está en la tente im agen de E xtrem adura. T rátase, absolutísim ainente, de otra cosa. Es un_ hecho distinto y nuevo,
roca del Evangelio, en la veneración de los discípulos, en los m uros de las catacum bas, en las definiciones como nuevo y distinto era el hecho del descubrim iento y m estizaje de A m érica.
de los Concilios, en el culto radiante y victorioso de veinte siglos cristianos. No representa una devoción
Y así, como p o r su origen y su historia, tam bién por su im agen y su culto son perfecta y radical­
parasitaria, sino un am or esencial.
m ente distintas la V irgen de E xtrem adura y la V irgen del Tepeyac.
Pero nosotros, católicos, nunca confundim os al C reador con la creatura. Su distinción irrevocable
La extrem eña es una escu ltu ra : lleva al N iño en el brazo izquierdo y representa la M aternidad
es dogma de nuestra fe. Sólo una inepcia tendenciosa puede sugerir que los católicos adoram os a M a­
de M aría; la tepeyacense es una p in tu ra : sin N iño, las m anos juntas, representa la Inm aculada C on­
ría como si fuese D ios. Y no m enor inepcia tildarnos de idólatras p o r la reverencia a las im ágenes :
pues es verdad elem ental que en ellas reverenciam os la persona que trasu n tan , no la p ied ra, o el cepción. No hay en las efigies ni la más rem ota sem ejanza.
palo, o el lie n z o ; como al descubrirnos ante la bandera nos descubrim os ante la p atria y no ante el Y en cuanto al culto, el m ejicano nació y se ha engrandecido durante cuatro siglos, única y preci-
trapo, como al besar el retrato de nuestra m adre, besam os a nuestra m adre y no al cartón. sám ente al pie de la T ilm a del m ilagro, sin la más tenue conexión con la im agen de E xtrem adura, cuya
M aría es nuestra M adre. ¡T ristes de aquéllos que no la conocen! ¡T ristes de aquellos que, co­ existencia mism a es evidente que ignoran m illones y m illones de indígenas y otros com patriotas no
nociéndola, la olvidan, o p o r el orgullo de la inteligencia, o p o r el desvarío de la carne, o p o r el ilustrados, que vierten su dolor y su tern u ra ante la M adre d el Tepeyac.
seco engaño del estoicism o! C risto, m odelo de varón, no quiso la rigidez amarga del estoico que es­
conde las lágrim as. P rofundam ente hum ano, C risto lloró a vista de todos. Y nosotros, cristianos, tam ­ P ero, ¿p o r qué, entonces, si se trata de casos tan absolutam ente apartados y autónom os, ambas
poco tenem os p o r vergüenza el llanto. Somos, sí—debem os ser—, sufridores y bravos y enteros. P ero im ágenes se designan con el m ism ísim o nom bre de G uadalupe?
no asfixiam os la sensibilidad hum anísim a, en la inhum ana sequedad de la soberbia. Más b ien, con sen­
cillez de niños, dejam os nuestras lágrim as en e l regazo de una M adre. Que se llam e así la de E xtrem adura, es n a tu ra l; tom ó el nom bre del sitio en que fué encontrada
y donde se le alzó tem plo ; G uadalupe, vocablo arábigo que—siem pre la divergencia entre etimo-
«Si no fuereis como niños, no entraréis en el R eino.» Así encareció Jesús la infancia espiritual, y logistas—significa río de Kiz, o río de lobos, o río escondido.
ella florece lo m ism o antaño en las F ioretti, de Francisco de Asís, que hogaño en las rosas de Teresita
de Lisieux. N iños nos quiere y como niños nos trata nuestra M adre M aría, y a nosotros se acerca su P ero , ¿p o r qué se llam a de G uadalupe la V irgen m ejicana? No se nom braba asi, sino le p e y a c , el
ingeniosa ternura con variedad poética de trajes, aspectos y circunstancias. Es la m ism ísim a Se­

J U N C O
ñora la que nos busca y nos atrae p o r cam inos d iversos: el C arm en, el R osario, L ourdes, F átim a...

POr
38
A L F O N S O
sitio dundo Ella apareció y donde se levantó su erm ita p rim era, hoy suntuosa basílica. Y, finalm ente, si la Virgen quería darse un nom bre, tengo por inconcuso que pondría
La Virgen nu lom ó el nom bre del lu g a r; m ás tarde, el lu g ar tomó el nom bre de la los m edios para que ese nom bre llegara no deform ado, sino con fidelidad, a quienes
V irgen. con él habíam os de invocarla, y así de hecho la hem os invocado por siglos y siglos.
Lo que parece insoluble y a m uchos despista, tien e, no obstante, u n motivo claro y
m uy concreto : la V irgen m ism a, al m ostrarse a Ju an B ernardino, tío de Ju an D iego, le ARECEM E, pues, cosa firme que la Señora del Tepeyac quiso ser designada con el
d ijo : «que bien la nom braría, así como bien había de nom brarse su bendita im agen,
la siem pre V irgen Santa M aría de G uadalupe».
Así consta textualm ente en el N ican M opohua, la m ás vetusta relación del m ilagro,
P nom bre de G uadalupe. ¿ P o r qué? Esto no lo sabem os. P ero, aunque no lo sabemos,
creo que razonablem ente podem os avanzar una plausible conjetura. Podem os nos­
otros conjeturar que quiso la Señora darse un nom bre que fuera fam iliar y
atrayente para los españoles, sobre todo extrem eños como Cortés, que consum aron la
escrita, no en castellano n i en español, sino en lengua azteca y por u n indio ilu stre, don conquista, y que al favorecer con predilección a Ju an Diego, representante de los ven­
A ntonio V aleriano, contem poráneo del prodigio. Su m anuscrito autógrafo perteneció a cidos, quiso al propio tiem po atraer con dulzura a los vencedores y a unos y a otros
don F ernando de Alba Ixtlixóchirl, pasó luego a poder del célebre sabio don Carlos de Si­ herm anarlos en la m ism a devoción. No vino Ella a ab rir abism os entre vencedores y
güenza y G óngora—quien da m em orable testim onio de su autenticidad, y fué reproducido vencidos; vino a cerrarlos. Y al sublim ar con un privilegio excepcional a los poster­
en letras de m olde por Lasso de la Vega, en 1649, incorporándolo en el volum en náhuatl gados, halló u n m edio suavísimo de que a los dom inadores sonara a tradición la novedad
que conocemos p o r sus prim eras p alab ras: H uei T lam ahuizoltica. Este volum en fué tra ­ y a cosa propia y fam iliar la extrañeza.
ducido en su integridad al castellano, en 1926, p o r don P rim o Feliciano V elâzquez y
publicado a doble página—fotocopia de la edición azteca y versión española -p o r nuestra Y de hecho, señores, como históricam ente consta, se dió el caso extraordinario de
A cademia m ejicana de Santa M aría de G uadalupe. que, desde los años prim erísim os, conquistados y conquistadores fraternizaran a los
pies de la V irgen del Tepeyac. E lla, que— contra lo com únm ente repetido—no muestra
He traído conmigo esta preciosa edición. En el texto n áh u atl original, las palabras fisonomía n i color de india, sino de m estiza, anunció el beso de las razas que fundaría
«Santa M aría de G uadalupe» aparecen así en castellano. Esta incorporación de voces la nacionalidad que estaba am aneciendo. Y así como ju n tó plásticam ente en el milagro
españolas en las lenguas indígenas se in tro d u jo desde el prin cip io , sobre todo tratándose al español Zum árraga y a Ju an Diego el aborigen, y así como con rosas de Castilla se
de asuntos religiosos, a fin de que los aborígenes com prendieran que era algo com ple­ estam pó para siem pre en el ayate sublim ado del indio, quiso en todo ser nuncio, ejemplo
tam ente distinto y no fueran a confundirlo con lo que tenían en su gen tilid ad ; y así, y sím bolo de la fusión amorosa que forjaría a M éjico, de la fusión amorosa que forjaría
en el propio relato, por ejem plo, las palabras D ios, Jesucristo, obispo, aparecen en es­ a toda H ispanoam érica y traería al m undo este coro magnífico de pueblos que boy
pañol. En español tam bién se estam pan los vocablos diciem bre, sábado, dom ingo, lunes y llam am os la H ispanidad.
m artes, cosa nueva para los aztecas, ya que su calendario difería del nuestro. En cuanto
a la palabra D ios, aunque los aztecas tenían el equivalente T eo tl, cuidaban siem pre los P o r eso, en expansión cargada de sentidos, ha rebasado las fronteras nuestra Virgen
m isioneros y, naturalm ente, sus discípulos—V aleriano lo fué de los franciscanos en el de G uadalupe.
colegio de T laltelolco—de agregar el vocablo español, para evitar netam ente cualquier
confusión : y así, en el relato, se lee varias veces : «Teotl Dios». E lla, en M éjico, se identifica con la sustancia de la Patria. Presidió el nacim iento de
nuestra nacionalidad. A celeró la propagación d el Evangelio. Fué lábaro de nuestra in­
LGUNOS estudiosos han querido suponer que puesto que la Virgen habló a los dos dependencia. Congrega en tum ultuoso plebiscito a todas las alm as y conquista el respeto

A indígenas en su idiom a, diría a Ju an B ernardino alguna voz azteca sem ejante, la


cual, trastocada por oído y lengua españoles, pudo quedar en Guadalupe. Y sobre
esto han fantaseado posibilidades de nom bres indígenas con sus respectivos signi­
ficados. Todo ello me parece inadm isible. ¿ P o r qué?
o la tern u ra aun de los descreídos y renuentes. Ella ha am parado y reverdecido nuestra
fe p o r sobre más de u n siglo de ataques insidiosos o brutales. A ella van nuestras lá­
grim as, nuestras alegrías, nuestras esperanzas. Ella es em blem a autóctono, negación de
exotism os desintegradores, vínculo sumo de unidad nacional. En los cim ientos del Te­
peyac están los cim ientos de la P atria.
P orque tenem os a la vista el antiquísim o relato azteca y vemos en él incorporada,
en español, la palabra G uadalupe. Si la V irgen h u biera usado voz indígena, ésta, in fa li­ P ero la M adre y P atro n a de M éjico es tam bién, p o r viva instancia de los países
blem ente, aparecería en el relato indígena. No es u n detalle secundario, es nada menos indoibéricos que el Santo Pío X sancionó en 1910, M adre y Patrona de toda la América
que el nom bre escogido p o r la Señora, y el a u to r de la relación, indio como Ju an B er­
hispana. Y P ío X I, en 1935, incluye en el patronato a las Islas F ilipinas, hondamente
nardino y contem poráneo suyo, pudo saberlo directam ente de él o de otros indios, sin
re c u rrir a españoles. De ser voz n áh u atl, la h u biera necesariam ente puesto en n áh u a tl; vinculadas con el m undo español. Y en 1945, el excelso Pontífice reinante la proclama
no iba él a cam biarla con arb itraried ad irreverente. Si puso en español—sim plem ente y a boca llena «Em peratriz de A mérica». Y—sin contar repercusiones im pensadas y sor­
sin la m enor aclaración—G uadalupe, es porque así dijo la Señora. prendentes en el corazón de los Estados U nidos, y de Francia, y de otros países ilustres—
ahora la vieja m adre de la estirpe, al coronar espléndidam ente a nuestra Virgen de
Se objeta que esa palabra tiene los sonidos g y d , que no hay en n áh u atl, y resultaba G uadalupe, corona espléndidam ente el ciclo de esa expansión providencial. El sentido
de difícil pronunciación para Ju an B ernardino. P ero se exagera la dificultad. Lo más histórico d el m ensaje cobra su redondez y plenitud. P orque Juan Diego no era sólo
que podía acontecer es que Ju an B ernardino rep ro d u jera con leve im perfección la Ju an Diego, sino la desvalida encarnación de todas las razas aborígenes. Zum árraga no
pronunciación de la d, allegándose un poco a l sonido—notoriam ente afín—de la t. era sólo Zum árrága, sino la ardiente personificación de todos los evangelizadores his­
P o rque por lo que toca a la g, aunque esa letra no existe en náhuatl, sí es muy fam iliar panos. Y las rosas de Castilla exprim ieron la policrom ía de sus jugos, sím bolo de la
el fonem a hua, como en C uauhtém oc, A náhuac, etcétera, y H uadalupe (con h) suena savia toda de España, para em beberse en el ayate del indio, unim ism arse con él y estampar
prácticam ente igual que G uadalupe (con g). en sus fibras, transfiguradas y extasiadas para siem pre, la im agen celeste de M aría. v
A demás, parece fácil, quedándonos en el m ero orden n atu ral, que Ju an B ernardino por eso el m ilagro divino de Santa M aría de G uadalupe m aravillosam ente sim boliza, resume
alcanzara a rep etir correctam ente el nom bre de G uadalupe, después de una década de y señorea este hum ano m ilagro de la H ispanidad. Y p o r eso, señores, es de justa y dig­
contacto con españoles y varios años de aprendizaje particu lar de algunas voces caste­ nísim a congruencia que hoy la H ispanidad, vestida de fervor y de alborozo, se con­
llanas en su doctrina franciscana. No es forzoso hacer en ello in terv en ir m ilagro. gregue para coronar a la que es su corona.
Entre los actos solemnes celebrados en M adrid con m otivo del M onasterio de Guadalupe (Cáceres), donde fué entronizada. La
Gongreso Guadalupano Iberoamericano, pueden destacarse, por su peregrinación de los congresistas al Cerro de los Angeles y la re

LA VIRGEN « . TEPEK
honda significación espiritual, los siguientes: el recibim iento tribu c.epción en el A yunta m iento madrileño, con una representación,
todo por el pueblo m adrileño a la imagen de Nuestra Señora de en la Plaza de la V illa, del au to sacramental de Calderón «La
Guadalupe. La sesión inaugural del Congreso, el dia 23 de mayo, vida es sueño». Y, por últim o , la coronación en ¡a Plaza de la
la que tom aron parte tres arzobispos, siete obispos y destaca­ Arm ería, con asistencia de Su Excelencia ei Jefe del Estado es­
bas personalidades religiosas y civiles hispanoamericanas. La pere-
9rinación con la Virgen del Tepeyac, llevada a hombros hasta el
CORONADA EH MADRID pañol, acompañado de su esposa, más de veinte prelados de España
y América, varios ministros y una inmensa m u ltitu d de fieles.
Em ocionante m om e n to en que, después de los actos de la coronación de la V irg e n del
Tepeyac, el P a tria rca de las Indias y Obispo de M a d rid -A lc a lá , Dr. E ijo -G a ra y , entrega
al A rzo b isp o de M é jic o la sagrada re liq u ia del « L ig n um C rucis», tra íd a del M on a ste rio
de Santo T o rib io de Liébana y o frenda del Episcopado español a la C a te d ra l m ejicana.

El a cto celebrado en la Plaza de la A rm e ría , de M a d rid . El P a tria rca de las Indias En p rim e r té rm in o , un m om ento de la solemne m isa de p o n tific a l, celebrada al a ire libre
y Obispo de M a d rid -A lc a lá , d o ctor E ijo-G a ra y, escucha, d u ra n te la m isa de p o n tific a l, y o fic ia d a por el P a tria rca de las Indias y Obispo de M a d rid -A lc a lá . A l fondo, los
la elocuente p lá tic a pro n u n cia d a por el A rzo b isp o de M é jic o , d o ctor Luis M a ría M a rtín e z . representantes del G obierno y los prelados, a los que rodeaba una m u ltitu d inmensa.

En la m isa de p o n tific a l que precedió a la coronación. A l fondo, el Jefe del Estado, G ene­ Como gracioso m ensaje de e xq u is ita fe m in id a d , en representación de las m ujeres m ejica ­
ralísim o Franco, y su esposa, doña Carm en Polo. En p rim e r té rm in o , los M in is tro s de nas, ta n devotas de su V irg e n del Tepeyac, fig u ra ro n en los actos de la coronación de la
Educación N a c io n a l, J u s tic ia , M a rin a v A su n to s Exteriores v el Presidente de las Cortes. im agen este g ru p o de bellas jóvenes m ejicanas, a ta via da s con los tra je s típicos de su país.

Entre el g ru p o de peregrinos que llegaron a España para a sistir al Congreso G uadalupano La esposa de S. E. el Jefe del Estado español, doña Carm en Polo, ofrece la corona de or ,
y que to m a ro n p a rte en el a cto de la coronación de la im agen,, fig u ra el p o p u la r a c­ p la ta y piedras preciosas, m om entos antes de ser colocada sobre el cuadro de la im agen
to r c in e m a to g rá fic o Jorge N e g re te , acom pañado de su esposa, la a c triz G loria M a rín . de la V irg e n del Tepeyac que se venera en M a d rid , en el a c to de la Plaza de la A rm e ría
Solemnísimo m o m e n to en q ue él O bispo de M a d rid coloca so­
bre el cuadro de la V irg e n de G uadalupe la corona de oro, p la ­
ta y pedrería, hecha al e s tilo g ó tic o de fin e s del sig lo X V I.
Doña Teresa Orléans y Broganza,
con su madre, la princesa Isabel,

Morise M iranda Freitas.

Castro

Doris Junqueira.

13 & w /(I
M aluh de Oro Preto. Ivonne Monteiro. '“PODO tiene algo de maravilla en el inmenso Brasil, en appeal»— que deja pren- Æ 'Æ Á Lea de Alfonseca

1 esta gran cadera geológica del Continente. Desde la didos en el hechizo de sus ,/^ L ^ É
geografía a la ornitología, desde la ciudad supercivilizada °jos y la dulzura de su voz a ^ ,/ V W ,Æ Ê
de Río de Janeiro al misterio impenetrable del río de las cuantos tienen la dicha de contem- ,w /
Amazonas. Entre el mar Atlántico y el «infierno verde» de piarla. — ' v ^
su Matto Grosso, al calor tropical y jugoso de sus selvas, de Y tiene algo más que todo esto la mujer brasileña.'La
sus verdes cafetales sin fin, de sus grandes ríos calientes Y gracia rítmica y escultural de su cuerpo, la perfección de su
fecundadores, el Brasil ha incubado y desarrollado una civi­ rostro, la luminosidad verdaderamente trópica] de sus ojos,-
lización moderna y universal. La espuma y la flor de esta sus bocas frutales y risueñas,- todo está en ellas al servicio de
civilización es la mujer brasileña. Cristalización de razas di­ algo superior: su exquisita y depurada espiritualidad. Es pro­
versas que, en el Brasil, como en un gran crisol humano, ha verbial entre los extranjeros que visitan Río, elogiar la deli­
alcanzado una depuración de gracias y perfecciones, difícl cada belleza y la sensibilidad de las mujeres brasileñas. Al
de superar. No es por una casualidad que la planta o fl01 lado de la mulata que baila la «samba», que hoy se ha hecho
nacional y simbólica del Brasil sea la palmera. Es que de 1* Pino internacional, tiene el Brasil la mujer supercivilizada,
palmera tiene la mujer brasileña la grácil silueta y el ritm-0 educada en un ambiente de refinamiento, que deja en el
de su talle cimbreante y aéreo unidos a la gracia de los ros­ visitante del pars el recuerdo imperecedero de una femini­
tros más perfectos y un personal atractivo —auténtico «sex- dad depurada y exquisita
Este «Robín de los bosques« a rag o n é s es el
mismísimo sabio Santiago Ramón y C ajal, en
su época de aficionado a la cultura física.
Tiempos heroicos p a ra el investigador Ramón y C ajal. C uando em­
p ieza a tra b a ja r en su c a sa de Z aragoza, con un m al microscopio,
com prado a plazos en M adrid, y u n a b a rb e ra en vez de micrótomo.

Fortín d e la Enferm ería de San Isidro, en la Trocha del Este (Isla Incluido en la lla m ad a «quinta de C astelar», en 1873, Cajal,
de Cuba), donde don S antiago Ramón y C ajal prestó sus servicios con sus buenos veintiún años y y a teniente médico, embarca
a l Ejército español como médico militar. Allí adquirió el paludism o. n a ra la Isla de Cuba, donde ejerce su profesión

En el centro de la fotografía, Ramón y C ajal,


en la isla de C uba, con su uniforme d e médico
m ilitar, donde ejerció d u ra n te la p rim era guerra.

La esposa del sabio, doña Silveria F a ñ a n án , Don Santiago Ramón y C ajal y a h a m ejorado su laboratorio. H a g a n ad o por oposición la c áted ra de A natom ía de V a le n c ia ,
por los tiempos en que contrajeron m atrim o­ sus b u e n as tres mil quinientas p e se ta s an u ales. Aquí a p a re c e h a cia 1885, en su laboratorio, con micrótomo y microscopio de
nio, después de u n tierno rom ance de amor. calidad. Pero to d av ía fa lta mucho p a ra que realice los descubrim ientos histológicos que le d a rá n fam a y universal reno
Don S antiago Ramon y C ajal, su esposa, doña Silveria, y sus seis hijos, cuatro de
los cu ales viven a ú n en M adrid. Fotografía re a liz a d a probablem ente en B arcelona.

Ramón y C ajal en
los años de su m a­
yor gloria científica,
cuando y a h a reci­

CAJAL
bido el Premio No­
bel y es miembro de
un centenar de A ca­
demias extran j e r a s .
A pesar de ello, to­

r superipecia humana
dos los d ías acu d e
al laboratorio p a ra
continuar sus in v es­
tigaciones sobre el
c e re b ro hum ano.
«Por Cajal se ha librado la investigación española de su
complejo de inferioridad.»—L a ín E n t r a l g o .

En los últim os añ o s d e su vida, el sabio, y a jubilado d e su c á te d ra d e la U niver­ ETILLA de Aragón, además de una aldea montaraz, es una paradoja
sid ad d e M adrid, v a transm itiendo a su s discípulos el c a u d a l de sus experiencias.
P geográfica. ¿Cómo se explica que un pueblo navarro se encuentre
metido en el corazón de la provincia de Zaragoza? Pero esta para­
doja tiene una explicación histórica: Un día del año 1209, don Pedro de
Aragón, que andaba mal de fondos, empeñó esta rocosa porción de su
Corona con don Sancho el Fuerte, de Navarra, como garantía de una
deuda que no pudo pagar nunca.
Hasta el día 1 de mayo de 1852, Pétilla está en tierras de Aragon,
pero no está en el mapa. Desde ese día va a ser la cuna de piedra ibérica
para un genio español, y aragonés por los cuatro costados. El recién
nacido es hijo del cirujano de Pétilla, don Justo Ramón, y en la pila de la
parroquia de Pétilla recibe el nombre de Santiago. Pétilla no lo sabe, no
lo sabrá nunca, pero desde aquel primero de mayo figurará para siempre
en el mapa de España y en el de la cultura universal.
A las cabras, con ser cabras,
j CAPITAN DE PEDREAS Y les costaba trabajo subir hasta
: «ARTILLERO» DE AFICION las casas de Pétilla. Subían
obligadas por los p a s t o r e s .
También subía y bajaba con
increíble rapidez el hijo del cirujano. A los doce años, Santiago es un
niño larguirucho, de ojos expresivos, y muy travieso. Su padre quiere
a toda costa que sea médico, y lo manda a estudiar latines a la villa de
Jaca.
El profesor que había de meterle en la cabeza a Santiago las decli­
naciones latinas, se llama don Jacinto. Un dómine de los de «la letra con
sangre entra». En la desdichada figura del dómine ejercitaba Santiago
sus dotes de caricaturista. Quizá no logró decir una declinación completa,
pero se hizo el «amo» de la clase pintando a don Jacinto con orejas de
asno y con una albarda sobre las espaldas. Naturalmente, fué expulsado.
Esta fué su primera aventura.
«Santiagué», como le llaman en Pétilla y en Ayerbe a Santiago Ramón,
donde pone el ojo pone la piedra. En las pedreas con los de Ayerbe—ver­
daderas batallas campales—, «Santiagué» era siempre el capitán de su
bando. Por donde pasaba el hijo del cirujano de Pétilla, las gentes pueble­
rinas se echaban a temblar. La cosa no era para menos. Santiago, entre
los doce y los quince años, era un verdadero niño terrible. _
Durante unas vacaciones tuvo «Santiagué» la ocurrencia, endiablada
como suya, de construir un cañón. Otros chicos, hijos de pastores y horte­
lanos, que se dejaban capitanear por él, fueron sus ayudantes en la im­
portante tarea. Bajo su dirección ahuecaron un tronco y lo reforzaron
exteriormente con alambres enrollados. Cuando el tremendo artefacto es-
tuvo terminado Santiago consiguió casi una gando a una verdadera e s p e c ia liz a c ió n .
libra de pólvora y sus buenos tres metros de Por estos años empieza a ser admirado, si
mecha de barreno, proporcionado todo ello pol­ bien con abundantes reservas, por las auto­
lino de los chicos interesados en la hazaña, ridades españolas, de muy escasos alcances,
que era hijo de un barrenero de cantera que y algún sabio extranjero acoge en revistas
había en el pueblo vecino. Ya en posesión de científicas los primeros trabajos del joven ara­
todos los elementos para cargar el «cañón», el gonés.
«artillero» anunció a sus colaboradores la fe­ Hasta el día en que el instinto certero de
cha del primer disparo, que sería la tarde del Cajal decide la marcha de su destino. Ya tiene
domingo próximo, ya que a esa hora las per­ varios hijos y la situación económica con su
sonas mayores del pueblo estarían en la bo­ sueldo de catedrático de aquel tiempo no es
lera o de mercado, con lo que los traviesos mu­ muy holgada. Pero ahí está la abnegada y
chachos se encontraban a sus anchas en la decidida esposa reuniendo cuantos ahorros hay
aldea. en el hogar para que el joven sabio pueda
La extraña «máquina», que permanecía adquirir una maleta, unos trajes y un poco
oculta con hojas de maíz y paja en un cober­ de dinero para el viaje a Berlín. Con todas
tizo de la casa del cirujano, fué sacada a una sus preparaciones en su maleta y muchas ilu­
huerta próxima y emplazada frente a la puerta siones científicas se presenta Cajal en la capi­
de una casa de hortelanos en la que no vivía tal alemana, entonces verdadera capital de la
nadie. Se procedió a la carga, se utilizaron investigación científica y filosófica del mundo
piedras como municiones, y Santiago, después civilizado.
de ajustar la mecha a la cebadera y prenderle
fuego, corrió con los demás a ocultarse tras Se c e le b r a b a
de una cerca en espera de la explosión. A me­ En uno de los lu g are s m ás frondosos del jardín m adrileño del Retiro, e sta fuente GENIO IBERICO Y en Berlín un
dida que el fuego corría por la mecha y se TESON ARAGONES Congreso Ana­
m onumental, obra del g ra n escultor Victorio Macho, p erp etú a la m em oria de C ajal. tómico. Es el
acercaba al cebo, el corazón de los chicuelos
latía apresuradamente. Durante unos segun­ año 1889. Allí
dos pareció faltarles el aliento, y, por fin, sucedió lo esperado: primero fué una gran se reúnen en torno al sabio de fama universal doctor Kolliker investigadores de
llamarada, después un estruendo infernal, y los pedazos del cañón volaron por todos los países. Nadie, como es natural, tiene noticia del investigador ibérico, San­
el aire, mientras las piedras de que el tronco había sido retacado se llevaban por tiago Ramón y Cajal. Por otra parte, el nombre de España tampoco dice nada a
delante la puerta de la casa del hortelano. El susto de la formidable explosión los sabios. Es entonces un país sin ninguna tradición en el campo de las investiga­
alcanzó a todo el pueblo. ciones anatómicas. El joven Cajal se presentaba allí con su maleta de preparaciones
y su microscopio, que ya no es el de la calle del León, sino un Zeiss, como un fran­
Aquella travesura colmó la paciencia dej cotirador, no afiliado a ninguna de las escuelas que en Londres, en París, en
MAL ESTUDIANTE Y ZA­ enérgico cirujano de Pétilla, que no esperó Bruselas, Estocolmo, Roma o Berlín agrupaban a los mejores investigadores de
PATERO A LA FUERZA más para llevar a su hijo al Instituto de la época. El mismo Cajal describe así aquel difícil paso de su carrera : «Había en
Huesca. Pero esta tentativa del padre no aquellos sabios una curiosidad expectante. Les chocaba, sin duda, encontrar un
había de dar mejor resultado que la -an­ español aficionado a la ciencia y espontáneamente entregado a las andanzas de la
terior. Santiago, por su parte, se empeña en ser pintor y se pasa la vida dibujando investigación. Yo—continúa—me instalé bien temprano en el salón, donde resplan­
monigotes. Don Justo es tozudo como buen aragonés y su hijo astilla de tal palo. decían numerosos microscopios. Desembalé mis preparaciones y enfoqué los cortes
La lucha se prolonga un año más. Por fin, el cirujano quema un día todos los más expresivos concernientes a la estructura del cerebelo, retina y médula espinal.
lápices de su hijo y le mete de aprendiz con un barbero- primero y después con un Comencé a explicar en mal francés mis preparaciones a los escasos congresistas
zapatero de obra prima de la ciudad de Huesca. que se acercaban a mi microscopio.»
A los pocos meses el maestro zapatero reconocía en Santiago las mejores dis­ Pero Cajal no se desanima ante los ceños cargados y las sonrisas mal disimu­
posiciones para el oficio. También se había acostumbrado—según confiesa Cajal ladas entre barbas frondosas. El genio ibérico, que había logrado algo verdadera­
en sus Memorias—a comer las gachas y otros guisos que le preparaba la esposa mente excepcional, tenía ahora como aliado el tesón aragonés para hacerlo com-
del zapatero. prender al mundo. Cajal, casi tomándolo por las solapas, lleva al doctor Kolliker,
—Ya decía yo que te darías una buena maña para este oficio—le dijo un día el el «patriarca de la investigación alemana», hasta su microscopio y consigue que
maestro Pedrín, dueño del taller—. Desde hoy ganarás dos reales más a la semana. desfilen ante sus ojos maravillados una serie de sorprendentes y claras imágenes.
Santiago—que ya había visto las orejas al lobo—tenía sus planes. Comprendió El sabio alemán habla con los colegas que le rodean, los ceños se desarrugan—según
al fin que aquello de la pez y la suela no era para él. Una mañana se levantó observa Cajal—y al fin «queda desvanecida la prevención hacia el modesto anató­
temprano, reunió sus ropas y se despidió del maestro Pedrín. Estaba dispuesto a mico español». Poco después Cajal será huésped de honor del sabio, que dirá
pedir perdón a su padre y comenzar los estudios. públicamente :
— ¡Qué buen oficial ha perdido la zapatería!—decía siempre Pedrín, el zapatero, —Le he descubierto a usted y deseo divulgar en Alemania mi descubrimiento.
cuando alguien le hablaba de «Santiagué», el hijo del médico de Pétilla. España entraba en aquel momento en el mundo de la investigación universal.
Pero la etapa de travesuras habia terminado. Santiago, con sus quince años El genio ibérico se manifestaba y el tesón aragonés de Cajal había conseguido sus
bien cumplidos, iba a emprender el buen camino: el de los estudios de medicina, propósitos.
que deseaba su padre.
A partir del Congreso de Berlín
Para aquel tiempo don Justo el cirujano ya ha EL PREMIO NOBEL Y UNAS hay en el mundo científico una ver­
UN ESQUELETO conseguido, a fuerza de estudios y tesón, hacerse mé­ CUANTAS DISTINCIONES MAS dadera fiebre bibliográfica en torno a
EN EL GRANERO dico y ganar las oposiciones a una plaza de la Be­ la obra de Santiago Ramón y Cajal.
neficencia Provincial de Zaragoza. Por eso, ante la Profesores, sabios e investigadores de
decisión de su hijo, dispone ser él mismo quien le todos los idiomas se afanan en traducir y divulgar las ideas y experiencias del
preparase para su ingresq en la Facultad. sabio español. En España también se reconoce todo el mérito del catedrático ara­
La cosa fué así: Una noche padre e hijo se fueron al cementerio del pueblo y gonés, que en 1892 obtiene por oposición la cátedra de Histología de la Facultad
llenaron un saco de restos humanos. Los subieron al desván o granero de la casa de Madrid y traslada su residencia a la Corte. Desde ese momento, Ramón y Cajal
y allí articularon como pudieron un esqueleto. Así aprendió Santiago las primeras es un nombre que gira en la órbita de las grandes figuras de la investigación uni­
lecciones de Anatomía de la cabeza y otras cosas, que nadie sabía mejor que el versal. Ya en 1894 la Real Sociedad de Londres, la institución científica más impor­
ex cirujano de Pétilla. tante de la Gran Bretaña, le invita a dar una conferencia sobre asuntos biológicos,
Cinco años después Santiago termina la Licenciatura con un premio. Ingresa por la que le pagaban la cantidad de 50 libras esterlinas. Pero nada distrae al
seguidamente en la Sanidad Militar. Las prácticas de su profesión de médico las investigados de su trabajo, que continúa afanoso durante los últimos anos del siglo
hace como capitán médico en las maniguas de Cuba, durante la primera guerra de y primeros del actual.
aquella isla. De allí regresa con fiebres palúdicas y con un principio de tubercu­ Merece un paréntesis el abatimiento que invade a Cajal durante el año 1898,
losis, que le diagnostica su propio padre. a causa del desastre colonial. «Mi obra científica del año 98 íué bastante parca y
Tres enfermedades padece el joven Santiago Ramón antes de los treinta años. pobre en hechos nuevos», dice. Compréndese fácilmente. Fué el año de la funesta
De las dos primeras le curan los aires y las aguas de Panticosa y San Juan de la guerra con los Estados Unidos. «La noticia cayó como una bomba en mi retiro de
Peña, adonde va a reponerse por consejo médico y orden paterna. Pero allí en­ Miraflores (se refiere a la destrucción de la escuadra de Cervera) y me hizo in­
ferma de la tercera enfermedad, que resultó incurable : el amor de una joven que, terrumpir bruscamente mi labor. Caí en un profundo desaliento.»
un año después, hará su esposa, contra viento y marea. Ya es catedrático y director Un año después, Ramón y Cajal, especialmente invitado, da unas conferencias
del Museo Anatómico de Zaragoza, por todo lo cual saca sus buenos 25 duros al mes. en Bostón y Nueva York, tras vencer ciertos escrúpulos de conciencia.
Después del matrimonio tiene que dar clases Es tal el cambio que Cajal origina en las
particulares para obtener más ingresos. relaciones internacionales de la investigación
U na cu artilla a u tó g ra fa de C ajal. perteneciente a u n a de sus o b ra s científicas, científica, que el año 1903 ya se celebra en Ma­
co n serv ad a en la colección de autógrafos esp añ o les y extranjeros d el señor Porrero. drid un Congreso Médico Internacional.
En su p rim er
EL PRIMER MI­ domicilio de Za­ Después comenzaron los honores y los pre­
CROSCOPIO, COM­ ragoza inicia el mios. Cajal obtiene en 1904 el Premio Helm-
PRADO A PLAZOS joven doctor y holtz, de la Academia de Ciencias de Berlín;
____ j opositor a cáte­ en 1905, el Premio Nobel. Y seguidamente,
dras sus prime­ los mayores honores y distinciones de España
ros estudios de Histología. (En el Museo Cajal, y de todos los países europeos y americanos
del Instituto que hoy lleva su nombre, puede cayeron como un aluvión sobre la personalidad
verse el rudimentario microscopio comprado a de Cajal, que a su muerte tenía nada menos
plazos en la calle del León, de Madrid, y la que los títulos de miembro honorífico de vein­
navaja barbera que durante mucho tiempo le titrés Academias españolas y de cincuenta y
sirvió para cortar las preparaciones a falta de siete extranjeras. Y tenía asimismo dieciocho
un micrótomo.) Pagados por fin los 140 duros premios nacionales e internacionales.
que le había costado el microscopio y logradas A la jubilación del sabio como catedrático
las oposiciones a la cátedra de Anatomía, con de Histología de Madrid, entre los muchos
52 duros mensuales de sueldo, empieza Cajal honores de carácter nacional que se le rin­
sus trabajos de investigación. Con esta paga dieron, el que más pudo satisfacerle fué el
y con la fidelidad y abnegación de una esposa acuerdo del Gobierno, y muy especialmente del
modelo, Santiago Ramón y Cajal trabaja y Rey Alfonso XIII, de un cuantioso crédito para
enseña en Valencia. Prepara cursos especia­ la creación del Instituto Biológico Cajal, hoy
les de Histología, modalidad que empieza a incorporado al Consejo Superior de Investiga­
cautivar su afición. Y, por fin, en 1887, o sea, ciones Científicas, en el que los propios dis­
a los treinta y cinco años, obtiene Cajal su cípulos del sabio ejercen su magisterio, y han
cátedra de la Facultad de Barcelona. creado toda una promoción de eficaces inves­
Entre este año y el siguiente logra los gran­ tigadores.
des progresos de sus estudios histológicos, lle- J. A. C A B E Z A S
LA
CAZA MAYOR
EN
ESPAÑA

HE AQUI EL LINCE, FIERA CARNIVORA, CON SUS TIPICAS COMO DETALLE CURIOSO DE ESTA MAGNIFICA EXPOSICION DE TROFEOS VENATORIOS, EN LA QUE FIGURAN CERCA DE 800 TROFEOS DE
patillas y sus pinceles en las orejas. Abunda en el Coto de caza y numerosos cuadros de autores antiguos y actuales relacionados con distintas manifestaciones del arte de la cetrería y venatorio, figura
Doñana, provincia de Huelva, y en las sierras de España. este mapa de los bosques y cotos de caza mayor de la Península, a los que pertenecen todos los trofeos que se presentan en la Exposición.

EL JABALI, ESPECIE DE CERDO SALVAJE, QUE TAMBIEN SE LLAMA JABATO Y OTROS NOMBRES, UN ASPECTO DE LA EXPOSICION DE TROFEOS VENATORIOS CELEBRADA EN LOS SALONES DEL
vive a sus anchas en los matorrales del Pirineo, de donde baja Dor las noches para comer maíz Museo de Arte Moderno, a la que han prestado su concurso distintos Centros y cazadores de toda
tierno, patatas y cuantas siembras de la región le vienen al paso. Los jóvenes viven en pequeñas piaras. España. En primer término, un oso negro de los Pirineos asturianos, donde se caza con frecuencia.
De la'capra hispánica
a la gacela sahariana

P E R R O DE C A Z A P R O T E G ID O CO N A R M A D U R A DE LA T O N D is ­ A N G U L O D E L A E X P O S IC IO N DE T R O F E O S E N E L M U S E O DE A R T E M O D ER N O
p u esto p a ra la lu c h a c o n tra lobos u o tra s fie r a s que pu ed an de M a d rid . Por la fo to g ra fía p u ed e v erse la disp o sició n y su n tu o sid a d con que e stá n
a t a c a r le d u ra n te la c a z a , q u e se e x h ib e en la Exp o sició n . c la s ific a d o s y p re se n ta d o s los tro fe o s v e n a to rio s en la se cció n c o rre sp o n d ie n te .

T R O F E O S L L A M A D O S « A R R U I» , C O N S IS T E N T E S EN C R A N E O S O T R O S A S P E C T O S DE L A M IS M A E X P O S IC IO N . A L A I Z Q U IE R D A DE L A « F O T O » ,
riosas consideraciones sobre e sta universal supone un cultivo de la paciencia, la sa g a c i­ H istóricam ente no h a y ninguna civiliza0
A caza, en sentir de O rtega y G asset, form a tud de sa c a r de p alacio s y c a sa s h id alg a s y c o rn a m e n ta de a n im a le s c a ra c t e r ís t ic o s del S a h a ra e sp a ñ o l, v a rio s tro fe o s de g a c e la s en torno a u n a e s c u ltu r a de e ste a n im a l. A la d e re c h a ,

L p a rte del pro g ram a hum ano y universal


de vida feliz. «Si dejam os a p a rte la s voca­
tendencia del hom bre a ser reliz en ei ejercicio
de la caza, que practica desde la prehistoria,
dad, ia d estreza y otras m uchas c u alid ad es
que, sin duda, llegó a tener perfectam ente
d e sa rro llad a s el hom bre prehistórico. Pues a n ­
i que ia caza no forme pa rte de lo que U
ctega el «repertorio de actividades fellCI,.
rs». Pero es precisam ente en los periodos
los más curiosos trofeos de caza p a ra reunirlos,
en número no in ferio r. a ochocientos, en las
que fo rm aro n p a rte de la Exp o sició n de T ro fe o s V e n a to rio s. un tro z o d e l m a p a v e n a to rio d e l S a h a ra e sp a ñ o l, don de es a b u n d a n te e sta c a z a .

ciones excepcionales—dice el filósofo—, nos en que empezó siendo una necesid ad vital. salas de la Exposición.
tes d e que p e n sa se en cultivar el suelo ni tge d e la s aristo cracias cuando el dep0'
encontram os con el hecho estupefaciente de La caza es, sin duda, ei prim er signo hum a­ Por su parte, los M useos de A rqueología,
no de civilización, de superioridad del ser dom esticar los a nim ales m ás dóciles, es la tnatorio a lc an z a su m ayor esplendor. n
que, m ientras la s ocupaciones forzosas h a n de Pinturas y otros, h a n concurrido con
hum ano sobre toda ia creación. Es el primer caz a ia que le sostiene y le h a ce feliz. Porque imienzos de la e d a d de la pólvora se
sufrido los m ás rad icales cam bios, el p ro g ra ­ oportaciones im portantes, tanto p a ra la docu­
tam bién el hom bre primitivo debió de disfrutar re v as posibilidades a l feliz ejercicio, cuf
m a de vida feliz a p e n a s h a v ariad o a lo largo a fá n en que el hom bre ejercita sus íacu ltad es mentación de la caz a en la prehistoria como
físicas y m entales, pues, a unque rudim entaria­ ese p lac er d e poder alim entarse el cazador de -ogresos llegan h a sta nuestros días. Para la caza en el arte, con lo que h a re ­
de la evolución hum ana.» Y en el trab a jo ti­ Esta Exposición de Trofeos Venatorios y ^
tulado C a za y felicidad, que O rtega h a com­ mente, h a de p racticar e sa técnica de la e sp e ­ aquello mismo que h a conseguido en u n a d e ­ sultado enriquecida la Exposición con m ás -e— E S T E V E R D A D E R O B O SQ U E DE C O R N A M E N T A ES U N A DE L A S P A R E D E S D E L S A L O N G R A N D E D E L M U SE O DE A R T E M O D E R N O , D O N D E SE
ra, la batid a, el reclam o, el lanceam iento con portiva m anifestación d e su d estreza y h a b i­ i C aza en el Arte, c e le b ra d a en el de un centenar de o b ras an tig u a s y actuales
celeb ro e sta in te r e s a n te y o rig in a l Exp o sició n , qu e con ta n to in te ré s y d e d ic a c ió n h a o r g a n iz a d o el M in iste rio de A g r ic u lt u r a . Lo s tro fe o s son cie rv o s,
puesto como prólogo a l libro d e un g ra n ca ­ s A rte M oderno, de M adrid, h a tenido 1° qu e a b u n d a n en la s s ie rra s de P a lè n c ia , Le ó n , S ie rra M o reno y se r ra n ía de C u e n c a . Es o tra de la s p ie z a s m á s c o d ic ia d a s de los c a z a d o r e s e sp a ñ o le s.
zador, el conde de Y ebes, se extiende en cu­ sus venablos de p edernal, lo que, sin duda. lidad. sobre tem as venatorios.
LA ELECTRIFICACION
DE LOS

FERROCARRILES
ESPAÑOLES
E J
S éste un progreso ferroviario sumamente interesante y al que se presta en
España la mayor atención. Téng'ase en cuenta que la orografía ibérica es la
más accidentada de Europa después de la de Suiza; por consiguiente, las
líneas ferroviarias españolas han tenido que trazarse franqueando impor­
tantes cordilleras, por lo que los trenes tienen que circular por rampas importantes
y todas las líneas que conducen de Madrid al litoral atraviesan una o varias divi­
sorias, con la natural reducción en la velocidad comercial e incomodidad para los
viajeros y personal del tren por las sucesiones de túneles inevitables.
Desde muy antiguo se consideró en España indicada la electrificación para
mejorar la circulación- de trenes en esos trazados difíciles de las líneas, y ya
en 1911 un pequeño trayecto de 31 kilómetros, en la provincia de Almería, entre
Nacimiento y Gádor, fué electrificado, con resultados positivos.
Pero la electrificación abordada con carácter de programa—aunque aplazada
en algunas ocasiones por la imposibilidad de las circunstancias—comenzó, puede
decirse, en el año 1924, con la electrificación del trayecto Ujo-Busdongo, en la
provincia de Asturias, limitando con León, que constituía un verdadero agobio en
la línea general de Madrid a Gijón, de denso tráfico carbonero además del de
viajeros. Continuó el año 1929, con las líneas de Barcelona a Manresa y San Juan
de las Abadesas, en las provincias de Barcelona y Gerona, y entre Alsasua-Irún,
en las de Guipúzcoa y Navarra. En el año 1930 se electrificó Ripoll a Puigcerdà,
en la provincia de Barcelona, limitando con la frontera francesa, que toca en La
Tour de Carol, y, en 1932, la de Bilbao a Portugalete, en la provincia de Vizcaya.
En 1944 a 1945 se estableció el sistema de tracción eléctrica entre Madrid-Avila-
Segovia, línea general a la frontera francesa, por Irún. En 1948 se electrificó el
pequeño trayecto Barcelona a Mataró, en conmemoración de los cien años de haber
sido inaugurada esta línea, primera de todas las españolas, y en 1949 ha sido elec­
trificado el trayecto Torre-Brañuelas, en la provincia de León, para facilitar las
comunicaciones de Galicia, que allí experimentaban un verdadero éstrangulamiento.
El lector puede darse cuenta mejor de las electrificaciones ya realizadas en
España por el siguiente cuadro, en el que se reúnen los datos más importantes de
cada una:
Trayecto Desarrollo Fecha
LIN EA S ELECTRIFICADAS en km. de vías en km. de inauguración

Nacimiento-Gádor .................................... 31.3 37,7 1911


Ujo-Busdongo ............................................ 62.8 81,3 1924
Barcelona-Manresa ................................. (5(5,3 154,7 1929
Moncada-San Ju an de las Abadesas 10(5,0 124,5 1929
Alsasua-Irún ..... :...................................... 104,5 247,7 1929
Ripoll-Puigcerdá ....................................... 50,6 59,6 1930
Bilbao-Portugalete .................................... 12.3 61,9 1932
Madrid-Avila y Villalba-Segovia ........ 184,2 421,9 1944-1945
Torre-Brañuelas .................................. . 22.8 27,6 1949
fren eléctrico Madrid-Segovio.
Esta actividad electrificadora continúa intensamente, con arreglo a un plan
que abarca 5.000 kilómetros de líneas, del cual se ha destacado y otorgado carácter
de urgencia a otro más reducido de 1.100 kilómetros, que comprende las líneas Locomotora eléctrica tipo 2C XC 2, de 3.000 C. V.
siguientes :
KILOMETROS

León-Ponf errada, L cón-B usdongo.................................................................................. 181,8


Ujo-Gijón y raniaies de A sturias .......................................... ............................................................ 114
Mora-Reus-San Vicente,Villanueva-Barcelona, M atar ó-Empalme ................................................. 3(52,9
San Vieente-Villafram a-Bareelona-Granollers-Em palme y Granollers-Las Franquesas ....... 150
Baeza-Santa Cruz de Múdela ............................ .— .......................................................................... 75,7
Bobadilla-Málaga-Puerto .......................................................................................................................... 71,8
Quintanilla-Santander ........................................................................................ 115,5
T otal aproximado ............. .................. 1.100
Este último plan estará terminado, con arreglo a lo previsto, a lo largo de> dos
0 tres lustros. Con ello, no solamente se habrá mejorado en forma casi insospe­
chada el rendimiento de los ferrocarriles españoles en cuanto a su misión de
transportistas, sino que se conseguirá un ahorro considerable en el gasto del
carbón—principal renglón de toda explotación ferroviaria por vapor—y al mismo
tiempo se habrá impulsado a la industria española fomentando en ella un sector
n'uy interesante : el de construcción de maquinaria eléctrica. Y no debe perderse
Je vista que el ferrocarril, en todos los países, además de su misión concreta y
específica de¡ transportar, ha colaborado activamente a la industrialización de los
mismos.
Elche, esa perla de España muy antigua y muy moderna —, es popular en el mundo r I f artificio, que inician la «festa» y representación del «Misterio de Elche». Los
por tres cosas únicas: por esa escultura ibérica conocida en la Arqueología universal r 1 I FSPANA) betes y fuentes luminosas, como fantasmales palmeras con ramas de luz, e
por la «Dama de Elche» por sus huertos de palmeras milenarias y por su «Mjsterio ae _™ ' amanecida del día de la Virgen, levantan el alma de 111icev a los mas ee
Elche», tradición teatral y litúrgica, representación sacro-lírico que, coda año, desde el siglo XIII, se re­ dos planos de fervor religioso y misticismo popular. A Elche llegan, para presenciar la famosoi
presenta los días 14 y 15 de agosto, en honor de la Asunción de lo Virgen Nuestra Señora, la «foto» presentación del «Misterio», millares de visitantes de la Península y de fuera de ella, confa9 .
recoge un emocionante momento de la «Nit de l'AIbá», o alborada, con prodigiosos fuegos de dos del arte y de la fe que rebosa y transmite en los citados días la perla del Levante espo
ESToS Lift ROS
exégesis que se convierte, gracias a Ja in­
formación y el sentido critico, en guia
m uy útil para conocer uno de los aspectos
Hispanoamérica y su cultura de Balmes. Bastaría imaginar el libro escri­
to en prosa específicamente didáctica y des­
pojado de algún rasgo juvenil para darse
En las breves y claras páginas de este
Ubrito, que ha obtenido el prem io espe­
cial M vndo H ispánico 1949, el profesor A l­
v a r e z de Miranda bosqueja con estilo vivo
HEMOS LEÍDO cuenta de lo eficazmente que sirve al desig­
nio de explicar las orientaciones balmesia-
nas, dignas de ser m editadas todavía hoy
por la seguridad de sus principios y por una
mezcla de amor y de firmeza, de caridad
y moderno el perfil cultural de H ispano­
y d e energía, cuyas dosis tan difícilmente
américa (1). N o
la inm ensidad de los pueblos americanos, piritual de las Am éricas que prevalece por se fijan y se administran con pulso seguro.
es fácil resum ir
m ás n i m e jo r resulta cierta la sentencia goethiana: «Todo encima de las dos únicas diferencias: la ]. L. V. D.
las c o r r i e n t e s aquello en que penetram os es un in fin ito .» de la raza y la de la lengua. (L a religiosa
espirituales que Las expresiones artísticas, literatura y p in ­ no cuenta.) En fin , el latinoam ericanism o
tratan de d e fi­ tura principalm ente, están asim ism o co n ve­ propugna concretam ente la influencia fran­
nirla en la ac­ nientem ente registradas en este que podría­ cesa, el afrancesam iento de la cultura.
A l pasar revista a las principales acti­
tualidad y , en
c o n s e c u e n c ia ,
mos llamar pequeño catálogo de los m o ­
vim ientos del espíritu hispanoamericano, tudes que tratan de dibujar el p erfil cu l­ LIBROS REjCIBIDOS
de orientar la com prendiendo entre ellos, ante todo, los tural de Hispanoam érica, tiene A lvarez de
política de sus que estudian ese espíritu en sí m ism os, su Miranda un brío que nunca le hace p er­
pueblos y los proyección en la cultura y el lugar que der la ecuanim idad, como si su rauda ex­ HISPANOAMERICANOS
anhelos de sus tiene o debe tener en el m undo. posición hubiera estado dictada por la u r­
Urbano Pérez Sepúlveda: Buscando la
hom bres. A lvarez de Miranda nos ofrece en este gencia y al m ism o tiem po inspirada por
canción. (Poesías.) Imprenta Departa­
N o cabe en es­ punto un itinerario m u y sintético y ú til aquel aforismo de M anzoni tan recom en­
dable al crítico: «De todos los placeres, el mental. Cúcuta, 1950.
tudio tan resu­ para abarcar de u n vistazo las tendencias Carlos Camino Calderón: Tradiciones
m ido la necesa­ relevantes. En prim er térm ino, la que con­ de com prender es el único que no cansa
de Trujillo (2.a edición). Lima, 1948.
ria indag a c ió n cibe a A m érica como solución: cultura m a­ jamás.» Carlos Camino Calderón: La Cruz de
sobre la ascen­ dura que ha de sustituir a la d efin itiva ­ V. D.
Santiago. (Memorias de un limeño.)
dencia filosófica de cada una de las p o si­ m ente caduca del V iejo M u n d o ; su stitu ­
ción del antiguo com plejo de inferioridad
Trujillo, 1935.
ciones sociológicas, morales o estéticas que Humberto Guzmán Arze: E l Caudillo de
se citan, y eso que precisam ente las te n ­ por uno de superioridad que tiene d iver­ los Valles. (Premio Municipal, 1948.)
dencias de la filosofía tienen en este Perfil sas manifestaciones. L uego, las actitudes crí­ EL P E N S A M I E N T O
P O L I T I C O DE B A L M E S
Cochabamba (Bolivià), 1949.
su capítulo aparte. Sin em bargo, bajo unos ticas sobre la cultura americana: un Z u m José Guillermo: ( C H 20 ) 3 ( N o v e l a . )
cuantos rótulos filosóficos cabría tam bién Felde o un U enríquez Ureña, y la del «p e n ­
sam iento de la H ispanidad», con nutridas
Tampico, 1949.
igrupar los m uy varios pensam ientos sobre Salvador Gutiérrez Contreras: Compos-
el tema, porque cada doctrina nace del con­ y valiosas representaciones— jóvenes muchas Desde la muerte de Balmes, pero sobre tela de Indias. S u origen y fundación.
tacto de quien la form ula con una conside­ de ellas— en las principales R epúblicas am e­ todo en lo que va de siglo, los juicios y
ricanas. Este pensam iento no es apologéti­
México, 1949.
ración general del m undo, con una idea aun los silencios sobre la figura de este es­ Saúl Flores: E sta es m i tierra. Lectu­
de la historia, de la vida hum ana, del o ri­ co n i ditirám bico, com o lo fu é un tiem po pañol de primer orden servirían m uy bien ras Centroamericanas. Biblioteca Uni­
gen y destino del hom bre. ¿En qué se basa, todo el hispanism o americano, sino riguro­ para reflejar los distintos modos de contem­ versitaria. El Salvador, 1948.
si no. lo que se postula para los pueblos sam ente crítico, preciso en sus definiciones plar la cultura es­ Rosario Castellanos: Apuntes para una
americanos que hablan el español? En y pulcro en su estilo. pañola y hasta de declaración de fe. (Poesías.) Edicio­
cuanto tratemos de buscar las raíces a las Quedan, por ú ltim o , el panam ericanism o, concebir el m un­ nes América. Revista Antològica. Mé­
diferentes actitudes, nos encontrarem os in ­ el latinoam ericanism o y aquella parte del do, la literatura y '
pensam iento católico que, inspirado en Ma- xico, 1948.
terrogando sobre la verdad o la falsedad de la política. La fi­ Humberto Guzmán Arze: Selva. (Cuen­
las ideas en que forzosam ente se apoyan. ritain, trata de rom per el vínculo de his- losofía, el estilo y tos del Trópico.) (2.a edición.) Edito­
Como en todas las cosas, al discurrir sobre panofiliación. El prim ero arranca de la con­ la s intervencio­
cepción de ambas Am éricas com o «síntesis
rial Atlantic. Cochabamba.
nes de Balmes en Alberto Ureta: Antología poética. Edi­
de culturan que facilita un nuevo punto de los problemas de
(1) Angel Alvarez M iran d a: P erfil cultural torial Losada, S. A. Buenos Aires.
de Hispanoamérica. Ediciones C ultura H ispánica. partida para la historia venidera. Hay para su t i e m p o han
el panamericanismo una hom ogeneidad es­
Memoria del Prim er Congreso Centro­
Madrid, 1950. provocado actitu­ americano de Universidades (15 al 24
des que van de septiembre de 1948). El Salva­
d e s d e el entu­ dor, 1949.
siasmo hasta la Luis A. Despontin: E l derecho del tra­
f*/j DEL GLOBO hostilidad,
una
pero
hostilidad
bajo. Su evolución en América. Edi­
torial Bibliográfica Argentina. Bue­
# ,·.·,·j.v ^ < ·— - v . ®RECORRIDOS
e r / i P ¡ ? m n G f COMODAMENTE
íñ M fíD A M E Ni que no da la ca­ nos Aires, 1947.
ra, sino que ca­
POCAS H O R A S ¿e»* lla cuando el silencio es injusto o perdona
la vida con supremo desdén. ESPAÑOLES
Se le ha reprochado su falta de vuelo
especulativo, su sentido común, tan distante Carmen San Sebastián: M ujeres en la
de las grandes altitudes metafísicas. Sere­ Biblia. Stvdium de Cultura. Madrid.
namente, los admiradores del filósofo no le 1949.
han situado, en cuanto tal, en u n a cum bre A. Fabre-Luce: E l siglo se configura.
solitaria o de escasísima compañía. Balmes E. P. E. S. A. Madrid, 1950.
tuvo y tiene una robusta personalidad filosó­ Alvaro Picardo y Gómez: Memorias de
fica, cuya importancia está definida hasta Raimundo de Lantery. Escelicer, S. L.
cierto punto, y desde este punto sigue, como Cádiz, 1949.
la de tantos artistas y científicos, a merced José Rumazo: Soledades de la sangre.
de nuevas y m ás hondas investigaciones. ( P o e s í a s . ) Madrid, 1950. Afrodisio
Cuando se leen trabajos como el del profe­ Aguado.
sor Leopoldo Palacios sobre Balmes y Hus­ Victoriano Navarro González: Datos
serl se vislumbra lo que puede salir aún de para la historia de una iconografía de
la cantera del filósofo español. la Virgen del Pilar. Patronato de Vi-
«Como publicista de cuestiones políticas y llahermosa-Guaqui. Zaragoza.
sociales honraría a cualquier país.» Este Joaquín Iriarte, S. L: F ray Francisco
juicio de Unamuno sitúa justamente a Balm es de Vitoria, del linaje de los Arcayas
como periodista político. Y en la actualidad, de Vitoria (A lava). Instituto «Jeró­
adem ás de la reciente conferencia de don nimo Zurita». Consejo Superior de In­
¡osé Larraz, con ocasión del centenario, pieza vestigaciones Científicas.
de necesaria consulta, el interés por Balmes Alba. (Poesía y prosa.) Número 4.
se m anifiesta en el libro de García Escudero, Vigo.
Siguiendo la "Ruta del Amanecer", nuestros con­ A. Gómez Latorre y J. Tolosa de la Ca-
que es un periodista de los m ás y mejor pre­
fortables Douglas DC 6 le trasladarán rápidamen­
te a Manila en menos de treinta horas de vuelo.
Admitimos también pasaje y carga para cualquier
PHUlPPinE parados entre los jóvenes que escriben de
cuestiones políticas y sociales en España (1).
riñana: Casta Luna. (Teatro en ver­
so.) Ediciones Cosmos. Valencia, 1949.
Mensajes de Hispanidad. Ediciones Cul­
escala de esta ruta, así como- para volar desde
Manila a HONG KONG, TOKIO y SAN FRAN­
CISCO, en nuestra ruta del Pacífico.
AIR El representa a los que son capaces de com­
prender y admirar a Balmes sin esa pedan­
tería hirsuta que le desdeña por no ser es­
tura Hispánica. 1949.
Antonio Ortiz Muñoz: Un periodista da
Con motivo del Año Santo, hemos establecido un
interesante servicio especial para visitar los San­
LOTES tilista. Y a q u í s e ría preciso citar de nuevo
a Unamuno cuando llam a «plaga» al prurito
de originalidad en el estudio que de un
la vuelta al mundo. Madrid, 1950.
Pedro Laín Entralgo: La Universidad,
E l Intelectual, Europa. Ediciones Cul­
tos Lugares. /LINEAS AEREASj
tura Hispánica. Madrid, 1950.
Solicite cuantos datos crea convenientes sobre l FI LI PÍ N A S / modo genérico podríamos denominar precio­
estos servicios a su habitual agencia de viajes o a sismo.
nuestros representantes: SORÍMONT, INC.-Geren­ Todo el serio y honrado libro de García
Escudero, escrito, por cierto, con pulcritud,
DE LENGUA PORTUGUESA
te: Jaime de Castellví - N ú ñ o z de Balboa, 20.
MADRID. Teléfono 35 84 35-Telegramas: PALING revela la honradez y la seriedad con que Fernando de Aguiar: Gente de casa
ha estudiado cuanto en las obras de Balmes (Homens & ideas.) 488 páginas. Edi­
se refiere a la política en general y a la po­ torial Sigma. Lisboa.
lítica española en concreto. Para interpretar Armando Paschoa : A leste terras de Es-
el pensamiento balmesiano con tantos distin­ panha. (Notas de viajem.) 263 pági­
gos y puntualizaciones es necesario, por de nas. Ediçoes Arpa. Lisboa.
pronto, conocerlo bien. Por eso estas páginas Vasco de Lima Couto : Recado invisivel.
no contienen una apología más, sino una (Poemas.) Editorial Ibérica. Porto,
1949.
(1) José M aría G arcía Escudero: Política es­ Regó Rangel: Rosas de papel. Gotem-
pañola y política de Balmes. Ediciones C ultura
H ispánica. M adrid, 1950. burgo, 1950.
LA IMPRENTA
MAS ANTIGUA
DEL M UNDO
Por F R A N C I S C O S O R I A N O F RADE

E
L año 1579 fundaba el honorable Gabriel Guasp la im prenta que aun lleva su nombre, en Palma de M allorca. No
prn la Drimera aue existía en la isla, pues a riñe* del siglo XV Nicolás C ata rat ejerció el a rte de im prim ir en
Va°ldemosa y suyo es el prim er libro estampado en M allorca, titu la d o «TRACTATUS DE REGULIS MANDATORUM»,
impreso en 1485 A ntes de Guasp, tuvo ta lle r en M allorca Fernando Cansóles, oriundo de Palència, y cuyas her­
manas le sucedieron a su m uerte en la dirección del negocio. A l establecerse Guasp, tuvo que romper las primeras
lanzas en defensa de sus derechos, pues existía un privilegio, concedido por el Rey a Cansóles, según el cual no po­
drían im prim ir otras personas que no fuesen sus hermanas. , . D .
Los jurados que en dicho p le ito intercedieron a favor de Guasp, term inaban la suplica al Rey en esta form a,
«que no convé que la stam pa de Guasp sia tre ta , per ço (fassa que) sia revocat ta l m andato y que d it Guasp pu-
gue stam oar te gran ventatge a la de Cansóles. Nosaltres ja hu haviem supheat al V irrey, a qui ho repetesca a sa
M agestat» (1). La contestación a esta carta, escrita el 5 de jum o de 1595, debió ser favorable a Guasp, que no
tardó en ser impresor de la Universidad (A yun tam ien to). . . . . . . . . .
En el siglo X VI fué reputada la im prenta Guasp por el Grande y General Consejo de M allorca, de «tan buena
y abastecida como la prim era», testim onio que nos da idea de su im portancia.
En la actualidad, no sólo es la im prenta más a n tigua del mundo en funcionam iento, sino que, desde su fun da­
ción en 1579 su propiedad ha sido tra nsm itida ininterrum pidam ente a individuos de la misma fa m ilia y por linea
directa, hasta su actual propietario, don Juan Guasp, que ve asegurada su continuación en la persona de su hijo
Felipe, ambos dignos sucesores del legado de tra bajo que les hicieron sus antepasados. .
Esta continuidad y tesón característico de la fa m ilia Guasp, a lo largo de cerca de cuatro siglos de continuo
laborar habiendo tenido que sortear épocas dificilísim as, no constituyen todos los tim bres de gloria de la Casa.
Conservan, como preciada reliquia, la p rim itiv a prensa que se u tiliz ó al fundar la im prenta y que aun en la ac­
tua lid ad cum ple con su com etido, aunque esto sea sólo en contadas ocasiones, y poseen una m agnifica colección
de xilografías (grabados en madera), fru to de la labor que a través de generaciones dejaron insignes grabadores,
entre los cuales hay más de un representante de la propia fa m ilia Guasp. , ,
La im prenta Guasp ha estado instalada solamente en dos edificios desde su fundación. El prim ero fue com pra­
do por Gabriel Guasp para el establecim iento de su comercio de librería, el 29 de enero de 1578, a Fray Sebastian
Condonyer en la cantidad de 225 libras mallorquínas. Estaba situado en la manzana de Mossen Anbros, en las
inmediaciones de la Plaza de Santa Eulalia. En este e d ificio fué donde, al año siguiente de com prarlo, am plio Guasp
GENEALOGIA DE LOS GUÀSP su comercio de librería, instalando la im prenta, la cual radicó en él poco más de dos siglos, pues a fines del X V III
o principios de' X IX compró una casa en la calle de Morey, situada a muy poca distancia del anterior, m ontando la im­
Moese Jaime Guasp. Carpintero.— 1. El ho­ prenta, nunca mejor empleada esta palabra, en el ú ltim o piso de la finca , que es donde^ ha funcionado todo el si­
norable Gabriel Guasp. 1579-1595. Impre­ glo X IX y donde sigue en la actualidad. Esta original colocación puede decirse que es única. Pocas imprentas ha­
sor.— 2. Herederos de Gabriel Guasp. 1595.— brá que no trabajen en establecimientos al nivel de la calle y menos como la de Guasp, en el cuarto piso de una
3. Doctor Jaime Guasp. Impresor.— 4. Pedro
casa en la cual no existe otro medio de comunicación que una a n tigua escalera.
Guasp. Impresor.— 5. Honorable Pedro Guasp. La relación de revistas, folletos y libros que salieron de sus prensas haría interm inable este articulo. El primer
1653-1668. Impresor.. Señora Margarita Oli­ diario editado por los Guasp salió a la luz pública en 1808 como una voz p a trió tic a que se unía a las de toda
ver. Viuda de Guasp. 1668-1715.— 6. Hono­ España en la lucha contra el invasor napoleónico. Se titu la b a «Diario político de M allorca», y a este suceden
rable Melchor Guasp. 1692-1711. Impresor. otros muchos. El «Diario Balear», desde 1814 al 36, que es sustituido por el «Diario Constitucional de Palma», que
Señora Juana Nadal. Viuda de Guasp. 1715- dura hasta fines del 51, empezando en el siguiente el «Diario de Palma», que publica su ultim o numero el 8 de
1750.— 7. José Guasp. 1752-1775. Impresor.
Señora Catalina Roselló. Viuda de Guasp. enero de 1920. . rv . . D ,
Hubo momentos en que se tira ro n tres diarios al mismo tiem po, como sucedió cuando salían el «Diario ae Pal­
1775-1782.— 8* Melchor Guasp. 1807-1818. ma», el «Correo de Mallorca» y «La Tarde», estos dos últim os por cuenta de otras empresas.
Impresor.— 9. Felipe Guasp. 1812-1834 y El periodismo tuvo tam bién sus adeptos dentro de la fa m ilia Guasp. Don Felipe Guasp, padre del actual pro­
1852 - 1865. Impresor.— 10. Juan Guasp. pietario, d irig ió durante cincuenta y dos años el «Diario de Palma», ocupando durante bastante tiem po la Presiden­
1831-1852. Impresor. — 11. Felipe Guasp.
1865-192?. Impresor. — 12. Juan Guasp. cia de la Asociación de la Prensa Palmesana. . . ., , . . .
Contemporánea de la im prenta Guasp, fué la de P lantin Moretus, de Amberes, que inicio sus trabajos en 1576.
Impresor. 1921... No voy a resaltar la im oortancia que ésta tuvo, impulsada en gran parte por el privile gio que le concedió Felipe II,
a fines del siglo X V I, de la exclusiva de impresión de libros litúrgicos y que disfrutó hasta 1764, o sea, durante
más de siglo y medio, en detrim ento de los impresores españoles, pero es digno de apreciar que, m ientras la de
P lantin ha quedado convertida desde 1876 en un museo, quitándole la savia de su v ita lid a d , la de Guasp continua
estampando con la misma confianza, en el porvenir que tenía Gabriel Guasp al fundarla.
Del documentado estudio que hizo don Eulogio Varela, D irector de la Hemeroteca M unicipal de M adrid, sobre
dos de las xilografías que ilustran estas páginas, reproduzco los siguientes párrafos: «La prim era lám ina representa
a un doctor italian o aue, fre nte a un globo terrestre, tom a medidas con un compás de puntas secas, y tiene el
mote CON EL TIEMPO GIRAVA. Es el taco original de la portada del bellísimo y raro libro de Girava «DOS LIBROS DE
COSMOGRAPHIA», compuestos nuevamente por Hieronymo Giraua Tarragonès. El tra bajo de Girava fué dedicado a
A ntonio Pérez, secretario de Felipe II, y en la dedicatoria ju s tific a la publicación del M apa-M und i— que es o rig i­
nal de Guasp— con estas Dalabras: «He sido forçado sacar una breue declaración della (la Cosmographia) tomando
como Tabla y R etrato la Carta Cosmográphica que Gaspar Vopellio sacó el año M D X LV II, por una de las mas
cum plidas y bien tragadas que haya el presente». A l taco que se conserva en M allorca (núm. 2) le fa lta la leyen­
da que tenía el original en la ta rje ta in fe rio r: «HIERONYMO DE GIRAVA TARRAGONÈS. A L LETOR. Para más ente­
ro conocim iento de la Cosmographía (Letor benigno) he trabajado de reducir toda la descripción y traça universal
del Mundo, en este poco espacio, poniendo solamente las partes más principales de cada una de las qu atro partes
de la Tierra. Y en esto he procurado seguir la opinión de los más modernos, principalm ente en lo de las Indias y Tie­
rra Nueua, bien que a la traça he tenido mucha cuenta con la carta de Gaspar Vopellio, por ser una de las que
hasta agora se hallan bien tragadas y entendidas. Y así será ésta, casi como un Rastro de aquélla; y en la decla­
ración de las partes, será como una ta b la para los que desean ver al ojo, lo que en mi libro de Cosmographía va
De la colección de xilografías, y con m otivo del Trescientos cincuenta Aniversario de la fundación de la^ Casa,
hicieran sus propietarios en el año 1929 una edición, en la que incluígn 1.440 de aquéllas, edición que esta ago-
tada hace bastantes años (2), pero el Estado Español no permanece indiferente a la riqueza creada por sus hijos.
El Gobernador Civil de Baleares, Excmo. Sr. don José Manuel Pardo Suárez, ha patrocinado una nueva eaicion, que,
am pliada en cierto número de xilografías (115) y con un índice histórico exp lica tivo de las mismas, está pronta a
aparecer. No para ahí el interés que despierta la im prenta Guasp, por parte de la misma autoridad. Secundada la
citad a in ic ia tiv a por las autoridades provinciales, existe el propósito de crear un Museo Guasp, en dependencia ane­
ja a la im prenta (3), donde puedan ser admiradas las xilografías, que darán guardia de honor a la vieja prensa,
m ientras sigue el ira b a jo que, iniciado hace trescientos años por Gabriel Guasp, continúa dando a conocer
el pie de im prenta más antiguo
del mundo, lo cual constituye un
honor para España, M allorca y sus
esforzados propietarios.
Palma de Mallorca, 17 de fe ­
brero de 1949.

(1) «Que no conviene que la


im prenta de Guasp sea q u itada;
por esto hace fa lta que sea re­
vocado ta l m andato y que dicho
Guasp puede estampar con gran
ven taja a la de Cansóles. Nosotros
ya lo habíamos suplicado al V i­
rrey y que ahora se repita a Su
Majestad.»
(2) Un ejem plar de esta edi­
ción fué especialmente dedicado
a S. S. Pío X I, el cual, por me­
dio de su secretario de Estado,
cardenal Pacelli, actualm ente
Pío X II, agradeció dicho envío,
im partiéndole Su A postólica Ben­
dición.
(3) No para ahí el interés
que despierta la im prenta Guasp.
El excelentísimo A yuntam iento
acordó, en una de sus últim as
sesiones realizar a sus expensas
dicho Museo, habiéndose comen­
zado ya las obras en dependencia
aneja a la p rim itiv a imprenta.
(V iene de la pagina 28)
\
los de 1, 4 y 10 pesetas—, reproducían vistas de Cuenca, Segòvia y la famosa
Puerta del Sol de Toledo; los tres, muy bien grabados.
;STRQ S
En 1933 aparecieron los dos sellos, de uno y dos céntimos, tipo cifra, y al
año siguiente, un nuevo sello para correo urgente, así como otros varios valo­
res con diversas efigies de personalidades españolas, y entre aquéllas, la de don
Santiago Ramón y Cajal.
En 1935 se emitió una serie de cuatro sellos en honor de Lope de Vega, certera­
mente inspirada y muy bien de realización. Es una de las series modernas es­
‘QLlBOfotDO
pañolas que mejor cotización han alcanzado.
Este mismo año apareció el sello denominado «Artabro». Estaba destinado a
conmemorar el viaje de Iglesias al Amazonas. Se construyó el barco llamado Luis Lasa M a ffei— autor de Biógrafo hoy por el camino
«Artabro», que había de llevar la expedición, y fué designado el personal que había nuestra portada— es hijo de de lo legal, Antonio Molina
un caricaturista de fam a in­ Memije, nacido en Manila
de integrarla. Pero luego el viaje quedó sin realizar. De él nos ha quedado un bo­ ternacional (Luis Lasa León) (Filipinas) en 1918, es li­
nito sello de 30 céntimos, finamente grabado en la Fábrica de la Moneda, y que, y bisnieto del pintor de cá­ cenciado en Derecho Civil
por lo limitado de la tirada, es bastante apreciado. mara de Isabel II M affei Ro­ y miembro de la Universi­
sal, quien fué, además, di­ dad de Santo Tomás, en su
También se emitió este año un sello de 2 pesetas reproduciendo el autogiro de rector de la Real Academia ciudad natal, donde expli­
La Cierva. Años después, este sello volvió a emitirse con ligeras modificaciones. de Bellas Artes, de Madrid. ca Derecho Natural, Filoso­
Decimos la estirpe por abo­ fía del Derecho y otras dis­
LOS SELLOS DE LA PRENSA En 1936 apareció la serie Prensa, en la que nar la aptitud, aunque la ciplinas. Colaborador de di­
clase de Lasa M affei, a pe­ versas publicaciones filipi­
se reproducían las efigies de diversos perio­ sar de estos dos apellidos, nas, como «Unitcs»— revista
distas que fueron presidentes de la Asociación de la Prensa, así como vistas del se justifica por sus propias universitaria— , ha firmado
Colegio de Nazaret y Palacio de la Prensa, de Madrid. En el sello de urgencia de obras. Nacido en las islas Fi­ numerosos artículos sobre
lipinas en 1923 y formado en España, ha viajado Filosofía, Historia, Derecho y Política. En la ac.
esta emisión figuraba un muchacho vendedor de periódicos. por Ita lia, Alemania, Francia, Inglaterra y la tualidad prepara «Comentcrio a la Constitución
También se emitió un sello en honor del famoso escultor Gregorio Hernández. Argentina, y ha figurado en exposiciones colecti­ de Filipinas» y una biografía del Dr. José Rizal.
En este año de 1936 se celebró en Madrid la Exposición Filatélica Nacional, vas e individuales en Madrid, Zaragoza y Tánger. Ha triunfado en numerosos certámenes literarios
Actualmente se halla en Buenos Aires, preparan­ y ganó el primer Premio Territorial del Concurso
que dió motivo a la emisión de dos sellos de 10 y 15 céntimos para correo ordi­ do una exposición antes de recorrer Sudamérica. Literario Internacional ( N u e v a Y o r k , 1937).
nario, y los mismos, en color diferente y con sobrecarga, para correo aéreo. De
estos sellos se emitió una cantidad reducidísima.
Iniciado el Movimiento Nacional, circulan sellos republicanos en la zona na­ No debe ser mal oficio es­ Si en un tiempo anduvo por
cional, llevando sobrecargas más o menos arbitrarias y caprichosas. Pero este cribir desde el cielo. Manuel la Guinea con salacot y pan­
asunto, para ser tratado debidamente, requeriría un espacio considerable. González de Aledo— nacido talón corto, Francisco Soria­
en Madrid, 1918— puede ha­ no Frade vive ahora en un
cerlo por cuanto es escritor clima más amable: en Ma­
LAS SERIES DEL MOVIMIENTO En la zona nacional apareció en 1936 un y por cuanto es, si no ángel, llorca, en Palma, donde des­
sello en Granada, y luego, a fines de este aviador. Antes de 1936, Gon­ empeña el cargo de dele­
zález de Aledo ya fundaba gado provincial de Educación
año, comenzaron a emitirse valores de la serie Junta de Defensa o de Monumen­ con otros escritores un pe­ Popular. Nacido en Madrid
tos. Esta serie circuló bastante tiempo. En 1937 se emitieron los primeros valores r ió d ic o — «La Tribuna»— y en 1914, y licenciado en De­
de la serie Cid e Isabel, que aparecieron en diferentes clases de papel y con di­ posteriormente colaboró y recho, S. F. entiende hoy en
verso engomado; un nuevo sello para urgencia, la serie de tres valores Año Ju­ colabora en numerosos pe­ antigüedades de im p re n ta
riódicos y revistas españoles. como anteriormente entendió
bilar Compostelano y el primer sello Pro tuberculosos, que cada año, a partir de Autor de algunos sainetes en la Administración te­
entonces, ha aparecido ya, en valor único al principio y en serie luego. — uno de ellos, «La otra rritorial de Río Benito y,
En 1938 se emitieron los sellos Fernando el Católico y los sellos, en bloque, verbena», premiado por la Asociación de la Pren­ después, en la de Koyo, en la Guinea española.
sa, de Madrid— , este comandante de Estado M a ­ A propósito de la imprenta a que se refiere So­
«Catedrales», «Homenaje al Ejército y a la Marina» y «Don Juan de Austria». yor del Aire publicó en 1941 su primer libro de riano Frade— la más antigua del mundo entre
Aparecieron también dos series: una, conmemorativa del segundo aniversario versos: «De mi baja lira». A la lira alta, o la lira las que funcionan— , podemos añadir aquí que
del Alzamiento, y otra, con la efigie de Isabel la Católica, fondo rayado, en vez de aérea, corresponde la idea de esta visión de Es­ el próximo día 2 de junio será inaugurado el
paña, desde lo alto, que aparece en la página 15. Museo Guasp en la capital de las Baleares.
blanco, como en la emisión de 1937.
En 1939 aparecían en Menorca unos sellos provisionales, auténticos signos de
franqueo, que muchos catálogos no mencionan. De forma de etiqueta, sólo llevaban Aunque vive en Madrid des­
Pocas noticias han llegado
sobre papel verde una leyenda alusiva. Estos sellos, en sobre circulado, son de a M VNDO HISPANICO sobre de los s e i s años, Manuel
un gran interés. Elias Ugarte Figueroa, au­ Mampaso es o t r o español
tor del cuento «Un indio tie­ más de los que, por una cir­
El 18 de julio de 1939 se emitió un sello en cunstancia u otra, han na­
ne miedo de vivir», que apa­
cido en la muelle Galicia.
homenaje al Ejército y un nuevo sello urgente. rece en la página 33 de es­ Mampaso Bueno inicia su co­
ERALISIMO Apareció este año la serie Generalísimo y es­ te número. Si acaso, que laboración artística en M V N ­
cudo, con nombre del grabador. Este modelo, este cuento f u é premiado DO H IS P A N IC O — páginas
con medalla de plata y di­ 21 -22-23— en los momentos
sin pie alguno, volvió a aparecer en 1940, y en la actualidad está emitiéndose con ploma en el VI Concurso en que su firma se impone
nuevo dentado. En este año apareció la serie en honor de La Cierva, aun hoy en Literario e Histórico Inter- en las revistas y en la de­
circulación, aunque retocado el primitivo dibujo. 'imericano de la Asociación coración madrileñas. O dicho
Internacional de Escritores, de otra forma, a los dos
En 1940 circularon los conmemorativos del XIX Centenario de la Virgen del de Buenos Aires (1950). A n­ años de acabar sus cursos
Pilar y aparecieron modificados, como ya se indicó, los sellos Generalísimo y tam­ teriormente, Ugarte había obtenido en su patria en la Escuela Superior de Pintura, donde disfruto
bién los valores Cifra y Cid. Y de una peseta, con un error no pequeño, pues dice — Chile— varios premios literarios, entre ellos el becas de paisaje y donde ganó el premio de
primero del Concurso Nacional Chileno de Cuen­ Arte decorativo. Manuel Mampaso, aplicado pre­
claramente 1 pts. tos (1942), organizado por un diario chileno, y en ferentemente a la pintura mural, es ilustrador de
En 1942 apareció, y en cantidad no muy grande, un nuevo sello con la efigie la actualidad prepara un volumen que recogerá periódicos varios y director plástico del semanario
del Generalísimo y escuditos. Es de 40 céntimos, habiendo aparecido luego, en 1946, los cuentos que ha escrito en los últimos años. «La Hora», de Madrid. (N. en La Coruña, 1924.)
con dicho dibujo los valores 75 y 90 céntimos y 1,35 pesetas.
También en 1947 apareció la serie de tres sellos en honor de San Juan de la Cruz.
En 1943 circularon los conmemorativos del Año Santo. Nada menos que
tres series, de a tres sellos cada una. Es realmente extraordinario esto de emitir
tres series para una sola conmemoración, y se repitió en 1944 con el Milenario
de Castilla. Otras tres series para una misma y única conmemoración.
En 1944 se instituye en España el Día del Sello, y para celebrarlo se emitió un
CUADERNOS
sello de 5 pesetas en honor del «Doctor Thebussem». El emitido al año siguiente, de
10 pesetas, lo fué en honor del conde de San Luis. HISPANOAMERICANOS
Este año 45 se emite un sello, muy bellamente logrado, en homenaje a Quevedo
y aparecen los de correo aéreo de 4 y 10 pesetas en memoria de Haya y García REVISTA DE CULTURA HISPANICA
Morato.
En 1946, con motivo del Día del Sello, aparecen dos sellos para correo ordina­
rio: en honor de Nebrija y del padre Vitoria, y uno para correo aéreo en honor
de fray Bartolomé de las Casas. ^ 5od o lector que desee íener un amplio conoci­
Este mismo año aparece la serie, de tres valores, conmemorativa de Goya.
Aparte, en 1947, el Día del Sello da lugar a la aparición de tres valores en honor miento de la cultura europea e hispanoamericana,
de Cervantes: dos para ordinario y uno para correo aéreo. con un sentido de estricta objetividad e indepen­
Este año aparecen los sellos en honor de Falla y dencia, debe acudir a las páginas de
Zuloaga, de un valor hasta entonces desconocido en
España: 25 y 50 pesetas. Luego aparecen los sellos CUADERNOS HISPANOAMERICANOS
en memoria de Hernán Cortés, de Mateo Alemán
y de fray Benito Feijoo. Pero esto es ya recentísimo. D irecció n , R e d a c c ió n
Y, por último, dos nuevos dibujos de la efigie del Caudillo: uno, sólo del busto,
estampado en papel cuché, y otro, de medio cuerpo, con el Castillo de la Mota al fondo. y A d m in istra c ió n : Calle de Alcalá, 93. - M A D R I D
* * *
Mucho más se podría escribir sobre los sellos cuando acaban de cumplir el
siglo de vida en España; pero habría que dedicar entonces un espacio del que
ninguna revista puede disponer.
Nada hemos dicho de los sellos «Servicio oficial», etc. Estos sellos oficiales
ESCUDOS HISPANICOS
dieron lugar a muchos chascos. Ya en sus primeras emisiones aparecía uno que E sta Sección, Que consideramos medio de entretenim iento, medio de inform ación y examen Va
decía: «Una onza», por lo que muchos creían tener en él una bonita suma de los lectores de buen humor, puede ser el term óm etro que m ida los grados de su cultura. Sus co
pesetas, ya que, como razonaba en cierta ocasión el poseedor de uno de aquéllos: cim ientos herdldicohistóricos v su capacidad de repentización, lector, pueden calibrarse de este moU‘
Si usted contesta con acierto 15 de las 21 preguntas propuestas, puede considerarse coli/icoao
«Si en 1855 valía una onza..., ¿cuánto valdrá hoy?» Pues, aproximadamente, una sobresaliente; si contesta 10, la calificación será de notable, y si resultan menos las acertaos’
peseta, porque la onza no indicaba el valor del sello, sino el peso máximo que con la calificación será de aprobado, y gracias.
dicho sello se podía franquear...
Tampoco hemos escrito nada sobre los de «Impuesto de guerra», etc., ya que 1. —Costa Rica. 8.— Paraguay. 15. —Montevideo.
hemos limitado este trabajo a una breve ojeada a las emisiones de sellos de franqueo. 2.—Chile. 9.— Panamá. 16.—Lima.
Y esto es lo más destacado en cien años de sellos. Esto y poder anunciar que, 3.—Bogotá. 10.—Venezuela. 17.—El Salvador.
para conmemorar este centenario, aparecerán diversos valores en tiradas limita­ 4. — B. Aires. 11. —Nicaragua. 18. —Honduras.
das, que los harán buscadísimos, y que, junto con una gran Exposición Filatélica, 5. —Bolívia. 12.— Madrid. 19. — Santo Domingo.
de alcance importantísimo, habrán de recordar este primer aniversario del sello de 6. —Quito. 13. — Guatemala. 20. —Manila.
Correos en España. 7. — Río Janeiro. 14. — Méjico. 21. — Habana.
BANCO CENTRAL

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