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Entonces, uno de los jueces de la ciudad se adelantó y dijo: Háblanos del Crimen y el
Castigo.
Y él respondió, diciendo:
Y esto aún, aunque las palabras pesen duramente sobre vuestros corazones:
El asesinado no es irresponsable de su propia muerte. Y el robado no es libre de culpa al
ser robado.
El justo no es inocente de los hechos del malvado.
Y el de las manos blancas no está limpio de lo que el Felón hace.
Sí; el reo es, muchas veces, la víctima del injuriado. Y, aún más a menudo, el condenado
es el que lleva la carga del sin culpa.
No podéis separar el justo del injusto ni el bueno del malvado.
Porque ellos se hallan juntos ante la faz del sol, así como el hilo blanco y el negro
están tejidos juntos.
Y, cuando el hilo negro se rompe, el tejedor debe examinar toda la tela y examinar
también el telar.
Si alguno de vosotros trajera a juicio a la mujer infiel, haced que pesen también el
corazón de su marido en la balanza y midan su alma con medidas.
Y haced que aquél que azotaría al ofensor mire en el espíritu del ofendido.
Y, si alguno de vosotros castigara en nombre de la justicia y descargara el hacha en
el árbol malo, haced que mire las raíces.
Y encontrará, en verdad, las raíces de lo bueno y lo malo, lo fructífero y lo estéril juntos
y entrelazados en el silente corazón de la tierra.
Y, vosotros, jueces, que debéis ser justos,
¿Qué juicio pronunciaríais sobre aquél que, aunque honesto en la carne, fuera un ladrón en
espíritu?
¿Qué pena impondríais al que destruye la carne y es, él mismo destruido en el
espíritu? Y ¿cómo juzgaríais a aquel que es, en acción, un opresor y un falso
Pero que es, sin embargo, también agraviado y ultrajado?
Y vosotros, que pretendéis entender de justicia, ¿cómo podréis hacerlo si no miráis todos los
hechos en la plenitud de la luz?
Sólo así sabréis que el erecto y el caído no son sino un solo hombre, de pie en el crepúsculo,
entre la noche de su yo pigmeo y el día de su dios personal.
Y que la coronación del templo no es más alta que la piedra más baja de sus cimientos.