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ANTOLOGÍA DE

MITOS Y LEYENDAS
DEL MUNDO

PLAN DE SENSIBILIZACIÓN Y MOTIVACIÓN A LA LECTURA

GRADO 6° - ORATORIA PRIMER PERIODO

2015 - 2016
1. Mito de Bachué, la Madre del Género Humano ...............................................
2. El triángulo de las Bermudas ............................................................................
3. La muerte de Lumaluma ..................................................................................
4. El espeluco de las aguas..................................................................................
5. Anansi, la araña ...............................................................................................
6. La leyenda de la mandioca...............................................................................
7. Amaterasu ........................................................................................................
8. Bulira ................................................................................................................
9. Cómo nacieron el sol y la luna .........................................................................
10. Tronquitos de Brasil .......................................................................................
11. Malina .............................................................................................................
12. La maldición de “El holandés errante” ............................................................
13. Fundación de Roma .......................................................................................
14. La niña que se encantó en el lugar llamado Kiwkiwlime ................................
15. Ishtar, la diosa del amor .................................................................................
16. La cabeza delatora .........................................................................................
17. Apolo y Dafne .................................................................................................
18. La ondina ........................................................................................................
19. Agitación del Océano .....................................................................................
20. El ermitaño iracundo ......................................................................................
21. Bochica, el Maestro de los Muiscas ...............................................................
22. El familiar de Tarija .........................................................................................
23. Pan Gu y la creación del mundo ....................................................................
24. Sitio para uno más .........................................................................................
25. Ra, el dios del sol ...........................................................................................
26. El pastor de la Albufera ..................................................................................
27. El mito de Orfeo y Eurídice .............................................................................
28. La ola misteriosa de Tumaco .........................................................................
29. Fenrir .........................................................................................................................................
30. La leyenda del colibrí ................................................................................................................
31. El secreto del fuego ...................................................................................................................
32. El vestido envenenado ..............................................................................................................
33. Narciso y Eco ............................................................................................................................
34. El duende ..................................................................................................................................
1. Mito de Bachué, la Madre del Género Humano
(Mito colombiano)

Uno de los mitos chibchas de la creación de los hombres es el de Bachué, la


madre del género humano. Las narraciones mitológicas muiscas indican que en
las regiones cercanas a Tunja existía la Laguna de Iguaqué, de cuyas aguas
emergió Bachué, nimbada de una luz que hizo resplandecer la tierra.

La diosa femenina sacó consigo de la mano a un niño de tres años con quien bajó
la serranía y en el llano, en donde posteriormente surgió el pueblo de Iguaqué,
construyó una choza, la cual se convirtió en la primera vivienda de los muiscas en
Boyacá. Cuando el niño creció en su desarrollo natural, Bachué se casó con él,
realizándose así el primer matrimonio chibcha. Esta unión fue tan importante y la
mujer tan prolífica y fecunda, que en cada parto tenía entre cuatro y seis hijos, con
lo cual muy pronto se llenó de gente la tierra. Este es el origen chibcha del género
humano.

Bachué y su hijo y esposo viajaban por todas partes, dejando hijos en todas ellas.
Cuando ya estaban viejos llamaron a sus descendientes y fueron acompañados
hasta la laguna de Iguaqué, su lugar de origen. Allí Bachué les hizo una plática
final, exhortándolos a la paz, después de la cual se despidieron y se convirtieron
en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna, que desde entonces
se convirtió en santuario chibcha.
2. El triángulo de las Bermudas
(Estados Unidos)

A las dos de la madrugada del 5 de diciembre de 1945, una patrulla integrada por
cinco bombarderos Grumman, de la marina de Estados Unidos de América,
despegó en Fort Lauderdale, para realizar un vuelo de entrenamiento. Las
condiciones meteorológicas eran perfectas. Poco después, los pilotos
transmitieron por radio que todos los instrumentos de vuelo funcionaban mal: los
girocompases se estaban “volviendo locos”. Dos horas después del despegue, la
base perdió todo contacto con las aeronaves.
De inmediato despegó un bombardero Martin para buscar a la patrulla perdida. Al
cabo de 20 minutos, también se perdió el contacto por radio con el Martin. Nunca
se encontró un solo rastro de ninguna de las aeronaves; en total, seis aviones
tripulados por 27 hombres se perdieron en un cielo transparente.
El desastre hizo que apareciese una nueva expresión: el Triángulo de las
Bermudas. Porque ésa fue la región del Atlántico donde los miedos,
profundamente arraigados, de los aviadores y marinos, encontraron por fin un
sólido fundamento.
La desaparición de los seis aviones estaba lejos de constituir el primer incidente
misterioso que se registraba en el área: durante largos años, se había
comprobado que en el Triángulo de las Bermudas surgían problemas para la
navegación y actuaban extrañas fuerzas magnéticas. Dentro de esa zona se había
producido un desastre mayor incluso que el de la desaparición de los seis aviones:
el que protagonizó el Cyclops, un buque de abastecimiento de la marina
norteamericana, de 19 000 toneladas.
En marzo de 1918, el Cyclops navegaba de Barbados a Norfolk, Virginia, cuando
desapareció de la superficie del océano, con su tripulación de 309 hombres, sin
emitir ninguna señal de que se encontraba en peligro y sin que jamás se
encontrase el más mínimo resto del naufragio.
Sin embargo, fue en 1945 cuando el Triángulo de las Bermudas entró en la
leyenda. A partir de entonces, la zona ha recibido diversos nombres: Triángulo del
Demonio, Triángulo de la Muerte, Mar del Vudú y Cementerio del Atlántico. El
Triángulo goza de la dudosa fama de haberse tragado 140 barcos y aviones y más
de 1000 personas.
3. La muerte de Lumaluma
(Mito australiano)

Lumaluma era una ballena que surgió del mar en forma de hombre en Cape
Stewart, cerca de Milingimbi, en el centro de la región costera de Aernhem Land
(Australia). Cuando estuvo en tierra firme, consiguió dos esposas y se dirigió hacia
el oeste, llevándose con él importantes rituales religiosos llamados, mareiin, ubar y
lorgun como dones para la humanidad.

Pero Lumaluna era glotón y abusó de su sagrada función: cada vez que veía
comida deliciosa, como la dulce miel silvestre, o los deliciosos ñames, los
declaraba mareniin (sagrados) y solo él podía comérselos.

Mientras tanto, iba enseñando los ritos haciendo sonar sus bastones al golpearlos
entre sí: "¡Es bueno todo ello!"

Un día llegó a un lugar en donde se había levantado un campamento y él los


escuchaba mientras talaban los árboles Al ver hogueras encendidas y comida
preparada, corrió hacia ella declarando sagrada a la comida. Se comió todo sólo
dejando migajas para los campamentistas. Esto sucedió muchas veces hasta que
comenzó a comerse hasta a los niños muertos... entonces se colmó la paciencia
del pueblo de Arnhem Land y tomando sus lanzas le dieron muerte a él y a sus
esposas.
4. El espeluco de las aguas
(Colombia)

Cuenta la leyenda bogotana, que en una calleja tortuosa que llegaba a la plazuela
de La Pola y a la Capilla de las Aguas, acudía mucha gente a venerar a la Virgen
de las Aguas, la que recibía plegarias, ofrecimientos, peticiones y limosnas.
Siempre se consideró que la imagen de la Virgen, la Divina Patrona, era de una
celestial belleza.
En una casita cercana a la Iglesia vivía una hermosa mujer, de singular cabellera y
de muchos encantos y atractivos. Su tez bellísima y radiante y su cabello como un
vellocino de oro, eran la admiración de los santafereños, y asimismo, la envidia de
las mujeres. Los piropos hacia su hermosura se hicieron constantes; y los elogios
a su belleza la convirtieron en una mujer atrozmente vanidosa y sumamente
orgullosa.
Un día de su cumpleaños, los parientes de la bella mujer resolvieron invitar a
personas distinguidas de la capital para que tomaran las tradicionales “onces”
santafereñas. Allí acudió un selecto grupo de galanes y señoras que presentaron
sus cumplidos a la bella cumpleañera.
Después de las charlas con los chismes de Santafé: las .aventuras del Virrey, los
cuentos de novios, las críticas a las amigas y otras cosas incontables, uno de los
presentes hizo alusión a la blonda cabellera de la joven, con palabras de lisonja.
Entonces la señorita, para que la oyeran todas, henchida de vanidad dijo mirando
a las otras, mientras se alzaba el cabello con las dos manos: “Este cabello no lo
tiene más hermoso ni la Virgen de las Aguas”.
Cuando ella dijo la blasfemia, cuentan las gentes que un trueno repercutió con
ruido sordo, se oscureció el firmamento y la casa se llenó de olor a azufre
quemado, y la joven vanidosa vio y sintió que sus cabellos se trocaron en
serpientes que brotaban de su cabeza. Era la proyección de la Medusa (…)
griega. La muchacha endemoniada lanzaba exclamaciones pavorosas, que hizo
que todos la abandonaran. Toda la gente escapó despavorida, pidiendo a gritos
misericordia.
Dice la leyenda que el diablo se apareció, con largos cuernos y aprisionó a la
hermosa santafereña, llevándola por los aires a la región de las sombras. Un
artista de su tiempo pintó la escena diabólica en un cuadro que estuvo mucho
tiempo en la iglesia de las Aguas. Las gentes miraban el cuadro de la vanidosa
santafereña con serpientes en su cabello, el cual fue motivo de la superstición
popular.
5. Anansi, la araña
(Mito africano)

Anansi, la araña es un personaje muy astuto de la tribu Ashanti del Africa


Occidental. En la tribu Zande, se la conoce como Ture. Uno de los mitos más
conocidos es en el que Anansi le pregunta al dios del cielo Onyankopn (o Nyame)
si le vende las historias por las que es tan famoso. "¿Qué te hace pensar que
puedes acompañar mis historias?" se pregunta el dios. "Se las he negado a los
poderosos y tú eres insignificante" Pero Anansi insiste en que le dé un precio.
Entonces Onyankopon le dice que le traiga a Onini, la pitón, a Osebo el leopardo,
a Mmoboro, el enjambre de avispa y a Mmoatia, el espíritu, criaturas que él piensa
son imposibles de atrapar. Pero Anansi, con ayuda de su esposa, los consigue
atrapar a todos. ¡Añadiendo a su propia madre a la propina! El dios del cielo queda
tan impresionado que le da a Anansi sus historias y su bendición. Desde entonces,
se las llama historias de la araña.
6. La leyenda de la mandioca
(Brasil)

Había una vez una india llamada Atioló. Cuando el suelo se cubrió de las frutas de
murici, Atioló se casó con Zatiamaré.
Las frutas desaparecieron, y las aguas del río subieron pudriendo el suelo.
Después, el sol quemó la tierra y un vientecillo húmedo bajó de lo alto de la sierra.
Cuando los murici comenzaron a caer otra vez en una lluvia amarilla, Atioló se
sintió contenta. Estaba embarazada y quería una niña.
Zatiamaré, por el contrario, vivía rezongando:
—Quiero un hijo. Para que crezca igual que su padre. Para que fleche capibaras
igual que su padre. Para que se pinte la cara de urucu, igual que su padre.
Pero nació una niña. Zatiamaré estaba tan furioso que pasó muchas lunas sin
mirar su cara. Ni siquiera le puso un nombre. La madre la llamó Mani.
EI único regalo que Zatiarnaré hizo a la niña fue una iguana de rabo amarillo. Pero
no conversaba con ella, no. Si Mani preguntaba algo, él respondía con un silbido.
— ¿Por qué no hablas con tu hija? —preguntaba muy triste Atioló.
—Porque yo no pedí esta hija —respondía él. —Para mí es como si fuese de
viento.
Hasta que Atioló quedó embarazada otra vez.
—Si esta vez no es un varón igual a su padre —juraba Zatiamaré— la abandonaré
en la copa de un árbol. Y ni con silbidos voy a hablar con ella.
Pero nació un niño: Tarumá.
Con él conversaba el padre. Lo cargaba en su espalda para atravesar el río, lo
sentaba en sus rodillas para contarle historias.
Mani pidió entonces a su madre que la enterrase viva. Así, su padre estaría
contento. Y tal vez, ella serviría para algo. Atioló lloró muchos días por el deseo de
su hija. Pero tanto le rogó Mani, que al fin la complació.
Atioló hizo un hueco en lo alto del cerro y enterró a su hija.
—Si necesito algo —dijo Mani— tú lo sabrás.
Atioló regresó a casa. Esa noche soñó que su hija sentía mucho calor. Temprano
en la mañana fue al cerro y la desenterró.
— ¿Dónde quieres quedar ahora? —preguntó.
—Donde haya más agua —pidió Mani. —Llévame a la orilla del río. Si no estoy
bien, tú lo sabrás.
Esa noche, Atioló no soñó nada. Pensó que su hija estaba contenta en el nuevo
lugar. Por la tarde, sin embargo, cuando se bañaba en el río recibió un mensaje.
Flotando en el agua llegó la voz de Mani.
—Sácame de la orilla del río. El frío no me deja dormir.
Atioló obedeció. Llevó a su hija lejos, en medio del monte.
—Cuando pienses en mí —dijo la niña— y ya no recuerdes mi rostro, es la hora de
venir a visitarme. Entonces, ven.
Pasó mucho tiempo. Bastante y bastante. Un día, Atioló sintió nostalgia de su hija,
pero no recordó su rostro. Entonces, fue al monte y en lugar de Mani, encontró
una planta alta y muy verde.
—Una planta tan alta no puede ser mi hija —murmuró.
En ese mismo instante la planta se dividió. Una parte se fue arrastrando,
arrastrando y se transformó en raíz. Atioló pensó que podía llevar esa raíz a casa.
Era la mandioca.
VOCABULARIO
Mandioca (sinónimo: yuca): Arbusto de América de dos o tres metros de altura,
de cuya raíz se extrae una sustancia blanca, similar a un polvo, llamada tapioca,
con el que se prepara una sopa. Los indios llamaban a la planta “manioca”, que
quiere decir: casa de Mani.
Murici: Fruta silvestre pequeña y redonda de color amarillo.
Urucu: Sustancia tintórea, achiote, urucú.
7. Amaterasu
(Mito japonés)

Amaterasu era la diosa del Sol en la más vieja religión Japonesa llamada
Sintoísmo. Cuando su hermano Susanowo la trató mal, ella se escondió en la
cueva del cielo y cerró la entrada con una enorme piedra. Esto hizo al mundo
obscuro, y los espíritus malos salieron de sus escondites.

Desesperados, los dioses en una conferencia decidieron hacerle una trampa para
que saliera, e hicieron una fiesta cerca de la cueva. Pusieron un espejo enorme al
frente de la cueva y joyas preciosas en un árbol. Uzume, el dios de la risa,
comenzó un baile acompañado de música ruidosa.

Al escuchar la música y la risa, Amaterasu sintió tanta curiosidad que miró hacia
afuera para saber que estaba pasando. Ella se fascinó tanto con su propio reflejo
brillante en el espejo que salió de la cueva. Finalmente, la luz cubrió y coloreo al
mundo una vez más.
8. Bulira
(Leyenda panche- Colombia)

El cacique decía a Bulira con gravedad:

—Hija, ¿cuándo conoceré al príncipe elegido, para enseñarle nuestras fórmulas


sagradas y la cueva del tesoro? Yo estoy muriendo cada día...

—Señor, no hables así que me entristeces.

—Así hablamos, niña, los que fuimos jóvenes y debemos entregar el poder.

El príncipe Tota acampaba con su guardia de honor, brujos y capitanes, al oeste


de la aldea.

Opia, el otro pretendiente, en compañía de su maestro y de un criado, llegó sin


lanza.

Tota hacia desfiles militares y torneos en honor de la princesa. Opia le enviaba


pájaros de siete colores y proyectos de leyes justas. Ella era gentil con ambos,
pero no se decidía.

El uno, enojado, concebía muchos planes de conquista. El otro hallaba hermosa la


espera.

Una mañana, cuando Opia, en mitad del arroyo, buscaba sardinas rojas para
Bulira, quien en la orilla le miraba cariñosa, llegó Tota y, lleno de celos, embocó la
cerbatana. El dardo atravesó el cuello de Opia, quien cayó suavemente en las
aguas y murió con sonrisa tierna para la amada.

Ella gritó de rabia y Tota huyó despavorido.

Bulira lloró sin consuelo y sin descanso sobre el río. Vertió lágrimas hasta perder
sus ojos, los que se convirtieron en dos grandes perlas de ostras doradas.

Desde entonces, el río Opia del Tolima se llenó de ostras, que son lágrimas de
Bulira, la enamorada ciega.
9. Cómo nacieron el sol y la luna
(Mito arhuaco)

En medio de la oscuridad una hermosa india arhuaca tuvo dos niños que
desprendían luz por todo el cuerpo y, temerosa de que al verlos se los robaran, los
escondió en una cueva: sin embargo, el resplandor que producían era tanto que
se filtraba por las hendijas de la puerta y fácilmente fue visto por los demás indios
que, curiosos, quisieron saber que había dentro. Con flautas, caracoles y
tambores llegaron hasta las cercanías de la cueva y empezaron a tocar una
música hermosísima; las suaves notas llegaron a los oídos de los niños indios y
Yuí, el varón, salió para escucharla mejor.

No fue sino verlo los indios y trataron de cogerlo, pero Yuí voló y subió hasta el
cielo en donde se convirtió en sol; los indígenas que miraron para verlo, quedaron
convertidos en piedra.

Empero, la luminosidad que había en la cueva continuaba y tenues rayos se


asomaban por las hendiduras; los indígenas decidieron tocar más hermoso y
Tima, la hermana de Yuí también salió para escucharla mejor; los indios,
temerosos de que se les escapara, le arrojaron cenizas a los ojos para así cegarla,
pero ella voló en la misma dirección de su hermano y se situó muy cerca.

Como la cara le había sido encenizada, no tuvo el mismo resplandor de Yuí, pero
en las noches vigila los prados de los Icjas; Tima se convirtió en luna.
10. Tronquitos de Brasil
(Leyenda urbana)

Todo comienza con un inocente regalo (por lo general, del día de la madre) que
alguien hace a otra persona. Se trata de una planta, un frondoso tronco de Brasil.
Un bonito detalle.

La semana transcurre con total normalidad para el dueño de la planta hasta que
una noche le parece oír un ligero chirrido. Al principio no le da importancia, pero
poco a poco el ruido se va haciendo más y más fuerte hasta que finalmente lo
identifica como procedente del interior del tronco de Brasil que, al ser tocado,
parece emitir una extraña vibración. Muy asustado, el dueño llama a la policía, que
le ordena salir inmediatamente de la habitación donde está la planta y esperar en
la calle la llegada de los bomberos.

Al cabo de una media hora se presenta una dotación de bomberos provistos de


unas extrañas escafandras y portando un instrumental que nunca había visto en
bombero alguno.

El dueño, desconcertado por lo que estaba pasando, se dirigió al jefe de bomberos


y le exigió una explicación. Este le contó que en el interior de los troncos de Brasil
pone sus huevos una araña tropical muy venenosa. A las pocas semanas los
huevos eclosionan y miles de pequeñas arañas comienzan a buscar
desesperadamente la salida hacia el exterior. La planta comienza a emitir extraños
ruidos e incluso a moverse y, si no se llega a tiempo, la muerte de los habitantes
de la casa es segura. Mientras habla su jefe, los bomberos han metido la planta en
una urna de aislamiento. Justo a tiempo, pues nada más cerrar la puerta los
cristales se ven oscurecidos por una marea negra formada por un millar de
pequeñas arañas.
11. Malina
(Mito esquimal)

Malina es la diosa del Sol para los Inuit que viven en Groenlandia. La palabra
"Inuit" significa "gente."

Malina y su hermano, el dios de la Luna Anningan vivían juntos. Ellos se


comenzaron a pelear y Malina ensució la cara de su hermano con grasa sucia y
negra.

Temerosa, ella corrió lo más fuerte que pudo hacia el cielo y se convirtió en el Sol.
Anningan la persiguió y se convirtió en la Luna.

Anningan a menudo olvida comer, así es que se pone flaco mientras pasan los
días. Cada mes, la Luna desaparece por tres días mientras que Anningan come.
Luego el regresa a perseguir a su hermana otra vez.

Esta persecución eterna hace que el Sol alterne en el cielo con la Luna.
12. La maldición de “El holandés errante”
(Leyenda holandesa)

¿Qué era, o es, El holandés errante? Es difícil saber por qué la aparentemente
inverosímil historia de un marino ambicioso mantiene, a través de los siglos, su
poder de fascinación. El aleccionador relato acerca del capitán de barco que firmó
un pacto con el diablo era bien conocido por los marineros de todo el mundo
mucho antes de que Wagner lo utilizara como argumento de una de sus célebres
óperas. Se trata de un relato ciertamente fantástico, pero de vez en cuando, hasta
hoy mismo, la leyenda reaparece, como una advertencia sobrenatural y
aterradora.

La leyenda tiene su origen en el siglo XVII; cuenta que un rapaz e inescrupuloso


holandés, el capitán Hendrik van der Decken, partió en su barco desde
Amsterdam decidido a hacer fortuna en las Indias Orientales. El viaje transcurrió
con tranquilidad hasta que el barco intentó rodear el Cabo de Buena Esperanza.
Allí se desató una fuerte tormenta, que destrozó las velas y castigó duramente las
cuadernas del barco durante varios días.

En este punto del relato, confluyen ya la historia y la fantasía: se dice que el diablo
se presentó ante el capitán y lo tentó; le preguntó si se atrevía a desafiar la
voluntad de Dios y osaba dirigir el barco hacia el centro de la tormenta. El
impaciente holandés aceptó el desafío, con lo que hizo recaer sobre sí mismo la
maldición del Todopoderoso: él y su buque, convertidos en fantasmas, fueron
condenados a vagar sin cesar por los mares hasta el día del juicio final.

Se trata de un relato que no se propone parecer verosímil. Sin embargo, a lo largo


de los siglos, se han registrado numerosos encuentros con extraños y antiguos
barcos fantasmas, sorprendentemente parecidos al viejo y maltrecho barco que se
proponía llegar a las Indias Orientales; y muchos de estos encuentros se han
producido en el área donde El holandés errante desapareció en el siglo XVII. Entre
los marineros, por otra parte, existe la creencia de que quien vea el barco
fantasma muy pronto será víctima de la mala suerte; y la maldición parece
haberse cumplido inexorablemente.
13. Fundación de Roma
Los gemelos Rómulo y Remo eran hijos de Rea Silvia, virgen vestal, descendiente
de Enas y de Marte (Ares), dios de la guerra. En el momento de su nacimiento, el
malvado tío de su madre, Amulio (que había depuesto a su padre) la mata y arroja
a los pequeños al río Tiber. Afortunadamente, al ser arrastrados hasta la orilla, una
loba los protege, hasta que Fástulo, un pastor del viejo rey los encuentra. Al crecer
los niños, Fástulo les cuenta la historia, entonces, matan a Amulio y restauran a su
abuelo en el trono. Luego deciden construir una ciudad junto al Tiber. Ambos
suben por una colina y busca auguros de los dioses para decidir quien los habrá
de gobernar. Rómulo vence ya que ha visto doce buitres y Remo solo seis,
entonces comienza a trazar un surco para delimitar la ciudad. Remo comienza a
burlarse y salta sobre el surco, por lo cual, Rómulo lo mata.

Para conseguir poblar la ciudad, Romulo la convierte en una ciudad inviolable que
pronto se llena de forajidos que raptan a sus esposas en la cercana tribu de los
sabinos. Ya establecida Roma, Marte se lleva a Rómulo en su carro y lo hace dios.
14. La niña que se encantó en el lugar llamado
Kiwkiwlime
(Leyenda mapuche)

Dicen que hace mucho tiempo atrás en un lugar de Chan-chan, una mujer fue con
su pequeña hija a mariscar en el mar. Rápidamente recogió lo que necesitaba.
Cuando iban de regreso a su casa, caminando por las orillas del mar, la niña
corría por todos lados. De repente pasaba por delante de su madre luego se
quedaba muy atrás. Su madre le decía: no te alejes mucho de mi hija, anda con
cuidado. De repente la mujer vio que muy mar adentro venía hacia fuera una
inmensa nube. Cuando más cerca la veía, le parecía como un sol y sin darse
cuenta estaba con su hija entre esa nube y no veía nada. Pero luego, la nube
desapareció y cuando miró hacia el lado que iba su niña, ésta no estaba, había
desaparecido. Miró por todos lados, sin saber que había ocurrido con su hija.
Desesperadamente la llamaba, pero, no apareció. Pasaron los días se dirigió a
una machi para saber que había sucedido.

La machi le dijo: Su hija está viva y vive en una casa de oro, ella está muy bien.
Así es que no la busquen más.

La niña se había encantado en el lugar de kiwkiwlime en Chan-chan. Y un día en


que ya había pasado bastante tiempo de la desaparición de la niña, hubo una
salida del mar y dejó abundante peces, algas y moluscos y que la gente de ese
lugar recogió. Esto era como un pago que daba el dueño del mar a la familia de la
niña que había tomado como esposa.
15. Ishtar, la diosa del amor
(Mito sumerio)

Ishtar (o Inanna), era señora del firmamento, poderosa diosa del amor y de la
guerra. Su primer esposo fue su hermano Tammuz. Al morir Tammuz, Ishtar
descendió a los infiernos para arrancar a su hermano de la terrible Ereskigal,
quien tenía poder sobre la vida y la muerte.

Después de darle instrucciones a su sirviente Papsukal (de ir a rescatarla si no


regresaba) Ishtar descendió a la tierra de las tinieblas. Comenzó valiente y
desafiante, gritando al portero que abriera la puerta o que la echaría abajo. Pero a
medida que iba atravesando cada una de las siete puertas, ella debía despojarse
de una de sus prendas por lo que iba perdiendo su poder, hasta que llegó
desnuda e indefensa ante la temible Ereskigal, que la mató y colgó su cuerpo en
un clavo.

Con su muerte, todo el mundo comenzó a languidecer. Pero el fiel Papusukal llegó
hasta los dioses y les pidió que creasen un ser capaz de entrar en el mundo de los
muertos y resucitase a Ishtar con la comida y el agua de la vida. Así es como
Ishtar volvió a la vida.

Pero habría un precio que pagar el precio: durante seis meses al año, Tammuz
deberá vivir en el mundo de los muertos. Mientras está allí, Ishtar ha de lamentar
su ausencia; en primavera, vuelve a salir y todos se llenan de gozo.
16. La cabeza delatora
(España)

Vivía, en el siglo XVI, en la calle conocida hoy con el nombre de la Cabeza, un


acaudalado caballero, poseedor de una gran fortuna en alhajas y objetos
preciosos. Como su vida era tranquila y poco sociable, sólo tenía a su servicio un
antiguo criado que colmaba todas sus necesidades. No era éste muy fiel en su
comportamiento, porque, sin poderlo evitar, envidiaba las riquezas de esta casa,
de las que su señor no obtenía la menor utilidad. Aquella envidia fue creciendo día
a día, alimentada por la codicia de poseer tan cuantiosa fortuna, hasta hacerle
abrigar un proyecto de asesinato; pensó que estando la casa apartada y siendo él
el único servidor, podría huir libremente de la justicia.

Una noche llevó a cabo su proyecto; mientras su señor dormía, le degolló de un


tajo, y, después de robarle todo cuanto pudo cargar sobre sí, huyó con paso
rápido de la casa. Al día siguiente marchó de Madrid, sin que la justicia pudiese
dar con su paradero. Se instaló en una localidad donde nadie le conocía, y
cuentan que allí vivió muchos años en medio de la opulencia, disfrutando
ostentosamente de todo lo robado. Mas cierto día tuvo necesidad de ir a Madrid
para resolver unos asuntos, y libre ya de antiguos temores y pensando que todo
aquello estaría olvidado, realizó el viaje. En uno de sus paseos por la villa, y al
pasar por el mercado, se le ocurrió comprar una cabeza de cordero y la guardó en
uno de los bolsillos de su traje. Se dirigió acto seguido hacia su fonda, sin advertir
que la cabeza iba chorreando sangre y manchando la calle con un reguero
continuo. Casualmente, un alguacil que caminaba detrás de él, extrañado ante la
huella que dejaba a su paso, se acercó para preguntarle qué cosa llevaba en el
bolsillo que chorreaba de tal manera. El antiguo criado repuso que una cabeza de
cordero que acababa de comprar en el mercado, pero al sacarla del bolsillo para
mostrársela, se encontró con la cabeza de su antiguo señor asesinado. Fue
detenido por el alguacil en vista de la irrefutabilidad de las pruebas y confesó por
fin su crimen. Algún tiempo después cumplió su condena de muerte, en la plaza
Mayor, y fue enterrado en San Miguel de los Octoes.

En memoria de este hecho, el rey Felipe II mandó esculpir una cabeza de cordero,
para que fuese colocada en la fachada de la casa donde había sido cometido el
crimen. Aquel edificio fue conocido desde entonces con el sobrenombre de «Casa
de la Cabeza» y más adelante dio el nombre a la calle.
17. Apolo y Dafne
(Mito griego)

Cuenta el mito que Apolo quiso competir con Cupido en el arte de lanzar flechas.
Cupido, molesto por la arrogancia de Apolo, ideó vengarse de él. Para ello lanzó al
hermoso dios una flecha de oro, que causa un amor inmediato a quien hiere; por
el contrario, hirió a la ninfa Dafne con una flecha de oro, que causa el rechazo
amoroso. Así que cuando Apolo vio un día a Dafne se sintió herido de amor y se
lanzó en su persecución. Pero Dafne, que sufría el efecto contrario, huyó de él. Y
la ninfa corrió y corrió hasta que agotada pidió ayuda a su madre, la cual
determino convertir a Dafne en laurel. Cuando Apolo alcanzó a Dafne, ésta
iniciaba la transformación: su cuerpo se cubrió de dura corteza, sus pues fueron
raíces que se hincaban en el suelo y su cabello se llenó de hojas. Apolo se abrazó
al árbol y se echó a llorar. Y dijo: "Puesto que no puedes ser mi mujer, serás mi
árbol predilecto y tus hojas, siempre verdes, coronarán las cabezas de las gentes
en señal de victoria".
18. La ondina
(Suiza)

Los suizos decían, que en otra época, el lago Zug, situado en lo alto de una
montaña, no lejos de Lucerna, había sido el reino de las ondinas, gobernado por
un Rey Elfo desde un palacio de cristal ubicado en el fondo del lago.
De vez en cuando por la noche, las hijas del Rey se unían a los jóvenes de la
ciudad.
Bajo la luz de las farolas, las doncellas de la aguas danzaban en la fiesta de la
cosecha y desaparecían al amanecer, dejando un rastro de gotas de agua que
conducían hasta la orilla del lago.
Sin embargo la marcha no era siempre fácil.

Una joven ondina se enamoró profundamente de un muchacho del lugar, el cual,


por su parte, quedó cautivado por la doncella, cuya voz era tan suave como el
murmullo de las olas del lago, y en cuyo pelo relucían como diamantes miles de
gotitas de agua.

No obstante la ondina moriría si permanecía más tiempo en la tierra, así que como
era diestra en encantamientos, formuló un hechizo que permitiría al joven vivir bajo
el agua, sin necesidad de aire para respirar, pero no pudo eliminar la nostalgia por
lo suyos.

Poco a poco, el joven se fue entristeciendo y debilitando entre los salones de


cristal en los que habitaba la ondina.
El espíritu, decían los suizos, usó todos sus poderes para aliviar el sufrimiento de
su amante.

Entre un ocaso y un amanecer, hechizó la ciudad, trasladándola a las


profundidades del lago.
Durante siglos, quienes miraban las aguas de Zug pudieron ver algo más que los
reflejos de las nubes y las montañas.
Si el aire era lo bastante nítido y la luz clara, distinguían una ciudad entera bajo el
agua.
Y no era una ciudad sumergida: la gente andaba por las calles y los jardines.

Al caer la noche, las luces tintinaban en las casas y entonces, desde la orilla se
podía escuchar el tañido de la campana de la iglesia emergiendo desde el fondo
del lago, llamando a la ondina y a su amante a reunirse en el sosiego de su hogar.
19. Agitación del Océano
(Mito hindú)

Un día todos los dioses de la India se reunieron en el monte Meru, el ombligo del
mundo, para discutir cómo harían para obtener el amrita, elixir de la inmortalidad,
que se hallaba escondido en las profundidades del océano.

Ante la sugerencia de Visnú, deciden agitarlo y utilizan a Vasuki, la serpiente,


como cuerda, y al monte Mnandara, situado sobre una tortuga, como paleta.

Los Deva, los dioses amables con la humanidad, tomaron a Vasuki por un
extremo, y los Asura (o anti dioses) lo hicieron por el otro. Según tiraban, la paleta
daba vueltas para uno u otro lado, agitando el océano que de pronto, se hizo
lechoso y se convirtió en manteca.

Los dioses continuaron batiendo esta peculiar mezcla y lentamente surgieron


catorce cosas preciosas: entre ellas, el sol, la luna, Lakshmi (esposa de Visnú) y
finalmente, Dhanvantari, el médico del dios, llevando el amrita.

Los Deva y los Asura querían probarlo a toda costa, pero Visnú engañó a los
Asura para que no lo hicieran. Tan solo Rahu ("el que agarra") una suerte de
demonio, bebió un sorbo. Pero para impedir que alcanzara la inmortalidad, Visnú
le cortó la cabeza. Sin embargo, siguió siendo inmortal y le declaró la guerra a
Soma, el dios de la Luna, al cual se tragó y regurgitó varias veces, en un intento
por hallar más elixir de la inmortalidad.
20. El ermitaño iracundo
(Leyenda colombiana)

El Ermitaño Iracundo es una leyenda que se cuenta en Ocaña, Norte de


Santander. Según las tradiciones campesinas, cerca de Ocaña existe la cueva de
una montaña, en la cual vivió Nicolás el Ermitaño, quien dejó el mundo y sus
pompas, para dedicarse a la oración permanente a Dios.
Los ermitaños son ascetas que viven en constante oración y sacrificios, y muy
alejados de la sociedad; ellos viven y aman la soledad en las cuevas, o en los
montes en completo silencio. Los ángeles le llevaban a Nicolás una comida diaria
en una bandeja de plata en cuyos bordes fulguraban rubíes y esmeraldas. Esta
comida era muy esperada, pues era la única que recibía el ermitaño.
Un día, sin embargo, el ermitaño Nicolás se quedó sin comer, pues los ángeles no
lo visitaron. Al día siguiente regresaron los ángeles con una comida muy especial,
y con la gran noticia de que su amigo vecino Proto, quien había sido muy
vagabundo y mujeriego, se arrepintió antes de su muerte, y Dios resolvió
llevárselo directamente al cielo.
Nicolás el ermitaño cuando tuvo conocimiento que los ángeles no le habían traído
comida porque estaban atendiendo al pecador Proto, a quien Dios le dio su
entrada directamente al cielo, a pesar de sus vagabunderías, se llenó de ira,
envidia, desilusión y verdadera rabia con la justicia de Dios, que no había
castigado a Proto, el pecador; y sin embargo, había olvidado a su hijo el ermitaño
fiel, entregado totalmente a Dios.
“¡Dios es injusto con los ermitaños, que le dedicamos todas nuestras vidas y le
hacemos sacrificios! ¡Dios solo prefiere a los malos, como el vagabundo Proto,
indigno de estar e el cielo!”, gritó con mucha rabia y envidia el Ermitaño Nicolás,
quién se rebeló contra la justicia divina, por lo cual murió de ira sin arrrepentirse,
Para su castigo, los demonios llegaron cabalgando en un rayo, y se llevaron el
alma de Nicolás para los profundos infiernos.
Las gentes de Ocaña recuerdan que un rayo cayó en la cueva del ermitaño y
escucharon un grito desgarrador. Luego vieron entre las nubes un camino de
fuego. Desde entonces, las gentes ocañeras hablan del ermitaño como fantasma
de la región.
21. Bochica, el Maestro de los Muiscas
(Mito colombiano)

Fue entonces cuando apareció Bochica, por el oriente. Era un anciano venerable
de largas barbas blancas, piel blanca y ojos azules, vestido con una manta
grande, que lo cubría casi hasta los pies. Venía acompañado por una mujer más
joven y también blanca.

Desde el primer momento Bochica simpatizó con los indios y comenzó a


enseñarles sus principales virtudes: no matar, no robar, no mentir y ayudarse los
unos a los otros. Después comenzó a enseñarles sus principales actividades: a
construir sus casas, a sembrar la tierra, a fabricar las ollas de barro, a tejer las
mantas de algodón y otras cosas, todas provechosas. Bochica quería mucho a los
indios y estos lo querían a él. En cambio, la mujer de Bochica nunca quiso a los
indios y siempre procuró hacerles mal.

Una vez aprovechando la ausencia de Bochica, inundo la sabana, daño con ello
las casas y las sementeras de los indios y puso a estos en situación desesperada,
hasta cuando regresó el anciano, a quien los indios dieron la queja de lo ocurrido.

Tan indignado se sintió Bochica contra su mujer, que le castigo convirtiéndola en


lechuza. Enseguida se dirigió a los cerros que rodean la sabana y con una barita
de oro, que siempre usaba, tocó las rocas, las cuales se partieron para dar paso a
las aves. Así se formó el salto del Tequendama.

Pero no todos los indios se portaron bien con Bochica ni le agradecieron


debidamente los grandes beneficios que de él habían recibido, por lo que el
anciano maestro se sintió indignado con ellos. Así que en la primera oportunidad
desapareció por el arco iris, en el cual se ve cuando una persona lo mira desde el
salto del Tequendama.
22. El familiar de Tarija
(Leyenda Boliviana.)

Un “familiar” es una fiera capaz de encarnar la figura de un hombre, de una mujer, de un


jaguar, de un caballo..., pero que se alimenta de carne humana. Quien posee un familiar
tendrá suerte durante su vida, siempre que le ofrezca todos los años un hombre para que
lo devore. La criatura suele habitar los sótanos o los altillos. En Bolivia, aseguran, puede
obtenerse un familiar de la siguiente manera: se busca un lugar donde haya culebras
vivas amontonadas —un llepo— y se arroja en medio de éstas una moneda de oro; todas
las culebras huyen menos una; ésa es la que debe criarse, sin que nadie lo sepa, sin que
nadie la vea.

En Tarija vivía una vieja familia criolla, mezcla de españoles y de indígenas.


Cultivaban maíz y vivían tranquilamente, sin otra ambición que la de esperar un
año de buenas lluvias. Cierta tarde llegó a la zona un hombre portando grandes
rollos de papel bajo los brazos, seguido de una comitiva. Todos venían de la
ciudad. Apuntaron en unas libretas cifras fantásticas, mientras otros clavaban
mojones.

Al cabo de un tiempo se instaló un edificio muy grande, con máquinas. Una alta
chimenea alcanzó la altura del quebracho más viejo. Cientos de peones
desmontaron el terreno, lo araron y un día empezó a crecer en él la caña de
azúcar. El dueño del ingenio era un sujeto de aspecto sombrío, y el trabajo de su
fábrica reclamaba los brazos de todos los hombres, mujeres y niños.

Cuando la industria prosperó, los pequeños sembradíos de la antigua familia


fueron raleando, ya que las faenas del ingenio ocupaban a todos de sol a sol. Así
descuidaron el sustento seguro que poseían por el salario que ganaban en la
zafra. Sin embargo, nunca conseguían ahorrar. En poco tiempo las deudas
llegaron como una peste. A medida que el ingenio crecía y su propietario ganaba
en lujos y riquezas, la familia se sumía en la miseria. Las causas ya no eran sólo
las jornadas interminables, sino las enfermedades que el trabajo excesivo y el mal
alimento provocaban.

Semana a semana un trabajador caía agotado bajo la muela de la trituradora y su


sangre corría entre la maleza y el bagazo. Al criollo le sucedió en su hora. Su
muerte fue la esperada.
Se dijo entonces que en el sótano del ingenio de Tarija había un «familiar», una
enorme víbora de dos cabezas que le concedía fortuna al propietario y que se
alimentaba de la sangre de los peones que caían agotados en las calderas. La
leyenda cundió por todo el lugar y poco a poco se fue despoblando la zona. El
dueño, entrevió su ruina y debió clausurar la fábrica.

Una mañana vieron salir a la víbora del sótano y dirigirse a la casa donde habitaba
él y su familia. Todos murieron. Luego la serpiente se refugió en la chimenea,
donde habita desde hace muchos años. Quienes se acercan a ese lugar, hoy
desolado, pueden ver que la chimenea se mueve.

La fiera aguarda con paciencia año tras año.


23. Pan Gu y la creación del mundo
(Mito chino)

En el principio, el universo estaba contenido en un huevo, dentro del cual, las


fuerzas vitales del yin (obscura, femenina y fría) y del yang (clara, masculina y
caliente) se relacionan una con otra.

Dentro del huevo, Pan Gu (o también Pan Ku), formado a partir de estas fuerzas,
estuvo durmiendo durante 18.000 años. Al despertar, se estiró y lo rompió.

Los elementos más pesados del interior del huevo se fueron hacia abajo para
formar la tierra y los más ligeros flotaron para formar el cielo.

Entre la tierra y el cielo, estaba Pan Gu.

Todos cada día, durante otros 18.000 años, la tierra y el cielo se separaban un
poco más más. Pan Gu crecía la misma proporción por lo que siempre se llenaba
el espacio intermedio.

Finalmente, la tierra y el cielo llegaron a sus posiciones definitivas. Agotado, Pan


Gu, se echó a descansar. Y estaba tan agotado que murió. Su cuerpo y sus
miembros se convirtieron en montañas. Sus ojos, se transformaron en el sol y la
luna. Su carne, la tierra, sus cabellos, los árboles, las plantas, sus lágrimas, ríos y
mares. Su aliento, fue el viento, su voz el trueno y el relámpago.

Y por último... las pulgas de Pan Gu... ¡se convirtieron en la humanidad!


24. Sitio para uno más
(Leyenda Urbana)

Una chica inteligente y atractiva de Nueva York con veintipocas primaveras fue
invitada por primera vez a la hacienda que unos familiares tenían en el estado
de Carolina. Estaba muy ilusionada con la visita y compró un guardarropa
bastante amplio con el que impresionar a sus primas sureñas.

La plantación cubrió sus expectativas sobradamente. Los terrenos, la


mansión, sus propios familiares, todo era perfecto. La instalaron en una
habitación en el ala oeste y, por la noche, ella se dispuso a retirarse a sus
aposentos con un aura de satisfacción. La habitación estaba bañada por la luz
de la luna llena. Fuera había un camino de grava que trazaba una curva hasta
la entrada principal del edificio.

En el mismo momento en que se disponía a acostarse, le sorprendió el ruido


de unos cascos de caballo en el camino de grava. Se acercó a la ventana y,
asombrada, vio que un magnífico carruaje antiguo tirado por cuatro caballos
negros como el carbón se detenía exactamente debajo de su ventana. El
cochero saltó de su pescante, levantó la mirada y la señaló con un dedo largo y
escuálido. Era repulsivo. Su cara era blanca como la tiza. Una profunda cicatriz
le atravesaba la mejilla izquierda. Tenía la nariz ganchuda. Sin dejar de
señalarla con el dedo, dijo con tono sepulcral: « ¡Hay sitio para uno más!».

Entonces, mientras ella retrocedía aterrorizada, el carruaje, los caballos y el


espantoso cochero desaparecieron sin dejar rastro. El camino iluminado por la
luna se quedó completamente vacío.

La chica durmió poco aquella noche, pero con la tranquilizadora luz solar de
la mañana logró convencerse de que la imagen que había visto había sido
sencillamente una pesadilla o una alucinación causada por una mala
digestión. No contó nada de aquello a sus anfitriones.

Sin embargo, la noche siguiente resultó ser una repetición exacta de la


anterior. El mismo carruaje recorrió el camino de grava. El mismo cochero la
señaló y graznó: « ¡Hay sitio para uno más!». Y luego, todo el conjunto
desapareció de nuevo.
La chica, totalmente aterrada, apenas pudo esperar hasta la mañana
siguiente. Dio a los anfitriones una excusa atropellada y volvió corriendo a
Nueva York. Su médico tenía la consulta en el piso dieciocho de un moderno
centro de salud. Desde la estación fue en taxi directamente allí y, con voz tré-
mula, le contó lo que le había pasado.

La comprensión con que el médico escuchó su relato ayudó mucho a


calmarle los nervios. La convenció de que había sido víctima de una
alucinación peculiar, se rió de su terror, la besó paternalmente en la frente y la
despidió dejándola con una gran sensación de alivio. Pulsó el botón de llamada
del ascensor y la puerta se abrió.

El ascensor estaba abarrotado. Estaba a punto de entrar a empujones


cuando oyó una voz familiar: « ¡Hay sitio para uno más!». ¡El ascensorista era
el cochero que la señalaba con el dedo! ¡Vio su cara blanca como la tiza, la
cicatriz lívida, la nariz ganchuda! Retrocedió dando un grito y las puertas del
ascensor se cerraron de golpe delante de sus narices.

Un instante después el edificio se estremecía con un tremendo golpe. Al


ascensor que se había ido sin ella se le habían roto los cables de sujeción y
había caído dieciocho pisos al vacío. Todos sus ocupantes, naturalmente,
quedaron hechos papilla.
25. Ra, el dios del sol
(Mito egipcio)

Ra el dios del sol, adopta tres formas fundamentales:

1. Jepri, el escarabajo que representa al sol naciente,

2. Ra, el disco solar, que representa al sol del mediodía y

3. Atón, un viejo apoyado en un bastón que representa al sol del ocaso.

Todas las mañanas, cuando el sol llega hasta el monte Manu, la montaña más
occidental, la diosa del cielo, Nut, se lo traga, al momento en que el dios realiza un
peligroso viaje por el infierno en su barca nocturna.

En ese viaje es asaltado por los demonios a la cabeza de los cuales está Apofis,
su enemigo, que según uno de los mitos, es creado en el mismo momento que el
propio Ra. Justo antes del amanecer, Apofis realiza su ataque más furibundo.

Todas las noches, Ra, en forma de gato, le ha de cortar la cabeza a la serpiente


(Apofis) antes de volver a nacer en Oriente, de Nut, la madre universal. Luego se
eleva y atraviesa el cielo hasta el ocaso, donde Apofis le aguarda una vez más. Si
alguna vez Apofis consiguiese vencer a Ra, el sol no saldría.

El ciclo diario de la muerte y resurrección simboliza el ciclo vital de la humanidad,


que tras la muerte, confía en un nuevo nacimiento. Desde imperio Medio, a Ra, el
visible dios sol, se asocia una divinidad invisible, Amón "el oculto", que
conjuntamente, como Amón-Ra es adorado como rey de todos los dioses.
26. El pastor de la Albufera
(Leyenda Española)

Cerca de la Albufera valenciana, que refleja el límpido cielo azul del Levante
español, hace ya muchos años iba un pastorcillo a apacentar sus cabras. Era casi
un niño, y cuenta la leyenda que vivía solo en una pobre cabaña construida por él
en esa estrecha faja de terreno que se recorta entre la laguna y el mar.

Todos los días paseaba por la dehesa, con su ganado por única compañía, entre
los pinos y las zarzas. Cuando el sol calentaba de firme, el pastorcillo se sentaba
plácidamente al pie de un recio arbusto, para solazarse con el sonido melódico de
su flauta. Al eco de la música acudía siempre una pequeña culebra, que
permanecía junto al muchacho largo rato haciéndole compañía. Tan solícito era el
reptil, que día tras día se fue entablando entre ambos una rara corriente amistosa,
que llegó a inquietar a los vecinos. El muchacho, deseoso de poder llamar a su
compañera de alguna forma, le puso por nombre Sancha. Y tanta fidelidad le
demostró el animal, que el pastorcillo llegó a aficionarse a ella hasta el extremo de
agradecerle su visita como si se tratase de una amiga. El reptil, por su parte, sabía
demostrarle su complacencia siguiendo alegremente el ritmo de las melodías que
su amigo entonaba con su flauta.

Así transcurrieron algunos meses, durante los cuales los dos extraños
compañeros se sintieron aliviados en su soledad. Pero el pastor cumplió un día la
edad reglamentaria para prestar el servicio militar, y no tuvo más remedio que
abandonar sus cabras, su flauta y lo que para él fue más triste: la compañía de su
amiga Sancha.

Lejos de la dehesa pasó diez años, que le sirvieron para hacerse un hombre.
Encontró nuevos y variados amigos en su vida militar; pero el recuerdo de Sancha,
el único ser que le hiciera compañía en sus largas horas de soledad, no se apartó
de su mente.

Deseoso de volver a verla y de evocar en la Albufera los recuerdos de sus


primeros años de juventud, se dirigió un día hasta allí. Caminó por la dehesa un
buen rato, entre zarzas y matorrales, hasta llegar al pie del arbusto donde se
sentaba años atrás para tocar su flauta. Llamó entonces a Sancha, y tras un difuso
rumor de hojas secas, la culebra apareció ante él; pero ya no era el pequeño reptil
de antaño, sino que su cuerpo había crecido en tal proporción que el joven militar,
atemorizado, quiso huir. Mas no le fue posible, porque Sancha, más rápida, se
abalanzó hacia él para abrazarle, y se enroscó alrededor de su cuerpo. Sintió el
militar, pálido de terror, que el abrazo del reptil se estrechaba hasta dificultarle la
respiración; mas no tuvo defensa alguna. Sancha, estrujándole cada vez con más
calor, le quebró los huesos y acabó asfixiando con su viscoso cuerpo a su gran
amigo.
27. El mito de Orfeo y Eurídice
(Mito griego)

Orfeo, hijo de Zeus y de la Calíope, musa de la poesía épica y de la elocuencia,


poseía el don de la música y de la poesía.

Enamorado perdidamente de Eurídice, una ninfa de los valles de Tracia, la


convierte felizmente en su esposa. Pero un nefasto día, tratando ella de huir de
Aristeo, hijo de Apolo y que pretendía poseerla, pisó una serpiente venenosa y,
mordida por ésta, murió.

La pena invadió entonces a Orfeo, y llorando desconsoladamente a las orillas del


río Estrimón, entonó canciones tan tristes que todos los dioses y todas las ninfas
le incitaron a descender al inframundo, donde, con la ayuda inestimable de su
música, consiguió sortear mil y un peligros, conmoviendo a demonios y tormentos.

Una vez hubo llegado ante Hades y Perséfone, dioses regentes del Inframundo,
utilizó de nuevo su música consiguiendo convencerlos de dar a Eurídice la
oportunidad de regresar al mundo de los vivos. Pero pusieron una condición:
Orfeo debía caminar siempre delante de ella y no mirarla hasta que ambos
hubieran llegado arriba, y los rayos del sol hubieran bañado por completo a
Eurídice.

El camino de regreso se hizo terriblemente largo. Orfeo se mantenía sus ojos al


frente a pesar de las enormes ansias que le invadían de admirar a su amada. No
se volvió ni aun cuando los peligros del Inframundo los acechaban.

Ya en la superficie, Orfeo, al borde de la desesperación, giró la cabeza creyendo


que todo había pasado, pero Eurídice aún tenía un pie a la sombra y, en ese
preciso instante, se desvaneció en el aire, ya sin posibilidad de volver de nuevo.
28. La ola misteriosa de Tumaco
(Leyenda Colombiana)

E1 31 de enero de 1906 ocurrió un maremoto que sacudió gran parte de la Costa


del Pacífico y en especial en Tumaco. Cuentan las tradiciones que Dios soltó el
mar para que avasallara las riberas; dejó que el viento despertara las olas y que el
turbión entrara en los puertos, en los montes y en los boquetes de los ríos.

El maremoto arrasó el Playón de los Reyes, los cultivos del Charco y Mosquera, la
aldea de San Juan y las zonas de Salahonda, El Bajito, Pasacaballos y
Bocagrande. En Tumaco arrasó con muchas casas y destruyó partes de varios
templos.

Una ola gigantesca mugidora amenazó con cubrir toda la ciudad y arrastrarla con
toda su fuerza al mar. Ante ello, el Padre Larrondo acogió la multitud tumaqueña
que buscaba la absolución sacramental. Ante el altar, el sacerdote pidió por su
pueblo tumaqueño, y con resolución de liderazgo y de representante de Dios en la
tierra del Sur, abrió el copón y con la última hostia en mano, se dirigió hacia el
mar. Marchó sereno con los ojos gozosos, y se enfrentó a la ola misteriosa. Iba a
enfrentar la ola siniestra y a encararse con lo desconocido.

El pueblo tumaqueño siguió con veneración al Padre Larrondo; su decisión fue


morir con el levita valiente, Ileno de fervor cristiano y decidido a enfrentar la ola
misteriosa.

En ese momento ocurrió un suceso maravilloso: cuando la multitud iba a ser


devorada por la ola misteriosa, el padre Larrondo permaneció firme, impertérrito
en la arena. Levantó la sagrada Hostia y trazó con ella la señal de la cruz. En ese
instante el mar se retiró, humedeciendo al sacerdote hasta la cintura. Este milagro
legendario quedó grabado en los tumaqueños, quienes durante muchos años
celebraron el 31 de enero las solemnes fiestas en acción de gracias a Jesús
sacramentado. Así reconoció el pueblo de Tumaco la detención de la ola
misteriosa y la posible masacre colectiva de sus gentes.
29. Fenrir
(Mito nórdico)

En la mitología nórdica, Fenrir (Fenris) es uno de los tres monstruos que nacieron
de la unión entre Loki y Angrboda: la diosa de la muerte Hel, la serpiente gigante
Jörmungandr, y el gran lobo Fenrir (también Fenris o Frenrihr)

Al principio sólo era un cachorro, pero conforme se le alimentó comenzó a crecer,


y pronto fue tan grande que era imposible controlarlo. Dos veces fallaron los
dioses en su intento por apresarlo (primero con la cadena Leding y luego con una
más fuerte llamada Droma) ya que se liberaba con gran sencillez.

Los dioses del Asgard pidieron la fabricación de una ligadura irrompible a los
enanos. Éstos les fabricaron una cinta liviana, dulce, sedosa y fina, y que sin
embargo nadie podría romper, pues estaba fabricada con el sonido de la pisada
del gato, la barba de la mujer, las raíces de la montaña, los nervios del oso, el
soplo de los peces y la saliva del pájaro. La llamaron Gleipnir.

Sólo Tyr -el dios con cuernos- se ofreció a realizar la proeza. Para ello, los dioses
idearon un juego en el que Fenrir debía dejarse amarrar para probar si podía
romper la cinta (que ellos no podían). Desconfiado, debido a sus anteriores
experiencias, el lobo consintió para no pasar por cobarde, a condición de que uno
de ellos pusiera la mano en su boca durante todo el tiempo que durara la prueba.
Tyr, entonces, con valentía y sencillez extendió su mano derecha y se la metió en
la boca. Los otros dioses ataron a Fenrir, quien empezó a debatirse cada vez más
ferozmente, y los dioses se rieron al ver a su enemigo reducido. Sólo Tyr no se rió
pues sabía a lo que estaba expuesto. En efecto, Fenrir al darse cuenta de que le
habían tendido una trampa, cerró su boca y le cortó la mano al dios.

La razón de este encadenamiento es que los Ases saben que será causante del
fin del mundo. En el Ragnarok, cuando rompa su prisión milenaria y se libere de
sus cadenas, el fuego y el agua subterráneos invadirán la Tierra. Matará a Odín y
será muerto por Vidar.
30. La leyenda del colibrí
(Leyenda Argentina)

«Flor —hermosa india de grandes ojos negros— amaba a un joven indio llamado
Ágil. Éste pertenecía a una tribu enemiga y, por tanto, sólo podían verse a
escondidas. Al atardecer, cuando el Sol en el horizonte arde como una inmensa
ascua, los dos novios se reunían en un bosquecillo, junto a un arroyo juguetón,
que ponía un reflejo plateado en la penumbra verde.

»Los dos jóvenes podían verse sólo unos minutos, pues de lo contrario
despertarían las sospechas de la tribu de Flor. Una amiga de ésta —una amiga
fea, odiosa— descubrió un día el secreto de la joven y se apresuró a
comunicárselo al jefe de la tribu. Y Flor no pudo ver más a Ágil.

»La Luna, que conocía la pena del indio enamorado, le dijo una noche:

»—Ayer vi a Flor que lloraba amargamente, pues la quieren hacer casar con un
indio de su tribu. Desesperada, pedía a Tupá que le quitara la vida, que hiciera
cualquier cosa, con tal de librarla de aquella boda horrible. Tupá oyó la súplica de
Flor: no la hizo morir, pero la transformó en una flor. Esto último me lo contó mi
amigo el Viento.

»—Dime, Luna, ¿en qué clase de flor ha sido convertida mi enamorada?

» ¡Ay, amigo, eso no lo sé yo ni lo sabe tampoco el Viento!

»—Tupá, Tupá! —Gimió Ágil—. Yo sé que en los pétalos de Flor reconoceré el


sabor de sus besos. Yo sé que la he de encontrar. ¡Ayúdame a encontrarla, tú que
todo lo puedes!

»El cuerpo de Ágil —ante el asombro de la Luna— fue disminuyendo,


disminuyendo, hasta quedar convertido en un pequeño y delicado pájaro
multicolor, que salió volando apresuradamente. Era un colibrí.

»Y, desde entonces, el novio triste, en esa bella metamorfosis, pasó sus días
besando ávida y apresuradamente los labios de las flores, buscando una, sólo
una.

»Pero, según dicen los indios más viejos de las tribus, todavía no la ha
encontrado.
31. El secreto del fuego
(Mito catío)

Al principio, la única que tenía el secreto del fuego era la iguana Himo pero ella no
lo compartía con nadie. Los indios cocían y calentaban sus comidas al sol, pero
éstas no quedaban bien preparadas y por las noches dormían atemorizados y
sentían mucho frío, pues no tenían con qué calentarse.

Un día, Karayabi, un astuto guerrero, salió a pescar y se encontró con Himo, que
estaba asando un rico pescado. Himo invitó a Karayabi y éste quedó fascinado
con el sabor de la comida. Pero cuando terminaron, Himo apagó el fuego y partió
rápidamente. Karayabi volvió al poblado y contó lo sucedido a sus compañeros.

— ¡Hay que capturar a la iguana Himo, para que nos muestre el secreto del fuego!
—exclamó Karayabi a todo el poblado.

Himo no volvió a aparecer por ningún lado. Pero un día Karayabi, que todos los
días salía a buscarla, olió el sabroso aroma del pescado asado y guiándose por él,
logró llegar a la cueva de la iguana; la entrada era muy pequeña. Entonces
Karayabi, que podía transformarse en lo que quisiera, se convirtió en iguana y se
metió en la cueva. Aunque la entrada era pequeñita, el interior era gigantesco.
Karayabi quedó sorprendido al ver miles y miles de palitos prendidos y repartidos
a lo largo de la cueva.

“Con razón nunca se le acaba el fuego a Himo” pensó Karayabi.

Al ver a su hermano, Himo le invitó a comer pescado asado. Karayabi comió y


cuando estuvo satisfecho, le dijo a Himo que le obsequiara un palito para llevar a
su propia cueva. Himo, que no sospechaba nada, le entregó varios y Karayabi
partió rápidamente para su tribu.

Desde ese día, los hombres tienen fuego y la iguana sigue creyendo que sólo ella
puede comer pescado asado.
32. El vestido envenenado
(Leyenda urbana)

UNA DE LAS HISTORIAS FAVORITAS de los círculos literarios neoyorquinos de


hace unos años es sobre una hermosa joven con un vestido de satén blanco. Era
una de esas anécdotas que todo el mundo jura que le ha ocurrido de verdad a su
primo camal o al vecino de al lado, y varios de los narradores se molestaron
mucho cuando se les informó de que los primos de otras personas confesaban
haber pasado por la misma experiencia unas semanas antes.

En cualquier caso, la leyenda aseguraba que una damisela muy bella pero muy
pobre había sido invitada a una cena formal. Era su oportunidad para entrar en un
mundo completamente diferente. Pudiera ser que algún joven adinerado se
enamorara de ella y la liberara de una vida de trabajo en una fábrica de cajas de
cartón. El problema era que no tenía un vestido adecuado para tan importante
ocasión.

« ¿Por qué no alquilas un vestido para esa noche?», le sugirió una amiga. Y así lo
hizo. Se acercó a una casa de empeños que había cerca de su modesto pisito y,
por una cantidad sorprendentemente módica, alquiló un precioso vestido de noche
de satén blanco con todos los complementos a juego. Para su sorpresa, le
encajaba como un guante, y llegó a la fiesta con un aspecto tan radiante que su
entrada causó un pequeño revuelo. La sacaron a bailar una y otra vez y, a medida
que giraba feliz por la pista de baile, tuvo la sensación de que efectivamente su
suerte había cambiado para siempre.

De repente empezó a sentirse fatigada y a tener náuseas. Trató de resistir aquel


creciente malestar todo lo que pudo, pero al final no le quedó más remedio que
abandonar la fiesta, y apenas tuvo fuerzas suficientes para meterse en un taxi y
subir con gran esfuerzo las escaleras de su casa. Se echó sobre la cama con el
corazón destrozado y fue entonces, posiblemente en su delirio, cuando oyó la voz
de una mujer que le susurraba al oído. Era una voz áspera y desagradable.
«Devuélveme el vestido –decía - ¡Devuélveme el vestido! Pertenece a los
muertos...»

A la mañana siguiente encontraron el cuerpo sin vida de la joven en su cama. Las


circunstancias poco claras llevaron a que el forense pidiera la autopsia. La chica
había muerto envenenada por líquido de embalsamar, que iba entrando por sus
poros según su cuerpo se iba calentando con el baile. Al dueño de la casa de
empeños te costó admitir la procedencia del vestido, pero lo contó todo en cuanto
supo que el fiscal del distrito estaba decidido a tomar cartas en el asunto. Se lo
había vendido el ayudante de un enterrador, quien se lo había quitado al cadáver
de una chica inmediatamente antes de que cerraran el féretro definitivamente.
33. Narciso y Eco
(Mito griego)

Eco era una joven ninfa de los bosques parlanchina y alegre. Con su charla
incesante entretenía a Hera, la esposa de Zeus y éste aprovechaba esos
momentos para mantener sus citas extraconyugales.

Hera, furiosa cuando supo esto, condenó a Eco a no poder hablar, sino solamente
a repetir el final de las frases que escuchara y ella, avergonzada, abandonó los
bosques que solía frecuentar recluyéndose en una cueva cercana a un riachuelo.

Narciso era un muchacho precioso. Cuando nació el adivino predijo que si él veía
su imagen en un espejo sería su perdición, así que su madre evitó siempre los
espejos y demás objetos en los que pudiera verse reflejado.

Narciso creció así. Hermosísimo sin ser consciente de ello y haciendo caso omiso
a las muchachas que suspiraban porque se fijara en ellas. Tal vez porque de
alguna manera Narciso se estaba anticipando a su destino, siempre parecía estar
absorto en sus propios pensamientos, ajeno a lo que le rodeaba.

Narciso daba largos paseos sumido en sus cavilaciones y uno de esos paseos le
llevo cerca de la cueva en la que Eco vivía. La ninfa le miró embelesada y quedó
prendada de él pero no tuvo el valor suficiente para acercársele.

Narciso encontró agradable el camino que había seguido aquel día y lo repitió
muchos días más. Eco le esperaba y le seguía en su paseo, siempre a distancia,
temerosa de ser vista, hasta que un día un ruido que hizo al pisar una ramita, puso
a Narciso sobre aviso y la descubrió.

Eco palideció al ser descubierta y enrojeció cuando Narciso se dirigió a ella:

"¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues?"


"Aquí... me sigues..." fue lo único que Eco pudo decir, maldita como estaba,
habiendo perdido su voz. Narciso siguió hablando y Eco nunca podía decir lo que
deseaba.

La ninfa acudió a la ayuda de los animales, que de alguna manera hicieron


entender a Narciso el amor que Eco le profesaba. Ella le miró expectante, ansiosa
pero la risa helada de Narciso le desgarró.

Y así, mientras el muchacho se reía de ella, de sus pretensiones, de su amor...


Eco moría.

Se retiró a su cueva, donde dicen que permaneció quieta, sin moverse, repitiendo
en voz quedada, un susurro apenas, las últimas palabras que le había oído decir a
Narciso: "qué estúpida..., que estúpida..., qué... es...tú....pi...da...". Y dicen que allí
se consumió de pena, tan quieta que llegó a convertirse en parte de la propia
piedra de la cueva.

Pero el mal que haces a otros no suele salir gratis... y así Némesis, diosa griega
que había presenciado toda la desesperación de Eco, entró en la vida de Narciso
otro día que había salido a pasear y le encantó hasta casi matarlo de sed.

Narciso recordó entonces el riachuelo donde una vez había encontrado a Eco y,
sediento, se dirigió hacia él. A punto de beber vio su imagen reflejada en el río y
como le habían predicho al nacer quedó absolutamente cegado por su propia
belleza en el reflejo. Y enamorado, como quedó de su imagen, quiso reunirse con
ella y murió ahogado tras lanzarse a las aguas.

En el lugar de su muerte surgió una nueva flor a la que se le dió su nombre, el


narciso, flor que crece sobre los bordes de los ríos reflejándose siempre en ellos.
34. El duende
Es una de las leyendas más populares y difundidas en América. Según la
creencia, hay dos tipos de duende: uno juguetón y otro malévolo. Por lo regular, el
duende es bajito y rechoncho, con aspecto juvenil y usa trajes brillantes o de color
vivo para llamar la atención. A menudo protege su rostro con un sombrero de alas
grandes.

Este tipo de duende vive en el espesor de los bosques, sobre los árboles. Cuando
quiere molestar apela a la ociosidad, y esconde el dedal a las amas de casa, el
hilo y la aguja; y al jornalero, le oculta el azadón, el machete, el barretón, o la pala.
En la cocina esconde el molinillo, la mano de moler, bota el agua de las ollas, sala
la sopa. En las habitaciones esconde los zapatos, las medias, la ropa o apaga la
luz; destiende la cama y tira las almohadas al suelo. Del duende juguetón se dice
que ríe a carcajadas en los cielos rasos y toca flauta recostado contra los troncos
de los árboles.

Al duende malévolo le gusta hacer ruidos insólitos que causan terror o espanto; se
posesiona de las casas ajenas y las atormenta: tira piedras, verdaderas lluvias de
piedra contra sus techos y paredes. Ensucia las comidas, quiebra los platos, bota
o dobla las cucharas, persigue a las muchachas adolescentes, las pellizca, les
toca las nalgas, las muerde, las empuja y las hace caer. A los niños les chupa la
sangre mientras duermen, les pega y les echa agua en la cara.

El duende es peligroso cuando está enamorado y no es correspondido, o cuando


tiene rival. Si esto ocurre, le raja la ropa a su pretendiente, la asusta a medida
noche, la chuza con alfileres, la hace caer de la cama y la golpea. Al contendor lo
asusta cuando va de visita, presentándosele como un sapo enorme o una culebra
gigantesca, a mitad del camino. Si la novia le brinda un fresco, se lo derrama en la
camisa; si enciende un cigarrillo, le quema la boca; si trata de sentarse le quita el
asiento para que se caiga y si está de pie le golpea las rodillas para tumbarlo. En
fin, si nada de esto ocurre hace que la novia le lleve la contraria en todo hasta que
se termine la relación.

El duende es un singular espanto que camina con los pies volteados emitiendo un
chillido aterrador. Se dedica a fastidiar las familias de los campesinos hasta que
los desespera y los hace emigrar hacia las ciudades.

La mayoría de veces se dedican a cambiar las cosas de su lugar o esconderlas. El


duende habita en cuevas ubicadas en barrancos, en donde acostumbra esconder
a los niños para hacerles comer excremento de caballo o enloquecerlos.

Por las noches se dedica a tirar piedras a los techos de la casas, a perseguir a las
muchachas en edad de tener novio, a hacerle trenzas a los caballo o a tocar
guitarra. Precisamente una de las maneras de ahuyentarlo es colocándole una
guitarra destemplada a media noche y así dejará en paz a la familia.
Dice la Leyenda que el duende es un ángel expulsado del cielo debido a su
envidia hacia Dios, y fue condenado a vagar por los campos asustando a las
personas. Cuentan que "a las jovencitas que tienen novio y cuando éste está de
visita, las fastidian con órdenes o secretos malignos al oído, que el pobre joven se
indigna y termina por no volver a ver a su adorada. Si no está presente el
muchacho o pretendiente, las perturban en la casa con órdenes y consejos, hasta
que las enajenan para que no se verifique el matrimonio.

El único y tradicional método para asustar a un duende es poseer uno de los tres
instrumentos músicos tradicionales colombianos, que es el tiple. Este instrumento
hay que desafinarlo y colgarlo en la pared. Según la leyenda, el duende cuando
viene por la noche y ve el tiple, se pone inmediatamente a tocarlo. Pero cuando
escucha los sonidos desafinados, huye, porque el mismo no es capaz de afinar el
instrumento.

La combinación de una tradición popular como la leyenda del duende y la música


de Colombia es muy interesante.

En muchas regiones se cree que el duende es un alma que se fue de este mundo
sin ser bautizada.
35. La llorona
La llorona convertida en el espíritu vagabundo de una mujer que lleva un niño en
el cuadril, hace alusión a su nombre porque vaga llorando por los caminos. Se
dice que nunca se le ve la cara y llora de vergüenza y arrepentimiento por lo que
hizo a su familia.

Quienes le han visto dicen que es una mujer revuelta y enlodada, ojos rojizos,
vestidos sucios y deshilachados. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño
recién nacido. No hace mal a la gente, pero causan terror sus quejas y alaridos
gritando a su hijo.

Las apariciones se verifican en lugares solitarios, desde las ocho de la noche,


hasta las cinco de la mañana. Sus sitios preferidos son las quebradas, lagunas y
charcos profundos, donde se oye el chapaleo y los ayes lastimeros. Se les
aparece a los hombres infieles, a los perversos, a los borrachos, a los jugadores y
en fin, a todo ser que ande urdiendo maldades.

Dice la tradición que la llorona reclama de las personas ayuda para cargar al niño;
al recibirlo se libra del castigo convirtiéndose en la llorona la persona que lo ha
recibido. Otras eversiones dicen que es el espíritu de una mujer que mató por
celos a la mamá y prendió fuego a la casa con su progenitora dentro, recibiendo
de ésta, en el momento de agonizar la maldición que la condenara: "Andarás sin
Dios y sin santa María, persiguiendo a los hombres por los caminos del llano".

Durante la guerra civil, se estableció en la Villa de las Palmas o Purificación, un


Comando General, donde concentraban gentes de distintas partes del país.

Uno de sus capitanes, de conducta poco recomendable y que encontraba en la


guerra una aventura divertida para desahogar su pasado luctuoso de asalto y
crimen, se instaló con su esposa en esta villa, que al poco tiempo abandonó para
seguir en la lucha.

Su afligida y abandonada mujer se dedicó a la modistería para no morir de hambre


mientras su marido volvía y terminaba la guerra.

Al correr del tiempo las gentes hicieron circular la noticia de la muerte del capitán y
la pobre señora guardó luto riguroso hasta que se le presentó un soldado que
formaba parte del batallón de reclutas que venían de la capital hacia el sur, pero
que por circunstancias especiales, debía demorar en aquella localidad algunas
semanas.

La viuda convencida de las aseveraciones sobre la muerte de su marido, creyó


encontrar en aquel nuevo amor un lenitivo para su pena, aceptó al joven e intimó
con él.
Los días de locura pasional pasaron veloces y nuevamente la costurera quedó
saboreando el abandono, la soledad, la pobreza y sorbiéndose las lágrimas por la
ausencia de su amado.

Aquella aventurera dejó huellas imborrables en la atribulada mujer, porque a los


pocos días sintió palpitar en sus entrañas el fruto de su amor.

El tiempo transcurría sin tener noticias de su amado. La añoranza se tornaba


tierna al comprobar que se cumplían las nueve lunas de su gestación.

Un batallón de combatientes regresaba del sur el mismo día que la costurera daba
a luz un niño flacuchento y pálido. Aquel cartucho silencioso y pobre se alegró con
el llanto del pequeñín.

Al atardecer de aquel mismo día, llegó corriendo a su casa una vecina amiga, a
informarle que su esposo el capitán, no había muerto, porque sin temor a
equivocarse, lo acababa de ver entre el cuerpo de tropa que arribaba al
campamento.

En tan importuno momento, esa noticia era como para desfallecer, no por el caso
que pocas horas antes había soportado, como por el agotamiento físico en que se
encontraba. Miles de pensamientos fluían a su mente febril. Se levantó decidida
de su cama. Se colocó un ropón deshilachado, sobre sus hombros, cogió al recién
nacido, lo abrigó bien, le agarró fuertemente contra su pecho creyendo que se lo
arrebatarían y sin cerrar la puerta abandonó la choza, corriendo con dificultad. Se
encaminó por el sendero oscuro bordeado de arbusto y protegida por el manto
negro de la noche.

Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer, seguía corriendo, los nubarrones eran
más densos, la tempestad se desato con más furia. La luz de los relámpagos le
iluminaba el camino. La naturaleza sacudía con estertores de muerte. La demente
lloraba. Los arroyos crecieron, se desbordaron. Al terminar la vereda encontró el
primer riachuelo, pero ya la mujer no veía. Penetró a la corriente impetuosa que la
arrolló rápidamente. Las aguas bramaron. En sus estrepitosos rugidos parecía
percibirse el lamento de una mujer.
36. El hombre caimán
El hombre caimán es una leyenda de la costa norte de Colombia. La popularísima
canción colombiana "Se va el caimán" de Crescencio Salcedo, también tiene su
origen en este relato.

Este es el caimán, este es el


caimán, que dice toda la gente.
Este es el caimán, este es el
caimán, un caimán inteligente.

Sí, mi amigo. Esta historia empezó aquí mismo. Y el que es hoy el hombre caimán
se sentaba allí, donde está usted ahora dispuesto a tomarse un vaso de ron, un
queso y por último, su plato de arroz con coco.

Miraba siempre hacia la orilla opuesta del río y cuando adivinaba la presencia de
alguien al otro lado, apuraba su arroz y desaparecía en el agua. ¿Que por qué
hacía todo esto? No se desespere, amigo, termine de tomarse su ron y escuche,
que este cuento apenas lo empiezo.

Es una historia de amor, como todas, con la diferencia que el hombre salió mejor
librado que cualquiera, a pesar de todas las adversidades. Así que si va a pedir
otro trago, hágalo de una vez, que yo aquí empiezo mi relato y no paro hasta el
final.

Un hombre, alegre y despreocupado, viajaba continuamente de Pinillos a


Magangué vendiendo toda suerte de alimentos y frutas hermosas. A grandes
voces y en medio del jugueteo entre él y las gentes de por aquí, el hombre divertía
a todos con sus historias absurdas de cómo adquiría los productos, hasta el punto
de convencer a los compradores de que lo que se llevaban eran objetos
maravillosos.

Una tarde, mientras anunciaba a gritos la venta de unas naranjas que, según él,
poseían las esencias del amor eterno, descubrió para su fortuna la presencia de
una bella mulata con el pelo recién enjuagado que caminaba despreocupada. El
hombre entabló conversación con la muchacha y rápidamente, ambos se vieron
profundamente atraídos.

Ella se llamaba Roque Lina y era la hija de un severo e inabordable comerciante


de arroz. Sus hermanos, que jugaban el secreto papel de vigilantes de los pasos
de la muchacha, al darse cuenta de que Roque Lina era atraída cada vez más por
las frases pomposas del hombre, dieron la voz de alarma a su padre.

Así pues, amigo, cuando el hombre apareció como de costumbre con sus alaridos
y sus productos de otro mundo y se precipitó feliz a saludar con canciones a su
querida Roque Lina, se encontró frente a la presencia poco amable de su
imposible suegro. “Aquí el que vende soy yo”, le dijo tajantemente el padre. “Y mi
hija no es arroz. Así que puede irse con su música a otra parte, antes de que
tengamos problemas. ¡O yo no sé!”. Y sin agregar una palabra más, tomó a Roque
Lina del brazo y la arrastró con él.

Fue desde ese momento cuando el hombre empezó a venir todos los días a esta
tienda, a pedir el mismo ron, el mismo queso y el mismo arroz con coco y a mirar
hacia el río. ¿Por qué? Rápidamente lo fui entendiendo: aquí los hombres se
bañan en esta orilla. Hacia la mitad de la corriente hay un remolino y al otro lado
se bañan las mujeres. Asimismo, aquí la gente va a la necesidad en el agua y se
cobra un centavo por todo. ¿Qué pasaba? Pues nada más que el hombre se había
puesto de acuerdo con Roque Lina para que cuando ella fuera a bañarse, él
atravesara el río a nado y fuera a visitarla.

Usted estará preguntando cómo haría el hombre para atravesar aquel remolino,
que a primera vista se adivina no apto para seres humanos. Pues aquí es donde
reside el secreto de la historia. El hombre terminaba de comerse el arroz, se metía
al agua y poco a poco, su cuerpo se iba corrugando, sus brazos se encogían en
pequeñas patitas, sus piernas se unían en una agitada cola y cada uno de los
granitos de arroz que se había comido se iban transformando en una hilera de
dientes filudísimos, hasta quedar convertido en un expertísimo caimán nadador.

Así el hombre caimán atravesaba ágilmente el remolino y luego de violentos


chapoteos, lograba llegar hasta donde Roque Lina, quien ansiosa lo esperaba
para ir a descubrir con él las profundidades secretas del río. El hombre venía aquí
a diario, bebía y comía su eterna ración y se lanzaba en su viaje reptil donde su
amada Roque Lina. Esta visita permanente fue poniendo alerta a todos los
pescadores de la zona.

Una mañana, uno de los hermanos de Roque Lina alcanzó a percibir la cola
desenfrenada del hombre caimán rompiendo el remolino y de inmediato dio la voz
de alarma. Todos los pescadores de Magangué se dieron a la caza del caimán.
Pero cualquier esfuerzo era inútil. Mientras más obstinados eran los hombres
tratando de aniquilar al animal, más ágil se volvía el hombre para llegar hasta la
orilla de Roque Lina.

Tómese el otro roncito, amigo, que esta historia ya se precipita a su final y tiene
que prepararse para lo que sigue. ¿Me va siguiendo….?

El papá de Roque Lina, hombre ostentoso y sediento de fabricarse su propio


orgullo, ubicó con exactitud el sitio por donde el caimán solía nadar y organizó un
cerco para atraparlo.

Una mañana, un buen número de pescadores navegaron afanosamente por estos


parajes, buscando sin descanso al caimán, comandados por el padre de Roque
Lina. Mientras esto sucedía, el hombre de nuestra historia, sentado allí donde
usted está, terminó su ron, su queso y su arroz y se fue de aquí. ¿Hacia dónde iba
si todos lo buscaban? Luego lo supe: el muy vivo se echó al agua mientras todos
estaban en su búsqueda, nadó agitadamente hasta el barco del papá de Roque
Lina y de una, se devoró todo el arroz que encontró. Acto seguido, buscó a su
amada que dormitaba en el muelle. Suavemente la acomodó sobre su espalda y
sin despertarla, se alejó con Roque Lina en silencio.
Nunca volvió a saberse de ellos. Pero, desde ese día, todos los hombres de por
aquí esconden temprano a sus mujeres y se apuran a comerse todo el arroz que
tengan en la olla, antes de que el hombre caimán venga y haga desaparecer mujer
y granos.

Este es más o menos el cuento, amigo. Lo bueno es que por aquí, desde esos
días, se canta un merengue que dice:

Esta mañana, temprano,


cuando bien me fui a bañar,
vi un caimán muy singular
con cara de ser humano.

Ya se da cuenta por qué es. Lo único que no puedo brindarle, amigo, es su plato
de arroz con coco. Por estos días, no sé por qué, ha estado escaso por aquí.
Pero. . . ¿no quiere que le cuente otra historia?
BIBLIOGRAFÍA

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