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LUIS MONTAN
TORTURA Y
Malaga
SALVACION DE
ACCIÓN ESPAÑOLA
(ANTOLOGÍA)
89
CON TRABAJOS DF V
f Ramiro de Maeztü, f; Víctor Pradera, t Calvo Soteío, José
A. Primo de Rivera, Joáé M.a Pemán, Eugenio Montes, Jorge
Vigón, Sánchez Mazásl Vegas Latapie, Giménez Caballero,
Sainz Rodríguez, Orazio Pedrazzi, Piérre Gaxotte, f General
García de la Berrán, f Carlos Miralles, Carió Costamagna
y Marcial Solana.
5 PESETA.S
LUIS MONTAN
I L U S T R A C I O N E S DE S. F.
TORTURA Y SALVACIÓN
DE MÁLAGA
EPISODIO NÚMERO 6
(í-cém
Episodios de la guerra civil, por Luis Montán
I | Ilustraciones de S. F. | ""j
AMBIENTE, EXPECTACIÓN
E INTRANQUILIDAD
Posiblemente fué lia 'bella ciudad dte Málaga tuna dte lias capitales
españolas, en Ja que los Gobiernos cM Frente Popular más celosamente
habían cuidado de la propagación del marxismo sin alcanzar el éxito
apetecido. Sin embargo, era Málaga la ciudad más (roja díe Andalucía.
Esto que parece un .contrasentido, tiene unía explicación, «lógica y po-
lítica,
Málaga lera, sin hipérbole de n i n g ú n género, Illa raíz de!l comunismo
español. El republicanismo dle color dle rasa dte- Gómez Cbaáx, no bas-
taba a satisfacer Jas aspiraciones sociales dle los extremistas, y animados
éstos en su impunidad ¡por cuantas autoridlades pasaron, poir su Gobier-
no civiíl, fueron a (recogerse eti la bandería comunista capitaneada por
el doctor Bolívar, que a ciencia y paciencia de los gobernantes venía
conviertiendo su ejercicio dle la Medicina entre illas gentes modestas,
am ama verdadera -captación para «í comunismo.
—Este «dotar» «ez» (un «zanto»—se oía decir con, frecuencia a las
gentes populares de da Trinidad y los Percheles.
Y el doctor Bolívar era un «zanto» porque no cobraba. las visitas
a las gentes modestas. No las cobraba y además ponía medicinas gra-
tis y dlejaba un, pac de duros encima de tía mesilta dle (noche. Pero a
cambio dte esta «santidad» el dlootor Bolívar se llevaba consigo, des-
pués d!e cada, visita, lia papeilleta dle áinacsripdón ya suscrita pacía el
ingreso dle un millitantie en el partido comunista. Eran (tiempos dlitfícües,
lia fama dte generosidad! y sabiduría de Bolívar, bien («trabajadla)) por
líos enillaces, se extendía poir líos barrios populares dte .Málaga, y el^ ya
famoso doctor no tenía minuto (libre ni de día ná de noohe; Hacía, cien-
tos de visitas ddiarias. No cobraba, (regalaba, medicinas y dinero, y tam-
bién diariamente lias captaciones se cantaban por cientos. El comunis-
—4—
¡mo avanzaba a pasos agigantadlos en Málaga. De su organización polí-
tica se cuidaba especialmente Enrique Belgrado, hombre mo tan zafio
como Bolívar en su trato y die uin dinamismo tan extraordinario, que a
su ¿labor incesante se debía que Üa ordenación die las juventudes comu-
nistas malagueñas fuera como organización una cosa tan perfecta y
de tal fuerza política, que empezaron, a despertar los calos del socia-
lismo madrileño, empeñado inútilmente en introducir en Málaga Ja
influencia de una Casa del Pueblo, que en cuanto a eficacia no llegó
a seir nunca una verdadera ¡realidad.
En urna visita que Largo Caballero ¡realizó a Máiaga, ya se dkó per
fecita cuenta die que el socialismo había llegado tarde a 3a hermosa
ciudad mediterránea. El comunismo y lia C: N. T. acaparaban por
oomplleto todla la extrema izquierda, Y die ahí los esfuerzos realizados
(tarante oí primer bienio die lia República por Largo Caballero, desde
ed Ministerio del Trabajo, para sumar a/1 marxismo español el nombre
die Málaga y las ayudas prestadlas con el mismo fin por todos los Gober -
nadores civiÍJes. En Málaga, el Frente Popular gozaba de mimos y
preferencias desconocidos en otras ciudades. Todos ellos estaban sagaz-
mente orientados pama orear un socialismo; pero ail abrir la mano
los Gobiernos en busca die tal creación, con una ayuda sin condiciones
a Ja extrema izquierda, lo único que positivamente se conseguía, era
que las organizaciones comunistas y die ua C. N. T. fuieran extendién-
dose de tal modo, que puede decirse, especialmente de la comunista,
que ecia Ja única de un poder insospechado y cierto de todo el país.
De ahí que el! calificativo de la «Málaga roja» respondiera desgracia-
damente ya a urna inevitable realidad. Málaga no gozaba en política
de términos medios y se movía tan sólo entre dos grandes fuerzas sepa-
nadas por un abismo ideológico, en al que tomaban asiento unos cuan-
tos ¡republicanos acomodaticios. De un liado, las clases conservadoras
o die derechas. Del otro, la oleada (revolucionaria encauzada en el comu-
nismo. y en lía C. N. T. Los Poderes Públicos, en constante colabora-
ción con di extremismo de izquierda, convirtieron a la Málaga de los
últimos años ien una ciudad vejadla y escarnecida por los horrores de
mil crímenes siempre impunes.
Especialmente desde las elecciones de Febrero, la situación en )a
ciudad se había hecho imposible ¡para las personas de orden. En
Málaga no mandaba nadie más que Bolívar y Belgrano. Pasaban los
días con provocaciones constantes, mítines tumultuarios y agresiones
sin sanción. El ambiente de zozobra e intranquilidad era cada vez
más denso. Cada semana una huelga y una nueva imposición por
parte de las clases trabajadoras. Muchos patronos, amenazados, aban
donaban sus negocios y huían de la ciudad. Se entró en el mes dt
5
Julio ya en una situación caótica imposible de atajar. Imperaba el
régimen de terror imás desenfrenado. Las huelgas de dependientes de
comercio, de la Fábrica de cementos y de los empleados de oficinas
habían dejado un, sedimento resuelto siempre en un nuevo crimen o
una última amenaza. El alevoso asesinato de don José Calvo Sotelo
fué como un presagio de próximos y sangrientos acontecimientos. Co-
munistas y Genetistas convertidos ya en verdaderas milicias, velaban
arma al brazo dispuestos a abrir la nueva era homicida inás crueü y
horrorosa de cuantas había conocido la Historia.
LA LEY MARCIAL
Amaneció el día 18 de Julio con gran inquietud en 'la ciudad. Sobre
ésta parecía flotar como un fatal augurio, confirmado horas más
tarde por la realidad.
A las diez de la mañana comenzó a circular por la población un
rumor die veirdladeira gravedlad, que se esparció por Centros oficiales,
Comercios y hasta por los Mercados. Se decía que las fuerzas de
Marruecos se habían sublevado, y que a mediodía preparaban un gran
desembarco en Málaga. Parece ser que en el primer sitio que se co-
noció la noticia fué en da Comandancia Militar, comunicada desde
Sevilla. El general Patxot, jefe de la plaza, estaba comprometido en
el movimiento, secundado por los restantes jefes y oficiales de la pe-
queña guarnición con que en aquel entonces contaba Málaga.
Recibidla la comunicación, ed general Patxot reunió a los jefes y
oficiales a los que di ó cuenta del suceso, y dijo:
El Ejército de Marruecos se ha levantado en armas contra e*
Gobierno de Madrid, y espero de todos, como militares y caballeros,
que habrán de secundarme en la medida que voy a tomar: Debemos
estar al lado del Ejército, y hay que declarar el Estado de Guerra.
Él capitán Huelín, que se encontraba entre los urgentemente ci-
tados, respondió:
—Debemos únannos pama salvar a España. Y si hay algún disi-
dente entre nosotros, que tenga el valor de declararlo. Puede marchar-
se a su casa, dando su palabra de honor de qiie no ha de hacer armas
contra el Ejército.
El teniente coronel de las Heras insinuó:
—Yo soy de la opinión de que no debemos proceder con precipita
ciones. No basta qne el Ejército de Marruecos se haya sublevado.
Es necesario conocer la actitud de las restantes guarniciones de la
Península.
El comandante de Estado Mayor Delgado Jiménez, le respondió:
Todos los jefes y oficiales de España habrán sabido cumplir con
lia palabra dada. Sevilla ya se ha unido al movimiento. Y alguien
debe ser el primero.
El teniente Coronel dé las Heras insistió:
¿Y Madrid? ¿Qué va a hacer Madrid? Madrid es la llave de
todo.
El capitán Hueiín sacó su pistola, y dirigiéndose a las Heras •>
replicó con energía:
Mi' teniente coronel: dudar del honor de Sos compañeros es ya
un insulto y una cobardía. Y aquí no queremos cobardes. Usted ¿está )
o no está con nosotros?
¿Yo?... Yo estoy con todo el Ejército. Pero para una inten-
tona sin resultados no cuenten ustedes conmigo. Ustedes me avisan
lo que haya. En mi caisa estoy.
Y dando media vuelta abandonó a los reunidos. EI3I capitán- Budín
montó su pistola para disparante; pero le detuvo eü brazo el capitán
Pedro sa, diciéndole:
— ¡No! Si quieres matarle debes dispararle de frente.
El generail Patxot, nervioso y algo violento por ©1 incidente tan
inesperadamente desarrollado, exclamó:
Es necesario que vayamos unidos. Ha sido una 'escena deplo-
rable que no apruebo. Si empezamos ya así, estamos perdidos.
Los reunidos siguieron su cambio de impresiones para estudiar aque-
llas medidas urgentes que convenía adoptar. Y el generail Patxot en-
cargó al comandante Delgado que se entrevistara con el coronel de
la Guardia civil Gómez Carrión, y el teniente coronel de Carabineros
Plorán, para conocer la actitud de ambos, que había de ser la de
las fuerzas respectivas que mandaban. El comandante Delgado, con las
instrucciones recibidas, saJlió en automóvil a cumplir su cometido,
mientras el' capitán Bedrosa redactaba el Bando que había dte pro-
clamar el Esttadb de Guerra, y aprobado, salía para encargar sai im-
presión a una imprenta de toda confianza, cuyo propietario pertene
cía a la Falange malagueña.
El teniente coronel Bello recibía también la orden de preparar las
fuianzas dle Infantería del Regimiento dle Victoria, númeino 8, dte guar-
nición en el Cuartel de Capuchinos, con objeto de tenerlas dispuestas
para que salieran a proclamar la Ley marcial; y ya debidamente ar-
madas y amunicionadas, quedaron a punto para el cumplimiento de
— / —
oíros comedidos, de Jos que sería, portador él capitán Huelín, que que-
daba con Patxot.
El comandante Delgado se entrevistó con el coronel dle la Bene
mérita Gómez Cardón, al que encontró en su casa. La entrevista entre
ambos se desarrolló de la siguiente manera:
—Mi coronel: vengo a vede cumpliendo órdenes del general Patxoi,
para comunicarle que todo el Ejército de Marruecos, al mando del
general Franco, se ha levantado en aranas contra el' Gobierno de Ma-
drid, y todas las guarniciones de la Península hemos hecho causa
común con nuestros compañeros de Africa. Sevilla ya se ha subleva-
do, y Queipo de Llano, que se encuentra allí, va a declarar el Es-
tado de Guerra. Nosotros vamos a hacer lo mismo en Málaga, y con-
fiamos en que la Guardia civil estará a nuestro lado.
—La Guardia civil ino se ha comprometido con nadie.
—Pero, dleibe estar al- ladb dfell. Ejército:. Este es un movimiento
nacional!.
—Si es uní movimiento nacional!, lia Guardia civil estará donde esté
ia mayoría dlel país. Ya sabe usted1 que 110 soy ¡sospechoso. Soy un
hombre de Oiidlen y dte dfereehas. Pero Ha Beneménita no dfebe meterse
en ninguna aventara hacáeodlo oostadlo a un girupo de oficiales que
serían aplastados si no tenían asistencias generales.
—Se trata de la oficialidad. dle todla España.
—Desearía que así fuese. Pero antes necesito comprobarlo.
—Es que ¡la cosa es urgente. Cualquier tiempo que se pierdla puede
seamos funesto.
—Pues mine usted'. Esto oo es dfecir que yo esité contra el movimien-
to. Pero necesito tener mis seguridades y no quiiero precipitarme.
El comandiante Delgadb replicó ya inquieto:
—Entonces ¿qué va a hacer la Guardia civil ?
—•Usbedles no desconfíen de la Guardia civil. Eslba cumplirá como
dtefbe. Ustedes sacain las fuerzas a la calle, que yo me encargo dle que
üa Guardlia. civil esté acuarteladla, y dispuesta para el primer aviso.
Desde lluego* no ha dle hacerse armas contra ustedes. Mientras yo estudio
la situación., lia Benemérita quedará a lia expectativa. Luego... mi mejor
deseo es que podíamos ir todos juntos.
— Y lo que usted dfecida...
—Iré personalmente a comunicárselo aíl ¡general PaJtxot. Y márchese
tranquilo respecto a mi actitud. Pase lio que pase, cuando menos no
seré un eniemíiigo die ustedes.
Eli comandante Delgado marchó dlesdle aquí a la Comandancia de
Gairiaibinero® a entrevistarse con iel teniente coronel] dle este Cuerpo, se-
ñor Florán, persona de significación derechista.
—8 —
i *
LA TOMA DE LA TELEFONICA
Y EL ATAQUE AL GOBIERNO CIVIL
LA ACCION DE FALANGE
hacer una nueva, redada y meter en la cárcel a sus jefes más caracte-
rizados. Así, pues, llegado el día 18, el enlace del día 16, que era lo
pactado, no pudo realizarse, y el alzamiento cogió desprevenidos a los
falangistas, al extremo de que como ya dijimos anteriormente, incluso
el jefe provincial de milicias Carlos Assiego se encontraba. al estallar
el movimiento en Anitequera; al menos esta versión hemos recogido.
De todos modos, Assieigo no se presentó en la Comandancia Militar
hasta cerca de las nueve de la noche del mismo día 18, cosa que nos
hace creer en su desplazamiento a Antequera, ya que de haber estada
en Málaga, su presentación no se. hubiese retardado tanto. Assiego dijo
al general Patxot:
—Mi general: La Falange dispone dte cerca de trescientos hombres
de choque para colaborar con el Ejército. Y sólo vengo a que usted
me indique cuál es nuestro sitio.
Ya en aquella hora Patxot lo daba todo ganado para el Ejército,
y llevado de una exagerada disciplina, o no se sabe con qué clase de
miras, rechazó la ayuda de la Falange:
—Lo agradezco, pero en estos momentos ruó necesito, de más fuerza
Insistió Assiego, y Patxot replicó con viveza:
¡No! Quiero dar la impresión de que este movimiento es pura-
mente militar. La intervención de Falange podría hacer creer a la gente
que se trataba de algo fascista.
Y Assiego salió defraudado, pero no vencido, de la Comandancia.
La prueba está en la acción heroica de Falange el día 19 por la tarde,
cuando ya las tropas habían, sido acuarteladas de nuevo y la ciudad
estaba en poder d'e las hordas rojas. Un centenar de heroicos camisas
azules no supieron rendirse, y en una proporción de uno por qui
nientos se echaron a la calle, regando las márgenes del Guadaknedina
con la generosidad de su sangre por España y por la Falange.
20
— IS-
EL DESPERTAR DE MALAGA
A las ocho die: lia mañana defl siguiente día, un, vocerío ensordíecador
despertó a ios vecinos de Málaga, quie tan confortados se habían acos
tado la noche antes, dando ya poc asegurado el triunfo del Ejército,
La gente: se asomó sobresaltada a los balcones, y el espectáculo que se
ofreció a sus ojos, no pudo ser más horroroso y desconsolador.
Se habían echadlo a lia calle les guardias de Asalto que durante-
la noche se hallaban cobijadlos en el Gobierno civil y a éstos marcha-
ban unidos, en procaz manifestación, grandes grupos de mujarzuelas
flameando banderas y trapos rojos, hombres con la ferocidad reflejada
en el semblante, lanzando es-
tentóreos gritos de ¡ Viva Ru-
sia ! ¡ Viva la Revolución!
j Muera la burguesía!
Las manifestaciones engro-
saban a medida que avanzaba
la mañana. Iban devastando
cuanto encontraban a su pa-
so: rompiendo escaparates,
asalitapdo las tiendas, cuyos
cierres forzaban a patadas y
pedradas. Las aceras se llena-
ban de cajas vacías, de restos
de ropas, de desperdicios de comestibles, por cuya posesión luchaban a
brazo partido lanzando toda clase de imprecaciones. Las mujeres de vida
airada salían 4e las tiendas de moda tocadas grotescamente con los
sombreros robados, destrozando, por el solo goce de destruir, sedas
crujientes y lienzos riquísimos. Se blasfemaba; las más soeces inju-
rias y los más duros insultos invadían las calles.
Al llegar a la de Larios, las mujeres, convertidas en verdaderas
fieras, rociaban las escaleras y los ascensores con gasolina que lle-
vaban en cubos, y la prendían luego fuego. Los vecinos, señoras, vie-
jos y niños, casi en ropas menores, se atrepellaban por las escaleras,
presas de gran pánico, para salvarse del incendio. Era un trágico des-
pertar, una sucesión de escenas dantescas que la «pluma se resiste a
describir. Infimas mujerzuelas habían arrebatado a los Guardias sus
fusiles, y no sabiendo disparar remataban a culatazos en plena acera a
21 —
OTRO ASESINATO
En días sucesivos y aprovechando las horas die lia noche y de la
madrugada, para que las conducciones no fueran advertidas por el
populacho, dispuesto a tomarse (da justicia por su mano», fueron tras-
ladados ¿os jeifes y oficiales detenidos, desae el caserón de la Aduana
a la bodega del buque «Marqués de Chávarri», anclado en la dársena.
Una de estas conducciones comprendía tan sólo al general Patxot y
a su ayudante, capitán Pedrosa. Llegaron éstos conducidos en. un coche
entre guardias de Asalto hasta la pasarela del ibuque, y al descender
dial vehículo', un grupo de milllicianos allí apostado hizo- sobre ellos una
descarga, cerrada, cayendo muerto acribilladlo a bafliazos ei capitán
Pedrosa y quedando gravemente herido Patxot, que fué trasladado al
Hospital Militar por los mismos guardias.
Ya las bódegas del «Chávarri» estaban llenas de militares y signi-
ficados hombres die derechas, cuyas detenciones fueron, las primeras
que se practicaron, en la tarde dlei 19 y en la noche del mismo día.
Entre los paisanos se encontraba el exministro señor Estrada.
A bordo, los detenidos eran, objeto, de .tales martirios, que efl coro-
raed de lia Guardia civil, señor Canrión, cayó en una grave perturbación
mental, por lo que se hizo necesario tiasfradladlo al Hospital. El coronel
Camión había enloquecido y en el Hospital cometía mil extravagancias
propias de su triste estado, que en vez de compadecer a los milicianos
encargados de su custodia, les servían de diversión y de chacota.
Para enjuiciar a los presos díeil «Chávarri», acudía diariamente ai
buque el tribunal popular presidido por el asesino Milán, que también
tenía en la ciudad su «Checa» en constante servicio.. Los condenados
a muerte eran sacados por la noche dlell buque y llevados frente a un
paredón de La Caleta, junto al cual habían abierto una profunda zanja
en 'la que se iban amontonando los cadáveres de los ejecutados.
— 25 —
LOS INCENDIARIOS
Describir en un pequeño fascículo todo lo que fué di terror mala-
gueño durante ocho angustiosos meses, es materialmente imposible. De
aquí que las limitaciones de espacio nos fuercen a un relato de am-
plias generalizaciones, deteniéndonos sólo -momentáneamente en algu-
nos detalles.
Málaga quedó sometida a los .pocos días de dominación comunista
a una serie de Tribunales Populares o Checas; la más importante d?
las cuales, quizás la que juzgaba a las personalidades de más relieve,
estaba presidida por el expresidiario Millán, qué se valía preferentemen-
te para sus persecuciones de setecientos .penados que habían sido pues-
tos' en libertad, casi, con el exclusivo fin de sostener un régimen de
continuados crímenes.
Millán se estableció con todo boato en el edificio del Hotel Imperio,
y desde él, a la vista las listas negras, iba diariamente facilitando el
paite de ibs nuevos deteniildbs, que eran sacados de sus domicilios du-
rante la moche, para ser fusilados horas después en Gibralfaro.
Cumpliendo órdenes del mismo Millán , hombres de su confianza, se
dedicaron a desvalijar los Bancos, especialmente el Español de Cré-
dito, cuyo saqueo fué personalmente dirigido por el propio monstruo
comunista..
Implantado el régimen colectivista, los Comités de Obreros se apo-
deran de las principales casas de comercio, de los edificios públicos,
de los. tesoros dle las Iglesias y hasta del dinero y joyas de los par-
ticulares. El comunismo había implantado una selección a la inversa
y en manos de los más ineptos la dirección, de los negocios, llegó mo-
mento. que la experiencia se vino abajo, y la confusión más grande,
él más horroroso desbarajuste fué lia tónica de la vida malagueña, en
la que comenzó a aparecer la trágica máscara del hambre.
El pactiouÜar no poidíía disponer de sai dinero, el número dle emplea-
dos aumentó extraordinariamente, fueran o no fueran útiles, ya que
de lo que se quería dar la sensación es de que no existían parados, y
el presupuesto dle gastos se incrementó de taü modo, que llegó un, sábado
y ya no se pudo pagar a empleados y obreros. El dinero d¡el que
en los Bancos disponían los Comités de fábricas y comercios, se había
terminado.
Todo di mundo en Málaga quería ser milicia no para vivir sin tra-
bajar. Los servicios municipalles quedaron desatendidos, y la diudteud iba
~ 27 —
SALVACION DE MALAGA
La tortura d'e Málaga iba tocando a su fin coni lia proximidad! dle las
tropas liberadoras deil general Queipo de Llano. Huían, a primeros die
Febrero los líderes y directoras del comunismo. Los milicianos cons-
truían trincheras para defenderse del asalto de las fuerzas nacionalistas.
El general ruso Kilefoer, con. el coronel Villaúba, llevaban, la direc-
ción die la defensa. Pero el heroico Queipo, al frente de sus fuerzas,
se iba aproximando ca
^ \Y __ .i da vez más al frente de-
sús columnas. La Radio
anunciaba el peligro en
que se encontraba la ciu-
dad de ser tomada pol-
los «facciosos». Desde sus escondites, las personas de orden, desfalle-
cidas, muertas de (hambre, con el terror reflejado en sais semblantes,
sonreían, al cabo de ocho meses, por vez primera a la esperanza, aguar-
daban angustiados contando los minutos por días.
Había comenzado la evacuación de la ciudad, vilmente engaña-
da por los dirigentes ro-
jos. Ya lias fuerzas na-
cionales estaban en Mar-
bella. Desde la ciudad
se percibían claramente
los estampidos de los
cañones de las tropas li-
beradoras. Huía el co-
barde Villalba, h u í a
también en avión el ase-
sino d'dl' Gobernador ci
vil en. unión d'e Kfeber.
De amanecida, un, 'buque, con bandera inglesa, salía, cllesí puerto llevando
a bordo Üo más aefecto db los manidos rojos malagueños.
Horas después el' Ejército entraba, tniunifalmenlte en Málaga. La
bandera, ¡bicolor era paseada en triunfo por la calle d'e Larios. Málaga
estaba ya salivada. Eil desfile de los nacionales por el centro de la ciu-
dad, era acompañado- con vivas a flor de labio, casf imperceptiblle-
por la. emoción. Las lágrimas en imillies dle ojos agarrotaban las gargan-
tas, frustraban lbs vítores sal'idbs del corazón.
•j;
El próximo Episodio:
en la conquista de Madrid
D O S L I B R O S DE G R A N A C T U A L I D A D
Y DE E X C E P C I O N A L INTERES
2. - REVOLUCIONES POLÍTICAS
1937
Y SELECCION HUMANA
Por el Catedrático de la
Universidad de Valladolid
MISAEL BAÑUELOS
A 5 P E S E T A S
L I B R E R I A S A N T A R É N
T RE S L IB ROS
¡ G U E R R A !
LOS DRAMAS DE LA GUERRA EN LA
CIUDAD Y EN EL CAMPOjDE COMBATE
R O M A N C E S DE
GUERRA Y AMOR
UN ROMANCERO MAGNÍFICO DE LA RECONQUISTA ESPAÑOLA
LA GUERRA CIVIL EN EL
FRENTE DE G U I P U Z C O A
EL PRIMER LIBRO DE GUERRA ESCRITO POR UN COMBATIENTE
CASA EDITORA