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Los Bosques Nativos - Propiedad Privada, Propiedad Del Estado Y - o Bien - Casalderrey
Los Bosques Nativos - Propiedad Privada, Propiedad Del Estado Y - o Bien - Casalderrey
común?
Constanza Casalderrey
Existe una tendencia creciente a nivel mundial de hablar de bienes comunes que sin duda
está ligada a la crisis climática/ambiental. En palabras de Elinor Ostrom, los bienes
comunes son los “recursos de uso común” (2000).
Lo interesante de esta idea es que plantea que estos bienes no son propiedad de nadie y
todos tenemos el derecho de hacer uso de ellos.
En este trabajo me pregunto si el bosque nativo, en tanto recurso natural, entraría bajo
esta categoría y algunos desafíos que enfrentaría la sociedad si lo hiciera.
Palabras clave: bien común, propiedad, Estado, diversidad cultural, bosque nativo.
Estudiante de Cs. Antropológicas – FFyL - UBA
Introducción
Existe una tendencia creciente a nivel mundial de hablar de los “bienes comunes”
que sin duda está ligada a la crisis climática/ambiental. Es decir, los “bienes comunes”
vendrían a significar todo los recursos y servicios que “la naturaleza” provee al ser
humano pero que no son propiedad de nadie, ni siquiera de los estados. En palabras de
Elinor Ostrom son “recursos de uso común” (RUC), a lo que yo añadiría “servicios de uso
común”, ya que, como veremos más adelante, hoy se habla tanto de recursos como de
servicios ambientales.
En teoría todos deberíamos tener iguales posibilidades de hacer uso de los bienes
comunes, siguiendo nuestros intereses individuales o colectivos. Sin embargo, sabemos
que la igualdad de condiciones rara vez es dada, motivo por el cual suele suceder que
solo unos pocos privilegiados logran hacerlo. Aquí es donde aparece el Estado en su
calidad de “manipulador de intereses” (Foucault 2007). “(…) el interés cuyo principio debe
obedecer la razón gubernamental es interés en plural, un juego complejo entre los
intereses individuales y colectivos, la utilidad social y la ganancia económica; entre el
equilibrio del mercado y el régimen del poder público.” (p. 64)
1
Casalderrey, Constanza (2014) “Visiones con respecto al destino de los bosques nativos de Salta en tanto
‘bien común’”. Ponencia presentada en: XI Congreso Argentino de Antropología Social, Rosario julio 2014
privadas o públicas -"el mercado" o "el Estado". Muchas de las instituciones de los RUC
son fértiles mezclas de instituciones "tipo privado" o "tipo público", que desafían las
clasificaciones en una dicotomía estéril.” (Ostrom 2000: 43) En este sentido el caso de los
bosques nativos es especialmente rico para analizar este problema porque los mismos se
encuentran en territorios que son propiedad privada. De aquí emergen las preguntas de
este trabajo: ¿Podemos hablar de bienes comunes incluso cuando los mismos son
propiedad privada? ¿Cómo puede ocurrir esto y cuáles son los desafíos que supone para
el Estado? Para empezar a contestar estas preguntas primero estableceremos un piso
común desde el cual entender la naturaleza de la propiedad, ya sea privada o pública.
Qué curioso que Marx ejemplifique a los objetos que no son mercancías con los
“bosques naturales”. Efectivamente, los bosques naturales no tendrían, según Marx, valor
de cambio ya que no son resultado del trabajo humano. Sin embargo, y con la excepción
del “aire”, “la tierra virgen, las praderas y bosques naturales” son en la actualidad
mercancías. Retomando a Polanyi, son un tipo especial de mercancías, porque no han
sido producidas con el fin de intercambiarse o venderse en el mercado: “trabajo, tierra y
dinero son componentes esenciales de la industria; dichos componentes deben de estar
también organizados en mercados; estos mercados forman en realidad una parte
absolutamente fundamental del sistema económico. Es evidente, no obstante, que
trabajo, tierra y dinero no son mercancías (…) El trabajo no es más que la actividad
económica que acompaña a la propia vida -la cual, por su parte, no ha sido producida en
función de la venta, sino por razones totalmente distintas-, y esta actividad tampoco
puede ser desgajada del resto de la vida, ni puede ser almacenada o puesta en
circulación. La tierra por su parte es, bajo otra denominación, la misma naturaleza que no
es producida por el hombre; en fin, el dinero real es simplemente un signo del poder
adquisitivo que, en líneas generales, no es en absoluto un producto sino una creación del
mecanismo de la banca o de las finanzas del Estado. Ninguno de estos tres elementos -
trabajo, tierra y dinero han sido producidos para la venta, por lo que es totalmente ficticio
describirlos como mercancías.” (Polanyi 1989: 127-128)
Esta conversión sirvió, a grandes rasgos, para cumplir dos propósitos. Por un lado,
al privatizar las tierras comunes se obliga a los pobladores locales rurales, ya sin tierras
para trabajar, a emigrar a las ciudades en busca de trabajo. Recordemos que Polanyi
recurre siempre a la transformación que ocurrió en Inglaterra antes y durante la revolución
industrial. Sin embargo existen paralelismos con la historia argentina. Por ejemplo,
pensemos en la conquista del Chaco.
2
Cabe destacar que no todas las tierras fueron vendidas. Muchas quedaron en manos del propio Estado
bajo el rótulo de “tierras fiscales”.
misiones e ingenios para ‘civilizarlos’, ‘cristianizarlos’, en fin, disciplinarnos y convertirlos
en mano de obra forzada para el modelo agroindustrial. En el caso del Chaco Salteño
fueron los ingenios azucareros desde finales de la época colonial los primeros en emplear
mano de obra indígena (Leake 2008).
Hacer esto, supuso una gran actividad regulatoria por parte del Estado que
entraría en aparente contradicción con “la idea de un mercado que se regula a sí mismo”
(Polanyi 1989: 26). La clave está en que esa contradicción es efectivamente aparente.
Como bien explica Polanyi, la idea de un mercado autorregulado era en extremo utópica.
“En la medida en que un sistema depende enteramente de las funciones del mercado
para salvaguardar sus necesidades vitales, si se quieren proteger los intereses comunes
puestos en peligro por ese sistema, se ha de recurrir necesariamente a fuerzas exteriores
al propio sistema de mercado.” (Polanyi 1989: 298)3. Entre esas fuerzas exteriores Polanyi
ubica al Estado liberal.
Polanyi nos dice que el Estado liberal fue una de las instituciones clave sobre la
que se asentaba la “civilización del siglo XIX”, que no es otra que la civilización moderna-
capitalista, la cual efectivamente cristalizó en dicho siglo. Pero quien mejor explica por
qué esto es así, nos parece que es Foucault.
3
Las negritas son nuestras.
un Estado mínimo, que influya lo menos posible en el funcionamiento ‘natural’ de la
sociedad, la cual a partir de mediados del S. XVIII empieza a girar alrededor del
‘mercado’.
4
Existen otros campos de la vida humana en los que se dio el cruce entre jurisdicción y veridicción. Foucault
menciona, por ejemplo, el caso de la locura, la prisión, la sexualidad. “Como ven, en todo esto – ya sea el
mercado, lo confesional, la institución psiquiátrica, la prisión –, en todos estos casos, se trata de abordar
desde diferentes ópticas una historia de la verdad o, mejor dicho, abordar una historia de la verdad que
estaría unida, desde el origen, a una historia del derecho.” (Foucault 2007: 53)
intereses, los juegos de los intereses hacen que tal o cual individuo o tal o cual cosa, o tal
o cual bien, o tal o cual riqueza o proceso, tenga cierto interés para los individuos
(…)”.(Foucault 2007: 64-65) El Estado, en tanto es ejercicio del gobierno, es algo que
“manipula intereses”, y específicamente lo hace buscando el equilibrio entre “la utilidad
social y la ganancia económica”.(ídem: 64)”
Por esta razón todavía hoy un autor como Gudynas puede plantear que en gran
parte de los Estados latinoamericanos funciona un modelo neo-extractivista progresista.
Paradójicamente, ese ‘progresismo’ no ha implicado un viraje en lo que atañe a la política
económica. En palabras de Gudynas, “Bajo este nuevo extractivismo se mantiene un
estilo de desarrollo basado en la apropiación de la Naturaleza (…) y que si bien el Estado
juega un papel más activo, y logra una mayor legitimación por medio de la redistribución
de algunos de los excedentes generados por ese extractivismo, de todos modos se
repiten los impactos sociales y ambientales negativos.” (2009: 188). Entre esos impactos
debemos mencionar el despojo, la desterritorialización de las poblaciones locales, el
acaparamiento de tierras, el monocultivo y el agotamiento de los recursos naturales. El
neo-extractivismo progresista es, en esencia, una expresión de la “acumulación por
desposesión”. Esa desposesión, esa desterritorialización de las poblaciones locales,
significa posesión, territorialización, apropiación por parte de otros actores sociales.
5
UN-REDD Framework Document 2008. Disponible en: http://www.un-redd.org/
6
Es decir, el calentamiento global.
7
Elegimos el término sostenibilidad en lugar de “sustentabilidad”, ya que éste es un anglicismo de término
“sustainability”. La traducción correcta de dicho término es “sostenibilidad”, decisión que hemos tomado
basándonos en la definición de la Real Academia Española.
Esto queda demostrado con la sanción en el año 2007 de la ley 26.331 –Ley de
presupuestos mínimos de protección ambiental de los bosques nativos, también conocida
como Ley de Bosques o Ley Bonasso8– en cuyo artículo tres especifica como primer
objetivo: “Promover la conservación mediante el Ordenamiento Territorial de los Bosques
Nativos y la regulación de la expansión de la frontera agropecuaria y de cualquier otro
cambio de uso del suelo”9. Así, la Ley de Bosques significó el reconocimiento del avance
de la frontera agropecuaria como un problema grave y buscó imponerle un límite al
mismo. Lo interesante es cómo lo hace y los conceptos y argumentos a los que recurre
como fundamentos de su propia legitimación.
Esta Ley constituye una de las primeras leyes ambientales posterior a la reforma
constitucional de 1994, a partir de la cual se empieza a reformular la problemática
ambiental en nuestro país. Puntualmente lo que cambia con esta reforma es la
concepción del ambiente como algo que va más allá del ámbito local. Si bien se mantiene
en el artículo 124 que le “corresponde a las provincias el dominio originario de los
recursos naturales existentes en su territorio”, en el artículo 41 se determina que le
“corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de
protección” ambiental. A su vez, se reconoce el goce a un ambiente sano como un
derecho de todos los habitantes de la Nación, quienes a su vez deben preservarlo para
las generaciones futuras.
Este nuevo marco le concede a la Nación cierta injerencia sobre el uso de los
recursos naturales, que hasta el momento eran de absoluto dominio de las provincias. De
alguna manera, con este nuevo marco constitucional se pudo establecer un marco común
de referencia respecto al tema ambiental a nivel nacional. La Nación, representada en el
poder legislativo en esta instancia, tardó unos años en formular una Ley que estableciera
los presupuestos mínimos de protección ambiental. Finalmente, en el año 2002 se
sancionó la Ley 25675 – Ley general de ambiente. Bien jurídicamente protegido. Esta ley
plantea el piso para una política ambiental nacional e integral: sus objetivos, los principios
que la deben guiar, las competencias, autoridades de aplicación, instrumentos, áreas de
incumbencia, fondos, etc. Entre todo esto, crea la norma para el “ordenamiento ambiental”
del territorio, que “desarrollará la estructura de funcionamiento global del territorio de la
8
Por su autor, el entonces diputado nacional Miguel Bonasso.
9
El subrayado es mío
Nación (…) a través del Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA); el mismo
deberá considerar la concertación de intereses de los distintos sectores de la sociedad
entre sí, y de éstos con la administración pública” (art. 9 Ley 25675). Además, “deberá
asegurar el uso ambientalmente adecuado de los recursos ambientales, posibilitar la
máxima producción y utilización de los diferentes ecosistemas, garantizar la mínima
degradación y desaprovechamiento y promover la participación social, en las decisiones
fundamentales del desarrollo sustentable.”
Es decir, según esta ley el territorio debe ser entendido en toda su extensión
nacional, pero, como somos un Estado federal, donde cada Provincia es autónoma, se
crea el COFEMA, pues no todas las provincias tienen los mismos intereses respecto a sus
recursos naturales, especialmente porque no todas tienen los mismos recursos naturales.
Algunas tienen petróleo; otras, minerales; otras, acuíferos; otras, glaciares; otras, tierras
cultivables, etc. Algunas tienen bosques nativos, aunque unas tienen más que otras,
como es el caso de la Provincia de Salta. Pero los bosques nativos presentan una
particularidad que otros recursos naturales no presentan y es que los mismos pueden
encontrarse bajo una propiedad privada, sea de una persona física, jurídica o, en algunos
casos, titulada a favor de comunidades indígenas. Puede ser que se encuentren en tierras
fiscales. Incluso sucede con mucha frecuencia que pobladores locales, generalmente
campesinos e indígenas, vivan en y de bosques nativos sin detentar títulos de propiedad
sobre la tierra. Esta complejidad en torno a la tenencia de la tierra influye en la forma en
que debe hacerse una ley que precisamente busca poner un límite al uso que las
personas, con o sin título de propiedad, hacen del bosque nativo. Y también ese límite se
le impone a las provincias, y al propio estado, ya que los bosques nativos existen también
sobre tierras fiscales, tanto provinciales como nacionales. Veamos cómo hace esto.
Rojo: sectores que deben conservarse. Los bosques que entren bajo esta
categoría no pueden talarse, ni sufrir ningún tipo de transformación.
Amarillo: sectores que pueden aprovecharse de manera sustentable. Los bosques
que entren bajo esta categoría pueden sufrir algún tipo de degradación, pero no
pueden desaparecer ni perder su función como ‘bosque’.
Verde: sectores que pueden talarse o desmontarse. Los bosques que entren bajo
esta categoría puede desaparecer en su totalidad permitiendo cambios en el uso
del suelo.
En nuestra opinión, esta es una forma de apropiación por parte del Estado, tanto
Nacional como Provincial, de los recursos y servicios naturales que se encuentran en
manos de personas, ya sean físicas o jurídicas, teniendo o no título de propiedad.
Pensémoslo así. ¿Qué beneficios otorga un título de propiedad, a qué habilita el hecho de
ser propietario? Pues a hacer uso del objeto que poseo según mi propio interés. En el
caso de una tierra con bosque nativo, me habilita a venderla, alquilarla, talar, desmontar,
construir, en fin, a hacer lo que más me convenga o lo que desee. Si el Estado me pone
límites, entonces de alguna manera me está denegando el derecho a la propiedad
privada. Y sí, este derecho es uno de los pilares del Estado-moderno, pero como
cualquier derecho, tiene limitaciones. Ya en la Constitución Nacional se hace referencia a
la “función social” de la propiedad privada. Lo que me parece interesante pensar es qué
tipo de propiedad es la que resulta de la aplicación de esta ley, especialmente para
aquellos bosques que quedan bajo la categoría roja.
Propiedad y dominio
Otro ejemplo es el de los Parques Nacionales. Estos también son propiedad del
Estado. Son bienes de dominio público, al igual que los recursos del subsuelo, pero la
diferencia es que estos no se pueden concesionar. Son tierras que pertenecen al Estado,
pero este no puede venderlos ni explotarlos, como sí lo hace con los recursos del
subsuelo. Se trata en este caso de una propiedad privada del Estado con límites más
estrictos sobre el derecho al uso, tanto para el propio Estado, como para los que visiten
los parques. El destino de los recursos de un Parque Nacional es su conservación, ya sea
por el valor paisajístico, turístico, patrimonial o por el valor de los “servicios ambientales”
que proveen: biodiversidad, protección de acuíferos, sumideros de carbono, etc.
10
Agrego yacimiento, pues este es el término para designar a los depósitos de hidrocarburos, que también
son considerados recursos del subsuelo y se regulan de acuerdo mismo Código de Minería.
11
Existe la posibilidad que el mismo Estado, a través de una empresa estatal, explote el yacimiento o mina.
Argentina tiene una empresa petrolera estatal que es YPF, pero recordemos que se la privatizó en los 90 y
recién en el año 2012 se la vuelve a nacionalizar.
Existen también bienes de dominio público que pueden estar en cabeza de un
privado, pero que este no puede usufructuar. Como surgió de la entrevista que mantuve
con Andrés Nápoli, director de FARN, la categoría de “bien de dominio público” es el
término jurídico que más se acerca a la idea de “bien común”. Es un bien que no se puede
vender, ni intercambiar. Es, en fin, un bien que no puede entrar al Mercado. Andrés me
explicaba que ‘el bien del dominio público puede estar en cabeza de un privado, por
ejemplo, el borde de un río (…) o una playa (…) pero es un bien de dominio público donde
existe una servidumbre perpetua (…) simplemente tengo el deber de preservarlo’ y de
permitir su uso a todo el que quiera usarlo, siempre y cuando ese uso no implique la
destrucción del bien. Es decir, ya existían, antes de la ley de bosques e incluso antes de
la ley general de ambiente, nociones y categorías que hacen algún eco en los “bienes
comunes”: la noción de ‘dominio público’. (Bs. As. 17/07/2014)
12
Para el caso de Salta con la promulgación de la Ley 7070, Ley de Protección del Medio Ambiente, en el año
2000 se empieza a controlar la actividad que los privados llevan a cabo con sus bosques, mediante la
necesidad de obtener de la autoridad de aplicación de autorizaciones, ya sea para desmonte u otro tipo de
aprovechamiento forestal, en sus tierras.
la población de la Nación13. “La presente ley establece los presupuestos mínimos de
protección ambiental para el enriquecimiento, la restauración, conservación,
aprovechamiento y manejo sostenible de los bosques nativos, y de los servicios
ambientales que éstos brindan a la sociedad. Asimismo, establece un régimen de
fomento y criterios para la distribución de fondos por los servicios ambientales que
brindan los bosques nativos.” (Ley 26331 art 1°)14
Lo que se logró con la Ley de Bosques fue permitir la regulación Estatal sobre un
bien, pero haciendo el camino inverso, es decir, ‘comunalizando’ en vez de ‘privatizando’.
Pero esta ‘comunalización’ implica también ‘dominio’ y ‘apropiación’ y además
coexistencia con la propiedad privada, ya que el Estado no expropia en ningún caso, ni
las propiedades que caen bajo la categoría ‘roja’, ni las que caen bajo la ‘verde’. Lo que
se busca es regular el manejo que se hace del ecosistema como un todo, permitiendo
cambios de uso en el suelo cuando los mismos no pongan en peligro la sostenibilidad del
ecosistema o limitando los usos que los particulares hacen en las áreas que, por resultar
esenciales para la sostenibilidad del ecosistema, deben ser protegidas y preservadas.
13
No puedo dejar de mencionar que incluso traspasan los límites Nacionales, lo cual queda evidenciado en
la creación de convenios y tratados internacionales como son el Convenio de Kyoto o el Convenio sobre la
Diversidad Biológica. Ambos pueden consultarse en la página de la ONU: http://www.un.org/es/
14
Las negritas son mías.
15
También cabría reflexionar sobre el uso del término ‘recurso’, ya que es, en sí mismo, desarrollista. De
alguna manera el nuevo impulso que viene cobrando el término ‘bien común’ tiene que ver con una crítica
al uso de ‘recurso’ para referirnos a los elementos ambientales que nos rodean.
La autora plantea que “ni el Estado ni el mercado han logrado con éxito que los
individuos mantengan un uso productivo, de largo plazo, de los sistemas de recursos
naturales” (Ostrom 2000: 26). Estas serían las dos estrategias fundamentales ante el
problema de la destrucción o degradación de los RUC: regulación estatal bajo la forma de
centralización o privatización. Ambas parten de una visión del hombre como
fundamentalmente egoísta, incapaz de ceder parte de su ganancia en pos de un
‘beneficio común’, beneficio que por cierto no es inmediato y a veces es diferido en el
tiempo y el espacio, con lo cual se dificulta aún más el reconocimiento de su valor. La
autora critica esta visión de la humanidad y, partiendo de una visión más optimista sobre
la capacidad de los sujetos de establecer acuerdos, propone una tercera opción: el
autogobierno. A partir de un gran número de estudios de caso plantea que siempre que se
den ciertas condiciones como son una buena comunicación entre los interesados,
trasparencia en los acuerdos, etc., esta tercera vía resulta la más efectiva en la
disminución de la destrucción de los RUC.
Ahora bien, la autora reconoce que estos modelos no se dan así, de forma pura,
en la realidad. Los modelos son justamente eso, abstracciones, tipos ideales a partir de
los cuales podemos analizar la complejidad de lo real. Así reconoce que “rara vez las
instituciones son privadas o públicas -"el mercado" o "el Estado". Muchas de las
instituciones de los RUC son fértiles mezclas de instituciones "tipo privado" o "tipo
público", que desafían las clasificaciones en una dicotomía estéril. (…) ningún mercado
puede existir por mucho tiempo sin instituciones subyacentes que lo mantenga” (Ostrom
2000: 43). Y esas instituciones son garantizadas y protegidas por el Estado, como vimos
con el caso de la propiedad privada. Pero las formas de autogestión también se mezclan
con las otras dos estrategias. Para que existan las condiciones necesarias para que los
propios participantes puedan establecer arreglos sobre cómo administrar los RUC, es
necesario que las instituciones estatales y los funcionarios públicos ayuden a legitimar
esos arreglos o que por lo menos no traten de frenarlos. El ‘mercado’ también puede
afectar negativamente o positivamente estos arreglos, lo cual dependerá a su vez de la
regulación que haga el Estado. Vayamos a un caso que nos permita ver esta compleja
interacción de actores respecto al uso, posesión y/o propiedad de los ‘bienes comunes’.
16
Informe N°1 Bosque Nativo en Salta: ley de bosques análisis de deforestación y situación del Bosque
chaqueño en la provincia, realizado por la REDAF: redaf.org.ar
17
Monitoreo de la Superficie de Bosque Nativo de la República Argentina período 2006-2011: regiones
forestales parque chaqueño, selva misionera y selva tucumano-boliviana. SAyDS junio 2012
18
ídem
19
http://www.mundowichi.blogspot.com.ar/2008/12/acta-de-declaracion-de-la-mesa-de.html
20
Ordenamiento territorial de bosques nativos que debe hacerse siguiendo las tres categorías antes
mencionadas: verde, amarilla y roja.
problemas vienen de la mano en este caso, tal y como queda reflejado en el primer
comunicado que hace la mesa de tierras. Me centro aquí en el segundo punto.
El día 29 del mismo mes la CSJN emite un fallo mediante el cual convoca a las
partes a una audiencia pública a realizarse el día 18 de febrero, en su fallo la Corte hace
lugar a la medida cautelar solicitada, ordenando el cese provisional “de los desmontes y
talas de bosques nativos” autorizados en último trimestre del 2007. Si bien para ese
momento todavía no se había determinado la competencia originaria de la CSJN, los
jueces decidieron que podían actuar igualmente ya que “le corresponde al Poder Judicial
de la Nación buscar los caminos que permitan garantizar la eficiencia de los derechos, y
21
Para más detalle sobre el proceso del OTBN en Salta ver el texto de Seghezzo et al 2011.
22
Así se resume el pedido de la parte actora en el primer fallo de esta causa, correspondiente al día del
19/12/2008.
evitar que estos sean vulnerados, como objetivo fundamental" 23. También se basaron en
el principio precautorio de la Ley General de Ambiente que básicamente plantea que ante
la duda o inexistencia de conocimiento científico sobre el daño que pudiese causar alguna
acción humana –en este caso el ‘desmonte’ y la ‘tala’– se debe ante todo tomar medidas
conducentes a la protección del medio ambiente. ¿Qué ocurrió el último trimestre del
2007? ¿Por qué se prohíbe solamente ejecutar las autorizaciones otorgadas
específicamente en ese período? Según el informe de ASOCIANA titulado “La
deforestación de Salta 2004-2007”, el cual fue presentado ante la CSJN, efectivamente en
el año 2007 se otorgó el 54% de las autorizaciones para desmontar respecto al período
2004-2007. En la primera mitad del 2007 se habían otorgado 24 autorizaciones por un
total de 154.144 hectáreas. En la segunda mitad del año crece el número de
autorizaciones al doble, representando para la segunda mitad del año un total de 281.255
hectáreas. Por este motivo es que la cautelar se aplica sólo al último trimestre del 2007.
Veamos por qué hubo tantas autorizaciones en ese período.
23
Extraído del segundo fallo por esta causa, del día 29/12/2008
24
Extracto del discurso inaugural en Seghezzo et al 2011
Si bien esos acontecimientos hicieron al incremento excepcional de las
autorizaciones de desmonte en el año 2007, no explican por qué tanto interés en
desmontar. Brevemente, y para no repetir lo que ya he comentado, el avance de la
frontera agropecuaria, el interés de los actores del agronegocio en territorializarse en
tierras como las del Norte de Salta, que fueron hasta este momento consideradas tierras
marginales y poco productivas, ha creado nuevos valores de uso para estas tierras, ya
sea para el monocultivo de maíz y/o soja o para recibir el ganado expulsado de las
pampas. Pero, como nos explica Polanyi, para poder destinar dichas tierras a dichos
usos, primero deben entrar en el mercado. Lo que se busca hacer con la Ley de bosques
es regular el ‘mercado de tierras’, determinando el límite máximo que puede
‘mercantilizarse’. Aquellas tierras que quedan bajo la categoría verde tienen un mayor
valor en el mercado porque resultan atractivas para la inserción del agronegocio, el cual,
como vimos, necesita tierras para expandirse. En cambio, aquellas tierras que quedan
bajo la categoría amarilla y la roja no resultan atractivas para el sector agro-industrial,
pero sí pueden ser atractivos para otros sectores del capital, como por ejemplo para la
industria farmacéutica25.
Reflexiones finales
25
La industria farmacéutica ha sido una gran impulsora de la preservación de los bosques naturales a nivel
internacional, especialmente porque éstos son los mayores reservorios de biodiversidad, que es la materia
prima de ésta industria.
actores interesados, que suelen contar con el apoyo del gobierno tanto nacional como
provincial, deben adquirir las tierras o negociar con sus dueños o habitantes, ya que son
ellos los que tienen la potestad sobre su recurso. Es decir, por más de que según el
OTBN un determinado territorio esté categorizado como verde, si su propietario no quiere
desmontar, no se desmonta (o por lo menos no se debería desmontar). Es el propietario
el que puede y debe pedir la autorización. No es una decisión que puede tomar el Estado
unilateralmente. El problema se complica cuando no se reconoce la propiedad de las
comunidades indígenas y campesinas. Estas son las primera afectadas, pues viven en y
de los bosques. En palabras de Dino Salas “En el monte tenemos el sustento, para
subsistir. ¿Por qué? ¿Por qué existimos? Porque sabemos que el monte nos da para
subsistir.”
El caso ‘Dino Salas’ no surge de un día para otro. Como tratamos de mostrar en el
apartado anterior, el caso es la cristalización de un conflicto anterior. Recordemos los
reclamos, en orden de prioridad, explicitados en el primer comunicado de la Mesa de
Tierras. El primero de ellos es por la regularización en la tenencia de la tierra y en
segundo lugar se reclama por los desmontes y la tala de los bosques nativos. Es decir, el
conflicto territorial es anterior al conflicto ambiental. Esto parece una obviedad, pero es
importante reconocer el factor territorial en este tipo de conflictos. Antes de la Ley de
bosques quien detentara el título de propiedad tenía pleno derecho al uso del territorio. Sí,
es cierto que incluso antes de esta ley para realizar algún emprendimiento que supusiese
talar o desmontar el bosque nativo se debía pedir autorización a las autoridades
provinciales. Es cierto que el solicitante debía llevar a cabo un estudio de impacto
ambiental. Pero en la práctica todas las autorizaciones terminaban aprobándose. Esto es
en parte lo que lleva al recurso de amparo.
La Ley de bosques en algún punto logra evadir esta situación y desde otro punto
de vista, no tanto. Por un lado, si bien el “servicio ambiental” es ‘común’, es ‘usado’ por
todos los habitantes de la nación, el bosque que provee el servicio se encuentra en
cabeza de un privado. El Estado logra entonces limitar el uso que el ‘privado’ hace de ese
bosque. Pero la cuestión de fondo es el OTBN, es decir, qué bosques y en qué cantidad
quedaran en cada categoría. El ‘acceso abierto’ existe de alguna manera porque el
‘beneficio común’ el ‘interés general’ de la Nación son nociones que siempre están
abiertas a diferente interpretaciones; son resultado de ese juego entre los intereses
privados y colectivos. Lo que se discute en el caso ‘Dino Salas’ es esto. ¿Qué es más útil
para la Nación, destinar las tierras que hoy están cubiertas por bosques nativos al
agronegocio o preservarlos porque nos brindan servicios ambientales como, por ejemplo,
biodiversidad, regulación hídrica, protección de afluentes, purificación del aire, etc.? En
esta comunalización se pierde el reclamo indígena-campesino. Los bosques nativos,
además de ser sus lugares de vida y fuentes de sustento, son proveedores de un servicio
que no es sólo de ellos sino que es de ‘toda la sociedad’. Así, como busqué demostrar en
un trabajo anterior, los indígenas y campesinos “presentan este recurso de amparo para
detener los desmontes y la tala ilegal (…) movidos por su propio interés” y buscando
relacionarlo con el ‘beneficio general’. “si entendemos que el “interés general” consiste en
preservar un medio ambiente sano para las generaciones presentes y futuras, entonces el
modo de vida indígena y el modo de vida campesino se ajusta mejor a ese propósito que,
digamos, el agronegocio.” (Casalderrey 2014: 15) Es en este sentido que decimos que la
comunalización genera un ‘acceso abierto’, pobladores locales, por un lado, y actores del
agronegocio, por el otro, se disputan el destino, el ‘uso’ al que deben destinarse los
bosques nativos y lo hacen buscando ‘comunalizar’ o ‘universalizar’ sus propios intereses.
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