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Antología Ética

Ética

Antología Educativa

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de los autores.
Antología Ética

Instituto de Educación Digital del Estado de Puebla

La presente antología es fruto de una labor conjunta de la Dirección General,

Dirección Académica y Docentes.

Es para uso educativo y no comercial, la totalidad o parte de esta publicación

puede ser reproducida con la condición de que sean también copiadas las indicaciones de

derecho de autor y las fuentes.


Antología Ética

Objetivo de la materia

Entender a la ética como una disciplina práctica e incorporarla como uno de los

elementos principales que guíe las acciones del estudiante en el ámbito académico,

personal, profesional y social.


Antología Ética

Índice

Unidad 1 Marco general de la ética ............................................................................ 1

1.1 Sobre la distinción entre ética y moral ..................................................................... 1

1.1.1 La ética como filosofía ....................................................................................... 4


1.1.2 El uso basado en la tradición teórica: Strawson y Hegel ................................... 8
1.1.3 La vida ética como autonomía y autenticidad .................................................. 13

1.2 Algunas teorías éticas occidentales....................................................................... 21

1.2.1 Teorías éticas y su clasificación ...................................................................... 21


1.2.2 Teorías clásicas de la ética ............................................................................. 26

1.3 Juicio moral y juicio ético ....................................................................................... 33

1.3.1 Teoría del desarrollo moral de Kohlberg.......................................................... 34


1.3.2 Dilemas éticos: qué son y sus tipos ................................................................. 41

1.4 Aproximación conceptual al mundo de los valores ................................................ 44


Referencias ................................................................................................................. 57

Unidad 2. Consideraciones éticas en la ciencia y la tecnología ............................ 59

2.1 Las implicaciones de la ética y la ciencia............................................................... 59

2.1.1 ¿Qué es la ciencia?......................................................................................... 59


2.1.2 El método científico ......................................................................................... 60
2.1.3 El valor de la ética en la ciencia ...................................................................... 62
2.1.4 Las virtudes del científico ................................................................................ 66

2.2 Las implicaciones de la ética y la tecnología. La ética y los valores humanos en el


desarrollo tecnocientífico ............................................................................................. 67
Referencias ................................................................................................................. 73

Unidad 3 Consideraciones éticas en el ejercicio profesional ................................ 74

3.1 Ética y deontología ............................................................................................... 74

3.1.1 El concepto de deontología en general ........................................................... 74


3.1.2 Definición de deontología profesional .............................................................. 77
3.1.3 Características y principios de la ética deontológica........................................ 77
Antología Ética

3.2 Similitudes y diferencias entre la ética y deontología ............................................. 81


3.3 La ética y la deontología en la toma de decisiones ................................................ 83
3.4 Los códigos de ética profesional ........................................................................... 84

3.4.1 Alcances éticos, deontológicos y legales de un código profesional ................. 85

Referencias ................................................................................................................. 87

Unidad 4. La ética y la responsabilidad social en las instituciones y


organizaciones, consideraciones éticas en el ejercicio profesional ..................... 89

4.1 La ética en las instituciones y organizaciones ....................................................... 89

4.1.1 Principios y valores éticos en las instituciones y organizaciones ..................... 95

4.2 La Responsabilidad Social de las instituciones y organizaciones .......................... 96

4.2.1 La Responsabilidad Social Corporativa ........................................................... 98


4.2.2 Los derechos humanos en las instituciones y organizaciones ....................... 101
4.2.3 La responsabilidad social ambiental .............................................................. 109

Referencias: .............................................................................................................. 123


Antología Ética|1

Unidad 1 Marco general de la ética

Objetivo:

Conocer y reflexionar el significado de los conceptos éticos fundamentales con el

fin de orientar su aplicación en la resolución de problemas en diversos ámbitos y contextos,

generando un compromiso ético y social con el entorno.

1.1 Sobre la distinción entre ética y moral1

La palabra “ética” proviene de la lengua griega y puede tener dos distintas

etimologías que son complementarias. Una primera etimología nos dice que proviene de

ἔθοσ que significa “hábito”, “costumbre” o “estar acostumbrado”, como cuando Aristóteles

afirma en la Ética nicomáquea: “Algunos creen que los hombres llegan a ser buenos por

naturaleza, otros por el hábito”, en donde ‘hábito’ se opone a ‘naturaleza’ (φύσει). En el libro

II de esa misma Ética, Aristóteles afirma: “la ética [...] procede de la costumbre, como lo

indica el nombre que varía ligeramente del de ‘costumbre’”.

Según esta etimología, el término “ética” compartiría sus raíces con el término

“etología”, del griego ἔθοσ (costumbre) y λóγος (razonamiento, estudio o ciencia). La

etología estudia el comportamiento de los animales, sus hábitos y sus costumbres en el

medio ambiente o en el lugar que se encuentren. Curiosamente, la palabra griega êthos

(ἦθος) -que es la otra posible raíz del término- también significa ‘lugar acostumbrado’,

1 Esta subunidad se extrae de Ortiz (2016) [Nota del editor].


Antología Ética|2

‘morada’, ‘refugio’ o ‘guarida’, como, por ejemplo, en la novela de Homero al referirse al

hábitat de los caballos, o en Heródoto, quien se refiere a la morada de los leones2.

Una segunda etimología del término “ética” lo haría provenir de êthos (ἦθος) que

significa ‘carácter’ y que Aristóteles vincula con ἔθοσ, ‘hábito o costumbre’. La vinculación

de estos dos términos es clara dentro de la ética aristotélica: el carácter se forma a través

del hábito o la costumbre; por ejemplo, es a través de la repetición de acciones virtuosas

que éstas se vuelven un hábito y se forma el carácter virtuoso (ἀρετή). Platón, en su tratado

filosófico “Las leyes”, también afirma que “toda disposición de carácter procede de la

costumbre”; esto muestra la vinculación que tenían los dos términos. ἠθικ-όσ, entonces,

significaría ‘mostrar carácter’ y se usaba para describir las disposiciones, valores, creencias

o ideales peculiares a una persona o a un grupo de personas. Sin embargo, ἦθος también

se usa en el sentido de ‘costumbre’, como cuando Heródoto habla de que los egipcios les

enseñaron a los etíopes sus costumbres, refiriéndose a sus usos, maneras y costumbres.

Muy probablemente la palabra ‘ética’ hubiera pasado con similares significados al

latín de no ser por Cicerón. Cicerón propone un neologismo, el término ‘moral’, para llamar

así a la disciplina filosófica que estudia las costumbres y que los griegos llamaban ‘ética’.

No se trataba de un mero capricho: la filosofía romana derivaba casi exclusivamente de la

griega y los filósofos romanos no tenían a su disposición un vocabulario filosófico

comparable con el que había evolucionado en Grecia a lo largo de muchos siglos. Había

que traducir los términos griegos o acuñar nuevos. Cicerón optó por esta segunda opción y

fue seguido por Séneca, quien afirma en sus epístolas: “Muy numerosos y grandes autores

han dicho que hay tres partes de la filosofía, la moral, la natural, y la racional”. Quintiliano

2Éste es el significado arcaico del término ἦθος, que luego también se usaría para referirse a la morada o a la
habitación de los seres humanos.
Antología Ética|3

también lo sigue cuando afirma: “Esa parte de la filosofía moral es la ἠθική”. Aunque, a

partir de lo que afirma Quintiliano uno inferiría que la ética es sólo una parte de la filosofía

moral y que éstas no tendrían la misma extensión.

En todo caso, Cicerón, Séneca y Quintiliano, entre otros, optan por llamar ‘moral’

aquello que los griegos llamaban ‘ética’, pero en el sentido de la disciplina filosófica que

estudia las costumbres, que es un sentido que ya se había establecido entre los griegos,

como lo prueba el que Aristóteles hablara de una ‘teoría ética’ y en otros pasajes se refiere

a sus escritos como ‘los tratados éticos’, que son los que se refieren al estudio filosófico de

las costumbres y del carácter3. En un primer sentido, entonces, ética y moral vendrían a ser

sinónimos, dado que ambas se refieren al estudio de las costumbres.

Ahora, la palabra ‘moral’ proviene del latín mos, mōris, que es de etimología dudosa,

pero quizá provenga de la raíz ma, ‘medida’ y que sería propiamente una regla de vida que

mide o guía; de ahí proviene ‘manera’, en el sentido de costumbre, modo, uso o práctica.

De esa raíz proviene el término mōrālis, que se refiere a los ‘modales’. Pero también de ahí

proviene el adverbio mōrālĭter, que quiere decir ‘característicamente’ o ‘de modo

característico’. Cicerón usa el término en el sentido de ‘uso’, como cuando afirma que algo

va ‘contra los usos civiles’; sin embargo, también lo usa como ‘costumbre’: “es la costumbre

de muchas de las mismas cosas que ellos no quieren sobresalir”. Sin embargo, hay un uso

en el mismo Cicerón que podría interpretarse como ‘carácter’: “es de tan temperadas y

moderadas costumbres que la suma severidad se conjuga con la suma humanidad”.

Encontramos un uso similar en Juvenal, quien afirma “es como su padre en carácter”. De

modo que se podría entender que, al igual que sucedía con el griego, las disposiciones de

carácter estaban determinadas por la costumbre.

3 Los títulos de las Éticas, por cierto, no se los dio Aristóteles, sino Andrónico de Rodas en el siglo I D.C.
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En resumen, conjuntando las dos posibles etimologías de “ética”, esta querría decir

‘carácter’, ‘morada’ o ‘costumbre’. Por otro lado, “moral” significaría ‘costumbre’, pero

también habría un sentido en el que significaría ‘carácter’. En otras palabras,

etimológicamente los dos términos no difieren mucho uno del otro, tienen significados muy

semejantes. No parece haber habido un sentido diferenciado de estos en el mundo clásico

(de hecho, los griegos poseían sólo el término “ética”), ni es claro que, cuando Cicerón

introduce el término moral “para que se enriquezca la lengua latina”, haya pensado en

usarlo con un significado radicalmente diferente que el que tenía “ética”, entendida como el

estudio de las costumbres.

Finalmente, y más importante tal vez, el origen etimológico de una palabra no tiene

por qué fijar su significado. Muchas palabras tienen actualmente significados diferentes o

incluso opuestos a los que tenían las palabras de las que provienen etimológicamente y

eso no quiere decir que tendríamos que modificar el significado actual para hacerlo coincidir

con su origen.

1.1.1 La ética como filosofía

Hay algo relevante en el uso que da Cicerón a los términos “ética” y “moral”: él

propone el segundo para aplicarlo a “esa parte de la filosofía [que se refiere a] ‘el estudio

de las costumbres’”, a la que los griegos se referían como “ética”; es decir, entiende “moral”

como sinónimo de “ética”, o sea, de la disciplina filosófica encargada del estudio de las

costumbres en un sentido amplio. Sin embargo, contra la intención de Cicerón, prevaleció

el término griego “ética” para referirse a la disciplina filosófica, mientras que el término

“moral” tiene que añadirse a la palabra “filosofía”, es decir, “filosofía moral”, para que tenga

el mismo sentido que hoy en día entendemos como sinónimo de “ética”, la disciplina
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filosófica. Tal vez de esta prevalencia derivó en una distinción entre nuestros dos términos:

mientras que “ética” suele referirse a la disciplina filosófica que estudia las costumbres,

“moral” pasó a referirse al objeto de estudio de la ética, más que al estudio mismo, es decir,

pasó a usarse más con respecto a las costumbres y a las reglas y valores que las rigen.

Sin embargo, cuando los filósofos u otros, de manera cotidiana, trazan la distinción

entre ética y moral, no siempre están pensando en la primera como en una disciplina

filosófica. Por ejemplo, cuando se dice que A actuó de X manera “por razones éticas y

morales”, no tiene mucho sentido afirmar que A tenía, independientemente de sus razones

morales, razones filosóficas adicionales, o cuando se afirma que si la ética y la moral entran

en conflicto, la primera debe prevalecer sobre la segunda, tampoco tiene sentido decir que

una disciplina filosófica, o consideraciones basadas en ella, deben tener prioridad sobre

nuestras prácticas morales, a menos que se esté pensando en que nuestras acciones

basadas en la reflexión filosófica de algún modo nos llevarán a comportarnos del mejor

modo posible y éstas siempre serán superiores a nuestras prácticas morales pre teóricas.

No obstante, esto es cuestionable por varias razones. En primer lugar, porque, si le

hacemos caso a Bernard Williams (1985), las teorías filosóficas tienen un mal entendimiento

de nuestras vidas éticas, por eso, afirma, “estaríamos mejor sin ellas”. Muchos errores

filosóficos se tejen en la moral: entiende mal las obligaciones, al no ver que forman sólo un

tipo de consideración ética; entiende mal la necesidad práctica, al pensar que es peculiar

de la ética; entiende mal la necesidad práctica ética, al pensar que es peculiar de las

obligaciones. Más allá de todo esto, la moral hace que la gente piense que, sin su muy

especial obligación, sólo hay inclinación; que, sin su absoluta voluntariedad, sólo existe la

fuerza; que, sin su justicia, en última instancia pura, no hay justicia. Sus errores filosóficos

son sólo las expresiones más abstractas de una mala concepción de la vida profundamente

arraigada y todavía poderosa.


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Las teorías filosóficas de la moralidad, para Williams, sobredimensionan el lugar que

tienen las obligaciones dentro de nuestras vidas morales: están centradas en ese concepto

y piensan que otros conceptos morales son secundarios o simplemente no los consideran;

piensan que no hay más necesidad práctica que la que deriva de las obligaciones. Piensan

además que las obligaciones morales no pueden entrar en conflicto unas con otras, de

modo que estas teorías terminan negando que existan genuinos dilemas morales, es decir,

que haya conflictos de valores reales. Teorías que llegan a este tipo de conclusiones no

pueden realmente dar cuenta de nuestras vidas morales, diría Williams, por eso es que no

podríamos decir que la conducta que se basa en estas teorías va a tener mayor valor que,

o debería imponerse a nuestra conducta pre teórica que no se basa en teorías filosóficas.

De hecho, afirma, deberíamos rechazar esas teorías.

Curiosamente, Williams llama a la imagen que nos proponen las teorías filosóficas

“el sistema de la moralidad” o en ocasiones, simplemente la “moralidad”, y nos invita a

rechazarla en nombre de la “ética”. Sin embargo, para Williams, “moralidad” es equivalente

a teoría ética (entiéndase teoría ética normativa, centrada en los conceptos de obligación,

deber, lo correcto, lo bueno, etc.). Su rechazo de la moralidad debe entenderse, entonces,

como un rechazo de las teorías filosóficas y una afirmación de una postura antiteórica; dicho

rechazo se basa en los errores que conllevan las teorías filosóficas. La ética, en cambio, no

es la creación de los filósofos, sino producto de la decisión del individuo de adoptar ciertos

principios o modos de vida.

Tal vez como parte de la misma razón, supuestamente las teorías filosóficas tratan

de garantizar formas de comportamiento superiores a las de nuestra moral pre teórica

(también podríamos llamarla nuestra moral de sentido común o cotidiana), pero en

ocasiones chocan con nuestra moral de sentido común de un modo que resulta inaceptable

para ésta última y no es claro que las teorías filosóficas deban prevalecer siempre sobre la
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moralidad cotidiana e incluso puede haber razones para cuestionarlas o rechazarlas en

esos aspectos. Por ejemplo, las teorías filosóficas con frecuencia adoptan un principio de

imparcialidad que suele ignorar el peso de las relaciones personales, como la amistad o el

parentesco, cosa que nos resulta chocante desde el punto de vista de la moral cotidiana,

en la que no estamos dispuestos a darle el mismo peso moral a un hijo que a un completo

desconocido con tal de ser imparciales.

En segundo lugar, es cierto que la filosofía moral puede darnos herramientas que

nos ayuden a guiar nuestras acciones, pero esto tampoco garantiza que el filósofo, en tanto

filósofo, siempre nos ofrezca soluciones mejores y definitivas a los problemas morales

prácticos. Como nos advierte Mark Platts (1999), para que tal idea sea mínimamente

verosímil, habría que suponer que “la moralidad es una manifestación sólo de la

racionalidad, es decir, que la racionalidad es una condición necesaria y suficiente para la

moralidad correcta; y que, para cualquiera que desee aumentar su racionalidad, la mejor

forma de hacerlo es mediante el estudio filosófico” Platts. Habría muchas razones para

cuestionar ambas ideas, porque, por un lado, la moralidad es una manifestación de muchas

otras cosas además de la racionalidad (emociones, costumbres, prejuicios, etc.), que

también nos llevan a tomar decisiones morales y, en ocasiones, a tomar mejores decisiones

que las que tomaríamos si decidiéramos de un modo completamente racional.

En otras palabras, la moralidad no se reduce a la racionalidad; por otro lado,

cualquiera que estudie filosofía debería saber que ésta no es garantía de aumento de

racionalidad. A fin de cuentas, como bien dice Platts, la idea de que el filósofo, en tanto

filósofo, nos va a dar soluciones definitivas a nuestros problemas morales prácticos es una

idea que debemos descartar. En todo caso, si el filósofo nos puede ayudar en la resolución

de problemas morales prácticos es más probable que lo haga a través de la utilización del

entrenamiento que tiene en el desarrollo de capacidades de análisis -por ejemplo, de


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análisis conceptual y argumental- y de crítica. Es decir, la filosofía nos puede ayudar, pero

no es garantía de moralidad correcta. En esto, según creo, coincidiría Aristóteles, porque si

bien para él hay un estudio sobre los asuntos humanos, piensa que ese estudio es distinto

de la capacidad de deliberar sobre los asuntos prácticos, que es en lo que consiste la

phrónesis.

En tercer lugar, hay razones empíricas para cuestionar que la filosofía moral

garantizaría de algún modo un comportamiento superior a nuestra conducta moral pre

teórica. En una serie de artículos recientes, Eric Schwitzgebel ha argumentado que los

filósofos morales profesionales no son gente moralmente mejor que los no filósofos,

cometen actos moralmente reprobables tanto o más que el resto de la gente. Así, aunque

la gente haga la distinción entre razones éticas y morales, no es claro que esté pensando

en que las primeras sean las razones que nos da una disciplina filosófica, mientras que las

segundas provengan, digamos, de las costumbres establecidas pre teóricas. Creo que se

refieren a otra cosa –como espero que quede claro a continuación– y que no están

pensando que las razones éticas son las que nos da la filosofía moral. Dejemos de lado,

entonces, la acepción de “ética” como disciplina filosófica.

1.1.2 El uso basado en la tradición teórica: Strawson y Hegel

Se ha mencionado antes que se suele tomar la distinción entre “ética” y “moral” como

equivalente a una distinción entre un orden moral interior (el de los ideales individuales de

vida) y un orden moral exterior (una norma impuesta socialmente), respectivamente.

Muchos filósofos han procedido de este modo, pero en realidad no hay una tradición

filosófica que nos imponga una definición particular sobre otras. Quiero analizar aquí un par
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de ejemplos: el primero de ellos suscribe una distinción como la que he mencionado, el otro,

una radicalmente opuesta.

P. F. Strawson (1995) en su clásico artículo “Moralidad social e ideal individual”,

distingue entre “moral”, que es la esfera de observancia de reglas que posibilitan la

existencia de una sociedad, y “ética”, que se refiere a la esfera de los ideales individuales

de vida. La región de lo ético es la región en donde hay verdades sin que haya verdad; o,

en otras palabras, que la exigencia de ver la vida como algo estable y como un todo es

absurda pues ninguna de ambas cosas puede hacerse. La región de lo ético, entonces, es

una región de diversas imágenes o cuadros ideales de una vida humana, o de la vida

humana, imágenes ciertamente incompatibles entre sí y puede que recíprocamente

contrapuestas en la práctica. La esfera de la moral, en cambio, es la esfera de la

observancia de las reglas de modo tal que la existencia de algún conjunto semejante de

reglas es una condición de la existencia de una sociedad. Esta es una interpretación mínima

de la moralidad. Representa lo que podría denominarse literalmente un tipo de conveniencia

pública: de primera importancia en tanto que condición de todo lo que importa, pero sólo

como condición de ello, no como algo que importe por sí mismo.

Para Strawson, la región de lo ético es la región donde conviven diversos ideales

individuales de vida que suelen ser incompatibles entre sí; es la región donde conviven las

distintas perspectivas que los individuos tienen de la vida, sus distintas “verdades”, sin que

haya una sola verdad única y válida para todos. La región de lo moral, por el contrario, es

el marco básico, constituido por reglas, que posibilita una vida social cooperativa y

mutuamente benéfica, y que posibilita a su vez los ideales individuales de vida. La moral es

la condición de posibilidad de cualquier sociedad, la moral nos da las reglas sobre las que

basamos nuestras acciones y que sustentan las demandas socialmente sancionadas que

una persona puede dirigir con autoridad a otra; es un sistema de exigencias recíprocas
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reconocidas “que nos hacemos unos a otros como miembros de comunidades humanas, o

como términos de relaciones humanas, muchas de las cuales apenas si podrían existir o

tener el carácter que tienen a no ser por la existencia de tales sistemas de exigencia

recíproca” (Strawson,1995, p. 90). Strawson acepta que dentro de una sola sociedad,

puede haber una variedad indefinida de sociedades con reglas morales específicas a ellas

(como pueden ser las asociaciones profesionales o algunos clubes, entre otros), todas con

el carácter de moralidades sociales.

En su muy rico ensayo, Strawson aborda otras cuestiones, como las variadas

relaciones que puede haber entre estos dos ámbitos o el interés que puede tener el

individuo en la moralidad, entre otras. Sin embargo, simplemente quiero rescatar la

contraposición que hace entre dos esferas de la vida humana, la ética y la moral, para

subrayar el vínculo que hace, por un lado, entre la primera y los ideales individuales de vida

-aunque no necesariamente aquí con algún ideal de conciencia autónoma y auténtica- y

entre la moralidad y las reglas que posibilitan la vida social, por el otro.

Me interesa aquí contrastar el modo en que Strawson usa los términos de modo

opuesto. Es perfectamente posible que se estipule el uso de los términos en un sentido

contrario: que lo ético refiera a lo colectivo, mientras que lo moral remita al plano individual.

Así procede Hegel, quien hace la distinción utilizando los términos alemanes sittlichkeit y

moralität. Sittlichkeit se ha traducido de diversos modos, como “eticidad”, “vida ética”,

“mundo ético”, “ética objetiva” o “ética concreta” y proviene de sitten, “costumbre”. Sitten no

es nunca una costumbre individual y deliberadamente escogida, como cuando decimos que

una determinada práctica “es mi costumbre”. Hegel lo utiliza para referirse al aspecto

propiamente comunitario en el que descansan las costumbres y que está regido por normas

y prácticas sociales, pero que al mismo tiempo posibilita la moralidad individual,

coincidiendo en esto con Strawson.


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Por otro lado, “moralidad” se refiere al ámbito de la conciencia y la acción individual

(“moralidad individual”, “moralidad de la conciencia”). Como sucede en ocasiones con

Hegel, los pasajes relevantes son relativamente oscuros y por eso tal vez sea mejor recurrir

al resumen que hace Charles Taylor de la concepción hegeliana de estos dos términos:

La sittlichkeit se refiere a las obligaciones morales que yo tengo hacia una

comunidad viva de la que formo parte; estas obligaciones se basan en normas y usos

establecidos y, por ello, la raíz etimológica de sitten es importante para el empleo que le da

Hegel. La característica decisiva de la sittlichkeit es que nos ordena producir lo que ya es;

esta es una manera paradójica de plantearlo, pero en realidad la vida común que es la base

de mi obligación sittlich ya está en existencia, y en virtud de que es un asunto vivo tengo

estas obligaciones y mi cumplimiento de estas obligaciones es lo que la sostiene y la

mantiene viva. Por tanto, en la sittlichkeit no hay brecha entre lo que debe ser y lo que es,

entre sollen y sein.

De moralität puede decirse lo contrario. Tenemos aquí una obligación de realizar

algo que no existe; lo que debe ser contrasta con lo que es y, conectada con esto, la

obligación me es impuesta, no en virtud de ser parte de una más grande vida comunitaria,

sino como voluntad racional individual. Para Hegel, la moralität se identifica con la

obligación moral como la entendía Kant, es decir, como aquella que se impone el individuo

a sí mismo, como parte de una comunidad de individuos racionales. Para Hegel, la

moralidad kantiana es una ética del individuo desprovista de todo contenido; ese contenido

sólo se encuentra en una sittlichkeit, es decir, en las costumbres vivas de la comunidad de

la que el individuo forma parte.

Si en otras estipulaciones es la ética -entendida en un sentido de autodeterminación

individual- la que debe prevalecer sobre la moralidad -entendida como el conjunto de

obligaciones que nos impone la sociedad-, en Hegel los sentidos se invierten: es la eticidad
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-entendida como el mundo comunitario con obligaciones que se basan en costumbres

establecidas- la que prevalece sobre la moralidad -entendida como moral interior e

individual-. La moralidad individual sólo alcanza su plena realización en el mundo

comunitario de la sittlichkeit; la vida colectiva de la polis es donde se encuentra el significado

y la esencia de la vida individual. Curiosamente, tanto Hegel como otros contemporáneos

suyos, como Schiller y Herder, veían en la polis griega la manifestación más clara de una

unidad armónica que le daba sentido a las vidas individuales y sin la cual, éstas carecían

de sentido.

Al contraponer las concepciones de Strawson y de Hegel, he querido simplemente

poner de manifiesto cómo se pueden estipular usos diferentes de los términos “ética” y

“moral”. Ahora, no me parece que Strawson, al hacer la distinción, tenga en mente que una

de las dos esferas tenga, o deba tener, prioridad sobre la otra en caso de conflicto; esto no

es así en el caso de Hegel. Aunque moralidad y eticidad son dos momentos de expresión

del espíritu, Hegel pensaba que la sociedad, vista como la encarnación de categorías del

espíritu que evolucionan, debería tener primacía en la evaluación del significado de los

asuntos humanos. Esto le valió a Hegel la crítica de Kierkegaard, quien pensaba que en la

filosofía hegeliana el papel del individuo quedaba disminuido y era reducido al de

simplemente darle una expresión particular a la eticidad de su época o de su sociedad.

Frente a esta postura, Kierkegaard y la filosofía existencialista posterior, va a reafirmar el

valor del individuo para la moral y va a contraponerlo a los dictados morales de la sociedad;

por eso es que Kierkegaard condena a Hegel en estos términos:

La ética ha sido desplazada del Sistema [hegeliano] y, como sustituto de ella, se ha

incluido algo que confunde lo histórico con lo individual, las demandas desconcertantes y

ruidosas de la época con la eterna demanda que la conciencia hace sobre el individuo. La

ética se concentra en el individuo y eternamente es la tarea de cada individuo convertirse


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en un hombre entero. Creo que es en esta postura individualista del existencialismo donde

hallamos la fuente de una de las distinciones entre “ética” y “moral” que encontramos

actualmente, y que es muy comúnmente aceptada, según la cual “ética” sería equivalente

a un ideal individual de vida autogobernada, donde el individuo actúa según los dictados de

su propia conciencia y su meta es convertirse en un ser “auténtico”, autorrealizado. Por su

parte, la “moral” haría referencia al sistema de normas impuestas por la sociedad, pero que

podría conducir a una postura, digámoslo así, de avasallamiento hegeliano del individuo.

1.1.3 La vida ética como autonomía y autenticidad

Quiero centrarme ahora justamente en la distinción entre “ética” y “moral” en

términos que identifican al primero con el ideal individual de vida autogobernada, mientras

que, al segundo, con la observancia de un sistema de normas socialmente impuestas.

Como he observado antes, ésta es una distinción que no encontramos en el mundo antiguo

y que puede resultar en una lectura anacrónica de ciertas actitudes de personajes de ese

periodo. Con estos significados, se trata de una distinción propiamente moderna, en la que

la figura del individuo tiene cada vez mayor peso sobre la figura de la comunidad; más

precisamente, fuera de Hegel, no creo que encontremos en la historia de la filosofía

moderna o contemporánea filósofos que hagan la distinción entre “ética” y “moral”, sino

hasta bien entrado el siglo XX. Los filósofos que quiero examinar a continuación no hacen

la distinción, pero son quienes de algún modo dan pie a una manera de distinguir entre

nuestros dos términos.

Habría por lo menos dos modos de entender la idea según la cual el comportamiento

ético, a diferencia de la moral, es producto de la conciencia individual independiente de los

mandatos impuestos por la sociedad. La primera lectura pondría énfasis en el concepto de


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autonomía; la segunda lectura, en el de autenticidad. Ambos son conceptos con

connotaciones claramente individualistas y, aunque estos dos conceptos pueden estar

relacionados de algún modo, son conceptos diferentes y tienen cargas teóricas muy

distintas.

La idea de autonomía personal está basada en el supuesto de que el individuo tiene

la capacidad de vivir su propia vida según las razones y los motivos que toma como propios

y que no son producto de fuerzas externas fuera de su control. Steven Lukes (1975) afirma

que “un individuo es autónomo (en el plano social) en la medida en que, enfrentado a

determinadas presiones y normas, las someta a una evaluación consciente y crítica,

formándose intenciones y alcanzando decisiones prácticas, como resultado de su reflexión

independiente y racional”.

La autonomía individual así entendida comprende la autonomía moral, es decir, la

capacidad que tenemos de darnos a nosotros mismos los valores y principios con los que

decidimos guiar nuestras vidas morales. Se es autónomo cuando, enfrentado a

determinadas presiones y normas morales, el individuo las somete a evaluación crítica y

forma sus propias decisiones prácticas, como resultado de un ejercicio deliberativo. Por el

contrario, un agente deja de ser autónomo cuando ya no es él mismo quien decide cómo

dirigir su vida, sino que son agentes o causas fuera de su control las que la guían, por

ejemplo, cuando los mandatos de la sociedad o la moral imperante son los que la guían.

Según la distinción que he analizado antes, la conducta ética sería sinónimo de conducta

autónoma.

El concepto de ética como autonomía, ha sido utilizado por muchos para manifestar

una creciente preocupación de que los seres humanos se conviertan en “borregos

laboriosos” o en siervos de una moral dominante a la que deben obedecer sumisa y

acríticamente y, por eso, según John Stuart Mill, “en estos tiempos, una simple actitud
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inconformista o una mera negativa a doblegarse ante la costumbre es, en sí misma, útil”.

Esta actitud de autonomía frente a la esfera de lo social y que muchos querrán llamar “ética”,

ha sido enarbolada por liberales, anarquistas, neomarxistas o incluso nietzscheanos para

rechazar diversas formas de uniformización, enajenamiento, represión, deshumanización,

unidimensionalización o manipulación, prevalecientes en las modernas sociedades

industriales o postindustriales contemporáneas y que muchas veces se identifican con las

reglas que nos impone la moralidad social. Sin embargo, según argumentaré un poco más

adelante, si lo que se busca es contraponer estas dos esferas -la ética y la moral- para

luego dar prioridad a una sobre la otra (en este caso, la ética sobre la moral, la individual

sobre la colectiva), entonces el mero concepto de autonomía no nos da las bases

suficientes para justificar esa prioridad.

Más que con el concepto de autonomía, es posible que el concepto de acción ética,

bajo la estipulación que estamos analizando, tenga una mayor vinculación con el concepto

de autenticidad, tal como lo encontramos en las filosofías existencialistas de Kierkegaard,

Heidegger y Sartre principalmente, aunque cabe recalcar que ninguno de ellos distingue

explícitamente entre ética y moral. Si bien el concepto de autenticidad está relacionado con

las ideas de autonomía, sinceridad y autorrealización, es distinto de ellas. La autenticidad

puede explicarse de algún modo como ser fiel a uno mismo, así como aquello que es más

particular y único de cada ser humano. Heidegger usa el término eigentlich, en el que eigen

significa “propio” o “peculiar”, por eso tal vez podría traducirse mejor como “propiedad”, y

uneigenlich como “impropiedad”; no obstante, le debemos a Sartre la popularización del

término “autenticidad” para describir el mismo fenómeno. Lo que es auténtico es lo que es

más propio o peculiar a mí, lo que tiene que ver con la estructura a partir de la primera

persona que tiene la existencia, tiene que ver con lo que distingue la relación del yo consigo

mismo de la relación con los otros.


A n t o l o g í a É t i c a | 16

Sobre el concepto de autenticidad en Heidegger, Taylor Carman dice: Heidegger

insiste en que toda la conducta humana participa de normas y prácticas sociales anónimas,

que él designa con el pronombre impersonal nominalizado, “el Uno” (Das Man), como en

“uno no hace tales cosas”. Incluso la existencia más auténtica por lo tanto presupone algún

trasfondo social normativo, mientras que lo que caracteriza los modos indiferenciados e

inauténticos es su rutina y su conformidad desensibilizada al entendimiento promedio que

prevalece en la sociedad.

Heidegger hace una distinción entre modos auténticos e inauténticos (o propios e

impropios) de ser. De manera general, el modo inauténtico tiene que ver con aceptar el rol

que uno tiene en la sociedad, estar completamente integrado y conforme con las prácticas

sociales anónimas; apelar a las normas morales institucionalizadas o socialmente

aceptadas conlleva el riesgo de ser víctimas de la inautenticidad, o de eso que Sartre

llamaría “mala fe”. Cuando se vive en la inautenticidad o en la impropiedad, la

responsabilidad le es enajenada al individuo y el Das Man lo dota de las garantías

existenciales para que no pueda apropiarse de sí mismo. Estar contento con esto es vivir

de modo inauténtico o impropio. La existencia auténtica o propia, por otro lado, consiste en

buscar la realización de las propias posibilidades como un individuo solo y como si uno

estuviera aislado y en independencia; también es tomar plena responsabilidad para

cualquier cosa que se hace, consiste en tomar mis compromisos personales como

irreductiblemente propios, a pesar de que puedan entrar en conflicto o ser irreconciliables

con las normas morales socialmente aceptadas que se aplican a todos, yo incluido.

Heidegger sostiene que usa el término eigenlich en un sentido descriptivo, como una

descripción fenomenológica; sin embargo, hay un sentido claramente evaluativo en que lo

usa, que se revela desde la misma elección de los términos, y ese carácter evaluativo de la

distinción es algo que Sartre vio muy claramente: ser eigenlich es manifiestamente algo
A n t o l o g í a É t i c a | 17

bueno y deseable. Bajo este sentido podríamos decir que las decisiones libres y resueltas

de individuos auténticos constituyen la autoridad moral más alta, no las normas morales

impuestas por la colectividad. Así, Heidegger es fiel al espíritu individualista del

existencialismo. El sentido evaluativo del concepto de autenticidad (authenticité) es todavía

más claro en Sartre (1982), para quien uno de los objetivos de la filosofía existencialista es

precisamente ayudar al ser humano a alcanzar la autenticidad: “el primer paso del

existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es y asentar sobre él la

responsabilidad total de su existencia”, es decir, es ayudarlo (aunque suene redundante) a

apropiarse de lo que le es propio, ayudarlo a ser auténtico. En el texto “El ser y la nada”, al

exponer el concepto heideggeriano de autenticidad, afirma: “la autenticidad y la

individualidad han de ganarse”, e implica que el existencialismo es el medio para ayudar al

ser humano a ganarlas y a evitar la mala fe. El proyecto existencialista es que uno llegue a

convertirse en un individuo.

Aunque ni Kierkegaard ni Heidegger ni Sartre hacen una distinción entre los

términos “ética” y “moral”, me parece que los usan de manera indistinta. Lo que está en el

trasfondo de la distinción que comúnmente se acepta entre “ética” y “moral” son conceptos

como autenticidad o autonomía, con sus connotaciones individualistas, en que se

contrapone la postura individual frente a un sistema de normas socialmente establecidas.

Sin embargo, el problema principal con los conceptos de autonomía individual (de nuevo,

no en su sentido kantiano) y de autenticidad o propiedad es que, si lo que se busca es

contraponer la esfera de la autonomía/autenticidad individual con la de conformidad con las

normas morales que la sociedad nos impone, para luego darle prioridad a la primera sobre

la segunda, no hay nada en los meros conceptos de autonomía o de autenticidad que

justifique esa prioridad.


A n t o l o g í a É t i c a | 18

Ambos conceptos pueden tener gran valor, pero no hay nada en ellos, por sí solos,

que justifique su prioridad sobre la conformidad con las normas socialmente establecidas.

Por más valiosa que sea una actitud inconformista y crítica (o incluso rebelde), la actitud de

alguien que decide por sí mismo cómo vivir su propia vida y a qué normas atenerse, no

garantiza que estas normas, por más auténticas o propias que sean, sean moral o

éticamente correctas o superiores a la obediencia a las normas socialmente aceptadas.

Alguien podría, por ejemplo, tomar una distancia crítica frente a la “moral del rebaño” y

luego adoptar, a través de un proceso reflexivo y de autonomía individual, valores, digamos,

como el egoísmo, la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, el trato inequitativo y parcial, etc.

Asimismo, alguien podría abrazar los ideales, por ejemplo, del neonazismo y del

antisemitismo como una manifestación de una existencia auténtica y propia. ¿Tendrían

éstos mayor valor simplemente por haber arribado a ellos de un modo autónomo o

auténtico? el problema radica en que, despojadas de una teoría normativa -como la que

muchas de estas teorías nos invitan a rechazar- o de un cierto sistema de valores

previamente aceptados, que provea la justificación de por qué ciertos valores son

superiores a otros, la autonomía o la autenticidad por sí mismas, no tienen mayor valor

moral que la conformidad a un sistema establecido de normas morales. Del mismo modo,

la distinción entre la ética y la moral, por sí misma, es decir, si no cuenta con sustento

normativo independiente, no tiene modo de justificar el mayor peso relativo de una esfera

sobre la otra. Si esto es así, se pierde buena parte del sentido de la estipulación de estos

términos, que es mostrar la mayor importancia de una esfera sobre la otra. Entonces no es

claro por qué deberíamos distinguir entre “ética” y “moral” en el sentido que hemos venido

discutiendo, y luego afirmar que hay que ser éticos, aunque seamos inmorales.

Simone de Beauvoir enfrentó una objeción como la que ahora hago sobre el neonazi

“auténtico” diciendo que la exigencia de la libertad individual es que ésta trate de


A n t o l o g í a É t i c a | 19

prolongarse a través de la libertad de los otros, en lo que ella llamaba un “porvenir abierto”;

según esto, mi libertad aumenta cuando trato de expandir la libertad de los otros. El neonazi

no cumpliría con esta condición, de modo que no podría existir la figura de un neonazi

“auténtico”; esto elabora el punto de vista de Sartre de que, al escoger, uno escoja la libertad

de los otros y trate de maximizar su libertad, porque con ello se aumenta la propia libertad.

Sería inauténtico dejar que los otros vivan en opresión o que vivan existencias inauténticas,

esta sería una respuesta a la cuestión de que uno podría adoptar cualquier actitud individual

simplemente cuando fuera adoptada de modo auténtico. También nos explicaría por qué la

actitud individual de autenticidad tendría primacía sobre el plano de la moralidad social con

sus normas y obligaciones. No obstante, esto dota a la teoría existencialista de un contenido

normativo del que parece carecer a primera vista, tal vez mucho más contenido del que los

propios existencialistas estarían dispuestos a aceptar, con su rechazo a la idea de que la

filosofía moral provea recetas. Sin embargo, ese contenido normativo viene en la forma de

universalización: todo agente racional debe buscar su propia libertad y autenticidad, pero el

criterio de corrección moral que guíe sus acciones es que, al buscar su propia autenticidad,

escoja aquel curso de acción que maximice la libertad y la autenticidad de los otros. Pero

esto, como mucho se ha señalado, suena sospechosamente kantiano porque, por un lado,

parece proveer a la moral de un principio universal de acción y, por otro, entra en conflicto

con la idea según la cual el individuo, de un modo completamente libre, determina su curso

de acción de modo independiente a las normas morales de la comunidad, así sea una

comunidad ideal de individuos autónomos o auténticos.

Creo entonces que la distinción individuo/sociedad -ética/moralidad-, si no viene

acompañada de una justificación normativa más amplia no tiene modo de explicarnos por

qué una de las esferas debe tener un mayor peso relativo a la otra, con lo cual se pierde el

sentido que muchos quieren darle a la distinción. Por otro lado, si se le dota de mayor
A n t o l o g í a É t i c a | 20

contenido normativo, entonces la esfera de la acción ética parece colapsar en la de las

normas morales sociales o en la de una ética normativa. Esto es lo que he tratado de

argumentar a partir de los conceptos de autenticidad y autonomía, en particular a partir del

ejemplo del existencialismo, que tradicionalmente tendió a privilegiar el punto de vista del

individuo frente al de la moralidad socialmente establecida, cuyos mandatos podían

conducirnos a la mala fe.

En conclusión, he tratado de argumentar que ni la etimología ni alguna tradición

filosófica nos imponen una determinada manera de entender los términos “ética” y “moral”.

Se trata de una distinción estipulativa que ha cambiado según la han usado los filósofos,

mayormente los filósofos contemporáneos. Asimismo, he argumentado que usualmente se

ha visto la distinción entre estos términos de modo paralelo a la distinción entre individuo y

sociedad; no obstante, por un lado, si contamos con estos últimos términos, así como con

términos como “autonomía”, “autenticidad”, etc., ¿por qué utilizar entonces los términos

“ética” y “moral” que tienen otras connotaciones y que resultan ambiguas, cuando queremos

referirnos a la distinción entre individuo y sociedad? Hacerlo simplemente duplica una

distinción ya existente e introduce ambigüedad.

Por otro lado, a menos que estos términos vayan acompañados de una teoría

normativa o de una justificación más amplia, por sí mismos no pueden justificar que la

conducta ética sea superior a la moral o viceversa, y que debamos comportarnos o vivir

nuestra vida de un modo llamado “ético” y no de otro llamado “moral”. Si esto es así,

entonces no es claro por qué se insiste en estipular un determinado uso para cada uno de

estos términos, pretendiendo que algo importante depende de la estipulación. Fuera del

ámbito de la teoría que haga la distinción, nada importante depende de una estipulación

terminológica como ésta, ni ética ni moralmente hablando.


A n t o l o g í a É t i c a | 21

1.2 Algunas teorías éticas occidentales4

1.2.1 Teorías éticas y su clasificación

Como ya vimos en la primera unidad didáctica, las teorías éticas son el resultado

de las reflexiones críticas realizadas en torno a la moral vigente. Reflexiones que pretenden

“la fundamentación de los postulados y normas morales, sea por recurso a un principio

(moral) superior que impere de manera incondicional, sea por referencia a un bien supremo

cuya realización se afirma como vinculante para cualquier persona” (Pieper, 1990). Las

teorías éticas permiten justificar o fundamentar las normas morales y, más en general, los

juicios morales. Las normas expresan obligaciones, dicen que “algo” es un deber, de hecho,

su “forma” o estructura gramatical es “todas las personas deben hacer X”. Los juicios

morales son juicios de valor, es decir, expresan que “algo” es bueno, su forma es “X es

bueno”. Por tanto, podemos decir que las teorías éticas establecen principios que justifiquen

enunciados del tipo “todas las personas deben hacer X” y “X es bueno”. Pero como el modo

de justificación varía de unas teorías a otras, resulta que no sólo hay teorías éticas distintas,

sino también diferentes tipos de teorías éticas.

Veamos una posible clasificación. Según sea la respuesta a la pregunta ¿qué

queremos decir con la expresión ‘X es bueno’? tendremos dos tipos de teorías: las

cognitivistas y las no cognitivistas (ver Diagrama 1). Las teorías éticas cognitivistas

sostienen que “bueno” es una propiedad o cualidad de X y, por tanto, la oración “X es bueno”

es una proposición descriptiva, que será verdadera o falsa según X sea realmente bueno o

no. En consecuencia, un enunciado de este tipo nos aporta un conocimiento nuevo acerca

de X, por eso se las denomina teorías éticas “cognitivistas”.

4 Esta subunidad se extrae del trabajo de Varó (s.f.) [Nota del editor].
A n t o l o g í a É t i c a | 22

Por otro lado, las teorías éticas no cognitivistas afirman que “bueno” no es ninguna

propiedad o cualidad de X. Cuando decimos “X es bueno” no estamos afirmando nada real

sobre X, si no únicamente estamos expresando un determinado estado emotivo, al igual

que cuando decimos “¡qué barbaridad!”, o una orden como “¡cierra la puerta!”.

Diagrama 1. Teorías cognitivistas y no cognitivistas.

Entre las teorías éticas cognitivistas también encontramos dos tipos diferentes de

teorías: las éticas teleológicas y las éticas deontológicas. Las éticas teleológicas son

aquellas cuyo objetivo principal es determinar la meta o fin (télos, en griego) de las acciones

humanas. Una vez establecido, proponen normas y principios que orienten nuestra
A n t o l o g í a É t i c a | 23

conducta en la consecución de dicho fin. La estructura de las normas morales será: “todas

las personas deben hacer X, porque X es bueno”. En este tipo de teorías:

 El concepto clave es “lo bueno”, por eso también se las denomina éticas del

bien.

 El deber (lo correcto) deriva de lo bueno (el deber es maximizar el bien).

 El valor moral, positivo o negativo, de las acciones está determinado por el fin,

para el cual tales acciones son un medio.

 Por tanto, el fin es el que justifica las normas morales.

A lo largo de la historia, este tipo de teorías éticas han propuesto diferentes metas:

el bienestar humano, la búsqueda de la belleza, del bien, del autodespliegue, el cultivo de

la areté (excelencia o virtud), la autenticidad y la solidaridad. En general, proponen como

fin del ser humano, el desarrollo y autodespliegue, su emancipación y, por consiguiente, su

felicidad. Las éticas teleológicas se subdividen, a su vez, en dos grupos, según consideren

o no que “bueno” hace referencia a una propiedad “natural” de X. Así tendremos, por un

lado, las teorías éticas naturalistas, que afirman que los términos morales como “bueno”

son propiedades naturales de X; por otro lado, tendremos las teorías éticas intuicionistas,

según las cuales, “bueno” es una cualidad primaria que no puede ser identificada con

ninguna propiedad natural.

Para las éticas naturalistas, los términos morales, como “bueno”, corresponden a

propiedades o cualidades naturales (no morales) observables empíricamente, como

“placentero”, “útil”, etc. Afirman que podemos comprobar -observar, experimentar-

empíricamente que “X es bueno” porque equivale a:

 “X produce felicidad” - Eudemonismo

 “X produce placer” – Hedonismo


A n t o l o g í a É t i c a | 24

 “X es útil”- Utilitarismo

 “X produce beneficio a la especie humana” - Naturalismo biológico

Por tanto, consideran que el mundo de los hechos y el mundo de los valores están

estrechamente conectados.

También las éticas naturalistas son de dos tipos: subjetivistas y objetivistas. Las

éticas naturalistas subjetivistas interpretan que los términos morales expresan preferencias

subjetivas, ya sean individuales o colectivas. Consideran “bueno” aquello que representa a

las preferencias, intereses o deseos fundamentales de los individuos y/o colectividades. En

cambio, las éticas naturalistas objetivistas prescinden de las preferencias subjetivas y

consideran como “bueno”, por ejemplo, aquello que beneficia a la especie (naturalismo

biológico: Sociobiología) o a la sociedad concebida como un organismo (naturalismo

sociológico).

Por su parte, las éticas intuicionistas afirman que los términos morales como

“bueno”, no representan cualidades “naturales” como “placer” o “felicidad” (observables

empíricamente), porque existe una barrera infranqueable entre lo que es (el mundo de los

hechos) y lo que debe ser (el mundo de los valores). Según este tipo de teorías, los términos

morales sólo pueden ser definidos mediante otros términos morales y, en esta tarea de

definirlos, llegaremos a un término moral que será indefinible y únicamente podrá ser

conocido mediante intuición directa.

Las teorías éticas deontológicas son aquellas que tratan de determinar qué es lo

correcto o el deber (deón, en griego); no proporcionan criterios acerca de cómo lograr una

vida feliz porque lo importante es obrar conforme a deberes exigidos por la existencia de

principios dictados por la razón (como la ética kantiana) o por la existencia de derechos

(naturales y/o fundamentales) producidos mediante consenso o contrato social (como en


A n t o l o g í a É t i c a | 25

las éticas de los derechos). La estructura de las normas será “todos/as deben hacer

(incondicionalmente) X”. Por tanto, el deber justifica las normas morales. En este tipo de

éticas lo importante no son los resultados o consecuencias que se derivan de dichos

principios y derechos, sino la correcta fundamentación de los mismos. Lo relevante es el

procedimiento mediante el que se alcanzan principios y normas o, dicho de otro modo, lo

importante es determinar qué condiciones se requieren para que una norma pueda ser

considerada “norma moral”. El procedimiento que establecen viene a ser el siguiente: si una

regla de conducta puede ser considerada como deber universal, entonces puede

considerarse también como una norma moral legítima.

Diferencias entre las éticas teleológicas y las éticas deontológicas. Puede ocurrir

que éticas teleológicas y éticas deontológicas defiendan el mismo tipo de principios, sin

embargo, aunque ambos tipos de teorías recomienden normas y acciones semejantes, no

es superflua la distinción realizada.

 Por un lado, porque no siempre existe coincidencia entre las normas derivadas

de los principios establecidos por las éticas teleológicas y las normas derivadas

de los principios establecidos por las éticas deontológicas. Por ejemplo, en los

casos de eutanasia, una ética teleológica pasará por alto el principio de “el

respeto a la vida” para considerar qué es conveniente para la persona que

desea morir; en cambio, una ética deontológica pondrá el principio del respeto

a la vida por encima de los deseos de quien desea morir.

 Por otro lado, aunque ambos tipos de teorías éticas coincidieran en la defensa

de la igualdad, la libertad o el respeto a la democracia, la razón por la que

asumen tal defensa no es irrelevante ni carece de consecuencias importantes.

Quien acepta la igualdad entre los seres humanos como un principio

fundamental inviolable, con independencia de las consecuencias que de su


A n t o l o g í a É t i c a | 26

aceptación se sigan, puede fácilmente derivar hacia tendencias absolutistas que

impongan el igualitarismo con menosprecio de las voluntades de los individuos

concretos, sus deseos y el bienestar personal, particular y colectivo. En cambio,

si se acepta que el principio de la igualdad no es inviolable, sino que está sujeto

a la noción de bienestar, no cabe la posibilidad de “un déspota benévolo” que

fuese infinitamente sabio, justo y bondadoso, porque privaría a las personas de

la autonomía, la libertad y la autodeterminación, elementos imprescindibles de

la noción de bienestar.

1.2.2 Teorías clásicas de la ética

Teorías éticas naturalistas subjetivistas

a) Eudemonismo de Aristóteles

Aristóteles (384–336 a.n.e.) parte de una concepción tripartita de la naturaleza

humana: la naturaleza tal como es -naturaleza humana inadecuada opuesta a la ética-, que

precisa de una razón práctica (prudencia) para ser transformada en la naturaleza tal como

podría ser si realizase su télos (fin); el fin de las acciones humanas es la eudemonia,

(felicidad), es decir, “la actividad del alma conforme a una areté (virtud o excelencia)

perfecta”. La palabra eudemonia incluye las nociones de “comportarse bien” y de “vivir

bien”. “Comportarse bien” es actuar conforme a la virtud; “vivir bien” es ejercitar la función

propia del hombre.

¿Cuál es la función propia del hombre? ¿En qué consiste la vida buena? Lo propio

de los seres humanos, aquello que no comparten con el resto de animales, es la razón. La

actividad característica de la razón, es la teoría (razonamiento especulativo que se ocupa


A n t o l o g í a É t i c a | 27

de las verdades inmutables). Por tanto, la actividad específicamente humana es la vida

teorética o contemplativa, actividad que sólo una élite podrá realizar.

Para llegar a la vida buena, a la vida contemplativa, hay que comportarse bien, es

decir, poseer el conocimiento necesario (prudencia) para poder practicar las virtudes y

adquirir el hábito de comportarse de acuerdo con las virtudes. ¿Cómo se puede practicar

una vida virtuosa? Para elegir de manera virtuosa entre placeres y dolores, se requiere

aplicar la regla del justo medio y la prudencia. Aplicar la regla del justo medio consiste en

elegir entre dos extremos, entre dos vicios, de los cuales el uno lo es por exceso y el otro

por defecto. Por ejemplo, se dice que la virtud de la valentía (el valor) es el justo medio

entre dos vicios: la temeridad (el vicio del exceso) y la cobardía (el vicio de la deficiencia).

Pero la elección del justo medio es “posición intermedia para nosotros”, es decir, se trata

de un justo medio subjetivo (por ejemplo, hay que comer de acuerdo con nuestras

necesidades, evitando prudentemente comer demasiado o escasamente).

Pero, además de aplicar la regla del justo medio, también es necesario considerar

el juicio del hombre prudente para elegir qué acción es más virtuosa; de ahí que la prudencia

-saber cómo tener en cuenta las circunstancias para aplicar principios generales a las

situaciones particulares- sea la clave de todas las virtudes: sin ella no es posible tener una

vida virtuosa. Por ello, el conocimiento del justo medio no es sólo el conocimiento de una

fórmula, es saber cómo aplicar las reglas a las circunstancias concretas. Para alcanzar la

felicidad se requiere, pues, sabiduría en la elección, moderación y constancia: no dejarse

llevar por el deseo, porque sin la guía de la inteligencia, las pasiones desorganizadas,

carentes de orden y finalidad, dificultan todo proyecto humano de vida particular o colectiva

excelente.
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b) Hedonismo de Epicuro

Se llaman hedonistas las teorías éticas que identifican lo bueno con el placer (en

griego, , hedoné) y consideran que el fin de toda actividad humana es la consecución

del placer.

El hedonismo de Epicuro de Samos (341–270 a.n.e.) parte de la afirmación de que

los ciudadanos particulares que habitan en los grandes imperios helenístico y romano son

desgraciados, ya sea por el miedo a la muerte, a los dioses y al destino, ya sea por los

deseos vanos e ilimitados que los dominan. Por tanto, sólo si consiguen desembarazarse

de sus temores y poner freno a sus deseos, se asegurarán los beneficios de la razón y

serán felices. El hombre debe llevar una vida tranquila y sosegada, para alcanzar la

felicidad, previamente deben desaparecer los miedos.

Para liberar al hombre de estos temores, Epicuro recurrió al atomismo de

Demócrito. En el atomismo, la realidad es exclusivamente material; las cosas están

compuestas de átomos de variadas formas que se mueven en el vacío y que se reúnen

para constituir los distintos cuerpos. Sus movimientos son mecánicos, no están rígidamente

definidos, lo que da margen para el azar (libertad); esta circunstancia permite negar el

fatalismo y el destino. Según Epicuro no existe nada fuera del hombre que dirija su vida a

un fin determinado. Los dioses existen, pero no se ocupan de los asuntos humanos.

Además, el atomismo permite negar la inmortalidad del alma.

El alma humana también está compuesta de átomos. Al morir, los átomos del alma

se separan y ya no puede haber percepciones: la muerte es la privación de la percepción.

Desde el momento en que entendemos que la verdadera realidad para los seres humanos

son las sensaciones (aisthésis) a través de las que captamos las cosas, el temor a la muerte
A n t o l o g í a É t i c a | 29

deja de tener sentido. Si el alma no es inmortal nada hay que temer de los premios y

castigos de ultratumba.

Eliminadas las causas que producen los temores humanos, ¿cómo se pueden

frenar los deseos vanos e ilimitados para conseguir la felicidad? La felicidad, ese estado

que consiste en “no tener dolor en el cuerpo ni turbación en el alma”, que Epicuro denomina

ataraxia, se alcanza mediante el placer, y la virtud es condición indispensable para lograr

la ataraxia.

Imposible vivir plácidamente sin ejercitar la prudencia, la honradez y la justicia, e

imposible vivir prudente, honorable y justamente sin que resulte una vida placentera, por

ello quien no viva conforme a la prudencia, la honradez y la justicia no podrá vivir feliz.

Cuando Epicuro caracteriza el placer, no se refiere a los placeres momentáneos o

a las sensaciones pasajeras, sino al placer que dura a lo largo de toda la vida y lo entiende

como ausencia de dolor y no como satisfacción positiva. Pero para escoger adecuadamente

los placeres es necesario un arte de calcular; al elegir los placeres y dolores "conviene

juzgar todas estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil y lo conveniente, porque

en algunas circunstancias nos servimos del bien como de un mal y, viceversa, del mal como

de un bien”. Y es en la aptitud para sopesar la felicidad e infelicidad presente o futura, donde

se encuentra la esencia de la prudencia, la virtud más alta de todas. Cuando un hombre es

prudente, es virtuoso, pues la vida virtuosa no consiste tanto en disfrutar incesantemente

de placeres, sino en saber cómo conducirse en la búsqueda del placer y ese arte de calcular

guiado por la prudencia nos hace preferir:

 Los placeres estáticos (disfrute de un estado ya alcanzado: la aponía o ausencia

de dolor y la ataraxia o ausencia de perturbación) frente a los placeres

dinámicos (proceso de eliminación del dolor que culmina en sensaciones

placenteras: por ejemplo, al hambre le sucede la saciedad).


A n t o l o g í a É t i c a | 30

 Los placeres intelectuales frente a los corporales a causa de su mayor duración:

el cuerpo sólo puede gozar del placer presente; el alma, además de percibir el

placer presente, anticipa y prevé el placer venidero y retiene en la memoria los

placeres pasados.

Así, pues, cuando Epicuro habla de elegir entre los diversos placeres, lo que busca

es la permanencia del placer o ausencia del dolor; por consiguiente, en la práctica debemos

esforzarnos por conseguir el máximo placer duradero, que según Epicuro consiste en la

salud del cuerpo y la tranquilidad del alma. De ahí que la ética epicúrea lleve a un ascetismo

moderado, al autocontrol y a la independencia. Esto es así porque Epicuro busca un refugio

psicológico para el sabio ante las adversas circunstancias que sufre la polis griega en la

época helenística.

c) Utilitarismo

Las teorías del placer y la felicidad reaparecieron en la filosofía inglesa de fines del

siglo XVIII y primera mitad del XIX, con Jeremy Bentham (1748–1832) y John Stuart Mill

(1806–1876). El término "utilitarismo" se debe a que Bentham llamó utilidad a la "propiedad

de cualquier objeto de producir beneficio, ventaja, placer o felicidad". La utilidad es

considerada como valor supremo y norma de conducta a la que está sometido cualquier

otro deber, norma o valor. El significado de las expresiones valorativas sólo puede

entenderse en este contexto: un juicio moral es un juicio acerca de la felicidad y una acción

es buena en la medida en que conduzca a la felicidad de la colectividad (la felicidad es

entendida como "bienestar" o satisfacción de necesidades). En este sentido, afirmar que “X

es bueno” equivale a decir que “X produce bienestar”.


A n t o l o g í a É t i c a | 31

El utilitarismo parte de una concepción egoísta de la naturaleza humana: el hombre

siempre actúa movido por sus propios intereses, que se manifiestan en la búsqueda del

placer y en la huida del dolor, pero la búsqueda del placer y la evitación del dolor

establecidos como norma individual, pueden entrar en conflicto con otros egoísmos

particulares. Por esta razón, y para evitarlo, considera necesario formular el principio de

utilidad. “Por principio de utilidad se entiende aquel que aprueba o desaprueba cualquier

acción según la tendencia que muestre en aumentar o disminuir la felicidad de aquel cuyo

interés esté en cuestión o, en otras palabras, según promueva la felicidad o se oponga a

ella” (Jeremy Bentham, Introducción a los principios de la Moral y de la Legislación).

De este modo, el utilitarismo identifica la mayor felicidad del individuo con la

búsqueda de la mayor felicidad para el mayor número de individuos; se trata de construir

una sociedad donde coincidan la búsqueda del placer personal y la búsqueda de la mayor

felicidad para el mayor número de personas.

Ahora bien, ni el comportamiento ético correcto ni las leyes “justas” se obtienen de

forma espontánea. Para actuar y legislar éticamente es necesario establecer la aritmética

de los placeres, en la que el bien son los ingresos y el mal, los gastos. Hay que saber hacer

un cálculo entre placeres y dolores de tal manera que el balance resulte siempre positivo

(mayor cantidad de placer). Al elegir entre diversas posibilidades, se ha de considerar que

la dignidad humana es el constituyente esencial de la felicidad, es decir, la autenticidad y el

autodesarrollo, junto con la individualidad, son los elementos imprescindibles para la

felicidad humana.

En apariencia, la propuesta del utilitarismo es muy simple: maximizar la felicidad

general. Procurar que los placeres sean disfrutados, de ser posible, por todas las personas

y si no, por el mayor número factible de personas; a su vez, que dichos placeres sean lo
A n t o l o g í a É t i c a | 32

más gratificantes que se pueda lograr, es decir, que no conlleven dolores, que sean

duraderos y fecundos, y que no se agoten en el momento de su disfrute o en sí mismos.

Teorías éticas deontológicas: Immanuel Kant

Para Kant (1724–1804) la pregunta fundamental de la ética no es ¿qué es lo

bueno?, si no ¿qué debo hacer? y dado que los deberes morales se expresan en normas,

la pregunta puede formularse así: ¿qué condiciones debe cumplir una norma moral para

que pueda ser considerada como tal, es decir, para que pueda obligar?

En síntesis, la ética kantiana se caracteriza por:

 Las normas morales han de poseer validez universal, de lo contrario no serían

normas, sino máximas subjetivas y particulares, ya que el interés o las

tendencias no pueden fundamentar la universalidad de las normas. Así pues, la

forma o estructura lógica de toda norma es: “todos/as deben

(incondicionalmente) hacer X”.

 Rechazo de las éticas teleológicas, ya que hacen referencia a preferencias

subjetivas, son elitistas y, por tanto, no universales.

 Propuesta de una ética deontológica y procedimental en la que se establece un

criterio único para fundamentar o reconocer normas morales. Tal criterio no es

sólo un criterio de “búsqueda” o fundamentación de normas, también es una

norma o ley moral fundamental. Kant, en su texto “Crítica de la Razón Práctica”,

lo llama imperativo categórico y la formula así: “obra de tal modo que la máxima

de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una

legislación universal”; es decir, el procedimiento para saber si una máxima

subjetiva (del tipo “haga yo X”) puede considerarse como una norma moral, es
A n t o l o g í a É t i c a | 33

su universalidad. Si el “haga yo X” puede convertirse en un “hagan todas X”,

entonces puedo tener la seguridad de que se trata de una norma moral. La ética

kantiana es deontológica y procedimental, ya que sólo atiende al

“procedimiento” para establecer qué es “lo correcto” o el deber.

 El criterio para determinar la validez universal de una norma es que su

aplicación no genere contradicción. Por ejemplo, según Kant, el suicidio nunca

podría ser una norma moral porque sería contradictorio con la existencia misma

de la vida humana; tampoco lo sería el prometer en falso para salir de apuros,

porque ello destruiría la propia noción de promesa.

 El imperativo categórico supone que es el sujeto moral quien se da a sí mismo

las normas morales, es decir, supone que el sujeto moral es autónomo. Para

Kant, este sujeto moral es el individuo-conciencia o, lo que es lo mismo, la

“buena voluntad” solitaria.

 La ética kantiana reposa sobre el postulado de la libertad. Esta aparece como

la condición de posibilidad o el fundamento del obrar moral, ya que no tendría

sentido obligarse moralmente a algo sin disponer antes de la capacidad de

elegir hacerlo.

1.3 Juicio moral y juicio ético

Como hemos podido observar, existen diferentes posturas para evaluar y definir

cuál es la mejor manera de vivir; a partir de estas apreciaciones, es inevitable formular

juicios (afirmaciones o negaciones) sobre si ciertas costumbres o fenómenos sociales son

malos o buenos, justos o injustos. Estos son los juicios morales, que son la capacidad de

valorar una acción, una determinación o una actitud en función de si es correcta o incorrecta
A n t o l o g í a É t i c a | 34

y si sus consecuencias son buenas o malas. A veces, los juicios morales también pueden

ser éticos, ya que todos los seres humanos tenemos la facultad de razonar o determinar

qué acción o actitud es la más adecuada ante un problema o dilema moral, entre un

conjunto de posibilidades y en función de un sistema de valores que compartimos en

sociedad.

La manera en la que valoremos determinadas situaciones condiciona la manera

en la que se toman decisiones, es por ello que es importante observar la manera en la que

construimos nuestros juicios para dirigir nuestra conducta.

1.3.1 Teoría del desarrollo moral de Kohlberg5

Los fundamentos psicológicos de la Teoría de Kohlberg se encuentran en la teoría

del desarrollo cognoscitivo de Piaget, particularmente en su libro “El Criterio Moral Del Niño”

(1974), publicado originalmente en 1932. La descripción del juicio moral del niño hecha por

Piaget en este trabajo, continúa aún en la actualidad constituyendo el punto de partida de

muchas investigaciones (Tschorne y Bermeosolo, 1978; Barra, 1982). El mismo Kohlberg

(1981) declara: "mi trabajo sobre la moralidad comenzó a partir de las nociones piagetanas

de estadios y de las nociones piagetanas de que el niño es un filósofo. Inspirado por el

esfuerzo pionero de Jean Piaget de aplicar una perspectiva estructural al desarrollo moral,

he elaborado paulatinamente a lo largo de los años un esquema tipológico describiendo

estadios generales del pensamiento”. " (Kohlberg, 1972, citado por Mifsud, 1981).

En su teoría más general del desarrollo cognoscitivo, Piaget propuso que el niño

evoluciona a través de cuatro etapas de razonamiento progresivamente abstracto. La niñez

se desarrolla a través de la misma secuencia, independientemente de sus experiencias

5 Para este subtema se recupera el trabajo de Barra (1987) [Nota del editor].
A n t o l o g í a É t i c a | 35

particulares, su familia o su cultura. En relación al desarrollo moral, Piaget propone la

existencia de dos grandes etapas: la etapa heterónoma o de realismo moral, y la etapa

autónoma o de independencia moral6. Al respecto Kohlberg comenta que en sus

investigaciones con adolescentes llegó a la conclusión de que la madurez moral no se

conseguía con el estadio piagetano de autonomía moral; por consiguiente, elaboró un

esquema de desarrollo moral en seis estadios, donde las dos etapas de desarrollo moral

de Piaget correspondían sólo a los dos primeros estadios (Mifsud, 1983).

A diferencia de las otras orientaciones teóricas mencionadas anteriormente, el

enfoque cognitivo de Kohlberg plantea que la moralidad no es simplemente el resultado de

procesos inconscientes (súper-yo) o de aprendizajes tempranos (condicionamiento,

refuerzo y castigos), sino que existen algunos principios morales de carácter universal, que

no se aprenden en la primera infancia y son producto de un juicio racional maduro.

La contribución especial de Kohlberg a la psicología moral ha sido aplicar el

esquema de desarrollo en estadios que elaboró Piaget para estudiar el pensamiento, al

estudio de cómo evoluciona el juicio moral en el individuo. El juicio moral es un proceso que

permite reflexionar sobre los propios valores y ordenarlos en una jerarquía lógica,

especialmente cuando se enfrenta un dilema moral "el ejercicio de la moral no se limita a

raros momentos en la vida; es integrante del proceso de pensamiento que empleamos para

extraer sentido de los conflictos morales que surgen en la vida diaria". (Hersh, Reimer y

Paolitto, 1984).

En el enfoque cognitivo-evolutivo, un estadio sería un modo consciente y distintivo

de aprehensión de lo real. Los estadios cognitivos tienen las siguientes propiedades

(O'Connor, 1977):

6 Para una descripción resumida, ver Barra (1982).


A n t o l o g í a É t i c a | 36

a) Implican formas cualitativamente diferentes de pensar y de resolver los mismos

problemas.

b) Estas diferentes formas de pensar pueden ser ordenadas en una secuencia

invariante.

c) Cada una de estas formas de pensar, forma un todo estructurado, o sea, en

cada etapa todas las creencias del individuo están organizadas alrededor de

esa particular forma de pensar.

d) Cada estadio sucesivo es una integración jerárquica de lo que había antes. Los

estadios superiores no reemplazan los inferiores sino, más bien, los reintegran.

Kohlberg ha establecido la existencia de seis estadios progresivos del juicio moral,

mostrando que el desarrollo del pensamiento de las personas sobre temas morales se

caracteriza por los criterios señalados.

La metodología utilizada para determinar el estadio de desarrollo moral de un

individuo consiste en una Entrevista sobre el Juicio Moral, compuesta por tres dilemas

hipotéticos. Cada dilema involucra a un personaje que se encuentra en la necesidad de

escoger entre dos valores conflictivos, como por ejemplo el valor de la vida versus el valor

de la ley, o el valor de la autoridad versus el valor del contrato. La persona debe responder

una serie de preguntas acerca de cómo debería el personaje resolver el dilema y por qué

esa sería la mejor manera de actuar. Luego el investigador analiza las respuestas para

determinar las estructuras del juicio moral; su interés se centra en la forma o estructura del

razonamiento del sujeto y no en el contenido específico de su pensamiento.

A partir de sus investigaciones, Kohlberg distingue tres grandes niveles de

desarrollo moral, cada uno de los cuales se compone de dos estadios de desarrollo moral.
A n t o l o g í a É t i c a | 37

"Los niveles definen enfoques de problemas morales; los estadios definen los criterios por

los que el sujeto ejercita su juicio moral" (Hersch, Reimer y Paolitto,1984).

Niveles de desarrollo moral

Los niveles de desarrollo moral representan perspectivas distintas que la persona

puede adoptar en relación con las normas morales de ·la sociedad, por lo que constituyen

"tres tipos diferentes de relación entre el sujeto, las normas y las expectativas de la

sociedad" (Vandenplas-Holper, 1982). Además de esta "perspectiva social", cada nivel y

cada estadio se definen por un conjunto de valores (lo que se considera lo correcto o lo

justo) y un conjunto de razones para apoyar lo correcto.

En el nivel preconvencional se enfocan los problemas morales desde la

perspectiva de los intereses concretos de los individuos implicados y de las consecuencias

concretas con que se enfrentaron los individuos al decidir sobre una acción particular. Las

normas y las expectativas de la sociedad son algo externo al sujeto y el punto de partida

del juicio moral son las necesidades del yo; este nivel caracteriza el razonamiento moral de

los niños, de algunos adolescentes y aún de algunos adultos.

En el nivel convencional se enfocan los problemas morales desde la perspectiva

de un miembro de la sociedad, tomando en consideración lo que el grupo o la sociedad

espera del individuo como miembro u ocupante de un rol. El sujeto se identifica con la

sociedad y el punto de partida del juicio moral son las reglas del grupo; este nivel

normalmente surge en la adolescencia y permanece dominante en el razonamiento de la

mayoría de los adultos en diversas sociedades.

En el nivel posconvencional o de principios se enfocan los problemas morales

desde una perspectiva superior o anterior a la sociedad. El sujeto se distancia de las normas
A n t o l o g í a É t i c a | 38

y expectativas ajenas y define valores y principios morales que tienen validez y aplicación

más allá de la autoridad de personas, grupos o de la sociedad en general, y más allá de la

identificación del individuo con tales personas o grupos. El punto de partida del juicio moral

son aquellos principios que deben fundamentar las reglas sociales; este nivel, el más difícil

de encontrar, puede surgir durante la adolescencia o el comienzo de la adultez y caracteriza

el razonamiento de sólo una minoría de adultos.

Estadios del desarrollo moral

Kohlberg describe su teoría con una concepción del desarrollo moral basada en el

movimiento, por seis estadios del juicio moral. En cada estadio se incluyen los valores,

razones y perspectiva social, y además se agregan entre paréntesis los nombres que había

dado anteriormente Kohlberg a sus estadios y que son los que aparecen más comúnmente

en la bibliografía (Williams y WiIliams, 1976; Davidoff, 1980; Van-denplas-Holper, 1982;

Papalía y Olds, 1985).

Con base en distintas investigaciones, tanto transversales como longitudinales, se

ha concluido que los estadios morales de Kohlberg comparten las propiedades de los

estadios cognitivos de Piaget, ya que:

a) representan distintos modos cualitativos de pensamiento, más que un aumento

de conocimiento o de internalización de los criterios o creencias morales de los

adultos.

b) forman una secuencia invariante de desarrollo: el movimiento es siempre hacia

adelante y de un estadio al próximo, aun cuando no se recorra toda la

secuencia.
A n t o l o g í a É t i c a | 39

c) son totalidades estructuradas de pensamiento moral: más del cincuenta por

ciento del pensamiento moral de un individuo está siempre en un estadio,

independientemente del dilema moral aplicado.

d) son integraciones jerárquicas: el individuo comprende los argumentos que

pertenecen a su estadio, y los que pertenecen a sólo un estadio superior al

suyo. Además, el individuo prefiere estos últimos (Mifsud, 1983).

Determinantes en el desarrollo moral

Para el enfoque cognitivo-evolutivo, el desarrollo en general es un proceso de

adaptación siempre mayor y mejor orientado hacia el equilibrio. El desequilibrio o el conflicto

en la interacción entre organismo y ambiente es el motor o condición para reorganizaciones

estructurales hacia estadios superiores.

A nivel del desarrollo moral, la transición de un estadio al siguiente también

involucra un mecanismo de equilibrio, tal como ha propuesto Turiel: el individuo percibe la

realidad social a través de sus estructuras existentes (asimilación), pero en algún momento

algunos elementos de la realidad social le llevan a reconocer que sus estructuras son

inadecuadas para resolver determinadas situaciones (perturbaciones) y el sujeto los

problematiza -el sujeto trata de construir un nuevo modelo de aprehender la realidad social

que entra en conflicto con el modelo de aprehensión precedente- y finalmente consigue

integrar este último con el nuevo modelo (acomodación). El conflicto cognitivo puede surgir

de las contradicciones internas que se producen a consecuencia del desarrollo espontáneo,

o puede resultar de la confrontación del sujeto con determinados acontecimientos o con el

razonamiento de los demás (Vandenplas – Holper, 1982).


A n t o l o g í a É t i c a | 40

Los dos factores básicos que influyen en el desarrollo moral son el desarrollo

cognoscitivo, la participación social y asunción de roles:

 Desarrollo cognoscitivo: Por cada nivel o estadio moral existe un estadio o

subestadio lógico paralelo. Así, el razonamiento de la perspectiva pre

convencional se basaría en el nivel pre operatorio o de las operaciones

concretas; el razonamiento de la perspectiva convencional se basa por lo

menos en las operaciones iniciales y el razonamiento de la perspectiva post

convencional se basa en las operaciones formales avanzadas o básicas (Hersh,

Reimer y Paolitto,1984). Sin embargo, aunque el desarrollo cognitivo es una

condición necesaria para el desarrollo moral, no es una condición suficiente, ya

que muchos individuos se encuentran en un estadio cognitivo superior al que

correspondería a su estadio moral.

 Participación social y asunción de roles: Un factor aún más importante para el

desarrollo moral son las interacciones en diferentes grupos sociales que ofrecen

al individuo la oportunidad de asumir el rol de los demás, de situarse en su

perspectiva; cada estadio moral implica una perspectiva distinta de asunción de

roles. La capacidad de asumir el rol de otros es "una habilidad social que se

desarrolla gradualmente desde la edad de seis años y que prueba ser un

momento decisivo en el crecimiento del juicio moral" (Hersh, Reimer y Paolitto,

1984). La influencia importante para el desarrollo moral no reside en algún

grupo o institución especial (familia, grupo de pares, instituciones secundarias),

sino en la oportunidad que cualquier grupo o institución brinde para la asunción

de roles, para que el individuo se sienta responsable y participe en su ámbito

social. En este sentido, aunque la secuencia de los estadios morales es


A n t o l o g í a É t i c a | 41

universal, la cultura influye en el ritmo de desarrollo, pudiendo acelerar o

retardar el paso de un estadio a otro.

1.3.2 Dilemas éticos: qué son y sus tipos7

La ética y la moral son constructos que regulan el comportamiento humano y

permiten su dirección, a lo que tanto de manera individual (ética) como colectiva (moral) se

considera aceptable y positivo. Qué es bueno y qué es malo, qué deberíamos hacer y qué

no deberíamos hacer, e incluso de qué aspectos nos preocupamos y valoramos, son

elementos derivados en gran medida de nuestro sistema ético. Sin embargo, a veces nos

encontramos con situaciones en que no sabemos qué hacer: escoger A o B tiene, en ambos

casos, repercusiones negativas y positivas a la vez y los diferentes valores que nos rigen

entran en un conflicto. Estamos ante situaciones que nos suponen dilemas éticos.

En una parte de la filosofía moral se entiende por dilema ético a toda aquella

situación en la que se dé un conflicto entre los diferentes valores de la persona y las

opciones de actuación disponibles. Se trata de situaciones en que se va a generar una

pugna entre varios valores y creencias, no existiendo una solución totalmente buena y otra

opción totalmente mala, teniendo ambas opciones, repercusiones positivas y negativas a la

vez.

Este tipo de dilemas requieren de una reflexión más o menos profunda sobre las

alternativas de las que disponemos, así como del valor otorgado a los valores morales con

los que nos regimos. A menudo nos tocará priorizar uno u otro valor, entrando ambos en

conflicto de cara a tomar una decisión. Asimismo, permiten ver que las cosas no son o

7 Este apartado se retoma de Castillero (s/f.) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 42

blancas o negras, así como entender a personas que toman decisiones distintas a las

propias.

La existencia de dilemas éticos existentes en la vida real o posible ha generado

una interesante rama de estudio centrada en nuestras creencias y valores, y cómo éstas

son gestionadas.

Permiten ver cómo reflexionamos y qué elementos tenemos en cuenta para tomar

una decisión; de hecho, es frecuente que se empleen dilemas éticos como mecanismo para

educar en el uso y gestión de emociones y valores, para concienciar sobre algunos

aspectos o para generar debate y compartir puntos de vista entre personas. También se

emplean en el ámbito laboral, concretamente en selección de personal.

Tipos de dilemas éticos

El concepto de dilema ético puede parecer claro, pero lo cierto es que no existe un

solo tipo. En función de diversos criterios podemos encontrarnos con distintas tipologías de

dilemas, que pueden variar en su nivel de concreción, en el papel del sujeto al que se le

presenta o en su verosimilitud. En este sentido, algunos de los principales tipos son los

siguientes:

1. Dilema hipotético

Se trata de dilemas que colocan a la persona a quien se le pregunta en una

posición en la que se ve confrontando una situación que es muy poco probable que suceda

en la vida real; no se trata de fenómenos imposibles, pero son algo a lo que la persona

difícilmente debe enfrentarse en su día a día de manera habitual. No es necesario que la


A n t o l o g í a É t i c a | 43

persona a quien se le plantea el dilema sea el protagonista de este, pudiendo preguntársele

qué debería hacer el personaje.

2. Dilema real

En este caso el dilema planteado versa sobre un tema o situación que resulta

cercana a la persona a quien se le plantea, sea porque se refiere a un suceso que ha vivido

o a algo que puede ocurrir con relativa facilidad en su día a día; aunque suelen ser menos

dramáticos que los anteriores, pueden resultar tanto o más angustiantes por este motivo.

No es necesario que la persona a quien se le plantea el dilema sea el protagonista de este,

pudiendo preguntársele que debería hacer el personaje.

3. Dilema abierto o de solución

Los dilemas planteados como abiertos o de solución son todos aquellos dilemas

en que se presenta una situación y las circunstancias que la rodean, sin que el protagonista

de la historia (que puede o no ser el sujeto a quien se le plantea) haya realizado aún ninguna

acción para solucionarlo. Se pretende que la persona a quien se le sugiere este dilema

escoja cómo proceder en dicha situación.

4. Dilema cerrado o de análisis

Este tipo de dilema es aquel en el que la situación planteada ya ha sido

solucionada de una forma u otra, habiendo tomado una decisión y realizado una serie de

conductas concretas. La persona a quien se le plantea el dilema no debe decidir qué se

hace, sino valorar la actuación del protagonista.


A n t o l o g í a É t i c a | 44

5. Dilemas completos

Se trata de todos aquellos dilemas en los que se informa a la persona a quien se

le plantea, de las consecuencias de cada una de las opciones que se pueden tomar.

6. Dilemas incompletos

En estos dilemas no se hacen explícitas las consecuencias de las decisiones que

tome el protagonista, dependiendo en gran medida de la capacidad del sujeto para imaginar

ventajas y desventajas.

1.4 Aproximación conceptual al mundo de los valores8

En diversos escenarios de la vida ciudadana, en los medios de comunicación social

y en los entornos relacionados con las ciencias de la educación, se habla de los valores, de

la crisis de valores y de la sociedad sin valores. Esta situación, en términos de Adela Cortina

(1993), se plantea acompañada de ciertas debilidades, puesto que se alude a los valores

sobre la base de que todos saben lo que son valores y todos comparten el mismo concepto

de valores, pero no se define qué es un valor, a qué valores se alude, si son éticos,

estéticos, económicos, etc. Por esta razón, se hace necesario definir y redefinir lo que se

entiende por valores y, en tal sentido, se analizan diferentes tendencias axiológicas.

En opinión de Cortina (1997) pareciera que los valores están de moda actualmente;

se habla, se escribe y se teoriza acerca de ellos, no obstante, el punto no es que los valores

estén de moda, sino que los valores son de actualidad. La moda es fugaz y efímera,

mientras que la actualidad de los valores se refiere a ellos como un elemento constitutivo

8 Esta subunidad se recupera de Pestaña (2004) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 45

de nuestra realidad personal, están en nuestro día adía, son inaplazables e insustituibles,

y el hecho de que estén sobre el tapete, no obedece a una moda fugaz, sino más bien a

que existen especiales circunstancias que influyen en su puesta de relieve. Esta opinión

justifica nuestra postura ante los valores y contribuye al intento de incluir el estudio como

un valor primordial para el alumno.

En el análisis crítico e integrador de las posiciones de Habermas y Foucault sobre

su debate de ética y valores, J. Cano de Pablo (2000) parte de la base de que las raíces de

la ética (la moral) y los valores, provienen de la situación en que se encuentra el ser

humano, en la medida en que vive en sociedad.

Siguiendo a Cano (2000), pudiésemos definir la palabra ética como derivada del

griego ethos (“comportamiento” o “costumbre”) acorde a determinadas pautas de conducta

en la sociedad. Puesto que, en latín costumbre se dice “mores” -de donde se deriva la

palabra “moral”-, algunos autores hablan de ética y moral como equivalentes semánticos y,

en cierta manera, lo son, puesto que ambas ofrecen un contenido normativo que se

desarrolla en el hombre y en la sociedad. Así, cuando juzgamos un hecho o una conducta,

desde el punto de vista de la ética o la moral, decimos que es bueno o que es malo.

Por otra parte, el concepto de axiología, como palabra derivada de la unión del

vocablo griego axio ("lo que es valioso o estimable") y logos ("ciencia"), adquiere en nuestra

semántica usual el significado de la “teoría del valor” o de lo “que se considera valioso”,

puesto que se considera que el valor tiene una gran carga subjetiva y relativizadora, por lo

que su más precisa conceptualización indica que valor no sólo es lo más valioso en sí

mismo, sino lo que se considera más valioso.

El tema de la axiología, pues, son los valores y esta ciencia no sólo considera

valores positivos, sino también valores negativos o contravalores. El método de la axiología

es el análisis que permite encontrar los principios que deciden o permiten decidir
A n t o l o g í a É t i c a | 46

fundamentadamente si algo es o no valioso: es decir, emitir un juicio, pero analizando los

principios que permiten considerarlo valioso.

Según Berger (2001) la axiología, o teoría del valor, está dividida en dos partes: la

ética, que estudia lo malo y lo bueno del comportamiento humano (el ethos) y la estética,

que estudia la percepción de esta maldad o bondad en términos de su apariencia ante la

mirada humana, asociada a los vocablos respectivos de fealdad o belleza. Interpretamos

que para este autor hay identificación parcial pero sustancial, entre lo que él denomina ética

y lo que es la axiología para otros autores.

Berger (2001) analiza la concepción del campo de la axiología desde diversas

perspectivas epistemológicas, concluyendo que, para los idealistas, la bondad se encuentra

en el ideal de la perfección, pero ésta sólo existe en el terreno de lo inmaterial y nunca se

puede encontrar en el mundo real. Por esto, solamente se puede hablar de aproximaciones

a lo que sería una situación axiológica deseable en la realidad, puesto que la norma, el

ideal, es inalcanzable.

Del mismo modo, analizando los valores desde el punto de vista de la escuela

naturalista, Berger concluye que, para los naturalistas, la base de los valores es lo natural:

la naturaleza se identifica con el bien y sólo se puede lograr la bondad estando en armonía

con la naturaleza. Las desviaciones de una situación axiológica deseable irían hacia el

exceso o el déficit de lo que naturalmente es bueno.

Para el pragmatismo, la visión de la axiología implica la noción previa de que las

cosas en sí son neutrales. Entonces, los juicios valorativos de bondad no irán asociados a

la acción, sino a los resultados de la misma. Los existencialistas, según Berger (2001)

basan la axiología en que cada individuo tiene sus propios valores, no porque él los haya

creado, sino porque ha decidido adoptarlos como tales o no. En este caso, el sujeto es

responsable por su propia toma de decisiones.


A n t o l o g í a É t i c a | 47

Otra vía de análisis de los valores es la desarrollada por Wittgenstein (2001) dentro

de su concepción filosófica del análisis lógico. Según ella, el campo axiológico proviene de

un proceso de conocimiento previo, cuyas vías son la lógica y la experiencia. Deriva de aquí

nuestro interés en educar en valores, de una manera vivencial y no puramente

academicista.

Como ya se ha visto, una preocupación de los estudiosos del comportamiento

humano ha sido el determinar si una conducta es o no buena. Siguiendo a Cano de Pablo

(2000) esto se ha hecho por dos vías alternativas de análisis. La primera implica que la

conducta puede ser juzgada como buena intrínsecamente y la segunda, refiere que una

conducta puede ser considerada como buena de acuerdo a su grado de ajuste con un

patrón específico.

En el primer caso encontramos una conducta que es “absolutamente” buena, es

decir “deseable en sí misma”, juzgada por criterios internos; en el segundo caso, la

deseabilidad de la conducta se evalúa por criterios externos. En el primer caso, según Cano

(2000) estaríamos hablando de la ética propiamente dicha y, en el segundo, de la axiología.

Siguiendo el razonamiento de Cano (2000), la ética proporciona la normativa

general a una sociedad, en tanto que la axiología otorga el contenido normativo a un

sistema. La relación entre sistema y sociedad se da de tal modo que la sociedad es la que

soporta al sistema o a los sistemas y subsistemas (económico, político, cultural, etcétera).

Hasta ahora se ha considerado en este texto la discriminación conceptual entre la

ética y los valores desde el punto de vista de la sociedad, considerada ésta como un todo

envolvente que incluye sistemas y subsistemas, puesto que los valores, si bien son

“productos sociales”, atañen directamente al hombre y su espacio vivencial. A continuación,

se plantean otros puntos de vista que consideran la percepción humana de los valores.
A n t o l o g í a É t i c a | 48

En primer lugar, se mencionan las relaciones subjetividad-objetividad en la

percepción de los valores; en tal sentido, Ramos (2000) plantea que el mundo de los valores

presenta una dificultad conceptual, puesto que en él se confronta la objetividad con la

subjetividad, es decir, existe una suerte de controversia entre los valores admitidos por la

sociedad y cómo los percibe cada sujeto.

De acuerdo a Ramos (2000), como ejemplo ilustrativo pudiésemos analizar, que el

valor salud no tiene el mismo valor para el sujeto sano como para el enfermo, con base en

su situación personal. Del mismo modo, el valor trabajo no es considerado igual por el

empleado como por el desempleado. Igual pudiera decirse de la democracia, que no tendría

el mismo alcance valorativo para los sujetos que viven en dictadura, como para los que

viven en democracia.

De aquí se desprende, en nuestro análisis, que los valores surgen en tanto se

incluyan en el sistema de necesidades humanas y sean concebidos como objeto de cultivo

en un clima adecuado. Pudiera decirse, del mismo modo, que el estudiante debería apreciar

el estudio –el hecho de estudiar- como un objeto precioso en su vida, de tal manera que lo

asumiese como un valor.

Es cierto que, desde hace algún tiempo, en los estudios en el campo axiológico se

había planteado una cuestión de fondo a debatir, en torno al locus de los valores, en el

sentido de dilucidar si éstos son objetivos o subjetivos. En esta oportunidad, traemos a

colación el debate organizado por Xtec (2000) en el que intervinieron Rubio Barroso, E.;

Sala, A. y Ventura Fábregas, G. (2001), el debate se organiza planteando si las cosas tienen

valor porque las deseamos -visión subjetiva, que depende del sujeto que valora- o las

deseamos porque tienen valor -visión objetiva, que depende del objeto a ser valorado-.

Según Rubio et al. (2001), los defensores del enfoque subjetivista perciben los

valores como una moneda antigua, a la cual el coleccionista, siguiendo sus propios
A n t o l o g í a É t i c a | 49

intereses, otorga un valor numismático independiente de su peso o su número grabado; de

tal modo que el subjetivismo se apoya sobre observaciones empíricas, decimos que algo

conviene a nuestros intereses y en esa medida lo valoramos más, independientemente de

cuál sea su valor intrínseco.

Otro modo de subjetivismo en la asignación de valor proviene del estado de ánimo,

es decir, un objeto es valioso si nos despierta un buen estado de ánimo o está de acuerdo

con nuestras creencias. Ahora bien, todas estas expresiones por la vía del subjetivismo

pueden ser objeto de asignación de valor por un individuo o por un grupo. En síntesis, el

valor de un objeto es atribuido por un individuo o por el grupo y se cumple la premisa: si X

es valioso, es porque estamos interesados en él.

Los objetivistas, al contrario, por expresarlo metafóricamente, comparan el valor

con los colores: un objeto azul es azul y siempre lo voy a valorar como azul. Proponen que

los valores son producto del descubrimiento de la realidad del objeto y no de la atribución

que hace el individuo o el grupo. De esta manera, por ejemplo, el diamante será más valioso

que el grafito por su dureza y transparencia y el oro será más valioso que otros metales,

por su maleabilidad y ductilidad.

A este respecto Scheler (1971), un estudioso clásico de la ética y la axiología,

defiende el gran componente intuitivo en los valores y que ellos se nos revelan en las

vivencias emotivas: “el valor es algo distinto del ser, que se capta por una intuición valoral

y no por vía sensible ni intelectual”.

No obstante, la axiología contemporánea tiende a desdibujar la frontera entre los

presupuestos subjetivistas y objetivistas, de tal modo que considera que los valores son

una resultante de los dos componentes subjetivo y objetivo, consideración con la que

coincidimos. Nuestro enfoque en este punto es ecléctico, de tal modo que los valores son
A n t o l o g í a É t i c a | 50

susceptibles de ser analizados no como un todo indivisible, sino más bien como el resultado

de los componentes objetivo y subjetivo.

Otro aspecto a considerar cuando se trata del proceso de valoración, es el de que

hay objetos o acciones que, para el individuo, valen más que otros o bien que tienen mayor

valor intrínseco que otros, en este punto, estaríamos hablando de los niveles jerárquicos o

jerarquía de valores, que oscilan entre lo más deseable y lo menos deseable.

En este sentido se distinguen dos categorías de jerarquías: la personal, o propia

del individuo -construida con su propia experiencia, en las dos vertientes subjetiva y

objetiva- y la social -del mismo modo en las dos vertientes subjetiva y objetiva, producto de

construcción social, es decir, consensuada socialmente y que pueden llegar a ser valores

universales-.

Las jerarquías indican el nivel de preferencias, que al final, es lo que determina el

hecho de que el individuo asuma o no un valor, basado en sus expectativas personales o

en la valoración social. De tal modo que, en palabras de Rubio et al. (2001) “solemos

aceptar que hay objetos y acciones que valen más que otras, que hay una mínima jerarquía

de valores. Todo aquello que forma parte de nuestras aspiraciones, sueños o ideales ocupa

un lugar más elevado en nuestra jerarquía o escala de valores. En estos contextos, son

muchos los axiólogos que consideran que cuanto más bajo se encuentra un valor en una

jerarquía, más pesan los componentes subjetivos y que, por el contrario, cuanto más

elevado es un valor, más dominan los componentes objetivos.”

Rubio et al. (2001) añaden, a este respecto, algunas puntualizaciones que se

sintetizan a continuación:

1. Los más elevados valores suelen ser más objetivos y universales.

2. Un valor subjetivo llega a ser objetivo cuando tiene en cuenta los valores de

otros y sirve como referencia respecto de la convivencia.


A n t o l o g í a É t i c a | 51

3. La vigencia y universalidad de ciertos valores éticos y estéticos no es absoluta

y está asociada a escenarios espacio-temporales.

4. Un mismo hecho puede tener a la vez valor subjetivo y valor objetivo.

En adición al problema de la subjetividad-objetividad en los valores, que atañe

directamente a como son percibidos los valores en el individuo y en el grupo social, surge

otro tema que ha causado inquietud a algunos autores, entre los que se cita a Jaime Trilla

(1995) el cual transciende a la subjetividad y la objetividad y contempla la universalidad y

la controversialidad de los valores, según son percibidos por el sujeto y el entorno. En este

sentido, su propuesta es congruente con las puntualizaciones ya expuestas.

Adicionalmente, en la conceptualización de los valores está presente una noción

de relativismo, que en opinión de Trilla (1995) es un relativismo social que excede a la mera

consideración del subjetivismo o del objetivismo individual y adquiere significativas

connotaciones pluralistas. Este autor, basado en la concepción de los valores como

producto social, lo explica en términos de una categorización de valores, utilizando como

criterio clasificatorio el grado de aceptación de la sociedad hacia esos valores.

Esta deseabilidad social el autor la expresa como “valores compartidos” -que

identifica con el código A- y “valores no compartidos” que, a su vez, se subdividen en valores

contradictorios con A -contravalores que identifica con el código B- y No contradictorios con

A -que identifica con el código C-. De este modo las categorías serían como se señala en

el Diagrama 2.
A n t o l o g í a É t i c a | 52

Diagrama 2. Valores compartidos y no compartidos.

Si en el marco epistemológico la propuesta de Trilla está inmersa en el relativismo

social, en el marco hermenéutico se involucra con el concepto de sociedad democrática, en

la cual se pueden dar valores compartidos mediante un proceso consensual, lo que no

ocurre en las sociedades autocráticas.

En este contexto, los valores A no se conciben como los que tradicionalmente se

han denominado “valores dominantes”, sino como aquellos valores que han sido producto

de un proceso consensual, en un marco, obviamente, democrático.

Estos valores A, siguiendo a Trilla (1995) se aglutinan alrededor de tres campos

referenciales. En primer lugar, los grandes conceptos universales históricamente

reconocidos como son: justicia, libertad, verdad, felicidad, belleza, etc.

Una segunda referencia está constituida por las grandes declaraciones de

principios, tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y normativas

legales, emanadas del proceso constitucional democrático. Una tercera referencia atañe a

los principios consagrados por la democracia que, de alguna manera, constituyen las

“reglas del juego” de las sociedades pluralistas, como son: la tolerancia, el respeto al

pluralismo, la participación responsable, la solidaridad, la libertad para expresar las ideas,

la aceptación de las ideas de los otros, la no violencia, etc.


A n t o l o g í a É t i c a | 53

En cuanto a la primera de las dos clases de Valores no compartidos, esto es, la

clase de Valores denominados B o contravalores, incluye aquellos valores

consensualmente rechazados en una determinada sociedad, por ejemplo, los valores que

justificasen el racismo, son contravalores y, además, rechazados en una sociedad

democrática.

En la segunda clase de Valores no compartidos, identificados como Valores C, se

trata de aquellos valores que, sin ser contravalores, sin ser antagónicos con los admitidos

por la sociedad, no se admiten consensualmente en toda la sociedad, aun cuando pudiesen

ser compartidos por algún sector de la misma; pudiera decirse que se admiten o consideran

como legítimos, pero no como universales. Estos valores, que de hecho pueden ser objeto

de controversia en el seno de la sociedad, están en la base de las especificidades de las

diferentes corrientes artísticas, filosóficas, religiosas, políticas, etc., o bien son valores

aceptados por un grupo étnico o religioso minoritario.

Tabla 1. Valores compartidos, no compartidos y controvertidos


A n t o l o g í a É t i c a | 54

Un ejemplo típico es el del celibato eclesiástico, citado por Trilla (1995) quien,

adicionalmente, expone: “a menudo un valor aparece como compartido, pero, en cambio,

existe controversia social en la forma de interpretarlo en situaciones determinadas. Así, por

ejemplo, el valor de la vida humana no es puesto en duda por casi nadie, pero en la

interpretación de este valor (o en el propio concepto de vida humana o de persona) difieren

quienes son partidarios de la despenalización del aborto y quienes son radicalmente

contrarios a él”.

En el siguiente cuadro se muestra una aplicación de la clasificación de Trilla, en la

que se señalan algunos ejemplos ilustrativos. Como un complemento de la

conceptualización de los valores analizada, existe otro punto neurálgico en la ubicación del

locus de los valores, en lo que atañe a su caracterización desde el punto de vista de los

sujetos; esta ha sido analizada y discutida por diferentes autores. En este sentido, en la

Tabla 1 a continuación, se expone otra visión de los valores desde la óptica del sujeto que

valora.

Max Scheler (1948) expone que los valores, considerados como productos

sociales, no pueden existir como tales sin el hombre; no son entes abstractos, sino reales,

concretos, y es el ser humano el que les da vida. Considera como característica esencial

del hombre el ser autor de “actos espirituales” y “actos técnicos”, como se visualiza en el

Diagrama 3. Los actos espirituales (“actos de ideación”), consisten en percibir un fenómeno,

le afecte o no, en tanto que los “actos técnicos” implican una problematización de lo

percibido, con búsqueda de soluciones. Por ejemplo, percibir un dolor de cabeza sería un

acto de ideación y tomar un medicamento sería un subsiguiente acto técnico.


A n t o l o g í a É t i c a | 55

Diagrama 3. Actos espirituales y técnicos.

Del mismo modo, Scheler distingue tres niveles en la conducta humana como se

muestra en el Diagrama 4: la percepción, el pensamiento y los sentimientos. De tal modo,

los objetos sensibles, concretos (las cosas) son objeto de percepción, los conceptos son

objeto del pensamiento y los valores son objeto de los sentimientos, es decir, sentidos.

Diagrama 4. Niveles de conducta humana.


A n t o l o g í a É t i c a | 56

Siguiendo este razonamiento, resulta factible vincular el desarrollo del acto de

estudiar (el estudio), como valor, al repertorio conductual de los estudiantes. Una

clasificación de los valores más completa y comprensiva es la de Larroyo (en Ramos, 2000)

que se muestra en la Tabla 2.

Diagrama 4. Niveles de conducta humana.

En esta categorización de los valores desde el punto de vista del sujeto, no se tiene

en cuenta, de modo declarativo, el factor consensual del que se habló anteriormente; no

obstante, se aprecian coincidencias que permiten asociarlos con los referidos por Trilla

(1995).

Adicionalmente, los valores, desde el punto de vista del sujeto que valora, tienen

un cierto carácter bipolar, coincidente con lo enunciado anteriormente. De esta forma, cada

valor percibido por el sujeto, tiene un contravalor asociado, como se muestra a continuación

en Ramos (2000).
A n t o l o g í a É t i c a | 57

Tabla 3. Valores y contravalores.

Finalmente, cabe relacionar los valores con la conducta humana y con las

actitudes, que actúan como mediadores. Wittaker (1985) psicólogo estudioso de las

actitudes y su naturaleza, afirma que cuando la persona humana ha asumido un

determinado valor, este hecho se refleja operativamente mediante una conducta.

Referencias

Barra, E. (1987). El desarrollo moral: una introducción a la teoría de Kohlberg. Revista

Latinoamericana de Psicología, 19 (1), 7-18.

Castillero, O. (s/f.). “Dilemas éticos: qué son, tipos y 4 ejemplos que te harán pensar”.

Recuperado de: https://psicologiaymente.com/psicologia/dilemas-eticos

Ortiz, G. (2016). Sobre la distinción entre ética y moral. ISONOMÍA, (45), 113-139.

Pestaña, P. (2004). Aproximación conceptual al mundo de los valores. Revista

Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 2 (2), 67-82.


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Varó, A. (s/f.). “Algunas teorías éticas occidentales”. Recuperado de:

https://www.nodo50.org/filosofem/IMG/pdf/etica4c.pdf
A n t o l o g í a É t i c a | 59

Unidad 2. Consideraciones éticas en la ciencia y la tecnología

Objetivo:

Asumir una actitud dirigente y respetuosa en la toma de decisiones ante los retos

actuales que ofrece la ciencia y la tecnología, que le permita interactuar con la sociedad de

manera proactiva.

2.1 Las implicaciones de la ética y la ciencia

2.1.1 ¿Qué es la ciencia?

Mario Bunge en su obra denominada “La ciencia, su método y su filosofía” define

a la “ciencia", como el conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por

consiguiente falible. Por medio de la investigación científica, el hombre ha alcanzado una

reconstrucción conceptual del mundo que es cada vez más amplia, profunda y exacta. La

ciencia es útil en más de una manera: constituye el fundamento de la tecnología, se la

emplea en la edificación de concepciones del mundo que concuerdan con los hechos y

también contribuye a crear el hábito de adoptar una actitud de libre y valiente examen para

que la gente ponga a prueba sus afirmaciones y argumente correctamente. No menor es la

utilidad que presta la ciencia como fuente de apasionantes rompecabezas filosóficos y

como modelo de la investigación filosófica.

La ciencia es valiosa como herramienta para domar la naturaleza y remodelar la

sociedad; es valiosa en sí misma, como clave para la inteligencia del mundo y del yo y es

eficaz en el enriquecimiento, la disciplina y la liberación de nuestra mente. La ciencia es

ciertamente comunicable; si un cuerpo de conocimiento no es comunicable, entonces por

definición no es científico, pero esto se refiere a los resultados de la investigación, antes


A n t o l o g í a É t i c a | 60

que a las maneras en que éstos se obtienen. La comunicabilidad no implica que el método

científico y las técnicas de las diversas ciencias especiales puedan aprenderse en los libros:

los procedimientos de la investigación se dominan investigando y los meta-científicos

debieran por ello practicarlos antes de emprender su análisis. No se sabe de obra maestra

alguna de la ciencia que no haya sido engendrada por la aplicación consciente y

escrupulosa de las reglas conocidas del método científico; la investigación científica es

practicada en gran parte como un arte, no tanto porque carezca de reglas cuanto porque

algunas de ellas se dan por sabidas y tampoco porque requiera una intuición innata, sino

porque exige una gran variedad de disposiciones intelectuales.

Como toda otra experiencia, la investigación puede ser comprendida por otros,

pero no es íntegramente transferible; hay que pagar por ella el precio de un gran número

de errores y, por cierto, al contado. Por consiguiente, los escritos sobre el método científico

pueden iluminar el camino de la ciencia, pero no pueden exhibir toda su riqueza y sobre

todo, no son un sustituto de la investigación misma, del mismo modo que ninguna biblioteca

sobre botánica puede reemplazar a la contemplación de la naturaleza, aunque hace posible

que la contemplación sea más provechosa.

2.1.2 El método científico9

Un método es un procedimiento para tratar un conjunto de problemas. Cada clase

de problemas requiere un conjunto de métodos o técnicas especiales. Los problemas del

conocimiento, a diferencia de los del lenguaje o los de la acción, requieren la invención o la

aplicación de procedimientos especiales adecuados para los varios estadios del tratamiento

de los problemas, desde el mero enunciado de éstos hasta el control de las soluciones

9 Este subtema se retoma de Bunge (2017) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 61

propuestas; ejemplos de tales métodos o técnicas especiales de la ciencia son la

triangulación -para la medición de grandes distancias- o el registro y análisis de radiaciones

cerebrales -para la objetivación de estados del cerebro-.

Los pasos principales de la aplicación del método científico

Distinguimos, efectivamente, la siguiente serie ordenada de operaciones:

1. Enunciar preguntas bien formuladas y verosímilmente fecundas.

2. Arbitrar conjeturas, fundadas y contrastables con la experiencia, para contestar

a las preguntas.

3. Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.

4. Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación.

5. Someter a su vez a contrastación estas técnicas para comprobar su relevancia

y la fe que merecen.

6. Llevar a cabo la contrastación e interpretar sus resultados.

7. Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad de las técnicas.

8. Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas y

formular los nuevos problemas originados por la investigación.

El método científico y la finalidad a la cual se aplica -conocimiento objetivo del

mundo- constituyen la entera diferencia que existe entre la ciencia y la no-ciencia. Además,

tanto el método como el objetivo son de interés filosófico; por tanto, resulta injustificable el

pasarlos por alto. Con esto no se trata de ignorar que una metodología tácita pero sana, es

mejor que una metodología explícita y mala. Hay que subrayar esto en unos tiempos como

los nuestros, en los que las revistas de psicología y de sociología dedican muchísimo

espacio a discusiones metodológicas que en el fondo se proponen hallar el mejor


A n t o l o g í a É t i c a | 62

procedimiento para realizar la investigación prohibiendo el uso de conceptos que no se

apliquen directamente a rasgos observables. Frente a prescripciones metodológicas tan

dogmáticas y estériles -además de teoréticamente injustificadas-, lo mejor es tener presente

la que acaso sea la única regla de oro del trabajo del científico: audacia en el conjeturar y

rigurosa prudencia en el someter a contrastación las conjeturas.

Resumiendo, el método científico es un rasgo característico de la ciencia, tanto de

la pura como de la aplicada. Donde no hay método científico no hay ciencia, pero no es ni

infalible ni autosuficiente. El método científico es falible: puede perfeccionarse mediante la

estimación de los resultados a los que lleva y mediante el análisis directo. Por otro lado, el

método científico tampoco es autosuficiente: no puede operar en un vacío de conocimiento,

sino que requiere algún conocimiento previo que pueda luego reajustarse y elaborarse, y

tiene que complementarse mediante conocimientos especiales adaptados a las

peculiaridades de cada tema.

2.1.3 El valor de la ética en la ciencia10

En la obra “Los valores de la ciencia y el papel de la ética en la ciencia”, Hugh

Lacey sostiene que es muy importante vincular las cuestiones acerca del papel de la ética

en la ciencia, con las cuestiones de los valores incorporados en las prácticas científicas.

Es evidente que la reflexión sobre la ciencia, en cuanto fenómeno social, debe

abordar el hecho de que las aplicaciones del conocimiento científico tienen efectos

colaterales no pretendidos y frecuentemente no anticipados, cuyas consecuencias pueden

ser profundas. Esto suscita una pregunta importante: ¿cuáles deben ser las prioridades de

la investigación científica?

10 Se retoma para este subtema el trabajo de Lacey (2008) [Nota del editor].
A n t o l o g í a É t i c a | 63

Alguien puede proponer el punto de vista ético, según el cual sería irresponsable

emprender investigaciones capaces de dar pie a aplicaciones tecnológicas (por ejemplo, en

biología molecular), a menos que al mismo tiempo también se emprendan investigaciones

sistemáticas y rigurosas acerca de a) las consecuencias y riesgos ecológicos y sociales de

la implementación de dichas aplicaciones en el largo plazo, y b) acerca de las condiciones

socioeconómicas de dicha implementación. Tal propuesta representaría un punto de vista

ético sobre cómo debe conducirse en la investigación científica y cuáles son sus

prioridades; un punto de vista, por tanto, que no limita la reflexión ética sobre la ciencia, de

acuerdo con la tendencia común a los siguientes tres asuntos:

1. Cuestiones de ética de la investigación que involucran experimentos que utilizan

sujetos humanos y animales y, más generalmente, cuestiones de derechos

humanos que pudieran surgir a partir de las prácticas experimentales.

2. Cuestiones acerca de los beneficios y riesgos de las aplicaciones del

conocimiento científico a corto plazo y sin consideración de su contexto

socioeconómico.

3. Elaboración del ‘ethos científico’, esto es, identificación de las virtudes morales:

honestidad, solidaridad, etc., que supuestamente necesitan cultivarse para

asegurar la integridad de la ciencia.

La ética debe tener influencia en el proceso total de investigación científica. La

propuesta más conocida de la participación de la ética en la ciencia recomienda que en la

misma se respete el Principio de Precaución (PP).


A n t o l o g í a É t i c a | 64

El principio de precaución (PP)

Es obligatorio practicar la precaución respecto de las nuevas aplicaciones

tecnocientíficas en vista de sus riesgos potenciales y permitir un plazo razonable para

realizar y avalar estudios ecológicos, sociales y otros que se muestren pertinentes, antes

de implementar sus aplicaciones; de esta forma, el PP recomienda:

 Cautela de cara a la aplicación tecnológica de resultados científicos bien

confirmados.

 Tomar conciencia de la importancia de emprender la investigación en áreas que

no pueden investigarse adecuadamente utilizando sólo las metodologías de

investigación que producen el conocimiento que da forma a las innovaciones

tecnocientíficas.

El PP encuentra mucha oposición en las investigaciones científicas

predominantes, precisamente porque admite un papel para la ética en la ciencia que se

extiende más allá de los tres puntos enunciados anteriormente. Se dice frecuentemente que

la adhesión al PP pone límites a la autonomía de la investigación científica, porque

subordina los objetivos o prioridades científicas a los imperativos éticos y, así, debilita la

autonomía conquistada tras la larga lucha que comenzó en el siglo XVII con el conflicto

entre Galileo y la Iglesia.

Esta objeción presupone correctamente que las prácticas de la investigación

científica incorporan ciertos valores; de acuerdo con una larga tradición científica, uno de

esos valores es la autonomía.

Autonomía. Las prácticas científicas son autónomas. Los problemas de

metodología científica y los criterios para avalar el conocimiento científico se encuentran

fuera de la esfera de cualquier perspectiva ética (religiosa, política, social y los valores de
A n t o l o g í a É t i c a | 65

la ciencia y el papel de la ética en la ciencia económica) y no dependen de preferencias

personales. Las prioridades de la investigación, para el emprendimiento científico tomado

como un todo, no deben moldearse por ninguna perspectiva valorativa en particular y las

instituciones científicas deben constituirse de forma que resistan las interferencias externas

(no científicas).

Objetividad. El conocimiento científico es objetivo. Una hipótesis se acepta como

conocimiento científico o una teoría se acepta como bien confirmada, en el momento en

que se juzga que se encuentra bien apoyada por la evidencia empírica disponible, a la luz

de criterios estrictamente cognitivos; por ejemplo, una adecuación empírica, explicación o

predicción, que no refleje valores sociales y éticos particulares, que ha sido puesta a prueba

en el transcurso de un programa apropiado y riguroso de investigación empírica o

experimental.

Neutralidad. El conocimiento científico y las teorías científicas son neutras. Los

resultados científicos, considerados como un todo, no favorecen a algunas perspectivas

éticas en desmedro de otras, ya sea a través de sus implicaciones lógicas o a través de las

consecuencias concomitantes de sus aplicaciones. En el contexto de la aplicación

tecnológica, la totalidad de las teorías bien establecidas, en principio, pueden servir

equitativamente a los intereses promovidos por un amplio abanico de perspectivas éticas,

esto implica que los resultados científicos pueden usarse al servicio de fines ‘buenos’ o

‘malos’.

La neutralidad robustece la base de la idea de que los resultados científicos

representan un patrimonio de la humanidad y los tres valores en su conjunto constituyen la

base racional del ‘ethos científico’.


A n t o l o g í a É t i c a | 66

2.1.4 Las virtudes del científico11

De acuerdo con el argentino Bernardo Houssay -premio Nobel de medicina-

algunas de las responsabilidades que tiene un investigador son:

1. “Tiene el deber de dedicarse a la ciencia para hallar nuevos conocimientos,

hacerlos adelantar y perfeccionarse.

2. Tiene el deber de dedicarse a la ciencia en su propio país, para elevar su nivel

intelectual y cultural y para lograr el bienestar, la riqueza y la cultura a través de

las tecnologías.

3. Contribuirá a formar investigadores o técnicos para que prosigan a su vez las

tareas de investigación.

4. Ese adelanto científico básico y aplicado deberá beneficiar a su institución, su

ciudad o provincia y a su país.

5. Ayudará al desarrollo científico de los países menos desarrollados.

6. Debe instruirse, mejorarse, progresar y buscar una posición donde pueda

trabajar bien.

7. Tiene deberes para con los suyos: discípulos, amigos y colegas. Debe

contribuir, aún con sacrificio, al adelanto de su propio país.

8. Debe estrechar las buenas relaciones con los que cultivan la ciencia, y en

especial su propia rama, en su país, las naciones hermanas y en todo el mundo.

Esta estrecha confraternidad sin reticencias entre los científicos, debe ser un

modelo para estrechar la confraternidad y la paz entre todos los hombres.”

11 El contenido de este subtema se extrae de Schulz (2005) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 67

Estas palabras muestran una guía de conducta que deberían tener en cuenta los

científicos en su relación con la sociedad.

2.2 Las implicaciones de la ética y la tecnología. La ética y los valores

humanos en el desarrollo tecnocientífico12

Aunque el siglo veinte se inició con una fe casi incondicional en la probidad moral

de la tecnología, la última parte del siglo fue testigo de la emergencia, incluso dentro de la

comunidad tecnocientífica, de una serie de preguntas dirigidas al humanismo tecnológico.

Un poderoso argumento de esta crítica sostenía que el cambio tecnológico

fomentaba una forma de deshumanización, en la medida en que separaba a los seres

humanos de la naturaleza y la tradición, y subordinaba la rica variedad de la experiencia

humana a los cálculos del racionalismo instrumental. Una articulación heredada del siglo

XIX, y especialmente influyente de la tecnología como deshumanizante, se concentraba en

la cuestión de la alienación en la manufactura. Para Karl Marx, la alienación se definía

limitadamente en términos de la pérdida de control por parte de las y los trabajadores sobre

los procesos y los productos de su trabajo, pérdida respaldada por las divisiones

racionalistas del trabajo y la industrialización en gran escala.

La división del trabajo, sin embargo, es sólo un caso especial de la alineación

provocada por los fenómenos de la tecnología desarraigada o arrancada de la cultura.

Antes del período moderno, las técnicas estaban insertas en un mundo de la vida humana,

esto es, plagado de instituciones basadas en convenciones y contraconvenciones. Antes

del siglo XX, el principal sector de empleo era la agricultura; así, la matanza de animales y

12 El texto de esta subunidad se retoma de Mitcham (2005) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 68

el consumo de alimentos estaban insertos en el mundo, es decir, eran parte de antiquísimos

rituales y tabúes religiosos y culturales.

No es correcto, siquiera, describir la relación tradicional como la de fines culturales

que orientan los medios técnicos, pues la distinción entre medios y fines estaba

manifiestamente ausente en la trama de la vida premoderna; cada actividad humana estaba

plegada sobre o implicada en otras, no obstante, con la producción industrial la trama se

destejió, de manera que las distinciones entre medios y fines fueron puestas en cuestión, y

la tecnología como medio, fue separada de cualquier fin particular con el objeto de que

avanzara y se desarrollara por su propia cuenta en un grado sin precedentes. El resultado

es lo que el sociólogo William Fielding Ogburn (1922) denominó “desfase cultural” (cultual

lag), que es aquello que tiene lugar cuando los modos de vida avanzan para ponerse al día

con la irrupción de nuevos productos y procesos que se introducen en la experiencia

humana. Esta “pérdida de control” del ser humano sobre la naturaleza - como a menudo se

la siente-, es una expresión adicional de este desarraigo y del impulso básico que llama a

la reflexión ética acerca de los nuevos medios puestos a disposición de una plétora de

intenciones y deseos humanos liberados de las restricciones tradicionales.

La crítica ética de tan masivas dislocaciones culturales permaneció en una

posición más o menos marginal hasta que la invención de las armas nucleares encendió la

vaga inquietud característica de los intelectuales conservadores y situó la ética de una

tecnología específica a la vanguardia del discurso público. Luego de Hiroshima y Nagasaki,

muchos científicos e ingenieros encontraron sus intuiciones viscerales expresadas en la

voz de J. Robert Oppenheimer -el ingeniero en jefe del programa de armas atómicas-

cuando dijo que “en alguna clase de crudo sentido que ninguna vulgaridad, ningún humor,
A n t o l o g í a É t i c a | 69

ninguna exageración puede extinguir del todo, los físicos han conocido el pecado”13. Albert

Einstein resumió esta situación en palabras menos religiosas, pero ciertamente igual de

dramáticas: “la bomba y otros descubrimientos nos sitúan ante un problema no de física,

sino de ética”.

La Segunda Guerra Mundial, asimismo, confrontó a la comunidad humana con

casos en los que las tecnociencias más humanitarias, asociadas con la medicina y su ethos

profesional de atención, habían sido deformadas y corrompidas por una subordinación

irreflexiva a las agendas políticas de fondo. Los médicos alemanes y japoneses investigaron

en medicina con pacientes hasta el punto de ejercer formas de tortura, al tiempo que

desarrollaban armas químicas y biológicas con el fin de utilizarlas contra no combatientes

y combatientes por igual. Como resultado, el Tribunal de Crímenes de Guerra de

Nuremberg buscó establecer pautas nuevas y más estrictas para la realización de

experimentos médicos con sujetos humanos, de modo que el consentimiento libre e

informado fuera un requisito fundamental y se aplicara el principio de la justicia distributiva

para los beneficios que surgieran de tales investigaciones. Estudios posteriores revelaron

experimentos médicos inmorales no sólo entre los enemigos de la democracia, sino también

dentro de los propios regímenes democráticos: he ahí el caso de los experimentos de

Tuskegee (con afroamericanos afectados de sífilis), el de los casos de soldados y

ciudadanía expuesta a dosis nocivas de radiación -tal y como ocurrió con las pruebas

nucleares en Nevada y el Pacífico Sur- o de los tratamientos médicos reservados sólo para

las minorías, todos ellos en el nombre de la producción de conocimiento tecnocientífico y/o

la defensa nacional.

13Por supuesto, otras personas del campo de la física reclamaron violentamente que Oppenheimer no tenía el
derecho de golpearse públicamente el pecho por todo el gremio.
A n t o l o g í a É t i c a | 70

En efecto, en las cinco décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial se puede

identificar una serie de discusiones éticas, a menudo iniciadas por tecnocientíficos, que

intentaban crear culturas de contención adecuadas para los nuevos poderes tecnológicos.

En la década de los cincuenta, el debate ético sobre pruebas con armas nucleares

dio lugar al Tratado de Limitación de Pruebas Nucleares (1963) y abrió las puertas a

discusiones posteriores acerca de la ética de las políticas de disuasión nuclear.

En los años cincuenta y sesenta, los desarrollos en materia de informática

generaron preguntas acerca de la singularidad del pensamiento humano y la inteligencia

artificial se comenzó a usar como modelo de la cognición humana, lo cual dio origen a

cuestiones no sólo ontológicas, sino también éticas.

En la década de los sesenta, la obra “Silent Spring” (1962) de la bióloga Rachel

Carson, mostró claramente la capacidad destructora del uso excesivo de pesticidas, lo que

condujo al establecimiento en Estados Unidos de la Environmental Protection Agency

(1970), la cual se convertiría en un organismo gubernamental con influencia internacional.

Posteriormente, argumentos a favor de renovar la valoración del mundo natural, basados

tanto en motivos antropocéntricos como no antropocéntricos, inspiraron todo un nuevo

discurso disciplinario acerca de la ética ambiental, que finalmente se materializó en la Carta

Mundial de la Naturaleza (1984).

Durante la década del setenta, los temas de salud ambiental se sumaron a

cuestiones acerca de cómo asignar equitativamente tratamientos médicos costosos y

aparatos de alta tecnología para crear, en un diálogo entre profesionales biomédicos y

especialistas en ética, el campo de la ética biomédica o bioética. En la misma línea, las

cuestiones relativas a la seguridad de los primeros organismos genéticamente modificados

provocaron que los ingenieros genéticos adoptaran, a comienzos de la década, una


A n t o l o g í a É t i c a | 71

moratoria voluntaria y mundial sobre esta tecnología, a fin de establecer protocolos

adecuados para su desarrollo seguro.

Los años ochenta vieron en Estados Unidos un enérgico debate acerca de la

confiabilidad de las tecnologías propuestas para crear una defensa misil nacional, así como

la emergencia de preocupaciones referidas a la seguridad y la privacidad en lo que hace a

la informática y las tecnologías de la información.

La década de los noventa cobraron auge ético tópicos tales como la pérdida de la

biodiversidad, el cambio climático global y la clonación reproductiva.

Resulta justo describir el siglo XXI como aquel que ha comenzado con una nueva

idea de la relación entre tecnología y ética, relación que dota a esta última de mayor

importancia de la que se le concedía a inicios del siglo previo. El entusiasmo característico

del siglo veinte por la tecnología entendida como algo virtualmente bueno bajo toda

circunstancia, se ha visto modificado por una fe más matizada y por los diversos esfuerzos

para avanzar un tipo de reflexión ética crítica, dirigida tanto a las opciones como a las

amenazas asociadas al periodo de cambio tecnológico más rápido y más extendido en la

historia de la humanidad.

Son al menos tres las áreas en las que se pueden encontrar señales de esta nueva

receptividad hacia los temas de ética y tecnología, a saber: la filosofía, los estudios

de ciencia y tecnología, y el ámbito de la política de ciencia y tecnología. En filosofía,

actualmente es para resaltar el interés en la ética. Uno de los motivos de tal interés radica

en el origen de la ética aplicada, a menudo interesada en cuestiones vinculadas con la

ciencia y la tecnología -si bien en la actualidad sus objetivos son mucho más generales-,

hasta el punto de retomar cuestiones de teoría ética básica, en muchas de cuyas áreas se

puede detectar la sombra de la tecnología. Por citar un ejemplo particularmente obvio, el

estudio de Onora O’Neill (2002) “Autonomy and Trust in Bioethics” consiste en clarificar el
A n t o l o g í a É t i c a | 72

carácter autónomo de la ética, en general, y en analizar la confianza que en ella podemos

depositar, alrededor del estudio de diversas experiencias con la tecnología en el ámbito de

la biomedicina.

En los estudios de ciencia y tecnología, los enfoques más estrictamente

descriptivos y próximos a la construcción social de la tecnología han comenzado a tener

cabida entre los nuevos planteamientos preocupados por cuestiones normativas. Aquí se

pueden mencionar como casos los trabajos de Bruno Latour y de Sheila Jasanoff, dos

figuras líderes de lo que se ha denominado el enfoque socioconstructivista. Latour describe

sus “Politiques de la nature” (1999) como una “filosofía política de la naturaleza” que busca

una forma nueva de gobierno, típica del mundo tecnológico, para el colectivo de humanos

y no-humanos. Por su parte, Jasanoff (2005), mediante la ampliación de sus estudios sobre

la construcción mutua de ciencia y ley (1995), también argumenta ahora en pro de nuevas

formas de participación ciudadana en la gobernanza de la ciencia a través del desarrollo de

lo que ella llama “tecnologías de la humildad”.

Por último, cabe resaltar que el trabajo de Jasanoff también supone una

interesante aportación a los estudios sobre política de ciencia y tecnología, especialmente

en la medida en que impulsa a la ética a tratar sobre cuestiones de tecnología. En este

campo se puede hacer referencia a aportaciones tan diversas como la de Francis

Fukuyama o la de Daniel Callahan. Desde una perspectiva filosófico-política conservadora,

Fukuyama (2002) defiende que se reconsideren las necesidades y oportunidades de la

regulación de la biotecnología. Sin embargo, desde un punto de vista filosófico-político más

liberal, las propuestas de Callahan (2003) constituyen sin duda un desafío a lo que

denomina el “imperativo de la investigación”, que parecería justificar una política

expansionista de la ciencia y la tecnología. Por supuesto, la medida en que ambas se vayan

a tener en cuenta en ámbitos políticos más extensos es algo que está por decidir.
A n t o l o g í a É t i c a | 73

El trasfondo de todo esto es que, a pesar de las arremetidas de la globalización y

del avance continuo en la ideología de la tecnología, existen movimientos a lo largo y ancho

del espectro político y, más cohesivamente aún, en el mundo académico, que trabajan

conjuntamente para situar la tecnología bajo perspectivas más y mejor analizadas. Como

resultado de ello, el siglo XXI nos ofrece la oportunidad de buscar una visión ética que nos

conduzca por el camino entre la Escila del positivismo natural y la Caribdis14 de la hybris

tecnológica. Esto sin duda animará a los académicos de la filosofía, a los estudiosos de la

ciencia y la tecnología, y a los expertos en política científica, a asistir a la ciudadanía en la

búsqueda del bien común en ésta, nuestra nueva condición histórica.

Referencias

Bunge, M. A. (2017). El planteamiento científico. Revista Cubana de Salud Pública, 43 (3).

Recuperado

de http://www.revsaludpublica.sld.cu/index.php/spu/article/view/1001/906

Lacey, H. (2017). Los valores de la ciencia y el papel de la ética en la ciencia. Realidad:

Revista De Ciencias Sociales Y Humanidades, (116), 241-246.

https://doi.org/10.5377/realidad.v0i116.3377

Mitcham, C. (2005). De la tecnología a la ética: experiencias del siglo veinte, posibilidades

del siglo veintiuno. Revista CTS, 2(5), 167-176. Recuperado de

https://www.redalyc.org/pdf/924/92420511.pdf

Schulz, P. (2005). La ética en la ciencia. Revista Iberoamericana de Polímeros, 6 (2).

14Escila y Caribdis son dos monstruos marinos de la mitología griega situados en orillas opuestas de un
estrecho canal de agua, tan cerca que los marineros intentando evitar a Caribdis terminarían por pasar muy
cerca de Escila y viceversa. Así, la frase «entre Escila y Caribdis» ha llegado a significar el estado donde uno
está entre dos peligros y alejarse de uno te haría estar en peligro por el otro.
A n t o l o g í a É t i c a | 74

Unidad 3 Consideraciones éticas en el ejercicio profesional

Objetivo:

Adquirir un compromiso ético que se vea reflejado en el ejercicio de la profesión y

que pueda ser aplicado en la solución de problemas para la búsqueda de la mejora del

entorno humano.

3.1 Ética y deontología

Hoy día hay fallos severos en las relaciones sociales que nos están causando

muchos problemas. Miles de personas están sufriendo en todo el mundo por la falta de ética

de los individuos, instituciones y gobiernos, lo cual se ve reflejado en las situaciones

cruciales económicas, políticas y de salud que aquejan a la sociedad. En tales situaciones,

las personas perjudicadas son las más vulnerables, como suele suceder cuando el actuar

social se enfoca solamente en el dinero y el poder y desconoce los valores.

3.1.1 El concepto de deontología en general15

En su acepción más habitual, el término deontología suele usarse para designar la

"moral profesional", situándola así como una parte de la moral, diríamos una "moral

especializada". Mas esto no puede hacerse sin precisar que, ante todo, la deontología es

un capítulo de la Ética general, concretamente la teoría de los deberes (tá déonta). Los

deberes profesionales son sólo una parte muy restrictiva de los deberes en general y de

éstos hemos de ocuparnos en primer término.

15 Este subtema se recupera de Barrio (2004) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 75

La relación entre ética y deontología es análoga a la que se establece entre

felicidad y deber, nociones que en definitiva constituyen sus respectivos núcleos temáticos.

El deber es algo más restringido que la felicidad y así, cabe entender la deontología como

una parte especial de la ética, siendo ésta, a su vez, un desarrollo de la filosofía de la

naturaleza y, en último término, de la filosofía primera o metafísica; de esta forma lo ha

entendido la tradición aristotélica.

En efecto, no cabe reducir el bien al bien moral. Lo primero que hay que decir del

bien (tó agathón) es que es un aspecto del ser (tó on) y la ética se sitúa en el planteamiento

de lo que un tipo especial de ente que es el hombre (anthropos) necesita para bien-ser o

bien-vivir. Para cualquier ser viviente, su ser es su vivir -vita viventibus est esse, decían los

aristotélicos medievales-; por tanto, la ética, en primer lugar, aparece como la clave de la

mejor vida (aristobía). El "ideal del sabio" griego es, en definitiva, el de la vida buena, un

ideal ético en sentido estricto. En esta clave se puede comprender el concepto aristotélico

de felicidad como plenitud de vida o vida lograda (eudaimonía).

El bien moral, en concreto, es la virtud (areté) y ésta adquiere el carácter de lo

debido (tó deon). De todas formas, el deber posee relevancia moral únicamente por su

conexión con la vida buena, porque cualifica ciertas acciones como los mejores medios que

se han de poner para lograr esa plenitud en la que la felicidad consiste. La ética, entonces,

se configura como el saber práctico que tiene un objetivo: traer al ser aquellas acciones

que, puesto que en sí mismas están llenas de sentido, conducen a la plenitud a quien las

pone por obra.

Esta concepción supone que, como se apuntó más arriba, el ser humano,

moralmente, es producto de lo que hace más que de lo que con él hacen los elementos,

tanto la herencia como el ambiente. El bien hace buena la voluntad que lo quiere, y ésta, a

su vez, hace bueno al hombre en un sentido moral. El valor moral de las acciones -su
A n t o l o g í a É t i c a | 76

condición de debidas o prohibidas- no depende sólo de la intención subjetiva con la que se

realizan (finis operantis) ni tampoco de las circunstancias, aunque ambos elementos

poseen relevancia a la hora de emitir el juicio moral; este también ha de tener en cuenta la

acción misma y la finalidad objetiva en la que naturalmente termina (finis operis).

Ambos fines, el subjetivo y el objetivo -lo que el agente desea lograr con su acción

y lo que de suyo logra si ésta se lleva a efecto– conforman lo que podríamos llamar la

sustancia moral de la acción y, entre ellos, es el fin subjetivo el más importante en la

valoración ética global. De esta suerte cabe decir que no puede ser bueno algo que se hace

en contra de la propia conciencia subjetiva, pero eso no significa que lo sea todo lo que se

hace de acuerdo con ella. El primer deber que cualquiera puede encontrar en su conciencia

moral, si mira bien, es el de formarla para que sea una buena conciencia; en otras palabras,

estudiar, buscar la verdad, consultar con las personas prudentes para salir de dudas, etc.

(Laun, 1993).

En otro nivel se encuentran las circunstancias moralmente relevantes, aquellos

elementos que, podríamos decir, rodean la acción matizando eventualmente su cualidad

moral: el modo de realizarla (quommodo), el lugar (ubi), la cantidad (quanto), el motivo u

ocasión (cur), el sujeto agente o paciente (quis), el momento (quando) y los medios

empleados (quibus auxiliis).

El bien moral es muy exigente, de manera que para que la acción sea buena -en

el sentido de moralmente debida– se hace preciso que lo sea en todos sus aspectos,

sustancia y circunstancia, mientras que basta que falle uno de ellos para que se pervierta

su bondad. Es lo que suelen expresar los latinos con el adagio “bonum ex integra causa,

malum ex quocumque deffectu ”.


A n t o l o g í a É t i c a | 77

3.1.2 Definición de deontología profesional16

Estamos en posición de definir el término “deontología”, que fue acuñado por

primera vez por Jeremy Bentham, y que la define como “la rama del arte y de la ciencia

cuyo objeto consiste en hacer en cada ocasión lo que es recto y apropiado”. Cuando esta

teoría se aplica al estricto campo profesional hablamos de Deontología Profesional y es

ella, en consecuencia, la que determina los deberes que son mínimamente exigibles a los

profesionales en el desempeño de su actividad. Es habitual que estos deberes se codifiquen

sistemáticamente para regir la actuación de los representantes de la profesión, con el fin de

que a través del buen hacer se obtengan resultados deseables y se prestigie su labor.

Cuando se habla de Deontología Profesional se entiende por tal los criterios

compartidos por el colectivo profesional convertidos en un texto normativo, un código

deontológico. La deontología profesional es por tanto una ética aplicada, aprobada y

aceptada por el colectivo profesional, lo que entraña: un código de conducta, una tipificación

de infracciones, un sistema de recepción y análisis de consultas, propuestas o quejas, un

procedimiento de enjuiciamiento y finalmente, si procede aplicarlo, un sistema de

sanciones.

3.1.3 Características y principios de la ética deontológica17

En el campo de la ética profesional prácticamente existe consenso acerca de los

principios que deben fundamentar las acciones de todo profesionista que se precie de estar

actuando moralmente. Más allá de la existencia y apego a ciertos códigos deontológicos

que plantean muchos gremios profesionales, en un nivel de mayor generalidad y

16 Este subtema se recupera de Unión Profesional (2009) [Nota del editor].


17 Este subtema se retoma de López Clava (2013) [Nota del editor].
A n t o l o g í a É t i c a | 78

profundidad teórica se encuentran estos tres principios de acción ética (o cuatro,

dependiendo del desdoblamiento o no del primer principio) que deben normar el

comportamiento en el campo de la acción socio-profesional. Desde los planteamientos de

autores como Hortal (1996; 2002), Martínez (2006), Hirsch (2004) y otros, estos principios

fundamentales son: el principio de beneficencia -al que en ocasiones se añade su

contraparte, como principio de no maleficencia-, el principio de justicia y el principio de

autonomía.

El principio de beneficencia

“Un profesional ético es aquel que hace el bien en su profesión haciendo bien su

profesión” (Hortal, s/f: 3). Esta es una excelente definición del principio de beneficencia que

implica dos elementos complementarios e inseparables: el hacer bien la profesión, es decir,

que un profesional ético es aquel que desarrolla su actividad de manera competente y

eficaz, cumpliendo adecuadamente con su tarea; y por otra parte, el hacer el bien en la

profesión, es decir, ejercer la profesión pensando siempre en el beneficio de los usuarios

de la actividad profesional y en el beneficio de la sociedad, de manera que se cumpla con

el bien interno de la profesión y que se aporte el bien específico para el que fue creada.

Como ya se dijo, si bien estos dos elementos pueden y deben distinguirse para

fines de análisis, deberían ser inseparables en la práctica, porque un profesionista que

busque hacer el bien con su profesión, beneficiar a la gente y a la sociedad a través de su

ejercicio profesional, tendrá que hacerlo mediante una práctica actualizada, competente,

bien hecha. Una práctica profesional deficiente o de mala calidad es una práctica que por

definición no beneficia a sus destinatarios ni a la sociedad y puede incluso dañar.


A n t o l o g í a É t i c a | 79

Por lo tanto, el ejercicio ético de la profesión no puede consistir solamente en

buenas intenciones o buen corazón, sino en acciones eficaces. En el otro ángulo de esta

relación, podría afirmarse que es posible realizar bien la profesión, de manera eficiente y

atinada, buscando hacer el mal o dañar a ciertas personas o a la sociedad en general. Es

común encontrar afirmaciones acerca del gran daño que hacen los profesionales muy bien

preparados y técnicamente muy hábiles, pero sin formación ética y con malas intenciones.

Sin embargo, si se analiza este ejercicio profesional y se contrasta con la definición de

profesión es posible afirmar que un ejercicio eficiente de la profesión que no beneficia, o

que incluso daña a personas o a la sociedad, no es un buen ejercicio profesional puesto

que no está cumpliendo con la función original de las profesiones, que es la aportación de

un bien a la sociedad, del que se carecería si esta profesión no existiera.

Como se comentó líneas arriba, algunos autores/as añaden al principio de

beneficencia el de “no maleficencia”, que plantea que todo ejercicio profesional debe buscar

a toda costa no dañar o afectar a personas, grupos sociales o a la comunidad toda. Este

principio es complementario y por ello a veces se considera reiterativo, puesto que, si en el

ejercicio profesional se busca el beneficio de quien usa el servicio y de la colectividad, está

implícito el hecho de que se busque no dañar. No está de más, sin embargo, señalar que

todo buen profesional, al hacer el bien en su profesión, haciendo bien su profesión, tendrá

que considerar siempre el efecto que sus decisiones van a tener en las y los posibles

afectados, tratando de evitar o minimizar al máximo estos daños, tal como lo plantea Adela

Cortina (2001) y otros autores a partir de la ética de la razón comunicativa.


A n t o l o g í a É t i c a | 80

El principio de autonomía

Como bien señala Hortal (1996), el principio de beneficencia puede interpretarse

de manera que genere una visión de profunda asimetría entre el profesional y el usuario de

sus servicios. Si el profesional debe hacer el bien al usuario y a la sociedad con su práctica,

puede considerarse entonces que es él el que sabe y puede, y el usuario y la sociedad los

que no saben ni pueden; que el profesionista es el sujeto activo del bien y el usuario y la

sociedad son meros receptores pasivos de este beneficio que recibirán del ejercicio

profesional.

La relación de asimetría, considerada de este modo, puede traducirse en

relaciones de dependencia entre el [la] profesionista y quienes usan sus servicios, y generar

una dinámica de asistencialismo o incluso de juegos indebidos de poder en la prestación

de los servicios profesionales.

El principio de autonomía busca evitar esta relación de dependencia y

paternalismo al señalar que quien usa los servicios no recibe pasivamente pues es un sujeto

que debe participar activa y responsablemente en las decisiones que implica la prestación

del servicio profesional.

De este modo, un profesionista ético debe considerar siempre a quienes usan sus

servicios como sujetos de derechos, poseedores de una dignidad inalienable y por ello

capaces de participar en la toma de decisiones de aquello que les va a afectar, para bien o

para mal, en cualquier tipo de práctica profesional.

El fin último de cualquier práctica profesional debe ser la contribución a la

autonomía y capacidad de autogestión de quienes usan los servicios, así como la

autonomía cada vez más plena de la sociedad entera como sujeto colectivo.
A n t o l o g í a É t i c a | 81

El principio de justicia

Hortal (s/f) señala que “…la ética profesional no se agota en las relaciones

bilaterales entre los profesionales y los destinatarios de sus servicios profesionales…” sino

que se enmarca en un sistema social que será, en última instancia, el que reciba los

beneficios o sufra los daños de una práctica profesional bien o mal realizada. Por ello el

principio de justicia establece que, en toda prestación de un servicio profesional, cada uno

de los sujetos involucrados debe cumplir con su deber, es decir, con la tarea que se le ha

encomendado, con lo que se espera que haga, sin extralimitarse, pero sin pecar tampoco

de insuficiencia en su responsabilidad.

Más allá de este cumplimiento cabal de las tareas de cada sujeto interviniente en

una práctica profesional, el ejercicio de las profesiones se enmarca en lo que Lonergan

(1988) llama la construcción del “bien de orden”, es decir, la contribución para la recurrencia

sistemática de operaciones y acciones que hagan que los bienes particulares fluyan de

manera continua hacia todos los individuos y grupos que conforman una sociedad

determinada. De esta manera, el principio de justicia se cumple solamente cuando los

profesionistas se preguntan por la contribución de sus prácticas al bienestar general de la

sociedad a partir de una adecuada organización institucional y normativa, porque, como

afirma el mismo autor, “las profesiones no son tan autónomas como pretenden ser. Las

profesiones no se entienden sino desde la función social que desempeñan, y eso las vincula

al contexto del que surgen y al que pretenden servir…” (Hortal, 1996: 7).

3.2 Similitudes y diferencias entre la ética y deontología

Una de las diferencias cuando hablamos de "ética" y "deontología" es que la

primera hace directamente referencia a la conciencia personal, mientras que la segunda


A n t o l o g í a É t i c a | 82

adopta una función de modelo de actuación en el área de una colectividad, como se muestra

en la Tabla 1.

Tabla 1. Ética y deontología.

ÉTICA PROFESIONAL DEONTOLOGÍA PROFESIONAL

Orientada al bien, a lo bueno Orientada al deber (el deber debe estar en

contacto con lo bueno)

No normativa Normas y códigos

No exigible Exigible a los profesionales

Propone motivaciones Exige actuaciones

Conciencia individual predominantemente Aprobada por un colectivo de profesionales

Amplitud: se preocupa por los máximos Mínimos obligatorios establecidos

Parte de la ética aplicada Se ubica entre la moral y el Derecho

La deontología, además, tiene consecuencias de carácter sancionador. En

definitiva, cuando se refiere a una profesión determinada, se puede hablar de la existencia

de una ética y de una deontología determinada. La primera se podría centrar en determinar

y perfilar el bien de una determinada profesión -su aportación al bien social- y la

deontología, por su parte, se centraría en definir cuáles son las obligaciones concretas de

cada actividad.
A n t o l o g í a É t i c a | 83

3.3 La ética y la deontología en la toma de decisiones18

Actitudes ante la deliberación

Diego Gracia propone que hay dos formas de acercarse a los problemas éticos: la

dilemática y la problemática. Según las describimos a grandes rasgos podemos reconocer

las actitudes que todos y cada uno adoptamos ante las cuestiones que se nos plantean en

la vida en general y en los grupos en particular.

El personaje dilemático, caricaturizado a fin de reconocerlo mejor, considera que

las cuestiones que se plantean en la vida siempre tienen respuesta y que esta respuesta

es cierta, precisa, única, razonable, concreta: sí o no, o aceptación o rechazo. Se sitúa ante

la vida moral como ante un dilema, ante dos posibles alternativas de las que hay que elegir

una y descartar la otra.

Las personas que adoptan una postura dilemática ante la realidad pueden ser

deontológicas en extremo, esto es, creen que los principios son los únicos rectores en la

toma de decisiones y, por tanto, las consecuencias de las mismas no han de ser tenidas en

cuenta. Estas consecuencias son una especie de “males menores” que deben asumir.

¿Alguna vez nos hemos posicionado así?

Para dibujar al personaje que adopta una postura problemática partimos de la base

de que la moralidad no es matemática, no tiene una única solución, ni es la misma para

todos. Las cuestiones morales serían entonces opinables, no son verdades infalibles,

certeras, precisas, de las que un ser humano es dueño.

Las personas que adoptan esta postura son aquellas que hacen opción por una

búsqueda de la verdad comunitaria. Esto significa partir de la humildad de reconocernos

18 Este apartado se retoma del trabajo de Belda (2015) [Nota del editor].
A n t o l o g í a É t i c a | 84

realmente necesitados del otro. El problematismo está en la base de las actitudes de

personas que creen profundamente en el sentido comunitario de la existencia. La vida está

por hacer y las decisiones se hacen en el camino, compartidamente.

La actitud problemática cree en la riqueza del encuentro, en el fruto del diálogo del

aquí y ahora. La verdad no es única y absoluta en lo que se refiere a cuestiones que se

pueden mirar desde diferentes prismas. La verdad espera ser encontrada entre los que la

buscan comunitariamente.

3.4 Los códigos de ética profesional

¿Quién no ha leído un decálogo o un mensaje que motive la práctica de su

profesión con honradez y fidelidad? Los códigos éticos o deontológicos son instrumentos

que nos recuerdan normativamente cuál es la función concreta que se tiene que

desempeñar profesionalmente en la sociedad, poniendo no solo los conocimientos al

servicio de los demás, sino el cúmulo de valores, experiencia y amor al ejercer lo que hemos

elegido, que no solo dará la oportunidad de vivir mejor, sino de crecer como persona; sin el

seguimiento de ellos, se corre el riesgo de envilecerse.

Los códigos de ética consisten en cuerpos normativos, es decir, son conjuntos de

normas creadas por comunidades de profesionales, que guían el proceder de las personas

que ejercen una actividad determinada. Tales códigos pueden constar en un documento

escrito o pueden ser implícitos, en cuyo caso estarán constituidos por los principios rectores

ampliamente consensuados entre la comunidad profesional de que se trate.


A n t o l o g í a É t i c a | 85

3.4.1 Alcances éticos, deontológicos y legales de un código profesional

La normatividad derivada de un código de ética profesional debe estar acorde con

el marco legal imperante. En México el marco que regula las actividades profesionales está

integrado, fundamentalmente, por el artículo 5to de la Constitución Política de los Estados

Unidos Mexicanos (que establece las libertades fundamentales de trabajo y de empresa y

las condiciones dentro de las cuales se pueden ejercer dichas libertades) y por su Ley

Reglamentaria, que rige de manera coercitiva la práctica de las profesiones. Veamos de

manera somera como lo hace esta última:

“Ley Reglamentaria Del Artículo 5o. Constitucional, Para El Ejercicio De Las

Profesiones En La Ciudad De México:

ARTICULO 6o.- En caso de conflicto entre los intereses individuales de los

profesionistas y los de la sociedad, la presente Ley será interpretada en favor de esta última,

si no hubiere precepto expreso para resolver el conflicto. Por lo que se refiere a las

profesiones que implican el ejercicio de una función pública, se sujetarán a esta Ley, y a las

leyes que regulen su actividad, en lo que no se oponga a este ordenamiento.”

Haciendo efectivo los principios de justicia, este artículo protege en especial a la

sociedad de cualquier abuso o falta de integridad de los profesionales.

Normas rectoras de la práctica profesional en la Ley reglamentaria del

artículo 5to constitucional

ARTICULO 24.- Se entiende por ejercicio profesional, para los efectos de esta Ley,

la realización habitual a título oneroso o gratuito de todo acto o la prestación de cualquier

servicio propio de cada profesión, aunque sólo se trate de simple consulta o la ostentación

del carácter del profesionista por medio de tarjetas, anuncios, placas, insignias o de
A n t o l o g í a É t i c a | 86

cualquier otro modo. No se reputará ejercicio profesional cualquier acto realizado en los

casos graves con propósito de auxilio inmediato.

ARTICULO 28.- En materia penal, el acusado podrá ser oído en defensa por sí o

por medio de persona de su confianza o por ambos según su voluntad. Cuando la persona

o personas de la confianza del acusado, designados como defensores no sean abogados,

se le invitará para que designe, además, un defensor con título. En caso de que no hiciere

uso de este derecho, se le nombrará el defensor de oficio.

ARTICULO 29.- Las personas que sin tener título profesional legalmente expedido

actúen habitualmente como profesionistas, incurrirán en las sanciones que establece esta

Ley, exceptuándose, a los gestores a que se refiere el artículo 26 de esta Ley.

ARTICULO 33.- El profesionista está obligado a poner todos sus conocimientos

científicos y recursos técnicos al servicio de su cliente, así como al desempeño del trabajo

convenido. En caso de urgencia inaplazable los servicios que se requieran al profesionista,

se prestarán en cualquiera hora y en el sitio que sean requeridos, siempre que este último

no exceda de veinticinco kilómetros de distancia del domicilio del profesionista.

ARTICULO 36.- Todo profesionista estará obligado a guardar estrictamente el

secreto de los asuntos que se le confíen por sus clientes, salvo los informes que

obligatoriamente establezcan las leyes respectivas.

ARTICULO 65.- A la persona que desarrolle actividad profesional cuyo ejercicio

requiera título, sin haber registrado éste, se le aplicará la primera vez una multa de

quinientos pesos y en los casos sucesivos se aumentará ésta, sin que pueda ser mayor de

cinco mil pesos.

Las sanciones que este artículo señala serán impuestas por la Dirección General

de Profesiones, dependiente de la Secretaría de Educación Pública, previa audiencia al


A n t o l o g í a É t i c a | 87

infractor. Para la aplicación de las sanciones se tomarán en cuenta las circunstancias en

que la infracción fue cometida, la gravedad de la misma y la condición del infractor.”

Esta serie de principios legales delimitan la actividad profesional. En términos

generales, los Códigos de Ética de las distintas profesiones establecen normas análogas a

las de la ley reglamentaria comentada, y exceden también estas normas. No obstante, la

principal diferencia que podemos hallar consiste en que las faltas que un profesional cometa

contra las normas establecidas en la ley, serán sancionadas por los tribunales o por

autoridades administrativas; mientras que las faltas a los códigos de ética, solo pueden dar

lugar a sanciones de membresía; por ejemplo, pueden derivar en amonestaciones o

expulsiones de un profesional de una barra de su profesión.

Referencias

Belda, M. (2015). Toma de decisiones del proceso interior a la práctica ética, Bradilla del

Monte, Madrid, PPC, Editorial y Distribuidora, S.A.

Barrio, M. (2004). Analogías y diferencias entre ética, deontología y bioética. Universidad

complutense de Madrid.

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos

Ley reglamentaria del Art. 5º. Constitucional, relativo al ejercicio de las profesiones en la

Ciudad de México.

López Calva, M. (2013). Ética profesional y complejidad. Los principios y la religación.

Perfiles educativos, 35 (142), 43-52.

Unión Profesional (2009). “Deontología profesional: los Códigos Deontológicos”.

Recuperado de:
A n t o l o g í a É t i c a | 88

http://www.unionprofesional.com/estudios/DeontologiaProfesional_Codigos.pdf
A n t o l o g í a É t i c a | 89

Unidad 4. La ética y la responsabilidad social en las instituciones y

organizaciones, consideraciones éticas en el ejercicio profesional

Objetivo:

Analizar los procedimientos éticos y la responsabilidad social en la práctica de las

instituciones y organizaciones, con base en el respeto de la dignidad humana y la

conservación del medio ambiente y los recursos naturales.

4.1 La ética en las instituciones y organizaciones19

Las instituciones son mecanismos de orden social que procuran normalizar el

comportamiento de un grupo de individuos. Las instituciones en dicho sentido trascienden

las voluntades individuales al identificarse con la imposición de un propósito, en teoría

considerado como un bien social, es decir: normal para ese grupo. Su mecanismo de

funcionamiento varía ampliamente en cada caso, aunque se destaca la elaboración de

numerosas reglas o normas que suelen ser poco flexibles. El término institución se aplica

por lo general a las normas de conducta y costumbres consideradas importantes para una

sociedad, como las particulares organizaciones formales de gobierno y servicio público. Las

instituciones son también un tema de estudio central para el derecho, el régimen formal

para la elaboración e implantación de reglas.

Por su parte, las organizaciones son sistemas sociales diseñados para lograr

metas y objetivos por medio de los recursos humanos y de otro tipo. Están compuestas por

subsistemas interrelacionados que cumplen funciones especializadas que forman una

19 Este subtema se recupera de MarcoTeórico.com (s/f.) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 90

estructura sistemática de relaciones de interacción. Una organización solo existe cuando

hay personas capaces de comunicarse y que están dispuestas a actuar conjuntamente para

obtener un objetivo común.

La Ética En Las Instituciones Públicas

En la discusión sobre el papel de la Ética en la función pública, se ha utilizado con

frecuencia la metáfora de la vida. La vida ha sido entendida, en sentido amplio, como

unidad, equilibrio y comunicación; a partir de estas características, se ha propuesto

considerar el concepto de vida en las organizaciones tanto privadas como públicas.

Dentro del concepto de vida de las organizaciones, se ha podido resaltar la

importancia de las estrategias a largo plazo que, a través de fines y medios acordes,

apuntan a la construcción de un proyecto común. En particular, en las organizaciones

públicas, tal proyecto común involucra tanto a los actores incluidos en las organizaciones,

como a los que resultan de una u otra manera afectados por las decisiones que se adopten.

La vida pública implica la realización de los fines establecidos a través de

mediaciones en las cuales cobra importancia el plano de las decisiones que, a partir de

convicciones, producen efectos de los cuales es necesario hacerse responsable. De este

modo, las decisiones que se adoptan en las organizaciones públicas implican el triple nivel

de las convicciones, las acciones y la responsabilidad. Visto desde esta perspectiva, el

plano ético resulta la plataforma a partir de la cual, las decisiones en el ámbito público

realizan en la práctica la inteligencia de la vida de la organización.

Primeramente, definiré el término de Institución Pública, puesto que es

fundamental comprenderlo para poder abordar el tema de manera satisfactoria. Una

institución pública es un organismo que generalmente depende del gobierno o del estado,
A n t o l o g í a É t i c a | 91

el cual presta sus servicios a todo el público en general. Es decir, día con día, un gran

número de personas tienen contacto con estos organismos buscando sus servicios.

La ética en las instituciones públicas se refiere a una serie de posturas y normas

que adopta una institución pública. La importancia de dichas posturas éticas adoptadas por

las instituciones públicas radica en el hecho de que afectan e influyen de una u otra manera

en las personas que entran en contacto con estas instituciones día a día. Esto quiere decir

que algunas de las posturas éticas adoptadas por las instituciones públicas se verán

reflejadas en nuestra sociedad y en la vida cotidiana.

Es por esto que las instituciones públicas a la hora de determinar qué posturas

adoptarán, deben de ser sumamente cuidadosas y responsabilizarse puesto que afectarán

a un gran número de personas. Un claro ejemplo de este tema sería una Institución Pública

Educativa, para este caso una escuela primaria, puesto que se sabe de antemano que en

la infancia se tiende a imitar el comportamiento de las y los adultos. En este caso la postura

ética que debe de adoptar el personal docente de dicha institución debe ser aquella que

fomente el desarrollo integral, académico y social del estudiantado. Dicho personal deberá

comportarse de manera acorde a la ética adoptada y de esta manera estará predicando

con el ejemplo; por consiguiente, el alumnado que será influenciado por dicha postura ética

se desarrollará con una ética similar a aquella adoptada por la institución pública, afectando

de una manera directa a la sociedad en común.

Hay algunas posturas éticas que todas las instituciones públicas deben de tener

como son:

• Equidad: esta se refiere a que las instituciones públicas le deben dar el mismo

trato a todas las personas sin importar su género, color de piel, religión, etc.

• Respeto: Se refiere a que las instituciones públicas deben tomar en cuenta,

apreciar y valorar los derechos y cualidades de las personas.


A n t o l o g í a É t i c a | 92

• Honestidad: Se refiere a que las instituciones públicas le deben de dar un trato

justo a las personas que entren en contacto con la institución pública sin abusar

de estas.

• Responsabilidad: Se refiere a que las instituciones públicas deben de

comprometerse a que sus servicios sean los adecuados.

La Ética en las instituciones privadas

Con frecuencia, la ética es proclamada por instituciones y gobiernos, pero no

aplicada en hechos concretos que reclama la ciudadanía y que, a mi entender, solicita moral

por parte de la clase política, por parte de las políticas y de la política misma, traducidas en

solicitudes de transparencia, equidad y justicia, y futuro e inserción social, respectivamente.

Y esta demanda es debida, entre otras causas, por la vaguedad que en nuestra sociedad

existe sobre el problema de la autonomía moral, base de una democracia participativa.

¿Existe la ética dentro de las instituciones privadas? Si es así, ¿en qué se

diferencia de la ética de las instituciones públicas? Respuesta: donde quiera que el ser

humano esté en relación con sus semejantes, allí se impone la necesidad de una actitud

ética, sea en una institución pública o en una institución privada. Por tanto, hay una ética

del empresario privado y otra del funcionario, como hay una ética común a todos los seres

humanos que tiene como resultado lo que llamamos una buena persona.

A medida que el ser humano amplía la esfera de sus relaciones, aparecen nuevas

dimensiones de su deber ser, es decir, de su ética; la base la da su deber ser como persona.

La vida familiar hace necesario un afinamiento de su sensibilidad ética, lo mismo que el

ejercicio profesional o laboral, la actividad escolar o la universidad, pues cada una de estas

actividades tiene sus propios requerimientos. La condición de ciudadano/a da lugar a la


A n t o l o g í a É t i c a | 93

ética pública ciudadana que es diferente de la ética del funcionario. Esta se distingue de las

demás porque está centrada en el servicio de lo público, de la misma manera que la ética

del médico gira alrededor de la defensa de la vida, la de los jueces los compromete con la

justicia y la de los periodistas tiene su eje en el compromiso con la verdad. Pero estas

dimensiones distintas son aplicaciones de una misma ética, determinadas por las

actividades y circunstancias distintas de los seres humanos. “El cumplimiento de la ética,

debe ser igual en instituciones privadas como en instituciones públicas.”

Ética en las organizaciones

Los principios por los que uno vive crean el mundo en que uno vive y que, cuando

cambiamos estos principios, también cambiamos el mundo en que vivimos. Sin valores

sólidos, estamos coqueteando con el desastre; con valores sólidos, podemos enfrentar a

los mercados internacionales.

La ética es el conjunto de principios y valores que hace más humana y meritoria la

convivencia entre los hombres. Los principios se fundan como paradigmas morales para

ser aplicados mediante una correspondiente necesidad de clarificación y de discusión

pública; estos son conocidos independientemente y previamente antes de su aplicación.

Los valores son las ideas abstractas regidas por el pensamiento y acción para soportar la

cultura, visión y misión de una persona. En una organización, vendrían a ser las creencias

radicadas en el negocio y en su gente para guiar la estrategia organizacional. La ética

empresarial está ajustada para desvanecer conflictos existentes en la organización

mediante una reflexión moral que ayude el trazo de las discusiones y maniobras con

acuerdos justificados apropiados a la conducta (Cortina, 1996).


A n t o l o g í a É t i c a | 94

Hay muchas razones para plantearse la necesidad de una ética de las

organizaciones como ámbito de estudio específico de la ética aplicada. Una de las más

sobresalientes es que la ética corporativa ha de hacerse pública; no puede quedar como

habitualmente sucede en las convicciones morales individuales, en el "fuero interno".

Enfrentadas a sus responsabilidades, las organizaciones no pueden albergar

"sentimientos" morales (culpabilidad, vergüenza, orgullo, sentido del deber) como les

sucede a las personas que han tenido alguna educación moral. Las organizaciones han de

responder a sus responsabilidades con decisiones colectivas.

El que una organización deba responsabilizarse de sus actos no es nuevo. En

todos los países desarrollados hay legislación detallada -civil, penal, laboral, administrativa,

mercantil- que especifica qué responsabilidades tienen las personas y las corporaciones.

En los países desarrollados hay, además, sistemas judiciales suficientemente fiables que

tratan de imponer las responsabilidades legales cuando es necesario. Lo que es nuevo es

la conciencia social de que esa responsabilidad corporativa existe y que debe hacerse

efectiva incluso cuando la ley no alcanza a imponerla, por ejemplo, cuando atañe a hechos

realizados fuera de las fronteras del país de nacionalidad de la corporación, cuando ninguna

ley protege el bien afectado o cuando el procedimiento de reparación judicial es tan lento

que resulta inútil. En estos casos y en muchos otros, agentes externos e internos presionan

directamente a la organización, en la medida que pueden, para que se responsabilicen de

sus acciones, al margen de si tienen o no una obligación legal de hacerlo.

Pedro Francés, Ángel Borrego y Carmen Velajos (2003), nos indican que la ética

empresarial es una rama de la ética aplicada; se ocupa del estudio de las cuestiones

normativas de naturaleza moral que se plantean en el mundo de los negocios como la

gestión empresarial, la organización de una corporación, las conductas en el mercado, las

decisiones comerciales, etc. La ética empresarial se distingue, por un lado, de las ciencias
A n t o l o g í a É t i c a | 95

empresariales o económicas puramente descriptivas (sin pretensiones normativas) tales

como la econometría o la historia económica. Por otro lado, se diferencia de saberes con

pretensiones normativas, pero no de naturaleza moral, tales como la economía política o la

contabilidad.

Todas las ciencias con pretensiones normativas han de confrontar en algún

momento sus supuestos normativos con preguntas como ¿cuál es el fundamento de la

pretensión normativa de esta ciencia? ¿en qué certezas basa su pretensión de proponer

criterios justificados para la decisión y la acción? ¿son estos criterios universalmente

válidos?

4.1.1 Principios y valores éticos en las instituciones y organizaciones20

Las instituciones y organizaciones desempeñan un papel de gran trascendencia

para la vida de las personas y las sociedades del mundo actual. Además, de ser fuentes

generadoras de empleo y servicios, tienen la gran responsabilidad de contribuir al desarrollo

sustentable y sostenido del medio ambiente. Esto quiere decir que, antes de tener el interés

de un beneficio económico, deberá prevalecer el compromiso por el respeto de las

obligaciones morales y éticas que se tiene con las comunidades.

La Ética en las instituciones y organizaciones definen lo moral o inmoral de las

mismas, así como de las personas o grupos que las integran. Los individuos deberán

aceptar y regirse por los principios morales o valores; cuando es así, podemos afirmar que

la conducta es propiamente de carácter ético.

Las instituciones deberán de manera sistemática fomentar en sus miembros que

tengan un desempeño y proceder ético en las responsabilidades y actos que tengan dentro

20 Este subtema se retoma de Salvatierra, P. y Vargas, J. (2017) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 96

y fuera del ámbito laboral. Esto significa que no basta que sea solamente dentro de la

organización, sino también fuera de ella, pues realizar actos inmorales afecta directamente

la imagen de la persona y de manera indirecta a la institución.

El proceder ético en una organización, donde se proyecte el cumplimiento de

derechos y deberes en sus relaciones -con empleados, clientes, proveedores, gobiernos,

accionistas, con la misma comunidad, entre otros-, inspira una confianza institucional y

organizacional ante los demás y de esta manera podemos afirmar, sin temor a equivocarnos

que es una empresa competitiva y este tipo de conducta indudablemente servirá de ejemplo

para otras instituciones y organizaciones, pues sabemos que toda institución y organización

no puede ser competitiva y de éxito, a mediano o largo plazo, si su proceder en sus acciones

no genera confianza. Por ejemplo, cuando hacen ofertas y promociones de sus productos

o servicios que son un engaño, cuando los artículos o servicios son de mala calidad o

cuando difunden publicidad falsa de sus productos, entre otros.

4.2 La Responsabilidad Social de las instituciones y organizaciones21

Se llama Responsabilidad Social a la obligación que los miembros de una

comunidad o sociedad, ya sea individualmente o bien como un grupo, tendrán si buscan el

progreso de la comunidad en su conjunto.

Hay tres categorías en la responsabilidad social: obligación moral (no violentar la

ley), reacción social (que la empresa es socialmente responsable, si responde a las

exigencias sociales de ciertos grupos) y sensibilidad social (estableciendo verdades éticas

con la independencia de la moda social del momento).

21 Este subtema se recupera de Taller de Ética. Tecnológico de Tuxtepec (2017).


A n t o l o g í a É t i c a | 97

La Responsabilidad Social en las instituciones y organizaciones, es un enfoque

que se basa en el conjunto de políticas, prácticas y programas centrados en el respeto por

la ética, las personas, las comunidades y el medio ambiente. Se emplea para describir una

variedad de iniciativas de orden económico, social y medioambiental tomadas por empresas

y son, en su mayoría, de naturaleza voluntaria.

Puede haber muchas causas -por lo regular son la educación, salud y la ecología-

pero más allá de ser empresas “verdes” por sus acciones filantrópicas, la verdadera causa

son los principios de desarrollo sostenible con aportaciones a la sociedad; es decir, la

responsabilidad social empresarial es la contribución voluntaria conforme a ciertos

principios éticos, destinada al mejoramiento social, económico y ambiental, donde todo esto

en realidad contribuye a renovar la comunidad.

En los últimos años han surgido diferentes iniciativas mundiales que han impulsado

la incorporación de la Responsabilidad Social en la estrategia empresarial. Una de estas

iniciativas ha sido la Norma Internacional sobre Responsabilidad Social, con el objeto de

producir “un documento guía, escrito en un lenguaje sencillo que resulte comprensible y

práctico para quienes no son especialistas” y no prevista para utilizar con propósitos de

certificación. Otra de estas iniciativas es el pacto mundial de las Naciones Unidas, que es

una iniciativa destinada a que las empresas de todos los países acojan como una parte

integral de su estrategia y de sus operaciones diez principios de conducta y acción en

materia de Derechos Humanos, Trabajo, Medio Ambiente y Lucha contra la Corrupción.


A n t o l o g í a É t i c a | 98

4.2.1 La Responsabilidad Social Corporativa22

La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es una determinada forma de

actuación que adoptan las empresas, basándose principalmente en los posibles impactos

que su actividad puede ocasionar tanto en su entorno más cercano -los clientes y los

empleados-, como en el entorno que las rodea -la sociedad y el medio ambiente-.

Si bien es cierto que la definición de responsabilidad social corporativa puede

variar dependiendo de los diferentes puntos en los que esta se aplique, existen algunos

conceptos o elementos básicos que no pueden faltar en ninguna de ellas y que será

primordial tener siempre presente.

Principios de la Responsabilidad Social Corporativa

El compromiso por parte de las empresas para que esta visión se transmita a la

sociedad a través de su actividad.

• La conducta ética: mediante la práctica de negocios que se consideren

aceptables desde un punto de vista social, más allá de las propias expectativas

de la actividad empresarial.

• La adaptabilidad: por la que la responsabilidad social corporativa variará en

función de los objetivos de la misma y del entorno en el que se vaya a aplicar,

procurando una accesibilidad lo más amplia posible para todo tipo de personas.

• El desempeño ambiental: porque ninguna sociedad puede llevar un buen nivel

de vida en cuanto a bienestar, sin un entorno propicio para ello.

22 Este apartado se recupera de Ayuda en Acción (2018) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 99

Todo esto cobra sentido cuando nos percatamos de que el concepto de

Responsabilidad Social Corporativa (RSC) surge, gracias a la globalización, ante una mayor

apertura del mundo, pues si vamos a abrirnos al mundo, es importante que lo hagamos de

una manera responsable y respetuosa.

Una vez conocidas las bases de esta forma de actuación, podemos ver los

principales beneficios que esta conlleva tanto para las empresas, como para la sociedad en

sí, primeros responsables de que esa iniciativa se encuentre cada vez más extendida.

Beneficios de las actividades en torno a la responsabilidad social

corporativa.

Los beneficios obtenidos son los siguientes:

• Mejora en la productividad de los trabajadores mediante el acceso a servicios

que, por ejemplo, se encarguen del cuidado de sus hijos, por ejemplo.

• Satisfacción asegurada por parte de los clientes. Esto puede abarcar desde una

fuerte política de protección de datos hasta la integridad en la creación de los

productos o servicios que se proporcionan a los clientes.

• Disminución de costes, tales como el de alquiler (gracias a la flexibilidad de los

horarios), los costes por bajas médicas (gracias a políticas que aseguren el

bienestar de los trabajadores dentro de la empresa), etc.

• Mejora en la reputación y la imagen de la propia empresa, ya que el hecho de

que esta se encuentre comprometida con los valores fundamentales, tanto en

pro de la sociedad como del medio ambiente, hará que la percepción que se

tenga de ella sea mucho más positiva.


A n t o l o g í a É t i c a | 100

• Contribución a la reducción de la pobreza y el fomento del desarrollo, lo que a

su vez supone un apoyo fuerte a los derechos humanos y fundamentales.

Por otro lado, debemos ser conscientes de que la responsabilidad social

corporativa está regida por una normativa básica y se mide mediante unos determinados

parámetros. La normativa básica que se encarga de regular este tipo de actuaciones se

compone de dos partes fundamentales:

 La declaración tripartita de principios que afecta a todas las empresas

nacionales y multinacionales, así como la política social.

 La Resolución del Parlamento Europeo en cuanto a la responsabilidad social de

dichas empresas, con fecha del 13 de marzo de 2007.

Por su parte, aunque actualmente no existe un método estándar para medir la RSC

de las diferentes empresas, se ha propuesto la elaboración de diferentes informes que

puedan clasificar a las empresas en cuanto a su mayor o menor compromiso con las formas

de actuación que avanzan en esta dirección. En esa línea, encontramos dos instrumentos

que pueden ser muy útiles a la hora de conocer este grado de compromiso del que

hablamos: por un lado se encuentra el Ranking de Sustentabilidad Empresarial PRO

humana, que se puede utilizar para fomentar el aprendizaje en las empresas mediante un

mayor conocimiento de las políticas con las que trabajan y proponiendo mejoras; por el otro,

la escala CSR Scale de Turker (2009), mide el grado de RSC desde el punto de vista de

los trabajadores, pues son estos los que deben valorar su nivel de satisfacción social dentro

de la empresa.
A n t o l o g í a É t i c a | 101

Ejemplos reales de responsabilidad social corporativa

La empresa de soluciones auditivas GAES -de la mano de su directora, María José

Gassó- ha colaborado en distintos proyectos con los que hemos conseguido acercar la

tecnología de la audición a niños en Yancana Huasy, Perú, e intentar así solucionar algunos

de sus problemas más habituales.

Por otro lado, encontramos empresas que colaboran en esto mediante la

comercialización de productos considerados solidarios, pues los beneficios van destinados

a una causa de estas características. Un ejemplo de esto es la conocida marca

Kukuxumusu, que gracias a su enorme reconocimiento es capaz de dar una gran visibilidad

a los productos solidarios que comercializa.

Por último, y a modo de resumen, no debemos olvidar que la RSC es muy

importante, ya que actúa sobre los principales pilares que son necesarios para el desarrollo

positivo de una sociedad: sobre los derechos humanos, las prácticas saludables de empleo,

las principales cuestiones y los problemas medioambientales, la primacía de los intereses

de los clientes como consumidores, la protección de la salud dentro del entorno laboral, la

lucha contra la corrupción y el fraude, entre otros.

4.2.2 Los derechos humanos en las instituciones y organizaciones23

El 6 de julio de 2011, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas adoptó

los Principios Rectores sobre las Organizaciones y los Derechos Humanos,

estableciéndose como el máximo instrumento internacional en materia de empresas y

derechos humanos.

23 Este apartado se recupera de CNDH (2020) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 102

El 10 de octubre de 2010, durante la décima Conferencia Internacional del Comité

Internacional de Coordinación de las Instituciones Nacionales para la Promoción y

Protección de los Derechos Humanos (CIC) celebrada en Escocia, se adoptó la Declaración

de Edimburgo. En esta Declaración se reafirma el mandato que tienen las Instituciones

Nacionales de Derechos Humanos (INDH) de promover y proteger los derechos humanos,

de conformidad con los Principios de París, en cuanto están relacionados con las

organizaciones y se exhorta al Representante Especial del Secretario General, a que

reconozca, en sus Principios Rectores, el carácter fundamental de las INDH en las

empresas y los derechos humanos con arreglo a los tres pilares del marco "proteger,

respetar y remediar".

En la Declaración de Edimburgo se destacaron los siguientes puntos, respecto a la

labor que deben llevar a cabo las Instituciones Nacionales de Derechos Humanos:

• Supervisar el cumplimiento de los derechos humanos por parte de actores

estatales y no estatales.

• Asesorar a todas las partes pertinentes sobre el modo de prevenir y remediar

abusos.

• Facilitar el acceso para obtener reparación judicial y no judicial, mediante apoyo

a las víctimas, tramitación de quejas y/o actividades de mediación y conciliación;

así como empoderar a las y los defensores de los derechos humanos y asegurar

la participación efectiva de la sociedad civil en las empresas y derechos

humanos, en particular los grupos vulnerables.

• Realizar acciones de investigación, educación, promoción y concientización.

• Interactuar y colaborar con organizaciones y personas interesadas a nivel

nacional, regional e internacional, incluidas empresas, sindicatos, sociedad civil

y el Pacto Mundial de las Naciones Unidas.


A n t o l o g í a É t i c a | 103

El 9 y 10 de noviembre de 2011 se llevó a cabo el Seminario Regional del

Continente Americano sobre Empresas y Derechos Humanos por la Red de Instituciones

Nacionales de Derechos Humanos del Continente Americano, en el cual se aprobó la

Declaración y Plan de Acción en materia de Derechos Humanos y Empresas. Las INDH

participantes acordaron la necesidad de emprender acciones orientadas por objetivos

estratégicos en la región, a fin de fortalecer medidas de supervisión al Estado para que

cumpla con su obligación de proteger a las personas frente a las actividades empresariales,

así como apoyar en el fortalecimiento de los marcos de actuación de las INDH y los marcos

jurídicos internos aplicables a la relación entre empresas y derechos humanos.

El 25 de septiembre de 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la

Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas, el

planeta y la prosperidad de los 193 países miembros, incluido México. Las empresas tanto

públicas como privadas, desempeñan un importante papel para el cumplimiento de los 17

Objetivos de Desarrollo Sostenible y 169 metas de carácter integrado e indivisible de la

Agenda 2030, que conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible, económica,

social y ambiental que se busca transformar en los próximos 15 años.

El 10 de octubre de 2015, durante la décimo segunda Conferencia Internacional

del CIC, las INDH integraron la Declaración de Mérida sobre el papel que desempeñan las

empresas en la ejecución de la Agenda de 2030 para el Desarrollo Sostenible. En ese

sentido se reafirmaron los compromisos asumidos en la Declaración de Edimburgo y se

llamó a la necesidad de alinear la aplicación de los Principios Rectores sobre las Empresas

y los Derechos Humanos de la ONU.

En la Declaración de Mérida se aprobó la creación de un Grupo de Trabajo del CIC

para la Agenda 2030 en el entorno del Desarrollo Sostenible con la finalidad de ser la

representante de las INDH en los asuntos relacionados con la Agenda 2030. Además, las
A n t o l o g í a É t i c a | 104

INDH se comprometieron a realizar acciones para lograr los cometidos de la Agenda 2030.

Dentro de las actividades relevantes que se les encomendó se resaltan las siguientes:

• Asesorar a los gobiernos, a los titulares de derechos y otros actores, para

promover un enfoque basado en los derechos humanos, en la implementación

y control de la Agenda 2030 y, en su caso, responsabilizar a los primeros de

irregularidades o ausencia de cumplimiento.

• Promover procesos transparentes e inclusivos de participación y consulta con

los titulares de derechos y con la sociedad civil, durante todas las etapas de la

aplicación de la Agenda 2030.

• Colaborar con actores clave para concientizar y fomentar la confianza, y

promover el diálogo y los esfuerzos concertados de un enfoque basado en los

derechos humanos, para la ejecución y seguimiento de la Agenda 2030.

• Monitorear el progreso de la ejecución de la Agenda 2030 en los planos locales,

nacionales, regionales e internacionales para denunciar cualquier desigualdad

o discriminación en este sentido, así como asistir en la elaboración de

indicadores nacionales, globales y sistemas de recolección de datos.

• Facilitar el acceso a la justicia, compensación y remedio por violaciones a

derechos en el proceso de desarrollo, incluyendo investigaciones, recepción de

denuncias de violaciones de derechos humanos en el contexto del desarrollo y

la implementación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible.

En esa línea de avance que se desprenden de los antecedentes, la Comisión

Nacional de Derechos Humanos (CNDH) aprueba el Programa de Empresas y Derechos

Humanos, con el objetivo de transversalizar el enfoque de derechos humanos tanto al

interior como al exterior de las empresas, incidir en las políticas públicas en materia de
A n t o l o g í a É t i c a | 105

empresas y derechos humanos y promover la cultura de los derechos humanos en las

empresas públicas y privadas.

Situación actual

Derivado de las Recomendaciones que la CNDH ha emitido se ha identificado una

problemática sobre los derechos humanos en el ámbito empresarial que se ha comprendido

en dos ámbitos: el interno y el externo.

Por lo que respecta al ámbito interno de las empresas, se han observado

condiciones inadecuadas de seguridad e higiene en los centros de trabajo, falta de

reglamentos, planes y programas de capacitación para reducir los riesgos de accidentes de

trabajo, así como violaciones a los mínimos derechos laborales establecidos en ley ante la

falta de contrataciones formales, inadecuados salarios, horas y jornadas. También se ha

visibilizado que las condiciones en las que las víctimas laboraban son contextos de trata de

personas y trabajo infantil.

En el ámbito externo de las empresas se han identificado tres problemas:

Primero, existe una falta de planeación de proyectos de desarrollo. Esto permite

que se omitan realizar distintas medidas de identificación, mitigación y prevención de

impactos negativos sobre los derechos humanos como son los estudios de viabilidad

ambiental y social en tiempo y forma, es decir antes de que se inicie el proyecto.

Segundo, se emiten permisos, autorizaciones, licencias y/o títulos de concesión de

forma irregular, sin que las empresas cumplan con los requisitos que marca la ley ni

procesos de debida diligencia; también se lleva a cabo la celebración de contratos entre el

Estado y las empresas, sin que el primero les exija vía contractual el respeto a los derechos

humanos. En lo que respecta a los defensores y líderes de comunidades que no están de


A n t o l o g í a É t i c a | 106

acuerdo con los proyectos de desarrollo, se ha denunciado el apoyo policial y participación

de las empresas para detener movilizaciones sociales en oposición a proyectos.

Tercero, existe falta de vigilancia, inspección, supervisión y sanción de las

actividades empresariales que deberían ser supervisadas por las autoridades. De las

actividades identificadas por la CNDH se puede establecer que existen condiciones, grupos

y personas afectadas que están en situaciones de mayor vulnerabilidad a ser víctimas de

violaciones a derechos humanos por las actividades empresariales. En su mayoría dichos

grupos han sido las mujeres, las niñas y los niños, las personas adultas mayores, los

pueblos y comunidades indígenas, las personas migrantes y las personas con alguna

discapacidad.

El Estado debe garantizar los derechos de los grupos de atención prioritaria frente

a las prácticas empresariales, mientras que las empresas deben realizar procesos de

debida diligencia a través de las evaluaciones necesarias para identificar el impacto de sus

actividades sobre los derechos de estos grupos y en su caso prevenir, mitigar y remediar

dichos impactos con una perspectiva de derechos. En ese sentido, las medidas que se

generen, deben estar destinadas a lograr condiciones de igualdad sustantiva y tendientes

a implementar acciones afirmativas y transformativas que acaben prácticas estructurales

de violación a los derechos humanos de ciertos grupos.

Retos del Estado Mexicano

El Estado Mexicano tiene como reto aprobar e implementar el Plan de Acción

Nacional Sobre Empresas y Derechos Humanos, y crear políticas públicas encaminadas a

que las empresas respeten derechos humanos, tanto al interior como al exterior de las

mismas, en todas las actividades que tengan incidencia.


A n t o l o g í a É t i c a | 107

Estas políticas deben contemplar procesos y reglas para materializar lo que

establecen los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos de la ONU

en lo relativo a procesos de debida diligencia. También se debe cumplir y observar las

Recomendaciones emitidas por el Grupo de Trabajo de Empresas y Derechos Humanos

señaladas en el “Informe del Grupo de Trabajo sobre la cuestión de los derechos humanos

y las empresas transnacionales y otras empresas acerca de su misión en México”,

presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en el 35 período

de sesiones del 6 al 23 de junio de 2017.

Entre los puntos que el Estado Mexicano debe tomar en cuenta, se encuentran los

siguientes:

• Velar por que las empresas públicas y las dependencias e instituciones de

gobierno incluyan criterios de derechos humanos en sus prácticas de

contratación pública, otorgamiento de permisos y títulos de concesión, tales

como la cláusula obligacional de respeto a derechos humanos, e integre la

diligencia debida en materia de derechos humanos en las políticas y las

prácticas de concesión de préstamos de los bancos nacionales de desarrollo.

Las empresas públicas deben ser el ejemplo de las empresas responsables que

asuman el compromiso de respetar derechos humanos, que generan procesos

de debida diligencia empresarial y asumen los costos de los daños y

consecuencias por violar derechos humanos generados por sus actividades.

• Destinar los recursos públicos necesarios para implementar medidas

adecuadas como capacitación técnica, suficiente personal y normatividad que

proporcione seguridad jurídica para garantizar la consulta previa, libre,

informada, de buena fe y culturalmente adecuada cuando se emitan medidas


A n t o l o g í a É t i c a | 108

administrativas o legislativas susceptibles de causar afectaciones a pueblos y

comunidades indígenas.

• Cumplir con la obligación de transparencia y rendición de cuentas, exigiendo

que las evaluaciones de los efectos sociales que integran las normas de

derechos humanos, en consonancia con los Principios Rectores sobre las

Empresas y los Derechos Humanos de la ONU, sean un requisito para los

grandes proyectos de desarrollo en todos los sectores y suministre recursos

suficientes para supervisar y apoyar esas evaluaciones.

• Proporcionar orientaciones y fijar expectativas claras para las empresas, en

particular en el sector bancario, sobre su obligación de respetar los derechos

humanos en todas sus actividades, tanto a nivel nacional como internacional.

• Examinar los obstáculos y fortalecer los mecanismos, tanto judiciales como

extrajudiciales, para la efectiva reparación integral del daño ante violaciones a

derechos humanos derivadas de las actividades empresariales.

• Fortalecer los mecanismos de prevención de violaciones a derechos humanos

como el Mecanismo Nacional de Protección para Personas Defensoras de

Derechos Humanos, los inspectores de trabajo y el Punto Nacional de Contacto

de la OCDE.

• Capacitar y concientizar al personal de las dependencias e instituciones

públicas en materia de empresas y derechos humanos y Principios Rectores

sobre las Empresas y Derechos Humanos de la ONU.


A n t o l o g í a É t i c a | 109

Indispensables 2019

El Estado Mexicano debe terminar y poner en marcha el Plan de Acción Nacional

sobre Empresas y Derechos Humanos, que se le ha denominado "Programa Nacional de

Empresas y Derechos Humanos". El Borrador de dicho Programa ha sido sometido a un

proceso de consulta a diversos sectores que integran la sociedad, como la academia,

empresas, sindicatos, pueblos y comunidades indígenas, y puede consultarse en: Plan de

Acción Nacional sobre Empresas y Derechos Humanos. La CNDH ha sido y continuará

siendo observadora del proceso de su elaboración.

4.2.3 La responsabilidad social ambiental

Ética ambiental: un requisito para alcanzar la sostenibilidad24

La ética ambiental es el relato sistemático de las relaciones morales existentes

entre el ser humano y el medio en que vive. Insinúa los requisitos necesarios para preservar

y recuperar el equilibrio de esta relación, asegurando la vigencia de valores que a menudo

han sido distorsionados por una visión excesivamente egocéntrica del mundo.

Al hablar de medio ambiente se suele caer en la tendencia de analizar desde un

punto de vista unidimensional. Por este motivo, se pierde frecuentemente la perspectiva

polifacética que el tema posee, tanto en sus componentes como en su proyección global.

Así, a través de una polémica estéril se llega a la formulación de postulados parciales y

relativos, en función de los cuales se intenta atribuir a determinadas manifestaciones todo

el protagonismo del contexto ambiental: cambio climático, contaminación del aire y del

24 Este subtema se retoma de Espaliat (2019) [Nota del editor].


A n t o l o g í a É t i c a | 110

agua, congestión demográfica, acumulación de residuos y agotamiento de recursos, para

citar sólo algunos ejemplos.

Ocurre algo similar cuando se intenta efectuar un análisis de los aspectos éticos

que inciden en el debate ambiental. A veces, han sido insinuadas algunas implicaciones

éticas que aluden a alguna característica específica de dichos aspectos, sin que la

relatividad y la subjetividad que subyacen implícitamente hayan permitido concluir la

reflexión con planteamientos definitivos.

La ecología se ha transformado en una nueva teología. Constituye una auténtica

doctrina para quienes abiertamente admiten que el medio ambiente humano se deteriora

rápidamente y que el ecosistema mundial tiende al colapso. También es el elemento

motivador y la justificación programática de numerosos movimientos que intentan

reivindicar la causa ambiental, plantear la crítica constructiva o destructiva, o implementar

la acción positiva o especulativa. En paralelo a lo anterior, existen evidencias tanto para

apoyar como para rechazar esta generalización y, desafortunadamente, la preocupación

ecológica ha sido acompañada del principio erróneo de que la ciencia y la tecnología son,

de una u otra manera, la única causa de los problemas de la humanidad. Según afirman

algunos críticos ambientales, si los científicos cesaran de jugar con el mundo, la naturaleza

restablecería el balance y todo volvería a estar bien.

La trayectoria evolutiva del mundo es un fenómeno cíclico, iniciado desde la

aparición del ser humano sobre la tierra. Después de períodos de equilibrio global,

caracterizados por etapas de progreso acelerado y de expansión optimista, ha surgido la

decepción y la necesidad de evaluar los aspectos negativos de dicha evolución. Pasada la

ola de optimismo, se ha manifestado la sombría realidad de los hechos y así ha ocurrido de

modo sucesivo a lo largo del paso de los años. No es extraño que durante este proceso se

hayan alternado posiciones de catastrofismo y utopía, generando ciclos que se han


A n t o l o g í a É t i c a | 111

retroalimentado dando lugar a un contexto de continuidad que ha perpetuado los problemas

de la relación hombre-medio.

El ser humano, ante la incertidumbre, se ve obligado a refugiarse en una posición

de espectador pasivo que basa sus actos en la improvisación, actitud que pone en riesgo

la sostenibilidad del planeta. Para superar esta situación, la ecología necesita implementar

las iniciativas necesarias para el equilibrio ambiental con una buena dosis de anticipación.

Por lo tanto, se debe rechazar toda actitud de pensamiento parcial, ya que poco se puede

lograr si no se analizan con criterios holísticos y transversales todos los aspectos que

configuran un entorno de naturaleza dinámica, diversa y compleja. Los intentos aislados

para resolver cuestiones que requieren de un enfoque global, estratégico y pluridisciplinar,

solo conducen a resultados parciales y temporales. Toda acción que genere efectos

ambientales no debe ser planteada aisladamente desde el punto de vista ético si se quiere

asegurar a la sociedad las necesarias condiciones de estabilidad en un entorno sostenible

y solidario.

La sociedad debe asumir y desempeñar un papel activo, responsable y consciente

en el área de las decisiones relativas a su entorno, para asegurar que la tierra, el agua y

los demás recursos naturales no sean explotados en forma derrochadora o utilizados de

modo incompatible con el interés universal. La falta de conciencia y de abstracción, así

como la presunción desmedida de conocimiento, tienden a desviar las decisiones de

quienes tienen la responsabilidad de dirigir, controlar y explotar las fuerzas de la naturaleza,

hacia simplificaciones extremistas y peligrosas.

La creación de problemas de gran magnitud lleva también a la adopción de

soluciones equivocadas, ya que la omisión de parte de los factores en juego no es apreciada

oportunamente de forma significativa. De allí la necesidad de definir con rigor las

obligaciones y funciones de las entidades legislativas, gubernamentales y sociales, para


A n t o l o g í a É t i c a | 112

exigir de ellas no solo responsabilidad en el terreno material y operativo, sino además el

ejercicio de principios éticos compatibles con la gestión responsable e inteligente de las

relaciones del ser humano con su entorno natural.

Considerando la relatividad de los conceptos absolutos de "bien" y de "mal" o de

"causa" y de "efecto", se hace necesario fijar pautas bien definidas en lo que concierne a la

conservación de los recursos naturales, a la educación y a la acción enfocada a la obtención

de beneficios prácticos del conocimiento teórico y del razonamiento aplicado; es de gran

importancia saber aprovechar la experiencia y el conocimiento, siempre y cuando su

aplicación se acomode a las nuevas situaciones surgidas de la propia acción. En un mundo

de cambios permanentes y de relaciones complejas, es preciso abandonar los

tradicionalismos, los pensamientos doctrinarios estáticos, y sustituirlos por una acción

positiva y responsable. Como en toda ciencia, la ecología debe practicarse teniendo en

cuenta la adopción de valores que contemplen acciones éticamente compatibles con la

esencia humana.

El comportamiento constructivo o destructivo del hombre en su medio se modifica

y evoluciona a través del vínculo indisociable de todos y cada uno de los individuos con su

complejo y diverso sustrato natural. El hombre se diferencia del resto de los componentes

del reino animal en que estos últimos manifiestan cambios en sus relaciones con el

ambiente sólo como consecuencia de su evolución a largo plazo y dan como resultado

variaciones evolutivas que pueden transmitirse hereditariamente. En cambio, el hombre

influye sobre casi todos los ecosistemas y los altera y transforma en beneficio propio. De

allí que la necesidad más prioritaria para la humanidad no es asegurar la economía, sino

asumir sus responsabilidades desde una perspectiva ética y social.

El ser humano tiene la responsabilidad de programar políticas y acciones serias

para cuya implementación cada ciudadano, independientemente de su condición, debe


A n t o l o g í a É t i c a | 113

aportar su parte de colaboración. En último término, esto no significa otra cosa más que el

tributo obligatorio que debe pagar quien hace uso, y a veces abusa, del medio en que vive.

Una de las mayores debilidades de la civilización contemporánea la constituye el excesivo

valor que da a las cosas superfluas y el abuso que hace de ellas en deterioro del medio, a

menudo con fines absurdos. A pesar de que las actitudes de consumo son a menudo

inconscientes, el ser humano experimenta un enorme sentido de frustración cuando es

privado de un producto que utiliza por moda o rutina, sin necesidad, y sin ser consciente de

las implicaciones ambientales y racionales de esta actitud.

El mercado incentiva la competitividad como argumento de crecimiento y progreso;

por otro lado, se llama a la estabilización y al control de dicha competitividad para frenar las

presiones que conducen al deterioro del medio físico y asegurar un crecimiento sostenible.

El ejercicio racional de la ética informativa y el desarrollo de adecuadas estrategias de

formación ciudadana, pueden hacer cambiar el rumbo a quienes concentran en sus manos

la producción y el mercado, elaboran las políticas, e imponen los estilos y esquemas de

consumo. La acción debe ser orientada hacia objetivos fundamentados en un cambio

radical de los valores éticos y ecológicos. Tal y como ocurre con la ciencia y con la

tecnología, la información y la educación, según como sean enfocadas, pueden constituir

herramientas muy eficaces tanto para conducir la acción hacia el deterioro del medio físico,

como para orientar vías de crecimiento equilibrado y sostenido.

El nuevo mandato ético que ha de marcar las pautas de conducta racional para

una supervivencia digna del hombre y de su entorno, exige cambios radicales en el modo

de pensar y de actuar; si la evolución cultural de la sociedad no va acompañada de la

voluntad y de la decisión de cambiar, poco se puede esperar en este sentido. La evolución

cultural, más que la biológica, ha sido la responsable de los avances y retrocesos que

históricamente han marcado la trayectoria ambiental de la humanidad. La evolución cultural


A n t o l o g í a É t i c a | 114

ha sido de tal magnitud, que ha superado el carácter biológico del ser humano y lo ha

subordinado al uso prioritario de la inteligencia. La asignatura pendiente de la humanidad

es su evolución ética, que aún no ha sido manifestada como tal, por lo menos en lo que

respecta a sus relaciones con el medio ambiente y consigo misma.

Las decisiones para la acción deben ser tanto de orden ético como de gobernanza,

y no sólo de índole tecnológica y económica. El concepto de ética ha de prevalecer sobre

cualquier otro planteamiento, ya que en esencia obliga a cada integrante de la sociedad a

identificarse no sólo con las acciones globales de defensa de la integridad de su entorno,

sino también con las consecuencias de los efectos negativos que puedan afectarlo como

resultado de agresiones o de falta de planificación. La única fórmula viable para evitar una

eventual catástrofe humana se basa en construir una sociedad diferente, que asuma

nuevos modelos de producción y consumo ajustados a la capacidad de sustentación de la

tierra, que fortalezca el equilibrio dinámico entre dicha sociedad y el medio físico que la

sustenta, y que permita la organización de sistemas de convivencia ajustados a la ética y a

la recuperación de los valores que favorezcan implantar con éxito estos principios.

Alcanzar tal objetivo requiere tanto de una nueva conciencia social como de un

nuevo conocimiento económico. Gran parte del problema ambiental deriva de la propia

naturaleza humana, puesto que la actitud antropocéntrica del individuo no ha variado

ostensiblemente a lo largo de miles de años. Cualquier intento de reconducir esta situación

debe tener en cuenta la complejidad del medio y la variedad de alternativas que deben ser

implementadas de modo holístico y transversal, sin olvidar el mandato ético que obliga a

asegurar la correspondencia que es obligatorio mantener entre el ser humano y el resto de

manifestaciones de vida organizada que con él comparten el mismo sustrato.


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Agenda 2030 y la responsabilidad social empresarial25

En septiembre de 2015, los dirigentes mundiales aprobaron en el seno de las

Naciones Unidas los Objetivos de Desarrollo del Sostenible (ODS), con lo que quedó

constituida la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. El documento, titulado

“Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, se define

como “un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad” (ONU, 2015).

Se compone de 17 objetivos, divididos en 169 metas, que configuran el marco a través del

cual los países podrán dirigir sus esfuerzos a poner fin a la pobreza en todas sus formas,

reducir la desigualdad y luchar contra el cambio climático.

La determinación de los ODS nace en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre

el Desarrollo Sostenible (Rio+20), celebrada en Río de Janeiro en 2012 -veinte años

después de la histórica Cumbre de la Tierra en Río-. Bajo el título ‘El futuro que queremos’,

la Conferencia reunió a los líderes mundiales, junto con miles de participantes del sector

privado, las ONG y otros grupos, para definir una nueva agenda global centrada en dos

objetivos principales: en primer lugar, cómo construir una economía ecológica con la que

lograr el desarrollo sostenible y acabar con la pobreza y, en segundo lugar, cómo mejorar

la coordinación internacional para el desarrollo sostenible (ONU, 2012).

La Agenda 2030 se aprueba en el año 2015 -fecha límite para el cumplimiento de

la agenda anterior- compuesta por los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) (de ahí

que también se denomine “Agenda post 2015”). Los ODS dan continuidad a las

aspiraciones de los ODM predecesores, incorporando una serie de mejoras dirigidas a

facilitar su implementación y su logro.

25 Este subtema se retoma de Remacha (2017) [Nota del editor].


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A pesar de que los ODS no son jurídicamente obligatorios, los estados quedan

comprometidos, a través de la firma de la resolución de la ONU, a movilizar los medios

necesarios para su implementación. Se espera que los gobiernos adopten los objetivos

como propios y establezcan marcos nacionales para su logro. Es en este contexto donde

se espera que el sector privado se involucre a través de una Alianza Mundial para el

Desarrollo Sostenible, en la que también participen los gobiernos, la sociedad civil, el

sistema de las Naciones Unidas y otras instancias. Si bien para las empresas la

participación tampoco es obligatoria, la comunidad internacional ha hecho explícita la

necesidad de que todos los miembros colaboren. Asimismo, ha dispuesto un abanico

significativo de incentivos con el fin de que esta contribución resulte efectiva.

Los ODS reconocen el papel del sector privado -desde las microempresas y las

cooperativas, hasta las multinacionales- como motor de la productividad, del crecimiento

económico inclusivo y de la creación de empleo. En particular, se espera que las empresas

se sirvan de la creatividad y de la innovación que les caracterizan para resolver los

problemas relacionados con el desarrollo sostenible. Además, se les anima a adoptar

prácticas propias de la responsabilidad social, relacionadas con el empleo digno, el

empoderamiento de la mujer, la inversión en investigación y desarrollo, la protección del

medioambiente, la transparencia y la rendición de cuentas, que van más allá del ámbito

puramente económico.

El principal destinatario de los ODS son los países, que tienen la responsabilidad

de desarrollar políticas, planes y programas de desarrollo sostenible y de llevar un

seguimiento y un control de los progresos conseguidos; sin embargo, los ODS también

están diseñados para reunir a una amplia gama de organizaciones y conformar el marco

común de actuación para todas ellas. Tal como se mencionaba con anterioridad, nacen

precisamente con la vocación de promover la cooperación entre actores y buscan movilizar


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los esfuerzos a nivel global en torno a un conjunto de metas comunes. Por este motivo, los

ODS reconocen explícitamente el rol fundamental que las empresas pueden y deben

desempeñar en su logro.

Al mismo tiempo, los ODS conforman la agenda global para el desarrollo de

nuestras sociedades. Las temáticas que recogen se corresponden con las preocupaciones

y desafíos de los diferentes grupos de interés a nivel mundial. En este sentido, las empresas

difícilmente podrán definir su estrategia y desarrollar el negocio sin atender a estas

necesidades, esto es, sin seguir las líneas marcadas por la Agenda 2030.

Las empresas también están llamadas a participar porque, como miembros de la

sociedad, tienen el deber ético de contribuir a la mejora social (“las personas, el planeta y

la prosperidad”). Asimismo, las compañías también se verán beneficiadas de alcanzarse

estos objetivos y desaparecer las trabas al crecimiento, frecuentes en sociedades injustas

y desiguales. La consecución de los ODS creará el escenario idóneo para que el sector

privado pueda desarrollar su actividad: mercados estables, regulados y competitivos;

sistemas financieros transparentes e instituciones sin corrupción y bien gobernadas;

materias primas y energía accesibles; consumidores con poder adquisitivo y empleados

cualificados.

En última instancia, los ODS abren la puerta a numerosas oportunidades para las

empresas, como las alianzas público-privadas para el desarrollo, el fomento de cadenas de

valor integradas o la incorporación de los consumidores en mercados emergentes. Por ello,

las empresas podrán capitalizar numerosos beneficios, entre los que se encuentran los

siguientes (PMNU, WBCSD y GRI, 2015; OCDE, 2016; PwC, 2016):

• Movilización de recursos: el cumplimiento de los ODS requerirá una sustancial

inversión pública y privada tanto en los países desarrollados como en los países

en desarrollo. Esto creará nuevos mercados y oportunidades de negocio para


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aquellas empresas capaces de ofrecer soluciones a los retos de la agenda

(tecnologías para aumentar la eficiencia energética, infraestructuras

sostenibles, soluciones tecnológicas que reduzcan las emisiones y los residuos;

nuevos servicios sanitarios, educativos, financieros, etc.). Asimismo, supondrá

acceso a financiación a través de la inversión socialmente responsable para

aquellas empresas que logren hacer una contribución positiva al entorno,

conforme a los criterios de desarrollo sostenible.

• Focalización de la estrategia: los ODS marcan unas pautas y unos objetivos que

pueden ser de ayuda para el sector privado a la hora de establecer su estrategia

de negocio. Se ha desarrollado toda una serie de herramientas que facilita

identificar cuáles son los riesgos y las oportunidades de los ODS para el

negocio, cómo aplicarlos y qué indicadores utilizar para su medición y

seguimiento; todo ello facilita enormemente la planificación, la orientación y la

adaptación de la actividad empresarial, de manera que la integración de los

ODS favorezca la creación de valor para los accionistas y los grupos de interés.

• Estrechamiento de las relaciones con los grupos de interés: los ODS se centran

en dar respuesta a las demandas de la sociedad. Por este motivo, aquellas

empresas que los sigan, se asegurarán el alineamiento del negocio con las

expectativas de sus grupos de interés. Además, la implementación de los ODS

da pie a que se pueda establecer un diálogo y realizar consultas con las que

conocer mejor los requerimientos y la satisfacción de dichos grupos en relación

a la entidad; todo ello posibilita integrar sus preocupaciones en la toma de

decisiones. Cabe señalar además, que cada vez son más los consumidores,

empleados e inversores que siguen criterios de responsabilidad en sus

decisiones. Integrar los ODS será, por tanto, una manera de lograr una actitud
A n t o l o g í a É t i c a | 119

más positiva de estos grupos hacia la entidad, obtener su confianza y mantener

la legitimidad para operar.

• Mejora del desempeño: las prácticas en sostenibilidad optimizan la

competitividad y el rendimiento de las empresas, debido a los siguientes

motivos: la integración de sistemas que mejoran la toma de decisiones; una

gestión eficiente de los recursos que se traduce en menores costes; una

valoración de riesgo menor y la inclusión en índices que dan confianza a los

inversores; unos resultados más positivos a largo plazo; el desarrollo de

productos de valor añadido a través de la innovación; la satisfacción de los

consumidores y su disposición a pagar precios premium; el bienestar de los

empleados que redunda en su productividad; o la favorabilidad social y

mediática (Malik, 2015).

• Anticipación: para alcanzar los ODS, los países diseñarán marcos nacionales

que fomentarán, a través de la regulación o de incentivos, iniciativas para el

desarrollo sostenible. Particularmente, en la meta 6 del objetivo 12, los

gobiernos se comprometen a “alentar a las empresas, en especial las grandes

empresas y las empresas transnacionales, a que adopten prácticas sostenibles

e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de presentación de

informes”. En este sentido, adoptar de manera proactiva la Agenda 2030 será

una manera de preparar a la empresa para responder tanto a los requisitos

gubernamentales como a los de los grupos de interés. Además, los ODS

abordan los grandes retos de nuestro siglo, por lo que no alcanzarlos tendrá

implicaciones negativas para los negocios. Los ODS suponen, también en este

sentido, un marco para que las empresas puedan prever posibles escenarios
A n t o l o g í a É t i c a | 120

futuros e implementar medidas con las que adaptarse a los cambios y

disrupciones que puedan producirse.

• Alineamiento: los ODS definen un propósito compartido, un marco de acción

común y un lenguaje que servirá de ayuda al sector privado a la hora de

establecer sinergias con otras instituciones; mediante estas alianzas podrán

abordar los retos económicos, sociales y ambientales que afectan tanto a unos

como a otros. La participación posibilitará que la empresa consiga los objetivos

propios y los compartidos, demuestre compromiso ante sus públicos y se

introduzca en redes de intercambio de conocimientos, capacidades y

tecnologías.

• Comunicación: las empresas pueden utilizar los ODS como un marco general

para informar sobre sus objetivos y sus resultados. Este marco facilita la

comparabilidad, la consistencia y la comprensión de los datos recogidos y, con

esto, las decisiones de los grupos de interés y las relaciones con los mismos.

Además, ha de tenerse en cuenta la mayor atención social, mediática e

institucional que se prestará a los modelos de negocio sostenibles e incluyentes.

Ello ofrece importantes oportunidades para dar visibilidad a las iniciativas de la

compañía, así como para mejorar su reputación y reconocimiento social.

Al mismo tiempo que la ONU daba a conocer los ODS, la Global Reporting Initiative

(GRI), el Pacto Mundial de las Naciones Unidas (PMNU) y el Consejo Empresarial Mundial

para el Desarrollo Sostenible (WBCSD, por sus siglas en inglés) publicaban el “SDG

Compass” (en castellano, La brújula de los ODS). Se trata de una guía que explica cómo

se traducen los ODS al ámbito empresarial y que ofrece una serie de pasos para que se

pueda incorporar la sostenibilidad a su estrategia. Para su elaboración, se han llevado a


A n t o l o g í a É t i c a | 121

cabo consultas a empresas, agencias gubernamentales, instituciones académicas y

sociedad civil de todo el mundo, por lo que aporta información suficientemente relevante

para que el sector privado pueda tomarla como libro de cabecera a la hora implantar los

ODS.

La guía presenta cinco pasos que ayudan a las empresas a entender, gestionar y

medir su contribución a los ODS. Su planteamiento está vinculado con la RSC: partiendo

del cumplimiento con la legislación pertinente y del respeto de los estándares

internacionales (Declaración Tripartita de Principios sobre las Empresas Multinacionales y

la Política Social de la Organización Internacional del Trabajo); Diez Principios del Pacto

Mundial de las Naciones Unidas; Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos

Humanos, anima a las empresas a evitar y mitigar los impactos negativos sobre la sociedad

y el medioambiente e, incluso, a ir más allá para lograr una contribución positiva. Estos

cinco pasos son:

1. Entender los ODS: en primer lugar, la empresa se familiarizará con los ODS, lo

que implica conocer en qué consiste cada uno de los objetivos y cuáles son sus metas

correspondientes. Entender los ODS también significa comprender las oportunidades y las

responsabilidades que individual y colectivamente representan para el negocio. El SDG

Compass muestra algunos de los beneficios genéricos, pero corresponde a cada

organización identificar los riesgos y las oportunidades específicos, relacionados con su

misión, estrategia y tipo de actividad.

2. Priorizar: partiendo de la base de que no todos los ODS serán igualmente

relevantes para la organización y de que ésta no tendrá la misma capacidad de influencia

sobre ellos, se emplaza a la empresa a evaluar su impacto para definir las áreas de

actuación prioritarias. Esta estimación permite a la organización conocer con qué procesos,

tecnologías o productos cuenta actualmente para contribuir a los ODS, así como qué áreas
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de su actividad podrían ser objeto de mejora. También sirve para medir el desempeño e

identificar indicadores desde un inicio, lo que será de gran utilidad para los procesos de

seguimiento posteriores. En esta fase, es de vital importancia utilizar herramientas para

mapear las áreas de alto impacto a lo largo de la cadena de valor e involucrar en la consulta

a los grupos de interés.

3. Establecer objetivos: este paso consiste en traducir los ODS a objetivos

empresariales, integrados en la estrategia del negocio. Se trata de un punto fundamental

para que la alta dirección se comprometa con el desarrollo sostenible, mejore así el

desempeño de la organización, promueva las prioridades compartidas y, en último término,

alcance los ODS.

4. Integrar: la sostenibilidad debe formar parte de la actividad principal y de la

gobernanza de la compañía. Es fundamental incorporar las metas de desarrollo sostenible

en todas las funciones de la empresa. Para alcanzar los objetivos compartidos o para hacer

frente a los retos sistémicos, las empresas tendrán que involucrarse con alianzas a lo largo

de la cadena de valor, dentro de su sector o con los gobiernos y organizaciones de la

sociedad civil.

5. Informar y comunicar: El SDG Compass anima a las empresas a comunicar a

los grupos de interés la incorporación de los ODS en su línea de actuación y propone una

batería de indicadores para ello; esto facilitará el trabajo de divulgación de la información

corporativa, el acceso a dicha información por las partes interesadas y el conocimiento

general sobre el conjunto de prioridades compartidas.

Como puede verse, el enfoque del SDG Compass se dirige a las grandes

empresas multinacionales. Sin embargo, también se anima a las pequeñas y medianas

empresas, así como a otras organizaciones, a utilizarlo como fuente de inspiración y a


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adaptarlo, según convenga. Asimismo, aunque esté concebido para ser usado a nivel de

entidad, puede aplicarse a un producto, sitio, división o región, según se requiera.

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