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POLÍTICAS PÚBLICAS
CICLO DE LICENCIATURA EN GESTIÓN EDUCATIVA-LICENCIATURA EN
EDUCACIÓN
POLÍTICA, ESTADO Y EDUCACIÓN
DOCENTE: Carlos A. Casali
CLASE 1: 8/4/2021
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acceder a la plataforma en ese momento). Por decirlo de otro modo: los
contenidos (en sentido fuerte del término) estarán en la clase escrita y a través del
“zoom” los “socializaremos” un poco mejor (espero).
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sabemos bien qué significa esa palabra o que tiene un significado que vamos a
problematizar (y, en consecuencia, ya no sabremos bien qué significa esa
palabra). Les propongo que nos dejemos llevar por estos juegos con las palabras.
Y podemos hacer lo mismo con otras palabras (o con todas las palabras); por
ejemplo “política” (o “política educacional”). Se trata de problematizar la política (o,
para decir con mayor precisión, lo político) en su relación con la “educación” (que
dejará de ser una palabra sencilla que todos comprendemos inmediatamente para
empezar a adquirir muchos matices de sentido: “educación” en su diferencia y en
su relación, en su relación diferencial, con escuela y escolarización y, sobre todo,
con sistema educativo).
Admitamos ese carácter complejo del tema que nos proponemos abordar y
avancemos en la siguiente dirección. En el texto de P. Benítez se afirma que los
sistemas educativos nacionales se constituyen hacia fines del siglo XVIII y que se
trata de una empresa estatal. Démosle precisión al argumento: por un lado,
nuestro tema (podríamos indicarlo aquí de manera muy general como “LA
EDUCACIÓN”, así con mayúsculas) está ligado a la construcción de un sistema
educativo nacional; por otro lado, el origen histórico de ese surgimiento está ligado
a la Revolución Francesa (1789); por último, el Estado aparece como horizonte de
sentido y actor principal de las políticas educativas. Tomando estos tres puntos de
modo conjunto diremos que, nuestro campo de estudios está ligado a la
consolidación de los Estados nacionales modernos (siglo XV en adelante) a partir
de las fuerzas políticas que la Revolución Francesa pone en escena (la burguesía
y los sectores “populares”) y por medio de la organización de sistemas educativos
nacionales, que implican, a la vez, una estructura de niveles educativos con sus
clases sociales adscriptas (los sectores populares al nivel primario o “educación
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popular” –donde se forma o educa el soberano-; los sectores medios al nivel
medio –en el modelo del siglo diecinueve, los Colegios nacionales-; las elites al
nivel universitario –donde se forma la clase dirigente-), una distribución territorial y
una forma de gobierno y administración del sistema. Todo esto, en apretada
síntesis, es el contenido de la materia.
Entonces, y más allá de todo intento de dar una definición, podemos caracterizar
al “Estado” como un sistema de fuerzas que tiene un punto de concentración. Ese
punto de concentración –el principio de soberanía- se deja representar con la
imagen de la “x”. Por un lado, la “x” indica lo indeterminado (como en las
ecuaciones); pero, por el otro, indica el punto en el que se cruzan dos líneas. La
teoría política nombra este punto de concentración de fuerzas con la palabra
soberanía (literalmente: el poder que está por encima de otros poderes) y es en
este sentido que se puede decir que el Estado surge en y con la modernidad, en el
siglo XV, cuando se establece que, sobre un territorio determinado, no puede
haber más que un solo poder decisorio (principio de soberanía). Al establecimiento
de este principio de la organización política que llamamos “Estado” (literalmente:
status, lo que permanece o está, la estabilidad de las relaciones de poder que son,
por naturaleza, fluyentes; su estabilización) van asociados los nombres de quienes
expresaron argumentativamente su realidad y características: Maquiavelo (1469-
1527), Bodin (1530-1596) y Hobbes (1588-1679). Nos interesa detenernos aquí
brevemente en este último.
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Pero volvamos al punto. El Estado, se dice “reivindica con éxito el monopolio del
uso legítimo de la violencia física y simbólica”. La violencia física es claramente el
uso de la fuerza militar (hacia el exterior del territorio) y policial (hacia el interior del
territorio) que le permiten al Estado sostener y ejercer ese poder decisional que
reclama para sí. Cuando el Estado decide, sus decisiones son imperativas. Para
serlo, para ser imperativas, el Estado dispone de dos instrumentos: la violencia
simbólica que nos persuade y la violencia física que nos impone (por la fuerza
aquello de lo que no estamos suficientemente persuadidos). Agreguemos a esto
que, ambas violencias, la física y la simbólica, están monopolizadas por el Estado
y, también, legitimadas (por la ideología o el sistema cultural).
¿Qué resulta de todo esto? Que el Estado se constituye como una relación de
poder que concentra la decisión (soberanía) dentro de un territorio (nación) y
sobre una población (súbditos de ese Estado o ciudadanos del mismo; es decir, la
sociedad civil) que obedece las decisiones legítimamente tomadas (el tema de la
legitimidad es importante; los sistemas constitucionales establecen los modos
legítimos de tomar decisiones dentro del espacio político administrado por el
Estado).
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de qué modo). Dejemos este interrogante abierto: no creo que tenga una
respuesta fácil (y tal vez no tenga ninguna o tenga muchas).