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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANÚS-DEPARTAMENTO DE PLANIFICACIÓN Y

POLÍTICAS PÚBLICAS
CICLO DE LICENCIATURA EN GESTIÓN EDUCATIVA-LICENCIATURA EN
EDUCACIÓN
POLÍTICA, ESTADO Y EDUCACIÓN
DOCENTE: Carlos A. Casali

CLASE 1: 8/4/2021

Estimadas/os: estamos comenzando hoy nuestro curso de Política, Estado y


educación de manera más o menos similar a la forma en que lo hicimos el año
pasado; es decir, de un modo un poco diferente a lo habitual (la remanida
“presencialidad”) y en un clima “social” que continúa siendo bastante extraño al
que, sin embargo, ya nos vamos acostumbrando (o resignando...). La educación a
través de entornos virtuales no es una novedad dentro del ámbito universitario y
yo mismo vengo dando clases en la Universidad Nacional de Quilmes desde hace
unos años en esa modalidad y puedo anticiparles que no se trata de un formato
educativo de menor “calidad” que el presencial, aunque tiene, claramente, otras
características (por usar términos también trillados: sus propias “fortalezas” y
“debilidades”). Trataremos entonces de aprovechar los beneficios de la virtualidad
para multiplicar las posibilidades del aprendizaje y explorar mejor las
oportunidades que se vayan presentando de “socializar” en esos entornos (que no
dejan de ser “académicos” pese a ser virtuales) para pensar de maneras nuevas
los problemas educativos en su relación con el Estado (las relaciones de poder,
las políticas públicas, las demandas sociales, las formaciones de “subjetividad”).

Disponemos del campus virtual. Acordemos la manera de usarlo.

La idea es pautar el ritmo de la cursada. En el modo presencial, ustedes estarían


yendo a clase una vez por semana (lunes o jueves, según los grupos).
Mantendremos ese ritmo semanal: los lunes y jueves yo estaré subiendo al
campus una clase teórica. Ustedes accederán al curso también de manera
semanal (por lo menos) pero lo harán cuando les quede cómodo hacerlo.
Seguramente haremos también cada semana algún encuentro vía “zoom” (o la
plataforma que fuere) en el horario previsto para la clase (a las 18 hs., lunes o
jueves, según corresponda). Quiero dejar en claro que lo que podemos llamar
“clase” será la que va por escrito y no la que va por vía “zoom” (las conexiones de
internet suelen funcionar mal y cada uno de ustedes puede tener dificultades para

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acceder a la plataforma en ese momento). Por decirlo de otro modo: los
contenidos (en sentido fuerte del término) estarán en la clase escrita y a través del
“zoom” los “socializaremos” un poco mejor (espero).

En la pestaña (arriba a la izquierda) que dice GENERAL van a encontrar una


BIENVENIDA A INGRESANTES de Daniel Toribio (Director de la carrera) y un
poco más abajo el PROGRAMA. Y también irán encontrando cada una de las
clases (estimo que serán 15 en total incluyendo la última). Lean el programa y,
sobre todo, lean los FUNDAMENTOS (allí está explicitado en una página el
contenido de la materia y los ejes que organizan su desarrollo). Vean luego las 6
unidades que estructuran la cursada. En el campus disponen de una pestaña para
cada unidad. Las iremos desplegando paulatinamente. Por ahora, comenzamos
por la unidad 1. Allí podrán encontrar los textos a trabajar (verifiquen estas cosas
con el programa: que los textos que lean se correspondan con los que están
establecidos en el programa; salvo, por supuesto, que se indique lo contrario). En
la unidad 1 tenemos 4 textos y están dispuestos en el campus en la misma
secuencia que en el programa. Esta semana y hasta la semana que comienza el
12 de abril vamos a trabajar con los 2 primeros (P. Benítez y O. Sauter). Al texto
de Sauter digitalizado le faltan algunas páginas: se las ubiqué escaneadas de a
pares debajo del texto. En el mismo sentido: el texto de Bobbio (“Sociedad civil”)
que figura en el programa no lo pude encontrar digitalizado, así que les ubiqué en
el campus una versión del mismo que es más amplia (tendrán que leer un poco
más). Para cada unidad disponen también de una GUÍA DE LECTURA. Úsenla
como acompañamiento de la lectura y no como un resumen. El único resumen que
tiene sentido hacer es el que ustedes mismos hagan a partir de las lecturas y la
apropiación (interpretativa) que vayan desarrollando de los diferentes textos y
temas. Para cada unidad habrá también algún/algunos trabajos prácticos que se
irán desarrollando en diversas modalidades, coordinados por María Ángeles
Blanco (instructora del curso) y María Pía Macari (auxiliar docente).

Entremos en tema. Como iremos viendo a través de la bibliografía de lectura


obligatoria que figura en el programa, no es posible encerrar la comprensión de lo
que es la relación entre “política”, “Estado” y “educación” (o si quieren ustedes de
la “política educacional”) dentro de la aparente simplicidad de un concepto y,
mucho menos, dar una definición de ese concepto. Antes bien, es preferible ir
aproximándose al tema por muchos y diversos caminos. Camino en griego se dice
con la palabra “método” o, dicho de otro modo, la palabra griega “método” significa
camino. Y con esto, ya vamos estando en camino…Entonces, como estamos en
camino, quiero que adviertan lo siguiente: cuando una palabra aparece
entrecomillada, como en este caso la palabra “camino”, eso indica que no

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sabemos bien qué significa esa palabra o que tiene un significado que vamos a
problematizar (y, en consecuencia, ya no sabremos bien qué significa esa
palabra). Les propongo que nos dejemos llevar por estos juegos con las palabras.
Y podemos hacer lo mismo con otras palabras (o con todas las palabras); por
ejemplo “política” (o “política educacional”). Se trata de problematizar la política (o,
para decir con mayor precisión, lo político) en su relación con la “educación” (que
dejará de ser una palabra sencilla que todos comprendemos inmediatamente para
empezar a adquirir muchos matices de sentido: “educación” en su diferencia y en
su relación, en su relación diferencial, con escuela y escolarización y, sobre todo,
con sistema educativo).

Y, ya que estamos complicando las cosas, sigamos complicando…Deberíamos


traer aquí otras palabras que forman parte del significado del tema o temas de
nuestra asignatura y de una comprensión más o menos rica (y no pobre o
superficial) de la misma. Son las palabras “poder” (y la expresión “relaciones de
poder”; lo político remite a ese tipo de fenómenos o realidades que giran en torno
del poder); “Estado” (si hablamos de política educacional es porque existe algo
que llamamos “Estado” que sostiene la política educativa y que se (a sí mismo)
sostiene a través de ella (es decir: se “legitima” o adquiere “legitimidad”; este
último “se” presente en “se sostiene” será crucial para la comprensión de la
política educativa); “sociedad civil” (a través de las políticas educativas el Estado
organiza una sociedad civil o le da una forma determinada a la sociedad civil: por
ejemplo, la sociedad de los ciudadanos en el siglo XIX, o la sociedad de los
trabajadores a mediados del siglo XX, o la transitada y trajinada cuestión de la
inclusión en las sociedades desintegradas del siglo XXI).

Admitamos ese carácter complejo del tema que nos proponemos abordar y
avancemos en la siguiente dirección. En el texto de P. Benítez se afirma que los
sistemas educativos nacionales se constituyen hacia fines del siglo XVIII y que se
trata de una empresa estatal. Démosle precisión al argumento: por un lado,
nuestro tema (podríamos indicarlo aquí de manera muy general como “LA
EDUCACIÓN”, así con mayúsculas) está ligado a la construcción de un sistema
educativo nacional; por otro lado, el origen histórico de ese surgimiento está ligado
a la Revolución Francesa (1789); por último, el Estado aparece como horizonte de
sentido y actor principal de las políticas educativas. Tomando estos tres puntos de
modo conjunto diremos que, nuestro campo de estudios está ligado a la
consolidación de los Estados nacionales modernos (siglo XV en adelante) a partir
de las fuerzas políticas que la Revolución Francesa pone en escena (la burguesía
y los sectores “populares”) y por medio de la organización de sistemas educativos
nacionales, que implican, a la vez, una estructura de niveles educativos con sus
clases sociales adscriptas (los sectores populares al nivel primario o “educación

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popular” –donde se forma o educa el soberano-; los sectores medios al nivel
medio –en el modelo del siglo diecinueve, los Colegios nacionales-; las elites al
nivel universitario –donde se forma la clase dirigente-), una distribución territorial y
una forma de gobierno y administración del sistema. Todo esto, en apretada
síntesis, es el contenido de la materia.

Pero, vayamos más lentamente. Empecemos por el “Estado”.

Entonces, y más allá de todo intento de dar una definición, podemos caracterizar
al “Estado” como un sistema de fuerzas que tiene un punto de concentración. Ese
punto de concentración –el principio de soberanía- se deja representar con la
imagen de la “x”. Por un lado, la “x” indica lo indeterminado (como en las
ecuaciones); pero, por el otro, indica el punto en el que se cruzan dos líneas. La
teoría política nombra este punto de concentración de fuerzas con la palabra
soberanía (literalmente: el poder que está por encima de otros poderes) y es en
este sentido que se puede decir que el Estado surge en y con la modernidad, en el
siglo XV, cuando se establece que, sobre un territorio determinado, no puede
haber más que un solo poder decisorio (principio de soberanía). Al establecimiento
de este principio de la organización política que llamamos “Estado” (literalmente:
status, lo que permanece o está, la estabilidad de las relaciones de poder que son,
por naturaleza, fluyentes; su estabilización) van asociados los nombres de quienes
expresaron argumentativamente su realidad y características: Maquiavelo (1469-
1527), Bodin (1530-1596) y Hobbes (1588-1679). Nos interesa detenernos aquí
brevemente en este último.

La semana próxima vamos a trabajar, brevemente también, con un texto de


Foucault que hace referencia, entre otras, al poder soberano tal y como lo
presenta la teoría política a través de Hobbes: “…una multitud así unida en una
persona es lo que llamamos ESTADO, en latín CIVITAS. De este modo se genera
ese gran LEVIATÁN, o mejor, para hablar con mayor reverencia, ese Dios mortal a
quien debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y seguridad”. El argumento
pertenece a Hobbes (capítulo XVII del Leviatán) y tiene mucha densidad
conceptual y gran potencia expresiva: asimila esa nueva realidad política, esa
nueva y estable institucionalización de las relaciones de poder que llamamos
“Estado”, con el poder de Dios; sólo que, en este caso, un Dios menos perfecto,
un Dios mortal (es decir, no inmortal o eterno). Agreguemos a esta imagen un
componente interesante: la idea de Dios mortal puede resonar también como Dios
mortífero; una potencia capaz de matar (el Dios inmortal es soberano de la vida y
de la muerte; el Dios mortal, sólo de la muerte. Por eso el emblema o imagen que
representa al poder soberano es la espada).

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Pero volvamos al punto. El Estado, se dice “reivindica con éxito el monopolio del
uso legítimo de la violencia física y simbólica”. La violencia física es claramente el
uso de la fuerza militar (hacia el exterior del territorio) y policial (hacia el interior del
territorio) que le permiten al Estado sostener y ejercer ese poder decisional que
reclama para sí. Cuando el Estado decide, sus decisiones son imperativas. Para
serlo, para ser imperativas, el Estado dispone de dos instrumentos: la violencia
simbólica que nos persuade y la violencia física que nos impone (por la fuerza
aquello de lo que no estamos suficientemente persuadidos). Agreguemos a esto
que, ambas violencias, la física y la simbólica, están monopolizadas por el Estado
y, también, legitimadas (por la ideología o el sistema cultural).

¿Qué resulta de todo esto? Que el Estado se constituye como una relación de
poder que concentra la decisión (soberanía) dentro de un territorio (nación) y
sobre una población (súbditos de ese Estado o ciudadanos del mismo; es decir, la
sociedad civil) que obedece las decisiones legítimamente tomadas (el tema de la
legitimidad es importante; los sistemas constitucionales establecen los modos
legítimos de tomar decisiones dentro del espacio político administrado por el
Estado).

Se comprenderá que el Estado no se pude pensar sin su referencia a la sociedad


civil (lo que llamamos “pueblo” –tal vez con mucha amplitud pero sin mucha
precisión “científica” o “racional” deviene ahora población organizada en clave
estatal o estatalista). La sociedad civil es la sociedad civilizada de los ciudadanos
y los sistemas educativos nacionales son los medios o instrumentos que los
Estados disponen para su organización o constitución (veremos este tema
desarrollado a partir de la clase próxima y a través del texto de Bobbio). Reparen
en el siguiente argumento que va en la misma dirección: “…las masas están
menos dispuestas al respeto de las vidas y de las propiedades a medida que su
razón y sus sentimientos morales están menos cultivados” (SARMIENTO, D.F., De
la educación popular, 1849).

Para pensar: si por medio de la educación (organizada en sistema educativo


nacional) se transforma (o toma forma) un pueblo -o unos pueblos- en sociedad
civil para permitir o hacer posible la administración política de un territorio
(nacional) a través de esa institucionalización de las relaciones de poder que
llamamos “Estado” ¿queda algún “resto” sin procesar? ¿Alguna “subjetividad”
rebelde al sistema (social, político, educativo) no integrable o difícil de integrar?
¿Algún aspecto de la realidad social que no entra en el molde (que no se deja
“amoldar”)? En el caso de que nuestros pensamientos admitan que algo de esto
sucede, la pregunta es qué hacer con eso. Y creo que esa es la pegunta básica: a
quién se educa (o se supone que se educa) y para qué (para vivir en qué mundo y

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de qué modo). Dejemos este interrogante abierto: no creo que tenga una
respuesta fácil (y tal vez no tenga ninguna o tenga muchas).

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