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La Autonomía Municipal en la Provincia de Buenos Aires

El análisis del funcionamiento de los Estados Locales en la Provincia de


Buenos Aires nos pone ante un interrogante: ¿de qué depende un buen
gobierno?

La respuesta a este interrogante escenifica una situación contradictoria en las


ciencias sociales. ¿Son las estructuras las que determinan la acción de los
sujetos, o las acciones de estos pueden marcar el funcionamiento de los
sistemas?

La última postura le daría un papel protagónico a las cualidades naturales


(conducción política) del que encabeza el poder ejecutivo, en este caso el
intendente, y al saber (técnica) de los que forman parte del gobierno.

Por otro lado, si pensamos en el Estado como sistema de poder, poseedor de


una cultura y de una historia determinada, es el entramado institucional y las
capacidades que tiene el Estado las que posibilitan la existencia de un buen
gobierno.
El análisis de los primeros Gobiernos de Perón puede ejemplificar esta síntesis.
Nadie puede dudar de las cualidades personales del líder, sin embargo, ese
proceso de transformación no hubiese sido posible sin la construcción de las
estructuras adecuadas para esa acción; la construcción de un Estado social,
hasta ese entonces inexistente, y el concepto de Planificación, como fue el 1° y
2° Plan Quinquenal.

Esta praxis dialéctica que tiene la política nos permite introducir un debate. ¿El
entramado institucional de los Municipios, incluido el Estado Bonaerense, y
sus capacidades políticas y financieras, permiten tener un buen gobierno más
allá de las características de su líder?

Este debate nos permite indagar en una circunstancia madre para los
Gobiernos Locales Bonaerenses: la Autonomía Municipal.

La Autonomía Municipal:

La autonomía municipal es la capacidad con la que cuentan los Gobiernos


Locales para auto regularse, planificar su política, tener capacidad de obtener
recursos con independencia, y dictar sus propias normas. Es decir, así como el
Estado Federal y las Provincias se rigen por una Constitución que ellos mismos
crean o modifican, en el caso de los Municipios, la autonomía, es la capacidad
que poseen los Estados Locales para dictar su propia carta orgánica.

En la Provincia de Buenos Aires los distritos no son autónomos, están regidos


por un Decreto de Ley del año 1.958, la Ley Orgánica de las Municipalidades,
que si bien fue modificado muchas veces, los que tienen la atribución de
realizarlo son los Legisladores Provinciales y no los Jefes Distritales o los

Lic. Santiago Muñiz (Concejal de Morón FPV)
concejales de cada municipio. Estos no se autoconstituyen, ni normativa ni
históricamente, es el Gobierno Provincial el que les da origen y los regula.

Esta fragilidad institucional va a contramano de lo que dispone la Constitución


Nacional en su artículo 123°: “Cada provincia dicta su propia constitución,
conforme a lo dispuesto por el artículo 5° asegurando la autonomía
municipal y reglando su alcance y contenido en el orden institucional,
político, administrativo, económico y financiero”.

La diferencia entre el espíritu de la norma y la realidad, evidencia una forma


obsoleta y conservadora de comprender las relaciones de poder entre el nivel
Subnacional y el Local. Asimismo, atenta contra la posibilidad de que los
Municipios construyan su propia ingeniería y sus propias reglas burocráticas y
políticas para efectivizar su objetivo principal: generar desarrollo con justicia
social, y consolidar, en la reproducción simbólica y material del territorio, el
modelo de desarrollo nacional, para que este se pueda profundizar en todos los
ámbitos y se puedan resolver los principales problemas de nuestros
ciudadanos y los desequilibrios de nuestra provincia.

Cinco en total son las Provincias que no promueve la autonomía municipal.


Además de Buenos Aires se suman Entre Ríos, Santa Fe (está en debate),
Mendoza y Tucumán.

Además de la variable autonomía, deberíamos introducir que ha pasado con el


rol de los municipios en las últimas décadas.
En nuestro país se llevó adelante una reforma orientada a la descentralización
y desconcentración de funciones y competencias desde el Estado central hacia
los Estados subnacionales. La consecuencia inmediata fue un desbalance de la
ecuación capacidades-atribuciones en prejuicio de los Gobiernos Locales. Los
Municipios debían enfrentar estas transformaciones, superando sus dificultades
organizativas para constituirse en un agente activo, con poca capacidad para
producir bienes y servicios locales, con ausencia de información y capacidad
técnica para implementar los programas nacionales y provinciales, y
principalmente, la carencia de recursos para enfrentar las nuevas demandas de
la gestión local, donde las responsabilidades delegadas no cuentan con la
transferencia adecuada de los recursos.
Con esto quiero afirmar, que la falta de autonomía y la tenencia de esquemas
burocráticos y normativos obsoletos, empeoran aun más la situación explicitada
anteriormente; porque la posibilidad real de promover nuevos modelos de
gobiernos y nuevos esquemas de gestión pública para enfrentar estos desafíos
es prácticamente nula.

Esta legislación no permite que los Municipios tengan, capacidad tributaria,


dictar su funcionamiento político, tener manejo de cuencas, tener una ley de
paritarias para los sindicatos de empleados municipales, ect.

Para terminar, la paradoja principal es que: usamos la misma Ley Orgánica de


las Municipalidades para conducir un Estado Local agrícola ganadero de 3613
habitantes, como es Pila, que un Municipio de perfil Industrial y de Servicios de
1.772.130 habitantes, como es La Matanza.

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