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adolescentes.
Adrián Grassi
INTRODUCCIÓN
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trabajan en servicios de psicopatología especializados2 c. La problemática planteada
pone en juego una dimensión que es propia al Psicoanálisis que produce conjeturas
para interpretar el campo de lo social, lo que forma parte de nuestros intereses por
sus vinculaciones con los procesos subjetivos. c. Nos preocupa el rumbo que esta
polémica toma cuando se considera exclusivamente uno solo de sus ejes,
simplificación que reduce su complejidad. Están quienes defienden los derechos de
los niños/as-adolescentes como postura militante, y también quienes desde un
Psicoanálisis ortodoxo, prejuicioso y psicopatologizante frente a nuevas formas de
subjetividad y sexualidad, no aggiornado y a la altura de los nuevos desarrollos que
dan lugar a la diversidad sexual. Creemos necesario mantener la tensión entre los
desarrollos del Psicoanálisis y los colectivos militantes (Di Segni, S., 2013 ob cit.),
para generar un diálogo. e. Sabiendo que estas consultas comprometen tanto la
Salud Mental como los derechos de niños/as/adolescentes, nos planteamos realizar
un aporte desde el Psicoanálisis elaborando respuestas específicas y trasmitir su
saber a los científicos, a los juristas, a los médicos, a los trabajadores de la salud
mental. En este caso aportando criterios para la elaboración de un diagnóstico
diferencial en la infancia y modos de intervención que permitan caracterizar el
problema para su mejor abordaje en la dirección de la cura (si la hubiera) y/u orientar
a los consultantes respecto de los alcances y compromisos de la problemática
planteada.
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juego en las consultas a las que hacemos referencia, algunas de las cuales han
tomado carácter público3, como en otras que plantean distintos modos de
transformaciones de la sexualidad clásica (Bleichmar, S. 2007; Cevasco, R. 2010; Di
Segni, S. 2003; Maffía, D. 2003; Morel, G.; 2002; Rodríguez Montero, J. H. 2010;
Torres, M. 2013; entre otros) implican un cuestionamiento de este paradigma.
“En una sociedad que construye rígidos estereotipos de género, quien los
altere al identificarse con el que no le corresponde está violando una ley natural” (Di
Segni, S. 2013 ob. cit. p. 114). Lo que se aparta de esta correspondencia esencial
queda caracterizado como desviacionismo psicopatologizante, discriminatorio y
excluyente de otras formas de sexuación no clásicas.
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cobran central importancia5. Entre el sexo portado y la identidad de género, el
Psicoanálisis hace intervenir un concepto central que es la imagen del cuerpo. Nasio
(2008, p. 56-57) la describe del siguiente modo:
Un recorrido por la instancia psíquica llamada Yo, nos sitúa frente a la cuestión
de la auto-percepción del cuerpo. Freud, con su segunda tópica, plantea el modelo
de un aparato psíquico con sus distintas instancias, Ello, Yo, Superyo. Vincula esta
instancia, el Yo, con el cuerpo: “El cuerpo propio y sobre todo su superficie es un sitio
del que pueden partir simultáneamente percepciones internas y externas” (Freud,
1923 A, p. 27). Y continuando el planteo freudiano, Nasio (ob cit. p. 57) agrega: “En el
fondo, el Yo no es más que un sentimiento, el sentimiento de existir, el sentimiento de
ser uno. Éste es un sentimiento eminentemente subjetivo porque se basa en la
vivencia igualmente subjetiva de nuestras imágenes corporales.”
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En concordancia con tal cuestionamiento, Jacques Lacan (1983) había ya
anticipado su postura cuestionando al Yo como garante de la verdad del sujeto, y
considerando al Yo una entidad esencialmente imaginaria cincelada por todas
nuestras ignorancias. Califica al Yo como lugar de desconocimiento.
Estos procesos psíquicos que van registrando el cuerpo como cuerpo propio,
se conocen en la teoría con el nombre de narcisismo primario, fundamental o
narcisismo de base. Así lo define F. Dolto (2012): “ El sentimiento de existir de un ser
humano, que amarra su cuerpo a su narcisismo, sentimiento que, es evidente,
procede de esta convicción, a no dudarlo ilusoria, de continuidad” (p. 43).
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canales por donde se ensamblan deseo materno e I.I.C. del niño/a. La imagen del
cuerpo que el niño se hace de sí, lleva las marcas del vínculo con la madre, sus
sustitutos, sus acompañantes. Esta I.I.C. no es autónoma, no nace por generación
espontánea. Está soldada al cuerpo-deseo del Otro. Que un niño pueda decir nene-
nena referido a sí mismo, como un momento importante en la construcción de la
identidad en torno a los dos años y pico casi tres, requiere de procesos que se dan
entre él y su medioambiente al que lleva inscripto, que permiten se reconozca en ese
“su cuerpo” en el cual se mira y es mirado El cuerpo y su imagen siempre es vincular,
como es vincular la inscripción del cuerpo puberal-genital.
“…lo que hay que ir viendo es cómo se produce eso que llamamos
subjetividad, y en ese sentido coincido en que la subjetivad sexual, es un plexo de
variables que se van jugando y configurando. La identidad es un texto abierto, una
obra abierta que estamos reescribiendo permanentemente, pero reescribimos
palabras que ya nos vinieron constituyendo” (Sztajnszrajber, en Torres, 2013 p. 62).
Articulada y acompañando estos procesos de la I.I.C. y su construcción en los
distintos momentos del espejo, diferenciada se pliega la identidad de género. Luego
y no tanto después sino más bien cabalgando en esta I.I.C., el cuerpo toma colorido,
gracia y erotismo con las diferencias de género.
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…que los dos tiempos de la sexualidad humana no corresponden a
dos fases de una misma sexualidad, sino a dos sexualidades
diferentes: una -la sexualidad infantil- desgranada de los cuidados
precoces, implantada por el adulto, productora de excitaciones que
encuentran vías de ligazón, y descarga bajo formas parciales
(siempre de carácter “frustro”, ya que se olvida con demasiada
facilidad que aún la masturbación genital infantil no alcanza carácter
orgásmico, y por ello no es equivalente a la sexualidad adulta (…), y
otra –la sexualidad adulta- con primacía genital, establecida en la
pubertad y ubicada en el camino madurativo que posibilita el
ensamblaje genital, no constituyendo entonces una simple reedición
del acmé de la sexualidad infantil, sino un modo de recomposición
ordenado y guiado por la existencia de una primacía de carácter
genital (p. 95).
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Destacamos el acontecimiento que significa la llegada del cuerpo puberal.7 A
los fines del presente trabajo dejamos asentada la importancia que tiene en tanto el
Yo encuentra apoyaturas para su reformulación en tres direcciones: 1. un cuerpo
desarrollado maduro para las relaciones sexuales y la procreación; 2. la creación de
un espacio de exterioridad a lo familiar; y 3. creación de un espacio intergeneracional
con proyección de futuro.
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en función de lo cual la adherencia del yo a la misma torna imposible
su desarticulación.” (Bleichmar, 2007, p.110).
DERECHO DE ESPERA
Claro que hay que considerar el sufrimiento que conllevan estos procesos para
el niño y la familia, sufrimientos que pueden ubicarse en el orden de los trastornos o
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de los síntomas10, sufrimientos del niño/a adolescente, de la familia. El Psicoanálisis
dispone de una diversidad de dispositivos clínicos que pueden contener y acompañar
su elaboración. Hay que dar tratamiento a las distintas dimensiones que estos
sufrimientos conllevan, subjetivos, vinculares, grupales, familiares. Pensamos en
dispositivos que permitan un tránsito por las ambigüedades sexuales. Las
definiciones en ciertos casos van a llevar más tiempo que el exigido por los
consultantes, porque el proceso mismo es inacabado en la infancia. Más tiempo
también en el que un juez tiene que resolver sobre un cambio de identidad o el
Registro Civil otorgar un nuevo documento. No judicializar y respetar los derechos de
los niños/as adolescentes es un principio ético irrenunciable. Pero vaya nuestro
aporte desde el Psicoanálisis a la Salud Mental: promover períodos de espera en la
definición de género con una identidad en tránsito, acompañar estos procesos en
contextos terapéuticos e interdisciplinarios adecuados, que contengan las angustias
del niño y la familia. Propuesta que administrativamente puede acarrear dificultades
pero que también puede dejar réditos subjetivos, familiares y sociales muy favorables,
muchos más que las decisiones tomadas guiadas por exigencias que no tuvieron
ocasión de dimensionar todas sus consecuencias e instancias que intervienen en los
pedidos.
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BIBLIOGRAFIA