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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO EL PODER POPULAR PARA LA EDUCACION SUPERIOR

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LA GRAN CARACAS

UNEXCA – CREA “FRANCISCO DE MIRANDA”

NUCLEO ALTAGRACIA

GESTION Y PARTICIPACION SOCIAL

ALERTA GLOBAL

Alumnos:

Díaz, Génesis V. V-26.933.404

Caracas, 29 de Octubre del 2021


La pandemia del coronavirus ha dejado el mundo en suspenso en 2020. Nuestras
vidas y rutinas se han visto trastocadas. La incertidumbre se convirtió en regla. A la
gravedad de la crisis sanitaria, se suma la urgencia de afrontar los retrocesos
democráticos y de derechos, la emergencia climática, la crisis eco-social, las
asimetrías globales y las profundas desigualdades. Frente al momento dramático de
nuestra humanidad, los pasos que demos podrán ser decisivos. El futuro está en
disputa y los escenarios posibles son múltiples. Alerta global reunió los análisis de 48
autoras y autores de 28 países y de todos los continentes para discutir las múltiples
implicaciones sociopolíticas de la pandemia. En sus páginas hay una mirada global
sobre la crisis actual y el mundo contemporáneo, la forma en la que se exacerban las
desigualdades y se diversifican las formas de control social, pero también sobre cómo
se abren nuevas solidaridades, movimientos sociales, vías para renovar el
pensamiento crítico y posibilidades de otros mundos posibles. Sin duda, hay un antes
y habrá un después de la pandemia. Después de esta crisis sanitaria de escala
planetaria, seguramente el mundo no será el mismo que hemos conocido. El remezón
planetario generado por el coronavirus ha puesto en evidencia la fragilidad de la
humanidad de todos y está sacudiendo los cimientos mismos de la geopolítica y las
estructuras políticas puestas en marcha hasta ahora.
 Este artículo se centra en la lucha sobre los significados de la crisis planteada por la
pandemia COVID-19. Interpretar las crisis es una función clave de los movimientos
sociales que puede tener un impacto importante en la transformación social. Los
intelectuales progresistas y los movimientos para la justicia social la consideran como
una crisis multidimensional que abrió oportunidades para construir un mundo más
justo. Sin embargo, las secuelas de la crisis financiera mundial de 2007-2008 sugieren
un enfoque más cauteloso al examinar la conexión entre las crisis y el cambio social.
Si bien los movimientos populares y los intelectuales progresistas pueden influir en el
significado de la crisis y en su resultado, compiten en este campo con actores
reaccionarios, capitalistas y estatales que también tratan de imponer un significado de
la crisis y una orientación al mundo que saldrá ella.

Movimientos sociales en tiempos de Pandemia: Los tiempos de pandemia traen


grandes desafíos para los activistas de los movimientos sociales progresistas. No son
tiempos para el activismo callejero o la política en las plazas. Las libertades están
restringidas, el distanciamiento social hace que las formas típicas de protesta sean
imposibles de llevar a cabo. No sólo es difícil la movilización en los lugares públicos,
sino también en nuestros lugares de trabajo, dada la muy estricta limitación del
derecho de reunión y la reducida oportunidad de encuentros cara a cara. La
emergencia continua limita nuestros espacios mentales, desafiando nuestra
creatividad. Los recursos individuales y colectivos se centran en la supervivencia
diaria.

La emergencia continua restringe nuestros espacios mentales, desafiando


nuestra creatividad: No obstante, los movimientos sociales suelen surgir en
momentos de grandes emergencias, de calamidades más o menos naturales y de
fuerte represión sobre las libertades individuales y colectivas. En el pasado, las
guerras han desencadenado olas de contestación social. No sólo es cierto que los
Estados hacen guerras y las guerras hacen Estados, sino que además tremendas
contestaciones sociales han acompañado a los conflictos militares, antes, después y a
veces incluso durante estos conflictos. Tales revoluciones dan testimonio de la fuerza
del compromiso de la gente en momentos de crisis profunda. Los tiempos de crisis
profunda pueden aunque no automáticamente generar la invención de formas
alternativas de protesta. La amplia difusión de las nuevas tecnologías permite que se
produzcan protestas en línea, entre las que se incluyen entre otras las peticiones
electrónicas que se han multiplicado en este período, que van desde la búsqueda de
eurobonos hasta la solicitud de suspensión de alquileres para estudiantes.

Los movimientos sociales pueden explotar los espacios de innovación que se


abren en momentos de incertidumbre: Frente a la evidente necesidad de una
transformación radical y compleja, los movimientos sociales también actúan de varias
maneras que difieren de las simples protestas. En primer lugar, los movimientos
sociales crean y recrean vínculos: se basan en las redes existentes pero también, en
la acción, las conectan y las multiplican. Frente a las manifiestas insuficiencias del
Estado y, más aún, del mercado, las organizaciones de los movimientos sociales se
constituyen -como sucede en todos los países afectados por la pandemia- en grupos
de apoyo mutuo, promoviendo la acción social directa ayudando a los más
necesitados. Así pues, producen resistencia al responder a la necesidad de
solidaridad. Los movimientos también actúan como canales para la elaboración de
propuestas. Hacen uso de conocimientos especializados alternativos, pero también
añaden a esto los conocimientos prácticos que surgen de las experiencias directas de
los ciudadanos.

La vida misma es la que está en juego, por tanto, y no solo por la virulencia del
coronavirus, sino por las dinámicas propias de un capitalismo que choca con sus
propios límites y con los del planeta, buscando nuevas formas de sobrevivir a
cualquier precio. Además, como afirma Breno Bringen, la imprevisibilidad y la
inestabilidad pasan a ser la regla y eso se refiere no solo a la mayor volatilidad ante
amenazas, sino también a la propia dinámica de las fuerzas políticas y del capitalismo
contemporáneo.

Así, vemos como la pandemia dispara el miedo a la muerte y la enfermedad; amplía la


desigualdad y la deuda; consolida la feminización de los cuidados; prioriza la actividad
empresarial frente a la salud; extrema el autoritarismo, el control social y el desprecio
por las trabajadoras esenciales; consolida el feudalismo social y generaliza la
extensión de las fronteras como lógica física y simbólica en forma de muros que
separa a las personas enfermas y contagiadas, pobres y radicalizadas, de los ricos,
sanos y blancos.

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