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Teorías del desarrollo, educación y profesionalización docente

Martha Nussbaum. Crear capacidades, p. 67.

[dropcap]C[/dropcap]omo afirma Nussbaum, la teoría económica y específicamente la que define el


desarrollo no es solamente una disciplina académica sino que tiene una enorme influencia en el
diseño de políticas públicas, en las decisiones de los políticos y en las vidas concretas de las personas.

En efecto, la definición de lo que se entiende por desarrollo incide de manera directa en el tipo de
políticas que se establecen en todos los campos de la vida de un país, incluyendo por supuesto de
manera muy relevante el de la educación.

Pero la economía del desarrollo no es una disciplina monolítica que responda a una sola teoría o
enfoque como muchas veces se piensa cuando se asume la “teoría de la conspiración neoliberal”
como causa de todos los problemas del sistema educativo.

En su libro Crear capacidades, la filósofa estadounidense plantea algunas teorías del desarrollo que
se plantean como alternativa a la visión dominante enfocada en el Producto Interno Bruto (PIB) per
cápita, postulando como la más pertinente la del enfoque de capacidades desarrollado por ella y por
el Premio Nobel de Economía Amartya Sen.

El enfoque del PIB fue el modelo dominante durante muchos años y se centraba en la idea de que un
país se desarrollaba en tanto generaba una dinámica de crecimiento económico que hacía que su
riqueza se incrementara de manera consistente. Como dice Nussbaum, este enfoque tiene la ventaja
de que el PIB per cápita es relativamente fácil de medir, tiene una razonable transparencia porque es
complicado que los países puedan maquillar los datos en este rubro y además, el crecimiento
económico no deja de ser un paso en la dirección correcta si se habla de avance de una sociedad.

El auge de este enfoque, dice la filósofa, se reforzaba por la teoría del efecto goteo (trickle-down
theory) que básicamente sostenía que cuando la riqueza de un país crece, tiende a derramarse hacia
las capas sociales inferiores, mejorando la situación de las personas pobres. Esta teoría fue muy
popular en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado pero posteriormente se demostró que es muy
cuestionable, a partir de investigaciones empíricas en distintos países.

Como teoría que busca superar el enfoque del PIB, surgió la perspectiva utilitarista que se basa en la
idea de medir la calidad de vida de una nación fijándose en la utilidad total o media, entendiendo por
utilidad la satisfacción de preferencias.

Esta perspectiva, dice Nussbaum, tiene el atractivo de medir la calidad de vida en función de las
impresiones que manifiestan las personas acerca de sus existencias concretas, lo que lo hace
potencial o aparentemente democrático, puesto que en la medición “cada uno cuenta como uno y
no más de uno”, sin importar si se trata de un campesino o un rey.

Sin embargo, el enfoque utilitarista, según plantea la autora tiene varios problemas serios para
adoptarse como indicador de la calidad de vida de un país. Por una parte, porque se trata de un
enfoque que al hacer un promedio de la satisfacción social, puede obtener resultados positivos si a
una mayoría le va muy bien aunque haya un sector que se encuentre muy desfavorecido. En segundo
lugar, porque la satisfacción sugiere unicidad y conmesurabilidad cuando en la vida real son muy
diversos e imposibles de medir. En tercer lugar, porque como demuestran Sen y Elster, las
preferencias y la satisfacción no son innatas sino que se van construyendo social y culturalmente, por
lo que es muy probable que haya quienes manifiesten satisfacción con su situación actual porque
han aprendido a aceptar su situación como “ciudadanos de segunda” y no manifiesten aspiraciones a
una mejor calidad de vida –salud, nutrición, educación, etc.- porque han aprendido que en la
sociedad en la que viven no pueden acceder a ella. Este enfoque además tiene el problema de que
infravalora la libertad humana.

Un tercer enfoque es el basado en los recursos que sostiene que un país es más desarrollado entre
más recursos tenga siempre y cuando los distribuya igualitariamente entre todos sus habitantes. Esta
es una virtud del enfoque pero constituye al mismo tiempo su problema, puesto que la cantidad de
recursos no son buenos indicadores de lo que la gente es capaz de ser y hacer en la realidad. Por otra
parte, la diversidad de necesidades y características de los sujetos sociales hacen que se requieran
distintas cantidades de recursos para satisfacer las necesidades básicas de cada uno. Por ejemplo,
dice Nussbaum, será más caro educar a un niño con síndrome de Down que a los demás niños, pero
una sociedad democrática no debe renunciar a gastar estos recursos. Finalmente, la renta y la
riqueza, por más bien distribuidos que estén, no son indicadores de la calidad de vida integral de los
ciudadanos que requieren de otro tipo de bienes como la libertad de expresión, la libertad religiosa,
etc.

Nussbaum postula como la mejor alternativa el enfoque de capacidades, que relaciona aunque ve
como más avanzado que el de los derechos humanos. El enfoque de capacidades trata de responder
a las preguntas: ¿Qué son las personas realmente capaces de hacer y de ser? y ¿Cuáles son las
oportunidades reales que la sociedad les ha dado para actuar y para elegir?

Se trata pues de un enfoque que toma en cuenta las disposiciones internas del sujeto y las
condiciones externas de su entorno.

[quote_right]¿Qué son los profesores realmente capaces de hacer y de ser? y ¿Cuáles son las
oportunidades reales que la sociedad les ha dado a los docentes para actuar y para elegir?
[/quote_right]

El Índice de desarrollo humano (IDH) adoptado por el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) se basa en el enfoque de capacidades y aunque se expresa en un indicador de
medición que aglutina diversos elementos de capacidades y trata de contemplar mediciones
cualitativas y no solamente cuantitativas que respondan con mayor detalle a estas dos preguntas
básicas.
El enfoque de capacidades es presentado por Nussbaum como una contra-teoría necesaria y
pertinente para sustituir al enfoque del PIB como elemento definitorio del desarrollo de un país,
tomando en cuenta la complejidad del ser humano y por ello de lo que significa una verdadera
calidad de vida y asumiendo que para lograr esta calidad existencial se requieren no solamente de
herramientas personales sino de condiciones favorables en el contexto.

¿Qué relación tienen estas teorías del desarrollo con la educación?

Como afirma Nussbaum en el epígrafe de este texto, no se trata solamente de teorías económicas
puesto que se traducen en el diseño de políticas públicas y en concepción y acción práctica con el
que se aborda el hecho educativo.

La visión el desarrollo centrada en el PIB dio origen a la teoría del capital humano que equipara la
formación de los seres humanos con la generación de capital, considerando como eje rector del
sistema educativo el de la productividad, es decir, el del egreso de personas capacitadas
técnicamente para responder a las demandas del mercado laboral.

La teoría utilitarista mediría la calidad educativa respecto a la satisfacción manifiesta por los
ciudadanos, aunque esta satisfacción, como indica la crítica de la autora, no es innata sino creada.
Previo a la reforma educativa de este sexenio se cuestionaba que al mismo tiempo que las
evaluaciones internacionales mostraban las enormes deficiencias de la formación de los niños y
jóvenes, las encuestas manifestaban que la mayoría de los padres de familia estaban satisfechos con
la educación que se estaba brindando a sus hijos, seguramente porque fueron internalizando que no
podían aspirar a algo mejor.

Como plantea la autora, es necesario avanzar hacia una teoría del desarrollo sustentada en las
capacidades humanas que responda a las preguntas por lo que cada mexicano es realmente capaz de
ser y hacer a partir de lo que aprende en la escuela en términos no solamente laborales sino de
nutrición, salud, participación ciudadana, arte, cultura, ocio, etc.

Mirar el desarrollo del país no solamente en términos de crecimiento del PIB per cápita ayudará a
construir una visión de la educación como motor de desarrollo de capacidades humanas en la
población para generar una sociedad que construya las condiciones para facilitar la construcción de
una vida de calidad para todos los niños y jóvenes mexicanos.

Adoptar el enfoque de capacidades como visión de desarrollo implicará entonces una noción de
profesionalización docente que trascienda la mera capacitación técnica de los profesores para
habilitar a los estudiantes como insumos del mercado laboral,  generando más bien, procesos
formativos que desarrollen en el profesorado las capacidades centrales de vida, salud física,
integridad física, sentidos, imaginación y pensamiento, emociones, razón práctica –ética-, relación
con otras especies, juego y control sobre el propio entorno político y material.

¿Qué son los profesores realmente capaces de hacer y de ser? y ¿Cuáles son las oportunidades reales
que la sociedad les ha dado a los docentes para actuar y para elegir?

Estas dos preguntas centrales tendrían que guiar los procesos de profesionalización docente si
adoptamos realmente el enfoque de capacidades como noción rectora del desarrollo social en
nuestro país y hacemos que este enfoque oriente las políticas públicas en el campo de la educación.

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