Está en la página 1de 5

CONCEPTO DE ACTO SEXUAL VIOLENTO Y/O ACCESO CARNAL ABUSIVO

CON MENOR.
 
La proliferación de ciertos fenómenos criminales en un momento dado de la historia
colectiva puede aconsejar, como ha ocurrido en Colombia con los delitos de índole sexual,
que el Estado contemple tipos penales antes no previstos, o que haga más estrictas y
gravosas las penas, con el objeto de atacar de manera más efectiva la raíz de los males
causados por esos comportamientos, para lo cual justamente goza el legislador de la
mayor discrecionalidad. Los delitos sexuales a los que se refiere la normatividad, revisten
especial gravedad en tanto en cuanto afectan la libertad del sujeto pasivo de los
comportamientos sancionados, mucho más cuando se trata de menores, dada la
circunstancia de que, por no haber logrado aún la plenitud de su madurez sicológica, les
resulta imposible comprender a cabalidad el significado y los alcances del acto sexual y de
los que con él están relacionados.

I. DELITOS CONTRA LA LIBERTAD Y EL PUDOR SEXUAL.


 
El aumento de penas en sí mismo, que resulta considerable en la nueva normatividad
respecto de los delitos contra la libertad y el pudor sexuales, corresponde al ejercicio de
una facultad propia del legislador, cuya verificación y evaluación acerca del daño social
causado por ciertos comportamientos incide en el nivel y características de la sanción que
se estima adecuada para reprimirlos. Siempre que las penas que se contemplen no sean
imprescriptibles ni de aquellas expresamente prohibidas en la Carta, es el Congreso el
órgano autorizado para definir su monto, de acuerdo con la gravedad de los hechos a los
cuales ellas se aplican. Y es lo cierto que la política criminal del Estado puede variar, bien
en el sentido de disminuir las penas o de suprimir delitos, ya en el de hacerlas más
severas, o en el de consagrar figuras delictivas nuevas, según las variaciones que se van
presentando en el seno de la sociedad, tanto en lo relativo a las conductas que la
ofenden, como en lo referente a la magnitud del perjuicio que causan, no menos que en la
evolución de los principios y valores imperantes dentro del conglomerado.

Una vez más reitera la Corte que el legislador goza de atribuciones suficientes para
contemplar las conductas que pueden erigirse en delitos, en razón del daño que causan a
la sociedad, para establecer las modalidades de los mismos, para prever formas atenuadas
o agravadas de los tipos penales, así como para contemplar penas inferiores o superiores,
según el rango de la conducta descrita. Todo ello, en tanto las penas no sean irrazonables
ni desproporcionadas, ni atenten contra ninguno de los principios o preceptos
constitucionales. Mediante Sentencia C-626 del 21 de noviembre de 1996, la Corte
Constitucional expresó:
 
"Cuando el legislador establece los tipos penales, señala, en abstracto, conductas
que, dentro de la política criminal del Estado y previa evaluación en torno a las
necesidades de justicia imperantes en el seno de la sociedad, merecen castigo,
según el criterio de aquél".
 
Reiterando su posición en la Sentencia C-013 del 23 de enero de 1997, la Corte dijo:
 
"Así las cosas, mientras en el cumplimiento de la función legislativa no resulten
contrariados los preceptos fundamentales, y sin perjuicio de lo que más adelante se
expone sobre los límites de la norma positiva, bien puede el legislador crear o
suprimir figuras delictivas, introducir clasificaciones entre ellas, establecer
modalidades punitivas, graduar las penas aplicables, fijar la clase y magnitud de
éstas con arreglo a criterios de agravación o atenuación de los comportamientos
penalizados, todo de acuerdo con la apreciación, análisis y ponderación que efectúe
acerca de los fenómenos de la vida social y del mayor o menor daño que ciertos
comportamientos puedan estar causando o llegar a causar en el conglomerado".
 
El legislador bien podía, como lo hizo, contemplar distintas modalidades de los delitos
contra la dignidad y el honor sexuales, y establecer penas distintas, según su propia
evaluación, acerca del perjuicio social causado en relación con el bien jurídico protegido.
Por otra parte, en ninguna de ellas se ha plasmado una pena que a juicio de la Corte
carezca de razonabilidad o resulte desproporcionada. El aumento de penas en sí mismo,
que resulta considerable en la nueva normatividad respecto de los delitos contra la
libertad y el pudor sexuales, corresponde al ejercicio de una facultad propia del legislador,
cuya verificación y evaluación acerca del daño social causado por ciertos comportamientos
incide en el nivel y características de la sanción que se estima adecuada para reprimirlos.
 
Siempre que las penas que se contemplen no sean imprescriptibles (artículo 28 C.P.) ni de
aquellas expresamente prohibidas en la Carta, es el Congreso el órgano autorizado para
definir su monto, de acuerdo con la gravedad de los hechos a los cuales ellas se aplican.
 
 Los delitos sexuales a los que se refiere la normatividad, revisten especial gravedad en
tanto en cuanto afectan la libertad del sujeto pasivo de los comportamientos sancionados,
mucho más cuando se trata de menores, dada la circunstancia de que, por no haber
logrado aún la plenitud de su madurez sicológica, les resulta imposible comprender a
cabalidad el significado y los alcances del acto sexual y de los que con él están
relacionados.
 
No se olvide que, según los términos del artículo 44 de la Constitución, los niños "serán
protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta,
abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos".
  
No desconoce la Corte que, por Sentencia C-146 del 23 de marzo de 1994, ella había
declarado la exequibilidad de los artículos 303 y 305 del Código Penal.
 
Sin embargo, tales normas fueron modificadas, cabalmente en lo relativo a la graduación
de la pena, por la Ley 360 de 1997.

Lo propio se hará en relación con los artículos 299, 300, 304, 308 y 312 del Código Penal,
también reformados por el mismo Estatuto. Ver sentencia C-292/97.

II. FUNDAMENTO Y TIPOS DE PRESCRIPCIÓN EN MATERIA PENAL


 
1. La prescripción en materia penal es la cesación que el Estado hace de su potestad
punitiva por el cumplimiento del término estipulado en la ley. Diferentes circunstancias
relacionadas con el paso del tiempo, justifican la interrupción de la actividad judicial: la pérdida
de interés social para imponer una sanción al delincuente, la dificultad en conseguir pruebas de
la culpabilidad o la inocencia y la injusticia de mantener a una persona indefinidamente sujeta a
las consecuencias de la acción penal, más aún cuando la propia Constitución consagra el
principio de presunción de inocencia (C.P. art. 29), y la prohibición de las penas y medidas de
seguridad imprescriptibles (C.P. art. 28). (El subrayado y resaltado es mío).
 
2. La mayoría de las legislaciones distinguen entre la prescripción del delito o de la acción
penal, y la prescripción de la pena. En la primera modalidad, la cesación del ius puniendi del
Estado se manifiesta en la eliminación de la punibilidad de la conducta (razón sustancial) o en
la extinción de la acción penal (razón procesal), como consecuencia del cumplimiento del plazo
fijado en la ley antes de que se profiera sentencia. La prescripción de la pena, por su parte, se
concreta en el mandato del Estado (legislador) impuesto a los órganos estatales, de abstenerse
de hacer efectiva la sanción impuesta al responsable de una infracción penal, cuando ha
transcurrido el término de la pena.
 
El Código Penal colombiano no es una excepción al sistema general enunciado. Si bien no
acoge la institución de la prescripción del delito, si lo hace respecto de la acción penal y de la
pena. Mientras que los artículos 80 a 86 del Decreto 100 de 1980 regulan lo
concerniente a la prescripción de la acción penal, el artículo 87 ibid., establece el
término de prescripción de la pena, el cual coincide con el fijado en la sentencia y
comienza a contabilizarse desde su ejecutoria. (El subrayado y resaltado es mío).
 
III. VIABILIDAD Y CONCEPTO AL CASO EN CONCRETO.

Conforme lo consagra el artículo 80 del Decreto Ley 100 de 1980; el término de prescripción
de la acción. <Decreto derogado por la Ley 599 de 2000> La acción penal prescribirá en
un tiempo igual al máximo de la pena fijada en la ley si fuere privativa de libertad,
pero en ningún caso, será inferior a cinco años ni excederá de veinte. Para este efecto se
tendrán en cuenta las circunstancias de atenuación y agravación concurrentes. (El subrayado
y resaltado es mío).

En los delitos que tengan señalada otra clase de pena, la acción prescribirá en cinco años.

Al caso en concreto se fija una pena de ciento cuarenta (140) meses de prisión contado el
tiempo según el artículo 88 y frente a la iniciación del término prescriptivo de la pena.
<Decreto derogado por la Ley 599 de 2000> La prescripción de las penas se principiará
a contar desde la ejecutoria de la sentencia. (El subrayado y resaltado es mío).

Lo que se contaría desde el día quince (15) de diciembre de dos mil ocho (2008) y hasta el
día dieciséis (16) de junio del año dos mil diecinueve (2019).

La condena también contempla lo estipulado en el artículo 50 que trata sobre la interdicción


de derechos y funciones públicas. <Decreto derogado por la Ley 599 de 2000> La
interdicción de derechos y funciones públicas priva de la facultad de elegir y ser elegido,
del ejercicio de cualquier otro derecho político , función pública u oficial y
dignidades que confieren las entidades oficiales e incapacita para pertenecer a los
cuerpos armados de la República. Lo anterior se aplica en concordancia con el artículo 55
del cumplimiento de penas accesorias. <Decreto derogado por la Ley 599 de 2000> Las
penas de interdicción de derechos y funciones públicas, suspensión de la patria
potestad y prohibición del ejercicio de un arte, profesión u oficio, se aplicarán de
hecho mientras dure la pena privativa de la libertad concurrente con ellas.
Cumplida ésta, empezará a correr el término señalado para aquellas en la sentencia, salvo lo
dispuesto en el artículo 68. (El subrayado y resaltado es mío).

Esta pena inhabilita así mismo para adquirir cualquiera de los derechos, empleos, oficios o
calidades de que trata el inciso anterior.

Dejando la salvedad y según lo manifiesta el artículo 89 de la misma norma y en relación con


la interrupción del término prescriptivo de la pena. <Decreto derogado por la Ley 599 de
2000> La prescripción de la pena se interrumpirá cuando el condenado fuere
aprehendido en virtud de la sentencia o si cometiere nuevo delito mientras está
corriendo la prescripción. (El subrayado y resaltado es mío).

IV. EL DEBIDO PROCESO Y EL DERECHO DE DEFENSA.

El debido proceso debe entenderse como una manifestación del Estado que busca proteger al
individuo frente a las actuaciones de las autoridades públicas, procurando en todo
momento el respeto a las formas propias de cada juicio. El artículo 29 del
ordenamiento constitucional lo consagra expresamente “para toda clase de actuaciones
judiciales o administrativas”. (El subrayado y resaltado es mío).

Así entonces, las situaciones de controversia que surjan de cualquier tipo de


proceso, requieren de una regulación jurídica previa que limite los poderes del Estado
y establezcan el respeto de los derechos y obligaciones de los sujetos procesales, de manera
que ninguna actuación de las autoridades dependa de su propio arbitrio, sino que se
encuentren sujetas a los procedimientos señalados en la ley o los reglamentos. (El
subrayado y resaltado es mío).

El artículo 29 de la Carta Política dispone que el debido proceso debe observarse


en toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, es decir que obliga no
solamente a los jueces sino también a los organismos y dependencias de la
administración pública. (El subrayado y resaltado es mío).

De la aplicación del principio del debido proceso se desprende que los administrados tienen
derecho a conocer las actuaciones de la administración, a pedir y a controvertir las pruebas, a
ejercer con plenitud su derecho de defensa, a impugnar los actos administrativos y en fin a
gozar de todas las garantías establecidas en su beneficio.

Conviene recordar lo que sobre el punto ha precisado esta Corporación:

“La garantía del debido proceso, plasmada en la Constitución colombiana como derecho
fundamental de aplicación inmediata (artículo 85) y consignada, entre otras, en la
Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 (artículos 10 y 11), en la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre proclamada el mismo año (artículo XXVI) y
en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica,
1969, Artículos 8 y 9), no consiste solamente en las posibilidades de defensa o en la
oportunidad para interponer recursos, sino que exige, además, como lo expresa el
artículo 29 de la Carta, el ajuste a las normas preexistentes al acto que se imputa;
la competencia de la autoridad judicial o administrativa que orienta el proceso; la
aplicación del principio de favorabilidad en materia penal; el derecho a una
resolución que defina las cuestiones jurídicas planteadas sin dilaciones
injustificadas; la ocasión de presentar pruebas y de controvertir las que se
alleguen en contra y, desde luego, la plena observancia de las formas propias de
cada proceso según sus características”. (El subrayado y resaltado es mío).

En efecto, si el administrado no está de acuerdo con una decisión de la administración que le


afecte sus intereses tiene derecho a ejercer los recursos correspondientes con el fin de
obtener que se revoque o modifique. (Corte constitucional, Sentencia 1021 de 2002).

El debido proceso en materia penal es el conjunto de etapas formales secuenciadas e


imprescindibles realizadas dentro un proceso penal por los sujetos procesales cumpliendo los
requisitos prescritos en la Constitución con el objetivo de que: los derechos subjetivos de la
parte denunciada, acusada, imputada, procesada y, eventualmente, sentenciada no corran
el riesgo de ser desconocidos; y también obtener de los órganos judiciales un
proceso justo, pronto y transparente. (El subrayado y resaltado es mío).

V. LEGALIDAD DE LA SENTENCIA JUDICIAL.

Con la Constitución política de 1991 se derogó la Constitución de 1886, en la búsqueda por el


legislador de mecanismos para mejorar las garantías para los derechos humanos, la dignidad
y el respecto de cada uno de sus derechos inalienables, inviolables e inherentes. Con este
nuevo ordenamiento jurídico se instituyó varias novedades, entre estas, la democracia
representativa sustituyéndola por una democracia participativa; la tutela como un mecanismo
efectivo y rápido para que los ciudadanos exijan el respeto de sus derechos clasificadas en
ésta como principales; también encontramos la acción de cumplimiento en búsqueda de
hacer cumplir las leyes y actos administrativos y finalmente la acción de popular o de grupo
para la protección de derechos secundarios. En el área penal, la sentencia judicial sólo puede
establecer penas establecidas por la ley, por delitos también contemplados por la misma.[.

]
TARIFA DE HONORARIOS PROFESIONALES.

Los honorarios profesionales se tasan conforme lo estipula la tarifa de honorarios


profesionales del derecho años 2013-2014; para el caso en concreto y en consideración
al referido señor JOSÉ LEÓNIDAS CAPERA GÓMEZ. Taso la suma plena de DIEZ
MILLONES DE PESOS ($10.000.000.oo) M/CTE.

Los presupuestos son: contrato de prestación de servicios profesionales, poderes para


adelantar el encargo y según corresponda. Parágrafo. Se hace constancia dentro de
éste documento que las obligaciones del ABOGADO, SON DE MEDIO Y NO DE
RESULTADO.

NOTA: Es de anotar que los gastos procesales como el monto de las costas y expensas
causadas con ocasión del proceso, el pago de notificaciones, pólizas de seguros, gastos
en diligencias, pago a auxiliares de la justicia, fotocopias, certificados de libertad y
tradición, publicaciones, etc., son a cargo del señor CAPERA GÓMEZ.

También podría gustarte