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Final.
Alumna: Ana Berdejo.
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El inicio del periodo Clásico, es marcado por Mirón, con su Discóbolo. La característica
clave del clasicismo es que ya hay en la escultura una fidelidad a la naturaleza, con un
estudio anatómico correspondiente. Pero a pesar de que este cuerpo es fiel
anatómicamente hablando a lo que sería un cuerpo real, sigue respondiendo a un
ideal. Las esculturas siguen representando a atletas, cuerpos perfectos y con una,
digamos, corrección de la naturaleza a partir de cálculos matemáticos, para seguir
logrando esa idea de perfección, para seguir respondiendo a aquel ideal de belleza.
Por ejemplo, el numero áureo.
En Mirón vemos la representación del movimiento, del esfuerzo súbito, de la postura
cargada de dinamismo. Busca retener la fugitividad del movimiento, la impresión del
momento que pasa. Por primera vez aquí desde el paleolítico se vuelve a comprender
el valor del momento pregnante.
El estilo clásico se basa en un naturalismo idealizado; es un idealismo que representa
un mundo perfecto y normativo. Conviven una tendencia dinámica y progresista con
aquellas fuerzas conservadoras.
Otro aspecto relevante que vemos en el Discóbolo y en todas las esculturas de este
periodo, es que a pesar de que se hubiera representado un momento de mucho
esfuerzo físico, el rostro siempre permanecía impasible, pretendiendo reflejar un
equilibrio interno, como que aquel personaje que se representaba estuviera mucho
más allá de ese esfuerzo humana. Eran representados como semidioses. Este
equilibrio interno es parte de ese ideal de perfección, una perfección no solo física sino
también espiritual.
La intención de las esculturas era educativa: mostrar este ideal como aquello a lo que
el ciudadano de la polis debe llegar.
En este periodo destaca Policleto. En sus obras vemos la posición de contraposto, en
la cual se ve este equilibrio tan característico del periodo en esta cuestión de un lado
tensionado y otro distencionado en descanso, la expresión sigue siendo impasible y
podemos ver la utilización del número áureo y la regla de las 7 cabezas.
Estas esculturas, en comparación a las del periodo anterior, pierden la frontalidad e
invitan a ser vistas desde varios puntos de vista. Esto podría estar relacionado con la
forma de gobierno; en el periodo anterior la tiranía ve las cosas de una única manera,
en cambio ahora en democracia (relativa) las cosas se ven desde varios puntos, y esto
estaría reflejado en la escultura.
La Grecia clásica es una Grecia democrática, con una fuerte tensión en sus formas
sociales y políticas por ser una democracia individualista y antiindividualista a la vez. A
esta tensión corresponde el antagonismo que se observa en el arte de una tendencia
al naturalismo y a la vez un afán de medida y orden, sumado además esta cuestión
dinámica observable. Atenas era gobernada en nombre de los ciudadanos, pero por el
espíritu de la nobleza, es recién en el último cuarto de siglo cuando logran intervenir
los miembros de la clase media en los asuntos públicos. Una democracia política pero
no económica. Aparece una aristocracia del dinero en que el estado nobiliario
organizado según el criterio de las estirpes es sustituido por un estado plutocrático
fundamentado sobre las rentas.
Las tendencias conservadoras retardan los progresos del naturalismo, pero no los
detienen.
Se designa al estilo clásico como un idealismo y al arte clásico como la representación
de un mundo mejor y normativo, de una humanidad superior y perfecta, es una
manifestación característica del modo de pensar aristocrático que prevalece en esta
época. La aristocracia prefiere o elige temas del mundo mítico de los dioses y los
héroes; los temas del presente y de la vida cotidiana le parecen vulgares e
insignificantes.
En esta obra “El Coloso” de Goya vemos todo lo que es el romanticismo, la metáfora,
el mensaje, lo simbólico; es la transmisión de un mensaje mediante el uso de
metáforas. Este gigante que se levanta del campo de batalla representa a un hombre
que, con España abatida, es fuerte y se levanta a seguir luchando. Una escena de
mucha intensidad, como los son todas las pertenecientes al romanticismo, donde el
color se pone al servicio de esa intensidad, de ese dramatismo. Un tema que ya no
pertenece a los grandes temas y una forma de representarlo que no pretende
adoctrinar, sino más bien criticar, donde aparece una mirada subjetiva del artista. Todo
esto presentado en un espacio que ya no se ve estructura mediante ejes ortogonales
sino más bien con una especie de zigzag que nos hace subir hasta este gigante, y que
genera una composición más dinámica.
El neoclásico es adoctrinador, es estático. Implica una mimesis idealizada, al servicio
de la cual pone el color y el trazo, guiada por los valores grecorromanos de belleza y
equilibrio; valores por los que se va a guiar no solo el modo de representar a los
personajes sino también los espacios, que pretenden verse siempre equilibrados,
mediante la combinación de ejes horizontales y verticales, donde los personajes van a
verse justamente según esos ideales, bellos por fuera y apacibles por dentro. Un
movimiento en el que solo se van a representar grandes temas y siempre de modo
heroico, dejando fuera el drama y las emociones.
Frente a esto el romanticismo se presenta como todo lo contrario. Como un
movimiento de personas críticas, que critican justamente todo lo que es el
neoclasicismo, y la academia que surgió de este. Un movimiento que rompe con todo,
que se despega de los grandes temas y comienza a presentar temas en lo que se
implica el hombre común, temas que son representados de un modo subjetivo, y
desbordando de emociones y drama, a favor de los cuales se pone el color y el trazo y
donde ya no importa ser fiel a la realidad porque ahora lo